El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)
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domingo, 20 de junio de 2021

EL NACIMIENTO DE LAS ALDEAS DE VILLANUEVA DE LA JARA

 




EL NACIMIENTO DE LAS ALDEAS DE VILLANUEVA DE LA JARA

En este rústico mapa, nos podemos hacer una idea de la Villanueva de la Jara a comienzos del siglo XVI. Villanueva no se entiende sin la existencia previa de Alarcón, su villa madre. Los términos de Villanueva de la Jara fueron fijados por el licenciado González Molina en 1481, con protestas sonoras de los procuradores jareños. La razón era que a Villanueva de la Jara se le había prometido por límites en 1476, el río Júcar, Iniesta y Jorquera; la realidad fue que Villanueva de la Jara consiguió unos términos de una legua alrededor de su población y como único logro a la extensión de su término un corredor que le daba acceso a la ribera izquierda del Júcar, donde se habían asentado varios jareños décadas antes en casas aisladas, alrededor de la ribera de San Benito.
Sin embargo, observará el lector en este mapa del siglo XVIII (y que no se responde a la realidad del siglo XVI), cómo hay pequeños puntos amarillos alrededor de Villanueva de la Jara. En los amojonamientos de 1481, contra lo que pudiera parecer, Alarcón, la villa supuestamente derrotada, conservó la mayoría de su suelo; las nuevas villas se les dio apenas una legua alrededor de ellas, caso de la propia Jara y El Cañavate, e incluso, en el caso de San Clemente, luchó por mantener la ribera derecha del Júcar.

Para el caso de Alarcón, lo que fue victoria presente se convirtió en derrota futura. Los pequeños puntos amarillos eran enclaves poblacionales nuevos donde había jareños, pero las tierras alrededor de estos enclaves eran de Alarcón. Es decir, Quintanar, Tarazona o Gil García (Villagarcía del Llano) solo tenían por territorio propio el suelo ocupado por las casas que habitaban sus moradores, los campos eran de Alarcón. Se daban casos curiosos, como que al construirse nuevas casas aledañas a las antiguas de estos pueblos quedaron, por falta de espacio, en término de Alarcón. Es más en Tarazona había una casa edificada en término jareño su mitad y término de Alarcón la otra mitad y en Pozoseco el mojón estaba situado en el interior de la misma iglesia.
La colonización de estos pueblos correspondió a iniciativas particulares. Pozoseco existía desde comienzos del siglo XV, pero cayó en manos de la Jara porque sus tierras las labraba la familia jareña de los Saiz de Pozoseco (por esa época Rubielos Bajos, pues los Altos quedarán en término de Alarcón, no tendrán entidad propia hasta la década de mediados 1520). La zona de Gil García y Madrigueras fue colonizada desde mediados del siglo XV por colonos de Iniesta, sin embargo, el impulso de los jareños en la década de los setenta decantó este territorio a favor de Villanueva (en esta zona, las llamada Casas de María Simarro, luego de Santacruz, como las del Olmo, creemos que corresponden a una colonización tardía de entrado el quinientos, aunque tenemos dudas si ciertas referencias se refieren a estas casas o a las de Casasimarro). Decían los vecinos jareños que la datación y nacimiento de las principales aldeas de Villanueva de la Jara: Casasimarro, Quintanar del Rey, Tarazona Y Casasimarro (aparte de Villalgordo del Júcar, ya existente en 1480, pero con muy poca entidad) fue iniciativa de Fernando el Católico durante los años de la guerra del Marquesado (1475-1480). El rey fomentó la colonización de estas tierras al sur de Villanueva de la Jara para debilitar a Alarcón; los testimonios que poseemos (especialmente para el caso de Tarazona así lo indican), aunque los topónimos de Quintanar y Tarazona ya existen en las roturaciones de llecos de los años 1460. Otro pueblo, Casasimarro, lo tenemos por fundación y casa familiar de Fernán Simarro, que es, además, el padre fundador de Villanueva de la Jara, a la que dotó de sus primeras ordenanzas en 1481, que declaraban a la villa de Villanueva como "tierra enemiga de hidalgos". No debemos olvidar que el futuro de Casasimarro fue paralelo al fracaso de varias casas en la ribera del Júcar que únicamente llegaron a formar una entidad reconocida en los documentos en los inicios del siglo XVI y conocida como la Ribera del Júcar. Un caso ejemplar del fracaso de ir más allá de una casa aislada es la llamada casa de Ávila.
Así, Villanueva de la Jara, o Villanueva de la Jara y su tierra, que es como gustaba llamarla a sus vecinos, era un término pequeño. Una villa con muy poco término y unas cuantas casas en las aldeas, cuyos labradores explotaban en régimen de arrendamiento, mayormente, las tierras de Alarcón. Pero el logro de Villanueva de la Jara fue que allí donde había un jareño se extendía la jurisdicción de Villanueva. Los colonos jareños llevaron a la villa madre junto a sus personas la jurisdicción de sus tierras, usurpadas o compradas a la villa de Alarcón. Hacia 1520, la suma de los habitantes de las aldeas jareñas equivalía a los que habitaban en la villa madre.

jueves, 22 de agosto de 2019

EL ROMPIMIENTO DE TIERRAS EN EL SUELO DE ALARCÓN A MEDIADOS DEL SIGLO XV Y EL NACIMIENTO DE LAS ALDEAS DEL SUR DEL OBISPADO DE CUENCA


Mediada la centuria del siglo XV, un nuevo movimiento roturador puso en explotación agraria tierras hasta entonces incultas. Se trataba de tierras llecas y baldías, pertenecientes a los propios de Alarcón, pero que en este momento se las apropiaban particulares. Especialmente, se citaban las tierras al sur y este de Villanueva de la Jara

La dicha villa de Alarcón tiene e poseye por suyas e como suyas çiertas tierras e términos llecos e baldíos, las quales dis que algunas dellas están en el poso de las Madrigueras e otras que están açerca de Villanueva de la Jara e parten término con la dicha villa de Yniesta e otras que dis que están en Taraçona e otras en el Quintanar e otras en la rribera del Xúcar desde el val de Espinar fasta la Motilla que parte términos con Xorquera, las quales dichas tierras en llecos e heredades disen que eran propias de la dicha villa de Alarcón e que los moradores e vesinos de la dicha villa e de su tierra los entrauan a labrar e los poseyan por la dicha villa e qualquier vesino que las posee por la dicha villa non le perturba ninguno la dicha posisión pero sy las dexa anno e día dis que bueluen dichas tierras a la dicha villa e qualquier otro vesino las puede entrar e labrar con este uso e costunbre e agora dis que es venido a noticia del conçejo de la dicha villa que algunos entraron a labrar las dichas tierras no quieren guardar el dicho huso en costunbre de la dicha villa e su tierra antes dis que por posisyón que dellas tienen que son suyas e que las pueden vender e enagenar por suyas e como suyas por lo qual dixo que venya grand perjuysio de la dicha villa e tierra[1]
Las tierras llecas y baldías se consideraban como propios de la villa de Alarcón, que se garantizaba un derecho eminente de propiedad sobre las mismas. Se garantizaba el labrantío de este tipo de tierras siempre supeditada al reconocimiento de la propiedad por la villa de Alarcón, que dejaba se labraran libremente por los colonos, siempre que la tierra no fuera abandonada por más de un año y un día. Ni que decir tiene que el viejo uso fue entendido al revés, de modo que los colonos tendieron a considerar como de su propiedad las tierras labradas dos años consecutivos. En cualquier caso, lo que el texto anterior demuestra es que el labrantío en lo que luego serán aldeas jareñas como Quintanar, Tarazona y Madrigueras, a la altura de 1462 ya hay una ocupación del espacio agrario permanente, pues los colonos entendían el derecho de ocupación de las tierras como título de propiedad, entendido en el sentido quiritario, que comprende el uso de las mismas y el abuso, o derecho a su enajenación.
Las tierras llecas y baldías de Alarcón se extendían ampliamente por el suelo de Alarcón, pero el concejo de esta villa, por boca de su procurador Juan Sánchez Gallego, demostraba preocupación grave por el proceso de usurpación de estas tierras del sur y distantes de la villa. Nosotros hemos apostado por el nacimiento de las aldeas jareñas durante la guerra del Marquesado; es evidente que los topónimos geográficos existen ya y por sus nombres son mencionadas en el mandamiento que el corregidor del Marquesado de Villena, Diego de Heredia, emite el diez de octubre de 1462, aunque no podemos determinar la existencia núcleos poblados, pues aparte de los topónimos y la cita de un pozo en Madrigueras poco más se dice, ni siquiera se menciona la calificación de alquerías que se citan en los amojonamientos de 1481; ahora bien, es difícil pensar que una ocupación permanente del espacio agrario no fuera acompañado ya del levantamiento de alguna casa o edificación de morada por aislada que fuera, por la sencilla razón de que la misma distancia del núcleo poblado más próximo hacía poco menos que inviable los desplazamientos para el labrantío de la tierra (y más si pensamos que el animal de arada era el buey). Además, el proceso roturador de tierras había llegado por el sur hasta el término del Júcar y los límites de Jorquera, (se cita expresamente desde el Valdespinar hasta la Motilla), aunque en este caso creemos que se trata de colonos llegados desde Iniesta.
La confirmación del poblamiento de la zona nos viene dada en otro documento seis años posterior, aunque en este caso hace mención a la zona de la Ensancha de Alarcón, limítrofe con Iniesta, y la aparición por primera vez de Casa de Gil García. Certificación de poblamiento, pero también del escaso número de moradores. De hecho, en otros lugares del obispado de Cuenca, tal como nos aparece en otro documento, el arcediano de Alarcón era incapaz de cobrar los diezmos de aquellos núcleos que se movían entre la despoblación y un escaso número de moradores que no iba más allá de la media docena, tales eran Rus, Villar de Caballeros, las incipientes aldeas de El Cañavate o Robredillo de Záncara[2].
En el caso de la Ensancha de Alarcón, el movimiento de roturación de tierras venía desde Iniesta, cuyos vecinos se aprovechaban de los usos comunes de la tierra de Alarcón por su integración en el Marquesado
Çiertos vesinos de la villa de Yniesta e otras partes que labran e cojen pan e vino e otras symillas e otras qualesquier cosas en los llecos que dicen de las Madrigeras e de la casa de Gil Garçía e la casa de Albarrilla, en el villar de Domingo Peres[3]
La zona de la Ensancha y Madrigueras era variada en la producción agraria, además de pan y vino, se cultivaban las hortalizas, el lino y el cáñamo. El arcipreste de Alarcón era conocedor del desarrollo agrario de la zona, pero también de la inestabilidad de la producción; por esa razón, la recaudación del diezmo tomaba la forma de renta fija con los colonos a pagar, expresamente se decía, independientemente de circunstancias sobrevenidas, naturales o de guerra[4]. La cuantía del diezmo quedaba estipulada en diez fanegas de trigo y cinco arrobas de vino.
Aparte de la preocupación del concejo de Alarcón por la usurpación de sus tierras, con toda probabilidad hemos de ver el deseo del marqués de Villena de controlar el auge de este movimiento de colonización de tierras en beneficio propio. Sabemos de sus intentos de considerar las tierras llecas como de su propiedad y la imposición de un impuesto por su cultivo, llamado terrazgo y consistente en el pago de un cahiz de cereal por cada quince cahíces cosechados[5]. El movimiento roturador de mediados de siglo debió ser generalizado en todo el Marquesado de Villena. Tenemos testimonios de nuevas vecindades en las aldeas de Castillo de Garcimuñoz, que se prolongaron hasta los momentos previos a la guerra[6]. A la altura de 1462, podemos confirmar ese movimiento de rompimiento de tierras que fue acompañado de un crecimiento demográfico. Sí es cierto que, por testimonios orales posteriores, los núcleos principales como San Clemente o Villanueva de la Jara apenas si demuestran crecimientos espectaculares de su población. No cabe duda que la guerra actuó como elemento corrector negativo y que la misma actividad agraria tuvo que ceder ante la ganadería, pero tal fenómeno aparente de contracción está escondiendo en realidad cómo las roturaciones de mediados de siglos dieron lugar a un fortalecimiento de aldeas insignificantes, caso de Sisante, o a la aparición de formas de población dispersas que darán lugar a casas aisladas, por ejemplo Casasimarro, o a alquerías que serán el elemento aglutinador en torno al que crecerán las futuras aldeas de Tarazona, Quintanar o Madrigueras.
Para determinar el proceso de usurpación de tierras se tomó declaración jurada a veintidós vecinos de Alarcón y su tierra, como determinadores, que incluían además de vecinos de la villa madre, de otras aldeas y villas desde donde se estaban llevando a cabo las roturaciones: San Clemente, Vara de Rey, La Roda, Villanueva de la Jara, El Peral, Motilla e Iniesta. Los testimonios nos aportan los llecos y baldíos en el horizonte de la roturación de tierras, su extensión y los labradores que labraban esos terrenos. Aunque curiosamente hay un silencio llamativo en lo que luego serán aldeas jareñas del sur; quizás se intentó evitar entrar en colisión con un proceso de asentamiento muy consolidado.
La descripción de este grupo de peritos nos enumera una a una las roturaciones del momento. En un vallejo de la Calera, camino del Picazo, encontraron tierras labradas por Alonso Díaz González, que también había labrado tierras en el vallejo de los Arenalejos. Ambas tierras estaban incluidas en la redonda que la villa de Alarcón había cercado en torno a ella.

Los determinadores avanzaron por la senda del Castellar hasta llegar a la cueva del Castellar. Desde la peña del Castellar, río abajo, hasta el barranco de la Higuera, se tenía por tierras llecas de Alarcón, pero ahora no estaban cultivadas, aunque lo habían estado anteriormente por Juan Sánchez de Chinchilla, aunque el concejo de Alarcón le había revocado la licencia para explotar estas tierras en un contencioso poco amistoso
E después que Gonçalo Sánchez de Alarcón en nonbre del dicho conçejo e otros muchos omes ge la rreuocaron[7]
La zona, en los límites actuales entre Gabaldón y Motilla, respondía a roturación de tierras por los labradores motillanos.
Fueron de aquí adelante por la senda del Castellar e llegaron a la cueva del Castellar, cerca del rrío e dixeron los desterminadores que desde la peña del Castellar fasta el barranco de la Figuera que es el rrío abaxo que es de Alarcón e lleco del conçejo[8]
Quizás no se perdonaba la intrusión de un forastero en un territorio que los motillanos consideraban propio. En el momento de la visita de los determinadores estaba cultivando esta tierra Diego Sánchez Sastre, vecino de Alarcón; el terreno cultivado era de ciento cincuenta almudadas. Más abajo del barranco de la Figuera hasta la rambla Honda, varios colonos cultivaban una superficie menor de cincuenta almudadas, aunque a la hora de citar a los colonos se repite el nombre de Diego Sánchez junto al de Juan Sánchez Gallego. De allí camino a unas salegas en el llamado asómate[9] de la casa del Picazo, población que nos aparece en este momento como simple casa. El total de tierras llecas pertenecientes a Alarcón en este paraje era de doscientas almudadas.
Desde las salegas hasta el camino de Tébar, por uno y otro lado del río, quinientas almudadas, labradas de nuevo por Juan Sánchez Chinchilla y Juan Sánchez Ballestero. Desde allí, dos mil almudadas más
Como va el dicho camino de la dicha Téuar e entra en la cañada que va el camino que labra Gil López morador en Villanueva fasta la choça que labraua Martín Sánchez del Picaço de la senda abaxo e agora labra Juan Sánchez Ballestero e derecho al vallejo de la fuente Arenosa de un cabo del río e del otro[10]
Los llecos de Alarcón se extendían desde la Choza, (¿Las Chozas, granja de Alarcón?) de Martín Sánchez del Picazo hasta el carril que sale del vado del Fresno y va hasta Sisante. Un total de mil quinientas fanegas que caían en la órbita de una aldea de gran porvenir, Sisante, y que partían del vado del Fresno, donde San Clemente construirá cincuenta años después los molinos del Concejo. Más abajo del carril que iba del vado del Fresno y hasta los molinos de la Losa, posesión por entonces de Hernando del Castillo, el futuro alcaide de Alarcón; en total mil setecientas almudadas más. Sobre estas almudadas había puesto sus ojos Hernando del Castillo, provocando bastante recelo de los vecinos de los lugares comarcanos. Los propios determinadores para negarle cualquier derecho al futuro alcaide de Alarcón añadieron, apoyados en el juramento de tres testigos, que
nunca vieron que los dichos molinos touieran exido ninguno de yerua nin de lauor, saluo de un año a esta parte que oyeron desçir que Fernando del Castillo auía puesto unos molinos en el canpo susodicho pero que nunca lo conosçieron por suyo
El siguiente espacio llegaba hasta el molino de los Nuevos, pero las tierras llecas se extendían por la margen derecha del Júcar, el llamado rincón de Alonso García, labrado en otro tiempo, pero que a la altura de 1462 había sido convertido en dehesa, unas setecientas almudadas, que se unían a otras quinientas almudadas incultas entre rincones y vallejos. Más al este, y siguiendo la cañada de la Losa en dirección a Casasimarro, entonces casa de Simarro a secas, los pinos “gordos” daban paso a tierras de labrantío, llecos propios de Alarcón. Al sur camino del molino de la Foz (¿del Batanejo?), trescientos almudes más, de los que no se conoce colonos. Bajando hasta el término de La Roda por la margen derecha del río Júcar y hasta la dehesa de Galapagar, mil setecientas almudadas más de tierras llecas. Al sur de la dehesa de Galapagar hasta limitar con el río Júcar se extendían dehesas de yerba y caza hasta la Motilla, actual Motilleja, límite con los términos de Jorquera.
Eran los mismos términos que Alarcón defenderá como propios al finalizar la guerra del Marquesado en 1480. Pero, en este momento, Alarcón en virtud de la sentencia de fijación de términos con San Clemente en 1455 pretende la margen derecha del Júcar hasta llegar al vado del Fresno, y más allá, intenta reducir los derechos de Hernando del Castillo sobre los molinos de la Losa a la casa y piedras levantadas por el río, mientras recuerda su posesión sobre los territorios al sur de Villanueva de la Jara y los lindantes con Iniesta, que después de 1480 ambicionará la aldea la Jara, pero que ahora es simple pretensión de particulares. Aun así, los terrenos próximos al Júcar muestran una incipiente roturación hasta llegar a El Picazo o los impulsos que llegan desde la aldea de Sisante hasta el vado del Fresno; hasta llegar a la casa de Simarro dominan todavía los pinos “gordos”. Desde Galapagar, al sur de la actual Villalgordo del Júcar, hasta los límites de Jorquera todo es dehesas de yerba y caza.
Significativo es que las tierras llecas de Alarcón son explotadas, cedidas tal vez en arrendamiento, por unos pocos labradores de los que nos han quedado los nombres que las labraban de forma monopolística: Alonso Díaz. Juan Sánchez de Chinchilla, Juan Sánchez Ballestero. Estas cesiones del concejo de Alarcón a favor de particulares debieron chocar con los moradores de las aldeas más próximas a estos llecos y baldíos que ambicionaban la explotación de estas tierras y que se remitían al fuero de Alarcón para defender el libre uso de unas tierras que consideraban comunales y de libre aprovechamiento. Hemos señalado el conflicto con Juan Sánchez de Chinchilla en la senda del Castellar, pero los conflictos debieron ser más graves en Quintanar, Tarazona, Madrigueras o la llamada luego Ensancha de Alarcón, en los límites de Iniesta, donde un movimiento de rompimiento de tierras más intenso era visto por el concejo de Alarcón como simple usurpación de sus términos.
A los viejos conflictos de las aldeas con la villa de Alarcón, se unía uno de mayor calado: la intromisión señorial, no solo del marqués, sino también de sus criados. Nos aparece la figura de Hernando del Castillo, por entonces camarero del maestre de Santiago[11], que se arrogará el monopolio de los molinos en la ribera del Júcar entre la Noguera y la Losa, por concesión de don Juan Pacheco. Aunque la concesión es de 18 de junio de 1462, del propio texto se deduce que la apropiación de los molinos es de un año anterior; algo que fue mal digerido tanto por los particulares como por los vecinos de Alarcón, que intentan cortar de raíz cualquier derecho añadido de apropiación de la tierra que vaya más allá de los molinos. Es más, la donación de los molinos habría de ser ratificada tres años después. A las apetencias señoriales de Hernando del Castillo, se sumaban otras como el legado del doctor Pedro González del Castillo, que poseía las de Galapagar y Olivilla.
Un tercer conflicto era con el estado eclesiástico, que veía cómo la usurpación por los vecinos de estas tierras le restaba los ingresos procedentes de los diezmos. El cobro de los cahíces de Tarazona o Quintanar se haría integrando estas nuevas poblaciones en Villanueva de la Jara y en el caso de la Ensancha de Alarcón, como hemos visto, a través de una cantidad fija determinada de antemano.
El presente inventario de tierras llecas y baldíos del concejo de Alarcón, bajo juramento de veintidós vecinos y moradores del suelo común y ante dos de sus alcaldes ordinarios, muestra el interés y persistencia de la villa por mantener sus propios frente a las usurpaciones señoriales, pero también frente a aquellas otras de particulares. El inventario de llecos a ambos márgenes del Júcar sería el apoyo de la villa de Alarcón para mantener sus propios tras la derrota de la guerra del Marquesado, infructuosamente, caso de la disputa con San Clemente, y con más éxito, caso de la disputa con Villanueva de la Jara. Alarcón conservaría íntegros los llecos de la margen izquierda del Júcar.

ARCHIVO DE LA CATEDRAL DE CUENCA (ACC), I, caja 41, nº 3, Inventario de las tierras llecas de Alarcón realizada por mandato de Diego de Heredia, corregidor del Marquesado de Villena.
                             *********************
Relación de personas que aparecen (14 de octubre de 1462)
  • Diego de Heredia, corregidor del Marquesado de Villena por don Juan Pacheco
  • Juan Sánchez Gallego, procurador de la villa de Alarcón
  • Juan de Iniesta, escribano público de la villa de Alarcón
  • Gil de Olmedilla, alcalde ordinario de Alarcón
  • Diego de Almansa, alcalde ordinario de Alarcón
Determinadores de las tierras llecas y baldíos:
  • Martín Sánchez de Tébar, vecino de San Clemente
  • Antón López de Fuentelespino, vecino de San Clemente
  • Martín Sánchez Barriga, vecino de Vara de Rey
  • Pedro Sánchez Fraile, vecino de Vara de Rey
  • Gonzalo Sánchez vecino de Vara de Rey
  • Alfonso Fernández Notario, vecino de La Roda
  • Jaime Martínez de la Mota, vecino de La Roda
  • Benito Sánchez Pescador, vecino de Alarcón
  • Juan Sánchez Ballestero, vecino de Alarcón
  • Juan Sánchez Rubio, vecino de Alarcón
  • Juan Martínez de la Casa, morador en Villanueva de la Jara
  • Juan Martínez Prieto, morador en Villanueva de la Jara
  • Gómez Pérez, morador en Villanueva de la Jara
  • Bartolomé Sánchez Fajardo, morador en Villanueva de la Jara
  • Juan Sánchez del Pozoseco, morador en Villanueva de la Jara
  • Juan Martínez de Sancho Martínez, morador en EL Peral
  • Martín Sánchez Lázaro, morador en El Peral
  • Gonzalo Sánchez de Arnedo, vecino de La Motilla
  • Juan Martínez Guerrero, vecino de la Motilla
  • Juan Garrido, vecino de Iniesta
  • Alonso García de Ibáñez Gil, vecino de Iniesta
  • Pedro Jiménez, vecino de Iniesta
Otros vecinos:
  • García Arévalo, vecino de Alarcón
  • Juan Catalán, vecino de Alarcón
  • Alonso López, pregonero, vecino de Alarcón
  • Juan García de la Casa, vecino de Alarcón
  • Mateo, hijo de Alonso López, cardador, vecino de Alarcón
  • Martin Sánchez de Medina, vecino de Alarcón
  • Martín Fajardo, vecino de Vara de Rey
  • Martín de Vala de Rey, vecino de Vara de Rey
  • Juan de Vala de Rey, padre del anterior, vecino de Vara de Rey
  • Gil de Francia, vecino de Iniesta
  • Juan de los Heras, morador de Villanueva de la Jara
  • Juan del Provencio, molinero de la Losa



[1] ARCHIVO DE LA CATEDRAL DE CUENCA (ACC), I, caja 41, nº 3, Inventario de las tierras llecas de Alarcón realizada por mandato de Diego de Heredia, corregidor del Marquesado de Villena. Alarcón, 1462, octubre, 14. Hay copia posterior, aunque con errores de transcripción (ACC, I, caja 41, nº 2)
[2]  ACC, I, caja 41, nº 1. Pedro de Escamillo, clérigo cura de Algarra, Fernando de Fuenterabia, clérigo cura del Robladillo de Zancara, y Fernando de Aguerlo, cura de Pajarón, otorgan poder a Alfonso de Pinarejo para obligarse a pagar los marevedís a los refitores de Zafra, Alcañavate, Santa María del Campo Rus, Villar de Ceballos y Villanueva de Alcorón. Castillo de Garcimuñoz, 1466, julio, 1
[3] ACC, I, caja 41, nº 17 (Olim Cajón 5, Legajo 19, Nº 264). Compromiso y arrendamiento de los diezmos de los llecos entre el Cabildo de Cuenca y Diego de Iniesta, Arcipreste de Alarcón. Cuenca, catedral Sala Somera, 1468, julio, 6
[4] Poco o mucho lo que Dios diere e a todo caso fortuito e ynopinado de piedra e nibla seca langosta yelo quema e a toda guerra de rrey a rrey o de ynfante heredero o de hermandad o de otro qualquier señor o señora poderoso o non poderoso e a otra qualquier que sea et a todo rrobo fuerça toma pestilençia (Ibídem)
[5] ORTUÑO MOLINA, Jorge: Realengo y señorío en el Marquesado de Villena. Real Academia Alfonso X el Sabio. Murcia, 2005. pág. 257
[6] AHN. CONSEJOS, 31760, 44 y 33: Junto a los que desempeñan oficios vinculados a los paños hay numerosos vecinos que se asientan en las aldeas dependientes de Pinarejo, La Almarcha o Torrubia, favorecidos por las ventajas fiscales que se otorgan: los cinco primeros años se pagan tributos por la mitad de los bienes dejados en el lugar de origen y los siguientes cinco por los bienes poseídos.
[7] ARCHIVO DE LA CATEDRAL DE CUENCA (ACC), I, caja 41, nº 3, Inventario de las tierras llecas de Alarcón realizada por mandato de Diego de Heredia, corregidor del Marquesado de Villena. Hay copia posterior, aunque con errores de transcripción (ACC, I, caja 41, nº 2)
[8] Ibídem
[9] “Asomadero” en la copia posterior del documento
[10] Ibídem
[11] ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 1628, PIEZA 15. Pleito entre Alonso del Castillo y la villa de San Clemente por la edificación de un molino en el vado del Fresno. 1515, folios 25 y 26 vº