lunes, 29 de enero de 2024
domingo, 10 de diciembre de 2023
LOS FERNÁNDEZ DE BOBADILLA Y LOS TENDERO DE MOTILLA DEL PALANCAR
La presencia de este apellido en Motilla del Palancar llega con el cura de la parroquia Mateo Fernández de Bobadilla. Conocemos la ascendencia del mismo por un expediente específico y por otro de las pruebas de limpieza de sangre en el colegio de los Manchegos o de San Clemente Mártir: Mateo Tendero Fernández de Bobadilla.
Mateo Tendero Fernández de Bobadilla era nieto por línea materna de Juan Fernández de Bobadilla, administrador del colegio de los Escoceses en Madrid. Juan Fernández tuvo cinco hermanos, uno de ellos es Mateo Fernández de Bobadilla, un licenciado que era cura propio de la iglesia de San Gil de Motilla del Palancar. La presencia del cura en Motilla del Palancar propiciará el casamiento de una hija natural de su hermano Juan Fernández de Bobadilla con un vecino de fortuna. Esa hija es Manuela, que casará con Mateo Tendero. Manuela llegará a Motilla con cuatro o cinco años, acompañada de una criada, Ana de San Francisco, tras ser sacada del convento de monjas de Pinto, para alojarse en casa de su tío, el cura Mateo Fernández de Bobadilla, que es presumible que llegara a tomar posesión de la parroquia de San Gil no mucho antes, junto a su madre Catalina de la Peña. Una manera de ocultar el desliz amoroso de Juan con una joven de origen portugués: María de Vacca y Silva, una viuda de un caballero de Santiago, cuyos amores le procuraron a Juan el odio de los familiares de su amante, que andaban detrás de él, para matarlo. El tal caballero de Santiago era Carlos de Inga, del que se decía proceder de sangre real de las Indias, descendientes de reyes de México.
Y que la causa de haber venido la dicha doña Manuela a la dicha villa de la Motilla fue por ocultarla, porque se temió que los deudos de la dicha doña María quisiesen matar al dicho Juan Fernández, por lo qual se retiró por algún tiempo a la casa del dicho su hermano
Esta alianza entre los Tendero y los Bobadilla sería clave para el ascenso de la familia de los Tendero en Motilla, una familia que ya participaban como regidores y alcaldes del poder en Motilla y cuyo apellido se tenía entre los más antiguos en la villa. De los Tendero sabemos poco, aunque se le conoce vecindad en Motilla, con padre Matías Tendero y la madre Ana Martínez. Matías tenía por padre a Tomás Tendero y abuelo a otro Tomás del mismo apellido. En cuanto a la madre el apellido Martínez se confundía con el de García de generaciones anteriores. La familia tenía sepultura propia en la parroquial de San Gil de Motilla.
que al pretendiente le tocan muchos actos positivos, porque Martín García, su tercero abuelo como dicho es, fue familiar del Santo Oficio y Tomás Tendero su abuelo segundo fue familiar del santo oficio y Julián Tendero hermano entero Thomás Tendero fue familiar del Santo Oficio y el doctor Juan Martínez Garrido primo segundo del padre del pretendiente, porque fue nieto de Benito Martínez aue fue hermano entero de María Martínez, segunda abuela del pretendiente, fue Collegial mayor de Sant Illdephonso de Alcalá y este declarante es comisario del Santo Oficio a título de esta villa
El linaje de los Fernández de Bobadilla estaba muy bien relacionado en la corte y sus miembros ocuparon diversos cargos en la administración polisinodial de los austrias menores. Es de presuponer que su auge vino con el reinado de Felipe III y su decadencia con los nuevos aires del reinado de Felipe IV y las persecuciones de conversos. Entre los miembros del linaje: Diego Fernández de Bobadilla, contrador del duque de Lerma, el capitán Francisco de Bobadilla, fray Manuel de Bobadilla, fraile de la orden de San Agustín, María de Bobadilla, además del cura, Mateo. De la progenitora, Catalina de la Peña se sabe que era hermana de fray N. de Peñacerrada, religioso de la merced calzada y y provincial de dicha religión en la provincia de Castilla. El cura Mateo Fernández de Bobadilla marcará la vida motillana de la primera mitad del siglo XVII, era asimismo comisario del Santo Oficio de Cuenca. Familiar del Santo Oficio será también el presbítero Tomás Tendero, cuyo hermano Matías casará con la sobrina del cura, Manuela. Viuda, Manuela, de su primer matrimonio, volverá a casar con el doctor Juan Bravo, un médico, natural de Villanueva de la Jara, que ejercerá primero en Motilla y luego en San Clemente, donde se llevará en 1643 a su mujer Manuela y al hijo del primer matrimonio Mateo, que cursará estudios en la Universidad de Alcalá de Henares. La suerte cambiaría para la familia, cuando Juan Fernández de Bobadilla muere en 1641 (su hermano el licenciado Mateo muere en 1639) y reconoce por heredera universal a su hija Manuela, con una hacienda de más de diez mil ducados; en la decisión debió pesar el hecho de que Mateo había estado en casa de su abuelo desde los diez años hasta que Juan Fernández de Bobadilla murió.
Motilla era una sociedad madura en 1655; su ayuntamiento con varios regidores perpetuos, tenía dos comisarios de la Inquisición: el presbítero Matías Tendero y el licenciado Juan Toledo a título del lugar de Gabaldón. No es casualidad de los Fernández de Bobadilla en esta época en los que la Mancha conquense "se internacionaliza" y entra en las redes de la política, economía y finanzas internacionales. El apellido Bobadilla comienza a ir de la mano de los portugueses. Por el testimonio de Francisco Lucas Zapata sabemos que en 1632 encuentra a Juan Fernández de Bobadilla en la Red de San Luis, en Madrid, como administrador de los bienes del asentista portugués Juan Núñez de Sarabia. Estas amistades peligrosas pesaron sobre la familia; de hecho, la mencionada administración de bienes estaba en manos de Juan por hallarse el asentista portugués en manos de la Inquisición de Toledo en esos momentos. Ese papel de administrador lo mutará en 1639 de los bienes del colegio de Escoceses, cuando ya vivía en los denominados Basilios.
¿Qué hacía el licenciado Mateo en Motilla y el por qué de las relaciones de sus hermanos con marranos portugueses? En las averiguaciones que se hicieron en Grañón, de donde eran los ascendientes paternos, y en Haro, de donde eran los ascendientes maternos, se tuvo noticia que el apellido de la madre Peñacerrada no era el apellido originario, sino que el apellido real era Cintón y que se consideraba de mala raza. El licenciado Mateo había obtenido el título de comisario de la Inquisición en Motilla gracias a las buenas relaciones de la familia en la corte, y, en este caso concreto, por la ayuda de Melchor de Molina, del Consejo y Cámara de su Majestad. A las dudas del apellido Peñacerrada se sumaba el de Alonso que portaba Catalina, la madre de los Fernández de Bobadilla, apellido tenido por converso. Bien es verdad, que las acusaciones de judaísmo se producían en un contexto de rivalidades de bandos que escondían otras de carácter económico en torno a los ganados, el vino y la aprobación de unas ordenanzas en Haro que afectaban directamente a esos negocios.
Las acusaciones de judaísmo pronto se trasladaron contra el pretendiente a colegial, Mateo Tendero y Bobdilla. Las acusaciones vinieron de una rebisabuela, llamada Leonor de Bobadilla, de la que se conservaba un sambenito en la parroquial de Grañón: Leonor mujer de Bobadilla, cristiana nueva de judíos, vecina de Grañón, reconciliada por herética y judaizante, año de mill quinientos e diez y seys. Era llevar la acusación al apellido Bobadilla, según el licenciado Morquecho, adoptado por un converso llamado Rodrigo en el momento del bautismo de su padrino, un hijodalgo de Grañón. La sentencia de Leonor databa de 1516, bien es cierto que aparecía sin apellido y como mujer del sastre Diego de Bobadilla. De nuevo, aparecen, como en otros casos, los buenos y los malos Bobadillas.
que el dicho Rodrigo converso vivía en sus casas que eran en la calle de Santiago, enfrente de donde era la sinagoga. Y más que el dicho cura Matheo y sus hermanos, porque aquí los llamaban judíos, vendieron su hacienda que aquí tenían y en especial la heredad del Osario, que era el entierro de los judíos al Inquisidor don Pedro del Hoyo
Los acusadores iban más allá y acusaban a la Inquisición de Cuenca con quedarse los papeles que demostraban el judaísmo de los Bobadilla para no incriminarles y conceder al cura Mateo el oficio de comisario del Santo Oficio. Entre peripecias, los Bobadilla fueron sacando adelante su carta de naturaleza para limpiar el linaje, ayudados por el investigador Juan de León, que al llegar a Madrid se cayó del coche y traspapeló en la caída todos los papeles acusadores que llevaba encima. El resultado final fue la mixtificación del linaje con una ascendencia que se remontaba a la batalla de Clavijo y a la casa solar de Valdeosera:
Quanto a la calidad, nobleza y antigüedad de dicho solar y los descendientes de él, es cosa cierta y muy notoria ser mucha, porque los descendientes del dicho solar lo son de un Sancho Sánchez de Texada a quien por las hazañas que quando la conquista de España hizo en la vatalla de Clavijo y otras con doce hijos que tenía, dio el rey don Ramiro el señorío de la casa y solar de Texada y de dicho solar de Valdeosera y su tierra en el qual fundó trece casas para sí y sus doce hijos, tomando cada uno su divisa a todos los quales y sus descendientes hizo el dicho rey don Ramiro hijosdalgo y nobles
:En la fabricación de genealogías se había implicado Juan Fernández de Bobadilla, que decía guardar los papeles que hacían descender a los Bobadillas de los reyes de Navarra y que el verdadero apellido era Bobatela, pretendiendo casa solar en Valdeosera y por progenitor a Juan del Valle. Más difícil les sería ocultar la genealogía de la madre Catalina de la Peña o Peñacerrada, emparentada además con los Alonso de La Guardia y con sambenitos en esa villa de La Guardia. Es cierto que la maldad de los enemigos hacía inventar historias fantasiosas; así, del hermano de Catalina, Diego de Peñacerrada, se decía que tenía cola o rabillo y adoptaba forma monstruosa de mujer, con menstruación incluida (le baja purgación de sangre). Detrás de esta fantástica historia parece que se escondía una relación homosexual del dicho Diego de Peñacerrada, a la que asistía como testigo una criada, con los que luego serían principales acusadores de la familia; un tal Samaniego y un tal Vitoriano (cosas deshonestas, se nos dirá). La acusación de tener rabillo era común para acusar a los judíos, según el tal Vitoriano, presbítero y beneficiado de la iglesia de Haro, aún recordaba sus baños con un Peñacerrada en el río Tirón de Haro: y que estando este testigo con otros muchachos nadando en el rio Tirón, entre ellos andaba un muchacho que se llamaba Francisco de Peñacerrada, hijo de Diego Peñacerrada que hoy vive en Haro y es hermano de Catalina, al qual le dixo este testigo y otros quando andaba desnudo: Francisquito mira que se te vee el rabillo, motejándolo de judío,y el dicho muchacho no se enojaba de ello.
Los hermanos Peñacerrada eran hijos del escribano Diego de Peñacerrada, además de los citados Catalina y Diego, el más famoso será Juan, provincial de la provincia de Castilla de la orden de la Merced. En Grañón y Haro se decía que sus ancestros eran judíos que se habían convertido con motivo del edicto de expulsión de 1492, dejando el apellido original de Cintón por el nuevo de Peñacerrada. Desde luego no ayudaría a limpiar la imagen de la familia el casamiento del abuelo de Catalina, Diego de Peñacerrada, un escribano con una hacienda de 4000 ducados, con su sobrina Catalina Alonso, de la citada familia de reconocidos judaizantes. Solo este contexto agobiante y de habladurías del pequeño lugar riojano de Grañón, junto a las buenas relaciones de los Bobadilla en la corte, explicaría la salida del licenciado Mateo Fernández Bobadilla para Motilla del Palancar y que se trajera a su madre a esta villa en sus últimos años
Era llevar el linaje a la época de la Reconquista, término hoy discutido, pero que en palabras de la época, siglo XVII, se decía "la recuperación de España". Se decía que en el archivo de Logroño se conservaban los papeles y privilegios de tan honrado linaje, pero la realidad era que los doce linajes se parecían mucho a las doce tribus de Israel, que los privilegios de Logroño eran inaccesibles y que los únicos documentos verdaderos eran aquellos que incriminaban a la familia, los cuales solicitados por la Inquisición de Cuenca, nadie sabían donde paraban
Uno de los testigos es el licenciado Juan de Villanueva Merchante, 71 años en 1655, nacido en 1584, conocedor de todas las genealogías de la comarca.
Francisco Lucas Ramírez, don Julián Chavarrieta, el licenciado Diego García Bonilla (hijo de Benito García Bonilla), regidores perpetuos
Francisco Lucas Zapata, familiar del Santo Oficio
Licenciado Julián de Alarcón Navarro, comisario de la Inquisición por la villa de Olmeda de Valera y natural de Motilla
Martín García, familiar del Santo Oficio, por título expedido a 11 de febrero de 1562
Licenciado Pedro Nieto Valverde, familiar del Santo Oficio por título expedido a 29 de mayo de 1626
Los Godoy de Motilla: tres hermanos. Alonso, el licenciado Juan, al servicio del señor de Altarejos, y Melchor.
EL ORIGEN DE LOS APELLIDOS MARTINEZ Y GARCÍA EN MOTILLA DEL PALANCAR
"Martínez lo tiene por originario de aquí (Motilla del Palancar) y distinto de lo Martínez que le toca a Sebastián Martínez Valverde porque esto originario de Tarazona y distinto de lo Martínez que toca a Francisco Martínez el batanero (originarios del Campillo), porque no ha oído decir que sean deudos"
García es originario de esta villa y distinto de lo García que toca a Juan García Salazar, porque esto originario de Honrubia y distinto de lo García que tocaba por Francisco García de Villanueva, difunto porque esto originario de Villanueva de la Jara y distinto de lo García que toca al licenciado Diego García de Bonilla (lo García -originario de Motilla- siempre anda junto con lo Bonilla en esta villa)... y porque Martín García, 3º abuelo del pretendiente (Mateo, colegial del Alcalá) está enterrado en la parroquia de esta villa y hay una sepultura con una inscripción que lo dice así*... que el padre de Martín García se llamó Fernán García, natural de Motilla... la mujer de Martín García se llamaba Juana Navarro que era hija de Juan Valverde y Catalina Navarro (el padre de Catalina Navarro, fue Bartolomé Navarro)
(*la sepultura de Martín García estaba al lado del evangelio y decía así: Martín García, familiar del Santo Oficio)
De Valverde dice que hay dos diferencias, una que tocaba al licenciado Pedro Nieto, y esta originaria de aquí, y otra que toca a Sebastián Martínez Valverde, esta originaria de Tarazona,... Valverde dicen que se llaman así por descender de Valverde lugar, ni de eso hay memoria, porque es apellido antiquísimo.
Navarro dice que originaria de aquí y que no tiene diferencias
Bonilla, se tenía por un apellido originario de Salamanca
Archivo Histórico Nacional, UNIVERSIDADES,390,Exp.37
domingo, 15 de octubre de 2023
LAS LUCHAS BANDERIZAS EN MOTILLA DEL PALANCAR EN 1663 (I)
El concejo de Motilla de Palancar de 1663 estaba formado por los alcaldes ordinarios Esteban Luján y Benito Navarro Gabaldón, el aguacil mayor perpetuo Benito Martínez Portillo y una larga serie de regidores perpetuos: Pedro Lucas Ramírez y su hijo Francisco Lucas Ramírez, Martín de Villaescusa, Gil de Godoy, Pedro de la Jara Navarro, Juan de Villaescusa, Jerónimo López y Juan de Alarcón, mientras que Alonso Jiménez era alférez mayor de la villa.
Benito Martínez Portillo había comprado un oficio de regidor perpetuo en la villa de Motilla el año 1651; once años después compraría el cargo de alguacil mayor de la villa. Benito no se consideraba un hombre rico, a pesar de comprar oficios concejiles, pues decía que sus ganados eran modestos. 600 ovejas, 150 corderos y treinta cabras. Pero, entre sus vecinos, se decía que ocultaba su riqueza y aprovechaba su ventajosa situación en el gobierno de la villa. De hecho, sus ganados habían pacido el año 1660 en la dehesa del Romeral, aunque se había valido de testaferros para conseguir una posición privilegiada. Quien había pujado por las yerbas era su hermano, el doctor Esteban Portillo, cura de Cervera, a través de un motillano llamado Simón Gómez. El precio pagado era 450 reales y media arroba de queso: las yerbas se habían encarecido ese año, pues lo normal años atrás era pagar 250 reales por una dehesa que se venía arrendando desde cuarenta años. Por ese año, en Motilla no había pregonero o no se quería tenerlo, pues los edictos del ayuntamiento para el arrendamiento de bienes concejiles se exponían en el ayuntamiento; es cierto que dichos edictos los veían poca gente y los pocos que los veían declaraban que faltaban firmas de oficiales del concejo. Pagar por una dehesa no significaba gozar en exclusiva de sus yerbas, pues los Portillo vieron cómo los ganados de José Navarro y Tomás Tendero entraban en la dehesa. En este juego de foráneos que arrendaban las dehesas motillanas participaba Juan de Moya al que se adjudicó en 1662 las yerbas de la dehesa carnicera para el abasto de carne de la villa para a continuación dar un tercio de la misma a Benito Martínez Portillo, y cuatro años antes, cuando el adjudicatario había sido un presbítero de El Peral, este también había cedido un tercio de la dehesa al alguacil, que a su vez la había subarrendado a un vecino de Iniesta.
Las acusaciones contra Benito Martínez Portillo se multiplicaban; se le acusaba de quedarse, como recaudador de sisas del año 1657, con parte de los cuarenta mil reales cobrados. Se dudaba que los cincuenta ducados que rentaban los bienes del patronato fundado por su tío Pedro Portillo en la iglesia de San Gil fueran a manos de la patrona de esta memoria, una parienta del alguacil. Y es que el alguacil Benito Martínez Portillo estaba en todos los conflictos. Cuando en 1656 el concejo de Motilla del Palancar decide construir una ermita, dispone reservar para costear la obra con el rompimiento de un tercio de las tierras de la dehesa del Quejigar. Como administrador de la nueva empresa se hará cargo Benito Martínez Portillo, que será alcanzado en las cuentas por sus irregularidades, aunque no parece que nuestro hombre perdiera la compostura, pues en palabras de un motillano se decía que nuestro alguacil "estuvo con mucha modestia sin alterarse ni decir palabras descompuestas ni malsonantes ni se puede presumir las dijese por su mucha christiandad", pagando las cantidades adeudadas al cura de Motilla y temeroso que el asunto llegara al provisor de Cuenca. Pero Benito, con sus corruptelas, era un hombre que solo destacaba a nivel comarcal. Por entonces, la situación de la villa de Motilla era penosa; en la década de 1650, la Corona había cedido al duque de Pastrana la recaudación de las rentas reales de la villa, de tal manera que Motilla del Palancar debía 54.000 reales al duque a la altura de 1660. NO parece que estuviera dispuesta a pagarlos, o, a mejor decir, que pudiera pagarlos, pues la mitad de esa cantidad era adeudada al ejecutor encargado de la cobranza de las deudas de alcabalas. Era tal la necesidad de la villa de Motilla del Palancar, que Francisco Lucas Zapara propuso un acuerdo con el duque de Pastrana para pagar sus deudas en un periodo de cuatro años con el fruto del arrendamiento de los propios de la villa, no sin antes darle como seguridad de fianza al duque los bienes de dos oficiales del concejo: Benito Martínez Portillo y Benito Parreño.
Entre arrendamiento de propios y repartimientos entre sus vecinos andaba la villa de Motilla, no sin controversias entre los oficiales de su concejo. Francisco de Lucas se quejaba de que había salido mal parado en uno de sus repartimientos y pagado cincuenta reales de más. Ahora, dos oficiales del concejo se veían encarcelados. A Alonso Jiménez y Benito Navarro Gabaldón se les dio por cárcel las casas del ayuntamiento, pero Benito Navarro sería vejado por el alcalde Esteban Luján y Benito Portillo, siendo encadenado en la cárcel, bajo custodia de ocho guardas.
A Benito Martínez Portillo se le acumulaban los enemigos. A todos ellos los conocemos por sus nombres y apellidos: Juan García Salazar, José Lucas de Cisneros, Miguel de Ortega, Tomás Valverde, Sebastián López, Juan de Chavarrieta, Tomás de Arguisuelas, José Antonio Lucas Zapata, Francisco Lucas Zapata, Alonso Pérez, Julián López, Sebastián de los Paños, José de Bonilla, Benito Parreño, Juan Zapata, Martín de Villaescusa, Pedro García, Juan Beltrán y Blas Martínez. En este entramado de enemigos podían mucho los lazos familiars. Jose Antonio Lucas Zapata y Francisco eran hermanos, y a su vez primos hermanos de José Lucas Cisneros. Juan Chavarrieta tenía una hermana casada con José Lucas Cisneros y Benito Parreño tenía casado un hijo con una hermana de Francisco Lucas Zapata.
Si los enemigos de Benito Martínez eran notables de la villa, los que declaraban en su contra eran vecinos de baja condición como los arrieros Pedro Moreno o Juan Navarro Barchín, aunque el grupo más numeroso eran los labradores, y entre ellos no faltaban los que, denominándose así, copaban los cargos municipales.
Los sucesos de Motilla del Palancar el 5 de febrero de 1663, contados por Francisco Lucas Zapata, notario del Santo Oficio
El dicho Pedro Lucas Ramírez el día quince del dicho mes (de enero) con pretesto de decir era alcalde ordinario desta villa siendo contra verdad porque lo eran Esteban de Luján y Benito Navarro y ambos estaban en ella, llevó a su casa a Francisco Martínez Velasco, escribano público, y por ante él se hizo a este testigo dos cabeças de proceso ynsidiendo en ellas muchas cosas contra su crédito y que decía aver pasado de diez y ocho años a esta parte y para su comprobación esxaminó por testigos al dicho Francisco Lucas su hijo y a Pedro Gabaldón hermano de Benito Gabaldón, alcalde, y a Martín de Villaescusa, Pedro López Jiménez y Juan de Villaescusa, todos capitulantes contra este testigo, y a sus hijos y sobrino, todos parciales y que de muchos años a esta parte tienen hecha liga contra este testigo, buscándoles pleitos injustos en muchos tribunales y no contento con lo referido, el dicho Pedro Lucas y el dicho don Francisco Lucas su hijo de caso pensado y con ánimo de provocar a este testigo para que se perdiese el día cinco de febrero deste año, estándose en conversación en la esquina de Juan Navarro Tendero con el licenciado Francisco de Ortega, presbítero, y otros quatro o cinco hombres honrados con mucha quietud y paz sin dar motivo, disgustose el dicho Francisco Lucas Ramírez, apartado como veinte pasos del corro de adonde este testigo estaba, en voces altas empeçó a hablar palabras de ultraje a este testigo provocándole a pendencia y luego al punto que dio dichas voces vino corriendo Pedro Lucas su padre, muy descompuesto empuñando la espada y con una vara de justicia en la mano sin ser alcalde ni alguacil porque como dicho tiene los alcaldes ordinarios eran Esteban de Luján y Benito Navarro que dicho día estaban en esta villa juntos y por donde estaba el dicho su hijo dando voces y diciendo palabras muy descompuestas y bregando con Juan de Valverde Lucas y Juan Navarro Tendero que lo estaban deteniendo, el dicho su padre no se quiso detener a reportarlo sino que corriendo pasó en la forma que ha referido contra este testigo que se estaba quieto no habiendo hecho caso de lo que había dicho el dicho Francisco Lucas su hijo y en voces altas, haciéndose alcalde se quiso prender y este testigo le dijo se tuviese que no era alcalde ni justicia ni lo tenía por tal y que los testigos que estaban presentes lo fuesen de como así se lo decía y que eran sus enemigos y que como tales le venían a provocar para que se perdiese y aunque acudió mucha gente principal a aquietarlos no lo pudieron conseguir, dando mucho escándalo en esta villa y ocasionando muchos motines,
Pedro Moreno, arriero
Pedro López Jiménez, ex-regidor
Juan García Salazar, labrador
Lorente López Castillo, labrador
Juan Sánchez Pozoseco, maestro de zapatero de obra prima
Manuel Moreno, labrador
Benito Harraldel, médico
Juan Navarro Barchín, arriero
Mateo Suazo, escribano
Alonso Pérez, maestro alpargatero
Pedro Pérez de la Jara, labrador
José Lucas Cisneros, labrador
Mingo de Ortega, labrador
Francisco Navarro Matías, labrador
Juan Navarro Tendero, arriero
Don Miguel de la Cueva, regidor
Julián López, regidor
Sebastián de los Paños, regidor
Benito Herráez el mayor, labrador
Fernando García, regidor
Andrés de los Paños, labrador
Andrés García, labrador
Pedro Gabaldón Navarro, labrador
Cristóbal del Campo, labrador
Pedro Navarro García, labrador
Diego Gabaldón Toledo, labrador
Martín de Arguisuelas, pastor de Francisco Lucas
Juan de Valverde de la Casa,
Gil de Godoy
Miguel Muñoz, labrador
Juan de Chavarrierta, alcalde de la villa
Martín García Valverde, escribano
José Navarro de los Paños, alcalde que fue de la villa
Gregorio Pérez Carrasco, mercader
Benito Parreño, regidor
Pedro Navarro Valverde, que vive en casa de Francisco Lucas Zapata
Juan Zapata Lucas, labrador
Miguel Parreño, fiscal
Isidro García
Juan Navarro
Pero Herráez
Juan Bautista labrador
Tomás Valverde, promotor fiscal
Miguel de Valverde, labrador
Martín de Villaescusa
Sebastián Pérez, labrador
Juan Lorenzo, de nación francés
Mateo López, maestro cordonero
Juan Beltrán, labrador
Ana María, mujer de Gregorio Pérez
Francisco Lucas Zapata, notario del Santo Oficio de la ciudad de Cuenca
José Antonio Lucas
Pedro de Ortega
Tomás Tendero, regidor
ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA, PLEITOS CIVILES, C 10053-11
jueves, 12 de octubre de 2023
LA FUNDACIÓN DE SAN PEDRO MARTIR (MOTILLA DEL PALANCAR)
En 1656 el concejo de Motilla del Palancar decide construir una ermita, dispone reservar para costear la obra con el rompimiento de un tercio de las tierras de la dehesa del Quejigar, cuatro fanegas. Como administrador de la nueva empresa se hará cargo Benito Martínez Portillo. Nos han quedado varios testimonios de la fundación de esta ermita, bajo la advocación de San Pedro Mártir, el presbítero Juan de Resa nos decía:
"El concejo de esta villa trató se hiciese a devoción una ermita de San Pedro Mártir y que había que poner una hechura de San Antonio de Padua"
Para financiar la edificación de la ermita cada vecino que quiso aportó dos celemines de trigo para la siembra voluntariamente. Tenemos duda que la ermita se construyera y creemos que por los testimonios posteriores, en los que se pedía cuentas a Benito Martínez Portillo, se reconocía que este no había recibido cantidad alguna y que el fruto de la cosecha del trigo aportado por los vecinos andaba en poder de los propios vecinos por el estado de necesidad, se nos dirá. Lo que era limosna de los vecinos era resultado de ese estado de necesidad, pues era el propio concejo el que había dispuesto dar dos celemines a los vecinos para siembra por cada fanega para aliviar su necesidad y si hubiera remanente dedicarlo a la edificación de la ermita.
Quien nos narra más fehacientemente los intentos para la fundación de la ermita de San Pedro Mártir en Motilla del Palancar es el escribano Martín García Valverde que, curiosamente, ya muestra la confusión entre la devoción y el interés de los vecinos por el cultivo del azafrán en este pueblo, pues a partir del tercer año las tierras se sembraron con el nuevo cultivo. De nuevo nadie sabía nada de las rentas obtenidas, lo que obligó a la intervención de la justicia eclesiástica del obispado para averiguar el destino de rentas y dineros:
"por el concejo de esta villa se hiço aquerdo para que se hiciere una ermita de la abocación de San Pedro Mártir y para que se pudiese hacer se asignó un pedaço de tierra, no sabe de que cantidad fuese; para que se sembrase de limosna y lo que procediese fuese para la labranza de la dicha ermita y que se nombró por administrador al dicho Benito Martínez Portillo y en el primer año que se sembró la dicha tierra tiene por cierto se puso en poder de Pedro Sáez Muñoz ya difunto y en el segundo en el licenciado Juan de Resa presbítero y vecino de esta villa y después se arrendó a vecinos para plantar açafrán no sabe este testigo entrase en poder del dicho Benito Martínez trigo ni maravedíes algunos, que de horden del tribunal eclesiástico se hiço depositario de lo procedido de la dicha tierra a el dicho licenciado Juan de Resa"
La ermita no aparece lógicamente entre las detalladas de la visita eclesiástica de 1656, pues no estaba edificada. Las existentes entonces eran las de San Sebastián, San Marcos, San Laurencio, San Cristóbal, la Virgen de la Concepción y San Roque.
ACHGR, Pleitos civiles, C-10053-11
jueves, 2 de febrero de 2023
Motilla vs. Marcos Valero
El proceso entre el concejo de la Motilla y Marco Valero y consortes se falló en favor de Marcos Valero por el alcalde Tomás Tendero y sería ratificado por el licenciado Vázquez alcalde mayor del marquesado de Villena el 4 de mayo de 1577. Eran 134 reales a favor de Marco Valero por unos bagajes
Concejo de 12 de mayo de 1577
Alcaldes ordinarios: Martín López y Juan de Valverde, alcaldes ordinarios
Regidores añales: Juan de Aparicio y Martín de la Torre
Alonso de Córdoba, escribano
ACHGR, PLEITOS, 3059-8
domingo, 22 de mayo de 2022
MOTILLA CON LA MESTA POR LA DEHESA DE GABALDÓN
"Entre los capítulos que fijaban las competencias de los alcaldes entregadores de la Mesta, uno de ellos decía: yten cualquiera que labrare las dichas cañadas e las cerrare o ouiere labrado o cerrado e las ueredas exidos o abreuaderos e majadas o dehesas nueuamente hechas e pasos e pastos comunes en que el dicho concejo de la mesta y hermanos del huuieren paso y aprouechamiento pague el que huuiere rrompido por cada pedaço de media fanega avaxo quinientos marauedís y de una fanega mill marauedís y de fanega y media mil marauedís y de dos fanegas dos mill marauedís y de dos fanegas e media dos mill e quinientos marauedís y de tres fanegas tres mill marauedís y de allí adelante a este rrespeto con que la pena de una persona e concejo pueda eceder ni eceda de diez mil marauedís por una vez y esta pena executad en ellos y en sus bienes"
Las penas se doblaban en caso de reincidencia.
Para aplicar este y otros capítulos, estableció su audiencia a finales de febrero de 1588 en la villa de Campillo de Altobuey el alcalde mayor entregador Juan Pardo. El caso estudiado era la dehesa que Motilla del Palancar había cerrado en su lugar de Gabaldón. La dehesa en cuestión era la de los Morrones y la Rada la Similla. Un espacio que doscientas fanegas, de las que cuarenta estaban destinadas ya a sembradura.
que están a la mano derecha del camino de Gaualdón que va por los terreros hasta llegar por la Rada Similla al mojón de Alarcón y por la senda Barchín hasta la par del corral de Miguel de Lucas y la otra dende dicen el Romeral de los molinos
Ya el 13 de febrero, el alguacil de la audiencia del alcalde mayor se había presentado en el lugar de Gabaldón para visitar sus términos. La Mesta acusaba a Motilla de cerrar un espacio común y baldío en Gabaldón, pero además, quizás buscando la complicidad de la aldea, de usurpar una parte de los términos de su aldea en favor propio. No olvidemos, que desde los amojonamientos de 1481, Gabaldón tenía términos diferenciados de Motilla, de la que dependía jurisdiccionalmente.
El alcalde ordinario de Gabaldón, Juan de Gabaldón, narraba como Motilla, amparándose en una supuesta licencia de la corona había adehesado ese espacio. Probablemente, Motilla había adehesado ese espacio al calor de las ventas de baldíos en la época de Felipe II. La comunión de intereses entre el lugar de Gabaldón y la Mesta era absoluta, pues los baldíos adehesados eran espacios reivindicados tanto por los ganados estantes de este lugar como por los serranos mesteños.
Pero, ¿era una confrontación entre la villa de La Motilla y su aldea de Gabaldón? El proceso de adehesamiento nos parece más confuso. La decisión de adehesar un espacio de baldíos en término de Gabaldón se había dado unos años después de un pleito entre aldea y villa, en la que la primera defendió unos términos propios, y probablemente un margen de autonomía jurisdiccional para defenderlos. Aunque el contexto que había encendido la mecha de las disputas databa de la segunda mitad del año 1586, cuando Motilla del Palancar decidió acabar con los oficios concejiles vendidos unas décadas antes, en palabras de la época "consumir", es decir, el concejo pagaba a los propietarios de los oficios la cantidad por la que los habían comprado. Se trataba de rescatar los 2800 ducados que Motilla había tomado a censo para consumir las regidurías perpetuas. Si bien parece que en un principio se planteó hacer un repartimiento entre los vecinos de Motilla y los moradores de Gabaldón. La solución final fue adehesar el espacio citado para arrendar sus yerbas. Para dar una apariencia democrática a la decisión se convocó un concejo abierto, no muy numeroso por las referencias, y al que no acudió morador alguno de Gabaldón para contradecir la decisión.
Gabaldón, consumado el cercamiento de la dehesa, pleiteó enseguida, pero hábilmente Motilla del Palancar llevó el juicio ante el corregidor de San Clemente, Pedro de Castilla, un cargo novel, poco asentado y fácilmente convencible cuando Motilla presentó los amojonamientos de 1481. El alcalde mayor de San Clemente licenciado Escalona Agüero sentenciaría a favor de Motilla el 9 de julio de 1587. Pero Gabaldón no se arredró y aprovechó la presencia del alcalde entregador Juan Pardo para usar de la jurisdicción mesteña y derivar, después, el contencioso al alto tribunal granadino. Alegaba Gabaldón que el juez Molina le había dado términos propios en 1481, y que ahora cien años después los motillanos habían violentado esos términos. La defensa de Gabaldón en Granada la llevó el procurador Manuel Posadas, que el dos de septiembre de 1587 consigue reabrir el pleito y emplazar a los alcaldes de Motilla, Juan Navarro y Juan Valverde, a nuevo pleito.
Las diferencias sobre si Gabaldón tenía término propio o era simple prolongación del de la Motilla se perdían en el debate de finales del siglo XV que habían obligado a un Gabaldón despoblado a aceptar la jurisdicción motillana. Para Motilla la delimitación de términos por el juez de comisión Molina en 1481 tenía las mismas consecuencias jurídicas en el caso de la concesión de las aldeas a Villanueva de la Jara que en el otorgamiento de Gabaldón a Motilla del Palancar; incluso algún testigo afirmaba que los motillanos habían llegado a las manos (sic) con los de Alarcón en la defensa de algún mojón cerca del lugar de Gabaldón. Motilla intentaba arrogarse ahora esa primacía con nuevos argumentos: las aguas estantes o corrientes, en tanto del suelo de Alarcón, eran de uso común, pero no las hechas por mano del hombre. Motilla del Palancar había construido un pozo junto a las casas de Gabaldón ( a un tiro de piedra de esta aldea en el camino que venía de Motilla) y ahora recordará su propiedad plena frente a la aldea. Motilla, además, se arrogaba los vedamientos de romeros y rastrojos de su aldea al igual que los suyos propios. Estos y otros argumentos fueron los que trataron de aportar los motillanos en la probanza de testigos de 6 de abril de 1587.
EL POZO DE GABALDÓN
dixo que los que pasa es que al tiempo de treinta años poco más o menos como tiene dicho que yendo a Almodouar uido el dicho poço que tiene dicho está junto a Gaualdón el qual entonces estaua recién hecho y ponían unos tornajones para dar agua a los ganados y ganados y preguntó a los que allí estauan quién auía hecho aquel poço y le dixeron cómo lo havían hecho los de la Motilla por mandado del concejo della e que los tornajos que allí ponían se ponían por de la Motilla (Declaración de Antón Salvador, morador de Valehermoso, que antes ha dicho que el pozo estaba a un tiro de piedra de Gabaldón en el camino de la Motilla y que lo habían hecho los motillanos, según le comentó un tal Cejalbo)
LA PELEA ENTRE ALARCÓN Y MOTILLA POR UN MOJÓN DE GABALDÓN, A MEDIADOS DEL SIGLO XVI
a uisitado un mojón que está cerca del dicho lugar de Gaualdón en la dicha partida del poço viejo que pretende ser suya y que sobre ello los que andauan uisitando auían tenido diferencias y hechado mano a las espadas y que la dicha villa de la Motilla como mojón de su propio término lo auía defendido (Declaración de Blas Gómez, vecino de Barchín y natural de Motilla)
Alonso de Córdoba, vecino de La Motilla y escribano
Concejo de la Motilla de 21 febrero de 1588
Martín García y Pedro Lucas, alférez, Pedro Navarro, regidor, y el bachiller Valverde diputado
Probanza de testigos de 6 de abril de 1587
Antón Salvador el viejo, morador de Valhermoso
Hernán García el viejo vecino de El Peral
Blas Gómez, vecino de Barchín
Cristóbal García, vecino de Iniesta
Pedro de Gabaldón, morador de Valhermoso
Bartolomé Moreno el viejo y Julián de Terciaga, vecinos de Quintanar
Jorge Gil y Juan de Ruipérez, vecinos de Alarcón
Pedro Bonilla, vecino de Motilla
....
viernes, 18 de marzo de 2022
Pedro de Villanueva, vecino de Motilla
El abuelo era Pedro de Villanueva, de Vara de Rey, casado con Leonor Peralta; el padre, Antonio de Villanueva, del lugar de Tébar, donde casó.
El abuelo era deudo de Pedro, Diego y Hernando de Montoya (primo hermano) y de Sepúlveda el viejo, hidalgos, Tuvo varios hijos: Antonio de Villanueva, Hernando de Palomares, Luis de Villanueva, Pedro de Villanueva, Andrés de Villanueva, Alonso de Peralta, Leonor de Peralta, Catalina de Hervías, Inés Álvarez.
Antonio Villanueva había casado con María García Alférez. Había que tenido que compartir la herencia paterna con sus hermanos, a los que había compensado con dineros y trigo, Antonio tiene dos hijos: Pedro de Villanueva y Juan de Villanueva,
la familia tenía una heredad en el lugar de Tébar, que labraba con tres pares de mulas, que heredó Antonio. Se conocían bienes a la familia en Vara de Rey y también hacienda y rentas en Tarancón.
Juan de Tébar, labrador pechero de Alarcón y Motilla
Diego de Angulo, labrador e hijodalgo de Vara de Rey,
Alonso de Monreal, labrador y sastre de Vara de Rey
Hernando de Yuso, pechero de Vara de Rey
Gabriel de Gabaldón el viejo, vecino de Vara de Rey, hijo de Hernando de Gabaldón.
Rodrigo de Angulo, vecino de Vara de Rey, hijo de Rodrigo de Angulo el viejo
Ejecutoria de 14 de junio de1581
ACHGR. HIDALGUÍAS, 301/67/14
martes, 15 de febrero de 2022
La Motilla del Palancar, año 1552, según el Manuscrito del Escorial
La villa de la Motilla tiene 462 veçinos y siete clérigos.... 469
Está encabeçada por sus alcavalas en 160000 mrs
Rentas de año 552
- Arrendose el alcavala del viento y portadgos y heredades y lençerías y carniçerías y almonedas todas juntamente en 87250 mrs. con condiçión que de las carniçerías se llevase de diez uno y el portadgo por entero y de todo lo demás la mitad de alcavala.
- Yten pagó un veçino de la villa de Almodóuar 1500 mrs. de alcavala porque goza de la vezindad de la dicha villa
- Montan las dichas rentas 88750 mrs.
- Todo lo demás se repartió por los veçinos de la villa
- Valieron las dichas terçias el dicho año sesenta y nueve dezmeños y dos partes de una res que se vendieron en almoneda a seis reales cada uno que montan... 14144 mrs.
- Ovo de vino que se vendió en 18468 mrs.
- Ovo de trigo 112 fanegas y media y de ruvión 80 fanegas y de candeal ciento e tres fanegas que son por todas 295 fanegas y media
- Ovo de cevada 96 fanegas y media y de çenteno 15 fanegas y de avena 18 fanegas que son todas 129 fanegas y media
- Vendiose de ganado y vino ... 22392 mrs.
- Ovo de trigo 41 fanegas y de ruvión 84 y de candeal 46 fanegas que son todas 171 fanegas
- Ovo de çevada y çenteno y avena.... 144 fanegas
- Ovo este año de ganado lanar y cabrío que se vendió 9 reses a seis reales cada una y que son 12476 mrs. y valió el vino que se vendió 18530 mrs. que es todo 30806 mrs.
- Ovo de trigo y candeal e ruvión... 133 fanegas
- Ovo de çevada y çenteno y avena... 112 fanegas
domingo, 4 de abril de 2021
EL BENEFICIO CURADO DE MOTILLA DEL PALANCAR
El diezmo de los garbanzos de Motilla del Palancar
pertenecía al pie de altar de su iglesia de San Gil y sus clérigos. Al menos
hasta 1528, un año en que se habían cogido más garbanzos que nunca, pues ese
año el tercero Juan de Madrid decidió otorgarlo a algunos beneficiados. Juan de
Madrid, escribano de Cuenca y tercero del obispado, descendiente de familia
conversa, no parecía muy convencido de que las rentas decimales de los
garbanzos se quedaran en Motilla. Es más, la finalidad pretendida para los
garbanzos decimales era el beneficio que en la iglesia de San Gil de Motilla
poseía el cardenal de Perusa*. Gaspar Granero, Juan de Segovia y Martín Sánchez
Moreno servían como clérigos en esa iglesia de San Gil, viendo impotentes como
debían repartir con otros beneficiados que no pisaban la iglesia los once
almudes de los diezmos de Motilla del Palancar, aunque Martín Sánchez Moreno
pronto se apartó del pleito por su condición de capellán al servicio del
beneficio curado del cardenal de Perusa o Perugia. El hombre o factor del
cardenal de Perusa en Motilla era Estaban Saco, conocido como el genovés, que
nunca había sido visto por Motilla y que amenazó por carta con retirar el
beneficio a Martín Sánchez Moreno si se entrometía en el pleito. La carta debió
hacer mella en el clérigo, que venía sirviendo de capellán en ese beneficio
curado desde hacía dieciséis años y que declaraba que el cardenal “no quería
pleyto en su hazienda”.
“que los años pasados los benefiçios que ay en la dicha
yglesia an estado y están en costunbre de preçevir e llevar los garvanços que
se cogen en la dicha villa y en sus términos y que ansí lo an llevado e
rreçebido los años pasados e que agora ay muchedunbre dellos en los veçinos del
dicho lugar los clérigos que sirven los benefiçios en el dicho lugar se an
puesto en que no ge los diezmen ni les paguen las primiçias dellas llegando a
onze almudes”.
Gaspar Granero y sus dos compañeros eran considerados en la
época como “clérigos mercenarios”, que no disfrutaban de renta alguna en la
iglesia de Motilla, sus emolumentos se reducían a los pagos de los servicios
religiosos y a los recibidos de los beneficiados y curas de la dicha iglesia.
Además de Motilla, el cultivo de garbanzos estaba muy
extendido por varios pueblos del arcedianazgo de Alarcón: Castillo de
Garcimuñoz, Honrubia, la Almarcha, Montalbanejo, Zafra, Villalgordo del
Marquesado, El Pedernoso, Belmonte, Osa de la Vega, Tresjuncos o Monreal,
aunque los testigos generalizaban el cultivo prácticamente a todos los pueblos
del suelo de Alarcón. El diezmo cobrado sobre los garbanzos, al igual que el de
las colmenas y el del ganado estante, o que pasara las noches de más de medio
año en las tinadas del lugar de origen (el ganado en “teinas”) y sus productos,
lana y queso iba al llamado pie de altar, es decir, para los capellanes de las
iglesias locales. El cultivo de garbanzos, aparte de necesidad nutritiva, tenía
su razón de ser en la necesidad de dejar en barbecho las tierras de pan llevar
y cubrir esa carencia con la plantación de garbanzos. Sobre la generalización
del cultivo de esa legumbre, más allá de su cultivo secular, Juan Cortijo reconocía
su cultivo desde el año 1500 y, de hecho, el diezmo se cobraba desde la década
de los noventa, tal como aseveraba también Alonso de Córdoba el viejo, vecino
de El Peral, que así lo recordaba desde el momento de su casamiento en 1491.
Alonso de Calatayud, sacristán de El Peral recogía estos garbanzos en 1528 para
dárselos a los clérigos de su iglesia. El cultivo de garbanzos se había
generalizado en la década de los años veinte, tal como reconocía Benito
Cabañero de sesenta y seis años.
La tercia de Motilla del Palancar estaba en una casa
arrendada, propiedad de Juan Salvador. El año 1527 se había recaudado de diezmo
dieciocho celemines de garbanzos, mitad para Alarcón, mitad para el tercero
Juan de Madrid. El año 1528 fue famoso en toda la Mancha conquense por la
copiosidad de la cosecha.
Hasta la década de los veinte, si examinamos villas como
Motilla, El Peral, Villanueva o las aldeas de esta última, existía una
solidaridad de los vecinos de estos pueblos con sus clérigos. Estos clérigos o
capellanes de misa malvivían de sus servicios religiosos en entierros,
bautismos o matrimonios; estas prácticas sacramentales y alguna que otra dádiva
no llegaba para el sustento de estos clérigos, que eran naturales de los
pueblos, hijos segundones de las familias, excluidos de las herencias
familiares, que conformaban una casta de media a una docena en los pueblos. Tal
era el caso de Cristóbal Buendía; las tierras y ganados habían quedado para su
hermano primogénito, él ejercía de clérigo en la iglesia de Quintanar del
Marquesasdo. La solidaridad en los pueblos llevó a reservar para su sustento
una parte del diezmo, aprovechando el “vacío legal” de esta imposición: las
legumbres plantadas en los barbechos de las tierras de pan llevar y los ganados
que dormían en las tinadas de los pueblos y sus alrededores. Miguel García,
vecino de Villanueva de la Jara, reconocía, y defendía como beneficiario, que
aparte del queso y lana de estos ganados, se solían diezmar una cabeza de cada
sesenta en Villanueva de la Jara, mientras que el pie de altar se reducía en
los rebaños inferiores a ciento cincuenta cabezas de ovejas, cabras o ganado
mayor, de las que se otorgaban a estos mal llamados clérigos mercenarios la
mitad y la otra mitad al tercero o arrendador (si la cabaña era de más de 150
cabezas, el clérigo no recibía nada). Vieja herencia de una economía doméstica
que hacía del ganado un complemento y resultado del fracaso de un desarrollo
ganadero, abortado por la interrupción de los pastos locales, por dedicarse
estas tierras a la labranza. Fue ese mismo desarrollo agrario el que se volvió
contra estos clérigos menores. Ya desde 1460, las tierras llecas fueron
consideradas como el obispado, y por su cesión al deán y cabildo, como propias,
o más bien, sobre las que poseía un derecho eminente que les permitía exigir
las partes decimales de sus frutos. Esta pretensión jurídica frente a Alarcón o
el marqués de Villena fue un acicate para la colonización de estas tierras en
una frontera que mal reconocía derechos superiores, pero estos mismos derechos
serían recordados por la iglesia de Cuenca, cuando a su obispado llegaron los
italianos y exigieron las rentas de los beneficios de las iglesias de estas
antiguas aldeas de Alarcón. La rebelión de las iglesias locales contra el
obispado fue generalizada, ya hemos examinado los conflictos de las iglesias de
Quintanar, Tarazona o Casasimarro con el obispado. Iglesias que desde la década
de los veinte empiezan a despuntar y a consolidar su autonomía, ahora se une el
malestar personal de los clérigos, llamados mercenarios en el argot de la
época. Mercenarios de su comunidad pero que se negaban a serlo de extranjeros,
pues querían que sus rentas dependieran de la solidaridad de sus comunidades
locales antes que de la cesión de unos extranjeros que se llevaban la parte
gruesa de las rentas decimales… de ellos y de sus convecinos labradores.
Por supuesto no todos los clérigos eran como Diego de
Guadalajara, clérigo en Casasimarro y luego en la iglesia de Villanueva que se
aferraba a sus garbanzos decimales como a la vida, pero todos estos clérigos
que ejercían de capellanes o tenientes de curas en los pueblos tenían en el pie
de altar unos ingresos seguros para vivir y que Pedro de Montagudo, tercero de
Villanueva en el periodo de 1517 a 1528 nos recordaba:
“enjambres e miel e garbanços e guertas çerradas e
herrenales çerrados y ganados que estén en teyna”.
Con el desarrollo demográfico estos clérigos iban en aumento,
paralelamente al surgimiento de nuevas poblaciones que entraban en las imposiciones
decimales. A la altura de 1528, ya aparecen pagando diezmo, Los Rubielos o La
Puebla, que luego será de San Salvador. Los clérigos de Quintanar del Marquesado
disfrutaban de los dieciséis celemines de garbanzos diezmados, cifra que variaba
según la cosecha, pero que, junto al queso y lana, les valía en tanto daban el
salto a la iglesia de Villanueva. Eran estas comunidades nuevas, como la del
Quintanar, donde los hermanos Mañes labraban sus tierras y complementaban su
hacienda con un poco de ganado que daba para su sustento y para el de los
capellanes de su reciente iglesia, alejados de la matemática decimal e impositiva
foránea. En estas tierras las constituciones sinodiales de las rentas decimales
del pie de altar eran desconocidas e incompresibles: la división de estas
rentas a mitad entre aldea y ciudad eran desconocidas en estos pueblos y la
argucia del cabildo conquense para llevarse la parte de la ciudad primero y la
de la aldea, como beneficio del curato, después, era vista como simple
intromisión y robo de una comunidad solidaria. E incluso el hecho de que los
clérigos solo diezmaran a su favor la mitad de las cabañas estantes de más de
ciento cincuenta cabezas era visto como costumbre ajena a toda constitución y
reparto acorde con la satisfacción de las necesidades de los pocos clérigos
existentes den cada lugar. De hecho, las constituciones sinodales estaban
pensadas para pequeñas aldeas y unas villas con escaso potencial demográfico.
El diezmo era visto como imposición consuetudinaria, pero
también como exacción, que en la mentalidad de los lugareños era desconfianza
hacia donde iba ese fruto. Juan Bonilla disponía de ciento veinte cabezas de
ganado lanar y cabrío; un rebaño modesto, pero una fortuna acrecentada por el
esquileo anual y por las cincuenta y nueve crianzas que le procuraron el año de
1528. El motillano Juan Bonilla llegó a un arreglo con los clérigos de su
pueblo, en lo que era uso, y obviando donde debía pagar el diezmo o el número
de cabezas de su ganado, entrando en pleitos con el dezmero de Cuenca, Juan de
Madrid. El caso de Juan Bonilla no era único, otros había procedido igual que él,
así Juan García, yerno de Pedro Mondéjar, o la viuda de Alonso Leal. A Juan
García, sus setenta cabezas de ganado le procuraron ese año de 1528, veintitrés
crianzas y otras tantas debía tener la viuda de Alonso Leal. Era un conjunto de
ganaderos pequeños y oportunista en una villa que no tenía apenas ganados, que
solían dormir dos terceras partes del año en sus tinadas, y destinado a su
deshuese para el abasto de la villa; abasto, por otra parte, insuficiente en
una villa que se veía obligada a contratar fuera su carne, ya fuera en
Buenache, Iniesta o, más lejos, en El Provencio.
La sentencia de uno de octubre de 1528 a favor del tercero
Juan de Madrid y en contra de los intereses locales motillanos venía a
significar la ruptura de las comunidades locales autosuficientes. Su desarrollo
económico las había puesto en el ojo de mira de intereses foráneos dispuestos a
sustraer en beneficio propio un excedente tan mayor como menos oculto. Los
motillanos no aceptaron de buen grado el pago del diezmo o, mejor dicho, que esa
recaudación fuera controlada fuera del pueblo. Para 1530, sabemos de un vecino llamado
Francisco Leal, que estaba descomulgado por negarse a pagar el diezmo.
Los clérigos de La
Motilla se debían adaptar a las circunstancias y así lo hizo Gaspar Granero. En
octubre de 1529 el cardenal de Perugia había perdido el beneficio curado de
Motilla del Palancar a favor de don Juan de Lerma, que colocó, mandamiento
mediante del obispo Ramírez, como cura beneficiado a Gaspar Granero, convertido
ahora en defensor interesado de los clérigos pobres de la villa como paniaguados
suyos frente a un Juan de Madrid que no renunciaba ni al beneficio curado ni a
su parte de garbanzos y “teynas”, pleiteando en Toledo y llevando después el
pleito, en nombre del cardenal de Perugia, a la corte romana. El conflicto por
el beneficio curado de Motilla se internacionalizaba, ante los ojos impotentes de
los clérigos Gaspar Granero y Juan de Segovia que imploraban la defensa de sus
intereses ante el arzobispo de España Alonso de Fonseca, reconociendo su
pobreza interesada y tener por únicos bienes raíces, caso del segundo, una viña
con sus pocas cepas. Los clérigos motillanos conseguirían sentencia favorable
del provisor de Toledo una vez más, que intentaba a su vez evitar que el pleito
acabara en Roma
La resolución del conflicto en Roma ya la hemos estudiado en
otra parte y sabemos del principal beneficiario, un motillano que andaba por la
corte romana: Francisco de Lucas, en la década de 1530, cura de Motilla del
Palancar y prior de la colegiata de Belmonte.
*Agustín de Spindola que había llegado con otros genoveses
de la mano del cardenal San Jorge. DIAGO HERNANDO, Máximo: “El cardenal de San
Jorge y los hombres de negocios genoveses en Cuenca durante el reinado de los
Reyes Católicos”. el principal beneficiario de los garbanzos era un genovés, el
cardenal de Perusa, Agustín de Spínola, beneficiado de la iglesia de Motilla.
Los genoveses, por ejemplo, Lorenzo Bosco en Villanueva de la Jara, se hacen
con los beneficios de varias iglesias de la provincia de Cuenca tras el
nombramiento del Cardenal San Jorge o Riario como obispo de Cuenca en 1493 y
mantendrán esos beneficios (rentas decimales) en el primer tercio del siglo XVI.
Diego Hernández de Parada,
Ginés de Gumiel
Testigos presentados por Gaspar Granero ante los alcaldes
ordinarios Aparicio Martínez y Martín Gabaldón y ante Juan de Valverde,
teniente de cura de Santa María de Alarcón y Diego de Alarcón, cura de El
Peral.
Gonzalo Tendero
Bachiller Diego Rodríguez, físico
Juan de Torralba
Alonso Cortijo, 70 años
Pascual Cano. 60 años
Pedro Moreno, 55 años
Alonso Cortijo de Nuestra Señora, 44 años
Gil Bermejo, 50 años
Pedro Navarro, 35 años
Martín Moreno, 55 años, hijo de Mateo López
Juan García, 35 años
Elvira Martínez, 55 años
Mateo López, 35 años
Fabián de la Parrilla, 38 años
Juan López de Almodóvar, 50 años, morador de Gabaldón
Teresa Martínez, mujer de Gil Navarro, 60 años
Juan Temprado, 60 años
Probanza de 1529, a cargo del vicario de Toledo
Juan Garrido, morador en Madrigueras, 48 años
Gaspar García, cuarenta años, teniente de cura en Villanueva
de la Jara
Pascual García, setenta y cinco años, vecino de Villanueva
de la Jara
Pedro Monteagudo, 40 años, vecino de Villanueva de la Jara
Diego de Guadalajara, 45 años, clérigo y tercero en
Casasimarro.
Benito Cabañero, sesenta y seis años, tercero de El Peral.
Diego de Alarcón. Cuarenta años, clérigo y teniente de cura
en El Peral.
Juan Rico, más de sesenta años, vecino de El Peral.
Gil Bermejo, vecino de La Motilla, cincuenta años
Blasco García, vecino de La Motilla, 55 años.
Francisco Carrasco, 30 años, vecino de La Motilla
Pedro Moreno, 60 años, vecino de La Motilla
Pedro Martínez, vecino de Alarcón, 45 años. Dispone de un
ganado de menos de sesenta cabezas en Peñaquebrada
Martín Sánchez Moreno, 40 años, clérigo de La Motilla
Hernán García, apoderado de Juan Madrid como tercero de La
Motilla, 25 años
Mateo López, 36 años
Martín Gabaldón, morador de Valhermoso, 55 años
Álvaro de Hontecillas, 69 años, morador de Valhermoso
Otros testigos en probanzas de 1528
El Peral
Martín González, clérigo de El Peral y tercero en La Puebla
Alonso de Córdoba, el viejo, vecino de El Peral, 60 años.
Mar García, mujer de Alonso Mateo, sesenta años
Alonso de Calatayud, 30 años
Juan Simarro, 50 años
Villanueva
Martín Gómez, 48 años, clérigo
Miguel García, 50 años, clérigo
Ferrán Mañes, 52 años, tercero
Cristóbal de Buendía, 50 años
Diego de Guadalajara, 50,años clérigo de Casasimarro
Alarcón
Melián Trejuncos, clérigo de Valhermoso, 27 años
Andrés López, clérigo de Alarcón, 30 años
Pedro Luis, el viejo, 60 años
Cristóbal de la Fuente, 44 años
Juan de Oros, 50 años, morador del Olmedilla
Pascual Rentero, morador en Gascas, 47 años
Juan de Blasco, 58 años, morador del Olmedilla
Antón Navarro, 45 años, morador del Olmedilla
Constituciones sinodales sobre el ganado de Teynas
“establesco e mando que ganado de teyna sea dicho fasta
sesenta cabeças de ovejas e cabras e que cada noche vengan a dormir a casa e
que dende arriba huere el diezmo destas tales vaya a la terzia e si huere vezino
de la çibdad e toviere el tal veçino çiento e çinquenta cabeças e viniere a
dormir cada noche a casa partase por medio la meytad a la parrochia de la
çibdad o villa donde el tal vezino fuere vezino e la otra meytad a la parrochia
del aldea donde viviere e sy el tal ganado del vezino en el dicho número no
vinieren a dormir a casa cada noche parte según las otras vezindades de las çibdades
e villas e logares e como se suelen rrepartir las tres partes a la parrochia
del tal vesino e la quarta parte a la parrochia del aldea no viniendo a dormir
a casa de noche según dicho es no enbargante qualquier costunbre que en
contrario sea”
“estableçemos que ganado de teyna sea dicho fasta sesenta
cabeças de ovejas e de cabras que la noche viniere a estar en casa o açerca de
la aldea e dende ayuso el diezmo destas dichas sesenta cabeças que se diezme en
la aldea e desde sesenta cabeças arriba hasta çiento e çinquenta sy huere vezino
el señor dello de la çibdad o villa que se parta por medio a la parrochia de la
dicha çibdad o villa e a la parrochia del aldea”
Juan de Madrid con Gaspar Granero y Juan de Segovia vecinos de Motilla de Cuenca sobre cumplimiento de un testamento. Cuenca
Archivo Histórico Nacional, CONSEJOS,28210,Exp.14
sábado, 27 de marzo de 2021
De un estudiante motillano en Alcalá de Henares
Bernabé González había estudiado gramática en su tierra de origen Motilla del Palancar,; ahora, en 1620, ya llevaba andados dos cursos de artes en la Universidad de Alcalá de Henares. Pero estudiar en Alcalá suponía un sobrecoste para sus padres, Lorencio González e Isabel Resa, que se vieron obligados a cederle un solar cercado con doce pies de olivos y 443 reales de una deuda de Alonso de Perea, 125 reales de otra deuda de Antón López y otros 98 reales de Isabel Gómez y a vender unas propiedades en Santa María del Campo. Poco tenía que ver esta sociedad motillana con la de comienzos de siglo: si en la primera mitad, se levantaban haciendas y patrimonios; desde la segunda mitad, tras la crisis de los años cuarenta, deudas y préstamos a censo provocaban la ruina de esos mismos patrimonios.
Alejada de la tierra, la sociedad motillana procuraba formar
a sus hijos en el oficio público. Bernabé González estudiaba artes y lógica en
la Universidad de Alcalá en los años 1618 y 1619; junto a él otros motillanos
llamados Juan Toledo y Juan García y sus estudios dependían de un cercado de
olivos legado por un tío cura, más preocupado de gozar unas rentas en vida que
de levantar una hacienda agraria.
Destaca la mezcolanza del paisaje agrario y urbano en
Motilla del Palancar. El cercado de olivos estaba integrado en el casco urbano,
lindaba con una calle pública, con unas casas de Benito Martínez Tendero y un
cebadal de Alonso Martínez Parreño. El cultivo de olivares se había extendido
desde mediados de siglo XVI, sustituyendo en el uso culinario a la manteca, pretendiéndose
con su cultivo acabar con la dependencia del aceite procedente de Andalucía y
cuyo comercio se controlaba desde Hellín.
Las disputas por las herencias estaban a la orden del día.
Bernabé González había entrado en pleitos por la herencia de su tío materno, el
clérigo Pedro de Resa, con su tío político llamado Alonso Martínez Parreño, cuñado
de Lorencio, que había compartido con el padre de Bernabé la herencia del clérigo,
correspondiéndole la mitad de las piedras del cercado. El cercado fue dividido
a partes iguales entre los cuñados, pero Alonso quitó las piedras de la cerca
sin contar con la otra parte para ampliar su cebadal: el valor de la piedra
quitada se cuantificaba en doscientos reales. El hecho no solo muestra la falta
de piedra para la edificación en Motilla, sino la desigual apuesta de los cuñados.
Si Lorencio había apostado por los olivos y la propiedad cercada, su cuñado
Alonso lo había hecho por un cebadal, pero su decisión no afectaba solo a sus
intereses, pues al dejar abierto el campo, el olivar no tenía futuro, objeto de
la codicia ajena y de la intromisión de los ganados. Es algo parecido a lo que
ocurrió en San Clemente, donde se decidió a mediados del quinientos plantar un
pie de olivo por cada cuatro viñas. Más allá de la proclividad del suelo para
este cultivo, una vez acabada la vendimia los ganados no respetaban olivos
plantados en medio de los majuelos, desprotegidos de ordenanza alguna, y en
unos años acabaron con este experimento oleícola en la Mancha conquense.
domingo, 3 de noviembre de 2019
Motilla del Palancar y la peste de 1492
que en el año pasado de noventa e dos por nos seruir e acreçentar nuestras rrentas él fiso çierta puja en las rrentas de las alcaualas e terçias de la dicha villa de la Motylla con çiertas condiçiones en lo qual dis que él nos fesería mucho seruiçio pues la dicha villa no estaba sana e avya en ella grand pestilençia (1)No sabemos el alcance de la peste en Motilla y la comarca, aunque sí que se produjo después de las contribuciones monetarias y de peones en años anteriores para la guerra de Granada, ahora recién finalizada. La situación de la villa debía ser calamitosa; prueba de ello, es que Pascual Parra no pudo pagar el último tercio de las rentas reales de ese año y vio embargadas doscientas fanegas de trigo, setenta de centeno y escanda y ciento veinte arrobas de vino para hacer frente a los pagos.
Ahora bien, la peste de Motilla coincide en el tiempo con el auge de Gabaldón, que en 1496 denunciará haber sido sometida contra su voluntad a la villa de Motilla como aldea. Gabaldón, de forma engañosa, decía tener jurisdicción civil y criminal propia; la verdad era que el licenciado Molina no se pronunció en ese sentido, agregando el término de Gabaldón al de Motilla en 1481, aunque con un amojonamiento diferenciado que reconocía a Gabaldón lo que en el pasado era término definido y que pervivirá durante más de doscientos años como distrito diferenciado de rentas reales.
Y es que antes de 1480, Gabaldón reconocía ser población de ochenta vecinos, cerca de cuatrocientas almas, que por la guerra del Marquesado había visto reducida su población a cinco o seis vecinos, entiéndase casas pobladas. Sorprendentemente, en los primeros años de la década de los noventa se reconoce ante el Consejo Real que la población de Gabaldón se estaba multiplicando año tras año. Curiosamente, esos años la Contaduría Mayor de Hacienda se hace eco de los fraudes fiscales de aquellos vecinos que juegan con la doble vecindad de ambos pueblos para no pagar las rentas reales.
(1) Archivo General de Simancas, RGS, LEG, 149312, 184 A los alcaldes de Iniesta y La Montilla en el marquesado de Villena, que no prendan ni apresen a Pero Parra, ni a sus fiadores, por el arriendo de las rentas de La Montilla mientras se averiguan sus cuentas.
sábado, 21 de septiembre de 2019
La concordia de 1506 entre El Peral y Motilla del Palancar
El Riato o Valdemembra a su paso por El Peral |
Calle hita, tomando todas las casas della, una detrás de otra. Vale calle fixa, sin hacer quiebra, ni faltar de una en otra, dexando intermedias. Y assí llaman cohitas de casas, al barrio de casas pegadas unas con otras à cohaerendo(1).
porque este testigo syendo rregidor ha seydo en defender qualquier veçino que fuese deste dicha villa sy tenía abono de quatro mill mrs. arriba aunque no tubiese muger en la dicha villa e que cree lo mismo es en cada villa del suelo de Alarcón
Se apelaba al Fuero de Alarcón para este nuevo criterio de vecindad, pero el fuero de Alarcón poco decía de esto, el nuevo criterio diferenciador de cuantía de bienes debía más a ese otro concepto de postero, asimilado a la necesidad de poseer una determinada hacienda para gozar de los cargos concejiles y ya estaba muy extendido desde el bajomedievo en aquellas poblaciones, tales Castillo de Garcimuñoz o Belmonte, regidas por el fuero de Sevilla, que no era otro que el Fuero Real, en su versión toledana, concedido a las ciudades andaluzas o a Murcia.
que los veçinos de las dichas villas del común puedan paçer las yervas e bever las aguas en todo el término de la dicha villa de Alarcón, que si algún veçino se viniere de fuera del suelo a bever a las villas del dicho común de Alarcón e no fuese casado que aunque se aveçindase en qualquier villa no puede comer su término mientras no se casase no toviese casa poblada sy no se ygualase en la dicha villa i se avezindase lo podrían quitar y ansymismo lo hazen y acostunbran haçer a qualquier veçino que de fuera del dicho suelo se viniere a vivir a las dichas villas tiniendo en otra parte su casa poblada muger y hijos sy no la truxiesen primero o juntamente o dende a poco y que todas las demás vezindades son tenidas por fingidas e que no valen para más de quanto toca al término de la tal villa que lo rreçibe
Los peraleños también volvían a la letra del fuero de Alarcón para defender la toma del quinto de los ganados extraños al suelo de Alarcón. Para abonar sus tesis los caballeros de sierra de El Peral pidieron el testimonio de los viejos caballeros de sierra de Alarcón, como Ortega Sevilla, Ávaro de Villanueva y Diego el Rubio, de más de sesenta años de antigüedad y del escribano García Zapata, de cuarenta y cinco años y caballero de sierra también en su juventud. Recordaban la vieja jurisdicción del suelo común diferenciado del otros suelos como los de Cuenca (del que formaba parte Iniesta), Huete, Alcaraz o Chinchilla y el derecho de sus caballeros a quintar los ganados foráneos que entraran en su suelo, el libre aprovechamiento de los pastos del suelo de Alarcón por sus antiguas aldeas, salvo la redonda que Alarcón había perimetrado alrededor de la villa, que era de uso exclusivo de aquellos que vivían muros adentro de la fortaleza, por honra y favor, se afirmaba, o la prohibición de cortar pinos donceles, carrascas o robles. Pero también recordaban los caballeros de sierra cómo prendaban a los advenedizos llegados a las villas y que intentaban pastar con sus ganados en el suelo común; se citaba un tal Zomeño, al respecto, recién llegado a Villanueva de la Jara.
Los ganados de los abastecedores solían pastar allí donde se encontraban los términos de El Peral, Motilla e Iniesta, en la llamada hoya de la Peraleja; un paraje donde dominaba la carrasca. De hecho, los guardas de El Peral tenían más fama de tomar prendas por sacudir la bellota que por quintar ganados. En esa confluencia de los mojones de Iniesta, El Peral y Motilla del Palancar se sucedían las tomas de ganados a uno y otro lado; vieron embargados sus ganados Diego Clemente, vecino de El Peral, los iniestenses Pedro Clemente, Andrés Espinosa y Juan Garrido de Bernal Sánchez o un pastor de Campillo de Altobuey, llamado Casares, al servicio del jareño Miguel Ruipérez. Los más activos en estos embargos eran los peraleños, por las declaraciones de los testigos hemos de verlos como corsarios prestos a raptar los ganados cercanos a sus mojones; al fin y al cabo el pastoreo no sabía de fronteras. En torno a la cañada La Calera se daba una trashumancia local, aprovechando una tierra inculta y de carrasca, que desde el Talayón, en el norte, e internándose en el término de Castillejo, aldea de Iniesta, bajaba hasta la también aldea iniestense de Ledaña en el sur. Estos pastos respondían a una tradición secular de pastoreo común entre las adeas iniestenses, el Campillo de Altobuey, que ahora empieza a resurgir como pueblo, y las nuevas villas de realengo de Motilla, El Peral y Villanueva de la Jara. A esta confluencia hay que añadir la tierra de nadie y de todos que constituía la llamada Ensancha de Alarcón, entre Iniesta y las aldeas jareñas del sur. Será un vecino de Alarcón, Juan García del Peral, un pastor de treinta años nacido en El Peral, quien nos describa este paraje
se acuerda e bibiendo este testigo en la villa del Peral que el ganado del carniçero que dicho a (un ganadero del Campillo) andava en los términos de la villa del Peral donde dizen el camino del Castillejo donde llega la cañada a la Calera y en el Lavajo NuevoEn esta zona fronteriza se libraba otra guerra; las concordias de El Peral con Motilla y Villanueva de la Jara habían sido pensadas por sociedades de ganaderos, habituados a las espacio abiertos, pero respondían ya a la necesidad de tierras de los labradores que labraban y rozaban nuevos campos. Es como si en las disputas en los pueblos se apostara por unas guerras de baja intensidad, en el convencimiento que luchas fratricidas como las de El Peral y Villanueva de la Jara, al acabar la guerra del Marquesado, únicamente conducían a violencias entre comunidades, aparentemente enfrentadas, pero unidas por lazos de sangre. Solamente hay que echar un vistazo a los apellidos que nos aparecen a lo largo de los expedientes de la época para comprender dos cosas: la movilidad continua y cambio de residencia entre los pueblos comarcanos y las alianzas de sangre entre las familias. Es la necesidad de entendimiento entre parientes y vecinos lo que da lugar al nacimiento de las concordias.
Los vecinos de El Peral llegaron a concordias tanto con sus vecinos de Motilla del Palancar como con los de Villanueva de la Jara. Además de la proximidad y vecindad de sus términos, una razón de mayor peso era la angostura del término de El Peral. En torno a la ribera del Valdemembra surgieron hazas de pan llevar, cuya propiedad no siempre coincidía con la vecindad de sus propietarios, mientras los ganados recorrían los términos de las tres villas sin respetar los mojones. A los viejos usos comunes se sumaba la decisión del licenciado Molina de dejar abierto por el norte y sur los términos de El Peral y abogar por mantener los aprovechamientos comunes con sus dos vecinos colindantes. El Peral, por razones geográficas de ubicación, no recibió aldea dependiente alguna. La estrechez de sus términos pronto provocó enconados conflictos con sus vecinos de Villanueva de la Jara por los intentos de esta villa de llevar sus mojones hasta las mismas puertas de El Peral. Como ya hemos tratado en otro lugar, los enfrentamientos más serios ocurrieron en 1484 y causaron la muerte de Juan López Berdejo, vecino de El Peral (2). Se hizo necesario la actuación de jueces árbitros que sentenciaron concordias para evitar los conflictos. Si bien desconocemos los acuerdos entre los dos vecinos del sur, sí que nos ha llegado la concordia de 29 de diciembre de 1506 entre Motilla del Palancar y El Peral.
La concordia entre Motilla del Palancar y El Peral llegó en 1506, después de unos años de disputas en los que motillanos y peraleños se echaban los ganados de un término a otro para que los prendasen a sabiendas. El documento de 1506 nos muestra la necesidad de regular la situación general de unos vecinos que tenían sus tierras en uno u otro término municipal y la necesidad de que pecharan únicamente en el lugar donde habían asentado la vecindad,
quier sean bienes muebles o rrayzes o semobientes por ningunos pechos rreales o conçejales ni por otra manera alguna saluo que pechen donde bibieren e fueren veçinos e fizieren la vezindad la mayor parte del año teniendo su casa e muger e casa poblada por todo el dicho tienpo.Los acuerdos recogían el respeto a los espacios cerrados de ambas villas: la llamada redonda o cerro de la Motilla y la redonda de El Peral. No obstante, se mantenían ciertos aprovechamientos comunes como el pacer de los ganados, el recoger esparto o grana, si la hubiere, y el cortar leña para bardales o corrales o hacer fuego. El resto de los términos y monte era de aprovechamiento común para los vecinos de ambas villas, aunque en el beber de las aguas se reconocía el señorío que cada villa tenía sobre aquellas aguas hechas por mano. Por último se buscaba un arreglo pacífico entre las partes a las viejas disputas, devolviendo prendas, poniendo fin a los pleitos y sobre, todo, con el compromiso de devolución de las tierras tomadas por una u otra parte.
Las concordias unas veces se respetaban y otras se aplicaban torticeramente para justificar el quintar de los ganados, mientras los coetáneos asistían a un trasiego de nuevas vecindades fingidas en las villas. El fin de la guerra del Marquesado había traído nuevas fronteras y mojones; su fijación contrastaba con una sociedad en movimiento constante. Las solidaridades familiares permitían este flujo de movimientos migratorios; de hecho, el procurador de Motilla del Palancar veía como algo natural que los hombres tuvieran varias vecindades, sin necesidad de tener que llevar a sus mujeres e hijos consigo. Claro que hablaba interesadamente, pues García Risueño había sido aceptado como vecino de Motilla el 17 de julio de 1524 y su compañero Alonso Garrido el 27 de agosto; aunque el procurador de El Peral retrasaba la vecindad de ambos hasta el 27 de septiembre, acusando al escribano motillano Ginés Navarro de falso testimonio. ¿El precio de la vecindad? Treinta y tres maravedíes de un tercio del servicio ordinario y de otro tercio del salario del salario del gobernador y sesenta de los atajos de alcabalas, a cambio de disfrutar de los pastos del suelo de Alarcón. En cualquier caso, Alonso Garrido y García Risueño no eran unos vecinos cualesquiera, pues cada uno disponía de un capital de ciento seis mil maravedíes. La suya era una vecindad fingida; de hecho, al comienzo el único que tenía casa desde San Juan de 1524 era García Risueño, ocupada por una sirvienta. Únicamente la controversia del pleito les llevo, tanto a el como su compañero Alonso Garrido, a avecindarse en septiembre y traer de Iniesta a sus mujeres e hijos al inicio del año 1525. No obstante, lo más común eran los cambios de vecindad llevados de la necesidad, y no de las oportunidades de negocio; en las probanzas de testigos se ve a esos jóvenes que cambian su morada de pueblo en pueblo, sin importarles el suelo de la tierra que pisan, en busca de un jornal como pastores al servicio de los dueños de ganado. Serán estos jóvenes los que marquen el futuro de esta tierra, cuando muten su oficio de pastores en ese otro de pequeños agricultores. Son jóvenes cuyos nombres se nos han conservado; tales son Pedro Rubio, de Buenache de Alarcón y pastor de los Per Andrés de Valera, Martín de las Heras, llegado de tierra de Cuenca y pastor de Juan de Parra, o Juan de Segovia, de Requena y pastor de Gil de Alta.
Y es que las aparentes rencillas de las dos villas tenían un veste comarcal. En principio, El Peral no solía contar con caballeros de sierra, pues necesitaba más aprovecharse de los pastos ajenos, que guardar los propios, casi inexistentes. De hecho, el cometido de Martín Castillejo y Álvaro de Belena no iba más allá de evitar la recogida de bellota, que se desvedaba para San Lucas. La guarda de la bellota fue arrendada el once de septiembre por el concejo peraleño en dos ducados y solo posteriormente su oficio fue ampliado al de caballeros de sierra con facultades para prendar ganados, cosa que hicieron el 27 de septiembre.
El prendimiento de ganados era hecho grave por su coste para los embargados y por la repercusión de la medida. Martín Castillejo llevaría hasta la villa de El Peral doscientas ochenta y nueve cabezas de ganado cabrío y ciento ochenta lanar, que fueron metidas en un corral; luego fueron nombrados dos quintadores: Alonso de Córdoba y Alonso Navarro, que, tras separar el ganado, por género y raza, tomaron de cada cinco cabezas una. La sentencia de los alcades de El Peral de 30 de diciembre confirmaba el embargo. Motilla del Palancar apelaría ante la Chancillería de Granada, que ordenó una nueva probanza en abril de 1525.
El quintar ganado era una medida que se tomaba con los ganados extraños al suelo de Alarcón, pero las villas y lugares de este suelo habían incorporado también a sus ordenanzas, y como norma común, que los ganados de los moradores de la Tierra de Alarcón, que entraran en los pastos vedados o acotados de ese suelo, serían penados con el prendimiento de cinco reses por rebaño, o diez si era de noche, tal le ocurrió a Juan Sánchez de Pozoseco. Cuando existían concordias, se entendía por términos acotados los espacios vedados por las villas para su uso exclusivo o las viñas y campos de cultivo; en la terminología de la época se decía pan, vino, dehesa e rredonda. En el caso de las tierras de pan llevar o las viñas, se solía levantar la veda en los rastrojos por decisión del concejo para que entrara el ganado, una vez que los pobres había recogido las espigas y los granos sueltos que habían quedado en los campos segados o los racimos de uva abandonados en las cepas. Cuando no existían concordias entre las villas, los mojones de los términos de los pueblos actuaban como límites de las prohibiciones; quienes los franqueaban eran embargados en sus ganados con las penas citadas, caso del motillano Antón Navarro al entrar en los términos de Villanueva de la Jara.
Aunque el quintar ganados, en la tradición foral de Alarcón, estaba deviniendo en costumbre rara; es más, García de Cañavate, un anciano de noventa años y cuya vida había transcurrido en los tres últimos tercios del siglo XV, manifestaba que al acabar la guerra del Marquesado, se había convertido en norma embargar cinco reses de los ganados transgresores, independientemente que su origen estuviera en el suelo de Alarcón o en el suelo de Cuenca. Sus palabras venían corroboradas por Pedro López de Tébar, otro principal de Villanueva de la Jara, que recordaba cómo el licenciado Balbas había sentenciado fijar en esa cantidad de cinco reses por rebaño los embargos; las sentencia involucraba, además de a Alarcón y Villanueva de la Jara a otras villas, y en virtud de ella se redactaron nuevas ordenanzas
porque en los capítulos que esta villa tyene entre esta villa (de Villanueva de la Jara) y la villa de Alarcón está sytuado en las ordenanzas que esta villa fizo juntamente con el liçençiado Balbas a quien fue cometydo que no puediese levar más de çinco rreses en cada rrabaño que tomasen en los términos desta viña e que cree este testigo que lo mismo es en la villa del Peral e Barchín e la Motilla porque cree que todo fue un pleito e una sentençia porque ha quarenta años poco menos que pasó el dicho pleito e questo sabe porque ha visto los dichos capytulos que tiene en su poderLa norma de las cinco reses por rebaño se estaba convirtiendo en ley, dejando en el olvido el derecho de quinto. La imposición de la nueva norma databa desde los mismos momentos de la sentencia y no respetaba suelos. Alonso de Aparicio veía aplicar tal norma a sus ganados en los Talayones, suelo de Cuenca, como sufría similar embargo por los motillanos Juan Sánchez de Pozoseco, vecino de la Jara.
No siempre se habían embargado los ganados, pues aparte de concordias, los rebaños circulaban libremente sin diferenciar mojones allí donde confluían los mojones de Motilla, El Peral, Iniesta y El Campillo. Martín de las Heras, un pastor que guiaba los ganados del iniestense Juan de la Parra, reconocía deambular con sus ovejas de un lado para otro hacia 1515 y comer los rastrojos de los trigales peraleños. Era la añoranza de los viejos tiempos de un pastor cuyo sueldo era de 500 maravedíes al mes, ni siquiera medio real al día. La tradición de pastar sin fronteras venía de antaño. Al acabar la guerra del Marquesado, Motilla era una villa sin ganados que necesitaba de forasteros para abastecer sus carnicerías y de carne a su población. En las dos últimas décadas del siglo XV, Motilla no iría más allá de un centenar de casas, cifra muy alejada de los doscientos setenta vecinos que tendría hacia 1525, cuando los ganados de Garrido y Risueño disponían de más de cuatrocientas cabezas de ganado para alimentar a la población. Cuarenta años antes los cabezas precisas para alimentar a los motillanos serían mucho menores; sin embargo, eran rebaños con una movilidad mayor que no conocían de líneas separadoras, tal como muestra la mera enumeración de los carniceros que abastecían la villa de Motilla: García Sánchez de El Provencio, Sancho del Quintanar, vecino de Castillo de Garcimuñoz, Juan Tintorero, vecino del Castillo, Juan de Milla, Pedro Andrés, vecino de Valera, o Cañavate, vecino de Villanueva de la Jara y Fernando de Cuenca, vecino de esta ciudad. Así hasta llegar al iniestense Juan de Parra, que parece cerrar la edad dorada de esta trashumancia local, coincidiendo con la revolución agraria de la segunda década del siglo XVI y cuyo resultado es una disminución de los pastos.
Sentencia de la Chancillería de Granada de 16 de septiembre de 1526, favorable a la villa de Motilla y revocando la dada por los alcaldes de El Peral en 1524 (AChGr, Pleitos, 2805-18) |
(2) https://historiadelcorregimientodesanclemente.blogspot.com/2018/09/la-guerra-fronteriza-de-1484-entre-el.html
FUENTE:ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 2805, PIEZA 18. Motilla del Palancar contra El Peral, por embargo de ganados. 1524-1530
Juan Ramos de Alcalá, vecino de Iniesta, 66 años