El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)
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domingo, 24 de diciembre de 2023

Quintanar del Rey vs. Tarazona

El litigio entre Tarazona y Quintanar versaba sobre el aprovechamiento de varias dehesas: la Torquilla, Hoya Trascasas, Vadoluengo, la Ensancha de la Hoya de Gil García, el Humilladero, Casa de la Parreña, y Pozo Llorente. La acusación venía de los vecinos de Quintanar, que acusaban a los de Tarazona hacer varias dehesas sobre suelos que los quintanareños consideraban que eran tierras que ellos labraban; limitando el desarrollo agrario de Quintanar.

Hasta donde sabemos hubo una facultad real en 1629 que otorgaba a los tarazoneros la privacidad para explotar estas dehesas (creemos que hay una primera facultad real de 1606) y que al parecer iba contra una transacción entre Quintanar y Tarazona, fechada en mayo de 1615. Una nueva concordia de 1640 intentó compartir la explotación de las dehesas por ambos pueblos, fijando unas condiciones muy definidas: por la qual la dicha villa de Taraçona dexó a la de Quintanar el uso y aprovechamiento de las dichas dehesas de la Torquilla, Casa de las Parreña, Poço Llorente, Umilladero, y Hoya Gil García y Vadoluengo para que las goçasen por tiempo de seis años con declaración y calidad que en quanto a la dehesa de Vadoluengo y la Hoya Gil García y Umilladero las habían de goçar las dichas villas por mitad en quanto a arrendar la yerba en esta manera, los dichos seis años en esta manera: la dicha villa de Taraçona habrá de arrendar para sí los tres años primeros la dicha dehesa de Vadoluengo y la villa de Quintanar la Hoya de Gil García y Umilladero los dichos tres años primeros y los tres años últimos por el contrario la dicha villa de Quintanar había de goçar la dehesa de Vadoluengo la villa de Taraçona la Hoya de Gil García.

El acuerdo no salió gratis a Quintanar del Rey, que debió pagar a Tarazona de la Mancha, dos mil cien ducados. Pero el acuerdo mostraba algo más: esas dehesas estaban en el suelo y término de Alarcón, villa que había perdido el control de sus tierras sureñas y que ahora explotaban privativamente los dos primeros pueblos. Antaño, Alarcón exigía a cada vecino que deseará pastar con sus ganados en sus términos una borrega al año; así hasta el año referido de 1615 en el que Tarazona consigue facultad real para explotar privativamente las dehesas y los vecinos de Quintanar se ven obligados a conciertos individuales con el concejo tarazonero con aprovechamientos comunes.




Concejo de Quintanar del Rey 1657

Don Alonso Ruipérez Montoya y Alonso de Oñate, escribano, alcaldes ordinarios

Francisco Sánchez Parreño, don Pedro de Oñate, don Antonio López Parreño, Pedro Serrano Picazo, Juan Mateo de Ruipérez, don Alonso de Mondéjar, don Bernardo de Oñate, Marcos Félix de Oñate, regidores´


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. PLEITOS CIVILES. C-9988-5

domingo, 19 de junio de 2022

TARAZONA DE LA MANCHA, 1875


http://bibliotecavirtualdefensa.es/BVMDefensa/es/consulta/registro.do?id=115706

Planimetría de los alrededores de Tarazona / Instituto Geográfico y Estadístico

Aparece: 'V.B. El Director general Ibañez', con firma y rúbrica
Manuscrito a plumilla en tinta negra, carmín y azul
Figura en el margen inferior derecho: 'Estos trabajos han sido ejecutados en Noviembre de 1873. Concuerda con el original que obra en el Archivo topográfico. Madrid 23 de Agosto de 1875. El Jefe del Negociado 4. Francisco...', con firma y rúbrica

jueves, 23 de abril de 2020

Los terzuelos de las iglesias de Tarazona, Quintanar y Casasimarro (aldeas de Villanueva de la Jara)

En 1529, el clérigo Alonso Picazo llevaba la representación de las iglesias de San Bartolomé, San Marco y San Juan de Tarazona de la Mancha, Quintanar del Marquesado y Casasimarro, respectivamente, en nombre de sus mayordomos: Alonso García de Torralba, que acabaría asumiendo la procuraduría, Pedro García el viejo y Alonso López. En aquellos momentos, Benito Cuartero era el mayordomo de la iglesia de Santa María de Villanueva de la Jaral la iglesia matriz de la que dependían las mencionadas.

Para resolver el caso se designaron como jueces eclesiásticos a Juan de Barajas, Alonso de Arboleda, que se inhibió, y Miguel de Velasco, canónigos de la catedral de Cuenca, que citaron a Alonso del Picazo a exponer sus quejas en la capilla nueva del chantre García de Villarreal, o de los Apóstoles, en la Catedral de Cuenca. Era entonces obispo de Cuenca Diego Ramírez de Villaescusa, capellán mayor de la Reina y del Consejo Real.

El doce de diciembre de 1529, Bernardo de Andújar, obispo de Tagaste (un claro caso de oficio eclesiástico in partibus infidelium), visitador del obispado de Cuenca, junto a Pedro García Torralba, notario apostólico, se encontraban en Cañavate, en su obligada visita de las iglesias del Obispado de Cuenca. Poco antes habían visitado las iglesias de Tarazona, Quintanar y Casasimarro, enzarzadas en pleito con la iglesia de Santa María de Villanueva de la Jara, por su participación en las rentas decimales de las iglesias de sus aldeas. El pleito duraba ya siete años, había costado a cada una de las partes trescientos ducados, y su consecuencia era que las iglesias de las tres aldeas jareñas estaban comenzadas pero inacabadas, sin los ornamentos necesarios para el culto divino

viendo como las dichas yglesias tienen mucha nesçesidad de acabarse de hazer porque están prinçipiadas e no acabadas e caresçen e caresçen de rrelicarios e sagrarios para donde esté el Santísimo Sacramento, porque asy visitando lo hallo en lugares indecentes en unas arquillas muy pobres e las dichas yglesias caresçen de ornamentos, misales e caliçes e otras cosas para el culto divino.
El 20 de noviembre de 1529, el obispo de Tagaste había visitado la iglesia de Santa María de Villanueva de la Jara, destituyendo a su mayordomo Miguel Mateo, y nombrando, en su lugar, a Benito Cuartero. Del cese, se desprende que el visitado no quedó muy complacido con las cuentas o, más bien, que aceptó la posición jareña de  no compartir las rentas decimales de su iglesia con las nuevas parroquias surgidas al sur. De hecho, el nombramiento de Benito Cuartero estuvo tutelado por los alcaldes del lugar, Juan Tabernero y Juan de la Cosa, y el regidor Juan Saiz Carretero, y el nominado se aprestó a ceder poderes a un notable jareño, Francisco Zamora. Es de suponer, que más allá del litigio entre pueblos o parroquias, el verdadero conflicto se daba entre notables de familias, cuyos apellidos nos aparecen al final del poder otorgado como testigos: Martín de Buedo, Ginés de Ruipérez, Leonisio Clemente o Llorente López de Tébar.

El entendimiento del pleito correspondió al provisor del obispado de Cuenca, Pedro Hernández del Águila, que el 20 de diciembre de 1529 estaba esperando, en la capilla de los Apóstoles o de Todos los Santos (que así era conocida también), la llegada del procurador de las iglesias de las aldeas jareñas. Dando fe del encuentro se encontraba el cantero vasco Pedro de Albiz, signo de que la obra de esta capilla nueva seguía inacabada. Pedro de Albiz se había trasladado cuatro años antes a la ciudad de Cuenca para casarse con Catalina López, tras un periplo constructor por La Mancha conquense del que apenas tenemos noticias.

Ese año de 1529, los terzuelos o parte decimal de las iglesias de las aldeas de Villanueva de la Jara estaban en poder de vecinos de Villanueva, Iniesta o Jorquera, con intereses comunes en los términos de aldeas de la Jara y origen familiar en esta villa: Pedro Monteagudo, Ana Ruipérez, viuda de Alonso García, Mari Gómez, viuda de Juan Ruipérez, Juan y Diego Suárez, Diego de Mondéjar, Lorencio de Chaves y Lorencio Borgoño. Una cantidad indeterminada de pan candeal, cebada y centeno, que los jueces apostólicos decidieron dejar en secuestro la mitad en manos de Miguel Mateo, el cesado mayordomo de Villanueva de la Jara, y la otra mitad en manos de tres notables: Juan de Mondéjar, el viejo, morador de Tarazona; Tomás de Mondéjar, morador de Quintanar, y Juan de la Casa, vecino de Casasimarro. La obligación de entregar este pan se hizo bajo pena de excomunión. Una vez en manos de los secuestradores nombrados la idea era vender el trigo, aprovechando el alto precio alcanzado: dos reales la fanega. El conflicto real era pues entre labradores las aldeas y grandes hacendados que se estaban apropiando las rentas decimales pagados por los pequeños propietarios ante unas iglesias locales débiles.

Solamente tendremos conciencia del conflicto si partimos de la carta de poder otorgada al clérigo Alonso Picazo por los moradores de las aldeas jareñas, con fecha treinta de noviembre de 1529. En esta carta, y encabezada con el nombre de Juan Mondéjar, se relacionaban, de modo indiferenciado, los vecinos de Quintanar del Marquesado y Tarazona de la Mancha que habían decidido plantar cara a los Ruipérez: Alonso de Escobar el viejo, Montoya, Pedro Tendero, Juan Serrano el viejo, Miguel de Honrubia, Alonso Benítez, Pedro Tornero, Juan de Cuenca, Mateo Toledano, Bernabé Bueno, Juan Llorente, Martín Fajardo, Martín Risueño, Juan de Gualda, Juan de Aroca, Antón Martínez, Francisco Ruiz, Miguel Simarro, Juan Tabernero el mozo, Gil Moraga, Diego Tabernero, Andrés de Solera, Francisco de Toledo, Antón Cuartero, Andrés Soriano, Alonso Rabadán, Juan Guilleme, Bernabé Sánchez, Pedro Martínez, Alonso de Mondéjar, Miguel de Mohorte, Francisco de Perona, Martín Simarro, Juan Rabadán, Gaspar de Mondéjar, Alonso el Conde, Benito Picazo, Miguel Martínez, Juan Picazo de Martín Picazo, Luis García, Francisco López, Juan Gómez, Pedro Gabaldón, Alonso Barriga, Hernán Picazo, Martín Sánchez, Benito Picazo de Benito Picazo, Benito Tendero, Pascual Sánchez de Pozoseco, Mateo de Cañaveras, Martín de Segovia clérigo, Salvador de Moya clérigo, Diego de Mondéjar, alcalde, Juan Parreño, García Donate, Juan de Aparicio, Juan Peinado, Hernán Simarro, Juan Donate, Alonso de Sanmartín, Alonso Fraile, Melchor Muñoz, Juan de Sanmartín, Miguel de Mondéjar, Pedro de Tébar, Juan Cabañero, Juan de Mondéjar, sobrino de Mingo Sánchez, Martín Escribano, Hernando de Buendía, Benito Serrano el viejo, Benito Serrano el mozo, Juan de Moya el mozo, Alonso el Tucho, Francisco Ruiz el viejo, Martín Sánchez del Atalaya, Cristóbal de Buendía el mozo, Francisco de Mondéjar, Pedro García Serrano, Isidro García, Pedro de Oñate, Juan López de Gabaldón, Andrés Jaime, Alonso Escribano, Helipe Sánchez, Herrán Pérez, Sebastián Pastor, Juan López de Fuentes, Benito Pérez, Rodrigo Pérez, Alonso Gutiérrez, Benito Picazo, Juan Pardo Francisco del Pozo, Pedro Martínez de la Puerta, Pascual Clemeinte, Juan de Minaya, Juan Parreño el mozo, Matías de Tébar, Rodrigo de Tébar el mozo, Pedro Cuevas, Juan de Mondéjar, García de Mondéjar, Pascual Sánchez del Atalaya, Tomás de Buendía, Alonso de Tébar, Miguel Zomeño, Alonso Luzón, Alonso de Rupérez, Diego de Rupérez, Pedro Sánchez de Gabaldón. Se añadían como testigos a la relación: Francisco de Mondéjar, clérigo, y Miguel de Mondéjar, alcalde, Juan de Mondéjar el mozo, Pedro Lucas, Juan Martínez el viejo, Alonso Serrano, Miguel López y Amador López y suscribía la carta Pedro García de Torralba, notario apostólico Era la respuesta de una amalgama de vecinos, hijos y nietos de los primeros pobladores de los pueblos, junto a otros llegados de diferentes lugares con el renacimiento económico de comienzos de siglo, a la sentencia del visitador eclesiástico, el obispo de Tagaste, que había cedido los terzuelos de las aldeas a Villanueva, decisión confirmada por el corregidor Jerónimo Álvarez de Sotomayor. Era asimismo, por más que un apellido y otro aparezca diluido o en alguno de sus miembros con intereses comunes y alianzas matrimoniales, el revivir de un viejo conflicto de bandos: los Mondéjar, viejos aliados de la causa isabelina, y los Ruipérez, antiguos seguidores del marqués de Villena y el alcaide de Alarcón. La disputa ahora, sin referencias políticas, era económica. Los Mondéjar ponían voz a una masa de propietarios campesinos frente a los intentos de consolidar la gran propiedad por los Ruipérez; gran propiedad a la que no eran ajenos los Mondéjar, que poseían la dehesa del Val de Parral al sur. En este juego, los Ruipérez contaban con la complicidad de los Clemente y los López de Tébar.

Pero las redes de influencias iban más allá el siete de diciembre de 1529 el clérigo Picazo se presenta ante el canónigo de la catedral de Cuenca Alfonso Arboleda con una bula de conquesto del Papa Clemente VII de septiembre de 1529, que las aldeas jareñas habían ganado gracias a la intermediación Nicolás de Hungría, al que luego veremos más adelante disfrutando el beneficio curado de la iglesia de Motilla del Palancar.  Nicolas de Hungría era sobrino del banquero Antonio Taborlán, que a la sazón estaba en Roma, gracias a cuya mediación se consiguió el breve pontificio. Así nos lo cuenta Nicolás de Hungría:
"por las muchas guerras, mortandad que pasó en Roma y en Ytalia por mar e por tierra con el rey de Francia e con Romanos, por manera que los bancos estaban çerrados y no abía quien respondiese fasta que abrá quinze meses que el despachante que tiene en Roma el dicho Antonio Taborlán, su tío, banquero con el banco que tornaron a Roma y entonces enviaron a que viniese el dicho breve"
La bula nombraba como jueces apostólicos a Alfonso de Arboleda, Juan de Barajas y Miguel Velasco, todos ellos canónigos de la catedral de Cuenca, para entender en el pleito de las iglesias jareñas y la iglesia matriz de Villanueva. Un conflicto que se extendía desde hacía siete años, y que ahora las aldeas pretendían reabrir con el breve papal favorable. Para ellos se pretendía hacer información de cómo el breve no había podido llegar antes a España por las guerras padecidas en la península italiana y el saco de Roma. Confirmarían este hecho los citados Antonio de Taborlán, Nicolás de Hungría y el prior y canónigo Juan de Barreda. Este canónigo había conseguido el canonicato de la catedral de Cuenca en la corte romana del Papa Clemente VII, pero, por la situación de guerra, había quedado allí aislado dos años hasta que se echó a la mar, con la mala fortuna que fue preso de los turcos y tuvo que pagar un rescate para su liberación. Los jueces eclesiásticos, como hemos visto, se decantarían por las iglesias de las aldeas jareñas, pero las penas de excomunión impuestas a los Ruipérez no parece que les atemorizaran demasiado.

Las dos viudas, Ana de Ruipérez y María Gómez, que representaban los intereses de la familia Ruipérez en Tarazona y Quintanar del Marquesado, respectivamente, no aceptarían la expropiación eclesiástica de los terzuelos. Reunidas en la casa de Pedro Ruipérez, en Quintanar del Marquesado, dieron su poder cumplido a Alonso Ruipérez y Francisco de Zamora, el viejo, para que prosiguieran el pleito en apelación ante cualesquier jueces civiles o eclesiásticos. Era el veinte de enero de 1530; presentes como testigos estaban Andrés Jiménez y Miguel Sánchez del Atalaya; por las viudas, analfabetas, firmó Pedro Ruipérez. El escribano que suscribía el poder era Sebastián Clemente. El pleito sería llevado a la Chancillería de Granada.

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Copia de bula de Clemente VII, concediendo a las iglesias de San Bartolomé de Tarazona, de San Marco de Quintanar del Rey y San Juan de Casasimarro los terzuelos de los diezmos recogidos en sus términos y que se pretendía arrogar la iglesia de Santa María de Villanueva de la Jara (año 1529, es copia de bula escrita en pergamino con "bulla de plomo pendiente en cordones de cáñamo blancos expedida en forma de conquesto").
Aparte del valor del documento, es tanto o más importante cómo se consigue la bula, pues muestra la cercana relación de estas tierras de Cuenca con la corte papal en Roma. Desde el saco de Roma de 1527, las relaciones, cartas e intercambios con Roma se habían interrumpido; eran tiempos de guerras, hambres y pestilencias en la que Roma estaba "desbaratada". Sin embargo, las pequeñas aldeas de Tarazona, Quintanar, Casasimarro contaban en su afán por obtener el apoyo del Papado frente a la Iglesia de Villanueva de la Jara con la ayuda de Nicolás de Hungría (a quien luego veremos disfrutando del beneficio curado de la iglesia de Motilla del Palancar).
Nicolas de Hungría era sobrino del banquero Antonio Taborlán, que a la sazón estaba en Roma, gracias a cuya mediación se consiguió el breve pontificio. Así nos lo cuenta Nicolás de Hungría:
"por las muchas guerras, mortandad que pasó en Roma y en Ytalia por mar e por tierra con el rey de Francia e con Romanos, por manera que los bancos estaban çerrados y no abía quien respondiese fasta que abrá quinze meses que el despachante que tiene en Roma el dicho Antonio Taborlán, su tío, banquero con el banco que tornaron a Roma y entonces enviaron a que viniese el dicho breve"

ACHGR, PLEITOS, 1914-4

lunes, 25 de marzo de 2019

Sentencia favorable a Alarcón y contra Villanueva de la Jara sobre términos (1533)

El 26 de agosto de 1533, La Chancillería de Granada falla a favor de la villa de Alarcón y contra Villanueva de la Jara, ratificando sentencia de delimitación de términos de 1483 del juez licenciado Molina. La sentencia que sería ratificada en revista el 4 de noviembre de 1533, declaraba que los lugares de Tarazona, Madrigueras Gil García y villa Algir eran de la jurisdicción de Alarcón y que se limitasen sus términos según lo hizo el mencionado licenciado Molina. La sentencia sería apelada por Villanueva de la Jara ante el Consejo Real y su Sala de las Mil Quinientas, sin que sepamos la resolución final, aunque el recorte de los términos de Alarcón solo vendría con los villazgos de la segunda mitad del siglo XVI.





Sentencia de 26 de agosto de 1533 de la Chancillería de Granada

fallamos que la parte de dicho concejo, justicia e regidores de la dicha villa de Alarcón probó bien y cumplidamente su intenzión y se manda en lo que de yuso en esta nuestra sentencia se hará menzión y en cuanto a ello damos y pronunziamos la intenzión por bien prouada y que la parte del dicho concejo de Villanueva de la Xara e del dicho fiscal de su magestad en quanto a ello no probó sus execiones e difiniciones ni cosa alguna que le aproueche, damos y pronunciamos en quanto a ello su intenzión por no prouada, por ende que deuemos mandar e mandamos y declarar e declaramos que los vezinos y moradores de los lugares de Tarazona y Madrigueras y Gil García y el lugar de Villa Algir (Villalgordo del Júcar) que tienen sus casas y están fuera de sus límites e moxones que fueron puestos e mandamos poner por el lizenciado Francisco Gonçález Molina, juez de comisión de su magestad, para declaración y límite del término de los dichos quatro lugares sean de la jurisdición de la dicha villa de Alarcón y son juntos a ella de aquí adelante; e mandamos a los dichos vezinos que tienen o tuuieren de aquí adelante sus casas fuera de los límites en el término que quedó por de la dicha villa de Alarcón, que vayan con sus pleitos y causas, ansí ciuiles como criminales, ansí en demandando como en defendiendo, ante la justicia de la dicha villa de Alarcón, los quales declaramos por de la  jusrisdición de la dicha villa de Alarcón, y de todo lo demás pedido y demandado por parte de la dicha villa de Alarcón contra la dicha villa de Villanueva de la Xara e fiscal de su magestad los deuemos de absoluer e absoluemos e damos por libres e quitos della e ponemos perpetuo silenzio a la dicha villa de Alarcón para que sobre ello no pidan ni demanden más cosa alguna y por algunas razones que a ello nos mueuen no hazemos condenación de costas contra ninguna de las dichas partes y por esta nuestra sentencia definitiua juzgando así lo pronunciamos y mandamos

Sentencia de 4 de noviembre de 1533, en revista, de la Chancillería de Granada, ratificando la anterior 

la debemos confirmar y confirmamos en grado de revista con este aditamento y declarazión que deuemos mandar e mandamos que los lugares de Madrigueras y Gil García y villa Algir contenidos en la dicha mi sentencia se limiten y amoxonen por do dizen en cada uno de los dichos lugares los exidos e las Madrigueras por las viñas que eran entonzes en el dicho término conforme a la sentenzia dada por el lizenciado Molina, juez de comisión por su magestad e con el dicho aditamento mandamos que la dicha mi sentencia sea guardada, cumplida y executada en todo e por todo como en ella se contiene

La sentencia sería recurrida a la Sala de las Mil Quinientas Doblas por Villanueva de la Jara, donde estaba pendiente en el momento de este traslado, en el oficio del escribano Lázaro de los Ríos, del Consejo Real


Fuente: AHN. NOBLEZA. FRÍAS, C. 765, D. 177


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Sentencia del Licenciado Francisco González Molina de 2 de abril de 1481, confirmada el 4 de febrero de 1483 por el Consejo Real: Tarazona, Gil García, Madrigueras y Villalgordo del Júcar (ahora simples alquerías) quedan fuera del término de Villanueva, pero sus moradores quedan sujetos a su jurisdicción y concediéndoles a las alquerías privilegio de limitar término propio


e en el término que antes de entonçes tenya limitado e amojonado avía en él algunas alcarías que diçen Taraçona e la Casa de Gil Garçía e las Madrigueras e Villargordo las quales entonçes quedavan fuera del dicho término porque los veçinos de las dichas aldeas e alcarías estavan anexas e sojuzgadas a la jurediçión de la dicha villa de Villanueva mandava que porque más fuese guardada la preminençia de la dicha villa que los veçinos que entonçes heran o fuesen dende en adelante en las dichas aldeas e alcarías fuesen e quedasen sojuzgadas en la jurediçión como antes estava a la dicha villa de Villanueva de la Xara e los veçinos que en ellas e en cada una dellas entonçes bivían e biviesen dende en adelante fuesen tenidos e obligados de venir a librar sus pleytos çeviles e criminales ante los alcaldes que a la sazón heran e fuesen en la dicha villa de Villanueva e que el alguazil de la dicha villa de Villanueva o quien su poder oviese pudiese entrar e entrase en cada uno de los dichos lugares a hazer execuciones por derecho e haçer todo aquello que les fuese mandado por los dichos alcaldes de la dicha villa de Villanueva e porque más paresçiese que los veçinos de los dichos lugares estavan en la juresdiçión rreal mandaron que fuese término de cada una de las dichas alcarías lugares suyo propio por donde (de)zía en cada uno dellos los exidos e las madrigueras por las viñas que heran entonçes en el dicho término dieron liçençia e poder para que lo amojonasen e limitasen como dicho es la Casa de Gil Garçía y Taraçona y Villargordo como dicho es e las Madrigueras por las dichas viñas


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 714, PIEZA 15. Pleito entre San Clemente y Villanueva de la Jara sobre aprovechamiento comunes. Hacia 1530, folios 49 vº-66 rº

viernes, 1 de marzo de 2019

Vida y obras de Julián de Iniesta: la honra de un ladrón

Ginés González y su mujer María Granera tenían en el paraje de Las Escobosas unas casas de campo, donde guardaban el grano cosechado y diversos aperos de campo. Un dieciséis de noviembre de 1590, un tal Julián de Iniesta decidió forzar la casa, haciendo un agujero, y entrar a la misma. Era mediodía, y el ladrón, una vez abiertas puertas, decidió volver a media noche para llevarse el trigo y la cebada allí almacenados. Dos días después el jareño Ginés descubría el robo y acudía a la justicia. El hurto se había cometido, a decir de Ginés, en los términos de Tarazona (que ya pretendía jurisdicción sobre Las Escabosas, aunque los testigos señalaban el lugar como término de Alarcón) y en el campo, por tanto, era un claro caso en que debía entender la Santa Hermandad; aquel año los alcaldes eran Juan de Mondéjar y Luis Caballero.

Paraje y casas de las Escobosas, en 1590 pertenecía al término de Alarcón, aunque confinaba con el de Tarazona, que había conseguido término propio por el privilegio de villazgo de 1564. La parte superior, que se prolonga más allá del plano es la Cañada Ancha, término de Alarcón.  Las Escobosas estaba en el camino por donde se entraba a Tarazona, viniendo desde Villalgordo del Júcar, por donde se pasaba el río Júcar por el puente de don Juan, y era lugar de paso obligado. 

Como en tales casos, en medio del campo, se buscaba por el ladrón la soledad de los parajes para no ser descubierto y como era habitual, sin embargo, no habían de faltar testigos oculares que vieran los hechos. El primero de ellos fue un criado de Agustín de Valera, alférez mayor de Villanueva de la Jara, y es que el campo parecía solitario y, sin embargo, estaba lleno de vida. No muy lejos de la casa de campo de Ginés González, a dos leguas de Villanueva de la Jara y que nos aparece como integrante de aldea despoblada llamada Las Escobosas, se levantaba la casa de un vecino de Quintanar, García Donate y las tierras de los herederos de Juan Sanz de Heredia; allí mismo se encontraba el olivar de Agustín Valera, andaban pastando los ganados del vecino de Quintanar Francisco Donate y no faltaba un vecino de Casasimarro con cinco burros, que volvía camino de Albacete. Entre todos ellos, acorralaron a un Julián de Iniesta, que se había asentado junto a una atocha o esparto, con preguntas insidiosas. Julián de Iniesta era para sus vecinos un ladrón de profesión, conocido con el sobrenombre de Chamaril, un bellaco que llevaba con altivez su condición: lo mismo hurtaba hatajos de ganado en Albacete, que robaba a clérigos en Tarazona o asaltaba casas de campo, cuando no timaba a doncellas bajo falsa palabra de matrimonio. Sin embargo, la altivez de Julián de Iniesta nacía del convencimiento de su honradez y que sus vecinos acusadores no eran mejor que él.

Julián Iniesta vivía con su madre viuda, Catalina de Iniesta, y una hermana, Mari Gómez, casada con un tal Francisco de Cuenca. Se le conocía otro hermano, llamado Juan Fernández, casado. Todos ellos vivían con gran pobreza en la casa de Tarazona. Hasta allí fue a buscarlo la justicia en cumplimiento de la requisitoria de Joaquín Ruipérez, alcalde de la hermandad de Villanueva de la Jara, que había recibido la denuncia del hurtado Ginés González. No lo hallaron en la casa, por lo que se procedió al embargo de los pocos bienes existentes: cuatro arcas, ropa de cama, una albarda con cincha y una carretada de paja.

En el caso habría de entender los alcaldes de la hermandad de Tarazona, Juan de Mondéjar y Luis Caballero, que se arrogaron el caso en virtud del nuevo término que al pueblo concedió el derecho de villazgo de 1564 y en virtud del cual amplios campos de dehesas y labranzas, hasta entonces pertenecientes a Alarcón, pasaron a Tarazona, a al menos en parte. Entre estas tierras, Tarazona pretendía como propias Las Escabosas.

Julián Iniesta había nacido en 1564, el mismo año que Tarazona recibió el privilegio de villazgo. Con veintitrés años ya estaba preso en la cárcel de Tarazona por robar una taza de plata a un clérigo llamado Juan Aroca y venderla después en Albacete a un platero. En los robos, era cómplice otro vecino de Tarazona, llamado Francisco Bueno, que andaba por los pueblos vendiendo cerdos. Seis años antes, con diecisiete, Julián andaba pastoreando con ovejas cerca de Mahora, pero las cabezas que llevaba eran robadas en parte, como denunciaba Alonso Barriga, que reconocía entre las ovejas algunas marcadas con su hierro. Con Martín Tébar se había empleado a soldada como peón de labranza, pero aprovechó la confianza para hurtarle un costal de una fanega de trigo y esconderlo en un jaraíz de Pozoseco. Julián de Iniesta era hombre que trabajaba a jornal, que a todas luces consideraba insuficiente; nunca consideró que los robos de los que le acusaban fueran tales, sino pagos en especie por sus salarios. Lo suyo era justicia, declaraba cómo con trece años camino de Malcasadillo y muerto de frío encontró una capa abandonada de Pedro de Aguilar, que tomó por suya para abrigarse, pero aseguraba que aquel y único mal gesto en su vida había sido enmendado pagando la capa a su dueño.

No debería ser de la misma opinión Pedro de Aguilar, que en 1587 apresó por sus hurtos al joven Julián de Iniesta. El joven de veintitrés años, a efectos legales un menor, tuvo que buscar curador que defendiera su causa. No quiso hacerlo Sebastián de la Torre, pues no era propio de hidalgos ser curadores, así que su defensa recayó en Sebastián Picazo.

El caso es que la mala fama de Julián de Iniesta iba creciendo y las acusaciones verdaderas o falsas también. Luis Caballero le acusaba, con nocturnidad, de robarle otra taza de plata valorada en doscientos cincuenta reales. Era marzo de 1588 y Julián ya llevaba tres meses preso. Había confesado, pero versado en leyes, sabía que la confesión de un menor no tenía valor. Julián era un mozo de mediana estatura, moreno y de cara pecosa, dato que no pudo pasar inadvertido al platero Gaspar Román, que había comprado la taza y que en su favor declaró que Julián no le había vendido taza de plata alguna. Era el testimonio, escrito, que esperaba para conseguir la libertad; además contaba con la confesión del verdadero ladrón, un tal Pedro Serrano, que se había ufanado de ello en la dehesa de Albacete. Sin embargo, para Pedro de Aguilar, el juez y alcalde de la Santa Hermandad, se trataba de simples apaños del condenado en el tiempo que había estado en libertad bajo fianza en el mes de enero. Por eso la sentencia de uno de abril de 1588 fue muy dura: Julián era declarado culpable y condenado a destierro a dos leguas de la villa de Tarazona durante cuatro años, dos obligatorios y dos voluntarios, con amenaza de condena a galeras al remo sin sueldo alguno y al servicio del Rey nuestro señor, si se quebrantaba el destierro.


En aquel tiempo, una cosa era ser condenado a galeras y otra muy diferente que hubiera alguien dispuesto a llevarse al galeote y embarcarlo en Cartagena. Por tanto, Julián de Iniesta asumió la simple condición de desterrado de su pueblo y de figura errante por los campos, donde se empleaba a soldada de nuevo donde podía y sobrevivía con los recursos que el campo le daba, que no eran pocos y que en la libertad del prófugo no conocían de dueño. En abril de 1589, Julián de Iniesta andaba por las colmenas del Vado del Parral, junto a la ribera del Júcar; este lugar donde García Mondéjar había puesto su hacienda hacia 1500, era en la época de las Relaciones Topográficas todavía tierra de Alarcón. Julián de Iniesta lo sabía y, en suelo y jurisdicción de Alarcón creía estar a salvo. Escarzando la miel, este desterrado que hacía del campo su patria, de las colmenas de Juan de Gualda y otros vecinos de Tarazona. Entre los campos de Albacete, el Vado del Parral y los cercanos términos de Tarazona merodeaba Julián de Iniesta a riesgo de ser llevado a galeras por quebrantar su destierro, cosa que a buen seguro hacía a menudo.

Julián de Iniesta servía como pastor a un vecino de Albacete, de la familia Carrasco, por cuyos campos desarrollaba su actividad; al otro lado del río Júcar; hacía de recadero, llevando trigo a lomos de pollino y de vez en cuando pasaba al otro lado del río, quebrantando el destierro. Pero en las acusaciones había mucha maledicencia y pocas pruebas, por lo que el juez de la Hermandad se limitó a ratificar el destierro que Julián ya padecía en su sentencia.

Víctima de las circunstancias de la vida, sin embargo, Julián de Iniesta era un joven que ambicionaba la propiedad de la tierra y soñaba con ella. Cuando en noviembre de 1590 es acusado de robar en Las Escobosas, Julián reconoce que llega hasta allí desde Casas de Guijarro (por el paso natural del puente de don Juan en Villalgordo), donde posee un pegujar de veintitrés almudes, es decir una parcela pequeña que recibe como salario por trabajar la hacienda de un amo. Julián de Iniesta es aún un pegujalero, que aunque en múltiples ocasiones trabaja a soldada, no ha caído todavía en la masa de los desheredados de los que viven de un jornal; él aún confía en ser labrador. Muestra de ellos es que Alonso de Picazo está labrando en el momento de su detención con dos pollinos suyos en la aldea de Algibaro, término de La Gineta. Pero también ve las grandes haciendas que, como la alquería de Las Escabosas, se levantan ante sus ojos y auguran una dualidad social muy marcada. Es un hombre que no ha roto con su comunidad; el año 1590 aprovecha la existencia de un nuevo alcalde de la Hermandad para intentar regresar a su villa natal de Tarazona. Tiene enemigos que le procuran mala fama, pero también quienes le defienden. Sus acusadores son hombres que tienen, curiosamente, sus propiedades sobre los bienes comunales del antiguo suelo de Alarcón: la antigua dehesa de Las Escobosas, camino de entrada a Tarazona, y ahora ya roturada, y el Vado del Parral, donde varios colmeneros se han apropiado de esta actividad. En el robo de Las Escabosas encuentra los graneros y el lagar llenos, pero lo que se lleva es un par de azadones.

Juan de Iniesta es un emprendedor, que rompe los esquemas sociales, que quiere emular la riqueza de los pocos que tiene a su alrededor y eso le hace sospechoso. Se mueve bien en los negocios, sin que sepamos a ciencia cierta cuánto hay en ellos de trato y cuánto de hampa. Intercambia palomas con un villarrobletano, vende un atajo de ganado al mismo Martín de Buedo, comprado antes a un Francisco González, vecino de Villanueva de la Jara, en la operación gana cuatro reales por cabeza; y revende un borrico a un Fajardo morisco, previamente comprado en la plaza de Villanueva de la Jara a un tal Bonilla de Iniesta. En realidad, pide que se le paguen sus servicios en bienes con los que piensa hacerse una hacienda, especulando con ellos. Nuestro Julián de Iniesta intenta emular a otros, es heredero de la vieja tradición: la riqueza se gana con el mérito personal, pero olvida que las malas artes de las que se vale son imperdonables para un pobre como él. No hace nada diferente a lo que ve: concierta con el asesino de su hermano Martín el perdón a cambio de un hato de ovejas, pero ese sentido de la justicia no existe para los pobres.

Julián de Iniesta se movía en el terreno de la leyenda, que le permitía gozar de cierto respeto y aureola entre sus paisanos. Exhibía ante sus vecinos doblones de oro y sus paisanos maravillados decían que había encontrado un tesoro y era poseedor de una fortuna de cuatrocientos reales de a dos y de dieciocho doblones. La historia, sin embargo, era más prosaica e inventada por el propio Julián, que narraba cómo había desenterrado un tesoro junto a un morisco:
un día de San Juan de junio que fue el pasado hizo dos años (1590) viniendo este que declara del río Xúcar a dar agua a una manada que guardava de Antonio de Monuera Carrasco vezino de la villa de Albacete vido que un morisco y un muchacho estavan en la Morrica Ballonguel que es ende mojón donde parten términos la villa de Albacete y la Gineta y que este declarante fue allá y el vido sacar al dicho morisco muchos güesos de cuerpo umano y que el dicho morisco fingió des que lo vido que le quería ayudar allí y que este declarante se desvió un poco y que le vido como luego tomó cierta cosa de allí y lo cargó en un pollino con unas aportaderas el dicho morisco le dio ciertos dineros que no se acuerda quantos le dio ni en qué moneda 
Sus enemigos acusaban, los dineros venían del hurto. Y es que a Julián de Iniesta se le veía por todas partes: en Madrigueras robando lana o en Albacete, robando dinero en la casa de uno de los hombres más ricos de esa villa, Pedro Carrasco, que, junto a Catalina, viuda de su hermano Pablo, poseía como suyas las casas de Pozorrubio,  en las casas de Juan Felipe o en la aldea de la Grajuela. El carácter inquieto e inestable de Julián molestaba a aquella sociedad rural. Hombre, se decía de mala fama y reputación, de malos tratos y malas palabras, que siempre andaba por el campo merodeando y que no tenía oficio. Dicho en otras palabras, cualquier bien o dinero que adquiriera Julián solo podía venir del robo.
onbre que trabaxa sino tarde y mal antes anda holgando y paseando lo más de tienpo sin tener oficio ni bienes con que poder pasar la uida
A su mala vida se sumaba el objeto de sus fechorías, que no eran otros que los hombres más ricos de la comarca. Los Carrasco eran junto a los Cañavate la familia más rica de Albacete; Ginés González uno de los hombres ricos de Villanueva de la Jara al igual que Martín Tébar, si a ello sumamos su enemistad manifiesta con los Ruipérez es comprensible el infortunio de nuestro protagonista. Las acusaciones contra su persona eran para Julián Iniesta infundios; mentiras de gente parcial que lejos de fundarse en los hechos se basaban en el prejuicio de la duda de su honra,
y en las causas como esta que se trata de la honrra de un honbre y de su vida las probanzas han de ser más claras que la luz del mediodía
Esa era la opinión de algunos convecinos suyos, que reconocían que Julián de Iniesta había vuelto a Tarazona para agosto de 1590, una vez cumplidos dos años de destierro y levantado el mismo, comportándose a partir de ese momento como un cristiano ejemplar, temeroso de Dios y de su conciencia, que acudía a misa los domingos y fiestas de guardar. Para el escribano Juan Guilleme, el procesado era un hijo de una familia honrada, un trabajador por costumbre, como pastor o como labrador. De su trabajo, procedía su hacienda.

La defensa de algunos de sus paisanos poco le valió, pues el 27 de febrero de 1591 fue condenado por los alcaldes de la Hermandad Luis Caballero y Juan de Mondéjar a pena de galeras de por vida y a unas costas judiciales que ascendían a ciento siete reales y que se pagaron de las venta de las dos pollinas propiedad de Julián de Iniesta
y en ellas sirua de galeote y sin sueldo alguno por todos los días que viva
Julián no aceptó la condena y la apeló ante la justicia real encarnada por el corregidor de San Clemente, Antonio Pérez Torres. La sentencia fue muy mal aceptada por una parte de sus convecinos y familiares; hasta el punto, que el alcaide de la cárcel de Tarazona, Pedro García, no garantizaba la prisión del reo y temía por su fuga de la cárcel. Juan de Mondéjar intentaba llevar al reo a la cárcel de la villa de Albacete, pero el licenciado Luis Bernardo de Torres, alcalde mayor de San Clemente, pedía los autos originales para entender en la causa. Mientras Juan de Mondéjar se hacía el olvidadizo con las requisitorias del alcalde mayor de San Clemente y para el nueve de marzo decía que ya había mandado a Julián de Iniesta a Albacete, pero Julián sería entregado finalmente para su remisión a San Clemente al alguacil Juan de Garnica.

El corregidor Antonio Pérez de Torres no se atrevió a revocar la sentencia de los alcaldes de la Hernandad de Tarazona, pero la permutó por una pena de destierro de cuatro años de la villa de Tarazona y las demás villas de su partido. Gracias a las alegaciones que en su defensa hizo el corregidor Antonio Pérez de Torres, entendemos la inquina de las autoridades tarazoneras contra Julián de Iniesta. Aparte de motivaciones jurídicas, sin prueba de delito, no puede haber caso; las motivaciones del proceso contra Julián radicaban en las diferencias familiares de la villa de Tarazona. El alcalde de la Hermandad, Juan de Mondéjar, y el detenido Julián de Iniesta eran deudos. El primero tenía por oprobio y afrenta y una mancha para el buen nombre de su familia que un deudo de esa calaña compartiera vecindad con él. Manifestaba públicamente su voluntad de echar a su familiar del mundo y de la tierra.

Además, en las disputas banderizas en el seno del corregimiento de San Clemente, el corregidor había tomado partido contra Juan de Mondéjar al que acusó de ser parcial en el ejercicio de la justicia y desobediente, pues había mandado a la cárcel de Albacete al preso en contra de las requisitorias emitidas desde San Clemente. Parcialmente había actuado en la tasación de las dos pollinas embargadas a Julián, valoradas en diez ducados, la mitad de su valor. Antes de fijar su sentencia, en un gesto de buscar la mayor imparcialidad,se buscó el parecer del prestigioso doctor Francisco de Espinosa, que juzgó que los alcaldes de la Hermandad actuaban apasionadamente en un caso con muchas sombras.

El corregidor Antonio Pérez de Torres vería ratificado su proceder por el juez de residencia Gudiel, pero Julián de Iniesta ya había sido condenado por la sociedad que le tocó vivir antes que por la justicia. Para 1592, Juan de Iniesta se había convertido en un apestado, desterrado de las diecisiete villas andaba desarraigado por los campos en busca de rehacer una vida imposible. De nuevo conocería la prisión por acusaciones de nuevos hurtos y encarcelado en La Roda. En la Tarazona de su deudo Juan de Mondéjar no había lugar para él, en los campos albaceteños, donde había osado enfrentarse con la poderosa familia Carrasco, tampoco.
AGS. CRC. Leg. 465-3. Juicio de Residencia contra Melchor Pérez de Torres y su hijo Antonio, corregidores de San Clemente y su partido

sábado, 9 de febrero de 2019

El Corregimiento de las diecisiete villas, una administración bajo el signo de la corrupción (IV)

Ginés de Vala de Rey, arrendador del voto de Santiago en
Quintanar del Marquesado
La villa de Vara de Rey veía a Martín Alfonso de Buedo, vecino de la villa y tesorero del Marquesado de Villena, como figura en alza. Se acusaba al corregidor Antonio Pérez de Torres de parcialidad con él y con su padre Martín de Buedo. Especial odio les tenía a ambos Francisco González, regidor de Vara de Rey, y otro regidor llamado Rodrigo López, preso veinte días en San Clemente por negarse a entregar la ejecutoria de las mojoneras de las villas de San Clemente y Vara de Rey. Era un grupo de hombres, que junto a otros como Felipe Valero, Alonso de Jávega habían detentado el poder y ahora empezaban a perderlo. Los alcaldes ordinarios de la villa eran desaforados al sustanciarse los juicios en San Clemente. 

Las críticas más graves  contra el corregidor Antonio Pérez de Torres y la familia Buedo fueron proferidas por Alonso de Jávega. Iban dirigidas contra Diego de Buedo, tío de Martín Alfonso de Buedo, y hermano de Martín de Buedo. El hermano de Alonso, Gil Sanz de Jávaga, había recibido en depósito dos mil reales del derecho de tanteo de una venta de una heredad a Juan de Madrigal. Pedro de Andújar, alcalde ordinario, ordenó el depósito en poder del mayordomo Diego López de Andújar, pero el dinero se esfumó una vez formalizada la venta al removerse el deposito por orden de Diego de Buedo para destinarse al pago de un censo contraído contra el caudal del pósito. Aparte de la estafa, el corregidor se arrogó una causa que pertenecía al siguiente alcalde vararreyense Diego de Gabaldón para endosar la deuda de dos mil reales al concejo de Vara de Rey y exonerando a Diego de Buedo. Tan enrevesado asunto escondía, hombre de paja incluido, la venta de la regiduría perpetua de Diego de Buedo a favor del mencionado Gil Sanz de Jávega y el arrepentimiento de esta venta para intentar ceder la regiduría a favor de Hernán Pérez de Oviedo. En esta lucha por el poder había sido determinante la intervención a favor de los hidalgos, Buedo y Oviedo, del alguacil del corregimiento Juan de la Torre. La familia Buedo dominaría, con el control de la Tesorería de rentas reales, y su hacienda agraria de Pozoamargo, la política municipal de Vara de Rey y tendría una gran influencia en San Clemente en el período que va de 1580 hasta la muerte de Alfonso Martín de Buedo en 1605 y la posterior bancarrota de la Hacienda de 1607.

En el caso mencionado de las mojoneras, el conflicto había surgido por la apropiación de un trozo de término de Vara de Rey por el concejo de San Clemente. El corregidor dio la razón a San Clemente y llevó a la cárcel de San Clemente al regidor Rodrigo López por no entregar la ejecutoria original de la delimitación de términos; finalmente, Vara del Rey obtendría la restitución del término arrebatado, acudiendo al Consejo Real, que mandó un juez de comisión, el licenciado Núñez de Chabes, para entender en el pleito y que acabaría dando la razón a los vararreyenses. Aunque es erróneo pensar en un concejo vararreyense unido en la defensa de los intereses de la villa frente a un enemigo, la familia Buedo, y la parcialidad del corregidor. Los Buedo tenían solidas alianzas familiares con los Montoya; contra el regidor Pedro de Montoya Vizcarra y otro regidor Alonso Ruiz de Alarcón, además alférez de la villa, iban las críticas y acusaciones de talar los pinos del monte del Azaraque, situado en las actuales tierras de Casas Benítez. Este Alonso Ruiz de Alarcón, del que desconocemos su presencia como vecino de Vara de Rey, debía contar con el favor del corregidor, pues salía indemne de juicios por deudas con un vecino de la villa llamado Pedro López de Espinosa.

Las depredaciones de los ganados de los regidores vararreyenses se llevaban a cabo en el pinar de Azaraque, ya por entonces una dehesa, pues la mayoría de los pinos habían sido talados. Las acusaciones venían de los tres molineros de los molinos inmediatos al pinar y junto al río: La Losa, Los Nuevos y El Batanejo. Allí los ganados de Pedro Montoya Vizcarra, el capitán Martín de Buedo Montoya, Salvador de Buedo y Martín de Buedo Gomendio pastaban libremente ante los ojos de los guardas de sierra de Vara de Rey. No faltaban los ganados de algún otro regidor, como un Jávega, cuyas casas no muy lejos de allí había dado lugar a un embrión de aldea, llamada Las Talayas. El surgimiento de nuevos núcleos, como se citan en la Relaciones Topográficas, por la roturación de las dehesas era algo común. En algún caso, los núcleos surgían alrededor de los molinos como las Casas de Juan López en los molinos de EL Batanejo.

Sobre la fortuna que podía hacer un simple alguacil de corregimiento en las comisiones para la toma de cuentas de propios y del pósito encargadas por el corregidor, es paradigmático el caso de Diego de Agüero. La toma de cuentas de los años 1591 y 1592, supusieron para el alguacil, ya acusado en otras villas de llevar salarios de trescientos maravedíes frente a los doscientos estipulados, unos salarios de 2002 maravedíes por la toma de cuenta de propios al mayordomo Alonso López de Andújar, de San Miguel de 1590 a 1591, en los tres días de su comisión; añadir a ello, otros dos mil maravedíes por la toma de cuentas del pósito en 1592 al mayordomo Diego de Honrubia. El que acusaba era el escribano del concejo Martín Gómez.

En Quintanar del Marquesado los enfrentamientos del corregidor venían con Ginés Vala de Rey. Si la acción gubernativa del corregidor en la localidad era encomiada por el escribano Francisco Serrano, el alcalde de la hermandad Francisco Sainz o el regidor Juan Gómez, no era este el parecer general de la villa. Las primeras denuncias las destapó un principal como Onofre Martínez, acusando al alférez mayor de la villa, Alonso Martínez Donate de participar en sobornos junto al alguacil Diego de Agüero en la toma de cuentas. El caso de este Onofre es digno de mención; personaje que ya conocemos en otros desaguisados, sabemos de él que era boticario. Onofre no parecía muy contento con la inspección que sufrió su botica por el alguacil Cristóbal Mendoza y un vecino de Santa María del Campo, llamado Miguel López cirujano, ni con los dos mil maravedíes que se llevaron de la inspección en un proceso bastante irregular y del que no quedaba papel alguno. El boticario solo contaba en su denuncia con lo que pudieran aportar en su testimonio oral el escribano Francisco Serrano, el médico licenciado Pedro López y el cirujano Francisco de León.

Aunque el que denunciaba la rapiña e inoperancia de la burocracia sanclementina era el escribano Pedro el Royo, acusando a alguaciles como Diego de Alfaro o Alonso de la Fuente Zapata de acudir para San Miguel a la elección de oficios, únicamente para llevarse un salario de cuatro o seis ducados en presencias fugaces por la villa de Quintanar. Como en otras villas, eran los alguaciles los que visitaban las villas; de los corregidores, apenas si sabía nada. El primer corregidor de las diecisiete villas, llamado Pedro de Castilla, había pasado sin pena ni gloria por el partido; Melchor Pérez de Torres, al menos, había visitado las villas, Quintanar le acogió para el día de Todos los Santos de 1488, pero su hijo no había dado señales de vida por el pueblo.

La ausencia de los corregidores de las villas tal vez era precaución. Si tomamos como ejemplo el caso de Quintanar, vemos un pueblo entero que se negaba a pagar las rentas reales al cogedor de las mismas. Éste, llamado, Martín Gómez reconocía que los vecinos deudores de las alcabalas eran un total de cuatrocientos. Por esta razón, Antonio Pérez de Torres evitaba su presencia en Quintanar, que quedaba a expensas de las actuaciones de alguaciles como el ya reiterativo e insaciable Diego de Agüero. Sus actuaciones eran denunciadas por Ginés de Vala de Rey, ya no solo por contravenir la común provisión del salario diario de doscientos maravedíes, sino porque el alguacil, además de llevarse cuatrocientos salarios diarios, solía recibir sendos pares de gallinas o capones por arreglar las cuentas de la villa en casa de Juan Parreño Talaya. Ginés de Vala de Rey no era un testigo cualquiera, arrendador del voto de Santiago, conocía bien su comarca y era bien conocido en ella; no solo las tierras de las aldeas antiguas de Villanueva al sur, también comarcas como la de Motilla del Palancar. Sabía de un hecho ocurrido allí por Juan Sainz Moreno, alcalde ordinario de Motilla, cuando unos arrieros se vieron obligados a pagar una imposición de ochenta reales a los alguaciles del corregimiento, añadida a la que ya habían pagado en los puertos secos de Valencia por las mercaderías que de aquel Reino traían; dieciocho reales llevaba otro alguacil en Tarazona por una comisión contra Martín Sánchez de Talaya.

Pero las denuncias de Ginés de Vala de Rey afectaban a sí mismo. Ginés de Vala de Rey había ganado paulina de Su Santidad para actuar contra los deudores del voto de Santiago, del que era arrendador. Los deudores eran moradores del lugar de Gil García; hasta allí se desplazaron Gines de Vala de Rey y su amigo Martín Sánchez de Talaya, tras entregar la paulina al sacristán de Gil García, esta admonitoria contra los deudores fue leída en la iglesia de Gil García. El intento de ejecución de deudores por Ginés de Vala de Rey y su amigo debió ser visto como una intromisión eclesiástica en las competencias propias de la justicia civil del corregimiento; el alguacil Francisco de Cárdenas metería en prisión a Gines de Vala de Rey y procedió del mismo modo contra Martín Sánchez de Talaya, arrendador de alcabalas por haber colaborado en la publicación de la paulina. El calvario que sufrieron los dos amigos fue sangría de maravedíes en salarios a los alguaciles Francisco Cárdenas y su sobrino Francisco de Santiago. El asunto acabaría en la Chancillería de Granada.

La villa de Quintanar andaba en pleitos con la de Tarazona por haber hecho esta villa una dehesa para pagar el nuevo servicio de millones, dentro de los arbitrios que la Comisión del Reino concedió para el pago de este servicio.  En realidad, Tarazona había adehesado dos términos, la Torquilla, en disputas con Quintanar, y la Cardosa, hacia la parte de Madrigueras. El caso es que el corregidor Antonio Pérez de Torres entendió en este asunto que no era de su competencia, según ambas villas para expoliarlas con gastos judiciales de cien ducados. Aparte de las quejas comunes, la cuestión es que las decisiones del corregidor, hasta ser contradichas por el Consejo, fueron favorables a los pastores de Quintanar que seguían pastando en la dehesa de las Torquillas, en algunos casos, protegiendo a los pastores con cuatro hombres armados con arcabuces. Otras veces la colisión de intereses era entre las necesidades fiscales de la Corona y el obligado abasto de la villa. El corregidor decidió dejar en depósito para su embargo con destino a la recaudación del servicio de millones los dos mil reales del arca de tres llaves del pósito de Tarazona, sin embargo el dinero fue utilizado para comprar trigo en las villas de Montalbo, Villar de Cañas y Carcelén y hacer pan cocido para gasto de sus vecinos. El corregidor Antonio Pérez de Torres respondería condenando a los oficiales tarazoneros a multas de cinco mil maravedíes a cada uno y llevándolos presos a Ineista y Villanueva de la Jara.

El acotamiento de dos dehesas por la villa de Tarazona entró, además, en conflicto con la villa de Alarcón, pues las tierras cercadas eran propios históricos de esta villa: una, cerca de Villalgordo, donde dicen los Pozos de la Cañada hasta la Cardosa, y la otra en el término de Pozo LLorente y la Abanilla. Alarcón pidió la restitución de sus términos y lo consiguió por provisión de dos de mayo de 1591. Curiosamente, la villa de Alarcón no otorgaba más término a Tarazona que aquel de los canales y goteras adentro. Se contradecía así la confesión que la propia villa de Tarazona había hecho en las Relaciones Topográficas en que pretendía por derecho de villazgo habérsele concedido una legua de término hacia el oeste y media legua hacia el norte y este, amén de toda la tierra que hasta el río Júcar se extendía por el sur, obviando que el propio villazgo de 1564 reconocía el derecho de Alarcón a usar de su derecho y jurisdicción como hasta entonces lo había usado y fijaba los límites en los mojones que ya se habían establecido en 1483 por el licenciado González Molina y que Tarazona se había cuidado de derribar. La villa de Tarazona no reconoció estos límites y recurrió a Granada la propiedad de las dehesas de Alarcón, que ahora consideraba suyas. Mientras decidía la Chancillería, Tarazona hubo de acotar las ya referidas dehesas de las Torquillas, en disputa con Quintanar, y la de la Cardosa, esta vez en dirección hacia Madrigueras.

En Tarazona era importante la opinión de Dionisio Clemente, vecino de Villanueva de la Jara pero que gozaba del ejercicio de una regiduría en aquella villa. Era hombre de confianza del corregidor, pero no por ello dejó denunciar la arbitrariedad y cohechos del alguacil Diego de Agüero y la injusticia del embargo de los sesenta mil maravedíes del pósito de Tarazona, decisión que había quebrantado la paz social en el pueblo y causado gran alboroto. Denunciaba Dionisio Clemente cómo no todo era opresión real para esquilmar al pueblo con el servicio de millones, pues la concesión de arbitrios y arrendamiento de dehesas eran excusas para que los regidores hicieran uso de estos bienes en beneficio propio. Así, denunciaba cómo se los regidores Diego Tabernero, Luis Caballero y Francisco Cépedes habían utilizado a García Picazo para concederle el arrendamiento de una dehesa a muy bajo precio para que los ganados de los regidores pastaran libremente en los pastos adehesados. La almoneda de la dehesa se había hecho en el mesón que el alférez Juan Mondéjar tenía en la plaza pública. La realidad era que los tarazoneros habían comprado su libertad y villazgo de los jareños a costa de endeudar a la villa; no era extraño que los tres regidores mencionados y el alférez Juan Mondéjar anduvieran por las calles de Tarazona pidiendo  a los vecinos aportaciones de veinte a treinta reales para pagar los réditos de los censos tomados para comprar le villazgo. Las aportaciones de veinte a cincuenta reales sumaron hasta ciento cincuenta ducados, repartidos entre cincuenta y seis vecinos, y es que en la villa el año 1591 había tres ejecutores para cobrar las deudas de los censos del villazgo, cuyo tenedor era Urgenio Conejero. El repartimiento, entendido como préstamo, se cargaría a costa de los propios del concejo. El caso es que las denuncias de Dionisio Clemente, que había contribuido con cincuenta reales, ante el juez de residencia Gudiel .acabarían con los oficiales del concejo de Tarazona en prisión

Dionisio Clemente, regidor de Tarazona y
vecino de Villanueva de la Jara


sábado, 30 de septiembre de 2017

Diego del Castillo contra Tarazona de la Mancha y la tierra de Villanueva de la Jara



Diego del Castillo, alcaide de Alarcón, enfrentado a Villanueva de la Jara y sus aldeas

Villanueva de la Jara ya estaba enfrentada con Hernando del Castillo por un molino en la ribera del Júcar; a la muerte del alcaide de Alarcón, su hijo heredó la alcaidía de la fortaleza y también los problemas de su padre, es decir, los conflictos con las villas recién eximidas. A mediados de 1497, Diego del Castillo se presentó con treinta o cuarenta hombres de a caballo en el lugar de Tarazona, aldea de la villa de Villanueva de la Jara. Desarmando a los hombres que encontraba, los llevaba presos a Alarcón, o simplemente los molía a palos. Otras veces, como en la cuaresma de 1500, quienes se presentaban en las casas de los vecinos eran cuatro o cinco caballeros de sierra para embargar los bienes. La razón era hacerse con la grana oculta  en las casas y recogida sin licencia en los montes de Alarcón.

Diego del Castillo defendía un derecho que consideraba propio: el monopolio a la recogida de grana en los montes de Alarcón; pero Villanueva cuestionaba ese derecho. La grana era un bien comunal de cuantos había en la tierra común de Alarcón, de libre uso salvo la llamada redonda que Alarcón había establecido en torno a una legua alrededor de la villa. Desde el final de la guerra del Marquesado, Alarcón había incrementado los impedimentos para coger grana, encomendado su guarda a los caballeros de sierra y aumentando las penas hasta los seiscientos maravedíes. Por eso, Villanueva pidió al Consejo Real que mandara juez pesquisidor a averiguar los hechos acaecidos en el lugar de Tarazona. Martín de Lunar, que había recibido comisión un 16 de julio de 1501, llegará a Villanueva de la Jara el dos de agosto.

En el mes de mayo de 1497, Diego del Castillo, junto a otros treinta y tantos caballeros y peones armados, entra de forma violenta en Tarazona hiriendo y despojando de sus armas, y sobre todo de sus enseres de labranza, a los moradores del lugar de Tarazona. Era una razzia feudal contra unos campesinos, que junto al azadón tenían sus armas y que venía precedida por multitud de secuestros de bienes y ganados de vecinos de Villanueva de la Jara y moradores de Tarazona por los caballeros de la sierra y guardas de Alarcón. La razón era la negativa de Alarcón, y su señor Diego del Castillo, al libre aprovechamiento de sus montes para la recogida de la grana. Las ofensas eran muchas desde fines del siglo anterior y se acumulaban groseramente
que los dichos caualleros e guardas de la dicha villa de Alarcón tomaron por fuerça a Gil Martínez, vesyno desta villa treynta e quarenta rreses de ganado e a Pasqual Ferrero vesyno otrosi desta dicha villa çinco o seys rreses y Antón Martínez vesyno otrosi un buey donde estaua arando, al fijo de Juan Otiel un capote e un destral e a Garçía escriuano dos o tres ducados e a su hermano de Miguel de Sant Martín seysçientos mrs. 
El negocio de la recogida de la grana cada vez tenía más competidores. El libre aprovechamiento de los montes supeditada a la concesión de un albalá por el concejo de Alarcón se había mutado en la fijación de una tasa por dicho aprovechamiento. Además había un competidor no deseado: la villa de Iniesta. Iniesta contaba hacia 1500 con seiscientos vecinos, es decir, triplicaba la población de otros pueblos con más futuro, como la propia Villanueva de la Jara o San Clemente. Iniesta era parte integrante de la tierra de Cuenca, pero con su incorporación al Marquesado de Villena de Juan Pacheco en 1452, había adquirido el derecho al disfrute de los bienes comunes de la tierra de Alarcón. Aprovechamiento que, lejos de la gratuidad, tenía bastante de interés pecuniario por Alarcón y Hernando del Castillo, alcaide de la fortaleza y criado del Marqués; para el caso de la grana, los iniestenses debían pagar doscientos maravedíes por el derecho a recoger tal producto en los montes de Alarcón. Las primeras disputas entre Alarcón y Villanueva y sus aldeas por la recogida de la grana se remonta a 1490, cuando Alarcón decide encomendar a sus caballeros de sierra y guardas que protejan sus montes e incrementar las penas frente a los vecinos de Villanueva.

Tarazona, origen de la aldea y disputas entre Diego del Castillo y los jareños

Tarazona de la Mancha
La realidad es que nadie respetaba las viejas ordenanzas y usos antiguos de la tierra de Alarcón. La recogida de la grana comenzaba con la llamada rompida o derrota, es decir, con el levantamiento de la veda por la villa de Alarcón para comenzar dicha recogida. Si tradicionalmente el levantamiento de las vedas de la piña y la bellota tenían fechas marcadas, el 11 de noviembre para la piña (festividad de San Martín) y el 18 de octubre para la bellota (festividad de San Lucas), no ocurría lo mismo con el levantamiento de la veda, cuya fecha era fijada por el concejo de Alarcón entre los meses de mayo y junio. Sin embargo a la altura de fines de siglo, el concejo de Alarcón no solía desvedar la grana en el tiempo fijado. La razón era que frente al aprovechamiento comunal se prefería la igualación o avenencia con vecinos de Iniesta, Albacete o Chinchilla que adquirían tal derecho a cambio de una tasa. Alarcón jugaba intencionadamente a la indefinición del momento de la desveda. Tal inconcreción se traducía en una carrera de los vecinos por adelantarse, haciendo oídos sordos a la tradicional rompida. Los primeros en llegar, entre otros, eran los vecinos de Villanueva de la Jara y sus aldeas, poniendo en entredicho el derecho común del resto de moradores de la tierra de Alarcón y el monopolio que sobre la explotación de tal producto pretendía el concejo de Alarcón y la familia Castillo. Por supuesto, los jareños y sus aldeanos, sabedores de la vigilancia de los guardas y caballeros de sierra alarconeros, acudían profusamente armados. No era extraño que la intervención de los caballeros de sierra acabara en peleas multitudinarias. La razzia de Diego del Castillo contra Villanueva y Tarazona vino precedida con uno de estos enfrentamientos, que acabó con un guarda de Alarcón herido grave. Para el caso de Tarazona el problema se agravaba, pues la propiedad y casas del pueblo estaban divididas entre Villanueva de la Jara y Alarcón. Con razón dirá el procurador Rodrigo de Castro que poco les costó a los caballeros armados de Alarcón para entrar en la aldea de Tarazona pues que no tiene más término de fasta las goteras de las canales. De hecho, Tarazona había crecido sobre término de Alarcón, que cercaba el lugar, el término de Villanueva de la Jara se limitaba a la zona de las Goteras adentro. El crecimiento de Tarazona había sido muy rápido en el período que va de 1480 a 1500. La aldea se situaba en un primer momento junto a los mojones que separaban la aldea del término de Alarcón; quién definió los límites de Tarazona fue el juez real licenciado Molina en 1480
e que en Taraçona le dio las casas que estauan fechas entonçes e más sesenta pasos de cada parte e que asy se posieron los mojones
Testigos como Miguel Ruipérez, refiriéndose a la Tarazona de 1480, la ven no como aldea sino como casas; muestra de la poca entidad del lugar. Pero el testimonio más esclarecedor sobre la corta historia de Tarazona de la Mancha nos la aporta Juan Tabernero el viejo, vecino de Villanueva de la Jara desde 1450 y que recordaba cuando en Tarazona no había casa edificada alguna; situando el nacimiento de Tarazona después que Villanueva de la Jara se alzara contra el Marqués de Villena, es decir después de 1480, aunque bien, es verdad que se reconoce un núcleo preexistente, pero por el testimonio de Juan  Tabernero las primeras casas no debían ir más allá de 1450, y seguramente serían posteriores a esta fecha
e sabe la dicha Villanueva de la Xara porque es vezino della e es vezino della dese çinquenta años que ha que casó e es vezino de la dicha villa e sabe la dicha aldea Taraçona e que este testigo se acuerda que no avía en ella ninguna casa, ... e después que la dicha Villanueva se alçó por sus altezas se pobló la dicha aldea Tarazona o la mayor parte della 
En la década de los noventa, Tarazona se había ensanchado con nuevas casas (son numerosos los testimonios de nuevos moradores llegados a comienzos de ese decenio); a la altura de 1500 se hace referencia a diez o doce casas ya construidas en el suelo de Alarcón, más allá de los mojones que fijaban el límite con Villanueva. Uno de los mojones estaba en el corral de la casa Cardosa. Así nos cuenta la expansión de Tarazona Martín Zapata, caballero de la sierra de Alarcón
que la dicha aldea de Taraçona no tiene término alguno salvo fasta las goteras de los texados que se les dio por un juez que sus altesas enbiaron e que sabe e ha visto que la dicha aldea se ha augmentado asy en el término que el dicho juez le dio como fasta de los dichos mojones en el término de la dicha villa de Alarcón
El caso es que desde 1490 las casas edificadas en Tarazona han roto los mojones que diferencian los términos de Alarcón y de Villanueva. Hoy nos es difícil imaginarnos unos términos de la villa de Alarcón más allá de los límites próximos a la villa, pero después de la concordia de 1480 Alarcón fue capaz de conservar términos propios que se extendían doce leguas al sur de la ribera del río Júcar, comprendiendo dehesas aledañas al río como la de Galapagar, pero además otras que se incardinaban en el mismo término de Villanueva de la Jara, tales eran los casos de sus aldeas de Tarazona y Gil García. Para el caso de Tarazona, el primer núcleo eran unas casas que, en término de Villanueva, quedaron a unas escasos sesenta pasos de los mojones. Al otro lado de los mojones, en término de Alarcón, comenzaron a construir sus casas moradores de las aldeas de Alarcón, como los procedentes de Tébar o El Picazo. La afluencia de nuevos moradores jareños al otro lado de los mojones, acabarían fundiendo ambos núcleos para formar el pueblo que hoy nos ha llegado. Así, Tarazona surgió de la fusión de unos moradores enemistados por su procedencia, Alarcón y Villanueva de la Jara, pero a los que la vivencia diaria pronto amalgamó en una comunidad con intereses comunes. Hacia 1500, Tarazona ya se ha forjado como un núcleo propio, que tiende a la órbita de Villanueva frente a Alarcón. Para entonces debía pasar de los cincuenta hogares, al menos, en la plazuela de Juan Tabernero se concentraron cincuenta hombres, dispuestos a luchar contra el alcaide de Alarcón (1).


La grana, una fuente de riqueza en disputa



Grana
¿Qué es la grana? La grana es las excrecencias o agallas producidas sobre las ramas y hojas de los chaparros por las hembras de un insecto, el quermes, una cochinilla, y que, una vez exprimida, da lugar a un líquido rojo intenso usado para el tinte. El color carmesí, tan apreciado y conocido ya desde época romana. Se recogía con azadones y honcetes para depositarse una vez recogida en calderos y ollas. La recogida de la grana era una actividad familiar. Cuando en mayo de 1500 los caballeros de la sierra sorprenden a los tarazoneros cogiendo grana, en el lugar, además de una treintena de vecinos de Alarcón, hay cincuenta moradores de Tarazona, grandes y críos, nos dirán los testigos del expediente que examinamos. También mujeres, añadimos nosotros, pues en 1501 son las sorprendidas por los guardas de Alarcón. Según va avanzando el siglo XVI las noticias de recogida de grana van desapareciendo; la razón es muy sencilla, el intenso avance roturador de la primera mitad de la centuria hace desaparecer los bosques de carrascas. La competencia de la cochinilla del Nuevo Mundo tampoco perdona.

La importancia de la grana para aquellos hombres hoy nos es difícil de valorar, pero en aquella época los hombres arriesgaban sus personas frente a los caballeros de sierra por coger las excrecencias de este insecto. Valga como ejemplo que cuando Juan de López, vecino de Valera de Suso, lugar de la tierra de Cuenca, y el iniestense Gil del Campillo son sorprendidos hurtando grana, la pena que se impone no es por las ordenanzas de Alarcón sino por el valor de la mercancía prendada, unos mil maravedíes. (2)


El afianzamiento de las aldeas de Villanueva de la Jara en las dos últimas décadas del siglo XV

¿Cómo vivían a comienzos del quinientos los moradores de Tarazona de la Mancha? Nos podemos hacer una idea sobre la vida de aquellos hombres por los objetos prendados por la razzia de los caballeros de sierra de  Alarcón. Miguel Remón vivía en una casa, con corral ajeno, que llamaban la Cardosa, perteneciente a la mitad del pueblo de la jurisdicción de Alarcón. Era pastor, estaba casado, poseía, junto a sus hijos, un centenar de cabras parideras, varios machos y otras tantos chotos. Le fueron embargados un caldero de trescientos maravedíes, una sartén de tres reales, cuatro barrenas, una caldera, una peconera  (pieza de rueda de carro), una rusta, un par de esquilas, una azuela de dos reales y un par de palomas. Y por supuesto, la grana que había cogido en el monte. Era un hombre de frontera que vivía de los recursos que proveía un espacio inculto: pastos para sus cabras, la madera de los árboles y la propia grana, pero, consciente de los peligros de su actividad, siempre llevaba consigo un puñal valenciano valorado en ciento diez maravedíes. Era un hombre al que un espacio por conquistar ofrecía posibilidades. Su hacienda era familiar, aunque de relativa importancia; la llevaba con ayuda de su mujer, sus hijos Juan Remón y Benito García, su hija y su nieto Juan, pero ya disponía de un criado. Se apuesta, como primeras formas de poblamiento en este espacio rural, la aparición de quinterías, unas casas con su corral, del que depende un espacio agrario cultivado. En nuestra opinión los primeros moradores de este espacio son ganaderos, que complementan su economía con otros recursos del monte, así la grana, pero también piñas, bellotas o simplemente esparto. Al igual que Miguel Remón, Miguel Sánchez del Picazo tenía también casa asentada sobre el término de Alarcón, poseía ganados; debía ser un recién llegado desde El Picazo, aldea de Alarcón, pero con un rico patrimonio, pues su hijo estudiaba en Salamanca. Estos hacendados, además de ganados, debían tener tierras en sus alquerías. Hay un momento en el parlamento de paz con el alcaide Diego del Castillo, que los enviados de Tarazona, acuden montados en dos mulas de arada, animal muy caro por entonces. Pero la conquista agraria y la roturación de tierras sólo viene después, ya entrado el siglo XVI. Ahora Tarazona está rodeada todavía por numerosas tierras incultas y monte. No obstante a la entrada del pueblo en el camino de las Escobosas nos aparece un paisaje de viñas y huertas. La Cardosa de Miguel Remón era una casa aislada del núcleo poblacional, con un corral un poco separado. La concentración de casas para formar los primeros espacios habitados, nace de la misma necesidad de agrupación ante un espacio salvaje, tanto por su carácter inhóspito como por los peligros de una economía fundada en la rapiña de esos malhechores feudales que era la baja nobleza, pero también lucha por la conquista del espacio de los primeros moradores de esta tierra, que se movían entre la necesidad y las ambiciones de las primeras familias más favorecidas por la colonización del espacio. Hacia el año 1500 el término de Tarazona se empezaba a roturar y se buscaban nuevos espacios agrarios en el término de Alarcón
los moradores de Taraçona aran e rrompen e sienbran la dehesa de Val del Parral e abreuaderos del término de Alarcón forçiblemente
Los ganados de Miguel Remón eran guardados por su nieto Juan y un criado llamado Pedro del Valle, ambos de apenas quince años. Ellos eran los que estaban en la casa de Cardosa, cuando entró una noche con otros tres hombres a caballo de Alarcón Pedro Granero. La escena nocturna debió ser aterradora para los jóvenes, viendo como Pedro Granero, alguacil, se presentaba con vara de justicia en una mano y con la espada desenvainada en la otra, al igual que exhibiendo espadas se presentaron sus tres acompañantes a caballo: Antón Granero, Rodrigo de Padilla y Lope de Cibdad, A los jóvenes les tocó llevar a las cabras hasta Alarcón, haciendo diferentes escalas.

Pozoseco
http://www.pozoseco.com/

Una de ellas fue al amanecer en Pozoseco, a cinco o seis leguas de Tarazona, abrevadero por entonces de ganados, sin que de los textos podamos inferir la existencia de casa construida en el lugar, pero sí lugar de parada obligada en aquella época. La segunda parada fue en Valhermoso, lugar propiedad de la familia Granero, donde el criado se volvió a la Cardosa. Llegados a Alarcón se decidió embargar treinta y cinco cabras, dieciocho crianzas y un cabrón, que serían vendidas en almoneda pública por el corregidor de la tierra de Alarcón Juan Ruiz de Molina. La crianza de cabras era complementada por la actividad de la recogida de grana y aquí es donde Miguel Remón entró en conflicto con la justicia del corregidor de Alarcón, que para enero de 1500 emitió un mandamiento de embargo de bienes del citado Miguel por valor de 4800 maravedíes. Se acusó a Miguel Remón de no pagar la alcabala correspondiente a la grana recogida. ¿Quién acusaba? Sorprendentemente nos aparece en la parte acusadora la familia Origüela. Alfonso González de Origüela, y en su nombre su hermano Juan, que vive en Belmonte, son arrendadores de la alcabala de la villa y tierras de Alarcón. Aunque su nombre no se cita, sería uno de estos Origüela el que sufriría una tanda de palos de Miguel Remón y sus hijos cuando fue a cobrar la alcabala. Fue a Pedro Granero al que correspondió la ejecución de los bienes de Miguel Remón y el llevar las cabras a Alarcón. Este y otros sucesos llevarán, a petición del concejo de Villanueva de la Jara, a pedir la intervención del Consejo Real.

Cuando llega a comienzos de agosto el bachiller Martín de Lunar como juez pesquisidor, inicia un periplo por Alarcón, Villanueva y Tarazona para hacer acatar su comisión, aunque sabiamente instalará su audiencia en Motilla. Hasta allí acudirá citado Pedro Granero, creyéndose suficientemente protegido, no en vano su hijo Antón es vecino de Motilla, pero se encontrará con mandamiento de cárcel. Aunque asesorado por el escribano del pueblo Fernán García que le aconseja que nada ha de temer, pues el caso no es de muerte, Pedro Granero, acompañado del escribano, decide salir de Motilla por el camino de Alarcón y eludir la cárcel, siendo visto pasar por entre las viñas que se extienden a ambos lados del camino. En seguimiento de él irá el pesquisidor Lunar, llegando hasta la aldea de Valhermoso, propiedad de Juan Granero, padre de Pedro. Su padre y la mujer de Pedro intentan protegerle del secuestro de bienes, que el padre dice ser suyos, pero el pesquisidor embarga varios costales de trigo y algunos enseres domésticos. Las dificultades que encontró el bachiller Lunar para hacer justicia con Pedro Granero eran un adelanto de las que encontraría en un proceso mucho más amplio en el que se veían inmersos los concejos de Villanueva de la Jara y Alarcón, pero en el que también entraban los intereses de la nobleza regional de la comarca y la lucha por el poder de esta nobleza con las villas recién eximidas.

La batalla de Tarazona de la Mancha

El caso de Miguel Remón era un caso particular; las diferencias y agravios de los moradores de Tarazona eran más generales, concluyendo en la ya citada razzia de 1497, en la que Diego del Castillo se presentó en el lugar con cuarenta hombres de a caballo y a pie. Diego del Castillo, que había heredado el cargo de su padre Hernando, que moriría en 1499, asumía el papel de condottiero con varios hidalgos, criados a su servicio: eran los Padilla, los Montoya, Buedo,Villanueva o los Castañeda. Su influencia era regional y sus correrías también. Los moradores de Tarazona le hicieron frente, entablándose una batalla en la que los de Tarazona salieron mal parados, con varios heridos, apaleados y ser llevados presos a la fortaleza de Alarcón. Los hechos ocurrieron hacia el 25 o 26 de mayo de 1497 fueron narrados por Alonso de Mondéjar cuatro años después:
que este mes de mayo que agora pasó, fizo tres años que podya ser a vebién ynte e çinco o veynte o seys días del mes de mayo este testigo e Benito Picaço el viejo e Alonso López e Miguel de Piqueras e Andrés Rruuio e Juan Ruuio e Juan Tavernero el moço de Alonso de Escobar e Juan Serrano e Alonso picaço e otros vesinos del dicho lugar que no se acuerda al presente fueron al término de la villa de Alarcón grana e llegaron adonde dizen la foya del mojón e que estando allí cogiendo grana a su aventura llegó a ellos el dicho Alonso López e les dixo que el alcaide Diego del Castillo venya con fasta veynte e çinco o treynta de cauallo e çiertos peones a los prender e que como él ge lo dixo acordaron todos los que allí estavan de se venir a sus casas e que se venieron por el camino rreal fasta que llegaron al dicho logar de Taraçona e que llegados al dicho logar e queriendo entrar en él por la calle que dizen de los tenderos fallaron allí çinco o seys de cauallo e con ellos çiertos peones de la villa de Alarcón e que de los de cauallo conosçió a Montoya e a Villanueva e de los peones conosçió algunos de los que no se acuerda de sus nonbres e que estando en la dicha calle syn dezir cosa ninguna a este testigo ni a los otros que con el venían començaron a pelear con ellos e que este testigo e los otros que con él venían por se defender començando de tyrar piedras e pelear con los çinco o seys de cauallo e peones e los rretraxieron por la dicha uilla fasta la yglesia del dicho logar e que llegando allí salió Diego del Castillo alcayde de Alarcón de la casa de Miguel Sánchez de Picaço donde pasava fasta con quinze o veynte onbres e se fue fazia donde los otros vesinos de Alarcón venían e se juntó con ellos e que como este testigo e los otros que con él venían vieron juntos al dicho alcayde a los otros se rretraxieron fazia la casa de Juan Tavernero el viejo e que estando asy oyó desir al dicho alcayde Diego del Castillo a los que con él estavan les mandó que saliesen del dicho lugar al término de Alarcón e que asy salieron e se fueron junto con la casa de Miguel Martínez yerno del dicho Juan Tavernero que está en el dicho logar hedeficada la meytad della en el término de Alarcón e que estando ally oyó desir que algunos de los que estavan con el dicho alcayde querían boluer a pelear otra vez con los del dicho logar e que el dicho alcayde no lo consentya antes mandaua que no se siguiese e que tres o quatro de cauallo vydo que tornaron otra vez a pelear con los del dicho logar e de que les fisieron rrostro que se volvieron donde el dicho alcayde e los otros estavan e que desde allí el dicho alcayde e los que con él estavan se fueron al Poço Llorente que es jurisdiçión de la dicha villa de Alarcón media legua de la dicha aldea de Taraçona e que en el dicho rruydo no se firió otro onbre ninguno salvo uno de los de Alarcón que no sabe su nonbre e que después de llegados al dicho Poço Lloreynte en la tarde boluió el dicho Diego del Castillo con la dicha gente al mojón que está junto con el dicho logar de Taraçona e se estovo ally por espacio de más de una ora e que en este estante venieron de la aldea de Quintanar fasta çinquenta o sesenta onbres a ayudar a los de Taraçona sy el dicho alcayde algo les quería faser en que estando el dicho alcayde con la dicha gente en el dicho mojón fueron a fablar con él Juan García de Villanueva el moço e Miguel Garçía e Fernán Simarro y Antón Martínez e otras personas e a dezille que lo pasado fuese pasado e que no ouiese más sobre ello en que se asentó con el dicho alcayde que él ni la dicha gente sobre ello más no entenderían en cosa alguna e que en el mesmo día oyó desyr que Diego Paes vesino de Alarcón auía venido con se juntar con el dicho alcayde Diego del Castillo e que auía ydo a la villa de la Roda por gente disyendo que Villanueva e sus aldeas les cogían la grana por fuerça e que auía sacado fasta ochenta e çinco e nouenta onbres de la dicha villa e que llegados al rryo veniendo camino del dicho logar Taraçona el dicho Diego Paes como no venía saluo a vengar çierta injuria que los de Taraçona desyan que les avia fecho e que la dicha gente de la Rroda no quiso pasar con él disyendo que no auía de ser contra sus vesynos ... asimismo dixo que puede aver catorçe meses poco más o menos que serái en el mes de mayo estando en el dicho lugar de Taraçona este testigo e los otros vesinos de la dicha aldea un día de fiesta que no se acuerda que día de fiesta era vio como pasaron por la dicha aldea fasta çinquenta e çinco o sesenta personas chicas e grandes de la villa de Alarcón con carros e otros aparejos para coger grana e que como los vesinos de la dicha aldea los vieron yr asy pensando que la dicha grana era desvedada se fueron tras ellos algunos en la misma noche e otros por la mañana e que estando en el término de la dicha villa de Alarcón en el camino que disen de los curas ojo al rrío los vesinos de la dicha aldea desían a los de Alarcón que si cogían grana que ellos la cogerían e  sy no la cogían que se estarían quedos e que vio este testigo como todas las personas de la dicha villa de Alarcón començaron lego en syendo de día a coger grana e que los vesinos de la dicha aldea asymismo la començaron a coger de que visto de que todos cogían e que estando asy cogiendo los unos e los otros vio como çinco o seys de cauallo que se desyan los caualleros de la syerra e guardas de los términos de Alarcón entre los quales conosçió a dos hermanos que se llaman los Padillas, e a Villanueva e a Castañeda hermano de Diego Paes e otros dos hermanos que se disen los Salantes (Escalante) que venían a cauallo con lanças e adargas saluo el Villanueva que venía a pie e que uno de los Salantes que cree que era el mayor traía una ballesta armada a cauallo e vio que la tiró e dio en medio de los vesinos de la dicha aldea de Taraçona e començaron a maltratar a los vesinos de la dicha aldea que primero toparon dándoles con las lanças e deziendole el dicho Viallanueva a ellos a ellos apeaos que oy es nuestro día para vengar las ynjurias e que asy andovieron los unos peleando con los otros e que de allí vio ferido de un botre de lança Juan criado de Martín Picaço vesino de la dicha aldea porque no sabe quien e firió pero que vio que le tomaron una capa buena color pardilla e que no sabe quien se la tomó saluo cómo ge la tomaron los dichos de cauallo e los peones que con ellos venían e que asymismo le tomaron un puñal e un dardo e que a la muger de Bartelomé Rromo vesino de la dicha aldea le tomaron un caldero con la grana que tenía que dezía que valía dos ducados e que asymismo toparon a un fijo de Gonçalo de Cuenca vesino de la dicha Villanueva morador en la dicha aldea una capa que no sabe de qué color ni declarar el nonbre de quien ge la tomó e que asymismo tomaron a Bartolomé Tendero vesino de la dicha aldea una ballesta e que a otros vesinos de la dicha aldea tomaron la grana que auían cogido que asy se juraron los vesinos de la dicha aldea en el dicho canpo disyendo a los dichos caualleros de syerra e guardas del canpo e a los vesinos de la dicha villa de Alarcón que sy ellos cogían grana que ellos la auían tanbién de coger pues tenían para ello justiçia e que asy se desapareçieron e que asy los dichos vesinos de Alarcón no cogían grana que ellos no la cogerían e quasí los dichos caualleros e guardas se fueron por la mancha adelante e seguieron a los vesinos de la dicha villa de Alarcón que no cogiesen más grana e se fueron los vesinos de la dicha villa de Alarcón juntos hasia el rryo de Xúcar e se pusieron en la dehesa del Vando el Parral e que este testigo e los otros vesinos de la dicha Villanueva quando vieron que los de Alarcón no cogían e se yvan al rryo se fueron con ellos e se pusieron çerca dellos a la parte debaxo en la misma dehesa del Vando del Parral e estouieron allí todo aquel día e que estando allí vio cómo el dicho Escalante que avía tyrado la vira con la vallesta entre los vesinos del aldea e que él e otro con él andouieron a cauallo el dicho Escalante con la dicha ballesta armado e con otra vira preguntando qué quáles de los de Taraçona le avía dado de pedradas cuando él tyró con la dicha ballesta que jurara a Dios que los avía de matar e no bolver a Alarcón syn vengallo pero que no tyró con la dicha ballesta ni hiso cosa ninguna saluo como los rrodeo con la dicha ballesta armada él e otro una o dos veses e casy des que venía la noche este testigo e otro catorze o quinse se venieron al dicho lugar de Taraçona e no sabe lo que más después pasó saluo como oyó desir que algunos de los vesinos de la dicha villa de Alarcón salieron otra ves a coger grana en el mismo día e que otro día vio que alguno vesinos de la dicha Taraçona boluieron al dicho término e mancha de la grana e la cogían de rrota comúnmente todos asy los unos como los otros e que en el mesmo dya que lo que tiene dicho tiene amanesçió en salyendo el sol estando en el canpo dixo a este testigo Juan Tendero vesino de la dicha villa de Alarcón que cogía grana con los otros andando cogiendo grana e que en la dicha villa de Alarcón e que el dicho Juan Tendero dixo a este testigo que byen podyan coger pues ya en la dicha villa de Alarcón la avya desvedado o dado liçençia para que cogiese
Iglesia de San Bartolomé
Tarazona de la Mancha

Diego del Castillo había salido de Alarcón con alrededor de veinticinco o treinta hombres armados, algunos criados suyos, otros criados de sus parientes. El primer encontronazo fue con varios jareños, que cogían grana, armados con ballestas y lanzas. El incidente mostraba la realidad a la que se debía enfrentar un alcaide incapaz de entender que su enfrentamiento no era con uno furtivos sino con los intereses económicos de unos concejos dispuestos a defenderlos con las armas. Así el conflicto adquiría una dimensión regional, donde el alcaide de Alarcón, Diego del Castillo, se enfrentaban a todos los lugareños de tierras de realengo. Diego del Castillo, buscando las diferencias, intentaba una alianza con la Roda que le era negada por sus vecinos. Si los los de Alarcón iban armados, no se quedaban atrás los de Tarazona. Es más la solidaridad entre los vecinos era total: Villanueva aporto hombres desde un principio y una carreta llena de armas y otros sesenta o setenta moradores de Quintanar del Marquesado se presentaron armados dispuestos a hacer frente a Diego del Castillo y sus hombres, o sea, en un pueblo que entonces contaba con setenta vecinos todos sus hombres varones acudieron a defenderse. Quizás el punto débil en estas solidaridades era el lugar de Tarazona, dividido jurisdiccionalmente en dos entre Alarcón y Villanueva de la Jara. Diego del Castillo lo sabía, pero los tarazoneros también. Por eso, esa peculiar anécdota de los vecinos del lugar refugiándose en la casa de Miguel Martínez, edificada mitad en jurisdicción de Alarcón, mitad en jurisdicción de Villanueva de la Jara. Diego del Castillo hizo todo lo posible por jugar con estas contradicciones y diferencias. Esa es la razón por la que implicó a Iniesta provocadoramente en el conflicto de la grana. Para mayo de 1501 el concejo de Alarcón daba licencia a los más de seiscientos vecinos de Iniesta para coger grana, previo pago de la villa iniestense de la ridícula cantidad de doscientos maravedíes. Esta avenencia o iguala era un acto de mala fe contra los habitantes de Villanueva y sus aldeas. Hasta entonces, los forasteros se igualaban individualmente con el concejo de Alarcón por uno o dos reales para obtener la licencia de coger grana, o a lo sumo se igualaban casas aisladas que no albergaban más de diez personas, pero que un concejo de seiscientos vecinos se igualara por la insignificante cifra de doscientos maravedíes nunca se había visto. Los vecinos de Iniesta acudieron en masa a coger grana en los lugares llamados Cerro del Lobo, los Arenosos y Las Madrigueras. Tal derecho de coger grana previa concesión de licencia y pago de doscientos maravedíes parece que ya se otorgaba a algunas casas limitadas de Iniesta, pero ese año se concedió ilimitadamente a todos los vecinos de esta localidad por faser mal a los de Villanueva.

La recogida de la grana venía marcada por el uso y la costumbre y por las ordenanzas de Alarcón. La pena por coger grana en época de veda estaba castigado con multas de seiscientos maravedíes. Cuando se alzaba la venda, el concejo de Alarcón tenía obligación, a través de los caballeros de sierra e los guardas, de hacer saber tal hecho en los ocho días anteriores. En ese periodo de ocho días, parece que la licencia para poder coger grana estaba sometida a un canón de veinte maravedíes, aunque sí se recogía con azadón se gravaba con los seiscientos maravedíes; sin embargo, lejos de pagarse canón por la expedición de algún tipo de albalá parece que se cobraba en el mismo momento de la recogida. El hecho es que a finales del siglo XV no se pagaba ya canon alguno y existía un libre aprovechamiento del monte que daba lugar a disputas continuas entre los vecinos y a una carrera desenfrenada por ser los primeros en iniciar la recolección. Los mismos vecinos nos dicen en sus testimonio que salían  a  furtar la grana al amanesçer, armados con lanzas y puñales.

En la Hoya del Mojón se encontraban dieciocho moradores de Tarazona un 25 de mayo de 1497 cogiendo la grana, armados con lanzas y con tres de sus vecinos a caballo, vigilando un posiblemente acercamiento de caballeros de sierra, elementos más disuasorios que los veinte maravedíes de pena, cuando un sastre les avisó que los caballeros de sierra de Alarcón iban en su búsqueda. El origen del conflicto radicaba en que al parecer los vecinos de Alarcón habían sido desplazados del lugar por los de Tarazona y obligados a coger grana una legua más allá en Casa el Simarro. Eran sabedores que los de Alarcón pretendían tomarse la justicia por su mano, por eso, según bajaban por el camino real hacia Tarazona iban fabricando hondas de esparto, necesarias para una pelea que se hacía evidente. Corriendo fueron a su pueblo, a la parte que estaba en jurisdicción de Villanueva, tapando la calle estaban varios caballeros de Alarcón, Egas de Ágreda, un Villanueva, un Montoya y un Padilla, junto a dos peones, para cortarles el paso a ese espacio franco de jurisdicción real que les protegía. Con ellos, en la llamada calle de los Tenderos, se toparon Alonso de Mondéjar, Benito Picazo, Martín Picazo, Alonso Escobar y otros aldeanos. Los tarazoneros sabían lo que les deparaba si eran detenidos en término de Alarcón, pues en los días anteriores hasta cinco vecinos de Villanueva de la Jara fueron llevados a la cárcel de Alarcón; por eso pelearon durante media hora a lanzazos y a pedradas. Una de las piedras derribó a un peón de Alarcón llamado García Sánchez, otra al caballero Sarantes. Alertado Diego del Castillo, que estaba comiendo con otros hombres en casa de Miguel Sánchez de Picazo el viejo, acude  a apoyar a sus caballeros. Es ahora cuando se entabla una batalla total en la plazuela de Juan Tabernero, con los tarazoneros haciéndose con dos caballos de los de Alarcón y levantando barreras con carros para defenderse, los caballeros, arrinconados se vieron obligados a retraerse en la iglesia de Tarazona
que en esto los de la dicha villa de Alarcón se començaron a rretraer e que llegó el dicho Diego del Castillo e los otros de cauallo con los cauallos e armados a fauoresçer los suyos que peleauan con los de la dicha aldea e que se retraxeron con ellos fasya la yglesia e los de la dicha aldea no pasaron de la dicha plaça de Juan Tauernero e fisieron barreras con carros e otras casas para se defender e que estando el dicho alcaide e los otros susodichos çerca de la yglesia dentro del término de la dicha aldea el dicho Diego del Castillo dixo a este tesstigo cómo esto me tenyades guardado en vuestra casa, mas vos señor a esto venistes a mi casa, e que asy el dicho alcayde con la dicha gente se salio fuera del término de la dicha aldea para el término de Alarcón más baxo de la dicha yglesia que estouieron allí un rrato e que después se pasaron de la otra parte 
Contemplando la escena, un humillado alcaide de la fortaleza de Alarcón, acompañado de otros treinta o cuarenta hombres a caballo, que demostraba más valentía con sus palabras que con sus actos
Diego del Castillo ençima de un cauallo con una lança e un adarga e unas coraças disyendo que juraba a Dios que auía de entrar en la dicha aldea e alançealos a todos e poner fuego al dicho logar
El conflicto de Tarazona había recobrado por un momento el viejo enfrentamiento entre sebosos, acusados de judaísmo, y almagrados, o cristianos viejos. Así lo narraba Alonso de Vera, criado del señor de Cervera
e a la plaçuela donde la dicha gente estaua que avría en ella quarenta o çinquenta onbres aramados con lanças e coraças e ballestas e otras armas e que se conçertaron que le diesen sus cauallos e que a este testigo e al dicho buedo les echaron de la barrera disyendo fuera los judíos e que todos heran judíos poniéndoles las lanças a los pechos e que cada uno de ellos se mataría con dos de los judíos
Las acusaciones de judaísmo pronto alcanzaron a Diego del Castillo. En los momentos de tensión que se vivieron en los sucesos de Tarazona, Alonso de Mondéjar le espetó en la cara al alcaide de Alarcón la acusación de judío.
e el dicho alcayde e Alonso de Mondéjar atrauesaron palabras e el dicho Alonso de Mondéjar dixo al dicho alcayde que el puto judí auía venido allí a tienpo de pagar e que el dicho alcayde le rrespondió no me lo dezís eso por quien se dexa de faser lo que se a de faser lo dezís
Entre Alonso y el alcaide los odios se remontaban al tiempo de las guerras del Marquesado, cuando Diego del Castillo mató al padre de Alonso Mondéjar en Villanueva de la Jara. Aquel día de mayo de 1497, Diego del Castillo, se marcha enojado y humillado, amenazando con destruir la aldea de Tarazona. Va en busca de más peones a Pozo Lorente, volviendo a Tarazona, cuyos moradores se han encastillado con barreras de carros. Sobre este carácter encastillado de Tarazona nos da fe Martín de Zapata
que ya los vesynos de la dicha aldea tenían puestas talanqueras en las calles e honbres en los tejados por guardas e atalayas e las mugeres trayan pyedras
Ante la inesperada resistencia, Diego del Castilllo se mantiene indeciso, abandonando el lugar camino de la dehesa de Galapagar (en el soto de Fernando Bravo), donde pasa la noche de nuevo a la intemperie, y de mañana llega a La Roda en busca de aliados. Mientras Diego Páez llega desde a Alarcón, donde recibe la noticia que el alcaide ya ha marchado. Diego Páez marcha a La Roda también, donde Diego del Castillo ha dejado allanado el terreno para la recluta de hombres. El alcaide mientras recorre los amplios términos de Alarcón en torno a la ribera del Júcar, prendiendo a furtivos de la grana, entre ellos al molinero del molino de la Focecilla; vuelve a Tarazona tres días después por el camino de las Escobosas, acompañado de más hombres armados que aporta Diego Páez; como ave de presa, coloca un paño de lienço blanco en una lança por bandera en un cerrillo y da varias vueltas alrededor de la villa para atacarla, pero no se atreve. Antes ha pedido refuerzos de gente armada, además de La Roda, en las villas de Belmonte y Castillo de Garcimuñoz. En las dos últimas villas busca aliados, en La Roda cree tener el favor de sus vecinos, pues entre Alarcón y La Roda hay establecida hermandad para la guarda y recogida de la grana. Ambos concejos se reúnen en los molinos de la Losa para su derrota o desvedamiento. Pero los rodeños dan la espalda a Diego Páez en Villalgordo, aldea de Villanueva de la Jara, negándose a marchar en una operación de castigo contra sus vecinos tarazoneros. Las dudas de los de Alarcón chocan con la decisión de los jareños, que al mando de sus alcaldes acuden con treinta hombres armados, entrando en la aldea, dispuestos a defender a sus paisanos. También acuden los hombres de Quintanar del Marquesado, hasta en número de sesenta, al mando del alcalde de la hermandad de Villanueva Juan Martínez Prieto. Nuevos hombres llegan hasta concentrarse en número de trescientos para defender la aldea.
e después de acaesçido el dicho escándalo este testigo e otros vesinos de Villanueua e del Quintanar fueron a la dicha aldea de Taraçona syn armas (no es esa la opinión de otros testigos como el alcalde de la hermandad Juan Martínez Prieto que dice se trataba de setenta hombres armados con piedras) e estouieron allí dos o tres días porque se dezía que Diego del Castillo llegar gente de toda la tierra del marqués para sobre la dicha aldea diziendo que la auían de quemar

En la entrada de Tarazona, los alcaldes jareños Alonso de Cañavate y Fernán Simarro y un vecino llamado Miguel García salen al encuentro del alcaide para evitar el enfrentamiento. Diego del Castillo da marcha atrás y evita la pelea. Se ha quedado solo y sin aliados. Abandona la villa, camino de Quintanar del Marquesado. Camino del Quintanar todavía puede ver a ochenta jareños armados que, desconocedores del compromiso, se dirigen a apoyar a sus vecinos de Tarazona. El alcalde jareño Fernando de Simarro, que ha actuado como mediador en todo el conflicto, les hace volver a sus hogares. Diego del Castillo ha perdido su partida frente a Villanueva de la Jara y Tarazona
e que vieron como la dicha gente se abaxó (del cerro o teso donde se habían situado los treinta caballeros de Alarcón) fasya la cañada de Villanueva e quitaron la vandera e el dicho alcayde con la dicha gente se fue después de la dicha tregua camino de Villanueva (en realidad de su aldea de Quintanar) syn faser cosa ninguna con la dicha gente

El posible origen de Casasimarro


En la solución amistosa jugó un papel fundamental Fernán Simarro, alcalde de Villanueva de la Jara, que mantendrá en todo el conflicto una posición de entendimiento con Diego del Castillo. Será Fernán Simarro el que garantizará esa misma noche un descanso sin problemas en la belicosa Quintanar del Rey. Pero ahora la figura de Fernán Simarro nos interesa por otro motivo. En el expediente estudiado se nos habla de la Casa de Fernán Simarro. Creemos que en torno a las casas de Fernán Simarro nacería la futura población de Casasimarro. Ahora nos aparece como una única casa, lugar de descanso y aposento en los desplazamientos de Alarcón hacia el sur. Un lugar insuficiente para albergar a la treintena de caballeros que acompañan a Diego del Castillo, pues deben pasar la noche al raso, en el campo
e fueron a çenar aquella noche a la casa de Symarro e que çenaron allí e fueron a dormir al canpo
Las referencias a la Casa el Simarro o la Casa Fernán el Simarro son continuas en el expediente que estudiamos. Estaríamos pues al nacimiento de una aldea en torno a la casa de uno de los principales vecinos de Villanueva de la Jara, Fernán Simarro, alcalde de la villa en 1501; otro Alonso de Simarro es procurador de la villa en la Corte. Tal idea coincide con el nacimiento de las diferentes aldeas de Villanueva de la Jara en torno a alquerías o quinterías, que en el lenguaje de la época, sin equívocos, se les llama casas, nombre que permanece en la toponimia actual. Las Relaciones Topográficas así nos lo dicen
que los dichos pueblos se llaman Gil García, e Madrigueras e la Casa Simarro. Que han oído decir que el lugar de Gil García se llama así porque el primero fundador se llamaba ansí, e lo mismo de la Casa Simarro

La naturaleza regional del conflicto de la grana

El conflicto de la grana transcendió la aldea de Tarazona para convertirse en un conflicto regional. Un mercader sanclementino, llamado Álvaro Peñafiel, que andaba vendiendo sus mercadurías en las casas de Villalgordo (que por entonces no tenía ni siquiera la condición de aldea), se hacía eco de los combates de Tarazona, mientras que con simpatía contaba cómo a un vecino de Alarcón le había roto un tarazonero de nombre Miguel Porras varias costillas a pedradas. En las casas de Villagordo, junto al río Júcar, cogían la grana unos vecinos de Belmonte, Vara de Rey, Villarrubia o de Minaya. No todos tenían el derecho como moradores del suelo de Alarcón, pero se igualaban o concertaban por cierta cantidad con el alcaide de Alarcón para ejercer ese derecho. Hasta Villalgordo acudieron varios vecinos de La Roda, correspondiendo al compromiso que la villa tenía con la de Alarcón para guardar la grana, pero pronto declinaron la invitación de Diego Páez de marchar sobre Tarazona para castigar la aldea. La traición de los rodeños sería sentida por los de Alarcón, pues entre los veinticinco caballeros acorazados y armados que salieron a guardar los montes de Alarcón estaban los principales oficiales de la Roda: su alcalde García Carretero o el regidor Fernando González de Huete. Los caballeros de La Roda manifestaron sentirse engañados por Diego Páez, pues su misión era guardar los montes frente al hurto de grana. Pero el hecho de que salieran fuertemente armados, y que a los caballeros acompañaran hasta cuarenta peones (según otros testigos la cifra subía a ochenta), repartidos y reclutados entre las diferentes cuadrillas de La Roda, parece demostrar que eran conscientes que iban a una operación de guerra. De la Roda salieron por el Vado de Romanejos, siguiendo hacia arriba el curso del Río Júcar, hasta llegar a Villalgordo. Allí tuvieron noticia del alcance del conflicto (hasta Tarazona habían acudido hombres armados de Villanueva de la Jara y Quintanar), decidiendo volver a su pueblo.

Después de los sucesos de mayo de 1497, los conflictos continúan en años sucesivos. El mismo año los incidentes se reproducen entre jareños y caballeros de la sierra en la aldea de Gil García. Otro mayo, un lunes de 1500, los aldeanos de Villanueva de la Jara, pero también algún motillano como Juan Aparicio, se encuentran recogiendo grana en las tierras de una aldea ya desaparecida, conocida por el nombre de Juncillera, fasya la parte de Albaçete; concretamente, en los llamados Llanos de los Vallejos, entre los dichos valles e la foya Mondéjar e los Llanos de la Mata Alvar. Allí son sorprendidos por Diego Páez y otros diez caballeros de Alarcón que arremeten a lanzazos contra ellos y los ponen en fuga. Los caballeros de Alarcón no dan tregua a los aldeanos de Tarazona, que, ofendidos, el domingo anterior han recibido la noticia de la libertad de los vecinos de Iniesta para recoger grana.

Estos incidentes de 1500 se producen una vez desvedada la grana, los de Tarazona acuden a recogerla; en ese momento ya hay ochenta vecinos de Alarcón e Iniesta cogiendo grana, los de Alarcón con sus carros y bestias han pasado previamente por medio de la aldea provocadoramente. Pasan en silencio, hasta que los tarazoneros arrancan de uno de ellos las palabras deseadas: la grana está derrotada. Es entonces cuando los vecinos de Tarazona marchan en tropel (hasta ochenta o cien personas de la aldea y resto de la tierra de Villanueva) con sus aparejos, y sus armas, hacia el monte, pero al poco de empezar el trabajo, llegan los caballeros de sierra, que arremeten contra los de Tarazona al grito de mueran los traidores, a palos, lanzazos y con ballestas. Entre los caballeros de Alarcón están dos hijos (de nombres Pedro de Castañeda y Antón de Castañeda o Granado) de Diego del Castillo, este otro alcaide de Ves, y los ya conocidos hermanos Rodrigo y Fernando Padilla, Lope de Cibdad, vecino de Tébar, un Serna, los Salantes y Juan de Villanueva. Pero no hemos de pensar en unos tarazoneros inermes, pues recuperados del ataque sorpresa se atrincheran detrás de sus carros para dar la batalla. Es sólo entonces cuando los hijos del alcalde de Ves deciden poner paz en el asunto y se suspende la recogida de grana, retrayéndose todos hacia la parte del río. Al día siguiente los tarazoneros vuelven a su aldea, pero los más atrevidos se quedan cogiendo grana. La respuesta de los caballeros de Alarcón es el embargo de algunos bienes como calderos, azadones, honcetes y también armas. El que peor sale parado de los tarazoneros es un criado de Miguel Remón, un tal Juan Aparicio; herido, es despojado de la grana, de sus armas y de una capa.

En los incidentes de 1500, una vez que solo habían quedado unos pocos tarazoneros, se le escuchó a algún caballero de sierra decir que oy es nuestro día, tenemos ventaja en las armas. Lo que dice todo sobre sus intenciones y de los odios persistentes. En 1501, las que sufren las afrentas son dos mujeres de Tarazona. Ya en 1497 le habían levantado las faldas a la hija de Martín Tabernero para quitarle la grana. Tres años después un nuevo incidente entre Rodrigo de Padilla y Juana López, mujer de Alonso Picazo, la mujer e hija de Miguel Remón y la mujer de Juan de Mondéjar, mientras cogían grana, duele mucho en la aldea. Las mujeres se sienten deshonradas, no tanto por el embargo de la grana como por el modo, abriendo y rasgando las sayas de las mujeres donde la habían escondido, y por las palabras injuriosas proferidas por Rodrigo Padilla: sucias. Por otra parte, la queja más repetida por los tarazoneros es cómo eran molidos a palos por los caballeros de la sierra en cualquier ocasión y sus bienes prendados. Un caso singular es el de Bartolomé Tendero; quizás más atrevido que sus convecinos acudía con azadón a recoger la grana y con ballesta. Le sería confiscada la ballesta, el capacho de grana recolectada y pagaría con una cuchillada en el carrillo su osadía.


La baja nobleza regional frente a las villas de realengo

Las relaciones entre los de Alarcón y los de Tarazona habían llegado a una situación de odio extremo. Las diferencias venían de antaño y salieron a relucir en los enfrentamientos de 1497. Era la primera vez en treinta años que un alcaide la fortaleza de Alarcón se ponía al mando de un grupo de hombres armados para guardar la grana; dos generaciones antes lo había hecho un alcaide llamado Diego de Villaseñor, pero ahora el conflicto era más grave.  Además, Diego del Castillo en su razzia sobre Tarazona buscó el apoyo de otros señores, como Alonso Álvarez, señor de Cervera y casado con la hermana de Diego del Castillo, o Pedro Ruiz de Alarcón, señor de Buenache y casado con la sobrina del alcaide; se sumaron además caballeros de Belmonte y Castillo de Garcimuñoz. Es más, la decisión se tomó con la presencia de Juan Ruiz de Molina, del consejo del Marqués de Villena, presente en ese momento en Alarcón y Antonio Buedo reconocía que la orden de una razzia armada contra Tarazona era del propio don Diego López Pacheco y así se lo comunicó el alcaide de Alarcón. Así el conflicto se presentó como una vendetta de la baja nobleza contra las villas de realengo, pero con ramificaciones que apuntaban más alto.

La cabalgada del alcaide de la fortaleza de Alarcón es una acción militar consciente de una nobleza feudal para mantener su poder en la comarca. Cuando los caballeros que envía Pedro Ruiz de Alarcón llegan a la villa de Alarcón, el propio Diego del Castillo es el que advierte que no van suficientemente bien armados para la operación a la que van destinados, que se concibe como misión de guerra. La decisión misma se toma en presencia de un consejero del marqués de Villena; pero nos es más indicativo que los caballeros armados que acompañan al alcaide de Alarcón, además de los criados y caballeros armados de Alarcón y algún paniaguado del alcaide en otras villas (así Sepulveda de Vara de Rey), son criados de parientes pertenecientes a la nobleza regional. El alcaide de Ves Hernando del Castillo aporta a sus dos hijos, Alfonso Alvarez, señor de Cervera, aporta cuatro caballeros (Antonio de Buedo, Pedro Redondo, vecino de Montalbanejo y criado de Pedro Coello, Alonso de Vera y Fernando Álvarez), Pedro Ruiz de Alarcón, señor de Buenache, varios caballeros (Fernando López, Pedro Jiménez de Buenache, Francisco Flores y Diego de Alarcón), y Hernando del Castillo del Arzobispo, alcaide del Castillo de Garcimuñoz, al joven García Zapata. Todos ellos a caballo, armados con coraza, lanzas, adargas y espadas, y acompañados de varios peones. Pero la expedición es en un principio privada, pues los hombres que acompañan a Diego del Castillo son los aportados por sus parientes y solo en un segundo término se incorpora el concejo de Alarcón con sus hombres y caballeros armados. Incluso entonces hay un desigual comportamiento entre Fernando de Montoya y otros caballeros de Alarcón, actuando como simples clientes del alcaide, y el modo de actuar de Diego Páez, que responde a los mandatos del concejo de Alarcón y acude con sus propios hombres armados hasta Tarazona, pero que a diferencia del alcaide, intenta moverse en la línea de compromisos de Alarcón con otras villas como La Roda o mantiene una actitud tibia en los momentos decisivos de la llamada quistión de Taraçona.

El interés económico del Marqués de Villena en la expedición es evidente, por el monopolio que pretendía de la recogida de la grana y su fiscalidad. Todavía en 1497, sabemos que Juan de Sevilla, enviado por el concejo de Alarcón, está en Aragón intentando concertarse o igualarse con vecinos de aquellas tierras para recoger la grana; mientras la realidad era que los jareños cogía la grana sin sazonar, estando como leche. En el caso de Diego del Castillo se trataba de recuperar su autoridad ante unas villas de realengo cada vez más insolentes, en especial, Villanueva de la Jara. No olvidemos que la expedición se decide después que dos caballeros de sierra vuelven a Alarcón después de ser humillados y expulsados del campo por los jareños. La participación del resto de la baja nobleza responde a las solidaridades familiares nacidas del parentesco. Y sin embargo, una operación de castigo tan pensada fracasó. Diego del Castillo se vio sorprendido por la resistencia de Villanueva y sus aldeas, que llegaron a concentrar en Tarazona trescientos hombres y desplazaron hasta el lugar una carreta llena de armas para organizar la defensa de la aldea. La segunda razón del fracaso es la traición de La Roda, incumpliendo los compromisos adquiridos con Alarcón sobre la grana; La Roda no quería ir contra sus vecinos,en sus propias palabras, porque, añadimos nosotros, era ir contra los tiempos de unos pobladores de la llanura que con su esfuerzo común estaban conquistando el espacio agrario.

En el fondo, el equilibrio de poder entre tierras de señorío y tierras de realengo se estaba inclinando a favor de éstas últimas. Esto era especialmente visible en el caso de Villanueva de la Jara. Si villas como San Clemente aún tendrán que esperar al cambio de centuria para iniciar el despegue económico y demográfico, en Villanueva de la Jara, la existencia de un extenso hinterland ofrecía un amplio espacio de desarrollo económico y colonización a las aldeas. Son aldeas como Tarazona, Quintanar del Marquesado o Gil García ( y las casas aisladas que darán lugar a nuevos núcleos) las que darán salida al excedente demográfico de Villanueva de la Jara, que ve cómo desde 1490, una vez superada la crisis de la guerra, sus vecinos ocupan el espacio casi desértico de las aldeas. El incipiente desarrollo agrario tenía muy poco peso respecto a las actividades tradicionales como el pastoreo o la recolección de los frutos del monte: piñas, grana o bellota. Pero fue en estas actividades tradicionales que empezaban su fase de declinar en las que se presentó el conflicto entre Alarcón y Villanueva de la Jara; por contra, el establecimiento de alquerías por los vecinos más acomodados como García Mondéjar en el Vado del Parral, Miguel Remón en Casa Cardosa, Fernán Simarro en la Casa de Simarro y, es posible, que también los Ruipérez en Pozo Lorente, donde tenían intereses ganaderos, daba lugar a un juego alterno de entendimientos y disputas entre el alcaide de Alarcón y estos nuevos propietarios. En suma, los sucesos de Tarazona anunciaban el cambio radical de la economía agraria del primer tercio del siglo siguiente y el auge definitiva del realengo y la llanura frente al señorío y los concejos militares. Al mismo tiempo, el amplio desarrollo de la propiedad privada condenó al pasado a los bienes comunales. Esa ambivalencia de auge de unos y declinar de otros lo supo ver con clarividencia un testigo
e que sabe que los de Villanueva son más que los de Alarcón e más rricos porque en la dicha Villanueua ay quinientos vesynos (incluye sus aldeas) e en Alarcón çiento e çincuenta vesynos

Enfrentamientos entre Alarcón y Villanueva de la Jara y su aldea Quintanar del Marquesado

El acoso de los vecinos de Tarazona para evitar que cogieran grana lo padecían los vecinos de la villa de Villanueva de la Jara. En 1489 se llegó a un concierto entre las villas de Alarcón y de Villanueva, pero la solución de un compromiso fue un fracaso. Antaño, cuando Villanueva era aldea de Alarcón, más allá de lo que dijeran las ordenanzas, parece que las penas por coger grana se fijaban en veinte maravedíes, pero desde la exención de Villanueva tras las guerras del Marquesado, la pena impuesta, independientemente del caso, era de seiscientos maravedíes. Pronto se pasó al embargo de bienes y prendimiento de personas. En 1497, dos vecinos de Villanueva, de nombres García de Zamora y Juan de Tébar, fueron presos y llevados a Pozo Lorente por coger grana en la Hoya de Matacán. Ese mismo año, cuando el alcaide abandona Tarazona, Fernando López de Anguix y otros dos jareños son sorprendidos cogiendo grana en las Madrigueras, que por entonces debía ser lugar de cierta entidad pues allí comió Diego del Castillo con sus hombres y se entabló cierta discusión por el pago de la comida. Pero a medio día se desveda la recogida de grana. Fernando López de Anguix se las tendrá que ver de nuevo con la justicia de Alarcón, pero el asunto de la grana deriva ya a otras diferencias que marcarán el siglo siguiente. Nos referimos a la intromisión de los vecinos de Villanueva de la Jara en la ribera del Júcar. Consecuencia de esta injerencia fue que los caballeros de sierra de Alarcón apresaron a Fernando de Anguix y derribaron un batán junto al río Júcar, en el actual término de Sisante, en cuya construcción había empeñado 30000 maravedíes. Aunque las diferencias de este Anguix con los de Alarcón tenía un supuesto origen en la grana, es evidente que la causa real de las diferencias era la construcción del batán. Era tal el odio que despertaba que salvó de milagro la vida al intentar ser apuñalado por un tal Diego Chamizo.

Los incidentes de Tarazona tuvieron su origen cuando una veintena de vecinos de Villanueva de la Jara, entre los que destacaba la familia de los Herreros, cogían grana en el paraje de las Arenosas; iban armados, vigilaba a caballo un vecino de El Peral llamado Pedro de Espinosa, al ver aparecer a los caballeros de sierra de Alarcón, lejos de darles la grana, los acosaron con sus lanzas y pusieron en fuga. Los caballeros de sierra fueron con sus quejas a Diego del Castillo, que prepararía la expedición de castigo ya conocida y su fallido intento de quemar Tarazona. Diego del Castillo saldría de Alarcón con la intención de dar un escarmiento definitivo. Primero fue con diez hombres a caballo hasta Quintanar del Marquesado, donde se juntó con otros caballeros de sierra, luego en el cerro del Lobo apresó y embargó aparejos a seis vecinos de Villanueva, entre ellos, miembros de la familia de los Herreros, que fueron llevados presos hasta la entonces llamada Casa de Fernán Simarro; los de Alarcón siguieron su camino, aunque algunos se separaron para herrar sus caballos; por el campo encontraron a varios vecinos de Iniesta cogiendo grana, los apresaron y dejaron encarcelados en Gil García; llegados a Iniesta herraron a sus caballos y volvieron de nuevo para juntarse con el alcaide Diego del Castillo en Quintanar y dirigirse a Tarazona. Tiempo después, García Escribano, fue multado con dos ducados por coger grana. Martín González fue sorprendido el viernes posterior al Corpus de 1500 en el camino de Juncillera. De nuevo el modo de operar de los de Alarcón se repetía. Un grupo numeroso, ocho hombres a caballo y doce o trece peones, atacaban a los jareños con lanzas, adargas y ballestas, con la excusa de que la grana no estaba derrotada, cuando al lado veían a vecinos de Alarcón cogerla con total impunidad. De la importancia de esta actividad para las economías de la época da fe que ese día había cincuenta de Alarcón y cien de Villanueva y sus aldeas. Peor fue el calvario pasado por Gil Carralero, alguacil de Villanueva, fue sorprendido cogiendo dos celemines de grana en la Hoya del Mollidar y condenado a seiscientos maravedíes y al embargo de un capote de dos mil maravedíes, siendo conducido, junto a otros dos presos, a Alarcón, maniatados y uncidos a un cabestro como a los moros. No siempre los jareños aceptaban su suerte, así cuando Juan Valverde llevaba un ganado embargado a Alarcón, vio aparecer armados ante sus ojos a veinte caballeros jareños y otros cien de pie

Aunque si a alguien tenía por enemigos, el alcaide de Alarcón, era a los lugareños de Quintanar del
Quintanar del Rey
Marquesado, a los que acusaba de esquilmar de grana de los campos. Los quintanareños mostraban una celosa solidaridad, acudían en grupos numerosos a coger la grana y se organizaban para defenderse de los caballeros de sierra, levantando atalayas de vigilancia. Aunque su precaución no les libró de la acción del alcaide de Alarcón, que apresó a varios vecinos durante su estancia en Quintanar en 1497, antes de emprender camino a Tarazona.

Aunque las quejas de los de Villanueva no iban tanto por la grana. Existían viejos conflictos, como el pleito pendiente por la Hoya de Robresillo, una dehesa de caza, pero ahora las quejas se extendían al entorpecimiento que sufrían los jareños por las trabas al libre aprovechamiento de la tierra de Alarcón y a la libertad de paso de personas y mercancías, trabas que se sumaban al conjunto de tropelías de que eran víctimas. Gómez Moreno vio cómo le era arrebatado un costal de piñas. Otro vecino fue apresado y multado por intentar llevarse un pino caído. Tanto Gómez Moreno como su hermano sufrían la requisa arbitraria de trigo, cuando iban al molino de la Losa, propiedad de Alonso del Castillo. Pedro de Valera fue enviado a Alarcón a pedirle al alcaide el pago de la alcabala del viento por el trigo que tiempo antes había vendido en Villanueva; la escena que a continuación siguió merece contarse. A Pedro de Valera no le faltaba hombría; se presentó ante Diego del Castillo con una carta de pago en una mano y asiendo el puño de su espada con la otra, enfrente el alcaide, que colérico, viendo interrumpida la partida de tablas que estaba jugando, se abalanzó sobre Pedro de Valera cogiéndole de los pechos
e echó mano de a su espada deste testigo e ge la sacó de las manos por fuerça e le dio dos cuchilladas e una estocada e que la gente que allí estava dio bozes a este testigo diziendo que fuyese e no esperase que le matara e que asy començó a fuir e el dicho Diego del Castillo corriendo tras él fasta la casa de Juan de Valladolid barvero e que allí venía por la calle del dicho alcaide e le mandó (a un esclavo negro) que matase a este testigo diziendo muera el traydor e que el dicho negro tiró a este testigo dos piedras de la una de las quales le açertó en la cabeça e que este que depone se metió en la dicha casa de Juan de Valladolid e que el dicho negro entró tras él e tomó una lança e que en esto llegó Montoya e los despartió e a este testigo començaron a curarle
Pedro de Valera sería llevado a casa del alcaide por la mujer de éste, doña Mayor, recibiendo todo tipo de cuidados y consejos para que no denunciara el incidente.

A Gil Martínez de Torrepineda, propietario de ciento cincuenta cabezas de ganado le embargaron treinta ovejas en el campo de San Benito, término de Alarcón, a Benito Yubero seis y a Pascual Herrero cinco. ¿Por qué? Pues un pretendido derecho alegado por Alarcón de tomar el quinto de sus ganados a los forasteros que pastaran con sus ganados en su tierra
que a los que no son vesinos e fallasen ganado en el término de Alarcón los caualleros de la syerra de la dicha villa de Alarcón les puedan tomar el quinto
Había casos más chocantes, como el acaecido a Pascual de Buenache, un vecino de Villanueva de la Jara. Mientras araba con un buey en el lugar llamado Peña Arenosa, se presentó Pedro Granero (o Granado, que esta variante del apellido es la que dominaba entonces), con vara de alguacil y acompañado de un Montoya. Su buey sería requisado como pena por haber descalabrado a un hijo de Fernando de Ávila. De poco sirvieron las alegaciones de Pascual, cuyo caso estaba siendo juzgado por la justicia de Villanueva y que en ningún caso se trataba de un delito de sangre, es decir, en la justicia de la época al no haber sangre no correspondía el secuestro del buey.  Los moradores de Tarazona y de la tierra de Villanueva en general jugaban con su incertidumbre jurídica. Especialmente aquellos moradores de Tarazona y Gil García que vivían en casas de sus aldeas cuyo suelo era término de Alarcón o los labradores de Quintanar que tenían sus explotaciones en las dehesas de Alarcón, como la de Galapagar. Jurídicamente dependía de la justicia de Alarcón, pero ellos mismos se consideraban vecinos de Villanueva de la Jara, ante quien solían pender los pleitos. Pero no opinaba lo mismo la justicia de Alarcón que cuando tenía especial interés en los asuntos hacía uso de su jurisdicción, juzgando, embargando bienes o apresando a los delincuentes e infractores.

La apertura de una nueva realidad frente a los abusos señoriales

El caso es que a finales de siglo, la libre recogida de la grana se ve entorpecida por el alcaide de Alarcón. Reservando dicho derecho a los vecinos de la villa de Alarcón e introduciendo a forasteros, ajenos a la tierra de Alarcón o de lugares de señorío en la recogida a cambio del pago de un canon, que respondía a una iguala previa. La iguala o avenencia escondía en realidad un intento de monopolizar la recogida de la grana por la familia Castillo. Ya en 1494 había traído moros del Reino de Aragón para tal tarea. El malestar contra Diego del Castillo fue creciendo en la comarca. Junto a la negación de los viejos usos comunales de la Tierra de Alarcón, no se perdonaba su actuación como un condotiero, que en sus cabalgadas, acompañado de la vieja nobleza de Alarcón, imponía exacciones de día en día peor llevadas por los aldeanos. Los de Pozo Lorente veían como los de Alarcón merendaban a su costa en el pueblo, uno de los vecino decía haber aportado dos cántaros de vino, una canasta de pan, queso y guindas; Juan de Moragón, vecino de la Roda, se veía despojado de dos carneros y un cuero de vino para alimento del alcaide y de sus hombres, e incluso los moradores de Tarazona, en un intento de aplacar a sus enemigos, llevaban víveres al teso desde el que Diego del Castillo y sus hombres amenazaban la aldea. Diego del Castillo rechazaba orgulloso los alimentos, no así algunos de sus hombres, al fin y al cabo, quienes se los ofrecían eran sus parientes. Otros simplemente pagaban por el pan y el vino, que la guerra no está reñida con el negocio.

Pero frente a los deseos del alcaide se empezaba a abrir una nueva realidad. Por los testigos del pleito sabemos que muchos de ellos acudieron desde Villanueva de la Jara a asentarse en Tarazona poco antes de 1490. Así podemos hablar de una primera expansión roturadora de tierras, una vez pasados los años postreros de la guerra del Marquesado. El crecimiento demográfico no fue tanto en las villas principales como en las aldeas dependientes. El caso más señalado es el de Villanueva de la Jara, que ve la consolidación de sus aldeas de Tarazona, Quintanar, Gil García o Villalgordo y la aparición de las primeras casas en puntos de encuentro y paso. Es un avance de la explosión económica y demográfica del primer tercio del siglo XVI. Este primer impulso económico no estuvo exento de contradicciones. En primer lugar disputa de los bienes comunales de la tierra de Alarcón y, a continuación, rompimiento y roturación de los espacios comunales. Así lo reconocía Andrés de Almodóvar y su mujer Picaza la vieja
labró e senbró e ronpió e cogió grana e se aprouechó de los términos de la dicha villa de Alarcón como los mismos vesinos guardando los pinos donzeles
Los abusos señoriales de Diego del Castillo, que se asemejan más a la rapiña de un malhechor feudal, fueron contestados por las villas de realengo. Muestra de ello es el reforzamiento de la solidaridad entre las aldeas de la tierra de Villanueva de la Jara. En los sucesos de Tarazona, sus moradores pidieron ayuda a sus vecinos de Quintanar, que acudieron fuertemente armados y tuvieron que ser sosegados por el alcalde jareño Fernán Simarro. A veces, la solidaridad era entre las villas, los jareños solían acudir conjuntamente con los de El Peral a coger grana en el llamado cerro del Lobo, cerca de Gil García. La picaresca de los caballeros de sierra de Alarcón les llevaba a evitar el enfrentamiento y no era raro que requisaran algún azadón como prenda de cambio para conseguir medio azumbre de vino. Lo que era evidente es que los jareños y los moradores de sus aldeas habían roto con el monopolio que de la recogida de la grana pretendían Alarcón y La Roda. Asimismo la mano de obra morisca había sido desplazada por conciertos individuales o familiares con vecinos de la comarca. Pero ese control de Alarcón de esta actividad con moriscos o igualas con sus convecinos chocaba con el derecho a coger la grana según los viejos usos comunes. A la altura de 1500, la recogida de la grana comenzaba a obscurecerse con otro conflicto ahora incipiente, pero que crecerá de modo salvaje en el primer tercio del siglo XVI. Nos referimos a la roturación de tierras; las quejas de los de Alarcón apuntarán a García Mondéjar, al que acusan de romper las tierras de la dehesa del Parral. No era el único, como acusaba Miguel de Ruipérez, hombre próximo a los intereses de Alarcón y su alcaide, y que tenía arrendada dicha dehesa.

La solución final del conflicto

Las diferencias entre Villanueva de la Jara y Alarcón, y su alcaide Diego del Castillo, vendrían vía judicial con la intervención del ya mencionado bachiller Lunar, juez pesquisidor, que el 27 de agosto de 1501 se pronuncia a favor de Villanueva de la Jara, condenando a Diego del Castillo y sus hombres. El alcaide fue condenado a pagar las costas del proceso y los salarios del juez pesquisidor su escribano. Se decretó prisión y embargo de bienes del alcaide y sus caballeros. Se procedió al embargo de bienes de los caballeros de Alarcón: Alfonso de la Jara, Álvaro de Villanueva, Rodrigo de Padilla, Martín Zapata, Martín de Valbuena, Cristóbal de Sarantes, Egas de Ágreda, Fernando de Padilla, Martín de la Serna, García de Tresjuncos, Juan de Valverde, Diego Páez y Martín de Olmedilla. Los intentos del juez pesquisidor por embargar los bienes fueron infructuosos en muchos casos como lo fue el intento de dar con la persona de Diego del Castillo. Por él respondieron en la fortaleza de Alarcón su procurador Rodrigo de Castro, su hermano Alonso del Castillo, Hernando del Castillo del Arzobispo y Alfonso de Origüela, que cerraron las puertas del castillo y se negaron a entregar los ocho mil maravedíes del salario del juez y los caballeros que en la fortaleza estaban refugiados, además de los que habían visto embargados sus bienes, Pedro Granero, Lope de Cibdad y Fernando de Montoya. Finalmente se dejaría pasar al bachiller a la fortaleza, pero para entonces los culpados ya la habían abandonado. El pesquisidor, dispuesto a cobrar su salario se fue hasta la villa de El Peral, allí embargó el trigo que tenía el alcaide y, para más oprobio, lo vendió en Villanueva de la Jara a cuarenta maravedíes la fanega; mal negocio, pues el trigo, en opinión del alcaide valía el doble. El resto lo sacaría el pesquisidor de las rentas que los labradores debían al alcaide por la explotación de sus tierras. El pleito acabaría muriendo en la Chancillería de Granada, que a comienzos de siglo sustituía a la malograda de Ciudad Real.


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(1) Así el origen de Tarazona dista bastante del presentado por la historiografía albacetense, presentada como aldea previa de Alarcón que pasa tras las guerras del Marquesado a jurisdicción de Villanueva de la Jara (GARCÍA MORATALLA, Pedro Joaquín: Tarazona del Marquesado de Villena (Concejo y gobierno municipal tras el privilegio de villazgo de 1564). IEA Don Juan Manuel. Albacete 2005. pp. 17-19. De hecho, el origen de Tarazona que presentamos coincide con el relato de las Relaciones Topográficas de Felipe II.
(2) Un estudio completo sobre la grana en el Marquesado de Villena en SÁNCHEZ FERRER, José: "La grana, un producto de la economía del Marquesado de Villena" en Congreso de Historia del Marquesado de Villena. IEA Don Juan Manuel. CSIC. Albacete. 1987. pp. 361-370

AGS. CRC. Expediente 97/1. Pleito de Villanueva de la Jara con Diego del Castillo, alcaide de la fortaleza de Alarcón, sobre abusos de autoridad en la villa y en Tarazona de la Mancha. 1501

Archivo General de Simancas,RGS, LEG, 150107, 472. Comisión al bachiller Martín de Lunar, a petición de Alonso de Simarro, procurador de Villanueva de la Jara, 16 de julio de 1501


ANEXOS


ANEXO I.- CONCEJOS DE VILLAS

Concejo de Villanueva de 2 de agosto de 1501

Juan Mondéjar y Martín López, alcaldes; Pascual López, regidor; Fernando Simarro, Martín Jiménez, Miguel de Ruipérez, diputados del común; Juan de Zamora, escribano del concejo; Juan de Córdoba y Pedro de Beamud, alcaldes de la hermandad.

Concejo de Villanueva de la Jara de 10 de agosto de 1500 (reunidos en la sala del nuestro concejo)

Juan García de Villanueva, alcalde ordinario; Miguel Ruipérez y Hernán Simarro, regidores; Antón Martínez, alguacil de la villa, y Pedro López, diputado del concejo, y Miguel de la Torre, corredor del concejo.

Concejo de Alarcón de 4 de agosto de 1501, en las casas del concejo

Diego Paez y Antón Sánchez Granero, alcaldes; Alfonso Yáñez, regidor; Diego del Castillo, Juan de Valverde, Rodrigo de Castro y Diego el Rubio, vecinos

Concejo de Alarcón de 17 de agosto de 1501, reunidos en la sala pública

Diego del Castillo, alcaide de la villa; Martín de la Serna, alcalde; Alfonso Cabeza de Vaca, criado, por juez en el dicho concejo; Álvaro de Villanueva, Alonso Yañez, regidores del concejo de la dicha villa; Gil de Olmedilla, Diego el Rubio, Bernardino Carpintero, Ginés Tello, Juan de Iniesta, Fernando de Molina, Benito Valero, Pedro Fernández, Francisco de la Orden, Alonso de Astudillo, Alonso de Ayllón

Concejo abierto de Tarazona de 6 de agosto de 1501

Estando en la plaça del dicho lugar muchos vesinos del dicho lugar en salida de misa, estando presentes Alfonso de Escobar, alcalde, e de los vesinos del dicho lugar Alfonso Sánchez de Solera e Juan Sánchez Tabernero e Alonso López, e Miguel Sánchez del Picazo, e Miguel Remón, e Martín Gómez, e Bartelomé Picaço, e Martín Picaço e Alfonso de Mondéjar (hijo de García de Mondéjar)


ANEXO II.- Relación de testigos que aparecen en el pleito (1501)

Vecinos de Alarcón

Pedro Granero, 35 años, caballero de sierra, e hijo de Juan Granero el viejo, de ochenta años.
Martín de Olmedilla, criado del alcaide, 45 años
Gil de Olmedilla
Martín de Bobadilla
Diego de Madrid
García de Tresjuncos, caballero de la sierra
Alonso de la Jara, caballero de la sierra
Cristóbal Sarantes, caballero de la sierra
Buedo, criado de Alonso Álvarez, señor de Cervera (no es vecino de Alarcón)
Pedro Molinero
Juan de Iniesta, escribano
Alonso de Ayllón, pregonero
Alfonso Yáñez
Juan de Valverde, 45 años, caballero de la sierra en 150, antes juez y alguacil de Alarcón
Diego de León, mesonero
Diego Páez
Gaspar de Agreda
Rodrigo de Padilla, caballero de la sierra
Fernando de Padilla, caballero de la sierra
Fernando de Montoya, caballero de sierra
García de Tripillas
Benito Sánchez de Cuenca
Juan de Valera
Fernando de León
Pedro de Paracuellos
Juan Tendero, regidor
Miguel Armero
Alonso Armero
Pedro de Olalla
Fulano Balboa
Jorge Merino, criado del alcaide
Egas de Ágreda
Álvaro de Villanueva
Santacruz, caballero de sierra
Cabeza de Vaca, caballero de sierra
Diego de Arévalo, caballero de sierra
Diego Chamizo
Diego de Alarcón
Juan de Sevilla
Sepúlveda, criado de Diego del Castillo
Martín Zapata, caballero de la sierra, regidor y procurador en la Audiencia de Ciudad Real, de 47 años
Ortega de Sevilla, guarda
Cristóbal de Illescas, criado del alcaide
Benito Sánchez de Cuenca
Martín Valbuena
Juan de Sevilla

Vecinos de Motilla

Martín Zapata
Miguel de Valverde
Fernán García, escribano, y su mujer Juana
Alfonso de Guadalajara, criado de Fernán García
Alfonso Mateos
Juan de los Paños
Antón Granero
Juan de Cigales
Martín Serrano y su mujer María de Iniesta
Juan Verdejo
Juan de Blasco
Juan de Aparicio, hijo de Aparicio Martínez, 21 años
Juan del Portillo
Fernando de Arona

Moradores de Tarazona en el término de Alarcón, se consideran vecinos de Villanueva

Miguel Remón, setenta años
Su hijo Juan Remón y su nieto Juan
Miguel de Fuenterrubia

Moradores de Tarazona en el término de Villanueva de la Jara

Alonso de Mondéjar, hijo de García de Mondéjar, 33 años. Se ha instalado en Tarazona hace diez años
García de Mondéjar
Juan Serrano, morador en Tarazona desde hace diez o doce años, procedente de Villanueva
Juan de Valverde, treinta años, llegado a Tarazona hace veinte años
Alonso López
Benito Picazo, cincuenta años,
Martín Picazo
Alonso Picazo
Alonso de Escobar, padre, cincuenta años
Alonso de Escobar, hijo, veintiún años
Juan Rubio
Andrés Rubio
Alonso de Solera
Simón Visiedo
Pedro Mesonero
Miguel Sánchez del Picazo el viejo, 65 años, aliado de Diego del Castillo, en cuya casa se hospeda
Miguel Rubio
Francisco Ruiz
Miguel de Piqueras
Miguel Sánchez de Piqueras el mozo
Lope el Romo
Juan de Aparicio
Bartolomé López
Martín Tabernero
Alonso de Solera
Bartolomé Sajardo
Juan de Gabaldón, hijo de Pedro de Almansa
Juan Tendero
Bartolomé Tendero
Chinchilla clérigo
Juan Lozano
Benito García, hijo de Miguel Remón
Bartolomé Martínez, clérigo
Juan de la Osa
Juan Mondéjar el viejo
Juan Herrero
Miguel de Porras
Juan Tabernero el viejo, 74 años

Vecinos de Quintanar

Antón Martínez

Vecinos del lugar de Buenache de Alarcón, que es de Pedro Ruiz de Alarcón

Álvaro de Cuenca
Marco de Cuenca, 40 años, natural de Villanueva de la Jara, desde 1485 vive en Buenache
Alonso del Castillo
Pedro Jiménez, hijo de Juan Jiménez (luego se traslada a Iniesta)
Fernando López, caballero
Francisco Flores, caballero
Alonso Sánchez Tejedor, peón con ballesta

Vecinos de Villanueva del Río, que es de Pedro Ruiz de Alarcón

Alfonso Sánchez el mozo

Vecinos de Castillo de Garcimuñoz

García Zapata, de 22 años, hijo de Martín Zapata, criado de Fernando del Castillo del Arzobispo. de niño había sido paje de Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón

Vecinos de Tresjuncos

Diego de Molina

Vecinos de Villanueva de la Jara

Martín Sánchez de Atalaya, su casa de campo es utilizada como posada y cárcel, de cuarenta o cincuenta años
Miguel García, negocia con Diego del Castillo, junto a los dos alcaldes
Juan Caballero el Viejo
Alfonso González, alguacil
Alfonso Simarro, procurador
Juan de Zamora, escribano
Martín Quílez
Gómez García, hijo de Pascual García
Pedro Martínez Carralero, nacido en Alarcón, de 52 años, hacia 1475 llega con su padre a Villanueva
Gil Carralero
Pedro Moreno
Juan Zamora, procurador de Martín López y Juan Mondéjar, alcaldes, y de Alfonso Sánchez alguacil, y Pascual López y Alonso Ruiperez, regidores.
Alfonso García, escribano
Juan de Zafra
García de Zamora
Aparicio del Atalaya
Gil Simarro
Bachiller Sebastián Valera
Juan García de Villanueva, hijo de Juan García de Villanueva el viejo
Pedro Sánchez de Valera
Fernán Simarro, 55 años
Juan García de Villanueva
Juan de Tébar hijo de Rodrigo de Tébar
Juan Martínez Prieto el viejo
Benito Gómez, hijo de Benito Gómez el viejo, difunto
Miguel de Ruipérez,
Jerónimo de Olinos
Juan Prieto
Benito Bribano
Alonso Carretero
Fernando López de Anguix
Alonso Guilleme
Gil Martínez de Torrepineda
Pascual Herrero
Martín González,  42 años
Pedro Moreno, de 50 a 55 años
Gómez García, hijo de Pascual García, 25 años
Bachiller Sebastián de Valera, 19 años
Benito Yubero
Miguel Sanmartín
Pedro de Valera
Juan de Tébar
Alonso de Tébar
García de Zamora
Juan Martínez Prieto
Benito Gómez
Fernando de Buendía
Ferrán Martínez el Rubio
Fernán González Carpintero, 37 años
Miguel de Ruipérez, hijo de Juan Sánchez de Ruipérez. Aliado de Diego del Castillo
Pedro de Ruipérez, 43 años, hijo de Juan Sánchez de Ruipérez. Aliado de Diego del Castillo
Antón Granero, 36 años, vecino de Villanueva desde 1488, procedente de la aldea de Tébar, aliado de Diego del Castillo
Alonso Simarro, procurador de causas
Alonso García de Villanueva, 55 años
Bachiller Clemente, letrado de la villa

Vecinos de Iniesta

Pedro Jiménez de Buenache, antiguo vecino de Buenache de Alarcón
Pedro el Rubio
Alonso García de Cañavate
Gil del Campillo

Vecinos de Cervera, que es de Alfonso Alvarez

Antonio de Buedo, nacido y criado en Barchín del Hoyo

Vecinos de la Hinojosa, que es del Marqués de Villena

Alonso de Vera, al servicio de Alfonso Álvarez, 42 años,

Vecinos de Montalbanejo

Pedro Redondo, al servicio de los Coello,

Vecinos de Olivares, que es de Alfonso Alvarez

Fernando de Alvarez

Vecinos de la Hinojosa, que es del Marqués de Villena

Alfonso de Vera

Moradores de Valhermoso, aldea de Alarcón, que es de Juan Granero

Juan de Tresjuncos

Vecinos de Barchín

Juan de Torrubia, 65 años

Vecinos de San Clemente

Álvaro de Peñafiel, vendedor de lienzos y especias

Vecinos de La Roda

Quintanilla, regidor
Fernán González de Huete
García Carretero
Rodrigo Ruiz
Alonso el Calvo
Juan Redondo
Alonso Sánchez Prieto
Martín Fernández Quintanilla
Andrés de Almodóvar

Vecinos de Minaya

Martín de Villanueva