El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

domingo, 31 de enero de 2021

 La plaza de toros de Cuenca en el siglo XV, según los documentos de la época (1497)

"que esa dicha çibdad tiene un coso e plaça adonde se corren los toros e que por ancho del pasa el rrío de Huécar e que en los tienpos pasados Juan de la Bachillera fizo un molino en el dicho rrío del Huécar e que para él fizo una presa en mytad de la dicha plasa e coso de que la dicha çibdad diz que rresçibió mucho agrauio e que después puede aver un año que el dicho rrío cresçió se lleuó la dicha presa e queriendo la tornar a fazer el dicho Juan de la Bachillera diz que esa dicha çibdad se opuso a ello e no ge la consintieron hazer "
Juan de la Bachillera volvería a levantar la presa ante la oposición de la ciudad

Archivo General de Simancas, RGS,LEG,149702,96

sábado, 30 de enero de 2021

El abastecimiento de agua a la ciudad de Cuenca en 1494

 




El abastecimiento de agua a la ciudad de Cuenca (1494)

 

“por parte de la dicha çibdad nos fue fecha rrelaçión que nos ovimos mandado dar una çédula por la qual diz que mandamos quesa dicha çibdad juntamente con el dean y cabildo della uiesen cómo se podía traer a la dicha çibdad çierta agua e seyendo todos conformes la fisyesen traer segund que más largamente en la dicha nuestra çédula se contiene e que al tienpo que la dicha nuestra çédula se dio diz que se platicava entre vosotros que la dicha agua que auía de traer que fuese de rrío de Xúcar e que agora se a hablado e platicado entre vosotros que se auía de traer de rrío de Guécar en lo qual esa dicha çibdad e rrepública della rreçebiría dapno porque se perdería las hortalisas de la dicha çibdad que se rregan con la dicha agua e porque asy se quitase alguna parte del rrío se quitarían las moliendas de la rribera e que vernía grande dapno al trato de los paños porque todos los tintes están en la dicha rribera e que segund la poca agua del rrío se rrequería echarles a perder sy se les quitase alguna parte del agua del dicho rrío e que sería muy costoso e que no se podría sostener el hedifiçio que para ello se fisyese


El Consejo Real determinó hacer y mandar información al respecto

 

Archivo General de Simancas, RGS, LEG, 149411, 303

Se da por fecha de construcción del acueducto que hizo posible llevar el agua a la ciudad de Cuenca

martes, 19 de enero de 2021

Los Tébar de la Hinojosa

 Hernando, Diego y Lope de Tébar eran hijos de Lope de Tébar y Catalina de Gámez. Lope de Tébar era hijo de Hernando de Tébar, que casado con Mencía de Perrillas, tuvieron otros dos hijos García Álvarez de Tébar y Arias de Tébar, que había marchado a vivir a Cañavate. Hernando casaría de segundas con Juana de Araque.

Los antepasados de la familia Tébar se  tenían por señores de la aldea de Tébar: 

e que sus pasados auían seydo señores de Téuar e que estaua a par de Alarcón

Guiomar de Ayala era viuda de Juan Alonso, un hidalgo de La Hinojosa, había llegado a esta aldea desde la villa de Cervera en compañía de su abuela, Juana de Alarcón, por el año 1470. Allí ya conoció a Hernando de Tébar con casa y hacienda, pero Guiomar sabía por su suegra Isabel, que era natural de Tébar, que la familia de los Tébar se tenían antaño por señores de este lugar del mismo nombre, de donde habían tomado el apellido

e que el bisabuelo de los que litigauan (tres hermanos Tébar de la Hinojosa en 1550) que se dezía Pedro Álvarez de Téuar e que un hermano suyo heran señores de Téuar e que vendieron aquel lugar e que el dicho Pedro Álvarez de Téuar bisabuelo de los que litigaban se bino a biuir en biuió en el dicho lugar de Hinojosa y el otro su hermano biuió en Montaluanejo e que los susodichos eran fijodalgos e caualleros e personas generosas

Pedro Álvarez de Tébar una vez vendida su hacienda se había ido a vivir a  a Montalbanejo. Allí había tenido tres hijos que extenderán el linaje familiar por varios lugares. El primer hijo Fernando casó y vivió en la Hinojosa; Juan de Tébar se estableció en Montalbanejo, aldea de Alarcón, y Rodrigo en Almendros, en el común de Uclés. Algunos testigos nos hablan de otro hermano, Lope de Tébar, asentado en Montalbanejo, que sería padre de Juan de Tébar, canónigo de Palencia.

El tronco familiar principal estaba en Hinojosa, donde Hernando tuvo por hijos a Lope y otros dos hermanos: García Álvarez de Tébar, que permaneció en Hinojosa, y Arias de Tébar, que marchó a Cañadajuncosa. De Lope de Tébar sabemos que de mancebo estuvo bajo la protección de Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón.


Testigo, Juan de Luz, vecino de la villa de Villalgordo que es de don Juan Pacheco de Silva, hombre hijodalgo de 77 años. Hijo de Juan de Luz

Fernando de Tébar había casado en La Alberca, Diego de Tébar en La Parrilla y Lope de Tébar en La Hinojosa.


ACHGR, HIDALGUÍAS, Signatura antigua, 301-23-13

lunes, 18 de enero de 2021

La residencia de oficios concejiles en San Clemente en 1547

 

Residencia de los oficios concejiles de San Clemente por el gobernador Carbajal, 13 de mayo de 1547

 

El gobernador Carbajal veía la villa de San Clemente dividida en dos parcialidades. Ese año de 1547 eran alcaldes el bachiller Avilés y Antón de Castañeda y alguacil mayor Gregorio de Perona, oficios electos que ejercían el gobierno de la villa junto a ocho regidores perpetuos. A decir del gobernador Carbajal las dos parcialidades estaba integradas en dos bandos definidos:

·        El alcalde Antón Castañeda, y los regidores Francisco Pacheco, Alonso Pacheco Guzmán, Hernando del Castillo e Inestrosa Toledo, Sancho López de los Herreros, Francisco de los Herreros.

·        El alcalde bachiller Avilés, el alguacil Gregorio de Perona y los regidores Cristóbal de Tébar, Alonso García y Francisco Jiménez. Este último, sin duda víctima de las presiones, había renunciado a su cargo de regidor en favor de Rodrigo Pacheco, hijo de Francisco.

El gobernador denunciaba dos parcialidades enfrentadas con el único fin de controlar el gobierno municipal de la villa, intentando contradecir el espíritu de la ejecutoria de 1538 que obligaba a la elección por suertes de los oficios de alcaldes y alguacil y estableciendo un nuevo sistema por votación directa para imponer sus candidatos o, caso de las elecciones de 29 de septiembre de 1546, nombrando dos alguaciles, uno de cada parcialidad.

El gobernador Carbajal determinó durante treinta días a todos los regidores perpetuos, en tanto que la residencia era mandada al Consejo Real para que decidiera. No obstante, dejaba ejercer sus oficios temporalmente, para no dejar a la villa sin gobierno, a algunos de los cesados: Cristóbal de Tébar, Hernando del Castillo, Alonso García y Francisco de los Herreros. Sentenció que los oficios se eligieran por suertes, pero excluyendo a los deudos y parientes de los oficiales a la sazón.

 

La elección de 1546, por votos, se había hecho con la complicidad del alcalde mayor licenciado Francés. No obstante, la sentencia del gobernador doctor Rodrigo Suárez Carbajal fue desigual, benévola con unos y ejemplarizante con otros:

  • El alcalde bachiller Avilés, el alguacil Perona, y los regidores Cristóbal de Tébar, Alonso García y Francisco Jiménez fueron absueltos por haber defendido el espíritu de la ejecutoria de 1538 frente al alcalde mayor.

·        Los regidores Francisco Pacheco, Alonso Pacheco Guzmán, Hernando del Castillo e Inestrosa Toledo, Sancho López de los Herreros, Francisco de los Herreros fueron condenados a diez mil maravedíes por haberse saltado la ejecutoria

·        El gobernador condenó a los cinco regidores anteriores por celebrar ayuntamientos apartados y sin el escribano del ayuntamiento para cesar el procurador de la villa, Andrés González de Tébar, y al solicitador de pleitos Antonio de Alarcón, que defendían los intereses de San Clemente en Granada frente al regidor Francisco Pacheco, señor de Minaya, que ambicionaba incorporar una parte del término de la villa de San Clemente. A esos ayuntamientos apartados intentó hacer frente, con poco éxito, el gobernador Pedro Martínez de Avellaneda. La condena de los cinco regidores fue multa de 6000 mrs. a cada uno.

·        En el mencionado ayuntamiento separado de revocación de poderes tuvo un papel determinante el alcalde ordinario Antón de Castañeda, que descerrajó la puerta del ayuntamiento para acceder al mismo. Fue condenado a no usar el oficio de alcalde durante seis años so pena de destierro de diez años del marquesado de Villena y multa de 20000 maravedíes

·        Condena contra Antón de Castañeda de 3000 mrs. por haber revocado sentencia contra Miguel Sánchez de los Herreros y por no haberse inhibido en la causa que la justicia del marquesado seguía contra Juan de Ortega Castillo, condena de tres mil mrs., treinta días de prisión y destierro de un año del marquesado, y se remiten autos al Consejo sobre alzar depósito en connivencia con los Pacheco.


ACHGR, PLEITOS, 721-6

La elección de oficios concejiles de 1548 en San Clemente

 

El último gobierno concejil, en 1542, antes del establecimiento de los regidores perpetuos estaba formado por Pedro Rodríguez de Olivares y Alonso Oropesa como alcaldes ordinarios, Francisco de Perona, Amador López de Ávalos, Pedro López de Garcilópez y Antonio de la Fuente, regidores, y Miguel Vázquez de Haro, alguacil, junto a los diputados Francisco García y Alonso López de Garcilópez.

La división de la sociedad sanclementina se reflejaba en los repartimientos de alcabalas: se nombraban seis repartidores por los pecheros (a su vez divididos en tres estados: mayor, mediano y menor) y dos repartidores para los hidalgos. Pero en 1542, el repartimiento lo hacían seis pecheros, obviando los dos recaudadores hidalgos.

El establecimiento de los regidores perpetuos en 1543 en San Clemente supuso la venta de ocho regidurías, cinco de las cuales fueron compradas por hidalgos y tres de ellas por pecheros. Entre los pecheros, las dos más señaladas fueron las que compraron Sancho López de los Herreros y Cristóbal de Tébar. Pronto los Herreros que acumularon más regidurías se pusieron de acuerdo con los hidalgos para dominar los oficios elegibles, cambiando la tradicional elección por suertes en elección por mayoría de votos. En su intento chocaron con Cristóbal de Tébar que, representado en la Chancillería de Granada por el licenciado Perona, defendió la permanencia de un colegio de cuatro hidalgos y doce pecheros para la elección de alcaldes y alguacil. La disputa saltó en la elección de oficios de 1544 y fue llevada a la Chancillería de Granada a comienzos de 1545. La disputa era vieja y duraba ya más de medio siglo: era la disputa por el poder entre los Herreros y los Origüela, que ahora habían vuelto a la primera escena, blanqueando el apellido con el de Tébar como harán después con el de Avilés.

Los primeros encontronazos de los pecheros fueron con Francisco Pacheco, señor de Minaya, que pretendía ampliar los términos de su villa, y contra su primo Alonso Pacheco. Parece que, en la elección de 1543, pusieron un Garcilópez como alcalde, hombre de paja al servicio de sus intereses.

Las alianzas iban y venían; los Herreros se habían aliado con Francisco de Pacheco, señor de Minaya, y eran acusados, no sin razón de intentar cercenar los términos de San Clemente en beneficio de Minaya. También contaban con la alianza de Alonso Pacheco Guzmán, uno de los principales hacendados de San Clemente, pero esta alianza se rompió en seguida por la irrupción como regidor perpetuo de Hernando del Castillo e Inestrosa, el nieto del alcaide de Alarcón, que era cuñado y que pronto unieron a su alianza familiar otra de carácter político para hacerse con el poder en San Clemente. Herreros y Tébar atisbaron enseguida el peligro, que afectaba a la misma independencia jurisdiccional de San Clemente. Por esa razón, las enemistades entre Herreros y Tébar se olvidaron, y junto a los Pacheco de Minaya y los Valenzuela intentaron formar un grupo hermético que evitara la entrada de los Castillo en el gobierno municipal. No obstante, Hernando del Castillo y Alonso Pacheco supieron jugar sus cartas, ofreciéndose como garantía de estabilidad del poder concejil a los gobernadores y sabiéndose ganar a los pecheros o nobles discutidos que habían sido apartados del poder, caso de los Perona o Rosillo, o aquellos miembros de la baja nobleza apartados del poder, los de la Fuente, víctimas de los cambios: primero con la ejecutoria de 1538 que permitió a los hidalgos entrar en el poder o el establecimiento de las regidurías perpetuas en 1543.

Durante unos meses del año 1543 hubo una convivencia del viejo esquema municipal, dos alcaldes, cuatro regidores y un alguacil mayor (y la permanencia de unos diputados del común desfigurados) con los nuevos ocho regidores creados. No obstante, parece que el gobierno cayó en cuatro de esos regidores perpetuos, por ausencia del resto, y la permanencia de Francisco del Castillo Inestrosa, regidor añal, que garantizaba la presencia de la familia ante un Hernando del Castillo e Inestrosa que era una de los beneficiaros de la compra de regidurías perpetuas.

La lucha por el poder municipal en 1543 se trasladó de las regidurías al control de los oficios añales, alcaldes y alguacil. Y esa lucha tomó forma en el dilema de si los nuevos cargos añales debían ser votados por el concejo saliente o sacados en suertes. La elección de cargos entrantes por los miembros de la corporación saliente no era nueva, de hecho, San Clemente tuvo una estructura municipal compuesta por siete oficios concejiles y siete diputados, que en este último caso coincidían con los oficiales del año anterior. Al menos teóricamente, pues la realidad que el número de diputados variaba según las luchas por el poder, extendiendo su número para dar cabida a la diversidad de intereses y, en algún momento, llegando a ser concejos abiertos. Pero los concejos abiertos de comienzos de siglo pronto devinieron en asamblea tumultuarias en la que las diferentes facciones movilizaban a una parte del pueblo contra la otra. Estas disputas concejiles eran representación de la complejidad que había alcanzado la sociedad sanclementina: el odio que despertaban los Castillo o los Pacheco a comienzos de siglo, grandes hacendados y dueños de los molinos, seguía vivo, pero el equilibrio de las fuerzas pecheras estaba roto: los herederos de Miguel Sánchez de los Herreros buscaban el control total de la política concejil, aparte de los Tébar, el resto de familias pecheras eran incapaces de disputar ese poder. Desde luego existían multitud de propietarios, pero San Clemente ya no era una república de labradores, a pesar de lo extendido de la pequeña y mediana propiedad, pues se habían multiplicado otras capas sociales desligadas de la propiedad de la tierra. Es ahora, como si fuera una pequeña Albion adelantada a su tiempo, cuando San Clemente comienza a ser llamada una república de tenderos. Algún día se valorará en su justa medida esos intercambios que llegaban a las ferias de Mondéjar, a Madrid, Sevilla o Lisboa, por donde erraban los sanclementinos. Detrás de la expresión república de tenderos se amparaban los mercaderes de éxito o simples buhoneros, oficios diversos a mitad de camino entre el verlag system y la reglamentación concejil, junto a leguleyos, escribanos, alguaciles, mayordomos o simples criados al servicio de alcaldes mayores o gobernadores, clérigos beneficiados y toda una legión de hombres sin propiedad ni oficio alguno que acudían a la villa con ocasión de los trabajos agrícolas, de la vendimia o al mercado franco de los jueves. Esta es la razón por la que la Corona siempre dudaba de los padrones concejiles de San Clemente, pues ocultaban una población no reflejada, flotante o con residencia temporal en la villa. Es justo ahora, cuando nace la república de tenderos, cuando empieza a desintegrarse la república de labradores, cada vez más integrada en una economía monetaria arrastrada por procesos inflacionarios que llevará al endeudamiento de esta capa social. El sueño de la república de tenderos se extendería durante más de medio siglo, sueño que contribuiría a revitalizar la llegada de moriscos treinta años después. Pero era solo eso, un sueño.

Las disputas comenzaron con motivo de la elección de oficios de 1543. Al ayuntamiento presidido por el alcalde mayor, el licenciado Gamonal, acudieron el alcalde ordinario Antonio Ruiz de Villamediana, el alguacil Gonzalo de Tébar y el regidor Francisco del Castillo Inestrosa, todos ellos cargos añales, y junto a ellos tres de los nuevos regidores perpetuos: Alonso Pacheco Guzmán, Cristóbal de Tébar y Alonso García. No estaba el otro alcalde ordinario, preso por una causa pendiente, ni la mitad de los regidores perpetuos, entre ellos, Hernando del Castillo e Inestrosa. Si Antonio Ruiz de Villamediana impuso la presencia de hidalgos en los cargos añales según la ejecutoria de 1538, que les otorgaba a ocupar la cuarta parte; Alonso Pacheco Guzmán impuso un sistema de elección directo por votos, negando el tradicional de suertes, por el buen gobierno de la villa, se decía. Contaba con el apoyo de Cristóbal de Tébar y Alonso García, pero la solidaridad de los Tébar estaba rota, pues Gonzalo de Tébar tomó partido con Antonio Ruiz de Villamediana en su apoyo de la elección por suertes, con un colegio electoral votado nominalmente de seis pecheros y dos hidalgos.

Se mandó a escribano para tomar fe de lo que votaban los ausentes en el concejo. El alcalde Pedro Barriga se mostró favorable a las suertes, pero sobre todo por un colegio electoral que volvía al viejo espíritu pechero de la villa de San Clemente y estaría formado para la elección de alcaldes por el bachiller Rodríguez, Alonso González de Origüela, Pedro de la Fuente, Gines de los Llanos, Miguel López Cantero y los hidalgos Alonso Pacheco y Baltasar Granero y para la elección de alguacil al hidalgo Hernando Peralta y a los pecheros Cristóbal Ángel y Esteban González. Sus preferidos eran Alonso Pacheco y Alonso González de Origüela como alcaldes y Cristóbal Ángel para alguacil. Era costumbre el nombramiento de en el mismo ayuntamiento del alcalde de la hermandad pechero por votación, para cuyo cargo Pedro Barriga elegía a Rodrigo López de Valcárcel. La elección del alcalde de la hermandad hidalgo correspondía a este estamento, aunque no creemos que estuviera asentado el colegio electoral de cuatro miembros que se impuso después; es más Pedro Barriga pedía que fuera elegido, en su caso Alonso Valenzuela, por los oficiales del ayuntamiento, ya pecheros ya hidalgos. Las diferencias iban más hacia al sistema de elección que a los elegidos, pues Hernando del Castillo, abogando por el sistema de votos, tenía unos mismos candidatos: Alonso Pacheco Guzmán, el bachiller Rodríguez y Estaban González.

El alcalde mayor Gamonal impondría la elección por votos, aunque algunos de los oficiales votaron por un colegio electoral y no por candidatos directos. Se rompía así una tradición que se remontaba al privilegio que Juan Pacheco dio a la villa en 1445 (nombramiento anual por suertes de los oficios concejiles entre pecheros y posteros, idóneos y suficientes. Otra cláusula de la carta seria motivo de discordia futura, que los elegidos no pudieran repetir en tres años). Este fue el sentido de los votos:

  • Antonio Ruiz Villamediana votó para que entraran en suertes, como alcaldes, el licenciado Herreros, Andrés González, Luis de Alarcón y Cristóbal de Herreros, como alguacil, Martín de Oma, Cristóbal Ángel y Sancho López de los Herreros el mozo, Miguel Sánchez de los Herreros el mozo.
  • Alonso Pacheco votó directamente como alcaldes el bachiller Rodríguez y Alonso Pacheco de Guzmán y alguacil Esteban González.
  • Cristóbal de Tébar votó en el mismo sentido que Alonso Pacheco.
  • Alonso García votó como los dos anteriores
  • Gonzalo de Tébar como los tres anteriores

A pesar de las quejas de Antonio Ruiz Villamediana, la elección siguió adelante y, el grupo mayoritario decidió arrogarse el nombramiento de los dos alcaldes de la hermandad, incluido el hidalgo, cuyo nombramiento recayó en Luis de Alarcón; el pechero, en cabeza de Miguel Sánchez de la Pastora. El escribano del ayuntamiento, Rodrigo Ocaña, proclamó a voces los nombres de los electos desde la ventana de la sala del ayuntamiento.

La unanimidad entre los Tébar y los Pacheco de 1543 se rompió en la elección de San Miguel de 1544. Cristóbal de Tébar, apoyado por Sancho López de los Herreros, Francisco Jiménez, que había comprado regidurías, Alonso García y el alguacil Francisco Monteagudo, que había sustituido a Esteban González, manifestaron su deseo de volver al antiguo sistema de suertes. En el otro grupo estaban Alonso Pacheco, Alonso Pacheco de Guzmán, Francisco Pacheco, Hernando del Castillo, el bachiller Rodríguez y Francisco de los Herreros. Ganó el segundo grupo que impuso la elección por votos, decantándose por el licenciado Herreros y Diego de Alarcón Fajardo para alcaldes y Antón Gómez para alguacil. Pero en torno a Cristóbal de Tébar se consolidaba una oposición a los Castillo y Pacheco que conocemos gracias a la lista de un memorial de agraviados: Jerónimo Montoya, Baltasar Granero, Diego de Haro, Hernando Montoya, Diego de Montoya, el licenciado Herreros, el licenciado Perona, el bachiller Avilés, Cristóbal de los Herreros, Miguel Sánchez de los Herreros, Alonso González de Origüela, Juan de Caballón, Andrés González, Cristóbal Ángel el viejo, Esteban Ángel, Miguel López Cantero, Felipe Segovia, Juan López Perona, Gregorio del Castillo, Cristóbal Aguado, el bachiller Ángel y el mismo Cristóbal de Tébar. Ese año fueron nombrados para alcaldes de la Hermandad Hernando Montoya y Rodrigo Albelda.

Una vez más, según tradición, los nombres de los electos fueron proclamados por el escribano desde una ventana del dicho consystorio que sale a la plaça pública de la dicha villa donde estaban muchas personas.

La lucha sería sin cuartel en los próximos años: luchas de bandos y cuchilladas por doquier, pleitos en la Chancillería de Granada que acabaron en intentos de progroms anticonversos contra los Castillo, pero lo que se estaba dilucidando en la villa de San Clemente era la oposición al dominio de un patriciado enriquecido ya fueran los pecheros como los Herreros ya los Pacheco o los Castillo, familias embrionarias de la presente y futura nobleza regional. Mientras los Tébar, simple rama de los Origüela vivían esas contradicciones, afortunados y perdedores, en el seno del linaje familiar. Las décadas de 1540 y 1550, serían convulsas y de las luchas sociales nacería un nuevo patriciado que traicionaría el espíritu igualitario del San Clemente de comienzos de siglo.

La definición de bandos se produce en febrero de 1545, cuando Sancho López de los Herreros el viejo, apoyado por su familiar Francisco de los Herreros, decide tomar en común partido con Cristóbal de Tébar para cerrar el paso a los Pacheco y a los Castillo. Se trataba de que se volviere al sistema de suertes y se obviara la votación directa por los oficiales salientes de los oficiales entrantes. La iniciativa era apoyada por los hijos de Antón García, Francisco y Alonso (este último con regiduría perpetua) y el regidor Francisco Jiménez, un hombre de fortuna que nos reaparecerá en los disturbios de 1553, y asimismo de otros marginados de la política municipal como Pedro Garnica o Antonio Ruiz de Villamediana.

 

El divorcio definitivo en la elección de oficios se produjo en 1548, aunque la residencia del gobernador Carbajal de 1547, presentándose como ecuánime, contribuyó a acelerar el proceso, pues eliminaba de la política concejil a uno de los actores más poderosos, los señores de Minaya. El 29 de septiembre de ese año, los cargos cesantes del municipio salieron de la sala del ayuntamiento, negándose a participar en una elección que contradecía la ejecutoria de 1538. En la sala se quedaron solos dos regidores, Alonso Pacheco y Hernando del Castillo, y el alcalde mayor, bachiller Orozco, que fue recusado por los opositores. El asunto sería llevado a la Chancillería de Granada por un grupo de vecinos de San Clemente (Rodrigo de Albelda, Antón de Ávalos, Francisco de Albelda, Miguel Salamanca, Pedro Juárez, Pedro de Villamayor, Benito López y Diego de Caballón), que se movía en el segundo plano de la política y eran testaferros de otros, a decir de sus enemigos, al servicio de Cristóbal de Tébar y Francisco Pacheco, señor de Minaya. El acusador era Cristóbal de Tébar, y quien había amañado la elección era Hernando del Castillo Inestrosa y Toledo.

El 29 de septiembre de 1548 estaban presentes en el ayuntamiento, bajo la presidencia el alcalde mayor bachiller Orozco, los oficiales elegidos del año anterior y los regidores perpetuos: los alcaldes ordinarios, Pascual Valenzuela, sacado de prisión para la sesión, y Francisco de Olivares; los regidores, Francisco Pacheco, Hernando del Castillo, Alonso Pacheco, Cristóbal de Tébar, Sancho López de los Herreros, Francisco de los Herreros, don Rodrigo Pacheco, Alonso de Valenzuela y el alguacil Pedro de Alarcón. Aunque el sistema por suertes ya había sido discutido en 1544, ahora, Alonso Pacheco y Hernando del Castillo, pidieron que los votos de los candidatos no fueran proclamados en voz alta por los presentes, sino que cada uno emitiera sus votos apartada y secretamente en presencia del escribano que diera fe. El alcalde mayor se sumó a esta petición; los dos alcaldes salientes, junto a los regidores Francisco Pacheco y Alonso Valenzuela, y el alguacil Pedro de Alarcón Fajardo propusieron sus nombres en secreto, pero los dos Herreros y Cristóbal de Tébar se mantuvieron al margen y en silencio. Esta vez la acusación de Alonso Pacheco y Hernando del Castillo fue directa, acusando a ambas familias de esquilmar los propios, provocar la ruina de la villa con sus parcialidades y ponerse de acuerdo, eso sí, para colocar a sus deudos en el ayuntamiento

 

La importancia de este concejo era ya no solo la elección de alcaldes (licenciado Perona y Alonso Martínez Bermejo) y alguacil (Martín de Oma) favorables a Hernando del Castillo, sino que se aprovechó la sesión para nombrar aquellos oficios que el concejo tenía como propios: la escribanía recayó en Rodrigo de Ocaña por 120.000 mrs., la almotacenía, en Francisco de Ávalos por 27.000 mrs., la correduría, en favor de Miguel de la Serna por 310 ducados, la escribanía del ayuntamiento en Juan Rosillo, mayordomo de propios en Francisco Rodríguez el mayordomo del alhorí en Francisco Suárez de Figueroa, alcalde de la hermandad Ginés de la Osa y procurador de pobres de la villa, Hernán Sánchez Coronado. Un conjunto de apellidos nuevos o marginados del poder, caso de los Rosillo o Ávalos, que entrarán en los oficios menores de la política municipal al servicio de las grandes familias. Es simbólica la entrega de llaves del escribano del ayuntamiento entrante al saliente. Rodrigo de Ocaña entregó a Juan Rosillo cuatro llaves:

Que entregue sus llaves al dicho Juan Rrosillo y se siente en la silla donde yo el escriuano estava y ansí fue fecho, que se sentó en la dicha silla e yo el escriuano le entregué quatro llaves, una del arca de tres llaves, y otra del arca mayor y dos de dos cajones

El caso es que, al día siguiente de San Miguel de 1548, se procedió a la subasta de rentas y propios del concejo. La subasta se hacía desde debajo de la sala del ayuntamiento con el alcalde mayor Orozco, los oficiales elegidos y dos regidores solamente, Hernando del Castillo y Alonso Pacheco, con presencia de gran número de personas y, en lo que era un ayuntamiento paralelo, los cinco regidores excluidos que acudían a la subasta desde el cercano cementerio (lugar sagrado que les evitaría la persecución judicial). La postura de la escribanía corrió a cargo de Juan Robredo, por cien mil mrs., próximo a Cristóbal de Tébar, pero tuvo que ceder ante el remate a favor de Rodrigo de Ocaña por 120000 mrs. El arrendamiento de la escribanía suponía colocar a próximos como Sebastián de Oviedo, Rodrigo de Albelda, Francisco de Ocaña, Francisco Castillo, Lope González o Francisco Hernández. Así, las prebendas se multiplicaban al mismo ritmo que los oficios, aunque la lucha por nombrar estos escribanos continuaba hasta el final en medio de disputas.

Si la subasta de la escribanía se hacía a la vista de todos los vecinos en la plaza pública, el arrendamiento del resto de rentas se hacía en la sala del ayuntamiento, sentados los oficiales en sus poyos. La almotacenía se remataba junto a la fiesta del correr de dos toros, que recayó en Amador Rabel por 1000 mrs. de prometido; la cárcel quedó para Hernando de Avilés que recibía por este oficio mil mrs.; la caballería de sierra se remató en Ginés Romero, en once ducados; la correduría era uno de los oficios más ambicionados, por eso Miguel de la Serna pagó 310 ducados.

La ruptura ese año fue total, socavando los bandos existentes. El hecho de que los alcaldes y alguacil salientes se negaran a entregar las varas de justicia o el abandono de la sala del ayuntamiento por cinco de los regidores era la señal de salida de una crisis definitiva. A la disputa entre las viejas familias, Herreros y Tébar (es decir, Origuelas), se unía ahora la ruptura definitiva de los Pacheco; la rama sanclementina de esta familia defenderá en el futuro unos intereses alejados de sus parientes, los señores de Minaya. La alianza entre Alonso Pacheco y Hernando del Castillo, cuyas familias entroncarán matrimonialmente en la segunda mitad del siglo con el matrimonio de Juan Pacheco Guzmán y Elvira del Castillo y Cimbrón, es el símbolo del poder de los dos grandes terratenientes del pueblo, dueños de tierras en Rus y Perona y de los molinos Nuevos y de la Losa, y es el símbolo del final de una época: la de la república de los labradores de comienzos de siglo; no es que los Herreros o Tébar representen un espíritu igualitario, es que son incapaces tanto de mantener el viejo equilibrio de poderes como de monopolizar el gobierno concejil. La ejecutoria de 1538, al permitir la entrada de los hijosdalgo supuso el ariete que derribó el viejo poder de las familias pecheras. El final de la década de 1540 y 1550 será de una lucha sin cuartel por el control del poder concejil. Serán los Tébar, apoyados por las diferentes ramas de Origüelas y otras alianzas circunstanciales los que encarnen ese viejo espíritu de la república pechera y traten de impedir el acceso al poder y su monopolio por los Castillo, pero el arma usada es la acusación de judaísmo, de la que ni unos ni otros están libres.

 

ANEXO: VOTACIONES DE 29 SEPTIEMBRE DE 1548

 

Pascual Valenzuela, alcalde:

  • Hernando de Montoya, Antonio Ruiz, Diego de Haro, Juan de Oma, el bachiller Francisco Rodríguez, Esteban Ángel, Andrés González de Tébar, Gregorio del Castillo, Sancho López el mozo, Alonso de Oropesa, Gonzalo de Tébar, Martín López Merchante, Miguel Sánchez de los Herreros, yerno del bachiller, Diego Ángel, Juan López de Perona, hijo de Alonso López de Perona, Alonso Martínez Bermejo

Francisco de Olivares, alcalde

  • Hernando de Montoya, Antonio Ruiz, Diego de Haro, Juan de Oma, el bachiller Francisco Rodríguez, Esteban Ángel, Andrés González de Tébar, Gregorio del Castillo, Sancho López el mozo, Alonso de Oropesa, Gonzalo de Tébar, Martín López Merchante, Miguel Sánchez de los Herreros, yerno del bachiller, Diego Ángel, Juan López de Perona, hijo de Alonso López de Perona, Alonso Martínez Bermejo

Don Francisco Pacheco, regidor

  • Hernando de Montoya, Antonio Ruiz, Diego de Haro, Juan de Oma, el bachiller Francisco Rodríguez, Esteban Ángel, Andrés González de Tébar, Gregorio del Castillo, Sancho López el mozo, Alonso de Oropesa, Gonzalo de Tébar, Martín López Merchante, Miguel Sánchez de los Herreros, yerno del bachiller, Diego Ángel, Juan López de Perona, hijo de Alonso López de Perona y hermano del licenciado Perona, Alonso Martínez Bermejo

Alonso Valenzuela, regidor

  • Hernando de Montoya, Antonio Ruiz, Diego de Haro, Juan de Oma, el bachiller Francisco Rodríguez, Esteban Ángel, Andrés González de Tébar, Gregorio del Castillo, Sancho López el mozo, Alonso de Oropesa, Gonzalo de Tébar, Martín López Merchante, Miguel Sánchez de los Herreros, yerno del bachiller, Diego Ángel, Juan López de Perona, hijo de Alonso López de Perona y hermano del licenciado Perona, Alonso Martínez Bermejo

Pedro de Alarcón Fajardo, alguacil

  • El bachiller Francisco Rodríguez, Juan López de Perona, Andrés González de Tébar, Alonso González de Origüela, Gregorio del Castillo, Diego de Haro, Antonio Ruiz de Villamediana, Alonso Martínez Bermejo, Diego Ángel, Esteban Ángel, Miguel Sánchez de los Herreros, hijo de Bernardino de los Herreros, Juan de Oma, Hernando de Montoya, Hernando de Bustos, Diego de Ortega, Pedro Rosillo.

Propuesta final del alcalde mayor, a instancias de Alonso Pacheco y Hernando del Castillo

  • Por el estado hidalgo: Antonio Ruiz, Juan de Oma, Martín de Oma, Hernando de Peralta
  • Por el estado pechero: Martín López Merchante, Alonso Martínez Bermejo, Amador de Ávalos, Pedro Rosillo, licienciado Perona, Francisco Martínez labrador, Pedro de la Fuente, Fernando Figueroa, Sancho López el mozo, Gregorio del Castillo, Esteban Ángel, Juan López de Perona (estos tres últimos nombres en sustitución de tres impedidos: Pedro Juárez, Francisco Jiménez y Rodrigo Albelda)

ACHGR, PLEITOS, 721-6

lunes, 11 de enero de 2021

Oficios concejiles, elecciones de la villa de San Clemente, 1538-1542

 

Elección de 29 de septiembre de 1538

 

Es la primera elección según la ejecutoria de 1538. Se echan a suertes 16 nombres seleccionados por el concejo saliente, de los que se dice que son hábiles, suficientes y rezagados: doce posteros y cuatro hidalgos. Los oficios sacados a suertes son:

  • Hernando del Castillo, alguacil
  • Alonso Pacheco, Miguel Sánchez de los Herreros. Alcaldes
  • Pedro de Garnica, Sancho López de los Herreros, Cristóbal de Tébar, Miguel López de los Herreros, regidores
  • Lope Peinado, alcalde de la hermandad
  • Juan de Olivares y Juan de Montoya, alcaldes de mestas

Se nombra como escribano nuevo del ayuntamiento por los recién elegidos a Hernán Rosillo

 

Elección de 29 de septiembre de 1539

 

Se sigue el mismo método que en la elección de 1539. Un niño llamado Vasco Herreros, hijo de Cristóbal Barbero, saca a los siguientes oficiales:

  • Diego de Haro, alguacil
  • Alonso González de Origüela y el bachiller Avilés, alcaldes ordinarios
  • Ginés de Llanos, Juan de Ludeña, Juan López de Perona, el bachiller Rodríguez, regidores
  • Alcalde de la hermandad, Francisco Muñoz.
  • El licenciado Perona y Alonso Martínez Bermejo, alcaldes de mestas

 

Elección de oficios de 29 de septiembre de 1540, ante el gobernador del Marquesado, licenciado Mercado.

 

Mismo procedimiento que el año anterior. Salen elegidos

  • Francisco García, alguacil
  • Diego Gallego y Hernán Vázquez de Haro, alcaldes
  • Alonso López de Garcilópez, Juan de Caballón, Miguel López de Ávalos, Antonio López de Garcilópez, regidores
  • Melchor de Sevilla, alcalde de la hermandad
  • Ginés de Llanos y Juan López de Perona, alcaldes de mestas

 

Elección de oficios de 29 de septiembre de 1541, ante el gobernador Francisco Méndez de Carbajal y los alcaldes mayores del Marquesado Garciano Sánchez y bachiller Gamonal

 

El procedimiento es similar a años anteriores, aunque ahora se excluyen expresamente a aquellas personas que tengan pleitos pendientes con el concejo o sean arrendadores, o fiadores, de rentas reales o concejiles. Ahora las pelotas de cera hechas en turquesas se meten en un cántaro, que saca un hijo del licenciado Perona

  • Miguel Vázquez de Haro, alguacil.
  • Amador López de Ávalos, Antonio de la Fuente, Francisco de Perona, Pedro López de Garcilópez, regidores
  • Pedro Rodríguez y Alonso de Oropesa, alcaldes
  • Juan de Caballón y Francisco García, alcaldes de mestar

 


Elección de oficios de 29 de septiembre de 1542, ante el gobernador Francisco Méndez de Carbajal

 

Sigue procedimiento de año anterior, saca las bolas el hijo del gobernador

  • Gonzalo de Tébar, alguacil
  • Antonio Ruiz de Villamediana y Pedro Barriga, alcaldes ordinarios
  • Sancho López de los Herreros, Francisco Ludeña, Juan Sánchez, yerno de Manzano, Pedro Rosillo, regidores
  • Andrés Marín (¿), alcalde de la hermandad
  • Alonso de Oropesa y Miguel Vázquez de Haro, alcaldes de mesta

 

 ACHGR, PLEITOS, 721-6

domingo, 10 de enero de 2021

Dos villas de San Clemente; dos momentos históricos

 Dos villas de San Clemente; dos momentos históricos

Hay dos iglesias en la villa de San Clemente que en su construcción representan dos momentos de su pasado histórico: una es el pasado de su éxito, otra el presente de su fracaso. La Iglesia de Santiago Apóstol parece ganar el Cielo con sus columnas y nervaduras de una planta salón y palaciega; la iglesia de Nuestra Señora de Gracia se encoge en sus formas achaparradas, amenazando ruina. Apariencias engañosas de dos momentos históricos que marcan el nacimiento y ruina de una villa: el triunfo de unos hombres con voluntad de hierro, forjadores del presente y del futuro, en aquellos años de comienzos del quinientos, y la abulia de esos otros a los que pesa demasiado el legado de sus padres y abuelos.
Cuando se edifica la iglesia de Nuestra Señora de Gracia, la villa de San Clemente es un pueblo de setecientas u ochocientas almas dedicadas a la labranza, que sale de una sociedad dominada por unos pocos pastores, señores de ganado, y terratenientes que con matones a sueldo imponen su ley. Es la reina Isabel quien impone la suya a estos camorristas, condenándolos al destierro y a azotes; acaba con las disputas estériles y unos hombres, que dejan de acuchillarse, se dedican a trabajar en mancomunado esfuerzo. Vivirán los peores años que quizás ha vivido la Historia de España, los que van de 1502 a 1508: malas cosechas, hambres y la peste de 1508, la peor de las que ha vivido España en la Edad Moderna y la que ha sido llevada en su desgracia con mayor entereza por los hombres. En aquellos años de comienzos del quinientos, las únicas armas eran la abnegación, que compartía lugar con la resignación, y la ayuda mutua y solidaridad entre los hombres. Esa solidaridad no hubiera sido posible sin unos pocos hombres comprometidos con el ideal de pobreza de la reforma cisneriana de las órdenes mendicantes. Estos primeros frailes franciscanos que llegan a San Clemente, desposeídos de todo bien, tenían menos que sus vecinos y daban su esfuerzo desinteresado para vertebrar una sociedad hambrienta. Fueron traídos por el rico de la villa, Alonso del Castillo y Toledo, en una más de esas políticas sociales de cualquier época, pero devinieron en el catalizador que imbuyó un espíritu de superación. A esa villa arruinada de comienzos del quinientos llegaron hombres de todas partes, desheredados de sus lugares de origen y oportunistas ante la necesidad ajena, y comenzaron a construir una iglesia: símbolo del triunfo de su voluntad, pues lo que nacía era una sociedad nueva de hombres que ganaban la tierra, libres de ataduras. El pueblo creció hasta los tres mil o cuatro mil habitantes y la iglesia y su claustro, lugar de encuentro de hombres de todas partes y condición, se erigieron a un lado de la entrada del pueblo para acoger a los nuevos vecinos que por el camino de Cuenca y Alarcón llegaban en busca de su oportunidad. La sociedad sanclementina resistió y triunfó y el frágil techo de su iglesia, levantado por unos vascos a los que se les caían todas las iglesias, también.
Los hijos y nietos lo recibieron todo y dilapidaron más de lo que se les había dado. Andrés de Vandelvira les ofreció la gloria y el cielo, pero lo rechazaron; quería construir una gran bóveda oval coronando la iglesia de Santiago. La sociedad sanclementina se enfrentó en un falso debate, ¿quién aportaba el dinero? ¿los ricos? Era una discusión falaz; a comienzos del quinientos Nuestra Señora de Gracia se construyó con las limosnas de unos hombres harapientos, pero orgullosos y libres en su único deseo de serlo; a mediados de siglo, los hombres están acomodados en su mediocridad. Discusiones estériles del pueblo se trasladan a sus regidores: las viejas capillas se derruirán, el espacio de la plaza Mayor desaparecerá, ahogando la visión del ayuntamiento; palabras engañosas para negar un proyecto urbanístico nuevo dominado por la gran cúpula. De nuevo, vuelven los vascos, que han aprendido ahora sí a levantar bóvedas nervadas; de Vandelvira quedará la imitación de una estructura palaciega que respete el nuevo espacio concejil creado a inicios de siglo. Es un mundo visual donde domina la apariencia; la fuerza de aquellos hombres de mil quinientos ya no existe. Cuando Felipe II pregunta a los vecinos del pueblo por su historia, estos hombres no están deslumbrados por su nueva iglesia de Santiago, sino que traerán a colación los logros de sus abuelos de mil quinientos.
San Clemente en mil quinientos cincuenta cree vivir su esplendor e inicia el camino de su decadencia. La vida sedentaria ha olvidado el viejo espíritu de frontera. Cuando el tendero Antón López de Garcilópez se queja ante el gobernador de la "estrecheza de la plaza", este se sorprende, sin entender que Antón es un creador de riqueza que se siente más a gusto en el anárquico arrabal que en las formas cuadriculadas del nuevo espacio urbano. La ciudad se abre pero las mentes se estrechan, pues los proyectos comunes de unos hombres que se sienten partícipes e iguales han desaparecido. Lo sabrá expresar muy bien el doctor Alonso de los Herreros: la república concejil y pechera de San Clemente no puede caer en manos de idiotas y rezagados, sin saber que justifica en su negación a esos mismos idiotas y rezagados que ocupan a perpetuidad los oficios públicos.
Fotografías de Jesús Pinedo Saiz







Oficios concejiles: San Clemente, 1526-1528

 

Elección de oficios concejiles de 29 de septiembre de 1526

 

El concejo es presidido por el licenciado Alonso Pérez de Vargas, alcalde mayor en el corregimiento de la emperatriz Isabel. Los oficiales salientes son

  • Bartolomé Sánchez de Llanos y Juan de Caballón, alcaldes ordinarios
  • Garci Martínez Ángel, Juan de Olivares, Francisco de Olivares y Francisco de Perona, regidores
  • Gonzalo de Origüela y Ferrán López, alguaciles

Los nuevos oficiales se eligen por suertes, aunque no hay constancia del proceso. Estos son los elegidos:

  • Juan de Sevilla, alguacil
  • Juan Sanchez de Andrés Sánchez y Cristóbal Merchante, alcaldes ordinarios
  • Alonso González de Origüela, Diego de Caballón, Pedro López de Perona y Cristóbal de Tébar, regidores
  • Gonzalo de Origüela, alcalde de la hermandad

A continuación, proceden a jurar el cargo, tras la entrega de las varas de justicia, sin fraude ni cautela alguna.

Se nombra un procurador síndico por el alcalde mayor y oficiales viejos, que cae en cabeza de Alonso de las Mesas. El nombramiento corresponde a una carta de poder otorgada por esos oficiales al nombrado.

Elección de oficios de 29 de septiembre de 1527

Oficiales salientes

  • Juan de Sevilla, alguacil
  • Juan Sanchez de Andrés Sánchez y Cristóbal Merchante, alcaldes ordinarios
  • Alonso González de Origüela, Diego de Caballón, Pedro López de Perona y Cristóbal de Tébar, regidores
  • Gonzalo de Origüela, alcalde de la hermandad

El sistema de elección era el tradicional meter los redolines de cera con los nombres de los candidatos en un bacín de agua; un niño llamado Hernandico, hijo de Vargas, sacó las bolas de los elegidos:

  • Alguacil: Francisco de Ávalos
  • Alcaldes: Pedro Sánchez de Origüela, Bernardino de los Herreros
  • Regidores: Gonzalo Martínez Ángel, Pedro Rodríguez de Olivares, Pedro López de Tébar, Juan Gómez de don Gil
  • Alcalde de la hermandad: Antón Jiménez
  • Alcaldes de mestas: Francisco de Perona, hijo de Alonso López de Perona, y Miguel Sánchez de los Herreros.
  • Diputados (oficiales salientes): Juan Sánchez de Andrés Sánchez, Alonso González de Origüela, Pedro López de Perona, Cristóbal de Tébar, Diego de Caballón, Juan de Sevilla y Gonzalo de Origüela

A continuación, juran sus cargos “en forma debida de derecho que cada uno en sus ofiçios lo usará y exerçerá bien e fielmente sin fraude ni cautela, amor ni desamor… que no llevarán derechos demasiados ni cohecho”.

Son escribanos el ayuntamiento Hernán Rosillo y Francisco Fernández

 

Elección de oficios de 29 de septiembre de 1528, ante el corregidor Álvarez de Sotomayor

Del libro de posteros se saca a los rezagados (no haber ejercido oficios en tres años anteriores):

  1. Antón de Ávalos
  2. Alonso de la (L)Osa
  3. Alonso Rosillo
  4. Alonso López de Perona
  5. Alonso de Astudillo
  6. Aparicio de la Ojeda
  7. Alonso López de Garcilópez
  8. Alonso Mancheño
  9. Diego Simón
  10. El bachiller Francisco Rodríguez
  11. Alonso Sánchez Coronado
  12. Francisco de la Sierra
  13. Hernando Sánchez de Origüela
  14. Francisco Perona, hijo de Miguel López
  15. Francisco Rosillo
  16. Francisco Muñoz
  17. Juan Sánchez de Lope
  18. Juan López de Perona
  19. Juan Ruiz del Castillo
  20. Juan Mancheño
  21. Miguel Muñoz el mozo
  22. Miguel Sánchez Cantero
  23. Miguel López Cantero
  24. Pedro Ruiz de Segovia
  25. Pascual Simón
  26. Sancho López de los Herreros
  27. Cristóbal Ángel
  28. Pedro Fernández de Hellín
  29. Pedro de Albelda

Se sigue el sistema de suertes de echar las cédulas con sus nombres envueltas en reolines de cera en un bacín de barbero con agua, las bolas las sacará Miguel Sánchez, un niño de nueve años, hijo de Bernardino de los Herreros. Entre los alcaldes sorteados está el de alcalde de la hermandad pechero

Oficios elegidos

  • Alonso López de la Losa y Diego Simón, alcaldes
  • Cristóbal Ángel, Miguel Muñoz, Juan López de Perona, Alonso López Rosillo, regidores
  • Alonso López de Garcilópez, alguacil
  • Bernardino de los Herreros, Gonzalo Martínez Ángel, Pedro Rodríguez, Martín del Campo, Juan Gómez, Pedro López de Tébar, Francisco de Ávalos, diputados del ayuntamiento.
  • Juan Sánchez de Andrés Sánchez y Juan Sánchez, alcaldes de las mestas
  • Juan Bravo, procurador síndico

 ACHGR, PLEITOS, 721-6

Oficios concejiles: San Clemente, 1519

 

Elección de oficios del año 1519-1520 de la villa de San Clemente: 29 de septiembre de 1519

 

Oficiales salientes:

Alcaldes ordinarios: Juan López Cantero y Bernardino de los Herreros

Regidores: Antonio de los Herreros, Alonso González de Origüela, Juan Manzano, Pascual Simón, regidores

Alguacil: Juan Ruiz del Castillo

 

En presencia del concejo saliente se procede a elegir los nuevos oficiales para el año siguiente. Se seguía un sistema rotatorio entre los posteros (pecheros que pagaban por encima de una cantidad de impuestos), que no habían ocupado oficios concejiles en los tres últimos años, según el privilegio concedido por el maestre Juan Pacheco el 10 de diciembre de 1445;

Tomaron ante sí el libro de los posteros desta villa e sacaron dél los que les paresçió que convenía entrar en los ofiçios que son los syguientes guardando los que an pechado tres años e los que an tenido ofiçios e descansado los tres años

  1. Alonso Gonçalez de la Huerta
  2. Benito Garçía
  3. Françisco de Monteagudo
  4. Garçi Martínez
  5. Miguel López de Perona el viejo
  6. Françisco de Perona
  7. Antón Gómez
  8. Diego Symón
  9. Fernando de Orihuela
  10. Juan de Olivares el viejo
  11. Miguel Martínez el viejo
  12. Antón de Monteagudo
  13. Diego de Sandoval
  14. Françisco de Orihuela
  15. Juan Gómez
  16. Cristóbal Merchante
  17. Alonso Destudillo
  18. Francisco de Olivares
  19. Gonçalo Martínez Ángel
  20. Juan López de Garçilopez
  21. Ginés López

 

Por la relación debemos pensar que los postulantes a ser elegidos como oficiales concejiles en  San Clemente quedaba reducido a poco más de una sesentena de familias, de las ochocientas familias que componían la población de la villa, correspondiente seguramente al estado superior de los pecheros (recordemos que la población pechera se dividía en entre estados según renta; superior, mediano e inferior) y de la que estaban excluidos la mayoría de los pecheros y también de una veintena de familias hidalgas.

“E señalados (los posteros mencionados) hizieronlos escrevir en un papel e hizieron dellos de cada nonbre escrito en una çédula un rredolín de çera echaronlas en un baçín de agua y en presençia del pueblo llamaron llamaron a un niño que se dize Monteagudo, hijo de Antonio de los Herreros”

El niño sacó las bolas de cera de los nuevos oficiales una a una: la primera, la de Gonzalo Martínez Ángel para alguacil; luego, las de Antón de Monteagudo y Garci Martínez Ángel para alcaldes, y para regidores, Miguel Martínez el viejo, Cristóbal Merchante, Fernando de Origüela y Juan López de Garcilópez. Por el mismo sistema se elegía entre tres candidatos (aunque esta vez no se exigía estar en la lista de posteros anterior), es de suponer propuestos por el concejo anterior, de los que el niño sacó la bola de Francisco Sánchez de Gonzalo Sánchez.

Junto a los oficiales concejiles se nombraban los llamados diputados del común. Creemos que el puestos a los oficiales del concejo saliente a cierta elección más abierta entre los vecinos. Este año de 1519, se nombraron siete diputados del común directamente por los siete oficiales concejiles salientes: el bachiller Rodríguez, Alonso López de Perona, Sancho López de los Herreros, Francisco de los Herreros, Juan Sánchez el mozo, Alfaro y Juan González de Huerta.

Después de tomarles juramento a los nuevos elegidos, ante la cruz y los Evangelios en presencia del escribano Pedro de la Fuente, se daban las varas de justicia. En estas elecciones había multitud de vecinos, y, años después, la costumbre era que los alcaldes saludaran desde la ventana del ayuntamiento. Quizás ahora no se hizo, porque se estuvieran construyendo nuevas casas en sustitución de las edificadas a finales del siglo XV.

Los alcaldes se comprometían al buen gobierno, pero también al respeto de la moral y de las buenas costumbres:

“E luego los dichos alcaldes mandaron pregonar e se pregonaron los pecados públicos; que ninguno juegue juegos vedados ni blasfeme ni sea rrufián ni puta lo tenga ni sea amançebado ni trayga armas ni ande vagabundo so las penas de las leyes del Rreyno”

Los hidalgos tenía derecho a nombrar dos diputados propios, en este caso, Antón García y Antonio Rosillo, que el ayuntamiento aceptaba en esa sesión como tales, aunque su presencia en futuros concejos quedaba supeditada a que fueran llamados por un concejo pechero que les solicitaba su parecer: “e juraron de dar sus votos e paresçeres lo más útiles que pudieron en lo que los tomaren como es costunbre


ACHGR, PLEITOS, 721-6