El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

domingo, 29 de diciembre de 2024

Martín Montellano, cantero

 Martín de Montellano debió llegar como mancebo en la primera década de 1510 ("se fue del concejo de Çalla a vivir a Castilla"). Siete años después se había casado con Teresa Coello en Villaescusa de Haro. Era hijo de Diego Montellano y Sancha Montellano, del lugar del mismo nombre, en Zalla, en las Encartaciones de Vizcaya. Si bien se tenía por casa familiar el solar de Montehermoso, donde vivían unos parientes: los Marroquín.



Ejecutoria de 20 de agosto de 1526


ACHGR, HIDALGUÍAS, 301-6-4


Los canteros del valle de Trucios

 El 2 de julio de 1543 Bernardino Pérez de Trucios acude a la Chancillería de Granada para ver reconocida su condición hidalga. Bernardino había casado en Mota del Cuervo con una hija de Diego Ortiz. Bernardino era hijo de Pedro Pérez de Trucios que desde la casa solar de Laguanaz en las Encartaciones había llegado a Mota del Cuervo como cantero. Junto a la casa de Laguanaz, en el mismo valle, estaba la casa de la Calera, apellido que vemos luego en Villarrobledo. Estas salidas de canteros vascos hacia Castilla en busca de trabajo fue común en los inicios del siglo XVI, si bien en el expediente nunca se habla del oficio o actividad de estos hombres. Uno de los llegados al obispado de Cuenca, en esta caso a Villaescusa de Haro, había sido Martín de Montellana, natural del Montellano, en el valle de Salcedo y de 50 años de edad hacia 1540. Este último dejará en la zona su apellido, bajo la forma Montejano. Otro de los canteros era Juan de Carranza, que hacia 1540 y con setenta años vivía en el pueblo de Almendros. De una generación anterior debía ser Pedro de Cueto, instalado en Belmonte.

El padre Pedro de Trucios se había venido para Castilla, cuando ya pasaba de la treintena y estaba casado en las Vascongadas con una hija de Diego Merlin de Pando. Del matrimonio habían nacido dos hijos: Bernaldino y Juan. Pedro había participado con la condición de capitán en la guerra de Navarra con Fernando el Católico al frente de los hombres de los valles de Arcentales, Trucio y Carranza. Bernaldino había llegado a Castilla siendo mancebo junto a su padre, primero a Belmonte, luego a Villanueva de los Infantes hasta casarse y tomar asiento en Mota.


ACHGR. HIDALGUÍAS. 304-553-95

sábado, 28 de diciembre de 2024

La casa de los Picos de San Clemente

 Por una escritura de 1842 sabemos que la actual "Casa de los Picos o de Víllora" se corresponde con la casa familiar de los Valenzuela. La casa aparece vinculada al mayorazgo familiar, que pervive hasta fecha tan tardía










Genealogía de los Valenzuela

Diego de Valenzuela y capitán Pedro de Valenzuela, hijos de Alonso de Valenzuela y María de Perona

Alonso de Valenzuela (casado con su prima hermana Mariana de Valenzuela -hija de Gómez de Valenzuela y Mariana Zalvide Arteaga-), hijo de Gregorio de Valenzuela y Bernardina Guedeja de la Cerda y nieto de Alonso de Valenzuela y María de Perona

Gregorio de Valenzuela casado con Bernardina Guedeja de la Cerda, hijo de Alonso de Valenzuela

Gregorio de Valenzuela, Gómez de Valenzuela (casado con Mariana de Zalvide y Arteaga), Diego de Valenzuela y capitán Pedro de Valenzuela, hijos de Alonso de Valenzuela y María de Perona

Alonso de Valenzuela casado con María de Perona, hijo de Alonso de Valenzuela

Alonso de Valenzuela casado con Juana de Montoya, hijo de Gómez de Valenzuela y padre de Alonso de Valenzuela 

Gómez de Valenzuela,(ejecutoria de hidalguía de 7 de julio de 1524), casado con María Fernández de Valenzuela,  hijo de Alonso de Valenzuela y Juana Gómez

Alonso de Valenzuela, casado con Juana Gómez, hijo de Gabriel López de Valenzuela y María López


Testigos: 

Diego de Alarcón de la Torre, guarda mayor de La Roda y propietario de la dehesa de Villapardillo, hidalgo de ejecutoria, 44 años

Juan del Castillo Villaseñor, 56 años, hidalgo, vecino de San Clemente, de la collación de San Gil (?), hijo de Juan Sánchez del Castillo Villaseñor

Juan González de Garnica, hijodalgo, escribano, 72 años

Pascual Ballestero, 64 años, hombre pechero

Martín Alonso de Palacios, hijodalgo, 70 años, su suegro es Diego de Cuéllar (hijo de Elena de Cuéllar)


Hechos probatorios

0.- Carta ejecutoria de Gómez de Valenzuela a 7 de julio de 1524

1.- Testamento de Gómez Valenzuela y María Fernández su mujer de 29 de mayo de 1525, fundan capellanías dejando a su hijo Alonso como patrón

2.- Alonso de Valenzuela y Juana de Montoya fundan mayorazgo

3.- Ejecutoria de 23 de septiembre de 1633


DECLARACIÓN DE TESTIGOS DE LA CARTA EJECUTORIA DE 1524

Alonso Zapata, hidalgo que dijo ser de 60 años (nacido hacia 1460), había vivido doce años en Cuenca.

Antón García, hidalgo que dijo ser de 52 años


ACHGRA, 301-112-17 y 19


viernes, 27 de diciembre de 2024

Gaspar Méndez de Liébana contra el concejo jareño

 El regidor Andrés Alarcón y Rosales, ese año 1645, había pasado una grave enfermedad, una angina especie de garrotillo, decía el médico de Villanueva de la Jara. Seis veces había sido sangrado. Era buena justificación para escapar de las pesquisas del receptor enviado por la Chancillería de Granada, distante cincuenta y nueve leguas, a instancia de Gaspar Méndez de Liébana. Quien no pudo recibir al receptor granadino fue el alcalde Pedro Clemente, que ese día tenía un asunto arduo. Se trataba del ajusticiamiento de dos reos condenados a pena de muerte, sin que sepamos su delito. El pueblo vivía cierta indefinición en su gobierno, con permanencia de viejas familias: Francisco de Espinosa era el otro alcalde y Martín Cañavate ocupaba la escribanía del ayuntamiento, mientras que la tenencia del oficio de alférez mayor la detentaba Agustín de Valera por esta familia. Pedro González de Tébar, Antonio López Cardos continuaba las sagas como regidores perpetuos pero nuevos nombres aparecían en el ayuntamiento, tales Martín Cañada de Toledo y otros, nuevos ricos, se consolidaban en el gobierno de la villa, era el caso de Sebastián Donate o Diego García Donate. Viejos nombres de vecinos se repetían como Giraldo de Borgoño o Juan Sáez de Pozoseco, mientras que otros llegados de fuera, como Juan de Lerma, ejercía de sombrerero ajeno a los nubarrones que se anunciaban para los negocios.

El receptor dado lo espinoso del asunto a tratar no fue bien recibido en Villanueva de la Jara, alojado en la posada de la plaza del pueblo, no había camas disponibles para él, por lo que se le derivó a la casa del procurador síndico. Ese año de 1645, pululaban por el pueblo varios recaudadores de rentas enviados desde San Clemente para soportar el esfuerzo militar de la monarquía. El receptor granadino llamado Francisco Ramírez estaría poco en el pueblo, se daría por pagado con noventa reales y se iría. No todos pagaron, Pedro Clemente alegó no poseer bienes y que todos eran de su madre Ana de Tébar. El pueblo había cerrado filas contra el licenciado Gaspar Méndez de Liébana, administrador de propios y para los vecinos un extranjero y un castillero, que por meterse donde no le llamaban había recibido lo suyo de un matón paniaguado de las élites jareñas: el mulato Francisco Leal.

Gaspar Méndez de Liébana había presentado una querella criminal contra el mulato Francisco Leal, esclavo, y sus dueños el regidor don Andrés de Alarcón Rosales y su mujer Catalina Prieto. La querella se había hecho extensiva al regidor Juan Prieto Cuadrado, don Pedro Clemente y Gregorio García, alcaldes ordinarios, Pedro Remírez, escribano del ayuntamiento, y Juan Marcilla. A todos ellos acusaba de servirse de los bienes propios del concejo en su beneficio propio y el haber chocado con ellos por intentar una administración limpia de estos bienes. Aunque la querella venía motivada por un hecho puntual: el nueve de septiembre de 1640, el hijo de Gaspar, Sebastián Ignacio había ido a comprar a la carnicería pública, allí fue injuriado por el esclavo Francisco Leal que le arrojó dos cuernos en presencia de muchos vecinos para mayor escándalo. Es más, por la noche, el esclavo se había presentado en casa de Sebastián Ignacio, armado con una carabina y con intención de matarlo. La afrenta la había ejecutado el esclavo, pero Gaspar veía detrás a los oficiales del concejo. 

Los ánimos se enconaron en el proceso sumario que se abrió después para averiguar los hechos. Uno de los testigos favorables a Gaspar, Francisco Pastor Garnica había sido insultado por Catalina Prieto y había sido golpeado por un criado de esta llamado Francisco Fino, que, con un puñal, lo había intentado matar. El asunto se había enredado, cuando fue preso Pedro Ramírez, escribano y tío de Catalina Prieto, por malversación en el arrendamiento de la escribanía del concejo. El escribano sería soltado de la cárcel por el alcalde Pedro Clemente, mientas Gaspar Méndez se veía obligado a abandonar el pueblo ante las amenazas, pues sus enemigos rezaban responsos delante de sus casas. Detrás de este vodevil se escondía un problema más grave: las necesidades financieras de la Corona para sostener la guerra exigía más recursos y había una élite, que trampeando con los bienes propios no estaba a ceder el aprovechamiento particular que los mismos hacía. Gaspar Méndez de Liébana acusaba a los oficiales querellados de haberse quedado con seis mil reales.

ACHGR, C 9875  8

jueves, 26 de diciembre de 2024

El Cañavate en 1602

 La elección de Francisco Lomas como alcalde ordinario de El Cañavate por el estado de los hijosdalgo provocó el rechazo en el pueblo, en especial, el de Francisco López del Cañavate y otros labradores. Los hidalgos cañavateros habían ganado ejecutoria para reservarse la mitad de los oficios concejiles, que se elegían el día de Año Nuevo, pero, ahora, las aspiraciones de Francisco Lomas y Vera, de una vieja familia de criados de los Pacheco, iban más allá, pretendiendo el primer asiento en las reuniones del concejo, la misa mayor de la iglesia y presidir las procesiones en el pueblo.

El Cañavate nunca había aceptado la intromisión de los hidalgos en los oficios públicos y mucho menos que el alcalde ordinario por los labradores, este año de 1602 Jorge Pérez, ocupara un segundo lugar frente a Francisco de Lomas. Hemos de decir, que durante este tiempo ocupaba el oficio de regidor de las diecisiete villas Antonio López de Calatayud, bajo cuyo mandato se asiste un proceso de ennoblecimiento y reconocimiento social de los hidalgos en estas sociedades rurales. Lo hemos visto con los Ortega en San Clemente y ahora lo vemos con los Lomas en El Cañavate. La familia Lomas contaba con el apoyo de la familia Ortega en El Cañavate y, en concreto, de Gabriel de Ortega y Montoya. El hecho de que el corregidor se entrometiera en estos asuntos, dando preferencia al alcalde de los hijosdalgo para sentarse el primero a la derecha en los actos públicos, en la iglesia, procesiones o que su firma fuera la primera en los documentos fue muy mal visto en una villa con tradición pechera, donde tal como se decía "sin ninguna distinción de mano derecha  ni izquierda". Si bien, la vieja república de labradores gozaba de pocas simpatías últimamente por la presión fiscal y por la decisión de su ayuntamiento de repartir doscientos ducados entre sus vecinos para pagar los pleitos en los que estaba envuelta la villa.

Tampoco es que el estado de los labradores fuera favorable a una república igualitaria, pues se decía que el temor a ruidos, altercados y otras cuestiones que se pudieran derivar vendrían de la marginación de hombres que, aun perteneciendo al estado llano, eran los más ricos del pueblo. Nada que envidiar a los hidalgos, algunos de los cuales se veían obligados a trabajar y, es más, "a cavar por su jornal". El grupo formado por Jorge Pérez, Diego Martínez Cañavate y Sebastián del Río eran los labradores ricos del pueblo que, de hecho, dominaban la vida municipal. Controlando al alguacil y escribano del ayuntamiento habían dejado sin valor los autos que pudiera dictar el alcalde de los hijodalgo, procurando su marginalidad.

Recurrido a la Chancillería de Granada, la preeminencias de Francisco de Lomas sería restauradas

Concejo de 4 de marzo de 1602: pecheros

Jorge Pérez, alcalde ordinario

Diego García de Plaza, Sebastián del Río, Diego Martínez Cañavate, regidores


ACHGR, pleitos, C 5058-6

Más sobre los Ortega


El salto definitivo de los Ortega a la vida política de San Clemente se produce en la década de 1590, después de un impasse de medio siglo de apartamiento de facto de la vida de la villa. El regreso de los Ortega llega con el tandem de Francisco de Ortega y su hijo Rodrigo. Este último, tras casarse con Ana Rosillo Gabaldón y vivir año y medio en Vara de Rey, decide asentarse en San Clemente y participar de su vida política, apoyándose en su padre Francisco y en la hacienda familiar de Villar de Cantos.

Los Ortega es una familia que siempre había mirado más al norte, hacia El Cañavate y Villar de Cantos, que hacia San Clemente. La riqueza familiar se había consolidado con Rodrigo Ortega el viejo en el primer tercio del siglo XVI y en ello había tenido bastante que ver las yeguadas que poseía la familia. Rodrigo ya había intentado girar los intereses de la familia hacia San Clemente. Tras un primer matrimonio con una cañavatera, casará de nuevo Isabel Perona (hija de Miguel López de Perona). El matrimonio es un enlace con una de las familias pecheras más importantes de San Clemente, pero el devenir de la familia no consolidará su posición en San Clemente. La temprana muerte de su hijo Rodrigo el mozo no ayudará. Rodrigo el mozo había seguido los pasos del padre; con su matrimonio con Catalina López de Olivares (hija de otro rico pechero: Catalina López de Olivares) había acrecentado la riqueza familiar de nuevo con el productivo negocio de las yeguas echadas al garañón para la procreación de mulas. Pero la proyección de la familia parecía haber quedado fosilizada en sendos sepulcros de la iglesia franciscana de Nuestra Señora de Gracia.

Es sorprendente la irrelevancia del tercer de los Ortega en la vida política sanclementina, al que solo se conoce el oficio de fiel ejecutor y algún año de alguacil mayor, alcalde ordinario o alcalde de la hermandad. Es probable que la familia intentara comprar el oficio de fiel ejecutor, pero la realidad fue que dicho oficio sería vendido por la Corona a la villa, que lo convirtió en un bien propio más. Francisco, nacido en la década de 1520, no destacaría por tener un papel de primer orden en la política municipal y hasta cierto punto su figura viene ensombrecida por su hermano Miguel, que fue familiar del Santo Oficio. Los aciertos de Francisco fueron más matrimoniales. Su matrimonio con Jimena de Llanos Tébar fue el mayor de sus aciertos, pues en ella recaería la fortuna de las dos principales figuras de la república pechera del segundo cuarto del siglo XVI: Bartolomé Sánchez de los Llanos y el regidor Cristóbal de Tébar.


Genealogía de los Ortega

Ruy Sánchez de Ortega casa con Elvira Sánchez

Rodrigo de Ortega el viejo casa con Isabel de Perona (hija de Miguel López de Perona)

Rodrigo de Ortega casa con Catalina López Ortega, hija de Juan Olivares y María Collado

Francisco de Ortega casa con Jimena de Llanos y Tébar (Hija de Cristóbal de Tébar y Ginesa de Llanos)

Rodrigo de Ortega casa con Ana Rosillo Gabaldón


Probanza de 1598 

Lope González Díaz, pechero de 75 años

Alonso Rosillo, hidalgo, 85 años. Hermano de Fernando Rosillo, padre de Ana Rosillo Gabaldón

Bautista de Alarcón, hidalgo, 59 años

Miguel López de Lope, pechero 66 años, nieto de Juan de Lope

Francisco Rodríguez Frutuoso, 80 años

Juan Mancheño el viejo, 86 años

Francisco de la Fuente Zomeño, hidalgo, 73 años. Dice que se ausentó hace cuarenta y seis años de la villa, luego vuelve y se vuelve a ausentar, en algún caso cuatro años. Recordar que fue soldado en Flandes. Es hijo de Cristóbal de la Fuente, del que dice: "que fue vecino de la dicha villa de San Clemente que podía auer que murió más de treynta años y al tiempo que murió sería de hedad de ochenta años poco más o menos y Antonio de la Fuente su tío deste testigo que era vecino de la dicha villa de San Clemente que podía auer que murió quarenta y cinco años poco más o menos y al tiempo que murió sería de setenta años poco más o menos".

El licenciado Diego Montoya, hijodalgo de sesenta años, abogado de la villa

Fernando de Peralta el viejo, hidalgo, 99 años. Hijo de Fernando de Peralta, muerto hacia 1535-1540 con 60 años.

Capitán Martín de Buedo, hidalgo de 79 años. Nos dice que Rodrigo de Ortega el viejo y Rodrigo de Ortega el mozo murieron con un año de diferencia.

Diego de Montoya Abengozar, hidalgo de Vara de Rey, 72 años, hijo de García de Montoya y Abengozar y nieto de Diego de Abengozar

Gil Saez, pechero de Vara de Rey, 99 años. Define a Villar de Cantos como un cortijo. Es un pastor al servicio del suegro de Rodrigo de Ortega el mozo (el padre de Catalina López de Olivares). Nos dice que Sancho López de los Herreros y Antonio de los Herreros habían sido moradores en Villar de Cantos. Ratifica que los dos Rodrigo, el viejo y el mozo, murieron con alrededor de un año de diferencia.


Sentencia de 17 de febrero de 1603 reconociendo hidalguía

Ejecutoria de 9 de junio de 1609


ACHGR, 301-100-31

domingo, 22 de diciembre de 2024

León de Arroyal Alcázar, hidalgo

 La figura de León de Arroyal es sobradamente conocida como para escribir aquí una biografía. Hijo de una vecina de Vara de Rey, intentaría, sin éxito, crear una Sociedad Económica de Amigos del País. León de Arroyal sufriría las envidias de sus paisanos, que intentaron frustrar sus deseos de ser considerado como hidalgo en Vara de Rey y ocupar por este estado los oficios concejiles.


Entre sus enemigos estaba el presbítero Juan Aquilino Fernández, que el 7 de enero de 1787, denunció a León de Arroyal Alcázar de usurpar los oficios concejiles que por derecho le correspondían a él. No resultaban fáciles estas acusaciones, pues el presbítero tuvo que aportar, para mantener su denuncia, quinientos ducados en concepto de calumnia, caso de falsedad de sus afirmaciones.

ACHGR, HIDALGUÍAS, 301-168-165

Los Villalba de Barchín

 Lo que no consiguieron Benito y su hermano Bernardino en 1583, sí lo hicieron años después, cuando en 1592, veían reconocido su condición de hidalgos. Un Juan Villalba había visto denegada su hidalguía en 1580, pero la familia había luchado por esta condición desde 1548. La familia era conocida de antaño en Barchín del Hoyo, ya desde el bisabuelo Juan, el abuelo Bernardino, casado con Catalina Martínez de Cuenca, y el padre Benito y su hermano Hernando.

Los testimonios favorables venían de pocos vecinos del pueblo, algunos como un tal Aragonés sin tradición familiar en el pueblo, pero otros como Juan Piqueras el viejo eran labradores de antaño en la villa. No faltaban el apoyo en ya fallecidos como el hidalgo Sáez Parrilla, que ahora se rescataban. La realidad era que, aparte de su hacienda, a los Villalba no se les conocían hechos notorios.

Una primera sentencia de la Chancillería de Granada declararía pecheros a Benito y Bernardino de Villalba el uno de junio de 1583. Los dos hermanos apelarían la sentencia, obteniendo declaración favorable para ser reconocidos como hidalgos el 22 de julio de 1586. La ejecutoria de hidalguía es de cinco de noviembre de 1592.


ACHGR, HIDALGUÍAS, 301-83-29, EJECUTORIA DE HIDALGUÍA DE BENITO VILLALBA. 5 SEP 1592

miércoles, 11 de diciembre de 2024

"Poner los cuernos" en El Pedernoso del sigloXVI

 La mayor ofensa que podía recibir una persona en el Antiguo Régimen era ver en la puerta de su casa colocados unos cuernos de carnero. Mancillar el honor y ser motivo de escarnio público no era caldo de buen gusto. A tirar cuernos, el año 1589, en las puertas de sus vecinos de El Pedernoso se dedicaba Miguel Muñoz, alguacil mayor de la villa, junto a su suegro Francisco Gómez y su cuñado Miguel Gómez. El cabecilla del grupo era Francisco Gómez, un labrador de 62 años, que complementaba las tierras con el oficio de carpintero.

Los que habían sufrido tales afrentas eran Mateo Flores, Ginés Funes, Juan de Villalgordo y Pedro López de la Amiga, que veían arrojar a sus puertas los cuernos, al tiempo que les decían: “eh, toro”, mientras simulaban lances de toreo. Entre los casos motivo de las disputas estaban los rumores que decían que Catalina de Llanos, mujer del tendero de mercería Ginés de Zafra y de la que se decía que "era mala de cuerpo", había tenido trato carnal con Francisco Gómez. Los rumores habían sido extendidos por Lucía López mujer de Miguel Muñoz, que había dado con sus huesos en la cárcel por divulgar estos hechos. La realidad era que ese año 1589, El Pedernoso era un pueblo en manos de unas pocas familias que dominaban su gobierno; por esa razón, los afrentados poco podían esperar de la justicia de su pueblo. Es más, alguno, además de ofendido, acabó con sus huesos en la cárcel. Al menos, eran personas cabales, no dejándose llevar por aquellos que aconsejaban responder las burlas a perdigonazos. Creyendo que la justicia existía en aquella Castilla manchega, imploraron la justicia del rey, ante cuya persona querían que se litigara su caso.

Eran entonces alcaldes de El Pedernoso Bartolomé de los Llanos y Andrés Fresneda, acusados de connivencia con los burladores, aunque dictaron orden de prisión contra estos: Francisco Gómez, Miguel Muñoz, alguacil, y Miguel López Cestero, si bien alguno de los burlados también acabó en prisión, tal era el caso de Mateo Flores. EL caso es que la intervención del corregidor de San Clemente Melchor Pérez de Torres como juez pesquisidor se hacía a instancias de las autoridades de El Pedernoso, pues era tal el clima de crispación en el pueblo, que se temían enfrentamientos con heridos y muertos. El propio Miguel Muñoz se había escapado en el momento de su detención y andaba en paradero desconocido.

EL grupo formado por el alguacil mayor Miguel Muñoz y los Gómez era bando odiado en el pueblo y al que se acusaba de varios altercados, además de echar cuernos en casas de varios vecinos: causar heridas a Roque de Arriba, injuriar a Julián Gómez diciéndole que vengaba sus cuernos en un perro, dar unas cuchilladas a Jerónimo Hernández. Aunque alguna de sus tropelías habían acabado en el Consejo Real, la realidad era que gozaban de la amistad y favor de los oficiales del concejo del El Pedernoso, que, amparándose en los privilegios de primera instancia de la villa, negaba cualquier intervención del corregidor Melchor Pérez de Torres en los asuntos del pueblo. El grupo dominante en El Pedernoso estaba formado a la altura de 1589 por un grupo de labradores ricos, destacando la familia Llanos con los hermanos Ginés, Bartolomé y Cristóbal, Andrés Zarco, el regidor Miguel Cuenca. Era tal la complicidad que tenían en el pueblo estos grupos, que el alcalde Bartolomé Llanos avisaba a los injuriantes para evitar ser detenidos, que, a su vez, se paseaban por el pueblo como matones, amenazando con matar a las justicias que vinieran de San Clemente para apresarlos.

A enconar los ánimos del pueblo favoreció la prisión de Francisco Gómez, llevado a la cárcel de San Clemente para el día de San Ildefonso; esa misma noche del 23 de enero, la ventana de Ginés Zafra en su tienda de mercería aparecía con seis cuernos, en manifiesta injuria contra su mujer, la cual, según los rumores, copulaba y tenía trato carnal con el arrestado. Algunas casas de los afrentados veían las puertas de sus casas llenas de inmundicias y embadurnadas de mierda. El pueblo harto de los Muñoz y los Gómez estaba a punto de la revuelta. Ginés Zafra se enfrentaba a espadazos con Juan Gómez, hijo del detenido Francisco, un vecino de Monreal salía herido en una pelea con Miguel Gómez al igual que Miguel García de la Morena, que se había enfrentado con este último en las calles de El Pedernoso. Hasta don Juan Laso de Haro, regidor y alférez de la villa se veía envuelto en un pleito por querellas con el alguacil mayor Miguel Muñoz, pues este le había depositado un cuerno en su ventana por las buenas obras que le había hecho la mujer de aquel. Sería el agraviado alférez el que escribiría al corregidor de San Clemente, rogando su intervención en el pueblo para evitar males mayores ante la pasividad y complicidad de la justicia del pueblo, en manos de la familia Llanos, con los delincuentes.

La tensión aumentó en El Pedernoso, cuando la justicia de San Clemente, cuyo corregidor había recibido comisión para entender en el caso del Consejo Real, decidió llevarse a la cárcel de esta villa a varios acusados: Francisco Gómez, y sus criados Alonso Nieva, de 22 años, y Ginés Muñoz, de 14 años. El apresamiento de de Alonso Nieva era digno de contarse; huido junto a Miguel Gómez en las eras del pueblo, había sido detenido por la justicia, esta vez si colaborativa, de El Pedernoso, tras un enfrentamiento con las espadas desenvainadas. Su compañero de fuga, Miguel Gómez, se le había visto perderse por las viñas del Hardal para no vérsele más hasta el día siguiente, que, desafiante, se había paseado por el pueblo. Miguel, de nuevo ante el acoso de la justicia había huido hasta la ermita de Santa Ana (donde hemos de suponer que había recibido la ayuda del ermitaño Juan de Laguna), de la que había salido en dirección al pozo Duz, a media legua de El Pedernoso. Presionados por la justicia sanclementina, la justicia de El Pedernoso puso todo el empeño en la detención del huido, ordenando a Benito García y a Juan Laso de Haro que salieran a caballo y provistos de lanzas y acompañados de cuatro hombres más. El nuevo intento de apresar al huido fracasó, pero las amenazas de Miguel Muñoz para matar a varios de sus vecinos llegaban a El Pedernoso.

El corregidor se limitó a hacer la información encomendada y apresar a Francisco Gómez el viejo y dos de sus criados, pero los afrentados consideraron insuficientes las medidas y suplicaron la intervención de un alcalde de corte para castigar los delitos. Un juez de corte acudiría a El Pedernoso, pero no nos ha quedado el testimonio escrito de sus actuaciones.

Bienes embargados a Francisco Gómez el viejo
  • Un arca nueva sin cerradura
  • una cama de cordeles con una delantera de red y dos mantas, una negra y otra blanca listada
  • Una mesa de cuatro pies
  • Un banco
  • Una capa negra de paño de la tierra
  • Unos greguescos pardos
  • Una mesa redonda y una sartén de hierro
Bienes embargados a Miguel Muñoz
  • Una cama de madera sin ropa
  • Un arca vacía
  • Una azuela
  • Dos barrenas y un martillo
  • Dos sartenillas y tres asadores
  • Tres cucharas de hierro
  • Tres madejas de cáñamo y estopa de lino
  • Una silla de costillas
  • cuatro platos blancos y cuatro escudillas
  • Cinco camones doblados
  • doce camas de arados
  • dos ruedas nuevas de carrasca, la una acabada y la otra echados los rayos
  • Una casa de morada alinde del horno del concejo
AGS, CRC, 704-10

domingo, 24 de noviembre de 2024

Las armas de los Inestrosa

 La iglesia de Nuestra Señora







de Gracia de San Clemente es rica en heráldica a pesar de las continuas reformas y destrozos que le han hecho perder su aspecto primigenio.


Como iglesia franciscana era iglesia con innumerables frescos pictóricos. Restos nos han quedado en una Pasión y en algún hecho relacionado con fray Junípero, el compañero guasón de San Francisco. No obstante, destacan los restos pictóricos de altares mayores y los escudos heráldicos. Completas están las armas de los Herreros y los Buedo y probablemente la parte del borde inferior del escudo de los Villamediana. Aunque lo que destacan son los escudos esculpidos. Hoy, destacamos dos, que son los sitos en las ménsulas de las que arrancan los nervios de la bóveda del altar mayor.


El primero de ellos, es una flor de lis y bajo ella dos lobos superpuestos. El segundo es un motivo vegetal, que, creemos, puede hacer referencia a la hiniesta o retama en flor. Estaríamos ante dos referentes del apellido Inestrosa, que aportará a la familia María de Inestrosa, mujer del fundador del convento, Alonso del Castillo, e hija del comendador Alonso Sánchez de Inestrosa.


Las fotografías 5 y 6 recogen las armas más tardías de la familia Inestrosa (en el cuartel superior derecho y bordeado con una rama de Hiniesta), que ya incorporan las armas de los Pacheco de San Clemente. Los escudos están ubicados en la calle Boteros 24 y detrás de las Cruz del retablo

domingo, 27 de octubre de 2024

El Pedernoso contra Santa María de los Llanos

 Los derechos que el año 1687 vindicaba la villa de El Pedernoso sobre el campo del Aljibe, el Dehesón y el Monte Viejo se remontaban a trescientos años más atrás, cuando el pueblo había comprado estos lugares a Martín Ramírez y sus herederos. Ahora, en el siglo XVII estos sitios se tenían por propios de El Pedernoso y como tales los arrendaba para uso de dehesa carnicera. Estos sitios, tradicionalmente eta arrendados al mejor postor, entre vecinos de Santa María de los Llanos (así, Diego Ramírez), El Provencio o El Pedernoso. Los arrendadores solían parcelar las dehesas y revender su aprovechamiento a diversos vecinos de El Pedernoso y Santa María de los Llanos para pasto de los ganados. En los últimos treinta años el beneficiario de ese arrendamiento había sido el cura licenciado Juan Becerra, principal poseedor de ganados de El Pedernoso, junto a otros ganaderos como Inés de la Plaza, Francisco García de la Moraleja, Andrés de Fresneda, don Ginés de los Llanos o Juan de Oropesa. Otros ganaderos de la zona eran el belmonteño Diego Muñoz, los Gabaldones de Las Pedroñeras, Juan Falero de Pedro Muñoz, Juan Romero y Sebastián Simón, vecinos de Villarrobledo, y Juan Martínez Redondo de Santa María de los Llanos. Desde Mota del Cuervo varios zagales se desplazaban como pastores para el cuidado de los ganados de estos dueños.

Algunos vecinos iban más allá, como el labrador Andrés García, que basándose en la autoridad de otros ancianos ya fallecidos, negaba cualquier derecho de sus vecinos de Santa María de los Llanos sobre estas tierras, es más negaba al pueblo vecino términos, pues decía que los términos y jurisdicción de El Pedernoso llegaba hasta las paredes de las casas de Santa María de los Llanos




Testigos

Pedro Campaio, vecino de los Hinojosos y pastor del cura de El Pedernoso Juan de Becerra. 50 años

Cristóbal Rodríguez, vecino de los Hinojosos y pastor del cura mencionado. 38 años

Antón Fernández Benito, pastor de Las Pedroñeras y pastor del mencionado cura. 50 años

Diego de Ávila, pastor de Las Pedroñeras y pastor del mencionado cura. 40 años

Andrés García, labrador de El Pedernoso, 68 años

Benito Rodado, desde Mota del Cuervo se va a vivir a El Pedernoso el año 1645. 60 años

Francisco López Medrano, 55 años

Ambrosio Fresneda, trabajador del campo en El Pedernoso

Gil Gallego, hortelano, 74 años, vecino de EL Pedernoso

Francisco Sánchez de Algaba, 60 años, vecino de EL Pedernoso

Juan Vaquero, pastor de La Mota, 45 años

Miguel López Villaescusa, pastor de La Mota, 56 años

Cristóbal García, trabajador del campo y pastor de La Mota, 48 años

Alonso de Fresneda, labrador y alcalde de El Pedernoso, 50 años, es hijo de Pascual de Fresneda, que también fue alcalde.

Sebastián Castellano, pastor de La Mota, 48 años

Juan López de Amiga. vecino de El Pedernoso, 60 años

Bartolomé López de Ortega, vecino de los Hinojosos, pastor, 59 años


ACHGR, PLEITOS CIVILES, C 10272-10

sábado, 26 de octubre de 2024

EL APELLIDO DE LA TORRE

 

Uno de los apellidos que comienzan a tener notoriedad en San Clemente en las primeras décadas del siglo XVII es el apellido de la Torre. Sabemos de un Antonio de la Torre que en 1643 es inscrito en el padrón de hidalgos. Este Antonio, hijo de otro de la Torre llamado Juan, será rechazado como hidalgo. Sin embargo el apellido de la Torre va ligado también al de Alarcón y será familia que se mueva entre La Roda y San Clemente.

El apellido de la Torre aparece ligado a la figura del escribano Antonio de la Torre, que probablemente sea el mismo que luego pretende hidalguía.

El reconocimiento de la hidalguía de los de la Torre en La Roda ya viene por la elección de oficios de alcalde de la hermandad por los hidalgos en la década de 1710: Miguel de la Torre y Ortega será elegido como alcalde de la hermandad el 31 de diciembre de 1714. Curiosamente los de la Torre ya nos aparecen como regidores de La Roda en la década de 1620 y con intereses en San Clemente, donde arriendan la dehesa de Villalpardillo, aunque los testimonios que nos han quedado de su hidalguía en La Roda son muy tardíos, inmediatamente posteriores a la guerra de Sucesión y fundados en la elección de alcaldes de la hermandad entre un grupo reducido de notables y su inscripción en los padrones municipales para su exención de impuestos o repartimiento junto a los hidalgos en esa época.


NO creemos que los de la Torre y Alarcón de La Roda tengan relación con esos de la Torre sanclementinos que en 1643, pretenden hidalguía y que por las noticias que nos llegan es familia acomodada y que poseía una posada o mesón en la villa de San Clemente.


ACHGR, HIDALGUÍAS, sign. ant. 281-15

ACHGR, HIDALGUÍAS, sign. ant. 313-18

domingo, 20 de octubre de 2024

Los carreteros de San Clemente y el tráfico de armas

 Se nos conservan de abril de 1598 sendas cartas de obligación por las que dos carreteros de San Clemente se comprometen a llevar desde Cartagena a la ciudad de Sevilla varias cajas de armas

  • La primera obligación es de 14 de abril de 1598. Diego de Garnica, carretero,  recibe de Nicolás Gari de Cáceres, regidor de Cartagena, 37 cajas de madera numeradas, conteniendo corseletes y arcabuces
  • La segunda obligación es de 16 de abril de 1598. Miguel López de Ávalos, carretero, recibe del mismo regidor 19 cajas de armas con el mismo destino
AHPMU, NOT. 5167, fols. 148-149 y 155-156

Villanueva de la Jara contra el alcalde mayor Quintano

 La llegada del alcalde mayor del partido de San Clemente, junto al escribano Bartolomé Celada, no fue bien recibida en Villanueva de la Jara el nueve de agosto de 1619. El cabildo jareño se reunió en su ayuntamiento para denunciar la intromisión de la justicia del corregimiento en un tema de denunciaciones, pues iba contra los privilegios de primera instancia de la villa. Por entonces, el cabildo se reunía en el escritorio de las casas del cabido, por hallarse el ayuntamiento en ruina. No se amilanó el alcalde que ordenó la prisión de los oficiales jareños en el edificio de su ayuntamiento. El licenciado Quintano debía ser un hombre de armas tomar, pues, enfrentado a los regidores, defendió su derecho a presidir el ayuntamiento y, enojado y en cólera, había dicho ciertas palabras injuriosas al doctor Bravo Hervías y el bachiller Ortega, abogados de la villa. El motivo de disputa era el intento de Tomás Quintano de entender en las denunciaciones contra vecinos de la Jara por daños en el campo, el intento de los regidores por hacer valer sus privilegios (defensa de la jurisdicción civil y criminal y que cualquier auto del alcalde mayor debía pasar ante el escribano del ayuntamiento jareño) fue respondido por el alcalde mayor poniendo cuatro guardas y multando a cada regidor con quinientos maravedíes y prohibiendo que se reuniese el concejo sin su licencia bajo multa de 50000 maravedíes. El concejo jareño protestaría ante la Chancillería de Granada, pero la respuesta del alcalde mayor Quintano declararía en contumacia y rebeldía a los regidores, tras comparar el valor de los privilegios y ejecutoira de la villa con el precio de cuatro caracoles. El once de mayo de 1620 la situación se agravó: el concejo intento reunirse esa tarde, lo hacía en un escritorio de la plaza, pues la sala del ayuntamiento está tan arruinada respecto de ser el edificio tan antiguo y estar con tres vigas grandes apuntalada. Los escritorios se encontraban en la parte baja del actual edificio, mientras que la sala de reuniones lo era en el primer piso, que es la que presentaba un aspecto de ruina.

Exagerado o no, los regidores jareños vieron su prisión en el ayuntamiento con temor ante el temor de que el edificio se hundiera, pues su estado era completamente ruinoso. Por esa razón fueron alojados en casa de Giraldo Borgoño, habilitada como prisión improvisada. Desde allí, los regidores fueron llamados uno por uno a la posada del alcalde mayor, que residía en la calle del licenciado Jiménez, un presbítero que no debió salir muy bien en su convivencia con el alcalde mayor. El trato que debió ser muy vejatorio, provocó la reacción del alcalde ordinario e hidalgo Juan Ferrer y del regidor Bernardo Alcocer, un anciano del que se decía que el licenciado Quintano no había respetado sus canas. La defensa de los privilegios de la villa fueron planteadas por el abogado Juan de Ortega y el doctor Bravo Hervía, pagando el primero sus haceres con la prisión junto al resto del los regidores. Las actuaciones del alcalde mayor fueron sentidas como humillación por los jareños, a su decir, una villa de más de mil vecinos, con cuatro aldeas dependientes y mucha gente principal e hidalgos, esos que faltaban el siglo de antes. Y es que Villanueva de la Jara se iba aristocratizando y cada día aceptaba menos la intervención del corregidor de San Clemente o el alcalde mayor en sus asuntos. Tan criticados como el alcalde mayor eran los escribanos Bartolomé Celada y Cristóbal Aguado, acusados de entender en todos los negocios con los derechos y aranceles correspondientes a costa de los escribanos locales.


Ayuntamiento de 3 de junio de 1620

Juan Prieto y don Juan Ferrer, alcaldes ordinarios

Martín López de Valera, alférez mayor

Pedro de Ruipérez, Ginés González, Gilardo Borgoño, Francisco de Garay, doctor Bravo, Miguel de Oñate, Martín Zomeño, Juan de la Motilla y Lucio Pardo, regidores

Testigos, 3 de junio de 1620

Miguel García Olmeda, labrador, 73 años

Juan Sánchez de Ruipérez, labrador, 52 años

Licenciado Andrés Jiménez Muñoz, presbítero, 28 años.

Domingo Jiménez, vive de su hacienda, 52 años

Pedro Montoya, hidalgo que vive de su hacienda, 62 años

Licenciado Bartolomé García, presbítero y teniente de cura de la iglesia mayor, 35 años

Juan de la Roda, hortelano y teniente de alguacil mayor, 52 años

Pedro Ramírez, escribano del número, 34 años

Juan Martínez, residente en Villanueva, clérigo. 29 años

Elvira Cana, soltera, 50 años

Andrés García Valera, maestro de sastre, 64 años

Gaspar Prieto, notario y familiar del Santo Oficio, 40 años

Martín Ferrer, hidalgo que vive de su hacienda. 58 años

Andrés Hernández, alguacil. 60 años


García de Buedo, escribano del ayuntamiento e hidalgo

Licenciado Juan de Ortega, abogado de la villa


ACHGR, PLEITOS, C 9583-37


sábado, 19 de octubre de 2024

La peste de 1600 en Valera

 La peste de 1600, que conocemos bien por su incidencia en poblaciones como San Clemente, afectó a otros pueblos. Un caso particular es el de Valera de Abajo, del que sabemos por la narración de la epidemia por Antonia de Jesús, biógrafa de la Venerable Ana de San Agustín. La forma de narrar de Antonia de Jesús es haciendo hablar en primera persona a la Venerable, que acaba refrendando con su firma el escrito.

Destacar la narración de la peste en Valera de Abajo el año 1600: "fue nuestro señor servido de que en este lugar diese peste harto grande". La peste azotó al pueblo y a unas monjas carmelitas recién instaladas, sin sustento propio ni posibilidad de buscar ese sustento fuera, se nos dirá. La propia Ana de San Agustín se vería afectada por el mal: "y sintiéndome yo mala, vi que tenía debajo del brazo una seca y por tener calentura vi que era como los demás que les daba la peste y luego morían". La Venerable atemorizada, según sus palabras, se vio sola y sin tener a quien acudir, `pues los señores del pueblo (y patrones del pueblo) habían huido del mal, se encomendó a una imagen de Santa Ana que había traído desde Villanueva de la Jara. Cuenta Ana de San Agustín, que la imagen pondría su mano sobre la seca de la Venerable curándole el mal y protegiendo al resto de las monjas. Las religiosas permanecieron en el pueblo, con dos sacerdotes que les administraban la comunión, a ellas y a otros vecinos, hasta que vieron cómo los dos sacerdotes morían del mal
(Firma autógrafa de Ana de San Agustín)
(firmas de varias monjas carmelitas del convento de San José y Santa Ana, el 6 de septiembre de 1629, la priora María de la Paz, Antonia de Jesús -biógrafa de la Venerable-, Ana de San Elías, Inés de San José, y Catalina de San Agustín)




Vida de la Madre Ana de San Agustín [Manuscrito] / dictada por ésta misma y firmada en 1606. BNE, V.a. Mss/13523






domingo, 4 de agosto de 2024

El Cañavate vs. Alarcón

 A la altura de 1618, el poder expansivo de Honrubia lo padecía la villa de El Cañavate, que mostraba síntomas de agotamiento y decadencia. El objeto de disputa era la dehesa de Torralba, donde  los de Honrubia apresaban a los ganados cañavateros y movían en su favor los mojones desde hacía seis años. Honrubia era aún una aldea de Alarcón y los cabaalleros de sierra de esta villa actuaban con mano armada defendiendo los intereses de sus aldeanos de Honrubia. Entre los cañavateros era especialmente odiado Antonio de Peralta. aapodado el Gato, que embargaba sus bestias de labor, pero la presión de los caballeros de sierra iba más allá. Otras veces era el cura de Honrubia el que entraba en la dehesa de Torralba a embargar el trigo en las eras. Los de El Cañavate se estaban viendo obligados a abandonar sus casas de labor en medio del campo ante los constantes robos y embargos. El Cañavate estaba perdiendo la jurisdicción sobre unas tierras en las que se había afianzado en el siglo XVI (al parecer una ejecutoria de la Chancillería de Granada, quizás del año 1576, le concedía la jurisdicción sobre la dehesa de Torralba, en discusión, esta dehesa tenía su término mitad en El Cañavate, mitad en Alarcón, pero con esta ejecutoria EL Cañavate veía reconocida la jurisdicción sobre toda la dehesa), pero que eran motivo de litigio desde antaño. Baste recordar los amojonamientos de sus aldeas en 1481, que dejó parte de sus términos en manos de Alarcón, o la dehesa de Torralba en disputas con la familia Pacheco.

La lucha por los espacios era fruto del crecimiento de las aldeas de Alarcón. Entre ellas Honrubia, que había acotado nuevos espacios, creando dehesas en los sitios de la Casa de Lomas y La Hardachosa. La creación de nuevas dehesas, vino acompañada de nuevos mojones, que, ahora, se adentraban en el término de El Cañavate. Se señalaban dos mojones removidos: el situado junto a la viña el Furioso, camino de Castillo de Garcimuñoz y otro junto a la casa del Árbol. En la venta de Lomas, los de Honrubia, siete u ocho hombres, para San Juan de 1618, había colocado un mojón que se adentraba noventa pasos en término de El Cañavate. No es que los de Honrubia desconocieran la ubicación de estos mojones, pues conservaban copia de los amojonamientos en su archivo. Es más, cuando intentó acceder al archivo del concejo de Honrubia el receptor de la Chancillería de Granada, ante la oposición del alcalde y el regidor que tenían las llaves, hubo la necesidad de llamar aun cerrajero, para descerrajar tanto puerta de acceso al archivo como el arca que contenía el expediente de amojonamiento.

El pleito, según se deduce del texto, es movido por Diego de Ortega, que veían prendado sus ganados por los caballeros de sierra de Alarcón y también por varios vecinos de la Atalaya, que ahora ven como Alarcón ambiciona estos términos y se prepara la división del pueblo de diecinueve años después.


Concejo de El Cañavate 1618

Diego de las Muelas y Antonio López de Lezuza, alcaldes ordinarios

Francisco López de Lezuza, alférez mayor.

Damián Jareño Pastor, Licenciado Mateo Briz, Miguel de Osma, Juan Ibáñez, Juan López Ugenio


Testigos

Francisco González, 56 años, labrador

Juan Lozano, 60 años, labrador

Alonso Jiménez, labrador, 40 años

Juan López Arnedo, ganadero, 54 años

Juan García de Molina, pastor y labrador, 60 años

Pedro Navarro Valverde, labrador

Benito López Luis, pastor. 56 años

Pedro Luis, 60 años

Benito de la Cámara, pastor de Diego de Ortega. 36 años

Juan González, trabajador y pastor, 48 años

Alonso Martínez Bermejo, pastor de 40 años al servicio de Diego de Ortega.

Cristóbal Carretero, 56 años, labrador

Julián Navarro, morador en la Atalaya, pastor de ganado propio, 50 años. Cita otros moradores de la Atalaya, ya fallecidos como Cosme Jareño, Juan Carretero, Pedro Checa


Mojones removidos

  • Mojón de Peñagrande, en una haza de Miguel Flomesta, cien pasos
  • Mojón en haza de Luisa Martínez , ahora del alcalde Antonio López, 250 pasos (es el mojón próximo a la Venta de Lomas)
  • Mojón de la casa del Árbol, 300 pasos

Los mojones en la dehesa de Torralba estaban en medio de dicha dehesa, dividiendo términos de Alarcón y El Cañavate, si bien la jurisdicción era de El Cañavate. Otro punto de fricción era Cerro Gordo y el haza de las beatas de San Clemente.


ACHGR, PLEITOS CIVILES, C 9562-18


lunes, 15 de julio de 2024

Los González Argandoña de Iniesta

 De los González de Argandoña, tenemos noticias desde 1608, ya presentes en Fuentealbilla Mahora y Villamalea, por las dificultades por ver reconocida su hidalguía; problemas que se repetían en Iniesta. Aunque la llegada de este linaje se remonta a la penúltima década del siglo XVI. Los González de Argandoña venían del lugar de Cerio en Álava. El padre Pedro se había instalado en San Juan de Villamalea, su hijo Juan en Fuentealbilla, otro hijo, Pedro en Mahora, otro más de nombre Bartolomé en Iniesta y por último Diego en Villamalea. Estos cuatro hermanos eran hijos del matrimonio del referido Pedro González de Argandoña y María Urquizu y nietos de San Juan González de Argandoña y Mari Díaz de Ipa y Guevara. La genealogía familiar se remontaba a un bisabuelo llamado Juan González de Argandoña y a un tercer abuelo llamado Pedro González de Cerio.

Pedro González de Argandoña había llegado a la Mancha tras salir de su casa por un disgusto familiar. Su venida a la Mancha era narrada así por un vecino: el qual se avía ido de edad de veynte y tres años a Castilla a un lugar de la Mancha que se llamaba Villamalea y allí avía casado con hija de un vizcayno... y que se avía ido con otros vicaynos de aquella provincia

Entre esos otros vizcaínos, una cuadrilla de unos ocho canteros, que habían llegado a la Mancha se citaba a Martín de Iberguen, Asensio Díaz y Pedro de Sornoza (que ambos trabajaban en la iglesia del dicho lugar -de Villamalea- como maestros de cantería). De Asensio Diáz y su hermano Juan Diaz de Gamboa se dirá expresamente que eran canteros e hicieron la torre y capilla de la iglesia parroquial de dicho lugar (de Villamalea). El tal Gamboa había muerto fulminado por un rayo, mientras labraba la torre de la iglesia de un lugar comarcano

Los Argandoña se movían entre las aldeas de Jorquera e Iniesta, ejerciendo el oficio de canteros. Pedro González de Argandoña era conocido en estos pueblos como el vizcaíno por su lenguaje tosco y vascongado cerrado, que a veces no se le entendía y pronunciaba mal la lengua castellana. En la llegada de los González de Argandoña a Iniesta debió ser clave la presencia de un cantero vasco fallecido en la década de 1610 con setenta y seis años llamado Asensio de Arona . Por Alonso Ponce de León, familiar del Santo Oficio de Iniesta, sabemos que la cuadrilla de canteros en la que llegó Pedro González de Argandoña a Villamalea era numerosa y que algunos de ellos fijaron su residencia en Iniesta. Otro testigo, un iniestense nieto de Martín de Iberguen nos dirá: y que todos juntos auían ido a parar a la villa de Hiniesta donde auían alquilado una casa que en aquel tiempo llamaban la del León y que desde entonces la llamaban la de los vizcaynos que era junto a la yglesia de la dicha villa como se va a la plaça della la qual era de diferentes oficios y que allí auían quedado algunos y que otros auían ido a Villamalea.

Otro testigo nos dirá: oyó decir y nombrar a unos vizcaynos, quatro o cinco muy antiguos que vinieron en la dicha villa en la casa que llamauan del Léon junto a la yglesia vieja y que desde entonces auían llamado a la dicha casa de los vizcaynos

La línea de Iniesta con Bartolomé, casado con Quiteria Portillo, seguirá con sus hijos Sebastián González de Argandoña y Portillo, escribano del concejo de Iniesta, y el capitán Pedro González de Argandoña y Guevara. Una tercera generación aparecen como prestamistas del concejo de Iniesta


Ejecutoria de 30 de diciembre de 1662

ACHGR, HIDALGUÍAS, SIGN. ANT. 301-120-24

domingo, 14 de julio de 2024

Iniesta en 1684

 En 1684, el concejo de Iniesta andaba en pleitos con el convento de monjas de San Benito de Cuenca, así como otros acreedores: Bartolomé González Argandoña y Oviedo (hijo de Bartolomé González Argandoña), y Carlos Sedeño. Iniesta en 1684 era una villa en decadencia, como tantas otras hipotecada para pagar los préstamos solicitados. Los pueblos quieren ver  las nuevas organizaciones políticas como muestra de su mayor importancia. Pero, Iniesta, al igual que otras villas, aunque ya tenía un alcalde mayor, seguía dependiendo del corregimiento de San Clemente, a cuyo corregidor y alcalde mayor pagaba su parte de salario, si bien ahora se sumaba la carga del nuevo alcalde mayor. Y es que la mayor parte del presupuesto municipal de Iniesta se iba en pagar salarios: a cargo del concejo y sus propios se pagaba al médico, al menos la casa y la leña, pues cobraba por sus servicios, al igual que el boticario. Iniesta tenía como oficios diferenciados el de maestro escuela y el de maestro de gramática, e incluso ya pagaba a un cartero, la persona que corre la estafeta, aunque como los tiempos venían flacos se le había bajado el sueldo de 300 reales a 220 reales. 

Pero Iniesta no estaba para muchas alegrías, celebraba con mil reales las fiestas del Corpus y la de San Marcos, día grande del pueblo, que se celebraba en la ermita situada a dos leguas del pueblo, la de la Consolación hemos de suponer, aunque la fiesta no coincide con las fechas actuales y nos parece ajena a romerías. Lo poco que quedaba se gastaba para aderezar y reparar los tres puentes que daban entrada a la villa y eso otro más monumental de Vadocañas, y, sobre todo, para acequiar tres veredas existentes correspondientes a las cañadas de la villa, que había que limpiar dos veces al año. 

Incapaz de hacer frente a los pagos, Iniesta había comenzado a reducir gastos. Al pueblo habían dejado de ir los teatinos, a los que se solía pagar 800 reales por sus predicaciones, y el alcaide de la cárcel, un oficio bien pagado había visto reducir su salario de 2200 reales a 800 reales. El cuidado de los niños expósitos corría a cargo del propio concejo de Iniesta. Se reconocía que cada año había seis o siete expósitos, aunque en 1684 su número era de doce. Por cada niño expósito se pagaban dos ducados al ama que los criaba, pero además había que pagar la ropa para vestirlos. Hasta se veía como una calamidad las sierras próximas al pueblo, pues los lobos bajaban de ellas para comerse el ganado y el matarlos era un gasto más para un concejo empobrecido. El tiempo no acompañaba, el invierno a caballo entre los años 1683 y 1684 había sido de lluvias abundantes y con el agua venían las reparaciones necesarias, que se calculaban en 500 ducados para los edificios y 1200 ducados para los caminos y puentes. Lo que eran arroyos secos que bajaban del norte, se habían convertido en ríos desbordados por las crecidas, llevándose a los pequeños puentes por delante, y haciendo los caminos intransitables, de tal forma que el trajinar o mercadeo del que vivía la villa corría el riesgo de desaparecer.



AYUNTAMIENTO DE 13 DE AGOSTO DE 1684

Luis González Guadalajara y Francisco Zapata y Espinosa (noble), alcaldes ordinarios

Juan Bautista Alfonso y Espinosa, alférez mayor

Don Sebastián de Espinosa, don Martín de Cubas Villanueva, Estaban Saiz, don Pedro Castañeda, regidores


Y de la festiuidad del señor San Marcos gasta trezientos reales por ser patrona esta villa de la hermita de nuestra señora de Consolazión donde está el dicho Santo distante desta dicha villa más de dos leguas y media

PAGOS DE LA VILLA DE INIESTA EN 1684

  • Salario anual del corregidor de San Clemente: 1236 reales
  • Alcalde mayor de San Clemente; 618 reales
  • Alcalde mayor de Iniesta: 4400 reales
  • Alférez mayor y regidores: 306 reales cada uno
  • Escribano del ayuntamiento: 210 reales
  • Mayordomo de propios: 300 reales
  • Contador de la villa: 220 reales
  • Médico: 300 reales para pago del alquiler de la casa y leña
  • Boticario: 300 reales
  • Maestro de gramática: 300 reales. En los años 1682 y 1683 no hubo maestro de gramática, las lecciones se dieron en el convento de San Francisco por un religioso que recibe esos 300 reales.
  • Al que rige el reloj:  300 reales
  • Maestro de escuela: 300 reales
  • Persona que corre la estafeta: 300 reales
  • Al religioso que predica en la villa: 110 reales
  • Para papel y libros a dos porteros: ocho ducados y un par de zapatos que hacen 200 reales
  • Pregonero: 450 reales
  • 88 reales a la persona que lleva las bulas de la Cruzada
  • Alcaide de la cárcel: 880 reales
  • Fiesta del Corpus: 1000 reales
  • Música de la iglesia: 600 reales, aunque en 1684 no se paga esa cantidad por no haber maestro de capilla
  • Para la fiesta de San Marcos, que asiste la villa como patrona a dos leguas y media, donde está la ermita de la Consolación: 300 reales. En 1684 se baja a 200 reales
  • Criar niños expósitos: dos ducados al ama que los cría y se les da ropas
  • Papel sellado y a los que llevan las órdenes: 300 reales
  • A los que matan lobos, por cada uno ocho ducados si son grandes y tres si son pequeños, un ducado la raposa
  • Reparo de casas de ayuntamiento, cárcel, carnicerías, torre del reloj, hornos, calles públicas y caminos, y reparo de cuatro puentes, tres de entrada a la villa y otro de Vadocañas. Acequiar tres veredas qua hay en las cañadas y limpiarlas dos veces cada año. Muchas cantidades sin especificar cuánto (según algunos testigos 500 ducados para edificios y otros 1200 para caminos y puentes, que alguno eleva a 1600).
TESTIGOS

Diego de Perona Pajarón, labrador y procurador de Iniesta, 76 años
Salvador de Contreras, tendero de especias, 48 años
Alonso Cano, presbítero, 79 años
Don Pedro López Cantero, labrador, 73 años. Ha sido alcalde por el estado noble y durante doce años regidor
Alonso Serrano Alcaud, procurador de la villa
Diego de Guzmán Peralta, labrador, 50 años
Juan Ramón, labrador, y contador, 48 años
Pedro de Burgos, labrador, 66 años
Licenciado Andrés de Blesa, presbítero, 55 años
Agustín Descalzo, labrador, 40 años
Pedro Velasco Ramos, labrador, 80 años
Antón López Mondéjar, labrador, 54 años
José de Luján Contreras, licenciado y presbítero, 52 años

ACHGR, PLEITOS CIVILES, C 10253-2

martes, 9 de julio de 2024

LAS DEUDAS DE VILLANUEVA DE LA JARA EN 1639

 

En 1639, las arcas municipales de Villanueva de la Jara estaban exhaustas y sus bienes propios embargados. El esfuerzo militar de la monarquía de los austrias se traducía en constantes donativos y una presión fiscal constante sobre los pueblos. Villanueva de la Jara no era una excepción. Para hacer frente a los pagos, la villa había acudido a préstamos; no había ni grandes préstamos ni grandes prestamistas pero sí una suma amplia de acreedores que había arruinado a la villa. Lo llamativo eran los prestamistas, amén de algunas familias ricas de Cuenca, aparecían dos conventos, el de Santa Clara de Villanueva de la Jara y el de monjas de la orden de San Agustín de Requena, y tampoco faltaban varios labradores ricos de Quintanar del Rey.
Más allá de la naturaleza de los prestamistas, el problema era el mismo: Villanueva de la Jara llegaba a la década de 1640 con sus propios embargados, cuando lo peor de la crisis militar estaba por llegar. Al pueblo llegaban ejecutores para exigir el pago de los préstamos, obligando a la villa a una ordenación de su deuda que facilitara un gradual pago de sus deudas y su alargamiento en el tiempo. Era una bola de nieve que se agrandaba, pues los impagos iban acompañados de renegociaciones con nuevos intereses y la acumulación de pagos de los salarios de ejecutores y diligencieros que acudían a la villa.
Villanueva de la Jara como cualquier otro cabildo tenía sus gastos ordinarios para facilitar la vida en el pueblo, que ahora se veían comprometidos. A los obligados pagos a los oficios de gobierno y administración local se unían otros propios de la época, tales como pagar a los músicos que acompañaban el Santísimo Sacramento para visitar a los enfermos o el mantenimiento de fiestas de tradición antigua, como la Cruz de Mayo, en la que se hacía una procesión hasta Pozoseco y allí se daba caridad de pan, vino y queso a los pobres, todo ello pagado por el concejo jareño. Villanueva no quería renunciar al derroche de sus octavas del Corpus ni otras fiestas, y, quisiera o no, se veía obligada a gastos para la reparación de sus dos molinos y once hornos de pan.
El estado de la villa comenzaba a ser lastimoso. La torre del reloj, la que es aneja al ayuntamiento de la villa y que hacia 1500 había levantado el cantero Pedro de Oma, estaba por aquel entonces rematada por un chapitel, pero amenazaba ruina y la villa no sabía de donde sacar los seiscientos ducados para evitar que se desplomara.

Antonio Poblete un viejo de ochenta años recordaba que la villa había servido a la Corona con cinco donativos por valor de mil ducados cada uno. Hasta Villanueva de la Jara llegaba el nombre del responsable de las exacciones, Gilimón de la Mota, contador Mayor de Cuentas de Felipe IV y uno de sus más eficientes ministros.

Prestamistas del concejo de Villanueva de la Jara en 1637
  • Convento de Santa Clara de Villanueva de la Jara
  • Convento de agustinianas de Requena: 2500 ducados
  • Don Francisco Gómez de Sandoval de la orden de Santiago, como marido de doña Magdalena Román Y Ortega, vecino y regidor de la ciudad de Cuenca
  • Doña Ana de la Cadena, viuda y vecina de Cuenca
  • Melchor Granero de Heredia, vecino de Alarcón.
  • Juan de Oñate Parreño, vecino de Quintanar del Rey
  • Pascual Caíz, vecino de Quintanar
Concejo de 10 de enero1638
  • Pedro López de Tébar y don Martín Ferrer, alcaldes ordinarios
  • Andrés Clemente, Pedro González de Tébar, Jorge Gabaldón, Antonio López Cardos, el licenciado Juan de Pobletey Tébar, Gregorio García, Alonso Ruipérez, Juan Cano Carretero, don Andrés Pardo, Andrés de Jura Clemente, Alonso Cañavate, Martín Saiz, don Andrés de Alarcón Rosales, Juan ... Cardos, regidores

Gastos del concejo de Villanueva de la Jara en 1637

  1. Pago del salario del corregidor de San Clemente: 17500 mrs.
  2. Salario del alférez de la villa: 2400 mrs.
  3. Salario de 29 regidores perpetuos a 500 mrs. cada uno: 14500 mrs.
  4. Salario del alcaide de la cárcel: 14000 mrs.
  5. Salario de la persona que rige el reloj: 6000 mrs.
  6. Salario del portero del ayuntamiento: 4500 mrs.
  7. Salario del pregonero: 9000 mrs.
  8. Salario de la persona que toca el órgano: 6000 mrs.
  9. Salario del sacristán que toca las oraciones y a las ánimas del Purgatorio por las noches: 3000 mrs.
  10. Limosna al convento de San Francisco y a Nuestra Señora de las Nieves por los sermones de Cuaresma: 100 reales (3400 mrs.)
  11. Salario a los músicos de voces y chirimías, que asisten en la iglesia parroquial: 20000 mrs.
  12. Al que toca el bajón: 6000 mrs.
  13. A los músicos que tocan las chirimías para acompañar al Santísimo Sacramento para visitar a los enfermos: 6000 mrs.
  14. Por la procesión el día de la Cruz de Mayo a Nuestra Señora de Pozoseco ( a una legua de la villa) y la caridad de pan, vino y queso que se da a los pobres: 15000 mrs.
  15. Media anata de lo que procede de las rentas de la escribanía, correduría y almotacenía; la décima del año 37 y seis anteriores: 92301 mrs. (13180 mrs. al año)
  16. Salario del mayordomo de los propios: 8000 mrs.
  17. Por cada raposa que se mata en el término: 100 mrs. y de matar lobos y traer las camadas la yuda de costa. Suma todo: 200 reales (6800 mrs.)
  18. De la bula de Santa Cruzada que se lleva a Cuenca, cabeza del obispado: 6800 mrs.
  19. De la fiesta del Corpus Cristi y su octava: 20000 mrs.
  20. Del reparo de las dos casas de molinos harineros: 200 ducados (75000 mrs.)
  21. Del reparo de los once hornos existentes en la villa y aldeas de su jurisdicción: 600 ducados (225000 mrs.)
  22. Por reparar la torre del reloj, que se hunde el chapitel si no se repara en breve: 600 ducados (225000 mrs.)
  23. Del pago de las órdenes enviadas por su majestad y el corregidor y sus oficiales: cien ducados (37500 mrs.)
  24. Por llevar los soldados que su majestad reparte para los presidios, vestirlos y darles de comer hasta que llegan a la villa de San Clemente, donde se recogen las tropas que tocan al corregimiento: 100 ducados (37500mrs.)
  25. Del salario del escribano y contador por tomar las cuentas de propios: 100 reales (3400 mrs.)
  26. Por pagar los portes y llevar el dinero de las pensiones de los censos a la ciudad de Cuenca, villas de Alarcón y Requena, el Quintanar: 330 reales (11220 mrs)
  27. Papel sellado, reparos de puentes, caminos, cárcel y sala del ayuntamiento: 50 ducados (10200 mrs.)
ACHGR. PLEITOS CIVILES, C 9819-19

sábado, 6 de julio de 2024

EL FIN DE LA TIERRA DE ALARCÓN

 No nos vamos a detener en lo que fue Alarcón en el Medievo y lo poco que queda hoy de su antiguo término. EL viejo suelo de Alarcón que llegaba hasta el río Júcar, por un lado y confinaba con las tierras de Alcaraz, fue ya menguado y destrozado por don Juan Pacheco, marqués de Villena, que emancipó como villa a pequeños lugares, alguno de gran futuro como San Clemente. Pero la pérdida de la tierra de Alarcón vino con la guerra del Marquesado, con la exención de numerosas villas que ya hemos estudiado. A pesar de ello, la resistencia de capitanes de don Diego López Pacheco como Pedro Baeza o Diego Pacheco posibilitaron que el de Villena mantuviera la fortalezas, pero no solo eso.

En 1476, los Reyes Católicos prometen el oro y el moro a Villanueva de la Jara, con límites con Jorquera, Iniesta y el río Júcar. De haberse hecho realidad hubiera sido el golpe definitivo para Alarcón, pero la segunda fase de la guerra fue más indecisa de lo que pensamos, Castillo de Garcimuñoz y Belmonte resistieron, y Alarcón, en unas condiciones miserables, también. En nuestra opinión el gran ganador de la guerra fue Hernando del Castillo, el alcaide de Alarcón, a pesar de las amputaciones de su territorio, pues consiguió mantener las tierras de Alarcón hasta el río Júcar tras la capitulación de 1 de marzo de 1480. Es verdad que una cosa salió mal: el reconocimiento de que las aldeas jareñas dependieran jurisdiccionalmente de Villanueva de la Jara era un talón de Aquilés que acabaría con Alarcón.
Ya hemos hablado de los procesos de villazgo de Quintanar del Rey y Tarazona en la década de 1560, su separación de Villanueva fue acompañada de una mordida a las tierras de Alarcón, pero la desmembración definitiva de la tierra de Alarcón empezó en 1611. Ese año Madrigueras, Gil García y Villalgordo inician un pleito en la Chancillería de Granada exigiendo para sí las tierras que rodean sus pueblos, que ya cultivan, pero que jurisdiccionalmente son de Alarcón. Por entonces, Madrigueras y Gil García son pueblos ya conformados: presuntuosamente para exigir sus derechos frente a Alarcón, nos dirán que hacía cien o ciento cincuenta años ya eran pueblos tan grandes. Mentían, pero venían a reconocer que esas vagas fechas correspondían a su nacimiento como pueblos. Villalgordo era mucho más reciente, de hecho, en 1611, no disponía de ayuntamiento configurado y sus vecinos analfabetos se reunían en concejo abierto.
Ahora, los pueblos tenían una posición de fuerza, se habían acabado los tiempos en los que Andrés Castillo Quijano, era el año 1537, amojonó la dehesa de los Silos y ya de pasó incluyó para Alarcón setenta casas de Madrigueras y la propia iglesia o cuando el año 1555 levantó mojones en torno a estos pueblos para definir su territorio y dejarlos rodeados, aprovechando una ejecutoria de ese año, que por los testimonios lo que venía era a certificar los límites del año 1481, establecidos por el licenciado Molina. Lo que pudiera parecer arbitrariedad de Alarcón era sencillamente reconocimiento de los límites establecidos por el licenciado Molina en 1481 y aplicados ahora por nuevo juez ese año de 1555, según recordaba Antonio López Olivares, un labrador de Gil García, pues en casa de su padre se había alojado dicho juez. La realidad era que los pueblos habían crecido y las nuevas casas se habían levantado sobre el suelo de Alarcón, si bien los testigos, bien aleccionados, nos decían que Madrigueras, Gil García Y Villalgordo tenían la misma población que en 1481 y las casas edificadas se había construido sobre los viejos solares de las antiguas.

En 1611, Villanueva de la Jara había visto eximirse cincuenta años antes a Tarazona y Quintanar, sus antiguas aldeas, pero el villazgo era visto como una victoria sobre Alarcón, pues a las dos nuevas villas se les había dotado de un término alrededor a costa de Alarcón. De hecho la presencia de los caballeros de sierra alarconeros era nula en estas tierras sureñas y los aldeanos de Madrigueras, Gil García, Villalgordo, Casas de Marismarro y la Casa Simarro no reconocían otra jurisdicción sobre estas tierras que la de Villanueva de la Jara, cuya justicia se extendía desde la Presa Legante en el río Júcar y aguas abajo hasta la Motilleja, ya en término de Jorquera. La razón era que un año antes, en 1610, Villanueva de la Jara acababa de ganar una ejecutoria en Granada que le reconocía la pertenencia de todas las casas de estos pueblos. La sentencia era una victoria para Villanueva de la Jara que había visto como en 1555 Alarcón, y el marqués de Villena, habían dado carta de naturaleza legal con otra sentencia a la usurpación de varias casas por los de Alarcón, dividiendo de hecho las aldeas sureñas de Villanueva en dos jurisdicciones. Ahora, en 1611, las aldeas jareñas comienzan a tener personalidad e identidad como pueblos: se dotan de ayuntamientos con dos alcaldes, dos regidores y un alguacil, y hacen suyos ejidos en término de Alarcón y que son redondas de ochocientos pasos de radio en una circunferencia que tiene como centro los pueblos. Un pueblo como Madrigueras hacían del cultivo de viñas un símbolo de propiedad u jurisdicción sobre el suelo que las cepas ocupaban, una extensión que iba más allá de media legua del pueblo y que se ampliaba con cepas nuevas o reafirmaba con el descepe de las viejas para renovarlas con nuevos majuelos.

Desde el año 1600, Villanueva de la Jara iba imponiendo su ley en estos territorios sureños de Alarcón. Ese año, Villanueva de la Jara intervino para imponer su justicia frente a ciertos hombres que intentaban ocupar tierras en el heredamiento de Miguel Mondéjar. El heredamiento estaba situado en la llamada Cañada Ancha, paraje que hoy en día sigue perteneciendo a Alarcón, pero ese año de 1600, los alcaldes de Villanueva de la Jara intervinieron juzgando y condenando a los culpados, en una tierra que nadie dudaba de su pertenencia a Alarcón. ¿Qué había pasado? La concesión del villazgo a Villanueva de la Jara el 8 de julio de 1476 y la dotación de unos términos dos meses después (el 8 de septiembre de 1476) se había movido en un contexto de prisas pocos días antes de la firma de la primera concordia entre los reyes y el marqués de Villena, pero la segunda fase de la guerra había puesto las cosas en su sitio y Alarcón no había cedido en sus pretensiones territoriales o, al menos no tanto como pretendían sus enemigos. Alarcón perderá la batalla por las tierras del sur durante el siglo XVI, pero solo relativamente, pues si los villazgos de Tarazona y Quintanar supusieron una merma territorial (no sin largos litigios), apenas diez años antes, Alarcón había reafirmado su jurisdicción sobre la tierras más sureñas de Villalgordo, Madrigueras y Gil García, apropiándose de parte de su núcleo urbano. Pero en torno a 1600, Villanueva de la Jara y, sobre todo, estas tres últimas aldeas se sentían fuertes frente a Alarcón. El único privilegio que se reconocía era el de 8 de septiembre, que fijaba los límites de la Jara y sus aldeas en el Júcar, Iniesta y Jorquera y se veían las sentencias del juez González Molina en 1481, como concierto con Alarcón, que, en modo alguno, era cesión de las tierras que se extendían hasta el Júcar por el sur, siendo simple cesión de Villanueva de la Jara a Alarcón por cerrar la primera su término.

Las aldeas soñaban con repetir el proceso de villazgo de Tarazona y las posteriores usurpaciones del suelo de Alarcón, era bien conocido por el escribano Juan Cuartero, que en 1611 tenía 66 años: "que después que se hiço villa la dicha villa de Taraçona en virtud de ser el término que su magestad le dio de la dicha villa de Villanueva de la Xara por vía de prevención le dio término la mitad de la distancia que ay desde la villa de Taraçona a la del Quintanar y al lugar de Gil García y Madrigueras y desde el moxón de la mitad del camino de Madrigueras al río Júcar y la ribera arriba hasta Romanexo que es cerca del dicho lugar de Villalgordo y desde allí vuelve a la tercia parte que ay desde la dicha villa de Taraçona al dicho lugar de la Casa Simarro, jurisdición todo lo susodicho de la dicha villa de Villanueva de la Xara en virtud del privilegio de su majestad sabe este testigo que la dicha villa de Taraçona ha usado en el dicho término que está referido la jurisdición dicha a prevención de la dicha villa de Alarcón conosciendo de todas la causas civiles y criminales que an sucedido desde que se hiço villa poniendo guardas en los dichos términos haciendo qualesquier autos judiciales que se an ofrecido, demás de lo qual la dicha villa de Taraçona en el dicho término que se le dio a hecho dehesas y las tiene en el presente y las arrienda a pasto con licencia de su magestad sin que la villa de Alarcón aya sido parte para acerlo estorbar aunque al principio lo contradixo la dicha villa de Alarcón en el Real Consejo". El proceso de arrebatamiento de tierras a Alarcón fue más allá del concedido en el privilegio de villazgo: primero Tarazona consideró como suyo el espacio que ocupaban las viñas de sus vecinos, ampliado con las labores anejas; espacio cedido por Villanueva de la Jara, según los tarazoneros. Luego vino la creación de una dehesa carnicera, para por fin ambicionar las ricas dehesas junto al Júcar y acabar definiendo las mojoneras citadas. De la garantía jurídica que se reservaba Alarcón para los autos judiciales, a prevención, no quedó nada.



Concejo del lugar de Madrigueras en 10 de noviembre 1611

  • Antón Clemente y Benito Ruiz, alcaldes ordinarios
  • Ginés García y Juan de Fuentes
Concejo del lugar de Gil García en 10 de noviembre de 1611
  • Miguel López Clemente y Martín Gómez Picazo, alcaldes ordinarios
  • Juan Pérez y Alonso Gómez Talaya, regidores
  • Juan Gómez, alguacil mayor
Concejo de Villalgordo, es concejo abierto de 10 de noviembre de 1611
  • Pedro Serrano, Martín López, Andrés Jiménez, Hernán González, Juan Martínez, en nombre del resto de vecinos
ACHGR, PLEITOS CIVILES, C-9475-16

domingo, 23 de junio de 2024

El mayorazgo de Pedro González Galindo

 Pedro González Galindo constituye mayorazgo el año 1634 por dos mil fanegas de trigo de renta del marquesado de Villena, las casas principales y accesorias de la calle Alcalá en Madrid, otras principales que hay en San Clemente (las de la calle Piquirroti) y demás bienes familiares. Dicho mayorazgo, de hecho suponía una división de los bienes entre sus dos hijos: Pedro González Galindo, casado con Aldonza Fernández de Castilla, y Antonia Galindo, casada con Francisco María Piquinoti. Cuando muere el padre Pedro González Galindo, su mujer María de Tébar había de quedar por usufructuaria de los bienes, sin embargo en la escritura de mayorazgo se incluía una cláusula por la que el otorgamiento de los bienes al hijo era supeditada al matrimonio con la referida Aldonza. En las capitulaciones matrimoniales además se incluía que hijo y nuera habían de recibir  mil ducados en concepto de alimentos hasta la muerte de los padres, pero también una cláusula que se dejaría sin efectos el mayorazgo si el matrimonio no tenía hijos, como ocurrió con la muerte de Aldonza Fernández de Castilla:

Con que sien vida de los dichos señores don Pedro Gonçález Galindo y doña María de Tébar su mujer y qualesquier dellos fallesciere sin hijos la dicha señora doña Aldonça Fernández de Castilla en tal caso puedan variar el dicho mayorazgo y fundallo en cabeça de cualesquier hijo o hijas que al presente tienen o tuvieren porque queda en su voluntad de lo revocar no tienendo hijos del dicho matrimonio el dicho don Pedro Gonçález Galindo su hijo, porque en este caso quedará por ninguna esta fundación de mayorazgo que se haze o hiciere como si no se hubiera hecho por vía de contrato de causa onerosa, porque su voluntad es que por ella sola adquiera derecho de irrevocabilidad la dicha señora Aldonça Fernández de Castilla mientras viviere y cohabitare con el dicho don Pedro Gonçález Galindo, su hijo y sus descendientes si los tuviere el matrimonio.

Esta cláusula y otra que que dejaba en manos de la viuda María de Tébar la disposición de los bienes como usufructuaria supondrían la exclusión del hijo de la posesión del mayorazgo y la apuesta por la línea sucesoria de la hija Antonia Galindo y su marido Piquinoti. La exclusión del heredero vino el año 1635, cuando la desgracia se abatió sobre la familia, primero con la muerte de Pedro González Galindo padre y luego de su nuera Aldonza Fernández de Castilla. La vía genovesa de los Piquinoti se imponía, pero sobre todo la familia se alejaba de San Clemente, vivía de sus rentas pero abandonaba el pueblo.

Por Pedro Gonzalez Galindo, marido de doña Aldonça Fernandez de Castilla. Con doña Maria de Tebar su madre, viuda de Pedro Gonçalez Galindo. Sobre el amparo de la possession que se ha dado al dicho don Pedro del mayorazgo. Porcones, Biblioteca de la Universidad de Sevilla. Madrid, imprime Andrés Parra, 1635, signatura A 110/114(21)