La amistad y buena vecindad entre San Clemente y El Cañavate
se había truncado por el año 1525. Los cañavateros empezaron en esas fechas a
tomar prendas a los ganados sanclementinos que pasaban a su término y a los
vecinos de esa villa que recogían esparto en su término. Lo que eran roces se
convirtió en contencioso judicial el 13 de marzo del año 1532; hasta la zona se
desplazó el juez de comisión Pablos de Chinchilla para resolver las disputas, a
petición del concejo de San Clemente y su procurador Pedro de Barriga. La
defensa de la villa de El Cañavate la llevó Alonso de Piqueras.
Las prendas tomadas por los cañavateros fueron continuas y
afectaban a los principales de la villa de San Clemente y a sus ganados: a Juan
de Olivares de la aldea de Villar de Cantos, multa de doce reales por unas
yeguas prendadas; a Juana López de Monteagudo, viuda de Antonio de los
Herreros, una yegua; a Diego de Caballón, dos cabras y una borrega, a Francisco
de Perona, cinco ovejas
Con fecha 15 de marzo de 1532, Pablos de Chinchilla daría su
sentencia favorable a San Clemente para poder las yerbas y beber las aguas de
la villa vecina. La sentencia reconocía fundarse, además de en los usos
antiguos, en una concordia antigua entre las dos villas, no especificada, y que
garantizaba a los ganados sanclementinos el libre acceso en todo el término de
El Cañavate, salvo en cotos, redondas y dehesas, en los pastos y aguas. Sin
embargo, el juez negó a San Clemente otros usos como el rozar, recoger esparto,
arar y cortar leña.
En esa parte negatoria, la sentencia sería revisada por sentencia
de la Chancillería de Granada el 13 de septiembre de 1539.
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