El 21 de febrero de 1496, el procurador de El Provencio, Juan de Medina, requiere a los pedroñeros a acatar una sentencia de la Chancillería de Ciudad Real. Son alcaldes de Las Pedroñeras Pedro de la Plaza y Pedro Gómez, como regidor Pedro López Velloso. Acuden otros pedroñeros por testigos: Miguel Morales, Alonso Carralero y Miguel Martínez del Peral. Da fe el escribano de la villa, Juan del Provencio. La enumeración no es baladí, pues deja entrever una estructura municipal más propia de una aldea que de una villa y el escaso recorrido histórico de Las Pedroñeras, que a estas alturas de fin de siglo está luchando por emanciparse y definir un espacio propio frente a El Provencio y Belmonte.... contará en sus primeros años de independencia como villa con la inestimable ayuda de la villa de San Clemente.
Ya hemos hablado del papel de Juan López Rosillo y sus hijos en
la exención de la villa de Las Pedroñeras de Belmonte, pero además es
constatable una acción favorable a las nuevas villas de realengo por las
justicias del Marquesado. El alcalde mayor Gabriel Garcés sentenciaría a favor
de los pedroñeros frente a El Provencio y don Luis de Calatayud en su pretensión
de seguir haciendo uso de los viejos aprovechamientos comunes del suelo de
Alarcón en el nuevo término acotado de Las Pedroñeras.
El
interés por defender como privativos los términos de Las Pedroñeras frente a El
Provencio respondía a unos pocos vecinos de la primera villa, que no nos
aparecen en la primera línea de los oficios concejiles: Mingo Juan, Aparicio
Martín, Juan de Segovia y Pedro de Palacios. Eran ellos los que sostenían
económicamente el pleito frente a los provencianos. Ese año de 1497, los viejos
usos quedaban muy lejanos en el tiempo; los más ancianos se remontaban a
sesenta años atrás, cuando Las Pedroñeras formaba parte de la Tierra de
Alarcón, pero hacía cincuenta años, en la segunda mitad de la década de 1440
que Las Pedroñeras había sido incorporada a Belmonte (una cifra diferente de
1464, fecha dada como oficial por la historiografía según documento del
Registro General del Sello de Simancas). Ese dato, esa fecha y esa carta que
los pedroñeros buscan hoy con ansiedad, para ligar su destino histórico al de Belmonte,
era visto por el procurador provenciano como acto de escasa relevancia:
Sy fue
apartada de la villa de Alarcón, fue dada a la villa de Belmonte e como fue
subjeta a una ansy fue subjeta a la otra
Don
Juan Pacheco quería crear nuevos núcleos de poder, potenciando nuevas
poblaciones con la concesión del villazgo, ya nos hemos referido a Villarejo de
Fuentes o San Clemente; aunque su gran deseo era crear un gran centro de poder
en la villa de Belmonte, que se uniría a otro centro de poder ya tradicional,
Castillo de Garcimuñoz, el cual fagocitará a San Clemente. Entre estas villas
pasará sus días de descanso doña María Portocarrero, la mujer de don Juan
Pacheco, criando a sus hijos a las calles de San Clemente, un pueblo que apenas
si movía entre el centenar y medio o dos centenares de casas.
Sin
embargo, el gran centro de poder era Belmonte y su fortaleza. El castillo
dominaba un amplio territorio integrado por los pueblos de Hontanaya, Osa de la
Vega, una parte de los Hinojosos, Tresjuncos y Monreal, era la llamada Tierra
Vieja, a la que mediado el siglo se incorporó una amplia franja de territorio
denominado la Tierra Nueva, constituido por la incorporación de Villarrobledo,
Las Mesas, Las Pedroñeras y El Pedernoso. Hoy, ha caído en el olvido, pero
viejas poblaciones, luego desaparecidas, como Martín Ovieco o Robredillo de
Záncara también cayeron en el botín belmonteño, aunque en este caso, es de
presuponer que don Juan Pacheco los incorporó como una parte más del término de
Belmonte, deseoso de controlar los molinos harineros de Robredillo y tal vez
integrando Martín Ovieco en un trueque que desconocemos con los Castillo
Portocarrero, que poseían por compra esta villa con el doctor Pedro González
del Castillo. Quizás otra vieja población, Santo Domingo del Amarguillo, cayera
asimismo en la órbita de Belmonte, pues La Alberca se quejará ante don Jorge
Manrique, a finales de enero de 1479, que en 1442 esta población era suya (como
la dehesa de la Vaqueriza, que luego Las Pedroñeras pretenderá suya).
Las
Pedroñeras quería liberarse de la tutela de Belmonte, pero se aferraban a la
época de dependencia para hacer suyas las viejas ambiciones belmonteñas en lo
que se refería a las fronteras de la villa con El Provencio y en las limitaciones
impuestas por sentencias o por vías de los hechos a los provencianos en término
de Las Pedroñeras. La sentencia del licenciado Mula de 1471, en lo que se
suponía arbitraje entre partes, ya reconocía a Las Pedroñeras el derecho a
cerrar sus términos, que eran los de Belmonte, frente a los provencianos. La
sentencia veinte años después del alcalde mayor Garcés era más tajante y
reconocía a Las Pedroñeras el derecho a cerrar sus términos frente a sus
vecinos. El Provencio y su señor don Alonso de Calatayud se vieron obligados a
llevar su causa a la Chancillería de Ciudad Real. En un momento de primeros balbuceos
de la expansión agraria, El Provencio, sin términos definidos, necesitaba de
los campos llecos de Las Pedroñeras y San Clemente para sus labradores, justo
cuando estas dos villas tenían interés común en reconocer término ninguno a los
provencianos. La sentencia de 19 de diciembre de 1497 fue favorable a los provencianos,
revocando la del alcalde mayor Gabriel Garcés
Mandamos que
el dicho don Alonso e los vesinos e moradores de la dicha villa del Provençio
puedan libremente entrar en los dichos términos de la dicha villa de las
Pedroñeras e caçar e rroçar e arar de lieco e cortar mataparda e leña seca e
faser las otras cosas que los vesinos e moradores de la dicha villa de Las
Pedroñeras fasían en los dichos sus términos guardando el marco.
La
sentencia sería confirmada en grado de revista el seis de abril de 1498
ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr).
PLEITOS. 01RACH/ CAJA 2789, PIEZA 5
Hola, Ignacio. No sé si te importará que incluya este artículo (con tu nombre, claro) en el blog Las Pedroñeras. Enhorabuena y un saludo.
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