El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)
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Sunday, March 23, 2025

RELIGIOSIDAD Y VIRGEN DE RUS

 LA VIRGEN DE RUS, ENTRE LA DEVOCIÓN POPULAR Y EL CONSERVADURISMO SOCIAL.

Decía don Luis Martínez Lorente que, en los días claros, desde Santa Quiteria en Tébar se podía ver el santuario de Nuestra Señora de la Cabeza en Pozoamargo. Nos recordaba a Santa Quiteria como santa querida por los pastores, recordando estos santuarios colocados en atalayas como el lugar primitivo donde los pastores se sentaban para vigilar a su ganado allá en el llano. Sobre el viejo lugar donde descansaban los pastores se levantaron ermitas: refugios para las inclemencias del tiempo y lugares de sosiego para reflexionar sobre la existencia y la deidad en los largos tiempos muertos del rumiar de las ovejas. En estas tierras, Santa Quiteria debió disputar su primacía con otros santos, como San Nicolás o San Cristóbal, aunque entre todos ellos destacaba Santa Catalina. En lo alto de Majara Hollín, una pequeña ermita dedicada a Santa Catalina era lugar de reunión de pastores y hasta Sisante, lugar de paso de ganados, los sanclementinos iban en romería hasta la ermita de Santa Catalina. Los pastores, al menos los tradicionales, de cayado y pequeño hato de ganado desaparecieron, como lo hicieron sus veredas comidas por los campos, condenando a Santa Quiteria o Santa Catalina a ser un recuerdo del pasado. El idílico pasado del pastor con sus ovejas, tal "imitatio Christi" se dio de bruces con la nueva realidad. El labrador tan pronto imploraba al cielo como lo maldecía; la soledad del pastor fue suplantada por el bullicio de la ciudad y los tahúres que anidaban en sus calles. Lope Rodríguez es ya en 1490 un adelantado a su tiempo: juega con las supersticiones de los labradores, ya predica la Biblia por Villanueva de la Jara a cambio de un queso ya hace pasear improvisada imagen de la Virgen por Perona a cambio de una cesta de huevos.
El pastor, en su soledad, hablaba con Dios todos los días; el labrador habla de Dios con sus vecinos a diario y calla ante Dios en los oficios divinos del domingo. El labrador necesita una nueva espiritualidad y no sabe donde encontrarla: descerraja y destroza viejas ermitas, aplaude las condenas de los vecinos, que no considera sus iguales, por el Santo Oficio y hace de la imagen el fetiche sanador de sus desgracias. Luis Sánchez de Origüela denuncia a aquellos que quieren colorar el mundo con los monumentos de Semana Santa y él, denunciado, participa como víctima del espectáculo de las hogueras. La naturaleza florece en colores en la primavera y los hombres necesita colorar su mundo para olvidar amargas existencias.
La amargura de la existencia es presencia viviente de la muerte. En los campos y sus amplios horizontes se vive un presente de esperanza; en las villas urbanitas y el hermetismo de sus casas se padece la realidad de la muerte. Aquí, el hombre pasa del espacio cerrado de su casa a la cripta de la iglesia. Y es que las iglesias y sus cementerios anejos son "enclosures" de la muerte. De la apertura de los campos en la naturaleza que se regenera cada día a las iglesias del olor cadavérico, apenas ocultado por el incienso.
Los hombres quieren salir de la opresión de los pueblos y salen a las viejas ermitas olvidadas. Pero no a los santuarios de los pastores sino a esos otros ahora ya desvencijados. Confunden su necesidad con la ajena y temerosos de caer en la indigencia no olvidan a los que han caído en ella. A los mismos pobres, de los que se rehúye en los pueblos, se les acoge en santuarios apartados para darles limosnas en fechas señaladas. Quizás el caso más señalado es el de los jareños que se reúnen en Pozoseco. Los hombres pueden engañarse a sí mismo con la conmiseración de la pobreza, en la que todos pueden caer. Pero ¿cómo engañar a la muerte, que iguala a todos? La muerte es aceptada en los testamentos y teatralizada en los entierros, pero en el instante de enfrentarse a ella es horror insoslayable. La muerte a veces llega como amenaza para la existencia de misma comunidad en episodios epidémicos pestíferos. En Motilla del Palancar , se teme el fin de la comunidad de vivos. Es la llama de la lámpara del Santísimo Sacramento la que mantiene viva a la comunidad y es ese Santísimo Sacramento el que desprovisto de luz viaja hacia el hogar de los moribundos. Y es que, cuando los muertos son muchos e inabarcables nadie quiere saber nada de ellos. Cual flagelantes y sin rumbo fijo, es entonces cuando los cofrades de la Sangre de Cristo recogen cadáveres yacientes, que han perdido la vida y la filiación de esos otros familiares también muertos. ¿Qué fue entonces de aquellas deidades que habían surgido para la esperanza? ¿Qué fue de aquellas vírgenes, que, donde brotaba el agua, daban Remedio a los sedientos?
Los hombres y los pueblos quieren escapar de los espacios insoportables de las villas urbanizadas y volver a los campos. Recuperan viejos votos y juramentos en la fe ciega de una salvación milagrosa. Quieren sortear las cadenas del control social, aunque solo sea por un día y hacer posible la libertad en los campos que se les niega en su pueblo. Raptan imágenes y las pasean ante las autoridades, disfrutan de ágapes celebrando la vida y olvidando de esos otros de los aniversarios y comuniones con los muertos. Es el estallido de la vida y de la alegría, donde todos son iguales.
Los sueños, sueños son. Por un momento parece que la romería tiene algo de carnaval pero sin el corsé de las máscaras. Los nuevos ricos, tal Francisco Rodríguez Garnica, sufren las burlas del pueblo. Rus es lugar de irreverencias, donde los Pacheco salen mal parados. Pero allí donde unos se sienten libres un día al año, otros disponen de trescientos sesenta y cuatro para organizar la libertad ajena. Un día de jolgorio devendrá en cuarenta de rezos; una virgen suelta exigirá de otra rehén. No hay caballeros ni camareras aún, pero es cuestión de tiempo. Pero no es el final, ese fin llegará cuando los cofrades de la Sangre de Cristo dejen de llevar las andas de Rus. Ese día, al llegar, los hombres habrán olvidado la razón de ser de la fiesta. Olvidándose de los muertos, serán zombis errantes en la fiesta.

Thursday, January 23, 2025

SOBRE LA VIRGEN DE RUS

 La verdad es que sobre la Virgen de Rus y sus andares anteriores al siglo XVII se desconoce todo. Rus como población es anterior a San Clemente, su castillo aún lo vio, ya semiderruido, Hernando de Colón en 1517, y su ermita se mantuvo en pie con tanta continuidad en el tiempo como desconocimiento de la devoción religiosa en torno a la imagen de su interior. Rus era un lugar gran parte de año aislado, tal como nos dicen las visitas eclesiásticas, la zona permanecía embarrada y anegada en épocas de lluvias y en el invierno, permitiendo al cura de Villar de Cantos la celebración de oficios muy de vez en cuando.

Son ralas las noticias de la devoción de la Virgen de Rus anteriores al 1600. Don Diego Torrente, a pie de página, habló de unas cuentas de Rus en 1528, a cargo del regidor comisario Miguel Muñoz. De este Miguel Muñoz tenemos su existencia constatada, pero de las cuentas don Diego no nos dejo referencia alguna donde poder localizarlas. La devoción a la Virgen de Rus aparece de nuevo en la década de 1540, esta vez junto a la celebración de santa Quiteria y otra vez la necesidad de ajustar cuentas por un concejo que tuvo que desprenderse de algunos maravedíes para ambas celebraciones. ¿Romerías como las presentes en esa época con intercambio de vírgenes? no lo creemos. Estas festividades se movían en las viejas tradiciones de las celebraciones extramuros de los pueblos que tenían mucho de solidaridad con los más desfavorecidos, pues se solía repartir pan para los pobres a costa del erario público.
Luego se quieren ver noticias sueltas en torno a Rus y las cofradías existentes: la de la Concepción (que se confunde y es Nuestra Señora de Septiembre) o la Sangre de Cristo y el derecho que se arrogará después para llevar las andas de la Virgen. Pero la realidad es que tenemos más noticias de la Virgen del Remedio que de Rus. Gremios y cofradías llevaban el estandarte desde la iglesia de Santiago hasta la ermita del Remedio para la fiesta de la Virgen de Marzo. Vírgenes no han faltado en San Clemente, y más teniendo en cuenta la presencia franciscana en la villa, aunque no entenderemos cómo el franciscanismo renunció a su alegría, dejando presidir su altar mayor por una virgen del sufrimiento, pues qué es si no la Quinta Angustia que era el motivo central de su retablo. Tal vez, es este abandono de una virgen jovial y alegre la causa del éxito de la devoción de Rus. Ese querer engañarse de los sufrimientos de la vida y poder compartir comunitariamente la alegría en torno al rostro sonriente de una imagen.
Pero si hablamos de abandonos, hay que decir que los sanclementinos "se dejaron arrebatar" la Virgen del Remedio. La ermita donde se ubicaba fue pronto lugar de reunión de los moriscos llegados al pueblo en 1571. El Remedio y el barrio del Duz era lugar donde nadie quería vivir, lugar de marginalidad, donde las viejas moriscas se contaban sus confidencias, y lugar peligroso por las avenidas del río Rus. Sería su ermita el lugar elegido para almacenar los cuerpos dolientes de los apestados moriscos el año 1600, apartados de los otros tres hospitales que recogieron al resto de enfermos. Por cierto, no se debió portar mal la Virgen del Remedio con los moriscos, pues los padrones nos dicen que su mortalidad durante la peste fue inferior al resto de la población. O eso o tenían más higiene.
Con envidia debió ver el resto de la población sanclementina que "esos perros moros" y "malos cristianos" (así los llamaba el doctor Tébar) sortearan el mal. Acusando al que escribe estas líneas del dicho "de fabula narratur" en lo que voy a decir, puede plantear este autor que una población agobiada, martilleada por el discurso de ser hombres antiguos de la tierra, honrados y cristianos viejos, viera en la imagen de Rus aquello a lo que había renunciado en su propio pueblo. Rus era la Virgen milagrera, remediadora de todo mal y, entre tanto abandono de la fe y de identidades (véanse los múltiples procesos inquisitoriales y la irreverencia de las élites sanclementinas en la segunda mitad del Quinientos), la única esperanza para un pueblo desesperado. La fe que faltaba en la villa se buscó en esa otra que supieron mantener los labradores de Villar de Cantos, Perona o Rus. Serían ellos los que verían arrebatada su Virgen ese año de 1600, "raptada" por los sanclementinos y llevada al pueblo para salvarlos de la peste. No lo olvidemos, Sancho diría el célebre "voto a Rus", pero alguien se ha parado a pensar en esta expresión, aparte de juramento. La tradición del voto o promesa está muy presente en toda la Mancha, muy ligada a epidemias pestíferas y las promesas de unos habitantes aterrorizados que hacen voto o promesa a la Virgen si los salva del mal. Uno de los votos más corrientes es dar comida o cobijo a los pobres en determinada fecha para agradecer la intercesión mariana. Tal vez, ese voto ya se pronunciara en 1348, cuando Rus desaparece como entidad poblada, siendo absorbido por San Clemente 39 años después. La nueva villa se quedó con los vecinos (sus ancestros, de hecho), la espiritualidad de Rus y viejas tradiciones de caridad a pobres y enfermos.
El afianzamiento del culto y devoción a la Virgen de Rus coincide en el tiempo con disputas de principales en el pueblo, Pachecos y Ortegas, rivales en el afán por dominar la vida de San Clemente. La vida política y la vida espiritual. Basta con ver los escudos de armas en el altar de Rus, patronazgos y tradiciones propias de maestranzas para rescatar ese "carácter nobiliario" de la devoción de Rus, pero no olvidemos que la Virgen de Rus se ha impuesto por el "apoyo" popular, que es devoción: la Virgen que se rapta, la Virgen que se esconde en convento de carmelitas, como antaño en Santa Ana, donde yacían apestados, vivos y muertos, la Virgen de los ágapes comunitarios y la Virgen que se intercambia por esa otra del Remedio.

Saturday, April 13, 2024

LA VIRGEN DE RUS Y LOS ORTEGA

 El "éxito" de la virgen de Rus fue parejo al éxito de los Ortega. En 1524, don Juan Pacheco Guzmán y su mujer Elvira Cimbrón andaban en pleitos con Rodrigo de Ortega y su hijo por deslindar los términos de sus "fincas", Perona y Villar de Cantos y hacerse con la jurisdicción de estas dos pequeñas aldeas, desgajándolas de San Clemente. No era extraño ver a criados de uno y otro desenvainando las espadas en la posada existente a la entrada del pueblo en la calle Feria o soltándose insultos como ese que debía ser el más común el de "perro", acompañados de los calificativos de moda, bien "moro" (aplicado a los Ortega) bien "judío" (aplicado a los Pacheco). Pero entre Perona y Villar de Cantos estaba la ermita de Rus. Es curioso pero las primeras noticias que tenemos de la Virgen de Rus van ligadas a las disputas entre don Juan Pacheco Guzmán, alférez mayor de la villa de San Clemente, y don Rodrigo Ortega, futuro señor de Villar de Cantos desde 1626.

Tanto los Pacheco como los Ortega luchaban por hacer de sus aldeas los centros espirituales de la villa de San Clemente. Doña Elvira Cimbrón, mujer de Juan Pacheco y señora, por herencia, de Perona, se había llevado hasta la pequeña iglesia de este lugar el cuerpo incorrupto de la madre Remón, franciscana vararreyense de la Tercera Orden y beata con fama de santidad. Se equivocó, soplaban en estos tiempos otros aires, que no eran modelos pasados de ascetismos y espiritualidad interior. Anduvieron más vivos los Ortega que supieron ver en la Virgen de Rus y su culto la esperanza para asentar su dominio social. Don Rodrigo de Ortega supo unir el culto a esta imagen con del deseo del pueblo sanclementino de mantener bajo su jurisdicción la aldea de Perona, conseguida ya desde 1480 y símbolo del orgullo de una villa de realengo que se negaba a cualquier intromisión señorial. Una villa que no supo ver ese dominio señorial de los Ortega y sus sucesores los Valdeguerrero.

El culto a la Virgen de Rus llevaba poco tiempo. Fontes quiere ver su origen en la "traída" por los sanclementinos de su imagen desde la ermita de Rus hasta San Clemente para librarlos de la peste el año 1600, pero, en ese momento, la Virgen de Rus ya tenía fama de milagrera, aunque es cierto que nos es imposible sondear en el tiempo atrás y que, por los datos aportados por don Abel López, el inicio de la procesión tiene por fecha aceptada el año 1619. Sobre el uso de la Virgen de Rus, puesta al servicio de los Ortega, valgan estas palabras, en 1624, de un vecino de San Clemente, un herrero y albéitar, un fulano Jareño, que por entonces el apellido era de labradores ricos en El Cañavate y poco apreciado en San Clemente: "un fulano Jareño dijo que estando en la ermita de Nuestra Señora de Rus, el día que se lleva en procesión la dicha imagen había visto tratar del pleito de la jurisdicción de Perona a ciertas personas que no le dijo quienes eran y que habían dicho que si la villa salía con el pleito habían de hacer grandes fiestas de toros y juego de cañas y si por el contrario sucedía que habían de enviar las mujeres a Sevilla" y ellos habían de andar 

Thursday, April 11, 2024

SOBRE LA VIRGEN DE RUS

 No seré yo quien aporte novedades sobre el origen del culto mariano de Rus, pues los documentos anteriores al siglo XVII y la institucionalización de la romería en 1619 son las únicas realidades ciertas. Más allá del siglo XVII solo hay una mención de don Diego Torrente, que, al referirse al regidor Miguel Muñoz en 1528, nos dice el interés de este personaje para su estudio sobre Rus. Pero hay una serie de hechos que contribuyen a fijar contextos que hacen posible este culto más tardíamente.


En primer lugar, la existencia del poblado de Rus es muy anterior a San Clemente, antes de la conquista de esta tierra, y la fundación de San Clemente, leyendas aparte, sería la obra de un caballero de Castillo de Garcimuñoz con casa en Rus, que se aventura a nueva población en los disputados y cercanos límites con Alcaraz. En la crisis de mediados del siglo XIV, Rus se despuebla y San Clemente pervive, hasta tal punto que absorbe en 1387 al despoblado de Rus. Probablemente, por las propias exigencias fiscales de definición de los términos para el cobro de las rentas decimales. Rus desapareció pero es probable que, mientras su castillo se arruinaba, tal como ya nos decía hacia 1517 Hernando de Colón en su Cosmografía, su pequeña iglesia, ahora simple ermita se mantuviese en pie. Claro que en esa larga travesía del siglo XV y XVI a quién podía interesar este espacio apartado si no era a media docena de renteros que vivían en Perona y a otros tantos en Villar de Cantos. Rus sufragáneo de Villar de Cantos, abría las puertas de su ermita una vez a la semana en el siglo XVI para que el cura de Villar de Cantos dijera su misa, pero los oficios religiosos se hacían imposibles durante largas temporadas, pues las tierras anegadas impedían la comunicación entre Villar de Cantos y Rus.

Además, en el siglo XVI, y ya desde el siglo XV, Villar de Cantos, y Rus, comienzan a vivir de espaldas a San Clemente. La zona se convierte en sendas fincas particulares de dos familias: los Castillo, dueños de Perona, y los Ortega, dueños de Villar de Cantos. Los vecinos de San Clemente por entonces andaban como pollos sin cabeza y sin lugares de referencia en los que expresar su devoción mariana. Si las vecinos poblaciones de El Cañavate y La Roda tenían ya desde mediados del siglo XV sus centros marianos y sus Vírgenes aparecidas a pastores, San Clemente andaba en disputas con El Provencio por el santuario de Santa Catalina en Majara Hollín y el del mismo nombre en Sisante, donde junto a Villarrobledo celebraban sus particulares romerías.

El vacío al culto mariano comienza a llenarse en el cambio del siglo XV al siglo XVI. Mientras el converso Lope Rodríguez, un auténtico tahúr, cuya repentina muerte en las cárceles inquisitoriales le valió evitar ser quemado vivo, pues, decimos, mientras que andaba en 1490, en compañía de doña Juana de Toledo, por tierras de Perona, Rus y Villar de Cantos engañando a los campesinos con una imagen de la Virgen que paseaba por los campos a cambio de presentes, en San Clemente aparecen los primeros franciscanos y con ellos viene la devoción al culto mariano como centro de la espiritualidad. En aquellos años, en los que San Clemente y la religión estaba en ciernes, cualquiera se creía santo o santa y capaz de imitar en virtudes a María, unas más honestas con su vida de beaterio, otras como Inés de Moratalla, cayendo en alucinaciones y desenfrenos creyéndose sus propias fantasías. Pero si San Clemente veía en el convento de Nuestra Señora de Gracia su propio refugio espiritual y los Castillo, olvidándose de su iglesia de Perona colmaban sus aspiraciones de esconder su ascendencia conversa en magna construcción franciscana, en Villar de Cantos y Rus, los Ortega seguían a lo suyo, es decir, a enriquecerse. Don Rodrigo Ortega, el rico, que casó cuatro veces, todas ellas movido por lo mismo: la búsqueda de "rica hembra", que se decía entonces, para completar su hacienda, pues don Rodrigo, decimos, estaba más aislado en sus tierras de Villar de Cantos que la imagen por entonces existente en la abandonada ermita de Rus, que poco tendría que ver con esa imagen que vemos hoy. De hecho, cuando muere en 1535, don Rodrigo pide, como hombre de su tiempo, ser enterrado en la iglesia en alza en ese tiempo, que no es otra sino la de Nuestra Señora de Gracia. Su hermoso sepulcro renacentista (y el de alguna de sus mujeres enfrente) lo que nos demuestra es que don Rodrigo no tenía capilla donde ser enterrado (todas ellas estaban en manos de otras familias, que don Rodrigo tantas veces dispuesto a casarse no supo ver que la capilla la daba por entonces el apellido Monteagudo).

Así pasó el largo siglo XVI, San Clemente en pleno desarrollo y sin virgen. Bueno, virgen tenía y esa era la de los Remedios, convertida en motivo de disputa entre hortelanos, sastres y la población marginal del Arrabal por hacer de ella su referente y patrona, pero la realidad es que la sociedad sanclementina del Quinientos era sociedad muy secularizad. Hasta que llega el año 1600. San Clemente padece terrible peste ese año, la desgracia sería vista como auténtica calamidad y castigo divino, pues el resto de pueblos, en su mayoría (más avezados en aislarse), habían evitado el mal. Desesperados, los sanclementinos, incrédulos de los médicos que se mandan desde la corte y de los hermanos de Antón Martín, que ayudan desprendidamente, ponen sus ojos en las tierras de Villar de Cantos, Perona y Rus. Allí, ni don Juan Pacheco y su mujer Elvira Cimbrón, en Perona, ni los Ortega, en Villar de Cantos, padecen el mal, y entre unos y otros, la virgen de Rus entre ambas poblaciones salvaguardándolas. Es entonces, cuando el pueblo de San Clemente toma sus propias decisiones, los vecinos, que han pedido que la virgen de Rus venga al pueblo para salvarlos del mal, se aventuran, saltándose a autoridades civiles y religiosas, a ir a Rus, coger la imagen y traerla al pueblo. El escándalo debió ser mayúsculo por aquel entonces, pero los sanclementinos, en esto de asaltar ermitas, ya tenían tradición, pues ya lo habían hecho en Majara Hollín en 1524. Mientras que los sanclementinos portaban la imagen de la virgen de Rus hacia su pueblo a la carrera, las autoridades intentaban poner remedio a tal osadía; así que curas, presbíteros, regidores y alcaldes se plantaron a la entrada del pueblo para intentar poner orden y frenar a los desbocados vecinos. No creemos que el encuentro se desarrollara en la cordialidad, probablemente esa "carrera" actual por "esconder" la virgen tenga su tradición y razón de ser en el pasado, aunque, según parece, por el año 1600, la virgen fue llevada hasta la ermita de Santa Ana, centro de acumulación de apestados y cadáveres en aquel momento, en la vana esperanza de que la virgen volviera a la vida a aquellas víctimas del mal. Es en este contexto en el que la devoción a la virgen de Rus surge: un pueblo desangelado por un mal pestífero y un pueblo huérfano de tradiciones marianas y necesitado de ellas. Otra historia es la de los Castillo (ahora convertidos en Pachecos) y los Ortegas: los primeros con el cuerpo incorrupto de la madre Remona de aquí para allá y los segundos, más listos, viendo el filón de oro que suponía la virgen de Rus para sus ambiciones personales y es que don Rodrigo de Ortega el mayor, primer señor de Villar de Cantos (y ya su padre Francisco) debieron pensar: si no se nos acepta en San Clemente que nadie se olvide que la sartén por el mango, perdón, la Virgen la tenemos nosotros en nuestras tierras. O sea, si queréis la Virgen, nos dejáis como rehén esa otra del Remedio a la que ya teníais una devoción anterior y de la que ahora parecéis renegar por haber hecho suya durante unas decenas de años los moriscos que habéis expulsado en 1609, pero a la que el pueblo y el barrio del Arrabal sigue teniendo especial devoción. Y hablando de moros, no debemos olvidar que la principal acusación en el siglo XVII contra los Ortega es que habían trocado una abuela mora por otra cristiana, que no solo se intercambian vírgenes, también abuelas.