El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)
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martes, 27 de febrero de 2024

OFICIOS CONCEJILES E HIDALGOS EN VARA DE REY 1703-1728

 

OFICIOS CONCEJILES E HIDALGOS EN VARA DE REY 1703-1728

7 Septiembre de 1727

Alcaldes ordinarios: don García José de Montoya y Pedro de Buedo Montoya

Regidores perpetuos: Marcos Fernández, Pedro Fernández de Perona Palacios, Sebastián de Villanueva Tello y Marcos Salinas de Perona

Hidalgos recibidos como vecinos: don Felipe Valero y Losa, el doctor don José Valero su hijo, Felipe Antonio Valero Jiménez, y el doctor don Felipe José Valero, originarios de Villanueva de la Jara

10 de agosto de 1705

Alcaldes ordinarios: don Sebastián Montoya y Francisco Ortega Girón

Regidores perpetuos: don Cristóbal Alfonso de Palacios, Juan Saiz Aguilar, Pedro de Jávega Crespo, don Juan de Buedo Cabias

Alguacil mayor perpetuo: don García Alfonso de Buedo y Spinosa

Elección de Alcalde de la hermandad por los nobles: don Fernando de Montoya y Pérez

20 de agosto de 1711

Alcaldes ordinarios: don García Alfonso de Buedo y Spinosa y Juan de Jávega y Crespo

Regidores: Felipe Escribano Criado, Juan Saiz Aguilar, y Pedro de Jávega Crespo

Elección de Alcalde de la hermandad por los hidalgos: don Diego de Valdés y Araque, caballero de la orden de Santiago y su oidor de la Casa de Contratación de Sevilla y superintendente general de las reales minas de azogue de Almadén

6 de agosto de 1712

Alcaldes ordinarios: don Pedro Jacinto de Buedo y Spinosa y Sebastián de Villanueva

Regidores: Felipe Escribano Criado, Juan Saiz Aguilar, Pedro de Jávega Crespo

Alguacil mayor: don Tomás Martínez de Buedo

Elección de Alcalde de la hermandad por los nobles: Eugenio de Oma Caracajona

25 de julio de 1713

Alcaldes ordinarios: don Felipe de Palacios y Francisco García Toledo

Regidores: Juan Saiz Aguilar, Pedro Jávega Crespo, 

Alguacil mayor: don Francisco de Angulo

Elección de Alcalde de la hermandad por los nobles: don García José de Montoya

17 de agosto de 1714

Alcaldes ordinarios: don Pedro López Meneses y Juan de Jávega Crespo

Regidores: Pedro de Jávega Crespo

Alguacil mayor: Mateo García Toledo

Elección de Alguacil mayor por el estado noble: Diego de Montoya Alcaud

20 de enero de 1717

Alcaldes ordinarios: don Alonso Ruiz de Alarcón y Mateo García Toledo

Regidores: don Fernando de Montoya, Pedro Fernández de Perona Palacios, Marco Salinas de Perona, Francisco García Toledo, don Francisco de Angulo y don Pedro López Meneses.

Alguacil mayor: Lorencio Martínez Haro

Elección de alcalde ordinario por los hijosdalgo: don Alonso Carlos Ruiz de Alarcón

Elección de de alguacil mayor por el estado noble: don Rodrigo de Angulo menor

1 de enero de 1718

Alcaldes ordinarios: don Felipe de Palacios y Pedro Martínez Osona

Regidores: don Fernando Diego de Montoya, don García Alfonso de Buedo y Spinosa, Pedro Saiz de Perona Palacios, don Tomás Martínez de Buedo

Elección de alcalde de la hermandad por los nobles: don Diego Valdés y Araque

1 de enero de 1719

Alcalde ordinario: Simón Saiz de Perona y Palacios

Regidores: Marcos Saiz, don Fernando Diego de Montoya, don García Alfonso de Buedo y Spinosa, Pedro Saiz de Perona Palacios, don Tomás Martínez de Buedo, Marcos Salinas de Perona, Francisco García Toledo, don Francisco de Angulo y Peralta.

Elección de alcalde ordinario por los nobles; don García José de Montoya

Elección de alcalde de la hermandad por los nobles; don Diego Huete y Almao

1 de enero de 1720

Alcaldes ordinarios: don García José de Montoya y don Diego de Buedo Montoya

Regidores: Marcos Saiz, Simón Saiz de Perona (teniente de alcalde mayor honorífico), don García Alfonso de Buedo Spinosa, Pedro Saiz de Perona y Palacios, Marcos Salinas de Perona, Francisco García Toledo y don Francisco de Angulo y Peralta

Elección de alcalde de hermandad por los nobles; don Felipe de Angulo y Peralta

1 de enero de 1721

Alcaldes ordinarios: Pedro Jacinto de Buedo y Spinosa y Mateo Toledo Jávega

Regidores: Marcos Saiz, don Fernando de Montoya, don García Alfonso de Buedo y Spinosa, Pedro Saiz de Perona y Palacios, y Marcos Salinas de Perona

Elección de alcalde de la hermandad por los nobles: don José de Palacios y Argandoña

1 de enero de 1722

Alcaldes ordinarios: Don Alonso Ruiz de Alarcón Diego Jàvega Crespo.

Regidores: Marcos Saiz, don Fernando Diego de Montoya, don García Alfonso de Buedo y Spinosa, Pedro Saiz de Perona Palacios, Marcos Salinas de Perona, Francisco García Toledo

Elección de alcalde de la hermandad por el estado noble: don Julián Cabeza de Vaca

3 de enero de 1723

Alcaldes ordinarios: don García Alfonso de Buedo y Spinosa y Lorencio de León

Regidores: Marcos Saiz, Pedro Saiz de Perona Palacios, Francisco García Toledo

Elección de alcalde de la hermandad por los nobles: don Francisco de Montoya Alcaud

1 de enero de 1725

Alcaldes ordinarios: don Pedro Jacinto de Buedo y Spinosa

Regidores: Marcos Saiz, don García Alfonso de Buedo y Spinosa, Pedro Saiz de Perona Palacios, Sebastián de Villanueva, Marcos Salinas de Perona, Francisco García Toledo

Elección de alcalde ordinario por el estado noble: don Diego Sebastián de Montoya

17 de diciembre de 1725

Alcaldes ordinarios: don Diego Sebastián de Montoya y Diego de Jávega Montero

Regidores: Marcos Saiz, don Fernando Diego de Montoya, Pedro Saiz de Perona Palacios, Sebastián de Villanueva, Marcos Salinas de Perona y Francisco García Toledo

Elección de alcalde ordinario por el estado noble: don García José de Montoya

1 de enero de 1728

Alcaldes ordinarios: don García José de Montoya y Pedro de Buedo Montoya

Regidores: don Fernando Diego de Montoya, don García Alfonso de Buedo y Spinosa, Pedro Saiz de Perona Palacios, Sebastián de Villanueva Tello, Francisco García Toledo y don Francisco de Angulo

Elección de alcalde ordinario por el estado noble: don Fernando Spinosa y Valdés

Elección de alcalde de la hermandad por el estado noble; don Miguel de Meneses y Gallego

Repartimiento de alcabalas de 1707

Hidalgos: Diego Gabaldón

Repartimiento de alcabalas de 1719

Hidalgos; don Francisco de Angulo Caja

Repartimiento de alcabalas de 1727

Hidalgos: don Alonso Ruiz y Angulo

Expediente a instancias del fiscal para que el concejo de San Clemente y su jurisdicción remitan testimonios de los vecinos recibidos  por hijosdalgo desde 1703 en adelante. ACHGR, C-14824-24

miércoles, 30 de junio de 2021

EL CAMBIO DE ÉLITES EN VILLANUEVA DE LA JARA EL AÑO 1529

 

EL CAMBIO DE ÉLITES EN VILLANUEVA DE LA JARA EL AÑO 1529

Era el mes de marzo de 1529 y el viejo problema irresuelto de las cuentas del concejo de Villanueva de la Jara afloró de nuevo. Quisiéramos ver un ajuste de cuentas de los vencedores de la guerra de las Comunidades frente a los perdedores, pero no fue así. Acabada la guerra de las Comunidades, Villanueva de la Jara cerró filas para evitar responder de sus viejos compromisos o ambigüedades, pues el pueblo se comprometió sin comprometerse: envío de hombres en ayuda del marquesado de Villena, que nadie recordaba, envío del procurador Sancho Martínez de Olivenza a la Santa Junta de Tordesillas y al que dos años después se le pedía que devolviera los novecientos maravedíes pues se quería tener su procuraduría ante el máximo órgano de gobierno de las Comunidades, como asunto particular, y silencio absoluto en lo que era más difícil de ocultar, aunque fuera por su visibilidad, un cortijo construido en esa época. En las tierras de la Mancha de Montearagón existen castillos, pero es menos conocida una forma tradicional de fortaleza más popular e improvisada, donde falta la piedra y sobra la tierra, que es el cortijo. Célebre era el cortijo de Las Mesas donde se refugiaron los vecinos insurrectos del pueblo y de los vecinos El Pedernoso o Las Pedroñeras en la guerra del Marquesado, no menos célebre era el cortijo de Santa María del Campo Rus, construido en torno a la casa palacio de los Castillo Portocarrero, arrasado por el valiente capitán Pedro Baeza ante la impotencia de Pedro Ruiz de Alarcón. Ahora cuarenta años después los que construían su cortijo eran los jareños, no sabemos si como bastión de la causa comunera o lo que era más probable como fortaleza defensiva ante lo que pudiera venir a unos vecinos celosos que únicamente abrazaban causa que fuera ligada a la defensa de sus propiedades. Del asunto del cortijo elevó informe el gobernador del marquesado de Villena en 1523 al alto Consejo Real, queriendo librarse de un asunto espinoso. Y es que, a esas alturas, Villanueva de la Jara ya había expiado sus culpas comuneras. Primero, poniendo sus hombres al servicio del prior de San Juan para acabar con los últimos focos comuneros, una vez certificada la derrota de Villalar, aunque la expedición no fue más allá de Las Mesas, después de casi una insegura indiferencia en San Clemente (que tenía mucho que esconder de su compromiso comunero) y una muy probable operación de castigo en Villarrobledo, donde la causa comunera seguía muy viva.

No parece que estos equívocos jareños gustaran mucho a Jorge Ruiz de Alarcón. El señor de Valverde tenía especial inquina a los comuneros, no en vano había sido expulsado y huido de la ciudad de Cuenca, donde era regidor. Al frente de las tropas imperiales se puso para sofocar la gran rebelión de Moya y ofreció de nuevo sus servicios para levantar una decena de compañías de soldados y más de 3000 hombres para acabar con los insurrectos agermanados, que resistían en Játiva y Alcira el año 1522. Es sabida el poco espíritu guerrero que mostraron en el combate estos campesinos militarizados, se conocen pocas pérdidas humanas, pero las pérdidas fueron mucho mayores en las haciendas. El hecho de que se movilizaran a los labradores, a todos (pues el señor de Valverde anduvo buscando a los escasos sesenta o setenta que quedaron en Villanueva para enrolarlos), fue causa que los campos se quedaran sin sembrar ese mes de noviembre de 1522, mientras los jareños, que volvieron a sus casas cinco días ante de la toma de Játiva el 4 de diciembre de 1522, obligaban a Jorge Ruiz de Alarcón a “artimañas de paz” para la rendición de la plaza valenciana.

La operación de Játiva fue un mal trago para la economía jareña, ya que dejó más de setecientos mil maravedíes de deudas, anotadas una a una por el escribano Juan Robres, y que se convertirían en dardo arrojadizo en los próximos años como acusación de enriquecimientos ilícitos durante la guerra y petición de pago de esas mismas deudas a aquellos que tenían las responsabilidades en la guerra. Fue entonces, ese año 1529, ante el corregidor de las tres villas de la emperatriz Isabel (Villanueva de la Jara, Albacete y San Clemente), cuando tres familias: los Clemente, los López de Tébar y los Ruipérez tomaron el asalto definitivo al poder jareño. Eran familias viejas de Villanueva, enriquecidas al igual que otras, pero ahora dispuestas a hacer de la necesidad ajena, virtud, y dar el golpe definitivo a sus compañeros del pasado. Es ahora cuando se produce el declive definitivo de los Talaya, los descendientes de aquel héroe que ofreció su vida por la de su hermano en la pasada guerra del Marquesado. Pero la lista de viejas familias caídas en desgracia fue más amplia, tanto como las de sus haciendas. Y es que la vieja república de labradores se había roto, ahora tocaba la consolidación de unos terratenientes con ínfulas nobiliarias, que miraron para otro lado no queriendo ver las antiguas ordenanzas que declaraba a la villa enemiga de hidalgos. Entre los caídos en desgracia, los descendientes de Fernán Simarro, redactor de las Ordenanzas, y padre fundador de Villanueva de la Jara.

En la ejecución de bienes de 1529 eran parte ejecutada, Juan del Cañavate, Martín López y Aparicio Atalaya. Martín López tenía sus bienes en la vega de la villa, desde Villaverde la vega hasta los juncales, un total de catorce pedazos de hazas cebadales de ochenta almudadas. Juan del Cañavate había cambiado su domicilio a Honrubia, aldea de Alarcón, pero le fueron ejecutadas en Villanueva, veinticinco almudadas en la cañadilla de la Madera, diez almudes de trigo en la vega del Pozuelo y dos hazas trigales de diez almudes en la cañada el Rubial. Mientras Aparicio de Talaya señaló por bienes trescientos almudes en el lavajo del Lobo y el lavajo de las Sendas. Otro de los vecinos que sufrió ejecución de bienes fue Pascual Rabadán, aparte de las casas de morada, le fue ejecutada una viña de 3000 vides camino de Villalgordo, paraje donde se concentraban otras viñas de los Mondéjar, Alonso y Blas o las 1200 vides de Juan López el viejo, también embargadas. Junto a Pascual Rabadán cayeron otros vecinos que tenían sus casas aledañas, Miguel Mateo, Sebastián de Caballón o Alonso Simarro. A Sebastián de Caballón se le enajenó una casa y huerta; Ginés de Ruipérez, unas casas en las calles reales; Pascual Sánchez de Atalaya, otras casas; Juan de Chinchilla, casas linderas de Leonisio Clemente y Clemente Ruipérez; otras casas de Pedro de Beamud; Unos y otros actuaban como fiadores en esta difícil situación, mostrando la solidaridad de un grupo que veía sus horas más bajas. La ejecución de los bienes se haría por Llorente López de Tébar, alguacil, y Antón Clemente, escribano.

Tierra y trigo dominaban la escena política de Villanueva de la Jara. El dominio de los oficios concejiles era clave para el control de una política de abastos que garantizará la alimentación de la población con el arrendamiento de los hornos de Villanueva de la Jara y sus aldeas o bien con la cesión de grano a los particulares para la fabricación de pan cocido en los hornos de su casa. Igual papel cumplían las carnicerías, existentes, al igual que los hornos, en Villanueva y sus aldeas. Los Molinos Nuevos de la ribera del Júcar, donde Villanueva poseía la propiedad de seis ruedas, se había convertido en el principal centro del control de granos de la villa; aparte de los ingresos que procuraba al concejo, los molinos funcionaban como un pósito que regulaba el abasto y los precios de los granos en Villanueva y sus aldeas, abasteciendo del grano para la fabricación de pan o como adelanto para la siembra a los labradores. Si examinamos el año 1529 veremos cómo Leonisio Clemente está detrás de la expedición de todos los libramientos de partidas de granos de ese año. Los agricultores acudían al molino a adquirir prestado el grano de la sembradura del otoño, un grano procedente de las maquilas del molino de las cosechas del verano, pero que les permitía el cereal para la cosecha del año venidero. Eran compras de dos, las que más dominaban, a ocho fanegas de trigo a un precio de nueve reales la fanega, aunque no faltaban los que adquirían un almud nada más. Las ruedas de los molinos Nuevos era librarse de la dependencia de los Pacheco y sus molinos, pero era caer en la dependencia de los oficiales que controlaban el concejo. Además, los labradores cultivaban tierras ajenas del suelo de Alarcón, cuando no dependían de los censos o préstamos de familias como los Castillo sanclementinos. En cualquier caso, sobre el papel de los molinos en las relaciones de producción basta con ver las extensas cuentas del concejo de Villanueva y sus ventas de grano a los pequeños y medianos labradores, una larga lista de hombres que estaban tan cerca de la propiedad de la tierra como de perderla y una larga lista de hombres donde dominan los hombres con apellidos nuevos y desconocidos que habían acudido a la Jara en busca de oportunidades. Uno de esos nuevos vecinos era un hombre conocido por el apellido, Vala de Rey.

 

sábado, 1 de mayo de 2021

Los Zapata conquistan el poder concejil de Iniesta (año 1546)

 

Códice de Osuna, BNE, MSS.FACS/999


Las elecciones de oficios concejiles de 1546 despertaron las rivalidades en el seno del patriciado iniestense. El gobierno del concejo de Iniesta estaba formado por dos alcaldes, dos alguaciles y, desde 1543, diez regidores perpetuos. Ese año de 1546 se hicieron dos elecciones. La primera, tal como era uso y costumbre, el día de San Miguel; la segunda, revocando la primera, unos pocos días después, por la intervención directa del alcalde mayor de marquesado de Villena, el licenciado francés. La elección de oficios elegibles, alcaldes ordinarios y alguaciles, se hacía por los oficiales del ayuntamiento anterior y los regidores perpetuos. Si la primera elección de 29 de septiembre se hizo por dos tercios de los oficiales; la segunda, a decir de uno de los bandos, se hizo por tres regidores perpetuos únicamente, acompañados por el alcalde mayor. Se denunciaba expresamente a Juan Zapata, su hermano y un primo.

Desde el año 1543, Iniesta disponía de ocho regidores perpetuos, pero tras las protestas de la familia Zapata, que acusaba de desequilibrios en el poder de la villa por estar en minoría respecto a una parcialidad de cinco regidores, se crearon dos nuevas regidurías perpetuas hasta un total de diez, que en 1546 eran: Andrés de Nuévalos, Juan Garrido de Bernal Saiz, Miguel Cabronero, Juan Ruiz de la Almarcha, Ginés de la Jara, Juan de Zapata, Benito García, Francisco de Lorca, Francisco Granero de Iniesta y Agustín Montes. Viejos apellidos como los Garrido, García o Zapata con otros advenedizos y faltando otros apellidos como los López Cantero de gran proyección futura y otros como los Espinosa, familia de tradición y que no tardaría en despuntar. La figura en alza en la década de 1540 era Juan Zapata, que había atraído hacia sus intereses a otros regidores como Francisco Granero, Francisco de Lorca o Juan Ruiz de la Almarcha o Agustín Montes o familiares por parte materna, una Castañeda. Enfrentados a los Zapata, las viejas familias pecheras de los Garrido o los García, acompañadas de otras como los Cabronero, Nuévalos o la Jara. Aparentemente era un viejo conflicto de hidalgos, representados por los Zapata, frente a los pecheros, liderados, por los Garrido y la figura tan ascendente como fugaz de Andrés Nuévalos. Quizás posiciones ambiguas como los de la familia Espinosa era causa de su exclusión del poder, aunque Pedro de Espinosa, que actuaba como alcalde de la hermandad, procuraba minar el poder desmesurado que estaban alcanzando los Zapata. Los viejos representantes del poder pechero se negaban a aceptar a los hidalgos como tales, al tiempo que les acusaban de “palabras atrevidas para revolver a la villa”.

Hidalgos se pretendían Juan Zapata, Francisco de Lorca y Francisco Granero, que el 18 de septiembre alegaron ante el Consejo Real una sentencia favorable de la Chancillería de Granada para ser admitidos en los oficios concejiles elegibles: alcaldes y alguaciles. Una pretensión que escondía la ambición de Juan Zapata por controlar el poder concejil, colocando en los oficios a él mismo, a su hermano García y a su pariente Pedro de Castañeda. La cosa iba más allá de pecheros e hidalgos, tal como reconocía el alcalde Gabriel Martínez, si habían de entrar hidalgos en el ayuntamiento, antes de entrar los Zapata y sus emparentados los Castañeda era preferible que lo hiciera el licenciado Espinosa junto al pechero Juan Garrido de Alcalá. Aunque no todos eran favorables a este dominio de la vida municipal por Zapatas o Espinosas; un conjunto de pecheros enriquecidos luchaban por acceder al poder y nuevos hombres, o viejos según lo queramos ver, se sumaban a la lucha por el poder: Juan Risueño cedía su cargo de alcalde a Benito Martínez del Peral.

Los pecheros impusieron su voluntad en la elección de San Miguel de 1546, eligiendo alcaldes a Gabriel Martínez y Juan Risueño y como alguaciles a Juan de Atienza y Antón Albarrilla. En estos momentos de disputas, la presencia del alcalde mayor del marquesado, bachiller Mejía, intentaba poner una paz, que era simple claudicación a los intereses del bando más fuerte y que mostraba su impotencia remitiendo los autos de la elección del oficio concejil al gobernador Pedro Martínez de Avellaneda, por entonces en Hellín, para su posterior aprobación. La mascarada de las elecciones iba acompañada de las amenazas encubiertas. La decisión de San Miguel de 1546 no se respetó ni pasado un solo día; a caballo, por las calles de Iniesta, iba el alcalde mayor Mejía buscando oficio de escribano para nombrar nuevo alcalde que satisficiera a todos. Tal voluntad recayó en Juan Garrido de Alcalá, pero el nuevo alcalde renunciaba inmediatamente ante las amenazas de los Zapata, pues, aunque honrado y de buena conciencia, no parecía presentable en sociedad, por su poca dicción y la fealdad que le provocaban unas enormes hinchazones en la cabeza, para, a las pocas horas, volver a aceptar el cargo ante la presión del bando contrario. El asunto iniestense llegaría hasta el gobernador Avellaneda el cuatro de octubre, sin duda a instancia de los Zapata, que desde Hellín y a quince leguas de distancia decide enviar al otro alcalde mayor del marquesado, el licenciado Francés y en un intento de aliviar la guerra de bandos, mandaba desterrar a una legua de Iniesta a Juan Garrido de Bernal Saiz y Andrés de Nuévalos, por una parte, y a Juan Zapata y Juan Granero de Iniesta, por otra. Decisión aparentemente ecuánime pero que significaba el apartamiento del poder de los dos primeros regidores, Garrido y Nuévalos, que eran quienes a la sazón lo detentaban. Con razón se quejarán los dos regidores que el gobernador cedía la paz y sosiego en la buena gobernanza por intereses apasionados.

El “golpe de estado” de los Zapata para hacerse con el gobierno local de Iniesta tuvo lugar el ocho de noviembre de 1546. Previamente, Juan Zapata y su hermano García habían arrancado del alcalde mayor licenciado Francés la nulidad de las elecciones de San Miguel de 1546. Hubo ausencia de tres regidores, pero aparte de la falta de Francisco Lorca por enfermedad y el pusilánime Agustín Montes, se dejó notar la de Juan Garrido, con su ausencia y la del licenciado Espinosa (que como alcalde de la hermandad no tenía derecho a estar en los ayuntamientos) la oposición al partido de los Zapata quedó muy menguada y defendida por Andrés Nuévalos que sería incapaz de mantener la solidaridad del partido pechero frente a las ambiciones hidalgas. En los memoriales presentados por ambos bandos queda patente una desigual visión política: el bloque pechero defendió el tradicional y buen gobierno de la villa, la falta de pasión y buen celo en el ejercicio de los oficios públicos y la no entrada en los oficios de los hidalgos, pues, en sus palabras, no lo habían hecho desde que la villa era de cristianos; la familia Zapata simplemente advocó la necesidad de un equilibrio en las parcialidades de la villa reflejado en el gobierno local. Es curioso como hoy en día andamos presos de ver parcialidades y bandos en los conflictos concejiles de antaño, pero el concepto de parcialidad fue término usado y abusado por una futura oligarquía que quería acabar con el gobierno de las repúblicas pecheras de las primera cuatro décadas. De hecho, el hermetismo y control del poder concejil por una oligarquía pechera que fue cerrando día a día la base de electores, sería denunciado por las familias hidalgas que exigían ese poder para sí: se denunció primero la corrupción de ese poder pechero para a continuación disolver el mismo, consiguiendo sumar, es decir, comprar voluntades enemigas. Es lo que hicieron los Zapata en Iniesta, ganándose el favor de algunos regidores pecheros como Miguel Cabronero o Juan de la Jara o la del propio obispado para conseguir la excomunión de sus rivales, bajo excusa de haber sacado de la iglesia del Hospital a un tal Cosme Maldonado, una irrupción en lugar sagrado bastante común en las justicias ordinarias de la época. Una práctica común para eliminar enemigos como podía ser esa otra de inhabilitar para cargo público por delitos de sangre; tal era el caso de Miguel Cabronero, suspendido por dos años.

Aquel cuatro de noviembre de 1546, el ayuntamiento presidido por el licenciado Francés eligió por alcaldes ordinarios a Juan Zapata y Miguel Cabronero y por alguaciles a García Zapata y a Juan de la Jara. Los Zapata dominaban pues los cargos añales; el suspenso por delito de sangre Miguel Cabronero tenía las manos atadas por una sentencia condenatoria y Juan de la Jara, hijo de Ginés, dependía de la inconstancia de su padre. Por primera vez, y muy a pesar de Andrés Nuévalos, los hidalgos entraban en las suertes, a mejor decir cooptación, de los cargos añales por primera vez “desde que la villa era de cristianos”.

ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. PLEITOS, 1199-10. PLEITO ENTRE EL CONCEJO DE LA VILLA DE INIESTA, CON GABRIEL MARTINEZ Y OTROS, SOBRE ELECCIONES DE OFICIALES

La crisis de 1540 y la forja de nuevas élites

 

Son los años de la década de 1540 el momento en que surge una élite que dominará la vida política, social y económica del sur de Cuenca. Los hombres que formarán esta élite vienen de la primera mitad del siglo y son herederos de viejas rivalidades de sus abuelos forjadas en las guerras del Marquesado. El conflicto por el poder en la década de 1540 es descarnado, devenido en violento en la década siguiente. Se nos presente como el último estertor de las repúblicas pecheras por impedir el acceso a los ayuntamientos de los hidalgos, que ahora ganan a golpe de ducados ejecutorias de la Chancillería de Granada, pero el conflicto surge en un contexto de la primera gran crisis económica que viven las sociedades del sur de Cuenca desde esa otra del quinquenio negro de 1504-1508. Si entonces el hambre y la peste se abatieron sobre unas sociedades famélicas que empezaban a levantar los pueblos y fue revulsivo superador para una sociedad en ciernes; ahora en 1540, las sociedades de realengo del antiguo suelo de Alarcón son sociedades ya maduras: el manto de sombra que las nubes de langosta proyecta por los pueblos es presagio anunciador de una década calamitosa. Ahora los hombres ya no tienen esa capacidad de regeneración; conquistado el espacio agrario, los principios malthusianos se muestran con toda claridad, pero no es solamente que no haya más tierra para conquistar, aunque la hay en espacios incultos, es que el espacio agrario creado y limitado por las capacidades de los hombres y sus técnicas es objeto de desigual reparto. Ya no se labran nuevas tierras, vistas como nuevas oportunidades para los desposeídos de ella, sino que algunos las pierden en medio de un proceso inflacionario y de crisis. La desigualdad en el reparto de la tierra tiene su corolario en el desigual reparto del poder. El emperador Carlos, siempre preso de sus necesidades financieras vende en 1543 las regidurías de los pueblos. Las villas tenían en los pueblos gobiernos dominados por oligarquías pecheras: los oficiales del año anterior elegían para San Miguel a los nuevos o, en otros casos, se elegían colegios de electores constituidos por una veintena de hombres. En la mano de los niños que sacaban las bolas de cera de los elegidos, por pocos que fueran los llamados, se quería ver unas sociedades tan dinámicas y permeables como llenas de oportunidades. Sin embargo, el establecimiento de las regidurías perpetuas lo enfanga todo; el monopolio de los puestos de regidores por unas pocas familias se define entre los años cuarenta y cincuenta. Es un proceso claro aparentemente, a golpe de cartas de pago de cuatrocientos ducados, pero manifestado violentamente en las elecciones de los pocos oficios elegibles que quedan: alcaldes ordinarios y alguaciles. Disputas en los ayuntamientos en medio de la voluntad comprada corruptamente de alcaldes mayores del marquesado de Villena, prisiones y destierros de los rivales y cuchilladas para eliminarlos en lucha mafiosa alejada de aquellas rivalidades heroicas de sesenta años antes durante la guerra del marquesado.

Es ahora cuando se forjan los patriciados definitivos de las villas de realengo del sur de Cuenca, mutados en nueva nobleza de proyección regional. La lucha es despiadada: la sangre de cristiano viejo, comprada en ejecutorias de la Chancillería de Granada, es carta de naturaleza de esta nueva élite; no todos las consiguen, no tanto por ser incapaces de superar la infecta sangre conversa, sino por ser incapaces de superar los odios generados por la aversión a la riqueza ajena. El caso más claro de los que fracasan es el de los Castillo de la villa de San Clemente, que camaleónicamente sabrán esconder su sangre en la no más pura de los Pacheco. Aunque los nombres que nos quedan en los papeles son los de los triunfadores: Pacheco y Herreros en San Clemente, López de Tébar y Clemente en Villanueva de la Jara o Espinosa y Zapata en Iniesta. Los citados es una muestra simplificada de estas nuevas élites (novedosas en el encumbramiento y viejas con su presencia en los pueblos), pues la lista de apellidos es más amplia, tan amplia como la nueva sangre pechera que portan, reflejo de alianzas matrimoniales y recomposición de haciendas). Es ahora, cuando aparecen citados apellidos de gran proyección futura, en la marginalidad de los papeles, por citar uno: Martínez del Peral. Y es ahora cuando de forma definitiva se rompe el falso equilibrio de poder nacido tras el movimiento comunero; equilibrio tortuosamente recompuesto y roto en los años treinta. Es a partir de la década de los años cuarenta cuando se asiste al gran proceso urbanizador de las villas de realengo del sur de Cuenca, extendido durante medio siglo y que hemos heredado, y a su vez heredero de comienzos de siglo, con sus espacios públicos, sus edificios religiosos o sus casas palacio. Las villas manchegas, pueblos de labradores, juegan con ser pequeñas ciudades en una implosión de mercaderes y pequeños artesanos, a medio camino entre el verlag system y unas mal formadas ordenanzas. Pero la realidad es que les falta el impulso creador de comienzos de siglo, tal que a sus nuevas élites.

lunes, 18 de enero de 2021

La residencia de oficios concejiles en San Clemente en 1547

 

Residencia de los oficios concejiles de San Clemente por el gobernador Carbajal, 13 de mayo de 1547

 

El gobernador Carbajal veía la villa de San Clemente dividida en dos parcialidades. Ese año de 1547 eran alcaldes el bachiller Avilés y Antón de Castañeda y alguacil mayor Gregorio de Perona, oficios electos que ejercían el gobierno de la villa junto a ocho regidores perpetuos. A decir del gobernador Carbajal las dos parcialidades estaba integradas en dos bandos definidos:

·        El alcalde Antón Castañeda, y los regidores Francisco Pacheco, Alonso Pacheco Guzmán, Hernando del Castillo e Inestrosa Toledo, Sancho López de los Herreros, Francisco de los Herreros.

·        El alcalde bachiller Avilés, el alguacil Gregorio de Perona y los regidores Cristóbal de Tébar, Alonso García y Francisco Jiménez. Este último, sin duda víctima de las presiones, había renunciado a su cargo de regidor en favor de Rodrigo Pacheco, hijo de Francisco.

El gobernador denunciaba dos parcialidades enfrentadas con el único fin de controlar el gobierno municipal de la villa, intentando contradecir el espíritu de la ejecutoria de 1538 que obligaba a la elección por suertes de los oficios de alcaldes y alguacil y estableciendo un nuevo sistema por votación directa para imponer sus candidatos o, caso de las elecciones de 29 de septiembre de 1546, nombrando dos alguaciles, uno de cada parcialidad.

El gobernador Carbajal determinó durante treinta días a todos los regidores perpetuos, en tanto que la residencia era mandada al Consejo Real para que decidiera. No obstante, dejaba ejercer sus oficios temporalmente, para no dejar a la villa sin gobierno, a algunos de los cesados: Cristóbal de Tébar, Hernando del Castillo, Alonso García y Francisco de los Herreros. Sentenció que los oficios se eligieran por suertes, pero excluyendo a los deudos y parientes de los oficiales a la sazón.

 

La elección de 1546, por votos, se había hecho con la complicidad del alcalde mayor licenciado Francés. No obstante, la sentencia del gobernador doctor Rodrigo Suárez Carbajal fue desigual, benévola con unos y ejemplarizante con otros:

  • El alcalde bachiller Avilés, el alguacil Perona, y los regidores Cristóbal de Tébar, Alonso García y Francisco Jiménez fueron absueltos por haber defendido el espíritu de la ejecutoria de 1538 frente al alcalde mayor.

·        Los regidores Francisco Pacheco, Alonso Pacheco Guzmán, Hernando del Castillo e Inestrosa Toledo, Sancho López de los Herreros, Francisco de los Herreros fueron condenados a diez mil maravedíes por haberse saltado la ejecutoria

·        El gobernador condenó a los cinco regidores anteriores por celebrar ayuntamientos apartados y sin el escribano del ayuntamiento para cesar el procurador de la villa, Andrés González de Tébar, y al solicitador de pleitos Antonio de Alarcón, que defendían los intereses de San Clemente en Granada frente al regidor Francisco Pacheco, señor de Minaya, que ambicionaba incorporar una parte del término de la villa de San Clemente. A esos ayuntamientos apartados intentó hacer frente, con poco éxito, el gobernador Pedro Martínez de Avellaneda. La condena de los cinco regidores fue multa de 6000 mrs. a cada uno.

·        En el mencionado ayuntamiento separado de revocación de poderes tuvo un papel determinante el alcalde ordinario Antón de Castañeda, que descerrajó la puerta del ayuntamiento para acceder al mismo. Fue condenado a no usar el oficio de alcalde durante seis años so pena de destierro de diez años del marquesado de Villena y multa de 20000 maravedíes

·        Condena contra Antón de Castañeda de 3000 mrs. por haber revocado sentencia contra Miguel Sánchez de los Herreros y por no haberse inhibido en la causa que la justicia del marquesado seguía contra Juan de Ortega Castillo, condena de tres mil mrs., treinta días de prisión y destierro de un año del marquesado, y se remiten autos al Consejo sobre alzar depósito en connivencia con los Pacheco.


ACHGR, PLEITOS, 721-6

La elección de oficios concejiles de 1548 en San Clemente

 

El último gobierno concejil, en 1542, antes del establecimiento de los regidores perpetuos estaba formado por Pedro Rodríguez de Olivares y Alonso Oropesa como alcaldes ordinarios, Francisco de Perona, Amador López de Ávalos, Pedro López de Garcilópez y Antonio de la Fuente, regidores, y Miguel Vázquez de Haro, alguacil, junto a los diputados Francisco García y Alonso López de Garcilópez.

La división de la sociedad sanclementina se reflejaba en los repartimientos de alcabalas: se nombraban seis repartidores por los pecheros (a su vez divididos en tres estados: mayor, mediano y menor) y dos repartidores para los hidalgos. Pero en 1542, el repartimiento lo hacían seis pecheros, obviando los dos recaudadores hidalgos.

El establecimiento de los regidores perpetuos en 1543 en San Clemente supuso la venta de ocho regidurías, cinco de las cuales fueron compradas por hidalgos y tres de ellas por pecheros. Entre los pecheros, las dos más señaladas fueron las que compraron Sancho López de los Herreros y Cristóbal de Tébar. Pronto los Herreros que acumularon más regidurías se pusieron de acuerdo con los hidalgos para dominar los oficios elegibles, cambiando la tradicional elección por suertes en elección por mayoría de votos. En su intento chocaron con Cristóbal de Tébar que, representado en la Chancillería de Granada por el licenciado Perona, defendió la permanencia de un colegio de cuatro hidalgos y doce pecheros para la elección de alcaldes y alguacil. La disputa saltó en la elección de oficios de 1544 y fue llevada a la Chancillería de Granada a comienzos de 1545. La disputa era vieja y duraba ya más de medio siglo: era la disputa por el poder entre los Herreros y los Origüela, que ahora habían vuelto a la primera escena, blanqueando el apellido con el de Tébar como harán después con el de Avilés.

Los primeros encontronazos de los pecheros fueron con Francisco Pacheco, señor de Minaya, que pretendía ampliar los términos de su villa, y contra su primo Alonso Pacheco. Parece que, en la elección de 1543, pusieron un Garcilópez como alcalde, hombre de paja al servicio de sus intereses.

Las alianzas iban y venían; los Herreros se habían aliado con Francisco de Pacheco, señor de Minaya, y eran acusados, no sin razón de intentar cercenar los términos de San Clemente en beneficio de Minaya. También contaban con la alianza de Alonso Pacheco Guzmán, uno de los principales hacendados de San Clemente, pero esta alianza se rompió en seguida por la irrupción como regidor perpetuo de Hernando del Castillo e Inestrosa, el nieto del alcaide de Alarcón, que era cuñado y que pronto unieron a su alianza familiar otra de carácter político para hacerse con el poder en San Clemente. Herreros y Tébar atisbaron enseguida el peligro, que afectaba a la misma independencia jurisdiccional de San Clemente. Por esa razón, las enemistades entre Herreros y Tébar se olvidaron, y junto a los Pacheco de Minaya y los Valenzuela intentaron formar un grupo hermético que evitara la entrada de los Castillo en el gobierno municipal. No obstante, Hernando del Castillo y Alonso Pacheco supieron jugar sus cartas, ofreciéndose como garantía de estabilidad del poder concejil a los gobernadores y sabiéndose ganar a los pecheros o nobles discutidos que habían sido apartados del poder, caso de los Perona o Rosillo, o aquellos miembros de la baja nobleza apartados del poder, los de la Fuente, víctimas de los cambios: primero con la ejecutoria de 1538 que permitió a los hidalgos entrar en el poder o el establecimiento de las regidurías perpetuas en 1543.

Durante unos meses del año 1543 hubo una convivencia del viejo esquema municipal, dos alcaldes, cuatro regidores y un alguacil mayor (y la permanencia de unos diputados del común desfigurados) con los nuevos ocho regidores creados. No obstante, parece que el gobierno cayó en cuatro de esos regidores perpetuos, por ausencia del resto, y la permanencia de Francisco del Castillo Inestrosa, regidor añal, que garantizaba la presencia de la familia ante un Hernando del Castillo e Inestrosa que era una de los beneficiaros de la compra de regidurías perpetuas.

La lucha por el poder municipal en 1543 se trasladó de las regidurías al control de los oficios añales, alcaldes y alguacil. Y esa lucha tomó forma en el dilema de si los nuevos cargos añales debían ser votados por el concejo saliente o sacados en suertes. La elección de cargos entrantes por los miembros de la corporación saliente no era nueva, de hecho, San Clemente tuvo una estructura municipal compuesta por siete oficios concejiles y siete diputados, que en este último caso coincidían con los oficiales del año anterior. Al menos teóricamente, pues la realidad que el número de diputados variaba según las luchas por el poder, extendiendo su número para dar cabida a la diversidad de intereses y, en algún momento, llegando a ser concejos abiertos. Pero los concejos abiertos de comienzos de siglo pronto devinieron en asamblea tumultuarias en la que las diferentes facciones movilizaban a una parte del pueblo contra la otra. Estas disputas concejiles eran representación de la complejidad que había alcanzado la sociedad sanclementina: el odio que despertaban los Castillo o los Pacheco a comienzos de siglo, grandes hacendados y dueños de los molinos, seguía vivo, pero el equilibrio de las fuerzas pecheras estaba roto: los herederos de Miguel Sánchez de los Herreros buscaban el control total de la política concejil, aparte de los Tébar, el resto de familias pecheras eran incapaces de disputar ese poder. Desde luego existían multitud de propietarios, pero San Clemente ya no era una república de labradores, a pesar de lo extendido de la pequeña y mediana propiedad, pues se habían multiplicado otras capas sociales desligadas de la propiedad de la tierra. Es ahora, como si fuera una pequeña Albion adelantada a su tiempo, cuando San Clemente comienza a ser llamada una república de tenderos. Algún día se valorará en su justa medida esos intercambios que llegaban a las ferias de Mondéjar, a Madrid, Sevilla o Lisboa, por donde erraban los sanclementinos. Detrás de la expresión república de tenderos se amparaban los mercaderes de éxito o simples buhoneros, oficios diversos a mitad de camino entre el verlag system y la reglamentación concejil, junto a leguleyos, escribanos, alguaciles, mayordomos o simples criados al servicio de alcaldes mayores o gobernadores, clérigos beneficiados y toda una legión de hombres sin propiedad ni oficio alguno que acudían a la villa con ocasión de los trabajos agrícolas, de la vendimia o al mercado franco de los jueves. Esta es la razón por la que la Corona siempre dudaba de los padrones concejiles de San Clemente, pues ocultaban una población no reflejada, flotante o con residencia temporal en la villa. Es justo ahora, cuando nace la república de tenderos, cuando empieza a desintegrarse la república de labradores, cada vez más integrada en una economía monetaria arrastrada por procesos inflacionarios que llevará al endeudamiento de esta capa social. El sueño de la república de tenderos se extendería durante más de medio siglo, sueño que contribuiría a revitalizar la llegada de moriscos treinta años después. Pero era solo eso, un sueño.

Las disputas comenzaron con motivo de la elección de oficios de 1543. Al ayuntamiento presidido por el alcalde mayor, el licenciado Gamonal, acudieron el alcalde ordinario Antonio Ruiz de Villamediana, el alguacil Gonzalo de Tébar y el regidor Francisco del Castillo Inestrosa, todos ellos cargos añales, y junto a ellos tres de los nuevos regidores perpetuos: Alonso Pacheco Guzmán, Cristóbal de Tébar y Alonso García. No estaba el otro alcalde ordinario, preso por una causa pendiente, ni la mitad de los regidores perpetuos, entre ellos, Hernando del Castillo e Inestrosa. Si Antonio Ruiz de Villamediana impuso la presencia de hidalgos en los cargos añales según la ejecutoria de 1538, que les otorgaba a ocupar la cuarta parte; Alonso Pacheco Guzmán impuso un sistema de elección directo por votos, negando el tradicional de suertes, por el buen gobierno de la villa, se decía. Contaba con el apoyo de Cristóbal de Tébar y Alonso García, pero la solidaridad de los Tébar estaba rota, pues Gonzalo de Tébar tomó partido con Antonio Ruiz de Villamediana en su apoyo de la elección por suertes, con un colegio electoral votado nominalmente de seis pecheros y dos hidalgos.

Se mandó a escribano para tomar fe de lo que votaban los ausentes en el concejo. El alcalde Pedro Barriga se mostró favorable a las suertes, pero sobre todo por un colegio electoral que volvía al viejo espíritu pechero de la villa de San Clemente y estaría formado para la elección de alcaldes por el bachiller Rodríguez, Alonso González de Origüela, Pedro de la Fuente, Gines de los Llanos, Miguel López Cantero y los hidalgos Alonso Pacheco y Baltasar Granero y para la elección de alguacil al hidalgo Hernando Peralta y a los pecheros Cristóbal Ángel y Esteban González. Sus preferidos eran Alonso Pacheco y Alonso González de Origüela como alcaldes y Cristóbal Ángel para alguacil. Era costumbre el nombramiento de en el mismo ayuntamiento del alcalde de la hermandad pechero por votación, para cuyo cargo Pedro Barriga elegía a Rodrigo López de Valcárcel. La elección del alcalde de la hermandad hidalgo correspondía a este estamento, aunque no creemos que estuviera asentado el colegio electoral de cuatro miembros que se impuso después; es más Pedro Barriga pedía que fuera elegido, en su caso Alonso Valenzuela, por los oficiales del ayuntamiento, ya pecheros ya hidalgos. Las diferencias iban más hacia al sistema de elección que a los elegidos, pues Hernando del Castillo, abogando por el sistema de votos, tenía unos mismos candidatos: Alonso Pacheco Guzmán, el bachiller Rodríguez y Estaban González.

El alcalde mayor Gamonal impondría la elección por votos, aunque algunos de los oficiales votaron por un colegio electoral y no por candidatos directos. Se rompía así una tradición que se remontaba al privilegio que Juan Pacheco dio a la villa en 1445 (nombramiento anual por suertes de los oficios concejiles entre pecheros y posteros, idóneos y suficientes. Otra cláusula de la carta seria motivo de discordia futura, que los elegidos no pudieran repetir en tres años). Este fue el sentido de los votos:

  • Antonio Ruiz Villamediana votó para que entraran en suertes, como alcaldes, el licenciado Herreros, Andrés González, Luis de Alarcón y Cristóbal de Herreros, como alguacil, Martín de Oma, Cristóbal Ángel y Sancho López de los Herreros el mozo, Miguel Sánchez de los Herreros el mozo.
  • Alonso Pacheco votó directamente como alcaldes el bachiller Rodríguez y Alonso Pacheco de Guzmán y alguacil Esteban González.
  • Cristóbal de Tébar votó en el mismo sentido que Alonso Pacheco.
  • Alonso García votó como los dos anteriores
  • Gonzalo de Tébar como los tres anteriores

A pesar de las quejas de Antonio Ruiz Villamediana, la elección siguió adelante y, el grupo mayoritario decidió arrogarse el nombramiento de los dos alcaldes de la hermandad, incluido el hidalgo, cuyo nombramiento recayó en Luis de Alarcón; el pechero, en cabeza de Miguel Sánchez de la Pastora. El escribano del ayuntamiento, Rodrigo Ocaña, proclamó a voces los nombres de los electos desde la ventana de la sala del ayuntamiento.

La unanimidad entre los Tébar y los Pacheco de 1543 se rompió en la elección de San Miguel de 1544. Cristóbal de Tébar, apoyado por Sancho López de los Herreros, Francisco Jiménez, que había comprado regidurías, Alonso García y el alguacil Francisco Monteagudo, que había sustituido a Esteban González, manifestaron su deseo de volver al antiguo sistema de suertes. En el otro grupo estaban Alonso Pacheco, Alonso Pacheco de Guzmán, Francisco Pacheco, Hernando del Castillo, el bachiller Rodríguez y Francisco de los Herreros. Ganó el segundo grupo que impuso la elección por votos, decantándose por el licenciado Herreros y Diego de Alarcón Fajardo para alcaldes y Antón Gómez para alguacil. Pero en torno a Cristóbal de Tébar se consolidaba una oposición a los Castillo y Pacheco que conocemos gracias a la lista de un memorial de agraviados: Jerónimo Montoya, Baltasar Granero, Diego de Haro, Hernando Montoya, Diego de Montoya, el licenciado Herreros, el licenciado Perona, el bachiller Avilés, Cristóbal de los Herreros, Miguel Sánchez de los Herreros, Alonso González de Origüela, Juan de Caballón, Andrés González, Cristóbal Ángel el viejo, Esteban Ángel, Miguel López Cantero, Felipe Segovia, Juan López Perona, Gregorio del Castillo, Cristóbal Aguado, el bachiller Ángel y el mismo Cristóbal de Tébar. Ese año fueron nombrados para alcaldes de la Hermandad Hernando Montoya y Rodrigo Albelda.

Una vez más, según tradición, los nombres de los electos fueron proclamados por el escribano desde una ventana del dicho consystorio que sale a la plaça pública de la dicha villa donde estaban muchas personas.

La lucha sería sin cuartel en los próximos años: luchas de bandos y cuchilladas por doquier, pleitos en la Chancillería de Granada que acabaron en intentos de progroms anticonversos contra los Castillo, pero lo que se estaba dilucidando en la villa de San Clemente era la oposición al dominio de un patriciado enriquecido ya fueran los pecheros como los Herreros ya los Pacheco o los Castillo, familias embrionarias de la presente y futura nobleza regional. Mientras los Tébar, simple rama de los Origüela vivían esas contradicciones, afortunados y perdedores, en el seno del linaje familiar. Las décadas de 1540 y 1550, serían convulsas y de las luchas sociales nacería un nuevo patriciado que traicionaría el espíritu igualitario del San Clemente de comienzos de siglo.

La definición de bandos se produce en febrero de 1545, cuando Sancho López de los Herreros el viejo, apoyado por su familiar Francisco de los Herreros, decide tomar en común partido con Cristóbal de Tébar para cerrar el paso a los Pacheco y a los Castillo. Se trataba de que se volviere al sistema de suertes y se obviara la votación directa por los oficiales salientes de los oficiales entrantes. La iniciativa era apoyada por los hijos de Antón García, Francisco y Alonso (este último con regiduría perpetua) y el regidor Francisco Jiménez, un hombre de fortuna que nos reaparecerá en los disturbios de 1553, y asimismo de otros marginados de la política municipal como Pedro Garnica o Antonio Ruiz de Villamediana.

 

El divorcio definitivo en la elección de oficios se produjo en 1548, aunque la residencia del gobernador Carbajal de 1547, presentándose como ecuánime, contribuyó a acelerar el proceso, pues eliminaba de la política concejil a uno de los actores más poderosos, los señores de Minaya. El 29 de septiembre de ese año, los cargos cesantes del municipio salieron de la sala del ayuntamiento, negándose a participar en una elección que contradecía la ejecutoria de 1538. En la sala se quedaron solos dos regidores, Alonso Pacheco y Hernando del Castillo, y el alcalde mayor, bachiller Orozco, que fue recusado por los opositores. El asunto sería llevado a la Chancillería de Granada por un grupo de vecinos de San Clemente (Rodrigo de Albelda, Antón de Ávalos, Francisco de Albelda, Miguel Salamanca, Pedro Juárez, Pedro de Villamayor, Benito López y Diego de Caballón), que se movía en el segundo plano de la política y eran testaferros de otros, a decir de sus enemigos, al servicio de Cristóbal de Tébar y Francisco Pacheco, señor de Minaya. El acusador era Cristóbal de Tébar, y quien había amañado la elección era Hernando del Castillo Inestrosa y Toledo.

El 29 de septiembre de 1548 estaban presentes en el ayuntamiento, bajo la presidencia el alcalde mayor bachiller Orozco, los oficiales elegidos del año anterior y los regidores perpetuos: los alcaldes ordinarios, Pascual Valenzuela, sacado de prisión para la sesión, y Francisco de Olivares; los regidores, Francisco Pacheco, Hernando del Castillo, Alonso Pacheco, Cristóbal de Tébar, Sancho López de los Herreros, Francisco de los Herreros, don Rodrigo Pacheco, Alonso de Valenzuela y el alguacil Pedro de Alarcón. Aunque el sistema por suertes ya había sido discutido en 1544, ahora, Alonso Pacheco y Hernando del Castillo, pidieron que los votos de los candidatos no fueran proclamados en voz alta por los presentes, sino que cada uno emitiera sus votos apartada y secretamente en presencia del escribano que diera fe. El alcalde mayor se sumó a esta petición; los dos alcaldes salientes, junto a los regidores Francisco Pacheco y Alonso Valenzuela, y el alguacil Pedro de Alarcón Fajardo propusieron sus nombres en secreto, pero los dos Herreros y Cristóbal de Tébar se mantuvieron al margen y en silencio. Esta vez la acusación de Alonso Pacheco y Hernando del Castillo fue directa, acusando a ambas familias de esquilmar los propios, provocar la ruina de la villa con sus parcialidades y ponerse de acuerdo, eso sí, para colocar a sus deudos en el ayuntamiento

 

La importancia de este concejo era ya no solo la elección de alcaldes (licenciado Perona y Alonso Martínez Bermejo) y alguacil (Martín de Oma) favorables a Hernando del Castillo, sino que se aprovechó la sesión para nombrar aquellos oficios que el concejo tenía como propios: la escribanía recayó en Rodrigo de Ocaña por 120.000 mrs., la almotacenía, en Francisco de Ávalos por 27.000 mrs., la correduría, en favor de Miguel de la Serna por 310 ducados, la escribanía del ayuntamiento en Juan Rosillo, mayordomo de propios en Francisco Rodríguez el mayordomo del alhorí en Francisco Suárez de Figueroa, alcalde de la hermandad Ginés de la Osa y procurador de pobres de la villa, Hernán Sánchez Coronado. Un conjunto de apellidos nuevos o marginados del poder, caso de los Rosillo o Ávalos, que entrarán en los oficios menores de la política municipal al servicio de las grandes familias. Es simbólica la entrega de llaves del escribano del ayuntamiento entrante al saliente. Rodrigo de Ocaña entregó a Juan Rosillo cuatro llaves:

Que entregue sus llaves al dicho Juan Rrosillo y se siente en la silla donde yo el escriuano estava y ansí fue fecho, que se sentó en la dicha silla e yo el escriuano le entregué quatro llaves, una del arca de tres llaves, y otra del arca mayor y dos de dos cajones

El caso es que, al día siguiente de San Miguel de 1548, se procedió a la subasta de rentas y propios del concejo. La subasta se hacía desde debajo de la sala del ayuntamiento con el alcalde mayor Orozco, los oficiales elegidos y dos regidores solamente, Hernando del Castillo y Alonso Pacheco, con presencia de gran número de personas y, en lo que era un ayuntamiento paralelo, los cinco regidores excluidos que acudían a la subasta desde el cercano cementerio (lugar sagrado que les evitaría la persecución judicial). La postura de la escribanía corrió a cargo de Juan Robredo, por cien mil mrs., próximo a Cristóbal de Tébar, pero tuvo que ceder ante el remate a favor de Rodrigo de Ocaña por 120000 mrs. El arrendamiento de la escribanía suponía colocar a próximos como Sebastián de Oviedo, Rodrigo de Albelda, Francisco de Ocaña, Francisco Castillo, Lope González o Francisco Hernández. Así, las prebendas se multiplicaban al mismo ritmo que los oficios, aunque la lucha por nombrar estos escribanos continuaba hasta el final en medio de disputas.

Si la subasta de la escribanía se hacía a la vista de todos los vecinos en la plaza pública, el arrendamiento del resto de rentas se hacía en la sala del ayuntamiento, sentados los oficiales en sus poyos. La almotacenía se remataba junto a la fiesta del correr de dos toros, que recayó en Amador Rabel por 1000 mrs. de prometido; la cárcel quedó para Hernando de Avilés que recibía por este oficio mil mrs.; la caballería de sierra se remató en Ginés Romero, en once ducados; la correduría era uno de los oficios más ambicionados, por eso Miguel de la Serna pagó 310 ducados.

La ruptura ese año fue total, socavando los bandos existentes. El hecho de que los alcaldes y alguacil salientes se negaran a entregar las varas de justicia o el abandono de la sala del ayuntamiento por cinco de los regidores era la señal de salida de una crisis definitiva. A la disputa entre las viejas familias, Herreros y Tébar (es decir, Origuelas), se unía ahora la ruptura definitiva de los Pacheco; la rama sanclementina de esta familia defenderá en el futuro unos intereses alejados de sus parientes, los señores de Minaya. La alianza entre Alonso Pacheco y Hernando del Castillo, cuyas familias entroncarán matrimonialmente en la segunda mitad del siglo con el matrimonio de Juan Pacheco Guzmán y Elvira del Castillo y Cimbrón, es el símbolo del poder de los dos grandes terratenientes del pueblo, dueños de tierras en Rus y Perona y de los molinos Nuevos y de la Losa, y es el símbolo del final de una época: la de la república de los labradores de comienzos de siglo; no es que los Herreros o Tébar representen un espíritu igualitario, es que son incapaces tanto de mantener el viejo equilibrio de poderes como de monopolizar el gobierno concejil. La ejecutoria de 1538, al permitir la entrada de los hijosdalgo supuso el ariete que derribó el viejo poder de las familias pecheras. El final de la década de 1540 y 1550 será de una lucha sin cuartel por el control del poder concejil. Serán los Tébar, apoyados por las diferentes ramas de Origüelas y otras alianzas circunstanciales los que encarnen ese viejo espíritu de la república pechera y traten de impedir el acceso al poder y su monopolio por los Castillo, pero el arma usada es la acusación de judaísmo, de la que ni unos ni otros están libres.

 

ANEXO: VOTACIONES DE 29 SEPTIEMBRE DE 1548

 

Pascual Valenzuela, alcalde:

  • Hernando de Montoya, Antonio Ruiz, Diego de Haro, Juan de Oma, el bachiller Francisco Rodríguez, Esteban Ángel, Andrés González de Tébar, Gregorio del Castillo, Sancho López el mozo, Alonso de Oropesa, Gonzalo de Tébar, Martín López Merchante, Miguel Sánchez de los Herreros, yerno del bachiller, Diego Ángel, Juan López de Perona, hijo de Alonso López de Perona, Alonso Martínez Bermejo

Francisco de Olivares, alcalde

  • Hernando de Montoya, Antonio Ruiz, Diego de Haro, Juan de Oma, el bachiller Francisco Rodríguez, Esteban Ángel, Andrés González de Tébar, Gregorio del Castillo, Sancho López el mozo, Alonso de Oropesa, Gonzalo de Tébar, Martín López Merchante, Miguel Sánchez de los Herreros, yerno del bachiller, Diego Ángel, Juan López de Perona, hijo de Alonso López de Perona, Alonso Martínez Bermejo

Don Francisco Pacheco, regidor

  • Hernando de Montoya, Antonio Ruiz, Diego de Haro, Juan de Oma, el bachiller Francisco Rodríguez, Esteban Ángel, Andrés González de Tébar, Gregorio del Castillo, Sancho López el mozo, Alonso de Oropesa, Gonzalo de Tébar, Martín López Merchante, Miguel Sánchez de los Herreros, yerno del bachiller, Diego Ángel, Juan López de Perona, hijo de Alonso López de Perona y hermano del licenciado Perona, Alonso Martínez Bermejo

Alonso Valenzuela, regidor

  • Hernando de Montoya, Antonio Ruiz, Diego de Haro, Juan de Oma, el bachiller Francisco Rodríguez, Esteban Ángel, Andrés González de Tébar, Gregorio del Castillo, Sancho López el mozo, Alonso de Oropesa, Gonzalo de Tébar, Martín López Merchante, Miguel Sánchez de los Herreros, yerno del bachiller, Diego Ángel, Juan López de Perona, hijo de Alonso López de Perona y hermano del licenciado Perona, Alonso Martínez Bermejo

Pedro de Alarcón Fajardo, alguacil

  • El bachiller Francisco Rodríguez, Juan López de Perona, Andrés González de Tébar, Alonso González de Origüela, Gregorio del Castillo, Diego de Haro, Antonio Ruiz de Villamediana, Alonso Martínez Bermejo, Diego Ángel, Esteban Ángel, Miguel Sánchez de los Herreros, hijo de Bernardino de los Herreros, Juan de Oma, Hernando de Montoya, Hernando de Bustos, Diego de Ortega, Pedro Rosillo.

Propuesta final del alcalde mayor, a instancias de Alonso Pacheco y Hernando del Castillo

  • Por el estado hidalgo: Antonio Ruiz, Juan de Oma, Martín de Oma, Hernando de Peralta
  • Por el estado pechero: Martín López Merchante, Alonso Martínez Bermejo, Amador de Ávalos, Pedro Rosillo, licienciado Perona, Francisco Martínez labrador, Pedro de la Fuente, Fernando Figueroa, Sancho López el mozo, Gregorio del Castillo, Esteban Ángel, Juan López de Perona (estos tres últimos nombres en sustitución de tres impedidos: Pedro Juárez, Francisco Jiménez y Rodrigo Albelda)

ACHGR, PLEITOS, 721-6

lunes, 11 de enero de 2021

Oficios concejiles, elecciones de la villa de San Clemente, 1538-1542

 

Elección de 29 de septiembre de 1538

 

Es la primera elección según la ejecutoria de 1538. Se echan a suertes 16 nombres seleccionados por el concejo saliente, de los que se dice que son hábiles, suficientes y rezagados: doce posteros y cuatro hidalgos. Los oficios sacados a suertes son:

  • Hernando del Castillo, alguacil
  • Alonso Pacheco, Miguel Sánchez de los Herreros. Alcaldes
  • Pedro de Garnica, Sancho López de los Herreros, Cristóbal de Tébar, Miguel López de los Herreros, regidores
  • Lope Peinado, alcalde de la hermandad
  • Juan de Olivares y Juan de Montoya, alcaldes de mestas

Se nombra como escribano nuevo del ayuntamiento por los recién elegidos a Hernán Rosillo

 

Elección de 29 de septiembre de 1539

 

Se sigue el mismo método que en la elección de 1539. Un niño llamado Vasco Herreros, hijo de Cristóbal Barbero, saca a los siguientes oficiales:

  • Diego de Haro, alguacil
  • Alonso González de Origüela y el bachiller Avilés, alcaldes ordinarios
  • Ginés de Llanos, Juan de Ludeña, Juan López de Perona, el bachiller Rodríguez, regidores
  • Alcalde de la hermandad, Francisco Muñoz.
  • El licenciado Perona y Alonso Martínez Bermejo, alcaldes de mestas

 

Elección de oficios de 29 de septiembre de 1540, ante el gobernador del Marquesado, licenciado Mercado.

 

Mismo procedimiento que el año anterior. Salen elegidos

  • Francisco García, alguacil
  • Diego Gallego y Hernán Vázquez de Haro, alcaldes
  • Alonso López de Garcilópez, Juan de Caballón, Miguel López de Ávalos, Antonio López de Garcilópez, regidores
  • Melchor de Sevilla, alcalde de la hermandad
  • Ginés de Llanos y Juan López de Perona, alcaldes de mestas

 

Elección de oficios de 29 de septiembre de 1541, ante el gobernador Francisco Méndez de Carbajal y los alcaldes mayores del Marquesado Garciano Sánchez y bachiller Gamonal

 

El procedimiento es similar a años anteriores, aunque ahora se excluyen expresamente a aquellas personas que tengan pleitos pendientes con el concejo o sean arrendadores, o fiadores, de rentas reales o concejiles. Ahora las pelotas de cera hechas en turquesas se meten en un cántaro, que saca un hijo del licenciado Perona

  • Miguel Vázquez de Haro, alguacil.
  • Amador López de Ávalos, Antonio de la Fuente, Francisco de Perona, Pedro López de Garcilópez, regidores
  • Pedro Rodríguez y Alonso de Oropesa, alcaldes
  • Juan de Caballón y Francisco García, alcaldes de mestar

 


Elección de oficios de 29 de septiembre de 1542, ante el gobernador Francisco Méndez de Carbajal

 

Sigue procedimiento de año anterior, saca las bolas el hijo del gobernador

  • Gonzalo de Tébar, alguacil
  • Antonio Ruiz de Villamediana y Pedro Barriga, alcaldes ordinarios
  • Sancho López de los Herreros, Francisco Ludeña, Juan Sánchez, yerno de Manzano, Pedro Rosillo, regidores
  • Andrés Marín (¿), alcalde de la hermandad
  • Alonso de Oropesa y Miguel Vázquez de Haro, alcaldes de mesta

 

 ACHGR, PLEITOS, 721-6

domingo, 10 de enero de 2021

Oficios concejiles: San Clemente, 1526-1528

 

Elección de oficios concejiles de 29 de septiembre de 1526

 

El concejo es presidido por el licenciado Alonso Pérez de Vargas, alcalde mayor en el corregimiento de la emperatriz Isabel. Los oficiales salientes son

  • Bartolomé Sánchez de Llanos y Juan de Caballón, alcaldes ordinarios
  • Garci Martínez Ángel, Juan de Olivares, Francisco de Olivares y Francisco de Perona, regidores
  • Gonzalo de Origüela y Ferrán López, alguaciles

Los nuevos oficiales se eligen por suertes, aunque no hay constancia del proceso. Estos son los elegidos:

  • Juan de Sevilla, alguacil
  • Juan Sanchez de Andrés Sánchez y Cristóbal Merchante, alcaldes ordinarios
  • Alonso González de Origüela, Diego de Caballón, Pedro López de Perona y Cristóbal de Tébar, regidores
  • Gonzalo de Origüela, alcalde de la hermandad

A continuación, proceden a jurar el cargo, tras la entrega de las varas de justicia, sin fraude ni cautela alguna.

Se nombra un procurador síndico por el alcalde mayor y oficiales viejos, que cae en cabeza de Alonso de las Mesas. El nombramiento corresponde a una carta de poder otorgada por esos oficiales al nombrado.

Elección de oficios de 29 de septiembre de 1527

Oficiales salientes

  • Juan de Sevilla, alguacil
  • Juan Sanchez de Andrés Sánchez y Cristóbal Merchante, alcaldes ordinarios
  • Alonso González de Origüela, Diego de Caballón, Pedro López de Perona y Cristóbal de Tébar, regidores
  • Gonzalo de Origüela, alcalde de la hermandad

El sistema de elección era el tradicional meter los redolines de cera con los nombres de los candidatos en un bacín de agua; un niño llamado Hernandico, hijo de Vargas, sacó las bolas de los elegidos:

  • Alguacil: Francisco de Ávalos
  • Alcaldes: Pedro Sánchez de Origüela, Bernardino de los Herreros
  • Regidores: Gonzalo Martínez Ángel, Pedro Rodríguez de Olivares, Pedro López de Tébar, Juan Gómez de don Gil
  • Alcalde de la hermandad: Antón Jiménez
  • Alcaldes de mestas: Francisco de Perona, hijo de Alonso López de Perona, y Miguel Sánchez de los Herreros.
  • Diputados (oficiales salientes): Juan Sánchez de Andrés Sánchez, Alonso González de Origüela, Pedro López de Perona, Cristóbal de Tébar, Diego de Caballón, Juan de Sevilla y Gonzalo de Origüela

A continuación, juran sus cargos “en forma debida de derecho que cada uno en sus ofiçios lo usará y exerçerá bien e fielmente sin fraude ni cautela, amor ni desamor… que no llevarán derechos demasiados ni cohecho”.

Son escribanos el ayuntamiento Hernán Rosillo y Francisco Fernández

 

Elección de oficios de 29 de septiembre de 1528, ante el corregidor Álvarez de Sotomayor

Del libro de posteros se saca a los rezagados (no haber ejercido oficios en tres años anteriores):

  1. Antón de Ávalos
  2. Alonso de la (L)Osa
  3. Alonso Rosillo
  4. Alonso López de Perona
  5. Alonso de Astudillo
  6. Aparicio de la Ojeda
  7. Alonso López de Garcilópez
  8. Alonso Mancheño
  9. Diego Simón
  10. El bachiller Francisco Rodríguez
  11. Alonso Sánchez Coronado
  12. Francisco de la Sierra
  13. Hernando Sánchez de Origüela
  14. Francisco Perona, hijo de Miguel López
  15. Francisco Rosillo
  16. Francisco Muñoz
  17. Juan Sánchez de Lope
  18. Juan López de Perona
  19. Juan Ruiz del Castillo
  20. Juan Mancheño
  21. Miguel Muñoz el mozo
  22. Miguel Sánchez Cantero
  23. Miguel López Cantero
  24. Pedro Ruiz de Segovia
  25. Pascual Simón
  26. Sancho López de los Herreros
  27. Cristóbal Ángel
  28. Pedro Fernández de Hellín
  29. Pedro de Albelda

Se sigue el sistema de suertes de echar las cédulas con sus nombres envueltas en reolines de cera en un bacín de barbero con agua, las bolas las sacará Miguel Sánchez, un niño de nueve años, hijo de Bernardino de los Herreros. Entre los alcaldes sorteados está el de alcalde de la hermandad pechero

Oficios elegidos

  • Alonso López de la Losa y Diego Simón, alcaldes
  • Cristóbal Ángel, Miguel Muñoz, Juan López de Perona, Alonso López Rosillo, regidores
  • Alonso López de Garcilópez, alguacil
  • Bernardino de los Herreros, Gonzalo Martínez Ángel, Pedro Rodríguez, Martín del Campo, Juan Gómez, Pedro López de Tébar, Francisco de Ávalos, diputados del ayuntamiento.
  • Juan Sánchez de Andrés Sánchez y Juan Sánchez, alcaldes de las mestas
  • Juan Bravo, procurador síndico

 ACHGR, PLEITOS, 721-6

Oficios concejiles: San Clemente, 1519

 

Elección de oficios del año 1519-1520 de la villa de San Clemente: 29 de septiembre de 1519

 

Oficiales salientes:

Alcaldes ordinarios: Juan López Cantero y Bernardino de los Herreros

Regidores: Antonio de los Herreros, Alonso González de Origüela, Juan Manzano, Pascual Simón, regidores

Alguacil: Juan Ruiz del Castillo

 

En presencia del concejo saliente se procede a elegir los nuevos oficiales para el año siguiente. Se seguía un sistema rotatorio entre los posteros (pecheros que pagaban por encima de una cantidad de impuestos), que no habían ocupado oficios concejiles en los tres últimos años, según el privilegio concedido por el maestre Juan Pacheco el 10 de diciembre de 1445;

Tomaron ante sí el libro de los posteros desta villa e sacaron dél los que les paresçió que convenía entrar en los ofiçios que son los syguientes guardando los que an pechado tres años e los que an tenido ofiçios e descansado los tres años

  1. Alonso Gonçalez de la Huerta
  2. Benito Garçía
  3. Françisco de Monteagudo
  4. Garçi Martínez
  5. Miguel López de Perona el viejo
  6. Françisco de Perona
  7. Antón Gómez
  8. Diego Symón
  9. Fernando de Orihuela
  10. Juan de Olivares el viejo
  11. Miguel Martínez el viejo
  12. Antón de Monteagudo
  13. Diego de Sandoval
  14. Françisco de Orihuela
  15. Juan Gómez
  16. Cristóbal Merchante
  17. Alonso Destudillo
  18. Francisco de Olivares
  19. Gonçalo Martínez Ángel
  20. Juan López de Garçilopez
  21. Ginés López

 

Por la relación debemos pensar que los postulantes a ser elegidos como oficiales concejiles en  San Clemente quedaba reducido a poco más de una sesentena de familias, de las ochocientas familias que componían la población de la villa, correspondiente seguramente al estado superior de los pecheros (recordemos que la población pechera se dividía en entre estados según renta; superior, mediano e inferior) y de la que estaban excluidos la mayoría de los pecheros y también de una veintena de familias hidalgas.

“E señalados (los posteros mencionados) hizieronlos escrevir en un papel e hizieron dellos de cada nonbre escrito en una çédula un rredolín de çera echaronlas en un baçín de agua y en presençia del pueblo llamaron llamaron a un niño que se dize Monteagudo, hijo de Antonio de los Herreros”

El niño sacó las bolas de cera de los nuevos oficiales una a una: la primera, la de Gonzalo Martínez Ángel para alguacil; luego, las de Antón de Monteagudo y Garci Martínez Ángel para alcaldes, y para regidores, Miguel Martínez el viejo, Cristóbal Merchante, Fernando de Origüela y Juan López de Garcilópez. Por el mismo sistema se elegía entre tres candidatos (aunque esta vez no se exigía estar en la lista de posteros anterior), es de suponer propuestos por el concejo anterior, de los que el niño sacó la bola de Francisco Sánchez de Gonzalo Sánchez.

Junto a los oficiales concejiles se nombraban los llamados diputados del común. Creemos que el puestos a los oficiales del concejo saliente a cierta elección más abierta entre los vecinos. Este año de 1519, se nombraron siete diputados del común directamente por los siete oficiales concejiles salientes: el bachiller Rodríguez, Alonso López de Perona, Sancho López de los Herreros, Francisco de los Herreros, Juan Sánchez el mozo, Alfaro y Juan González de Huerta.

Después de tomarles juramento a los nuevos elegidos, ante la cruz y los Evangelios en presencia del escribano Pedro de la Fuente, se daban las varas de justicia. En estas elecciones había multitud de vecinos, y, años después, la costumbre era que los alcaldes saludaran desde la ventana del ayuntamiento. Quizás ahora no se hizo, porque se estuvieran construyendo nuevas casas en sustitución de las edificadas a finales del siglo XV.

Los alcaldes se comprometían al buen gobierno, pero también al respeto de la moral y de las buenas costumbres:

“E luego los dichos alcaldes mandaron pregonar e se pregonaron los pecados públicos; que ninguno juegue juegos vedados ni blasfeme ni sea rrufián ni puta lo tenga ni sea amançebado ni trayga armas ni ande vagabundo so las penas de las leyes del Rreyno”

Los hidalgos tenía derecho a nombrar dos diputados propios, en este caso, Antón García y Antonio Rosillo, que el ayuntamiento aceptaba en esa sesión como tales, aunque su presencia en futuros concejos quedaba supeditada a que fueran llamados por un concejo pechero que les solicitaba su parecer: “e juraron de dar sus votos e paresçeres lo más útiles que pudieron en lo que los tomaren como es costunbre


ACHGR, PLEITOS, 721-6

domingo, 3 de enero de 2021

Elección de oficios concejiles en San Clemente en 1549

 

A la altura de 1549, las tensiones en la villa de San Clemente estaban a flor de piel. La Corona se hacía eco de las disputas en la elección de oficios del 29 de septiembre; a decir de algunos habían pasado a desempeñar los oficios concejiles algunas familias de forma repetitiva y el poder municipal estaba en manos de familiares, padres, hijos, hermanos y cuñados. Se denunciaba que el poder estuviera copado por la familia de los Herreros, que desde mediados del siglo XV había renunciado a toda pretensión nobiliaria para copar los puestos del gobierno municipal. Sin embargo, ya no se trataba de la ambición de los hidalgos por entrar en las suertes de los oficios concejiles como en la década de 1510, ahora, la villa de San Clemente que parecía haberse desecho de los Origüela, judíos del Arrabal, veía como esos otros que intentaban negar su sangre, hacían de la riqueza y el poder la razón de su acceso al poder: eran los nietos del alcaide de Alarcón, los Castillo; los nietos de los señores de Minaya, los Pacheco, y los Tébar o los Avilés, ramas de los antiguos Origüela, que andaban en la sombra, dispuesto a cobijarse al amparo de otros y sin muchas miras para deshacerse de quien hiciera falta con tal de acceder al gobierno municipal.

En realidad, el poder municipal andaba ya en poder de estas familias, pues desde 1543 habían comprado las regidurías por 400 ducados: Hernando del Castillo, Alonso Pacheco, Cristóbal de Tébar o Gregorio del Castillo (este último un mercader de una familia procedente del Castillo de Garcimuñoz con varios sambenitos tanto en la iglesia de Santiago Apóstol de San Clemente como en la de San Juan de Castillo de Garcimuñoz). Ahora, pretendían copar los oficios de alguacilazgo y alcaldías, que todavía se elegían por el viejo sistema electivo de suertes, con bolas de cera con los nombres de los candidatos introducidas en un cántaro.

El 29 de septiembre se había roto el equilibrio de poder en el gobierno local. El año anterior, desafiando el azar del cántaro, se habían elegido dos hombres de paja para alcaldes, Hernando de Peralta y Alonso Martínez. En la sesión de ayuntamiento estaban todos aquellos que habían comprado regidurías cinco o seis años antes: Francisco Pacheco, Hernando del Castillo, Alonso Pacheco de Guzmán y Rodrigo Pacheco, Cristóbal de Tébar, Gregorio del Castillo, Sancho López de los Herreros y Alonso Valenzuela; es decir, todos aquellos podían pagarse los 400 ducados que valía el oficio de regidor o que, como Hernando de Avilés, los pagaría en el futuro. Por no dejar a nadie fuera, se había amañado la elección de alguacil mayor que había caído en manos de Martín de Oma. La fisura en el cerrado sistema de poder sanclementino había llegado por el acceso a los oficios concejiles de los hidalgos tras una ejecutoria de 1537, que había roto el monopolio pechero desde 1445. Familias como los Ortega, Montoya o Vázquez de Haro empezaban a pedir su parte alícuota de poder, aunque no había sitio para todos. En la década de 1540 del viejo poder pechero no quedaba nada: los Simón y los Ángel habían sido barridos del mapa, los de la Fuente pleiteaban de nuevo por su hidalguía, los Origüela renunciaban al apellido, víctimas de las persecuciones inquisitoriales; tan solo aguantaban los Herreros, su poder político era parejo a su poder económico en la villa, bien enlazados matrimonialmente con hidalgos de la villa, no toleraban la presencia de los Castillos, nietos del alcaide de Alarcón, en el poder municipal ni de las ramas de los Origüelas mutadas ya en Tébar ya en Avilés.

El pleito de la década de los años treinta contra el concejo de San Clemente fue iniciado por Rodrigo Ortega, Hernán Vázquez de Haro el mozo, Gaspar Cifre, Alonso García, Francisco del Castillo Inestrosa, Hernando Peralta, Juan de Montoya y Alonso de Valenzuela, y finalizaría con el acceso de los hidalgos a la mitad de los oficios por sentencia de 1537

Que atento que en esta villa se an elegido eligen en cada un año dos alcaldes hordinarios e  cuatro rregidores e un alguacil por el día de San Miguel que los dichos hijosdalgo entren e sean admitidos en la mitad de los dichos oficios atenta la calidad cantidad e número de personas que de los dichos honbres buenos pecheros hasta aquí an entrado para los dichos oficios en cada un año con que sean abonados en la cantidad que lo son los ommes buenos pecheros que entran en los dichos oficios e personas ábiles e suficientes para poder tener los tales oficios y aquellos que fueren del dicho abono y suficiencia se pongan en suerte por sí el dicho día de San Miguel como se haze entre los pecheros y de allí se saque un alcalde e dos rrejidores del estado de los dichos hijosdalgo con que el primero en suerte sea alcalde e los otros dos rregidores y que el alguacil sea un año del estado de los hijosdalgo y el otro del estado de los honbres buenos pecheros e que el año que enpiece a el estado de los hijosdalgos el tal alguacil sea el primero que saliere en suerte con tanto que los tales hijosdalgo que ansí an de entrar e ser admitidos a los dichos oficios como dicho es no sean de los conthenydos y nonbrados en la dicha carta executoria

 

Era una nueva generación de hidalgos, no todos, que tomaban el relevo de los hidalgos que el tres de abril de 1511 habían iniciado pleito y fracasado en la misma pretensión. Entonces Francisco de Guzmán, Alonso del Castillo, el alcaide Pallarés, Hernán Vázquez de Haro, Martín Ruiz de Villamediana, Antón García, Juan Rosillo, Francisco Rosillo, Rodrigo de Ortega, Gómez de Valenzuela, Pedro de Oma, Nuño de Abengoza, Diego Palacios, Antonio Rosillo y Juan de la Serna, a los que se sumaron Pedro de Alarcón y Alonso Mejía. Entonces, los hidalgos alegaban que en su estado había hombres abonados y suficientes, que contribuían a los repartimientos de cargas concejiles de los que se escabullían los labradores y que el fuero de Alarcón, al que estaba poblada San Clemente, les otorgaba ese derecho de acceso a los oficios. Aparte de considerar nulo un privilegio otorgado por el maestre don Juan Pacheco a los pecheros, ya que no emanaba de los reyes, los hidalgos se hacían portavoces de un sentimiento generalizado en aquella sociedad que proclamaba la igualdad de todos los hombres, pues era contra derecho divino y umano que en un pueblo oviese diferencia e división de personas y que los nobles fueses de peor condición. Una primera sentencia favorable a los hijosdalgo de 20 de julio de 1512 sería revocada el 20 de junio de 1516, aunque la ejecutoria se retrasaría hasta el ocho de julio de 1527. En este retraso tenía bastante que ver la acusación pechera contra los hidalgos de haber liderado el movimiento de las Comunidades o al menos incitado.

El señorío de la emperatriz Isabel de Portugal fue una nueva oportunidad para los hidalgos, que debieron contar con el apoyo del corregidor Álvarez de Sotomayor, y la firme oposición de los pecheros que esta vez delegaron su defensa en el bachiller Ángel. Los hidalgos, por la vía de los hechos y con el apoyo del corregidor, habían nombrado a Hernando del Castillo por el estado de los hidalgos, aunque los pecheros, en una demostración de fuerza le habían negado tal vara de justicia y la habían entregado a uno de su estado, Pedro Rodríguez, familia emparentada con los Origüela. Pero esta vez, los hidalgos aprovechaban el clima de divisiones que vivía la villa para ofrecerse como garantes del orden y el buen gobierno ante la emperatriz; acusaban de división de los pecheros en dos parentelas, lideradas por los Origüela y los Herreros, respectivamente. Esta vez, en lo que sería definitiva, los hidalgos ganaron sentencia de la Chancillería de Granada de once de agosto de 1537, cuyo tener de reserva de la mitad de los oficios para el estado de los hidalgos es el que hemos referido más arriba.

Porque el estado de los pecheros della esta dividido en dos parenteras en opinyones de que rresultava o podía rresultar muchos escándalos y muertes de honbres y desacatos entre los tales oficiales de dichas parenteras porque cada uno favorescía a la su parentera

 

Aunque los pecheros apelaron la sentencia, esta vez la decisión final correspondería, no a la Chancillería de Granada, sino al Consejo de la emperatriz Isabel, que intentó adoptar una posición salomónica por sentencia de 22 de agosto de 1538, dada en Valladolid, y con fecha 19 de septiembre se expediría carta ejecutoria

Que en la elecciones que se hizieren de los dichos oficios cada un año en la dicha villa se nonbren para entrar en suertes doze posteros pecheros de la dicha villa e quatro hijosdalgo della y no más y que los que dellos salieren ayan los dichos oficios y usen dellos conforme la costunbre que hasta agora se a tenido e que las dichas personas susodichas que an de entrar en las dichas suertes sean nonbradas y elegidas por los oficiales que an sido aquel año conforme a uso y costunbre que en ello se a thenydo

La nueva ejecutoria no acabó con la disputa, pues tanto Alonso Pacheco como Hernando del Castillo, hombres dominantes en la escena de la política de los cuarenta, intervinieron en la elección de oficios pecheros y, en especial, en la elección del año 1549. Recordando el privilegio que, el diez de diciembre de 1445, el maestre don Juan Pacheco había dado a la villa, en especial aquellas cláusulas olvidadas y que intentaban el acaparamiento de los oficios por algunas familias. Aquí es donde tenía sentido el concepto de “rezagados”

Dicha eleción se a de hazer de las personas posteros y suficientes y más rreçagados de no aver thenydo los dichos oficios para que todos los vezinos gozen

Se recordaba la cláusula del privilegio de 1445 que imponía un plazo de tres años para ejercer los oficios de nuevos y que había sido constantemente incumplido por la oligarquía pechera, en un intento de apartar a los Herreros del poder municipal. Hasta el arca del archivo se fue para sacar traslado de los viejos privilegios

Que no puedan echar en suertes ni aber los dichos oficios y alguno dellos a lo menos hasta que pase tres años cunplidos y dende adelante fasta que todos los buenos omes posteros y pecheros que fueren ydóneos y pertenecientes

Cínicamente Hernando del Castillo y Alonso Pacheco apelaban a aquellos posteros que en los repartimientos habían contribuido al acrecentamiento de la república toda su vida y siempre habían estado excluidos de los oficios públicos, en lo que era intención de colocar personas próximas. Pero Hernando del Castillo y su cuñado Alonso Pacheco se encontraban solos, aparte del apoyo de los Oma, en el juego de alianzas del ayuntamiento. Una alianza contra natura estaba contra ellos: Herreros, Tébar, Valenzuela o Pacheco de Minaya trataban de cerrar su paso al poder en el ayuntamiento.

 

La soledad de Alonso Pacheco y Hernando del Castillo se vio en las elecciones del año 1549. Los oficiales existentes elegían uno por uno los cuatro hidalgos y doce pecheros elegibles y a introducir en el cántaro para sacar en suertes por un niño la bola del alguacil y las dos bolas de alcaldes ordinarios. Todos los candidatos elegibles eran contrarios a los dos cuñados, que intentaron bloquear la elección diciendo que había rezagados (persona que no habían ocupado nunca oficios o hacía mucho tiempo) con derecho a la elección, y que recusaban a algunos candidatos (Miguel Vázquez de Haro y Juan del Castillo) por estar condenados por la justicia, así como que existía mandamiento de antiguo gobernador para que no entraren familiares en las suertes (la acusación de endogamia iba contra los Herreros, unidos familiarmente a los Rodríguez, y a Gregorio del Castillo que tenía por yerno a Francisco Herreros)

A la altura de 1549, las tensiones en la villa de San Clemente estaban a flor de piel. La Corona se hacía eco de las disputas en la elección de oficios del 29 de septiembre; a decir de algunos habían pasado a desempeñar los oficios concejiles algunas familias de forma repetitiva y el poder municipal estaba en manos de familiares, padres, hijos, hermanos y cuñados. Se denunciaba que el poder estuviera copado por la familia de los Herreros, que desde mediados del siglo XV había renunciado a toda pretensión nobiliaria para copar los puestos del gobierno municipal. Sin embargo, ya no se trataba de la ambición de los hidalgos por entrar en las suertes de los oficios concejiles como en la década de 1510, ahora, la villa de San Clemente que parecía haberse desecho de los Origüela, judíos del Arrabal, veía como esos otros que intentaban negar su sangre, hacían de la riqueza y el poder la razón de su acceso al poder: eran los nietos del alcaide de Alarcón, los Castillo; los nietos de los señores de Minaya, los Pacheco, y los Tébar o los Avilés, ramas de los antiguos Origüela, que andaban en la sombra, dispuesto a cobijarse al amparo de otros y sin muchas miras para deshacerse de quien hiciera falta con tal de acceder al gobierno municipal.

En realidad, el poder municipal andaba ya en poder de estas familias, pues desde 1543 habían comprado las regidurías por 400 ducados: Hernando del Castillo, Alonso Pacheco, Cristóbal de Tébar o Gregorio del Castillo (este último un mercader de una familia procedente del Castillo de Garcimuñoz con varios sambenitos tanto en la iglesia de Santiago Apóstol de San Clemente como en la de San Juan de Castillo de Garcimuñoz). Ahora, pretendían copar los oficios de alguacilazgo y alcaldías, que todavía se elegían por el viejo sistema electivo de suertes, con bolas de cera con los nombres de los candidatos introducidas en un cántaro.

El 29 de septiembre se había roto el equilibrio de poder en el gobierno local. El año anterior, desafiando el azar del cántaro, se habían elegido dos hombres de paja para alcaldes, Hernando de Peralta y Alonso Martínez. En la sesión de ayuntamiento estaban todos aquellos que habían comprado regidurías cinco o seis años antes: Francisco Pacheco, Hernando del Castillo, Alonso Pacheco de Guzmán y Rodrigo Pacheco, Cristóbal de Tébar, Gregorio del Castillo, Sancho López de los Herreros y Alonso Valenzuela; es decir, todos aquellos podían pagarse los 400 ducados que valía el oficio de regidor o que, como Hernando de Avilés, los pagaría en el futuro. Por no dejar a nadie fuera, se había amañado la elección de alguacil mayor que había caído en manos de Martín de Oma. La fisura en el cerrado sistema de poder sanclementino había llegado por el acceso a los oficios concejiles de los hidalgos tras una ejecutoria de 1537, que había roto el monopolio pechero desde 1445. Familias como los Ortega, Montoya o Vázquez de Haro empezaban a pedir su parte alícuota de poder, aunque no había sitio para todos. En la década de 1540 del viejo poder pechero no quedaba nada: los Simón y los Ángel habían sido barridos del mapa, los de la Fuente pleiteaban de nuevo por su hidalguía, los Origüela renunciaban al apellido, víctimas de las persecuciones inquisitoriales; tan solo aguantaban los Herreros, su poder político era parejo a su poder económico en la villa, bien enlazados matrimonialmente con hidalgos de la villa, no toleraban la presencia de los Castillos, nietos del alcaide de Alarcón, en el poder municipal ni de las ramas de los Origüelas mutadas ya en Tébar ya en Avilés.

El pleito de la década de los años treinta contra el concejo de San Clemente fue iniciado por Rodrigo Ortega, Hernán Vázquez de Haro el mozo, Gaspar Cifre, Alonso García, Francisco del Castillo Inestrosa, Hernando Peralta, Juan de Montoya y Alonso de Valenzuela, y finalizaría con el acceso de los hidalgos a la mitad de los oficios por sentencia de 1537

Que atento que en esta villa se an elegido eligen en cada un año dos alcaldes hordinarios e  cuatro rregidores e un alguacil por el día de San Miguel que los dichos hijosdalgo entren e sean admitidos en la mitad de los dichos oficios atenta la calidad cantidad e número de personas que de los dichos honbres buenos pecheros hasta aquí an entrado para los dichos oficios en cada un año con que sean abonados en la cantidad que lo son los ommes buenos pecheros que entran en los dichos oficios e personas ábiles e suficientes para poder tener los tales oficios y aquellos que fueren del dicho abono y suficiencia se pongan en suerte por sí el dicho día de San Miguel como se haze entre los pecheros y de allí se saque un alcalde e dos rrejidores del estado de los dichos hijosdalgo con que el primero en suerte sea alcalde e los otros dos rregidores y que el alguacil sea un año del estado de los hijosdalgo y el otro del estado de los honbres buenos pecheros e que el año que enpiece a el estado de los hijosdalgos el tal alguacil sea el primero que saliere en suerte con tanto que los tales hijosdalgo que ansí an de entrar e ser admitidos a los dichos oficios como dicho es no sean de los conthenydos y nonbrados en la dicha carta executoria

 

Era una nueva generación de hidalgos, no todos, que tomaban el relevo de los hidalgos que el tres de abril de 1511 habían iniciado pleito y fracasado en la misma pretensión. Entonces Francisco de Guzmán, Alonso del Castillo, el alcaide Pallarés, Hernán Vázquez de Haro, Martín Ruiz de Villamediana, Antón García, Juan Rosillo, Francisco Rosillo, Rodrigo de Ortega, Gómez de Valenzuela, Pedro de Oma, Nuño de Abengoza, Diego Palacios, Antonio Rosillo y Juan de la Serna, a los que se sumaron Pedro de Alarcón y Alonso Mejía. Entonces, los hidalgos alegaban que en su estado había hombres abonados y suficientes, que contribuían a los repartimientos de cargas concejiles de los que se escabullían los labradores y que el fuero de Alarcón, al que estaba poblada San Clemente, les otorgaba ese derecho de acceso a los oficios. Aparte de considerar nulo un privilegio otorgado por el maestre don Juan Pacheco a los pecheros, ya que no emanaba de los reyes, los hidalgos se hacían portavoces de un sentimiento generalizado en aquella sociedad que proclamaba la igualdad de todos los hombres, pues era contra derecho divino y umano que en un pueblo oviese diferencia e división de personas y que los nobles fueses de peor condición. Una primera sentencia favorable a los hijosdalgo de 20 de julio de 1512 sería revocada el 20 de junio de 1516, aunque la ejecutoria se retrasaría hasta el ocho de julio de 1527. En este retraso tenía bastante que ver la acusación pechera contra los hidalgos de haber liderado el movimiento de las Comunidades o al menos incitado.

El señorío de la emperatriz Isabel de Portugal fue una nueva oportunidad para los hidalgos, que debieron contar con el apoyo del corregidor Álvarez de Sotomayor, y la firme oposición de los pecheros que esta vez delegaron su defensa en el bachiller Ángel. Los hidalgos, por la vía de los hechos y con el apoyo del corregidor, habían nombrado a Hernando del Castillo por el estado de los hidalgos, aunque los pecheros, en una demostración de fuerza le habían negado tal vara de justicia y la habían entregado a uno de su estado, Pedro Rodríguez, familia emparentada con los Origüela. Pero esta vez, los hidalgos aprovechaban el clima de divisiones que vivía la villa para ofrecerse como garantes del orden y el buen gobierno ante la emperatriz; acusaban de división de los pecheros en dos parentelas, lideradas por los Origüela y los Herreros, respectivamente. Esta vez, en lo que sería definitiva, los hidalgos ganaron sentencia de la Chancillería de Granada de once de agosto de 1537, cuyo tener de reserva de la mitad de los oficios para el estado de los hidalgos es el que hemos referido más arriba.

Porque el estado de los pecheros della esta dividido en dos parenteras en opinyones de que rresultava o podía rresultar muchos escándalos y muertes de honbres y desacatos entre los tales oficiales de dichas parenteras porque cada uno favorescía a la su parentera

 

Aunque los pecheros apelaron la sentencia, esta vez la decisión final correspondería, no a la Chancillería de Granada, sino al Consejo de la emperatriz Isabel, que intentó adoptar una posición salomónica por sentencia de 22 de agosto de 1538, dada en Valladolid, y con fecha 19 de septiembre se expediría carta ejecutoria

Que en la elecciones que se hizieren de los dichos oficios cada un año en la dicha villa se nonbren para entrar en suertes doze posteros pecheros de la dicha villa e quatro hijosdalgo della y no más y que los que dellos salieren ayan los dichos oficios y usen dellos conforme la costunbre que hasta agora se a tenido e que las dichas personas susodichas que an de entrar en las dichas suertes sean nonbradas y elegidas por los oficiales que an sido aquel año conforme a uso y costunbre que en ello se a thenydo

La nueva ejecutoria no acabó con la disputa, pues tanto Alonso Pacheco como Hernando del Castillo, hombres dominantes en la escena de la política de los cuarenta, intervinieron en la elección de oficios pecheros y, en especial, en la elección del año 1549. Recordando el privilegio que, el diez de diciembre de 1445, el maestre don Juan Pacheco había dado a la villa, en especial aquellas cláusulas olvidadas y que intentaban el acaparamiento de los oficios por algunas familias. Aquí es donde tenía sentido el concepto de “rezagados”

Dicha eleción se a de hazer de las personas posteros y suficientes y más rreçagados de no aver thenydo los dichos oficios para que todos los vezinos gozen

Se recordaba la cláusula del privilegio de 1445 que imponía un plazo de tres años para ejercer los oficios de nuevos y que había sido constantemente incumplido por la oligarquía pechera, en un intento de apartar a los Herreros del poder municipal. Hasta el arca del archivo se fue para sacar traslado de los viejos privilegios

Que no puedan echar en suertes ni aber los dichos oficios y alguno dellos a lo menos hasta que pase tres años cunplidos y dende adelante fasta que todos los buenos omes posteros y pecheros que fueren ydóneos y pertenecientes

Cínicamente Hernando del Castillo y Alonso Pacheco apelaban a aquellos posteros que en los repartimientos habían contribuido al acrecentamiento de la república toda su vida y siempre habían estado excluidos de los oficios públicos, en lo que era intención de colocar personas próximas. Pero Hernando del Castillo y su cuñado Alonso Pacheco se encontraban solos, aparte del apoyo de los Oma, en el juego de alianzas del ayuntamiento. Una alianza contra natura estaba contra ellos: Herreros, Tébar, Valenzuela o Pacheco de Minaya trataban de cerrar su paso al poder en el ayuntamiento.

 

La soledad de Alonso Pacheco y Hernando del Castillo se vio en las elecciones del año 1549. Los oficiales existentes elegían uno por uno los cuatro hidalgos y doce pecheros elegibles y a introducir en el cántaro para sacar en suertes por un niño la bola del alguacil y las dos bolas de alcaldes ordinarios. Todos los candidatos elegibles eran contrarios a los dos cuñados, que intentaron bloquear la elección diciendo que había rezagados (persona que no habían ocupado nunca oficios o hacía mucho tiempo) con derecho a la elección, y que recusaban a algunos candidatos (Miguel Vázquez de Haro y Juan del Castillo) por estar condenados por la justicia, así como que existía mandamiento de antiguo gobernador para que no entraren familiares en las suertes (la acusación de endogamia iba contra los Herreros, unidos familiarmente a los Rodríguez, y a Gregorio del Castillo que tenía por yerno a Francisco Herreros). Los Herreros seguirían dominando la escena política copando los puestos de los dos alcaldes, con Miguel Sánchez de los Herreros, yerno del bachiller Rodríguez, y Sancho López de los Herreros el mozo. Alguacil sería Alonso de Oropesa. Pero la alianza con los Tébar era contra natura y motivada por la enemistad de esta familia con los Castillo.


1º hidalgo

 2º hidalgo

 3º hidalgo

4º hidalgo

Hernando de Peralta, alcalde

Antonio de la Fuente

No vota

No vota

No vota

Alonso Martínez, alcalde

Miguel Vázquez de Haro

Hernando Montoya

Hernando de Villodre

Alonso García

Francisco Pacheco, regidor

Miguel Vázquez de Haro

Hernando Montoya

Hernando de Villodre

Alonso García

Sancho López de los Herreros, regidor

Miguel Vázquez de Haro

Hernando Montoya

Hernando de Villodre

Alonso García

Rodrigo Pacheco, regidor

Miguel Vázquez de Haro

Hernando Montoya

Hernando de Villodre

Alonso García

Alonso de Valenzuela, regidor

Miguel Vázquez de Haro

Hernando Montoya

Hernando de Villodre

Alonso García

Gregorio del Castillo, regidor

Miguel Vázquez de Haro

Hernando Montoya

Hernando de Villodre

Alonso García

Cristóbal de Tébar, regidor

Delega voto en alcalde mayor

Hernando Montoya

Hernando de Villodre

Alonso García

Hernando del Castillo, regidor

No vota

No vota

No vota

No vota

Alonso Pacheco, regidor

No vota

No vota

No vota

No vota

Martín de Oma, alguacil

No vota

No vota

No vota

No vota

1º pechero

2º pechero

3º pechero

4º pechero

Hernando de Peralta, alcalde

No vota

No vota

No vota

Martín López Merchante

Alonso Martínez, alcalde

Miguel de Herreros, yerno bachiller Rodríguez

Alonso de Caballón

Alonso de Oropesa

Andrés González de Tébar

Francisco Pacheco, regidor

Miguel de Herreros, yerno bachiller Rodríguez

Alonso de Caballón

Alonso de Oropesa

Andrés González de Tébar

Sancho López de los Herreros, regidor

Miguel de Herreros, yerno bachiller Rodríguez

Alonso de Caballón

Alonso de Oropesa

Andrés González de Tébar

Rodrigo Pacheco, regidor

Miguel de Herreros, yerno bachiller Rodríguez

Alonso de Caballón

Alonso de Oropesa

Andrés González de Tébar

Alonso de Valenzuela, regidor

Miguel de Herreros, yerno bachiller Rodríguez

Alonso de Caballón

Alonso de Oropesa

Andrés González de Tébar

Gregorio del Castillo, regidor

Miguel de Herreros, yerno bachiller Rodríguez

Alonso de Caballón

Alonso de Oropesa

Andrés González de Tébar

Cristóbal de Tébar, regidor

Miguel de Herreros, yerno bachiller Rodríguez

Alonso de Caballón

Alonso de Oropesa

Andrés González de Tébar

Hernando del Castillo, regidor

No vota

No vota

No vota

Licenciado Perona

Alonso Pacheco, regidor

No vota

No vota

No vota

Francisco Suárez de Figueroa

Martín de Oma, alguacil

No vota

No vota

No vota

Pedro de la Fuente

5º pechero

6º pechero

7º pechero

8º pechero

Hernando de Peralta, alcalde

Esteban Ángel

No vota

No vota

No vota

Alonso Martínez, alcalde

Esteban Ángel

Bachiller Francisco Rodríguez

Juan del Castillo, hijo de Gregorio

Miguel Sánchez de los Herreros, el viejo

Francisco Pacheco, regidor

Esteban Ángel

Bachiller Francisco Rodríguez

Juan del Castillo, hijo de Gregorio

Miguel Sánchez de los Herreros, el viejo

Sancho López de los Herreros, regidor

Esteban Ángel

Bachiller Francisco Rodríguez

Juan del Castillo, hijo de Gregorio

Miguel Sánchez de los Herreros, el viejo

Rodrigo Pacheco, regidor

Esteban Ángel

Bachiller Francisco Rodríguez

Juan del Castillo, hijo de Gregorio

Miguel Sánchez de los Herreros, el viejo

Alonso de Valenzuela, regidor

Esteban Ángel

Bachiller Francisco Rodríguez

Juan del Castillo, hijo de Gregorio

Miguel Sánchez de los Herreros, el viejo

Gregorio del Castillo, regidor

Esteban Ángel

Bachiller Francisco Rodríguez

Juan del Castillo, hijo de Gregorio

Miguel Sánchez de los Herreros, el viejo

Cristóbal de Tébar, regidor

Esteban Ángel

Bachiller Francisco Rodríguez

Juan del Castillo, hijo de Gregorio

Miguel Sánchez de los Herreros, el viejo

Hernando del Castillo, regidor

Amador de Ávalos

Licenciado Perona

Licenciado Perona

Juan López de Perona

Alonso Pacheco, regidor

Francisco Martínez, labrador

Diego Ángel

Juan Ángel

Juan López de Perona

Martín de Oma, alguacil

Francisco Martínez, labrador

Diego Ángel

No vota

Juan López de Perona

9º pechero

10º pechero

11º pechero

12º pechero

Hernando de Peralta, alcalde

Martín López de Tébar

No vota

 

No vota

Alonso Martínez, alcalde

Juan de Robres

Sancho López de los Herreros. El mozo

Alonso Martínez, hijo del alcalde

Gonzalo de Tébar

Francisco Pacheco, regidor

Juan de Robres

Sancho López de los Herreros. El mozo

Alonso Martínez, hijo del alcalde

Gonzalo de Tébar

Sancho López de los Herreros, regidor

Juan de Robres

Sancho López de los Herreros. El mozo

Alonso Martínez, hijo del alcalde

Gonzalo de Tébar

Rodrigo Pacheco, regidor

Juan de Robres

Sancho López de los Herreros. El mozo

Alonso Martínez, hijo del alcalde

Gonzalo de Tébar

Alonso de Valenzuela, regidor

Juan de Robres

Sancho López de los Herreros. El mozo

Alonso Martínez, hijo del alcalde

Gonzalo de Tébar

Gregorio del Castillo, regidor

Juan de Robres

Sancho López de los Herreros. El mozo

Alonso Martínez, hijo del alcalde

Gonzalo de Tébar

Cristóbal de Tébar, regidor

Juan de Robres

Sancho López de los Herreros. El mozo

Alonso Martínez, hijo del alcalde

Gonzalo de Tébar

Hernando del Castillo, regidor

Gregorio de Perona

Alejo Rubio

Miguel López de Astudillo

No vota

Alonso Pacheco, regidor

Gregorio de Perona

Alejo Rubio

Pedro Rosillo

No vota

Martín de Oma, alguacil

Francisco Martínez, labrador, mozo

No vota

Pedro Rosillo

No vota




ACHGR. PLEITOS, 770-6