El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)
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martes, 19 de septiembre de 2023

Las Guijarras

 

Quedarse viuda  y con hijas a cargo en el pasado era hecho desgraciado, pues condenaba a la necesidad a las mujeres y era motivo de mil habladurías. Si los que visitaban el domicilio familiar eran clérigos los rumores y malicia de la vecindad era la regla común. Tal fue el caso de Inés Guijarra, viuda del escribano Francisco Mejía, y de sus dos hijas Isabel y Ana. Presentar su vida como ejemplo de honestidad, recogimiento y virtud valía muy poco en su pueblo, Vara de Rey, donde las rencillas eran la comidilla diaria. 

Las visitas de los clérigos Pablo de Gabaldón y Juan de Almao al domicilio de las mujeres no pasaron inadvertidas a Pedro López, cuya enemistad era manifiesta con los religiosos y que pronto comenzó a difundir rumores de que los clérigos abandonaban la casa de la viuda a alta hora de la noche y de un más que probable amancebamiento. Pablo López era alcalde de Vara de Rey y aprovechará su posición política para usar a las mujeres con fines espurios para acabar con sus enemigos. Un veintitrés de febrero de 1624 las Guijarras dicen ser objeto de una encerrona. Volviendo para casa, se meten en un cercado del clérigo Pablo Gabaldón, pero sin saberlo son observadas y seguidas en su camino por varios hombres: el mencionado alcalde Pedro López y Rodrigo López, Juan López, Martín Madrigal y el alguacil Julián de Gabaldón. Una vez en el cercado, los hombres acceden a él, saltando las paredes, desnudando las espadas, cometiendo violencias y llevándose a la menor Isabel hasta el cirujano del pueblo para que diera fe de la pérdida del virginidad de la joven. Los altercados del cercado acaban en tragedia, pues Ana, de doce años, sufriendo las violencias, morirá a los ocho días "víctima del asombro y alboroto". La muerte de la niña causo estupor en el pueblo, pero el debate no término. Ana que era niña para sus familiares ya era mujer para sus enemigos, participando de los contactos sexuales con los clérigos. 

La muerte de Ana no acabó con el conflicto, pues Pedro López siguieron su cruzada en defensa de las virtudes públicas; denunciando a los clérigos ante el provisor de Cuenca y acusando a dos mujeres de sesenta años, María y su hermana Ana López, de actuar como alcahuetas, disponiendo de su casa para seguir facilitando los encuentros sexuales entre Ines y su hija Isabel y los clérigos Pablo Gabaldón y Juan Almao. En las disputas acabaría entrando la mujer del alcalde Pedro López, llamada Quiteria Collado y que aseveraba que tanto Inés Guijarra como su hija Isabel "tenían putería asentada en su casa". A las aseveraciones de Quiteria seguían otras de familiares y próximos al alcalde, Así, su suegra Catalina Ramona y su cuñado el regidor Bartolomé López afirmaban que las Guijarra "tenían una cama  muy aderezada para dormir juntos", refiriéndose ese "juntos" al clérigo Pablo de Gabaldón. Pero en la conciencia de los vararreyenses podía más el infortunio de la pequeña Ana, fallecida a pesar de que se llamó al licenciado Llorente López, médico de San Clemente para salvarle la vida. Su muerte vino tras unas calenturas y pasar varios días en la cama, pero la causa de la muerte se veía en los altercados y alborotos del cercado del clérigo Pablo de Gabaldón.

La muerte de la joven Ana impresionó al pueblo, pero el debate sobre la carencia de virtud y recato de las mujeres conmocionó la población de Vara de Rey. Y es que la moral lo era todo en unas sociedades que habían hecho de la vigilancia de las costumbres y conductas honestas la vara de medir de sus miembros. De hecho, las averiguaciones del alcalde mayor sobre el crimen cometido pronto derivaron en una reacción de la sociedad vararreyense, defendiendo a las hermanas López, acusadas de alcahuetas, como mujeres doncellas a sus sesenta años (y además hidalgas), y a las "guijarras" con una Inés recogida en su viudez, junto a sus hijas. Y es que vivir recogida era la mejor forma de evitar murmuraciones. Pero abandonar los espacios públicos tenía sus inconvenientes, pues otros los tomaban; las malas lenguas podían más. Quiteria, la mujer del alcalde, aprovechaba la concurrencia de otras mujeres en el horno de pan para llamar en voz alta putas a Inés e Isabel Guijarra. Mientras Quiteria infamaba, su marido buscaba apoyos en la Iglesia, yendo hasta Cuenca en busca del provisor del obispado para que acusara de amancebamiento a los dos clérigos. Lo cierto es que el provisor se inhibió y no quiso entrar a enjuiciar el caso. Fracasado en su intento de reprobar a los clérigos, el alcalde Pedro López lanzó sus acusaciones contra Ana, la difunta niña de doce años, poniendo en duda que la niña fuera tal niña. Le tuvo que parar en público los pies el escribano Lorenzo de Perona: "pues qué es sino niña y más que niña". Pero los críticos se cebaban con Ana, pues se decía que tras estar enferma en la cama se había levantado para pasear por las calles de Vara de Rey y muerto repentinamente de un golpe de espanto por ver a su madre presa, si bien el que acabaría preso por infamias contra las "guijarras" sería el alcalde, que sería llevado a la cárcel de San Clemente. La realidad era que Pedro López estaba solo en el pueblo; en las probanzas de testigos solo contó con el apoyo de Fernando Díaz Meneses.

Detrás de la infamia contra las mujeres estaba el hecho incomodo de la muerte de la pequeña Ana, de doce años, que, causando tremenda repulsa en el pueblo, ponían en duda el monopolio del poder de los López de Garcilópez, que ahora dominaban la vida municipal y los oficios concejiles. Y es que detrás del apellido común de los López se encontraba el compuesto de López de Garcilópez. ¿Quiénes eran los López de Garcilópez? El apellido lo conocemos ya desde comienzos de siglo en El Provencio y luego en San Clemente, en las décadas de 1550 y 1560 monopolizando gran parte de las tiendas de la villa. Pero, la instalación de los Garcilópez en Vara de Rey viene del apoyo de las familias Huete y Meneses, dos apellidos que corresponden a un mismo linaje. El pleito sobre la hidalguía de los López de Garcilópez se había iniciado en agosto de 1597, cuando el concejo de Vara de Rey, empadronó a Juan López de Garcilópez y a su sobrino Pedro con los pecheros. El abuelo Pedro López de Garcilópez procedía de El Provencio, donde sus vecinos no sabían o no querían saber de la familia. A decir de un testigo, el regidor Francisco de la Plaza, era de procedencia pechera. Había llegado siendo un niño a Vara de Rey y entrado al servicio como criado de un hidalgo poderoso de Vara de Rey, Miguel López de Huete. Tal cariño le cogió Miguel López de Huete a su pupilo, que entre uno y otro se llamaban tío y sobrino y que, en el pueblo, le llamaban al joven Pedro con el apodo del hidalguillo. El favor de este hidalgo y del regidor Garci Hernández a Pedro y su mujer María López hizo que pasaran como hidalgos en Vara de Rey. Ese mismo favor de no ser empadronado con los pecheros parece que gozó el padre Pedro, que contaba en Vara de Rey con el favor del escribano Antón López, una figura muy influyente en el pueblo en la segunda mitad del siglo XVI. La razón del favor del escribano era el matrimonio de Pedro con Catalina Jiménez, conocida como la Jimena, y familia del citado escribano. El caso es que si en 1597 los oficios concejiles son dominados por las familias tradicionales de los Jávega, Buedo o Ruiz de Alarcón, veinticinco años después el ayuntamiento de Vara de Rey está en manos de los López de Garcilópez, los Meneses y los Huete. Será un intermedio hasta la llegada dos años después al gobierno de la villa de quien determinará el futuro de la villa, don Rodrigo de Ortega, señor de Villar de Cantos desde 1626.

Claro que si insistimos con Inés Guijarro y sus hijas Isabel y Ana es porque estamos ante las parientes directas de los primeros pobladores de Casas de Guijarro. Al menos nosotros es la primera vez que encontramos el nombre de Casas Guijarro referido a esta familia. Es el año 1624 y, por entonces, Casas de Guijarro se nos presenta como aldea de Vara de Rey, dependencia que no se mantendrá en el siglo XVII, para pasar a San Clemente. Es más, creemos que detrás de este enrevesado asunto de mujeres y acusaciones de amancebamiento y prostitución está la oposición de la oligarquía vararreyense al nacimiento de una nueva aldea muy poco controlada, si es que este pleito no provocó que la incipiente aldea de Casas de Guijarro cayera en manos unos años después de San Clemente.
Reproducimos lo que creemos que son las primeras palabras de Casas de Guijarro para la Historia. Un pueblo que tomaría su nombre de la familia que construyó sus primeras casas.
"dixeron a este testigo que le buscase una carga de trigo y fuese a buscalle a por sus dineros a las Casas de Guijarro aldea de la dicha villa entre sus parientes y se la hiciese harina"


ACHGR, PLEITOS CIVILES, c10107-1

Testigos presentados en las probanzas de 1624 (testigos de Vara de Rey)

Diego el Rubio, cirujano, 60 años

Ana López, mujer de Esteban de Aranda, labrador

Isabel López, hija de Vicente de Arribas, pastor de Rodrigo de Ángulo

Diego Gómez, procurador de la villa

Lorenzo de Perona, escribano del ayuntamiento de Vara de Rey

Alonso Ruiz de Alarcón, vive de su hacienda

Simón López de Ortega, labrador

Fernando Díaz Meneses, regidor

Juan Collado, trabajador y labrador

Juan López de Huete, labrador e hijodalgo

Sebastián de Moya, labrador

Francisco de Gabaldón, labrador y tejedor

Pedro Díaz de Alarcón, hijodalgo y regidor perpetuo de San Clemente

María Grande, mujer de Ginés García, regidor perpetuo 

Simón López, hijo de Simón López, labrador

Miguel López de Perona, labrador

viernes, 19 de abril de 2019

Cañada Juncosa, el pueblo de las cuatro jurisdicciones

En 1732 se decía que en Cañada Juncosa había cuatro jurisdicciones: la más numerosa, que era la de El Cañavate, y otras tres correspondientes a Alarcón, Tébar y Honrubia, que era lo mismo decir que una jurisdicción, pues las dos últimas villas la poseían como antiguas aldeas de Alarcón. Cañada Juncosa era una población de 140 vecinos, repartidos en cuatro barrios con las mencionadas cuatro jurisdicciones diferenciadas, de los que la mitad de vecinos vivían en el barrio perteneciente a El Cañavate. Cañada Juncosa había dejado chica a la villa madre de EL Cañavate y, ahora, en palabras de Marcial Antonio de Torres, se corría el riego de
que quedaría la que fue madre y señora de todo esclaua y suxeta y tal vez aldea de su barrio
La pujanza de la aldea de Cañada Juncosa en este periodo es evidente por la capacidad de atracción de foráneos: un hornero, llamado Diego Melero; un francés, llamado Carreller, había instalado un mesón en el pueblo; y dos cirujanos se habían instalado en el mismo,  Blas Asensio, procedente del Reino de Valencia, y Juan Ibáñez, cuyo padre era médico en Atalaya. Cañada Juncosa era foco de atracción para los ganados forasteros. Una de las familias que había fomentado el villazgo era la familia de la Torre, pero sus ganados encontraban competidores en los ganaderos de las familias de pueblos vecinos.

A fecha de hoy, no disponemos del amojonamiento del licenciado Molina en 1481, para saber las dehesas que, como propias, quedaron para la villa de Alarcón, y poder afirmar que en el caso de El Cañavate se llegó a una solución semejante a la de Villanueva de la Jara, con una jurisdicción a El Cañavate sobre sus aldeas que no iba más allá del espacio ocupado bajo sus tejados. Aunque hay indicios que niegan este hecho y que nos llevan a pensar que El Cañavate se hizo con la posesión de varias dehesas, pues en la misma comisión se decía que, tanto como Motilla como El Cañavate, tenían ya términos propios (al menos, entiéndase, deslindados) desde antes de la muerte del rey  Enrique IV (fecha clave en la concordia de 1 de marzo de 1480, para alegar derechos)*. Pero, por un testimonio de un interrogatorio de 1757, sabemos que la villa de Alarcón se había arrogado, para su propiedad, una franja ancha a ambos lados del camino real (parte de cuyo término heredarán con el villazgo su aldeas de Tébar y Honrubia)
que la villa de Alarcón solamente tiene de jurisdición  lo ancho del camino real

La especial situación de complejidad de jurisdicciones de Cañada Juncosa, la conocemos por el interrogatorio de 1757, a instancias de la villa de El Cañavate. Cañada Juncosa era una aldea con cuatro calles con mojoneras formales, a pesar de su proximidad, y cuatro jurisdicciones con un alcalde pedáneo al frente de cada una ellas
el barrio y lugar de Cañadajuncosa se compone de quatro calles distintas y separadas sugetas a la jurisdición respectiba de las quatro villas de Cañabate, Tébar y Alarcón y Honrubia con sus respectibos vezinos que son, diez y nueve de la de Honrubia, veinte y quatro de la de Tébar, conquenta de la de Alarcón, y ochenta y uno de la de Cañabate, 

Censo de 504 ducados de principal a favor del convento de monjas benitas de Cuenca, y relaciones de los bienes propios del concejo de El Cañavate y de particulares hipotecados
(Archivo Histórico Nacional, CONSEJOS, 27048, Exp.4 - 1231)

En realidad, la parte que pedía el villazgo era el barrio perteneciente a El Cañavate, y el temor era que el resto de moradores se avecindaran en la nueva villa y existía un temor mucho mayor, que era la instalación de nuevos vecinos de otros lugares. De hecho, se consideraba que el impulsor de la iniciativa de villazgo, Pedro Ruiz de Zabarte, junto a otros vecinos, además de ser moradores en los barrios de Alarcón o sus antiguas aldeas, eran simples testaferros de intereses señoriales ajenos al lugar. Muestra de estos intereses, es que la dehesa carnicera del Montecillo y la dehesa de la Veguilla, amén de la dehesa vieja en Atalaya, se hallaban hipotecadas a varios censos, con un montante de principal que ascendía a cinco mil ducados (3.600 ducados correspondientes a las dos primeras dehesas), a favor del marqués de Valdeguerrero, vecino de San Clemente, y de las monjas benitas de la ciudad de Cuenca y agustinas del Castillo de Garcimuñoz (aparte de otro censo a favor de un vecino de El Cañavate, don Diego de la Torre, hombre poderoso de El Cañavate y principal opositor en la sombra al villazgo de la aldea). Entre los intereses ajenos que se citaban, estaban los Melgarejo y los Villanueva, poseedores de ganados, e Isidro Carvajal, apoyados por los hermanos José y Rafael del Castillo, cura y teniente del dicho lugar, con apoyos familiares en Valverde (donde tenían casada una sobrina con un hijo de don Miguel de Alcaraz, de nombre Blas) y en Piqueras. Sobre la familia Carvajal se denunciaba el estar detrás, aportando el dinero para mantener el pleito
y que el dinero para estos gastos lo hauían dado los señoritos de Cuenca de la congregación de San Phelipe llamados los Caruaxales

La aldea, Cañada Juncosa, había superado en población a la villa, El Cañavate, de apenas cien vecinos. Los primeros intentos de emancipación de la aldea se remontaban a 1722, cuando se celebró una junta de los cuatro barrios en casa del párroco, el doctor don José Lluva, que, a decir de algún testigo, convenció a los moradores de la inconveniencia del villazgo. Una nueva junta, esta vez únicamente de los moradores del barrio perteneciente a El Cañavate, se celebró en 1730, en casa del nuevo cura don Sebastián López de Peralta. Se dieron poderes, ante Cristóbal de Toledo, vecino de Olivares, para conseguir el derecho de villazgo, por sesenta vecinos el 30 de marzo de 1732 y, de hecho, se consiguió en 1732, pero, a decir de algún testigo, el proceso de villazgo se atascó, por no disponer la aldea de los 17.000 reales necesarios para la exención como villa y por la oposición de la villa de El Cañavate que nombró sucesivamente como alcaldes pedáneos de la aldea a dos hombres fieles, Pedro Sahuquillo y el sastre Juan de Villanueva, para entorpecer el proceso de exención. El dinero necesario para la obtención del villazgo y sus gestiones en Madrid, lo aportaría don Manuel de Moreda, beneficiado de Villaescusa de Haro y en nombre del seminario conciliar de San Julián de Cuenca el 15 de marzo de 1734, que no sería redimido hasta el veinticuatro de enero de 1757. El villazgo no se haría efectivo hasta 1759, año en el que aldea y villa llegaron a una concordia de siete puntos, que reconocía la presencia de la jurisdicción de El Cañavate en el gobierno de Cañada Juncosa con un regidor de villa y tierra en el concejo de El Cañavate, vecino de la aldea,  y cedía a la nueva villa la dehesa carnicera o del Montecillo y otra dehesa, tenida hasta entonces propia por El Cañavate, la llamada Veguilla, de la que Cañada Juncosa se obligaba a pagar las cargas de un censo con la que estaba hipotecada. La ejecutoria de villazgo es de trece de julio de 1759.

Era una renuncia por parte de El Cañavate a parte de sus propios, constituidos por el oficio de correduría y almotacenía, el horno de pan cocer y otras dehesas, además de las dos mencionadas y ahora cedidas a su barrio: Torrejón, Saceda, Cerrada y Vieja de Atalaya. Pero la dotación de propios a la nueva villa se hacía necesario para que no ocurriera como en casas similares, tal era el caso de Casas de Guijarro, emancipado como villa de Vara de Rey, e incapaz de pagar los costes de exención, y que se había obligado a sujetarse como pedánea a la villa de San Clemente. Cañada Juncosa, únicamente tenía una cárcel con una cámara encima, que hacía las funciones de pósito. La falta de medios de los moradores de Cañada Juncosa para su autonomía les condenaba a depender de intereses foráneos. El único labrador de la aldea era Pedro Ruipérez Zabarte, pero renteros de propiedades de señores forasteros y las únicas que tenía estaban embargadas a una memoria fundada por el doctor Buendía y a un censo a favor de las religiosas agustinas del Castillo de Garcimuñoz. El resto de moradores eran pastores, que complementaban con otros oficios como paleros o yeseros, al servicio de grandes propietarios de ganados como el citado Diego de la Torre o los hermanos Pedro y Mateo de Villanueva, vecinos de Tébar y El Picazo, que sin duda se oponían a la entrada de nuevos competidores en el disfrute de los pastos.

Firma de María Manuel Melgarejo, caballero de la orden de San Juan.


En la emancipación de Cañada Juncosa como villa jugaban intereses nobiliarios; en especial, los de Manuel María Melgarejo, caballero de la orden de San Juan, avecindado en ese lugar. La familia Melgarejo iniciara un proceso de usurpación de bienes de realengo desde la posesión de oficios concejiles. Un caso es la apropiación en 1781 de un ejido de realengo, contiguo a la casa que la familia poseía en Cañada Juncosa. Manuel María Melgarejo se había instalado, a al menos avecindado, procedente de Pinarejo, en la nueva villa de Cañada Juncosa en 1778, desde entonces las quejas contra este caballero y sus ganados fueron continuas por la libertad que sus ganados pastaban los términos del pueblo, sin respetar plantíos o dehesas acotadas.


*Sobre la concesión de un término cerrado a El Cañavate, las Relaciones Topográficas nos dicen
que esta villa tiene media legua de término en derredor, y que es suyo de él porque es propio suyo; y que es término cerrado, y que goza de todo el término y suelo de la villa de Alarcón en labrar, y pacer, y rozar, y en todo lo demás que la dicha villa de Alarcón goza
por concierto que los pasados tuvieron con la villa de Alarcón, como en suelo suyo que estaba; y que a esta villa dio el término cerrado porque esta villa dio a la villa de Alarcón mayor término que tiene para gozar del cerrado 

ZARCO CUEVAS, Julián: Relaciones de pueblos del Obispado de Cuenca. Edición de Dimas Pérez Ramírez. Cuenca, 1983, pp. 208 y 209



ANEXO I: MOJONERA DE CAÑADA JUNCOSA, CON MOTIVO DE LA ÚNICA CONTRIBUCIÓN DE 28 DE FEBRERO DE 1752 (sacada del archivo municipal de El Cañavate)

Ai un mojón en el dicho lugar de Cañada Juncosa, que es una piedra, algo más de una bara de alto, situado en el corral de la casa de Julián García, el que es dibisorio de las quatro jurisdiciones, de las villas de Thébar, Alarcón, Honrubia y la de esta; ai otro mojón más bajo del antezedente, en un solar de Alfonso Martínez, que dibide esta jurisdición con la dicha del Honrubia, dentro del lugar, de modo que distingue y separa el centro y contenido de ambos lugares, por tener las quatro villas cada una el suio; ai otro mojón en la calle de Alarcón sobre una pared, formado de cal y piedra, que separa y distingue el lugar de hesta villa con el de Alarcón y ba guadando la línea de heste dicho lugar, al primer mojón que queda citado, en el corral de Julián García, de modo que los mojones de hesta jurisdición comprenden el lugar de Cañada
ANEXO II: RELACIÓN DE CENSOS CONTRA LA VILLA DE EL CAÑAVATE

  • Mil cien ducados reales de principal a favor de Pedro Montoya Ortega y contra el concejo de la villa, por escritura de cinco de febrero de 1590, para pago del nuevo servicio de millones. Bienes hipotecados: casas del concejo y cárcel, tienda y carnicería, cuatro hornos de pan cocer (dos en El Cañavate y otros dos en Atalaya y Cañada Juncosa), seiscientos almudes trigales de las dehesas de Atalaya, Torrejón, Cañada Juncosa, Vega Mayor, la Salceda y la Cerrada, la escribanía y la almotazenía
  • Quinientos ducados de principal a favor de María Álvarez de Tébar, viuda de Antón García Monteagudo, y contra el concejo, por escritura de cinco de mayo de 1590, para pago del nuevo servicio de millones, con el ensanche de la dehesa carnicera. Bienes hipotecados, los anteriores.
  • Trescientos ducados de principal a favor de Ana María de Ortega, viuda de Gómez de Valencuela, y contra el concejo, por escritura de diez de septiembre de 1597, para armar, vestir y dar sueldo a once soldados de los doscientos cincuenta repartidos al partido de San Clemente. Bienes hipotecados, los anteriores.
  • Quinientos cuatro ducados de principal  a favor del convento de monjas de San Benito de la ciudad de Cuenca. no consta el año.
  • Mil cien ducados de principal a favor de Francisco Ignacio de Sandoval, marqués de Valdeguerrero, No consta año. 
ANEXO III: PROPIOS DE LA VILLA DE EL CAÑAVATE
  • Una dehesa llamada la Veguilla en Cañada Juncosa, se arrienda por 120 reales anuales
  • Una dehesa llamada la Vega Mayor, arrendada por 200 reales anuales. Dehesa boyal.
  • Las dehesas de Salceda y Cerrada, arrendadas por 60 reales anuales
  • La dehesa de Torrejon, arrendada por 60 reales anuales.  Dehesa boyal
  • La dehesa de pasto y labor de la Atalaya, arrendada por 560 reales anuales
  • La correduría y almotacenía, arrendadas en 375 reales
  • Correduría y almotacenía del lugar de Cañada Juncosa, arrendada en 90 reales
  • Un horno de pan cocer en el lugar de Cañada Juncosa, arrendado en 40 reales
  • Otro horno en El Cañavate sin arrendar
Archivo Histórico Nacional, CONSEJOS, 27048, Exp.4. La villa de Cañabate, Alarcón, Tébar, Honrrubia (Cuenca) y diferentes moradores del barrio de Cañada Juncosa contra el mismo barrio sobre retención de la gracia obtenida por éste de exención de jurisdicción de la villa de Cañabate y aprobación de unos capítulos.