El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

lunes, 25 de septiembre de 2023

LA COFRADÍA DE NUESTRA SEÑORA DE SEPTIEMBRE Y LOS CABALLÓN

 Nacer en Castillo de Garcimuñoz o proceder de allí no era buena carta de presentación y menos para pasar como cofrade a la cofradía de la Concepción y Natividad de San Clemente, con fama de solo admitir cristianos viejos. Tal tacha la tuvieron que soportar los hermanos Juan y Alonso Caballón cuando pidieron su ingreso en la mencionada cofradía el año 1556. Entonces, el provisor de la cofradía, Miguel Sánchez de los Herreros, y su mayordomo Juan de Oma recordaron a los dos hermanos que su ascendencia en el Castillo de Garcimuñoz era un mal principio para el ingreso y que debían demostrar con pruebas genealógicas que no estaban manchados de sangre infecta, es decir de judíos conversos. Aunque los Caballón se habían establecido en San Clemente con el abuelo, se recordó a los hermanos que eso no era suficiente y que presentarán sus ascendientes en el Castillo de Garcimuñoz. De la cofradía habían formado parte los de la Fuente y los Simón en los años treinta, pero ahora aparecían nuevos apellidos entre los que destacamos los Ángel, con gran proyección futura como oficiales del Santo Oficio. El cabildo de la cofradía, también llamada de Nuestra Señora de Septiembre, pues el ocho de septiembre se tenía por el día de nacimiento de la Virgen, decidió mandar al Castillo a indagar a un cofrade llamado Benito López del Campillo, otro apellido que en fundaciones religiosas dará que hablar en el futuro. La realidad era que la rancia cofradía de cristianos viejos ya presentaba dudas sobre la naturaleza limpia de sus miembros. Si bien es verdad que a Campillo le acompañó en su viaje un Cristóbal de Villanueva y un Juan de Olivares, ambos cofrades, pero el segundo con apellido sospechoso al igual que el escribano del cabildo Juan de Robres. Se apelaba a los fundadores de la cofradía y sus exigencias de calidades requeridas a sus miembros, pero a continuación se reconocía que la cofradía era presa de parcialidades, diferencias y confusiones en deservicio de Dios Nuestro Señor y su Santísima Madre.

La cofradía estaba deviniendo en un escaparate de representación social: el rico Francisco García era cofrade y Francisco Rosillo también. Es más, las ordenanzas se había cambiado con la excusa de ser más vigilantes en el ingreso de sus miembros, pero la realidad era otra. Las ordenanzas viejas es cierto que eran exigentes con la naturaleza de cristiano viejo, pero la cofradía, muy antigua, venía de cuando todos se conocía; ahora se habían implantado unos estatutos de limpieza de sangre, aunque con dinero todo se compraba, incluso las probanzas para el ingreso. Los sanclementinos recordaban cómo antiguamente podían pasar a la cofradía cualquier cristiano viejo, rico o pobre, solo debía dar una limosna según las posibilidades de cada cual; ahora, se exigían diez ducados por la entrada. El caso es que el cabildo de los cofrades decidió negar la entrada a los hermanos Caballón, por los inconvenientes que para la cofradía suponían sus calidades. La entrada también se vetaba a sus primos Juan Ramírez de Caballón y Diego de Caballón y constituía una exclusión de hecho de la buena sociedad sanclementino que había llegado al pueblo con el abuelo Gonzalo y sus dos hijos Juan y Diego, confirmada años después en expediente inquisitorial que situaba a un Caballón en el margen superior derecho del árbol genealógico de los Origüela. La cofradía determinaría la exclusión de la familia Caballón de la cofradía, que recurrieron la decisión a la Chancillería de Granada, donde sería de nuevo rechazada su solicitud. 

La mencionada cofradía tenía el nombre oficial de cofradía de la Natividad de Nuestra Señora Santa María, aunque era conocida popularmente como de Nuestra Señora de Septiembre en alusión a la festividad del ocho de septiembre, fecha que se tenía por el nacimiento de la virgen María y que era posterior en el tiempo, nueve meses, al día en el que la virgen había sido concebida, el ocho de diciembre. Por esta razón, la cofradía también era conocida como cofradía de la Natividad y de la Concepción. No lo sabemos, pero apostamos que el arraigo que el dogma de la Inmaculada Concepción en la villa de San Clemente tanto a esta cofradía como a la influencia del franciscanismo. La cofradía tenía su sede en la ermita de Nuestra Señora de Septiembre, luego colegio de jesuitas y actualmente llamado Teatro Viejo. Es más, la ermita daba nombre a la calle que hoy conocemos como Rafael López de Haro. Su organización interna estaba provista de un prioste, dos provisores, dos mayordomos, un escribano y el resto de cofrades. La cofradía se había dotada de unas ordenanzas antiguas, desde tiempo inmemorial se decía, aunque creemos que no irían más allá de la segunda mitad del siglo XV, si bien a mediados del siglo XVI se habían renovado en unas ordenanzas nuevas, más celosas de la preservación de los estatutos de limpieza de sangre. La exigencia a sus miembros de ser cristianos viejos, ahora venían especificadas con la mención a estar "limpios de toda raza y mácula de judíos y moros". De hecho, a los nuevos miembros se les exigía una probanza de testigos que, aparte de esa otra que los aspirantes pudieran aportar, era realizada por cofrades de la propia cofradía. Además de limpieza de sangre se les pedía no estar reconciliados por el Santo Oficio de la Inquisición, aunque la realidad era que las enemistades hacían que la simple sospecha era causa de rechazo del ingreso en la cofradía. En el caso de los hermanos Juan y Alonso Caballón de poco les valió que el hermano de su abuelo Gonzalo, Gabriel de Caballón hubiera sido contador de los Reyes Católicos o que los Caballones desempeñaron puestos de regidores y alcaldes en Castillo de Garcimuñoz desde 1400, pues pudieron más las acusaciones de judaísmo vertidas contra una familia procedente de Castillo de Garcimuñoz. 

Entre los nombres que se citaban desde finales del siglo XV como alcaldes de Castillo de Garcimuñoz se citaban a Alonso González de Caballón, Andrés González de Caballón, Francisco de Caballón el viejo y Juan Vázquez de Caballón. Los Los testigos favorables a los Caballón en Castillo de Garcimuñoz iban más allá de declarar su condición de cristianos viejos, además recalcaban que ninguno había sido reconciliado por el Santo Oficio y, añadían, no se conocían quemados por el Santo Oficio, condena esta última que tampoco se les había preguntado en el interrogatorio, pero no debemos olvidar que a la entrada de la iglesia de San Juan Bautista de Garcimuñoz había varios sambenitos colgados, algunos de ellos con unas llamas dibujadas. Al parecer, en Pinarejo, los Caballones tenían su hacienda; destaca el testimonio de un labrador de Pinarejo, Francisco Parrilla, que se desdecía en alabanzas hacia Alonso González Caballón.

y el dicho Alonso González de Caballón iba a vivir a una heredad  que tenía en el Pinarejo y allí era persona muy estimada y que no entendía sino en hacer paces e limosnas a pobres y huérfanos y cuando se volvió a vivir a esta villa todos los del Pinarejo lo echaron de menos porque casó dos o tres huérfanas e les daba viñas e dineros

La figura principal de los Caballones era Gabriel Caballón, contador del rey Fernando el Católico. A la altura de 1550 todavía había en Castillo de Garcimuñoz unas casas principales conocidas como las casas del contador Caballón. Como en estos casos, los testigos unos tenían más memoria que otros. Un labrador de Barchín recordaba como su abuelo le había dicho que los Caballones era cabeza de uno de los bandos con un pariente del marqués de Villena, llamado Juan de Valencia Téllez Girón. El propio marqués don Diego López Pacheco había hecho llamar a Andrés y Alonso González de Caballón para que fueran a recibir en Toledo a Felipe el Hermoso cuando llegó a España. Pleitesía que obligó a muchos servidores del marqués a endeudarse y vender parte de su hacienda, pues se les debió obligar a vestirse con los mejores trajes, que eran ajenos a la existencia de estos hombres. En los Caballones se reconocían letrados y clérigos, gente ajena a bajas condiciones, que a la altura de 1550 vivían de las rentas, aunque se reconocía que habían perdido el espíritu militar de sus antepasados. No obstante, se sabía de un Diego Vázquez de Caballón que había participado como alférez en la toma de Orán de 1509.

De la genealogía de la Real Academia de la Historia, el origen de los Caballón se inicia con Juan Vázquez de Caballón y su mujer Inés Méndez de Arboleda, para centrarse en la descendencia de uno de los hijos Alonso, y regodearse con la sucesión luego en la villa de Moya o de su nieto Juan de Caballón, conquistador de Costa Rica, apenas si se cita al otro hijo el contador Gabriel y se ignora completamente a Gonzalo, el que llega después de la guerra del Marquesado a San Clemente, pero su vida en medio de miserias es más entretenida que la de conquistadores y servidores de marqueses. De la antigüedad de los Caballones daba fe la documentación de Castillo de Garcimuñoz:

del archivo del cabildo de la dicha villa de Castillo de Garcimuñoz parece por ciertos autos de las escrituras que en treynta días del mes de junio de mill e quatrocientos y diezisiete que Juan Fernández de Caballón e Francisco Fernández de Olivares e otros sus compañeros como regidores de la dicha villa proveyan ciertos autos tocantes a la buenna gobernación e asymismo los dichos los dichos Juan Fernández Caballón y sus compañeros como tales regidores de la dicha villa en veynte e cinco días del mes de julio del dicho año de mill e quatrocientos y diezisiete proveyeron otro auto como tales regidores de la dicha villa sobre cierta hordenança y por otro auto del ayuntamiento fecho en la dicha villa de Castillo de Garcimuñoz en quinze de agosto de mill e quatrocientos y treynta e quatro parece que Juan Díaz de Caballón como alcalde ordinario de la dicha villa y los regidores della se juntaron en su cabildo en ayuntamiento e hicieron cierto repartimiento para los gastos e nescesidades de la dicha villa


El 27 de febrero de 1563 la Chancillería de Granada declaraba limpios a los primos hermanos Caballón, permitiendo su ingreso en la cofradía de Nuestra Señora de Natividad de Santa María


Probanza 1556

Jorge de la Pastora, Castillo de Garcimuñoz, 75 años

Francisco Parrilla, labrador de Pinarejo, 70 años

Cristóbal de Honrubia, labrador de Castillo de Garcimuñoz, 80 años

Pascual Gutiérrez, labrador de El Cañavate, 85 años

Miguel de Gil Gómez, vecino de Barchín, 77 años

Andrés de Buenache, vecino de Castillo de Garcimuñoz, 75 años

Alonso de Villanueva, morador en El Pinarejo, 84 años

Miguel Sánchez Requena, labrador de Pinarejo, 75 años

Hernán Vázquez de Haro, 51 años, de San Clemente

Gonzalo de Zaragoza, 80 años, de San Clemente


ACHGR, PLITOS, C 4555-16

martes, 19 de septiembre de 2023

Las Guijarras

 

Quedarse viuda  y con hijas a cargo en el pasado era hecho desgraciado, pues condenaba a la necesidad a las mujeres y era motivo de mil habladurías. Si los que visitaban el domicilio familiar eran clérigos los rumores y malicia de la vecindad era la regla común. Tal fue el caso de Inés Guijarra, viuda del escribano Francisco Mejía, y de sus dos hijas Isabel y Ana. Presentar su vida como ejemplo de honestidad, recogimiento y virtud valía muy poco en su pueblo, Vara de Rey, donde las rencillas eran la comidilla diaria. 

Las visitas de los clérigos Pablo de Gabaldón y Juan de Almao al domicilio de las mujeres no pasaron inadvertidas a Pedro López, cuya enemistad era manifiesta con los religiosos y que pronto comenzó a difundir rumores de que los clérigos abandonaban la casa de la viuda a alta hora de la noche y de un más que probable amancebamiento. Pablo López era alcalde de Vara de Rey y aprovechará su posición política para usar a las mujeres con fines espurios para acabar con sus enemigos. Un veintitrés de febrero de 1624 las Guijarras dicen ser objeto de una encerrona. Volviendo para casa, se meten en un cercado del clérigo Pablo Gabaldón, pero sin saberlo son observadas y seguidas en su camino por varios hombres: el mencionado alcalde Pedro López y Rodrigo López, Juan López, Martín Madrigal y el alguacil Julián de Gabaldón. Una vez en el cercado, los hombres acceden a él, saltando las paredes, desnudando las espadas, cometiendo violencias y llevándose a la menor Isabel hasta el cirujano del pueblo para que diera fe de la pérdida del virginidad de la joven. Los altercados del cercado acaban en tragedia, pues Ana, de doce años, sufriendo las violencias, morirá a los ocho días "víctima del asombro y alboroto". La muerte de la niña causo estupor en el pueblo, pero el debate no término. Ana que era niña para sus familiares ya era mujer para sus enemigos, participando de los contactos sexuales con los clérigos. 

La muerte de Ana no acabó con el conflicto, pues Pedro López siguieron su cruzada en defensa de las virtudes públicas; denunciando a los clérigos ante el provisor de Cuenca y acusando a dos mujeres de sesenta años, María y su hermana Ana López, de actuar como alcahuetas, disponiendo de su casa para seguir facilitando los encuentros sexuales entre Ines y su hija Isabel y los clérigos Pablo Gabaldón y Juan Almao. En las disputas acabaría entrando la mujer del alcalde Pedro López, llamada Quiteria Collado y que aseveraba que tanto Inés Guijarra como su hija Isabel "tenían putería asentada en su casa". A las aseveraciones de Quiteria seguían otras de familiares y próximos al alcalde, Así, su suegra Catalina Ramona y su cuñado el regidor Bartolomé López afirmaban que las Guijarra "tenían una cama  muy aderezada para dormir juntos", refiriéndose ese "juntos" al clérigo Pablo de Gabaldón. Pero en la conciencia de los vararreyenses podía más el infortunio de la pequeña Ana, fallecida a pesar de que se llamó al licenciado Llorente López, médico de San Clemente para salvarle la vida. Su muerte vino tras unas calenturas y pasar varios días en la cama, pero la causa de la muerte se veía en los altercados y alborotos del cercado del clérigo Pablo de Gabaldón.

La muerte de la joven Ana impresionó al pueblo, pero el debate sobre la carencia de virtud y recato de las mujeres conmocionó la población de Vara de Rey. Y es que la moral lo era todo en unas sociedades que habían hecho de la vigilancia de las costumbres y conductas honestas la vara de medir de sus miembros. De hecho, las averiguaciones del alcalde mayor sobre el crimen cometido pronto derivaron en una reacción de la sociedad vararreyense, defendiendo a las hermanas López, acusadas de alcahuetas, como mujeres doncellas a sus sesenta años (y además hidalgas), y a las "guijarras" con una Inés recogida en su viudez, junto a sus hijas. Y es que vivir recogida era la mejor forma de evitar murmuraciones. Pero abandonar los espacios públicos tenía sus inconvenientes, pues otros los tomaban; las malas lenguas podían más. Quiteria, la mujer del alcalde, aprovechaba la concurrencia de otras mujeres en el horno de pan para llamar en voz alta putas a Inés e Isabel Guijarra. Mientras Quiteria infamaba, su marido buscaba apoyos en la Iglesia, yendo hasta Cuenca en busca del provisor del obispado para que acusara de amancebamiento a los dos clérigos. Lo cierto es que el provisor se inhibió y no quiso entrar a enjuiciar el caso. Fracasado en su intento de reprobar a los clérigos, el alcalde Pedro López lanzó sus acusaciones contra Ana, la difunta niña de doce años, poniendo en duda que la niña fuera tal niña. Le tuvo que parar en público los pies el escribano Lorenzo de Perona: "pues qué es sino niña y más que niña". Pero los críticos se cebaban con Ana, pues se decía que tras estar enferma en la cama se había levantado para pasear por las calles de Vara de Rey y muerto repentinamente de un golpe de espanto por ver a su madre presa, si bien el que acabaría preso por infamias contra las "guijarras" sería el alcalde, que sería llevado a la cárcel de San Clemente. La realidad era que Pedro López estaba solo en el pueblo; en las probanzas de testigos solo contó con el apoyo de Fernando Díaz Meneses.

Detrás de la infamia contra las mujeres estaba el hecho incomodo de la muerte de la pequeña Ana, de doce años, que, causando tremenda repulsa en el pueblo, ponían en duda el monopolio del poder de los López de Garcilópez, que ahora dominaban la vida municipal y los oficios concejiles. Y es que detrás del apellido común de los López se encontraba el compuesto de López de Garcilópez. ¿Quiénes eran los López de Garcilópez? El apellido lo conocemos ya desde comienzos de siglo en El Provencio y luego en San Clemente, en las décadas de 1550 y 1560 monopolizando gran parte de las tiendas de la villa. Pero, la instalación de los Garcilópez en Vara de Rey viene del apoyo de las familias Huete y Meneses, dos apellidos que corresponden a un mismo linaje. El pleito sobre la hidalguía de los López de Garcilópez se había iniciado en agosto de 1597, cuando el concejo de Vara de Rey, empadronó a Juan López de Garcilópez y a su sobrino Pedro con los pecheros. El abuelo Pedro López de Garcilópez procedía de El Provencio, donde sus vecinos no sabían o no querían saber de la familia. A decir de un testigo, el regidor Francisco de la Plaza, era de procedencia pechera. Había llegado siendo un niño a Vara de Rey y entrado al servicio como criado de un hidalgo poderoso de Vara de Rey, Miguel López de Huete. Tal cariño le cogió Miguel López de Huete a su pupilo, que entre uno y otro se llamaban tío y sobrino y que, en el pueblo, le llamaban al joven Pedro con el apodo del hidalguillo. El favor de este hidalgo y del regidor Garci Hernández a Pedro y su mujer María López hizo que pasaran como hidalgos en Vara de Rey. Ese mismo favor de no ser empadronado con los pecheros parece que gozó el padre Pedro, que contaba en Vara de Rey con el favor del escribano Antón López, una figura muy influyente en el pueblo en la segunda mitad del siglo XVI. La razón del favor del escribano era el matrimonio de Pedro con Catalina Jiménez, conocida como la Jimena, y familia del citado escribano. El caso es que si en 1597 los oficios concejiles son dominados por las familias tradicionales de los Jávega, Buedo o Ruiz de Alarcón, veinticinco años después el ayuntamiento de Vara de Rey está en manos de los López de Garcilópez, los Meneses y los Huete. Será un intermedio hasta la llegada dos años después al gobierno de la villa de quien determinará el futuro de la villa, don Rodrigo de Ortega, señor de Villar de Cantos desde 1626.

Claro que si insistimos con Inés Guijarro y sus hijas Isabel y Ana es porque estamos ante las parientes directas de los primeros pobladores de Casas de Guijarro. Al menos nosotros es la primera vez que encontramos el nombre de Casas Guijarro referido a esta familia. Es el año 1624 y, por entonces, Casas de Guijarro se nos presenta como aldea de Vara de Rey, dependencia que no se mantendrá en el siglo XVII, para pasar a San Clemente. Es más, creemos que detrás de este enrevesado asunto de mujeres y acusaciones de amancebamiento y prostitución está la oposición de la oligarquía vararreyense al nacimiento de una nueva aldea muy poco controlada, si es que este pleito no provocó que la incipiente aldea de Casas de Guijarro cayera en manos unos años después de San Clemente.
Reproducimos lo que creemos que son las primeras palabras de Casas de Guijarro para la Historia. Un pueblo que tomaría su nombre de la familia que construyó sus primeras casas.
"dixeron a este testigo que le buscase una carga de trigo y fuese a buscalle a por sus dineros a las Casas de Guijarro aldea de la dicha villa entre sus parientes y se la hiciese harina"


ACHGR, PLEITOS CIVILES, c10107-1

Testigos presentados en las probanzas de 1624 (testigos de Vara de Rey)

Diego el Rubio, cirujano, 60 años

Ana López, mujer de Esteban de Aranda, labrador

Isabel López, hija de Vicente de Arribas, pastor de Rodrigo de Ángulo

Diego Gómez, procurador de la villa

Lorenzo de Perona, escribano del ayuntamiento de Vara de Rey

Alonso Ruiz de Alarcón, vive de su hacienda

Simón López de Ortega, labrador

Fernando Díaz Meneses, regidor

Juan Collado, trabajador y labrador

Juan López de Huete, labrador e hijodalgo

Sebastián de Moya, labrador

Francisco de Gabaldón, labrador y tejedor

Pedro Díaz de Alarcón, hijodalgo y regidor perpetuo de San Clemente

María Grande, mujer de Ginés García, regidor perpetuo 

Simón López, hijo de Simón López, labrador

Miguel López de Perona, labrador

sábado, 16 de septiembre de 2023

Pedro Segura, hidalgo de Valera de Yuso

 Pedro Segura se movía en la tradición de los canteros vascos, aunque por la declaración de los testigos, que eran algunos de ellos carpinteros, creemos que Pedro participaba del oficio. El apellido Segura le venía por la ubicación de las casas familiares de Echazarra y Otazabal en el lugar de Idiazabal, pertenecientes a la jurisdicción de la villa de Segura, en Guipúzcoa. Las tan traídas casas solares vascas, como era el caso de esta familia daban para muy poco, pues la hacienda familiar se reducía a la propia casa, un huerto y unos manzanales. Lo cual no quitaba para que estos hidalgos de definieran como gentiles hombres ricos. Pedro había llegado a Valera de Yuso, para casarse, a comienzos de la década de 1530; aunque las afirmaciones de los testigos, en la década de 1540 dejaban entrever que Pedro de Segura ya estaba en la villa de antes. Valera de Yuso era una villa de señorío; sus vecinos estaban obligados a pagar en concepto de servicio y reconocimiento a su señor 13500 maravedíes y una gallina. Por entonces, el señorío de Valera de Yuso era preso de unas alianzas familiares entre los linajes de los Inestrosa, Castillo, Carrillo y Melgarejo que determinaría los conflictos futuros por la posesión de la villa. 

Pedro de Segura venía de una familia cuyos hombres se habían destacado en el oficio militar y en las guerras. Los viejos recordaban al abuelo Pedro de Echazarra como un hombre alto y de prestancia y al padre, Martín de Otazabal, aun siendo bajo, como un hombre fornido. Su participación en las guerra al servicio del rey de Castilla en los innumerables conflictos con el rey de Francia en la defensa de la plaza de Fuenterrabía o el Reino de Navarra. Así, se nombraban las guerras contra Francia en torno al cerco de Fuenterrabía; el propio Pedro de Segura siendo joven había participado en una aventura militar en San Juan Pie de Puerto, cercada por los franceses. El abuelo había participado en aventuras militares, durante el conflicto por el ducado de Viana, especialmente en la defensa de la ciudad de Bayona. El padre Martín se había hallado en la defensa de Fuenterrabía, cercada por los franceses en 1512, en tiempo de Juan Lezcano.

La pequeña aventura militar de Pedro de Segura en San Juan Pie de Puerto, datada el 15 de mayo de 1521 con motivo de la invasión francesa de Navarra, inmediatamente posterior a la guerra de las Comunidades, precedería en poco tiempo a la marcha de Pedro de Segura hacia Castilla, abandonando el hogar familiar. Pedro Segura había nacido con el siglo, hacia 1500. Llegado al obispado de Cuenca hacia 1521-1522, se había casado doce o trece años después en Valera de Yuso


El abuelo con Gracia de Echaray y el padre Martín de Otazabal con Gracia de Otazabal


ACHGR, HIDALGUÍAS, sign. ant. 30-20-7

BNE, Mss. 11651




Ejecutoria de 20 de febrero de 1549

martes, 5 de septiembre de 2023

LA DEHESA DE PERONA

 Alonso Pacheco Guzmán, alférez mayor de la villa, intentaba hace valer los pretendidos derechos de su mujer Elvira Cimbrón del Castillo sobre la dehesa de Perona, que para el concejo sanclementino era la dehesa boyal de Perona y Villar de Cantos. Para los sanclementinos esta dehesa era para uso de las bestias de labor de la villa de San Clemente y sus aldeas de Perona y Villar de Cantos y otros pueblos pertenecientes al suelo de Alarcón. Se decía que los vecinos de El Cañavate o Vara de Rey, cuando eran  fiestas o días festivos dejaban sus mulas en la dehesa. Un bien propio de la villa, que si se había rompido para labranza o arrendado para pasto había sido con ocasión de las licencias concedidas por la Corona como arbitrios por necesidades fiscales en los últimos años, aunque esa no era la norma de los tiempos pasados. Martín de Buedo Alarcón recordaba que dicha dehesa había sido concedida como arbitrio a la villa en 1592 para pago del servicio de millones y que esta la había arrendado a Gonzalo Martínez Ángel, Martín de Buedo Alarcón, Diego de Heredia el indiano, Alonso de Rojas y Diego de Agüero por tiempo de diez años. El dinero obtenido por la villa se ingresaba íntegramente en la tesorería de millones de Cuenca.

La zona era lugar de intereses encontrados, Juan Pacheco poseía heredades en Perona, llevadas al matrimonio por su mujer Elvira Cimbrón, y en Villar de Cantos tenían heredades Diego López de Haro y don Miguel Ortega, que era el principal hacendado y explotaba sus tierras con renteros. Miguel de Ortega reconocía que el pasto de la dehesa daba de comer a las bestias de labor de otros pueblos y, en la medida que se ahorraba la cebada para mulas, dejaba otras tierras libres para el cultivo de trigo. 

La dehesa de Villar de Cantos y Perona, o vega de Perona, era descrita como un conjunto de tierras de quinientos almudes, de bondad y fertilidad, en veinte o cincuenta leguas a la redonda, según testigos. Separaba ambos pueblos, Villar de Cantos y Perona y lindaba con el río Rus, el carril de los Pastores, con antiguas tierras de los Castillo en Perona y, en la parte baja, con el camino murciano, que llaman "puente blanco" nos dirá un testigo. 

"Las tierras sobre que se litiga que son las que llaman dehesa de Perona, linde por una parte con el río Rus y por otra con el carril de los pastores y con tierras de doña Elvira Cimbrón y por la parte de abajo con el camino que llaman murciano, que por otro nombre le llaman romano que va a Villar de Cantos, Vara de Rey derecho a Murcia y Alicante, esto responde"

Esta vega, el tiempo que fue arrendada por la villa de San Clemente, dio buenos frutos, tal que se decía que: "tuvo fertilísimas cosechas de trigos tan grandes que fue cosa de gran temeridad, salvo algunos pedazos que el agua los pudría y echaba a perder por estar los ríos mal hechos"

Alrededor de quinientos almudes, de las más fértiles de la zona, que, cuando se había arrendado por 650 ducados ("es tierra tan buena y fértil que se puede sembrar muchos años a reo sin que se le eche de ver el trabajo porque es de las mejores"). Unas tierras que se podían cultivar de continuo cuatro o cinco años sin barbechar. El matrimonio formado por Juan Pacheco de Guzmán y Elvira Cimbrón, propietario del heredamiento de los Villares en Perona, consideraban estas tierras de su propiedad y se arrogaban también la mitad de los diezmos tanto del lugar de Perona como de la mencionada dehesa. Para el matrimonio la dehesa cultivada producía hasta diez mil fanegas de trigo, que hubieran de ir a la familia como las quinientas fanegas una vez descontado el diezmo. Don Juan Pacheco Guzmán ya había intervenido en la zona, canalizando el río Rus, cuyo desbordamiento era causa de la inundación de las tierras anejas ("y si los ríos se abrieran y estuvieran hechos en la forma que estaban y puso el dicho don Juan Pacheco"). Por entonces, don Juan Pacheco Guzmán es un hombre enfermo a punto de morir, cuyos negocios llevan su mujer deña Elvira Cimbrón y su hijo Rodrigo Pacheco; el otro hijo Juan Pacheco y Alarcón llevará en nombre de su padre la presentación de los testigos para la probanza en apoyo de los intereses familiares.

Curiosamente, en las probanzas de 1625 los hombres ya no se definen por su condición de hombres llanos pecheros, por un lado, y hombres hidalgos, por otro, sino por tres condiciones diferenciadas: los que viven de su hacienda, los que son labradores y los que ejercen algún oficio bien de forma autónoma o bien a jornal. Destaca que el llamarse "don" ya no va asociado a la hidalguía sino a la riqueza. Así, se llamará don Miguel Ortega, que ufanamente se presentará como "hombre de plaza y república". Ese año, los hombres de San Clemente tampoco se definen, en primer lugar, como vecino de la villa sino por la parroquia a la que pertenecen, bien a la de Santiago o bien a las dos nuevas de San Sebastián y Santa Quiteria. Los hay, como Andrés López Gallego Tribaldos, que se definen como herederos de viñas, recordando la herencia recibida y que les permite vivir; claro que este nombre nos interesa más por el último apellido, el de Tribaldos, que hemos de suponer que llega a la villa de San Clemente por casamiento del padre Andrés López Gallego, letrado del concejo, con una mujer de ese apellido, mediada la década de 1540. Tras el apellido se esconde quizás la llegada de otros miembros del clan familiar de los Tribaldos a San Clemente que serán el origen de algún cronista famoso de Indias o algún fundador del Colegio de Manchegos en Alcalá de Henares

Don Juan Pacheco de Guzmán también hizo unas probanzas propias para rebatir a sus enemigos. Para marzo de 1625 recibe a su favor receptoría a su favor para realizar tales probanzas; por entonces, don Juan Pacheco Guzmán ha conseguido un poder inmenso y se auto intitula como señor de las villas de Valera y de la Losa, del heredamiento de Perona y de Sotuélamos.

Las probanzas hechas por el concejo de San Clemente, fueron encargadas a su procurador Francisco Gómez Campos, en abril de 1625, y se hicieron en la parroquia de Santiago. Los testigos presentados fueron

  • Martín de Buedo Alarcón, vecino de San Clemente, vive de su hacienda, 60 años, casado en San Clemente hacia 1590 y natural de Vara de Rey
  • Francisco López de Garcilópez, labrador, vecino de San Clemente. 70 años
  • Diego López de Haro, vecino de San Clemente, vive de su hacienda de labranza y ganados. 44 años. Tiene heredad en Villar de Cantos
  • Don Miguel de Ortega, vecino de San Clemente, 64 años, después de la reformación quedó consumido su oficio de regidor. Tiene heredad y renteros en Villar de Cantos
  • Andrés López Gallego Tribaldos, heredero de viñas, vecino de San Clemente, 79 años. Es hijo del licenciado Andrés López Gallego, letrado del concejo de San Clemente
  • Cristóbal Angel de Olivares, labrador de viñas y heredades, vecino de San Clemente, 50 años, hijo de Gonzalo Martínez Ángel (nacido en 1525)
  • Melchor Rodríguez de Frutuoso el viejo, trata de labor de viñas, vecino de San Clemente. 79 años
  • Ignacio López de Alarcón, labrador y ganadero, vecino de Santa María del Campo, 70 años
  • Alonso de Sacedo, trabajador del campo, de Santa María del Campo. 73 años
  • Pedro García Delgado, labrador de Santa María del Campo y pastor. 48 años
  • Alonso de Domiguel, labrador de Santa María del Campo,  50 años
  • Juan Fernández de Dios, oficio palero, de Santa María del Campo, antiguo pastor de Miguel Martínez Cañamares, 70 años
  • Miguel Galindo, labrador y ganadero de Santa María del Campo, 50 años. Tenía un hato de ganado que pastaba en Casablanca
  • Francisco García Gómez, trabajador y pastor de Santa María del Campo, 70 años
  • Francisco de Bascuñana, labrador de Santa María del Campo. 60 años
  • Martín López de Caballón, alférez mayor de la villa de El Cañavate, 75 años
  • Domingo Jareño, labrador de El Cañavate, 52 años
  • Juan López Arnedo, labrador de El Cañavate, 70 años
  • Pedro Flomesta, labrador de El Cañavate. 50 años
  • Miguel de Osma, regidor perpetuo de El Cañavate, 60 años
  • Juan González, pastor de El Cañavate. 60 años
  • Miguel Martínez, labrador de El Cañavate. 48 años
  • Agustín Muñoz Piqueras, labrador de El Cañavate. 36 años
  • Francisco de Zaldívar, carpintero y albañil de Vara de Rey, 54 años
  • Fabián López, vecino de Vara de Rey, ciego (privado de la vista corporal), 80 años
  • Juan Collado Zamora, pastor de Vara de Rey. 60 años
  • García de Montoya, alcalde de la hermandad por los hijosdalgo. 52 años, fue regidor de San Clemente y es hijo de Diego de Montoya y Abengoza. Las propiedades se reparten entre Vara de Rey y Villar de Cantos. 60 años
  • Julián Martínez el mayor, labrador de Vara de Rey, 60 años
  • Juan Collado Cabañero el mayor, labrador de Vara de Rey, 60 años
  • Fernando de Sevilla, labrador de Vara de Rey. 67 años
Testigos presentados por Juan Pacheco de Guzmán
  • Sebastián López, labrador, vecino de San Clemente, 60 años
  • Pedro García Zamora, labrador, vecino de San Clemente, 62 años
  • Cebrián Carrasco Zaragoza, vive de su hacienda, vecino de San Clemente. 70 años
  • Martín de Corbera, labrador no tiene casa ni hacienda y asiste de presente en Villar de Cantos. 50 años
  • Pablo de Carboneras, no tiene casa ni hacienda, labra en tierras de don Juan Pacheco en Perona. 50 años
  • Francisco López Girón, vecino de Vara de Rey, reside en Perona y es labrador. 51 años
  • Pedro Díaz de Segovia, vive en San Clemente y es labrador en tierras de don Juan Pacheco en Perona. 44 años
  • Miguel de Ortega, vecino de Minaya, hortelano y labrador asiste en la casa de Ávila, que es en término de Alarcón. Labra una tierra de labor en la Losa, propiedad de Juan Pacheco. 60 años.
  • Diego de Alarcón, vecino de El Cañavate, labrador.  50 años
  • Pedro de Piqueras, labrador, vecino de El Cañavate, 48 años
  • Pedro Saiz Valero, labrador, vecino de El Cañavate, 44 o 45 años
  • Alonso Valero, labrador, vecino de El Cañavate, 60 años
  • Cristóbal Carretero, morador en la Atalaya, lugar de El Cañavate; labrador y apeador de tierras, 62 años.
  • Julián de la Membrilla, vecino de Santa María del Campo, de oficio aperador de hacer carros. 38 años
  • Martín de Honrubia, vecino de Santa María del Campo, trabajador. 66 años
  • Juan de Toro Ramírez, clérigo de Santa María del Campo. 52 años
  • Juan García de Vico, labrador, vecino de Santa María del Campo, 63 años
  • Juan de Alarcón, labrador, vecino de Santa María del Campo, 66 años
  • Juan Ruiz de Linares, trabajador del campo, vecino de El Cañavate, 60 años
  • Pedro Montesino, vecino de la villa de El Cañavate. 60 años
  • Martín de Castro, vecino de la villa de El Cañavate, mesonero, 65 años
  • Pedro López Izquierdo, vecino de la villa de El Cañavate, trabajador, ahora viejo impedido. 80 años
  • Francisco de Araque, hijodalgo, vecino de El Cañavate y labrador al servicio de Juan Pacheco y su hijo. 60 años
  • Julián García, labrador de El Cañavate, 62 años
  • Alonso de Soria, vecino de El Cañavate, labrador. 60 años
  • Francisco de Alarcón, vecino de El Cañavate, labrador, 48 años
  • Francisco Redondo, morador de La Atalaya, labrador, 52 años
  • Miguel Saiz de León, labrador, vecino de San Clemente, vive en Perona, 46 años
  • Miguel Martínez Montalbo, vecino de San Clemente, trabajador. 60 años
  • Blas Martín, vecino de San Clemente, labrador, 50 años
ACHGR, C-9658-22