El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)
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domingo, 25 de febrero de 2024

El capitan Miguel Aulestia Cabeza de Vaca, vecino de Las Pedroñeras

 El capitán Miguel Aulestia Cabeza de Vaca y Lorenzana había llegado en 1706 a Las Pedroñeras para casarse con Isabel de Gabaldón y Cuevas Montoya. Miguel Aulestia había recibido de Felipe V el título de capitán de milicias del estado de Belmonte en 1704, a propuesta del duque de Escalona. 

Miguel Aulestia Cabeza de Vaca era hijo de Manuel Cabeza de Vaca, caballero de la orden de Santiago, y Josefa María de Lorenzana Inestrosa, señora de los lugars de Par de Maza y Tombrío de Arriba, en Villalón, Tierra de Campos. Miguel era nieto de Martín de Aulestia, originario de Aulestia en el señorío de Vizcaya, casado con Brianda Cabeza de Vaca Mogrovejo, hija de los señroes de Villa Hamete en Tierra de Campos.

Ayuntamiento de 26 de marzo de 1706

Alcaldes ordinarios: Juan de Carrascosa Galindo y Cristóbal Remírez de Resa

Alférez mayor: Francisco Magnes Guerrero, alférez mayor de la villa y abogado de los Reales Consejos

Regidores: Cebrián Gómez Galindo y Diego de Mena Patiño

Alcalde provincial: don Luis Triviño Quesada

Alguacil mayor: Alfonso de Haro Ortiz


EXPEDIENTE DE RECIBIMIENTO DE ESTADO CONOCIDO DE MIGUEL DE AULESTIA CABEZA DE VACA, VECINO DE LAS PEDROÑERAS. C14816-017ArchivoArchivo de la Real Chancillería de Granada

sábado, 2 de diciembre de 2023

Las Pedroñeras vs. La Alberca

 Llegado el siglo XVIII y el año 1727, los conflictos entre Las Pedroñeras y La Alberca continuaban en torno a la delimitación de términos. Los sitios en litigio eran los molinos del río Záncara, el sitio de la venta de Santo Domingo y Fuente del Záncara.

Los alberqueños tenían muy claro cuáles eran los límites y confines con Las Pedroñeras y así expresaban que los confines con sus vecinos iban desde el sitio que llamaban el Cahozo, viniendo del molino de Angostura, donde se partía el camino que baja a Santa María del Campo y venía a La Alberca, partiendo jurisdicción entre La Alberca y Las Pedroñeras y Villaescusa de Haro, siguiendo por deslinde con Las Pedroñeras el carril y camino llamado de las Carretas, confinando a la parte derecha con la dehesa de la Vacariza hasta dar al río Záncara, puente y ermita de Santo Domingo. Curiosamente, las principales beneficiarias del paso del puento eran las monjas dominicas del convento de Santa Catalina de Sena, en Belmonte, que cobraban por el paso de los ganados un derecho de borra y asadura. Sobre la posible ubicación de la ermita de Santo Domingo nos decía un testigo: " el camino y carril que llaman de las carretas hasta dar vistas a la ermita y puente de Santo Domingo que se aparta una senda a la derecha y sigue hasta dicha puente

No obstante, los alberqueños, en sus propias palabras, decían que se habían dejado perder una legua de término frente a sus vecinos: desde el pozo que llaman Ramos hasta el cerro Perdigón, dando vuelta al molino del Castillo, partiendo términos de La Alberca con la aldea del Robredillo, aldea a la que reconocían como lugar de Las Pedroñeras. De hecho, la memoria de los hombres todavía recordaba a la aldea de Robredillo como tal, pero ya se había olvidado la vieja aldea de Santo Domingo el Amarguillo, cuyos vecinos, según leyenda, habían muerto por beber el agua donde había caído una salamanquesa.

Las divergencias por los términos alcanzaban a los nombres de los lugares. Así la fuente del Cabalgador para los pedroñeros era la fuente del Caballo para los alberqueños. El problema era la calidad del agua; la fuente del Caballo, internada en el término de La Alberca, tenía fama de tener "la mejor agua que se halla en esta tierra". Ahora esta fuente era pretendida por los pedroñeros, que intencionadamente querían apodar esta fuente con el sobrenombre del Cabalgador. En realidad, la fuente del Cabalgador era la conocida como fuente del Záncara, en el límite antiguo entre ambas villas y a una legua de la anterior. Los más viejos recordaban que el nombre de fuente del Cabalgador venía "por nacer al pie de una peña mediana capaz para que desde ella se pudiera montar qualquier cabalgadura".

Por el contrario, los alberqueños no tenían reparo en reconocer que la ermita de Santo Domingo estaba al otro lado del puente. Hasta la ermita llegaban pedroñeros y alberqueños en procesión, celebrando conjuntamente y, a decir de los de La Alberca, respetando las jurisdicciones marcadas por los mojones:

"y auiendo concurrido dichas justizias (de La Alberca) a una prozesión que se azía a la hermita de Santo Domingo que está inmediata a dicha puente de la parte de allá del río para pasar las desta villa dexaban las varas a esta parte y ofreziéndose que las de Pedroñeras viniesen a ella dexaban las suias a el lado de la ermita"

Pero los alberqueños no olvidaban los términos concedidos por don Jorge Manrique en enero de 1479. Los límites de su villa eran los que confinaban con Belmonte: "que en lo antiguo llegaba la jurisdizión desta villa al zerro Perdigón confinando con el del Robredillo desde el pozo Ramos por donde confinaba con Belmonte y por el molino del Castillo, donde se conservan tres cruces en una piedra de su fábrica en señal de división de términos". Así expresaba Juan Peñaranda los derechos de La Alberca:

"Si primer mojón en el sitio que llaman el Caozo en la punta que está a la falda del monte de este nombre, y parte las jurisdziones desta dicha villa, la de Villaescusa de Haro y la de las Pedroñeras, con quien se sigue este pleito y en el dicho sitio se apartan los caminos de Santa María del Campo y el que viene a esta villa y desde el sigue el deslinde con este término y el de Pedroñeras por el carril y camino que llaman de las Carretas hasta dar vista a la puente del río Záncara y hermita de Santo Domingo que abrá una legua con poca diferencia desde donde se aparta una senda a la derecha dexando el dicho carril que continua el dicho deslinde y confines de los dos referidos términos asta la misma puente que se a tenido siempre por mojón desta jurisdicción y cuia razón por concesiones muy antiguas y confirmadas por todos los señores reyes hasta el señor don Phelipe Quinto que Dios guarde de cobrar en este término diferentes derechos y entre ellos el de la borra y asadura de los ganados de los vezinos y forasteros al real convento y relixiosas de Santa Catalina de Sena que reside en la villa de Belmonte, los que en su nombre an tenido poder para esta administrazión, lo an cobrado luego que an entrado dentro de dichos límites sin embarazo alguno y entre los que lo an pagado an sido los ganados de los señores de las Pedroñeras... que en tiempo que se azía una fiesta en la hermita del señor Santo Domingo que queda zitada, donde solían concurrir las justizias de una y otra villa para entrar la de las Pedroñeras a la parte dacá de la puente dexaban las varas, y lo mesmo suzedía para pasar la desta a la parte dallá"

Los testigos de Las Pedroñeras defendieron unos mojones diferentes que les asignaban la legua en discordia: desde el mojón que llamaron de Peñalba y está junto al monte de Santiago en la división de su jurisdizión con la desta villa siguiendo las cumbres a la vista del río Záncara y a su derecha vertientes a dicho río hasta el zerrico Rubio que se compone de mata parta y rubia y desde él a otro que le llaman el cerro Abubillo y desde este mirando a Matacabras a la fuente del Caualgador que aora llaman del Caballero, que dixo ser el último que traía deslinde con dicha villa de la Alberca y que desde él entraua la de Villaescusa". Llama la atención la generalidad con que se describen los últimos mojones. Las Pedroñeras se arrogó el derecho sobre estas tierras limítrofes alegando que hacía seis años el provisor de Cuenca había considerado estas tierras como pertenecientes a la iglesia de Robredillo, bien es verdad que los alberqueños "se fueron y sin su intervención se executó" el auto del representante judicial del obispado. Otros derechos que alegaban los pedroñeros es que los molinos del Záncara (el Concejo y la Angostura) nunca habían pertenecido a La Alberca ni la ermita de Santo Domingo tampoco, pero esto lo reconocían también los alberqueños. El enfrentamiento entre ambas villas fue tal que los alberqueños se negaron a que se pusieran los mojones al gusto de los pedroñeros y amenazaron a estos "a que las asaduras desta villa avían de quedar colgadas de los chaparros primero que se quitase un pie de tierra". Al parecer el nombre de Matacabras tenía su razón de ser.

Algún testigo pedroñero arriesgaba más, defendiendo la dehesa Vacariza como propia y detallando los mojones que desde la fuente Cabalgador (ahora del Caballero) iba derecho a Matacabras y a la huesa del Judío. Pero los alberqueños no aceptaban estos mojones, aunque algún pedroñero quisiera ver como señal o hito una cruz cincelada en la fuente del Caballero. Muestra de las diferencias es que se intentó un compromiso entre ambos pueblos. Por Las Pedroñeras estaban su alférez mayor Francisco Magnes Guerrero y por La Alberca don Álvaro de Montoya. Allí en tierra de nadie, el alberqueño pronunciaría graves palabras: "que por cada tierra que se quitase a la villa de la Alberca se avía de dexar cada uno un ala del hígado y que visto lo determinado y la mucha gente que traía tuvieron a bien los de otra villa retirarse".

Para los pedroñeros los límites entre ambas villas no era el río Záncara sino las "cumbres" donde se situaba una venta, la de Santo Domingo, al lado del puente. Es más, los pedroñeros alegaban que el término en disputa era históricamente perteneciente al despoblado de Robredillo. Cierto o no, el caso es que Las Pedroñeras hacían pagar los tributos reales al ventero en su villa y ponían aranceles para el gobierno de la misma. Del mismo modo, los pedroñeros se habían arrogado un derecho sobre los molinos junto al río Záncara, obligados a pagar tres fanegas de trigo "de los bancales que a cada molino tocan". Las Pedroñeras alegaba viejas costumbres para fundar derechos históricos: así, el levantamiento por su justicia de un cadáver muerto violentamente o los ya tradicionales de embargos, como se recordaba en el año 1693, cuando fueron prendadas cuatro cabras y descuartizadas en la carnicería de la villa.

Quien sí sabía los mojones para defender los intereses de Las Pedroñeras era Diego Montoya: "el señalamiento del término que se le dio en lo primitivo al término de Robredillo y consta en los apeos siguientes executorias que tiene ganadas esta villa que dicho moxón está de la otra parte de dicho molino del Castillo en la cumbre enmedio de los caminos que van a San Clemente de dicho molino y el que viene para dicha cumbre desde Villar de Enzina a Santiago diez y ocho pasos deste y treinta del otro, los quales les parece a este testigo que son los que tiene por sí medidos en un apeo que se executó el año noventa y nueve con la villa de San Clemente, que es con quien alinda y desde allí se prosigue dicho deslinde por dichas cumbres asta llegar a un zerro que está en medio de los dos caminos el qual va desde la venta de Santo Domingo y el que va desde ella a la Alberca que es un cerro pequeño y alto con la falda Rubial y la cumbre Cascaja, desde el qual se rexistra la hermita de Santo Domingo y este moxón parte términos San Clemente, el Aberca y esta villa, desde dicho moxón mirando algo a la derecha del norte asta llegar a dos zerros que son el remate de la cañada de Pedro Bacarizo y en el de la derecha azia la Alberca y más alto está otro mojón que alinda solo con término del Alberca y est a villa y desde allí mirando azia el mismo paraxe de la derecha de norte enzima de una fuente que en la diferencia de papeles que van mencionados en unos se llama del Caualgador y en otros del Cauallero, que según la explicación de lo antiguo viene a ser todo uno, como doce o catorce pasos de dicha fuente a otro moxón que estaba señalado en un hito con una cruz la que tiene entendido a sus mayores la hizo con un pico y peto de azadón un abuelo".

No obstante, las pretensiones de Las Pedroñeras serían negadas por vecinos de Villar de la Encina, pastores, que se sumaron a las tesis de La Alberca, y que hacían llevar los límites de la punta de Alcahozo y el molino de la Angostura hasta el molino del Castillo con referencia al camino de las Carretas y la vereda de Ganados que confluían el el puente y ermita de Santo Domingo, donde las monjas de Santa Catalina de Sena, gozaban del derecho de borra y asadura.


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. PLEITOS CIVILES, C-10413-4

jueves, 2 de febrero de 2023

LA CAZA EN LAS PEDROÑERAS

 Cazar conejos salía caro, y si no, que se lo digan a Felipe Sánchez, un vecino de Las Pedroñeras que se internó en el término de este pueblo y cazó un conejo, siendo prendado, enviado a la cárcel de San Clemente y viendo embargadas cien fanegas de cebada, después de negarse a pagar seis mil maravedíes por el conejo. La caza según marcaban las ordenanzas, y las leyes del Reino, estaba permitida con perros y hurones, siempre que no se usaran redes, y en el tiempo que se alzara la veda.

Felipe Sánchez acusaba al alcalde Diego Hernández Peñalosa de actitud odiosa, una manera de recusar al juez, en aquellos tiempos, pues el asunto muy liviano se había reabierto once años después y le parecía excesivo el embargo de cien fanegas de cebada que valían una fortuna: cuatrocientos reales, algo así como el salario anual de un peón. Es más, Felipe Sánchez llevaba gastados en el pleito treinta ducados, o sea otros 330 reales. El conejo en cuestión estaba a punto de provocarle la ruina.
El caso es que Felipe Sánchez, tras largo pleito de doce años por el conejo cazado vio como se le daba la razón, después de apelar en la Chancillería de Granada, un Tribunal Supremo de la época. La denuncia contra Felipe Sánchez fue un tres de diciembre de 1556 ante el alcalde ordinario de Las Pedroñeras Francisco Martínez de don Sancho. Felipe Sánchez fue sorprendido cazando conejos en la dehesa de la Cabeza de Pinarejo con un podenco, un hurón y un azadón, cuando todavía no había amanecido. Felipe Sánchez iba acompañado de un provenciano en la caza y se negó a entregar el podenco, y azadón al guarda, o caballero de sierra, que los prendió. El 19 de diciembre, Felipe Sánchez estaba en la cárcel de Las Pedroñeras; en su confesión, afirmó llevar podenco o hurón y dijo estar en la dehesa de las Mesas, del pueblo del mismo nombre, y en compañía de un vecino de Villarrobledo llamado Juan de Cotillas. La denunciación pasaría ante el escribano local Andrés Velloso Morales. Trece años, sin que sepamos la causa Felipe Sánchez fue de nuevo procesado por la justicia del marquesado en San Clemente, pero la justicia local de Las Pedroñeras pidió el proceso de nuevo que junto al preso fue llevado a la cárcel de Las Pedroñeras. NO obstante, una vez en Las Pedroñeras y aprovechando un dicho anterior de un Francisco Barreda, la justicia del marquesado se metió de nuevo en el asunto y pidió una condenación del reo por la caza de 1556 que sumaba seis mil maravedíes.
Mientras se embargaban los bienes de Felipe Sánchez, este permanecía preso en la iglesia mayor de La Pedroñeras, pero las cien fanegas de cebada no encontraron quién pujara ni en Las Pedroñeras no en San Clemente ni en Vara de Rey ni en Quintanar.

ACHGR, PLEITOS, 2333-14


Testigos
Andrés Velloso, escribano de Las Pedroñeras, 55 años
Sebastián de los Llanos, escribano de Las Pedroñeras, 25 años

domingo, 20 de febrero de 2022

Las Pedroñeras, año 1552, según el Manuscrito del Escorial

 La villa de las Pedroñeras de lo reduzido del Marquesado tiene 357 veçinos

Está encabeçada por sus alcavalas en 86000 mrs.


                                      Rentas año de 552

Arrendose el alcavala del viento y portadgo y heredades en 29500 mrs

Arrendose el alcavala de la tienda en 2625 mrs.

Arrendose la carniçería en 17250 mrs.

Montaron las dichas rentas 49365 mrs.

Repartieronse por los veçinos 39815 mrs.


El año de 553 valieron las dichas rentas 51170 mrs.

A veçinos 36094 mrs.


El año de 554 valieron las dichas rentas 50970 mrs.

A veçinos 32400 mrs.

Del pescado se lleva la mitad del alcavala y de almonedas e rayzes a real del millar

No ay razón de ganançias generales

RBME, L-I-19, fol. 345 vº

miércoles, 8 de diciembre de 2021

Los León de Belmonte o el nacimiento de una economía parasitaria en la Mancha conquense


En 1583, aunque el partido de Villarejo de Fuentes era un distrito fiscal propio, ese año estaba integrado en el partido de las alcabalas y tercias de la ciudad de Cuenca, cuya tesorería estaba en posesión de Alonso de Pareja. Integradas en el partido de Villarejo de Fuentes estaban las villas de Las Pedroñeras y Las Mesas, que, con el tiempo, mediado el siglo XVII se integrarían en la Tesorería de rentas reales del Marquesado de Villena. 

Es probable que las tesorerías de rentas reales se establecieran en todo el Reino de Castilla hacia 1580, sabemos de tal hecho en el marquesado de Villena. El tesorero podía nombrar ejecutores para cobrar los plazos o tercios de dichas rentas anuales por las villas. Los ejecutores eran una lacra para los pueblos, pues las costas de sus comisiones llegaban a los cinco o seis mil maravedíes. En este caso, el distrito de rentas reales de Villarejo de Fuentes queda incluido en la Tesorería de Cuenca. Auxiliando al tesorero hay un escribano de rentas reales, en el caso de Cuenca, Pedro Velázquez, que contaba cincuenta años en 1583. La Tesorería de rentas reales es heredera de una organización más compleja de otra anterior en la que había un receptor, encargado de recibir la rentas de los encabezamientos, y que desde 1577, al menos, recaía también en Alonso de Pareja.

Ese año de 1583 llegó hasta Las Mesas y Las Pedroñeras el juez ejecutor Salcedo de Avendaño, acompañado del escribano Antonio Benavente, para garantizar más el cobro por la corona de las rentas reales que el pago de los situados sobre esas rentas y saber a quiñen correspondía el pago de los juros situados sobre esas rentas. Salcedo Avendaño era juez de residencia para tomar las cuentas de los tesoreros de rentas reales, cogiendo varios partidos, además del de Cuenca, e de Soria, el de Aranda o el de Sepúlveda. Tanto Las Pedroñeras como Las Mesas tenían encabezadas sus rentas, la primera por 420000 maravedíes, la segunda, por 225000 maravedíes. Ambas villas tenían al tesorero de Cuenca por un delincuente, y como tal fue acreedor de una querella criminal por apropiarse de los maravedíes de los impuestos de esta villas que deberían ir al pago de los situados sobre esas rentas. El tesorero, y parece que esta es la versión más cierta, aunque no toda la parte de la verdad, por su parte, decía haber descubierto una cuantía muy significativa de desvío en las cuentas, y procurado cobrar la diferencia que era favorable a la hacienda real. Al fin y al cabo el nombramiento de tesoreros en 1580 responde a esta realidad de fraude a la Hacienda real. En torno a Alonso de Pareja, se unían una serie de intereses financieros de antiguas familias conversas que apoyaron en el pleito como testigos al tesorero: Pedro Velázquez, Bartolomé Castillo, Diego Pérez de Teruel, Para averiguar la verdad fue nombrado el juez de comisión Salcedo Avendaño que condenó al tesorero el 22 de junio de 1583. Seis días después el tesorero apelaría esta decisión. 

La razón de las disputas era donde debían cobrar los dueños de juros las rentas de sus situados sobre las rentas reales de las villas, si allí donde residía la tesorería de rentas reales o en los mismos pueblos. El equívoco estaba en las mismas cartas de receptorías que no lo aclaraban, aunque a decir del procurador del tesorero se debían cobrar en las mismas villas, tal como indicaba el cuaderno de alcabalas en su capítulo 144.

Juros situados sobre las alcabalas de Las Pedroñeras y renta anual

  • Juan de León, vecino de Belmonte (los capellanes en su nombre) por dos privilegios: 40250 maravedíes
  • Doña Ana de Aguilera, por ella su yerno Antonio de Rejas, por un privilegio: 30000 maravedíes
  • Don Pedro de Mendoza, arcediano de Huete (en su nombre, Cristóbal Jiménez), por un privilegio: 23000 maravedíes

Juros situados sobre las alcabalas de Las Mesas y renta anual

  • Doña Ana de Aguilera, 28000 ducados
  • Don Pedro de Mendoza, 24000 ducados 
Los juros eran títulos de deuda pública, por la que se recibía una renta anual pagada en tres tercios anuales. Los suscriptores que nos aparecen a mediados, tanto en el distrito de Villarejo de Fuentes, como en la Tesorería de Cuenca, y en el distrito del marquesado de Villena, en el siglo XVI son miembros de la nobleza regional, miembros privilegiados del clero o principales de los pueblos, que a comienzos del siglo siguiente acabarán vendiendo en una de esas consolidaciones de deuda, léase bajada del interés y renta percibida, a banqueros y prestamistas portugueses y genoveses. Es citado el caso del conde de Priego, que tenía un juro situado sobre las alcabalas de Cañaveras. Uno de los que poseía estos juros era Juan de León, tesorero de la colegiata de Belmonte, y no solo en las rentas de Las Mesas y Las Pedroñeras. En realidad, Juan León había comparado el título de deuda poseído desde seis años antes por el licenciado Alonso Montenegro y su mujer Ana Bronchero sobre el almojarifazgo castellano y la alcabala del pescado de la ciudad de Córdoba y "mudado" las rentas sobre las que se debía cobrar a las alcabalas de los pueblos de La Alberca y El Pedernoso (integrantes del distrito fiscal de Villarejo de Fuentes),  por proximidad, de más fácil cobro. El traspaso, en este caso parece corresponderse con la necesidad de la viuda talaverana y la oportunidad del tesorero de Belmonte, que recibiría, como era el caso, su juro en privilegio de pergamino el año 1556, encabezado con el nombre del nuevo rey don Felipe II que este año se intitulaba también rey de Inglaterra. 

El belmonteño se iba garantizando unas rentas sobre deuda pública, comprando juros anteriores; si bien es verdad que eran juros con escaso interés para rentistas locales, el 3.3% anual (treinta al millar), una miseria si pensamos en las futuros intereses de la deuda, del cinco por ciento a fines de siglo (veinte al millar) y siete por ciento desde 1607 (catorce al millar). El título comprado a Montenegro y su esposa procedía de una operación prestamista de Juan Balboa, que poseía poseía a su vez un juro que le rentaba anualmente 112500 maravedíes, adquirido en 1535. Ese último año, Juan de Balboa había sido uno de los que se había apresurado a socorrer a la Corona en sus aventuras militares contra Barbarroja y el turco, haciéndose eco de las noticias que llegaban de oro del Perú y la salida de una flota del puerto de Nombre de Dios con una carga valorada en 800000 ducados. Juan Balboa, en tanto llegaba el cargamento de plata de Indias, había prestado a la Corona cinco millones seiscientos dos mil quinientos noventa y tres maravedíes, por los que recibiría un primer pago de 188753 maravedíes*.

Otro de los juros en posesión de Juan de León se situaba sobre las alcabalas de Las Pedroñeras y le rentaba un total de 10250 maravedíes anuales de un principal de 307494 maravedíes. Este juro le venía de su padre Lope de León, letrado en la Chancillería de Granada, desde el año 1540. El juro había sido comprado por Lope de León a Francisco de Madrid. La operación era idéntica a la descrita tres años antes. Carlos V, apremiado por las necesidades militares, se veía obligado a tomar dinero prestado con una nueva emisión de juros con la promesa de un primer pago inmediato de los intereses en cuanto llegarán las naos de Indias. Los poseedores de juros, conocedores bien del nuevo maná de las Indias, acudían a la Casa de Contratación de Sevilla a recibir su primer pago, prima incluida por los riesgos asumidos, para deshacerse enseguida de sus juros en favor de oligarquías locales que se consolaban con las rentas de un 3.3% de unos juros que les garantizaban una vida sosegada. Estos juros eran  primeramente juros al quitar, es decir redimibles en seis años, pero con su traspaso a nuevos tenentes por cartas de renunciación, en un contexto de nuevas necesidades militares y financieras de la monarquía, se convertían en juros perpetuos al 3.3% de interés. Era un ciclo endemoniado que conducía a la monarquía a nuevas obligaciones financieras y con el tiempo a impagos. Las bancarrotas, que hoy llamaríamos consolidaciones de la deuda, conllevaban impagos, pero lo normal eran renegociaciones de la deuda con ampliaciones de los años para amortización de los juros, hasta convertirse con el tiempo de juros al quitar en unos pocos años en juros perpetuos. En estos vaivenes quedaban oligarquías locales como los León, con contactos por toda España, con sus juros y sus rentas mínimas, más mal que bien, garantizadas. La familia, de terratenientes en la tierra vieja de Belmonte, habían dado letrados para la Chancillería de Granada, como Lope de León; ahora, sus miembros, Juan o el propio fray Luis, escogían el camino de la Iglesia, donde canonjías o capellanías garantizaban ingresos seguros. Mientras, los avezados mercaderes, tan avezados como testaferros, que pululaban por Sevilla eran sustituidos, a la par que aumentaban las necesidades financieras de la monarquía, por genoveses que exigían condiciones más gravosas de pago en sus asientos con la monarquía o usurpaban, caso de los Fúcares, rentas de maestrazgos o negocio de las minas de azogue en Almadén.

De este modo, los León por sus buenas relaciones en Granada y Andalucía se estaban convirtiendo en la puerta de entrada de una nueva forma de ver la economía: visión rentista y parasitaria en una sociedad que hasta ahora había sido muy activa.

Junto a las operaciones de empréstito de los comerciantes andaluces había otras operaciones de mayor calado como la de Bartolomé de Belzar o Welser y compañía, alemanes, que por contrato firmado en la ciudad de Augusta el 21 de junio de 1536 había prestado 41729176 maravedíes, eso suponía unos intereses anuales librados en forma de carta de juro de 2980654 maravedíes, situados sobre las rentas reales de varios pueblos de Andalucía. Eran condiciones más gravosas, de catorce al millar, es decir del 7%. Tres años después una parte de este juro, correspondiente a unos intereses anuales de 375000 maravedíes fueron vendidos a Pedro de Mondoza y Bobadilla y mudadas las rentas sobre las que se situaba el pago del juro a las alcabalas de la ciudad de Cuenca y su partido de Villarejo de Fuentes. El detalle de parte del situado del juro da idea de cómo la imposición de los pueblos de Cuenca iba destinada al arcediano de Huete:
  • 24000 mrs. en las alcabalas de Valera de Yuso
  • 10000 mrs. en las alcabalas de la Olmeda de las Valeras
  • 10000 mrs. en las alcabalas de Buenache de Alarcón
  • 20000 mrs. en las alcabalas de Monteagudo
  • 15000 mrs. en las alcabalas de Paracuellos
  • 14000 mrs. en las alcabalas de Villanueva de los Escuderos
  • 6000 mrs. en las alcabalas de Navalón
  • 30000 mrs. en las alcabalas de Villarejo de Fuentes
  • 10000 mrs. en las alcabalas de El Pedernoso
  • 24000 mrs. en las alcabalas de Las Mesas
  • 33000 mrs. en las alcabalas de La Alberca
  • 33000 mrs. en las alcabalas de los paños de Cuenca
Otro empréstito es contraído por el Emperador en Metz el seis de enero de 1544, y formalizado un año después, en estas ocasiones las necesidades militares imponen recursos para las ciudades y presidios de las costas. El que presta es el mercader y regidor de Medina del Campo Rodrigo de Dueñas, un total de 4500000 maravedíes con un interés anual de 321428 mrs., con un interés de catorce al millar. 
Rodrigo de Dueñas cedería de la renta de su juro, cien mil maravedíes a doña Ana de Aguilera, señora del Congosto, correspondientes a una venta del principal de 1400000 a su padre Diego de Aguilera. Las rentas se situaban 30000 mrs. en alcabalas de La Alberca, 30000 mrs. en las alcabalas de Las Pedroñeras, 28000 mrs. en las alcabalas de la villa de Las Mesas, 12000 mrs. en las alcabalas de El Pedernoso.




Encabezamiento de  alcabalas y tercias en Las Mesas se elevaba en 225000 maravedíes al año, Hay juros situados por valor de 24000 mrs. en favor de Pedro Mendoza, 28000 mrs. en favor de doña Ana de Aguilera, 
Encabezamiento de rentas reales de Las Pedroñeras, 420000 maravedíes anuales. Hay juros situados por valor de 40250 mrs. en favor de Juan León, 30000 mrs. en favor de Ana Aguilera y su heredero Antonio de Rojas, en favor de Pedro Mendoza, 23000 mrs.


Ayuntamiento de Las Mesas, 1583

Alcaldes ordinarios: doctor Juan Díaz Ortiz y Martín Fernández Gallego
Regidores perpetuos: Martín de Espinosa, Francisco Martínez de Posadas, Diego Fernández y Juan Ortiz

Ayuntamiento de Las Pedroñeras, 1583

Gregorio García, alcalde ordinario
Regidores: Francisco Gómez Pérez, Juan de Mena Ortiz, Jerónimo Méndez, Pedro de la Porras

AGS, CRC, LEG. 270/13

*Los Balboa han sido estudiados por Rafael Girón Pascual

jueves, 25 de noviembre de 2021

Hernando de Alarcón y la prestamera de Las Pedroñeras

 

Fernando de Alarcón, marqués de la Valsiciliana, obtuvo del papado licencia para construir una capilla en la iglesia de Palomares, para sustentar el culto y capellanes de esta fundación el papado había dado letras y bulas apostólicas a favor de Fernando de Alarcón para obtener beneficios eclesiásticos para sostener económicamente la capellanía; en virtud de esas letras, Martín de Guadalajara, arcediano de Talavera, había dado  una prestamera a dicho marqués sobre las rentas eclesiásticas de Las Pedroñeras. Sobre las rentas eclesiásticas  de Las Pedroñeras decía tener derechos también Antonio Ramírez de Haro, arcediano de Huete, maestro de requesta de la cristianísima reina de Francia y abad de Arbas, poseedor de una prestamera vacante por muerte de Gonzalo Pérez, clérigo de la diócesis de Málaga.

La prestamera a favor de Hernando del Alarcón dada por los alcaldes de Pedroñeras se había suspendido por la intervención de la justicia del obispado: el canónigo García de Villarreal había dado ciertos mandamientos en favor del colegio de Santiago de Salamanca de dicha prestamera. Es el caso es que el Consejo Real por provisión de 16 de diciembre de 1532 pidió que la justicia eclesiástica se inhibiera y el brazo secular, léase los alcaldes ordinarios de Las Pedroñeras, hicieran efectiva la posesión de la prestamera en favor de Hernando de Alarcón.

 

 

AGS. CRC. Leg. 305/5

 

 

 

Alcaldes ordinarios de las Pedroñeras en 1532

·        Pedro Gómez y Mateo Sánchez Coronado





Bula  a favor de Hernando de Alarcón



miércoles, 21 de julio de 2021

Las Pedroñeras y la Santa Junta

 A comienzos de abril de 1521, Las Pedroñeras mostraba sus recelos al movimiento comunero. Sin embargo, hasta allí llegaba la influencia de Toledo, centro de la rebelión de las Comunidades hasta el final. Era uno de los dos alcaldes del pueblo Pedro Martínez y regidores Pedro Gómez, Pedro de Segovia y Felipe de Segovia. Estos Segovia nos son conocidos, pues esta familia levantó el estandarte de la reina Isabel frente a Belmonte y el marqués de Villena. Hasta las Pedroñeras, un nueve de abril de 1521, llegó en representación de la comunera Toledo un enviado llamado Jerónimo de Bargas. Se presento en nombre de la Santa Junta como receptor de las rentas reales, los servicios del Reino y la bula de cruzada y su cometido era recaudar las rentas reales del año anterior para mantener la causa insurrecta.

Regidores, y alcalde ordinario, dieron testimonio el diez de abril ante el escribano Francisco Gallego, que el pueblo había pagado sus rentas de 1520 ante los contadores mayores de sus sacras majestades. Era un rechazo de la Santa Junta de Valladolid y su recaudador Francisco de Alcocer. 

Archivo General de Simancas, PTR,LEG,5,139

domingo, 22 de noviembre de 2020

SANTIAGO DE LA TORRE EN EL SIGLO XVI

 


                              SENTENCIA DE 5 DE JULIO DE 1538



Era 1561, y en los bajos del ayuntamiento de Las Pedroñeras se hallaban sus dos alcaldes, Andrés Gómez y Andrés Morales Belloso, junto a los regidores perpetuos Marco Castellano, Andrés Zarco y Andrés Belloso, tan solo faltaba el alférez García de Montoya; todos ellos trataban de convencer al receptor de la Chancillería de Granada allí presente para que se desplazara con ellos a tomar posesión de los términos de Santiago de la Torre en virtud de una ejecutoria ganada por la villa de Las Pedroñeras. Miguel López del Corral contaba la escena. El receptor se resistía, desde su legalismo contradecía a los pedroñeros, alegando que si don Antonio del Castillo Portocarrero contradecía la posesión había que escucharlo, mientras que los regidores de Las Pedroñeras aprestaban al receptor para que diese su visto bueno a que los pedroñeros fueran con sus mulas a arar los términos de Santiago de la Torre y con sus ganados a pacer las yerbas en un gesto cargado de simbolismo para tomar posesión de los términos, es decir, hacer uso de los viejos aprovechamientos comunes, que, teniendo en cuenta la despoblación del lugar se convertía dominio de hecho. Claro que el acto tenía no poco de ocupación invasiva, pues al parecer el número de pedroñeros intervinientes era alto.

 

El receptor granadino, un tal Juan Escudero, no se amilanó ante los regidores pedroñeros, manifestando que “él no hera rrío para tornar atrás, que juraba a Dios que si él no les daba la posesión no la daría e jurado a Dios en ningún tiempo”. A lo que los pedroñeros contestaron que no estaban para nuevos pleitos; no en vano, el pleito duraba ya veinticinco años. Volviendo a su posada, el receptor reafirmó su legalismo, negándose a dar las escrituras de posesión que portaba, reafirmando la necesidad de presencia y contradicción de don Antonio del Castillo Portocarrero y solicitando el parecer de un jurisconsulto, un tal Villanueva. No tenemos noticia de este jurisconsulto, pero por entonces el más famoso de ellos era un tal Sobrino de Castillo de Garcimuñoz, que por la emisión de sus pareceres se asemejaba a un embaucador de ingenuos.

Las disputas entre Las Pedroñeras y los Castillo Portocarrero se remontaban al 30 de mayo de 1534, cuando Antón Pérez en nombre de Las Pedroñeras interpuso una demanda contra Bernardino del Castillo defendiendo el derecho al aprovechamiento de los términos de Santiago de la Torre, por ser parte común del suelo de Alarcón. Los Castillo Portocarrero defendieron la tesis de que Santiago era heredamiento cerrado, de uso privativo de sus vecinos, en cuanto correspondía a un donadío de cesión real a la familia. A favor de Santiago de la Torre, jugaba el hecho de que, hasta la sentencia de Sancho Jiménez de Lanclares en 1318, era parte del suelo de Alcaraz junto a la villa de El Provencio. Esa era la razón por la que San Clemente y Las Pedroñeras siempre intentaron llevar sus fronteras, y hacerlas comunes hasta el Záncara, y por la que El Provencio y Santiago de la Torre nunca pagaron diezmos ni llevaron sus cahíces a las iglesias de Alarcón.

En la década de 1530, Santiago de la Torre tenía sus términos amojonados y cerrados. Un testigo citaba de memoria las hitas divisorias del pueblo con sus vecinos

“que el término de Santiago se dividía començando dende donde dizen Peña Parda a dar ençima de la Hoya de Hernán Gil e volviendo a donde dize el Rrubielo que es un çerro e de allí al camino del Provençio que viene a Santiago e de allí a la Puerta del Collado e de allí va volviendo por çima del Monte, quedando el monte en el dicho término de Santiago a Peña Parda a donde comiença a deslindar e en los dichos lugares que tiene dicho están sus mojones”.

Otro testigo rememoraba así los mojones

“que la dicha villa es amojonada por la forma siguiente: començando desde Peña Parda que es un mojón la dicha Peña Parda e de allí por el Canto del Monte a dar al camino que viene de las Pedroñeras a Santiago donde en el dicho camino está un mojón e tomando un carril en cabo del Monte que va fazia el Provençio a dar en la cañada donde está otro mojón e dende el dicho mojón va a dar a donde dizen el aldea Vieja al camino que viene del Provençio a Santiago a donde está otro mojón e de allí a dar a Santiago a donde está otro mojón e de allí a dar a la vereda donde está otro mojón en la Llega e de allí a dar al majuelo de Villanueva donde está otro mojón e deste mojón va a dar entre dehesas a la Puerta del Collado e de allí a dar el Roblello donde esta otro mojón e de allí volviendo a Peña Parda donde començamos a deslindar”

La mención a una aldea vieja nos hace pensar en un poblamiento primitivo y anterior a Santiago o la posibilidad que ese poblamiento se abandonará paor un nuevo emplazamiento, huyendo de las aguas estancadas. Algún vecino nos dirá que El Provencio y Santiago tuvieron como primer poblador a don Juan Manuel, dando a entender su carácter de nuevas pueblas, que para el caso de Santiago sería refundación, pues sabemos de su existencia tres cuartos de siglo antes. Meras elucubraciones en cualquier caso que no podemos demostrar. La aldea Vieja se situaba “fazia el Provencio por baxo de la corriente del molino de Santiago que es un molino harinero que está baxo de la dicha villa de Santiago en la rribera de Záncara quedando el dicho molino dentro del dicho donadío porque el mojón yba a la sazón que era de dos tiros de piedra bajo del dicho molino por un pozuelo que allí avía”

Y en 1560 se detallaban con más prolijidad

“sabe que la dicha villa de las Pedroñeras parte términos con la dicha villa de Santiago desde el Rrubielo que es un çerro pequeño que es de tierra colorada donde dixo que ay un mojón de cal y cantos  e del dicho mojón van partiendo con el término de las Pedroñeras a dar con otro mojón que está en un llano que es çerca del carrascal que es de Santiago que el dicho mojón es de cal y cantos e va por detrás del dicho carrascal a dar a otro mojón que está a ojo de la hoya de Fernán Gil e de nava el Caballo donde dixo que está otro mojón de cal y cantos e del dicho mojón dixo que va a dar a otro mojón de cal y cantos que dixo se nonbra el mojón del Vino que está entre los caminos que van de Santiago a Belmonte e al Rrobledillo de Záncara por ençima de la villa de Santiago por lo alto de ella e va a dar a Peña Parda que es un mojón que está en una peña que se nonbra la Peña Parda que es muy conoçida e está ençima del alcor del Molino de las Pedroñeras donde dixo que en el dicho mojón feneçe el término de la dicha villa de Las Pedroñeras e del dicho mojón de Peña Parda dixo que va partiendo la dicha villa de Santiago con el término de San Clemente o el Provençio porque sobre ello traen anbas villas pleytos e va a dar otro mojón que se nonbra el lavajo Terçero que es donde solía aver un lavajo o allegamiento de agua que dixo que está arado e que el dicho mojón del dicho lavajo solía ser de cal y cantos y está al presente desecho casi todo o más del medio e del dicho mojón del lavajo Terçero dixo que van a dar a otro mojón que está çerca del camino que llevan de Santiago a la villa del Alverca a la mano derecha e de allí dixo que van a dar a otro mojón que en la Puerta el Collado que es en el camino que llevan de Santiago a la villa de San Clemente que este mojón es de cal y cantos e del dicho mojón van a dar a otro de cal y cantos que está entre las dehesas de Santiago e la villa del Provençio e de allí dixo que van a dar a otro mojón que es entre las viñas de la villa de Santiago de cal y canto e de allí dixo que a dar a otro mojón de cal y cantos que está en el camino que llevan de Santiago al Provençio por la otra parte del rrío de Záncara çerca de un molino armero que es del señor de la dicha villa de Santyago e çerca de otro molino que se nonbra de Françisco Tostado veçino de la villa del Provençio e allí a dar al pozo de la Cañada donde dixo está otro mojón de cal y cantos a ojo del dicho pozo e de allí dixo que vuelve el dicho mojón del Rruvielo”.

El conflicto surge en un contexto de expansión agraria de la villa de Las Pedroñeras que está rompiendo las tierras llecas del pueblo vecino. El impulso roturador de tierras llecas en el primer tercio del siglo XVI fue imparable. Según contaba Martín Sánchez de los Herreros, un labrador villarrobletano, en lo que debió ser práctica común en toda la comarca, los pedroñeros labraban las tierras baldías para pan, haciéndolas suyas propias, con plenos derechos de enajenación y sucesión hereditaria. El movimiento roturador rompía los amojonamientos y, en este caso, ponía en entredicho los títulos de propiedad de los Castillo Portocarrero sobre el donadío de Santiago de la Torre. Este pequeño lugar, había sido un pueblo de pastores; ahora, sus vecinos abandonaban el pueblo al desaparecer los pastos de sus ganados y desaparecer el corredor natural para las reses que antaño se extendía entre El Provencio y San Clemente y ahora era ocupado por las viñas. A la altura de 1539, tal como narraba el provenciano Hernán Martínez Villamayor, Santiago el Quebrado o de la Torre era un pueblo ya casi deshabitado con viejas casas en pie, recuerdo de su apogeo en el siglo XV:

“syenpre la dicha villa de Santiago a sido poblada e a visto en ella justiçia e alcaldes rregidores e alguazil e paresçe por las casas e hedifyçios antiguos que en ella de presente se ven e a visto desde que sabe la dicha villa que a los dichos quarenta años e más tienpo ser pueblo antiguo poblado de más de çien años e aver en él hedifyçios de mayor poblaçión que agora tiene, quatro vezes más que agora que está avitado… e lo oyó dezir a su padre que llegó a hedad de noventa años el qual dezía que en su tienpo desde su niñez avía visto poblada la dicha villa de Santiago”

Aún no se había llegado a la situación conocida en los años sesenta, con Santiago de la Torre únicamente habitado por el alcaide de la fortaleza y unos vizcaínos de paso, pero los treinta vecinos que Hernando de Colón nos da para 1517 son impensables al finalizar la década de los treinta. Santiago de la Torre había sido un lugar relativamente poblado en el último cuarto del siglo XV. Un anciano, Diego Herreros, labrador de Villarrobledo, recordaba cómo Santiago de la Torre era un lugar de setenta vecinos cuando era un niño de diez años. Juan del Castillo, avecindado en Socuéllamos e hijo de santiagueros, daba una cifra similar, sesenta, cuatro arriba o cuatro abajo. Otros como Alonso Sánchez de Vargas y Cristóbal López el viejo elevaban esa población hasta 120 y 80 vecinos, respectivamente, para el año 1470, y no faltaba testigo que llegaba a los doscientos vecinos. Lo más probable era que Santiago saliera de las guerras del Marquesado con cincuenta vecinos para iniciar un declinar irremediable. Un testigo nos narraba la negativa evolución demográfica de Santiago el Quebrado, desde la época previa a las guerras del Marquesado hasta la década de 1530

“que avrá más de çinquenta años syendo muchacho este testigo conoçió que avía más de sesenta vezinos e que de presente es de veynte vezinos porque se ha despoblado”

El mencionado Juan del Castillo nos presentaba una imagen idílica de Santiago de la Torre al acabar las guerras del Marquesado, con unos vecinos asentados y acomodados con nutridos hatos de ganados o dedicados a la labranza de pan llevar en Las Pedroñeras. Pensamos que los ganados eran dominantes o al menos así lo creía Juan del Castillo, cuando recordaba su infancia, pues citaba dueños de hatos de ganado, moradores en Santiago: Diego Sánchez, Andrés Herreros, Diego de las Torres, Diego Simón, Miguel de San Gil o Juan Gómez. Ganados que compartían pastos con los ganados de los pueblos vecinos, como los de Pedro Sánchez Carnicero, vecino de El Provencio, que, con sus quinientas ovejas, a comienzos de siglo, subía hasta la dehesa de Santiago de la Torre, o las de un tal Merchante de Pedroñeras que también acudía allí. Apellido, el uno y el otro, que denunciaban la finalidad para el abasto de carne de estos ganados.

Santiago de la Torre era asímismo un pueblo de encuentro, descanso y placer; así nos lo recordaba el mencionado testigo de Socuéllamos

“solía ser un pueblo de mucho placer e pasatienpo porque dixo que avía en ella de vivienda y estantes dos tanborileros e un gaytero e un atabalero”

El avance roturador de Las Pedroñeras ponía en peligro las posesiones de los Castillo Portocarrero en Santiago. Sin embargo, el avance roturador también venía desde Santiago y era más antiguo, tanto Bernardino del Castillo como los vecinos de Santiago tenían propiedades en Las Pedroñeras, es más los de Santiago se habían establecido en la villa vecina, donde sus tierras llegaban hasta las paredes y eras de Las Pedroñeras. Bernardino del Castillo poseía en este pueblo, herencia del mayorazgo del doctor Pedro González del Castillo, una hacienda valorada en dos mil ducados: “tenía tierras que poseya en la dicha villa de las Pedroñeras, así en los çebadales de alrrededor como por otras partes que a pareçer deste testigo valen más de dos mil ducados”. A las tierras se sumaban los solares de casas que don Bernardino del Castillo poseía en los mismos cebadales de Las Pedroñeras. Se decía que los vecinos de Santiago poseían más tierras en la villa de Las Pedroñeras que en la suya de Santiago. Unas veces, explotaban en arrendamiento las tierras de los Castillo Portocarrero; otras labraban las propias por rompimiento de los llecos del suelo de Alarcón, aprovechando las ventajas del fuero de esta villa. De los labradores de Santiago, el caso más antiguo conocido es el de Garci Martínez de la Osa, que roturaba los llecos de Las Pedroñeras ya a mediados el sigo XV. Quizás no sea aventurado decir que el auge demográfico de Las Pedroñeras en el siglo siguiente se deba a un traslado a esta villa de los vecinos de Santiago. Es más, creemos que fueron los hijos de los emigrados de Santiago a la villa de Las Pedroñeras los que sostuvieron el impulso roturador en sentido opuesto en los años treinta. Ese movimiento migratorio hacia Las Pedroñeras debió ocurrir a comienzos de la segunda década de siglo, coincidiendo con la huida generalizada de tierras de señorío en la comarca, aunque en este caso concreto, las fronteras entre ambos pueblos eran muy permeables, como lo era con El Provencio o San Clemente, donde emigró hacia 1490 Diego Simón, que daría lugar a linaje señalado en esta última villa; otros, como Juan de Robles el viejo, siguieron el mismo camino treinta años después. Creemos que, frente al antiguo espacio del suelo común de Alarcón, ahora nace un nuevo espacio común con intercambios de vecindad, propiedades y comerciales que incorpora a estas tierras del sur de la actual provincia de Cuenca las de Socuéllamos y Villarrobledo. Un ejemplo es la presencia del apellido Herreros, al que situamos a a mediados de siglo en el donadío de Santiago para verlo después, Sánchez de los Herreros o López de los Herreros, en San Clemente, El Provencio o Villarrobledo. Sabemos de Miguel Sánchez de los Herreros,que se establece en San Clemente, abandonando el hogar de su padre Alonso en Santiago, y de un villarrobletano llamado Alonso López de los Herreros, que se trasladó a vivir a esta villa en los años anteriores a la rebelión de las Comunidades en 1520, siendo anteriormente pastor de un vecino de El Provencio, Alonso Sánchez de Vargas, durante nueve años, y, seis años después, explotando unas tierras en Santiago de la Torre, que poseía el licenciado belmonteño Inestrosa. La explotación se hacía en régimen de aparcería, repartiendo a mitades las treinta y seis fanegas de trigo cosechadas. La vida de este Alonso López de los Herreros es prototipo de la de otros coetáneos: pastor en su adolescencia, arrendando tierras ajenas hasta en su juventud, para conseguir ahorrar el caudal suficiente que le permitiera acceder a la propiedad de tierras propias en la villa de Villarrobledo. El sueño, hecho realidad, de muchos hombres de comienzos de siglo, por acceder a la propiedad de la tierra. Es ese deseo el que provoca una onda migratoria que rompe las antiguas tierras comunes e integra en un espacio económico común las tierras de Alcaraz o ciudarrealeñas.

“que el señor de la dicha villa de Santiago tiene muchas tierras de pan llevar en el término de Las Pedroñeras en mucha cantidad e aun dixo que tiene solares de casas alrrededor de la dicha villa que se harían e hizieron en tierra de los çevadales de la dicha villa de Las Pedroñeras de manera que tanto aprovechamiento e aún dixo este testigo que más tienen los vezinos de la dicha villa de Santiago en el término de Las Pedroñeras que no en el término de Santiago lo qual todo dixo este testigo que ansy lo a visto ser e pasar asy labrando en algunos tienpos en los canpos e tierras del dicho lugar de Alarcón”.

Otro de los pueblos donde migraron los santiagueros fue a Villarrobledo, siguiendo la misma ruta y corredor que seguían sus ganados. Al contexto general, de unos hombres que huían del señorío, se unió la especificidad de Santiago de la Torre, su geografía no invitaba al poblamiento. Era una zona de aguas estancadas; lo que era una ventaja para un pueblo ganadero, y donde crecía la masiega que los provencianos aprovechaban para sus camas, pronto se convirtió en desventaja con el avance agrario y la desecación de estos lavajos, devenidos en aguas residuales e infectas, pues ya no encontraban salida a la red hidrográfica, fuente de enfermedades que diezmaron la población e invitaron a los vecinos a abandonar el pueblo. Juan Lozano recordaba el cataclismo poblacional de un lugar que bebía un agua contaminada

“e de causa de enfermedad de las aguas de las marismas que tiene en derredor se despoblaua muchas vezes e se quedaba en muy poca vezindad”

Era una paradoja, pero era el contrapunto de la revolución agraria que vivió la zona. Mientras los pueblos de la Mancha conquense cuadruplicaban su población en el primer tercio de siglo XVI, Santiago de la Torre quedaba como un enclave aislado. Su fidelidad a la tradición ganadera fue causa de su ruina. Mientras sus vecinos provencianos y sanclementinos plantaban las primeras viñas en el arroyo Majara Hollín, provocando su desecación, y sus tierras de pan llevar ganaban el espacio geográfico de Marcelén, los ganados santiagueros se veían obligados a beber las pocas aguas residuales remanentes al bajar el nivel freático, fruto de la expansión agraria. Los ganados enfermos transmitían sus males a los hombres. Santiago se despobló, en el horizonte de aquellos hombres la única escapatoria fue abandonar las tradiciones pastoriles para buscar fortuna como labradores, primero en pueblos comarcanos, donde ya habían adquirido propiedades, caso de Las Pedroñeras, luego el destino elegido sería más lejano: Las Mesas, Socuéllamos o Villarrobledo. Quizás, Santiago de la Torre fue un caso más extremo, pero la realidad de pastores arruinados, con sus pequeños hatos de ganados, era propia de toda la comarca. Es ahora, en el primer tercio del siglo, coincidiendo con la ruina de los pequeños pastores, cuando se forjan lo que hemos llamado “señores de ganados”, que alquilan, a precios prohibitivos para otros, las yerbas de las dehesas privilegiadas. Aun así, es una solución transitoria, antes de su integración en las rutas trashumantes.

La reacción de don Bernardino Castillo Portocarrero fue tajante, impidiendo a los vecinos foráneos labrar sus tierras; entre los perjudicados estaba el provenciano García Sánchez que poseía en propiedad varias hazas en el donadío de Santiago de la Torre, y, sobre todo su propio alcaide de la fortaleza, un tal Oviedo, al que ahorcó en una almena de su castillo por ser poco diligente en su labor de impedir la entrada de extraños en el donadío. Sabemos que los provencianos con propiedades en Santiago sacaban su trigo del donadío hasta las eras de El Provencio para evitar las exacciones de los Castillo Portocarrero. Entre ambos contendientes se debió llegar, en los primeros años de la década de 1520, a acuerdo, que no era sino reforzamiento del poder señorial de los Castillo Portocarrero tras la guerra de las Comunidades, con la obligación de los labradores de ceder una oncena parte de su cosecha a don Bernardino del Castillo. La solución vino después de pleito entre los provencianos y don Bernardino del Castillo Portocarrero, sustanciado en la Chancillería de Granada, que reconocía a los provencianos a sacar sus mieses del donadío y a don Bernardino cobrar un onceno de cada fanega cosechada. Era un punto de inflexión que acababa con una época, en la que santiagueros o pedroñeros se consideraban un mismo pueblo, como hermanos y revueltos se decía (de hecho, era común que los pedroñeros hicieran un alto con sus mulas y carros en Santiago, donde, convidados, comían en común), y en la que los provencianos no conocían de fronteras. Hacia sus dos montes de encinas, el viejo, en el camino de las Pedroñeras, y el nuevo, en el camino de La Alberca, acudían los convecinos a por la bellota, y hacia la dehesa de Majara Hollín y sus humedales habían acudido hasta los años veinte los provencianos, los pedroñeros y sanclementinos con sus carretas para recoger la masiega empleada para rellenar los colchones de sus camas, mientras sus mulas pacían, o para buscar espárragos entre las primeras viñas plantadas. Ahora, Majara Hollín se desecaba, sus ganados se perdían y lo que era dehesa santiaguera era objeto de disputas entre provencianos y sanclementinos por su control. Entre los provencianos que compraban tierras en Santiago el Quebrado destacaba Julián Grimaldos, además del citado García Sánchez, y otros como Pedro Sánchez de Bartolomé Sánchez que se dedicaban a romper los llecos en el camino de La Alberca, que se avinieron a pagar el onceno a don Bernardino, según recogía el testimonio de un labrador provenciano que andaba entre su pueblo y Santiago para recoger limosnas para el ermitaño que guardaba la ermita de Santa Catalina. Mientras El Provencio y Las Pedroñeras crecían en la década de los treinta, con trescientos diez y ciento ochenta vecinos, respectivamente; Santiago de la Torre, apenas si llegaba a los veinte. El empuje roturador de los vecinos de Las Pedroñeras se centraba en la hoya de Hernán Gil y en el camino de Santiago a Robredillo de Záncara.

Una primera sentencia favorable a Las Pedroñeras para romper los llecos de Santiago y los aprovechamientos comunes, el cinco de julio de 1538, sería, no obstante, apelada por Las Pedroñeras hasta conseguir en revista una nueva sentencia favorable de 25 de noviembre de 1541 que hacía extensivos los usos comunes a cualquier aprovechamiento. Dicha sentencia no sería aceptada por don Bernardino del Castillo Portocarrero que acudiría a la Sala de las Mil Quinientas Doblas. Las pretensiones de los Castillo Portocarrero, ahora defendidas, por su hijo Antonio del Castillo serían denegadas el 23 de noviembre de 1560, en sentencia confirmada por ejecutoria de 26 de marzo de 1561 y los derechos de Las Pedroñeras repuestos en un acto formal el 28 de febrero de 1562 ante escribano receptor y en presencia de don Antonio del Castillo Portocarrero que protestó los derechos otorgados a la villa vecina.

El conflicto se reavivó en la semana previa a la Navidad de 1560, cuando fueron prendadas a un pastor de Canalejas del Arroyo, al servicio de Bartolomé Díaz, vecino de La Pedroñeras, varias cabezas de ganado que pastaban en la dehesa Vieja o de la Asperilla de Santiago de la Torre. Las circunstancias del hecho, de noche y aprovechando una nevada antes de la Navidad del año 1560, que quedó en la memoria de los coetáneos, fueron entendidas como alevosía por el alcaide y alcalde mayor de la fortaleza, Gonzalo de Cisneros, quien de hecho ejercía la justicia en nombre de su señor, ya que Juan Moreno, nominado alcalde ordinario, era simple hombre de paja. Y es que Santiago de la Torre tenía formalmente una organización concejil que contrastaba con su despoblación: el otro alcalde era Sebastián de la Fuente, como alguacil Antón de Moya y como regidor, Juan Sánchez, todos ellos paniaguados de los Castillo Portocarrero. Una estructura creada para mantener la exclusividad de unas tierras frente a foráneos, pues los incidentes continuaron; así cuando Juan Bonillo fue sorprendido cortando leña en la hoya de Hernán Gil. Las desavenencias entre pedroñeros y don Antonio del Castillo Portocarrero se hicieron visible en el mismo acto de posesión de 28 de febrero de 1562. Amén de ritos oficiales, la posesión se intentó hacer efectiva por los pedroñeros y su procurador Diego de Segovia, metiendo en Santiago los mismos ganados de Bartolomé Díaz que habían sido penados en la Navidad de 1560, provocando la ira del alcaide santiaguero Gonzalo Cisneros, que hubo de ser reconvenido por su señor don Antonio del Castillo y llevado preso a San Clemente.

Aparte de don Antonio Castillo Portocarrero, quien más parecía beneficiarse de la dehesa de Santiago el Quebrado era el licenciado Mendiola y los Balmaseda, de familias de origen vasco, y sus ganados, que no debieron ver con buenos ojos la presencia de los ganados pedroñeros de Bartolomé Díaz. Es difícil saber la importancia de estos ganados locales, más allá de saber que eran dos manadas y que las cabezas embargadas fueron dos cabras y diecisiete ovejas y que en otros casos conocidos llegaban a las quinientas cabezas. Aunque el mencionado debía tener una hacienda consolidada pues a su servicio trabajaban dos pastores, uno de Canalejas y otro de Cañamares. Eran ganados destinados al abasto de carne de los pueblos. El hecho es que Santiago de la Torre se cerraba definitivamente a los ganados de los pueblos de los alrededores. A comienzos de la década de los sesenta, el propio don Antonio del Castillo Portocarrero, acompañado de su alcaide Cisneros y otros hombres a caballo, recorrían sus tierras echando a los pastores intrusos entre amenazas de pelarles las barbas, cortarles las orejas o quemarlos vivos, encerrando a los pedroñeros en las mazmorras de su fortaleza de Santiago o tirando arcabuzazos contra un negro, esclavo de un tal Castellano, vecino de Las Pedroñeras. El caso es que el conflicto continuaba para mayo de 1568, pero los Castillo Portocarrero desaparecen de la escena conquense en torno a los años 1579 y 1580, habían puesto tierra por medio, vendido sus posesiones en Cuenca y marchado a Salamanca, aunque se resistían a vender Santiago de la Torre. El concejo de Santiago, representación virtual de una población inexistente, y cuyo gobierno, al igual que el de Santa María del Campo, en este caso por poco tiempo pues sería vendida a la Corona en 1579, recaía en la figura de un gobernador, Francisco de Urriaga, hombre de confianza de don Antonio del Castillo, era impotente para enfrentarse a Las Pedroñeras. La villa de Las Pedroñeras impondrá sus condiciones; el juez ejecutor Juan Román dará posesión de todos los términos de Santiago de la Torre, para su libre aprovechamiento, el 22 de agosto de 1569. Don Antonio del Castillo Portocarrero recurrirá esa sentencia y por nueva sentencia de la Chancillería de Granada de 24 de mayo de 1583, confirmada el 19 de junio, consigue excluir de esos aprovechamientos “la dehessa que llaman boalaxe ni en la del carnicero ni en el exido que por este nombre llaman redonda”

 

El viejo donadío se disponía ahora a pasar a mano de los Pacheco sanclementinos. Santa María del Campo Rus pasaría a formar parte de la gobernación del Marquesado de Villena, hasta que en 1607 San María del Campo Rus pasará a manos de los Ruiz de Alarcón, mientras que Santiago, en fecha que desconocemos pasará a ser propiedad de Alonso Pacheco, de la rama sanclementina de esta familia, que además del donadío heredará sus pleitos con la villa de Las Pedroñeras. Don Alonso Pacheco Guzmán reconocerá haber comprado, en mayo de 1590, con anterioridad el donadío a Antonio Castillo Portocarrero, que por esas fechas es difunto. El tres de junio don Alonso consigue ejecutoria en los términos de las sentencias de 1583. El donadío pasará a ser mayorazgo de los Pacheco en 1603.

 

 

 


SENTENCIA DE 24 DE MAYO DE 1583

 

ANEXOS

 

 

Testigos 1535

Julián de Grimaldos, vecino de El Provencio, 60 años

Hernán Martínez Villamayor, vecino de El Provencio, 52 años

Juan Martínez de Benito Martínez, vecino de El Provencio, más de 60 años

Juan Sánchez de Buendía, vecino de Castillo de Garcimuñoz y natural de El Provencio, 60 años

García Sánchez Pellejero, vecino de El Provencio, 60 años

Sebastián del Río, vecino de Villarrobledo, 48 años

Martín Sánchez de los Herreros, 48 años

Sancho López de Villena, vecino de Socuéllamos, procedente de EL Provencio, desde donde pasa a Las Mesas y luego a Socuéllamos.

Fabián de Poyatos, vecino de Villarrobledo, 62 años, nacido en Socuéllamos e hijo de un vecino de Las Pedroñeras

Diego Herreros, labrador de Villarrobledo,

Juan del Castillo, vecino de Socuéllamos. 60 años. Hijo de vecinos de Santiago

Juan de Culliga, vecino de Socuéllamos. 58 años.

Juan García del Amo, vecino de Socuéllamos. 50 años

Esteban Sánchez del Provencio, vecino de San Clemente.

Juan Lozano, vecino de San Clemente, 65 años

Pedro Hernández, vecino de San Clemente.

Alonso Sánchez de Vargas, vecino de San Clemente, 72 años

Cristóbal López el viejo, vecino de La Alberca, 85 años

Pedro Martín Grande, vecino de La Alberca. 67 años

Alonso de Zorita, vecino de Belmonte. 70 años

 

Probanzas de 1561, sobre prendar ganados pedroñeros, propiedad de Bartolomé Díaz, en la dehesa vieja o de la Asperilla de Santiago y corta de leña

 

Gonzalo de Cisneros, alcalde mayor y alcaide de Santiago de la Torre por don Antonio del Castillo Portocarrero y Santisteban

Francisco Rodríguez, vecino de El Provencio

Juan Miguel, estante en El Provencio

Antón Hernández, vecino de Robredillo, aldea de Las Pedroñeras

Precio del ganado en 1560

·        La borrega a seis reales

·        El murueco quince reales

·        La cabra a trescientos maravedíes

·        La oveja a ducado

·        Un igüedo a treinta reales

 

UNA DESCRIPCIÓN DEL DONADÍO DE SANTIAGO DE LA TORRE EN 1535

“syenpre la dicha villa de Santiago a sido poblada e a visto en ella justiçia e alcaldes rregidores e alguazil e paresçe por las casas e hedifyçios antiguos que en ella de presente se ven e a visto desde que sabe la dicha villa que a los dichos quarenta años e más tienpo ser pueblo antiguo poblado de más de çien años e aver en él hedifyçios de mayor poblaçión que agora tiene, quatro vezes más que agora que está avitado… e lo oyó dezir a su padre que llegó a hedad de noventa años el qual dezía que en su tienpo desde su niñez avía visto poblada la dicha villa de Santiago”

 

CARTAS DE DONACIÓN POR ALARCÓN DE SANTIAGO DE  LA TORRE

A la altura de 1535, los privilegios de la villa de El Provencio se conservaban, según costumbre de la época, pero la ubicación de dicha arca no tenía de casa consistorial ni de archivo en el que guardarse. Tal era la realidad de un pueblo, cuyo sojuzgamiento a los Calatayud, le impedía tener casas de concejo y celebrar las reuniones de sus oficiales en casas privadas.

 

Por esa razón, cuando el alcalde Julián de Grimaldo fue a buscar unas escrituras tuvo que ir a casa de Juan Romero, regidor a la sazón, y en cuyo poder obraba el arca con las escrituras y privilegios de la villa. Cuando se abrió el arca, entre las escrituras destacaba un privilegio otorgado por don Juan Manuel escrito en pergamino de cuero, en letra castellana, con un sello de cera blanca, en el que se hallaban impresas las armas de don Juan Manuel: como un león con unas alas blancas, se decía. Este sello colgaba de una trenza de hilo colorado, blanco y azul. Junto a ella, otra escritura en pergamino de las mismas características, aunque aquí las armas de don Juan Manuel en el sello de cera blanca eran más visibles: dos leones y dos alas, con una espada en una mano en una de las alas. Esta escritura era ilegible para aquellos hombres, deslumbrados por el hilo de colores verde y blanco, aunque sabía que dicho privilegio era confirmación del anterior. Estamos ante la carta fundacional de El Provencio de 1319, y, en el segundo caso, venía acompañada por una confirmación de doña Blanca, nieta de don Juan Manuel e hija de don Fernando del año 1352.

 

 

TRANSCRIPCIÓN

 

Aquí la escritura de don Juan, hijo del infante don Manuel

 

Sepan quantos esta carta vieren como yo don Johan fijo del ynfante don Manuel, mayordomo mayor del Rrey e adelantado mayor del Rreyno de Murçia, otorgo a todos los que vinieren morar al Provençio de fuera de la mi tierra que yo no les demande pecho ni pedido ni otro tributo ninguno por sienpre jamás salvo ende que me den el diezmo ansí del pan e del vino e de las otras cosas que en el dicho logar cogieren como de los ganados que nasçieren en cada año en el dicho logar e por les hazer más merçed tengo por bien que puedan labrar por pan en los heredamientos e términos de Santiago e de San Clemente e de las Pedroñeras e de las Mesas en los logares que sean liego que no sean de señores señalados; otrosi tengo por bien e mando que sus ganados que pazcan las yerbas e beban las aguas en término de Alarcón ansí como los ganados de aquellos que moran en el dicho término; otrosy tengo por bien que non aya Alcayde ninguno en el dicho logar synon un honbre bueno su vezino que porné yo e que rrecavde los mis derechos dende; otrosy los pleytos  que acaeçieren entre ellos tengo por bien que los libren los alcaldes y el juez que ellos pusieren de sus vezinos e que los libren por el fuero de las leyes e que sean las alçadas para ante mí e non para otro ninguno e para que esto sea firme e non venga en duda mandeles en de dar esta carta sellada con mío sellado colgando. Dada en el Castillo veynte e tres días de março era de mill e ccc e çinquenta e syete años e yo Gonçalo Martines que la fiz escrevir por mandado de don Johan. Gonçalo Martines.

 

Traslado de otra escritura con la confirmaçión

 

Sepan quantos esta carta vieren como yo doña Blanca fija de don Fernando vi una carta de don Juan Mns. (quiere decir Manuel) abuelo escrita en pergamino de cuero e sellada con su sello de çera colgado el thenor de la qual es este que se sigue

(transcribe la carta anterior)

E agora el dicho conçejo embiaron me pedir merçed que les confirmase la dicha carta e ge la mandase guardar segund que en ella se contiene e yo tóvelo por bien e por esta mi carta mando a qualquier o qualesquier que ayan de coger e de rrecavdar los pechos e derechos en tierra de Alarcón en qualquier manera que vean la dicha carta que el dicho conçejo tienen del dicho mio avuelo en esta rrazón e que ge la guarden en todo segund que en ella se contiene e non fagan ende al so pena de la mi merçed e de seysçientos maravedíes de esta moneda vsual a cada uno dellos e porque esto sea firme e non venga en duda mandeles en de dar esta carta sellada con mi sello colgando. Dada en el Castillo, veinte e ocho días de henero era de mill e trezientos e noventa años e yo Johan López scriuano de doña Blanca la fiz escrevir por mandado de Clemén López de Orozco su tutor

Estavan baxo de la dicha escriptura dos firmas la una con un nonbre e parece dezir en ella Gonçalo Martines o Garçía Martines e otra firma que dezía Johan López e baxo dellas estava el dicho sello dendiente colgando como dicho es

 

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LA TIERRA DE ALCARAZ QUE PASÓ A ALARCÓN

 

En las arcas del archivo de Alcaraz se encontraba su fuero original, en pergamino. No constaban fecha, ni día ni mes ni año, pero sí una confirmación del rey Alfonso X, de un fuero ya otorgado por su bisabuelo, acompañada del amojonamiento de la Tierra de Alcaraz. Era un amojonamiento anterior a la sentencia de Sancho de Lanclares, hombre de confianza de don Juan Manuel, de 1318, dictada en San Clemente y que cercenaría los términos de Alcaraz en favor de Alarcón, dando lugar al nacimiento de dos nuevas pueblas, El Provencio y Minaya, para consolidar el nuevo espacio ganado a favor de la fortaleza de Alarcón.

El fuero confirmado fue romanceado por orden del rey Alfonso X a Millán Pérez Ayllón. El amojonamiento de Alcaraz mencionado se hacía eco del equilibrio de fuerzas existentes en la zona. Se reconocía grandes contiendas sobre los términos con las órdenes de Santiago y de San Juan y con los concejos de Alarcón y de Chinchilla y el reconocimiento del rey sabio a Alcaraz por su apoyo en sus disputas con los reyes de Aragón y Granada. El amojonamiento fue un acuerdo entre los diversos intereses del reino y los hombres que lo encarnaban, en un reinado donde la autoridad regia estaba en cuestión. Alfonso X reconocía la complejidad de ese acuerdo:

“e yo sobre esto ove un acuerdo con el ynfante don Manuel mi hermano e con don Gutierre Hernández e con don Pelay Hernández maestre de la orden de Santiago e con don Enrrique Pérez mi rrepostero mayor e con don Alfonso García adelantado mayor del Rreyno de Murçia e del Andaluzía e con caballeros e otros omes buenos e de Alcaraz e de Alarcón e de Chinchilla sabidores de la tierra”.

La extensa de mojones y su enumeración nos interesa a nosotros en su parte norte, pues los mojones determinados entonces serían reivindicados por villas como El Provencio para definir sus propios términos frente a San Clemente (Atalayuela de Majara Hollín) y la reivindicación de la mencionada villa y otras como la de Santiago de la Torre de su pertenencia al suelo de Alcaraz y no al de Alarcón, ya entrado el siglo XVI. En la misma ambigüedad se apoyarán otras villas como Minaya para defender términos propios (el pozo de Minaya) y, aunque no lo podemos asegurar la villa de Las Mesas (Peñarrubia de las Mesas o Las Rubias tal como se la recordará el viejo nombre en las Relaciones Topográficas). Todas ellas tomarán como referencia el fuero romanceado de Alcaraz y su amojonamiento anejo, que para la parte norte era este:

“en la Peñarrubia de las Mesas dende adelante da en la enzina de los Ballesteros a la cabeça del Pinarejo e al atalaya e la Blanquylla dende adelante al rrío Záncara encima de las labores del Quebrado término de Alcaraz, e dende al adelante al atalayuela de Majara Hollín e en su derecho como va al pozo del Arenal e el Pozo Mojón e dende adelante al Pozoseco en el villar de Guillamón e dende adelante va por el camino derecho al pozo de Minaya mojón e dende adelante anda en derredor todo el llano e va a la cabeça de la Espartosa que dizen de la Coscoxa e dende adelante a la Espartosilla Fondonera e deste mojón adelante parte términos Alcaraz con Chinchilla”.

Es en este amojonamiento en el que se apoyará El Provencio en sus pleitos con San Clemente para hacerse con las tierras de Majara Hollín y expulsar a los sanclementinos del culto compartido en la ermita de Santa Catalina (¿posible origen real del culto de Rus, que sustituye al perdido santuario de Santa Catalina?), en el que se apoyará don Antonio Portocarrero en 1541 para denunciar la intromisión de Las Pedroñeras en las labores del Qubrado, es decir, su donadío de Santiago el Quebrado o de la Torre, y en el que se apoyará Minaya para desplazar sus mojones frente a San Clemente, en la imprecisión de la ubicación de Minaya, para los sanclementinos un pozo ubicado junto a la población que era para ellos simple cortijo (entiéndase fortaleza de tierra) y para los minayeros pozo de pastores más al norte.

La sentencia de Sancho de Lanclares, en la medida que arrebataba una porción de tierra a Alcaraz, decantaría estas poblaciones hacia el suelo de Alarcón y su devenir histórico, y por herencia al de la provincia de Cuenca.

 

(Véase “Alcaraz y su Tierra en el siglo XIII” de Aurelio Pretel sobre la evolución histórica de esta Tierra y “El Año Mil Quinientos de la Mancha Conquense” de Ignacio de la Rosa Ferrer, para el nacimiento de los espacios propios de El Provencio y Minaya)

 

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1279, agosto, 16. Cuenca.
Avenencia entre Pedro Núñez y Gonzalo Pérez, maestre y Comendador de la Orden de Santa María de Cartagena, y Diego Martínez, Obispo de Cuenca, y el Cabildo por la que se concede al Obispo el cuarto del pan, vino y corderos de la iglesia del Quebrado, llamada Santiago, a cambio del derecho de presentación, según la costumbre de las iglesias de la ribera del Tajo. (literalmente, la Iglesia del Quebrado, que dicen ahora de Santiago)
Fecha la carta en Cuenca, miércoles, dizeseys días de agosto, era de mill e trezientos e dizesiete annos.
ACC, I, caja 9,
nº. 11

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Concejo de las Pedroñeras de 1561

 

Alcaldes ordinarios: Andrés Saiz de Pedro Gómez y Andrés Morales Belloso

Regidores: Marco Castellano, Andrés Zarco, Andrés Velloso

Alférez: García Montoya

Alguacil: Juan Lozano

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FUENTE: ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. PLEITOS RACH/01, CAJA 2412 EXP 1