El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)
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martes, 12 de septiembre de 2017

Santa María del Campo Rus según Tomás López (1787)


Descripción de Santa María del Campo Rus según el Diccionario Geográfico de Tomás López (1787):

La villa de Santa María del Campo Rus tomó su denominación de una hermita antigua de Nuestra Señora de la Concepción que havia en la situación donde se halla el conbento de religiosos calzados de la Santísimo Trinidad, muchos años antes que hubiese casas ni población (Fray Francisco de la Vega y Toraya, en la 2ª parte de las Crónicas de la Religión de la Santísima Trinidad. Libro 556). No se hallan documentos del villazgo, pero por los años de quatrocientos y sesenta se registran algunos papeles en la que la apellidan villa. Por los años de 1564 era propia de Don Antonio del Castillo Portocarrero; después se redimió y últimamente se vendió segunda vez de 1608 a Don Diego Fernando Ruiz Alarcón, del Consejo de Su Majestad, y por herencia se halla en la Casa del Excelentísimo señor duque de Granada de Ega, conde de Xavier, con jurisdicción alta, vaja, mero mismo imperio y actualmente consta de 490 y se gobierna por dos alcaldes ordinarios que elige el señor a propuesta de la villa.


Ay una sola iglesia parroquial, sin anejo, con la advocación de Nuestra Señora de la Asunción. Extramuros de esta población y mui inmediato a ella está fundado desde el año de 1564 el conbento de los religiosos calzados de la Santísima Trinidad, con los privilegios del señor rey Felipe Segundo y del señor don fray Bernardo de Fresneda, obispo de Cuenca. Su iglesia es de vella fábrica y primor, su advocación Nuestra Señora de la Concepción cuya hermita y territorio cedieron el señor y la villa a la religión. En dicha iglesia se venera la prodigiosa imagen del Santo Cristo del Buen Temporal, de vulto de medio cuerpo desnudo, heridas las carnes, coronado de espinas, abiertas las manos y elevados los ojos al cielo, dávida de la señora doña Mariana de Austria, madre de Carlos Segundo a fray Diego Jacinto Galindo, religioso trinitario natural de dicha villa y confesor de la familia real. Dentro de la población se halla situado el santo hospital de Nuestra Señora del Amparo, patrona de la villa, que se venera en su hermita pequeña, situada en proporción para que puedan oir el santo sacrificio de la misa los pobres enfermos que se admiten de todas parte, y para su manutención y medicinas está agregado el medio beneficio servidero de esta parroquia y heredad de tierras, que todo compondrá la cantidad de quatrocientos ducados, poco más o menos.

Está distante de esta población, su capital la ciudad de Cuenca, diez leguas al levante, y dos leguas de distancia se miran las villa de Onrrubia y el Cañabate al mediodía, y a la distancia de tres leguas San Clemente, una legua y al poniente la villa de La Alverca, y otra legua y al norte la de el Pinarejo. La extensión de su término de levante a poniente es de una legua y diez partes de un quarto de otra. De mediodía al norte de legua y media, y de circunferencia, poco más o menos, de cinco leguas, regulada cada una por diez mil varas o pasos castellanos, y todo su término asciende a la cantidad de veinte y siete mil ciento quarenta y tres almudes, poco más o menos, según consta de las operaciones de la Unica Contribución.

Un pequeño arroyuelo de aguas saladas que no tiene denominación nace a la parte de el norte de este término y corre por junto la población hacia el mediodía; sale de esta comprensión por la casa del Villar de Caballeros, y se une en el Término de San Clemente por el que vaja desde la villa de El Cañabate.

Carece este territorio de montes y vosques, y sólo ay unas huertas pequeñas que no producen suficientes hortalizas para el avasto del pueblo.

No se halla documento de su fundación, ni armas ni otros monumentos de antigüedad. Se señalan entre los sujetos más condecorados de esta villa los ilustrísimos don Francisco de Alarcón, obispo que fue de Pamplona, y don Pedro Ruvio Benedicto, actual obispo de Mallorca, y el venerable fray Andrés Ruvio, religiosos trinitarios y mui conocido por su vida penitente y repetidos milagros que hobró Dios por su mediación.

En este territorio se coge trigo, cevada, centeno, avena y demás semillas; vino y azafrán medianamente; y por un quinquenio asciende la cosecha del trigo a diez y ocho mil fanegas, la de cevada a nueve mil fanegas, a quatro mil la de centeno y la de avena a diez mil.

En el año de 1782 se estableció en esta villa de cuenta de la Real Hacienda la Real Fábrica de Salitres, que en lo sucesivo puede ser una de las mejores del reyno, así por el excelente salitre que se labra como por la cantidad que puede producir en lo sucesibo.

Las enfermedades que se padecen más comunes son tabardillos, dolores de costado, y en los dos últimos años tercianas malignas. Los niños que han nacido en cada año, regulados por un quinquenio, son ochenta, y los muertos en cada año, por la misma regulación , ascienden a cinquenta y ocho, de que resulta haver veinte y dos más nacidos que muertos en cada año.

No hai en toda la jurisdicción aguas minerales, piedras preciosas ni otra cosa más notable que las ya manifestadas, y en fe de ello y para que conste lo firmé en dicha villa de Santa María del Campo Rus, a 16 de abril de 1787.

Doctor don Benito de la Torre, cura.

domingo, 12 de febrero de 2017

San Clemente y la revolución de mil quinientos


La historia de San Clemente a comienzos del siglo XVI es una incógnita, como es la historia de la segunda mitad del cuatrocientos. Se ha ensalzado el reinado de los Reyes Católicos como la época de esplendor de la villa, mientras la penumbra se extiende sobre el reinado de Juana la Loca. Si paramos nuestra vista en el deslumbrante espacio renacentista de la plaza mayor, nos vienen a la mente los datos cronológicos de don Diego Torrente sobre la construcción de los edificios que la configuran. La preocupación por el estado de la iglesia de Santiago ya nos aparece en 1530, aunque las grandes reformas de los edificios ya son de mediados del quinientos: las actuaciones del vizcaíno Meztraitúa y la posterior de Vandelvira en la Iglesia, con la añadidura de ese cuerpo de sillar perfecto que da el porte a la iglesia de un palacio renacentista que más que mirar da su espalda a la plaza; la reforma del ayuntamiento con la consolidación de unos arcos centrales que cedían y la construcción de una sala digna para los regidores sanclementinos. La reforma del ayuntamiento es anterior a la construcción de las carnicerías y el pósito, aunque más bien habría que hablar de continuidad entre ambas obras, pues continuidad hay entre las dos plazas. En la puerta gótica de Santiago de la iglesia parroquial se reunían los representantes sanclementinos para celebrar sus cabildos, antes que lo hicieran en el nuevo edificio de la plaza mayor, creemos que ya desde comienzos del quinientos.

Hoy queremos hacer una apuesta histórica, sin fuentes documentales que la sustenten o precisamente por la ausencia histórica de estas fuentes podamos aventurar una hipótesis que el tiempo dirá si tiene su verdad histórica en los documentos que quizás aparezcan donde menos esperamos encontrarlos. Cuando hace ya casi veinticinco años comencé a describir el archivo histórico de San Clemente miraba con recelo y cierto miedo todos aquellos privilegios del Marqués de Villena o los Reyes Católicos, que ya se habían profanado, sacándolos del arca de tres llaves donde habían permanecido durante cientos de años y donde se los encontró don Diego Torrente. Los privilegios y cartas reales (afortunadamente recopilados en libro de privilegios de fecha posterior) que van de 1445 hasta los años cuarenta del siglo siguiente, junto con una documentación rala de correspondencia de procuradores de la villa, apenas si son desperdigadas manchas que más que mostrar el pasado histórico parecen ocultarlo. Y la primera pregunta que nos viene a la cabeza es ¿qué habrá sido de aquellas actas municipales anteriores a 1548, que hoy nos han desaparecido, pero que allá por la segunda mitad del siglo XVII, entre sus papeles, los nuevos advenedizos a la hidalguía buscaban a algún antepasado desempeñando el puesto de regidor o de alcalde?

Artesonado de la ermita de Nuestra Señora del Remedio (pág. web del ayto.)
Cuando los Reyes Católicos visitan San Clemente un sábado nueve de agosto de 1488 es, mal que nos pese, una villa de labriegos. No hay murallas ni puertas, ni siquiera se ha tenido el valor de levantarlas improvisadamente, a modo de barricadas, como han hecho en acto tan heroico como suicida los habitantes de La Alberca durante la guerra del Marquesado. A falta de puerta simbólica, los Reyes Católicos deben jurar los fueros y libertades de la villa en el puente que se levanta sobre el arrabal, en el río Rus. San Clemente siempre se ha mirado en el espejo del santuario de Rus para reconocerse e injustamente ha olvidado ese arroyuelo tan insignificante como vital para comprender su pasado histórico. En San Clemente, en ese año de 1488, hay pocos edificios que den cierto porte señorial a la villa. La iglesia de Santiago, en la que, a través de las piedras irregulares de su fachada se adivina el templo antiguo, apenas si levanta majestuosa su torre; el cementerio aledaño a la iglesia, que aún pervivía hacia 1553, no daría mucha prestancia al espacio urbano que hoy vemos. Un poco más alejada la Torre Vieja, levantada por Hernán González del Castillo en la misma época que su hermano el doctor Pedro alzaba el castillo de Santiago de la Torre como construcción tan similar como pareja en su función defensiva. Mal debieron mirar los sanclementinos esta Torre Vieja, construcción disonante en medio de unas casas que por entonces no alcanzaban en altura la planta baja y, en la parte superior, una falsa cámara. Sus propietarios ni siquiera residirían en la villa sino en Minaya. No sabemos cuál era la residencia de Alonso del Castillo, el hijo del alcaide de Alarcón Hernando del Castillo, hombre de confianza del Marqués de Villena en las tierras del antiguo suelo de Alarcón. Alonso, tras el casamiento con María de Inestrosa, era sin duda el principal propietario de tierras en San Clemente por esta época, era hombre que recelaba de los sanclementinos, bien se cuidaba de firmar sus documentos pretendiendo jurisdicción sobre Perona como vecino de Alarcón y no de San Clemente. No dudamos que contaba con casas principales en la villa e incluso creemos que se situarían  no lejos del solar sobre el que hoy se levanta el palacio de los Marqueses de Valdeguerrero. Poco más nos mostraba el San Clemente de 1500, aparte de alguna ermita como la de San Roque camino de Belmonte, la desaparecida de San Cristóbal o esa otra del Remedio, y esa preciosa fachada de la de San Nicolás, que más parece obra civil, hoy desubicada de su emplazamiento original, además de algún hospital sobre cuya apariencia hay que suponer todo.
Ermita de San Nicolás

Pero el San Clemente de 1500 ya da muestras de dinamismo. No sabemos cuánto hay de verdad en los ciento ochenta vecinos de 1495 que nos aporta un vecino de Alarcón cincuenta años después. No andan muy lejos de los ciento treinta vecinos del año 1445. Las guerras del Marquesado en torno a 1480 no fueron el mejor contexto para el despegue de la villa. Pero ya en los últimos quince años del siglo algunos vecinos empiezan a disputar el poder que monopolizan quince o veinte familias. Claro que San Clemente por estas fechas no es solo la propia villa y su término, su alfoz comprende Vara de Rey y sus aldeas, entre ellas Sisante, que situada a cinco leguas, está en medio del camino hacia Villanueva de la Jara y, en el límite de cuyo término, se han edificado los molinos propiedad de la familia Castillo, adonde van a moler los vecinos de la comarca, pagando una desorbitada maquila, símbolo de una extorsión señorial, vista por los labradores como simple robo del fruto de su trabajo.

La última década del siglo XV debió ser muy convulsa, las luchas por el poder local se desataron y la apropiación por las tierras incultas también. Se magnifica la crisis de subsistencias y pestífera en los años posteriores a la muerte de Isabel la Católica en 1504, que en la mentalidad colectiva se recordaron como los años malos. Años de desigualdad, en la que tasa de granos de 23 de diciembre de 1502 actuó como salvaguarda de los campesinos y  vecinos empobrecidos. Años de reacción señorial, y también de malos tratos, en pueblos como El Provencio o Santa María del Campo. Años en los que el Marqués de Villena, soñó con recuperar lo reducido del Marquesado de Villena de nuevo, aunque al final tuviera que conformarse con incrementar sus posesiones en tierras toledanas y malagueñas. Pero años de reafirmación de las villas de realengo del Marquesado. Las villas de realengo del sur de Cuenca, y no solamente San Clemente, parecen despertar en los comienzos del quinientos. la villa de San Clemente vive su despegar definitivo: es la revolución de mil quinientos. Unas pocas y decididas familias parecen empujar a la villa hacia la prosperidad. El símbolo es la construcción en 1503 del edificio del monasterio de Nuestra Señora de Gracia, donde se instalarán los franciscanos. ¿Por qué es el símbolo? ¿Acaso hemos de olvidar que la instalación de los franciscanos en San Clemente es coetánea a la reforma de la Orden por Cisneros? La importancia de la erección del convento de los frailes la sabía Alonso del Castillo, pero también un concejo sanclementino poco dispuesto a aceptar el patronazgo del mencionado Alonso. Es un edificio gótico, su imponente iglesia podría fácilmente rivalizar con la iglesia parroquial de Santiago, pero en su derruido y mutilado claustro ya se anuncia el Renacimiento.

Iglesia San Francisco (pág. web ayto.)
San Clemente llora muy a menudo por la reina Isabel la Católica como su benefactora y se olvida con demasiada ligereza e irresponsabilidad del reinado de Juana la Loca. En esta época, el gobierno de la villa está en mano de dos alcaldes y cinco regidores, pero las rivalidades de fines del cuatrocientos han configurado un poder municipal más abierto. Se ha creado, como en el resto de villas, el cargo de síndico personero como contrapeso del poder oligárquico de unas pocas familias, pero el poder se ha abierto a nuevas familias con la creación de varios diputados del común. Así, los concejos de la villa, que ya no se celebran en la puerta de Santiago de la iglesia sino en su ayuntamiento, se nos presentan como reuniones de una república de comuneros. En esta república la voz la ponen unas pocas familias: destacan entre ellas los Origüela y los Herreros, pero otras también participan del poder en condiciones de igualdad: son los López Perona, los Martínez Ángel, los López Cantero, los López de Tébar, los García de Ávalos o los Fernández de Alfaro. Pronto olvidarán los primeros apellidos más comunes en favor de los segundos. Son estos hombres los que defienden la independencia de la villa frente a Alonso del Castillo y su cuñado Alonso Pacheco, hermano del señor de Minaya, y los que excluyen del gobierno local al resto de hidalgos. Los nombres de estos hidalgos es de sobra conocido, sus apellidos nos los recordarán los blasones de sus casas palacio, pero ahora, en 1512, intentan ganar en la Chancillería de Granada el poder del que son excluidos del pueblo. Veinticinco años tardarán en lograrlo, para entonces San Clemente se ha roto, su aldea de Vara de Rey se ha emancipado. Ya no es el San Clemente de comienzos de siglo que todavía está conquistado el territorio de su propio alfoz en lucha y pleitos interminables con los pueblos vecinos y disputas intestinas entre sus vecinos, el San Clemente abierto que, amparado por la protección de las cartas reales de la reina Juana, recibe a los vecinos que huyen de los lugares de señorío; estamos ya en el San Clemente de mediados de siglo que intenta ser cabeza del Marquesado y convencer al gobernador para que establezca su sede en la villa.

El San Clemente de comienzos de siglo vive impulsado por el dinamismo de los hermanos Origüela, poco apegados a la tierra y símbolos de una sociedad que se diversifica, y la fuerte personalidad de Miguel Sánchez de los Herreros (y su mujer Teresa López Macacho ... que las mujeres sanclementinas debieron poner la voluntad y tesón allá donde fallaban sus maridos. Quizás el único acierto de Pedro Sánchez de Origüela, el hijo, fue su doble matrimonio con Elvira López Cantero y Ana de Tébar). Estos prolíficos origüelas de múltiple descendencia inundan con sus numerosos vástagos la vida del pueblo; ocupan, ya emancipados de los Castillo, los cargos de alcaldes, regidores y diputados del común de la villa, compartiendo dichos oficios con los Herreros, que pronto romperán la circunstancial e interesada alianza. Su presencia en el gobierno de la villa será impopular, serán denunciados, tal como lo fue Luis Sánchez de Origüela, ante el Santo Oficio y finalmente marginados del poder local. Luis será quemado en 1517, sus hermanos Pedro y Alonso apartados del gobierno de la villa. Ese año de 1517, Antonio Ruiz de Villamediana nos aparece como alcalde de la villa por los hijosdalgo. Victoria transitoria de los nobles, que sostienen pleito en la Chancillería de Granada, pero todo un presagio del fin de la república de comuneros que desaparecerá con la revolución de las Comunidades de 1521.

Casa del Arrabal
Foto: José García Sacristán
El San Clemente de los origüelas es el símbolo de la villa como tierra de oportunidades. El concejo de San Clemente no es rico; según unos, sus propios rentan 50.000 maravedíes anuales, según otros, 100.000; cantidad no despreciable pero destinada a mantener los pleitos que la villa mantiene en Granada con el resto de villas comarcanas para fijar sus términos en unos casos, para no ver excluidos a sus vecinos o ganados de los bienes comunales del suelo de Alarcón, en otros. No solo se mantienen pleitos con las rentas de los propios, también se vela por el bien común de la república, satisfaciendo el salario de médico, boticario o maestro de gramática. La sociedad de labriegos deviene en sociedad ilustrada, apoyada en una riqueza que a veces parece ahogar el desarrollo económico de la villa. Para 1514 sabemos que la riqueza agraria de los pueblos comarcanos, y la de la propia villa de San Clemente, que vive ese año un proceso de usurpación de las tierras baldías y llecas, era tal, que los agricultores, que con sus carretadas de trigo llegaban a los molinos de la ribera del Júcar, propiedad de los Castillo, esperaban hasta doce días para que les tocará el turno para moler su harina. Las viñas era la otra fuerza impulsora del desarrollo agrario: los cultivos de vides eran más propios del sur sanclementino frente a los cereales de Vara de Rey, Villar de Cantos o Perona.

En cierta ocasión me comentaba don Abel, párroco de la villa, cómo fue posible el milagro de la construcción de los edificios que embellecen la villa de San Clemente. Sin duda se refería a la obra edificadora iniciada a mediados del quinientos. Es la historia de la villa reflejada en sus guías de turismo, el San Clemente que conocemos sería la obra de maestros como Meztraitúa, Zabilde o el gran Vandelvira. Pero nos olvidamos que hubo una primera fiebre constructora a comienzos del quinientos. En un pleito de 1514, nos aparece un Pedro de Oma que vive en San Clemente, pues su vecindad en la villa no ha sido reconocida, presentándonos un pueblo en ebullición con un gran potencial de crecimiento.  Por entonces San Clemente está construyendo unos molinos propios en los campos de El Picazo. La construcción de los molinos es obra colectiva de todo el pueblo y así se ha decidido en un concejo abierto. La obra es costosa, se emplea gran cantidad de maderas, piedras, cal y trabajo. Hasta veinte hombres trabajan en la edificación de la casa y aceña. ¿Quién paga la obra? Pues los propios vecinos de San Clemente que deciden hacer entre sus habitantes el repartimiento de los mil escudos de oro que vale la obra. La cifra es importante; el repartimiento y pago no cuenta con resistencias. Es una colectividad decidida, que con los recursos y dinero de su esfuerzo y trabajo levanta y construye su propio pueblo. Cuando Alonso del Castillo pretende el patronazgo del convento de Nuestra Señora de Gracia, el concejo le recordará que ha sido el cabildo municipal quien ha aportado los dineros. ¿Y el Ayuntamiento? Nosotros, seguimos apostando y buscando, es cierto, infructuosamente en las dos primeras décadas del quinientos las pruebas de su edificación. Aventura arriesgada pues sería apostar por reconocer que las primeras muestras del Renacimiento civil español andan por estas tierras de la Mancha de Montearagón. Apuesta que tiene su base documental, pues cuando Lorenzo Garcés toma posesión de la villa en 1526 en nombre de la emperatriz Isabel, lo hace desde la galería superior del ayuntamiento, un edificio cuya estructura básica está acabada. Desde lo alto del corredor puede ver por encima de las casas y de una iglesia con menos empaque de la que hoy conocemos los campos de trigo y las viñas, fuente de la riqueza de la villa, con cuyos frutos se levantan sus edificios religiosos y civiles.

Sobre la villa de San Clemente de las dos primeras décadas del siglo XVI desconocemos casi todo; sobre sus protagonistas también. Pero la intriga por conocer la historia de un personaje protagonista de este tiempo como Luis Sánchez de Origüela nos ha de llevar algún día a desentrañar el espíritu de la villa de San Clemente  a comienzos del quinientos. A decir del escribano Miguel Sevillano, más de cien años después de la muerte de Luis en la hoguera en 1517, si de algún pecado fue culpable su paisano era del de soberbia. Ese pecado era el de toda la sociedad sanclementina de comienzos del quinientos. Una sociedad que se creía capaz de labrar su futuro por sí misma; incrédula como Luis Sánchez de Origüela, que despreciaba las imágenes de la Semana Santa, en tanto que confiaba su futuro no a Dios sino a su propia voluntad. Los sanclementinos no adoraban a sus imágenes religiosas, se adoraban a sí mismos, orgullosos como estaban de su trabajo y sus logros.





*Imagen.   www.puentederus.com
                 http://www.sanclemente.es/

sábado, 22 de octubre de 2016

Documentos sobre Perona, aldea de la villa de San Clemente: donación de Perona por el Marqués de Villena a Hernando del Castillo y aceptación por la villa de San Clemente (1475)


Fortaleza de Alarcón, cuyo alcaide era Hernando del Castillo
La aldea de Perona fue incorporada por el maestre de Santiago Juan Pacheco a la villa de San Clemente en 1445, pero posteriormente su hijo Diego López Pacheco cedería su jurisdicción en 1475 a Hernando del Castillo, hombre de confianza de padre e hijo y alcaide de la fortaleza de Alarcón. Aunque la villa recuperaría la jurisdicción de la aldea en 1480, amparándose en que la concordia entre los Reyes Católicos y el segundo Marqués de Villena reconocía a Hernando del Castillo las posesiones territoriales en este lugar pero en modo alguno la jurisdicción o el derecho a eximirla como villa propia y desgajada de San Clemente. Los Castillo nunca reconocieron la incorporación de Perona a San Clemente, entablando un contencioso que se prolongaría hasta 1626, fecha en la que Rodrigo Pacheco compra este lugar para la familia. Aún así, en un momento posterior que desconocemos San Clemente incorporaría de nuevo la jurisdicción de este lugar, sometiéndola a la suya propia, tal vez con motivo del pleito de tenuta del año 1650, que mencionamos más abajo.

Detallamos una sucesión del linaje de los Castillo que pretendieron derechos jurisdiccionales sobre el lugar de Perona, tal como aparece en el expediente del pleito conservado en la Chancillería de Granada

Derechos señoriales reconocidos o pretendidos por el Marqués de Villena, primero, y luego por los Castillo

El Marqués de Villena duque de escalona don Juan Pacheco y doña María Portocarrero su mujer= fundaron maiorazgo el año de 1472 de Sant Clemente y lugares de su tierra en caueça de don Diego su hijo, éste cedió a sant clemente y sus lugares

1.-  Hernando del Castillo, señor de Altarejos, señor de Perona, año 1475
     2.-  Alonso del Castillo con María de Ynestrosa, el año de 1517 zedieron a su hijo Alonso del Castillo y lo mejoraron en el 3º y 5º la villa de Perona sus términos jurisdiçión, señorío y vasallaje y los heredamientos de Alcañabate y la Atalaya y en Villar de Cantos
          3.-  Don Alonso del Castillo con Doña Juana de Mendoza
                    4.- Don Francisco de Mendoza y Castillo (+1598) con Doña Juana Guedeja y Peralta 
                    4.- Don Ginés del Castillo y Mendoza, clérigo
          3.-  Don Francisco del Castillo con Doña Ana Zimbrón
                   4.- Doña Elvira Zimbrón del Castillo Ynestrosa, señora de Valera y la Losa con Juan Pacheco y Guzmán, alférez mayor de San Clemente y patrón del convento de monjas de San Benito de Cuenca
                           5.- Rodrigo Pacheco y Castillo (+1650), compró a su magestad Perona el año 1626
                                     6.- Doña Francisca de Guzmán, marquesa de Perona, con Don Francisco del Castillo. La provisión del Real Consejo para el pleito de tenuta del año de 1650, del mayorazgo que fundaron Francisco del Castillo y Francisca de Guzmán de la villa de Perona.

ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 1015, PIEZA 13. Pleito entre Alonso del Castillo y la villa de San Clemente por la jurisdicción del lugar de Perona. 1517-1626. fol. 10 rº
                    
                                                       ****


Transcribimos la donación que Diego López Pacheco hizo de la jurisdicción del lugar de Perona a su criado Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón y señor de Altarejos, el año de 1475. Aunque creemos que hay algún error en la transcripción de algunos nombres el año de 1619, es de destacar que este concejo abierto de siete de mayo de 1475, que todavía se celebraba en la iglesia de Santiago, contaba con personas fieles al Marqués de Villena y a Hernando del Castillo, presumimos que del bando llamado de los sebosos (por la acusación de su origen converso frente a los almagrados). Destacan apellidos como los Tendero, Ángel o los tres miembros que aparecen del linaje Origüela. Faltan todavía los Herreros, posiblemente el progenitor del linaje, Miguel Sánchez de los Herreros, aún no había llegado a San Clemente. La donación de Perona a Hernando del Castillo fue muy mal vista por los sanclementinos, como ellos mismos dirán, fruto del miedo que inspiraba el Marqués de Villena y sus criados.

que el consentimiento que dieron fue por iustos temores e miedos que tovieron del maestre don juan pacheco cuya hera la dicha villa e por obra luego lo resistieron continuando su posesyón como lo han hecho hasta agora (fol. 70 rº, petición del procurador de la villa de San Clemente en 1518)

Ese miedo tornaría en valentía en 1480, cuando, tal como nos describe don Diego Torrente, los sanclementinos derribaron la horca y los símbolos de la jurisdicción que el alcaide de Alarcón pretendía sobre el lugar de Perona y que la villa de San Clemente limitó a derechos territoriales. La familia Castillo nunca aceptaría esta derrota como tampoco aceptaría la pérdida de la jurisdicción de Perona, lugar al que siempre llamaron villa, para dejar claro su pretendida exención de San Clemente.



Concejo abierto del concejo de San Clemente de 7 de mayo de 1475, aceptando la donación del Marqués de Villena del lugar de Perona a favor de Hernando del Castillo

En la villa de Sant Clemente siete días del mes de mayo año del nasçimiento de nuestro señor Ihesuchristo de mill y quatroçientos y setenta y çinco años este día estando juntos en la Yglesia de señor Santiago parrochia desta dicha villa a campana rrepicada los honrrados alonso lópez de gonçalo lópez y lope martínez de las corias alcaldes hordinarios de la dicha villa y su tierra por el marqués nuestro señor e juan simón e juan lópez de çona (¿Perona?) e juan ortiz e benito garçia catalán rregidores y martín de arriba alguaçil e con ellos juan lópez tendero y diego sánchez del castillo y christoual ángel y miguel sánchez de esteuan sánchez e alonso ximénez e gómez ángel y pedro sánchez de origüela e juan martínez piasto e diego de sandoual y pedro rrodríguez de villar de cantos y rrodrigo de hellín e martín lópez de viçen lópez e otros muchos buenos omes vezinos y moradores de la dicha villa de sant clemente paresçió presente el honrrado cauallero ferrando del castillo señor de la villa de altarejos y dijo que faría e fizo presentaçión de una carta de nuestro señor don diego lópez pacheco marqués de villena escripta en papel y firmada de su nombre e sellada con su sello el thenor de la qual es este que se sigue

Diego López Pacheco, segundo Marqués de Villena, cede el lugar de Perona y su jurisdicción a su criado Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón y señor de Altarejos (Madrid, cuatro de enero de 1475)

       Yo don diego lópez pacheco marqués de villena conde santisteuan mayordomo mayor del rrey nuestro señor, acatando los buenos y leales seruicios que vos ferrando del castillo  feçistes al maestre mi señor que sancta gloria aya e a mí avéis fecho y façéis de cada día e alguna emienda e rremuneraçión dellos en la mejor manera e forma que puedo vos fago merçed graçia y donaçión de la justicia y jurisdiçión çiuil y criminal alta y baxa mero e mixto ymperio que yo tengo e me pertenesçe por vos y por vuestros alcaldes y lugarthenientes e libredes y determinedes y podades librar e determinar todos y qualesquier pleitos çiuiles que ocurrieren e se mobieren en qualquier manera en el dicho lugar e en sus términos en todos los grados y casos en que yo hasta agora e a que lo podía façer sin que en alguno dellos pueda ser auido rrecurso a mí ni a mis herederos e subçesores en ninguna manera y quanto a lo que dicho es no finque a mi ni a mis herederos y subçesores ni rrecurso alguno ni soberanía en la dicha justiçia e jurisdiçión y mando a los veçinos e moradores del dicho lugar que vos obedezcan y guarden vuestros mandamyentos y bayan ante vos a juiçio y ante los dichos vuestros herederos y subçesores cada uno en su tiempo y no ante otra persona alguna 
otrosi por quanto el señor maestre mi señor que sancta gloria aya vos fizo merçed que el dicho vuestro lugar de perona no pagase más de ochocientos marauedís de pedido y moneda en cada un año yo por vos façer merçed acatando los dichos seruicios vos suelto y quito los dichos ochoçientos mrs. y es mi voluntad que los nos paguen de aquí adelante los veçinos y moradores del dicho lugar más que sean libres y francos de lo pagar por quanto yo por algunas causas tengo de auer y lleuar los pedidos e monedas tengo e mando a los rrecaudadores e arrendadores del mi marquesado de villena e de toda mi tierra que los non demanden y por esta mi carta mando a los conçejos justiçias rregidores caualleros escuderos offiçiales y homes buenos de mi marquesado e de toda mi tierra e otros qualesquier mis súbditos que vos guarden cumplan esta mi carta merçed y donaçión que vos yo así fago y vos amparen y defiendan y vos no vayan ni pasen contra ella en algún tiempo ni por alguna manera so pena de la mimerçed y de diez mill marauedís a cada uno y de pagar a uos y a los dichos vuestros herederos y subçesores todas costas y daños que sobre esta rraçón se vos rrecresçieren e yo por la presente vos prometo y doy mi fee que vos la mandaré guardar y guardaré y ampararé y defenderé en ella en todo tiempo y no consintiré ni daré lugar que vos sea quitada ni embargada ni contradicha en fee de lo qual vos mandé dar esta mi carta firmada de mi nombre y sellada con mi sello dada en la villa de madrid a quatro días del mes de enero año del nasçimiento de nuestro saluador ihesuchristo de mill y quatroçientos y setenta y çinco, el marqués, por mandado del marqués mi señor, diego de porras y así presentada y leyda la dicha carta del dicho señor marqués, el dicho ferrando del castillo dixo que les pide y rrequiere que le cumplan en todo y por todo según que en ella se contiene en otra manera dixo que protestaua y protesto que su derecho quede a saluo en todas cosas e de auer y de cobrar del dicho conçejo y de sus bienes todos los daños y costas e menoscabos que sobre la dicha rraçón se le rrecresçieren y lo pidió así por testimonio y a los presentes rogó  que fuesen dello testigo

Prosigue el concejo abierto de la villa de San Clemente

E los dichos conçejo alcaldes alguaçil rregidores offiçiales omes buenos en rrespondiendo la dicha carta del dicho señor marqués y al rrequerimiento a ellos fecho por el dicho ferrando del castillo dixeron que la obedeçían la dicha carta del dicho señor marqués con aquella rreuerençia y subjeción que debían como a carta de su señor natural al qual dios dexe vivir por luengos tiempos y buenos con acresçentamiento de muchos más señoríos e açerca del cumplimiento della dixeron que por quanto en esto entendían que sirbían más a la merçed del dicho señor marqués y por los grandes cargos que del dicho ferrando del castillo tenía de muchas buenas obras que de siempre hauía reçebido los quales no le podía pagar según el lo auía fecho por el dicho conzejo que serán prestos de la cumplir en todo y por todo según que la dicha carta se conthenía y en cumpliéndola deçimos que partimos de nos y en nuestra jurisdiçión y poderío al dicho lugar perona y que çedemos y traspasamos al dicho ferrando del castillo la dicha jusrisdiçión e mero  mixto ymperio para que el dicho lo aya y tenga todo enteramente y para él e para aquél o aquéllos y sus herederos y subçesores para quien soys y para aquél y para aquellos que dél o dellos tubiere causa y rraçón según y por la uía y forma que la dicha carta del dicho señor marqués se contiene para que el dicho ferrando pueda hazer del dicho lugar y en él todo lo que quisiere y por bien tubiere así como de cosa suya propia y el dicho ferrando del castillo dixo que se lo diese así por testimonio de lo qual fueron testigos rrodrigo de hellín y miguel lópez rrubio y alonso del campo y gonçalo de origüela veçinos de la dicha villa de sant clemente e yo juan sánchez de origüela escribano de cámara de nuestro señor el rrey e su notario público en la su corte y en todos los sus regnos y señoríos y escriuano público de la dicha villa de sant clemente que a todo lo susodicho presente fuy en uno con los dichos ofiçiales y homes buenos esta scriptura escrebí según que por ante mí pasó e a otorgamiento del dicho conçejo e omes buenos e a pedimento del dicho ferrando y por ende fize aquí testimonio signo a tal en testimonio de verdad juan gonçalez escriuano

(se trata de un traslado sacado en 1619 de las cartas originales)


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 1015, PIEZA 13. Pleito entre Alonso del Castillo y la villa de San Clemente por la jurisdicción del lugar de Perona. 1517-1626. fols. 124 rº y vº y 125 rº

domingo, 2 de octubre de 2016

San Clemente: una sociedad fundada en el mérito

Cada uno es hijo de sus obras
Yo no estoy preñado de nadie -respondió Sancho- ni soy hombre que me dejaría empreñar del rey que fuese, y aunque pobre, soy cristiano viejo y no debo nada a nadie; y si ínsulas deseo, otros desean otras cosas peores, y cada uno es hijo de sus obras; y debajo de ser hombre puedo venir a ser papa, cuánto más gobernador de una ínsula...

Los Haro habían llegado a San Clemente en la segunda mitad del siglo XV. La concesión del título de villa había creado las condiciones para un rápido despegue poblacional y económico y la llegada de numerosas familias. En apenas medio siglo la villa pasó de los ciento treinta vecinos en 1445 a los setecientos vecinos de setenta y cinco años después. Los segundones y bastardos de familias principales eligieron San Clemente por lugar de residencia: Pedro Sánchez de Origüela, venido de Castillo de Garcimuñoz en 1455, sin duda contaba con la protección de Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón y hombre del Marqués de Villena en la zona. Coetáneamente llegaría Miguel Sánchez de los Herreros desde Segovia, tal vez en compañía de su padre Alonso; arraigaría en el pueblo, casando con Teresa López Macacho, y haría tal fortuna que intentaría unir su familia con los Pacheco, con el matrimonio de dos de sus nietas con miembros de esa familia. De Juan López Rosillo desconocemos todo; convertido en paladín y hombre de confianza de los intereses de la reina Isabel la Católica en la villa de San Clemente y en todo el Marquesado, su linaje sería incapaz de imponerse al resto de familias en el pueblo y acabaría diluyéndose en la comarca. Los Valenzuela llegarían desde Toledo, aunque la familia procedía de Córdoba, Por último, los Vázquez de Haro llegarían de Ocaña, en Toledo. Procedían de la línea bastarda de Juan de Haro, señor del Busto, o eso decían, pues el licenciado Villanueva, comisario de la Inquisición y azote de la buena fama de las familias sanclementinas, les otorgaba un origen más humilde, procedente de la localidad de Ocaña. Desde esta villa, acompañando a su padre Francisco, Diego de Haro había llegado a San Clemente, donde casó con Urraca Ludeña, es de suponer que de la familia de los antiguos propietarios de Minaya, que habían vendido en 1444 su jurisdicción a los Pacheco.

Capilla de San José o Pallarés (1)


A excepción de Juan López Rosillo, el hombre de la Corona en San Clemente (y en el Marquesado) y los Granero, que procedentes de Alarcón, remontaban sus orígenes a Calatayud (llegados primero a Iniesta, habían adulterado el apellido Granado en Granero), el resto de personajes nobiliarios citados eran declarados partidarios del Marqués de Villena. Su llegada a San Clemente estaría sin duda ligada a su servicio a los criados reconocidos del Marqués de Villena: García Pallarés, alcaide de Chinchilla, y Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón; sin olvidar a los Pacheco de Minaya, receptores de la herencia de Hernán González del Castillo en San Clemente, el artífice de la Torre Vieja. GARCIA MORATALLA ha señalado la oposición entre almagrados y sebosos durante la Guerra del Marquesado, apelativos que trasladan el conflicto político al de la limpieza de sangre, en lo que era clara acusación contra el origen converso de la baja nobleza del sur de Cuenca. Almagrados eran los Rosillo, pero también hidalgos rancios de Vara de Rey como los Palacios o los Peralta; sebosos eran Montoyas u Origüelas. Sin embargo, en San Clemente, el conflicto entre ambos bandos nunca alcanzó la virulencia de Villanueva de la Jara, Iniesta o Jorquera ni las personas se definían por adscripción a bandos, pues vivían en una sociedad tan dinámica y cambiante que sus lealtades estaban supeditadas a sus fortunas personales, fruto de su mérito y de sus obras. Quizás la razón esté en que en San Clemente siempre se mantuvo a raya a los hombres del Marqués de Villena, bien por la exclusión bien por el compromiso. Desde 1445, en el mismo momento de entrega de la villa a don Juan Pacheco, su criado Hernando del Soto, se veía impotente para imponer un gobierno afín en la villa y obligado a aceptar una república de pecheros; Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón , fracasaría en su intento de convertir en señorío el lugar de Perona en 1480, como fracasaría su hijo Alonso treinta y cinco años después en su intento de patronazgo sobre le convento de Nuestra Señora de Gracia, llamado comúnmente de los frailes o el intento de monopolizar el derecho feudal de maquila sobre los molinos que de La Noguera a La Losa  poseía en la ribera del Júcar. Las extensas propiedades territoriales que los Pacheco o los Castillo poseían en los términos de San Clemente nunca fueron correspondidas con derechos señoriales. Tanto para el caso del convento como de los molinos, Alonso debió buscar la fórmula del compromiso con el concejo de San Clemente.

La baja nobleza sanclementina, sobre todo en el caso de Pachecos y Castillos, tenía la posesión de tierras pero estaba al margen del gobierno local. Los pecheros tenían el poder y gobierno de la villa, pero no tenían las tierras, o no tanto como era su deseo. Pero bien supieron aprovechar su dominio del poder local para iniciar un proceso de expolio y rapiña de los bienes concejiles. La apropiación de las dehesas y roturación de montes del pueblo es una constante en el último cuarto de siglo del cuatrocientos. Pero el poder de los pecheros no es triunfo del común de la república sino la oligarquización del gobierno municipal en manos de quince o veinte familias. Algunos como los Origüelas o los Herreros, tan versátiles como camaleónicos han renunciado a sus pretensiones hidalgas. Saben que el ejercicio del poder desde la pechería les reporta más beneficios.

Frente a este ejercicio usurpador del poder por los pecheros, los hidalgos protestan. Consiguen una primera entrada en el gobierno de la villa, reviviendo un oficio impropio de su condición; el de procurador del común. Revivir la idea de Comunidad es peligroso pero ahora la solidaridad pechera comienza a resquebrajarse: los Herreros no están presentes en el pleito que inician en 1512 los hidalgos por su acceso a los oficios públicos, pero en la lucha por el poder local van cambiando de alianzas. todavía en los años 1514 y 1515 comparten el gobierno de la villa con los Origüela, pero a partir de 1517, con el proceso inquisitorial de Luis Sánchez de Origüela, los marginan y no ocultan sus ansias de ennoblecimiento. Antonio de los Herreros que en 1514 ha sido alguacil y en 1515 procurador del común, se hace con un hábito de la orden de San Juan y pide que se le exima de tributos y borre de los padrones de pecheros.

En la marginación de los Origüela (que coincide con los compromisos que los Castillo se ven obligados a alcanzar con el concejo sobre patronazgo del convento de franciscanos y molinos de la ribera del Júcar) ha debido pesar el recelo de sus adversarios por el poder conseguido, con una hábil política de alianzas matrimoniales. La prolífica descendencia que les lleva a extenderse y mezclarse con nuevos matrimonios con todas las familias sanclementinas son fruto de dos afortunados enlaces de Pedro Sánchez de Origuela, el hijo del primer Origüela que llega a la villa. El primer matrimonio con Elvira López Tendero, la hija de uno de los pecheros dominadores de la villa de finales del siglo XV, les da el acceso al poder municipal. Aunque es el segundo matrimonio con una vecina de Castillo de Garcimuñoz, Ana de Tébar, la que consolida su poder económico. La riqueza familiar, mal vista por sus enemigos, fue pareja a las disputas por la herencia entre los herederos de las dos ramas familiares. El símbolo de la caída de la familia es la condena a la hoguera en 1517 de Luis. Un hombre que imbuido de una mezcla de escepticismo y luteranismo avant la lettre dudaba del valor religioso de las imágenes de Semana Santa que se paseaban en procesión por el pueblo.

La familia Castillo o los Origüela siempre fueron rechazados en la villa de San Clemente. Alonso Castillo nunca consiguió capilla propia en la Iglesia de Santiago, eligiendo como lugar de enterramiento del convento de San Francisco. Los Origüela tampoco dispondrían de capilla, aunque las primeras generaciones fijarían su sepultura en esta Iglesia, pero el reavivamiento de los procesos inquisitoriales contra la familia les llevan a fijar desde mediados de siglo los enterramientos en el convento de San Francisco. También los Ortega, encumbrados al poder local tardíamente, buscarán allí su sepultura. Por contra, el resto de familias que tantos obstáculos vieron por ver reconocida su hidalguía en el pueblo, procurarán hacer visible sus cualidades diferenciadoras allí donde eran más visibles: en las capillas de la Iglesia Mayor de Santiago.

La capilla de San Antonio o del Santo Cristo quedará fijada como el espacio familiar reservada a los Pacheco de Minaya (y también sus deudos de San Clemente). La fundación había correspondido a Hernán González del Castillo, que como última voluntad había dispuesto ser enterrado en este lugar junto a los huesos de su padre, Lope Martínez Macacho, nieto según la genealogía familiar del fundador de la villa, Clemén Pérez de Rus. La capilla de San Antón será el lugar de enterramiento de los Herreros. Había sido fundación de Miguel Sánchez de los Herreros y su mujer Teresa López Macacho hacia 1500. Allí serán enterrados los miembros de la familia y cumplirá la función de ser lugar de elección de los alcaldes de la hermandad por el estado de los hijosdalgo. La capilla de San José, o de Pallarés como se le conoce, será el lugar de enterramiento de García de Pallarés, el antiguo alcaide de Chinchilla, que no dudaría en mutar su fidelidad al Marqués de Villena en favor de la Corona. Hoy en la magnífica decoración de la capilla, que incluye el epitafio del fundador, nos aparece en el escudo inserto en el frontón el recuerdo de los Sotomayor, testimonio de la mujer de García Pallarés, doña Catalina María de Sotomayor. El caso es que el patronazgo de la capilla está en manos de un Hernán Vázquez de Haro a finales del siglo XVI. Entre tantos rivales, los Rosillo, que tenían sus propiedades vinculadas en Pozoamargo, tendrán su capilla propia, la de Santa Ana, fundación del hijo de Juan López Rosillo, el reductor del Marquesado; testimonio de una preeminencia social lograda, a diferencia del resto de familias, por su lealtad a la Corona. Habría que hacer mención, por último, a la capilla de Santa Catalina, adquirida por Alonso de Valenzuela en 1598.

Unos se hicieron con un nombre y otros lo dejaron en el olvido en aquella revolución económica y demográfica que convirtió el desierto manchego, que veía Pretel en tiempos de don Juan Manuel, en la nueva tierra de las oportunidades de la época de los Reyes Católicos. Pero San Clemente fue en el quinientos una sociedad abierta, una sociedad del mérito fundado en el trabajo, y por qué no decirlo en el arribismo, donde cada uno era hijo de sus obras y podía recordar a los demás sus orígenes, poco envidiables en la mayoría de los casos. Cuando los vascos llegan a comienzos de siglo como simples picapedreros o plateros en la fiebre constructora de comienzos del quinientos harán recordar a los sanclementinos su condición de recién llegados y advenedizos a la villa, como ellos. Pero los Oma o los Mondragón tienen su casa solar en pie, allá en tierras vascas, dando testimonio de sus orígenes y, caso de los Oma, como atestiguará la ejecutoria de hidalguía reconocida en 1535, a media legua del árbol de Guernica. Los sanclementinos, por contra, les podían recordar que debajo de ser hombres podían venir a ser cualquier cosa.



(1) Imagen tomada de JIMENEZ HORTELANO, Sonia: La Iglesia Parroquial de Santiago (San Clemente, Cuenca). Nuevos datos para su estudio. Ars Longa. nº 22, 2013

viernes, 25 de marzo de 2016

San Clemente: la memoria histórica olvidada

Palacio Piquinoti,casa de Pedro González Galindo
Aquel año de 1612 todo parecía igual que hacía diez años, pero las cosas habían cambiado radicalmente en la villa de San Clemente. Don Juan Pacheco y Guzmán, alférez de la villa, y su mujer Elvira Cimbrón estaban enfrentados a la villa y su poder muy debilitado, su intento de señorialización de Perona les procuró la enemistad de todo el concejo. El doctor Cristóbal de Tébar nunca había sido tan rico, gracias a las aportaciones de su hermano Diego, vuelto del Perú; entre ambos se habían construido un emporio económico centrado en dos núcleos: la hacienda de Matas Verdes, en Villarrobledo, y la hacienda de las Cruces, en la futura aldea de Casas de Fernando Alonso, pero sus enemigos ya empezaban a cerrar filas contra él, y desde 1608 intentaban involucrar a algunos de sus familiares con acusaciones de judaísmo ante el Santo Oficio. Mucho debieron pesar estas acusaciones en su decisión de donación de sus bienes a la fundación de un Colegio de la Compañía de Jesús. El sobrino político del doctor Tébar, Pedro González Galindo, intentaba hacer aceptar su vecindad en San Clemente. Este indiano que había abandonado mozo su pueblo natal, volvía a él, para instalarse en el palacio hoy derruido de la calle Piquirroti. !Qué mal ha tratado San Clemente a uno de sus hijos más predilectos! Vituperado por sus vecinos cuando paseaba junto a su mujer María de Tébar por las calles de la villa, modificado el apellido Piquinoti en Piquirroti, para denunciar sus orígenes conversos, olvidando la ligazón matrimonial de los González Galindo con los principales banqueros de Felipe IV, y, hoy en día, dejando en la ruina su casa palacio. La historia es cruel y más su recuperación. Por eso, es curioso el gran esfuerzo que se ha hecho por recuperar la iglesia del Colegio de la Compañía de Jesús. Quizás, las autoridades actuales sean inconscientes que lo que están recuperando sea la infame memoria de los Origüela. Aquella ermita de Nuestra Señora de Septiembre, reconvertida en iglesia de los jesuitas, era la predilecta de los Origüela, y su cofradía del mismo nombre, su refugio para defender la pureza de su fe de cristianos viejos. Lástima que la actual iglesia reformada de los jesuitas no pueda recuperar dos recuerdos familiares que antaño se encontraban en la Iglesia de Santiago: uno no querido, el sambenito del chamuscado en 1517 Luis Sánchez Origüela, y otro especialmente deseado por la familia, la querida lámpara de plata que colgaba frente al altar mayor de la Iglesia y para la que Pedro González Galindo, consciente de los odios que despertaba en la villa, había reservado en caso necesario su querida ermita de Nuestra Señora de Septiembre, de la que, elevada a la categoría de Iglesia del Colegio de los jesuitas, se había garantizado el patronazgo en sus descendientes por deseo del doctor Tébar.

¿Qué hacían las familias de solera de la villa ese años de 1612? Los sempiternos Rosillo, cuya memoria estaba garantizada en la capilla de la Iglesia de Santiago, seguían en guerra con todos y diluyendo su apellido en otras familias de más futuro como los Ortega. Su última guerra había sido con los Vázquez de Haro, antes de la crisis de 1600, por la capellanía de Tristán Pallarés, asociada a la olvidada capilla de San José de la Iglesia de Santiago (hoy simplemente de Pallarés). Los Haro, con sucesión femenina, en lo que era una condena para la época, habían sabido enlazar vía matrimonial con esos desconocidos que son los Tribaldos. Desconocidos hasta que aparece el doctor Fernández Tribaldos, fundador del Colegio de Manchegos de la Universidad de Alcalá, donde durante siglo y medio se formarán gran parte de las élites de la Manchuela conquense. Hoy, en el Archivo Histórico Nacional se conserva los expedientes de limpieza de sangre de estos jóvenes bachilleres: los Tribaldos, sustituido este apellido desde mediados de siglo XVII por el de sus sucesores los Lucas, y los de otros jóvenes de familias principales de la comarca. Pero no debemos olvidar, cuando consultemos cada uno de estos expedientes, en aquellos otros jóvenes que se les negaba la admisión en la Universidad de Alcalá de Henares, como Francisco de Astudillo Villamediana, obligados a ir a estudiar a Salamanca. Hasta allí llegarán las acusaciones de su raíz infecta de sangre judaica.

Mientras, los Oma, seguían alejados, es un decir, en Belmonte, bajo la protección del Marqués de Villena. No tardarán en volver, reforzados con nuevas alianzas familiares con los Conejero de Cuenca. Los Herreros, cuya memoria se mantiene en la capilla de San Antón de la Iglesia de Santiago, y en sus derrumbadas casas palacio de la villa de las que sólo quedan fachadas maltrechas y los escudos familiares con sus dos leones sujetando el caldero, se mantenían vivos en la villa: determinantes en la elección de alcaldes de la hermandad por el estado noble e imponiendo sus capitanes en las compañías de milicias. Pero la pequeña corte manchega, que es San Clemente, se les queda pequeña, sus ambiciones pasan por su presencia en los Consejos de Guerra y Hacienda de la Monarquía. Por su parte los Pacheco, divididos en tres ramas familiares, ven como Rodrigo Pacheco, el hijo del alférez mayor, intenta su proyección social más allá de la villa con un aventurado matrimonio con una pariente de los duques del Infantado de Guadalajara. El nieto de la saga honrará el apellido familiar como teniente general de las galeras de España.
Castillo de Santiago de la Torre
Juan Pacheco y Guzmán, caballero de la orden de Alcántara, mantendrá viva la presencia de los Pacheco en la vida sanclementina de mediados del seiscientos, pero es sólo una sombra de su homónimo el alférez mayor de la villa. Su única virtud, o más bien la de su madre, saber concertar un matrimonio con su prima Beatriz que ha heredado el mayorazgo de Santiago de la Torre, que doscientos años después su padre Alonso ha recuperado para la familia vinculando en 1603 la propiedad, incluido el castillo que hoy se nos cae, como mayorazgo. Se alejarán del protagonismo del pueblo, pero no olviden que cuando aparezca un Mesía como el mayor hacendado del pueblo a mediados del siglo XVIII, se trata de un Pacheco.

¿Y los Castillo? De la mano de los Pacheco, nos hace olvidar la pervivencia de esa otra rama familiar de los Castillo y de la figura del jesuita Francisco Castillo e Inestrosa, que allá por 1613 mantenía firme y orgulloso su ascendencia judaica ante el Santo Oficio de Cuenca. Hombre de mundo, que debía conocer bien los entresijos de Roma, por su estancia allí en años pasados, y que ahora en San Clemente andaba en tratos con la pequeña comunidad de marranos o conversos portugueses existente en la villa. Y no hablamos sólo de aquel tendero llamado Simón Rodrigues, dedicado al trato de sedas y especias, sino de los que hacían tratos con los añinos de La Roda para proveer de materia prima a algún sombrero de Lisboa o de los Luises, esos enigmáticos hermanos, que habían establecido en el campo un pequeño fondaco de los portugueses, almacén desde donde debían comerciar y vender productos en toda la comarca... casas aisladas que estuvieron a punto de dar lugar a una nueva aldea.

Los Perona se han volcado con la ganadería a finales del quinientos. Han conseguido poder. Hasta el punto de plantarse ante Juan Pacheco, alférez mayor de la villa, en la defensa de la jurisdicción ordinaria de San Clemente. Su presencia es hasta tediosa en el ayuntamiento; les pasa lo que a los Ortega, que su apellido se repite insistentemente entre los nombres de los regidores de la villa. Ahora, los Perona, de pastores darán el salto a abogados de los Reales Consejos. Pero la actividad de estos letrados se centra en los negocios de San Clemente; a veces, más que abogados y de la compañía de otros, como el licenciado Villanueva o los Rosillo, parecen intrigantes siempre presentes allí donde hay polémica. Algo similar ocurre con los Ruiz Ángel, viven en estos años su reconocimiento social como familiares y notarios del Santo Oficio, pero esta familia siempre más apegada a lo terrenal, buscan la seguridad familiar del negocio como abastecedores de carnicerías. Acusadores de los Origüela y los Tébar hacia 1608, no dudarán aliarse con un converso como Astudillo veinticinco años después en el abasto de carnes y renegar de él poco después. Aunque si algo nos inquieta del apellido Ángel es qué hacía una familia milanesa desde fines del cuatrocientos en San Clemente.

Si algo marcará la historia de San Clemente ese año de 1612, será la irrupción con fuerza de dos hombres en la vida de la villa: don Rodrigo de Ortega y Francisco de Astudillo. Enemigos acérrimos y colaboradores necesarios cuando el interés eran común. No tendrán piedad con el arruinado Martín de Buedo Gomendio, apoderándose de su hacienda. Disputarán su poder en la villa, agasajándola con inolvidables octavas del Corpus. El triunfador a la larga será don Rodrigo de Ortega. Su triunfo es la victoria del terrateniente sobre el poder financiero de Astudillo; victoria del hidalgo que remonta, con sus sombras, sus orígenes a los primeros hidalgos de la conquista, sobre el advenedizo converso que reconstruye sus orígenes entre pobres hidalgos residentes bien en las montañas de Zamora bien en un pueblo de Guadalajara llamado Millana, cuando no entre pobres de Hellín cuyo pasado se niega o conversos del Castillo de Garcimuñoz de cuyo origen se reniega. Astudillo es un símbolo de la multiplicidad de orígenes de los vecinos de San Clemente que, en la riqueza de sus diversas procedencias, construyeron su pasado histórico común. Su derrota es el símbolo del fin de una sociedad cosmopolita. Los Astudillo, quizás por escapar de ese gueto de conversos donde vivían, que sus enemigos llamaban la calle de la Amargura, habían soñado con crear una zona de recreo ciudadana, diríamos hoy, en torno al espacio de la Celadilla. Un espacio de descanso y recreo, con sus bancos de piedra y su alameda. Las ilusiones familiares y de muchos vecinos serían destrozadas en 1641, igual que lo fueron los chopos, cortados a hachazos, y los bancos de piedra, salvajemente rotos a mazazos.

No nos podemos olvidar tampoco de los escribanos. Ante ellos pasan muchos de los tratos de los vecinos del pueblo y saben aprovecharse de ello en beneficio propio. Su sentimiento de grupo o corporativo es muy fuerte. Tanto que han constituido una cofradía propia unos pocos años antes: la de los Cuatro Evangelistas o de la Vera Cruz. Entre ellos destacan dos que harán fortuna y serán regidores del ayuntamiento sanclementino: Bartolomé de Celada y Miguel Sevillano. El segundo constituye saga familiar con sus hijos. Miguel y su hijo Juan darán fe de los acuerdos del concejo durante cuatro décadas, pero sobre todo, no lo olvidemos, serán uno de los principales agentes de la Monarquía en el corregimiento de las diecisiete villas para imponer su política centralizadora.

Mientras, otras familias claves en el espacio vital sanclementino en el último tercio del siglo XVI se deshacían. Los García Monteagudo, mantenían su presencia en la vida política del concejo, con Bautista, que casado con Catalina Ortega, pronto legaría su título y hacienda a los Ortega. Los Santacruz parecen renacer con el segundo matrimonio de doña Ana González Santacruz con Bernardo Ramírez de Oropesa, hombre de voluntad férrea y uno de los mayores ganaderos del pueblo. A su sombra se arrimará Francisco de Astudillo, aunque la principal beneficiaria será la familia Melgarejo; con uno de ellos, Tomás, había casado, para ser repudiada, Ángela, la hija de Francisco de Astudillo padre.

Otras familias se les ve presentes todavía en los albores del nuevo siglo, pero han perdido el empuje del siglo anterior. Tales son, por citar algunos, los Granero, los Alfaro, los Caballón, los Ávalos,  o los Vala de Rey. Pero, quién se acuerda de aquel capitán Vala de Rey, que había luchado con el Duque de Alba en Flandes, si no es algún descendiente empeñado en recordar el pasado militar de una familia condecorada con cinco laureadas de San Fernando. Otros, como los Caballón, de intereses más mundanos, permanecen anónimos, pero recuperarán protagonismo a mediados de siglo como depositarios del dinero de la hacienda real. Esa es la historia de San Clemente, el honor y la reputación conviviendo con lo más mundano.

¿Y las familias hidalgas? Se ha dicho una y otra vez que San Clemente es tierra de hidalgos. Falso; ningún pueblo como éste ha puesto tantas cortapisas a los hombres por ver reconocida su hidalguía. San Clemente es más bien una tierra importadora de hidalgos. De hidalgos venidos de Vascongadas, como los Mondragón, los Oma y otros que como canteros, arquitectos o plateros vinieron a levantar sus edificios civiles, religiosos y todo su patrimonio artístico. La presencia de apellidos como Zuri, Obieta, Meztraitua o Zalbide se perderán en este siglo XVII, pero su legado renacentista pervivirá para siempre. De hidalgos judeoconversos procedentes del Castillo de Garcimuñoz, como los Castillo, los Piñán o los Origüela, que reconocida o no su hidalguía la hacen imponer a golpe de ejecutoria. Y sobre todo de hidalgos procedentes de Vara de Rey. Alarcón es cabeza reconocida de la Reconquista con justicia. Nos olvidamos de Vara de Rey. Nunca ha habido pueblo tan pequeño y que haya soportado tantas familias hidalgas en su escasa vecindad. ¿No será que estas familias hidalgas se ganaron su nobleza en el campo de batalla de la Reconquista de los siglos centrales del medievo? Montoya, Pérez de Oviedo, Ortega, Rosillo, Alarcón, Cuéllar, Granero, Buedo y un largo etcétera mantendrán con orgullo su casa solar en Vara del Rey o en la aldea de Pozoamargo. Ahora bien, la pureza de la sangre cuesta mantenerla sin dinero. Los Montoya se han mezclado con los Origüela en San Clemente y un Pérez de Oviedo casa con una hermana de Pedro González Galindo. Es curioso como los Montoya omnipresentes en los oficios públicos del quinientos ahora escogen el celibato en el seiscientos. La familia dará grandes predicadores y calificadores del Santo Oficio de la Inquisición.

Pero San Clemente no sólo importa hidalgos,  también vendrán pecheros en busca de fortuna. Aquí llegarán los Rodríguez Garnica de Hellín (el segundo apellido de San Clemente les dará aceptación en la villa). Se les conocerá como los pelagatos, pero mal que les pese a las viejas familias sanclementinas, que no dudan en expulsar al regidor Francisco Rodríguez Garnica de la procesión de la virgen de Rus,  la representación de la villa ante la Corte y los Reales Consejos recae en esta familia y sus parientes los Pérez de Tudela. Otros como los Cantero vienen de Iniesta y dejarán notar su presencia con la fuerte personalidad de doña Elvira Cantero. Pero los venidos de Iniesta siempre han provocado rechazo; no es la acusación de baja procedencia que pesa sobre los Rodríguez de Hellín, es la interesada acusación de judaísmo. Los Fernández, luego transformados en Astudillo, y los Guerra vienen de Sanabria en Zamora. Otros tienen una procedencia más cercana, tales los de la Osa de Barchín del Hoyo. Con ésta y otras villas comarcanas, la permeabilidad de San Clemente en el intercambio de vecinos es constante. La reconstrucción de la historia de San Clemente no es posible si no se enfoca desde una proyección regional, que rompe los límites del Obispado de Cuenca para adentrase en ese espacio más amplio del Marquesado de Villena.

Es la población pechera la que muestra la heterogeneidad de la villa de San Clemente. Algunos con apellidos comunes como García o López, que se adornan de ecos nobiliarios,transformados en apellidos compuestos como los García Monteagudo o los López de Garcilópez. Pero esta mayoría anónima, dotada de apellidos del común, y desde su trabajo de jornaleros, pastores, comerciantes, albañiles o artesanos, fue la que levantó y construyó en su abnegación y constancia el pueblo que conocemos. Algunos de ellos, como esa minoría de poco más de setenta familias moriscas, no tenían más apellido que el que se habían visto obligados a tomar de prestado. Criticados hasta la saciedad por el doctor Tébar por su escasa profesión religiosa, nadie hizo ascos en recibirlos cuando llegaron en el cambio de los años 1570 a 1571 para aportar los brazos que escaseaban para el pastoreo y la labranza que supliera a los jóvenes de la villa muertos en la rebelión de las Alpujarras. No se tendrá contemplación con ellos, ni la Inquisición en los cuarenta años que vivieron en la villa ni la Corona cuando llegue en 1609 la hora de expulsarlos.

A pesar de todo, en 1612, la sociedad sanclementina sigue siendo una sociedad abierta. Su Plaza Mayor, presidida por su imponente ayuntamiento, convertido desgraciadamente hoy en un almacén de anticuario repleto de cosas modernas, es un espacio que invita a todo el mundo. Hay que tener mucha imaginación para ver en ella la antigua casa familiar de los Herreros, pero el espacio cívico creado por el ayuntamiento, la Iglesia de Santiago o el edificio del pósito y carnicerías nos permiten recrear en nuestra fantasía aquellas espectaculares fiestas del Corpus, los tenderetes de los comerciantes que durante la feria de septiembre se levantaban en las calles aledañas, las representaciones de los comediantes o las fiestas de toros con sus toriles en la planta baja de la casa del concejo. Las fiestas y diversiones públicas eran sufragadas por un patriciado urbano que dominaba el poder local, su munificencia desinteresada no ocultaba su egoísmo interesado. Sus decisiones políticas cada vez estaban más alejadas del buen gobierno que simbolizan las figuras en relieve del friso corrido de la cornisa.
La representación del hombre que sujeta con fuerza en una mano una soga,  expresión de la jurisdicción propia y del poder local de una villa orgullosa de sus libertades mientras que con la otra mano caída sujeta la gorra de quien, descubriéndose, sabe reconocer su subordinación a un poder superior, el de la corona, garante del bien de la república, ya no representa a los regidores que dentro de la sala del ayuntamiento ejercen un poder arbitrario; un patriciado tan egoísta en la paz como cobarde en la guerra.
Tan sólo el hombre renacentista, que con la espada en una mano y el libro en la otra, parece un símbolo para la esperanza y que nos recuerda el trasnochado ideal que don Quijote intenta revivir en su discurso de las letras y las armas. Es como si la villa de San Clemente no quisiera olvidar el espíritu cervantino que había sido la causa de su crecimiento y esplendor, que no es otro que el cada uno es hijo de sus obras.

Y, sin embargo, al igual que la Plaza Mayor empezó a cerrarse con los arcos que se levantaban, la sociedad sanclementina empezó a cerrarse y a perder dinamismo. Sobrevivió a la guerra de Granada, pero no superaría el agotador esfuerzo de las banderas que para la recluta de soldados se levantaban en la plaza desde finales de los años veinte ni la terrible sangría de jóvenes enviados a la guerra de Cataluña desde 1640, perseguidos de noche sin descanso por los campos con candiles, tal como hacía el corregidor Antonio Sevillano. Los patios renacentistas de las casas familiares fueron sustituidos por el recogimiento de la vida interior de las monjas del convento de San José y Santa Ana. Las casas palacio renacentistas, hechas a la medida del hombre, sustituidas por las casonas de los Oma o los Valdeguerrero, con grandes balconadas símbolo de su poder, pero cuya única condescendencia al exterior eran unos tímidos adornos rococós. Un Rodrigo de Ortega, llamado el rico, y símbolo en el quinientos de la nueva capa social de los labradores acomodados, ha sido sustituido por su descendiente del mismo nombre, convertido en señor de Villar de Cantos y Vara de Rey y, luego en la persona de sus sucesores, Marqués de Valdeguerrero. El nieto de Francisco de Astudillo, aparte de su título de Gentil Hombre de Boca de Su Majestad, es poco lo que aporta a la villa, acabando su herencia en manos de la Iglesia. Los sucesores de Pedro González Galindo terminarán huyendo de la villa, con la que acabarán metidos en pleitos interminables, convertidos en Condes de Villaleal, cambiando el nombre a una pequeña aldea llamada Carrascosilla de Huete con la que poco o nada tenían que ver. San Clemente ya no recuperará nunca el esplendor de antaño. Ni siquiera en el siglo XVIII, cuando todavía centro administrativo de la comarca, su poder es contestado por otros pueblos que, empujados por la pujanza del siglo, hacen ostentación de su independencia frente a la antigua cabeza de partido, convertidos en nuevas sedes de corregimientos.

Entre estos dos sanclementes, el abierto renacentista y el cerrado del barroco, hay un edificio anterior en el tiempo y que debería actuar en su permanencia como lazo de unión: el convento de San Francisco o de Nuestra Señora de Gracia.
Convento de Nuestra Sra. de Gracia (1)
Su aspecto disonante en un espacio renacentista esconde las huesos de multitud de personas principales de la villa allí enterrados. Todos juntos sin distinción de su sangre, noble o pechera, conversa o cristiana vieja. Tumbas que en su devenir diacrónico conservan los huesos de los sanclementinos que construyeron y vivieron la historia del pueblo, dando continuidad a las generaciones sucesivas.



(Valga este artículo como breve bosquejo del San Clemente de comienzos del siglo XVII y como respetuosa denuncia del estado de abandono de algunos de sus edificios históricos)

(1) Imagen tomada de José García Sacristán

domingo, 14 de febrero de 2016

Relación de San Clemente del año 1787 según el cura Francisco de Luján y Beamud

Cruz alabastro, Iglesia Santiago
La relación que presentamos sobre la villa de San Clemente nos proporciona diversos datos históricos y geográficos aportados por el párroco de la villa Francisco Luján y Beamud hacia 1787, que habrían de ser incorporados a las Relaciones o Diccionario Geográfico de Tomás López, conservado en la Biblioteca Nacional. Este mismo informe, resumido, lo hemos presentado ya según la versión de Tomás Mauricio López que se valió de los datos aportados por su padre en su Diccionario. Don Diego Torrente hizo una abreviada transcripción en el segundo tomo (página 375) de su conocida obra. Hoy presentamos el texto en su integridad.                                                     




                                                                              (cruz)

1º     La Muy Noble Muy Leal y fidelísima villa de San Clemente, que al presente  se compone de 950 vecinos en su casco sin otro 440 que hai en Aldeas, ocupa un espacioso llano, es de la corona Real, y para no ser enagenada de ella tiene seguridades de la Reyna Dª Isabel por su Real cédula despachada en Segovia en dos de septiembre de 1476 y confirmada vivae vocis oráculo en esta villa quando al pasar por ella los Reyes Católicos el año de 1488 le confirmaron sus privilegios, y el expresado con juramento hállanse confirmados por los Reyes Sucesores, y últimamente por Nuestro Amado Monarca Don Carlos 3º (que Dios guarde).

2º     Es cabeza de Partido a que hai sugetas 22 villas y otras ocho más se hallan sugetas a la Real Administración de rentas que hai en ella, y la del tabaco que tiene maior demarcación. Hai en ella una sola e Insigne Parroquia cuio titular es el Patrón de España Santiago Apóstol, y por las adyutrizes tiene las Yglesias de San Sebastián y de Santa Quiteria en sitios los más proporcionados para la administración de Sacramentos. Hai conventos cinco: uno de religiosos observantes de San Francisco, otro de Carmelitas Descalzos que es casa de Noviciado en esta provincia y de Religiosas son el de Trinitarias, el de Franciscas Isabelas y el de Carmelitas Descalzas, todas sugetas a los superiores de susÓrdenes. El Santuario más famoso es el de Nuestra Señora de Rus, cuio sitio se halla a distancia de una legua al Nord, y dentro de la población y a sus salidas tiene la grande y bien adornada  Hermita de Nuestra Señora del Remedio, la muy bella de San Roque en que se halla la Preciosa y Admirable Santa Cruz de Alabastro con primorosa arquitectura y de 4 varas de elebación y las de Nuestra Señora de las Nieves, San Juan Bautista, San Christóbal, y Santa Ana muy capaces todas y decentes.

3º     Es de la provincia de Cuenca y ésta le cae la Norte y distancia de 12 leguas. Tiene confinantes a la villa de Vara de Rey 2 leguas a Nordeste a la de Minaya al Sud y 3 leguas; a la de Villarrobledo, que es del Arzobispado de Toledo, a 3 leguas al Obest Sud Obest: a la del Provencio 2 leguas al Obest; a la de Alberca 2 al Nord Obest; y a la de Villar de Cantos 2 leguas al Nord Nord Est. Su jurisdicción y término es de 5 leguas del Nord al Sud y de 3 de ancho del Est al Obest.

4º, 5º y 6º    Por la Orilla de la villa al Sud y dentro de Arrabal pasa el Río Rus, el qual suele secarse en el estío y tiene dicho nombre porque corre y nace poco más arriba del parage así denominado; desde allí a esta población tiene cinco molinos, y a las salidas para el Est, Sud y Sud Obest hai tres puentes de Piedra muy capaces y permanentes: desagua el de Zangar a dos leguas al Sud Sud Obest  para el Guadiana en que fenecen: y No hai Montañas= Y de Santiago de la Torre despoblada le cae a 2 leguas del Obest Nord. No hai Bosques y sí tres Montes propios de villa, uno de Mata Parda y carrascas y dos de pinos donceles, no son grandes pero muy útiles por ser el pueblo escaso de leña.

7º       Clemente Pérez de Rus fundó este Pueblo a fines del siglo 11 u principios del 12; tiene esta villa por Escudo y Armas un Castillo en campo azul con dos estrellas de oro colaterales a su remate, y abaxo en el lado derecho de él una S y al izquierdo una C. en que se cifra su nombre de San Clemente. Siempre ha tenido Personas Insignes y ha sido Más fecunda de ellas porque sus muchas casas Nobles y ricas han proporcionado sus lucimientos y ascensos: y en la descripción general del Reyno echa de orden del Rey Felipe 2º en 1575 le cuenta su autor 82 casas nobles, y por otros manuscriptos por aquellos tiempos poblase quatro mil vecinos hasta que con la peste del año 600 se fue menoscabando y ha seguido su disminución hasta el expresado vecindario= Y aunque sea pasando en silencio sugetos de igual mérito y sin agravio suyo, porque no todo me es posible decirlo ni averiguarlo Digo que pocos días hace falleció en servicio de Nuestra Señora Princesa de Asturias su Camarera la Excelentísima Señora Marquesa de San Gil natural de esta villa. Fueron también de ella y en letras y virtud los Ilustrísimos don Juan Esteban Obispo de Thelesi, y Don Diego Ramírez de Fuenleal, Obispo de Pamplona. Hizo su memoria eterna el doctor Don Sebastián Fernández Tribaldos Prior de Roncesvalles con la fundación del Colegio de San Clemente en la Universidad de Alcalá y no debe olvidarse la memoria del DoctorDon Cristóbal de Tébar natural y cura de esta villa juntamente Capellán Mayor de la Santa Iglesia de Cuenca por haver sido expulsos los jesuitas de cuio Colegio fue fundador en este pueblo dexándole haziendas para su permanencia, también es perdurable la memoria del Doctor Francisco Sánchez Cathedrático en propiedad y canónigo Magistral que fue de la Universidad e Iglesia de Salamanca por la fundación que hizo del convento de estas Trinitarias. Escritores, consejeros y militares que separadamente pudieran haver echo famosa su patria, ha tenido ésta diferentes y solamente pongo en lista por famosos en Armas al theniente General don Francisco Pozobueno y a Miguel García Macacho que ascendió a governador de Mallorca, a don Iñigo Pacheco de Guzmán quatralbo de las Galeras de España Nieto del Duque del Infantado y Matheo Serrano el qual de soldado raso ascendió por sus méritos y grados al de theniente General de Artillería, Governador de la Inclusa y su castillo y del Consejo Supremo de Guerra en los Estados de Flandes=

8º     Es el terreno medianamente fértil espacioso y seguro para las cosechas de granos de especial calidad y de vino de buen gusto: y aunque por desabrigado no es a propósito para invernadero de ganados, tiene pastos para los demás tiempos y por lo mismo es pueblo de bastantes que pasan a extremo: de que resultan sobras de todas especies para surtir otros lugares después de dexar abastecido al propio de pan, vino y carne.

9º     No hai fábrica alguna=

10º    El jueves de cada semana hai mercado franco, continuado desde la concesión que le hizo la Reyna Doña Isabel= Hai feria franca anualmente en los días 14, 15 y 16 de septiembre por privilegio del señor Felipe Quinto; quien igualmente le concedió a esta villa los timbres de Muy Noble, Muy Leal y Fidelísima, en atención al zelo, gastos y peligros con que sus vecinos se portaron para sostenerlo en el throno.

11º    El Estudio de Gramática corrió de cuenta de los Regulares Expulsos y así el de Theología Moral por obligación a que le puso el fundador= oy aún se costea el preceptor de latinidad con los residuos de temporalidades y en el Convento de San Francisco hai lector de Cathedra de Moral=

12º    Son dos los juezes que hai para el Govierno, Correxidor que no pide ser letrado y Alcalde Mayor que siempre lo es y Asesor del primero= hai un Hospital asistido de los Hermanos de la Congregación del Divino Pastor los quales habitan el Colegio que fue de Jesuitas: y en él tiene la Real Junta de Caridad las Suyas y Dominio= Y la Real Sociedad las tiene en las Salas del Ayuntamiento, por estar creadas ambas de orden del Alto y Supremo Consejo y recibidas baxo la Real Protección.

13º    Es el pueblo saludable; y aunque en el año pasado y presente las tercianas perniciosas le han disminuido; por lo común siempre las listas de Matrículas suelen ser más los nacidos que los muertos=

14º    En el término de esta villa hai aguas saludables pero no minerales, ni sal, canteras, piedras, árboles ni yerbas extraordinarias=

15º    No se registra al presente inscripción o monumento de cosa antigua notable: pero al deshacer el arco de bóveda de la Iglesia Vieja para hacer la que oy tenemos, y fue antes del año 1575, según el citado Real Documento de San Lorenzo del Escorial, se encontró una lápida sepulcral que decía: Aquí iace el Honrrado Caballero Clemente Pérez de Rus, el primer Hombre que hizo casa en este lugar, é le puso por nombre San Clemente, é falleció en la era del nacimiento de Nuestro Señor Jesu Christo  (año 1098)= Es tradición conste. que vino desde dicho sitio de Rus en donde avía población y un castillo de que hai testigos; y conócese que era Dueño u Governador y a todo alude el nombre de la villa y escudo de armas que siempre ha conservado sin alteración.

Estas noticias he adquirido del Archivo de esta villa y por mismo tengo por fidedignas con mérito para ponerlas en virtud de mi ovediencia en la del Ilustrísimo Prelado quien hará de ellos lo que fuese de sagrado. San Clemente y abril  25 de 1787

                                                           Francisco de Luxán y Beamud cura propio (rúbrica)


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BNE. Tomás LÓPEZ: Diccionario Geográfico de España: Cuenca. MSS.MICRO/14490. pp. 648-649

http://bdh.bne.es/bnesearch/CompleteSearch.do;jsessionid=F08C8F2A795BF3984D7C41604420DD2F?languageView=es&field=todos&text=RELACIONES+TOMAS+LOPEZ&showYearItems=&exact=on&textH=&advanced=false&completeText=&pageSize=1&pageSizeAbrv=30&pageNumber=20

miércoles, 10 de febrero de 2016

Belmonte según la Geografía de Tomás Mauricio López (1796)

Era la villa de Belmonte un espeso monte de pinos y carrascas, con algunas casas que llamaron las Chozas, y adelantando sus posiciones le pusieron Bellomonte,  quedándose con sólo Belmonte cuando se hizo villa. Dista de Cuenca 12 leguas, estando respecto de ella entre S.O., situada parte en un llano y parte en dos cerros y cañadas. Fue aldea de Alarcón, y en el día 8 de julio del año de 1399 en la ciudad de Sevilla expidió Real privilegio el rey Don Pedro el Justiciero dándosela a la Serenísima Señora Doña Blanca, nieta del Serenísimo Señor Infante Don Manuel, á fin de que este pueblo se hiciese villa de por sí y sobre sí, con jurisdicción por sí y sobre sí, con jurisdicción civil y criminal, alta y baja, de mero y mixto imperio, con corregidor y otras gracias. No puede dudarse fué fundación antigua, pues hay privilegios del tiempo del rey Don Alfonso X. Hecha villa la dieron por sus términos y aldeas á Monreal, el barrio de los Hinojosos, la Osa de la Vega, Tresjuncos y Hontanaya. Fué vicaría perpetua. El privilegio de villa se transfirió después de la Serenísima Señora Doña Blanca de Castilla, con otros privilegios reales, a los Excelentísimos Señores Marqueses de Villena, como Señores de este pueblo, en cuya casa permanece desde tiempo del rey Don Enrique III. El IV de este nombre le dió otros privilegios que conserva la propia casa de Villena, y los confirmó en 30 de abril de 1642 el rey Don Felipe IV, y en 1709, en Madrid, Don Felipe V. Tiene dos ferias, una por San Miguel y otra por San Andrés: un castillo hecho por Don Juan Pacheco, Gran Maestre de Santiago, y otro había antiguamente en el cerro que llaman de San Antonio Abad. Su colegiata se compone de 4 Dignidades con Canongía anexa, 6 Canongías, 4 Raciones y 6 Capellanes de coro: hay cuatro conventos de religiosos y religiosas. Están sepultados en este pueblo diferentes sujetos distinguidos en santidad: fueron naturales de él, entre otros varios que no se nombran, Fray Luis de Montoya; el M. Fr. Pedro de Lorca, General del Órden de San Bernardo; el P. Gabriel Vázquez, de la extinguida Compañía, el M. Fr. Luis de León y su sobrino Fr. Basilio de León, ambos del Órden de San Agustín; diferentes religiosos que asistieron al Concilio de Trento y que fueron escritores; el P. Juan del Castillo, que murió mártir; Fr. Luis de Ávila, del Órden de San Agustín; Miguel Lucas Hiranzu, Condestable de Castilla, que murió desgraciadamente en Jaén el año de 1573; el licenciado Don Pedro Bedoya, &c. Tiene al presente 400 vecinos.


LÓPEZ, Tomás Mauricio: Geográfica Histórica Moderna. Tomo II. Comprehende las provincias de Toledo, Guadalaxara y Cuenca. Imprenta de la viuda de Ibarra. Madrid 1796. BIBLIOTECA DE LA ABADÍA DE MONTSERRAT. pp. 199-201

domingo, 7 de febrero de 2016

Santa María del Campo según la Geografía de Tomás Mauricio López (1796)

Santa María del Campo Rus

La villa de Santa María del Campo tomó su denominación de una ermita antigua de Nuestra Señora de la Concepción, que había donde se halla hoy el convento de religiosos calzados de la Santísima Trinidad, muchos años ántes que hubiese casa ni población: por los años de 1460 se llamaba villa: el de 1564 era propia de Don Antonio de Castillo Portocarrero: se vendió segunda vez año de 1608 a Don Diego Fernández Ruiz de Alarcón, del Consejo de S. M., y hallase ahora por herencia en la casa del Excelentísimo Señor Duque de Granada de Ega, Conde de Xavier, con 490 vecinos: extramuros de la población, y muy inmediato á ella, está fundado, como se dijo, desde el año de 1564 el convento de la Trinidad, con privilegios del Rey Felipe II y del Señor Don Fr. Bernardo de Fresneda, Obispo de Cuenca. Se venera en esta iglesia la Imagen del Santo Christo del Buen temporal, dádiva de la Señora Doña Mariana de Austria, madre de Carlos II. Dista el pueblo de su capital Cuenca 10 leguas, rodeándole por los quatro vientos las villas de Honrrubia, Cañabate, San Clemente, la Alberca y el Pinarejo. Nace á la parte del norte un arroyuelo de aguas saladas, y corre por junto á la población al mediodía, uniéndose con el de San Clemente. Los sujetos naturales y más condecorados de esta villa son los Ilustrísimos Don Francisco de Alarcón, Obispo que fué de Pamplona; y Don Pedro Rubio Benedicto, de Mallorca; como asimismo el V. Fr. Andrés Rubio, religioso Trinitario. El año de 1782 se estableció en este pueblo de cuenta de la Real Hacienda la fábrica Real de salitres, que puede ser en lo succesivo de las mejores del reyno por su excelente cantidad y calidad.


LÓPEZ, Tomás Mauricio: Geográfica Histórica Moderna. Tomo II. Comprehende las provincias de Toledo, Guadalaxara y Cuenca. Imprenta de la viuda de Ibarra. Madrid 1796. BIBLIOTECA DE LA ABADÍA DE MONTSERRAT. pp. 201-202