El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)
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martes, 21 de enero de 2025

Villarrobledo (1617-1618)

 El año 1617 vino con la noticia de que la villa debía pagar los diez mil ducados, a añadir a los primeros 12000, para confirmar en sobrecarta el privilegio de exención jurisdiccional y primera instancia del corregimiento de San Clemente. Para Villarrobledo eso fue una derrota, de hecho se emplea la palabra condena. La villa tuvo que hacer frente a un nuevo pago; en concejo abierto de 26 de mayo de 1617 se decidió tomar a censo los ocho mil quinientos ducados que faltaban para el pago de los diez mil y redondear a nueve mil ducados, pues el coste de obtener la sobrecarta de confirmación del privilegio suponía otros quinientos. acabado el pleito, Diego Muñoz de la Calera vuelve a Villarrobledo para ser elegido uno de los dos alcaldes el año 1617. Su presencia se notará en las cortapisas que pondrá al corregidor de San Clemente para evitar que entienda en materia de propios, pósito y montes. La confirmación de la primera instancia y el hacer frente al nuevo préstamo del conde de Cañete supuso para los villarrobletanos que se establecieran nuevas sisas sobre los cuatro productos que ya estaban gravados para el pago de millones: vino, vinagre, carne y pescado. El trigo vendido a los vecinos para panadear alcanzaba casi los veinticinco reales la fanega.

De nuevo en junio de 1617 se habla de que se han apedreado las cosechas de labradores de la villa, por lo que se hace preciso comprar mil fanegas para el pósito y, otra vez, se pide trigo al arzobispo de Toledo. A comienzos de julio se reconoce que la cosecha va a ser poca. El veinte de julio se es más explícito: atento que en la villa los frutos deste presente años an sido mui estériles que está a punto de despoblarse. Se decidirá registrar el grano de la rentas decimales para hacer uso de ellas: era la primera vez que, obviando al obispo de Toledo, la villa acude a los granos de las rentas decimales del las parroquias de San Blas, Madre de Dios, San Francisco y San Sebastián. La iglesia de Toledo rechazará la fianza que el concejo villarrobletano dé por estos granos. 

En noviembre de 1617, la villa debe dar alojamiento a tres compañías de soldados de paso por la villa, para evitar alboroto, algunos de ellos serán encarcelados durante su estancia. A final de mes, el día 26, la villa protesta, pues otra compañía de 250 infantes  al mando del capitán Pedro Motezuma hace presencia en la villa. Esta vez, se decide darle 250 reales para que marchen cuanto antes y abandonen la villa. Mientras la villa sigue con sus problemas para pagar las alcabalas del conde de Barajas. El conde Diego Zapata había comprado en 1611 las alcabalas y tercias de Villarrobledo por quince millones y medio de maravedíes pero mal que recibía los 800000 maravedíes anuales que debía pagar Villarrobledo. Ahora, en 1618 y después de los años de esterilidad de 1616 y 1617, la villa es incapaz de pagar al conde de Barajas. Los diferentes ramos de la alcabala se habían arrendado a recaudadores que habían entrado en quiebra por el cese de los tratos comerciales. La solución dejar el pósito más flaco, sacando doce mil reales de su caudal para pagar al conde de Barajas. Mil quinientos reales, sacados de los propios, para pagar los réditos del censo de Pablo de la Peña y evitar los costes del ejecutor enviado para el cobro. Para que nos hagamos, una idea el ejecutor del conde de Barajas y el ejecutor de don Pablo Peña costaron a la villa 36000 mrs., o sea, más de 1000 reales equivalentes a cerca de 100 ducados.

El año 1618 empezó con la rutina de otros años: la necesidad de tomar a censo del marqués de Cañete un nuevo préstamo. 8500 ducados,  y la necesidad de ordenar sus pósitos, tanto el de la villa como ese otro de pobres, que había sido fundado por Francisco Pacheco y cuya administración había llevado mucho tiempo el cura licenciado Sanvicente, que ahora abandonaba la villa. Al mismo tiempo se intentaba ordenar la venta de pan, restringida a los panaderos de la villa y limitada a 97 libras de pan por cada fanega de trigo entregada, a ocho maravedíes la libra. En el pósito de la villa, en ese momento había setecientas fanegas de trigo, pero el problema era que bastante de ese trigo era viejo, de cuatro o cinco años, guardado en el alhorí por miedo a quedarse sin existencias en época de necesidad.

El 22 de febrero de 1618, Villarrobledo ve el paso de una compañía de soldados, doscientos infantes al mando del capitán Pedro de Santamaría:

y esta villa sirviendo a su majestad para el avío de la dicha compañía quatro carros con los pares de mulas y los bagaxes que el dicho capitán e sus oficiales pidieron con que salieron acomodados par hacer la dicha jornada y abiendo salido desta villa por el camino el dicho capitán e soldados de la aldea de Pedro Gómez Ortiz un par de mulas de labor con su carro y de la aldea de Diego la Parra Gutiérrez otra mula de labor que tenía y las llevaron maltratándolas a la villa de Barrax y en otras aldeas del dicho camino rompieron algunas puertas y se llevaron aves y se hicieron otros malos tratamientos y desde la ducha villa de Barrax hicieron pasar en adelante a algunas de las mulas con sus carros y otras encerró y los bagaxes que llevaban y el dicho capitán públicamente decía que haría mal de no llevarlas hasta Cartagena

Es la segunda compañía de la cuatro que ha de soportar Villarrobledo ese mes de febrero, previamente había llegado una compañía de Martín de Porras y, tras la compañía de Pedro de Santamaría, llegarán las del capitán Valdivia y la del capitán TomCarlos. No debía haber mucha voluntariedad en los reclutamientos de esa época, pues los soldados venían presos y llegados a Villarrobledo, fueron encerrados en las carnicerías de la villa. A finales de junio, la que se moviliza es la milicia de cien soldados que tiene la villa al mando del capitán Muñoz de la Calera, que ha de personarse con los soldados en el puerto de Cartagena.

La cosecha de 1618 fue de nuevo mala, a la consabida esterilidad de los tiempos, se unió la aparición de la langosta ese año. El panorama de la villa en un concejo de 13 de agosto de ese año era desolador, la villa había perdido mil vecinos, cifra exagerada, pero síntoma de la desgracia vivida: esta villa está perdida e alcanzada mediante la esterilidad de los años y faltar el pan que en ella avía a cuia causa se an ido della más de mill vecinos, que su magestad le haga merced de bajar el repartimiento que a esta villa se la hicieron para la paga de los millones con que el reino sirve a su magestad por estar por las dichas causas muy cargada

A pesar de su independencia jurisdiccional, Villarrobledo tampoco se libraba de la intervención del corregidor que a la altura del mes de septiembre intervenía en los asuntos internos de la villa, como eran los repartimientos entre vecinos para pagar los censos tomados por la jurisdicción. La presión también venía de Alcaraz, de esta ciudad dependía fiscalmente todavía en las llamadas rentas del Reino, entre las que destacaba el servicio de millones: a Villarrobledo se le pedían cuentas de los años 1612 a 1618 por los diputados de millones de Alcaraz.

Para entender la situación financiera, caótica y ruinosa, de la hacienda municipal villarrobletana basta ver las decisiones de 26 de noviembre de 1618. En 1616, se había decidido sacar del caudal del pósito diez mil reales para pago de las alcabalas del conde de Barajas, cantidad que se había de restituir con la cosecha de ese año, pero, como ya sabemos, el año fue estéril y la cosecha apedreada. Para noviembre de 1618 todavía se le debían al pósito 896 reales y se debían sacar del pósito otros doce mil reales para pago del dicho conde. Para reponer el caudal del dicho pósito se ordenó entregar a su mayordomo 1074 fanegas y 8 celemines, a 12 reales la fanega. El trigo se había de pagar de aquel que tenían en poder los diversos recaudadores de rentas, pero evidentemente a costa de no pagar las tercias y alcabalas de ese año al conde de Barajas y garantizar de ese modo la siembra de los labradores. Si bien, las prisas por arreglar las cuentas del pósito venían por la pronta llegada del corregidor de San  Clemente Félix Vallejo Pantoja a tomar residencia a los oficiales del concejo villarrobletano. No había la misma voluntad por arreglar las cuentas del capitán Diego Muñoz de la Calera, cuyos gastos como procurador y como capitán de la milicia eran motivo de litigio en la Chancillería de Granada.

Villarrobledo tenía cierta confusión administrativa, heredada de su pasado. Fiscalmente, dependía de Alcaraz, pero tras la venta de la rentas reales, respondía ante el conde de Barajas, si bien en lo tocante a las rentas del Reino (servicios ordinario y extraordinario y millones) la cabeza de rentas seguía siendo Alcaraz; eclesiásticamente, dependía de Toledo, a quien pagaba la rentas decimales; políticamente, dependía del corregimiento de San Clemente, cuyo corregidor veía limitada su actuación a las apelaciones y a residencias y comisiones de no más de diez días, pero cuyo papel se verá reforzado en el futuro por las exigencias militares de la corona. Por último, la villa era dueña y señora para administrar su gobierno local y dueña de la jurisdicción de la primera instancia civil y criminal, pero las reuniones de sus ayuntamientos eran un continuo despacho de libranzas para pago de salarios a oficios menores, ejecutores, procuradores o censatarios, cuando no a las compañías de soldados que se veía obligada a alojar.




30 de diciembre de 1617, Juan Muñoz de la Calera sustituye a su hermano el capitán Diego Muñoz de la Calera como alcalde ordinario. No se llevaría a efecto por la oposición del ayuntamiento.


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ya a comienzos del siglo XVII, y en Villarrobledo, se confiaba que Dios guiara la acción de los gobernantes, antes de ser elegidos... quizás estaban escaldados por tanto yerro:
"por quanto mañana martes uno de henero comienço del año de mil seyscientos diez y nueve años se hacen elecciones de los oficios de justicia en esta villa e para que todo vaia guiado por mano de Dios nuestro señor se decreptó se diga una misa al Espíritu Santo"

viernes, 17 de enero de 2025

VILLARROBLEDO (1616)

Los dos primeros meses de 1616, y al igual que todos los años, el concejo villarrobletano se dedicó a la elección de sus oficios concejiles y, sobre todo, a pagar los numerosos salarios y deudas del conde de Barajas, propietario de las rentas reales, y de los censatarios. No debía andar muy boyante la villa, pues si en un principio se pensó en hacer un repartimiento de 30000 reales entre los vecinos para pagar al conde de Barajas, luego se decidió en la ya usual medida de echar mano de las tercias reales.

El caso es que llegado el mes de abril, la villa de Villarrobledo había incumplido el compromiso y concierto anterior del mes de noviembre de proveer con 7500 fanegas de trigo a la villa de Madrid. Nuevo requerimiento del corregidor de San Clemente y nuevas excusas de la villa, que son simple reconocimiento del estado calamitoso de la villa y que parte de esas 7500 fanegas han ido a aliviar las necesidades de los labradores y vecinos de Villarrobledo. La villa no ha superado la crisis y malas cosechas de años anteriores y es incapaz de cumplir con los acreedores, conde de Barajas y Pablo de la Peña, a los que debe los dos tercios de las rentas del último año. El corregidor, para el nueve de mayo, ya habla de requisar y conducir el trigo adeudado a Madrid, a la vez que el ayuntamiento reconoce su incapacidad para pagar a porteros, chirimías y a los frailes de San Francisco, que asumen los estudios de gramática. A los incumplimientos de compromisos de rentas y censos, se unen ahora otros por la compra años atrás de la correduría y almotacenía. La villa empieza a acumular jueces de comisión y ejecutores, mientras que la figura del mediador en Madrid, Diego Muñoz de la Calera se apaga y su compañero Andrés Romero no tiene la capacidad de negociación de su paisano. El 26 de mayo el ayuntamiento cede y se compromete a dar el trigo a Madrid, pero el día cinco de junio todavía se ve obligado a hacer un repartimiento entre los vecinos para que aporten del trigo, pues no tiene de donde sacarlo, ya sea pósito, tercios o tazmías. En junio, un nuevo mandamiento del corregidor de San Clemente habla de engaño de los villarrobletanos, que han dado un trigo de mala calidad a la corte. La realidad es que Villarrobledo compra trigo para surtir su pósito y alimentar a sus vecinos.

Entretanto, Villarrobledo seguía incursa en el pleito por el privilegio de primera instancia. Lo que era en otras villas cuestión menor, pues el corregidor intervenía por comisión o directamente sin ella en los asuntos de las villas, en Villarrobledo era oposición firma a la intervención del corregidor de San Clemente, en especial, en lo que era el tema nodal: el control del trigo. Aunque las comisiones del corregidor se habían limitado a diez días, los villarrobletanos evitaban su presencia en la villa. Desde San Clemente, se decía que el desgajamiento de hecho de Villarrobledo del partido era causa de inviabilidad por ser la mayor población y que el corregimiento quedaría aniquilado, pues calculaba la desgajamiento de Villarrobledo del corregimiento en ochenta mil ducados; desde Villarrobledo, su concejo seguía en sus trece, aun a costa de arruinar a la villa: el privilegio había costado doce mil ducados, pero es que la obtención de una sobrecarta de confirmación había supuesto otros diez mil ducados. Esos diez mil ducados fueron vistos por Villarrobledo como un castigo, al igual que fue visto desde San Clemente, pero su corregidor pedía una condena de 80000 ducados.

Lo peor de todo es que las malas cosechas se sucedían año tras año y 1616 se presentaba como uno de los peores, en Villarrobledo y en todo el Reino de Toledo: la esterilidad de este año es una de la mayores que se a visto porque en esta villa munchos de los labradores del pan que an sembrado no cojen los diezmos que otros años e munchos no cojen cosa alguna... se espera uno de los años que jamás se aia visto, porque no ai de donde traer trigo si no es por muy excesivos y caros prescios

jueves, 16 de enero de 2025

Villarrobledo (1614-1615)

 El año 1614, amaneció con los viejos problemas de antaño. Villarrobledo acusaba a los sanclementinos de haberse internado en la pasada nochebuena en la dehesa de Calaverón y haber cortado más de dos mil carrascas. Por odio y enemistad se decía. No era algo nuevo; es más, las acusaciones eran mutuas, acusando un año antes los sanclementinos a los villarrobletanos de haber talado diez mil carrascas. La intrusión de nochebuena ya había sido violenta con amenazas de cinco vecinos de San Clemente, armados con escopetas, pero el día 30 de diciembre, se hablaba de asalto armado: doscientos vecinos armados se habían dedicado a talar las carrascas, atacando a pedradas a un guarda villarrobletano, al que estuvieron a punto de matar.

Aunque los problemas de Villarrobledo tenían que ver con sus deudas y la escasez de grano. Así, cuando a comienzos de 1614 se deciden pagar las alcabalas del conde de Barajas con grano, llamado como tasador Ginés de Vala de Rey (que ya firma como Vara de Rey), reconoce que la fanega de trigo vale ya 17 reales, siete más que el año anterior. La escasez de grano iba acompañada de las viejas deudas, y algo que hemos pasado por alto, la paga de salarios. No solo de los oficios necesarios para la administración de la villa, sino para el pago de sus procuradores. Villarrobledo tenía dos procuradores en al corte: Diego Muñoz de la Calera y Rodrigo de Llerena, pero si el primero se llevaba doscientos ducados por sus gestiones el año 1613, el segundo se llevaba 40. Si bien, cuando se hagan las cuentas, Diego Muñoz de la Calera pedirá 435 ducados.

El nueve de junio nos aparece un contencioso que nos puede parecer insignificante y es el contencioso surgido en torno a la plantación de una viña. El regidor Bartolomé Gallego de Jávega había obtenido del ayuntamiento licencia para plantar una viña en una haza y monte que debió rozar. Un total de tres fanegas al menos. El caso es que fue denunciado por Andrés de Fontidueña por haberse excedido de la tierra asignada para viñedo. Nuevas licencias se darán en la primavera de 1615. Es un hecho aislado, pero que muestra la deriva de la villa del cereal al viñedo.

Se buscaban nuevas oportunidades en sustitución del trigo. A finales de junio de 1614, Villarrobledo debe comprar trigo para alimentar a su población y reglamentar la producción de pan y venta del mismo en la lonja de la plaza mayor. Para julio se deben de panadear doscientos fanegas del pósito para dar de comer a pobres. Unos días después se deciden matar borregos para dar de comer a los segadores y, por fin, se piden dos mil fanegas de trigo a Villanueva de los Infantes para alimentar a la población en los próximos cuatro meses, pues viene otro año de esterilidad. Villarrobledo, el granero de la corte, está dispuesto a pagar 18 reales por fanega de entrada, en lo que, dados los precios al alza, considera un precio cómodo. Un vecino de Infantes vendería el trigo, Fernando Ballesteros Saavedra, coincidiendo con la raquítica cosecha de trigo en Villarrobledo. Un total de 1589 fanegas, las otras 411 se intentan conseguir en la mesa maestral del Campo Montiel, que llega a ofrecer mil fanegas para entregar 439. Además, Villarrobledo tiene embargado el trigo de las tazmías de la iglesia de Toledo, que para el dos de diciembre pide la restitución de ese trigo. El destino del trigo no es la siembra, sino pan cocido para alimentar a la población. El uno de octubre, el pan que se ha reservado para la siembra en el pósito, ha de ser panadeado en 500 fanegas para alimentar a la población. Mientras que los villarrobletanos padecen necesidad, el viejo enfrentamiento con San Clemente continúa, pero sin la violencia de antaño y, ahora, sin discutirse la autoridad del corregidor, más allá del mantenimiento de los pleitos. Figuras principales de la villa han dejado sus puestos, así el alférez Sebastián de Losa o el alguacil mayor don Fernando Pacheco, que está levantando una compañía de infantes en el Reino de León.  No obstante, el intento del alcalde mayor por inmiscuirse en el mantenimiento como alguacil de Fernando Pacheco fue contestado por la villa

La situación de la villa es desesperada a finales del año 1614, como se hará saber al arzobispo de Toledo, pidiéndole trigo de sus tazmías: por causa de averse apedreado los panes de esta dicha villa de Villarrobledo los años pasados de mil seyscientos y doce y onze y la mala cosecha y esteril que ubo este presente año de seys cientos catorze están los vecinos y labradores pobres y alcanzados de tal manera que para aver de sembrar los barbechos que tenían se quedarían sin la congrúa sustentazión de sus casas y familias y para que los susodichos se remediasen y pasasen sin empeñarse ni vender sus haziendas se acordó de enviar a el Ylustrísimo de Toledo se sirviese de dar y repartir a los dichos labradores el pan que les perteneszía en sus rentas dezimales desta dicha villa del fruto deste presente año seyscientos catorze. Finalmente, Villarrobledo recibe 300 fanegas de la iglesia, obligándose a pagar 5400 reales, a 18 reales la fanega. Si bien embargará el resto de fanegas por si fueran necesarias; el embargo se alzará a comienzos de 1615. Tal desembargo no manifestaba una villa satisfecha de pan, sino la dificultad de comprar el trigo a esos precios, por eso, dada la necesidad en febrero de 1615 se decide comprar 4000 fanegas de trigo al mejor postor y pedir licencia a su majestad para la libre venta de pan en Villarrobledo.

Las decisiones del concejo de Villarrobledo tampoco ayudaban a aliviar la situación. Agobiado por los pagos de los réditos de los censos contraídos. La villa contaba desde 6 noviembre de 1610 de licencia para destinar hasta 8000 ducados del pósito para destinarlos a redimir censos vinculados al privilegio de la primera instancia. Pero el pósito dispone en ese momento únicamente de 4000 ducados. Si bien en un principio se piensa en redimir el censo de Gonzalo de Cáceres y Heredia, vecino de Segovia, al final se opta por redimir el censo de Catalina Cernúscalo, viuda de Miguel Vázquez, vecinos de Puertollano y Madrid.

En el mes de julio, la villa está falta de trigo, se manda hasta Villanueva de los Infantes varios procuradores para comprarlo, pero los precios son excesivos, por lo que se decide llenar el pósito con el trigo que acumulan algunos vecinos de Villarrobledo, pero limitando su precio a 15 reales la fanega. Sí parece claro que la cosecha de 1615 fue mejor, o al menos no tan mala como el año anterior, pues el corregidor de San Clemente fue cometido para sacar todo el grano posible para la corte. El nuevo corregidor era Félix Vallejo Pantoja, que había sustituido en agosto a Andrés Frías. Villarrobledo recusaría al corregidor de San Clemente y mandaría a Madrid a Diego Muñoz de la Calera y luego a Andrés Romero, condicionando cualquier acuerdo de venta a un máximo de dos mil fanegas y pago al contado. El Consejo Real mandará a Félix de Vallejo Pantoja, corregidor de San Clemente, con la determinación de sacar veinte mil fanegas de trigo, ante una villa que protesta y que nos dice que solo puede sembrar la cuarta parte de sus barbechos. La producción ese año había sido de ochenta mil fanegas; los labradores se habían visto obligados a vender parte de la cosecha en las mismas eras para pagar sus deudas. Félix Vallejo había inspeccionado casas y heredades de los vecinos de Villarrobledo y no había podido hallar más de 18000 fanegas, por lo que para las autoridades locales vender incluso las dos mil fanegas era arruinar a los labradores para la próxima sementera. La realidad sería que Villarrobledo ofreció para alimentar a la corte y a la villa de Madrid site mil quinientas fanegas de trigo a pagar al contado. A finales de noviembre se venderían al precio de 17 reales la fanega, y leuego ya a 18 reales. Los villarrobletanos, ante todo, no querían que el corregidor se metiera en sus asuntos y estaban dispuestos a llevar ellos mismos el trigo a Madrid. De hecho, las últimas condiciones habían sido firmada en la corte el 24 de octubre sin tener en cuenta a corregidor.


RELACIÓN DE HIDALGOS EN VILLARROBLEDO EL 10 DE AGOSTO DEL AÑO 1615

  1. Jerónimo Pacheco
  2. Fernando de Gabaldón
  3. don Francisco de Hermosa
  4. El capitán Francisco de Montoya
  5. Pedro de Montoya Vizcarra
  6. Los hijos de Cristóbal de Montoya y doña María su madre
  7. La casa de los Ruedas
  8. Pedro Alonso Palacios y su hermano
  9. Diego de Montoya Grimaldos
  10. Juana de Montoya, hija de licenciado de Montoya viuda
  11. Pedro de Alarcón Rosillo
  12. Don Francisco de Cuéllar
  13. Don Juan Ferrer de la Osa
  14. El capitán Diego Muñoz de la Calera
  15. Juan Muñoz su hermano
  16. Pablo de Buedo
  17. Alonso Pérez de Ávila
  18. El licenciado Pérez de Ávila
  19. Juan Rosillo Alarcón
  20. Alonso de la Torre y sus hijos
  21. Diego de Montoya
  22. Antonio Moreno Palacios
  23. Pedro de Urreta Lezcano
  24. Francisco Cano de Buedo
  25. Inés de Montoya su hermana
  26. Francisco Ruiz de Espinosa y sus hijos
  27. Los hijos de Diego de Ortega
  28. ...
  29. Juana de Montoya
  30. La Mercedes, viuda de Pedro de Montoya Jara
  31. Inés de Montoya
  32. Catalina de Aguilar
  33. Catalina...
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Los frailes reciben 30000 mrs. de salario por enseñar gramática.

miércoles, 15 de enero de 2025

VILLARROBLEDO VS. SAN CLEMENTE (1612-1613)

 Muestra de la dependencia de Villarrobledo de San Clemente, a pesar del privilegio de primera instancia, es que, con motivo del nombramiento de un nuevo corregidor que sustituye a don Alonso de Carvajal y Mendoza, los villarroblenos deciden el 12 de marzo de 1612 enviar a San Clemente a dos regidores para darle la bienvenida. No obstante, las diferencias entre las dos villas se mantendrán el año 1612 por la presencia de un juez enviado por el Consejo real para intervenir en el contencioso de la jurisdicción, exigiendo un concejo abierto en Villarrobledo para ratificarla, y las disputas entre las dos villas por las dehesas y pinares limítrofes. El concejo no obstante era un constante motivo de pagos continuos para los gastos de la villa, impuestos, nuevos repartimientos (como el del puente del Pajazo en Cuenca, aunque al final se suspendió por protestas de los pueblos, pues se decía que lo debían pagar los beneficiarios del pontaje) o la tradicional limosna de San Nicolás. El primer jueves del mes de mayo era costumbre una procesión a la ermita de San Nicolás de Villarejo, donde se daba limosna a los pobres por un valor de seis mil maravedíes. Ese año de 1612, el siempre valioso trigo de Villarrobledo alcanzaba los doce reales la fanega, dos reales más que el año anterior. La realidad era que el trigo iba a pagar las deudas de la villa, aunque ese año la falta de agua contribuía a la escasez y alza de precios, en tanto que el concejo mandaba hacer una procesión a San Nicolás de Villarejo para que lloviera y el padre franciscano Villalba recibía tres ducados por sus intercesiones.

Pero ese marzo de 1612, Villarrobledo comienza a dar síntomas de flaqueza. Con motivo del repartimiento para el puente de Pajazo se dirá: muchas de las personas de las repartidas se an muerto  otras se an ausentado desta villa sin dejar bienes de donde cobrarlos, otras partidas de vecinos a causa de la mudanza del tiempo. Los censos contraídos por la villa y las nuevas exigencias del conde de Barajas para los pagos de sus tercias y alcabalas más gravosas que cuando la villa había estado encabezada los quince años anteriores. El trigo de Villarrobledo ya no es suficiente y se hacen malos negocios. En 1611se venden 1125 fanegas para abastecer el pósito de Madrid, a diez reales, pero los excedentes villarrobletanos no pueden hacer frente a esa cantidad y el trigo se ha de tomar de la prestamera y beneficio eclesiástico de Guadalajara, que exigía el pago, ¡18 reales la fanega!, mientras que el pósito de Madrid tardaba en saldar sus deudas. En total, se debían a la prestamera de Guadalajara más de 20000 reales, el doble del valor del trigo vendido al pósito de Madrid. No era la primera vez que ocurría, ya en 1608, Villarrobledo había enviado 6000 fanegas a Madrid, sacando más de 900 de ellas de dicha prestamera. La villa tiene que recurrir al trigo de las tercias reales (1400 fanegas de trigo) para pagar sus alcabalas al conde de Barajas, la mitad de esa cantidad, aunque esta vez la venta se hace a 17 reales. Para el mes de mayo, Sebastián de Losa, en un acto de cinismo, anuncia una gran cosecha para agosto como excusa para dar salida al trigo almacenado en el pósito, dos mil fanegas, y que es simple operación para especulativa: ceder el trigo, que ha de ser devuelto por los labradores y abonados con un margen de ganancia para el pósito. Entre pagos de réditos de censos, de impuestos y salarios de procuradores en los tribunales se iba toda la hacienda municipal y con ella la de los vecinos. Tan molesto como los pagos es que el corregidor de San Clemente intervenía en estas operaciones de envío de trigo a la corte.

En octubre de 1612 se hace patente la realidad que ocultaba el alférez Sebastián de Losa: que a causa de la poca cosecha de pan que ubo en esta villa este presente año los labradores e vecinos desta villa están muy alcanzados y no tienen trigo para poder acabar el sembrar sus barbechos en esta sementera. Se tendrá que sacar la tercera parte del trigo del pósito para facilitar grano para la siembra a los labradores. Avanzado el año venidero de 1613, se reconoce, sin embargo, la buena cosecha que se espera, año fértil se dirá, y se decide dar a los labradores, siempre que sean abonados, 2000 fanegas de trigo, a recuperar con la cosecha del verano. Pero la tragedia se ceba con Villarrobledo, poco antes de San Juan, la piedra acaba con lo mejor de las labranzas de ese año y con la cosecha. El concejo villarrobletano declarará que "esta villa queda totalmente destruida", las fanegas destruidas de siembras de trigo, centeno o cebada subieron a ochenta mil fanegas. Desesperadamente, la villa pedía a la iglesia de Toledo grano de sus tazmías para hacer fretne a la siembra del año siguiente. Viejos proyectos se consideraban fracasados, tales la roturación de Calaverón y Bernagosa. Siguiendo una real cédula de la Corona de 1601, ambas dehesas se habían plantado de pinos, pero llegado el año 1613, los árboles eran raquíticos y se pedían otros veinte años de veda para facilitar el crecimiento. Para el nueve de diciembre, muchos barbechos están sin sembrar por falta de trigo, se decide entonces lo que se había planteado el 16 de noviembre, dar las 2760 fanegas de trigo restantes en el pósito para hacer posible la sementera.

La ruina de la villa venía certificada por los impagos a quién era su principal deudor, Pablo de la Peña y Carvajal, vecino de Toledo. Además de otros censos, ya referidos, don Pablo había prestado a la villa 25200 ducados. La finalidad de estos censos era, tal como se reconocía en 16 de noviembre de 1613, era la compra de la jurisdicción, de la escribanía y las necesidades del pósito de la villa. El interés de los censos era del 16 al millar (poco más del 6%), pero la villa pagaba un 5% de interés, apoyándose en una pragmática

Las diferencias entre San Clemente y Villarrobledo continuaban. Para el uno de febrero de 1613, se reconoce que hay 550 soldados en las milicias del corregimiento de diecisiete villas y dos capitanes al frente de las dos compañías existentes. Dada la aportación de Villarrobledo a la milicia y el excedente de soldados (se aconseja 200 por compañía) se da licencia a Villarrobledo para tener una compañía propia de cien soldados y el nombramiento de un capitán de la terna que proponga. El acceso a capitán se hace con unos servicios previos de diez años como soldado o ser alférez. Villarrobledo se comprometía a tener cien soldados armados a su costa. Finalmente el capitán sería Diego Muñoz de la Calera, nombrado el 7 de marzo, no sin protestas, de nuevo, de la villa de San Clemente ante el Consejo de Guerra. El 21 de noviembre se completaba la compañía de Villarrobledo con sus 100 soldados. Villarrobledo será muy escrupuloso a la hora de mantener la milicia y suplirá los soldados que vacan en esa milicia, como hará en 1618, sustituyendo a seis soldados ausentes.

Del terreno militar las diferencias se trasladaban a las escribanías. Los escribanos de San Clemente, encabezados por Cristóbal Aguado, pedían al consejo de Hacienda un acrecentamiento de un escribano de comisiones y visitas. Aunque el punto de mira de los escribanos sanclementinos estaban en los pleitos fiscales y su extensión al partido de abajo o de Chinchilla y en la visita de pósitos y cuentas a cargo de los mayordomos de las villas, como se había intentado a finales de la década de 1590; Villarrobledo protestaría de nuevo, el privilegio conseguido en 1610 decía que cualquier auto del corregidor debía pasar ante los escribanos de la villa.



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El ocho de enero de 1613 se plantea hacer un puente sobre el río Záncara en el camino que va a Las Mesas y Las Pedroñeras. Se pide a estos concejos que contribuyan  a la construcción de un puente de cantería, pues es necesario actualmente dar un rodeo de más de dos leguas.

el río Çáncara que pasa por la mojonera y límites de los términos desta villa y las del Provencio y Pedroñeras y Mesas a crecido mucho y el paso que ay para la villa de las Mesas y la de las Pedroñeras es muy necesario y los vados de ellos se an ahondado por ser el río muy llano y tener poca corriente y ser muy cenagoso no se puede pasar por ellos ...

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término y siembra de los vecinos de esta villa que se apedreó en veynte y uno y veynte y dos días del mes de junio pasado deste año que es desde más arriba de las Pelayas y aquellos llanos bajando del río de Córcoles y fueron prosiguiendo las nubes haciendo daños muy notables derecho al cerro Harcón y pasando muy más adelante mucho dividiéndose en partes que llevó por partes de más de una legua de ancho y por partes menos y más de tres leguas cojiendo mejores panes de la siembra de esta villa y sus vecinos que ubo ombres que les quitó a dos mil y quinientos fanegas y a otros a mil y a otros más y a otros menos y a otros labradores que tenían grandes siembras y buenos panes se la quitó toda


VILLARROBLEDO. ACTAS DE 1612-1613

domingo, 12 de enero de 2025

VILLARROBLEDO VS. SAN CLEMENTE (1610-1611)

 Las intromisiones de la villa de San Clemente en la vida política de Villarrobledo era abrumadora ese año de 1610, tanto como las protestas de los villarrobletanos. La intervención era en el plano militar, aprovechando la milicia del Reino creada en 1598. Miguel Herreros, nombrado capitán de esa milicia en una junta de las dieciséis villas, nombraba a su vez por sargento de esa milicia a Bernal de Almansa. Si bien la milicia era un cuerpo inoperativo, la corona confiaba más en el reclutamiento voluntario de hombres: cuatro compañías de soldados tuvo que alojar Villarrobledo en octubre de 1610 (ya en 1608 tuvo que alojar una compañía de caballos con gran escándalo por sus excesos). Ese año de 1610 los problemas se acumulaban, la villa se estaba abasteciendo de la sal de piedra de las salinas de Minglanilla, entre protestas del administrador de la sal de Pinilla, que ahora perdía el mercado villarrobletano.

Pero la intervención era en el plano de la justicia civil y criminal. El corregidor Alonso de Carvajal y Mendoza se llevaba preso al villarrobletano Pedro de Vargas a la cárcel de San Clemente a comienzos de octubre de 1610, entre protestas del ayuntamiento villarrobletano que ni concedía primera instancia al corregidor ni derecho de apelación a las sentencias de sus alcaldes. El asesinato de un criado de Pedro Vargas y la muerte de Catalina Martínez, mujer de Juan García Vargas eran asuntos que implicaban a varios principales de la villa, que veían con malos ojos la intromisión del corregidor. Molestaba más la intromisión del corregidor en la administración del pósito y que tocase el trigo villarrobletano. El tema se llevó a la corte, aprovechando que el síndico de la villa, Diego Muñoz de la Calera, estaba allí. Diego Muñoz ya estaba en Villarrobledo el 24 de diciembre para asistir al pleno del ayuntamiento donde se recibió la ejecutoria por la que la villa gozaría del privilegio de la primera instancia en materia civil y criminal y limitaba los juicios de residencia del corregidor a los oficiales locales a un máximo de diez días. La sesión fue un acto de patriotismo local, pues lo que era común en otras villas -el reconocimiento de la independencia jurisdiccional y la no intromisión del corregidor-, aquí fue solemne declaración de exención, llegándose a decir que la villa quedó desincorporada del corregimiento de San Clemente. Algo que no se haría realidad, a pesar de los deseos y afirmaciones de la historiografía local posterior. En el concejo del día veinticuatro se nombrarían diputados para acudir a San Clemente a comunicar la "desincorporación de Villarrobledo del corregimiento". Recibidos por el alcalde mayor de San Clemente, éste desobedeció la cédula del rey que se le presentaba y ordenó la prisión del escribano y procurador villarrobletanos: Francisco Rodríguez de Arce y del procurador Juan Ortiz. Los villarrobletanos decidieron acudir entonces al alcalde mayor de Chinchilla y Albacete para hacer obedecer la cédula real, mandando a su síndico Diego Muñoz de la Calera y otro procurador, Juan Lozano. Y otorgaban poderes especiales a Juan Ortiz y Juan de la Torre para acudir a San Clemente y requerir al corregidor y al alcalde mayor para que obedecieran la ejecutoria real, aunque a uno de enero de 1611 los encargados de requerir a las autoridades del corregimiento serían Sebastián de Losa, alférez mayor de la villa, Francisco Plaza, regidor, el licenciado Perona, abogado, y el mencionado Juan Ortiz, procurador. El alcalde mayor, doctor Vázquez, mandaría meter en el calabozo al escribano de Villarrobledo Rodríguez de Arce, apresar a los otros cuatro y en todo momento evitó que se levantara testimonio de la notificación de la cédula real. 51 días los tendrá presos. EL concejo de Villarrobledo decidió ir a querellarse contra el corregidor y su alcalde mayor, el doctor Vázquez, a la Chancillería de Granada y prorrogaba el seis de enero de 1611 como síndico al capitán Diego Muñoz de la Calera, mientras que el corregidor intervenía de nuevo en asuntos de talas, cortas o alcabalas de Villarrobledo. La villa se metía en un laberinto que contribuirá a su ruina, a ello se venía a sumar la pretensión, llegada al ayuntamiento de siete de enero, del conde de Barajas para comprar las alcabalas y tercias de Villarrobledo y su tierra, algo que se haría realidad y reconocido en ayuntamiento de 26 de enero y que, hoy, la historiografía local confunde con señorío jurisdiccional de la villa, cuando fue simple salida de la tesorería de rentas reales de Alcaraz. La villa hará valer los privilegios de los Reyes Católicos después de la guerra de Sucesión Castellana de no ser enajenada de la Corona real, pero en vano, pues perdía la autonomía de recaudación fiscal a través del encabezamiento. Nuevo pleito para la Chancillería de Granada. Más pleitos y más gastos para unos vecinos, que debieron aportar doscientas fanegas de trigo para costear los pleitos. Unos días después eran 144 fanegas de trigo más; luego trescientos ducados. Así, sucesivamente, hasta reconocer que la villa estaba perdida, El 15 de abril de 1611, entre protestas, pagará salario al corregidor. Villarrobledo se seguirá quejando de la intromisión de la justicia del corregimiento; a comienzos de 1612, se reconoce que los pleitos criminales no son conocidos por la justicia del lugar, sino por el licenciado Casillas, juez de comisión enviado por la corte, acusado de connivencia con la justicia del corregimiento.

El privilegio de primera instancia no había salido gratis a Villarrobledo, era la contrapartida de 14300 ducados que la villa había pagado por un servicio a la Corona. El dinero, tomado a censo, había sido pagado en San Lorenzo del Escorial el seis de noviembre de 1610 y la villa pagaría los réditos del censo de nuevos arbitrios sobre el pescado fresco y salado y de las tercias y propios y arar para labor de pan la dehesa que está en los caminos que salen de esta villa hacia Munera y Bonillo y ciudad de Alcaraz. La dehesa se arrendaría en lotes de veinte almudes como máximo. El padre Caballería nos dirá que el precio de la primera instancia fue de 20000 ducados y damos por buena esa cifra, pues en ayuntamiento de diez de abril de 1611 se exigen desde la corte seis mil ducados más. Nueva necesidad de tomar dinero a censo (seis mil ducados tomados del segoviano Gonzalo de Heredia, que se sumaba a otro censo de 4274 ducados tomados a la viuda de Miguel Vázquez, Catalina Cernúsculo, vecina de Madrid y los primeros catorce mil ducados para el pago de la primera instancia, creemos que prestado por Gabriel de Cárdenas, vecino de Madrid, amén de otro préstamo del que era censatario Pablo de la Peña, que era el principal prestamista de la villa con 25000 ducados) y petición de licencias para arrendar dehesas como las de Calaverón, aunque también se entraba en conflicto con Lezuza y Bonillo por acotar tierras que eran de uso común. Nuevas exigencias se comían la hacienda municipal y, entre ellas, 920000 maravedíes anuales del servicio de millones, mientras que el conde de Barajas exigía 800000 mrs. por sus alcabalas y tercias.

Villarrobledo quería desligarse de San Clemente y no podía. Las exigencias de la monarquía no lo hacían posible. El 27 de marzo de 1611 se le piden sesenta y tres hombres, los que integraban la milicia del reino, ante el peligro berberisco y otros ciento diez más. La orden venía del corregidor de San Clemente, pero se obvia darle tal título, y la villa los había de poner bajo las órdenes del capitán sanclementino Pedro de Valenzuela, pero Villarrobledo, una vez más, trata de saltarse la capital del corregimiento y protestará ante el adelantado de Murcia, Luis Fajardo, capitán general para la expedición. La villa se lo tomará como venganza del corregidor. Se piden 800 soldados al corregimiento de San Clemente (que por obligación ha de disponer de 440 para la milicia del reino); el reparto no es equitativo.


SENTENCIA DE MUERTE CONTRA SEBASTIÁN MERCHANTE Y FRANCISCO MORENO EL MOZO POR LA MUERTE DE MARCOS DE LARA, CRIADO DE PEDRO VARGAS, VECINOS TODOS ELLOS DE VILLARROBLEDO

"Fallo atento los autos de este proceso, culpa y rebeldía que de él resultar contra los dichos Sebastián Merchante y Francisco Moreno que los debo de condenar y condeno a que de qualquiera parte que fueren hallados sean presos y traydos a la cárcel pública desta villa, de donde mando sean sacados en forma de justicia con voz de pregonero que manifieste el delito aleve que cometieron en la muerte del dicho Marcos de Lara y traydos por las calles acostumbradas desta villa caballeros en sendas bestias de albarda con sogas de esparto al pescueço y llevados a la parte y lugar donde cometieron el dicho delito, que son las casas de Pedro de Vargas y fronteras de ellas estará una horca hecha por mi mandado de la qual sean ahorcados de los pescueços los pies altos del suelo hasta que ayan muerto naturalmente de lo qual ninguna persona sea osado de los quitar sin mi licencia y mando so pena de muerte y mando que en dos palos fijados en tierra uno frontero de las dichas casas y otro en la plaça pública desta villa sean puestas las cabeças de los susodichos y ninguno sea osado en tiempo alguno a quitarlas so la dicha pena" (dictada en Villarrobledo el uno de diciembre de 1611 por el juez de comisión licenciado Casillas)

Por supuesto, los dos criminales habían huido

(ACTAS MUNICPALES DE VILLARROBLEDO 1610-1611)

SARGENTO DE MILICIAS

25 de agosto de 1611, nombramiento de sargento de milicias de Luis Díaz Navarra

miércoles, 22 de mayo de 2024

LA DEHESA DE CALAVERON

 Los apeadores deslindaban la propiedad de las tierras y eran partícipes de la configuración de espacios agrarios, donde las rectas se imponían a la avaricia por la propiedad. Eran labradores que conocían los campos y eran llamados por los concejos en las múltiples contiendas por definir los mojones y linderas de las hazas trigales y las viñas. Un buen apeador, se nos decía, debía ser una persona justa, para dirimir los intereses puestos de los propietarios y, también para dar carta de naturaleza a lo que en ocasiones era usurpación de las tierras aledañas a las propias bien de propiedad privada bien llecas o concejiles.

Es uso y costumbre usada y guardada en esta comarca por los dichos apeadores y dueños de las tierras que apean tomar alguna parte de lo lleco o concexil de que se a de dar alguna posesión y lo que toman de más parte baxallo del apeo o ponello de la otra parte para sacar la cordillera y quadra derecha sin hacer agravio.

El crecimiento agrario del siglo XVI parecía no tener horizonte. En las tierras al sur de la venta de Pan y Cayado no había nada o muy poco. Una venta era lugar de descanso y alojamiento de viajeros y era centro de explotación agraria a cuyo alrededor se experimentaba con grandes majuelos, tierras de cereal y algún pinar que proveyera de madera. Pero más al sur era tierra de nadie; territorio indefinido entre El Provencio, San Clemente y Villarrobledo; tierra inhóspita solo codiciada por los más aventureros. La toponimia lo decía todo, un carril se separaba hacia el sur de la vereda de los Murcianos, paralela al camino real; se trataba del carril de los Muertos. Lo desconocemos pero creemos que no faltaron descarriados que pagaron con su vida el extravío del camino a manos de salteadores y que sus cadáveres serían expuestos en las iglesias de los pueblos cercanos sin que nadie los reclamara.

A esta tierra de nadie El Provencio parecía llegar con dificultad, mientras que San Clemente tenía más afán recaudatorio que otra cosa sobre los colonos de este "lejano sur", pero Villarrobledo veía en esta tierra un nuevo horizonte de oportunidades. Villarrobledo, con ese aspecto de poblachón, es uno de los pueblos más interesantes de España para explicar el siglo de Oro. Dedicado a la producción de cereal era proveedor de la comarca y de la corte en tiempo de escasez. En 1562, pondrá por primera vez sus ojos la dehesa de Calaverón, proponiendo a la monarquía cerrar este espacio para criar yeguas que engendren caballos para la guerra. Villarrobledo, y sus principales, actuaban con cinismo, pues ya había cortado diez mil encinas y quemado los atochales. El primer interés de los villarrobletanos por la dehesa era ganadero; ahora a comienzos del siglo XVII, el interés era cerealista: Francisco Vázquez se había hecho con quinientos almudes de tierras.

Mucha cantidad de tierra pero no toda ella de provecho, pues se reconocía que la mayoría de la dehesa de Calaverón no era apta para el cultivo al estar formada por terrenos arenosos y de monte. De hecho, una parte de la dehesa era conocida como monte nuevo y ahora, en la década de 1620 se estaba aún roturando con licencias del ayuntamiento villarrobletano y arrancando las matas que dominaban su paisaje. La roturación de la dehesa de Calaverón era una aventura condenada al fracaso. Benito Martínez y Juana Fernández se habían hecho con quinientos almudes de tierra, que posteriormente habían vendido a Francisco Vázquez y este a su vez había vendido al concejo de Villarrobledo. Para poner en explotación estas tierras Benito Martínez y su mujer habían pedido dinero prestado a censo por valor de 61710 maravedíes de principal de los sanclementinos Isabel de Ortega y Alonso Muñoz de Oropesa, pero en 1620 nadie quería saber si las tierras estaban hipotecadas en los diversos traspasos y la casa que Benito había levantado en el Calaverón y que daba nombre a la hoya de la Casilla estaba perdida, aunque era conocida casa de Vázquez y aparecía con una alberca y destechada.. El terreno era en parte arenoso y en parte había tal cantidad de carrascas que era necesario arrancar nueve de cada diez que los trabajos de roturación eran muy costosos. Los intentos de roturar la dehesa de Calaverón se remontaban a la década de 1560, cuando el primer poseedor había sido un tal Julián Gómez, el sordico,

ACHGR, C-9598-18


domingo, 5 de mayo de 2024

Un puente sobre el Záncara

 Corría el año 1604 y Pedro Romero Calvo había ocupado la cañada real de ganados que iba hasta el puerto real de Socuéllamos en la ribera del Záncara. Pedro Romero Calvo no era un cualquiera, pues era regidor perpetuo de Villarrobledo y uno de sus vecinos principales. Pedro Romero Calvo había construido un molino harinero junto al río Záncara y había destruido el puente sobre el río, que dichos ganados usaban para pasar el río, así como los vecinos con sus carros y animales de labor, en especial los vecinos de Las Mesas. 

Junto al molino harinero Pedro Romero había construido un nuevo puente, cuyas características nos son descritas así: este testigo vido una puente que el dicho Pedro Romero tenía fecho en el río Záncara zerca de un molino harinero, que tenía en el dicho río, la qual estaba fecha con unos pilares de piedra con dos ojos por donde pasaba el agua y unas vigas gruesas enzima de tres pilares de piedra y sobre estas vigas por sus tramos muchos tirantes de madera espesos y tierra enzima por donde pasaban los carros que venían de la villa de las Mesas y los demás pasajeros que iban de unos lugares a otros.

El antiguo puente derribado estaba ocupado por la obra del nuevo molino. El carpintero Pedro Barriga fue encomendado a visitar y describir el lugar que ocupaba el viejo puente y las obras necesarias para su reconstrucción: y el sitio del dicho molino por donde estaba fecha la dicha puente es la tierra aplanado con tierra y piedra y para que pueda pasar un carro como solía pasar en aquella parte hay necesidad de terrar y aplanar el anchura que es menester para pasar un carro o poner una viga gruesa de veintiocho pies de largo y desde la dicha viga a el terraplén echar unos tirantes los que fueren necesarios para que sobre ellos pueda pasar un carro y en el caz nuevo que ha fecho el dicho Pedro Romero son menester otras dos vigas gruesas de a veintidós pies cada una y dende una viga a otras sus tirantes.


Archivo Histórico Nacional, DIVERSOS-MESTA,229,N.10

sábado, 8 de abril de 2023

Blas de Espinosa Alonso

 Blas de Espinosa Alonso es hijo de Martín Alonso y María Briceño, de Vara de Rey. Era nieto de Hernando Alonso (casado con una hija de Juan Sáez, vecino de San Clemente), el hermano de este, Juan, había obtenido ejecutoria de hidalguía en la Chancillería de Valladolid.

Blas de Espinosa Alonso se establece en Villarrobledo

Ejecutoria de Hidalguía, 2 de noviembre de 1546


ACHGR, HIDALGUÍAS, sig. ant. 301-18-37

miércoles, 23 de febrero de 2022

Villarrobledo, año de 1552, según el Manuscrito del Escorial

 La villa de Villarrobledo tiene 1062 veçinos

Está encabeçada por sus alcavalas y terçias en 543000 mrs


                                   Rentas año de 552

Arrendose el alcavala del viento y pescado y azeite con condiçión que del alcavala del viento se llevase uno del millar y del pescado y azeite nueve del millar a los veçinos y a uno a los forasteros en 75000 mrs.

Arrendose el alcavala de las carniçerías en 106000 mrs.

Arrendose la taverna de vino en 1125 mrs.

Valieron las terçias de vino y menudo y corderos 143715 mrs.

Ovo de pan en las dichas terçias 1260 fanegas de trigo y çevada por mitad de las quales se vendieron 222 fanegas de trigo y 630 fanegas de çevada a diversos preçios montaron... 114912 mrs.

Montaron las dichas rentas 440852


El año de 553 valieron las dichas rentas 460601 mrs y más 312 fanegas de trigo


El año de 554 valieron las dichas rentas 490275 mrs.y más 382 fanegas de trigo y 432 fanegas de çevada


Repartiose por los veçinos el año de 552, 119420 mrs. y el año de 553, 80722 mrs. y el año de 554, 71037



RBME, L-I-19, fol. 446

sábado, 22 de junio de 2019

Principales contra menudos en el Villarrobledo de mediados del siglo XVI







Se decía que era costumbre inmemorial en Villarrobledo nombrar para Año Nuevo un procurador síndico en representación del común, que hable por el común y los pobres de la villa. Era tradición que dicho oficio se nombrara en concejo abierto en todas las partes donde existía la figura. Ya hemos visto como en villas como Villanueva de la Jara el procurador síndico se hacía en un concejo abierto de vecinos en la iglesia parroquial al margen del ayuntamiento allá por 1530. Prácticamente todas las villas de lo reducido de la gobernación del marquesado de Villena gozaban de tal figura. En casos como San Clemente, Iniesta o El Provencio son citadas como ejemplos de la elección popular en concejo abierto de procuradores síndicos o universales; elecciones no exentas de tumultos y luchas banderizas. Elección hecha por el pueblo menudo, nos dirá el villarrobletano Francisco Pacheco. La diferenciación social entre los menudos y esos otros llamados principales, poderosos o ricos era más nítida que nunca, en el último tercio del siglo XVI. Pero el oficio de procurador síndico, que nos aparece de forma generalizada en la década de los noventa del siglo XV, había devenido, pasada la mitad del siglo XVI, una figura dominada por los oficiales del concejo. En 1572 las tornas habían cambiado; en la villa de Villarrobledo, se evitaba la reunión del común del pueblo para su elección, y se optaba por el nombramiento directo del cargo por los oficiales salientes, haciendo recaer el oficio en uno de los alcaldes que finalizaban su ejercicio. Ese año de 1572, y los dos anteriores, los cargos de alcaldes habían recaído en dos vecinos llamados Diego de Aguado y Diego de Aguado Ortiz, ambos primos hermanos, que además habían ocupado alternativamente el cargo de procurador síndico al acabar su mandato. Las quejas populares quedaron silenciadas, mientras el aprovechamiento de la dehesa cerrada con licencia real quedaba para unos pocos y el repartimiento de soldados para muchos. Hemos de pensar que 1570 fue el año de mayor esfuerzo de todo el Reino contra la rebelión de los moros de Granada: la aportación de Villarrobledo en hombres y granos fue desmesurada.

Sin embargo, Villarrobledo seguía conservando la figura de los diputados del común. Esta representación de los villarrobletanos, más diluida que el procurador síndico hizo oír sus quejas ante el Consejo Real, que comisionó a Rodrigo Ruiz de Alarcón para informar sobre la antigüedad del oficio en las villas del Marquesado y la utilidad del oficio, que se ponía en duda. Alojado en casa de un vecino llamado Gonzalo García, Rodrigo Ruiz de Alarcón se aprestó a recibir los testimonios de los vecinos que pasaran por su audiencia de ocho a once de la mañana y de dos a cinco de la tarde.

El oficio de procurador síndico tenía como fin velar por el bien común, en otras palabras, velar por una buena administración de los propios y rentas del concejo, la conservación de las dehesas y la guarda de los privilegios de la villa. Discenir entre lo bueno y lo malo de la acción de gobierno, en palabras de la época. Para la fiscalización de la acción de gobierno de los regidores, el procurador síndico acudía a los ayuntamientos. En el caso de Villarrobledo, se acababa de plantar, el año de 1568, un pinar en una dehesa cerrada, llamada las Rochas, junto al río Záncara, y se acusaba a los ricos, que ocupaban las regidurías, de aniquilarla con sus ganados. Hubo quien levantó la voz; un hombre del pueblo Gonzalo García se atrevió a llevar un informe acusatorio al Consejo Real, pero, denunciado, fue llevado a la cárcel de Villarrobledo desde Madrid, donde se hallaba denunciando en la Corte. Además, estos años coincidieron con la rebelión de los moros de Granada; el repartimiento y levas forzosas de los soldados asignados a Villarrobledo por el licenciado Molina y el gobernador del Marquesado de Villena Francisco Zapata para sofocar la insurrección se sacaron en palabras de los vecinos de las gente más pobre y miserable del pueblo. A la salida de la guerra, en el año 1571, sucedió un año de malas cosechas, que, acompañada de la especulación en el abasto de granos, produjo una situación de carestía al llegar el mes de mayo, con la gente perdida e muerta de hambre. La situación se agravó en gran medida por la especulación de los principales, incluido el síndico Diego de Aguado, obligando a la villa, ante la alarmante necesidad, a comprar trigo en Ciudad Real al desorbitado precio de ducado y medio la fanega. Situación incomprensible en una villa como Villarrobledo que pasaba por ser el granero de la comarca y de la Corte.



El interés especulativo de los regidores villarrobletanos quedó de manifiesto, cuando haciendo oídos sordos a la petición de los diputados del común para que se dispusiera de un remanente de cuatro mil ducados, en principio destinados para redimir un censo y ahora obligados a la compra de trigo a nueve reales la fanega, ante el temor luego confirmado de la mala cosecha del año 1571, no se dispuso de tal dinero sino que los oficiales del concejo se hicieron con doscientas o trescientas fanegas del trigo del pósito para luego revenderlo a un precio de once reales. En la mala cosecha del año fue decisiva la aparición de la langosta, pero hasta con la paga se especuló, el dinero para acabar con ella fue desigualmente repartido en salarios, favoreciéndose a los parientes de los oficiales concejiles. La necesidad de un pueblo hambriento no removía las conciencias de los regidores que vendían a los pobres un pan adulterado y mal cocido amasado por sus propias mujeres y al que procuraban restar alguna onza en el peso. El malestar popular en aquel año 1571 iba a más en Villarrobledo; la ira de los menudos se dirigía contra los regidores y el procurador síndico.
e vio como el pueblo se quexaba e pedían justiçia a Dios diziendo que donde se usaba vender tan mal pan e que hera mal rregimiento e gouierno del pueblo que no se podía comer e les llebaban sus dineros 
Las diferencias de clase se estaban agravando en los años de la guerra. Las expresiones de menudos y ricos se empleaban en un contexto de conflicto y denuncia de los agravios sufridos por los primeros, víctimas de la parcialidad en el gobierno de los segundos. No es que ahora se truncase una sociedad igualitaria, pues las supuestas reuniones en concejo abierto para elegir sus síndicos ha tiempo que habían quedado en el olvido. De los testimonios se desprende que el oficio de procurador síndico se elegía, entre hombres principales, por los regidores y alcaldes desde la década de los cuarenta, si no antes, y que a lo sumo la intervención popular en la elección en época anterior estaba muy controlada por los bandos. Tan solo se citaba San Clemente e Iniesta como las dos únicas villas de lo reducido del Marquesado donde la elección de síndico se hacía en concejo abierto. Pero la guerra lo trastocó todo; las levas obligatorias y las requisas de carruajes y bagajes dejaron desamparados los campos de labranza. Las malas cosechas se veían venir, pero no fue eso lo enfureció a los menudos, sino la especulación en una época de necesidad. Especialmente un caso concreto: el no uso de los cuatro mil ducados, en principio destinados a redimir un censo y que el propio concejo había decidido usar para mitigar el hambre y reponer el pósito y, posteriormente, la venta de las existencias de dicho pósito en una operación especulativa; mientras los regidores, en una actitud que se repetirá años después, se enriquecían vendiendo el trigo excedentario de sus propiedades en los pueblos vecinos a precios de ducado y medio.

La coincidencia entre grandes propietarios y su monopolio del gobierno, convirtió el malestar social en un grito de los menudos contra el mal gobierno. El gobierno concejil siempre visto como garante de la protección del débil había devenido en simple instrumento de una oligarquía. Ese sentimiento lo expresaba a la perfección Pedro Morcillo del Cerro

el tal procurador síndico mirará con mayor libertad que conviene a la rrepública e menudos no consentir que el conzejo les aga agrauio y les yrá a la mano en lo que mal quisieren hazer lo qual no se hazía si el dicho conzejo alcaldes e rregidores nonbrasen el dicho syndico porque los eligen e nonbran a personas que tienen entendido que no les hirá a las manos quanto ellos hizieren e su magestad lo puede mandar rremediar como lo tiene dicho porque haziéndose ansí Dios Nuestro Señor será seruido e la rrepública bien gouernada e los pobres no serán agrauiados como hasta aquí se a hecho
Los acusados tenían nombre y apellidos, además de la familia Aguado, otros de los denunciados eran Juan Sánchez Ortiz, que hacía las funciones de depositario. Poseedores de ganados y tierras de pan llevar tenían una posición privilegiada y la desgracia, sea dicho de paso, de haber gobernado la villa en los calamitosos años de la guerra de los moriscos. Una guerra, que junto a la rebelión catalana de 1640 marcaron dos momentos trágicos en la historia de España; ya no solo por poner en duda la cohesión del territorio sino por el tremendo esfuerzo y ruina que provocó en las familias. Pero quien puso voz al pueblo fueron respetables hombres muy alejados del común. Familias como los Pacheco o los Montoya imponían su voluntad en Villarrobledo*. Hombres próximos a estas familias como Martín Alonso de Oviedo compartía la alcaldía con uno de los Aguados desde comienzos de 1572. Con razón decía la facción de los Aguado que lo que debería importar al rey es que no hubiera escándalos, revueltas y revoluciones, tener la villa pacífica y no entrar en una disputa por el gobierno, como pretendían algunos particulares, que podía dar lugar a estos males.

La disputa entre los dos grupos se trasladaba al papel reservado al síndico. Para sus detractores era una simple figura asesora, que únicamente debía intervenir en los ayuntamientos cuando los regidores requerían de su presencia; para los defensores de la figura, el procurador síndico debía ser un oficio asalariado, con derecho a asiento en los ayuntamientos y asesoramiento permanente por el letrado de la villa. De hecho, se estaba abriendo paso una concepción exclusiva de la política: la libre elección de oficios podía llevar al nombramiento de personas no aptas para los cargos, mientras que es aptitud quedaba reservada para las personas principales y ricas. De hecho, paralelamente al cerramiento del poder se hablaba de dos cuerpos soberanos para delegar el poder: el concejo y el común. Una nueva dualidad se sumaba a esa otra de los ricos y los menudos.

No debemos pensar en una edad pasada de igualitarismo, negada por un regimiento cerrado de oligarcas. Ya desde sus inicios el procurador síndico fue controlado en su elección por los oficiales del ayuntamiento. Así lo afirmaba al menos Juan Ramírez, escribano del concejo, que aseguraba cómo hacía noventa años la elección se hacía por los miembros del concejo. Si esta afirmación es dudosa, no lo es su descripción de la organización concejil una vez conseguido el villazgo, que constaba allá por 1480 de dos alcaldes, dos regidores, un alguacil y un mayordomo; aunque nuestra opinión es que, en consonancia con otras villas, el procurador síndico, que también cita, se estableció en la década posterior.

Cogiendo las afirmaciones de nuestro escribano Juan Ramírez con cierta precaución, no obstante debemos dar crédito al amanuense, aficionado como el mismo decía a las escrituras antiguas que conservaba el ayuntamiento villarrobletano, después de aseverar que el síndico lo elegía el ayuntamiento y no el común según ciertos capítulos antiguos, aseveraba asimismo haber visto ciertas escrituras que la villa tenía de tiempos del rey Juan II o Enrique IV y que por su descripción confirman la antigüedad de la concesión del villazgo a Villarrobledo antes que se lo arrebatara el maestre don Juan Pacheco reduciéndola a aldea de Belmonte

Con otros capítulos que tratan que no se saquen presos ni proçesos de Villarrobledo y que los alcaldes vayan con sus causas adelante este testigo a visto como dicho tiene escripturas antiguas que se pidieron al rrey don Juan o al rrey don Enrrique que no sabe a qual de ellos que fueron confirmadas

A pesar de sus aseveraciones, reconocía el escribano que hacia 1560 el nombramiento de procurador síndico había escapado del control del ayuntamiento para recaer en una junta de cuarenta o cincuenta vecinos. La mala elección provocó, según nuestro mutable escribano, un largo pleito que costó a Villarrobledo más de diez mil ducados; pleito que sin duda va ligado a la lucha por la jurisdicción propia para la villa que se alargará hasta la primera década del siglo XVII y que, en esta época, se debió confundir con el conflicto causado por los gobernadores en su intento de dotarse de un escribano de provincia y entender en los pleitos en primera instancia en las villas. En cualquier caso, se nos escapa lo que realmente pasó en esos años comentados por Juan Ramírez como época en la que los hombres envidiosos y malintencionados habían arruinado los propios y las rentas del concejo.

Esta situación debía ser la más común, es decir, la alternancia del procurador síndico elegido bien por un ayuntamiento cerrado o bien la formación de bandos que imponían en concejos abiertos la elección, aunque dichos concejos abiertos no eran sino juntas dominadas por principales excluidos del gobierno municipal. De testimonios como el de Diego de Cuenca se desprende no era raro que una elegido el procurador síndico por los cargos concejiles, se procediera a la convocatoria de concejo abierto para su ratificación. El problema de estas juntas, motivo de lucha banderizas, es que en época de crisis de subsistencia abrían una vía democrática a las aspiraciones populares y podían posibilitar el acceso a los oficios concejiles a los labradores del común, ahora excluidos del gobierno local por una concepción del poder fundada en el mérito y la riqueza. Lo expresaba bien el escribano Juan Ramírez

Y ansymesmo podía salir por syndico nonbrado por el común tal persona que yuso que a los particulares labradores por tener en que entender y ganar salarios y dineros de la rrenta del conçejo y estarse un año ganando salario fuera desta idea

El caso es que los endeudamientos de la Corona iban acompañados de la cesión de licencias para cerrar dehesas de aprovechamiento comunal y su arrendamiento en beneficio de particulares. Como las decisiones de ese aprovechamiento privativo se decidía en los ayuntamientos, muchos buscaban tener manos, en expresión de la época, en los oficios concejiles. Y los oficios concejiles estaban a la sazón dominada por un grupo muy cerrado y emparentado familiarmente. Martín Alonso de Oviedo nos daba relación de ese grupo dominante donde la sangre se mezclaba con el interés y la hacienda
Juan de Llorente de Antón Llorente y Diego Aguado el viejo y sus dos hijos y Pero de Moragón y Alonso de Moragón y a Juan de Rremírez escriuano, y a Juan de Cuenca y a Diego de Cuenca y a Juan de Xabega todo los quales están dentro del cántaro de heleçiones para que de allí an de salir por alcaldes ofiçiales del conçejo y les va su interés como a los demás rregidores y Sebastián Hernández y Sebastián Pérez deben muncha cantidad de dinero al conçejo porque los aguarden y estén bien con ellos dirán a su voluntad y Juan de Ortiz es padre de Diego de Aguado que es agora síndico y Françisco Díaz conpró un rregimiento para un hijo suyo y le va el mismo interés y Pero Saiz de Posadas es hermano de Françisco de los Herreros que es rregidor y Françisco de Villarreal el moço es primo de Diego Hernández rregidor

El Consejo Real decidirá un diez de abril de 1573, que la elección del procurador síndico se hiciera a concejo abierto. Era una decisión que iba contra los tiempos.
*Entre la facción que se declaraba a favor de la elección del síndico en concejo abierto estaban Martín Alonso, Carlos de Espinosa, Hernando de Montoya, Pedro el Horno, Francisco de la Parra el viejo, Alonso Llorente, Francisco Navarro, Gonzalo García, Alonso Martínez de las Mesas, el bachiller Martínez, Pedro Martínez del Cerro y don Francisco Pacheco. Era una facción, según sus detractores apartada del gobierno municipal.

Testigos favorables a la elección en concejo abierto del síndico

Don Francisco Pacheco, fiel ejecutor, 28 años
Carlos de Espinosa, 55 años
Alonso Martínez de las Mesas, fiel ejecutor, 41 años
Bachiller Martínez, letrado de la villa, 50 años
Gonzalo García, 53 años
Pedro Morcillo del Cerro, 60 años
Alonso Navarro, 48 años
Diego Lorencio de Montoya, hijo de Hernando de Montoya
Alonso Lorente, almotacén, 46 años

Testigos contrarios a la elección del síndico en concejo abierto

Diego de Aguado el viejo, 75 años
Diego Sebastián Pérez, 55 años
Diego de Aguado, 30 años
Francisco Díaz Tercero, 56 años
Juan de Aguado, hijo de Diego de Aguado el viejo, 35 años
Francisco Díaz Tercero, 56 años
Juan de Jábega, 40 años
Juan Llorente de Antón Llorente, 55 años
Juan Ramírez, escribano, 40 años
Sebastián Hernández, 60 años
Alonso Moragón, escribano, 30 años
Diego de Cuenca, 50 años
Juan de Cuenca, 60 años
Pedro Díaz Barrera, 39 años
Juan Alonso de Miguel Martínez, 67 años
Juan Sánchez Ortiz,
Pedro Moragón, 54 años
Pedro Sánchez de Posadas, 46 años
Pedro López de las Mesas, 50 años
Francisco de Villareal el mozo, 35 años
Alonso Parra, 46 años


Fuente: AGS, CONSEJO REAL, 351/23



sábado, 2 de febrero de 2019

El Corregimiento de las diecisiete villas, una administración bajo el signo de la corrupción (II)

Las relaciones del licenciado Melchor Pérez Torres con la justicia villarrobletana era buena. El alcalde Andrés Peralta encomiaba al corregidor, ejemplo de buen gobierno. Recordaba cómo en la casa del cabildo había hecho construir una alhacena para la custodia de los privilegios de Villarrobledo. O al menos eso decía uno de los bandos favorables al corregidor, pues la realidad de la villa era más compleja. La relación del corregidor con los vecinos de Villarrobledo era más agria de lo que se quería presentar, pues sus intereses colisionaban  si no con los del corregidor sí con los de la villa de San Clemente. La razón residía en la negativa a dejar plantar viñas a los villarrobletanos en un momento que estos habían entendido el callejón sin salida en el que se encontraba el monocultivo de trigo.

En la secreta de Villarrobledo la afabilidad de su alcalde no coincidía con la del resto del vecindario. Pedro Montoya acusaba, en lo que se habría de convertir en agrio conflicto que se extendió durante dos décadas, que el corregidor no respetaba la primera instancia de la villa. De hecho, Villarrobledo reconocía haberse gastado quinientos reales en la Chancillería de Granada para frenar las intromisiones del corregidor en su jurisdicción. Sobre el pleito, que el mismo padre Cavallería consideró causa de la ruina de Villarrobledo, ya hemos hablado en otro lugar, así como de los intereses en torno al trigo villarrobletano. San Clemente y Villarrobledo tenían una relación complementaria e interesada en sus estructuras agrarias. Si Villarrobledo era granero de la comarca, y de la Corte; San Clemente se había especializado en las viñas. La extensión del cultivo de trigo a tierras poco aptas para ello, por el adehesamiento de nuevas tierras provocará el hundimiento de los rendimientos de la producción. Sin embargo, los terrenos que eran malos para el trigo no lo eran tanto para el viñedo. Algunos vecinos como Mateo Saiz Lozano o Francisco Vázquez lo vieron, desmontando sus cultivos y plantando en sus hazas viñas el año 1591. El corregidor, incapaz de aguantar la presión sanclementina ordenó arrancar los majuelos e impuso fuertes multas a los agricultores de Villarrobledo. El caso era de oportunidad económica, pero planteaba un grave contencioso jurídico. La licencia para plantar viñas fue otorgada por el concejo villarrobletano; la denegación obra del corregidor que se entrometía en la primera instancia de la justicia local y juzgaba por sí mismo. Además hacía caso omiso de una conquista de las villas del Marquesado: los juicios que el corregidor iniciase en las villas debían pasar ante los escribanos locales. En los años cincuenta, los gobernadores intentaron dotarse de un escribano de provincia; no lo consiguieron, pues la oposición de las villas desbarató la implantación del oficio. Como sucedáneo se creó la figura de un escribano de comisiones para entender en los pleitos en los que los gobernadores y luego corregidores fueran cometidos en delegación por los Consejos y Chancillerías. El cargo recayó en un personaje que haría gran fortuna, el escribano Francisco Rodríguez de Garnica, que acompañaba al corregidor de un lado para otro para entender de cualesquier pleitos, entre los que primaban aquellos de causas en primera instancia en contravención de los privilegios de las villas. Allí donde no llegaba Francisco Rodríguez Garnica, echaba una mano un primo suyo llamado Francisco Rodríguez de Tudela. Tal era el odio que despertaba la familia, a la que se hacía proceder de Hellín, que era conocida como los pelagatos, pues se consideraba que el antecesor de la familia era un hombre de origen valenciano, llegado a Hellín muerto de hambre y que sobrevivía despellejando a estos felinos. Como la cosa iba de escribanos, a este círculo pronto se unió el sanclementino Francisco de Astudillo, un escribano tan huraño como valiente (no en vano era el único que desafiaba las pedradas de los vecinos de Santa María del Campo, cuando algún aguacil o escribano asomaba por el pueblo). Este personaje tuvo tal ascenso social que en su vejez su familia era reconocida como la más rica de la villa de San Clemente, superando a los Ortega o a los Pacheco (incluida hacienda de los Castillo sobrevenida). Con la riqueza llegaron los odios, Astudillo sería acusado de ser descendiente de moros y de judíos. Los ataques arreciarían cuando la generación siguiente de Astudillos y Garnicas se aliaron matrimonialmente.

La parcialidad de los corregidores en Villarrobledo era manifiesta, interviniendo en su justicia, ya sea llevándose las informaciones a San Clemente, caso del asesinato de Alonso Morcillo o las de una riña entre el señor de El Provencio y los Gutiérrez, ya fuera interviniendo en la elección de oficios, como Melchor Pérez de Torres, apoyando el bando de Blas Ortiz de Vargas o Francisco Díaz frente a Juan López de Ávila, Antonio Sedeño, Pedro de Montoya y Diego de Vizcarra. Estas parcialidades se alternaban en el gobierno municipal de Villarrobledo, haciendo de la gobernanza pública un servicio a sus intereses privados. Se denunciaba al regidor Francisco Díaz por haber empleado los quinientos ducados recibidos en depósito para el pósito de la villa en la compra de unos borregos para sí. Las luchas banderizas acababan a veces a cuchilladas. El mencionado Francisco Díaz estaba acusado, junto a dos compinches, de intentar matar a cuchilladas al regidor Gabriel de León, que previamente había denunciado las irregularidades del mayordomo del pósito, Andrés de Losa, a la hora de prestar el trigo a los labradores.

Era tal el clima de rivalidades, que la elección de oficios menores, como alguaciles, caballeros de sierra o mayordomos se hacía al margen del ayuntamiento y fuera de su sala. No era extraño que los regidores acapararan los cargos de arrendamientos de rentas; sabemos del caso del regidor Juan Merchante, el año 1591. Aunque lo que estaba en juego era la apropiación de tierras llecas y montes, sobre todo por regidores como Francisco Díaz y Juan Merchante. Se burlaban las residencias que sufrían los escribanos. Así, con motivo de la practicada por el licenciado Marañón hacia 1590, el escribano Gálvez escondía sus escrituras en casa de un abogado, el doctor Belloso.

No siempre eran los principales de las villas los que esquilmaban los montes. En ocasiones, caso de Las Pedroñeras, se hacía por el mandato del propio corregidor. No sabemos los motivos, pero el corregidor ordenó la tala masiva de árboles en el monte de la Vacariza, pasando por encima los intentos del concejo de Las Pedroñeras de limitar la corta con la concesión de una licencia y supervisión de dos guardas. Las tres carretas que se permitieron en un principio se convirtieron en una tala de 196 carrascas bajo el control de un alguacil del partido. En El Pedernoso, las denuncias por cortas en el monte del Arenal vinieron de vecinos particulares e iban dirigidas contra los regidores de la villa. En lo que todos estaban de acuerdo era en mantener bien provistos de camas los mesones de El Pedernoso, una villa situada en el cruce de caminos, en el que desde Belmonte bajaba hacia el sur y el camino real hacia Murcia. Aunque si algo asemejaba a las villas de Las Pedroñeras y el Pedernoso era la homogeneidad de las minorías rectoras de sus concejos. Especialmente este hecho era notorio en la villa de Las Mesas, donde no se presentó ningún cargo en la secreta, a sabiendas de que la villa estaba demasiada alejada para ser molestada. Las respuestas a las preguntas fueron contestadas por el escribano Mateo Hernández Gallego, corroboradas por algunos testigos.

No ocurría tal cosa en La Alberca, donde el dominio de la política municipal por el regidor Francisco Sánchez era muy contestado por otros regidores. En su favor, como en tantos otros casos y para acabar con las luchas banderizas o favorecerlas, intervino el corregidor de San Clemente. El corregidor no intervenía directamente, sino que enviaba dos alguaciles con una misión puramente ejecutiva, para el cobro de deudas o el apresamiento de encausados. Quien padeció estas actuaciones en La Alberca fue el escribano del concejo Juan Manuel. En el origen de las presiones recibidas estaría su negativa a entregar los papeles de su oficio. Pagó sus negativas con multas de doce ducados y con el encarcelamiento de su persona. Pero su actitud díscola era muestra de una oposición más generalizada a la intromisión del corregidor en los asuntos de la villa
que este testigo era el que buscaba (el escribano Juan Manuel) y entonces el dicho Antonio Rromero (alguacil del corregidor) diziendo muchas palabras soberbias echó mano de este testigo para llebalo preso y el dicho alcalde que estaba presente dijo que él lo tomaba a su cargo y sin embargo desto el susodicho en gran desacato del dicho alcalde dijo que votaba a Dios que él lo abía de llebar rrastrando a la carzel y que sin ser alguazil por su persona se mataría con diez desta villa haçiendo fieros
El escribano acabaría preso en la cárcel, ante las miradas y alboroto de todo los vecinos. Aunque la situación se tensó por la actitud despreciativa que el alguacil Romero tuvo con el alcalde Garcilópez y el apoyo que prestaron al alcalde sus deudos y partidarios, que debían ser muchos.

El enfrentamiento entre el corregidor y La Alberca traspasaba las fronteras del pueblo y afectaba a los contenciosos que mantenía con sus vecinos sanclementinos por el uso del monte albequeño, aunque de uso comunal para los pueblos integrantes del suelo de Alarcón. Pedro Gallego se quejaba que su trigal era comido por los ganados del alcalde sanclementino Rojas, que tenían su paridera en dicho monte. Iguales quejas venían de otros vecinos, un tal Peñaranda y Miguel Rubio. El conflicto no venía tanto porque el corregidor fallara a favor del alcalde sanclementino, sino porque se entrometía en un asunto, la guarda de montes propios más allá de sus servidumbres comunales, perteneciente en exclusiva a la jurisdicción de la villa de La Alberca. No obstante, la idea de una villa enfrentada al corregidor sería errónea. Antonio Pérez de Torres se apoyaba en el poder del mencionado Francisco Sánchez para entrometerse en la jurisdicción de La Alberca. La contrapartida es que éste se aprovechaba de los montes de La Alberca en beneficio propio y con la fidelidad de algunos caballeros de sierra: Alonso del Castillo, Juan López de Perona o Francisco Cantarero