¿¿EL POR QUÉ DE LA VIRGEN DE RUS? Los orígenes a la devoción a la Virgen de Rus se pierden en el tiempo y en la leyenda. Don Diego Torrente daba como fecha de referencia el año 1528 y unas cuentas del regidor Miguel Muñoz. Esas cuentas, hasta donde yo sé, han desaparecido, pero, por mi parte, les doy bastante veracidad, pues cuentas similares existen en Villanueva de la Jara para ese año (entonces, bajo señorío como San Clemente de la emperatriz Isabel de Portugal). Juez fue enviado desde la Corte para entender en los desarreglos de unas haciendas municipales, descontroladas desde la época de las Comunidades. Hay una segunda razón para dar veracidad a dichas cuentas y es que cuatro años antes, en 1524, los sanclementinos se habían quedado sin el lugar de culto de la pequeña ermita de Santa Catalina en Majara Hollín, que ellos mismos habían destrozado un 16 de agosto en sus eternas peleas con los provencianos. ¿Y qué era de Rus en estos tiempos? Devoción mariana existía. Lope Rodríguez, macero real y un tahúr que dio con sus huesos en las cárceles de la Inquisición, tallaba con sus manos una imagen de la Virgen por 1490 y paseándola entre los labradores de Perona recogía huevos y otros presentes para dárselos a doña Juana Toledo (la madre del fundador del convento de Nuestra Señora de Gracia). Bueno, este Lope era un auténtico trilero, pues predicando por la Jara se ganaba unos buenos quesos. Rescatamos viejos tahúres que se aprovechaban de la devoción popular porque siempre han existido. Volvamos a Rus. La búsqueda de refugio espiritual en Rus de la segunda mitad de la década de 1520 no debió durar tanto, pues los sanclementinos, destruida la ermita de Santa Catalina, buscaron devoción a la santa en Sisante, donde también se profesaba devoción. Pero Sisante, desde 1537, cayó en manos de Vara de Rey y por allí no se quiso ver más a los sanclementinos que, en esa querencia por la violencia, destrozaban esta vez no ermitas sino el pinar de Azaraque. Muy propio de ellos: ¡o mío o de nadie! Curiosamente, en esa década de 1540 vuelve a surgir la noticia de una procesión a la Virgen de Rus (con otra a Santa Quiteria,... que los sanclementinos no lo tenían muy claro) y el intento de los sanclementinos de edificar una nueva ermita de Santa Catalina (mala conciencia tenían, pues habían destruido la anterior ermita), que no se pudo llevar a cabo por la oposición de los provencianos. Debemos recordar que la destrucción de El Provencio y de la ermita de Santa Catalina les costó a los sanclementinos setecientos juicios a otros tanto vecinos por la inquina de un emperador Carlos que ya estaba cansado de una villa que soñaba con destruir a sus vecinos y cuya fidelidad era bastante dudosa. Entre pérdidas de devociones y ausencias afloraba la devoción a la Virgen de Rus, para confundirse en lo que era una práctica habitual en toda la comarca al inicio del mes de mayo. La Pasión de Semana Santa recordaba a los pobres su propio sufrimiento, ni siquiera el colorido de los Monumentos servía para aliviar las penas. La vida era gris y esos intentos de colorar el mundo, que denunciará Luis Sánchez de Origüela, poco consolará a los afligidos, más, si pensamos, que a esa altura del año, ya faltaba el grano de la cosecha del año anterior. No es casualidad que en esos inicios de mayo (o finales de abril) coincidan varias festividades en Villarrobledo, Villarejo de San Nicolás, en Sisante, Santa Catalina o en Pozoseco y que en todas la finalidad es la misma: la comunidad, o los concejos en su nombre, daban limosna, o sea, trigo para que los pobres pudieran comer y aguantar hasta la cosecha del verano, donde los pobres recogían los granos remanentes del suelo (¿se acuerdan de la historia bíblica de Ruth?) Pero el culto de Rus, tal como nos ha llegado, es algo diferente. Hoy se han pagado 122000 euros por las andas de Rus. Los sanclementinos de 1600 hubieran visto esta postura como un escándalo... y mire usted que por la época eran comunes pujas o posturas y remates al mejor postor, con fianzas (que por eso hoy se da el dinero en metálico, que no todos los que pujaban antaño eran capaces de pagar después). Los primeros portadores de la Virgen de Rus eran los cofrades de la Sangre de Cristo, que, entre otras cosas, hacían lo que no quería nadie: recoger los cadáveres no reclamados para enterrarlos. La cofradía tuvo trabajo el año 1600, cuando las calles de San Clemente se llenaron de los cadáveres de los sanclementinos muertos por la terrible peste de ese año. Es 1600, cuando Enrique Fontes Fuster, haciéndose eco de la tradición y memoria oral, quiere ver el nacimiento de la devoción de Rus. Entonces, un pueblo desesperado por la peste y sin respuesta de sus autoridades, decide ir a Rus y traerse la Virgen (y es que éstos de San Clemente tenían precedentes en el asalto a santuarios). Traerán la Virgen al pueblo para sanar con sus milagros a los vecinos enfermos de la peste, pero las autoridades (seguramente el doctor Tébar y algún próximo a los Pacheco, pues don Juan andaba escondido en Perona, donde no había peste, cosa que los sanclementinos achacarían a la protección de la Virgen), pues bien decíamos que esas autoridades se plantarán a la entrada del pueblo, probablemente en la Herroyuela (donde hoy están las carmelitas) para negociar con los "ladrones" de vírgenes. Sería demasiado pensar que los raptores huyeron a la carrera con la Virgen, pues el resultado final sería llevar a la Virgen de Rus hasta Santa Ana, centro de apestados. Lo que está claro es que el rapto de la Virgen fue algo no querido, pues la celebración de Rus se venía celebrando para el mes de mayo y el rapto debió coincidir en la fase final de una peste que ocurrió desde junio a diciembre de 1600. Acabara la peste por "agotamiento" o por prodigio, los sanclementinos ligarían su suerte definitivamente a Rus. Hasta Sancho proclamaría su "voto a Rus"; lo del voto es o era un juramento de la comunidad de reconocimiento a perpetuidad de una obligación contraída con una Virgen que había salvado al pueblo. Además, la Virgen tuvo suerte, pues coincidió con nuevas formas de religiosidad que se iban imponiendo con el concilio de Trento, donde la imagen y la reliquia podían más que la fe interior. Así lo entendían las familias principales que no veían otra forma de controlar a un pueblo cada vez más harapiento que la taumaturgia de las imágenes. Así, la Virgen de Rus se iba imponiendo entre disputas (a cuchillada limpia) entre los Pacheco y los Ortega, que dominando Perona y Villar de Cantos, respectivamente, veían con recelo el santuario del medio: Rus. Los Pacheco tenían las de perder, todo el mundo sabía que eran los Castillo de antaño, los "perros judíos" para todos; los Ortega, se les presuponía cristiandad vieja, ya que nadie sabía bien de sus orígenes, y sus enlaces con los Origüela, eran "lavados" por el doctor Tébar con fundación jesuita. Pero, digámoslo así, los Ortega eran más "cabrones": supieron presentar a los Pacheco como enemigos de la villa de San Clemente , ya que pretendían quedarse con la jurisdicción de Perona. Con Perona debieron pensar se iría el seno materno de Rus, pero lo que se marchó, fue Villar de Cantos, finca de los Ortega y de la que dependía eclesiásticamente Rus. Que el pueblo no se fiaba ni de unos ni de otros es evidente. En 1620, un fulano Jareño se hacía eco de la procesión de Rus de ese año y del malestar popular, hasta el punto de decir que "o la villa salía con el pleito de Perona o las mujeres habrían de ir a Sevilla". O se ganaba a los Pacheco o se iría donde hiciera falta si la Virgen de Rus no abogaba por la villa. El pueblo de San Clemente ganaría el pleito, a su Virgen de Rus y perdería su tradición religiosa. Los Ortega, que, en 1626 se harán con Villar de Cantos (y controlarán la iglesia de Rus), pronto transigirían con la tradición de una "traída" que les beneficiaba políticamente, pero exigían un "rehén", que era la Virgen del Remedio, la misma que en la terrible peste de 1600 se había convertido en protectora de esos que el doctor Tébar llamaba "perros moros". Una Virgen, la del Remedio, que fue ganando en una popularidad que supliera la perdida de antaño con los nuevos pobladores del barrio del Duz o de los Duces, los marginados de los marginados. Los hortelanos se contaban con los dedos de las manos, pues para huerta la de los franciscanos, unos pasos más arriba o esas otras de familias con bastante abolengo... que una huerta entonces era algo más que cuatro hileras de judías y tomates. Viejas familias que recuperaban viejas devociones a la Virgen del Remedio, sin máculas de manchas de las viejas familias moriscas y recuperando devociones tradicionales apropiadas por los Ortega, una familia ajena al siglo XVI sanclementino, bien por estar recluida en Villar de Cantos bien porque la joven promesa, Rodrigo el mozo, fallece hacia 1540, un año después que su padre. Por fin, los Ortega encontraban su devoción y se reconciliaban con el pueblo. Estos Ortega, por no tener, no tenían ni capilla de enterramiento familiar, más allá de dos arcosolios en "los frailes" y tumbas compradas bajo el coro de los franciscanos. Y es que los sanclementinos no tenían en qué reconfortarse por el año 1600 y los Ortega supieron aprovecharse de ello. La Virgen del Remedio "en manos" de los moriscos; los franciscanos, monopolizadores del voto inmaculatista, pero que veían su altar mayor usurpado por una Virgen de las Angustias que presidía el retablo de su convento, y que era una Virgen de dolor y sufrimiento, y un Santiago matamoros en el centro del retablo de la iglesia de Santiago que expresaba bien el clima de una villa que se mataba a cuchilladas en sus rencillas internas. Solo quedaba la Virgen de Rus, la Virgen de rostro amable que hacía olvidar, aunque fuera por un día las pesadumbres. Su triunfo fue parejo a la desnudez de los atributos que le acompañaba: las limosnas y comidas de pobres fueron sustituidas por los ágapes familiares: unos ágapes festivos que se olvidaron de esos otros "aniversarios" donde la comida y el vino se compartía con los difuntos. Los cofrades de la Sangre de Cristo, expulsados por aquellos nuevos portadores que podían pagar el privilegio de llevar las andas. Caballeros y camareras por viejos ermitaños, que permitían la anarquía de una devoción espontánea,... viejas y toscas imágenes por otras "más andaluzas", como las que buscaban en Sevilla las mujeres sanclementinas allá por el año 1620.
Sunday, April 20, 2025
Sunday, March 23, 2025
RELIGIOSIDAD Y VIRGEN DE RUS
LA VIRGEN DE RUS, ENTRE LA DEVOCIÓN POPULAR Y EL CONSERVADURISMO SOCIAL.
Thursday, January 23, 2025
SOBRE LA VIRGEN DE RUS
La verdad es que sobre la Virgen de Rus y sus andares anteriores al siglo XVII se desconoce todo. Rus como población es anterior a San Clemente, su castillo aún lo vio, ya semiderruido, Hernando de Colón en 1517, y su ermita se mantuvo en pie con tanta continuidad en el tiempo como desconocimiento de la devoción religiosa en torno a la imagen de su interior. Rus era un lugar gran parte de año aislado, tal como nos dicen las visitas eclesiásticas, la zona permanecía embarrada y anegada en épocas de lluvias y en el invierno, permitiendo al cura de Villar de Cantos la celebración de oficios muy de vez en cuando.
Saturday, April 13, 2024
LA VIRGEN DE RUS Y LOS ORTEGA
El "éxito" de la virgen de Rus fue parejo al éxito de los Ortega. En 1624, don Juan Pacheco Guzmán y su mujer Elvira Cimbrón andaban en pleitos con Rodrigo de Ortega y su hijo por deslindar los términos de sus "fincas", Perona y Villar de Cantos y hacerse con la jurisdicción de estas dos pequeñas aldeas, desgajándolas de San Clemente. No era extraño ver a criados de uno y otro desenvainando las espadas en la posada existente a la entrada del pueblo en la calle Feria o soltándose insultos como ese que debía ser el más común el de "perro", acompañados de los calificativos de moda, bien "moro" (aplicado a los Ortega) bien "judío" (aplicado a los Pacheco). Pero entre Perona y Villar de Cantos estaba la ermita de Rus. Es curioso pero las primeras noticias que tenemos de la Virgen de Rus van ligadas a las disputas entre don Juan Pacheco Guzmán, alférez mayor de la villa de San Clemente, y don Rodrigo Ortega, futuro señor de Villar de Cantos desde 1626.
Tanto los Pacheco como los Ortega luchaban por hacer de sus aldeas los centros espirituales de la villa de San Clemente. Doña Elvira Cimbrón, mujer de Juan Pacheco y señora, por herencia, de Perona, se había llevado hasta la pequeña iglesia de este lugar el cuerpo incorrupto de la madre Remón, franciscana vararreyense de la Tercera Orden y beata con fama de santidad. Se equivocó, soplaban en estos tiempos otros aires, que no eran modelos pasados de ascetismos y espiritualidad interior. Anduvieron más vivos los Ortega que supieron ver en la Virgen de Rus y su culto la esperanza para asentar su dominio social. Don Rodrigo de Ortega supo unir el culto a esta imagen con del deseo del pueblo sanclementino de mantener bajo su jurisdicción la aldea de Perona, conseguida ya desde 1480 y símbolo del orgullo de una villa de realengo que se negaba a cualquier intromisión señorial. Una villa que no supo ver ese dominio señorial de los Ortega y sus sucesores los Valdeguerrero.
El culto a la Virgen de Rus llevaba poco tiempo. Fontes quiere ver su origen en la "traída" por los sanclementinos de su imagen desde la ermita de Rus hasta San Clemente para librarlos de la peste el año 1600, pero, en ese momento, la Virgen de Rus ya tenía fama de milagrera, aunque es cierto que nos es imposible sondear en el tiempo atrás y que, por los datos aportados por don Abel López, el inicio de la procesión tiene por fecha aceptada el año 1619. Sobre el uso de la Virgen de Rus, puesta al servicio de los Ortega, valgan estas palabras, en 1624, de un vecino de San Clemente, un herrero y albéitar, un fulano Jareño, que por entonces el apellido era de labradores ricos en El Cañavate y poco apreciado en San Clemente: "un fulano Jareño dijo que estando en la ermita de Nuestra Señora de Rus, el día que se lleva en procesión la dicha imagen había visto tratar del pleito de la jurisdicción de Perona a ciertas personas que no le dijo quienes eran y que habían dicho que si la villa salía con el pleito habían de hacer grandes fiestas de toros y juego de cañas y si por el contrario sucedía que habían de enviar las mujeres a Sevilla" y ellos habían de andar
Thursday, April 11, 2024
SOBRE LA VIRGEN DE RUS
No seré yo quien aporte novedades sobre el origen del culto mariano de Rus, pues los documentos anteriores al siglo XVII y la institucionalización de la romería en 1619 son las únicas realidades ciertas. Más allá del siglo XVII solo hay una mención de don Diego Torrente, que, al referirse al regidor Miguel Muñoz en 1528, nos dice el interés de este personaje para su estudio sobre Rus. Pero hay una serie de hechos que contribuyen a fijar contextos que hacen posible este culto más tardíamente.
En primer lugar, la existencia del poblado de Rus es muy anterior a San Clemente, antes de la conquista de esta tierra, y la fundación de San Clemente, leyendas aparte, sería la obra de un caballero de Castillo de Garcimuñoz con casa en Rus, que se aventura a nueva población en los disputados y cercanos límites con Alcaraz. En la crisis de mediados del siglo XIV, Rus se despuebla y San Clemente pervive, hasta tal punto que absorbe en 1387 al despoblado de Rus. Probablemente, por las propias exigencias fiscales de definición de los términos para el cobro de las rentas decimales. Rus desapareció pero es probable que, mientras su castillo se arruinaba, tal como ya nos decía hacia 1517 Hernando de Colón en su Cosmografía, su pequeña iglesia, ahora simple ermita se mantuviese en pie. Claro que en esa larga travesía del siglo XV y XVI a quién podía interesar este espacio apartado si no era a media docena de renteros que vivían en Perona y a otros tantos en Villar de Cantos. Rus sufragáneo de Villar de Cantos, abría las puertas de su ermita una vez a la semana en el siglo XVI para que el cura de Villar de Cantos dijera su misa, pero los oficios religiosos se hacían imposibles durante largas temporadas, pues las tierras anegadas impedían la comunicación entre Villar de Cantos y Rus.
Además, en el siglo XVI, y ya desde el siglo XV, Villar de Cantos, y Rus, comienzan a vivir de espaldas a San Clemente. La zona se convierte en sendas fincas particulares de dos familias: los Castillo, dueños de Perona, y los Ortega, dueños de Villar de Cantos. Los vecinos de San Clemente por entonces andaban como pollos sin cabeza y sin lugares de referencia en los que expresar su devoción mariana. Si las vecinos poblaciones de El Cañavate y La Roda tenían ya desde mediados del siglo XV sus centros marianos y sus Vírgenes aparecidas a pastores, San Clemente andaba en disputas con El Provencio por el santuario de Santa Catalina en Majara Hollín y el del mismo nombre en Sisante, donde junto a Villarrobledo celebraban sus particulares romerías.
El vacío al culto mariano comienza a llenarse en el cambio del siglo XV al siglo XVI. Mientras el converso Lope Rodríguez, un auténtico tahúr, cuya repentina muerte en las cárceles inquisitoriales le valió evitar ser quemado vivo, pues, decimos, mientras que andaba en 1490, en compañía de doña Juana de Toledo, por tierras de Perona, Rus y Villar de Cantos engañando a los campesinos con una imagen de la Virgen que paseaba por los campos a cambio de presentes, en San Clemente aparecen los primeros franciscanos y con ellos viene la devoción al culto mariano como centro de la espiritualidad. En aquellos años, en los que San Clemente y la religión estaba en ciernes, cualquiera se creía santo o santa y capaz de imitar en virtudes a María, unas más honestas con su vida de beaterio, otras como Inés de Moratalla, cayendo en alucinaciones y desenfrenos creyéndose sus propias fantasías. Pero si San Clemente veía en el convento de Nuestra Señora de Gracia su propio refugio espiritual y los Castillo, olvidándose de su iglesia de Perona colmaban sus aspiraciones de esconder su ascendencia conversa en magna construcción franciscana, en Villar de Cantos y Rus, los Ortega seguían a lo suyo, es decir, a enriquecerse. Don Rodrigo Ortega, el rico, que casó cuatro veces, todas ellas movido por lo mismo: la búsqueda de "rica hembra", que se decía entonces, para completar su hacienda, pues don Rodrigo, decimos, estaba más aislado en sus tierras de Villar de Cantos que la imagen por entonces existente en la abandonada ermita de Rus, que poco tendría que ver con esa imagen que vemos hoy. De hecho, cuando muere en 1535, don Rodrigo pide, como hombre de su tiempo, ser enterrado en la iglesia en alza en ese tiempo, que no es otra sino la de Nuestra Señora de Gracia. Su hermoso sepulcro renacentista (y el de alguna de sus mujeres enfrente) lo que nos demuestra es que don Rodrigo no tenía capilla donde ser enterrado (todas ellas estaban en manos de otras familias, que don Rodrigo tantas veces dispuesto a casarse no supo ver que la capilla la daba por entonces el apellido Monteagudo).
Así pasó el largo siglo XVI, San Clemente en pleno desarrollo y sin virgen. Bueno, virgen tenía y esa era la de los Remedios, convertida en motivo de disputa entre hortelanos, sastres y la población marginal del Arrabal por hacer de ella su referente y patrona, pero la realidad es que la sociedad sanclementina del Quinientos era sociedad muy secularizad. Hasta que llega el año 1600. San Clemente padece terrible peste ese año, la desgracia sería vista como auténtica calamidad y castigo divino, pues el resto de pueblos, en su mayoría (más avezados en aislarse), habían evitado el mal. Desesperados, los sanclementinos, incrédulos de los médicos que se mandan desde la corte y de los hermanos de Antón Martín, que ayudan desprendidamente, ponen sus ojos en las tierras de Villar de Cantos, Perona y Rus. Allí, ni don Juan Pacheco y su mujer Elvira Cimbrón, en Perona, ni los Ortega, en Villar de Cantos, padecen el mal, y entre unos y otros, la virgen de Rus entre ambas poblaciones salvaguardándolas. Es entonces, cuando el pueblo de San Clemente toma sus propias decisiones, los vecinos, que han pedido que la virgen de Rus venga al pueblo para salvarlos del mal, se aventuran, saltándose a autoridades civiles y religiosas, a ir a Rus, coger la imagen y traerla al pueblo. El escándalo debió ser mayúsculo por aquel entonces, pero los sanclementinos, en esto de asaltar ermitas, ya tenían tradición, pues ya lo habían hecho en Majara Hollín en 1524. Mientras que los sanclementinos portaban la imagen de la virgen de Rus hacia su pueblo a la carrera, las autoridades intentaban poner remedio a tal osadía; así que curas, presbíteros, regidores y alcaldes se plantaron a la entrada del pueblo para intentar poner orden y frenar a los desbocados vecinos. No creemos que el encuentro se desarrollara en la cordialidad, probablemente esa "carrera" actual por "esconder" la virgen tenga su tradición y razón de ser en el pasado, aunque, según parece, por el año 1600, la virgen fue llevada hasta la ermita de Santa Ana, centro de acumulación de apestados y cadáveres en aquel momento, en la vana esperanza de que la virgen volviera a la vida a aquellas víctimas del mal. Es en este contexto en el que la devoción a la virgen de Rus surge: un pueblo desangelado por un mal pestífero y un pueblo huérfano de tradiciones marianas y necesitado de ellas. Otra historia es la de los Castillo (ahora convertidos en Pachecos) y los Ortegas: los primeros con el cuerpo incorrupto de la madre Remona de aquí para allá y los segundos, más listos, viendo el filón de oro que suponía la virgen de Rus para sus ambiciones personales y es que don Rodrigo de Ortega el mayor, primer señor de Villar de Cantos (y ya su padre Francisco) debieron pensar: si no se nos acepta en San Clemente que nadie se olvide que la sartén por el mango, perdón, la Virgen la tenemos nosotros en nuestras tierras. O sea, si queréis la Virgen, nos dejáis como rehén esa otra del Remedio a la que ya teníais una devoción anterior y de la que ahora parecéis renegar por haber hecho suya durante unas decenas de años los moriscos que habéis expulsado en 1609, pero a la que el pueblo y el barrio del Arrabal sigue teniendo especial devoción. Y hablando de moros, no debemos olvidar que la principal acusación en el siglo XVII contra los Ortega es que habían trocado una abuela mora por otra cristiana, que no solo se intercambian vírgenes, también abuelas.