El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

domingo, 31 de diciembre de 2023

DIEGO Y MARTÍN DE MONTOYA, HIDALGOS DE VILLARROBLEDO

    El pleito entre Diego y Martín de Montoya con el concejo de Villarrobledo de la Vega se inició en 1540, cuando el mayordomo del concejo, Juan Crespo, escribió su nombre en los libros del concejo e intentó cobrarles 250 y 150 maravedíes, respectivamente del servicio ordinario de ese año. Los dos hermanos se negaron y les serían embargadas dos sobremesas de medina y de montería.


Concejo de Villarrobledo de la Vega en 11 de junio de1541

Martín de Funes y Pedro Morcillo, alcaldes ordinarios

Juan del Bonillo, Sebastián López Delgado, Urgenio Fernández, Diego Aguado, Sebastián Molina, regidores

Gonzalo López, alguacil






Pedro de Montoya, hidalgo de Villar del Águila

 Los intentos de Pedro Montoya, vecino de Villar del Águila, por conseguir ejecutoria de hidalguía chocaron con el concejo de ese lugar en 1590. Pedro de Montoya era hijo de Felipe Montoya, que se había avecindado en Villar del Águila y antes había sido vecino de Palomares y Villanueva de los Escuderos. La madre era Catalina Hernández de Castro, natural y vecina de Villar del Águila e hija de un hidalgo, Rodrigo de Castro. 

El abuelo era Francisco Montoya, vecino de Villanueva de los Escuderos, casado con María de Villanueva. Francisco había llegado a esta localidad desde su pueblo: Vara de Rey y Pozo Amargo. Francisco seguía el camino de la diáspora de otros miembros del linaje, que desde Vara de Rey, se habían extendido por otras villas de la región: San Clemente, EL Cañavate, La Alberca, Las Pedroñeras, Belmonte, Villarrobledo, Montalbo o Casasimarro.

Pedro de Montoya decía estar emparentado con los Montoya de Villarrobledo, Diego y Martín, que habían conseguido ejecutoria de hidalguía frente a este concejo. Había casado dos veces, la primera en Altarejos y la segunda en Villar del Águila. Pedro de Montoya se había reservado asiento principal junto al altar mayor de la iglesia de Villar del Águila y reservarse correspondiente sepultura, había ejercido del oficio de regidor, de alcalde de la hermandad por los hijosdalgo y cualesquier símbolo que diera carta de naturaleza a su hidalguía y fuera manifestación de poder ante sus convecinos. Su vida social se ajustaba a su condición y pronto entablaron amistad con los hidalgos de las tierras de Huete y Cuenca, mientras adornaban sus casas de paños, escudos y armas. ¿Qué distinguía a estos nobles de sus vecinos? Ellos mismos nos lo dicen: "vestidos negros de paño y seda, criados y criadas y negros que les servían en plata labrada de jarras y tazas, candeleros, saleros y jícaras y otras cosas para el servicio de sus personas y habían tenido y tenían paños franceses y reposteros con sus armas colgadas en sus casas y lanceras con sus lanzas y otros aderezos y cosas de casas principales, las cuales cosas en el dicho lugar de Villar del Águila no las tenían los pecheros, aunque fueran ricos". En misa, Pedro de Montoya tenía un escaño privilegiado, "entre él y el altar no se ponía nadie", nos dirá un vecino. A  los Montoya, por su sangre nobiliaria se los rifaban los labradores ricos. Pedro Montoya había casado en Villar del Águila con la hija de un labrador rico llamado Julián Martínez, que para hacer posible el matrimonio, había entregado como dote de su hija cuatro mil ducados. Julián Martínez tenía la riqueza y ahora buscaba el reconocimiento social: la hidalguía con el casamiento de su hija y el poder con su hijo, que era conventual de la orden de Santiago en Uclés, antes de dar el paso a ser capellán del rey Felipe II.

Nos atrae la figura del abuelo Francisco de Montoya, pues queremos ver en él  una aventura fallida de nueva repoblación de un lugar. Francisco de Montoya, salido de Vara de Rey, se había instalado en las llamadas Casas de Pascual López, próximas a Villar del Saz de don Guillén, aunque pronto había escapado de su aislamiento en el campo para irse a vivir y casar en Villanueva de los Escuderos. La narración de la figura de Francisco de Montoya por sus contemporáneos no deja de ser panegírica. Físicamente, "hombre de buen cuerpo y de buen talle ahidalgado y de gran valor"; en cuanto a su riqueza, no dejaba lugar a dudas: hombre muy rico, con doce manadas de ganados, vacas y yeguas.

 Francisco de Montoya era uno de los siete hijos de Hernando de Montoya, el progenitor de la familia en Vara de Rey, que con sus siete hijos daría lugar a varias ramas familiares en diversos pueblos de toda la Mancha conquense. Hernando estaba casado con Constanza García de Peñaranda. Entre los siete hermanos, destacaba la figura de Diego de Montoya, al que debemos tener por fundador y "hacedor" del pueblo de Pozo Amargo. Diego debía ser una figura principal en toda la comarca y muy respetado. De él se decía que era hijodalgo principal y rico, pero, sobre todo, buen cristiano. Pozo Amargo, fundación de la familia Montoya hacia el año 1500, era famoso entonces por estar dotado de un hospital, que debían ser simples casas de la familia al servicio de todo aquel que las necesitara: "que a todos los pobres que iban al dicho lugar de Poçoamargo si llegaban a mediodía les daban de comer y a los que llegaban a la tarde les daban de cenar y los recogían y daban posada aquella noche y de almorzar otro día". La descripción por pueril que nos parezca, nos da a entender que el nacimiento de Pozo Amargo, además de hacienda de los Montoya, tiene su razón de ser en un lugar de paso y descanso para viajeros, que, por el antiguo camino murciano, o romano, se dirigía al camino real principal que desde Toledo iba a Cartagena y Murcia. Este camino que se quiere ver como antigua calzada romana y que posteriores testimonios no llegan a diferenciar si camino o vereda, es evidente que se había mantenido vivo por el tránsito de los ganados en la época medieval.En torno al benefactor Diego de Montoya, casado con Catalina Alonso de Palacios, nacería Pozo Amargo, aunque la continuidad del linaje en la villa sería vía femenina con la hija de Diego y Catalina, Catalina Montoya, que casaría hacia 1520 con García de Buedo. Así, Buedo sería el apellido predominante en Pozo Amargo, mientras que dos hermanos de Catalina Montoya, Diego y Martín marcharían a Villarrobledo.

Poco a poco, vamos conociendo a estos siete hermanos que darían lugar a otros tantos linajes. Del último que tenemos noticias es Alonso, que se establece en La Parrilla. Los Montoya, por lo menos hasta mitad de siglo fueron capaces de mantener la solidaridad familiar. Las noticias que tenemos es que mantenían una fluida correspondencia epistolar entre ellos, acudían, con sus criados y caballos, y perfectamente aderezados, a las bodas de sus deudos y demás hechos con notoriedad social, y procuraban dotarse de capillas principales en las iglesias para su enterramiento. Francisco de Montoya se hizo con una capilla en la iglesia de Villanueva de los Escuderos, donde sería enterrado tanto él como su hijo Felipe: "(Francisco de Montoya) había hecho y labrado una capilla  muy principal en la parte del Evangelio, cerca del altar mayor y de la sacristía, en medio della y del altar y en ella estaba el susodicho y su hijo Felipe enterrados y en la dicha capilla estaba el escudo de las armas de los Montoyas y los tenían dos grifos, uno de una parte y otro de otra y no se acordaba de las armas que estaban en el dicho escudo y que las armas que les parescía había unas paneras (se debían corresponder con las diez panelas conocidas de los Montoya). Otro testigo sí nos describe al detalle el escudo y las armas de los Montoya: "y encima del entierro tenía el escudo de las armas de los montoyas que eran diez corazones y un cordón de San Francisco alrrededor". ¿Cuándo incorporan los Montoya el cordón de San Francisco a su escudo?¿la acción hospitalaria de uno de los Montoya, Diego, el fundador de Pozo Amargo, está ligado al franciscanismo llegado en 1503 a San Clemente?. preguntas sin respuestas, pero que algún día quizás conozcamos. Otro símbolo de los Montoya en Villanueva de los Escuderos eran sus casas: "que començó a labrar unas casas muy grandes e principales y de cantería en el dicho lugar de Villanueva de los Escuderos, que si se acabasen parescerían casas de señor". Los Montoya gozaban de prestigio militar; un nieto de Francisco de Montoya e hijo de un tío de la familia, hermano de Felipe y llamado Pedro, había sido ayo de los pajes de don Juan de Austria y participado en la batalla de Lepanto, donde había muerto.


ACHGR. HIDALGUÍAS, 301-86-14. Pedro de Montoya, vecino de Villar del Águila. Ejecutoria de 31 de marzo de 1594

sábado, 30 de diciembre de 2023

Los derechos del duque de Frías en Sisante

 El duque de Frías se había arrogado los derechos de borra, asadura y portazgo de los ganados trashumantes que pasaran por el suelo de la villa de Sisante por ejecutoria de 1 de agosto de 1645, expedida por la Chancillería de Granada. Dicho derecho le otorgaba una cabeza de ganado de cada mil


Archivo Histórico Nacional, DIVERSOS-MESTA,5,N.7

Francisco de la Madre de Dios, natural de Sisante

 Francisco de la Madre de Dios, natural de Sisante, partido de San Clemente, alto de cuerpo, delgado y trigueño, de 24 años. Pasa a Indias, a Nueva España, a profesar en los conventos de la provincia carmelitas descalzos de San Alberto. Año 1682


Archivo General de Indias, CONTRATACION,5445,N.1,R.56


Censo a favor de las clarisas de Sisante

 Censo a favor del convento de monjas franciscas de la primitiva orden de Santa Clara, advocación de Jesús Nazareno contra doña y, que venía disfrutando Francisca Antonia Medina y Cabañas, mujer de don José Guzmán Laso de la Vega, vecinos de Sanlucar de Barrameda, por cesión del duque de Osuna. Se trata de un censo de veinte mil reales de vellón de principal. El censo viene de facultad real del 7 de marzo de 1535, aunque no se escritura hasta 28 de diciembre de 1548, y está cargado sobre las rentas y aprovechamientos de la villa de Archidona, sobre las arras y dote de doña María de la Cueva, condesa de Urueña, ese censo recae en los sucesores del duque de Osuna, que lo cederá a la mencionada Francisca Antonia, doscientos años después, en 3 de febrero de 1740, lo vende al convento de monjas de Sisante por mil pesos escudos de plata antigua. El interés del censo es de 33 al millar.

El 15 de diciembre de 1739 era abadesa del convento sor María Teresa del Santísimo Sacramento y monjas sor Agueda de la Santísima Trinidad, como vicaria, sor Agueda de Santa Catalina, maestra de novicias, sor Ana de la Presentación, sor Juliana de Nuestra Señora del Pilar, sor Antonia del Espíritu Santo, sor Josefa de San Francisco Javier, sor María de los Ángeles, sor María de San Francisco, religiosas discretas y velo negro de ese convento



viernes, 29 de diciembre de 2023

ALONSO DE MORATALLA TÉBAR

 En 1636, el doctor Alonso de Moratalla Tébar es nombrado oidor de la Audiencia Real de Guatemala, pasará a Indias con doña Antonia de Tébar, su hija, y tres criados: Micaela de Perona, Ambrosio de León y don Paulo Manrique. Otros acompañantes a su servicio serán Jacinto Mejía y Amaro del Arco y una esclava negra.

Tenemos la descripción de los pasajeros de origen sisanteño:

  • Antonia de Tébar, hija del doctor: Quince años, cariaguileña, buen rostro blanco, pelinegra, lunar en el lado izquierdo, junto a la barba.
  • Micaela de Perona, hija de María de Perona y José de Horcajada: edad de veinte años, blanca, carirredonda, señal de carbunco en la mejilla derecha, cerca del ojo.
  • Amaro del Arco: hijo de Alonso Martínez y María del Arco, edad diecinueve años, delgado, trigueño, ojos hundidos, le apunta el bozo (vello del bigote), una herida en el dedo meñique de la mano izquierda

ALONSO DE MORATALLA TEBAR

Archivo General de Indias, CONTRATACION,5418,N.12

miércoles, 27 de diciembre de 2023

SOBRE LA PREVALENCIA DE ASIENTO EN LA IGLESIA DE SISANTE

 Llegado el siglo XVII, Sisante había dejado muy atrás, desde 1635, a su villa madre, Vara de Rey. Sisante había adquirido la condición de cabeza de demarcación territorial con un corregimiento. Bien es verdad que su corregimiento era de los llamados de tercera y aquellos que eran designados como corregidores de Sisante no lo llevaban muy a gusto. Simple paso intermedio en su cursus honorum para conseguir un próximo ascenso. Había corregidores que echaban pestes del pueblo, pues a comienzos del siglo XVIII, Sisante todavía no presentaba el aspecto más nobiliario actual de sus palacios: "pues casas de Nacimiento he visto de mayor talla", nos dirá un corregidor que dedicará a la villa afrentosas coplas. 

Mientras construía sus edificios civiles y palacios, Sisante llegaba a superar mediado el siglo XVIII los mil vecinos, cuatro mil habitantes. Sisante era todavía muy pueblerino; por vecinos le corresponderían cuatro familiares de la Inquisición, pero tenía solo uno y bastante mal avenido con las autoridades. Las disputas, como suele ocurrir en un mundo de advenedizos a los que ciega el poder, eran cosa de niños. Ya sabemos la importancia que daban aquellos hombres, como los de ahora a ocupar un asiento en primera fila: así, que andaban moviendo los bancos del lado del Evangelio al de la Epístola o colocando unos bancos delante de otros para ocupar la primera fila. Y es que el corregidor podía ser de tercera, pero su orgullo no, así que procuró colocar delante del banco donde se sentaba el familiar un banco nuevo y los suficientemente grande para tapar la vista al familiar del Santo Oficio o lo que es lo mismo negar su visión y presencia a los demás. Hoy nos puede parecer cosa de chiquillos, pero que los familiares del Santo Oficio tuvieran un lugar visible en las iglesias venía recogido en un auto del Consejo de Castilla de 1730.

Quizás se rían ustedes de estas cosas, pero yo soy el primer sorprendido de estas cosas, Recuerdo que en mi niñez en un pueblo de la Alcarria de todos conocidos el alcalde se sentaba en el primer o en el último banco según llegara antes o después a la misa y que la única diferencia era aquella de los hombres a un lado y las mujeres a otro. Esa misma costumbre de separación por géneros la vi hace poco en un pueblo de Teruel, llamado Alacón. En la Mancha, creo que ya ha desaparecido esa discriminación, pero si van a cualquier iglesia verán el primer banco reservado a las autoridades. No todo es tan sencillo: al lado del Evangelio, el partido gobernante; al lado de la Epístola, el partido de la alternancia. No seré yo quien recuerde viejas normas donde se ha de sentar cada uno, aunque sí dar un consejo: en San Clemente,, cuando se negaban a reservar asiento a autoridad foránea, se quitaban todos los bancos de la iglesia y se llevaba cada uno su silla de casa.

PD: El resultado final del expediente es que el corregidor de Sisante tuvo que retirar el banco nuevo que había colocado  y se dio la razón al familiar Lorenzo Muñoz Serrano por la Suprema del Santo Oficio


AHN, INQUISICIÓN,3728,Exp.100, AÑO 1759

lunes, 25 de diciembre de 2023

LOS CLEMENTE Y EL CONVENTO FRANCISCANO DE VILLANUEVA DE LA JARA

 Capillas en el convento de San Francisco del Nombre de Jesús en Villanueva de la Jara, sitas en el crucero

  • Capilla de San Julián, obispo de Cuenca. Afecta al vínculo fundado por el licenciado Dionisio Clemente. Dos retablos de madera dorada.  Uno de San Juliá y otro del Ángel de la Guarda
  • Capilla de Santo Tomás apóstol. Afecta al vínculo fundado por el licenciado Tomás Clemente. Hay dos retablos de madera dorada. Uno es de Santa Silveria y el otro de Santo Tomás
Sobre los retablos de Santo Tomás y San Julián están los escudos con las armas familiares: a mano derecha de dicho escudo hay una escuadra y debajo de ella una pera y sobre esta dos estrellas. Y a la mano izquierda un pino con dos ardas en su tronco y dos perros siguiéndolas, cuyo escudo está cubierto de un morrión mirando a la derecha.

Asimismo se reconoció que en el altar de Santa Silveria está una urna dorada con cristales y dentro los huesos de dicha santa.

Clemente de Arostegui y Herrera y Calomarde, Antonio José

Archivo Histórico Nacional, OM-CABALLEROS_SANTIAGO,Exp.1980

domingo, 24 de diciembre de 2023

Quintanar del Rey vs. Tarazona

El litigio entre Tarazona y Quintanar versaba sobre el aprovechamiento de varias dehesas: la Torquilla, Hoya Trascasas, Vadoluengo, la Ensancha de la Hoya de Gil García, el Humilladero, Casa de la Parreña, y Pozo Llorente. La acusación venía de los vecinos de Quintanar, que acusaban a los de Tarazona hacer varias dehesas sobre suelos que los quintanareños consideraban que eran tierras que ellos labraban; limitando el desarrollo agrario de Quintanar.

Hasta donde sabemos hubo una facultad real en 1629 que otorgaba a los tarazoneros la privacidad para explotar estas dehesas (creemos que hay una primera facultad real de 1606) y que al parecer iba contra una transacción entre Quintanar y Tarazona, fechada en mayo de 1615. Una nueva concordia de 1640 intentó compartir la explotación de las dehesas por ambos pueblos, fijando unas condiciones muy definidas: por la qual la dicha villa de Taraçona dexó a la de Quintanar el uso y aprovechamiento de las dichas dehesas de la Torquilla, Casa de las Parreña, Poço Llorente, Umilladero, y Hoya Gil García y Vadoluengo para que las goçasen por tiempo de seis años con declaración y calidad que en quanto a la dehesa de Vadoluengo y la Hoya Gil García y Umilladero las habían de goçar las dichas villas por mitad en quanto a arrendar la yerba en esta manera, los dichos seis años en esta manera: la dicha villa de Taraçona habrá de arrendar para sí los tres años primeros la dicha dehesa de Vadoluengo y la villa de Quintanar la Hoya de Gil García y Umilladero los dichos tres años primeros y los tres años últimos por el contrario la dicha villa de Quintanar había de goçar la dehesa de Vadoluengo la villa de Taraçona la Hoya de Gil García.

El acuerdo no salió gratis a Quintanar del Rey, que debió pagar a Tarazona de la Mancha, dos mil cien ducados. Pero el acuerdo mostraba algo más: esas dehesas estaban en el suelo y término de Alarcón, villa que había perdido el control de sus tierras sureñas y que ahora explotaban privativamente los dos primeros pueblos. Antaño, Alarcón exigía a cada vecino que deseará pastar con sus ganados en sus términos una borrega al año; así hasta el año referido de 1615 en el que Tarazona consigue facultad real para explotar privativamente las dehesas y los vecinos de Quintanar se ven obligados a conciertos individuales con el concejo tarazonero con aprovechamientos comunes.




Concejo de Quintanar del Rey 1657

Don Alonso Ruipérez Montoya y Alonso de Oñate, escribano, alcaldes ordinarios

Francisco Sánchez Parreño, don Pedro de Oñate, don Antonio López Parreño, Pedro Serrano Picazo, Juan Mateo de Ruipérez, don Alonso de Mondéjar, don Bernardo de Oñate, Marcos Félix de Oñate, regidores´


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. PLEITOS CIVILES. C-9988-5

sábado, 23 de diciembre de 2023

LA INMACULADA CONCEPCIÓN, LA VILLA DE SAN CLEMENTE Y EL CONVENTO DE NUESTRA SEÑORA DE GRACIA: O SU DECLINACIÓN EN FAVOR DE LA VIRGEN DE RUS

 LA INMACULADA CONCEPCIÓN, LA VILLA DE SAN CLEMENTE Y EL CONVENTO DE NUESTRA SEÑORA DE GRACIA: O SU DECLINACIÓN EN FAVOR DE LA VIRGEN DE RUS 


El franciscanismo había apostado por el dogma de la Inmaculada Concepción en un Capítulo General celebrado en Toledo en 1633 y en 1645 eligen a la Inmaculada como patrona de la orden franciscana. Ese voto lo hizo suyo el ayuntamiento sanclementino, cuyos oficiales juraban con su cargo defender el misterio de la Purísima Concepción; el diez de agosto de 1643 el concejo establece la festividad de la Inmaculada como preceptiva y fiesta a guardar.


El apego de los franciscanos en los siglos XVII y XVIII a la Inmaculada Concepción los llevó a adoptar un nuevo voto, el voto inmaculatista, y la incorporación de un nuevo nudo a los tres del cordón franciscano.

El día de la fiesta de la "limpia Concepción de la Virgen María" se celebraba en el convento de frailes de San Francisco, para lo que recibía del concejo 50 reales. El año 1641 fue uno de los peores años para la villa de San Clemente; Rodrigo de Santelices es enviado para enrolar soldados para la guerra de Cataluña, había sacado de la villa a los hombres de los campos recorriendo un camino que de San Clemente los llevaba en varias jornadas a Cuenca, el campamento militar de Molina de Aragón y, de allí, por Daroca y Zaragoza, a la guerra catalana. Ese año de extrema necesidad, el concejo de la villa decidió reunirse de nuevo tras celebrar el día de la Inmaculada Concepción. La fiesta había sido poco lucida, sin la decencia que el día requiere por falta de cera; pues bien, el ayuntamiento decidirá en sesión extraordinaria después de la fiesta, celebrar de nuevo el día con la mayor ostentación y una procesión de todos sus capitulares del ayuntamiento portando velas, junto a los frailes franciscanos de Nuestra Señora de Gracia. La fiesta se repitió el domingo día once de diciembre, otorgando cien reales más el ayuntamiento a los frailes para la celebración de la fiesta y la compra de cera, que llevarán encendida los miembros del capítulo del concejo en procesión solemne. 


Aunque Diego Torrente trata de unir el dogma de la Concepción a la virgen de Rus en la villa de San Clemente. La realidad es que la festividad de Rus vino a sustituir entre la gente popular a la Inmaculada Concepción. El establecimiento de la Inmaculada el ocho de diciembre como patrona de San Clemente no llegó a cuajar en la mentalidad popular, era para los sanclementinos una fiesta demasiado fría y oficial en procesiones institucionalizadas de franciscanos y concejo. La tradición popular estaba más apegada a las romerías populares en torno a ermitas alejadas del pueblo.  Conocemos varias celebraciones en este sentido. En Majara Hollín, los sanclementinos, compartiendo la devoción con los provencianos, acudían hasta la ermita de Santa Catalina. Tal celebración pareció romperse en 1524, cuando en las eternas disputas con los provencianos, y tras destrozar el pueblo, los sanclementinos causaron daños en la ermita. Sabemos de romerías compartidas también con los villarrobletanos, con El Cañavate y con Fuensanta. 


La devoción al dogma oficial de la Inmaculada Concepción se apagó en favor de estas fiestas populares. Aunque quizás el apogeo de la virgen de Rus está ligado a un hecho de carácter político social, pues el ascenso de la festividad en el siglo XVII es paralelo al ascenso social de la familia Ortega, algo tan evidente como el lazo que tanto la virgen como la familia Ortega mantienen con Villar de Cantos. 


lunes, 18 de diciembre de 2023

LOS CAMINOS QUE SALEN DE VILLAR DE CANTOS EN 1700

 Hoy podemos ver como una de los palacios más señeros de la arquitectura civil de Vara de Rey el palacio de los marqueses de Valdeguerrero, pero en 1703 el concejo vararreyense andaba a la gresca con el marqués, pues sus bienes propios y dehesas se encontraban embargados para pagar unos réditos de trescientos mil reales adeudados al marqués. No obstante, los conflictos entre villa y marqués venían por otros contenciosos y tenían su causa en la herencia recibida por los Vladeguerrero de sus ascendientes los Ortega. En el mayorazgo de los Valdeguerrero era parte sustancial de su hacienda la villa de Villar de Cantos. Don Rodrigo de Ortega había comprado el señorío y jurisdicción de esta aldea en 1626; su intento de hacer lo propio con Vara de Rey llevaría a los Ortega, y luego los Valdeguerrero, a largos pleitos, y, en lo que a nosotros nos interesa, a la integración de Villar de Cantos en Vara de Rey, dada la confusión entre hacienda y jurisdicción que había traído la venta del pequeño pueblo. Era tal el dominio de los Valdeguerrero que se apropiaron de todo, obligando a Vara de Rey a recordar que había bienes de uso común que por muy poderoso que fuera el noble no se podía apropiar. En el caso de las dehesas, Vara de Rey contó con un aliado inesperado, La Roda, que solía traer hasta aquí sus ganados, aunque el conflicto vino por los caminos. El marqués de Valdeguerrero había entrado en los caminos, estrechándolos y ocupando su espacio con la siembra de cereales. Hábilmente, Vara de Rey vio en estos caminos la razón de sus derechos. Los caminos ahora estaba muy transitados, pero dadas las obstrucciones del marqués, difícilmente cabían dos carretas que cruzaran sus caminos. El concejo de Vara de Rey recuperó la vieja figura de las veredas de ganados para exigir un ancho de los caminos de hasta cincuenta varas. La vara era medida que equivalía a poco más de 0.8 metros.  Era tan celoso el ayuntamiento de Vara de Rey que guardaba en su archivo un croquis de los caminos que salían del pueblo de Villar de Cantos: eran el camino viejo de San Clemente, el de Minaya, el de Pozo Amargo y el de Tébar.

El caso es que mientras el marqués exigía a los de Vara de Rey cuatrocientos ducados por haber entrado en sus sembrados, plantados en medio de los caminos usurpados; Vara de Rey hacía de un viejo derecho secular, el tránsito por las cañadas, y de la confusión de jurisdicciones, traída por las ventas a señorío de 1626, la oportunidad para hacer de Villar de Cantos su aldea propia. La pequeña aldea rompía sus lazos definitivamente con San Clemente para pasar a Vara de Rey. Los Valdeguerrero habían englutido Villar de Cantos, pero se les había atragantado Vara de Rey.

En enero de 1702, los que habían provocado al marqués de Valdeguerrero habían sido dos ganaderos de Vara de Rey, que habían abierto una vereda en el camino de El Cañavate y en medio de los cebadales, propiedad del marqués. El poder del marqués de Valdeguerrero, don Gabriel de Ortega Guerrero, en Villar de Cantos era incontestable, fundado en la propiedad de la tierra: cuatro mil fanegas, vinculados a un mayorazgo por su antecesor Rodrigo de Ortega. Sus campos lo inundaban todo, comiéndose los caminos. Un hecho vino a desafiar ese poder y fue que dos ganaderos de la dicha villa decidieron abrir un camino para sus ganados en medio de los cebadales del marqués y en dirección de El Cañavate. A partir de ahí vino el contencioso. Defendía el marqués quizás con razón que el camino abierto nunca había sido vereda, mientras que los servidores del marqués aun dándole la razón, reconocían la vieja existencia de un carril para paso de una carreta, que de El Cañavate iba hasta Pozo Amargo. Así nos lo decía un hornero:

"que a principios del año mil setecientos y dos mandó que se abriese una vereda por el camino que iba de dicha villa a la del Cañavate, que con efecto ha visto el testigo se abrió en el sitio referido y por los cebadales del dicho marqués, que no ha visto el testigo jamás haya habido tal vereda hasta de presente, que la han abierto; sí un carril que es el camino que va a la villa del Cañavate del ancho de un carro y para evidencia y certeza de lo referido se remite a los libros de caminos y veredas y se verá cómo no consta tal cosa de que se le ha seguido y sigue a dicho marqués gran menoscabo a causa de la siembra que pudiera haber hecho en la dicha vereda por ser demasiada de ancho y los cebadales que en ella había al tiempo de dicha abertura que es público se los comieron los ganados de Juan de Jávega y Pedro Martínez Osona y la vereda que siempre ha sido camino de Pozoamargo, es público que dichos capitulares dicen que no es vereda"

Los ganaderos de Vara del Rey no eran unos cualesquiera, Juan de Jávega era el alguacil mayor de Vara de Rey, mientras que Osona era procurador síndico del pueblo. El testimonio del hornero vino recogido fielmente en la real cédula de la Chancillería de Granada por el procurador del marqués: "por el mes de enero próximo pasado de orden del dicho concejo (de Vara de Rey) se había ha abierto una vereda por el camino que iba de dicha abierto de dicha villa (de Villar de Cantos) a la del Cañavate sin haber habido tal vereda, solamente un carril que cogía un carro solo a fin de quitarle a su parte dichos cebadales que correspondían a dichas veredas y otra que siempre lo había sido y lo era camino de Pozo Amargo decían que era vereda y otras tres que dicha villa tenía y siempre se habían guardado por tales que tenían por anejos por partes de más de treinta varas y por otras menos las habían".

Además de abrir vereda en carril, los vararreyenses habían ido más allá y habían apresado al mayordomo del marqués en la cárcel tres semanas
Otro testigo:
"pues nunca ha habido más que el carril que va a la villa del Cañavate del ancho de un carro y es público que lo que siempre ha sido y es vereda y lo era camino que va a Pozo Amargo, dicen que no es".
No obstante era evidente en torno a la confusión que había entre caminos y veredas (y la mala fe de los testigos). Uno de ellos, llamaba camino el que va a El Cañavate desde Villar de Cantos, para llamar veredas a esos otros que iba a Minaya, San Clemente, Tébar y Pozo Amargo, pero este último nunca es descrito en su anchura. Es más lo que tendríamos por más fiable, el testimonio de un arriero, nos lo dice claro: "y en cuanto a las veredas de Pozoamargo, Tébar y San Clemente, las ensancharon, excepto la de Pozoamargo que no puede decir con certeza"

Es imposible saber los caminos antiguos que salían de Villar de Cantos. El receptor de Granada llegó a pedir, y ejecutó, la prisión de todos los oficiales del concejo, pero salvo la información que se había hecho el año anterior, los oficiales vararreyenses alegaron que no disponían de apeos de caminos antiguos, pues el archivo de Vara de Rey se había quemado: "siendo público haberse consumido y quemado con las casas de cabildo y su archivo". El testimonio de la quema del archivo se presentó, pero el escribano receptor solo incorporó en el expediente una mención al mismo.

RELACIÓN DE LOS CAMINOS DESPUÉS DE SER ENSANCHADOS POR EL CONCEJO DE VARA DE REY

1.- EL CAMINO VIEJO DE SAN CLEMENTE, SALIENDO DE VILLAR DE CANTOS

Este camino tenía cuarenta varas de ancho desde el pozo de la Higuera, prosiguiendo el ancho hasta cincuenta varas y las doscientas cincuenta varas que hay de camino van en disminución, quedando en veinte varas de ancho y ciento cincuenta varas de resto que hay hasta la villa de Villar de Cantos tiene de ancho veinticinco varas. Reconocido por la mano izquierda que se ha hecho por Vara de Rey, empezando desde el pozo de la Higuera, trescientas varas en adelante, hay de ensanche quince varas, prosiguiendo el dicho camino y medido ciento cincuenta varas, por la dicha mano izquierda en cincuenta de ellas, hay de ensancha tres varas y en las cien no hay ensanche alguno. Y empezando por la mano derecha del día camino, en las primeras cincuenta varas de él no hay ensanche alguno y prosiguiendo cien varas hay de ensanche cuatro varas y en las trescientas restantes hasta donde la dicha villa llegó, en doscientas de ellas hay quince varas

2.- EL CAMINO DE MINAYA

Dijeron haber medido el ancho de dicho camino y por la salida del lugar tiene de ancho catorce varas hasta doscientos pasos, y lo restante, que son trescientas cincuenta varas, tiene de ancho veinticuatro varas, y reconociendo por la mano derecha saliendo de dicho lugar, doscientas varas, en ellas hay de ensancha ocho varas y prosiguiendo por dicha mano derecha en cincuenta varas no hay ensancha alguna y prosiguiendo otras cincuenta varas hay de ensancha ocho varas y lo restante de dicha mano derecha hasta donde llega la dicha villa no hay ensancha alguna; y reconociendo por la mano izquierda saliendo del dicho lugar hasta el sitio donde llega la dicha villa en todo el distrito a lo último distrito de doscientas varas, hay de ensancha catorce varas

3.- EL CAMINO VIEJO DE TÉBAR

Dijeron tener el dicho camino de ancho treinta y cinco varas, manteniéndose dicho ancho doscientas cincuenta varas, y prosiguiendo dicho camino ochenta varas, tiene de ancho treinta varas y prosiguiendo dicho camino otras ochenta varas que es hasta donde llegó dicha villa tiene de ancho treinta y cinco varas. Por la mano derecha tiene de ensancha dicho camino diez varas, manteniendo las referidas hasta doscientas cincuenta varas camino adelante y prosiguiendo dicho camino por dicha mano en cien varas no hay ensancha alguna y prosiguiendo otras ochenta varas esta tienen de ensancha siete varas y desde el sitio hasta donde llegó la dicha villa que son ochenta varas tiene de ensancha ocho varas. Y por la mano izquierda en trescientas cincuenta varas consecutivas no hay ensancha y en las ciento sesenta varas restantes hasta donde llegó dicha villa en las ochenta de ellas hay siete varas de ensancha y en las otras ninguna

4.- CAMINO VIEJO DEL CAÑAVATE

Dijeron que desde la salida del lugar hasta donde llega la dicha villa hay quinientas y cincuenta varas de largo. Las doscientas de ellas tienen un ancho de seis varas, las cincuenta, veinticinco varas de ancho y las trescientas restantes, ocho varas de ancho que es el camino viejo. Y de ensancha por la mano derecha, dieciséis varas, manteniéndose dicha ensancha doscientas varas camino adelante, cincuenta varas prosiguiendo consecutivamente, tiene de ensancha nueva varas y las trescientas restantes tienen de ensancha dieciocho varas, y por la izquierda doscientas varas tienen de ensanche cinco varas, y consecutivamente cincuenta varas no tienen ensancha alguna, y las trescientas varas restantes tienen de ensancha cuatro varas


ACHGR, PLEITOS CIVILES, C-10359-1


domingo, 10 de diciembre de 2023

LOS FERNÁNDEZ DE BOBADILLA Y LOS TENDERO DE MOTILLA DEL PALANCAR

 La presencia de este apellido en Motilla del Palancar llega con el cura de la parroquia Mateo Fernández de Bobadilla. Conocemos la ascendencia del mismo por un expediente específico y por otro de las pruebas de limpieza de sangre en el colegio de los Manchegos o de San Clemente Mártir: Mateo Tendero Fernández de Bobadilla.

Mateo Tendero Fernández de Bobadilla era nieto por línea materna de Juan Fernández de Bobadilla, administrador del colegio de los Escoceses en Madrid. Juan Fernández tuvo cinco hermanos, uno de ellos es Mateo Fernández de Bobadilla, un licenciado que era cura propio de la iglesia de San Gil de Motilla del Palancar. La presencia del cura en Motilla del Palancar propiciará el casamiento de una hija natural de su hermano Juan Fernández de Bobadilla con un vecino de fortuna. Esa hija es Manuela, que casará con Mateo Tendero. Manuela llegará a Motilla con cuatro o cinco años, acompañada de una criada, Ana de San Francisco, tras ser sacada del convento de monjas de Pinto, para alojarse en casa de su tío, el cura Mateo Fernández de Bobadilla, que es presumible que llegara a tomar posesión de la parroquia de San Gil no mucho antes, junto a su madre Catalina de la Peña. Una manera de ocultar el desliz amoroso de Juan con una joven de origen portugués: María de Vacca y Silva, una viuda de un caballero de Santiago, cuyos amores le procuraron a Juan el odio de los familiares de su amante, que andaban detrás de él, para matarlo. El tal caballero de Santiago era Carlos de Inga, del que se decía proceder de sangre real de las Indias, descendientes de reyes de México.

Y que la causa de haber venido la dicha doña Manuela a la dicha villa de la Motilla fue por ocultarla, porque se temió que los deudos de la dicha doña María quisiesen matar al dicho Juan Fernández, por lo qual se retiró por algún tiempo a la casa del dicho su hermano

Esta alianza entre los Tendero y los Bobadilla sería clave para el ascenso de la familia de los Tendero en Motilla, una familia que ya participaban como regidores y alcaldes del poder en Motilla  y cuyo apellido se tenía entre los más antiguos en la villa. De los Tendero sabemos poco, aunque se le conoce vecindad en Motilla, con padre Matías Tendero y la madre Ana Martínez. Matías tenía por padre a Tomás Tendero y abuelo a otro Tomás del mismo apellido. En cuanto a la madre el apellido Martínez se confundía con el de García de generaciones anteriores. La familia tenía sepultura propia en la parroquial de San Gil de Motilla. 

que al pretendiente le tocan muchos actos positivos, porque Martín García, su tercero abuelo como dicho es, fue familiar del Santo Oficio y Tomás Tendero su abuelo segundo fue familiar del santo oficio y Julián Tendero hermano entero Thomás Tendero fue familiar del Santo Oficio y el doctor Juan Martínez Garrido primo segundo del padre del pretendiente, porque fue nieto de Benito Martínez aue fue hermano entero de María Martínez, segunda abuela del pretendiente, fue Collegial mayor de Sant  Illdephonso de Alcalá y este declarante es comisario del Santo Oficio a título de esta villa

El linaje de los Fernández de Bobadilla estaba muy bien relacionado en la corte y sus miembros ocuparon diversos cargos en la administración polisinodial de los austrias menores. Es de presuponer que su auge vino con el reinado de Felipe III y su decadencia con los nuevos aires del reinado de Felipe IV y las persecuciones de conversos. Entre los miembros del linaje: Diego Fernández de Bobadilla, contrador del duque de Lerma, el capitán Francisco de Bobadilla, fray Manuel de Bobadilla, fraile de la orden de San Agustín, María de Bobadilla, además del cura, Mateo. De la progenitora, Catalina de la Peña se sabe que era hermana de fray N. de Peñacerrada, religioso de la merced calzada y  y provincial de dicha religión en la provincia de Castilla. El cura Mateo Fernández de Bobadilla marcará la vida motillana de la primera mitad del siglo XVII, era asimismo comisario del Santo Oficio de Cuenca. Familiar del Santo Oficio será también el presbítero Tomás Tendero, cuyo hermano Matías casará con la sobrina del cura, Manuela. Viuda, Manuela, de su primer matrimonio, volverá a casar con el doctor Juan Bravo, un médico, natural de Villanueva de la Jara, que ejercerá primero en Motilla y luego en San Clemente, donde se llevará en 1643 a su mujer Manuela y al  hijo del primer matrimonio Mateo, que cursará estudios en la Universidad de Alcalá de Henares. La suerte cambiaría para la familia, cuando Juan Fernández de Bobadilla muere en 1641 (su hermano el licenciado Mateo muere en 1639) y reconoce por heredera universal a su hija Manuela, con una hacienda de más de diez mil ducados; en la decisión debió pesar el hecho de que Mateo había estado en casa de su abuelo desde los diez años hasta que Juan Fernández de Bobadilla murió.

Motilla era una sociedad madura en 1655; su ayuntamiento con varios regidores perpetuos, tenía dos comisarios de la Inquisición: el presbítero Matías Tendero y el licenciado Juan Toledo a título del lugar de Gabaldón. No es casualidad de los Fernández de Bobadilla en esta época en los que la Mancha conquense "se internacionaliza" y entra en las redes de la política, economía y finanzas internacionales. El apellido Bobadilla comienza a ir de la mano de los portugueses. Por el testimonio de Francisco Lucas Zapata sabemos que en 1632 encuentra a Juan Fernández de Bobadilla en la Red de San Luis, en Madrid, como administrador de los bienes del asentista portugués Juan Núñez de Sarabia. Estas amistades peligrosas pesaron sobre la familia; de hecho, la mencionada administración de bienes estaba en manos de Juan por hallarse el asentista portugués en manos de la Inquisición de Toledo en esos momentos. Ese papel de administrador lo mutará en 1639 de los bienes del colegio de Escoceses, cuando ya vivía en los denominados Basilios. 

¿Qué hacía el licenciado Mateo en Motilla y el por qué de las relaciones de sus hermanos con marranos portugueses? En las averiguaciones que se hicieron en Grañón, de donde eran los ascendientes paternos, y en Haro, de donde eran los ascendientes maternos, se tuvo noticia que el apellido de la madre Peñacerrada no era el apellido originario, sino que el apellido real era Cintón y que se consideraba de mala raza. El licenciado Mateo había obtenido el título de comisario de la Inquisición en Motilla gracias a las buenas relaciones de la familia en la corte, y, en este caso concreto, por la ayuda de Melchor de Molina, del Consejo y Cámara de su Majestad. A las dudas del apellido Peñacerrada se sumaba el de Alonso que portaba Catalina, la madre de los Fernández de Bobadilla, apellido tenido por converso. Bien es verdad, que las acusaciones de judaísmo se producían en un contexto de rivalidades de bandos que escondían otras de carácter económico en torno a los ganados, el vino y la aprobación de unas ordenanzas en Haro que afectaban directamente a esos negocios.

Las acusaciones de judaísmo pronto se trasladaron contra el pretendiente a colegial, Mateo Tendero y Bobdilla. Las acusaciones vinieron de una rebisabuela, llamada Leonor de Bobadilla, de la que se conservaba un sambenito en la parroquial de Grañón: Leonor mujer de Bobadilla, cristiana nueva de judíos, vecina de Grañón, reconciliada por herética y judaizante, año de mill quinientos e diez y seys. Era llevar la acusación al apellido Bobadilla, según el licenciado Morquecho, adoptado por un converso llamado Rodrigo en el momento del bautismo de su padrino, un hijodalgo de Grañón. La sentencia de Leonor databa de 1516, bien es cierto que aparecía sin apellido y como mujer del sastre Diego de Bobadilla. De nuevo, aparecen, como en otros casos, los buenos y los malos Bobadillas.

que el dicho Rodrigo converso vivía en sus casas que eran en la calle de Santiago, enfrente de donde era la sinagoga. Y más que el dicho cura Matheo y sus hermanos, porque aquí los llamaban judíos, vendieron su hacienda que aquí tenían y en especial la heredad del Osario, que era el entierro de los judíos al Inquisidor don Pedro del Hoyo

Los acusadores iban más allá y acusaban a la Inquisición de Cuenca con quedarse los papeles que demostraban el judaísmo de los Bobadilla para no incriminarles y conceder al cura Mateo el oficio de comisario del Santo Oficio. Entre peripecias, los Bobadilla fueron sacando adelante su carta de naturaleza para limpiar el linaje, ayudados por el investigador Juan de León, que al llegar a Madrid se cayó del coche y traspapeló en la caída todos los papeles acusadores que llevaba encima. El resultado final fue la mixtificación del linaje con una ascendencia que se remontaba a la batalla de Clavijo y a la casa solar de Valdeosera:

Quanto a la calidad, nobleza y antigüedad de dicho solar y los descendientes de él, es cosa cierta y muy notoria ser mucha, porque los descendientes del dicho solar lo son de un Sancho Sánchez de Texada a quien por las hazañas que quando la conquista de España hizo en la vatalla de Clavijo y otras con doce hijos que tenía, dio el rey don Ramiro el señorío de la casa y solar de Texada y de dicho solar de Valdeosera y su tierra en el qual fundó trece casas para sí y sus doce hijos, tomando cada uno su divisa a todos los quales y sus descendientes hizo el dicho rey don Ramiro hijosdalgo y nobles

:En la fabricación de genealogías se había implicado Juan Fernández de Bobadilla, que decía guardar los papeles que hacían descender a los Bobadillas de los reyes de Navarra y que el verdadero apellido era Bobatela, pretendiendo casa solar en Valdeosera y por progenitor a Juan del Valle. Más difícil les sería ocultar la genealogía de la madre Catalina de la Peña o Peñacerrada, emparentada además con los Alonso de La Guardia y con sambenitos en esa villa de La Guardia. Es cierto que la maldad de los enemigos hacía inventar historias fantasiosas; así, del hermano de Catalina, Diego de Peñacerrada, se decía que tenía cola o rabillo y adoptaba forma monstruosa de mujer, con menstruación incluida (le baja purgación de sangre). Detrás de esta fantástica historia parece que se escondía una relación homosexual del dicho Diego de Peñacerrada, a la que asistía como testigo una criada, con los que luego serían principales acusadores de la familia; un tal Samaniego y un tal Vitoriano (cosas deshonestas, se nos dirá). La acusación de tener rabillo era común para acusar a los judíos, según el tal Vitoriano, presbítero y beneficiado de la iglesia de Haro, aún recordaba sus baños con un Peñacerrada en el río Tirón de Haro: y que estando este testigo con otros muchachos nadando en el rio Tirón, entre ellos andaba un muchacho que se llamaba Francisco de Peñacerrada, hijo de Diego Peñacerrada que hoy vive en Haro y es hermano de Catalina, al qual le dixo este testigo y otros quando andaba desnudo: Francisquito mira que se te vee el rabillo, motejándolo de judío,y el dicho muchacho no se enojaba de ello.

Los hermanos Peñacerrada eran hijos del escribano Diego de Peñacerrada, además de los citados Catalina y Diego, el más famoso será Juan, provincial de la provincia de Castilla de la orden de la Merced. En Grañón y Haro se decía que sus ancestros eran judíos que se habían convertido con motivo del edicto de expulsión de 1492, dejando el apellido original de Cintón por el nuevo de Peñacerrada. Desde luego no ayudaría a limpiar la imagen de la familia el casamiento  del abuelo de Catalina, Diego de Peñacerrada, un escribano con una hacienda de 4000 ducados, con su sobrina Catalina Alonso, de la citada familia de reconocidos judaizantes. Solo este contexto agobiante y de habladurías del pequeño lugar riojano de Grañón, junto a las buenas relaciones de los Bobadilla en la corte, explicaría la salida del licenciado Mateo Fernández Bobadilla para Motilla del Palancar y que se trajera a su madre a esta villa en sus últimos años

Era llevar el linaje a la época de la Reconquista, término hoy discutido, pero que en palabras de la época, siglo XVII, se decía "la recuperación de España". Se decía que en el archivo de Logroño se conservaban los papeles y privilegios de tan honrado linaje, pero la realidad era que los doce linajes se parecían mucho a las doce tribus de Israel, que los privilegios de Logroño eran inaccesibles y que los únicos documentos verdaderos eran aquellos que incriminaban a la familia, los cuales solicitados por la Inquisición de Cuenca, nadie sabían donde paraban


Uno de los testigos es el licenciado Juan de Villanueva Merchante, 71 años en 1655, nacido en 1584, conocedor de todas las genealogías de la comarca. 

Francisco Lucas Ramírez, don Julián Chavarrieta, el licenciado Diego García Bonilla (hijo de Benito García Bonilla), regidores perpetuos

Francisco Lucas Zapata, familiar del Santo Oficio

Licenciado Julián de Alarcón Navarro, comisario de la Inquisición por la villa de Olmeda de Valera y natural de Motilla

Martín García, familiar del Santo Oficio, por título expedido a 11 de febrero de 1562

Licenciado Pedro Nieto Valverde, familiar del Santo Oficio por título expedido a 29 de mayo de 1626

Los Godoy de Motilla: tres hermanos. Alonso, el licenciado Juan, al servicio del señor de Altarejos, y Melchor.

EL ORIGEN DE LOS APELLIDOS MARTINEZ Y GARCÍA EN MOTILLA DEL PALANCAR

"Martínez lo tiene por originario de aquí (Motilla del Palancar) y distinto de lo Martínez que le toca a Sebastián Martínez Valverde porque esto originario de Tarazona y distinto de lo Martínez que toca a Francisco Martínez el batanero (originarios del Campillo), porque no ha oído decir que sean deudos"

García es originario de esta villa y distinto de lo García que toca a Juan García Salazar, porque esto originario de Honrubia y distinto de lo García que tocaba por Francisco García de Villanueva, difunto porque esto originario de Villanueva de la Jara y distinto de lo García que toca al licenciado Diego García de Bonilla (lo García -originario de Motilla- siempre anda junto con lo Bonilla en esta villa)... y porque Martín García, 3º abuelo del pretendiente (Mateo, colegial del Alcalá) está enterrado en la parroquia de esta villa y hay una sepultura con una inscripción que lo dice así*... que el padre de Martín García se llamó Fernán García, natural de Motilla... la mujer de Martín García se llamaba Juana Navarro que era hija de Juan Valverde y Catalina Navarro (el padre de Catalina Navarro, fue Bartolomé Navarro)

(*la sepultura de Martín García estaba al lado del evangelio y decía así: Martín García, familiar del Santo Oficio)

De Valverde dice que hay dos diferencias, una que tocaba al licenciado Pedro Nieto, y esta originaria de aquí, y otra que toca a Sebastián Martínez Valverde, esta originaria de Tarazona,... Valverde dicen que se llaman así por descender de Valverde lugar, ni de eso hay memoria, porque es apellido antiquísimo.

Navarro dice que originaria de aquí y que no tiene diferencias

Bonilla, se tenía por un apellido originario de Salamanca



UNAS SOCIEDADES BAJO LA ÉGIDA DE LOS CURAS
Basta ver algunos de los censos de la Edad Moderna para ver los numerosos religiosos seculares y regulares presentes en las sociedades que transitaban del siglo XVI al XVII. Pero nos asombra más el papel central que adquiere en los pueblos la figura del cura. El cura es cura propio, perceptor del beneficio curado o rentas suculentas que gratifican su labor pastoral y es algo más: es un figura que conduce y dirige las sociedades donde ejerce su oficio. El cura Valdés, en el San Clemente de mediados del siglo XVI, ya anuncia algo de esa figura rectora, pero su persona queda empequeñecida ante sus sucesores: el doctor Cristóbal de Tébar y, tras el intermedio de su sobrino, el cura Gregorio Santos, un salmantino. Hay otros y en otros pueblos, que, poco a poco, vamos conociendo, el doctor Mendiola en Santa María del Campo, el doctor Fernando de la Fuente y Salazar, natural de Alarcón y cura en Vara de Rey o el licenciado Mateo Fernández de Bobadilla en Motilla del Palancar, que adquieren tal protagonismo que andan omnipresentes en los documentos de la época.
Son intrigantes y participan de las disputas de su época: conflictos políticos con las élites de su pueblos, conflictos con la Inquisición, a la que no quieren ver en sus pueblos, caso del doctor Tébar, o solo la aceptan si como comisarios devienen en hombres de confianza del Santo Oficio, caso de Mateo Fernández de Bobadilla. No son curas cualesquiera, pues tienen una sólida formación en la universidad de Alcalá, donde han alcanzado el título de doctor. O en la universidad de Salamanca, allí estudiará Fernando de la Fuente, amigo del licenciado Mateo y compañero de estudios de Pedro de la Vega, luego consejero de Castilla. Les gusta relacionarse con los médicos, doctores ya, con los que casan a sus sobrinas; así el cura motillano, que casa a su sobrina bastarda con el prestigioso médico de la Jara, el doctor Juan Bravo de Soria. Y tienen ansias de poder: el doctor Tébar es acusado varias veces de quedarse con la recaudación del diezmo, busca la alianza de su sobrina con un indiano rico; Gregorio Santos lo vemos en medio de contratos comerciales y entre regatones; Mateo Fernández de Bobadilla, aprovechará bien que su hermano es el secretario del duque de Lerma, y participará de los juegos de su hermano Juan, administrador del colegio de los Escoceses y amigo de asentistas portugueses, de los que es vecino en Madrid. Influencia no le falta, pues otros de sus hermanos participan como miembros de los Consejos de los Austrias.
Sus periplos son propios de novelas de aventuras. El cura Tébar será varias veces excomulgado, toda la fortuna que acumula, junto a su hermano el indiano Diego, la tiene que ceder para la fundación de un colegio jesuita, pues sus enemigos buscan entregar su cabeza al Santo Oficio. El cura Mendiola participa, como uno más, en los altercados y revueltas sociales del último tercio del siglo XVI en Santa María del Campo. Y Mateo Fernández de Bobadilla parece llegar como un desterrado a Motilla en 1608, junto a su sobrina Manuela; hija natural de su hermano Juan. Motilla es un buen refugio, pues su beneficio curado, al igual que el de Villanueva de la Jara, procura rentas que se valoran en miles de ducados, aunque hasta allí llegarán los odios de sus enemigos, tal es muestra ese interminable expediente de su filiación genealógica de este cura originario de Grañón en La Rioja.
Son hombres que, con el mal ejemplo de su vida, serán los encargados de imponer la doctrina y la ortodoxia de Trento. Si el cura Vílchez lucirá hijos naturales en Motilla, su sucesor el cura Mateo Fernandez de Bobadilla, procurará disimular sus amores con María Zarzuela, compartiéndolos con las aventuras desaforadas de la muchacha con un Chavarrieta. Son hombres que supieron vivir su época y preparar la función social asignada a la Iglesia en los siglos futuros, lejos de aquella anarquía religiosa del siglo XVI.






Archivo Histórico Nacional, UNIVERSIDADES,390,Exp.37


miércoles, 6 de diciembre de 2023

EL FRAUDE DE LA HIDALGUÍA DE LOS LIZANA, VECINOS DE MONTALBANEJO

 El auto de la Chancillería de Granada de tres de junio de 1785 iba dirigido contra Juan Manuel Fernández Lizana. El susodicho era alcalde de Montalbanejo y se le acusaba de usurpación de la hidalguía de los Lizana. Supuestamente era hijo de Manuel Lizana, ya difunto, que había dejado viuda, María Lucía Fernández Albendea, y varios hijos: Miguel, María, don José Sebastián, don Manuel Antonio, doña María Teresa, doña María Leona, y doña María Ignacia.

Juan Manuel Fernández había contado con la complicidad del escribano Juan Bautista Nebot, para negar la hidalguía a sus hermanos y madre. No habían dudado en abrir y ver el contenido de una provisión real secreta dirigida a la viuda y sus hijos. Ahora la Chancillería ordenaba la prisión del alcalde y del escribano y que fueran conducidos a la cárcel de Granada. En la duda quedaba si el escribano había modificado los padrones de 1760 y 1761, en los que los Lizana aparecían como pecheros, junto a otra familia hidalga de Montalbanejo: los Jiménez


ACHGR, C-5266-223

domingo, 3 de diciembre de 2023

El patronazgo de Jerónima de Terreros y los Villamediana

 Hoy, cualquiera que intente buscar entre los actuales apellidos de San Clemente el apellido Ruiz de Villamediana no lo hallará entre ninguno de sus vecinos. Dicen que la sucesión por línea recta de varón está condenada a desaparecer pasadas unas cuantas generaciones, pues lo que sobrevive es la descendencia femenina. Es lo que ocurre con los descendientes de Martín Ruiz de Villamediana, un mercader de Tordehumos, en Tierra de Campos, llegado a San Clemente en 1502. Este hombre, hidalgo, mercader, comunero y fundador de un convento de la Tercera Orden franciscana es uno de los grandes olvidados de la Historia de la villa de San Clemente. Su cuerpo tal vez repose en la capilla del Descendimiento de Nuestra Señora de Gracia de la villa de San Clemente. En un pueblo, donde todos estaban bajo sospecha de tener en sus venas sangre conversa, los Ruiz de Villamediana eran respetados como cristianos viejos. Pero, ¿rehuyeron la sangre conversa? Sí, al menos hasta el siglo XVII, para gran escándalo de sus convecinos. La integración del linaje en el pueblo vino por el casamiento del hijo de Martín con la hija de Antonio de los Herreros. Era el dinero el que hacía olvidar viejas diferencias familiares, avivadas en la época comunera, con tomas de partido opuestas. En el siglo XVI, el linaje de los Ruiz de Villamediana se nos escapa. Creemos que no fueron ajenos a su tiempo y, abandonando la tienda que les había procurado la riqueza, se dedicaron a los ganados y tierras. Intentaron traspasar los límites de su villa, como tantos otros, estudiando leyes con el licenciado Alonso, y entre la villa y los intentos por superar sus límites se movieron en el siglo XVII, momento en el que la falta de sucesión masculina, creemos que hace desaparecer el apellido. Fue gran escándalo en la villa de San Clemente y causa de repudio que Francisco de Astudillo, el escribano que haría una de las grandes fortunas de San Clemente, intentara limpiar su sangre con un matrimonio con una Villamediana llamada Ana María. El escudo de los Villamediana lo vemos en la nombrada capilla del Descendimiento, replicado varias veces, tal como nos muestran las imágenes de Francisco Martínez Montoya, y también en el imponente escudo de la casa de Oma. Pero quizás es más desconocido que los Villamediana escaparon de las redes clientelares de San Clemente para iniciar aventura común con la familia de los Terreros y que la hacienda familiar empezó a girar en torno a la villa de Carrascosa de Campos.

En 1628, Martín Ruiz de Villamediana era el último epígono de la saga familiar del mismo nombre, iniciada por el mercader de Tierra de Campos. Podemos reconstruir la genealogía de los Ruiz de Villamediana, sin riesgo a equivocarnos:

El mercader Martín Ruiz de Villamediana llega a San Clemente en 1502 con su esposa Constanza Ruiz. El matrimonio tendrá por hijo a Antonio Ruiz de Villamediana, que casará con la hija de Antonio de los Herreros, llamada Teresa. Del matrimonio nacería el bachiller Alonso Ruiz de Villamediana (aunque tal vez este bachiller sea el licenciado Alonso y nos podamos saltar una generación), del que desconocemos su esposa, pero que sería el padre del licenciado Alonso Ruiz de Villamediana y de Isabel Terreros su mujer. Creemos que del matrimonio vienen Martín Ruiz de Villamediana, Jerónima Terreros Villamediana y Ana María Ruiz Villamediana y se mencionan otros siete hijos e hijas más. Sabemos que Martín, al igual que el padre, sería enviado a estudiar en Alcalá de Henares. El padre Alonso era un abogado de prestigio en la villa de San Clemente, aunque probablemente Martín no siguiera los pasos de su padre.

A desvelar la genealogía nos ayuda el conocimiento del vínculo o patronazgo heredado por Isabel de Terreros, mujer del licenciado Alonso. El vínculo había sido fundado por la madre de Isabel, Jerónima de Terreros y sobre el pretendían derechos Martín Ruiz de Villamediana como hijo natural de Isabel de Terreros, pero también Gonzalo Carrillo de Toledo y su mujer María Carrillo de Alarcón, vecinos de Castillo de Garcimuñoz, junto a su hijo Francisco Carrillo de Toledo. Creemos que las disputas venían por dos matrimonios de Jerónima. Jerónima de Terreros era vecina de Villanueva de Alcardete, dependiente de Quintanar de la Orden (pero natural de Carrascosa del Campo),  y estaba casada con el licenciado Novillo, vecino de Quintanar de la Orden, si bien creemos que este fue un segundo matrimonio. Los bienes integrantes, vía mayorazgo, del vínculo y patronazgo eran los siguientes: 

  • Una tierra, término de Carrascosa de Campos, que dicen Cifuentes, aledaños de partes del Pulpón, cabe de trigo y cebada una yunta: ochenta almudes de cebada y cuarenta de trigo
  • Otra tierra en el dicho término, delante de la Cañada la Peña, donde dicen el Rubial, de dos almudes de trigo
  • Otra tierra en dicho término, donde dicen el Siluego o el Ulbero, en la era de Pablo Ruiz, de dos almudes de cebada.
  • Otra tierra en dicho término, en la Loberuela, donde dicen Hurtaperros, de cinco almudes de cebada
  • Otra tierra en dicho término, en la Tasugera, de dos almudes de cebadas.
Creemos, aunque no lo sabemos con certeza que el pleito lo ganaron los Carrillo


Probanza de testigos de Martín Ruiz de Villamediana, año 1628

Don Fernando de Araque y Montoya, 52 años
Fernando de Iniesta, escribano público, 50 años
Juan de la Torre Alarcón, 60 años
Francisco de Vargas, 78 años
Martín de Buedo Alarcón, 62 años
Alonso de Moya Fuente, labrador, 78 años
Melchor García de Jaén, 62 años
Capitán Francisco Rodríguez de Garnica, 50 años
García Hernández Peinado, labrador, 76 años, vecino de Carrascosa del Campo
Pedro Sánchez Castellero, labrador, vecino de Carrascosa del Campo
Diego de Plaza, labrador, vecino de Carrascosa del Campo
Andrés Martínez, labrador, vecino de Carrascosa del Campo
Juan Fuerte, mesonero y labrador, vecino de Carrascosa de Campo
Melchor García, labrador y vecino de Carrascosa de Campo

ARCHIVO DE LA CHACILLERÍA DE GRANADA. PLEITOS CIVILES. C-9692-20






sábado, 2 de diciembre de 2023

Juan Fernando Gabaldón de Vara de Rey (1692)

 



Juan Fernando Gabaldón de Vara de Rey, Expediente de información y licencia de pasajero a indias de Juan Fernando Gabaldón Vara del Rey, alcalde mayor de Papantla, a Nueva España. CONTRATACION,5454,N.3,R.109

Las Pedroñeras vs. La Alberca

 Llegado el siglo XVIII y el año 1727, los conflictos entre Las Pedroñeras y La Alberca continuaban en torno a la delimitación de términos. Los sitios en litigio eran los molinos del río Záncara, el sitio de la venta de Santo Domingo y Fuente del Záncara.

Los alberqueños tenían muy claro cuáles eran los límites y confines con Las Pedroñeras y así expresaban que los confines con sus vecinos iban desde el sitio que llamaban el Cahozo, viniendo del molino de Angostura, donde se partía el camino que baja a Santa María del Campo y venía a La Alberca, partiendo jurisdicción entre La Alberca y Las Pedroñeras y Villaescusa de Haro, siguiendo por deslinde con Las Pedroñeras el carril y camino llamado de las Carretas, confinando a la parte derecha con la dehesa de la Vacariza hasta dar al río Záncara, puente y ermita de Santo Domingo. Curiosamente, las principales beneficiarias del paso del puento eran las monjas dominicas del convento de Santa Catalina de Sena, en Belmonte, que cobraban por el paso de los ganados un derecho de borra y asadura. Sobre la posible ubicación de la ermita de Santo Domingo nos decía un testigo: " el camino y carril que llaman de las carretas hasta dar vistas a la ermita y puente de Santo Domingo que se aparta una senda a la derecha y sigue hasta dicha puente

No obstante, los alberqueños, en sus propias palabras, decían que se habían dejado perder una legua de término frente a sus vecinos: desde el pozo que llaman Ramos hasta el cerro Perdigón, dando vuelta al molino del Castillo, partiendo términos de La Alberca con la aldea del Robredillo, aldea a la que reconocían como lugar de Las Pedroñeras. De hecho, la memoria de los hombres todavía recordaba a la aldea de Robredillo como tal, pero ya se había olvidado la vieja aldea de Santo Domingo el Amarguillo, cuyos vecinos, según leyenda, habían muerto por beber el agua donde había caído una salamanquesa.

Las divergencias por los términos alcanzaban a los nombres de los lugares. Así la fuente del Cabalgador para los pedroñeros era la fuente del Caballo para los alberqueños. El problema era la calidad del agua; la fuente del Caballo, internada en el término de La Alberca, tenía fama de tener "la mejor agua que se halla en esta tierra". Ahora esta fuente era pretendida por los pedroñeros, que intencionadamente querían apodar esta fuente con el sobrenombre del Cabalgador. En realidad, la fuente del Cabalgador era la conocida como fuente del Záncara, en el límite antiguo entre ambas villas y a una legua de la anterior. Los más viejos recordaban que el nombre de fuente del Cabalgador venía "por nacer al pie de una peña mediana capaz para que desde ella se pudiera montar qualquier cabalgadura".

Por el contrario, los alberqueños no tenían reparo en reconocer que la ermita de Santo Domingo estaba al otro lado del puente. Hasta la ermita llegaban pedroñeros y alberqueños en procesión, celebrando conjuntamente y, a decir de los de La Alberca, respetando las jurisdicciones marcadas por los mojones:

"y auiendo concurrido dichas justizias (de La Alberca) a una prozesión que se azía a la hermita de Santo Domingo que está inmediata a dicha puente de la parte de allá del río para pasar las desta villa dexaban las varas a esta parte y ofreziéndose que las de Pedroñeras viniesen a ella dexaban las suias a el lado de la ermita"

Pero los alberqueños no olvidaban los términos concedidos por don Jorge Manrique en enero de 1479. Los límites de su villa eran los que confinaban con Belmonte: "que en lo antiguo llegaba la jurisdizión desta villa al zerro Perdigón confinando con el del Robredillo desde el pozo Ramos por donde confinaba con Belmonte y por el molino del Castillo, donde se conservan tres cruces en una piedra de su fábrica en señal de división de términos". Así expresaba Juan Peñaranda los derechos de La Alberca:

"Si primer mojón en el sitio que llaman el Caozo en la punta que está a la falda del monte de este nombre, y parte las jurisdziones desta dicha villa, la de Villaescusa de Haro y la de las Pedroñeras, con quien se sigue este pleito y en el dicho sitio se apartan los caminos de Santa María del Campo y el que viene a esta villa y desde el sigue el deslinde con este término y el de Pedroñeras por el carril y camino que llaman de las Carretas hasta dar vista a la puente del río Záncara y hermita de Santo Domingo que abrá una legua con poca diferencia desde donde se aparta una senda a la derecha dexando el dicho carril que continua el dicho deslinde y confines de los dos referidos términos asta la misma puente que se a tenido siempre por mojón desta jurisdicción y cuia razón por concesiones muy antiguas y confirmadas por todos los señores reyes hasta el señor don Phelipe Quinto que Dios guarde de cobrar en este término diferentes derechos y entre ellos el de la borra y asadura de los ganados de los vezinos y forasteros al real convento y relixiosas de Santa Catalina de Sena que reside en la villa de Belmonte, los que en su nombre an tenido poder para esta administrazión, lo an cobrado luego que an entrado dentro de dichos límites sin embarazo alguno y entre los que lo an pagado an sido los ganados de los señores de las Pedroñeras... que en tiempo que se azía una fiesta en la hermita del señor Santo Domingo que queda zitada, donde solían concurrir las justizias de una y otra villa para entrar la de las Pedroñeras a la parte dacá de la puente dexaban las varas, y lo mesmo suzedía para pasar la desta a la parte dallá"

Los testigos de Las Pedroñeras defendieron unos mojones diferentes que les asignaban la legua en discordia: desde el mojón que llamaron de Peñalba y está junto al monte de Santiago en la división de su jurisdizión con la desta villa siguiendo las cumbres a la vista del río Záncara y a su derecha vertientes a dicho río hasta el zerrico Rubio que se compone de mata parta y rubia y desde él a otro que le llaman el cerro Abubillo y desde este mirando a Matacabras a la fuente del Caualgador que aora llaman del Caballero, que dixo ser el último que traía deslinde con dicha villa de la Alberca y que desde él entraua la de Villaescusa". Llama la atención la generalidad con que se describen los últimos mojones. Las Pedroñeras se arrogó el derecho sobre estas tierras limítrofes alegando que hacía seis años el provisor de Cuenca había considerado estas tierras como pertenecientes a la iglesia de Robredillo, bien es verdad que los alberqueños "se fueron y sin su intervención se executó" el auto del representante judicial del obispado. Otros derechos que alegaban los pedroñeros es que los molinos del Záncara (el Concejo y la Angostura) nunca habían pertenecido a La Alberca ni la ermita de Santo Domingo tampoco, pero esto lo reconocían también los alberqueños. El enfrentamiento entre ambas villas fue tal que los alberqueños se negaron a que se pusieran los mojones al gusto de los pedroñeros y amenazaron a estos "a que las asaduras desta villa avían de quedar colgadas de los chaparros primero que se quitase un pie de tierra". Al parecer el nombre de Matacabras tenía su razón de ser.

Algún testigo pedroñero arriesgaba más, defendiendo la dehesa Vacariza como propia y detallando los mojones que desde la fuente Cabalgador (ahora del Caballero) iba derecho a Matacabras y a la huesa del Judío. Pero los alberqueños no aceptaban estos mojones, aunque algún pedroñero quisiera ver como señal o hito una cruz cincelada en la fuente del Caballero. Muestra de las diferencias es que se intentó un compromiso entre ambos pueblos. Por Las Pedroñeras estaban su alférez mayor Francisco Magnes Guerrero y por La Alberca don Álvaro de Montoya. Allí en tierra de nadie, el alberqueño pronunciaría graves palabras: "que por cada tierra que se quitase a la villa de la Alberca se avía de dexar cada uno un ala del hígado y que visto lo determinado y la mucha gente que traía tuvieron a bien los de otra villa retirarse".

Para los pedroñeros los límites entre ambas villas no era el río Záncara sino las "cumbres" donde se situaba una venta, la de Santo Domingo, al lado del puente. Es más, los pedroñeros alegaban que el término en disputa era históricamente perteneciente al despoblado de Robredillo. Cierto o no, el caso es que Las Pedroñeras hacían pagar los tributos reales al ventero en su villa y ponían aranceles para el gobierno de la misma. Del mismo modo, los pedroñeros se habían arrogado un derecho sobre los molinos junto al río Záncara, obligados a pagar tres fanegas de trigo "de los bancales que a cada molino tocan". Las Pedroñeras alegaba viejas costumbres para fundar derechos históricos: así, el levantamiento por su justicia de un cadáver muerto violentamente o los ya tradicionales de embargos, como se recordaba en el año 1693, cuando fueron prendadas cuatro cabras y descuartizadas en la carnicería de la villa.

Quien sí sabía los mojones para defender los intereses de Las Pedroñeras era Diego Montoya: "el señalamiento del término que se le dio en lo primitivo al término de Robredillo y consta en los apeos siguientes executorias que tiene ganadas esta villa que dicho moxón está de la otra parte de dicho molino del Castillo en la cumbre enmedio de los caminos que van a San Clemente de dicho molino y el que viene para dicha cumbre desde Villar de Enzina a Santiago diez y ocho pasos deste y treinta del otro, los quales les parece a este testigo que son los que tiene por sí medidos en un apeo que se executó el año noventa y nueve con la villa de San Clemente, que es con quien alinda y desde allí se prosigue dicho deslinde por dichas cumbres asta llegar a un zerro que está en medio de los dos caminos el qual va desde la venta de Santo Domingo y el que va desde ella a la Alberca que es un cerro pequeño y alto con la falda Rubial y la cumbre Cascaja, desde el qual se rexistra la hermita de Santo Domingo y este moxón parte términos San Clemente, el Aberca y esta villa, desde dicho moxón mirando algo a la derecha del norte asta llegar a dos zerros que son el remate de la cañada de Pedro Bacarizo y en el de la derecha azia la Alberca y más alto está otro mojón que alinda solo con término del Alberca y est a villa y desde allí mirando azia el mismo paraxe de la derecha de norte enzima de una fuente que en la diferencia de papeles que van mencionados en unos se llama del Caualgador y en otros del Cauallero, que según la explicación de lo antiguo viene a ser todo uno, como doce o catorce pasos de dicha fuente a otro moxón que estaba señalado en un hito con una cruz la que tiene entendido a sus mayores la hizo con un pico y peto de azadón un abuelo".

No obstante, las pretensiones de Las Pedroñeras serían negadas por vecinos de Villar de la Encina, pastores, que se sumaron a las tesis de La Alberca, y que hacían llevar los límites de la punta de Alcahozo y el molino de la Angostura hasta el molino del Castillo con referencia al camino de las Carretas y la vereda de Ganados que confluían el el puente y ermita de Santo Domingo, donde las monjas de Santa Catalina de Sena, gozaban del derecho de borra y asadura.


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. PLEITOS CIVILES, C-10413-4