El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)
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sábado, 20 de febrero de 2021

LA SIGNIFICACIÓN HISTÓRICA DE SANTIAGO DE LA TORRE

 



Santiago de la Torre se llamó en origen El Quebrado; "que ahora llaman Santiago" se dirá en una carta de avenencia entre el obispo de Cuenca y el comendador de la Orden de Santa María de Cartagena por la partición de los frutos decimales de su iglesia, fechada en 1279. Sin embargo, Santiago, como otras tantas poblaciones, desaparece de los textos en el desierto documental del siglo XIV, justo en el momento que nace El Provencio como puebla a la Historia. El andar renqueante de ambos pueblos en el trescientos confundirá a los hombres varias decenas de años después y en el deseo de buscar identidad a los pueblos hará a uno y otro, sin razón en el caso de Santiago, como lugares de Alcaraz amputados a esta tierra. Ni uno ni otro pagarán diezmo a las tazmías de Alarcón.

Pero es en la primera mitad del siglo XV, cuando Santiago el Quebrado surge a la historia. Se dice que un criado de los Pacheco, Rodrigo Rodríguez de Avilés, es quien adquiere el lugar, aunque quien presta sus servicios a Juan Fernández Pacheco (prestaciones carnales incluidas) es su suegra, pero este judío de Ocaña, que presta sus servicios al rey Juan II con varias lanzas, es para los de Alarcón caballero que defiende sus intereses y en virtud de los cuales recibe Santiago como donadío en 1404. A este Rodrigo Rodríguez de Avilés le acompañó la desgracia, preso de los moros, la fortuna de este arrendador de impuestos se pierde en su rescate, pero sus herederos llevarán la sangre de la madre Beatriz Hernández, conocida como la pachequita, bastarda y hermanastra de María Pacheco, y a su sombra medrarán, cuando se hacen con el señorío de Minaya.
No obstante, el protagonismo de la política de esta zona de la Mancha conquense corresponde en el segundo cuarto del siglo XV al doctor Pedro González del Castillo. De este hombre y de su familia apenas si se sabe nada en su origen; procedente del Castillo de Garcimuñoz, se ha asociado como un miembro más de una de las familias más enigmáticas del obispado de Cuenca: los Origüela. A la espera de que otros demuestren la filiación, no tenemos más constatación de su sangre Origüela que el testamento de su sobrino Pedro, pero tenemos sospechas para pensar que su sangre judía debía quizás más a los Cabrera que a los Origüela. De su padre letrado, Lope Martínez, heredó el oficio en la corte; de su madre Teresa nada sabemos, ni siquiera el apellido. De hecho, el doctor Pedro no quiso recordarlo, adjudicando el paterno, y su hermano Hernán, que se llevó los huesos del padre a enterrar a San Clemente, se olvidó de los de su madre.
El doctor Pedro González del Castillo y su hermano Hernán eran figuras al alza, bajo la sombra y poder del condestable Álvaro de Luna y ambos constituyeron, con permiso de los Pacheco de Belmonte, el núcleo de poder más fuerte en las inmediaciones del Záncara y del río Rus. En 1428, el doctor Pedro convierte el donadío de Santiago comprado a los Avilés en señorío jurisdiccional, esa jurisdicción se extiende a Santa María del Campo Rus, al tiempo que se dota de una hacienda inmensa, centrada en Santiago y en Las Pedroñeras, sus tierras llegarán a los muros de este lugar. Aunque la base de su poder serán los molinos, en el Júcar y en el Záncara. Su hermano Hernán intentará lo propio en San Clemente, aunque parece llegar tarde a cualquier intento de creación de señorío jurisdiccional.
Es en torno a la década de 1430 cuando esta zona nace para la Historia, aquellos pequeños lugares de Santa María del Campo Rus o San Clemente, donde don Juan Manuel descansaba en sus salidas de Castillo de Garcimuñoz, comienzan a tener historia escrita (desgraciadamente desaparecida en gran parte). Para los aldeanos la visión de ese renacer son las torres que se levantan ante sus ojos: la de Santiago, que ahora se llamará de la Torre, y la de San Clemente, la llamada Torre Vieja. Con estos González del Castillo, los aldeanos de las cuencas del río Rus y el Záncara despiertan a la historia de una familia los González Castillo, y sus parientes Origúela, incardinados en la política del Reino como miembros de los Consejos, embajadores en los concilios o entablando hábiles alianzas con poderosas familias, tales los Portocarrero en Salamanca, los Prestínez en Burgos o los Franco, judíos conversos de Toledo. El símbolo de ese poder es la torre de Santiago y esa otra fortaleza de Torres del Castillo en Salamanca. El doctor Pedro González del Castillo sueña con su fortaleza de Santiago y sus deudas con sus tierras de origen conquenses, quiere ser enterrado en la iglesia del Quebrado, hasta parece renegar de su alianza con los Portocarrero, pues, olvidando un malogrado primer matrimonio, quiere hacer de su bastardo el licenciado Hernán el heredero de su linaje, obviando los intereses de su mujer. Ahora bien, la fortuna es cambiante y la del doctor Pedro irá ligada a la del condestable Álvaro de Luna; cobijado a su sombra ha sido incapaz de ver el fulgurante ascenso de Juan Pacheco.

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Los sueños del doctor Pedro González Castillo de crear un gran señorío en torno a Santiago de la Torre pronto se desvanecieron. Su dominio en Santiago de la Torre y Santa María del Campo Rus era pequeño Estado, que, al igual que El Provencio en manos de los Calatayud, era sombra de la concesión regia del marquesado de Villena al maestre don Juan Pacheco. Además, los capítulos entre el doctor Pedro y el concejo de Santa María del Campo tenían más de concordia que de sojuzgamiento.
Las disputas familiares acabaron con toda posibilidad de crear una entidad de importancia. La mujer del doctor Pedro González del Castillo, Isabel Portocarrero, se apresuró a garantizar de su marido la constitución de un mayorazgo que legara a su hijo Juan los bienes familiares, pero en esa costumbre e invento castellano de la llamada mejora del tercio y quinto, gran parte de los bienes fueron a un hijo bastardo anterior, el licenciado Hernán González del Castillo, que daría lugar a dos linajes diferenciados, los Alarcones de Sisante, y los Ruiz de Alarcón, otros más, que conservarán la parte de la herencia en torno a la llamada aldea y molino del Licenciado (en Castillo de Garcimuñoz y junto al Júcar). Como se ve, los apellidos habían cambiado, en este caso, por asunción de apellidos maternos, pero es que estamos ante una de las familias conquenses más camaleónica, ya no tanto por ocultar el apellido Origüela sino por mandar a hacer puñetas un apellido tan común como el de González, pero que en boca de los contemporáneos debía ir acompañado de algún otro tenido por infecto, es decir, judío.
Muerto el doctor, ni la viuda ni los hijos hicieron mucho por mantener la obra del padre. Juan Castillo y su hermano Alonso Portocarrero andaban a la gresca, el segundo ni aceptaba la herencia del bastardo Hernán ni el mayorazgo del primogénito. Dicho en pocas palabras, el hecho de que el padre le legara sus libros no lo debió dejar muy satisfecho. Y, es que, aunque el chico salió buen estudiante, su madre Isabel Portocarrero, de la que tomó el apellido, pensaba para él la herencia centrada en tierras salmantinas e incluida en el mayorazgo de Juan. Alonso, al que se le insinuaba la posibilidad de vestirse los hábitos, comprendió que si quería ser alguien, mejor letrado que cura, y mejor en la Corte que en el pueblo. Fue su elección (sería maestre sala de los Reyes Católicos), la que salvó a la familia, pues su hermano Juan tuvo la idea de declararse partidario de la Beltraneja en la primera fase de la guerra de Sucesión castellana, allá por 1476. Si conservó sus posesiones de Santiago de la Torre, fue más por la inteligencia ajena de los reyes, que por la propia, pues, con ánimo de dividir a sus enemigos, le perdonaron su error y su hacienda. Quiero decir que su cambio de fidelidad, malgré lui, evitó que el castillo de Santiago de la Torre se convirtiera en una de esas fortalezas desmochadas o aniquiladas, tal como le pasó al castillo de El Cañavate.
Mientras los hermanos Juan y Alonso seguían con sus disputas familiares (las normales, cuando hay dinero por medio); disputas que llegaron hasta la muerte de Juan; el pueblo de Santiago de la Torre parecía ajeno a todo y vivía la segunda mitad del siglo XV como un revival. Los viejos siempre recuerdan un pasado mejor, pero en el caso de Santiago, no parecían equivocarse, pues había conocido un lugar habitado por cien vecinos, es decir unas cuatrocientas almas, un pueblo feliz con sus fiestas y sus músicos y, sobre todo, un pueblo de pastores. De Santiago, será la familia, luego sanclementina, de los Herreros, que decían ser descendientes de los conquistadores de Madrid (algo, de esa u otra ciudad, a lo que todos podremos aspirar si rascamos en nuestros ancestros) o tal decían doscientos años después, ahora, a finales del siglo XV, se dedicaban a hacer dinero: criando ganado y predicando su odio a los Pacheco o a cualquiera de sus aliados. Era un caso notorio, pues los santiagueros no disponían de tantas cabezas de ganado, aunque fue la posesión de ovejas y cabras la causa de su decadencia como pueblo y su reducción a menos de treinta casas hacia 1520.
En esa decadencia, parte de culpa, bastante diríamos, tuvieron los provencianos y los sanclementinos, que, aunque de amigos tenían poco, por no decir nada, sí participaron de una idea común: intentar hacerse ricos, o al menos salir de la miseria, plantando viñas. Fue un movimiento roturador frenético; largas lenguas de hileras de viñedo salieron de ambos pueblos para confluir. Su resultado fue que acabaron con los pastos de las ovejas de Santiago de la Torre y, mucho peor, desecaron los lavajos y arroyos. Las aguas corrientes devinieron en estancadas y, de ahí, en foco de enfermedades que diezmaron las ovejas y la población de Santiago de la Torre. Los más arriesgados, o necesitados, abandonaron el pueblo, se convirtieron en agricultores y emigraron a Las Pedroñeras en cuyo auge no es ajena la migración santiaguera.
Mientras sus vecinos se iban, su señor, Bernardino del Castillo Portocarrero, hijo de Juan y nieto de Pedro, competía con su amigo Alonso de Calatayud, por establecer un régimen de terror con sus vasallos. La fortaleza de Santiago era tan odiada como la de los Calatayud en El Provencio. Si la de los Calatayud sería arrasada por los provencianos en Las Comunidades, la de Santiago de la Torre se había librado treinta años antes de ser quemada por los mismos provencianos que hasta allí acudieron con sus carros llenos de paja. No parece que eso arredrara a don Bernardino con fama de colgar de las almenas a alguno de sus alcaides.

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Cuando Hernando de Colón, el hijo de Cristóbal, llega a Santiago de la Torre en 1517 o algún año antes, si es que le dio tiempo a visitar tantos lugares para su Cosmografía, encuentra un lugar en irremediable decadencia: treinta vecinos lo pueblan, nos dirá, cuando ha poco tenía doscientos, en cifra tan exagerada como lo será él mismo, que el hombre intentaba emular en sus descubrimientos en España lo que su padre el Almirante encontró en Indias. Sobre el declinar de Santiago no le faltaba razón, sin saber las causas. Hemos adelantado algunas de ellas, la más sugerente en estos tiempos de pandemias es la de unas aguas infectas y estancada y unos ganados transmitiendo sus enfermedades a los hombres. Causa subsidiaria de otra principal. "La revolución del año mil quinientos en la Mancha conquense" provocó la huida de los vecinos de las tierras de señorío; no hemos de pensar en vecinos agazapados y con escasos enseres huyendo nocturnamente de sus pueblos, no, sino familias que a plena luz del día destejaban los techos de sus casas y demolían las piedras de sus muros para construir nuevas casas en tierras de realengo. Quien lo relataba así era un impotente Alonso de Calatayud, que veía desmochar su pueblo de El Provencio en vano intento de crear otro en 1510: Villanueva de la Reina. Todo el mundo quería casa libre de ataduras señoriales y campos o viñas en propiedad... tierra sobraba. Era la misma tierra que los pastores santiagueros hollaban; la ruina de los pastores y sus ganados los obligó a mutar sus ocupaciones y a adaptarse a los cambios. Hoy se llama a eso resiliencia o al menos eso dicen los próceres y triunfadores de este capitalismo equinoccial, entonces era ganarse el pan, llevados los hombres de la necesidad.
Los hombres abandonaron Santiago de la Torre hacia las villas de realengo en busca de la tierra que sobraba, bien a El Provencio bien a San Clemente o bien a la arruinada, por las guerras, La Alberca. Aunque su principal destino fue Las Pedroñeras. Sin ánimo de crearme enemigos en este pueblo he de decir que Las Pedroñeras debe sus existencia histórica a Santiago de la Torre. Solo la vitalidad de los nuevos repobladores santiagueros dio el impulso a esta pequeña villa para lograr la suficiente identidad que garantizara su existencia frente a la amenaza de los Castillo Portocarrero y los Pacheco de Belmonte, con ambiciones en Robredillo de Záncara, sus molinos y sus tierras. Las Pedroñeras a comienzos del siglo XVI fue un peón más en las ambiciones territoriales de la villa de San Clemente, que quería llevar sus fronteras hasta el Záncara y se inventó un aliado en los pedroñeros para negar su existencia a provencianos y santiagueros. Aunque quien pusieron los hombres para hacer posible ese proyecto fueron los santiagueros. El modelo fue el mismo, que por ejemplo en El Cañavate. Los pastores santiagueros, devenidos por la necesidad en labradores, explotando como renteros las tierras que los Castillo Portocarrero poseían en Las Pedroñeras (alrededor de dos mil ducados de hacienda); al faltar hombres y sobrar tierra, las condiciones de los arrendamientos eran favorables a los colonos, que pronto comenzaron a roturar otras tierras llecas y conseguir su propiedad por las ventajas forales del suelo de Alarcón. Señores y colonos se beneficiaban de la nueva situación, aunque el conflicto estalló por los usos tradicionales... y comunales. A todos les movía el interés particular, pero todos necesitaban de los viejos usos comunales: mientras la propiedad privada crecía, la comunal menguaba. Dehesas boyales empequeñecidas, mientras las bestias de labranza aumentaban; tierras de pastizal sustituidas por las viñas, en tanto que los nuevos colonos comprendían que mantener el ganado era una oportunidad de negocio para el abasto de unas villas de realengo en crecimiento desaforado, y, en fin, cosas tan simples como necesidad de esparto para alpargatas para los pies, troncos de carrasca para edificar casas o labrar arados, masiega para colchones de las camas o bellotas para comer.
Para impedir estos usos comunales se erigía ahora la fortaleza de Santiago de la Torre (o para esconder el trigo que tanto Alonso de Calatayud o Bernardino del Castillo robaban con eso que llamaban el rediezmo). No hemos de pensar en grandes mesnadas al servicio del señor ni los lugareños lo veían así tampoco. La fortaleza de Santiago estaba en manos de un alcaide y un puñado de criados armados al servicio de don Bernardino: una pandilla de malhechores a los ojos de los contemporáneos o ,más bien, unos de tantos necesitados en un mundo de bribones en el que todos perseguían lo mismo, su propio interés, en el que todos se conocían o tenían lazos familiares y en el que lo común eran los tratos... hasta que los labradores se internaban en los espacios comunes que don Bernardino ahora adehesaba; entonces, y los más propicios a ser víctimas eran los pedroñeros, de los tratos se pasaba a la somanta de palos que solía recibir el intruso de los "caballeros " de don Bernardino, aunque la cosa se solía arreglar con alguna multa o embargo de algún útil, mediante la visita a las mazmorras del castillo de Santiago de la Torre, situadas en el inferior de su torre de homenaje. Como siempre, los hay con exceso de celo y dispuestos a hacer del servicio a su señor la negación de su persona; tal era un alcaide Cisneros, quizás ocupara el puesto en el umbral de los años 1520 a 1530. Este hombre inspiraba terror en los pueblos vecinos por su crueldad. Quizás (y disculpen la digresión) era como aquel guarda de Castillo de Albaráñez un cabrón redomado, un tal de la Madre, que hizo imposible la vida a mis antepasados de Arrancacepas y llegó a matar a alguno de ellos en sus aventuras nocturnas por hacerse con leña. El alcaide Cisneros, sin ser consciente, sustituía en crueldad a su señor don Bernardino del Castillo, que decidió colgarlo de las almenas del castillo y exponer su cuerpo a la visión de los labradores, no tanto porque su crueldad compitiera con el señor, sino porque se estaba quedando con las exacciones que le pertenecían. Claro que para ganarse esas rentas "feudales" don Bernardino se lo había trabajado desde comienzos de siglo; lo sabían bien alberqueños o santamarieños. ¿El principal motivo de disputa? La caza de conejos. Claro que si París bien vale una misa, don Bernardino se dio cuenta tarde que un conejo no valía la pena para desencadenar una revolución, la de las Comunidades.

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La figura del doctor Pedro González del Castillo sigue siendo una incógnita. Hombre de gran significación en la corte de Juan II, comenzamos a tener noticia de él por algún documento del Archivo Municipal de Cuenca, que en su día transcribió TIMOTEO IGLESIAS MANTECÓN, situando a Pedro González de Castillo en 1426 como Alcalde de Provincia. No obstante, las genealogías familiares sitúan a nuestro doctor como uno de los letrados castellanos destacados en el compromiso de Caspe defendiendo en 1412 los intereses de Fernando de Antequera a la Corona de Aragón. ¿Cuál es el problema? pues que tanto Zurita en sus Anales como Bofarull en el estudio de los documentos señalan que el doctor que acudió a Caspe fue Pedro Sánchez del Castillo. Es cierto que sabemos de un criado de Pedro González del Castillo, también doctor, ambos compartirían capillas de enterramiento en el convento de agustinos de Castillo de Garcimuñoz. La familia siempre defendió que Pedro González del Castillo era el Pedro Sánchez del Castillo citado por Zurita en sus Anales. Nosotros por nuestra parte estamos habituados a estos Origüela jugando indistintamente con el apellido Sánchez y González.
Pero de la genealogía de los Castillo Portocarrero destacamos su expresa mención a la construcción del castillo de Santiago de la Torre, tanto en la genealogía de la BNE como en esa otra menos conocida, donada al archivo de Trujillo por los descendientes (y cuyo conocimiento debo a Juan de Orellana Pizarro). Es difícil dar total veracidad a una familia que inventó varias genealogías (donde por no coincidir no coincidía el nombre del padre del doctor), pero no podemos de dejar de transcribir el siguiente párrafo (que confirma y detalla ese otro de la BNE), en este momento que se va a comenzar la restauración del castillo de Santiago:
"Sirvió Pedro González del Castillo con singular valor y fidelidad a los señores Reyes don Juan el Segundo de Castilla y don Fernando el I de Aragón, de los quales recibió grandes honores y mercedes que se omiten por no dilatar este memorial. Fundó a sus expensas con facultad real el castillo de Santiago de la Torre, en tierra de Cuenca, y en tierra de Salamanca la casa fuerte de la Quatro Torres, sumptuoso edificio. Edificó en su villa de Sancta María del Campo, en la capilla mayor de la Yglesia matriz , un magnífico sepulchro par él y sus descendientes, assí mesmo un convento de trinitarios calzados"

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Don Bernardino del Castillo Portocarrero salió reforzado de la guerra de las Comunidades de Castilla; a diferencia de su colega don Alonso de Calatayud había visto el movimiento comunero del verano de 1520 desde lejos, en Salamanca. Había evitado el bochorno de su aliado, el señor de El Provencio, sometido a un juicio popular por sus vecinos. Ninguno de los dos se había visto libre de la ira popular, pues si los provencianos la emprendieron contra la fortaleza de la familia Calatayud y sus odiadas mazmorras. don Bernardino vio como los santamarieños saqueaban el palacio de los Castillo Portocarrero en Santa María del Campo Rus y robaban (o expropiaban) el trigo de sus cámaras. Sin embargo, no tenemos noticias de que el castillo de Santiago de la Torre fuera objeto de la furia del populacho, aunque dudamos que fuera centro de la resistencia señorial en un momento que los Calatayud estaban retirados en Las Mesas y los Portocarrero lejos de la zona.
Acabadas las guerras de las Comunidades es probable que el emperador buscase una política de conciliación con los perdedores a la par de la represión del movimiento, pero los patricios de las repúblicas pecheras habían perdido su oportunidad y Carlos V no les perdonará su tibieza. El sanclementino Antonio de los Herreros se había ofrecido al prior de San Juan para luchar con los focos rebeldes persistentes después de Villalar, pero para mayo de 1521 se le comunica que ya no es necesario. Es más tres años después, cuando en los interminables conflictos entre El Provencio y San Clemente, los últimos invaden la primera villa con dos compañías de cuatrocientos hombres (¡todo el pueblo sanclementino armado!), Carlos V decide poner fin a esos micropoderes pecheros. Se habla del señorío de Isabel de Portugal como la época dorada de la villa de San Clemente, pero esta época fue de regresión señorial en la propia villa y de reforzamiento de los poderes externos. Es ahora, cuando don Bernardino del Castillo Portocarrero cierra su villa de Santa María del Campo a los usos comunes tradicionales y es ahora cuando Santiago de la Torre adquiere el valor de símbolo del poder señorial. Claro que junto a los vecinos apaleados por robar leña en las dehesas de Santiago surge el gran propietario que adquiere tierras en el segundo movimiento roturador de los años alrededor de 1530 que sigue a ese otro de comienzos de siglo.
La reacción de don Bernardino Castillo Portocarrero fue tajante, impidiendo a los vecinos foráneos labrar sus tierras; entre los perjudicados estaba el provenciano García Sánchez que poseía en propiedad varias hazas en el donadío de Santiago de la Torre. Sabemos que los provencianos con propiedades en Santiago sacaban su trigo del donadío hasta las eras de El Provencio para evitar las exacciones de los Castillo Portocarrero. Entre ambos contendientes se debió llegar, en los primeros años de la década de 1520, a acuerdo, que no era sino reforzamiento del poder señorial de los Castillo Portocarrero tras la guerra de las Comunidades, con la obligación de los labradores de ceder una oncena parte de su cosecha a don Bernardino del Castillo. La solución vino después de pleito entre los provencianos y don Bernardino del Castillo Portocarrero, sustanciado en la Chancillería de Granada, que reconocía a los provencianos a sacar sus mieses del donadío y a don Bernardino cobrar un onceno de cada fanega cosechada. Las relaciones con los labradores de Las Pedroñeras también se enturbiaron. Era un punto de inflexión que acababa con una época, en la que santiagueros o pedroñeros se consideraban un mismo pueblo, como hermanos y revueltos se decía (de hecho, era común que los pedroñeros hicieran un alto con sus mulas y carros en Santiago, donde, convidados, comían en común), y en la que no se conocían fronteras. Hacia sus dos montes de encinas, el viejo, en el camino de las Pedroñeras, y el nuevo, en el camino de La Alberca, acudían los convecinos a por la bellota, y hacia la dehesa de Majara Hollín y sus humedales habían acudido hasta los años veinte los provencianos, los pedroñeros y sanclementinos con sus carretas para recoger la masiega empleada para rellenar los colchones de sus camas, mientras sus mulas pacían, o para buscar espárragos entre las primeras viñas plantadas. Ahora, Majara Hollín se desecaba, sus ganados se perdían y lo que era dehesa santiaguera era objeto de disputas entre provencianos y sanclementinos por su control. Entre los provencianos que compraban tierras en Santiago el Quebrado destacaba Julián Grimaldos, además del citado García Sánchez, y otros como Pedro Sánchez de Bartolomé Sánchez que se dedicaban a romper los llecos en el camino de La Alberca, que se avinieron a pagar el onceno a don Bernardino, según recogía el testimonio de un labrador provenciano que andaba entre su pueblo y Santiago para recoger limosnas para el ermitaño que guardaba la ermita de Santa Catalina. Mientras El Provencio y Las Pedroñeras crecían en la década de los treinta, con trescientos diez y ciento ochenta vecinos, respectivamente; Santiago de la Torre, apenas si llegaba a los veinte. El empuje roturador de los vecinos de Las Pedroñeras se centraba en la hoya de Hernán Gil y en el camino de Santiago a Robredillo de Záncara.

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El poder de los Castillo Portocarrero estaba muy debilitado a mediados del siglo XVI y su fortaleza de Santiago de la Torre era mole tan impresionante como desolada. En 1565 era un lugar poco deseado como vivienda, aunque el alcaide tenía residencia allí, prefería la vivienda de Santa María del Campo Rus. Aparte de su mujer y su hija por la fortaleza se dejaba ver únicamente una cuadrilla de canteros vascos, alojados temporalmente.
Ahora, desde mediados de siglo, el mayorazgo de los Castillo Portocarrero había caído en Antonio, hijo de Bernardino, nieto de Juan y biznieto del doctor Pedro. El hombre no hizo mucho por mejorar la imagen de los Castillo Portocarrero en la comarca y, de hecho, se convirtió en el miembro del clan más odiado, sin llegar a hacer los méritos de su padre Bernardino. Siguió haciendo de la fortaleza de Santiago su centro de operaciones para, con unos pocos criados y su alcaide, negar el acceso a los espacios adehesados de la familia, pero su autoridad estaba siendo discutida en su principal villa, Santa María del Campo Rus. Quien ponía en duda su autoridad eran los García de Mingo Martín, unos labradores a los que su enfrentamiento con los Castillo Portocarrero había convertido en forajidos con cierta aureola romántica que andaban con escopeta en la mano para matar a don Antonio. No es que los hijos fueran agresivos, más bien el padre y la madre encarnaban un clan de alma indómita, creyéndose capaces de acabar ellos solos con toda la nobleza de la zona. Al menos, valentía e ira mostraba el tal Miguel García, que arrancó de un mordisco la oreja del alguacil de don Antonio, después de matar a Martín Chaves, aliado de don Antonio. El clan se atrevía a atacar la fortaleza de Castillo de Garcimuñoz, para liberar a un tal Rubio de la garra de los Melgarejo. En fin, "un mal ejemplo para la república" que decía el hombre de confianza de don Antonio. El resto es una novela de Merimée, un Miguel García refugiado en la iglesia de Santa María, vista por los santamarieños como refugio y lugar de jurisdicción real, además de eclesiástica, frente al poder señorial; apresado el malhechor en la iglesia por un iracundo don Antonio, poco dispuesto a respetar jurisdicciones ajenas, y la vergüenza pública del reo a lomos de asno y torso desnudo, mientras su anciano padre se plantaba delante de la procesión punitiva en desafío al poder de don Antonio al grito de que "quien osara meterse con su hijo no quedara cojón de ellos". Miguel García arrestado en las mazmorras de Santiago de la Torre y su fuga después que madre y hermana, y la complicidad de algún provenciano la facilitaran. La fuga de Miguel García fue clásica, valiéndose de unas sábanas hechas jirones, aunque según otros fue por la puerta, cosa creíble porque carcelero y preso solían jugar juntos a las cartas. Gracias a la cárcel y fuga de Miguel, conocemos cómo era la torre de Santiago: Miguel García fue encerrado en la mazmorra, sita en lo hondo de la torre de la fortaleza, que era un habitáculo con un único agujero en la parte superior, desde donde se bajaba al preso con una cuerda. Sobre el techo de la mazmorra había una primera pieza y desde aquí por unas escaleras se accedía a una piso superior, la cámara de armas, encima de la sala de armas había otras piezas superiores, aunque no se dice cuántas, todas ellas sin puertas y de libre acceso. Los testigos decían que para sacar a un hombre de la mazmorra eran necesarios otros tres o cuatro hombres tirando de una soga. Difícilmente podía escapar de allí el preso, aparte que el acceso exterior a la torre donde se hallaba era por una puerta con llave y un guarda de vigilancia.
Muestra de que el poder de don Antonio Castillo Portocarrero estaba muy debilitado es que la pagó con sus padres. Claro, él no, que andaba huido. Pero, tanto Pedro García el padre como su mujer Francisca Redonda era un matrimonio de armas tomar; ni en la cárcel los doblegaron: el viejo amenazaba, sus barbas eran canas pero prietas.
¿Quiénes eran estos García? Era una familia extensa, a Francisco, hermano de Miguel, se le conocían seis hijos. Sabemos de parientes en La Alberca y en El Provencio. Era una familia muy estructurada y jerarquizada en torno al patriarca de la familia, Pedro, de setenta y ocho años, y su mujer Francisca, de sesenta y seis años. Era asimismo una familia de campesinos, Miguel llevaba mies en sus mulas cuando se enfrentó con el alguacil Francisco Moreno; su sobrina Cristina Redonda estaba trillando en la era a comienzos de agosto y el secuestro de bienes de Pedro García comienza por trece fanegas de cebada y él mismo llega, en el preciso momento del secuestro de bienes, procedente de la era con una horca. Pero es de suponer que era una familia campesina acomodada. Labradores ricos, pero analfabetos. Se dedicaban al cultivo de campos de cereal, cultivo con tierras muy aptas en Santa María del Campo Rus frente a las poblaciones del sur dedicadas a la vid. Los vestidos de Miguel García, encontrados en una arca y embargados, demostraban una posición social: dos calzas, unas plateadas y otras blancas, capa y sayo de velarte, gorra de terciopelo y jubón de telilla. El colchón y almohada que su padre le llevó a la mazmorra estaban rellenados de lana, no de paja. Pedro García es rico; sabemos por su mujer, que en la arenga de la plaza, Pedro le recordó a su señor haberle dado ya once mil maravedíes; muestra que intentó una solución de conciliación en las muertes provocadas por su hijo y muestra de su riqueza. Además, Pedro García estaba metido en el lucrativo negocio de echar las yeguas al garañón; creemos que los problemas que aquí tuvo están relacionados con la orden real de facilitar la reproducción de caballos para la guerra frente a lo más común en la época que era la cría de mulas, un animal que estaba sustituyendo de forma acelerada a los bueyes para la labranza, alcanzando precios astronómicos. Y para ser simples campesinos, eran campesinos muy bien armados. Aunque, como siempre, las armas llegan después, los conflictos de intereses son anteriores.
Las complicidades de los García en la zona mostraban la debilidad de los Castillo Portocarrero, enfrentados a los vecinos de los pueblos por las cortapisas al disfrute de los bienes comunales. El clima era de subversión total al poder señorial. Esa es la razón por las que don Antonio decide abandonar su Cuenca en 1579, con un trato con la Corona que le cede Fermoselle a cambio de Santa María del Campo Rus, pero el paso de esta villa a realengo costó a sus vecinos 16000 ducados. Santa María del Campo Rus como villa de realengo fue un experimento fallido, pero fue, en mi opinión, una de las causas del fin de la gobernación del Marquesado de Villena, escindido en dos corregimientos (San Clemente y Chinchilla) tras la sublevación de la villa contra el gobernador Rubí de Bracamonte y la nobleza regional que acudiendo a la ceremonia de colaciones, pensaba que el pueblo era fruto maduro para apropiarse de él. Las terribles condenas sufridas por los santamarieños son conocidas.
Santiago de la Torre continúo en poder de don Antonio unos años más, hasta mayo de 1590, que la vende a don Alonso Pacheco de Guzmán, regidor de Toledo, aunque de los Pachecos sanclementinos, descendientes de Alonso Pacheco, segundón del señor de Minaya. Junto a su mujer, fundarán mayorazgo, pero la descendencia, femenina, no acompañará. Su hija casará con Juan Pacheco Guzmán, el otro, es decir el imbécil, caballero de Alcántara, pero una marioneta en manos de su madre. Su culpa no fue tanto andar enfrentado con los Ortega de San Clemente, a lo que tenía por bastardos por intentar emparentarse con los Pacheco, recordando a estos y a su pesar, los torcidos que son los troncos de los árboles genealógicos, sino ser incapaz de garantizar una línea sucesoria digna, precedente de esa situación de múltiples herederos que ha llevado al castillo de Santiago a la ruina.

domingo, 18 de octubre de 2020

Cartas de donación de Santiago de la Torre (1404 y 1428)

 




Las presentes cartas de donación de Santiago de la Torre a Rodrigo Rodríguez de Aviles en 1404 por el concejo de Alarcón y la confirmación real de dicho donadío al doctor Pedro González del Castillo en 1428 son inéditas y confirman los datos que en las Crónicas y la Real Academia de la Historia se conservan 


En el nombre de Dios, Padre e Hijo e Espíritu Santo, que son tres personas e un solo Dios verdadero que vive e rreyna por syenpre jamás e de la bienaventurada Virgen gloriosa Santa María su madre, a quien yo tengo por señora y por abogada en todos los mis hechos e a honrra e servicio suyo e de todos los santos e santas de la corte çelestial porque rrazonable cosa es a los rreyes e prínçipes de hazer graçias e merçedes a los sus súbditos e naturales, especialmente aquellos que bien e lealmente les syrven con clara e linpia voluntad e el rrey que la tal graçia e merçed haze a de acatar en ello tres cosas: la primera que merçed es aquella que le demandan, la segunda quién es aquel que se la manda e cómo se la meresçe o se la puede meresçer si se la hiziere, la terçera es el pro y el daño que por ella puede venir por ende yo catando e considerando todo esto e parando mis merçedes a los muchos buenos e leales serviçios que vos el dotor Pero Gonçales del Castillo mi oydor de la mi audiençia e mi alcalde en la mi corte me avedes fecho e hazedes de cada día quiero que sepan por esta mi carta de previllejio e por su traslado sygnado de escrivano público todos los que agora son o serán de aquí adelante como yo don Juan por la graçia de Dios rrey de Castilla de León de Toledo de Galizia de Sevilla de Córdova de Murçia de Jaén del Algarve de Algezira e señor de Vizcaya e de Molina vi una mi carta escripta en papel e firmada de mi nonbre e sellada con mi sello de çera en las espaldas fechas en esta guisa

 

Don Juan por la graçia de Dios rrey de Castilla de León de Toledo de Galizia de Sevilla de Córdova de Murçia de Jaén del Algarve de Algezira e señor de Vizcaya e de Molina por quanto vos el dotor Pero Gonçales del Castillo me mostrastes una carta de conpra sygnada de escriuano que vos fezistes del vuestro logar de Santiago e otrosi una carta de donaçión de la juresdiçión del dicho lugar fermada de çiertos nonbres e sellada con el sello de la vida de Alarcón la qual donaçión fue fecha a Rrodrigo Rrodrigues de Avilés señor que fue del lugar el tenor de la qual es este que se sigue

 

Conoçida cosa sea a todos quantos esta carta vieren como nos el conçejo cavalleros escuderos oficiales e omes buenos de la villa de Alarcón otorgamos e conoçimos que por quanto Rrodrigo Rrodrigues de Avilés padre de vos Rrodrigo Rrodrigues de Avilés hizo muchos serviçios e buenos al dicho conçejo e vos eso mismo avedes fecho e fazedes de cada día e por otras buenas obras que la dicha villa e su tierra a rresçibido de vos e rresçiben de cada día que vos damos todos los pechos e derechos e tributos qualesquier que sean e pertenezcan e pertenesçer devan en cualquier manera e razón que sea en Santiago el Quebrado e Martín Obieco e en sus términos e lugares e juresdiçiones de la dicha villa; otrosi vos damos e otorgamos e pasamos en vos toda la justicia çevil e criminal alta e baxa de los dichos lugares e términos segund que nos la avemos en los dichos lugares e en cada uno de ellos, de lo qual todo que dicho es nos desapoderamos e lo damos e hazemos çesión e traspasamos a vos el dicho Rrodrigo Rrodrigues e vuestros herederos para agora e para sienpre jamás de lo qual vos damos esta nuestra carta firmada de los nonbres que aquí se contyenen e por mayor firmeza e a seguridad de vos el dicho Rrodrigo Rrodrigues mandamos al nuestro rregidor que tiene la tabla del nuestro de sello que vos la sellen con la tabla del dicho nuestro sello, fecha treze días de novienbre del nasçimiento de nuestro señor Ihesucristo de mil e quatroçientos e quatro años. Alvar Rruyz, Pero Rruyz, Garçía Vizcarra, Pero López, Martín Rruiz, Fernand Dalvarez, Juan Sánchez, Fernand Juan Martines, Juan Sánchez rregidor, Juan Rruyz, Juan Alfonso alcalde, Fernand Dalfon, Alfon Martínez, Fernand Dalvares, Juan Ximénez, Pero Sánchez Garçi Alvarez, Garçía Gonçales, Pero Hernandes, Gonçalo Nuñes, Juan de Villodre e Lopes Ochoa.

 

Por virtud de la qual carta e merçed fecha por el dicho conçejo diz que poseyó y a poseydo después acá el dicho Rrodrigo Rrodrigues e los que dél ovieron cabsa el dicho lugar con la juresdiçión alta e baxa e mero misto ynperio segund e por la forma que en la dicha carta de merçed se contyene seyendo sabidores los de la dicha Alarcón e de su tierra e que la dicha merçed fecha por el dicho conçejo de Alarcón es çierta e verdadera segund que en ella se contyene, por ende yo en esta carta por faser bien e merçed al dicho dotor Pero Gonçales por los buenos serviçios que me avedes fecho e hazedes de cada día de mi propio motuo e çierta çiençia confirmo e apruevo la dicha donaçión e todo lo en ella contenido e cada cosa e parte dello e quiero e mando e es mi voluntad e merçed que vala e sea firme estable e valedera para agora e para sienpre jamás en todo e por todo segund que en ella se contiene e por vertud della vos el dicho dotor vos e vuestros herederos e susçesores para sienpre jamás podades aver e ayades el dicho vuestro lugar de Santyago con todas sus entradas e salidas e con todos sus derechos e pertenençias e términos e territorios destrito e pechos e derechos e penas e calonyas con la juresdiçión çevil e criminal mero mysto ynperio e con todas las otras cosas e cada una de ellas pertenesçientes al señorío del dicho lugar segund que mejor e más cunplidamente tenya e poseya el dicho conçejo de Alarcón e que lo podades vender e enpeñar e canbiar e enajenar e fazer de ello e con ello como cosa vuestra propia tanto que lo no podades dar ni vender ni enajenar a yglesia ni monesterio ni a ome de orden ni rreligión ni a persona de fuera de los mis rreynos syn mi liçençia e espeçial mando e otrosi que queden ende para mi alcavalas e moneda e terçias quando los otros de mis rreynos los ovieren de pagar, e otrosi nyneras de oro e de plata e otros metales e la mayoría de la justiçia e otras cosas que pertenezçen al señorío rreal que no pueden apartar dél e que pues el dicho conçejo de Alarcón apartó el dicho lugar de su señorío e juresdiçión según que en la dicha merçed se contiene por esta mi carta aparto eximo el dicho lugar de Santiago de la dicha villa de Alarcón e de su tierra e juresdiçión e quiero e mando que no quede ende derecho ni señorío alguno más que vos el dicho dottor pero Gonçales e vuestros herederos e susçesores lo ayades e tengades e sea vuestro para sienpre jamás syn otra condición alguna e mando e defiendo que personas algunas de cualquier estado e condiçión e preminençia que sean no sean osados de vos yr ni pasar contra lo contenido en esta mi carta agora e en algund tienpo e por esta mi carta en quanto en mí es e a mi merçed pertenesçe ansy como rrey e señor vos doy e entrego la thenençia e posesión e propiedad e señorío del dicho lugar con todo lo susodicho e con cada cosa e parte dello e vos do autoridad e poder cumplido para lo entrar e tomar e mando al conçejo veçinos e moradores del dicho lugar Santiago que vos rrecudan e fagan rrecudir con todas las cosas e cada una dellas pertenesçientes al señorío del dicho lugar sacando las cosas susodichas que yo rretengo para mí sobre lo qual mando al mi chançiller e notarios e a los otros que están a la tabla de los mis sellos que vos den e libren e pasen e sellen mis cartas previllejios las más firmes e bastantes que en razón menester oviéredes e los unos ni los otros non fagades ende al por alguna manera e de diez mil mrs. a cada uno para la mi cámara e demás por qualquier e de qualesquier dellos porque en mí enfincare de lo ansí hazer e cunplir mando al ome que les esta mi carta mostrare que los enplaçe e que parezcan ante mi en la mi corte del día que los enplazare hasta quinze días primeros syguientes so la dicha pena e decir por qual rrazón no cunplides mi mandado e mando so la dicha pena a cualquier escriuano público que para esto fuere llamado que dende al que se la mostrare testimonio synado porque yo sepa como se cunple mi mandado. Dada en la villa de Turégano tres días de enero año del nasçimiento de nuestro señor Ihesucristo de mill e quatroçientos e veynte e ocho,años. Yo Pero Gonçales la fiz screvir por mandado de nuestro señor el rrey. Yo el rrey.


E agora por quanto vos el dicho dotor Pero Gonçales me pedistes por merçed que vos confirmase e aprovechase la dicha mi carta en todo lo en ella contenido e cada cosa parte dello e vos mandase dar mi carta de previllejio porque mejor e más conplidamente vos valiese e fuese guardado asy a vos como a vuestros herederos e subçesores e los que de vos o de ellos lo oviesen e vos e ellos lo pudiésedes mejor aver usar agora e para sienpre jamás e la confirmaçión e aprovaçión e rratificaçión e cosas e cláusulas inclusas en la dicha carta de donaçión que de suso en la dicha mi carta fase minçión e aver para agora e para sienpre jamás libre e desnbargadamente para vos e para vuestros herederos e subçesores el dicho lugar de Santiago con todas sus entradas e salidas e con todos sus derechos e pertenençias e término e territorio distrito e pechos e derechos e penas e calunias con la juresdiçión çivil e criminal alta e baja e mero misto ynperio e con todas las otras cosas e con cada una dellas pertenesçientes al señorío del dicho logar e para que les podades vender e enpeñar e trocar e canbiar e enajenar e hazer dello e en ello como de cosa vuestra propia en todo bien e conplidamente segund que en la dicha mi carta e de suso va encorporada se contiene

 

Por ende yo el sobredicho rrey don Juan por hazer bien e merçed a vos el dicho dotor Pero Gonçales mi oidor e mi alcalde por muchos serviçios e buenos que me avedes fecho e fazedes de cada día de mi propio motuo e çierta çiençia e deliberada voluntad es mi merçed de vos confirmar e confirmo por esta mi carta de previllejio la dicha mi carta que de suso va incorporada e todo lo en ella contenido para que lo aya delle e tengades e poseades e podades aver e thener e poseer e gozedes dello e de cada cosa e parte dello e vos sea guardada e cunplido para agora e para sienpre jamás a vos e a vuestros herederos e subçesores e a los que de vos e dellos lo ovieren en todo y por todo segund que en la dicha mi carta que de suso va yncorporada contiene e si nesçesario o conplidero vos es yo agora de nuevo por esta mi carta de previllejio vos confirmo e apruevo la dicha mi carta suso encorporada e todo lo en ella contenido e cada cosa e parte dello e quyero e mando e es mi merçed e voluntad que vala e sea firme estable e valedero para agora e para sienpre jamás en todo y por todo segund y en la manera e forma que en ella se contiene e por esta dicha mi carta de previllejio mando e defiendo firmemente a los infantes duques condes rricos omes perlados maeses de las órdenes priores comendadores e sucomendadores e a los del mi consejo e a los oidores de la mi audiençia e alcaldes e notarios e otras justiçias e ofiçiales de la mi corte e a todos los conçejos e corregidores caballeros escuderos e ofiçiales e omes buenos asy de la dicha villa de Alarcón e de todas las çibdades villas e lugares de los mis rreynos e señoríos e a cualquier o qualesquier dellos e a qualesquier otras personas de qualquier estado e preminencia que sean que vos no vayan ni pasen ni consientan yr ni pasar agora ni de aquí adelante en algund tienpo para sienpre jamás a vos e a vuestros herederos ni a los que vos o dellos lo ovieren contra dicha mi carta suso encorporada ni contra este dicho mi previllejio no contra cosa alguna de lo en él contenido por lo quebrantar en todo ni en parte ni en cosa dello más que vos defiendan e anparen en todo ello segund e por la forma e manera que en la dicha mi carta que de suso va encorporada se contiene ca cualquier que contra la contenido en la dicha mi carta suso encorporada e en este mi previllejio o contra cosa alguna e parte dello fuere o viniere agora o en algund tiempo por alguna manera avría la mi yra e demás pechar me yran la pena de los dichos diez mil maravedíes contenidos en la mi carta e de suso en este mi previllejio va incorporada e a vos el dicho dottor Pero Gonçales mi oidor e mi alcalde e a vuestros herederos e susçesores e a los que de vos o ellos lo ovieren o vuestra boz o suya toviere todas las costas e daños e menoscabos que por ende rresçibiéredes e rresçibieren en doblados e que prenden en bienes de aquellos que contra ello fueren o vinieren por la dicha pena e la guarden para fazer della lo que la mi merçed fuere e demás por qualquier o qualesquier por quien fincare de lo ansí cunplir e fazer mando al ome que este mi previllejio o su traslado synado como dicho es mostrare que los enplazare que parescan ante mí en la dicha mi corte do quier que yo sea los conçejos personas procuradores e uno o dos de los ofiçiales e las otras personas personalmente del día que los enplazare fasta quince días primeros syguientes so la dicha pena a cada uno a decir por qual razón no cunplen mi mandado e mando so la dicha pena a cualquier scriuano público que para esto fuere llamado que dende al que se lo mostrare testimonio signado con su signo porque sepan como se cunple su mandado e desto vos mandamos este mi previllegio escrito en pergamino de cuero e sellado con mi sello de plomo en filos pendientes a colores

 

Dado en Simancas, treynta e un días de março, año del nasçimiento de nuestro salvador Ihesucristo de mill e quatroçientos e veynte e ocho años, yo Mingo de Vergara scriuano mayor de los previllejios de los rreynos e señoríos de nuestro señor el rrey lo fize scrivir por su mandado, Juan Gonçales Ludovicus liçençiatus rregistrada.

 

 ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. PLEITOS RACH/01, CAJA 2412 EXP 1

viernes, 7 de agosto de 2020

Comunidades de Castilla: carta de Bernaldino del Castillo Portocarrero, señor de Santa María del Campo Rus

 

Archivo General de Simancas, PTR,LEG,1,DOC.66





S(acra) Ce(sárea) Ca(tólica) R(eal) M(ajestad)

Don Bernaldino del Castillo, vº de la çiudad de Salamanca dize que en el su lugar de Santa María del Canpo que es en la Mancha de Aragón se levantó por Juan de Padilla e la Comunidad syn cabsa ni rrason con gran alboroto e palabras ynjuriosas contra él e le tomaron una casa que en el dicho lugar tiene e todo lo que en ella estaua e la encastillaron e le tomaron todos los dineros e pan que tenía e se le devían de las rrentas del dicho lugar e le quitaron los alcaldes e justiçia e lo pusieron de su mano e hisieron capitán del dicho alboroto e levantamiento a un Diego Estevan Blanco e enbiaron a la Junta que los favoresçiese e han fecho e hasen de cada día otros ynsultos e daños de que Dios Nuestro Señor e V(uestra) M(ajestad) son deseruidos y él rreçibe mucho daño e agrauio.

Suplica a V(uestra) M(ajestad) mande dar sus prouisiones para el dicho lugar e vºs e moradores dél, que le bueluan la obediençia e señorío que syn cabsa le quitaron para que estén como antes estavan e le rrestituyan e tornen todo asy de sus rrentas como de lo que tenía en la dicha su casa e mande al dicho Estevan Blanco capitán que vaya a dar rrasón a los sus governadores de sus rreynos de Castilla porque ha fecho lo susodicho e de los muchos gastos que ha fecho e hase el dicho lugar e a se ver condenar en las penas en que por ello yncurrió. (al margen= fiat con lo del marqués de Moya, fcha)

Otrosy dize que los vºs de San Clemente e Cañavate y la villa del Provençio fueron a ayudar e fauoresçer al dicho lugar de Santa María del Canpo en el dicho alboroto e levantamiento, suplica que tanbién se de prouisión contra ellos para que de rrasón por qué los hisieron e sean castigados dello. (Al margen= A los virreyes que vean e provean conforme a justiçia)

Yten suplica por prouisión para el governador e justiçias del Marquesado que favorezcan en esto al dicho don Bernaldino o a la parte que enbiare para ello. (Al margen= Fiat, fcha)

Yten suplica que se escriva a los gouernadores de Castilla que en este negoçio ayan por muy rrecomendado para le proueer e rremediar con brevedad e justiçia como cosa de servidor de V(uestra) Mag(estad). (Al margen= Fiat)

domingo, 9 de febrero de 2020

Los molinos de Pero Fernández o el Licenciado

Marqués de Trocifal: Relaciones Genealogicas. 1656, pág. 295
Pleito ante los alcaldes ordinarios del Castillo de Garcimuñoz, Francisco del Castillo y Pedro Piñan, entre Garci Ruiz de Alarcón, señor de Albaladejo y Piqueras, y Pedro Ruiz de Alarcón, vecino de San Clemente y morador de Sisante. 2 de enero de 1524.

Ambos hermanos heredan de su padre los mitad de los molinos llamados del Licenciado, antaño de Pedro Fernández (la otra mitad era de los señores de Valverde), como los batanes, tinte, tierras de pan llevar y casas junto a la ribera del Júcar, término de Castillos de Garcimuñoz. Ambos hermanos heredan la mitad familiar de estos molinos a partes iguales, pero el año 1523 Garci Ruiz de Alarcón, pone cerraduras y llaves para que no pueda acceder a los molinos su hermano Pedro. El corregidor Francisco de Verastegui ordenará se quiten las cerraduras para que cada hermano pueda disfrutar de su parte.

Las disputas venían de antaño, al parecer una riada del río Júcar se había llevado los molinos. Es probable que esa riada fuera la del año 1510, que se llevó también los molinos Nuevos más abajo. Pedro Ruiz de Alarcón parece que sufragó en su totalidad gastos, incluyendo la construcción de nuevos edificios, e intentó excluir del aprovechamiento de los molinos a su hermano Garci. Pasados unos años, en los que Pedro disfrutó de las rentas del molino exclusivamente, su hermano Garci decidió apoderarse por las bravas del molino, negando el acceso a su hermano y considerándolo de su propiedad en tanto su hermano le era deudor de los beneficios obtenidos en el tiempo que lo uso con exclusividad.

El corregidor Verastegui sentenciaría una concordia entre los hermanos que obligaba a García a pagar a su hermano Pedro los gastos de reparación del molino tras la riada, pero no debió complacer tal dictado a García, que protestó ante el marqués de Villena, el cual encargó el caso ante su contador Andrés del Castillo, dictando nueva sentencia, acompañado como juez de Pedro Guerrero, alcalde de Alarcón. La sentencia restituía en todos sus derechos sobre los molinos a Garci Ruiz de Alarcón, obligaba a Pedro a quitar el molinero que había puesto en la parte de los molinos de su hermano y le condenaba en las costas del juicio.

La sentencia fue apelada en la Chancillería de Granada, que daría de nuevo la razón a Pedro Ruiz de Alarcón, en sentencia de 4 de febrero de 1525, revisada en 13 del mes de abril de 1526, obligando a nombrar un maestro tasador para que determinase los gastos hechos por Pedro en la reparación del molino, y una vez sufragada la mitad de los mismos por Garci, se le diese la mitad de la posesión de los molinos. Entretanto, Pedro Ruiz de Alarcón había muerto en la conquista del Peñón de Vélez Gomera dejando como heredero a un hijo menor de dos años.

Las alegaciones nuevas de Garci Ruiz de Alarcón irían en el sentido que una riada del Júcar de 1504 había obligado a reparar los molinos con un coste de 120000 maravedíes. Nueva sentencia de 12 de mayo de 1527, esta vez salomónica, que obligaba a dividir los frutos y rentas de los molinos entre los dos hermanos, desde el dos de enero de 1524, y obligaba a Garci a dar al hijo menor de su hermano Pedro 59090 maravedíes. Seis días después la sentencia sería confirmada definitivamente.


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 9066, PIEZA 18


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GENEALOGÍA DE LOS RUIZ DE ALARCÓN de SISANTE (tomado de Sebastián Hernández y Julia Toledo y marqués de Trocifal).


Marqués de Trocifal: Relaciones Genealogicas. 1656, pág. 295

1.- Doctor Pedro González del Castillo

2.- Licenciado Hernán Gonzaléz del Castillo (hijo bastardo del anterior). Del Consejo Real en tiempo de los Reyes Católicos, compra Albaladejo en 1474, casado con Guiomar de Alarcón y Peralta (hija del primer señor de Buenache)

3.- Pedro Ruiz de Alarcón y González del Castillo, llamado Burro de Oro, casado con Catalina de Alarcón, o Barba, hija de Lope de Alarcón, señor de Valverde

4.- Alonso Ruiz del Castillo, compra Albaladejo; casado con María Carrillo, hija de los señores de Cervera

5.a.- Garci Ruiz de Alarcón Carrillo, señor de Albaladejo y Piqueras, casado con Guimar Girón Velasco, hija única de los señores de Piqueras.

5.b.- Pedro Ruiz de Alarcón Carrillo, de los Alarcones de Sisante. (muerto en 1525 en la conquista del Peñon de Vélez de la Gomera), casado con Leonor Mendoza, hija de Rodrigo Pacheco y Avíles (señor de Minaya). Del matrimonio nacerá Pedro Ruiz de Alarcón y Mendoza



domingo, 14 de julio de 2019

Santa María del Campo Rus y los Castillo de Portocarrero en la guerra del Marquesado

(Estos no son sino unos breves apuntes a desarrollar en el futuro sobre cuál fue la participación de los Castillo Portocarrero en la guerra del Marquesado)

La fijación de términos al finalizar la guerra del Marquesado entre Santa María del Campo Rus y Castillo de Garcimuñoz no estuvo exenta de conflictos.  Para la fijación de mojones entre ambas villas fue comisionado Fernando Díaz del Castillo, miembro del Consejo Real. Pero cuando los alcaldes de Santa María del Campo llegaron a fijar los mojones, junto al citado Díaz del Castillo, fueron recibidos de forma agresiva por los gente de caballo y de pie armada del Castillo de Garcimuñoz que tras insultar a los santamarieños, arrebataron las varas de sus alcaldes, símbolo de jurisdicción.

Fernando Díaz del Castillo, que había sustituido a su padre Diego Sánchez del Castillo en el Consejo Real, no debió convencer en su actuación de amojonamiento de términos de Santa María del Campo Rus a las villas limítrofes de Alarcón, Castillo de Garcimuñoz y San Clemente, pues se negaron a pagar su parte de salario que de la comisión les correspondía. Ya previamente villas como Garcimuñoz daban lugar a dilaciones para evitar el amojonamiento que obligó al Consejo Real a una prorroga del la comisión de Fernando Díaz del Castillo, esta vez usando un lenguaje de mayor severidad.

Pero, ¿cuál fue el compromiso de Santa María del Campo Rus durante la guerra del Marquesado? Santa María del Campo Rus era villa perteneciente al mayorazgo fundado por el doctor Pedro González del Castillo y que al advenimiento como Reina del Isabel I estaba en poder de su hijo Juan del Castillo Portocarrero. Quizás por la misma situación geográfica de este pequeño señorío formado por Santa María del Campo Rus y Santiago de la Torre, rodeada por las tierras del Marquesado de Villena, Juan del Castillo Portocarrero tomó partido en un principio por Juana la Beltraneja, lo que le valió el secuestro de todos sus bienes tanto en la Mancha como en Salamanca por provisión de 14 de agosto de 1475. Si la familia mantuvo el mayorazgo fue por la fidelidad del hermano segundón Alfonso de Portocarrero, maestresala de la Reina Isabel, y por la hábil mutación de fidelidades del primogénito. Las diferencias entre los hermanos se trasladarían al derecho de posesión del mayorazgo que acabaría decantándose por Bernardino Castillo Portocarrero,  hijo de Juan, ya difunto.

El concejo de Santa María del Campo Rus arrastraba una situación penosa ya antes de llegar a la guerra. En 1468, año de extrema necesidad, se vio obligado a tomar de un vecino de Castillo de Garcimuñoz, Fernando García de Alcaraz, ochocientas fanegas de trigo y cien de cebada y centeno, que se comprometió a devolver primero multiplicada esa cantidad por más del doble (2107 fanegas de pan a devolver por vecinos singulares). El caso es que Fernando García de Alcaraz al tomar partido en la guerra del Marquesado por la causa portuguesa fue privado de sus bienes en favor de Alfonso Portocarrero, que se igualó con los vecinos para saldar la deuda al concejo de Santa María. Mientras llegado el año 1477, las fidelidades y situaciones de los perdedores de la guerra cambiaban en un ambiente de treguas. Llegado el momento, y seguramente aprovechando el conflicto entre los dos hermanos Castillo, Juan y Alfonso, Fernando García de Alcaraz, con la complicidad de los alcaldes ordinarios del Castillo de Garcimuñoz, decidió tomarse la justicia por su mano y exigir de nuevo el pago de la deuda, tomando como rehén a un vecino llamado Juan Carnicero como garante del pago, al cual llevó preso a Castillo de Garcimuñoz. Esta vez quien defendió la causa de los santamarieños fue Juan del Castillo Portocarrero, que en el ínterin había obtenido el perdón real y recuperado sus vasallos. Pero el caso es que en esta volubilidad de guerras y treguas, Fernando García de Alcaraz ganaría ejecutoria del Consejo Real reconociendo la deuda a su favor y obligando al concejo santamarieño a pagar en el plazo de tres meses y dando por nulo el compromiso alcanzado con Alfonso Portocarrero.

La ejecutoria a favor de Fernando García de Alcaraz es de 28 de enero de 1478. Un año después, Santa María del Campo Rus se convertía en cuartel general de las tropas reales al mando de Jorge Manrique







Archivo General de Simancas,RGS,LEG,148603,58 Comisión al doctor Fernando Díaz del Castillo sobre lo acaecido en Santa María del Campo al tratar de amojonar sus términos con los de Castillo de Garcí-Munoz y de otras villas

Archivo General de Simancas,RGS,LEG,148603,30-31 Provisión a la villas de Alarcón, Castillo de Garci-Muñoz y San Clemente para que paguen la mitad de su salario al doctor Fernando Díaz del Castillo que va entender en el debate que tenían con la villa de Santa María del Campo para amojonar sus términos

Archivo General de Simancas,RGS,LEG,148603,53 Prorrogación al doctor Fernando Díaz de Castillo, del Consejo, del plazo para partir y señalar los términos de la villa de Santa María del Campo y lugares comarcanos

Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147508,582 Ordenando que el contador de rentas Gonzalo Chacón tenga en secuestro los bienes, vasallos, maravedís de juro y oficios de Juan del Castillo Portocarrero

Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147702,202 Emplazamiento al bachiller Fernando García de Alcaraz, vecino de Castillo de Garcimuñoz, a petición de Juan del Castillo Portocarrero, sobre la prisión que hizo a algunos vecinos de su villa de Medina del Campo.

Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147801,187 Ejecutoria en pleito por deudas con el concejo de Santa María del Campo.

jueves, 30 de agosto de 2018

Algunas noticias históricas de Santiago de la Torre al calor de un reclutamiento

Don Antonio Pacheco Treviño era señor de Santiago de la Torre, un mayorazgo fundado por Alonso Pacheco en 1603 y que ahora andaba en disputas familiares. La pretendida jurisdicción que pretendía sobre el lugar no parecía muy asentada, pues desde la villa vecina de El Provencio era discutida una y otra vez. En 1649 el conflicto vino por el reclutamiento de soldados para la guerra. El Provencio, en el cupo de soldados asignados a cada villa, debía aportar dos soldados. Qué mejor forma de conseguirlos que en el pequeño lugar de Santiago de la Torre
que el día diez y nueve de marzo deste presente año dos oras antes de amanezer el dicho Juan Romero y Alonso Romero (alcalde ordinario y regidor de El Provencio, respectivamente) de mano armada y llevando consigo quatro o cinco pistolas cortas y escopetas y otras armas ofensivas y defensivas acompañados con otras personas sobre hecho y como pensado entraron en el término y jurisdicción de la dicha villa de Santiago de la Torre y poblado de ella y fueron a las casas de María Romana y María López mujer de Bartolmé Yubero y Francisco López y violentamente y por fuerza entraron en la dicha casa y la  miraron toda y abiendo hallado en ella durmiendo en su cama a Juan de Piqueras hijo de Bartolomé de Piqueras lo levantaron de la cama y lo prendieron y llevándolo asido lo llevaron maniatado en las ancas de un caballo y desta suerte se lo lleuaron diziendo que se lo llevauan para la leua  (ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 2942, PIEZA 4)
El reclutamiento compulsivo de Juan Piqueras no se diferenciaba del de otros jóvenes, que literalmente agarrados cuando volvían del trabajo ya de noche o sacados de sus casas eran raptados para cumplir el cupo asignado a cada pueblo. Lógicamente los pueblos acudían a forasteros para tal reclutamiento cuando podían. El reclutamiento de hombres para los austrias menores, y más desde el levantamiento catalán de 1640, era un auténtico quebradero de cabeza. Los intentos de una aportación de vecinos enrolados en las milicias creadas medio siglo antes, cuerpo poco más que decorativo hasta ese momento, con el envío de comisarios (recordemos al santanderino Rodrigo Santelices Guevara que operó en la zona), provocó una sangría de hombres muy mal llevada por las villas, que veían como los brazos de los jóvenes dejaban el campo para ir al frente catalán. En 1646, se intentó evitar el reclutamiento de naturales con su sustitución por un impuesto destinado a la contratación de mercenarios. Era la llamada composición de milicias. Pero la aplicación de tal impuesto, tendente a la formación de ejércitos profesionales tardó en fraguar y las villas, ya acuciadas por una carga impositiva insoportable, preferían pagar con el tributo de sus jóvenes, o al menos de los jóvenes extranjeros de paso por el pueblo. El caso de Juan Piqueras añadía un nuevo elemento: la intromisión en jurisdicción ajena para el reclutamiento.

El señorío de los Pacheco en Santiago de la Torre, venía presumiblemente del año 1579, cuando los Castillo Portocarrero abandonan sus posesiones en la Mancha conquense, en esa pequeña localidad y en Santa María del Campo; aunque sí tenemos la certeza documental de la fecha para Santa María del Campo, no lo podemos asegurar para Santiago de la Torre. Alonso Pacheco recuperaba para la familia la pequeña población, que su antecesor Rodrigo Rodríguez de Avilés, preso de los moros se había visto obligado a vender para pagar su rescate en 1428.  Alonso Pacheco, casado con una Castillo volvía así a su tierra, después de que le salpicaran las graves acusaciones de judaísmo y pusiera tierra por medio hasta Toledo. En 1603 constituía mayorazgo sobre estas tierras, junto a su mujer.

Santiago de la Torre era una población pequeña; seguramente que sus habitantes se contaran con los dedos de las manos. Gente joven que trabajaba como renteros las tierras de los Pacheco. Algunos de estos renteros tenían su casa en El Provencio, desde donde se desplazaban a trabajar las tierras. No obstante, por ser de jurisdicción señorial, la villa contaba con alcalde propio, Bartolomé Gómez. La vida era rutinaria, los vecinos citaban como señor a Juan Pacheco Guzmán. El señor visitaba tan poco la villa y su castillo, que los aldeanos desconocían que su señor ya no era tal señor y que ahora el nuevo señor era Antonio Pacheco Triviño, yerno del anterior. El mayorazgo de Santiago de la Torre había sido constituido por facultad real el 13 de enero de 1603 por Alonso Pacheco Guzmán, regidor de Toledo y natural de San Clemente, y su mujer doña Leonor de Armenta y Guevara. La escritura de constitución se otorgó el cuatro de octubre de 1603. De la escritura se sacaron cuatro copias: la que quedó en San Clemente, se guardó en el convento de monjas franciscas. El mayorazgo estaba constituido por las propiedades en Santiago de la Torre de los Castillo Portocarrero, pero se añadían otros bienes familiares que habían llegado a los Pacheco por herencia de Hernán González del Castillo. Entre ellos se incluían propiedades en La Alberca y principalmente en Rus y Casablanca.




Bienes integrantes del mayorazgo de Santiago de la Torre, creado el 13 de enero de 1603
Por virtud de esta cédula por vía de tercio y quinto fundan mayorazgo de
la villa de Santiago de la Torre, en el obispado de Cuenca, juridición, rentas, tercias, alcavalas, heredamientos, fortalezas, casas, dehesas, molinos que tiene en dicha villa
Item casa en la villa de la Alberca, güertas palomar, molino de aceite, otro de viento, dos mill olivas, viñas, cercado, güerto y tierras
El molino del Castillo de tres ruedas, con sus pertenencias
La casa de Felipe Sanz en término de la villa de Las Pedroñeras, cerca del molino del Castillo.
Item varias casas principales en las labranzas y dezmerías de Rus y Casablanca en término de San Clemente que empiezan desde el camino que ba de San Clemente a Perona por las huertas de Sedeño.
Item el regimiento de la ciudad de Toledo sino le vendiere durante su vida.
Item todo el omenage de sus casas, tapizería, colgaduras, sillas, etc.
Item todas las armas ofensibas y defensibas de su fortaleza, pinturas y libros, y encargo de los subcesores de este mayorazgo que ocupen algunos ratos en leer pues en esto hallarán quien les enseñó y les diga verdad sin lisonja.
Item los materiales de piedra cal, yeso y madera
BNE, Mss/13032, fol 147
Escritura de mayorazgo de Santiago de la Torre, fol. 147


Los Pacheco recuperaban así lo que era una vieja posesión familiar. El antecesor de la familia Rodrigo Rodríguez de Avilés la había perdido en 1428 para pagar su rescate, después de ser hecho prisionero de los moros en Hurtal. Del padre de este Rodrigo Rodriguez de Avilés, del mismo nombre y casado con una tal Mencía Gómez se conoce poco, salvo que eran de Quintanar de la Orden y que el matrimonio mandó hacer una capilla en el monasterio de monjas dominicas de La Alberca para su enterramiento, así como que hizo muchos servicios a la villa de Alarcón, siendo premiados con la donación que le hace esta villa al menor de los Rodrigo de los lugares de Santiago el Quebrado y Martín Ovieco. La fecha de donación fue el 13 de septiembre de 1404.

En principio nos puede parecer una familia más de la época, pero los papeles que la Inquisición conservó de los expedientes contra los Pacheco durante el siglo XVI, denunciaban sospechas conversas sobre la familia. Los papeles del Santo Oficio decían que Rodrigo Rodríguez de Avilés fue comberso de judíos y hombre que andaua con arrendamiento de rentas. 


De las dichas informaciones consta que los dichos Pachecos trahen su origen y descendencia de Rodrigo Rodríguez de Avilés, natural de Quintanar de la Orden, y de su mujer Beatriz Hernández alias la Pachequita, hija de Juan Hernández y Beatriz Sánchez, ama que crió de leche a doña María Pacheco, hija de Juan Fernández Pacheco y de doña Inés Téllez de Meneses, señores de la villa de Velmonte, y porque la dicha Beatriz Hernández se criaua y estaua también con la dicha ama su madre en casa de los dichos señores la llamaban la Pachequita, la qual tubo del dicho Rodrigo Rodríguez Avilés su marido entre otros hijos a Rodrigo que después de muerto el dicho su padre se llamo Rodrigo Pacheco, tronco y origen de los dichos pachecos de la villa de San Clemente y otras partes y el primero que uso este apellido, y alguno de sus descendientes usaron juntamente el de Avilés, y parece que el dicho Rodrigo Rodríguez de Avilés fue comberso de judíos y hombre que andaua con arrendamiento de rentas y el dicho Rodrigo, el primero Pacheco, y doña Cathalina de Alarcón su muger tubieron por hijos entre otros a Juan y Diego Pacheco, alcayde de Velmonte, que casó con doña María del Castillo, hija de Hernando del Castillo, que llamaron el sauio alcayde de Alarcón, penitenciado por judaísmo en este Santo Oficio año de 1498. el qual fue hixo de Violante González relaxada por judía año de 1491. que fue muger de Alonso de Luz, vezino del Castillo de Garci Muñoz: y asímismo fueron penitenciados por este Santo Oficio, Diego del Castillo, hijo de Hernando del Castillo, y hermano de la dicha doña María del Castillo en el año 1519= Christoual Pacheco año de 1529= Rodrigo Pacheco en el dicho año de 1529= Fernán González Pacheco año de 1556= Don Francisco Pacheco año de 1561= Don Alonso Pacheco año de 1562= Don Juan Pacheco señor de Minaya año de 1544= y otro don Francisco Pacheco año de 1582; todos los quales Pacheco descienden del dicho Rodrigo, el primero que vio este apellido (AHN. INQUISICIÓN, 1391, Exp.5. Informaciones genealógicas de Andrés Cerdán de Landa, natural de Cuenca, pretendiente a oficial del Santo Oficio, y de su mujer, Rosa María Portillo Pacheco y Mendoza, natural de Picazo (Cuenca). 1709)

Claro que peor que ser judío y recaudador era ser víctima de las burlas de sus vecinos. El hijo Rodrigo Rodríguez de Avilés estaba casado con Beatriz Hernández, cuya madre llamada Beatriz Sánchez era nodriza de María Pacheco, hija de Juan Fernández Pacheco, I señor de Belmonte, e Inés Téllez de Meneses. En la nodriza Beatriz Sánchez no solo debió poner los ojos su marido, un tal Juan Hernández, sino el propio señor de Belmonte. Los belmonteños comenzaron a llamar maliciosamente a la hija nacida de unión bastarda, Beatriz Hernández, como la Pachequita. Razón no parece que les faltara pues el hijo de Rodrigo Rodríguez de Aviles y Beatriz Hernández, de nombre Rodrigo (que adoptaría el apellido Pacheco y luego sería señor de Minaya) se crió con el maestre don Juan Pacheco en la corte de Enrique IV y era tenido por nieto del señor de Belmonte.

A las desgracias personales de Rodrigo Rodríguez de Avilés se sumaron las desgracias políticas. Preso de los moros en aventura militar tuvo que pagar un fuerte rescate por su libertad. El precio del rescate lo conseguiría de la venta de Santiago el Quebrado y Martín Ovieco. El comprador fue el doctor Pedro González del Castillo; Juan II confirmaría la venta el 3 de enero de 1428, aunque la cesión por parte de Rodrigo Rodriguéz de Avilés, preso en 1407, creemos que se hizo antes. Desahuciado en su honra y en su hacienda y enfermo del cuerpo, Rodrígo Rodríguez de Avilés fue a refugiarse en Alarcontejo, aldea de la villa de El Pedernoso, donde murió. En su testamento otorgado el 6 de julio de 1417 se acordó de sus padres y de su bastarda mujer, la Pachequita,

Real Academia de la Historia, Signatura: 25, fº 200 (2ª foliación).  Signatura antigua: D-25, fº 200 (2ª foliación)


mándase enterrar con sus padres en la fosa de sus hermanos a la puerta de la capilla (del convento de  La Alberca), manda que las lanzas dice de su señor el rey las aya Juan de Ortega su hijo maior, dize que su mujer Beatriz Fernández era hija bastarda de Juan Fernández Pacheco señor de Belmonte, mándala a Martín Ovieco y déjala por cabezalera con Juan de Villodre y Juan de Salazar sus primos y Juan Ruiz de Belmonte bachiller (Real Academia de la Historia, Signatura: 25, fº 200 (2ª foliación).  Signatura antigua: D-25, fº 200 (2ª foliación).)
Torre Vieja, San Clemente




Torre homenaje, castillo Santiago de la Torre

Santiago el Quebrado pasaría así al doctor Pedro González del Castillo, mientras los bastardos de los Pacheco se hacían con el señorío de Minaya. El doctor Pedro González del Castillo soñó con hacer de Santiago el Quebrado el centro de su señorío. Levantó una castillo y torre de homenaje, que debió ser coetánea, dadas sus similitudes, de la Torre Vieja, que levantó su hermano Hernán González del Castillo en la villa de San Clemente (al que luego los Pacheco, que recibieron su herencia, le cambiaron el segundo apellido por el de Avilés). Se reconocía la labor edificadora del doctor muchos años después en la recreación de un linaje inventado en las Montañas. A nosotros nos queda la intriga de saber cuál fue esa alma gemela que el doctor Pedro González del Castillo construyó en Salamanca, pues castillos similares (como el de Miranda del Castañar, atribuido a los Zuñiga) quedan fuera de las propiedades del doctor en Salamanca en torno a Palacios Rubios. No obstante y muy reformada del edificio original se nos conserva la casa palacio de los Castillo Portocarrero en Salamanca, ciudad que es en la que al fin y al cabo nos dicen los documentos que el doctor levantó su segunda fortaleza. También conocida como Palacio de los Fermoselle, pues fue por esa población por la que los Castillo Portocarrero cambiaron la suya de Santa María del Campo en 1579, hartos de los conflictos con los contumaces santimarieños. El actual palacio debe estar sito en las llamadas casas principales de los Castillo Portocarrero, incorporadas al mayorazgo fundado por el doctor y su mujer en 1443.

Casa de los Castillo Portocarrero o Palacio Fermoselle (o Torre del Aire) en la ciudad de Salamanca.
Foto de Juan de Orellana Pizarro González, descendiente de la familia Castillo Portocarrero



Escudo Castillo en la casa palaciega de los Fermoselle en Salamanca. Las armas de los Castillos a la izquierda y de los Portocarrero a la derecha
Fotografía de Juan de Orellana Pizarro González

El doctor Pedro Gonçalez del Castillo. El doctor Pedro Gonçález del Castillo fue doctor en la uniuersidad de Salamanca y gran letrado y después alcalde en la corte y casa del rey don Juan el segundo y después fue de su real consexo, i del hace mención la corónica en el capº 155 del año ueyntinueue y en el capº 37 del de quarenta y dos fue fauorescido el dicho rey don Juan el segundo y mui cabido y amigo del maaestre de Santiago don Albaro de Luna hiçole el rey don Juan mucho fauor y mercedes con que pudo edificar dos fortaleças una en Santiago de la Torre en la diócesis de Quenca y otro en la ciudad de Salamanca que se llaman las Torres del Castillo, fue señor de Santa María del Campo y de otros muchos heredamientos y bienes como por las dichas escrituras parece, casó con doña Ysabel Puertocarrero y deste matrimonio procrearon a Juan del Castillo Puertocarrero y Alonso Rodríguez Puertocarrero.
Mención a la construcción de la fortaleza de Santiago de la Torre por el doctor Pedro González del Castillo
BNE. Mss/3251, folio 305 vº

La erección del castillo de Santiago de la Torre provocó tal cambio en el paisaje y horizonte, que Santiago el Quebrado comenzó a ser conocido por Santiago de el Quebrado, de la Torre alias en 1435, y ya en 1436 simplemente Santiago de la Torre (MORATALLA, pág, 283, nota 205)

En su castillo de Santiago de la Torre pidió ser enterrado el doctor Pedro Sánchez del Castillo y bastaron sus dudas para que sus herederos no respetaran sus deseos
Otrosy mando que el mi cuerpo sea sepultado e enterrado en la yglesya de mi lugar de Santiago de la Torre pero quiero e hordeno que sy por doña Ysabel Puertocarrero mi muger e por el corregidor Fernand Gonçález del Castillo mi hermano e por el maestro frey Martín de Logroño mi padre espiritual o por los dos dellos fuere acordado que mi cuerpo sea enterrado en otra parte e non en la yglesya del dicho mi lugar Santiago
Voluntad de enterramiento del doctor Pedro González del Castillo en la iglesia de Santiago de la Torre. Su deseo sería incumplido por la familia, tal como señalaba la cláusula siguiente. Su cuerpo sería enterrado en el convento de San Agustín del Castillo de Garcimuñoz
Archivo Histórico de la Nobleza, LUQUE, C. 112, D.1 Escritura de fundación de mayorazgo hecha por Pedro González del Castillo e Isabel Portocarrero, su mujer, en cabeza de su hijo Juan del Castillo; este mayorazgo comprende, entre otros bienes, las villas de Santa María del Campo (Cuenca), Santiago de la Torre (Cuenca), Palaciosrubios (Salamanca) y Robledillo fol 19 vº
El traslado del cuerpo del doctor Pedro González del Castillo al  convento de San Agustín del Castillo de Garcimuñoz fue un símbolo, pues aun manteniendo su valor defensivo la fortaleza, después de las guerras el declinar del lugar sería irreversible. El centro del señorío de los Castillo Portocarrero se trasladaría a la villa de Santa María del Campo.

Cuando en 1516, Hernando Colón escribe su Cosmografía, no puede sino reflejar la decadencia del lugar. Nos dice que Santiago de la Torre ha pasado de doscientos vecinos a treinta. Aun dudando de sus cifras, de aquéllas y de éstas, su testimonio es claro
Santyago de la torre es un lugar de treinta vecinos e esta en llano salvo por la parte de hazia Belmonte o Socuéllamos e pasa  a tres tiros de vallesta un Río dicho záncara que se seca cada verano e tiene buena fortaleza e es de don Bernaldino de Puertocarrero e solya ser lugar de doscientos vecinos (COLÓN, Tomo II,  pág. 148)
El censo de pecheros de 1528 nos muestra una población para Santiago de la Torre de apenas  diecinueve vecinos. En otro lugar hemos dado una visión del castillo de Santiago de la Torre en 1566, usado como cárcel y predisponiendo para tal fin su torre de homenaje. Para entonces la fortaleza estaba deshabitada prácticamente. Aparte de un carcelero que cuidaba de los presos y dormía en el patio de armas, en el castillo no vivía nadie, salvo unos vizcaínos de paso y la hija del alcaide que dormía con una ama vizcaína. El alcaide, figura más simbólica que efectiva, tenía casa apartada en el pequeño pueblo. La descripción de la torre y su uso como mazmorra la hemos hecho en otra parte, que ahora reproducimos
Miguel García fue encerrado en la mazmorra, sita en lo hondo de la torre de la fortaleza, que era un habitáculo con un único agujero en la parte superior, desde donde se bajaba al preso con una cuerda. Sobre el techo de la mazmorra había una primera pieza y desde aquí por unas escaleras se accedía a una piso superior, la cámara de armas, encima de la sala de armas había otras piezas superiores, aunque no se dice cuántas, todas ellas sin puertas y de libre acceso. Los testigos decían que para sacar a un hombre de la mazmorra eran necesarios otros tres o cuatro hombres tirando de una soga. Difícilmente podía escapar de allí el preso, aparte que el acceso exterior a la torre donde se hallaba era por una puerta con llave y un guarda de vigilancia. Sin embargo, la vigilancia del preso parecía relajada, pues recibió la vista de sus padres y cuñada al menos dos veces, que le llevaban comida, en la que no faltaba la carne y el vino, ropa, sábanas y un almadraque (colchón pequeño) y almohada de lana. Las visitas eran habituales, sobre todo, de la madre y su cuñada, que acudían hasta Santiago con un cherrión (carro de la época). Para el día de Santiago, el preso recibió la visita de su padre y una sobrina llamada Cristina Redonda. Desplazados hasta la fortaleza en un macho y un pollino, llevaron al preso una camisa limpia, una pierna de carne y un pan de una libra. Posiblemente en el pan, esta vez, iba una lima para serrar los grillos de sus pies. Tal vez la lima entró escondida en el pequeño colchón o la almohada, al igual que una soga, o, sencillamente, lima y soga se pasaron al preso a través de una lumbrera en la torre, a poca altura, y que daba luz a la mazmorra. Dicha lumbrera era de cierta anchura, pues por ella metía la cabeza Cristina Redonda, la joven sobrina del reo, de dieciocho años (ROSA FERRER, Ignacio de la)
Los Castillo Portocarrero marcharon, o más bien creemos que los echaron los díscolos santimarieños y, tal como hemos dicho, los Pacheco fundaron mayorazgo. Pero la fortuna fue adversa a la familia, el hijo de Alonso Pacheco y su mujer Leonor de Armenta murió y la sucesión recayó en la hija Beatriz, casada con su primo Juan Pacheco Guzmán, caballero de Calatrava. Un hombre débil, al que los sanclementinos consideraban como un pelele en manos de su madre. A su muerte, se inició un pleito por la posesión del mayorazgo, que es anuncio de la situación a la que ha llegado hoy la fortaleza. Antaño disputas entre herederos; hoy, olvido en su multiplicidad.

Cuando llegamos a 1649, Santiago es una villa con unos señores ausentes, explotada por renteros. De las probanzas de testigos se deduce que los vecinos de Santiago no llegan a superar la media docena y que gran parte de la explotación de sus tierras se hace por renteros del vecino pueblo de El Provencio. De la iglesia donde quería ser enterrado el doctor González del Castillo no hay ni rastro. La relación de las pilas del arciprestazgo de Alarcón de 1591, recogida por Tomás López doscientos años después no hay rastro de pila alguna para Santiago de la Torre.

Aun así, Santiago de la Torre tenía una jurisdicción diferenciada propia como villa de señorío diferenciada de otras, mal que le pesase a la justicia de El Provencio. Cuando en 1649 la justicia provenciana debe aportar dos soldados, sus alcaldes tienen más miedo a don Vicente Bañuelos que al señor de Santiago de la Torre. Don Vicente Bañuelos es superintendente de milicias (y también de rentas reales) una figura novedosa, que del campo militar se ha extendido al fiscal, anunciando el surgimiento de una nueva administración regional. En un primer momento, se recluta un joven de El Provencio de dieciocho años, Juan de Salvatierra, que supuestamente huye a Santiago de la Torre, pero allí no se le halla, por lo que el alcalde y regidor provencianos que han ido en su persecución apresan un nuevo recluta, Juan Piqueras en casa de la Ramona. No sabemos la ocupación de Juan Piqueras, si era rentero, jornalero o simple prófugo del vecino Provencio, pero su apresamiento nos ha dejado la constancia del apilamiento de varias familias en una casa: la vieja María Ramona, dos matrimonios jóvenes y el recluta preso.

El apresamiento de Juan Piqueras provocó un grave conflicto de jurisdicción entre el concejo de El Provencio y el señor de Santiago de la Torre, don Antonio Castillo Triviño, que pronto se convirtió en conflicto con la villa de San Clemente, que hizo piña en torno a los Pacheco. Si renteros había de El Provencio en Santiago de la Torre, tantos o más había criados sanclementinos de su antiguo señor don Juan Pacheco y Guzmán. El conflicto se acabó resolviendo en perjuicio de los provencianos que vieron como su alcalde Juan Romero de la Roda y su regidor Alonso Romero eran conducidos a la cárcel de la Chancillería de Granada. Su delito: quebrantar la jurisdicción propia de la villa de Santiago de la Torre.



FUENTES

ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 2942, PIEZA 4, Conflicto jurisdiccional entre don Antonio Pacheco Triviño, señor de Santiago de la Torre, y la justicia de El Provencio, 1649)

AHN. INQUISICIÓN, 1391, Exp.5. Informaciones genealógicas de Andrés Cerdán de Landa, natural de Cuenca, pretendiente a oficial del Santo Oficio, y de su mujer, Rosa María Portillo Pacheco y Mendoza, natural de Picazo (Cuenca). 1709

BNE, Mss/13032

Real Academia de la Historia, Signatura: 25, fº 200 (2ª foliación).  Signatura antigua: D-25, fº 200 (2ª foliación)

GARCIA MORATALLA , Pedro Joaquín: La tierra de Alarcón en el señorío de Villena (siglos XIII-XV). IEA "Don Juan Manuel". Albacete. 2003

COLÓN, Fernando: Descripción y cosmografía de España. Padilla libros. Sevilla, 1988. Edición facsímil

ROSA FERRER, Ignacio de la: "Santa María del Campo Rus en 1566: ¿delincuencia común o subversión social?" en https://historiadelcorregimientodesanclemente.blogspot.com/2017/09/santa-maria-del-campo-rus-en-1566.html, 10 de septiembre de 2017