El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)
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sábado, 13 de enero de 2024

EL CAÑAVATE Y SUS ALDEAS. LA COMISIÓN DEL LICENCIADO FRÍAS

 EL CAÑAVATE Y SUS ALDEAS

Hay títulos de villazgo que se resisten a aparecer. Uno de ellos es el de El Peral, que creemos ha de ser coincidente en el tiempo con los villazgos de Barchín y de Motilla, pero más dudas nos ofrece el villazgo de El Cañavate. En nuestra obra "El Año Mil Quinientos de la Mancha Conquense" apostamos que por una situación contradictoria en esta villa. El Cañavate era la llave de paso hacia Castillo de Garcimuñoz, y al igual que luego en la época de las Comunidades, tenía una gran importancia estratégica, era "la llave de paso hacia las fortalezas". No en vano, por mal estado el que se nos quiera presentar, creemos que era una estructura defensiva sólida durante la guerra del Marquesado y un bastión de los hombres del Marquesado de Villena frente a un pueblo declaradamente realista e isabelino. Es probable que la concesión del villazgo de la reina Isabel fuera una apuesta para incendiar la revuelta y que la independencia jurisdiccional de El Cañavate solo se hiciera realidad en la segunda fase de la guerra o, al menos, únicamente en esa fase es cuando se consigue tomar un castillo, que luego no se dudaría en desmocharlo. La conquista del castillo de El Cañavate sería la única victoria real de los isabelinos en este lado del Júcar, más fuertes y guerreros al otro lado del Júcar, donde en el Valdemembra, los campesinos eran una auténtica pesadilla para el alcaide de Alarcón y sus partidarios y se vivía una guerra cruel y "de cuchillo". En la margen derecha del Júcar, Jorge Manrique y Pedro Ruiz de Alarcón, andaban en su madriguera de Santa María del Campo Rus como conejos agazapados ante el valor y fuerza militar de los dos grandes capitanes de don Diego López Pacheco: Pedro Baeza y Diego Pacheco, el alcaide de Belmonte.
A falta de título de villazgo de El Cañavate, nos queda la confirmación de términos a este villa y las aldeas de Torralba, Cañada Juncosa y El Atalaya. Esa confirmación es encargada al gobernador Frías en Sevilla el nueve de febrero de 1478. La fecha no es baladí. La fecha no es baladí. En primer lugar, porque sería una ruptura de acuerdos de año y medio antes (o muestra de la fragilidad de los mismos en la zona) y, en segundo lugar, porque es anterior a la segunda fase de la guerra y rompe compromisos pasados.

En este documento, se vuelve a recordar la pasada, pero no fechada, concesión del villazgo a El Cañavate o exención jurisdiccional de Alarcón: "que al tienpo que era aldea, yo la dicha Rreyna por les faser bien e merçed la aparté y eximí de la villa de Alarcón e de los alcaldes e alguasyles e otros ofiçiales della para que dende en adelante para syenpre jamás fuesen villa por sy e sobre sy". Pero el documento, viene a validar otro anterior y también a romper compromisos, pues le vuelve a conceder a El Cañavate las aldeas de Cañada Juncosa y El Atalaya y también la de Torralba, que los Pacheco. alcaides de Belmonte, siempre consideraron la base territorial de su futuro señorío.
La importancia de este documento está asimismo en el hecho de reconocer a las tres aldeas mencionadas como despobladas, que no quiere decir inexistentes, pues en amojonamientos posteriores se coloca algún mojón en el campanario de las iglesias, en un hecho similar al villazgo de Quintanar o Tarazona, aldeas jareñas: el pueblo, donde reside o ha de residir la población, para las villas de realengo, el campo para Alarcón. Es decir, establecer un caballo de Troya, para la futura desmembración del alfoz de la fortaleza.
Cañada Juncosa y El Atalaya, despobladas ("e tener por término de aquí en adelante los lugares que disen del Atalaya e Cañada Yuncosa en Torralua, que son despoblados, los quales están çerca de la dicha villa e son anexos a ella porque la dicha villa pagasen ellos el pedido... que la dicha villa del Cañavate pague por la cabeça del pedido). Así las nuevas aldeas renacen al calor de una necesidad de reafirmar los nuevos núcleos de realengo y de una decisión administrativa por reorganizar la fiscalidad futura. La repoblación de Cañada Juncosa y El Atalaya responderá, luego, a dos modelos diferente: Cañada Juncosa será "el premio, que recibirán los caballeros de Vara de Rey y otros realistas, no sin disputas con los criados de los Pacheco, mientras que Atalaya será una nueva aventura de roturación de labradores, ajenos a cualquier encasillamiento en viejas aventuras militares pasadas y más próxima al modelo de las aldeas jareñas. O eso creemos, pues la realidad, sin duda, no fue tan meridiana. Eso sí, la conquista por la propiedad de la tierra no fue ajena a un clima de disputas, en ocasiones violentas, véase los enfrentamientos entre las familias de los Tébar y los Piñán.

Hay, un hecho más, el distrito fiscal de rentas reales del marquesado de Villena (alcabalas, tercias y servicio y montazgo de Chinchilla) aparece en este mismo momento como una decisión de la reina Isabel encargada al licenciado Frías, aunque en el texto aparece la palabra "pedido", que es lo que cobraba el marqués de Villena y cuya fiscalidad ahora se pretende arrebatar, en tanto se reorganiza la hacienda regia como regalía.

Archivo General de Simancas, RGS,LEG,147802,48

jueves, 30 de junio de 2022

Diego López Pacheco y Hernando del Castillo

 Cuando Juan Álvarez de Toledo, regidor de Cuenca y capitán real de las tropas concejiles de la ciudad de Cuenca visitó a don Dego López Pacheco en la fortaleza de Alarcón, el marqués de Villena era un hombre acabado. De hecho, reconocía ante el regidor conquense su enfermedad, que no era otra que el hambre. Esta segunda guerra del Marquesado, que se había iniciado cuando el gobernador Frías atacó la fortaleza de Chinchilla, no la quería nadie. El rey Fernando comprendía que la guerra no podía deslizarse por los vericuetos de la subversión social y en ese sentido parecían ir las juntas de Corral Rubio, pero la reina Isabel era de otro parecer y no cejaba en el tono inflamatorio de las cartas de la primera guerra y que ahora trasladaba a las cartas de comisión de sus capitanes Pedro Ruiz de Alarcón y Jorge Manrique. Pero esta vez, la guerra no era contienda de caballeros, ahora era enfrentamiento civil en los campos y en las pequeñas villas manchegas. La segunda fase de la guerra del Marquesado fue ante todo una guerra conquense y la batalla se dio en los campos; fue guerra civil de hombres que se conocían de toda la vida y ahora dirimían quién había de dirigir las sociedades futuras.

La figura de Hernando del Castillo se enaltece y eleva sobre un Diego López Pacheco que expresa su temor a la muerte y que, acobardado, ve como única salida la huida a Francia. Es Hernando del Castillo el que quiere la guerra. Se nos dice que es una lucha entre sebosos y almagrados; conversos y cristianos viejos. No, pues la afiliación a los bandos cambia en unas sociedades que apenas llegan a doscientos vecinos y están obligados a convivir y entenderse. Estamos ante el parto de nuevas sociedades rotas desde mediados de siglo. Aquellos pueblos rurales de 1445, dominio de pequeños labradores, viven a mediados de siglo un proceso de usurpación de los bienes comunales y las dehesas a favor de los hombres del marqués. Nuevas realidades nacen y los hombres alinean su vida en torno a ellas. Don Diego López Pacheco negocia en la Corte el mantenimiento de sus rentas, pero sus criados, sobre terreno, mantienen y no renuncian al disfrute de ellas, como tampoco los viejos enemigos renuncian a ampliar sus haciendas sobre el enemigo vencido. Se nos cuenta la guerra de las fortalezas en los dos años primeros de la contienda, pero no se llega a entender la nueva guerra en los campos que no lucha por los castillos sino por la posesión de la tierra. Pueblos saqueados, ganados robados, destrucción de cosechas, venganzas personales, ... pero hay una certeza, quienes posean la tierra de las dehesas vírgenes de Alarcón poseerán el poder en el futuro. Mantener las dehesas de Alarcón es más importante que mantener la fortaleza misma; está en juego la existencia del amplio alfoz de Alarcón, como lo está el control por su dominio y explotación. Hernando del Castillo lo sabe y sabrá jugar con las fidelidades mutables que la lucha por la tierra genera. Quizás lo sepa también la reina Isabel, pues de las rentas de la tierra dependerá la proyección de su reinado. Quienes no saben o no quieren ver son los viejos caballeros del pasado; un marqués de Villena o un Jorge Manrique se mueven en el respeto a la lealtad o los pactos caballerescos. El alcaide de Alarcón, Hernando el Sabio, sabe que es una guerra a cuchillo; lucha por la tierra que continuará después de firmadas las concordias. Las nuevas villas ya han conseguido desde 1476 jurisdicción ahora quieren tierra de su propiedad sobre la que ejercerla

sábado, 24 de abril de 2021

LA GUERRA DEL MARQUESADO EN CUENCA SEGÚN EL MEMORIAL DE PEDRO BAEZA

 Y ansí se partió vuestra señoría y se fue a Alarcón e yo me fui luego tras vuestra señoría y luego vuestra señoría mandó bastecer Alarcón y yo me fui a abastecer Alcalá (quiere decir Alarcón) y de allí nos veninos a el Castillo y Diego Pacheco avisó a vuestra señoría cómo avía trato en Belmonte e que no se podía escusar de no se perder Belmonte si vuestra señoría si vuestra señoría no yba en persona allá e vuestra señoría se determinó de yr a Belmonte e quisiérades que yo fuera con vos y don Martín Guzmán se quedaría en el Castillo, lo qual nunca se pudo acauar con don Martín yo quedé allí cinco meses y en este tiempo nunca me desarmé las armas porque la xente que el rrey y la rreyna auían enviado estauan en Santa María del Campo donde estauan quinientas lanças entretanto que vuestra señoría estaba en Belmonte me vino a correr Pedro Ruiz de Alarcón muchas veces y quando me dexastes en el Castillo me dexastes solas treynta lanças e yo tuve tal manera que quando volvistes señor al Castillo ya tenía ciento y veinte lanças e ducientos e cinquenta peones e con ellos desuaraté a Pedro Rruiz de Alarcón en el Alberca e le despoxe ciento e ochenta escuderos y me hallé en lo de Almodóvar y me ui en muchas afrentas y peleé muchas veces y derramé mucha sangre de mi cuerpo y estando herido en el braço de la adarga de una saciada me sacastes a pelear diciendo que no teniades capitán y yba a ser capitán estando yo herido y peleaba ansí y traía otras heridas de nuevo de allá que por no ser prolixo y por que vuestra señoría lo saue no lo quiero repetir más de decir a vuestra señoría que nunca os hallastes señor en cossas de afrenta en que no me hallase yo y muchas veces me hallé sin vos en lo del Cañavate donde pelee con don Xorxe Manrrique y le desuaraté e tomé la caualgada que lleuaua de la Motilla y entré en Almodouar del Campo (quiere decir Santa María del Campo) por fuerça e hiçe coxer el pan que estaua sembrado en tierra de Alarcón estando las capitanías de la rreyna tan cerca donde me vi con ellos en muchas afrentas y peleé muchas veces tantas que yo ternía mala memoria de ellas porque me parece que pocos días passaron después que me dexastes señor en el Castillo donde no oviese menester las manos y a la postre la noche que vuestra señoría saue que peleé con don Xorxe como vuestro capitán él salió herido de una herida que murió e yo saque otra de un enquentro por la uoca en que me derrocaron algunas muelas e me pasaron la quixada en fue tan peligrossa la herida que vuestro ciruxano aquella misma noche me dixo que me confessase y ordenase mi alma y otro día estando herido de esta manera salí al campo a cogerle y lo hiçe ansí y sobre cogelle torné otra uez a pelear



"Carta de Pedro de Baeza al Marqués de Villena,(Juan Pacheco), sobre que pidió un memorial de lo que por él había fecho".

RAH, Colección Salazar y Castro, N-43, fol.150 a 161

martes, 24 de noviembre de 2020

Juan de la Osa, el héroe olvidado de la guerra del Marquesado



Juan de la Osa, el héroe conquense olvidado de la guerra del Marquesado de Villena
Sabíamos del sanclementino Juan López Rosillo, el llamado reductor del Marquesado de Villena, como el héroe que alzó a favor de la Corona las tierras conquenses del Marquesado contra don Diego López Pacheco, pero igual protagonismo tuvo otro hombre del que no sabemos su naturaleza: Juan de la Osa (tal vez de Villanueva de la Jara, como Benito de la Osa, almagrado y realista declarado ahorcado por la propia Corona para mantener la paz entre bandos). Nos falta la cita exacta, pero de algún testimonio se desprende que las aldeas conquenses del suelo de Alarcón formaron o acordaron cierta Hermandad para liberarse de la sujeción del marqués de Villena (o tal vez, una vez liberadas algunas de ellas en la primera fase de la guerra, llegaron a un compromiso para liberar a aquellas otras sojuzgadas a la altura de finales de 1478 o comienzos de 1479, en una reunión en la villa de San Clemente, y al calor de la presencia de don Jorge Manrique con gente de guerra en la comarca.
Juan de la Osa y Juan López Rosillo recibieron poderes de varios pueblos conquenses para someterse a la jurisdicción real y abandonar a don Diego López Pacheco. Tenemos constancia de la presencia de Juan López Rosillo junto a don Jorge Manrique el 29 de enero de 1479, cuando La Alberca se alza a favor de la Corona y, testimonios indirectos nos inducen a pensar que también estaba presente cuando una semana después don Jorge Manrique ofrece la libertad y el villazgo a Las Pedroñeras, El Pedernoso y Las Mesas.
Juan López Rosillo salvo la vida por poco tras estar preso en Castillo de Garcimuñoz; Juan de la Osa tuvo menos suerte y fue ahorcado por el marqués don Diego López Pacheco. Dos héroes conquenses que han caído en el olvido, que ojalá, encontremos nuevos testimonios de sus aventuras acompañando a Jorge Manrique en los pueblos del sur de Cuenca.
Presentamos un testimonio que hace mención a ambos. El testimonio nos deja la duda si no hará mención a la primera parte de la guerra, pues hace mención a diversos pueblos que consiguieron el título de villa en 1476, pero creemos más bien que la hermandad de las villas del Marquesado, más allá de la imprecisión del testigo, es juramentación de los pueblos tras un año 1477 de altercados y lucha de bandos en que su suerte y libertad no estaba decidida:
"Este testigo oyó dezir a Juan Rrosillo, vezino de la villa de San Clemente podía aver quarenta años cómo él estando en la villa de San Clemente e Juan de la Osa tenían e les avían dado poder la dicha villa de San Clemente e las Pedroñeras e Chinchilla e Villena e Yniesta e Villanueva de la Xara e todos los otros lugares del Marquesado para que en nonbre de las dichas villas se alçasen e rreduziesen a la corona rreal e que por su rrespeto se alçaron e fueron de la corona rreal e que por ello el marqués de Villena mandó ahorcar al dicho Juan de la Osa su conpañero e entonçes le oyó dezir cómo la villa de las Pedroñeras se alçó por la corona rreal e fue hecha villa por los rreyes católicos".
Rescatamos pues la memoria de dos héroes, de cuyas gestas son deudores los pueblos del sur de Cuenca para lograr alcanzar su libertad en el convulso periodo de 1476 a 1480.




ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. PLEITOS RACH/01, CAJA 2412 EXP 1

sábado, 2 de mayo de 2020

La guerra del Marquesado vista por Juan León


Juan Pardo se había presentado como rehén en Alarcón para que el alcaide Hernando de Alarcón soltará a su padre, Bartolomé Sánchez de Paracuellos, preso en la fortaleza. La casa del converso Juan León fue su cárcel; allí veía a este hombre y su mujer ayunar durante el día hasta llegar las estrellas de la noche. Sea cierta o interesada su narración, Juan Pardo sabía que el recuerdo era acusación de judaísmo. En 1492, de nuevo recordaría a dos hermanos judíos, seguramente recaudadores de impuestos o mercaderes, que posaban en casa de su padre y seguían la misma práctica y en las mismas fechas, para San Miguel de septiembre, en clara alusión a la fiesta del Yom Kippur. García Mondéjar acusaba a Juan León de comulgar en el día de Santa María Egipciaca, vigilia de la Pascua florida de la Resurrección sin haber confesado previamente. Ambas acusaciones estaban ligadas, en tanto la Inquisición acusaría a Juan León de hacer perdonar sus pecados con el ayuno, negando el sacramento de la confesión.

La iglesia de Santa María de Villanueva de la Jara era de menor tamaño que la actual, los cincuenta o sesenta comulgantes de la misa del sábado antes de la Pascua de Resurrección se hacían interminables al teniente de cura Bartolomé Martínez, pero sí que controlaba en unas tablillas el sacristán a los parroquianos entre aquellos confesados y esos otros sin confesar. Entre los pendientes del sacramento estaba Juan León. Este viejo criado del marqués era odiado en todo el pueblo; él lo sabía, pero con suficiencia respondía a sus enemigos que “el que no es negado a Dios no sea negado a las gentes, que no estoy confesado porque quiero mal a todo el pueblo”, aunque a decir de Alonso de la Osa las palabras exactamente proferidas, antes de abandonar la iglesia, habían sido “que lo que no es negado a Dios no ha de ser al mundo”.

Los acusadores eran declarados enemigos del marqués de Villena y su alcaide Hernando del Castillo; por el contrario, Juan de León se había significado por sus servicios al marqués. Ahora, en 1492, una década después de finalizada la guerra, Juan León intentaba abrirse camino en Villanueva de la Jara como procurador de causas, donde había tomado vecindad, aunque celoso de su persona la había mudado a la cercana villa de El Peral. Hombre culto y conocedor de la doctrina, Juan León no tuvo problemas en rezar el Padrenuestro, el Credo, el Salve Regina y el Ave María ante los inquisidores y parte del cabildo catedralicio, con varios canónigos presentes (Alfonso Rodríguez Castillo, provisor de Cuenca, Gonzalo Barrientos, tesorero, y varios canónigos, Ferrán Pérez de Párraga, Gil Martínez, Martín Fernández del Peso y Bernardino Martínez, así como Ruy Gómez de Anaya, abad de Santiago, y Juan de Hervías, abad de la Fe).

Más que su prueba de fe, Juan León destacó por su habilidad como letrado. Conocedor de los procesos inquisitoriales, fundados en el anonimato de los acusadores y denuncias genéricas que llevaban al reo a inculparse; Juan León alegó indefensión ante el Sant Oficio, pues las denuncias eran imprecisas en tiempo y en lugar. Se presentaba como hombre pobre que había gastado su caudal en la compra de bulas e indulgencias para la salvación de su alma, la de su mujer y la de sus antepasados, sabedor de las consecuencias negativas de la indagación de su genealogía. Obviando su pasado de recaudador, se presentaba como labrador que vivía de sus tierras; poca hacienda, de la que la Corona poco podía obtener de una confiscación de bienes. El oficio de labrador era seña de identidad de cristiano, en tanto que renegaba de otros oficios de engaños, como el de procurador de causas ejercido por el acusado. Al fin y al cabo, él había gastado su caudal contribuyendo a la guerra de los moros de Granada, ahora recién acabada. De las acusaciones de herejía y apostasía ni una sola palabra en su defensa, sabedor que entrar en ese terreno podía ser el inicio de nuevas acusaciones. Muestra de su fe y creencias era el buen recitado de las oraciones ante el cabildo catedralicio. Juan León haciendo tabla rasa del pasado había procurado que sus ganancias se invirtieran en tierras para que sus hijos ejercieran el honrado oficio de labrador arando las tierras de pan llevar; antes, eso sí, les había enseñado a leer y escribir en la iglesia. Sin embargo, para sus enemigos sus ganancias pasadas tenían oscuro origen, ligando con obcecación su oficio de procurador de causas a las irregularidades en el cobro de alcabalas.

El proceso, de religioso, lo intentó mutar Juan León en político. Pronto salieron a relucir las viejas diferencias políticas de la vieja guerra del Marquesado. Un modelo de defensa que tomará seis años después en su proceso inquisitorial el alcaide de Alarcón Hernando del Castillo. Juan León se confesó como un criado del marqués de Villena que daba salida en los mercados del Reino de Valencia a la grana, recogida en las tierras al sur de Villanueva de la Jara y usada para el tinte. Producto que era un motivo más de las diferencias entre el marqués y los lugareños. La irrupción de mosén Miguel de Zarzuela y sus lacayos en la primera fase de la guerra provocó la huida de los hombres próximos al de Villena en Iniesta, la Jara, El Peral, Motilla o Barchín. Juan León fue uno más de los que huyó a la fortaleza de Alarcón, convertida, bajo la protección de Hernando del Castillo, tanto en fuerte militar como en un “campo de refugiados” de la época, con hacinamiento de los huidos, que convivían con los rehenes prisioneros para chantajear a unos familiares dispuestos a tomar las armas a favor de la Corona. Juan León con su mujer e hijos menores fue acogidos, apenas si tenía para comer y vivía de la beneficencia del alcaide de Alarcón. Era difícil saber si Juan León no comía hasta caídas las estrellas por profesión de fe judaica (puerilmente reconocía que había adivinado que su ayuno mayor coincidía con ciertos judíos de paso en la fortaleza de Alarcón) o simplemente por la necesidad de reservar los alimentos a sus hijos, comiendo de las sobras ya llegada la noche. Entretanto la hacienda de Juan León quedaba arruinada en Villanueva de la Jara y los rencores acrecentados por la muerte. Todos los denunciantes de Juan León en el proceso inquisitorial han perdido algún familiar en la guerra del Marquesado como ha estudiado García Moratalla[1]: García de Mondéjar, vio asesinar a su tío del mismo nombre a manos de Diego del Castillo, que junto a su padre Juan eran los mayores enemigos del alcaide de Alarcón en la Jara. Benito de la Osa había sido ahorcado, era tío de uno de los acusadores el clérigo Bartolomé Martínez y quizás padre de Alonso de la Osa. La malicia en las declaraciones de estas dos personas es evidente: el primero ve Juan León comulgar, el segundo apostilla el no haber confesado. Diego Gil había visto asesinar a su mujer por el alcaide de Alarcón, sumando a sus odios cómo los hijos labradores de Juan León le arrebataban unas tierras que tenía por suyas. Conflicto este último que era de más calado, pues la disputa era por la apropiación de las tierras llecas del suelo de Alarcón. No obstante, consideramos que el verdadero promotor del pleito contra Juan León, y junto a García de Mondéjar, es Juan Pardo, personaje que copa los cargos concejiles de Villanueva de la Jara y la causa que le mueve es las rencillas de los diferentes conflictos en que interviene Juan León como procurador de causas en un momento que la sociedad jareña está muy endeudada y se suceden los contenciosos con los conversos por la recaudación de rentas y el impago de deudas con unas minorías judías y conversas que actúan como prestamistas.

Juan León era un hombre prisionero de las vicisitudes de su tiempo y es un testigo excepcional de un periodo cuya historia se resume en su propia vida. Aunque no nos lo dice, debía estar emparentado con esta familia de Belmonte. Hacia 1468 había llegado a la villa de Alarcón, donde estableció vecindad, quizás fuera una víctima más desarraigada, por la peste que azotó a Castilla esos años, o quizás su presencia en Alarcón sea deudora de su fidelidad a Hernando del Castillo, pues en 1472 Juan León abandona la fortaleza de Alarcón para irse a vivir a Villanueva de la Jara, coincidiendo con el hecho de que le “quitaran” a Hernando del Castillo la tenencia de dicha fortaleza en favor de Alonso Muñoz, vecino de Belmonte, aunque creemos, por pleitos posteriores, que los intereses de Hernando, al servicio del marqués, rondan en torno a Iniesta y Requena en esta época. Un momento en que la Jara, simple arrabal y granja de Alarcón, entra en el área de influencia de estas dos villas mayores, aprovechando los circuitos comerciales hacia el Reino de Valencia y ofreciendo sus productos: más ganado y grana que trigo. Juan León será uno de los que aproveche la coyuntura para hacerse con una hacienda sustanciosa en Villanueva de la Jara. Allí vivió seis cuatro años, hasta que comenzó la guerra del Marquesado. Juan León recordaba la llegada de mosén Zarzuela y sus lacayos a Villanueva de la Jara. Si de Iniesta tenemos la idea de un alzamiento generalizado contra el marqués, la liberación de Villanueva de la Jara, El Peral, Motilla o Barchín fue, por las palabras de Juan León, mucho más accidental. El objetivo de mosén Miguel Zarzuela era la torre de Piqueras, liberando a su paso a los citados lugares

Que beuí en el dicho lugar de Villanueva de la Xara fasta que se començaron las guerras del marquesado de Villena, quando vinieron los lacayos a tomar la torre de Piqueras e asymismo quando vino mosén Miguel Çarçuela con los lacayos e otra gente e tomó la villa de Yniesta e a Villanueva de la Xara e al Peral e a la Motilla e a Barchín que eran entonçes granxas e arrabales e aldeas de la dicha villa de Alarcón e fiso el dicho mosén Miguel que fuesen con todos los vecinos de los dichos logares a la dicha villa de Iniesta

Villanueva de la Jara, El Peral, Motilla y Barchín (quizás también para no recuperarse ya) quedaron vacíos por la marcha de sus vecinos a Iniesta, donde se concentraban las tropas de los vizcondes de Chelva y Biota. Con los vecinos fueron sus haciendas y ganados; Juan León se alojó en la casa de un iniestense principal Clemén Sánchez y con él todo el trigo, cebada, centeno y lana de su rica hacienda que fueron a parar a la casa que el iniestense tenía junto a la iglesia. Juan León volvería, pero para ver consumida la hacienda que le quedaba, ni siquiera conservó su casa en la Jara, que acabaría en propiedad de un almagrado o partidario de la Corona, Juan Gómez el sastre. Otros vecinos jareños como Diego Alarcón, Alonso Simarro el viejo o Fernando de Chinchilla daban fe de este exilio forzado en Iniesta.

Las desgracias de Juan León se sumaron. Como hemos referido, viniendo de Valencia a Alarcón con los dineros de la grana vendida en el Reino de Valencia fue robado por los lacayos de mosén Zarzuela que toparon con él cuando iban camino de Piqueras. Ahora, vuelto de Iniesta a Villanueva de la Jara ocupó temporalmente su casa, pero para ver como el resto de su hacienda era esquilmada por sus enemigos. Describía su estado de ánimo en su vuelta a Villanueva de la Jara, como el de una persona “doliente de tristeza e caymiento e desmayamiento de coraçón”, que gastaba y consumía su hacienda sin producir nada y sin apenas alimento que dar a sus cinco hijos pequeños, que no se sabían dar agua el uno al otro, las penurias fueron mitigadas por la ayuda de una moza llamada Magdalena. En Villanueva de la Jara, Juan León quedó hasta que el lugar se declaró villa: una muestra de que los vencedores no eran tales ni los perdedores tampoco, pues convivían como siempre lo habían hecho. A pesar de que en el mes de julio de 1476 Villanueva consigue el título de villa la convivencia de enemigos que eran paisanos continua; solamente se truncará cuando unos almagrados procedentes de Iniesta entran en la villa para hacerse con su control efectivo; es entonces cuando la guerra comienza de verdad en Villanueva de la Jara con su corolario de venganzas y muertes.

La presencia de almagrados en Villanueva de la Jara, partidarios de la Corona, aunque la existencia de este bando es anterior a las fidelidades bélicas, fue funesta para la nueva villa. Los iniestenses retraídos en Villanueva de la Jara actuaron como reclamo para la intervención de los partidarios del marqués de Villena. La declaración de villazgo de 1476 había creado unos equilibrios sobre el papel que no se correspondían a la realidad sobre terreno, pues la primera fase de la guerra en las nuevas villas del Valdemembra fue importada desde el Reino de Valencia, aunque hay que reconocer que desató las diferencias y enemistades latentes en el interior de las comunidades. Es de imaginar que, a la vista de la concordia de once de septiembre de 1476 entre la Corona y el marqués de Villena, hubiera apremio a que las situaciones de derecho creadas con los títulos devinieran en realidades de hecho, pero de las palabras de Juan León se desprende que hubo una situación de convivencia en las nuevas villas al este del Júcar, solo rota en el otoño de 1477 por los debates e qusitiones nuevamente acaesçidos en Chinchilla e Iniesta. Para reducir a los almagrados retraídos en la Jara se personó el hermano de don Diego López Pacheco, Juan, con mucha gente de caballo y pie. La matanza fue generalizada y así nos lo contaba Juan León

Después de ser el dicho logar de Villanueva fecho villa (8 de julio de 1476) fasta el tienpo que vino don Juan su hermano del dicho marqués don Diego López Pacheco con mucha gente a cauallo e a pye a causa de çiertos almagrados de la villa de Yniesta que estaban dentro en Villanueva rretraydos e conbatieron la dicha villa de Villanueva por fuerça de armas e mataron a Juan Sánchez de Cuenca Herrero e a Juan de Florençia vecinos de la dicha villa e firieron a otros muchos a vueltas de los quales mataron a Garçía de Mondéjar el viejo e a la muger de Diego Gil

Las muertes en Villanueva enconaron definitivamente los ánimos, cuyos vecinos, y especialmente los parientes de los muertos y heridos, acusaron directamente -crearon opinión y tema- a Juan León de ser el que había llamado a las tropas del marqués. Razón no les faltaría, pues con la ayuda de unos carros que le había prestado Hernando del Castillo, nuestro protagonista con su familia, de una arrancada nos dirá, salió huyendo de Villanueva camino de Alarcón ante el temor por sus vidas

Desyan muchos de los veçinos de la dicha villa que yda la gente (partidarios del marqués) que nos avían de matar a padres e a fijos por ser del vando del señor marqués y de Fernando del Castillo

En Alarcón permanecería Juan León durante el resto de la guerra hasta su finalización. Doce años después Juan León, ante los inquisidores, agradecería la ayuda prestada por su protector Hernando del Castillo. Su situación tras los hechos de Villanueva era de absoluta miseria. En la fortaleza de Alarcón y en los años que van del otoño de 1477 a marzo de 1480, Juan de León, junto a su mujer, sus cinco hijos y Magdalena, la moza al servicio de la familia, vivió una existencia miserable, viviendo de las sobras de la mesa del alcaide de Alarcón y su gente de armas. Primero comían los guerreros, luego, de las sobras, se alimentaba el resto. Aunque no hemos de dar demasiado crédito a nuestro encausado, pues su necesidad o fortuna no sería diferente a los demás que les tocó vivir estos tiempos de guerra

E después que porque me avía perdido por ser del vando del marqués e suyo de de Fernando del Castillo mandó que nos diesen de comer en la fortalesa a mí e a mi muger e hijos e a la moça que tenya entonçes que se llamava Madalena e comimos allí de contino asy a su mesa como a la mesa de sus criados e gente que en la dicha fortalesa por ser tienpo de guerras estávamos en la dicha fortalesa todos o los más días e a la noche a causa de las criaturas pequeñas que tenyamos viniamos a çenar en la casa en que morávamos en la dicha villa de Alarcón y trayamos para la çena asy lo que nos dava el despensero como lo que mi muger e yo e la dicha moça podíamos aver de lo que sobrava a la mesa del dicho Fernando del Castillo como a las mesas de su gente

Juan León nos describía las personas con las que había coincidido en la fortaleza, lo que constituía el círculo estrecho de Hernando del Castillo, en estos tiempos de guerra: los hijos del alcaide, Diego y Alonso del Castillo, Juan Moreno, criado y despensero, Pedro del Castillo, vecino de Alarcón, Alonso Rueda, morador en Olmedilla, Juan de Torrubia y su yerno García de Tresjuncos, moradores en Valverdejo, Andrés de Villamayor y Diego de Abencelle, vecinos de Castillo de Garcimuñoz, Pedro de Montoya, vecino de Vara de Rey, Alonso de Origüela, vecino de Honrubia, Pedro de Santacruz, vecino de Alarcón, todos ellos comensales y criados del alcaide de Alarcón y asimismo otros caballeros de Alarcón, como Gonzalo de Moreta, Martín de Zapata (que era caballerizo de Hernando del Castillo el del Arzobispo),Juan Velázquez y Diego Páez, a los que habría que sumar Fernando de la Cueva, vecino de Iniesta.

La fortaleza de Alarcón en la segunda fase de la guerra, especialmente cruel, fue centro de operaciones y cárcel sobrevenida donde se hacinaban junto a los guerreros los rehenes tomados para evitar que tomaron partido en la sublevación. A Juan León le tocó alojar a Bartolomé Sánchez de Paracuellos, que ofreció a su hijo Juan Pardo para ocupar su lugar tras siete meses de prisión, y así poder cuidar de sus ganados en Villanueva de la Jara. Era uno de tantos rehenes para evitar tanto las tentaciones de rebelión como moneda de cambio para trocar por los rehenes en manos del bando contrario, que por boca de Juan León también los había en Villanueva de la Jara. Juan Pardo compartiría mesa y, sobre todo, necesidad, cuando la guerra se hizo más dura en el año 1479, al menos hasta el sobreseimiento o tregua de 14 de septiembre. En ese tiempo se racionaron los alimentos en la fortaleza de Alarcón; no era extraño el día que llegada la noche no hubiera para la familia ración dada por el despensero Juan Moreno. Sin embargo, la prisión de Juan Pardo duró poco; el hijo era menos pusilánime que el padre. Rompiendo el juramento que ante la Cruz y los Santos Evangelios había hecho, escapó de la fortaleza tras siete u ocho días de presidio. Ese quebrantamiento del juramento, por el valor que la palabra tenía en aquellos tiempos, será usado por Juan León para acusar de perjuro a su enemigo e invalidar su testimonio.

Juan León volvería a Villanueva de la Jara poco después de la concordia de uno de marzo de 1480, y tras el perdón que la Corona concedió unos días después a todos los partidarios del marqués de Villena y su alcaide para que pudieran regresar a Villanueva de la Jara. El regreso de los partidarios del marqués no debió ser fácil. Juan León, a pesar del perdón general, no fue dejado entrar en Villanueva de la Jara, cuyo concejo se apoyaba en unas ordenanzas dadas y confirmadas por los Reyes Católicos que únicamente permitían vivir en la villa a pecheros, excluyendo no solo a hidalgos sino a conversos. Villanueva de la Jara, la villa que se llamaba a sí misma enemiga de hidalgos, añadía en su nueva república a los enemigos de religión o tornadizos que podían hacer falsa profesión de fe. Juan León se enfrentó al concejo de Villanueva de la Jara, presentándose como hidalgo en posesión de los León de Belmonte y no negó su fama de converso, iniciando un pleito ante el gobernador del Marquesado y su alcalde mayor que condenó en costas y penas al concejo jareño y le obligó a ser admitido como vecino. Juan León se había apoyado en uno de los capítulos de la concordia de uno de marzo de 1480 que obligaba a respetar a los perdedores de la guerra en sus personas y bienes tal como las poseían a la muerte del rey Enrique IV. La aceptación de Juan León como vecino de Villanueva fue un acto con muchos presentes, en especial citaba a Juan García el viejo o Lope García y sus hijos. Es curiosa la cita de estas personas, pues no estaban allí para agasajarle, porque estamos ante enemigos declarados del alcaide de Alarcón, Hernando del Castillo, en disputas por la llamada hoya del Roblecillo. Juan León tomó por nueva casa de morada una que era propiedad del alcaide de Alarcón, entre amenazas y a campana repicada que llamaba a los vecinos a quemar la casa del nuevo vecino.

Establecido en Villanueva de la Jara participó de la roturación de tierras llecas para hacerse con una nueva hacienda agraria, que explotarían sus hijos, mientras él ejercía el oficio de procurador de causas en la Jara. Juan León no solo tenía enemigos, también aliados como Martín Atalaya, preso en la guerra y posiblemente el que salvo la vida al ofrecer la suya su hermana Juan, o Pedro de Beamud, en Villanueva, o Juan de Córdoba, en El Peral, que le permitieron rehacer su vida y el apoyo de clérigos como Pedro Martínez de Calatayud y Miguel Ruiz, y de quien creemos que era el mentor de este último, Martín Gómez, que fundaría la primera capilla de la iglesia de Villanueva. Juan León se enfrentó al concejo de Villanueva de la Jara

El concejo de Villanueva de la Jara perdió el pleito por sus ordenanzas, pero los oficiales anuales las juraban como primer acto de gobierno cuando tomaban posesión. La vida de Juan León fue imposible en la nueva villa de realengo. Se le prohibió legar bienes en favor de sus hijos, le levantaron nuevos pleitos y se le impedía el derecho que tenían los otros vecinos de roturar las tierras llecas para pan o vino y acceder a su propiedad en un momento que se vivía un movimiento de nueva conquista de espacio agrario. Eran los años 1490 y 1491, Villanueva de la Jara vivía una frenética roturación de tierra a la que se habían sumado Juan León y sus hijos. Esta vez las presiones sobre la familia León fueron muy fuertes. Juan León escuchaba misa apartado de sus paisanos en las gradas del altar de San Benito, pasado el altar mayor; a los nuevos pleitos contra la familia para impedirles el acceso a la propiedad de la tierra y heredarla, se sumaron los odios y las amenazas que apelaban a la Inquisición para que quemaran a esta familia de conversos. Juan León tuvo que cambiar de vecindad al cercano pueblo d El Peral, con una comunidad más permisiva y donde se le respetaron sus preeminencias de hidalgo.

El partido pro-marqués y favorable a Hernando del Castillo seguía fuerte en Villanueva de la Jara a pesar de las amenazas. Juan León contaba con el apoyo de algunos vecinos que es de presuponer, que, huyendo de la presión de la villa y su concejo, intentaban hacerse con nuevas tierras en las aldeas jareñas del Sur, como Casasimarro, Quintanar y Tarazona. Nos son hombres conocidos: Alonso Simarro, Alonso de Ruipérez, Fernando de Chinchilla, Miguel García Escribano, Alonso Picazo, o Diego de Alarcón. Contaba quizás con las simpatías asimismo de Miguel Remón y su mujer con casa en la Cardosa, en Tarazona, un hombre de frontera afortunado que se había desplazado de Villanueva de la Jara a su alquería en fecha posterior a 1482, y del que confiaba que testificara cómo algunos vecinos habían proferido la amenaza que “aunque pasaran diez años lo habrían de quemar”.

Los principales enemigos de Juan León eran Juan Mondéjar el viejo y su hijo García Mondéjar el mozo, hermano y sobrino de García Mondéjar el viejo, asesinado durante la guerra. Los Mondéjar acusaban a Juan León de ser el inductor de la muerte de su pariente que ejecutaría la gente de Hernando del Castillo, su hijo, concretamente acusaban a su mujer de haber ido hasta El Peral, donde estaba la gente del marqués dos días antes de la muerte de García Mondéjar el viejo. Los Mondéjar estaban detrás de los pleitos para impedir la presencia del converso en la villa. Aunque las enemistades se olvidaban cuando había intereses comunes, García de Mondéjar el mozo echó mano de los servicios de letrado de León en pleito con Miguel Muñoz, aunque a la hora de pagar se negó a hacerlo por pedir el converso un precio de doscientos maravedíes por fanega de trigo. Alonso de la Osa no perdonaba a Juan León como “aconsejador” del ahorcamiento de su tío Benito de la Osa (un almagrado ajusticiado por la Corona para intentar mantener la paz entre bandos) como no lo perdonaba su otro sobrino el clérigo Bartolomé Martínez que acusaba a Juan León de testificar contra el finado, aprovechando que el juez, alcalde mayor de Marquesado, era un converso de Alcaraz, el bachiller Ruy Díaz de Montiel. Otros, de menor proyección en el futuro local de la Jara le profesaban igual enemistad, destacando Juan García el viejo y sus hijos, a causa de las referidas disputas por la hoya de Roblecillo con el alcaide de Alarcón, a las que no debía ser ajeno Juan León, que se sumaba al intento de asesinato del hermano de Juan, Pascual, que salvo la vida escondido en el cárcavo del molino del Júcar. Ambos Juan y Pascual eran los almagrados que más propiciaron la independencia de Villanueva de la Jara de Alarcón. Las relaciones familiares hacían extensivas esas enemistades a la villa de Iniesta, donde Alonso Garrido, emparentado con los García de la Jara, le profesaba igual odio. Eran estas vinculaciones familiares las que envenenaban una atmósfera contraria a Juan León, que se encontraba solo y sin parientes en Villanueva. Así el clérigo Bartolomé Martínez tenía una hermana casada con García Mondéjar, que a su vez tenían parentesco familiar con los García. Juan Tabernero, otro de los acusadores, estaba casado con una hermana del ahorcado Benito de la Osa, y era primo de Fernán Simarro que era el hacedor de las ordenanzas de Villanueva de la Jara, excluyentes de hidalgos y conversos. Fernán Simarro no perdonaba a Juan León que hubiera puesto en duda su obra jurídica al ganar el pleito para su vecindad ni asimismo que el converso hubiera defendido a Miguel Sánchez de Valera en un pleito por deudas en que se disputaban una taza de plata ni que se entrometiera en la comunión de intereses que Fernán tenía con Pedro de Ruipérez, otro más en la lista de enemistades.

Pero Juan León se había procurado enemigos entre los viejos sebosos por los derechos que pedía por sus servicios de abogacía con sus clientes. Uno de los que se consideraba agraviado era Pedro Ruipérez, que no le quería pagar un castellano adeudado en el pleito habido con la mujer de Pedro Remón ni las dos fanegas de trigo de sus servicios en otro pelito del citado Pedro Ruipérez con los alcabaleros de Villanueva de la Jara. No dudaba en buscar Juan León para acusar a Pedro a sus aliados entre la familia Ruipérez: Alonso, vecino de la Jara, y Juan, vecino de El Peral. Su oficio de procurador le había enemistado asimismo con otras familias de la villa en pleitos sobre herencias: tales eran los descendientes de Alvar Gómez y Fernán González. A la hora de cobrar como procurador de causas lo hacía en especie, en grano de trigo. A Juan García el mozo le pedía tres fanegas de trigo en pago, aunque a veces transigía, como hemos visto, para trocar las deudas en dinero: a doscientos maravedíes la fanega.



Y es que en el rápido desarrollo económico que experimentaba Villanueva de la Jara las rivalidades aumentaban: los hijos de Juan León se habían lanzado a una rápida roturación de tierras que colisionaba con la que había iniciado otro oficial del concejo jareño, Diego Gil, que se aferraba a las ordenanzas de la villa para negar el derecho de heredar de los hijos los bienes de Juan León como hidalgo y converso ni a adquirir tierras llecas por rompimiento, reservadas exclusivamente a aquellos que pecharan.

El fiscal pidió para el encausado la excomunión, confiscación de bienes y ser relajado al brazo seglar. Los inquisidores fueron más indulgentes, le absolvieron de las acusaciones, pero en vista del escándalo de las acusaciones le obligaron a abjurar públicamente de Leví y fue penitenciado

Que en el lugar donde el dicho Juan León rreçibió el corpus christi esté un domingo desnudo en camisa mientras se dize la misa de rrodillas e descalço e con una soga a la garganta dende que se comiençe la misa fasta que salga della con un çirio de çera ardiendo en la mano e mandamos que pague mil mrs. para la guerra contra los enemigos de la fe

Juan León resistió el tormento y no confesó su culpa.











Testigos presentados por el fiscal contra Juan León



Juan Pardo, hijo de Bartolomé Sánchez de Paracuellos.

García de Mondéjar

Bartolomé Martínez, clérigo teniente de cura de Villanueva de la Jara

Alonso de la Osa

Diego Gil

Juan Gómez, hijo de Alvar Gómez



Testigos presentados por Juan Léon

Pedro Martínez de Calatayud, clérigo, capellán del Peral

Miguel Ruiz, clérigo de Villanueva de la Jara, que aporta testimonio favorable del clérigo difunto Martín Gómez

Martín de Calatayud, vº El Peral

Juan de Motilla, vº El Peral

Diego Alarcón, clérigo Villanueva de la Jara.

Juan de Torrubia, vecino de Alarcón

Diego de Mondéjar, vecino de El Peral.









[1] GARCÍA MORATALLA, Pedro Joaquín: La Tierra de Alarcón en el señorío de Villena. Siglos XIII-XV. IEA. Albacete, 2003, pp. 219 y ss.


ARCHIVO DIOCESANO DE CUENCA, INQUISICIÓN, LEG. 6/127

domingo, 28 de julio de 2019

Notas sobre la guerra del marquesado de Villena en Iniesta y Villanueva de la Jara


Diego González de Ocaña hizo llegar sus quejas al Consejo Real. Denunciaba las atrocidades de la guerra del Marquesado en Iniesta, consecuencia de la enemistad de bandos que se vivía en la villa. el suyo era un lenguaje de odio racial, identificador del otro por la sangre cristiana o judía que pudiera llevar en sus venas: unos eran los sebosos; otros, los almagrados. Las rencillas de antaño habían derivado en la primera fase de la guerra del Marquesado en muertes.

Iniesta confiesa en las Relaciones Topográficas ser la primera villa del norte del Marquesado de Villena que se rebeló contra don Diego López Pacheco. Es cierto que Fernando el Católico había decidido llevar la guerra al Marquesado trasladando desde el Reino de Valencia a las tropas de Juan Ruiz de Corella, duque de Cocentaina, y de los hermanos Fabra para debilitar al marqués desde un nuevo frente creado en la parte oriental y que Mosén Zarzuela había jugado un papel primordial en la guerra, pero no hemos de ver a los vecinos de Iniesta como sujetos militarmente pasivos. Lo que en el sur del Marquesado se jugaba como guerra de pugna por las fortalezas era guerra fratricida en el interior de las comunidades del norte. Las tropas valencianas no conquistaban las villas, eran los vecinos los que "entraban las tropas foráneas"; no todos los vecinos, pues las comunidades estaban partidas por las rencillas. Hemos dicho tropas, pero en el lenguaje de la época su intervención se veía como acción de malhechores y lacayos. Los vecinos de Iniesta no parecían tener en aquel momento conciencia de ser leales o traidores a la causa real. La adscripción a los bandos era previa a las divisiones políticas creadas por la muerte de Enrique IV entre seguidores de Isabel y Juana la Beltraneja. El propio Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón e inmerso en estas querellas, se definía tiempo atrás, él que pasaba por converso declarado, como almagrado; ahora la guerra, con las nuevas fidelidades creadas delimitaba con nitidez los bandos, a pesar de aquellos que por las circunstancias se encontraban en el bando no deseado.

Fueron los almagrados de Iniesta los que facilitaron la entrada en la villa de los hombres de guerra de los vizcondes de Chelva, Roger Ladrón de Pallás, y Biota, Jimeno de Urrea. Poco antes estas tropas se habían hecho con Requena y Utiel, reconocidas como villas de realengo el 18 y 26 de marzo respectivamente. Hablamos de la primavera de 1476, pues sabemos que, si para el 18 de marzo Requena está en manos de la Corona, la fortaleza sigue en manos de los fieles al marqués y su alcaide Pedro de Arronis, que poco después acabará traicionando a su señor y entregando la fortaleza. Así, nos queda la duda de cuánto debe la incorporación de Iniesta a la Corona y a los tejemanejes de Fernando el Católico por debilitar a don Diego López Pacheco, privándole de las rentas de los puertos secos del este de Castilla y cuánto a los propios deseos de los iniestenses de expulsar a los sebosos de su villa.

La liberación de las villas de la margen izquierda entre el Júcar y el Cabriel contó con el apoyo de tropas aragonesas y valencianas; la sumisión a la Corona se hizo ante el capitán y copero real mosén Miguel de Sarzuela, barón de Jerica, que por carta real de veinte de agosto de 1476, recibía en remuneración a sus servicios 150.000 maravedíes a pagar de los bienes embargados de todos aquellos enemigos favorables al adversario de Portugal y al marqués de Villena de las fortalezas de Alarcón, Belmonte y Castillo de Garcimuñoz y de los lugares a cuya emancipación había contribuido: Iniesta, Villanueva de la Jara, El Peral, Motilla del Palancar, Barchín y, al otro lado del río, El Cañavate[1]. La intervención de las tropas aragonesas en la guerra del Marquesado de Villena había sido acordada en la junta de Alcira de seis de agosto de 1475

Por otra parte, como el rey había mandado que se hiciese guerra en el Marquesado de Villena, el conde de Corella proveyó que todos los barones de aquel Reino se juntasen en la villa de Alcira, a seis de agosto, y procurose que Sarzuela fuese con su gente a servir en aquella guerra[2]

Jimeno de Urrea y Roger Ladrón de Pallás, yerno y suegro entre sí, le acompañarían. El segundo, vizconde de Villanova y Chelva, nos consta que intervino en la liberación de Requena, Utiel e Iniesta, pues recibiría en recompensa a sus servicios el título de capitán general por el Consejo Real el 10 de julio de 1476 en la ciudad de Vitoria[3]. Miguel Sarzuela venía de la guerra por la recuperación de Ejerica o Jerica, que le había sido arrebatada a la muerte de su padre por Juan Añón, y que había ganado de nuevo por la ayuda prestada por el conde de Cocentaina, gobernador general del Reino de Valencia. La gente de guerra de Sarzuela, sus lacayos, debían constituir una fuerza militar pequeña, aunque suficientes al contar con el apoyo de los vizcondes de Biota y Chelva. El ascenso militar de Sarzuela en la guerra del marquesado fue tan fulgurante como triste su destino; rebelada de nuevo Jerica a comienzos de 1478 por Juan de Añón, Sarzuela fue a refugiarse a la pequeña localidad de Toro, perteneciente a su baronía, allí fue apresado y, junto a dos de sus criados, colgado de un palo por los hombres de Juan Añón[4]. Miguel Sarzuela pagaba con su vida lo que debió constituir una rebelión antifeudal de sus vasallos, que afectó además a la cercana Segorbe. 

Los hermanos Fabra, libertadores de Villena o Almansa han sido glorificados por la historiografía albacetense, nosotros no haremos lo mismo con los libertadores de Requena, Utiel, Iniesta o las aldeas del Valdemebra, consciente que nos encontramos ante un estrato de la baja nobleza aragonesa, cuyos miembros actuaban como bandidos y malhechores feudales. Actuaban por dinero y hacían del saqueo la paga de sus servicios. Roger Ladrón se tomó al pie de la letra la carta que le nombraba capitán general en aquello que se refería al necesario auxilio de los vecinos de las villas reducidas en posada, pertrechos y posadas para quedarse con la hacienda de los liberados. Y no hablamos solo del caso de Pedro de Ocaña, que vio requisadas doscientas cabezas de ganado, sino de otros muchos vecinos que dejaron sus ganados al otro lado de la frontera valenciana por temor a los embargos del marqués y ya no los recuperaron. Sin duda, Juan II de Aragón debió ver en la guerra castellana una salida para la nobleza aragonesa que se desangraba en luchas banderizas.

Como representante de la Corona Miguel Sarzuela fue llegando a sucesivas capitulaciones con las villas reducidas a la Corona en las que les concedía el título de villa, la jurisdicción plena y la promesa de un término impreciso de momento, si eran lugares, o el respeto a sus privilegios pasados si gozaban ya del título de villa, caso de Iniesta. Estas capitulaciones serían confirmadas poco después a su otorgamiento por el Consejo Real.

Las capitulaciones de mosén Miguel de Zarzuela con la villa de Iniesta combinaban la confirmación de derechos junto a las compensaciones de carácter económico. El asiento entre Iniesta y el capitán real se desarrollaba en varios capítulos, que conocemos por las confirmaciones posteriores de 21 de mayo de 1476 en la ciudad de Valladolid: exención de la villa para pagar el servicio de 40.000 maravedíes anuales, que los Pacheco le habían exigido en su sojuzgamiento; la recuperación de 370.000 maravedíes prestados a don Diego López Pacheco sobre las rentas reales de los tres años siguientes; exención de alcabalas a aquéllos que había contribuido con sus mantenimientos a la gente de guerra de la Corona presente en la villa; recuperación para la villa de un pozo con su ejido del que se habían apropiado los Pacheco; garantía de la integridad de los propios y rentas a favor de la villa y su no enajenación, y, por último, la no enajenación de la Corona real, dando por nulas cualesquier concesiones a favor de caballeros o prelados en tiempos pasados[5]. Una villa temerosa se hizo reconocer y confirmar los privilegios el 28 de agosto de 1476[6].

Desde Iniesta, ganada como cuartel general de las tropas realistas, se fue conquistando el resto del territorio al este del Júcar, que se apresuraron a que le Consejo Real reconociera las capitulaciones acordadas con mosén Miguel de Zarzuela y la exención de Alarcón como nuevas villas de realengo. Villanueva de la Jara obtiene el título de villa el 8 de julio de 1476; Motilla y Barchín del Hoyo, el 15 de enero de 1477 estas dos últimas villas ni El Peral, del que no tenemos carta de título de villa, no aparecen en la concordia de once de septiembre de 1476, entre las nuevas villas de realengo, aunque sabemos que fueron tomadas anteriormente por mosén Sarzuela). Villanueva de la Jara fue colmada de mercedes que la realidad dejaría en deseos postergados para comienzos del siglo siguiente. Villanueva de la Jara trató de obtener el 8 de septiembre en la ciudad de Segovia y tres días antes de la firma de la primera concordia aquellas mercedes que le permitieran andar como villa eximida, pero del análisis de las concesiones se deduce el doble filo de unas regalías que en el fondo reconocían su dependencia de Alarcón para seguir subsistiendo. Como villanueva, nacida en el último cuarto del siglo XIV, lo había hecho bajo el marco jurídico del fuero de Alarcón. Villanueva se apresuró para ver reconocida una foralidad que le daba una situación privilegiada

e porque esa dicha villa sea mejor guardada e estedes mejor poblados e mantenidos que me suplicauades e pedyades por merçed que vos dyese liçençia e facultades para que fuésedes jusgados por el fuero que tyene la dicha villa de Alarcón e que aquél fuese entre vosotros guardado segund e en la forma e manera que lo guardan e tyenen los vesinos de la dicha villa de Alarcón e sobrello vos mandase proveer de rremedio o como la mi merçed fuese e yo tóvelo por bien e mandé dar esta mi carta en la dicha rrasón por la que vos do liçençia e facultad para que en esta dicha villa e entre vosotros tengades el dicho fuero de la villa de Alarcón e por aquel vos judguedes e seades judgados para sienpre jamás[7]

La merced, que daría lugar a pleitos futuros, en especial, a lo tocante a la elección de oficios, fue acompañada del mantenimiento de los usos comunes del suelo de Alarcón[8] y la concesión de unos amplios términos que en teoría tenían por límites el Júcar al oeste, Iniesta al este, Alarcón al norte y Jorquera al sur. Eso era reconocer un gran estado de la entidad de San Clemente o Iniesta; Alarcón no lo aceptaría nunca. La concesión era ambivalente, pues junto a la concesión de unos términos definidos por realidad se apostaba por otros que respondieran, a costa de Jorquera y Alarcón, al derecho de guerra y expolio del vencedor. Entre los límites definidos se reconocía

que partades términos con las villas de Yniesta e de Alarcón e de Jorquera en esta guisa que dende el mojón de entre Yniesta e el Peral que es çerca del camino que va de Yniesta a la Noguera por el dicho camino adelante fasta en par de Aguililla e de allí que dexe el camino que vaya derecho al çerro la Pila e de allí que vaya derecho al çerro del Aspiro e de allí por ençima del Poso Seco derecho a la Balsilla que está en camino del Cadoço que va a Alarcón e de allí derecho el lauajo el Espino e de allí por ençima del alcor del Rroblesillo e de allí el entradero de la Goçeçilla de Mingo Habón e asy por debaxo de la rribera de rrío Xúcar fasta llegar al término de Xorquera que parte con el término de Xorquera e Yniesta[9]

Era una concesión de tierras enorme, más limitada al norte, donde la repoblación y roturación de tierras estaba más asentada, pero con las únicas fronteras del Júcar y de los históricos términos de Jorquera e Iniesta, al este, sur y oeste. Pero las tierras que se extendían junto al Júcar eran tierras sin roturar en su mayoría, concesiones más propias de la repoblación medieval y con los derechos recogidos en el fuero de Alarcón. Se trataba de suplantar a esta villa en el sur de su amplio alfoz, haciendo cesión a Villanueva de la Jara de los viejos derechos forales, que se apropiaría del espacio por un derecho de conquista. La redacción del Consejo Real era simple copia de las cartas de repoblación medieval

que entretanto que las dichas villas se rredusen a mi seruiçio (Alarcón y Jorquera) podades tomar los dichos términos como dicho es e los enajenar e thener por vuestros e como vuestros con todas sus entradas e salidas e usos e costunbres e derechos e pertenençias rreales e mixtos e personales quantas ha e aver deue e les pertenesçen e pertenesçer deue en cualquier manera e por qualquier rrasón que sea con todas sus dehesas e árboles con fruto e syn fruto e aguas estantes e corrientes[10]

La concesión se hacía tres días antes de la concordia firmada el once de septiembre entre el marqués don Diego López Pacheco y la Reina Católica e iba acompañada dos días después de otra carta real que concedía a Villanueva de la Jara cuantas mercedes, gracias, libertades e inmunidades gozara la villa de Alarcón[11]. Isabel la Católica estaba haciendo una apuesta que marcará el futuro de Villanueva de la Jara y también, para explicar su declinar, de la villa de Alarcón. Quizás ahora entendamos ese escudo con el águila de San Juan y las armas reales de la Reina Católica que todavía se conserva.

La apuesta era crear una gran villa y un extenso alfoz al servicio de la corona real, que hiciera sombra a Alarcón y al marqués de Villena. La decisión, en el mismo momento, que se firmaba la paz con el marqués era una invitación a continuar la guerra. La historiografía albaceteña nos dice que el casus belli de la segunda fase de la guerra fue la fortaleza de Chinchilla; pero no es cierto del todo, pues en los campos al norte y este de la ribera del Júcar no había paz, la guerra continuaba en forma de reyertas entre bandos que, nacidos en Iniesta, ahora se trasladaban a la Jara en una lucha por apropiación de la tierra a la que la carta real citada daba carta de naturaleza. Es este momento por el que apostamos como fecha de nacimiento de las aldeas jareñas como Casasimarro, Tarazona, Quintanar o Gil García. No discutimos si había o no formas aisladas de poblamiento; sencillamente creemos que los hombres son conscientes que son repobladores que acceden a la propiedad de la tierra por el derecho foral a roturarla. La villa de Alarcón no podía aceptar este hecho; liderada por su alcaide Hernando del Castillo, se vio abocada a la guerra para defender su territorio frente a la Corona y frente a la Jara, que ahora empieza a llamarse orgullosamente como tierra enemiga de hidalgos. Así surgió la segunda guerra del Marquesado que fue la primera guerra que, por su marco territorial, podríamos llamar como una guerra conquense de lucha por la libertad. Sin embargo, Isabel la Católica, que lo había confiado todo a sus capitanes Pedro Ruiz de Alarcón y Jorge Manrique y a las ansias de libertad de estas pequeñas comunidades rurales, no fue capaz de valorar la resistencia enérgica de persona como Pedro Baeza o Hernando del Castillo; hombres de hierro que suplían la débil voluntad de don Diego López Pacheco. A sangre y fuego, en especial el maquiavélico alcaide de Alarcón, estos hombres supieron defender y preservar gran parte del alfoz de Alarcón. La villa de Alarcón le debe todo a Hernando del Castillo, aunque simplemente haya que empezar por recuperar su memoria.

Las mercedes reales fueron consolidadas a lo largo del año siguiente de 1477. Destaca la licencia para la construcción de un molino propio en clara colisión de los derechos que gozaba ya no Alarcón, sino algunos señores como los Castillo o los Pacheco[12]. La construcción de ese molino se haría efectiva cuarenta años después mediante un acuerdo con los herederos de los Pacheco de Minaya, que permitía al concejo de Minaya tener ruedas propias en los llamados molinos Nuevos.

MORATALLA nos aproximó a estas luchas de bandos por el estudio de la confesión del alcaide del Alarcón, Hernando del Castillo, años después a los inquisidores[13], pero nos queda todo por saber. Si la historiografía albacetense se ha centrado en la intervención del duque de Cocentaina o los hermanos Fabra en las fortalezas de Villena o Almansa, nos falta el estudio de la intervención de valencianos y aragoneses de los vizcondes de Chelva y Biota en las tierras conquenses del marquesado del Villena entre el Cabriel y el Júcar. Ya no solo hablamos de la liberación de Iniesta sino de otros hechos de gran importancia para el futuro de la zona; tal es el nacimiento como simples alquerías de las aldeas jareñas de Quintanar o Tarazona por impulso real del propio Fernando el Católico para debilitar la posición del marqués en la zona. Aparte del testimonio difuso de algún contemporáneo sobre este hecho poco conocemos, más allá de la aparición de topónimos aragoneses en la zona y del establecimiento en la zona de militares llegados con ocasión de la guerra y cuya figura más conocida es Antón Clemente, capitán de guerra, en este caso, llegado acompañando las tropas de Juan Fernández de Heredia en el Marquesado de Moya.

Iniesta se debió reducir a finales de marzo o comienzos de abril, ya que, para el 21 de mayo de 1476, en Valladolid, el Consejo Real se apresuraba a dar por buenas las promesas de mosén Zarzuela a la villa. Pero la villa daba pocas muestras de estar pacificada. No obstante, por una de las promesas recogidas en las capitulaciones con mosén Miguel de Sarzuela se deduce que las tropas reales se asentaron en la villa que actuó como cuartel general para la conquista de la comarca oriental del Júcar y que contaron con el apoyo de vecinos para el abasto de las tropas reales; colaboración vista como imposición pues se vieron obligados a proveer a bajos precios de pan, vino y ganado a los soldados, cuando no a la simple requisa de sus bienes.

Pensamos en grandes ejércitos y grandes enfrentamientos, pero la realidad era otra. El rey Fernando podía contar con fieles para hacer la guerra y esos fieles se contaban con los dedos de la mano y la gente de guerra que les seguía no eran más numerosos. Requena, Utiel o Iniesta cayeron desde Valencia, por la intervención del vizconde de Chelva y la ayuda que a éste le dio su familia, pues Jimeno de Urrea, vizconde de Biota, antes que adalid de la causa fernandina, era el yerno de Roger Ladrón, casado con su hija Elvira Ladrón. Hacer la guerra era aventura que no siempre salía bien; aventura muy costosa, que solía financiarse sobre la rapiña de los bienes arrebatados a los vencidos. Otro de los Ocaña, el luego asesinado  Pedro, denunciaba, esta vez a la Reina Isabel, pues poca justicia esperaba alcanzar del rey Fernando, al vizconde de Biota, con la esperanza que le devolviera las ciento sesenta yeguas arrebatadas, más de veinte bestias de labor y veinte potros arrebatados el mes de junio de 1476; los Reinos no marcaban fronteras pues los equinos fueron requisados mientras pastaban en el prado de Bertolo, sito en la villa de Chelva, para ser llevados a la Villa de Manzanera. La razón era fruto del engaño, pues el conde de Chelva había ofrecido sus prados y tierras a los ganados de las villas de Iniesta y Alcalá para evitar que fueran requisados por los hombres del marqués. Las envidias y delaciones hicieron el resto[14]. Era el veinte de agosto de 1476, y aún se esperaba clemencia real, pero la corte real establecida en Segovia aquel final de agosto de 1476 era un hervidero de intrigas. Mientras Pedro de Ocaña lloraba sus agravios en la Corte, los procuradores de Iniesta trataban de consolidar la realidad nacida de la guerra y ver reconocidos los privilegios reafirmados y otorgados por mosén Miguel de Sarzuela en el momento de la reducción de Iniesta a la Corona Real[15]. Las mercedes obtenidas por Alfonso de Cubas dos meses antes, derecho de asadura y oficio de merino, eran ahora negadas el 28 de agosto. En el invierno de 1476-1477 la reina Isabel estaba en Ocaña; hasta allí fue Pedro de Ocaña pidiendo justicia y restitución de los equinos embargados

Los tiempos de concordia cambian bruscamente ese año de 1477 y la solución dada por la Corona desde finales de 1477 también. Como gobernador del marquesado ya no estaba el pusilánime Alfonso Manuel, sustituido por el más enérgico licenciado Frías el 11 de noviembre de 1477, poco dado, al igual que la reina Isabel, a los compromisos. La carta de nombramiento del licenciado Frías como gobernador menciona específicamente el clima de debates y disputas en ese final de 1477 en la ciudad de Chinchilla y en la villa de Iniesta y dicho licenciado verá añadido a su título de gobernador el de justicia mayor de Chinchilla e Iniesta lo que demuestra la gravedad de los sucesos del otoño de 1477:

entienda en los debates e quistiones en esta dicha çibdad de Chinchilla e villa de Iniesta nueuamente acaesçidos[16]

Estos vaivenes de compromisos y actitudes beligerantes separaban al rey Fernando y a la reina Isabel. El primero confiaba en sus servidores para la guerra tanto como dudaba de su escaso número de hombres en un ambiente ajeno y hostil; la reina Isabel, sin duda, sabía del odio que despertaban las exacciones del marqués en estas tierras y se lo jugaba al todo o nada, apostando por un impreciso sentimiento de rebeldía que movía a los hombres de estas tierras. Sería ilusorio pensar que la villa de Iniesta quedó sometida a la Corona real en la primavera de 1476. La denuncia de la lucha de bandos por Diego González de Ocaña es de 27 de septiembre de 1478; la muerte de su hermano y primos debió acaecer el año de antes, pues Pedro de Ocaña se quejaba todavía en el Consejo Real para abril de 1477. Seguramente la intervención de los dos vizcondes de Biota y Chelva, inducida por el bando de los almagrados y la muerte de tres miembros de la familia Ocaña tenga lugar en el otoño de 1477.

que al tienpo que el bando de los almagrados metieron los lacayos e jentes de los viscondes de Chelva e Uiota dis que fueron muertos Pedro de Ocaña su hermano e Diego de Turiel e Ruy Gonçales sus primos e rrobado el bando de los sebosos e a él dis que le fueron rrobado de su casa en dineros e plata e joyas e otras cosas fasta en quantía de çiento e çinquenta mill mrs.[17]


Previamente y desde la primavera los ánimos estaban enconadas; a las requisas de bienes por el vizconde de Chelva, se sumó un incidente que nos demuestra cómo los bandos iniestenses iban más allá de partidarios de la Corona o del marqués. La muerte del comendador Pedro Plazuela, el licenciado Ruiz y Miguel de Ródenas en Jorquera fue seguida de una venganza cruel de partidarios del marqués en Iniesta y Villanueva de la Jara, pero algunos de los iniestenses que siguieron a los partidarios del marqués no eran de su partido. De hecho, el gobernador Alonso Manuel procedió contra estos iniestenses rebeldes, pero no contra los partidarios del marqués[18]. Algunos de los héroes de la independencia de la villa de Iniesta contra los Pacheco como Alonso García de Mingo Juan o Pascual de Játiva, partidarios realistas declarados, acabarían ahorcados en las plazas de Madrid y Cuenca, respectivamente[19]





[1] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147608,431. Merced a Miguel de Zarzuela, capitán y caballero de la Casa Real, de 150.000 maravedís sobre los bienes de los vecinos de Belmonte, Castillo de Garcimuñoz y Alarcón que los hubieren perdido por estar ayudando al 'adversario de Portugal'.
[2] ZURITA, Jerónimo: Anales de la Corona de Aragón. Libro XIX, capítulo XXXIV
[3] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147607,493.  Concesión de los lugares y villas del marquesado de Villena que redujese Roger Ladrón de Pallas, vizconde de Villanova y de Chelva, del Consejo Real
[4] ZURITA, Jerónimo: Anales de la Corona de Aragón. Libro XX, capítulo XX
[5] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147605, 309, 327, 328, 370, 378, 379 y 380
[6] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147608,561
[7] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147609,587. Merced a la villa de Villanueva de la Jara para que goce del fuero que tiene la villa de Alarcón
[8] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147609,586. Licencia a Villanueva de la Jara para pacer, segar y cortar leña en término y montes de Alarcón

[9] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147609,588. Merced a Villanueva de la Jara para que pueda partir términos con las de Iniesta, Alarcón y Jorquera
[10] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147609,588. Merced a Villanueva de la Jara para que pueda partir términos con las de Iniesta, Alarcón y Jorquera

[11] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147609,589. Merced a Villanueva de la Jara para que goce de todas las honras y preeminencias de que gozan la villa de Alarcón y las demás del reino
[12] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147703,157. Licencia y facultad al concejo y vecinos de Villanueva de la Jara para hacer un molino en término de la villa
[13] GARCIA MORATALLA, Pedro Joaquín: La tierra de Alarcón en el Señorío de Villena (siglos XIII-XV). IEA Don Juan Manuel. Albacete. 2003, pp. 188 y ss.
[14] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147608,578. Al vizconde de Chelva y al de Biota, a petición de Pedro de Ocaña, vecino de Iniesta, para que le devuelvan las yeguas que le tomaron
Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147704,153.  A Juan Ruiz de Corella, conde de Cocentaina, gobernador general del reino de Valencia, a petición de Pedro de Ocaña, vecino de Iniesta, para que haga ejecución en los bienes del vizconde de Villanova, señor de Chelva, para responder del valor de ciertas bestias que algunas gentes de dicho vizconde le tomaron

[15] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147608,561. Carta a petición del concejo y vecinos de la villa de Iniesta para que se guarden sus privilegios
[16] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147711,287.  Nombramiento de gobernador y justicia de Chinchilla a Fernando de Frías
[17] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147809,56. Comisión sobre daños causados por la lucha de bandos en Iniesta.
[18] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147704,132. Al doctor Alfonso Manuel, del Consejo Real y gobernador del marquesado de Villena, ordenándole que sobresea y no proceda contra los que hicieron algunos daños en las villas de Iniesta y de Villanueva de la Jara en venganza de las muertes en Jorquera del comendador Pedro de la Plazuela, del licenciado Miguel Ruiz y de Miguel de Ródenas,

[19] GARCIA MORATALLA, Pedro Joaquín: op. cit., p. 193