Otro importante ingreso de las monjas eran los pagos o réditos anuales de aquellos que tenían las tierras cargadas con censos o censualistas. No siempre estas cargas respondían a préstamos, sino que los censos llegaban al convento a través de las dotes conventuales. Así, en 1599, varios vecinos de La Alberca avalan con sus propiedades la dote conventual de una vecina que ingresa en el convento de trinitarias de San Clemente: María de Tébar que deberá pagar una dote de 385 reales, en pagos anuales de 11 reales y 17 maravedíes, unos intereses del 3%. La carga no estaban en los intereses muy bajos sino en las propiedades comprometidas como garantía: Luis Carreño empeñó sus casas, mil vides y 83 almudes; Antón López de Ágreda, dos pares de casas y cuarenta almudes. Los continuos traspasos de tierras entre vecinos llevaban consigo las cargas que soportaban. La operación era más enrevesada, tanto Luis Carreño y Antón López habían contraído una deuda anterior con la madre de la novicia, la viuda María de Chaves, mujer de Diego de Peñaranda, que le había prestado en un censo de por vida 770 reales a un interés superior del siete por ciento. Con el ingreso en el convento de su hija se transferían al convento la mitad del censo: las monjas pedían un interés menor, pero eran más estrictas en los bienes que avalaban la dote, que eran todos los del primer censo. Dicho de otro modo, la viuda se quedaba con una renta de 43,5 reales de los 55 iniciales y los bienes en caso de impago pasarían al convento. El censo se traspasará de manos con los bienes, hasta que los impagos de su último poseedor llevan los bienes a manos del convento de trinitarias en 1648
AHPCU, DESAMORTIZACIÓN, 10520-3