El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

sábado, 22 de julio de 2017

El Provencio del siglo XVI, señorío de los Calatayud

saue e a visto que el dicho don Alonso de Calatayud, señor que fue de la dicha villa, y el dicho don Luys de Calatayud su hijo y el dicho don Manuel de Calatayud, cada uno de ellos en su tienpo an tenido e poseydo e tienen e poseen e por suya propia esta villa del Provençio e sus términos e jurisdiçión
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Así manifestaba Pedro Sánchez Carnicero la posesión que ejercían los Calatayud sobre la villa de El Provencio. El dominio de la familia Calatayud sobre la villa de El Provencio era total. La expresión suya propia se traducía en la incorporación y vinculación de los términos de la villa al mayorazgo de la familia, traspasado hereditariamente entre los primogénitos varones. El inicio del dominio de los Calatayud sobre la villa se retrotraía a 1372, cuando el infante don Alfonso de Aragón les había cedido la villa. Los Calatayud poseían derechos reales de la Corona enajenados en su favor, tales como las rentas reales y las penas de cámara. Administraban la justicia de la villa, civil y criminal, de todas las causas en cualesquier cantidad o calidad, a través de un alcalde mayor nombrado por ellos mismos. Imponían penas pecuniarias y corporales y el castigo del destierro.  Nombraban asimismo alcaldes y regidores y al resto de oficiales del ayuntamiento
an executado las penas corporales en los delinquentes con boz de pregonero que manifestaua su delito diziendo esta es la justizia que manda hazer tal señor desta dicha villa y su alcalde mayor en su nonbre, llevándoles las penas en que los condenauan, para ello poniendo alcaldes mayores en esta dicha villa del dicho tienpo a esta parte e nonbrando los alcaldes e rregidores de la dicha villa, desterrando delinquentes e malhechores, volviéndoles a alçar los destierros, teniendo cárçel e horca e cadenas como señores de la dicha juridiçión
El monopolio señorial de la justicia no era absoluto, limitándose a la primera instancia y al derecho a entender también en las apelaciones de las sentencias dadas por los alcaldes ordinarios. No obstante, el rigor en la aplicación de las penas era extremo. El derecho a apelar las sentencias ante los altos tribunales, Consejos o Chancillería de Granada, raramente se ejercía. Al menos de forma individual, pero colectivamente el dominio señorial de los Calatayud fue muy contestado. Y ya no hablamos de la rebelión acaecida en agosto de 1520, con motivo del movimiento de los Comunidades, cuando el pueblo sometió a juicio y desnaturalizó a su señor, don Alonso de Calatayud. Nos referimos a la contestación que provocó el derecho señorial a establecer un diezmo sobre las cosechas o las limitaciones al libre comercio, bien con el establecimiento de estancos o control señorial de las ventas, bien con el cobro de tasas de portazgo a las mercancías de paso por la villa. El llamado diezmo señorial, en realidad derecho de exacción señorial sobre la novena parte de los productos del campo, fue soportado de muy mala gana por la villa. Ya desde 1518, el concejo provenciano apeló este derecho señorial en la Chancillería de Granada, y los pleitos para eximir a la villa del diezmo fueron continuos durante todo el siglo XVI, consiguiendo al menos a mediados de siglo reducir el total de la carga. En 1564 la villa gana ejecutorias en la Chancillería de Granada, reduciendo el diezmo del vino a la quinceava parte. Las sentencias granadinas no parece que fueran respetadas por los Calatayud, y los pleitos continuaron en la Chancillería; esta vez llevados por la mujer de don Manuel Calatayud, doña Margarida Ladrón de Bobadilla.

Iglesia de El Provencio
A pesar de todo, no fue el malestar campesino por el diezmo el que provocaría la rebelión violenta de las Comunidades, sino la obligación de prestar ciertos trabajos forzosos a favor de los Calatayud, cual si fueran nuevas sernas, la ejecución de exacciones arbitrarias y, sobre todo, el establecimiento de estancos sobre la venta de productos; monopolio señorial que sería contestado por la villa ya en 1512. Tenemos que esperar hasta 1591, setenta años después de su fracaso por volver a realengo, para que el concejo niegue la jurisdicción señorial sobre la villa y defienda la elección autónoma de sus propios oficios concejiles. Aunque en los años setenta se conocen los primeros roces por el derecho a la elección autónoma de oficios concejiles sin intromisión de los Calatayud o el alcalde mayor por ellos nombrado.Ya antes, en probanzas de testigos no fechadas existentes en la Chancillería de Granada, pero que deben ser en torno a 1564, los Calatayud debieron probar su señorío y posesión de El Provencio. Paradójicamente con testimonios orales. Al igual que en 1520, el concejo de El Provencio exigió a los Calatayud los títulos que le otorgaban el señorío sobre la villa, que en ambos casos fueron incapaces de presentar. Para entonces la villa ya ha alcanzado sus máximos de población en torno a los cuatrocientos o quinientos vecinos, ha fijado sus términos, olvidando las viejas rencillas, que desde comienzos del quinientos mantenía con San Clemente por la fijación de mojones y por la huida de provencianos hacia tierras de realengo. Entre ambas villas hay una relación de complementaridad en torno al mismo negocio del vino. La animosidad entre las dos villas viene ahora por ser El Provencio lugar de refugio de los sanclementinos huidos de su justicia o por pretender la justicia provenciana entender en los asuntos, que aun desarrollándose en suelo provenciano estaban implicados sanclementinos.

El símbolo de la opresión señorial era la fortaleza, que los Calatayud poseían en la villa. El edificio, al igual que las casas de los vecinos, alternaba en su construcción la tierra y la piedra, aunque la fortaleza presentaba mayor solidez. No obstante, en el tiempo de las Relaciones Topográficas, ya anunciaba ruina. El edificio era especialmente odiado por los provencianos, pues muchos de ellos allí eran encarcelados en condiciones inhumanas en la mazmorra. Las denuncias que tenemos del juicio abierto en 1520 a don Alonso de Calatayud abundan en detalles crueles: presos atados con cadenas, padres encerrados en compañía de sus hijos menores o simplemente niños encarcelados. No eran ajenos los castigos corporales, como bofetadas, azotes o alguna lanzada. En cualquier caso, los años más horribles fueron los de Alonso de Calatayud a la muerte de Isabel la Católica. Su comportamiento con sus vasallos era propio de un tirano. Su gobierno sería recordado por los provencianos como los años malos.

El rigor antiseñorial de los años postreros a la muerte de Isabel la Católica, debió aliviarse a partir del reinado de Carlos V, aprendida la lección de la rebelión comunera. Contribuyó a ello el desarrollo económico de la villa, fundado especialmente en el cultivo de las viñas. A pesar de la endeblez que la imagen del pueblo nos presentaba con sus casas de tierra, pues la piedra únicamente se usaba para asentar los cimientos, con suelos de arenales poco aptos para el cultivo, que no fuera la vid, ni para el ganado, y con inexistencia de montes para aprovechamiento de leñas; pues bien, a pesar de todo ello, El Provencio del siglo XVI era una sociedad relativamente estable. Junto a un tercio de su población jornalera que vivía vendiendo su trabajo, contrasta una mayoría de pequeños campesinos propietarios de tierras y, entre ellos, una minoría que respondían al prototipo de labradores ricos. Como se ha dicho, la base de la riqueza era el vino. Dada la calidad de las tierras el cultivo de tierras de pan llevar era escaso, viéndose los provencianos obligados a comprar trigo en otros pueblos. El movimiento roturador de tierras se vería frenado en 1547 por la desgraciada plaga de langosta que arruinaría la cosecha los dos años siguientes, pero luego los roturaciones continuaron y es aquí cuando surgieron los conflictos con los ganados de la Mesta.

El Provencio soportaba el paso de los ganados trashumantes, que aprovechaban el agua de sus pozos, pero carecía de ganados propios de importancia. La cañada real de los Chorros, que pasaba por la vecina villa de las Pedroñeras, enlazaba, a través de un cordel por el mismo centro del pueblo, con la cañada real de los Murcianos o de las Merinas que atravesaba el sur del término provenciano, uniendo la mencionada cañada de los Chorros con la de los Serranos. Las relaciones entre agricultores locales y los pastores mesteños fueron muy tensas durante el siglo XVI por el rompimiento de tierras de los primeros y llevaron a la villa a entablar constantes pleitos con la Mesta. En 1572, los deseos de extender los terrenos de labrantío chocaron con la Mesta que obtuvo ejecutoria favorable. El pleito se había iniciado cuando en 1567 Francisco Pérez Pellejero había roturado un pedazo de tierra para plantar viñas en un cordel, perteneciente a la cañada de los Serranos, de uso de los ganados trashumantes (1). Para estas fechas los contenciosos con la Mesta se ha generalizado con continuos litigios por los rompimientos de tierras en torno a las cañadas de Las Pedroñeras, Santa Catalina y San Cristóbal. Estos pleitos con la Mesta, junto a lo mantenidos con los Calatayud, serían traídos a colación por la villa como causa de su ruina.

No hemos de pensar que el bienestar campesino se correspondía con sumisión al señor. Aunque no conocemos la existencia de disturbios campesinos, las diferencias, tal como hemos reflejado, y analizaremos en estudios ulteriores, se litigaron entre la familia Calatayud y los provencianos en la Chancillería de Granada. Si la población más pobre buscaba con la huida a San Clemente, saltarse la prohibición de fijar libremente por cada cual su residencia, los campesinos acomodados siempre pusieron en cuestión la existencia del diezmo señorial. Muestra del odio y de los solos que se encontraban los Calatayud es que tuvieron que buscar la mayoría de los testigos favorables a su parte en los pueblos comarcanos con motivo del pleito de 1518. En realidad, los provencianos veían a los Calatayud como un estorbo. La imposición de tasas de portazgo por los Calatayud entorpecía el libre comercio, vital en una villa sita en el camino que del Reino de Toledo iba hacia Murcia. Esta posición privilegiada en el itinerario de los caminos se convertía en desgracia para la población, obligada a soportar la presencia y temporal manutención de las compañías de soldados, reclutados en tierras manchegas y rumbo a embarcarse en el puerto de Cartagena hacia Italia. Los soldados, alojados en el mesón del pueblo y en las casas particulares, solían pernoctar en la villa, antes de dirigirse de madrugada rumbo a Minaya, continuando su camino. Para 1591, como nos muestra el memorial elaborado con motivo del servicio de millones, la villa muestra ya sus primeros síntomas de crisis.



ANEXO I. Declaración de testigos de 1518, favorables a Alonso de Calatayud

Álvaro Ruiz, escribano, vecino de San Clemente, 75 años
Pedro Martínez, pastor, vecino de San Clemente, 58 años
Juan Ramírez Merchante, vecino de San Clemente
Alonso Pérez Tendero, vecino de San Clemente, 60 años
Martín González de Cazorla, vecino de San Clemente, 50 años
Juan López Cantero, vecino de San Clemente
Martín Ruiz de Villamediana, vecino de San Clemente, 56 años. Martín, el futuro fundador del convento de clarisas, es alcalde por el estado de los hijosdalgo este año de 1518. Creemos que, a pesar del pleito entablado por los hidalgos en la Chancillería de Granada y de los procesos inquisitoriales contra los Origüela, los oficios todavía estaban en manos de los pecheros en la villa de San Clemente,, aunque es posible que los hijosdalgo se hicieran momentáneamente con la mitad de los oficios por auto favorable de la Chancillería, luego recurrido. El clima de tensión de estos años previos nos ayuda a explicar el carácter virulento de la rebelión de las Comunidades en la zona.
Juan Sánchez de las Mesas, tejedor de cordellates, vecino de San Clemente, 60 años.
Alonso Sánchez Mancheño, vecino de San Clemente, 57 años
Alonso González de Huerta, vecino de San Clemente, 59 años
Lope de Mendoy, vecino de San Clemente, de 60 años
Hernando de Peralta, vecino de Cañavate, de 84 años
Diego Pacheco, vecino de Buenache, de 80 años
Alonso Ortiz, vecino de El Pedernoso, de 69 años
Alonso Martínez de la Parra, alcalde, vecino de El Provencio, de 63 años
Juan Martínez de la Parra, vecino de El Provencio, 60 años
Álvaro de Villoldo, vecino de Villarrobledo, 60 años
Llorente Martínez de la Parra, vecino de Villarrobledo, de 62 años
Alonso Llorente, vecino de Villarrobledo, de 58 años


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Tabla genealógica de la familia Calatayud. RAH. Signatura: 9/304, fº 246 v



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(1)  Provencio (Cuenca). Ejecutoria contra la villa de Provencio sobre roturas en la cañada.
Archivo Histórico Nacional, DIVERSOS-MESTA, 166, N.2


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 5355, PIEZA 8 Pleito entre Manuel de Calatayud con el concejo de la villa sobre jurisdicción.

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