El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)
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domingo, 17 de julio de 2016

Dotación de presidios (1631)



El malestar de las ciudades y villas del Reino por las levas continuadas y el alojamiento continuo de soldados repatriados, que provocó la guerra de Italia en la segunda mitad de la década de los veinte, llevó en 1631 a los Consejos de Estado y Guerra a la alternativa de evitar las levas y su sustitución por una consignación fija destinada a proveer con una dotación fija de soldados los presidios. Las razones las expone Fernando Vallejo en las instrucciones anejas a la carta remitida al Concejo de San Clemente sobre el repartimiento de una consignación fija correspondiente a treinta soldados repartidos en esa villa. Similares cartas debieron recibirse en el resto de los concejos más populosos.
Se planteaba que al igual que en Portugal y Aragón donde servían quince compañías en cada uno de ellos, se había pensado establecer en Castilla sesenta compañías. No obstante comprendiendo los inconvenientes que podían plantear el reclutamiento, paso y alojamiento por unas villas ya devastadas por sus obligaciones militares anteriores, se había decidido sustituir esta obligación por una consignación fija para mantener los soldados existentes en los presidios. Dichos soldados, hasta ahora eran sustentados con las provisiones procedentes de los servicios de millones, claramente insuficientes. Creándose una nueva consignación anual, hasta un máximo de seis años, para el pago de la dotación de soldados ya existentes en los presidios y aquellos que voluntariamente se alistasen, hasta completar la cifra de 18.000, “porque los españoles, que por naturaleza son inclinados a la guerra, sabiendo que los presidios son dotados, y que los soldados tienen allí seguro su sueldo, irán a buscar y pretender aquellas plaças como experimenta y se reconoçe en los presidios que tienen dotación fixa cuyas plaças son pretendidas de muchos”.


Carta del Consejo de Guerra al corregidor de San Clemente

Desseando su magestad que la defensa deste Reyno y su conseruación sea por medios suabes y escussar otros de muchos ynconbinientes, a puesto los ojos en la dottación de los presidios en la forma que contiene el papel yncluso y como en él se verá con essa moderada y gentil contribuzión se grangea por este medio el cesar los daños que este Reyno padeze de hordinario en la milicia, asentada del todo la paz en Castilla que tanto pueden ynbidiar los otros Reynos, pónesse juntamente escuela y exercicio a los naturales para que exerciten en las armas, difundan nuestros confines y pongan freno a los enemigos de esta Corona, que por tantos caminos procuran deslucirla. El Conssejo a conssiderado estas y otras uttilidades y daños que se prebienen con esto y desea que se execute esta matteria con mucha suabidad y aliuio de los vasallos de su Magestad, por ser obra tan de seruicio de Dios y Vien de estos Reynos, tratareysla en vuestro ayuntamiento y auissaréys de que los lugares de essa jurisdizión a quienes se repartte la quantidad que va en esse papel hagan lo mismo porque insta el aprieto dél cossas lo trattaréys luego y responderéys dentro de quinze días de como ésta se resciuiere, Madrid y settiembre 15 de 1631

(rúbricas de miembros del Consejo de Guerra)
Don Fernando de Vallejo (rúbrica)



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AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 149/34 





Enlace:

La dotación de presidios en el corregimiento de San Clemente

miércoles, 6 de julio de 2016

El reclutamiento militar en el corregimiento de San Clemente en la década de 1640

Este artículo es continuación de otros ya publicados sobre las levas de Rodrigo Santelices en 1640 y 1641 con motivo de la rebelión catalana. De las levas compulsivas de don Rodrigo se pasa a una regulación del reclutamiento que tiende a la profesionalización.

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La de 1641 es la última leva de milicias de Rodrigo Santelices que parte para su nuevo puesto de Inquisidor en Sevilla. Su labor ha mostrado a la junta de Ejecución las carencias del reclutamiento más que las fuertes resistencias locales. Las enseñanzas son dos: la poca confianza que merecen los oficiales y soldados de las antiguas milicias y la resistencia heterogénea de un patriciado concejil dividido en rencillas internas y siempre dispuesto a ocupar el vacío dejado por el oponente local.

La milicia está agotada; ha aportado todos sus hombres en dos levas continuadas. Se precisan nuevos soldados y nuevos oficiales. En agosto es reformado, es decir, cesado, el sargento mayor Diego Gutiérrez de Villegas. Este santanderino de Santa Cruz de Castañeda está demasiado integrado en la vida local y es poco amigo de aventuras militares. Para noviembre será recibido como hijodalgo y casará con Josefa Sevillano, hija de Miguel Sevillano, regidor y ganadero, dominador de la vida municipal san clementina de los años veinte y treinta. Es un matrimonio crepuscular, la vieja oligarquía de los ganaderos deja paso a los señores de tierras que medran a costa de la crisis de los labradores ricos, alejados de la villa en sus casas de campo. El nuevo sargento mayor, Francisco González de Torres, llega a finales de año (152). El vacío dejado por Rodrigo Santelices lo ocupa momentáneamente a comienzos de 1642 su hermano Juan, que intenta renovar la milicia con soldados nuevos para un nuevo servicio de seis meses, hasta que Pedro Morquecho, del Consejo de su Majestad, por delegación de su hermano Bartolomé, asume el control de las milicias de Cuenca. Desde Requena y de la mano del nuevo sargento mayor decidirá los nuevos reclutamientos hacia la ciudad de Tortosa. Con la renovación del sargento mayor llega la de los capitanes. Andrés Sanz de los Herreros pide su cese como capitán de milicia en abril; a pesar de la oposición de los regidores, que no quieren hablar de nuevos nombramientos, mientras no se solucione el llamamiento que les ha hecho el rey para su incorporación a la guerra. Pasado el peligro aceptarán el nombramiento de nuevo capitán en septiembre en la persona de Juan Santos (153) . Cuando Pedro Morquecho llega a San Clemente en abril de 1642, la milicia ya ha sido organizada por Juan Santelices quien, ausente, ha contado con la inestimable ayuda de Francisco Destudillo Villamediana, tesorero de rentas reales, encargado de financiar la milicia con los préstamos de los vecinos particulares, 2.580 reales. Pedro Morquecho autorizará al uso de los arbitrios de dehesas y pinares suspendidos por los regidores, aprovechando el vacío dejado por la marcha de Rodrigo Santelices.

En el mes de abril la situación del frente catalán se hace insostenible. Diego Obispo, presidente del Consejo de Castilla, anuncia la tan esperada jornada real para el 23 de abril, pidiendo el monarca le acompañe la nobleza al frente catalán. San Clemente que está sorteando el día tres los soldados de milicia, recibe el día nueve la orden de la aportación hidalga de cien infantes con sus 3.600 ducados de plata para el pago de seis meses y que las tres cuartas partes de los regidores salgan a seguir la real persona. El patriciado san clementino como el de otras ciudades, al que la historiografía desde los ochenta ha presentado como defensora de las comunidades locales y bastiones de la desobediencia real, en defensa de un constitucionalismo avant la lettre, parece más obsesionada por salvar su pellejo y vender su alma, en este caso al rey. Aunque han servido ya el día tres con mil ducados, no se oponen al nuevo servicio de 3.600 ducados; piden los regidores se les considere impedidos para la guerra por el corregidor, que acaba dando su consentimiento, después de reconocer no saber cómo excusarlos: “he decidido alargarme un poco más y dar por escusados los diecisiete regidores”. En esa sesión del ayuntamiento de 18 de abril le han debido adelantar el precio a pagar y que no es otro que aumentar el 25 de abril los cien infantes a ciento cincuenta, que a la postre acabarán saliendo de la población pechera (154).

 La desafección de la nobleza, de la que habla Domínguez Ortiz (155), es con sus propios vecinos, antes que con el rey. El rey está esperando en Cuenca sus soldados, pero los únicos que llegan de San Clemente son los milicianos que han partido en dos grupos hacia Molina y hacia Requena, conducidos por el cabo Alonso de Arcos. El rey parte de Cuenca el 25 de junio por los tortuosos caminos de la serranía conquense, los mismos que han tenido que recorrer los soldados reclutados desde el año 1634. Todavía tendrá que aguantar el desaire de la ciudad de Zaragoza, que le obliga a acampar al otro lado del Ebro. Hasta comienzos de septiembre no saldrán los 150 infantes de San Clemente, aprovechando el nombramiento del nuevo capitán Juan Santos. El dinero para la conducción lo custodiará de nuevo el regidor Juan López de Toledo. Desde el día uno de septiembre hay un alguacil ejecutor en la villa enviado por Antonio Miranda, decidido a embargar los tres carros con sus mulas pedidos con anterioridad y cansado del regateo de los regidores intentando sacar el mejor precio por ellos (156). Los dos meses de inexplicable inacción (157) que transcurren desde la llegada del rey a Zaragoza el 27 de julio hasta enfrentamiento de Lérida del 7 de octubre, son de larga espera a las tropas que faltaban por la irresponsabilidad de una nobleza local muy larga a la hora de mandar a sus vecinos pecheros a la guerra e incapaz de asumir sus responsabilidades (158). El resultado fue el conocido desastre de Lérida y los cuatro mil castellanos muertos.

A partir del año 1643, los superintendentes de milicias, miembros del Consejo y de las Chancillerías o fiscales de Casa y Corte, se suceden en un distrito amplio que a veces va más allá del obispado de Cuenca para incluir el Reino de Murcia (Luis de Gudiel y Peralta, Francisco Antonio de Alarcón, Diego de Zapata, Vicente Bañuelos), pero permanece el sargento mayor de los partidos de Cuenca, Francisco González Torres, actuando por delegación de aquellos. Creemos que el servicio anual de seis meses en la milicia se ha sustituido por un servicio de más larga duración y que los reclutados a partir de ahora se corresponden con las necesidades de reposición de la monarquía (159). Es el sargento mayor el que va pidiendo con regularidad los hombres necesarios. Para el año 1643, se piden a la villa de San Clemente 14 soldados, de 120 infantes repartidos a su partido (160); para 1644, 16 soldados de los 700 infantes que se mandan sacar de la provincia de Cuenca (161), para 1645 otros 16 de los 800 infantes sacados de la provincia de Cuenca con destino Cataluña, en 1646 hemos de suponer otros tantos (162) .

En el año 1645, se alude a cierta regulación de los soldados de milicia del año 1642, ordenada por Bartolomé Morquecho, por las que se excluía de la milicia a aquellos casados con tres hijos o más, y se considera soldados de milicia a aquellos que estén inscritos en las listas. Se alude una y otra vez por el sargento mayor a las listas de 1635 en poder del ayuntamiento de San Clemente, para discernir el que es soldado del que no lo es. Creemos que estas listas, que el ayuntamiento siempre procuró ocultar, son semejantes a las listas conservadas de Las Mesas y El Pedernoso, elaboradas con motivo de la movilización general ante la entrada en guerra con Francia y decretada por la real cédula de 28 de abril de 1635. De hecho, las milicias se agotaron desde la primera leva de Rodrigo Santelices que movilizó a los ochenta soldados de la villa de San Clemente y exigió nuevos sorteos en la segunda leva de 1641. Se recurría pues a unas lista de hacía 10 años que recogía todos los hombres útiles para la guerra de 18 a 50 años. La regulación del reclutamiento era una condición imprescindible para su aceptación por las comunidades locales. Como contrapartida a las actuaciones punitivas contra los fugitivos se implantó una política de exenciones que evitará la dislocación de las comunidades rurales y las arbitrariedades de los poderes locales. El fallo que cometió Rodrigo Santelices no fue el rigor de su ejecución, sino dejar en manos locales las acciones de castigo de las deserciones, abriendo la puerta a los ajustes de cuentas en los pueblos. Junto con la exención de los padres con más de tres hijos, se mantienen otras medidas como que el hermano o el padre sustituyan al soldado fugitivo, y que los soldados sorteados han de ser naturales de los pueblos (163) e inscritos como soldados de milicia e incluso se establece un sistema de declaración de inutilidad por certificación de los cirujanos (164). Lo llamativo es que las medidas punitivas, prisiones y secuestros de bienes, las aplican los regidores comisarios de las villas y el restablecimiento de la justicia corresponde no al corregidor sino al sargento mayor o al superintendente, que siguen asumiendo un papel vigilante frente a las complicidades locales con los fugitivos (165).

Finalmente, a partir de 1647 se intentó trocar el reclutamiento por una aportación pecuniaria, la composición de milicias. Rechazada por los pueblos en un principio por ser vista como una imposición más, se impondría en los años sucesivos. Para entonces el esfuerzo de la guerra había dejado a los pueblos despoblados y esquilmados (166)  . Sabemos del coste global de las guerras para una de las villas del corregimiento, Villarrobledo. Desde el año 1634, ha aportado cuatrocientos hombres y gastado 24.792 reales de vellón y 10.433 de plata; los gastos de las requisiciones de carros y mulas le han supuesto 4.932 reales de plata y en la composición de las milicias de los años 1647- 1649 gastará otros 17.129 reales de vellón y 3.700 reales de plata (167). Todavía en 1650, la composición de milicias sigue apareciendo como un servicio alternativo a la aportación de hombres. Juan Flórez y Guzmán, alcalde de los hijosdalgo de Granada y Superintendente de milicias de los partidos del adelantamiento de Murcia pide un servicio de 20 soldados a San Clemente, permutables por una aportación de 14.400 reales, mitad en plata y mitad en vellón, a razón de 72 escudos, de a 100 reales, por soldado. El mismo mandamiento del Superintendente Flórez indica que el sistema de composición de milicias está todavía en ciernes; fechado el 28 de marzo, Flórez lamenta que elegida la aportación de dinero, no se ha puesto ni un real a uno de enero en la ciudad de Murcia, para facilitar el reclutamiento de gente voluntaria antes de la campaña de primavera, cosa que no ha ocurrido, de hecho, se reconocen deudas del servicio de milicias de años antecedentes; por lo que se plantea abiertamente el reclutamiento por sorteo de quintos y el envío de ejecutores para hacerlo efectivo o su sustitución por dinero. Con la intención de evitar el sorteo de quintas propuesto y forzar su sustitución por la composición de milicias, se incluye en los padrones para dicho sorteo a los oficiales del concejo y a los privilegiados, sin dar la opción de sustitución de los quintados (168). El endurecimiento de las condiciones se había producido dos años antes, para el caso de Cuenca, sabemos que en agosto de 1648, tras la caída de Tortosa (169), el superintendente de milicias Vicente Bañuelos intenta levantar un soldado por cada 30 vecinos. Intento fracasado pues para noviembre se vuelve al reclutamiento de un soldado por cada cien vecinos, es decir 8.000 infantes para Castilla y Andalucía, sustituido por una aportación de 720 reales por soldado (170). En septiembre, el doctor Bañuelos ha pasado de superintendente de milicias a ser superintendente de rentas reales, en un intento consciente de la Corona de racionalizar y garantizar la recaudación fiscal mediante la generalización y establecimiento de esta figura de los superintendentes de rentas reales en todos los partidos de Castilla.





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152 AMSC. AYUNTAMIENTO. Acuerdos de 8 de diciembre de 1641.

153 AMSC. AYUNTAMIENTO. Acuerdos de 26 de abril, 22 de junio y 3 de septiembre de 1642.

154 AMSC. AYUNTAMIENTO. Acuerdos del mes de abril de 1642. En Alcaraz la obligación militar de los regidores se cambia por una compañía de 40 hombres a caballo, trastocada finalmente el 22 de junio por 17 infantes montados y 50 a pie en el partido. Simultáneamente a la ciudad y su partido se le están pidiendo desde Toledo los soldados que faltan de presidios; se le han repartido 97. El 10 de julio llega Luis Gudiel a la ciudad, para establecer la milicia en es ciudad y dando patente de capitán a Francisco Aguado de Córdoba para levantar 80 soldados. En los días posteriores recibirá la visita de Antonio de Miranda para exigirle los montados prometidos (AMAL. Acuerdos de junio y julio de 1642).

155 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: “La movilización de la nobleza castellana en 1640”, Anuario de Historia del Derecho Español (1955). pp. 799-823. Es reseñable el caso de los hidalgos de Albacete que prefieren presentar como fingida su nobleza, postizos e introducidos, antes que servir en la guerra (ibídem, p. 818). De los ocho hidalgos de Las Pedroñeras, cinco alegan estar enfermos, ser viejos o pobres de solemnidad (AMSC: CORREGIMIENTO. Leg. 148/75). Una nueva petición de diciembre de 1642 pidiendo caballeros montados entre los caballeros de las órdenes o hidalgos sustitutos, a cambio de hábitos de las Órdenes, sería sustituida para mayo del año siguiente por simple aportación de jinetes sustitutos (AHN. NOBLEZA. FRIAS, C-87, D. 58-76. Cédulas reales de 31 de diciembre de 1642 y 28 de mayo de 1643)

156 AMSC. AYUNTAMIENTO. Acuerdos de 1 y 3 de septiembre de 1642.

157 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Ídem, p.819.

158 La leva de los hidalgos de forma compulsoria se intentaría en 1646 por el XII conde de Priego, encargado de formar un tercio de 800 hidalgos. Su estudio lo dejamos para un trabajo posterior (AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 146).

159 En febrero de 1644 el superintendente de milicias Francisco Antonio de Alarcón ordena al sargento mayor Francisco González Torres, llenar las plazas de milizia (AMSC. AYUNTAMIENTO. Acuerdos 1 de marzo).

160 AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 146/54. Los arbitrios utilizados en esta ocasión para pagar con 17.052 reales la conducción y el sustento de los soldados durante seis meses son los pinares y las dehesas, a los que se añade un celemín por fanega prestada del trigo del pósito. El encargado del reclutamiento es Don Luis Gudiel, Superintendente de Milicias (AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 3/21).

161 AMSC. AYUNTAMIENTO. Acuerdos de 6 de abril y 20 y 31 de mayo de 1644. JIMENEZ MONTESERIN, calcula el número de soldados aportados por la provincia en 819 para 1644. op. cit. p. 126. El encargado del reclutamiento es Don Francisco Antonio de Alarcón, caballero del Hábito de Santiago, del Consejo Real y de Cámara, Presidente del de Hacienda y Superintendente de Milicias del Reino de Murcia

162 En 1645, Francisco González requiere a San Clemente para que remita los soldados de milicia, pues la villa de Requena, con la mitad de población, ya ha entregado 25 milicianos (AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 146/57). Para 1646, es Diego Zapata, superintendente y oidor de la Chancillería de Granada, el que desde Albacete solicita los milicianos (AMSC. CORREGIMIENTO, 146/58). Tal vez , en este año 1646, San Clemente ha caído de nuevo en la órbita del Adelantamiento de Murcia, que aporta un total de 700 soldados para la guerra de Cataluña, enviados vía terrestre por Valencia RAH, Colección Salazar y Castro, A-53, fol. 33. Carta de Felipe IV a Luis Méndez de Haro, VI marqués del Carpio, III conde-duque de Olivares, comunicándole que ha recibido carta y que está conforme con lo dispuesto sobre lo que se debe hacer con las gentes de guerra de Andalucía y de Murcia para la campaña de Cataluña. 19 de enero de 1646

163 Juan López Solera, vecino de la Roda y de oficio peinador, alega el carácter accidental de su estancia en San Clemente, y pide al superintendente Diego Zapata se le exima y suelte de la cárcel como soldado de milicia por no ser natural de la villa (AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 148/23)

164 Isabel García acude a Requena ante el sargento mayor Francisco González Torres para pedir la exención de su hijo Diego López, con una certificación de manquedad (AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 148/17)

165 El 18 de mayo de 1645 San Clemente debe enviar testimonio del “estado de las diligencias, prisiones y secuestros de bienes” contra 40 soldados fugitivos y como los regidores comisarios Jusepe de Garcisánchez y Juan de Ortega han estado “tratando de prender día y noche a los soldados alistados (AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 146/56 y 148/14) y el 9 de junio son amonestados por el sargento mayor por proteger al desertor Sebastián Alcocer, fugitivo cinco veces, “y si en esa villa no tubiera quien los apadrinara no le costara tanto a sus mds. el conducirlo ni el atrebimiento para bolberse; ay le tienen, v. mds. sirbanse de prenderle” (AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 146/57)

166 Barchín manifestará su oposición a la composición de milicias con las siguientes palabras: “y forçados los vecinos de no pagar los dichos pechos reales por las causas dichas se ausentan muchos de sus casas y familias a el Reino de Valencia” (AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 148/76)

167 CAVALLERÍA Y PORTILLO, F. de la: op. cit. p. 74. Sobre la aportación militar de Villarrobledo también se puede ver LÓPEZ SALAZAR-PÉREZ, J.: Estructuras agrarias y sociedad rural en la Mancha (s. XVI-XVII). Instituto de Estudios Manchegos, Ciudad Real, 1986, pp. 86-89

168 AMSC. CORREGIMENTO. Leg. 148/40. Carta del superintendente general del Reino de Murcia sobre servicio de milicias

169 Consideramos que agosto de 1648 fue un mes capital para la toma de decisiones, que supondrían de forma inmediata un cambio en la administración territorial y la generalización en asuntos fiscales de los superintendentes en septiembre. Es en este mes cuando se intenta un nuevo esfuerzo reclutador y se constata su fracaso, por la negativa no sólo de las tierras de realengo exhaustas, sino por las reiteradas negativas de los nobles. Como ejemplo, baste decir que a comienzos de ese mes se comunica a los nobles la necesaria aportación de soldados para el sitio de Tortosa, recordando la obligatoria sustitución del servicio de lanzas por la dotación de presidios establecida en 1631. AHN. NOBLEZA. FRIAS. C-87, D. 58-76. Cédula Real de 3 de agosto de 1648, dirigida al marqués de Fuensalida, conminándole a aportar 5 soldados, pagados con 6 escudos al mes, en sustitución de la obligación de 20 lanzas

170 JIMENEZ MONTESERIN, M.: op. cit. pp. 126-127. En este momento, los superintendentes de milicias que han agregado el título de superintendentes de rentas reales desde septiembre de 1648, toman como distritos par la base de su acción los obispados: Don Vicente Bañuelos será nombrado Superintendente de Rentas Reales del Obispado de Cuenca (aunque incluya villas como las de Villarrobledo, por estar incluida en el corregimiento de las 17 villas) y Don Sancho de Torres y Muñetones es nombrado superintendente general de milicias y rentas reales del Reino de Murcia

sábado, 28 de mayo de 2016

La Tercera Guerra Carlista: el combate de Minglanilla (1874)

Aunque la Tercera Guerra Carlista en la ciudad de Cuenca, y en la misma provincia,  ha sido estudiada ampliamente*, aportamos aquí la descripción del combate de Minglanilla por el general carlista Manuel Salvador y Palacios, Jefe del Ejército del Centro, en una carta mandada el 17 de marzo de 1874 al Infante Carlos Alfonso de Borbón y narrando los hechos militares acaecidos unos días antes. La misiva tiene no poco de justificación de la actuación militar de Manuel Salvador y Palacios, responsabilizando a su subordinado Cid.

(Imagen: sentado, el pretendiente Carlos VII)






Serenísimo Señor

Con motivo de la toma de la importante villa de Vinaroz y de la inexpugnable Amposta, el enemigo fuerte de ocho a nueve mil hombres, con diez y seis piezas de artillería y trescientos caballos divididos en dos columnas principió su movimiento de avance, la una en dirección de Vinaroz y la otra de San Mateo para introducirse en el corazón del Maestrazgo, la una apoyada por el mar, marchando paralelos tres vapores y la otra por el único llano que tiene el Maestrazgo, viéndome en la imposibilidad de atacarlas por la situación topográfica que ocupaban, dispuse que los batallones 3º y 4º  del Maestrazgo a marchas forzadas se dirigieron a la rivera de Valencia con el objeto de llamar la atención del enemigo y proporcionarse recursos de armas, caballos y dinero y con la brigada de Cucala seguir el mismo movimiento, tan luego como el enemigo tuvo conocimiento de mi marcha, retrocedió rápidamente para proteger a Valencia y ver si podía evitar que los batallones 3º y 4º recorriesen la rivera.

Sabedor de que se encontraban los referidos batallones en terreno donde no podían ser alcanzados, me dirigí con la brigada Cucala a Chelva, donde supe que la columna del rebelde Calleja, fuerte de cuatro mil hombres y cuatro piezas de artillería y doscientos caballos se encontraba en el pueblo de Landete provincia de Cuenca y puesto en combinación con el 2º Comandante General de Valencia, coronel Santes, dispuse marchase a Utiel, donde recibiría mis órdenes, yo me dirigí  con la brigada Cucala hacia la parte en que se encontraba el enemigo que ya había salido de Landete por Mira, Camporrobles y Villalgordo se dirigían a Minglanilla, siguiéndola en su marcha hasta colocarme en el expresado pueblo de Villalgordo, junto el más avanzado de su dirección en la noche del ocho y hora de las ocho mandé uno de mis ayudantes con ocho caballos al pueblo de Utiel donde se hallaba el 2º Comandante General de Valencia con su división para que al amanecer se me incorporase y reunidas las fuerzas mande la Brigada de Cucala con mi Jefe de Estado Mayor Coronel Belda, que pasare el Cabriel por el puente de Pajazo para que pudiera atacarla por la retaguardia, al primer Batallón de Cazadores del Cid que lo verificase por la izquierda por el puente de Vadocañas y ya por la carretera a pasarla por el de Contreras con cuatro batallones y la caballería llevando de vanguardia una sección de tiradores escolta del 2º Comandante General.

Serían las nueve de la mañana, cuando ya había pasado el puente de Contreras cuya subida por las zis-zas que forma la carretera es una verdadera fortaleza; tuve aviso por la descubierta de caballería que el enemigo avanzaba a la carrera y no pudiendo tomar la altura retrocedí a colocarme en las posiciones de los dos lados del puente para no dejarme el Cabriel a la espalda, en esta situación se rompió el fuego, que duró cinco horas, sin que el enemigo pudiera avanzar un solo paso de sus posiciones.

En este estado la Brigada Cucala, con mi Jefe de Estado Mayor que había emprendido su marcha a las cinco de la mañana, pasando el puente de Pajazo y el puerto de Salinas, consiguió colocarse a retaguardia del enemigo después de unas seis horas de marcha forzada. En el alto del puerto se detuvo esta brigada, esperando a que yo con la división Santes apareciese en lo alto de la carretera que donde el puente de Contreras conduce a la Minglanilla, pero no habiendo oído el fuego que yo había roto hacía algún tiempo emprendió la marcha a la carrera, pasando por la Pesquera y cayendo de improviso sobre Minglanilla lograron después de un ligero tiroteo apoderarse de la población y de cuarenta y siete soldados de la Lealtad y Cazadores de Mérida, que con un teniente se había dejado el enemigo, sin duda para custodiar los efectos que allá había dejado, con los prisioneros logró apoderarse de nueve caballos, cincuenta fusiles Remington con sus correspondientes municiones, dos sables, varias lanzas y más de doscientos morrales que allí había, y a seguida salió por la carretera al expresado puente de Contreras, en donde suponía había roto yo el fuego; más al poco tiempo de su salida divisaron al enemigo que tomaba posiciones a derecha y a izquierda de la carretera en la alturas de las Cabrillas. La Brigada Cucala en vistas de esto, formó sus batallones en masa desplegando algunas compañías en guerrilla, emprendiendo desde luego el ataque, quedando de esta manera el enemigo cortado, pero a consecuencia de haber sido ocupadas por él formidables posiciones, le fue imposible arrollarlo, debiendo su salvación no al número y artillería que tenía, sino a haber agotado las municiones después de tres horas de fuego, comprendiendo entonces aquella Brigada, que algo había que impedía la llegada de las fuerzas de la División Santes y herido Cucala en un brazo, emprendió la retirada en el mayor orden, recogiendo todos sus heridos.

De haber cumplido con mis instrucciones su deber el primer Batallón Cazadores del Cid, es indudable que la columna hubiera sido completamente derrotada, pero éste en vez de atacar la izquierda, volvió a repasar el Cabriel dejando abandonado su puesto sin disparar un tiro.

Nuestras pérdidas han consistido en diez y ocho muertos y cincuenta y un heridos, muchos de ellos leves; las del enemigo, han sido más considerables, pues a más de haber dejado en el campo gran número de efectos y nueve caballos según relación de la Cruz Roja ha tenido igual número de muertos y setenta y seis heridos conducidos a Albacete, más los cuarenta y siete prisioneros que antes se mencionan.

Lo que tengo el honor de poner en su conocimiento de V. A. en cumplimiento de mi deber.

Dios guarde la preciosa vida de S. A. R. Tales, 17 de marzo de 1874

Serenísimo Señor

Manuel S. Palacios

Serenísimo Señor Ynfante Don Alfonso de Borbón y Austria de Este, General en Jefe del Ejercito Real de Cataluña, Valencia y Murcia





Archivo Histórico Nacional,DIVERSOS-ARCHIVO_CARLISTA,115,Exp.3 - 516. Correspondencia de la Tercera Guerra Carlista. 1774


*ROMERO SAIZ, Miguel: El saco de Cuenca. Boinas rojas bajo Mangana. Diputación Provincial de Cuenca. 2011

domingo, 22 de mayo de 2016

Divisiones administrativas del partido de San Clemente en el siglo XVIII




Las divisiones administrativas que a continuación se detallan corresponden a elaboraciones propias, fundadas en la consulta de diversos documentos del Archivo Municipal de San Clemente, hace ya veinte años. Las organizaciones administrativas de las que San Clemente era cabeza nuclear eran dos desde el siglo XVI: el corregimiento de las diecisiete villas, establecido en 1586, y, otra más amplia, el distrito de rentas reales del Marquesado de Villena, con un origen medieval, pero que tuvo a San Clemente por su cabeza desde que hacia 1580 la tesorería de rentas reales recayera en vecinos de San Clemente de forma permanente. Habría que añadir otra división, que empezó a pergeñarse hacia la década de 1630, que convertía a San Clemente en centro de reclutamiento militar para la dotación de presidios o cabeza fiscal para la recaudación de los servicios de millones, con tesorería propia desde 1634. Estas divisiones que se ajustaban más a la provincia de Cuenca y comprendían las villas del sur de esta provincia, tanto de realengo como de señorío, no llegaron a cuajar.

La división política del corregimiento de las diecisiete villas comenzó a romperse muy pronto desde el siglo XVII por el paso a jurisdicción señorial de algunas villas como Santa María del Campo y, sobre todo, desde el siglo XVIII con la creación de corregimientos propios en Iniesta, Villanueva de la Jara (después con cabeza en Tarazona), Sisante o, como alcaldía mayor, Motilla del Palancar y después Villarrobledo.

Pero la verdadera dislocación del partido de San Clemente fue cuando se quebró en dos el distrito de rentas reales del Marquesado de Villena. Tal hecho ocurrió en 1718, con la llamada Nueva Planta. Recuerdo la lectura de este hecho en algún expediente del Archivo Histórico Nacional, por ser especialmente sentida por los contemporáneos como una desgracia, en sus propias palabras como la pérdida de la parte baja del Marquesado. El distrito de rentas reales del Marquesado de Villena que abarcaba un espacio que comprendía el Sur de Cuenca, Albacete y algunos pueblos de Alicante y Murcia desaparecía definitivamente y, con él, el recuerdo de aquella creación medieval que estuvo a punto de constituir un Estado propio. Sólo la creación de una Junta de Armamento y Defensa durante la Guerra de la Independencia fue capar de vertebrar de nuevo un espacio que fue más allá de los límites provinciales (hablando en propiedad episcopales).

Excluimos las divisiones militares del siglo XVIII, San Clemente, que se apartará de la vieja organización militar del adelantamiento de Murcia (con la que convivirá hasta la Guerra de Sucesión), dependerá de Cuenca, salvo en algún espacio de tiempo, como en 1762, que, dependiente de la Caja de Reclutamiento de Ciudad Real, llegó a ser distrito propio



SUBDELEGACIÓN DE RENTAS REALES DEL PARTIDO DE SAN CLEMENTE (DESDE 1718)

Este distrito fiscal de rentas reales se corresponde con la Superintendencia de rentas reales desde 1718, que desgajó la parte baja del Marquesado y sus partidos de Chinchilla y Villena, y la posterior creación en 1760 de una Subdelegación de Rentas Reales. Incluye la relación tanto villas como lugares.

San Clemente, Alarcón, Alconchel, Almonacid, Barchín, Casasimarro, Casas de Guijarro, Casas de Benítez, Casas de Haro, Casas de los Pinos, Casas de Fernando Alonso, El Peral, El Quintanar del Rey, El Pedernoso, El Cañavate y su barrio de Cañadajuncosa, El Picazo, El Cerro, Gabaldón, Iniesta, La Alberca, La Minglanilla, Las Pedroñeras, La Losa, La Puebla de San Salvador, La Motilla del Palancar, La Atalaya, La Fuensanta, La Roda, Ledaña, Las Mesas, Madrigueras, Mira, Minaya, Montalbos, Pozoseco, Pozo Amargo, Perona, Rubielos Altos, Rubielos Bajos, Sisante, Tarazona, Villanueva de la Jara, Villalgordo del Júcar, Villagarcía, Vara del Rey, Villar de Cantos, Utiel, Villalgordo del Marquesado, Villarejo de Fuentes, despoblado de Santiago de la Torre, despoblado de Villanueva de la Torre

ADMINISTRACIÓN PRINCIPAL DE LA RENTA DEL TABACO DEL PARTIDO DE SAN CLEMENTE (SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII)

Distrito de Villanueva de la Jara

Villanueva de la Jara, Casasimarro, Motilla, Alarcón, Olmedilla de Alarcón, Gabaldón, Gascas, El Peral, Barchín, Rubielos Bajos, Pozoseco, Rubielos Altos, Valhermoso, Valverdejo

Distrito de Villarrobledo

Villarrobledo, Pedro Muñoz, Munera, Las Mesas, Socuéllamos, El Provencio

Distrito de Sisante

Sisante, Vara del Rey, Perona, Villar de Cantos, Cañavate, Cañadajuncosa, Atalaya, Tébar, El Picazo, Pozo Amargo,

Distrito de Belmonte

Belmonte, Mota del Cuervo, Villaescusa de Haro, Villarejo de Fuentes, Osa de la Vega, Puebla de Almenara, El Pedernoso, Las Pedroñeras, La Alberca, Hinojosos del Marquesado, Santa María de los Llanos, Tresjuncos, Hontanaya, Almonacid del Marquesado, Fuentelespino de Haro

Distrito de Honrubia

Honrubia, Castillo de Garcimuñoz, Almarcha, Torrubia del Castillo, Hinojosa, Olivares del Júcar, Cervera del Llano, Montalbanejo, Villar de Cañas, Alconchel, Villalgordo del Marquesado, Villar de la Encina, Pinarejo, Santa María del Campo

Distrito de La Roda

La Roda, Barrax, Minaya, Fuensanta, Lezuza, Villagordo del Júcar, Casas de Benítez, Montalbos, Casas de Guijarro, Casas de Fernando Alonso, Casas de Haro

Distrito de Iniesta

Iniesta, Tarazona, Quintanar del Rey, Villa García, Madrigueras, Ledaña, El Herrumblar, Alcadozo, Villarta, Villalpardo, Graja de Iniesta, Puebla de San Salvador, Castillejo de Iniesta

PARTIDO DEL CORREGIMIENTO DE SAN CLEMENTE EN EL AÑO 1760

Aunque bajo la autoridad nominal del corregidor de San Clemente, y en algún caso sometidos también a sus visitas y comisiones,se trataba de distritos administrativos judiciales con absoluta autonomía en cuanto disponían de la primera instancia, o en su caso, del derecho de apelación. Pero sí que podemos hablar de un distrito gubernativo en el que el corregidor de San Clemente debía comunicar a través de veredas las diversas cartas, órdenes e instrucciones reales. Distinguimos corregimientos, alcaldías mayores y ordinarias. Estas divisiones fueron variables a lo largo del tiempo, tal es el caso de Villanueva de la Jara, que este año aparece fundida con el corregimiento de Iniesta, o que Utiel se encuentre integrado en la órbita del partido de San Clemente

Corregimiento de San Clemente

San Clemente y sus aldeas de Casas de Fernando Alonso, Casas de Haro, Casas de los Pinos y Perona.

Corregimiento de Iniesta

Iniesta y sus aldeas, Villanueva de la Jara (en otros momentos aparece como corregimiento propio)

Corregimiento de Tarazona

Tarazona, Madrigueras, Quintanar del Rey

Corregimiento de Sisante

Sisante, Vara del Rey y sus aldeas (Casas de Benítez, Pozo Amargo), Casas de Guijarro

Corregimiento de Utiel

Utiel

Corregimiento de Alarcón

Alarcón y sus aldeas Picazo y Rubielos Altos (?)

Alcaldía Mayor de Motilla del Palancar

Motilla del Palancar

Alcaldías Ordinarias (villas dotadas con alcaldes ordinarios y la primera instancia)

Alberca, Pedernoso, Villlarrobledo (poseteriormente sería dotado de alcalde mayor), Ledaña, Cañavate, Gabaldón, Puebla de San Salvador, Rubielos Bajos, Pedroñeras, Las Mesas, Minaya, Villalgordo del Júcar, Villagarcía, Casasimarro, Atalaya, Barchín, Mira, Minglanilla, EL Peral, Pozo Seco,



Acompañamos a continuación algunos enlaces de la organización territorial del partido de San Clemente en el siglo XVII, expuesta en diversos artículos de este blog:



Distrito Militar de la Milicia General del Reino


Distrito de Rentas Reales del Marquesado de Villena


Distrito Militar de Dotación de Presidios


Corregimiento de las diecisiete villas

domingo, 28 de febrero de 2016

Don Juan López Cantero: comisario de la Inquisición de Iniesta (III)

La declaración  de testigos a favor de Juan López Cantero es un testimonio del control que ejercía sobre la vida municipal. Pero ese control estaba empezando a quebrarse por la crisis que estaba sufriendo la sociedad hispana en la coyuntura de mediados del siglo XVII. La guerra de Cataluña y el reclutamiento de soldados estaba dislocando las comunidades locales. Desde 1598 existía una milicia de soldados, reorganizada en 1610, 1625 y 1636; era un cuerpo inoperativo de vecinos armados que gozaban de ciertas preeminencias y no sabían nada de la guerra. Pero la última reforma de 1636, que constituyó cuatro compañías en el corregimiento de San Clemente, ya tenía como finalidad su preparación para la guerra. El reclutamiento forzoso de hombres llegó con las levas forzosas de Rodrigo Santaelices en 1640 y 1641. Iniesta debió aportar los milicianos de la compañía de Miguel López Cantero, capitán de la villa de Iniesta y sobrino de nuestro protagonista, que acabaría muriendo en la guerra. En total fueron 55 hombres los pedidos a Iniesta y su tierra; la mayoría desertaron. Pero el esfuerzo reclutador de la Monarquía era continuado y en las campañas siguientes se pidió un contingente anual de seis a ocho mozos a la villa. Allí estaba don Juan López Cantero, excusando del servicio militar a los vecinos de la villa, intentando mantener brazos para la labranza de la tierra y reclutando a foráneos. Su casa se había convertido en hospicio de huérfanos de guerra y doña Catalina Espinosa, su anciana madre, en virtuosa amparadora de pobres.

Don Juan López Cantero era el hombre de los intereses de la Monarquía en la villa de Iniesta, como lo era Francisco de Astudillo Villamediana en San Clemente. Esa fue la causa de la ruina de ambos. Para 1646, la Monarquía estableció la llamada composición de milicias, se trataba de sustituir la aportación de hombres para la guerra por dinero. Se entraba en una nueva escalada contributiva que, ejecutada por la nueva figura de los superintendentes de milicias o de rentas, dejaría exhaustos a los pueblos. Pero ese año de 1646 fue de transición, dándose opción a las villas de optar entre la contribución de hombres o la de dinero. Por necesidad o por obligación se optó por la primera, en tanto que don Juan López Cantero intentaba hacer de la redención al servicio militar un negocio con la concesión de préstamos a los reclutados para eximirse. Así, de momento se reclutaron hombres. El sargento mayor Francisco de Torres, por entonces en Villanueva de la Jara, pidió a Iniesta de 6 a 8 hombres; fueron enviados cuatro, conducidos hasta esa villa por el alcalde Julián de la Cárcel Contreras. Pero el sargento mayor pidió uno más, pues esperaba al menos cinco. Deprisa y corriendo se intentó enrolar un nuevo soldado por el alcalde que había quedado en Iniesta, Alonso Martínez del Peral el menor. La obligación legal para el reclutamiento era echar mano de los padrones de soldados de milicia, celosamente guardados por los concejos y por cuyo acceso imploraba Francisco de Torres. Uno de los inscritos en ese padrón era Alonso Jiménez, el malogrado novio de Quiteria Herreros, futura madre de los hijos de don Juan López Cantero. Sobre la forma, o lo poco que se guardaban las formas, en el reclutamiento de soldados tenemos el testimonio del licenciado Alonso Castellanos:

en cumplimiento de las órdenes de su magestad porque hauiendo venido una para que se sacase cierta cantidad de soldados hauiéndolos remitido a don Francisco de Torres sargento mayor a la villa de Villanueva de la Xara por hauer faltado uno despachó segunda con todo apremio lo qual comunicó con este testigo Alonso Martínez del Peral el menor alcalde ordinario que entonces era y diciéndole que no tenía remedio y que para escusar de molestia i bejación a la villa era forçoso remitir el soldado que faltaua y así que al punto saliese por el lugar y prendiese al primero que encontrase y lo remitiese y el dicho alcalde en esta conformidad salió a buscarlo y yendo con el cuidado desta diligencia encontró en una calle al dicho Alonso ximénez que benía con su açada de cauar de las viñas y así lo prendió siendo ya de noche y muy de madrugada al día siguiente lo remitió al dicho sargento mayor.
(testimonio del licenciado Alonso Castellanos, fol, 67 rº)

El incidente del reclutamiento del soldado Alonso Jiménez sería recordado cinco años después. En su origen estaba el deseo de Juan López Cantero hacia su novia, Quiteria Herreros, joven de diecisiete años, y la apropiación de la misma como un bien más de su hacienda. El problema es que la muchacha puesta en depósito en casa del doctor Suárez le fue arrebatada a éste para ser llevada a casa de don Juan de donde no saldría hasta ser llevada cinco años después al convento de la Encarnación de Albacete, tras dejar dos hijos en custodia de López Cantero. Tal agravio se sumaba a otros muchos que levantarían un clima de rencor y odio hacia nuestro protagonista. Don Juan mantenía una independencia total del vicario con un espacio propio en la Iglesia en torno a capilla de Santa Ana, propiedad de su familia, que curiosamente sería la más afectada por el incendio; había hecho de la ermita y hospital de San Miguel un espacio reservado para uso privativo de su madre; se había enemistado con su primo hermano, Pedro López Cantero Serrano, por la herencia familiar, y había encontrado la oposición de algunos vecinos principales: a Sebastián de Vega y Juan Ibáñez, con pretensiones hidalgas, les había forzado a empadronarse con los pecheros, a Juan Valverde Núñez, Asensio Villanueva, Alonso Cano y Benito Martínez del Peral les había obligado a hospedar a compañías de soldados con sus capitanes y soldados, Juan de Olmeda y el citado Benito Martínez del Peral tenían deudas y cuentas pendientes con el comisario, Juan Rabadán había sido preso por volver a la villa sin respetar el cordón sanitario que se había establecido con motivo de la peste de 1648. Este cúmulo de agravios había creado en la villa un frente contrario a López Cantero. Al frente de la revuelta se situaba el doctor Suárez que ora en la sacristía de la Iglesia ora en los campos o domicilios particulares no dejaba de intrigar:

que los émulos y enemigos de dicho don Juan son el doctor don Alonso Suárez, vicario desta villa, Juan Rabadán Gutiérrez, Juan de Valverde Marzo, Juan de Valverde Núñez, Benito Martínez del Peral, y Alonso Martínez del Peral el mayor, y Asensio López Villanueva, Antonio López, don Sebastián de Vega, Juan Ibáñez, Benito Pajarón, ... y que el dicho vicario lo es por causa de que el dicho don Juan Cantero no ba como los demás clérigos asistiéndole delante del cabildo va desde la iglesia a su casa ni le acompaña en los actos públicos, y que dicha enemistad es tan cierta que a quatro años le tiene ojeriça , y e conoce que a este testigo le dijo abrá como seis días don Pedro López Cantero Serrano, primo hermano del dicho don Juan Cantero, estando con su primo disgustado le llegó a decir el doctor Suárez que si quería que se capitulase a dicho don Juan Cantero en el Consejo Supremo de Ynquisición que él lo haría
(testimonio de Julián de la Cárcel Contreras, fol. 61 rº)


Las declaraciones de testigos en Iniesta acabaron el cuatro de mayo de 1651, mientras don Juan López Cantero seguía, en palabras que ocultaban la dura realidad, hospedado en un mesón de Cuenca esperando una resolución del Inquisidor. Pero tuvo que esperar a la ya referida toma de declaración del doctor Suárez que también se hallaba en la ciudad y a las conclusiones finales del fiscal Vallejo que llegarían el día 13. En ellas, el fiscal mantenía todas y cada una de las acusaciones y pedía el máximo rigor en las penas. La sentencia condenatoria del Inquisidor Jacinto Sevilla, no obstante, fue mucho más benigna de lo deseado por el fiscal:

fallamos atento los méritos del dicho prozeso que debemos mandar y mandamos que el dicho licenciado Juan López Cantero procure continuar las funciones sacerdotales diciendo missa por lo menos los días principales y preciándose de acudir al coro y ebitar el escándalo que de lo contrario se sigue= y por la culpa que resulta se le condena en las costas deste prozeso y en quatro mill marauedís para gastos deste Santo Oficio

Pero aún le quedaba un rosario de apelaciones que viviría como auténtico calvario. La sentencia confirmada por el Consejo de la Suprema el 6 de julio de 1651, debió ser nuevamente ratificada seis años después. Para entonces,  el licenciado Juan López Cantero se había dejado cinco años de su vida y hacienda en las cárceles inquisitoriales, que él nos hacía pasar por posada o mesón. Lo de dejarse la vida es algo más que una metáfora, pues murió el doce de julio del año 1655. Antes le había precedido su madre. Dejó como único y universal heredero a su procurador en los juicios, el presbítero Juan Risueño Alfaro. No lo aceptaría Pedro López Cantero Serrano, primo hermano de don Juan, que emprendería una batalla legal por el mayorazgo fundado por sus tíos Pedro y Catalina. En el reparto de los bienes del mayorazgo también sería parte una niña, llamada Catalina Espinosa como la abuela; era la hija natural de don Juan y la monja Quiteria; el otro hijo creemos que había fallecido. Esa intención de don Juan, de reconocer a sus hijos naturales, quizás fuera el detonante de todo el proceso inquisitorial.


AHN. INQUISICIÓN. 1927, Exp. 10. Proceso criminal contra Juan López Cantero, comisario del Santo Oficio de Iniesta por vida escandalosa y amancebamiento. 1651-1657



martes, 23 de febrero de 2016

Donativo de San Clemente para la Guerra de Italia (1629)


Después de 1625, el llamado por John H. Elliott el annus mirabilis de la Monarquía Hispánica, llegará a partir de 1628 la llamada Guerra de Sucesión de Mantua, que supondrá el punto de inflexión que marque el inicio de una serie de reveses que conducirán al fin del poderío militar y de la llamada, tal como lo hace el texto, la rreputación de las armas de su magestad, Aquí la Monarquía necesitada y acosada en el sitio de Casal, pide, por voz del Consejo de Guerra, ayuda urgente al concejo de San Clemente y villas de su partido; consciente de la imposibilidad de reclutar los 200 soldados que se piden con la suficiente premura, solicitará un nuevo donativo a caballeros y particulares de ese distrito. Paralelamente al declinar de las armas, la villa de San Clemente asistirá a su decadencia propia, después de haber sorteado la crisis de cambio de siglo e incluso haber experimentado un pequeño renacer. Tal vez algún día contemos con más documentación que nos ayuden a conocer mejor las noticias parcas que disponemos hoy de la bandera colocada en la plaza de la villa para el reclutamiento de soldados o el alojamiento en los mesones de la villa de soldados heridos, repatriados de Italia, a finales de los años veinte.


La conseruación de los súditos desta corona y que biban en paz y justicia es una de las cosas que más desea el consejo (de Guerra), pues demás de ser la principal de su obligación el amor grande que su magestad les tiene solícita procurarlo= el consexo a tenido noticia del estado de las cosas de ytalia el aprieto grande en que se alla don gonçalo de córdoua en el cerco y sitio de casal quán aventura él asta la rreputación de las armas de su magestad y la obligación precisa de acudir al socorro y quan exausto y consumido está su rreal patrimonio por auerle siempre empleado en la defensa de la rreligión y de la quietud pública y aunque la ocasión presente pudiera mouer a su magestad a nueuos tributos por no aflijir sus vasallos no usa deste medio sino rrepresentarles el aprieto en que se alla y quán preciso es su rremedio que considerándole el consexo a seruido a su magestad con docientos soldados pagados por un año menos lo que durare la guerra y a acordado auisar a esa villa para que con el celo que siempre tiene junte el ayuntamiento trate y confiera con quantos soldados podrá seruir a su magestad para el tiempo que durare esta ocasión y rreconociendo algún ynconbiniente por la dilación que será necesaria para levantar la gente de guerra con que sirviere por estar este rreyno con alguna falta della el sueldo y costa que ubieren de hacer ymbiaréis a esta parte de adonde se rremitirá a la parte que su magestad mandare y daréis noticia desta carta a los caballeros y particulares desa villa y su distrito para que acudan en ocasión tan del seruicio de Dios y de su magestad seguridad común y particular de cada uno= el consexo fía de vos que con el celo que siempre auéis tenido acudiréis a ello y queda advertido de sinificar a su magestad el amor y fidilidad con que os auéis mostrado, madrid y março 31 de 1629
                        (once rúbricas de miembros del Consejo de Guerra)
                                       don fernando de vallejo (rúbrica)


AMSC. AYUNTAMIENTO. Leg. 34/10

viernes, 29 de enero de 2016

El incidente de la mancebía de San Clemente (1558)- (III)

El Provencio, villa mal avenida con la de San Clemente, no hacía ascos para acoger a cuantos huían de la justicia por haber cometido delitos. Hasta El Provencio, llegaron huyendo Diego de Iniesta y Juan de Mondragón. Era un pueblo de señorío cuya jurisdicción detentaba don Manuel de Calatayud Toledo, aunque quien detentaba el poder en esta fecha por ausencia del señor, era su mujer doña Margarida Ladrón de Bobadilla; le auxiliaban en el ejercicio de la justicia, un alcalde mayor, ya anciano, llamado Francisco del Castillo (¿de los Castillo de San Clemente?) y dos alcaldes ordinarios, Juan Rosillo y Hernando de Losa.

Cuando llegaron los dos prófugos a la villa de El Provencio, las autoridades del lugar ya estaban advertidas de los delitos que pesaban sobre ellos. A pesar de lo cual, fueron bien tratados, permitiéndoseles libertad de movimientos en el pueblo y procurándoles alimentos ... y armas. No se arredró el alcalde mayor del Marquesado Céspedes de Cárdenas que tras emitir la correspondiente requisitoria a la justicia de El Provencio, que llevaría en mano Hernando Pacheco, pidió se le entregasen los fugitivos, y ante la negativa, pasó a dicha villa a detenerlos. Le acompañaban varios vecinos de San Clemente, entre ellos, Juan Jiménez, teniente de alguacil, Antón de Ávalos el mozo y Francisco Rosillo, que era el otro alcalde ordinario ese año. Curiosamente estos tres vecinos habían sido inculpados en las heridas causadas a la justicia ordinaria de San Clemente en 1553. Ahora, cinco años después, de perseguidos por la justicia habían pasado a ser representantes de la misma.

Poco podía hacer el alcalde mayor Cárdenas en el ambiente hostil que encontró en El Provencio. Los acusados, avisados de su posible llegada, acudieron prestos a refugiarse en la torre de la Iglesia, a cuyas puertas la justicia del lugar había puesto sus propias guardas. Cuando el alcalde mayor, acompañado de los mencionados justicias y vecinos de San Clemente, llegan a El Provencio el viernes veintisiete de mayo y piden se les entreguen los dos jóvenes, la señora de la villa y su alcalde mayor, Francisco del Castillo, escenificarán su negativa sentados en un estrado para hacer patente la superioridad de la jurisdicción señorial sobre la real. Humillados, los sanclementinos abandonaron el pueblo. En esta situación de impasse una compañía de soldados se convertiría en árbitro de la situación.

Este año, las tierras de la gobernación del Marquesado de Villena estaban sometidas a una intensa actividad reclutadora de varias compañías de soldados. En Villarrobledo, había establecido su residencia y sede el coronel don Francisco de Benavides (1), dirigiendo a varios capitanes que trataban de levantar sus compañías en los pueblos del territorio. Uno de esos capitanes era el capitán Alonso de Céspedes, cuya compañía tenía como alférez a Pedro Agraz de Guernica, que al presente se encontraba en El Provencio con una bandera de ciento veinticinco soldados (ciento cincuenta, según otros testigos), sin duda de paso, camino de La Roda, y con el objetivo de embarcar estos hombres en Cartagena para iniciar la travesía hacia los presidios de África. La compañía de soldados y su alférez estaban alojados en la posada del lugar, que se convertirá en el lugar central de las negociaciones para la entrega de los huidos. Así lo atestiguaba Hernando Pacheco, que se encontraba en El Provencio enviado por la justicia de San Clemente.

Serían las nueve o diez de la mañana del día 28 de mayo, cuando la compañía de soldados del alférez Agraz salió de la posada. Su finalidad, teóricamente, detener a los recluidos en la torre de la Iglesia. En la práctica, enrolar a Diego de Iniesta y Pedro de Mondragón, en una solución pactada momentos antes con las autoridades del lugar. Pero lo llamativo fue la teatralidad con que se disfrazó toda la actuación. Los ciento veinticinco soldados de la compañía salieron de la posada perfectamente ordenados bajo su bandera y al ritmo de los sones del tambor, dieron varias vueltas alrededor de la placeta de la iglesia y se colocaron frente a ella, momento en que los soldados desenvainaban sus espadas y el alférez Agraz conminaba a los retraídos en la torre a entregarse. No dudaron Pedro de Mondragón y Diego de Iniesta en hacerlo, bajando por los tejados, y poniéndose bajo la protección de la bandera. La compañía abandonaría el pueblo, dirección Minaya, bajo la mirada de los curiosos, y en especial, de la señora del lugar, asomada en su ventana. Se daba así cumplimiento al mandamiento requisitorio del alcalde mayor licenciado Cárdenas, pero en realidad se tomaba como excusa para reclutar dos nuevos soldados.

Consciente de la burla, el alcalde mayor del Marquesado, licenciado Cárdenas, se presentó en Villarrobledo el 28 de mayo, para hacer valer la jurisdicción ordinaria real frente a la militar, ante el coronel don Francisco Benavides, que a la sazón se encontraba en esta villa coordinando el reclutamiento de varias compañías con destino a los presidios de África. Allí le presentó un mandamiento requisitorio ordenando la detención de los dos acusados para llevar por verederos a las diferentes compañías. Para asegurarse su cumplimiento al veredero con destino Minaya le acompañó el alguacil mayor del Marquesado Diego de Orozco y Hernando Pacheco fue hasta Socúellamos. Se trataba de asegurarse la interceptación de los dos huidos por los dos caminos que, por Cartagena y Málaga, las tropas podrían tomar con destino a los presidios de África.

Cuando el alguacil mayor llegó a Minaya el día 28 de mayo por la tarde, tuvo que contar con la pantomima de la colaboración del capitán Céspedes en la búsqueda de los dos huidos, pues éstos ya habían sido avisados por sus contactos de San Clemente. Las tropas abandonarían el pueblo con dirección a La Roda esa misma noche. Hasta allí, el día siguiente, se desplazaría infructuosamente el licenciado Cárdenas para constatar con su alguacil una vez más que había llegado tarde. Daba de nuevo fe de los hechos el joven escribano público Francisco Rodríguez.

Vuelto a Villarrobledo el día treinta, el licenciado Céspedes de Cárdenas tornó en pesquisa su acción ejecutiva, decidido a conocer la trama de la que había sido víctima y objeto de burla. En esa localidad tomará declaración al criado del coronel Benavides, llamado Nicolás Hernández, que había estado presente en El Provencio durante la entrega de Mondragón e Iniesta a la compañía del alférez Agraz. Contaba el criado como había hecho de mediador entre la señora del lugar y el alférez, el alcalde mayor de El Provencio, Francisco Castillo, un anciano, que apoyado en su vara iba y venía entre el domicilio de su señora Margarida y la posada donde almorzaba el alférez. El acuerdo alcanzado consistía, como ya hemos visto, en enrolar en la compañía a los dos retraídos en la Iglesia, para lo que se retirarían los guardas de la iglesia, a fin de evitar alborotos. Así lo ratificó también un testigo, vecino de Toledo, de paso por estos pueblos, y que aseguraba como doña Margarida Ladrón de Bobadilla contemplaba desde su ventana plácidamente los hechos.

El licenciado Cárdenas intentaría esconder su fracaso, de regreso el uno de junio a la villa de San Clemente, apresando al padre de Pedro de Mondragón, el hidalgo Juan de Orbea. Se le acusaba de haber auxiliado a su hijo Juan, mandando con pan, ropa y armas a su otro hijo Andrés y a un criado. El hidalgo vasco se mantuvo firme delante de Miguel de los Herreros y el licenciado Cárdenas cuando le tomaron declaración, evitando implicar a su hijo Andrés, al que, temiéndose lo peor, había enviado al Castillo de Garcimuñoz para atender asuntos tocantes a la carnicería que en aquella villa tenía la familia.

También fue encarcelado el hijo del licenciado Perona, Agustín Perona, que ya había levantado sospechas la noche de las heridas del alguacil mayor en la mancebía. Este joven de 22 años era amigo íntimo de Pedro de Mondragón. Las rencillas entre los bandos del pueblo contribuyeron a las denuncias, que seguramente se apoyaban en unos hechos ciertos: su auxilio a los encerrados en la torre de la iglesia de El Provencio con vestidos y armas. Hasta este pueblo se había desplazado con un caballo y armado de una lanza. La debilidad de los argumentos para justificarse lo acusaban más todavía. Torpemente reconoció haberse desplazado a ese pueblo y justificó el llevar lanza porque avía avido unas palabras con un pastor en los Ruviales y no iva seguro y explicó el motivo de su viaje a El Provencio con una visita a una moza de Cuenca, estante en esa villa, y que había estado anteriormente en casa de su padre.

Juan Argüello no quedaría contento con estas detenciones y solicitaría al Consejo Real diera comisión al gobernador o al alcalde mayor del Marquesado de Villena para que se persiguiera en las villas de señorío a los delincuentes y sus encubridores. Seguía creyendo que tanto Diego de Iniesta como Pedro de Mondragón estaban en El Provencio o quizás en el Castillo de Garcimuñoz, donde se había refugiado Andrés de Mondragón , el hermano de Pedro. Nosotros no podemos saber hoy si esta posibilidad era la real o si acabaron enrolados en el ejército en algún presidio del norte de África, pero si podemos constatar que el linaje de los Mondragón que se había enfrentado a los principales de la villa para ver reconocida su hidalguía vio cortado su ascenso social en la villa de San Clemente, aunque de la presencia del linaje es testigo la relación de vecinos del padrón de 1586, donde aparece aún una casa de los herederos de Mondragón.

Los autos del sumario serían llevados al Consejo Real; Juan de Argüello delegaría su representación en el procurador Tristán Calvete. Desconocemos el resultado final del proceso; pero entre los papeles que se remitieron al Consejo estaban unas veinte hojas de los autos que se habían hecho por el alcalde mayor  y los alcaldes ordinarios de El Provencio entre el 26 y el 27 de mayo en esa villa que mostraban una visión alternativa de los sucesos y los momentos de tensión que se habían vivido.


                                                                                                (continuará)



(1) La zona de reclutamiento se debía extender también por toda La Mancha. Don Francisco de Benavides nos aparece reclutando, con muchas dificultades, soldados también en Daimiel (THOMPSON, I. A. A.: "El soldado del Imperio: una aproximación al perfil del recluta español en el Siglo de Oro", Manuscrits, 21, 2003, p. 34



AGS. CONSEJO REAL DE CASTILLA. 343 BIS, 5. Juan de Argüello, alguacil mayor del Marquesado de Villena, contra vecinos de la villa de San Clemente por haberle herido cuando intentaba desarmar a Pedro de Mondragón en la mancebía. 1558

lunes, 18 de enero de 2016

Sacrilegios de las tropas del Archiduque Carlos en Motilla del Palancar y El Peral durante la Guerra de Sucesión (1706)


La Motilla del Palancar
En la villa de La Motilla, no entraron en la Iglesia dichos soldados, por averse hecho fuertes los vezinos en ella, pero en la hermita de San Roque entraron, y sacaron la efigie de el Santo, la pusieron al fuego y se le quemó un braço, y se llevaron todos los adornos de su altar: trataron con irrisión, y menosprecio las imágenes de Christo y de Su Santísima Madre, que hallaron en las casas de los vezinos; y a un Niño Jesús y a un San Joseph de escultura les cortaron las cabezas, saquearon las casas de los sacerdotes, desnudándolos, axándolos, y haziéndolos sacar agua para los caballos, de cuyos malos tratamientos murieron tres de dichos sacerdotes-

El Peral
En la villa del Peral entraron dichos soldados, y en la Iglesia Parroquial saquearon quanto hallaron, y uno de ellos atropelló con el cavallo una hechura de un Santo Christo que está sobre una sepultura, y quiso romper el Sagrario para llevarse el Copón, juzgando estava en él, y porque otro se puso a defenderlo, le dio tres cuchilladas.


AHN. UNIVERSIDADES. 743, N. 1, fol. 33 vº. Sacrilegios cometidos por las tropas del Archiduque Carlos en el Reino de Castilla durante la Guerra de Sucesión, certificados por Miguel Rubín de Noriega, escribano de cámara de Felipe V. 1711

Sacrilegios de las tropas del Archiduque Carlos en Villanueva de la Jara durante la Guerra de Sucesión (1706)

Villanueva de la Jara
En la villa de Villanueva de la Jara, entraron dichos soldados y en el convento de San Francisco, por estar cerradas sus puertas, tiraron muchos escopetazos a la portería para abrirla o echarla en tierra, y no aviéndolo podido conseguir, fueron por la puerta falsa, por donde abrieron, y entraron; y viendo los religiosos la furia y arrojo de dichos soldados, se fueron a la Iglesia, y pusieron en oración delante de su Divina Magestad, y los soldados entraron con tal rabia, que a apalearlos, y al guadián le dieron muchos palos; descalabraron a dos religiosos cayéndole a uno mucha sangre por la cara; y antes de esto, mataron a dos seglares y a un religioso de más de setenta años, llamado fray Pedro, en el claustro de dicho Convento: y el día siguiente bolvieron a entrar en la iglesia de él, tres o quatro de los dichos soldados al parecer ingleses y uno de ellos derribó el arca donde estava el Santísimo Sacramento en un vaso, lo rompió y echó las Formas que tenía en el suelo, y se lo llevó; y aviendo dado cuenta a los religiosos, vinieron algunos y recogieron las Formas, y las consumieron; y a otro día, una muchacha halló una partícula grande: pasaron después los dichos soldados al Altar de Santa Rosa, donde también avía sacramento, y executaron lo mismo llevándose el copón con las Formas, las quales no aparecieron. A una muger que llegó a un altar a besar una cruz, la dio un soldado con ella: A un religiosole tiraron un arcabuzazo de que le pasaron el hábito: y saquearon enteramente dicho Convento quanto avía en él, así de religiosos como de particulares.
También saquearon el Convento de Santa Clara, sin dexar cosa alguna en él, tratando con indecencia a las religiosas, y violentándolas, tentando sus cuerpos por todas partes.
También saquearon la iglesia mayor (que es la parroquial de dicha villa) rompiendo sus caxones, y arcas, llevándose quanto avía en ella, sin dexar cosa alguna que ellos pudiessen ver.
En las casas particulares que saquearon maltrataron muchísimas pinturas de Christo y Su Santísima Madre, dándoles muchas estocadas hasta dexarlas que no eran de provecho.
A los sacerdotes que encontravan los maltratavan y desnudavan, y lastimándose un vezino con dos soldados portugueses, de que el Archiduque consintiese semejante excesos, respondió otro soldado: que no lo podía remediar, pues sabía concedía a los ingleses el saqueo, dos días antes que a ellos, y que si no fuera de esa suerte, no le parara ningún inglés en el exército


AHN. UNIVERSIDADES. 743, N. 1, fol. 33 rº y vº. Sacrilegios cometidos por las tropas del Archiduque Carlos en el Reino de Castilla durante la Guerra de Sucesión, certificados por Miguel Rubín de Noriega, escribano de cámara de Felipe V. 1711

domingo, 17 de enero de 2016

Sacrilegios de las tropas del Archiduque Carlos en Iniesta y su tierra durante la Guerra de Sucesión (1706)


Iniesta
En la villa de Yniesta, entraron dichos soldados, y en la hermita de Nuestra Señora de la Estrella, abrieron con violencia los caxones, y se llevaron un cáliz, y una patena, y otras alhajas de el Cult Divino, quitaron el manto a dicha Santa Imagen, y arrojaron los Corporales en un lugar inmundo: y algunos de los vezinos, con grande riesgo de sus vidas, recuperaron el cáliz y patena y los Corporales los hallaron en el estiércol de unos zerdos.

Castillejo
En el lugar del Castillejo (anexo del antecedente) entraron dichos soldados, rompieron las puertas de la Iglesia parroquial y caxones donde estavan los Ornamentos del Culto Divino, y con grande irrisión se los llevaron todos: descubrieron algunos sepulcros que estavan recientes: despojaron a las mujeres que se refugiaron en dicha iglesia, dexándolas con grande indecencia; y a un presbítero, le hirieron en una mano, de suerte, que no pudo celebrar en muchos días

La Graja
En el lugar de la Graja (anexo también de Yniesta) entraron dichos soldados, y robaron quanto avía en su Iglesia Parroquial, rompieron los Frontales, derribaron las imágenes de los altares, hizieron pedazos la puerta de el Sagrario, sacaron y llevaron de él los vasos consagrados, que después recogió un sacerdote de dicha villa. Rompieron también las puertas de la sacristía, y se llevaron quantas alhajas avía de el Culto Divino, y las que los vezinos avían refugiado en ella

El Herrumbrar
En el lugar del Erumbrar, entraron dichos soldados, y en la iglesia robaron todas sus vestiduras sagradas, executando otros sacrilegios hasta desenterrar cadáveres


AHN. UNIVERSIDADES. 743, N. 1, fol. 33 rº. Sacrilegios cometidos por las tropas del Archiduque Carlos en el Reino de Castilla durante la Guerra de Sucesión, certificados por Miguel Rubín de Noriega, escribano de cámara de Felipe V. 1711

jueves, 14 de enero de 2016

Alojamiento de soldados en la villa de San Clemente (1660)

La instauración de un nuevo impuesto, la llamada composición de milicias, fue librando a las villas del corregimiento de San Clemente del reclutamiento obligatorio de hombres que tenía lugar de forma crónica cada año desde la rebelión catalana de 1640. Pero la carga de alojamiento de soldados continuó; en este caso, es la compañía de caballos del capitán Juan Antonio Burón. El donativo  evidencia la obligatoriedad de una villa que soporta el salario de los hombres y la cebada para sustento de caballos de una compañía camino de Badajoz para una guerra, la de Portugal, que prolongará la agonía de los conflictos en los que se vio envuelta la monarquía hispánica y que, de guerras exteriores, habían de degenerado en guerras del interior. Desde la fecha de este documento, 1660, todavía quedarían ocho años para la finalización de la guerra portuguesa. La preparación del alojamiento corrió a cargo, como fiel ejecutor, del regidor Juan de Ortega García y como aposentador actuó Juan Farfán de Salazar.

Yo juan sevillano escribano del ayuntamiento de la villa de san clemente certifico y doy fee que en birtud de horden del señor bizconde de peñaparda, correjidor de la ziudad de cuenca, llegó a esta villa oy día de la fecha deste, a ora de las dos de la tarde poco más o menos la compañía de caballos del señor capitán don juan antonio burón= y en birtud de decreto de los señores corregidor y regimiento desta villa, el señor juan de ortega garcía, regidor perpetuo desta villa, que a el oficio de fiel executor este presente mes, quando llegó la dicha compañía tenía hecho el aloxamiento della conforme a las órdenes del dicho señor bizconde de peñaparda por ante mi el escribano= y ansimismo en birtud del dicho decreto estaba hecho librança para que amaro d e santiago depositario de los mrs. que esta villa ofreció de donatibo a su magestad para el exercito de badajoz entrgase al dicho señor capitán o a quien lo hordenare 169 ducados en dinero y 31 celemines y medio de cebada para el sueldo del dicho capitán oficiales y soldados de dicha compañía y la cebada para los caballos della, como parece del dicho decreto y libramiento a que me remito y para que conste de pedimento del dicho señor don juan de ortega garcía di el presente a siete de noviembre de 1660.

AMSC. AYUNTAMIENTO. Leg. 37/20. Testimonio de gastos de alojamiento de la compañía del capitán Juan Antonio Burón. 1660

domingo, 6 de diciembre de 2015

La difícil integración de Utiel en la gobernación del marquesado de Villena (1489)

Utiel, que junto a Requena, fue incorporada a la provincia de Valencia en 1851, y desgajada definitivamente de Cuenca (aunque permaneció en su obispado hasta 1955), tuvo un difícil encaje en el distrito de la gobernación del marquesado de Villena durante el siglo XVI, basculando, por una parte, entre su integración en la gobernación dentro del distrito rentas reales del marquesado ( y en la subdelegación de rentas que la sustituyó después durante el siglo XVIII) y, por otra parte, la participación en los repartimientos militares como integrante de la tierra de Cuenca. Así, durante todo el siglo XVI, Utiel nos aparece como una entidad dependiente del Marquesado, pero autónoma, con corregidor propio hacia 1520 y un teniente de corregidor hacia 1580, en la etapa final de la gobernación del Marquesado. Ajena, no participará en las Juntas del Marquesado durante el siglo XVI, pues, al igual que Campillo, sus repartimientos de soldados se harán desde Cuenca. Quizás ese difícil encaje explique la decisión puramente administrativa tomada en el siglo XIX para amputarla definitivamente de la provincia de Cuenca.
Creemos que para la fijación de esta doble fidelidad a la tierra de Cuenca y al Marquesado fue decisiva la decisión tomada en 1489. Ese año, en el reclutamiento para la guerra de Granada, se intentará integrar a Utiel en el repartimiento de soldados del distrito de la gobernación del Marquesado de Villena. La delimitación de la gobernación del Marquesado de Villena como distrito de reclutamiento militar creemos que es una novedad este año, pues tres años antes el repartimiento de soldados de la parte baja del Marquesado ha tenido como base distrital la provincia de Murcia.
En ese contexto la villa de Utiel protestará su agregación al repartimiento de la gobernación del Marquesado de Villena. La resolución de la corona será mandar que se respeten los usos y costumbres antiguos

que el dicho conçejo e omes buenos de la villa de utiel contribuyen e pagan en los dichos rrepartimientos e derramas e lienas e peones e hermandad con la dicha prouinçia de cuenca no les costringáis ni apremies a que ayan de contribuir otra vez con ese dicho marquesado por quanto que en las dichas nuestras cartas generalmente van nombradas los ombres que fueron del dicho marquesado no se debe entender ni estender a la villa de utiel por andar como andan con la dicha prouinçia de cuenca.

Así una decisión tomada en Úbeda el cinco de diciembre de 1489 marcaría la ausencia de Utiel en las juntas del Marquesado de Villena, celebradas durante el siglo XVI para el reparto de peones y gastos militares entre los pueblos de la gobernación

FUENTE

AGS, RGS, XII-1489, fol. 93, Carta a petición de Utiel para que no se le incluya con los repartimientos y derramas del Marquesado, por haber contribuido siempre con Cuenca. 5 de diciembre de 1489

domingo, 29 de noviembre de 2015

Reclutamiento militar y dotación de presidios en el partido de San Clemente (1631-1642)

El malestar de las ciudades y villas del Reino por las levas continuadas y el alojamiento continuo de soldados repatriados, que provocó la guerra de Italia en la segunda mitad de la década de los veinte (66), llevó en 1631 a los Consejos de Estado y Guerra a la alternativa de evitar las levas y su sustitución por una consignación fija destinada a proveer con una dotación fija de soldados los presidios. Las razones las expone Fernando Vallejo en las instrucciones anejas a la carta remitida al Concejo de San Clemente sobre el repartimiento de una consignación fija correspondiente a treinta
soldados repartidos en esa villa (67). Similares cartas debieron recibirse en el resto de los concejos más populosos.
Se planteaba que al igual que en Portugal y Aragón donde servían quince compañías en cada uno de ellos, se había pensado establecer en Castilla sesenta compañías. No obstante comprendiendo los inconvenientes que podían plantear el reclutamiento, paso y alojamiento por unas villas ya devastadas por sus obligaciones militares anteriores, se había decidido sustituir esta obligación por una consignación fija para mantener los soldados existentes en los presidios. Dichos soldados, hasta ahora eran sustentados con las provisiones procedentes de los servicios de millones,

viernes, 20 de noviembre de 2015

Reclutamiento militar en el Marquesado de Villena en el siglo XVI

Durante el siglo XVI pocas veces se recurrió al reclutamiento forzoso de hombres (1). Pero
esas ocasiones, ejecutadas según patrones medievales, constituyeron antecedentes de lo
que ocurriría en el siglo XVII. En el quinientos, la organización política de la zona que
estudiamos se estructuró en torno a las veinticinco ciudades y villas de lo reducido del
marquesado de Villena, con un gobernador al frente, al menos hasta 1586 con la
división de la gobernación en dos corregimientos. Este distrito político era también
distrito de rentas reales, y lo continuó siendo hasta 1718, así como demarcación
territorial para el reclutamiento militar.
Militarmente la gobernación del marquesado de Villena se integraba en un conjunto más
amplio, dependiente del Reino de Murcia, y bajo el mando de un capitán general, el
Marqués de los Vélez.

sábado, 24 de octubre de 2015

DISTRITO MILITAR DEL CORREGIMIENTO DE SAN CLEMENTE: LA MILICIA GENERAL DEL REINO


DISTRITO DE LA MILICIA GENERAL DEL CORREGIMIENTO DE SAN CLEMENTE CREADO EN 1598 (Nº SOLDADOS POR PUEBLO EN 1609 Y EN 1612)


DISTRITO 1

  • SAN CLEMENTE.-  42, 82
  • VARA DEL REY Y SU ALDEA SISANTE.-  33, 37
  • LA ALBERCA.-  9, 13
  • EL CAÑAVATE.-  15, 19

DISTRITO 2

  • VILLANUEVA DE LA JARA Y SU TIERRA.-  77, 78
  • QUINTANAR DEL REY.-  14, 22
  • TARAZONA.-  21, 22
  • INIESTA Y SU TIERRA.-  55, 55
  • MOTILLA Y SU ALDEA GABALDÓN.-  26, 25
  • BARCHIN DEL HOYO.-  14, 10
  • MINGALNILLA.-  7, 6
  • EL PERAL .-  7, 8

DISTRITO 3

  • VILLARROBLEDO.-  62, 119
  • LAS MESAS.-  9, 10
  • LAS PEDROÑERAS.-  21, 33
  • EL PEDERNOSO.-  12, 17
  • SANTA MARIA DEL CAMPO.-  20, 0 (Pasa a jurisdicción señorial en 1607, y se reparten soldados entre el resto de villas)


MILICIA GENERAL DEL CORREGIMIENTO DE LAS 17 VILLAS: 1598 (444 SOLDADOS)  Y 1612 (556 SOLDADOS)


(Datos extraídos de AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 147/2)


La milicia general del Reino fue creada en 1598, aunque se reestableció de nuevo en 1609. Las protestas de las villas llevó a su reordenación en 1612 por el sargento mayor Luis Díaz de Navarra. Salvo en contadas ocasiones (1603, 1611 o 1618), permaneció como un cuerpo militar pasivo hasta su reordenación en el año 1636. Sería movilizado a partir de 1640 con motivo de la guerra de Cataluña.
En un principio creado con base territorial en los obispados, dependió alternativamente de Cuenca o del adelantamiento de Murcia. De hecho, cuando se revive este cuerpo con motivo de la Guerra de Sucesión, hay un debate sobre su dependencia. En un principio, estaba organizado en torno a dos compañías con sus capitanes y sedes en San Clemente y Villarrobledo, posteriormente se añadirá una compañía en Villanueva de la Jara, y, definitivamente en 1636, otra compañía en Iniesta. En el periodo de 1636 a 1641 , las cuatro compañías dependen de un sargento mayor propio, Diego Gutiérrez Villegas, que residirá en San Clemente.
Minaya, villa de señorío, se incorporaría en un segundo momento al distrito de San Clemente.

Más información en artículo en PDF.

jueves, 22 de octubre de 2015

La cofradía de nobles de 1572: Las Pedroñeras

De todas las ciudades y villas del Marquesado de Villena sólo tenemos constancia de una de ellas, Las Pedroñeras, donde se redactaran las ordenanzas para la institución de una cofradía bajo la advocación de Santiago, patrón de España.
Era Las Pedroñeras un pueblo de trescientos cincuenta vecinos. Situada en el camino real que de Madrid y Toledo se dirigía a Murcia, era lugar de paso de las compañías de soldados, que los lugareños responsabilizaban del estancamiento del pueblo; antes se despuebla que puebla, se decía. Se definía a sí mismo, según las relaciones topográficas, como un pueblo de vecinos pobres que vivían de labrar y criar, con toda su población pechera, salvo tres hidalgos de ejecutoria. Ninguno de ellos se prestará a formar parte de las nuevas cofradías de nobles, pero si lo harán una docena de vecinos que hemos de suponer aquellos labradores del pueblo enriquecidos y que por la vía de la institución de la cofradía como gente de calidad pretendía homologarse en prebendas a los pocos hidalgos existentes en el pueblo.
Estos doce vecinos eran Francisco López de Jorge López, Diego de Mena, Antón Martínez Plaza, Sebastián Martínez, Francisco de Plaza, Juan de Andrés Sánchez, Antón López Carnicero, Andrés Martínez Bonillo, Bernardo Astorga, Pedro de la Plaza, Pedro Martínez de Andrés Martínez y Andrés Gómez.
Las Pedroñeras contaba con una posición de ventaja respecto a otras villas para la institución de la cofradía. En 1562, y en cumplimiento de una cédula real de 29 de octubre sobre fomento de la raza caballar, había registrado 19 caballos, yeguas y potros y solicitado el señalamiento de una parte de su término para la cría y aumento de su cabaña equino. El término señalado iba desde el molino del moral questa en el rrío de Záncara con la rribera y corriente del rrío hacia las vertientes de los alcores asta venir por ellas al camino que va a la dicha villa al texadillo deslindado. Curiosamente ninguno de  los 16 propietarios de caballos estará entre los doce cofrades de diez años después.
Las ordenanzas de la cofradía de Santiago apóstol de Las Pedroñeras datan de 13 de abril de 1574 y fueron presentadas ante el Consejo Real por los apoderados de los cofrades Pablo de Alcázar y Andrés López. Aunque nos falta su aprobación, se nos han conservado íntegras en sus veintiún capítulos.
Los cofrades se comprometen a tener un caballo en un plazo de cuatro meses, que vale doze myll maravrdíes, ensillado y enfrenado, lanças, adarga e con los demás adereços posibles. Se llevaría por un secretario el registro de nuevos cofrades en un libro. La cofradía tendría un estandarte de seda con la imagen de Santiago y las armas reales y no se escatimaba en accesorios diversos como trompetas o aderezos para los caballos para desfiles el día de su patrón. El decoro era una obligación de los cofrades en los actos de representación social, donde se buscaba proyectar entre los vecinos la preeminencia de unos hombres que por sus calidades pretendían transmitir una diferenciadora imagen nobiliaria.
La cofradía se organizaría en torno a un capitán, un alférez, dos comisarios y un secretario. Se establecían mecanismos de solidaridad entre los cofrades, pagándose las misas de entierro de los fallecidos; se primaba la entrada de los hijos de los cofrades y se procuraba mantener el decoro de la institución, manteniendo la cortesía entre los hermanos, evitando las discordias y tratando de mantener una imagen hacia el exterior de austeridad en la vida interior de la hermandad, solo rota por los actos de representación social. La ejemplaridad de los cofrades se traducía en la no admisión de mancebos y ser requisito para la entrada el tener mujer, casa y hacienda. La disciplina quedaba garantizada por la obediencia al capitán.
Los integrantes de la cofradía no eran hidalgos, pero como principales con calidades aspiraban a la hidalguía. Se prohibía se tomasen los caballos de la cofradía para carruajes u otro servicio, destinados únicamente al servicio de armas y desfiles de las fiestas. Los cofrades quedaban exentos de aposentar huéspedes, podían llevar armas en cualquier momento o lugar, vedado o no, y gozarían de las franquezas y exenciones de los que sustentan armas e caballos en servicio de su magestad. Finalmente se requería para ser cofrade la limpieza de sangre mora y judía y poseer calidadses de hijodalgo. La preeminencia social tenía su corolario político en el capítulo XIX: ytem que su magestad sea servido que entre los tales hermanos y cofrades desta hermandad ande siempre la mitad de justicia hermandad y hordinaria, atento que no hay en esta villa número de hidalgos ningunos. La aseveración aunque incierta, existían tres hidalgos según las Relaciones Topográficas, mostraba el deseo de estos doce cofrades de presentarse como una nueva nobleza en la localidad, aspirante al control del gobierno político de la villa, tratando de cerrar el gobierno municipal a una minoría con una pretensión, la reserva de la mitad de los oficios, que, en otras villa como San Clemente, se había conseguido dos décadas antes. El gobierno de los ricos buscaba la representación social de su poder a través del estatuto nobiliario.

FUENTES:

En general para todo el Marquesado, AGS, CAMARA DE CASTILLA, DIVERSOS DE CASTILLA,  libro 25, fol. 1. Expediente de formación de cofradías de nobles en el Reino de Murcia y Marquesado de Villena.  Año 1572.

En particular para Las Pedroñeras, AGS, CAMARA DE CASTILLA, DIVERSOS DE CASTILLA, 19, 9. Registro de caballos, yeguas y potros y señalamiento de dehesas en la villa de Las Pedroñeras en cumplimiento de real cédula sobre fomento de la cría caballar. Año 1562.

miércoles, 21 de octubre de 2015

La cofradía de nobles de 1572: el caso de Iniesta

La posibilidad de establecer la cofradía de nobles en la villa de Iniesta fue discutida en sendos ayuntamientos de 6 y 8 de octubre de 1572. Pero si al primero asistieron los oficiales del ayuntamiento y cuantos vecinos quisieron llamados en pregón, en el segundo concejo abierto se procuró llamar a ciertos vecinos particulares, para después convocar al resto en pregón, aunque intencionadamente no se hizo lo segundo
Acudieron a este segundo cabildo Alonso Castellano, alcalde ordinario, los regidores Alfonso López, el doctor Zapata, Martin Mateo, Pedro Clemente, los fieles ejecutores bachiller Juan López Cantero, Benito Risueño y el alguacil mayor Juan Ponce. Este ayuntamiento decidió que se incorporaran al cabildo Hernando Zapata, Juan de Atienza, Manuel Ponce, Fabián de la Peña, Cristóbal de las Heras, Juan de Villanueva y Juan Risueño. A este reducido grupo de personas correspondió manifestar el parecer de la villa en torno a la institución de la dicha cofradía.

Los principales presentaban su villa como una población de alrededor de mil vecinos, excluido del recuento la población de sus aldeas, y en gran estado de necesidad. Entre los habituales males se citaban la pobreza de una villa, sin vecinos capaces de tener caballos ni menos sustentarlos; los pocos que había eran rocines de labor con que labraban las heredades. Era una villa parca en propios y con muchos gastos, entre los que destacaba el pago de los réditos de un censo de dos mil ducados, que no se había podido redimir. Eran habituales los repartimientos y las sisas impuestas a los vecinos para hacer frente a las obligaciones de la hacienda municipal y de las rentas reales.
El desglose de gastos que se hacía, nos da una idea del endeudamiento de la villa. Además del mencionado censo, se adeudaban 1.500 ducados del puente de Vadocañas, recientemente construido, y que en las Relaciones Topográficas la villa presentará con orgullo como uno de los mejores del Reino. 700 ducados eran adeudados a un canónigo de la catedral de Cuenca, que importaba unos réditos anuales de 70 ducados. Algunos vecinos habían prestado 70.000 maravedíes para sustento de los pobres de la villa y otros 300 ducados al propio concejo y se debía al pósito 30.000 maravedíes más. A ello había que sumar los gastos y salarios de letrados y procuradores por los pleitos en la Chancillería de Granada.

Dado el estado de las cuentas, no es extraño que Iniesta se prestará con voluntariedad a servir las armas de su majestad, declarando que se podría nombrar hasta una docena de hombres con posibilidades para comprar caballo. La contrapartida que se pedía era una serie de arbitrios que supuestamente irían a los gastos de establecimiento de la cofradía o, más bien, aprovechar la ya existente cofradía de Santiago que hacía innecesaria la redacción de ordenanzas o cualquier otra innovación. Calculado el gasto de los cofrades por aportación de caballo o armas en 15.000 maravedíes, lo siguiente sería obtener licencia real para disponer de arbitrios con los que cubrir esos costes y es de presuponer que, de paso, sanear las maltrechas cuentas de la villa.
No se dejó pasar la oportunidad para pedir licencia real para echar sisas sobre los vecinos y adehesar parte del término. Aunque no fueron estas las peticiones más atrevidas. Así, se solicitó un derecho de pontaje a favor de la villa sobre el nuevo puente de Vadocañas. Se pretendía cobrar por el derecho de paso un maravedí a cada persona, dos maravedíes si se iba montado a caballo y seis maravedíes a los carros; además se hacía extensivo el cobro al paso de ganados: de cada manada de ganado una rres y de çien cabezas abajo una blanca de cada rres. Se justificaba que se podría sacar del pontaje hasta 6.000 maravedíes por caballero.
Asimismo se pedía que del derecho de la caballería de la sierra, cuyo cobro iba a partes iguales para concejo y corona, ésta cediera su parte a la villa. También se pedía se cediera el derecho de portazgo, valorado en 6.000 maravedíes. En suma, la villa pedía la cesión de los derechos sobre paso de ganados y mercancías por el pueblo.
Finalmente se pedía se dejara arrendar a la villa dos dehesas, con lo que se esperaba alcanzar hasta 60.000 maravedíes. Estas eran las condiciones, que al igual que para otros pueblos, es de presumir que no aceptara la corona para instituir la ya existente cofradía bajo la advocación del apóstol Santiago, a la que se pretendía dar lucimiento con dos festividades anuales para el día del santo patrón y para San Miguel.

La cofradía de nobles de 1572: el caso de Albacete

Para discutir la conveniencia de formar cofradía de hidalgos, regidores y vecinos principales de la villa de Albacete se reunieron en concejo abierto el 26 de octubre de 1572. La reunión estuvo presidida por el alcalde mayor del Marquesado licenciado Gallego de Alarcón y asistieron los alcaldes ordinarios Manuel del Cañavate y Miguel del Moral, los regidores Antón Martínez Peral, Miguel Soriano, Juan Cebrián, Benito de Molina, Pedro Cañavate Cebrián, Juan de Cañavate, Benito López de Belmonte, Juan de Villanueva, Francisco Sedeño de Mesa, Alonso de Cantos, y el alguacil mayor Ginés de Cifuentes, junto al bachiller Clemente.
Al concejo abierto se sumaron los siguientes vecinos: Antón Gascón, Alonso de Alfaro, Antón Martínez de la Gineta, Diego del Peral, Pedro Aparicio, Alonso Núñez, Diego González de Santacruz, Francisco de Cañavate, Benito Soriano, Juan Soriano, Matías Hurtado, Juan Rodríguez de Ves Alarcón, Martín de Cantos de la Xara, Alonso de Belmonte, Francisco de Cantos de Villaba, Francisco del Moral, Miguel Garijo Benítez, Alonso Benítez Xara, Miguel Sanz del Castillo y Miguel de Villena
La aparente predisposición de los regidores y principales de la villa a formar cofradía se convirtió pronto en la exposición de un memorial, donde la representación de quejas por el estado de la villa pronto derivó en una defensa de nuevos privilegios y exenciones para los vecinos principales y el patriciado de la villa Una por una fueron expuestas las condiciones de los dirigentes de la villa, en una relación donde hay poco de súplica hacia la Corona y mucho de exigencia.
Algunas de las condiciones las vemos presentes en las exenciones y preeminencias que se concederían años después con motivo de la creación de la milicia: los nuevos cofrades no podían ser embargados ni presos por deudas, salvo aquellas derivadas de las rentas reales, no se les repartiría bagajes o carruajes, no serían llamados a las guerras fuera de las fronteras del Reino ni se les podría echar huéspedes.
El siguiente grupo de reivindicaciones iban en defensa de los intereses de la villa. Se pedía la celebración de un mercado franco de tres días con motivo de la festividad que la villa eligiere. Se abogaba por defender la ganadería de la villa, en mengua constante, por la inexistencia de pastos propios y el cerramiento por los pueblos vecinos de los pastos comunes:
                                 Yten que su magestad sea servido de conçeder  liçençia a ningún pueblo deste marquesado en cuyos términos esta villa de albaçete e vecinos della tienen aprobechamiento común para que puedan dehesar en ellos, sino que los pastos y aprobechamientos queden libres para poder gozar dellos como al presente los gozan, porque de conçederse  las dichas licçnçias  los pueblos que tienen el dicho aprobechamiento rreçibirían notable daño e prejuyçio a causa de la estrechura de los pastos de cuya causa los ganados e lo que proçede dellos como es las carnes, lana, corambre an venido a valer y valen eçesivos presçios y el dicho ganado e la granjería vienen en diminución.

La tercera petición que se hacía en nombre de la villa ocultaba la defensa de intereses particulares. Las quejas en nombre de una villa carente de rentas y propios, cargada de censos por los gastos de la guerra de las Alpujarras, la sequía y la langosta, se derivaban a la imposibilidad por los nuevos cofrades de mantener con el decoro debido sus nuevas obligaciones, por lo que se pedía para sufragar gastos de caballos, armas y demás, se mandase faboresçer de sus rrentas en cada seis mill maravedíes cada uno en cada un año.
Pero era el último grupo de condiciones las que expresaban el espíritu cerrado de clase del patriciado albaceteño. Se pretendía conseguir licencia regia para que las veinticinco regidurías perpetuas pasaran directamente a los hijos y herederos de sus poseedores a la muerte de éstos. Asimismo los nuevos cofrades, léase regidores perpetuos y principales deudos suyos, elegirían un capitán por cada cincuenta de ellos y cada tres años, nombramiento, que no olvidemos, era una potestad real. Es de destacar la proposición  de Manuel de Cañavate, alcalde ordinario, Juan de Cebrián, fiel ejecutor, y los regidores Pedro de Cañavate y Juan de Cañavate, que pretendían limitar el acceso a los oficios públicos (alcaldes ordinarios, alguacil mayor y alcaldes de la hermandad) a aquellos cofrades con caballo, armas y abono de bienes de cien mil maravedíes. La propuesta que incluía a los hidalgos, establecía el monopolio del gobierno de la ciudad en manos de los ricos, independientemente su condición pechera o hidalga. Por supuesto, fue rechazada tanto por aquellos cuya nivel de rentas les excluía como por los hidalgos que veían peligrar la parte alícuota que de los oficios públicos les correspondía.