El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

domingo, 27 de octubre de 2024

El Pedernoso contra Santa María de los Llanos

 Los derechos que el año 1687 vindicaba la villa de El Pedernoso sobre el campo del Aljibe, el Dehesón y el Monte Viejo se remontaban a trescientos años más atrás, cuando el pueblo había comprado estos lugares a Martín Ramírez y sus herederos. Ahora, en el siglo XVII estos sitios se tenían por propios de El Pedernoso y como tales los arrendaba para uso de dehesa carnicera. Estos sitios, tradicionalmente eta arrendados al mejor postor, entre vecinos de Santa María de los Llanos (así, Diego Ramírez), El Provencio o El Pedernoso. Los arrendadores solían parcelar las dehesas y revender su aprovechamiento a diversos vecinos de El Pedernoso y Santa María de los Llanos para pasto de los ganados. En los últimos treinta años el beneficiario de ese arrendamiento había sido el cura licenciado Juan Becerra, principal poseedor de ganados de El Pedernoso, junto a otros ganaderos como Inés de la Plaza, Francisco García de la Moraleja, Andrés de Fresneda, don Ginés de los Llanos o Juan de Oropesa. Otros ganaderos de la zona eran el belmonteño Diego Muñoz, los Gabaldones de Las Pedroñeras, Juan Falero de Pedro Muñoz, Juan Romero y Sebastián Simón, vecinos de Villarrobledo, y Juan Martínez Redondo de Santa María de los Llanos. Desde Mota del Cuervo varios zagales se desplazaban como pastores para el cuidado de los ganados de estos dueños.

Algunos vecinos iban más allá, como el labrador Andrés García, que basándose en la autoridad de otros ancianos ya fallecidos, negaba cualquier derecho de sus vecinos de Santa María de los Llanos sobre estas tierras, es más negaba al pueblo vecino términos, pues decía que los términos y jurisdicción de El Pedernoso llegaba hasta las paredes de las casas de Santa María de los Llanos




Testigos

Pedro Campaio, vecino de los Hinojosos y pastor del cura de El Pedernoso Juan de Becerra. 50 años

Cristóbal Rodríguez, vecino de los Hinojosos y pastor del cura mencionado. 38 años

Antón Fernández Benito, pastor de Las Pedroñeras y pastor del mencionado cura. 50 años

Diego de Ávila, pastor de Las Pedroñeras y pastor del mencionado cura. 40 años

Andrés García, labrador de El Pedernoso, 68 años

Benito Rodado, desde Mota del Cuervo se va a vivir a El Pedernoso el año 1645. 60 años

Francisco López Medrano, 55 años

Ambrosio Fresneda, trabajador del campo en El Pedernoso

Gil Gallego, hortelano, 74 años, vecino de EL Pedernoso

Francisco Sánchez de Algaba, 60 años, vecino de EL Pedernoso

Juan Vaquero, pastor de La Mota, 45 años

Miguel López Villaescusa, pastor de La Mota, 56 años

Cristóbal García, trabajador del campo y pastor de La Mota, 48 años

Alonso de Fresneda, labrador y alcalde de El Pedernoso, 50 años, es hijo de Pascual de Fresneda, que también fue alcalde.

Sebastián Castellano, pastor de La Mota, 48 años

Juan López de Amiga. vecino de El Pedernoso, 60 años

Bartolomé López de Ortega, vecino de los Hinojosos, pastor, 59 años


ACHGR, PLEITOS CIVILES, C 10272-10

sábado, 26 de octubre de 2024

EL APELLIDO DE LA TORRE

 

Uno de los apellidos que comienzan a tener notoriedad en San Clemente en las primeras décadas del siglo XVII es el apellido de la Torre. Sabemos de un Antonio de la Torre que en 1643 es inscrito en el padrón de hidalgos. Este Antonio, hijo de otro de la Torre llamado Juan, será rechazado como hidalgo. Sin embargo el apellido de la Torre va ligado también al de Alarcón y será familia que se mueva entre La Roda y San Clemente.

El apellido de la Torre aparece ligado a la figura del escribano Antonio de la Torre, que probablemente sea el mismo que luego pretende hidalguía.

El reconocimiento de la hidalguía de los de la Torre en La Roda ya viene por la elección de oficios de alcalde de la hermandad por los hidalgos en la década de 1710: Miguel de la Torre y Ortega será elegido como alcalde de la hermandad el 31 de diciembre de 1714. Curiosamente los de la Torre ya nos aparecen como regidores de La Roda en la década de 1620 y con intereses en San Clemente, donde arriendan la dehesa de Villalpardillo, aunque los testimonios que nos han quedado de su hidalguía en La Roda son muy tardíos, inmediatamente posteriores a la guerra de Sucesión y fundados en la elección de alcaldes de la hermandad entre un grupo reducido de notables y su inscripción en los padrones municipales para su exención de impuestos o repartimiento junto a los hidalgos en esa época.


NO creemos que los de la Torre y Alarcón de La Roda tengan relación con esos de la Torre sanclementinos que en 1643, pretenden hidalguía y que por las noticias que nos llegan es familia acomodada y que poseía una posada o mesón en la villa de San Clemente.


ACHGR, HIDALGUÍAS, sign. ant. 281-15

ACHGR, HIDALGUÍAS, sign. ant. 313-18

domingo, 20 de octubre de 2024

Los carreteros de San Clemente y el tráfico de armas

 Se nos conservan de abril de 1598 sendas cartas de obligación por las que dos carreteros de San Clemente se comprometen a llevar desde Cartagena a la ciudad de Sevilla varias cajas de armas

  • La primera obligación es de 14 de abril de 1598. Diego de Garnica, carretero,  recibe de Nicolás Gari de Cáceres, regidor de Cartagena, 37 cajas de madera numeradas, conteniendo corseletes y arcabuces
  • La segunda obligación es de 16 de abril de 1598. Miguel López de Ávalos, carretero, recibe del mismo regidor 19 cajas de armas con el mismo destino
AHPMU, NOT. 5167, fols. 148-149 y 155-156

Villanueva de la Jara contra el alcalde mayor Quintano

 La llegada del alcalde mayor del partido de San Clemente, junto al escribano Bartolomé Celada, no fue bien recibida en Villanueva de la Jara el nueve de agosto de 1619. El cabildo jareño se reunió en su ayuntamiento para denunciar la intromisión de la justicia del corregimiento en un tema de denunciaciones, pues iba contra los privilegios de primera instancia de la villa. Por entonces, el cabildo se reunía en el escritorio de las casas del cabido, por hallarse el ayuntamiento en ruina. No se amilanó el alcalde que ordenó la prisión de los oficiales jareños en el edificio de su ayuntamiento. El licenciado Quintano debía ser un hombre de armas tomar, pues, enfrentado a los regidores, defendió su derecho a presidir el ayuntamiento y, enojado y en cólera, había dicho ciertas palabras injuriosas al doctor Bravo Hervías y el bachiller Ortega, abogados de la villa. El motivo de disputa era el intento de Tomás Quintano de entender en las denunciaciones contra vecinos de la Jara por daños en el campo, el intento de los regidores por hacer valer sus privilegios (defensa de la jurisdicción civil y criminal y que cualquier auto del alcalde mayor debía pasar ante el escribano del ayuntamiento jareño) fue respondido por el alcalde mayor poniendo cuatro guardas y multando a cada regidor con quinientos maravedíes y prohibiendo que se reuniese el concejo sin su licencia bajo multa de 50000 maravedíes. El concejo jareño protestaría ante la Chancillería de Granada, pero la respuesta del alcalde mayor Quintano declararía en contumacia y rebeldía a los regidores, tras comparar el valor de los privilegios y ejecutoira de la villa con el precio de cuatro caracoles. El once de mayo de 1620 la situación se agravó: el concejo intento reunirse esa tarde, lo hacía en un escritorio de la plaza, pues la sala del ayuntamiento está tan arruinada respecto de ser el edificio tan antiguo y estar con tres vigas grandes apuntalada. Los escritorios se encontraban en la parte baja del actual edificio, mientras que la sala de reuniones lo era en el primer piso, que es la que presentaba un aspecto de ruina.

Exagerado o no, los regidores jareños vieron su prisión en el ayuntamiento con temor ante el temor de que el edificio se hundiera, pues su estado era completamente ruinoso. Por esa razón fueron alojados en casa de Giraldo Borgoño, habilitada como prisión improvisada. Desde allí, los regidores fueron llamados uno por uno a la posada del alcalde mayor, que residía en la calle del licenciado Jiménez, un presbítero que no debió salir muy bien en su convivencia con el alcalde mayor. El trato que debió ser muy vejatorio, provocó la reacción del alcalde ordinario e hidalgo Juan Ferrer y del regidor Bernardo Alcocer, un anciano del que se decía que el licenciado Quintano no había respetado sus canas. La defensa de los privilegios de la villa fueron planteadas por el abogado Juan de Ortega y el doctor Bravo Hervía, pagando el primero sus haceres con la prisión junto al resto del los regidores. Las actuaciones del alcalde mayor fueron sentidas como humillación por los jareños, a su decir, una villa de más de mil vecinos, con cuatro aldeas dependientes y mucha gente principal e hidalgos, esos que faltaban el siglo de antes. Y es que Villanueva de la Jara se iba aristocratizando y cada día aceptaba menos la intervención del corregidor de San Clemente o el alcalde mayor en sus asuntos. Tan criticados como el alcalde mayor eran los escribanos Bartolomé Celada y Cristóbal Aguado, acusados de entender en todos los negocios con los derechos y aranceles correspondientes a costa de los escribanos locales.


Ayuntamiento de 3 de junio de 1620

Juan Prieto y don Juan Ferrer, alcaldes ordinarios

Martín López de Valera, alférez mayor

Pedro de Ruipérez, Ginés González, Gilardo Borgoño, Francisco de Garay, doctor Bravo, Miguel de Oñate, Martín Zomeño, Juan de la Motilla y Lucio Pardo, regidores

Testigos, 3 de junio de 1620

Miguel García Olmeda, labrador, 73 años

Juan Sánchez de Ruipérez, labrador, 52 años

Licenciado Andrés Jiménez Muñoz, presbítero, 28 años.

Domingo Jiménez, vive de su hacienda, 52 años

Pedro Montoya, hidalgo que vive de su hacienda, 62 años

Licenciado Bartolomé García, presbítero y teniente de cura de la iglesia mayor, 35 años

Juan de la Roda, hortelano y teniente de alguacil mayor, 52 años

Pedro Ramírez, escribano del número, 34 años

Juan Martínez, residente en Villanueva, clérigo. 29 años

Elvira Cana, soltera, 50 años

Andrés García Valera, maestro de sastre, 64 años

Gaspar Prieto, notario y familiar del Santo Oficio, 40 años

Martín Ferrer, hidalgo que vive de su hacienda. 58 años

Andrés Hernández, alguacil. 60 años


García de Buedo, escribano del ayuntamiento e hidalgo

Licenciado Juan de Ortega, abogado de la villa


ACHGR, PLEITOS, C 9583-37


sábado, 19 de octubre de 2024

La peste de 1600 en Valera

 La peste de 1600, que conocemos bien por su incidencia en poblaciones como San Clemente, afectó a otros pueblos. Un caso particular es el de Valera de Abajo, del que sabemos por la narración de la epidemia por Antonia de Jesús, biógrafa de la Venerable Ana de San Agustín. La forma de narrar de Antonia de Jesús es haciendo hablar en primera persona a la Venerable, que acaba refrendando con su firma el escrito.

Destacar la narración de la peste en Valera de Abajo el año 1600: "fue nuestro señor servido de que en este lugar diese peste harto grande". La peste azotó al pueblo y a unas monjas carmelitas recién instaladas, sin sustento propio ni posibilidad de buscar ese sustento fuera, se nos dirá. La propia Ana de San Agustín se vería afectada por el mal: "y sintiéndome yo mala, vi que tenía debajo del brazo una seca y por tener calentura vi que era como los demás que les daba la peste y luego morían". La Venerable atemorizada, según sus palabras, se vio sola y sin tener a quien acudir, `pues los señores del pueblo (y patrones del pueblo) habían huido del mal, se encomendó a una imagen de Santa Ana que había traído desde Villanueva de la Jara. Cuenta Ana de San Agustín, que la imagen pondría su mano sobre la seca de la Venerable curándole el mal y protegiendo al resto de las monjas. Las religiosas permanecieron en el pueblo, con dos sacerdotes que les administraban la comunión, a ellas y a otros vecinos, hasta que vieron cómo los dos sacerdotes morían del mal
(Firma autógrafa de Ana de San Agustín)
(firmas de varias monjas carmelitas del convento de San José y Santa Ana, el 6 de septiembre de 1629, la priora María de la Paz, Antonia de Jesús -biógrafa de la Venerable-, Ana de San Elías, Inés de San José, y Catalina de San Agustín)




Vida de la Madre Ana de San Agustín [Manuscrito] / dictada por ésta misma y firmada en 1606. BNE, V.a. Mss/13523