El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)
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domingo, 11 de febrero de 2024

Los Ortega y Santa María del Campo Rus

 Los Ortega se habían enseñoreado de Santa María del Campo Rus en 1626. El pueblo había sido comprado en 1608 por los Ruiz de Alarcón, señores de Valera de Arriba, tras el espejismo de un periodo de realengo, pero al ausencia de los nuevos señores del pueblo, dejaba las riendas del poder en los Ortega. De las viejas familias, que, en su día, vimos implicadas en los sucesos de 1582, los grandes beneficiarios habían sido los Ortega, que, ahora, sentaban su poder en su presencia regional y su hacienda en torno al núcleo familiar de Villar de Cantos. En Santa María del Campo copaban los puestos de gobierno del pueblo. Pedro Ortega Montoya era alcalde mayor o gobernador del pueblo en nombre de los Ruiz de Alarcón. Su hijo Pedro Ortega Montoya era alcalde ordinario por los hijosdalgo, cargo que compartía con el otro alcalde Francisco González Patiño, que, a pesar de los apellidos, era hermano del gobernador y ejercía de alcalde ordinario por los pecheros. A la familia Ortega se sumaba un hermano del gobernador, Rodrigo de Ortega, y el tío de ambos, Andrés Ortega. Los Ortega fundaban su poder en Santa María del Campo en la posesión de ganados y era el mal uso de sus ganados lo que se criticaba, pues había esquilmado las encinas de la dehesa del pueblo. Entender  a los Ortega de Santa María del Campo es fundamental para comprender su poder regional, dada su vinculación familiar con los Ortega de San Clemente.

Era tal su poder, que incluso las desavenencias surgían dentro de la familia; así el alcalde ordinario Pedro Ortega Montoya era denunciado por su propio tío Rodrigo por apropiarse de los pastos de la dehesa y tener allí sus ganados pastando durante cuatro meses. Las diferencias habían llegado hasta tal punto que, en una riña por el derecho de pasto de los respectivos ganados, Pedro había estado a punto de matar a su hermano Rodrigo. Pero las ambiciones ganaderas de los Ortega, cuyas manadas se comían también las viñas, chocaban con los intereses de los santamarieños que habían conseguido facultad real para permitir "entresacar el monte", prohibiendo la entrada de ganados. Lógicamente, un monte en el que se abrían calveros, era más propicio al pasto de ganados. El uso colectivo de la dehesa debía ir a garantizar con sus réditos a los censos cargados sobre los propios del concejo y el caudal del pósito. La dehesa, conocida por los vecinos como la Vieja,  era complementada por la llamada dehesa Nueva, propiedad del señor de la villa y que había sido comprada en arrendamiento por los vecinos a Fernando Ruiz de Alarcón, al que pagaban mil reales anuales. La dehesa nueva era para uso de los abastecedores de carnes de la villa. Ni qué decir tiene que la villa encontraba dificultades para encontrar abastecedores de carnes, pues los Ortega pretendía en el monopolio de las carnicerías y su abasto.

Los Ortega, con sus ganados, tenían el monopolio de las carnicerías del pueblo, pero a pesar de dominar las alcaldía y la gobernación de la villa, tenían enfrente al concejo santamarieño que se atrevió a embargar a Andrés Ortega setecientas ovejas. Viejas familias dominaban todavía el concejo, como Alonso García Rubio, alguacil mayor, y las decisiones del pueblo se tomaban, en los asuntos importantes en concejos abiertos, donde hemos de suponer que aún primaba la voz de las familias tradicionales. Después de doscientos años, Santa María del Campo, una villa que iba de señor en señor, demostraba ese carácter irredento que ya hemos visto en el pasado frente a los intentos de dominio señorial. NO obstante, en Santa María del Campo se estaban estableciendo nuevas familias foráneas como los Piñán o Diego Suárez de Figueroa, en este último caso, se trataba de un hidalgo llegado desde Villaescusa de Haro. Estos recién llegados estaban copando los cargos concejiles de Santa María del Campo, compitiendo con los Ortega, denunciando el monopolio que, de los oficios concejiles, tenían los Ortega: tres de los seis oficios. Enfrente de los Ortega, y sus ganados, se situaba, además de los recién llegados, familias tradicionales. Una de ellas, eran los Rosillo, que de la mano de Cristóbal Rosillo trataban de limitar los excesos de los Ortega, a los que acusaban de imponer el terror en los campos, y a los que trataban de limitar el pasto de sus ganados a una zona llamada la cabeza. Pero los Ortega rechazaban estos intentos así como otros de arrendar las dehesas del pueblo a ganaderos foráneos de La Almarcha, a los que despectivamente llamaban los sin camisa o a los propios santamarieños como Pedro Mendiola.

El control del poder concejil en Santa María del Campo era objetivo último para los ganados de los Ortega (todos declaraban tener manadas de ovejas, una, dos o tres manadas de cuatrocientas ovejas), que chocaba con las viejas familias, las reiterativos hidalgos que llegaban por matrimonio a copar nuevas vecindades o de santamarieños que intentaban descollar como Agustín Suárez Párraga

ACHGR, PLEITOS CIVILES, C- 9669, 9

lunes, 12 de julio de 2021

Los señores de yeguas de Iniesta

 

Las provisiones reales se leían en voz alta de pregonero en la plaza pública de Iniesta por el pregonero Juan de la Heras. Así se dio a saber por el pregonero Juan de las Heras un 16 de agosto de 1516. El tema pregonado era viejo; acabada la guerra de Granada, se dejaron de criar potros y se prefirió echar las yeguas a asnos garañones para la crianza de mulas para la labranza. Ya el veinte de julio de 1492 se amenazó a los dueños de garañones con la pérdida del asno y multa de mil maravedíes cuando fueran sorprendidos echándolos a las yeguas; una `provisión que volvería a ser confirmada el 4 de octubre de 1499 y que se recordó específicamente para el marquesado de Villena el 10 de junio de 1516, donde se señalaba la rápida disminución del número de caballos por la crianza de mulas para la agricultura. Se cometía al gobernador Antonio de Córdoba y su alcalde mayor, licenciado Ternero, hacer las pesquisas sobre los caballos existentes. Era alguacil mayor del marquesado, Pedro de Albelda.

El mismo día de la lectura de la provisión real en la plaza de Iniesta fue respondida por su gobernador Pedro de Mondéjar, que alegaba que las antiguas leyes se aplicaban en el Reino de Murcia, pero no en el obispado de Cuenca, a cuya tierra pertenecía Iniesta. Se denunciaba la innovación de hacer extensiva la pragmática sobre ganado caballar al sur del Tajo, cuando las tierras de Cuenca eran estériles para la crianza de caballos.

Hemos hablado en otros lugares del floreciente negocio del ganado yeguar de los iniestenses, de sus bajadas hasta la ribera del Júcar y del origen de algún pueblo como Madrigueras en el contexto de esta trashumancia local. Prueba del potencial económico de este ganado yeguar es que fueron varios vecinos principales de Iniesta quienes sostuvieron el pleito. Unos vecinos que se llamaban a sí mismos señores de yeguas; eran Juan Correa el viejo, Alonso Martínez de Correa, Pedro García de Castillejo, Pedro Jiménez de Buenache, Pedro de Iniesta de Alcalá, Juan de las Heras, Juan de Correa el mozo, Juan de Iniesta, Pedro Pérez Marquina, Juan Navarro del Campillo, Juan de Utiel, Pedro Garrido, Felipe Navarro, Pérez de Carrascosa, Alonso de Jábega, Andrés Bravo, Antón García de Mingo Juan el mozo, Juan García de Mingo Juan el mozo, Juan Garrido de Alcalá, Pedro de Buenache, Alonso de las Heras, Pedro López, Alonso de Tórtola, Alonso Herrero del Peral. Una muestra del negocio de la crianza de mulas y del rápido desarrollo de la labranza en estas tierras, que habían reducido a la nada la crianza de caballos para la guerra y jinetes encabalgados. La expresión de los quintanareños cincuenta años después para definir su pueblo como una sociedad de labradores desencabalgados valía para la Iniesta previa a las Comunidades. Y era algo más, el dominio del concejo de Iniesta y la vida política por un conjunto de labradores ricos, que aún no había cedido el poder a las poderosas familias de los Zapata o los Espinosa. Y es que el conflicto por los garañones, iniciado en 1516, derivó en un largo pleito en la Chancillería de Granada que se mantenía abierto cuando estallaron las Comunidades. Los gobernadores del marquesado de Villena, Antonio de Córdoba o Gutierre de Quejada se sucedían, pero el conflicto seguía abierto, mientras el procurador de “los señores de yeguas” iniestenses, Pedro Mondéjar, se quejaba que el abogado en la Chancillería malversaba el dinero de los vecinos. Es más, entre las élites de labradores dominantes de Iniesta se comenzó a extender un discurso político que reivindicaba a Iniesta como una villa ajena al marquesado de Villena e integrante de la antigua tierra de Cuenca, estéril al igual que la antigua ciudad madre y sus tierras para la crianza de caballos. En el fondo del debate, estaba el interés de grandes familias de Alarcón por dominar el ganado caballar, aprovechando una nueva ruta que en sentido transversal iba desde Gascas a las tierras de Alarcón en la Ensancha. El territorio de la Ensancha era objeto de deseo para la agricultura de los iniestenses y también los jareños. Las tierras de labor se estaban comiendo a los pastos, las tierras lindantes con el Júcar, en torno a Madrigueras, presentaban ya un aspecto labrado. La edad dorada de los señores de yeguas iniestenses estaba tocando a su fin: enriquecidos con la crianza de mulas en el periodo de 1480 a 1520, veían como las tierras labradas por esas mismas mulas hacían desaparecer los pastos que las yeguas pastaban antaño. Una élite de labradores desencabalgados, dominadores del gobierno concejil, dejarán lugar a una nueva élite hidalga que harán de la ejecutoria y el caballo listo para la guerra el símbolo de su distinción social.

El cambio del paisaje iniestense nos los recordaba en su ancianidad Alonso Sánchez de Valverde

Que en los tiempos pasados vido que por estar los dichos términos desocupados de labores de yvierno eran rrazonables para mantener yeguas pero que de verano no avía prados ni aquellos aparejos que heran neçesarios para criar cavallos pero que agora al presente están los dichos términos muy rrompidos de labores

Sobre el paisaje de Iniesta en esta época, ya perfilado desde el horizonte del año mil quinientos, nos han quedado algunos testimonios de personas ancianas; en su indudable parcialidad, testigos del proceso roturador de tierras

Que sabe que los términos e tyerra de la dicha villa de Yniesta son muy estériles e mal dispuestos para criar en ellos yeguas e caballos porque son muy estrechos e tyenen pocos pastos e prados que no tyene ninguno e tyene pocas aguas porque las que ay son de pozos e lavajos fechos de mano e los dichos términos están todos labrados e sy ay algo por labrar es atochas e matorrales e rriscales…, que las yeguas que se crían en los dichos términos son muy pequeñas e mal talladas e que ha visto que los cavallos que de ellas naçen son muy pequeños e mal tallados, que son de poco valor e no para ávito de cavallería salvo para arar e para alvarda e que ha oydo desir a algunos que de cabsa de no poder criar la yegua al potro de cabsa de los pocos pastos e esterelidad de los términos que matan al potro porque no mate a la madre

Iniesta se llegaba a equiparar con las tierras de Cuenca: tierras de sierra, estrechas, rasas y frías, de malas hierbas y pocas aguas, poco apta para pasto de caballos, aunque más apta para el pasto en invierno, hasta llegar el verano y corrido el otoño, que era tierra estéril. Aunque no era esa la opinión de todos los testigos, algunos de ellos que habían andado más las tierras e Cuenca, afirmaban que tiene más anchuras e algunas aguas corrientes e algunas praderasAun así, no se llegaba a la situación de Motilla, donde los potros recién paridos eran matados para garantizar que la yegua no pereciera alimentándolos. Se decía que don Luis Pacheco había obtenido licencia de la reina Isabel para echar las yeguas al garañón, obviando las pragmáticas al efecto. Es creíble que la crianza de mulas, para las que se reservaba una parte de los campos plantados de cebada o centeno, continuara siendo un negocio lucrativo, mientras que la cría de potros en espacios abiertos y con yerba era motivo de ruina. Se consideraba un mal negocio la venta de tres potros nacidos en Iniesta a un vecino de El Peral por siete ducados, aunque no faltaban casos en que los potros eran regalados o como hemos dicho matados. No hemos de dudar del poco valor de los potros, pero del testimonio de los testigos se desprende que si hubo un comercio de potros que se criaban en los límites con Motilla (ahora estrangulado por la falta de pasto y que llegaban con dificultad a los 500 maravedíes e incluso un ducado), como lo hubo con la corona de Aragón, donde los precios se habían reducido a los 35 sueldos para ese año de 1517.

 

 

 

Concejo de Iniesta de 14 de diciembre de 1518

Licenciado Joanes, alcalde mayor del marquesado

Juan García, alcalde ordinario

Pedro Clemente, alguacil

Lope García de Mingo Juan, Benito de la Jara, regidores

Pedro Rodríguez, síndico procurador.

Alonso López de Talayuelas, Juan García de Castillejo, Juan de Olmeda el mozo, diputados

 

Concejo de Iniesta de 12 de diciembre de 1510

Alonso Herrero y Juan Garrido de Almodóvar, alcaldes ordinarios

Alonso Garrido, alguacil

Fernán Martínez del Peral, regidor

Pedro Jiménez de Buenache, fiel

Bartolomé de Soria, síndico procurador

Alonso López de Talayuelas, Pedro de Buenache y Lope García de Mingo Juan, diputados

 

Concejo de 26 de agosto de 1515

Pedro García de Castillejo, alcalde ordinario

Juan García de Castillejo, alguacil

Alonso Fernández de Almodóvar, Andrés de Monteagudo, regidores

Pedro Mínguez, síndico procurador

Juan de la Parra, Martín Merino, Pedro Blasco, Miguel Cabronero, Andrés Lozano, diputados

 

Probanza de 1517

Juan Sánchez de Barchín, más de 70 años

Antón de la Jara, 43 años

Pedro de Cardenete, 50 años

Pedro Navarro, 58 años

 

Probanza de testigos. AChGr, Pleitos, 2098-8

domingo, 16 de mayo de 2021

Las cañadas de El Provencio

 En la persona del conde de Buendía, de la familia Acuña, recaía el cargo de alcalde mayor de mestas y cañadas, aunque ejercía su oficio con seis lugartenientes. Estos alcaldes entregadores tenían entre sus competencias:

  • ·        Atender las querellas y demandas de los pastores, bastando la probanza o juramento de dos de ellos
  • ·        Imponer penas a aquellos que labraren u ocuparen las cañadas, veredas, abrevaderos, pastos y ejidos de la Mesta
  • ·        Guardar la medida de las cañadas, que han de ser seis sogas de cuerda, de cuarenta y cinco palmos de marca la soga
  • ·        Entender las querellas entre pastores
  • ·        Cumplir los privilegios y sus confirmaciones del Concejo de la Mesta
  • ·        Haber información de los montadgos, castillerías, borras, rodas, asaduras, peajes, barcajes, pontajes y otros derechos pertenecientes que llevaren o pidieren a los pastores y sus ganados
  • ·        Imponer penas: por herir a un pastor, trescientos maravedíes; por cada media fanega ocupada, quinientos maravedíes; por quebrantar hato, trescientos maravedíes; por tomar morueco trescientos maravedíes; por tomar oveja o carnero encencerrados, trescientos maravedíes. Los alcaldes entregadores se llevaban la mitad de estas penas, otro cuarto iba para el alcalde ordinario, o acompañado en el pleito, y el segundo cuarto para el Concejo de la Mesta.
  • ·        Traer en las ciudades, villas y lugares varas de justicia y portar armas, andando y entendiendo en el dicho oficio de mestas y cañadas.
  • ·        Les den posadas que no sean mesones por sus dineros.
  • ·        Les den hombres y bestias para llevar presos y ponerlos en cárcel pública
  • ·        Obligación a que escribano público les acompañe en sus pesquisas
  • ·        No lleven los mostrencos ni mesteñas, que queden para el Concejo
  • ·        Obligación de ejercer el cargo por sí mismos, sin sustitutos
  • ·        Asignación por el concejo de la Mesta a cada uno de los seis alcaldes entregadores las provincias y cañadas para ejercer el oficio

En 1567, se asigna al alcalde entregador Luis Ortiz el partido de Cuenca que comprende: primeramente, Cuenca, sus señoríos, la Mancha y lo reducido del marquesado de Villena. Murcia y Cartagena, que se entiende las villas y lugares de la sierra aquel cabo y Lorca con Moratalla y Moratalla, Socuéllamos con todos sus términos.

 

En 1567, se presenta demanda contra Eugenio de Adrada por haber sembrado media fanega de viña en la cañada y vereda de Santa Catalina. La plantación de viñas en esta cañada se remontaba a más de cien años atrás, según los perjudicados. Allí también poseía una viña Andrés Peláez plantada hacía más de cincuenta años. Se discutía si la cañada de Santa Catalina que bajaba hasta El Provencio era recorrida o no por los ganados serranos, o vereda para los servicios de los ganados de la dicha villa que venían por ese camino hasta el pueblo a esquilar y aunque se reconocía que alguna vez habían pasado por la vereda ganados serranos con destino a los extremos, ahora era poco transitada por los mismos. Eran dos casos diferentes, sobre los que el alcalde entregador determinó de forma diferente: respeto de las viñas antiguas, pero sentenciando en contra de las plantadas a comienzos de siglo. Era evidente que el desarrollo de los viñedos había expulsado de esta ruta a los ganados.

 

En la cañada de San Cristóbal, en la mojonera con Alcaraz también surgían los conflictos: “que hera cañada y vereda rreal y muy antigua para los ganados de los hermanos del concejo de la mesta de la dicha villa del Provencio y algunas veces para los serranos que venían de los estremos a las sierras a pasar y salir al puerto que dicen de Socuéllamos donde nos pagan servicio y venían a pasar el dicho puerto de Socuéllamos los dichos ganados por la dicha cañada y vereda y veredilla que decían de San Cristóbal en tiempo de aguas porque por la cañada que decían de la mojonera de Alcaraz donde los dichos serranos tienen por más cosaria cañada no podían por ella pasar en el dicho tiempo sino hera por la dicha cañada de San Cristóbal por yntercesión que avía un puente en ella por donde pasaban los dichos ganados y por la cañada que decían mojonera de Socuéllamos a un rrío que se decía Záncara por donde los dichos serranos yban y en la dicha cañada no avía puente y por esta causa los dichos ganados serranos venían a pasar la dicha cañada que decían Sant Cristóbal y avían visto que para los dichos ganados hera cañada rreal y vereda muy antigua”.

 

La cañada de San Cristóbal estaba rompida en 1567 con campos de siembra y alguna viña por labradores como Gil López, Ginés Esteban, Francisco López, Francisco Perona, Bartolomé López el viejo, Pedro Sanz de Grimaldos, Juan López de Grimaldos, Pascual Carrasco, Cristóbal Sánchez de las Casas, Francisco Romero, Juan López de Medina, Mateo Medina, Diego de Poveda, Pedro Catalán, Hernán Sanz de Haro, Bartolomé López. Clemén Sanz, al igual que Pascual Sancho de don Sancho y otros, tenía sembrado un campo de nabos en la cañada llamada de Las Pedroñeras y Miguel Díaz el viejo, Pedro Porras, Pedro Sánchez de la Mota, Alonso Hernández de Titos, la viuda de Alonso del Provencio, Pedro Hernández, Francisca Romera, Hernando de Jérez, Andrés Ruiz y Diego López Pérez sendos campos de cebada. En la cañada de San Roque, un paraje a la salida del pueblo en la cañada de Santa Catalina, el que rompía tierras era Miguel Sanciller.

La rotura de las cañadas se hacía con la labranza de pequeñas hazas de tierra de menos de media fanega de extensión, cultivadas de cereal y, en menor medida, de vid. El cultivo de nabos, muy extendido en la cañada que iba a Las Pedroñeras, alternaba con los barbechos en el año de descanso de las tierras de pana llevar. La extensión de estas hazas o majuelos, todas inferiores a la mencionada fanega, no lleva a pensar en la posibilidad de un repartimiento de tierras previas entre vecinos. De hecho, el concejo de El Provencio no aceptaría los autos del alcalde entregador y los apelaría ante la Chancillería de Granada. La apelación del concejo de El Provencio tenía su sentido en el contexto de la política del Reino. Felipe II había decidido asumir para la Corona el oficio de alcalde mayor entregador cedido en su tiempo al conde de Buendía, en palabras de la propia provisión real de 15 de agosto de 1568, por la actuación siniestra y sin experiencia de los seis alcaldes entregadores que nombraba. En el fondo del asunto, estaba el rompimiento de tierras en los pueblos para hacer frente a la presión demográfica. El Provencio era un caso más. Ese mismo mes de agosto, la Mesta celebraba una asamblea de hermanos en Ayllón, encomendando para el partido de Cuenca, un nuevo alcalde entregador, el doctor León, para revisar las sentencias dadas por su predecesor. Los intereses de la villa de El Provencio serían defendidos por su síndico Andrés Hernández.

 

El alcalde mayor Pedro León procedió a un nuevo deslinde de las cañadas:

·        La dicha cañada e vereda que dicen de San Roque se mida desde la senda que va a Santa Catalina que está junto al majuelo de Alonso García e de allí adelante como va a Santa Catalina se mida por las noventa varas que su magestad manda que aya de cañada e desde allí a la dicha villa del Provencio mando que quede por acogida e se guarde ansí como al presente está  e que los señores de las viñas que tienen en la dicha acogida las cierren

·        La vereda que dizen de las Pedroñeras, que no es vereda de serranos sino vereda del lugar e por ella no pasavan ganados que fuesen de cañada, se guarde ansí como al presente está sin que esté más ancha ni angosta pues está como antiguamente solía estar que es como está al presente agora syn que en ella aya otra medida ny marco real pues no es cañada de las que su magestad manda aya noventa varas.

·        En la dicha vereda que dicen de San Cristóbal desde la mesma hermita adelante que está entre villas se esté como al presente está sin más anchura porque antiguamente no estaba más ancha y es muy poca distancia de tierra e salen luego los ganados estendidos en esta cañada real cosaria más de en tiempo de aguas e necesidad que acostumbran algunas veces pasar ganados serranos e desde la dicha hermita de San Cristóbal viniendo para esta villa no embargante que no sea cañada real por pertenecer costumbre los dichos ganados serranos de por ella pasar mandábase a la dicha acogida de cinco cuerdas que son setenta y cinco varas conforme a la concordia que entre el procurador del concejo de la Mesta y de esta villa a avido e que los señores de las tierras sean obligados a dexar el un año de la una parte las dichas setenta y cinco varas

La Chancillería de Granada daría por buenos estos apeos el 29 de diciembre de 1571. La ejecutoria será de 8 de enero de 1572

 

AHN, DIVERSOS-MESTA,166, N.2. Provencio (Cuenca). Ejecutoria contra la villa de Provencio sobre roturas en la cañada.


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martes, 20 de abril de 2021

Servicio y montazgo en los puertos del marquesado de Villena

 1.- Jorquera

El marqués de Villena cobra el servicio y montazgo de los ganados que herbajan en el término de Jorquera y sus aldeas y de tránsito

Derecho de montazgo por pasar por sus términos, cinco reses de cada millar, y el llamado servicio por herbajar e invernar en los pastos de los baldíos de Jorquera, seis reses por cada millar

2.- Alcalá del Río

El marqués cobra el montazgo a los ganados que pasan al Reino de Valencia

3.- Requena

El recaudador de los puertos secos cobra el servicio y montazgo de los ganados que se quedan a herbajar en el término de Requena
Se cobra asimismo el derecho de servicio y montazgo a los ganados que pasan al reino de Valencia y el montazgo a los ganados que pasan en dirección a Castilla y Reino de Murcia. Se denuncian abusos.

4.- Chinchilla

La ciudad de Chinchilla tiene encabezado el servicio y montazgo. El derecho que se debería aplicar sobre los ganados que herbajan en sus términos se aplican abusivamente a aquellos otros que herbajan en el resto del Marquesado. Se denuncian abusos de los arrendadores del impuesto, que suelen ser grandes ganaderos que no pagan y los acuerdos e igualas con otros ganaderos al margen del cobro de las rentas

5.- Montalegre

Lugar de Juan Fajardo; a pesar de su jurisdicción apartada de Chinchilla, sus recaudadores cobran  el servicio y montazgo de esta ciudad.




Archivo General de Simancas, CCA,DIV,47,14
Capítulos de avisos dados por Baltasar de Torralba, juez que fue del servicio y montazgo por comisión de SM en el Reino de Murcia y Marquesado de Villena y Reino de Granada.

martes, 2 de julio de 2019

Barchín y la Mesta, 1593

Las quejas por el cerramiento de los pastos de Barchín vino de los hermanos de la Mesta de Hontecillas y Valverde. El hecho causante había sido las multas impuestas un pastor llamado Bartolomé que guiaba los ganados del licenciado Alonso Méndez y a los rebaños de Mateo Díaz, ambos vecinos de Valverde. Alegaban los penados su derecho a disfrutar de las yerbas de Barchín, por pertenecer todos los pueblos al mismo suelo de Alarcón, incluidos ellos como hermanos de la Mesta. Al parecer Barchín, desde 1587, había vedado una parte de su término, convirtiendo unos pastos en dehesa carnicera, arrendada al abastecedor de carnes del pueblo.

La sentencia del alcalde entregador Lázaro de Ocaña, dada en Santa María del Campo el 11 de octubre de 1589, obligaba a Barchín a abrir sus pastos y a su libre aprovechamiento por los hermanos de la Mesta, tanto los ganados pasajeros que iban a los extremos como los de los hermanos de Valverde y Hontecillas.  Dicha sentencia sería ratificada el 7 de agosto de 1593. Tras ser ratificada en revista, el 11 de marzo, la ejecutoria tiene fecha de 6 de abril de 1594





Barchín (Cuenca). Ejecutoria contra esta villa por haber penado a los ganados que entraban en su término.


Archivo Histórico Nacional,DIVERSOS-MESTA,31,N.15

domingo, 21 de octubre de 2018

Iniesta y la Mesta: la usurpación de tierras baldías y llecas

Los desencuentros entre la villa de Iniesta y la Mesta se remontaban a 1486, cuando el Honrado Concejo se quejó de que los labradores de Iniesta estaban rompiendo las cañadas con sus labores. Se acusaba a varios vecinos: Alonso Correa, Pedro Blanco y Aparicio de las Heras, que habían ocupado con sus labores la cañada de la Calera, así como los sitios de la Muela del Milano y el Mojón Blanco, en el término de Jorquera y la llamada Cañadilla.  Tenemos noticias vagas del empuje roturador de tierras una generación después de acabada la guerra del Marquesado. Conocemos el caso de San Clemente, y este caso citado de Iniesta lo confirma. Aunque creemos que no fue sino precedente de la revolución agraria que se vivió después de la peste de 1508. Los conflictos agrarios eran complementarios de las disputas con los ganados estantes de Iniesta por el aprovechamiento de la aguas de los abrevaderos, de la casa del Pozo de la Fuente de Pedro Yoma y el pozo de Casillejo. Estos abrevaderos y pozos estaban ocupados por una larga lista de vecinos, entre los que se citaba a trece: García del Campillo, Benito Quiles, Juan Cano, Alonso Lozano, Andrés Lozano, Alvar Núñez, Martín Cabañero, Pedro Chando, García Risueño, Fernán Marco, Juan García, Benito Rebolloso y Bartolomé de San Clemente.




La sentencia de 29 de julio de 1487 contra los vecinos de Iniesta tenía un tanto de restitución de viejos mojones, recuperando las cañadas, veredas y abrevaderos y devolviendo las tierras ocupadas a la condición de llecas (por tanto propiedad de la Corona y no del Honrado Concejo), y otro tanto de simple financiación de la guerra contra los moros que su católicas majestades acababan de emprender. Presente en la sentencia estaban los alcaldes ordinarios de Iniesta, Miguel Mateo, como juez acompañado, y Juan Sánchez de Monteagudo, como testigo. Los encargados de renovar los mojones serían Alonso de Cubas y Juan Cabañero
el día de San Miguel e rrenueven los mojones que antiguamente estauan que el pastor sepa por do ha de pasar y el labrador lo que ha de guardar  (1)
La ocupación de cañadas y abrevaderos era pareja al embargo de cabezas de ganados a los hermanos de la Mesta al pasar por los términos de Jorquera y la propia Iniesta. La requisa adoptaba en estos años las forma de un servicio y montazgo local, ajeno al que se cobraba en los puertos antiguos de Castilla, que fue respondido por el Consejo Real con prohibición de 27 de julio de 1488 (2). A pesar de la prohibición, los embargos de reses continuaron, creemos que ahora disfrazado de un pretendido derecho de borra, similar al que se cobraba en los suelos de Cuenca o Alarcón, y que con el tiempo se acabaría consolidando como práctica regular y nueva fuente de conflictos con la Mesta.

En realidad, lo que se pretendía como derecho de servicio y montazgo en Jorquera, era para el caso de Iniesta derecho de borra y asadura, a imitación del que se cobraba en la Tierra de Alarcón, nacido, sin duda, durante el periodo en que Iniesta estuvo bajo dominio de los Pacheco. Pero en Iniesta las dos cabezas de borra y asadura que se cobraban no iban referenciadas a hatos de ganado, sino a número de cabezas de los rebaños, entre cincuenta y cien. Los derechos se cobraban especialmente a los pastores a soldada, que, con sus pequeños hatos, pasaban de camino a herbajar al Reino de Murcia. Los pretendidos derechos de Iniesta fueron atajados por la Mesta con la ejecutoria de 25 de agosto de 1487 (3), confirmada indirectamete por la referida prohibición de 1488.

A la muerte de Isabel la Católica, los conflictos entre ganaderos y agricultores se recrudecen. Los hermanos de la Mesta se reúnen a mediados de enero de 1507 en el concejo general de Esparragosa de Lares, en Badajoz, un pequeño lugar de la extremadura de las rutas trashumantes. Deciden exponer sus quejas y dar su poder a Bartolomé Vélez para que defienda los intereses de la Mesta frente a los rompimientos de sus cañadas y los quebrantamientos de sus derechos. La reina Juana amparará sus quejas por nuevos capítulos 7 de julio de 1509, que fijarán la jurisdicción de los alcaldes entregadores y la cuantía de las penas a los infractores de los privilegios mesteños (4). En la Tierra de Cuenca, el alcalde entregador Diego Rodríguez de Fromesta actuará con rigor. En Alcantud hará suspender, ante el alcalde Juan López Yunta, los derechos de pontaje que se llevan a los ganados y los aprovechamientos del carrascal por los vecinos; en Villanueva de Alcorón, castiga los embargos de ganado que se han hecho en el término de Beteta, en el sitio llamado Ojo de Durón, a los hermanos mesteños Hurtado de Mendoza, Benito Sánchez del Moral, Pedro García Estirado, Alonso López y Juan del Moral.

Si en Alcantud y Beteta el alcalde entregador Fromesta se encuentra con la usurpación de viejos derechos por señores particulares, cuando llega el 21 de noviembre de 1509 a Iniesta se encuentra con un conflicto más grave. Iniesta, de la mano de su alcalde Pedro de Iniesta y su regidor Alonso Lope de Talayuelas defenderán la jurisdicción de la villa sobre el llamado Monte Pardo. Allí los caballeros de sierra iniestenses, y en especial dos de ellos, Jorge de Arias y Pedro Leal, llevan multas de seiscientos maravedíes a los pastores que cortan leña, y requisan de modo arbitrario reses de los ganados mesteños (robos según la Mesta). La sentencia del alcalde entregador, que tardó en pronunciarse un mes, suponía la condena de la villa de Iniesta y el apartamiento de sus oficios de los caballeros de sierra. No fue aceptada por la villa de Iniesta, que fue emplazada a una nueva vista que no se celebró. Lo que hace dudar que fuera ejecutada (5). Aún así, la Manchuela, que está en la antesala de la revolución agraria de la segunda década de siglo, no se halla enfrentada con la Mesta por la roturación de dehesas o cañadas para la labranza, sino por la colisión en el uso de estos espacios. Los labradores aún no han retomado el viejo impuso de mediados de la década de los ochenta del siglo anterior. En las sociedades de la Manchuela, todavía predomina el uso comunal de los montes y los aprovechamientos ganaderos de sus rebaños estantes sobre la labranza de la tierra.

Tenemos que esperar a mediados de siglo para conocer los primeros conflictos por rompimientos de tierras. Concretamente, el contencioso surgido en 1556 por la sembradura por Juan Garrido de cinco fanegas y media en el cerro de Mirabueno, usado como majada (6). Tres años antes, en la aldea de Alcadozo, Diego Cabronero ocupaba un cuartillo de sembradura para unir dos pedazos de tierra de su propiedad, impidiendo el paso a los ganados. Los rompimientos continuaron en la década de los ochenta. En 1583, Alonso Martínez, vecino de Castillejo, ocupaba tres celemines de tierra en Cerrubio y otro llamado Martín Marco ocupaba media fanega de tierra en la vereda y ejido de ese lugar; una cantidad de tierra igual ocupaba Asensio López Herrero en el sitio conocido como la Vereda y otro tanto hacían Martín Navarro, junto a un majuelo, Onofre Núñez en el pozo de la Retuerta, Martín Gómez en el camino de Madrigueras, Alonso de Teruel en el Cerro Moreno, Juan Blasco en el camino de la Mingrameca, los herederos de Matías de Gabaldón también en Cerro Moreno o Miguel de la Cuesta en la majada de los Gitanos. La lista de vecinos que habían participado en el rompimiento de tierras era amplia: Juan Muñoz Montañes, Miguel Sánchez Cabronero, los herederos de Alonso de Cubas, Antón Pajarón de Villalpardo, Juan Ramos, Diego de Chinchilla, Cristóbal Martínez, Asensio Fernández de Castillejo, Martín Escribano, la viuda de Alonso Fernández de Villaharta, Pedro Bellido, Benito Martínez, Juan de Olmeda Pajarón, Martín de Tórtola, Alonso de Valera, Pascual Garrido, Pascual Matía, Aparicio Sanz de Castillejo, Juan Garrido de la Puebla, María Martínez, vecino de Benito García, Andrés de Tórtola, Francisco Cabronero, Francisco Gómez el mozo, Asensio López, Pedro Moya, Martín de Retamal, Andrés Giménez, Pedro de Requena, Gil Hernández, la viuda de Juan Risueño, Martín de Cubas, Bartolomé García, Alonso de Valera, Miguel Sanz Valera, Juan García Teruel, Pedro Ponce, Gil del Campillo Granero, Andrés de Monteagudo del Castillejo, Miguel López, Martín Sanz de Monteagudo, Francisco Muñoz, Francisco Hernández de Villaharta, Lope García, Alonso Coronado, Antón Mateo, Ana Garrida, Bartolomé Navarro, Catalina Martínez, Alonso Teutor, , Juan Ruiz, Diego López de Aliaga, Mateo Sanz de Ledaña, los herederos de Alonso de la Jara, Aparicio Sanz de Ledaña, Benito Hernández, Juan de Rivas Santacruz, Francisco Ibáñez, Francisco Ramos, Mateo Lucas, Pascual García, Juan de Murcia, Juan Ibáñez, Juan de Hervías, Teresa García, herederos de Alonso de Atienza, Matías Rodríguez, Francisco Mateo, Cristóbal Martínez, Alonso de Rivas, Mateo Pérez, Julián Martínez, Francisco Álvarez, Andrés Jiménez, Francisco Gómez, Antón de la Plaza pocero, Esteban García, Alonso Chicano, Miguel de Honrubia, Juan de Valverde, Bartolomé Sahuquillo, Martín Sanz de la Puebla, Juan de Hervías Santacruz, Gil Martín Garadén, Pedro de Atienza, Francisco de Alfaro, Juan Mateo, los herederos de Julián de Cubas, Juan de Mondéjar, Diego López el sordo, Marco Pajarón, Alonso Cabronero, Juan de Milla del Castillejo, Francisco de Utiel, Juan Lozano, Juan García, Alonso de Tórtola, Francisco Martínez, Juan de Teruel, Benito García, Diego López Cimarroz, Sebastián García de Teloso, Andrés Nieto, Francisco de Correa, Martín Hernández (morador en el Reyendolar), Sebastián Martínez de Ledaña, Alonso López de la Puebla, los herederos de Julián de Cubas, Pascual Jaquero el mozo, Francisco Ibáñez, los herederos de Jerónimo Espinosa, Fernando de Ortiel, Hernán Pérez de Villaharta,

Esta fiebre roturadora de 1583 no es explicable por la simple yuxtaposición de iniciativas particulares. A pesar de que hasta moriscos, como Lázaro de la Infantas, Luis el morisco y Pedro de Jaén, participaba del rompimiento de las veredas mesteñas en la huerta de Antón Hernández, el reojo de Benito Pajarón y en la majada de las Piedras. Pues en las usurpaciones participaban principales de la villa de Iniesta. Entre los infractores se encontraban regidores como Alonso de Cubas, que ocupaba media fanega en la majada de la casa Maldonado, o dos principales de la villa, García Zapata y Julián Martínez del Peral, en el sitio de Santalifonso, junto al Pozo Nuevo. Otros como Miguel Sánchez Cabronero tenía tierras roturadas en varios pagos dispersos. Algunos como Gil de Peñarrubia, que había ocupado tierras en el Torrero de la Peraleja, daría origen a la saga familiar que controlaría la futura Puebla de San Salvador. El regidor Pedro Clemente (en realidad, se llamaba Pedro de Meinireta) rompió media fanega en la casa del Campo y otro regidor, Pedro Martínez Serrano, ocupaba otra media fanega en la majada de la Rubia,

La misma ocupación en torno a las denominadas casas (tal el caso citado de Alonso de Cubas, el de Cristóbal Martínez en la casa de Juan Risueño,  o Francisco Cabronero en la casa de Juan Cano), y la aparición de numerosos moradores de las aldeas, demuestra una dispersión del poblamiento ligado al cultivo de nuevas heredades más alejadas del núcleo urbano. Un caso serían las heredades citadas de Santalifonso, junto al Pozo Nuevo, o en el ejido de la Retuerta, llamado así por el primer rompimiento de un vecino llamado Juan Ruiz de Retuerta, o en el ejido de Villaharta, en la aldea de este nombre. En este lugar, un vecino llamado Hernán Pérez había roto con los viejos usos comunales y había osado cercar su heredad. Si en el resto de causas se llegó a conciertos, en este último caso la pena fue ejemplarizante: multa de 500 maravedíes. Pero su caso no era único en la aldea de Villaharta, que nos aparece intitulada como villa en estos casos, como si la villa madre de Iniesta se desentendiera. Los vecinos de Villaharta no solo labraban el ejido, sino que cerraban sus heredades, en una práctica de enclosures, ajena a las tierras castellanas. Francisco Núñez levantó una cerca de piedras, se enfrentó a la villa de Iniesta que intentó derribar los muros y acabó sufriendo la pena de 500 maravedíes impuesta por el alcalde entregador Calderón. La oposición de los vecinos de Villaharta a los hermanos de la Mesta fue terca. Habían cortado el paso a los ganados que pasaban por la vereda de las Peñuelas. Hernando de Honrubia y Aparicio de Tórtola había cavado zanjas y puesto rocas para impedir el paso de los ganados, fueron declarados en rebeldía y condenados. Hernando de Utiel y Asensio López negaban la servidumbre de sus rastrojos a los ganados, respondiendo a los requerimientos de la justicia de Iniesta con el levantamiento de sendas cercas. Pero los vecinos de Villaharta no eran un caso aislado en su cerrazón. Los herederos del doctor Cantero hicieron oídos sordos al alcalde entregador y mantuvieron su heredad en la vereda de los Cañaveralejos. La propia familia Cantero, de la mano del bachiller Cantero tenía ocupada la vereda de Nuestra Señora en Villaharta. Ni el doctor ni el bachiller se plegaron de buen grado a la justicia mesteña.

El número de insumisos, con el consiguiente riesgo de multas se había extendido a la vecina y pequeña aldea de Alcadozo. Allí, en el paraje de la Ceja del Cerro Moreno, los herederos de Matías Gabaldón, fueron condenados a fuertes penas. También fue condenado un Pedro Martínez Serrano en la futura Puebla de San Salvador, que veía cómo por el vallejo de los Ajos los ganados serranos pasaban por medio de sus viñas y había decidido cerrarles el paso. En este caso, la Mesta dio la razón al agricultor. No era lo común, más normal era el caso de Juan Garrido, asimismo morador de la Puebla, que había construido una tapia de cien varas en la fanega de tierra que había ocupado, había cerrado algún camino y levantado cercas de romeros. Pero Juan Garrido se enfrentó abiertamente a la Mesta, conocía los viejos privilegios de la villa de Iniesta. No reconocía cañadas ni veredas definidas a la Mesta por el término de Iniesta, tan solo el derecho de los ganados serranos a permanecer un máximo de cinco días en los términos iniestenses, respetando las viñas y los panes. Y sus viñas, y el olivar, que poseía eran herencia de su padre y abuelo. Sin duda, que había incrementado la extensión de sus heredades, pero la Mesta no tenía derecho alguno sobre el término de Iniesta, al no tener cañadas amojonadas. El alcalde entregador condenó su desafío de cerrar el camino Viejo, pero reconoció que poco tenía que hacer la Mesta sobre unas heredades que poseía de tiempo inmemorial, llegando a reconocer su derecho a levantar tapias para preservar viñas y olivos. En otros casos, la tradición y la toponimia pesaban más. Así Bartolomé de Navarra, morador de la Puebla, debió desalojar las tierras labradas en el paraje del Quintanar, lugar tradicionalmente de descanso de los ganados. Sin embargo el empuje roturador era imparable y llegaba a zonas poco aptas para el cultivo como los barrancos. Francisco Navarro había plantado hacía tres años una viña en el Barranco Hondo y había cercado el majuelo. Con razón se quejaba el alcalde entregador Calderón que nunca se habían plantado viñas en un lugar tan desacomodado. La plantación de viñas y olivares se había generalizado en la Puebla en los últimos años. Miguel de la Plaza había plantado la suya junto a un pozo, que usaban los ganados como abrevadero. Fue condenado a mil maravedíes. Claro que las viñas costaban de arrancar, a diferencia de los panes. Por esa razón, Gil del Campillo, Martín Serrano o los hermanos Pascual, Miguel y Gonzalo de la Cuesta preferían llegar a conciertos con el alcalde entregador con vagas promesas de dejar de labrar en los parajes de Hoya de la Cierva y las Casillas o el citado del Quintanar, a sabiendas de que iban a incumplir tan frágiles promesas. La usurpación en las aldeas era iniciativa particular que escapaba a cualquier interés fiscal de la villa de Iniesta. Eso explica que el concejo de Iniesta estuviera tan interesado o más que el concejo de la Mesta en controlar estas usurpaciones anárquicas.

Las roturaciones de la Puebla no era iniciativa exclusiva de un lugar. Todos las aldeas de Iniesta vivían procesos anárquicos de rompimiento de tierras que desafiaban a la Mesta, pero también a la villa madre de Iniesta. En la Graja, Juan de Urrea, la viuda Inés de Espinosa, Juan García, Gaspar de Molina, Gaspar Granero, Juan de Bailen, Tomás de Tórtola, Quílez Gil, Miguel y Jorge Mateo o Jorge de Soria ocupaban tierras de pan llevar en el paraje del Castellar, en el camino del Tollo o en los caminos de la Lobera y Fuenvicente. La labranza de tierras era para tierras de sembradura o pan llevar. Así ocurría también en Villalpardo, donde labraba Juan de Utiel. El impulso roturador llevó a la generación de nuevos núcleos de población que no llegaron a cuajar; como las Casas, donde Francisco Monedero o Francisco Ramos rompían la vereda en el paraje de la Cueva del Judío

En la villa de Iniesta y si hablamos de sus propios, estamos, sin duda, ante un repartimiento de tierras por el propio concejo de Iniesta para el pago de imposiciones fiscales. Las cantidad de tierra más común es la media fanega. La presencia entre los usurpadores de tierras de un Juan Fernández de Escalante, bandolero, el alto número de rompimientos y la dispersión de algunas de las heredades quizás denote cierto matiz social en el reparto. La lista de lugares donde hubo rompimiento de tierras es tan amplio como el de infractores y sus denominaciones en algunos casos manifiestan iniciativas particulares en los rompimientos de tierras: la majada del Viso en el camino de Minglanilla, la huerta de Pedro Martínez Serrano, Cerrubio, el Vallejo Cabronero, el Vallejo Hondo, la majada de los Boquerones, el Alto del Romeral, Cerro Moreno, la majada de los Gitanos, la Cruz de Jarquero, la majada de Partalejo o Portillejo, el Cardoso, el corral de Martín de Tórtola, el reojo de Benito Pajarón, el Retamal, el corral de Juan Requero, la majada de Juan Risueño, la cabaña de Benito Risueño, la majada de las Peñas Blancas, el vallejo de las Peñas, el ejido de Castillejo, majada el Roble, mojón de Enguídanos, camino Viejo de Villalpardo a Villaharta, camino de la Mungrande, el carrascal de Ledaña, Juan García Marco, Pozo Nuevo, la hoya de Juan Morales, el carrascal Gordo (camino de Villanueva), casa la Pelá, majada del Tormagal, el Angostillo, la majada de la Retamosa, la Cruz de San Marcos, ejido de Alcadozo, majada de la Ranela, senda del Castillejo a Campillo de Altobuey, la majada de Antón García, vereda de las Cosatillas, la vereda del Pinar en el camino del río de Alcadozo, la Calera, Cerrada de Tórtola en el camino de la Puebla, cañadilla del Sacristán, la majada del corral de Martín de Requena, camino Viejo de Villalpardo a Iniesta, majada de la Choza en el camino de Cenizate, Vallejo Malo, la Rada en el Alto del Romeral, majada del Aljibe, la balsa de Garadén, majada del Rizo de la Ventura, majada del cerro de la Cueva, el carrascal Gordo, la vereda de los Pontecillos por el camino de los Requeros, los Cañaveralejos, majada de la Espartosilla, camino del Río en la Ceja del Pinar, la vereda de la rambla del Tollo, la vereda de la Cruz de Antón Ibañez, la vereda de la cañada el Pozanco, la vereda el Herrumblar, la casa de Domene, la majada de la rambla de Villahermosa, la majada de las Tajoneras, camino de la Puebla a Minglanilla, vereda de Retamalejos, la majada de Gabriel o la cañada Braluega.

La defensa de los intereses de la villa de Iniesta frente al licienciado Calderon, alcalde entregador de la Mesta, correspondió al procurador síndico general de la villa Mateo Lucas. Lo que para la Mesta eran cañadas, veredas, majadas, ejidos y abrevaderos, para Mateo Lucas eran tierras llecas y baldías.

porque en los monte y en lo rrealengo ni la Mesta tenía aprouechamiento ni aunque tuvieran sus partes no podían ser condenados por lo que nuevamente avían rrompido por nuestra executoria que era conforme al fuero y suelo de la ciudad de Cuenca todo lo que se auía rrompido en lo rrealengo e baldío lo hacían suyo los que se entrauan en ello y estauan en posesión sus partes no solo en fuerça de la dicha executoria pero en posesión uso y costumbre de tiempo ynmemorial (7)
Pero la villa de Iniesta no contaba con que era la Corona quien hacía suyas esas tierras llecas y baldías, pretendiendo sacar ingresos de su venta. Por esa razón, el gobernador del marquesado de Villena pidió la restitución de tierras, evitando las condenaciones, y posteriormente, en el macroproceso que comenzó en Villanueva de la Jara el 21 de octubre de 1583 contra doscientos vecinos de la villa de Iniesta, la justicia mesteña, personificada por el alcalde entregador, falló en contra de los labradores egelestanos, por la sencilla razón de haberse excedido en la labor antigua. La Mesta obtuvo ejecutoria favorable de 9 de agosto de 1588, pero la realidad era que el empuje de los labradores en el rompimiento de tierras convertía en papel mojado dicha ejecutoria. Cuando el escribano de la Chancillería de Granada presenta la ejecutoria ante los oficiales del ayuntamiento de Iniesta el 8 de noviembre, los alcaldes y regidores se dan por notificados pero evitan el simbólico gesto de besar la real ejecutoria y posarla sobre sus cabezas en muestra de acatamiento. No podía ser de otro modo, la usurpación de tierras baldías y llecas en Iniesta se había anticipado a los deseos de la Corona de vender estas tierras y el propio concejo de Iniesta simplemente se había acomodado y subido al carro de los rompimientos de los labradores, reconociendo la realidad de los hechos y el oportunismo de obtener de paso algunos ingresos para el concejo.

Pero, ¿cuáles eran los límites entre los cañadas y abrevaderos de la Mesta y los bienes comunales y propios de la villa de Iniesta? A comienzos de 1400, la Mesta pretendía una absoluta libertad para que sus ganados anduviesen por todos los términos de la villa de Iniesta. Eso era posible antaño con un escaso poblamiento y menos aprovechamiento agrario de esta comarca, pero ahora se reconocía que Iniesta contaba con quinientos o seiscientos pares de bueyes. Los únicos límites para la Mesta eran los panes y las viñas y la dehesa boyal. La Mesta llegaba a reconocer que sus cañadas ni estaban acordeladas ni amojonadas como tales, por lo que sus ganados podían campar a sus anchas, pastando las yerbas y bebiendo las aguas. En 1402, la villa de Iniesta pidió, para acabar con este desafuero, que se creara una redonda. En la terminología de la época, una redonda era un espacio adehesado, a compás se decía, considerado como bien propio de la villa y excluido de los aprovechamientos comunales o de los que ciertas hermandades como la Mesta pudieran pretender.

La definición de los espacios reservados a la Mesta de esos otros reservados a la villa de Iniesta se fijó el dos de julio de 1402. El alcalde entregador Martín Ruiz de la Parrilla se reunió ese día con los oficiales y hombres buenos del concejo de la villa de Iniesta. Allí se exhibieron los privilegios del Honrado Concejo de la Mesta, que pretendía como únicos límites para sus ganados las cinco cosas vedadas. El concejo de Iniesta reconoció tener una dehesa boyal desde tiempo inmemorial y se quejó de la falta de cañadas acordeladas que facilitaban el libre pasto de los ganados por todo el término, excepción hecha de la citada dehesa boyal y los panes y viñas. Martín Ruiz de la Parrilla sentenciaría para limitar aquellos espacios del término de Iniesta cerrados a los ganados de la Mesta que bajaban a invernar al Reino de Murcia, concediéndose un nuevo espacio adehesado para una villa que ya superaba el medio millar de bueyes
  • fallo que el dicho concejo que sea una dehesa de pasto que parte con las dichas viñas de la dicha villa e tiene desde el camino de Gabaldón fasta el camino de Chinchilla y de la otra el cabo de cordal Gordo y al cerro de la Calluela y dende adelante aguas vertientes fasta el cerro de camino de Alarcón esta dicha dehesa
  • fallo que el dicho concejo de la dicha villa que la tiene de sienpre acá de tan luengos tienpos que memoria de onbres no es en contrario e que sienpre les fue guardado fasta oy e que yo se la debo guardar de aquí adelante para sienpre xamás
  • otrosi do y confirmo al dicho concejo de la dicha villa de Yniesta otra dehesa que en su término a donde dicen la casa del Prado que comiença esta dicha dehesa en el charco de la casa en fondo de la dicha casa e va el valle arriba fasta el estrecho la fuente Vicente de la una parte y de la otra como viene las aguas
  • otrosi por quanto yo el dicho Martín Rruiz fui a ver las dichas dehesas con omes buenos antiguos de la dicha villa por el dicho concejo e oficiales y omes buenos me fue rrequerido que yo les proveyese de otra dehesa de boyalaxe para los dichos sus bueyes e bestias de arada
  • otrosi visto que como en la dicha villa puede aber quinientos e seiscientos pares de bueyes e bestias de arada las quales dehesas son pequeñas para tantos pares de bueyes y bestias de arada por esta rraçón do vos confirmo vos otra dehesa para los dichos vuestros bueyes e bestias de arada que comiença el un moxón en el cerro la Cueva e sale a un cabeçuelo rredondo que es ençima del paso el Villar entre la cañada la Graja e la cañadilla del Sacristán y atraviesa al labaxo la Pila e de ay va por el camino de Vees y sale a las vertientes de la cañadilla Luenga e el otro moxón a la vertiente de la oya Escobosa e traviesa el paso Nuevo e sale al camino Viejo de Chinchilla e luego traviesa dende el camino de Gabaldón a la cañada del Encina y al cerro Gordo (8)

La indefinición jurídica en la que se encontraban las tierras de Iniesta era pareja a la indefinición histórica de la propia villa. Aldea de Cuenca desde 1255, por donación de Alfonso X el Sabio; sin embargo la historia de sus últimos doscientos años había permanecido unida a la creación de una anómala entidad como era el Marquesado de Villena. Es esa tradición la que le llevó a asimilar usos propios de la villa y suelo de Alarcón. Tal realidad se vio cuando los ganados de Diego Carrera, vecino de Beteta, y Pedro Rodríguez, vecino de Huélamo, atravesaban los términos de Iniesta en octubre y noviembre de 1546, camino de Jorquera, cuando Juan de Monteagudo, caballero de sierra, les exigió el pago de dos borras. Tanto Beteta, Huélamo como Iniesta eran todas villas del suelo de Cuenca. Alfonso X había integrado a Iniesta en la Tierra de Cuenca en 1255 y la Mesta se retrotraía a este rey para defender sus privilegios, otorgados en 1273.

El 16 de julio de 1548, la villa de Iniesta presentaba sus alegaciones: Iniesta no estaba sometida a la jurisdicción de la ciudad de Cuenca. Ni en el pasado, como lugar de señorío, ni en el presente como villa de realengo. Y sin embargo, Iniesta era deudora de compromisos con la ciudad de Cuenca allá por 1470
que a los vecinos de Cuenca e su tierra no les auían de lleuar el dicho derecho de borra conforme a cierta contratación que auía mas de ochenta e ocho años que se auía hecho entre la dicha ciudad de Cuenca e la villa de Iniesta (9)
Estos compromisos, confirmados por alcaldes entregadores, no eran tales para la villa de Iniesta a mediados del siglo XVI. La villa de Iniesta ahora jugaba con las palabras, tanto como le permitía el citado pasado histórico contradictorio: aldea de Cuenca, no obstante, su historia llevaba ligada al marquesado de Villena doscientos años. El rocambolesco subterfugio que se buscó no deja de sorprendernos: Iniesta pertenecía al suelo de Cuenca pero no a su Tierra. Dicho de otro modo, la pertenencia a un mismo suelo no implicaba sujeción a las mismas leyes, aplicables únicamente a los lugares que seguían dependiendo jurisdiccionalmente de la ciudad pero no a las villas exentas de su jurisdicción
Que no heran de tierra de Quenca sino del suelo della los quales todavía devían pagar el dicho derecho de borra porque notorio hera la diferencia que auía entre la tierra y el suelo porque la tierra en aqueste caso se entendía de aquella que estava sujeta a la dicha ciudad de Quenca e su jurusdición pero el suelo hera otra cosa que aquellos que pedían no heran de la jurisdición de Quenca antes heran de otra jurisdición e lugares de señorío distintos e apartados (10)
El razonamiento de Iniesta era cínico, pues justificaba la exención de toda carga sobre sus ganados e iba dirigido contra los hermanos de la Mesta de Beteta y de Huélamo, pertenecientes a los señoríos de los Albornoz y de los Zúñiga, respectivamente, pueblos que participaban de la misma condición que Iniesta, todos apartados y exentos de la jurisdicción de la Tierra de Cuenca. Antiguamente bajo la jurisdicción de la Tierra de Cuenca, pero a la sazón villas apartadas de dicha ciudad con jurisdicción propia y que únicamente reconocían un suelo común. La justicia dio la razón a la Mesta en 1549, y se ratificó el veredicto en la apelación de 1550, la exención del derecho de borra se extendía a todo el suelo de la tierra de Cuenca. Identificando, pues, ambos conceptos.

Al igual que Alarcón en sus pleitos con la Mesta por el derecho de borra, Iniesta invocaba los derechos inmemoriales. Pero esos privilegios no existían. Todas las villas, al ponerse en cuestión la validez de las mercedes concedidas desde septiembre de 1474, durante el reinado de Enrique IV, tuvieron la oportunidad, tal como se decidió en las Cortes de Toledo de 1480, de acudir al Consejo Real en el plazo que se les dio de veinte días para ratificar esos títulos. Muy pocas fueron capaces de demostrar los usos inmemoriales. Iniesta tampoco. No obstante, Iniesta denunciaba: el contrato entre Cuenca e Iniesta firmado por ambas poblaciones carecía de valor, en tanto se había formalizado durante el reinado de Enrique IV.

Las sentencias de los alcaldes entregadores contra Iniesta se repetirían en 1562, siendo confirmadas por la Mesta en 1573, que obtendría ejecutoria el 26 de diciembre de ese año. El conflicto se reabrió posteriormente, apoyándose en la sentencia de 1402 del alcalde entregador Martín Ruiz de la Parrilla e intentando justificar las requisas de ganado, y por ende el derecho de borra, en la violación por los ganados mesteños de los espacios adehesados, pero la ejecutoria de 1597 vino a dar de nuevo la razón a la Mesta.



(1) Archivo Histórico Nacional, DIVERSOS-MESTA, 100, N.15. Iniesta (Cuenca). Traslado de sentencia contra el Concejo y vecinos del lugar de Iniesta, por labrar y alterar las medidas de las cañadas, veredas y abrevaderos, en perjuicio de los pastores de la Cabaña Real. 1487


(2) Archivo Histórico Nacional, DIVERSOS-MESTA, 100, N.17. Iniesta (Cuenca). Real Provisión de los Reyes Católicos relativa a que las villas de Iniesta y Jorquera, restituyan las penas de montazgo y servicio, llevadas a los pastores que entran y salen de las dichas villas, con sus ganados. 1488

(3) Archivo Histórico Nacional, DIVERSOS-MESTA, 100, N.16a.  Iniesta (Cuenca). Traslado de Ejecutoria contra el Concejo de la villa de Iniesta y caballeros de la sierra, sobre imposiciones a los ganados que pasaban por sus términos. 1551

(4) Archivo Histórico Nacional, DIVERSOS-MESTA, 100,N.18  Iniesta (Cuenca). Sentencia contra el Concejo, oficiales y hombres buenos de la villa de Iniesta, sobre robos, daños, y cohechos realizados a los ganaderos que pasan con sus ganados por los términos de la dicha villa. 1509

(5) Ibídem


(6) Archivo Histórico Nacional, DIVERSOS-MESTA, 100, N.19.  Iniesta (Cuenca). Ejecutorias contra Juan Garrido de Bernal Saez, vecino de la villa de Iniesta, sobre rompimientos de tierra de pasto común. 1559-1562


(7) Archivo Histórico Nacional, DIVERSOS-MESTA, 101, N.3. Iniesta (Cuenca). Ejecutoria contra la villa de Iniesta sobre rompimientos. 1588


(8) Archivo Histórico Nacional, DIVERSOS-MESTA, 101, N. 5. Iniesta (Cuenca). Ejecutoria contra la villa de Iniesta sobre cierto derecho de borra. 1597

(9) Archivo Histórico Nacional, DIVERSOS-MESTA, 100,N.20. Iniesta (Cuenca). Ejecutoria contra la villa de Iniesta sobre el derecho de borra. 1573

(10) Ibídem

lunes, 13 de agosto de 2018

Las rutas de la trashumancia de ganados mayores entre Alarcón e Iniesta

Era 1557 y la villa de Alarcón andaba metida en pleitos con don Rodrigo Pacheco y su padre Francisco, señores de la villa de Minaya. Los alcaldes alarconeros habían ordenado derribar el molino que en el lugar llamado la Hocecilla, junto a la ribera del Júcar, intentaban edificar los Pacheco. No era el único litigio, pues Alarcón que tenía dehesas diseminadas en su amplio término, mantenía contenciosos con Juan de Villena por la dehesa de Pozoseco y con Juan Zapata por la dehesa de Villar de Mingo Pérez.

Estos pleitos nos sitúan en otro contencioso que preocupaba tanto o más al concejo de Alarcón y que enseguida encomendó a sus procuradores este nuevo asunto. Sin duda la apropiación de facto de las dehesas de Alarcón por ciertos poderosos como Juan de Villena, caso de Pozoseco, y Juan Zapata Castañeda, caso de Villar de Mingo Pérez, fue el detonante del conflicto por el aprovechamiento de los bienes comunales del antiguo suelo de Alarcón. En el nuevo pleito que surgió se discutía la reciprocidad que pedía la villa de Alarcón para que sus ganados pudieran pastar la yerbas y beber la aguas de los abrevaderos en el término de la villa de Iniesta, tal como los vecinos de Iniesta usaban en el término de Alarcón. Las probanzas de testigos fueron aportadas por ambas partes, pero si Alarcón contó con el apoyo de los motillanos e incluso con el de moradores de las aldeas de Iniesta, partes interesadas en el asunto, Iniesta tuvo que buscar los testigos en las aldeas de Jorquera, donde desde comienzos de siglo la migración de iniestense había contribuido a poblar como moradores o renteros estas aldeas de señorío, tales como Mahora o Cenizate. El doce de septiembre de 1559, después de una sentencia favorable del doctor Marquina, alcalde mayor del Marquesado de Villena, el concejo de Alarcón obtuvo amparo del alto tribunal granadino para seguir disfrutando de los aprovechamientos comunales de Alarcón, en tanto que se dictara sentencia definitiva.

En el contencioso había bastante de oportunismo y otro tanto de razón histórica. Iniesta, al igual que otras villas, intentaba cerrar sus términos y acabar con los usos comunes, sometiendo los aprovechamientos de pastos y aguas a la previa concesión de licencia por el concejo. Se aplicaban ordenanzas propias, según las cuales las caballeros de sierra podía prendar el ganado foráneo que entrara en sus tierras, tanto del suelo de Alarcón (Motilla, El Peral y Villanueva de la Jara) como del suelo de Cuenca (Enguídanos y Campillo de Altobuey). Para ello jugaba con la confusión histórica. Iniesta, aquella que es en Montaragón, pertenecía a la tierra de Cuenca por concesión de Alfonso X el Sabio en 1255



pero las disputas políticas desde la época de don Juan Manuel habían colocado a Iniesta en el terreno de intereses del Marquesado de Villena. En este carácter singular, se apoyaba Iniesta para defender una costumbre inmemorial y unas ordenanzas antiquísimas, que no especificaba, que le otorgaban el derecho a prendar una de cada cinco reses de ganado que pastara sus términos sin licencia concejil. Tal derecho fue aplicado de modo intermitente desde inicios del siglo XV. En la plaza mayor del pueblo se guardaban en un corral o quintanar (que de aquí viene la palabra y no de granja o alquería) las reses quintadas. De esta contradicción de estar en litigio entre dos tierras distintas participaba Juan de Monteagudo, caballero de sierra de Iniesta de 49 años, que defendía a ultranza los términos propios de Iniesta para a continuación declarar el carácter ocasional con el que se habían aplicado penas a los ganados del suelo de Alarcón.

La villa de Iniesta fue incapaz de defender su singularidad respecto al resto de las villas del suelo de Alarcón. Contó en las probanzas con el apoyo de vecinos de los pueblos comarcanos del suelo de Cuenca, pero cuando la villa de Alarcón exigió a los oficiales iniestenses que juraran públicamente que tenían derechos inmemoriales que los apartaban de los aprovechamientos comunes del suelo de Alarcón no lo hicieron. Este hecho fue determinante para que el doctor Marquina, alcalde mayor del Marquesado de Villena, dictara en San Clemente el uno de septiembre de 1557 sentencia favorable a los intereses de Alarcón
Fallo la parte del concejo de la villa de Alarcón aver provado lo que convino provar y la parte de la villa de Yniesta no aver provado sus execiones según y como le convino en cuya consequencia que devo de rrestituyr y rrestituyo poner y pongo en la posesión a los vezinos de la villa de Alarcón según y como estavan antes e al tienpo que por la dicha villa de Yniesta fueron despoxados de la posesión uso e costunbre de los vezinos de la dicha villa de Alarcón thenían de goçar de los dichos términos de la villa de Yniesta con sus ganados e alimañas mayores de comer las yerbas y beber las aguas de los dichos términos y en la dicha posesión no les perturben ni enquieten so pena por cada una vez de cien mill mrs. para la cámara de su magestad e declaro pertenezerles el dicho derecho y gozar los dichos términos los vezinos de la dicha villa de Alarcón según y cómo lo puedan gozar los vezinos de la dicha villa de Yniesta so la qual dicha pena mando al concejo justicia rregimiento de la dicha villa de Yniesta y cavalleros de sierra y guardas della que luego como esta mi sentencia les sea notificada buelban y rrestituyan y hagan bolber a los vezinos de las dicha villa de Alarcón qualesquier prendas que les ayan tomado por rrazón de lo susodicho libremente e sin costas e de aquí adelante no les puedan ni consientan prendar gozando en los dichos términos según dicho es y no hago condenación de costas contra ninguna de las partes salvo que cada una pare las hechas por su parte y por esta mi sentencia difinitiva ansí lo pronuncio y mando juzgando el dotor Marquina

El pleito se había iniciado a instancias de Juan de Castañeda, vecino de la villa de Alarcón, que, dada la vecindad de su hermano Pedro en Iniesta y los antecedentes familiares, tenía intereses económicos en la villa de Iniesta, más allá de los pretendidos derechos consuetudinarios alegados al libre pasto. Juan Castañeda se quejaba de los alcaldes de Iniesta, parte interesada en el asunto, según nos decía. Su decisión de no dejar pastar a sus ciento veinte vacas le había supuesto una pérdida de doscientos ducados y el embargo de diez vacas. Prueba de que la justicia de Iniesta había actuado torticeramente era que los motillanos, como antigua aldea de Alarcón, mantenían su derecho a pastar en el suelo de Iniesta. La diferencia de los Castañeda con el bachiller Merchante, alcalde de Iniesta, no debían ser nimias, pero se nos escapan. El caso es que el negocio de las vacas de la familia Castañeda, herederos de Pedro del Castillo, alcaide de Ves, les venía no tanto del padre, Pedro de Castañeda, sino de la madre Catalina Páez, un apellido de gran significación y raigambre en la villa de Alarcón y que ahora parece perderse.

Hoy, habituados como estamos al negocio lanar, nos parece extraño la cría de manadas de vacas en estos lugares, pero las carnicerías de las villas estaban bien provistas de la carne de vacuno. Y si no que se lo digan a Hernando de Montoya, que en 1553 vio como se iniciaba un conflicto que casi le cuesta la vida por no respetar el derecho consuetudinario de los regidores sanclementinos a llevarse la mejor parte del animal cuando se sacrificaba una res. Además, la crianza de vacas era determinante para proveer de bueyes a la agricultura. Las manadas de vacas también participaban de sus circuitos de trashumancia, por limitados que fueran. Bartolomé de Barriga, hatero de las vacas de Catalina Páez, como su padre Alonso Ballestero, llevaba las vacas al término de Iniesta a herbajar, por los lugares de Cueva de la Higuera, Consolación, Villalpardo, Mortanchinos y Casa Tejero. Del negocio de las vacas vivían vecinos de otros lugares como el barchinero Alonso de Gascón, el motillano Martín, hijo de Miguel Sainz o Juan Ballestero de Alarcón, que se dedicaban al pastoreo de al servicio de propietarios de ganado vacuno como el regidor Juan Zapata de Castañeda o sus parientes los Castañeda. Su labor era herbajar a la vuelta de San Miguel, aunque es más creíble que el paso a herbajar a Iniesta se produjera después de Todos los Santos o en diciembre, con las vacas en invierno en los pastos de Iniesta, donde la estancia se alargaba cinco meses, hasta que las vacas parían y se separaban los terneros en verano. Estos pastores hablaban de su trabajo y andanzas como si los mojones no existieran, solían ser bien recibidos en la villa de Iniesta. Incluso se proveían de la harina necesaria para el pan, sal, sebo o abarcas en casa del regidor perpetuo Juan Zapata. Por eso nos es difícil explicar el giro de mala vecindad que se produjo entre alarconeros e iniestenses a finales de 1556.

Antecedentes los hubo. Finalizada la guerra del Marquesado, Iniesta intentó cerrar sus términos, pero Alarcón le ganó la partida con una ejecutoria que le era favorable. En los años veinte, el conflicto de los de Iniesta vino con los de Motilla, pero de nuevo perdió. Y es que el gobierno de Iniesta no era homogéneo: el regidor Juan Ruiz de la Almarcha era favorable al libre aprovechamiento de pastos entre los suelos de dos tierras diferentes, la de Cuenca y la de Alarcón, pues los iniestenses eran los principales beneficiarios. Así, los moradores de La Puebla, como Benito Gil o Pedro López, se dedicaban a la crianza de yeguas. Solo que esa realidad de amplios pastos fue cambiando en la medida que el espacio común del suelo de Alarcón se fue adehesando: primero el suelo común de las villas eximidas, luego el propio término de Alarcón, arrendado y explotado por los vecinos de las nuevas poblaciones que crecían junto a sus mojones. Pero los términos tardaron en cerrarse, pues la costumbre podía más. Iniestenses y motillanos sabía perfectamente que los mojones entre ambas estaban junto a las casas de Juan Parra y el Talayón y que la cañada Calera actuaba como frontera natural, pero el trasiego de personas y bestias hacía de tales fronteras un espacio permeable. Y sin embargo esa pretendida libertad de tránsito no podía olvidar los mojones de cal y canto con los que Iniesta había delimitado su territorio.

El contencioso se había iniciado en diciembre de 1556, cuando las vacas de Juan Castañeda y otros alarconeros fueron sorprendidas pastando en Vadocañas, en la Rambla de Iniesta. Juan Castañeda sería denunciado ante los alcaldes de Iniesta, el bachiller Merchante y Francisco Espinosa, y sus vacas quintadas según las ordenanzas de la villa, es decir, se prendieron por la justicia egelestana de cada cinco vacas una. Pero el gobierno local de Iniesta distaba de ser homogéneo, Juan de Castañeda, delegó su defensa en Juan Granero. Los Granero y los Castañeda tenían intereses económicos y lazos familiares en Iniesta desde antaño y en el caso de los Granero, representación municipal, de la mano del regidor Antón Granero. Aunque pronto, llevadas a cabo las primeras diligencias, Juan Castañeda pidió que los autos se trasladarán ante el juez Marquina, alcalde mayor del Marquesado de Villena. El contencioso se enquistó un poco más, cuando le fueron prendadas veinte vacas a otro ganadero de Gascas, Jerónimo Pacheco. Para mayor escarnio también le fueron prendados tres o cuatro toros, los cuales fueron corridos para diversión de los iniestenses y uno de ellos, en práctica no habitual en la época, muerto.

El pleito se trasladó así a San Clemente, entendiendo directamente en el mismo, el citado Licenciado Marquina y el gobernador Día Sánchez de Carvajal. En el pleito se personó en defensa de sus privilegios inmemoriales la villa de Alarcón y se trajeron a colación las sentencias favorables del la villa de Motilla para aprovechar los pastos de Iniesta. El conflicto jurídico adquiría una veste regional. Coincidía además con un reciente contencioso entre el gobernador y las villas por el intento de la justicia del Marquesado de entender en primera instancia en los pleitos. Perdida dicha pretensión, ahora se intentaba conocer del pleito de los pastos de Iniesta en apelación. Pero era una solución muy enrevesada. Alarcón, villa de señorío, no pertenecía a la gobernación e Iniesta había sido obligada a remitir los autos originales de la denuncia de Juan Castañeda al alcalde mayor de San Clemente. Era una fórmula jurídica, la de la apelación, que distaba de la más común para estos casos: la comisión judicial con término de plazo.

Antes de la denuncia contra Juan Castañeda, la villa de Iniesta había permitido el pasto de vacas y yeguas en sus términos. Así lo aseguraba Juan de Villena, regidor perpetuo de Villanueva de la Jara, que no tenía razones para mentir, pues se hallaba inmerso en un contencioso con el concejo de Alarcón por la dehesa de Pozoseco. A su decir, vecinos de Alarcón y de otros lugares pastaban  en término de Iniesta, tal hacían las vacas de Jerónimo Pacheco o del clérigo Pedro Pérez, moradores en Gascas, de Pascual García, morador en el término de Olmillos, y de Catalina Páez o las yeguas de Ortega Sevilla o Juan de Ruipérez, vecinos de Alarcón,y en reciprocidad las yeguas de los iniestenses Correa o Pedro de Mondéjar pastaban en los términos de Alarcón. Tenemos noticias de cómo el pastoreo de vacas y las rutas de trashumancia estaban especialmente desarrollados en la pequeña aldea de Gascas, granja de la villa de Alarcón. Allí, además de Jerónimo Pacheco o el clérigo Pedro Pérez, era común que otros vecinos tuvieran vacadas. Ese era el caso de Alonso de Ruipérez, aunque las vacas poseídas no llegaran a las dos decenas. Por tal razón, las juntaba con las vacas de un vecino de Motilla, llamado Álvaro el Rubio, hasta llegar a un número de cuarenta y enviarlas por el mes de noviembre a pastar a los prados de Iniesta, guiadas por el pastor motillano Cristóbal Martínez de Cortijo  hasta finales de marzo, aunque lo normal era que la estancia en los prados de Iniesta se prolongara más allá en el tiempo, hasta finales de mayo. Los caminos de la trashumancia no siempre se detenían en Iniesta, las vacadas iban más allá. A veces pastaban en las salinas de Iniesta, Minglanilla, y desde allí se encaminaban a Requena y Valencia, punto final donde las vacas seguramente eran vendidas para el abasto de carne.

Los términos de Iniesta y de Alarcón, aunque hoy nos parezca extraño, entonces eran colindantes. Pues el término de Alarcón, además de extenderse varias leguas río Júcar abajo, se desparramaba por numerosas dehesas como Pozoseco, Villagordo, Galapagar y por un significado término de tierras que desde Jorquera llegaban hasta los términos de El Peral y que lindaban con los mojones de Iniesta
los términos e mojones de Alarcón e que sabe que confinaban con los mojones de la villa de Yniesta desde el término de la villa del Peral hasta el término de Xorquera que será hasta tres leguas poco más o menos
El lugar de confluencia entre los términos de Alarcón e Iniesta era la dehesa del Villar de Mingo Pérez. Francisco Villena, hombre principal de Villanueva de la Jara tenía una heredad en el paraje de los Atochosos. término de Alarcón, en el vértice superior de la dehesa de Mingo Pérez. Desde allí veía pasar camino de Iniesta los ganados mayores por la cañada del Halcón. La familia vio venir los conflictos y se deshizo de la heredad, que vendió a un fulano Polo. Los intereses de la familia se centrarían en torno a Pozoseco, también en término de Alarcón. Quizás los Villena se deshicieron de su heredad en el mismo momento que Villanueva de la Jara ganó ejecutoria para cerrar sus términos frente a la villa de Iniesta.

Hoy vemos a Alarcón, desligado de sus aldeas, reducidos sus términos alrededor del promontorio, sobre el que se levanta su fortaleza, pero en el siglo XVI, aun a pesar de la concordia de 1480, los términos de Alarcón se extendían por el sur y este varias leguas, siendo limítrofes de Jorquera, Motilla, Iniesta, El Peral, Villanueva de la Jara, Barchín, Piqueras, Solera o Buenache. Antón Monedero, nos describe cómo los términos de Alarcón confinaban con los de Iniesta
donde el camyno que va de la villa de Villanueva de la Jara a la villa de Yniesta adonde llega el camyno al dicho término de Yniesta y dene allí hazia abaxo van juntos los dichos términos de Alarcón y de Yniesta hasta llegar por la dehesa del Villar de Mingo Pérez al término de la villa de Xorquera y por aquí a visto que se juntan los dichos términos como dicho tiene de suso y dende el dicho camyno de Villanueva hazia esta villa de la Motilla vienen los términos de la villa del Peral y de la villa de la Motilla juntos hasta el Talayón grande que se juntan los términos con el término de la villa del Campillo
Aquellos hombres del siglo XVI  tenían un sentido cíclico de la vida. Les era difícil situar en el tiempo los propios acontecimientos vitales. Solamente los hechos que rompían esa monotonía les servían de referencia para ordenar el pasado. Uno de estos acontecimientos fue el cerco de Salses, en el otoño de 1503, durante la guerra del Rosellón que enfrentó a España y Francia. El propio Fernando el Católico intervino en persona; a la jornada real fueron llamados los hidalgos y con ellos los infantes. El motillano Benito García, hijo de Bernal García, aún recordaba la salida de los soldados de las villas manchegas y cómo ya Iniesta había aprovechado la salida para la guerra de los caballeros de Alarcón para cerrar sus términos a los vecinos de la villa de Motilla. A comienzos del siglo ya estaba muy desarrollado la cría de ganado vacuno y yeguar. Pedro Castañeda, el padre de Juan y marido de Catalina Páez, ya disponía de una vacada; Juan Jiménez, vecino de Buenache de Alarcón, andaba con sus yeguas en los pastos de Iniesta; Pascual García, morador de Olmillos, aldea de Alarcón, hacía lo propios con las pocas vacas, unas quince, que tenía. Pero la justicia de Iniesta, a pesar del vacío provocado por la salida para la guerra de los caballeros de Alarcón, dirigió sus miras contra los vecinos de Motilla, que poseían pequeñas vacadas que entraban libremente a los términos colindantes de Iniesta. Entre los prendados estuvo el mencionado Benito García, por esa época un zagal de diecisiete años. Pero ni Antón García, el hijo del mítico Mingo Juan y alcalde ordinario de Iniesta en aquella época se atrevió a penar a los ganados vacunos de los motillanos y los dejó en libertad.

La única limitación que encontraban los ganados de la tierra de Alarcón en los términos de Iniesta era un breve período de tiempo desde el día de Corpus Christi hasta el de Santiago, en el que se acotaba el término. Las diferencias entre los favorables y contrarios a acotar el término de Iniesta eran pronunciadas. Ya en 1503, con motivo del incidente con los ganaderos motillanos, Miguel Cabronero, regidor de Iniesta, pidió el establecimiento de penas para los ganados intrusos. En la propia Iniesta había intereses encontrados, pues muchos de sus vecinos y sus familiares tenían sus haciendas fuera de la villa. Uno de ellos debió ser Onofre Martínez, que dio una patada al regidor en la plaza pública y en presencia de sus vecinos. Se acudió en busca de consejo, dio su parecer el doctor Espinosa, que determinó por buena la libertad de aprovechamiento de pastos.

Curiosamente ningún vecino de Iniesta trajo a colación que su suelo formaba parte de la tierra de Cuenca. La élite iniestense con intereses económicos en todo el Marquesado miraban al sur más que al norte. Tuvo que ser un vecino de El Peral, Álvaro de Velena, que declaró de oficio, quien señalara la diferenciación de las dos tierras. No obstante, a continuación reconocía la comunidad de pastos. ¿Cuándo se produjo esta indiferenciación de tierras y aprovechamientos comunes? No hay una fecha fija o la desconocemos. Los testigos refieren dicho aprovechamiento a tiempo inmemorial, lo que coincide con la expresión que nos trae a colación ORTUÑO MOLINA, desde memoria de ome que no es contraria (1). Esa libertad de pastos de los iniestenses era extensible a los pastos de Jorquera. Ya acabada la guerra del Marquesado, comenzaron las roturaciones y con ellas quedó patente las limitaciones de los términos de Iniesta para el cultivo, cuyos habitantes buscaron las tierras de las vecinas Alarcón y Jorquera. Si en el segundo caso, parece que había un derecho previo a la roturación a cambio de un censo enfitéutico, dicho derecho no existía para las tierras de Alarcón, por estar Iniesta excluida de su fuero. En un caso y en otro los conflictos llegaron con el marqués Diego López Pacheco que consideraba a los iniestenses que roturaban ya la tierra de Jorquera ya la tierra de Alarcón como renteros, obligándoles a pagar un canon (un derecho de terrazgo ya establecido por su padre). La sentencia de 1526 negó tal derecho aunque obligó a los iniestenses a pagar un canon al concejo de Alarcón (2). Por supuesto, hablamos de tierras llecas o baldías y no de las comunales, pero la diferencia entre unas y otras se borraba ante el impulso de unas roturaciones que no paraban ante obstáculos legales. Es más, creemos que la diferenciación entre tierras baldías y concejiles, señalada por VASSBERG (3), es una creación posterior en un siglo que responde a motivos fiscales.

Es en este contexto de apropiación de tierras sin cultivar del suelo de Alarcón en el que se deben entender las limitaciones al libre movimiento de ganados entre las villas. Si en el último cuarto de siglo XV los conflictos son entre las villas de realengo y los derechos señoriales pretendidos por los Pacheco, esta dualidad se superará desde principios del siglo XVI. El conflicto es entonces entre las propias villas. Ya no se trata de establecer derechos de terrazgo señoriales o cánones concejiles sobre una roturación controlada de los ejidos. Ahora la roturación desbocada ha hecho desaparecer el monte de uso comunal. Los nuevos espacios agrarios se han conquistado a costa de las dehesas de Alarcón, que debe buscar en otros términos las yerbas y aguas que no encuentra ni en sus términos ni en su suelo.

Antigua era la crianza de vacas. En el negocio estaba metido desde los primeros tiempos el alcaide de Alarcón, Hernando del Castillo, y su hijo Diego, que ya llevaban a herbajar a sus vacas en invierno a los pastos de Iniesta, en el paraje de Fuente Vicente, como tantos otros. Aunque fueron los Castañedas quienes hicieron del ganado vacuno un negocio familiar muy provechoso. El negocio compartido con los Páez, y asegurado por el enlace matrimonial entre Pedro Castañeda y Catalina Paéz, pasó a los hijos y al yerno, un tal Ludeña. Las vacas de los Castañeda pasaban a Iniesta, pero no se detenían aquí, pues algunas vacas pasaban hasta el término de Requena,

por estar más ancho e alcançar por aquella parte pinares e tierra lleca e que no ay tantas labores como las partes que amojonan las dichas villas de Alarcón e Yniesta


Esa extensión de las tierras de labor era la causa de los pleitos. La roturación de las dehesas de Alarcón estaba acabando con los bienes comunales del suelo de Alarcón. Pero los campos de labor eran ante todo viñedos. El buey, que comía en las dehesas, aún pervivió labrando los campos de cereales, pero se hizo completamente innecesario en los majuelos de viñas. La mula sustituyó al buey e irrumpió violentamente en los campos de la Mancha de Montearagón desde comienzos de siglo. Bueyes, y vacas, pasaron al olvido, y con ellos, los aprovechamientos comunes del suelo de Alaracón. La mula no se alimentaba de yerbas, sino de granos. El cambio fue muy rápido allí donde el viñedo era el principal  cultivo. Más lento don pervivió el cereal. Caso paradigmático de lo último es el caso de Quintanar del Marquesado que a la altura de 1570 todavía labraba con los bueyes. Pero Quintanar no tenía apenas término propio, dos terceras partes de las tierras de labranza se extendían sobre el suelo de Alarcón, en la llamada dehesa de Galapagar. Pero la partida estaba perdida para los bueyes y la apuesta de los Castañeda por los bueyes es previsible que causa de su ruina: en la labor, la mula desplazó al buey; en el abasto de carnes, la oveja a la vaca.

Por aquel comienzos de siglo, se estaba imponiendo en la comarca la posesión de yeguas para la crianza de mulas, que comienzan a sustituir a los bueyes en el campo. Mateo López, Alonso Armero el viejo o Juan Garrido, vecinos de Motilla se dedicaban a ello. En Iniesta, poseían yeguas Juan de la Parra, Juan de las Heras o Martín de Segovia, hijo del citado Alonso Armero, que se internaban con ellas en la cañada de la Calera e incluso hasta Gabaldón y el abrevadero de Fuente el Collado y en el Pozo de los Frailes, en término de Alarcón. Mateo Lucas llevaba sus yeguas desde Iniesta por la cañada de la Calera hasta la propia villa de La Motilla, donde les daba de beber en el Pozo de Arriba, antes de dirigirse a las Masegosas. La crianza de yeguas era ya práctica habitual en la zona desde antes de la guerra del Marquesado. Alonso Córdoba recordaba cómo su padre de igual nombre y su tío Juan Rico, vecinos de El Peral, le contaban que sus abuelos, ya naturales de esa villa cuando era aldea de Alarcón, poseían yeguadas. Por la misma época, Alonso Saiz de Valverde tenía cien yeguas en Motilla y un número sin determinar Antón de Castañeda. Alonso de Herrero el viejo, al igual que otros vecinos de Iniesta, tenían en menor número yeguas; con ellas iban a pastar hasta los confines del término de Alarcón en La Almarcha. El motillano Diego de Gabaldón llevaba con quince años, hacia 1495, a beber las yeguas al Pozo de Castillejo, la futura aldea de Iniesta. La crianza de mulas tuvo en la aldea de Gabaldón un centro de temprana crianza: el padre de Diego Gabaldón. Alvar López o Alonso Armero se dedicaban a ello.

La posesión de yeguas fue oportunidad de riqueza y fuente de negocio para los vecinos más despiertos. El desarrollo de la mula para la labranza, especialmente con el desarrollo de los viñedos, debió renacer desde comienzos del siglo. Las yeguas ya no se usaban para la crianza de caballos con fines militare sino que echadas al garañón procreaban acémilas para la agricultura. En la crianza de mulas estaban todos los pueblos interesados. Hacia 1500 nadie parecía interesado en poner cortapisas a las recuas que del suelo de Alarcón a Iniesta se movían libremente. Los motillanos, así nos lo contaba Alonso Pastor de sesenta años, veían pasar por medio del pueblo a los alarconeros con sus mulas en noviembre, hacia la primavera veían pasar a los garañones. Siguiendo la Cañada de Calera se introducían en términos de Iniesta, un año después, las yeguas preñadas el año anterior y las mulas recién nacidas al final de la primavera volvían a sus pueblos de origen. La trashumancia de las yeguas también tenía un sentido inverso, de Iniesta al suelo de Alarcón. Así lo recordaba Pascual Pérez de Marquina, cuyas yeguas en compañía de las de Juan Correa accedían a los pastos alarconeros.

La crianza de mulas fue tan rápida como el mismo proceso roturador. Nos es difícil comprenderlo en la actualidad, pero la plantación de viñas y la introducción de mulas fue un fenómeno revolucionario que cambió los paisajes y las sociedades de la primera mitad del quinientos. Fue necesario un tercer factor, la voluntad de los hombres. Esa voluntad la tenían todos, pero los hombres de la llanura tenían el futuro de su lado. Los bueyes de Alarcón, al igual que su fortaleza, pasaron a ser un recuerdo del pasado.


Testigos presentados por Alarcón en mayo de 1557

Juan de Villena, regidor perpetuo de Villanueva de la Jara. 54 años. Tenía, legado de su padre Francisco, un heredamiento en los Atochosos, término de Alarcón, en el límite de Iniesta, aunque la ha vendido en favor de un fulano Polo
Martín de Espinosa, vecino de Iniesta. 46 años, primo hermano de Francisco de Espinosa, alcalde de Iniesta, y cuñado de Juan García, regidor de Iniesta. Martín Espinosa está casado con hermana de Juan de Castañeda, María, ambos hijos de Pedro y de Catalina Páez.
Bartolomé Barriga, vecino de Alarcón, 46 años
Alonso Ballestero, 32 años, vecino de Alarcón
Martín García, morador en Gascas, labrador de 35 años
Alonso de Olmeda, 65 años, caballero de sierra de Alarcón, hijo de Alonso de Olmeda, natural de Iniesta
Martín de Miguel Sainz el mozo, vecino de Motilla, 20 años
Juan Ballestero, 35 años
Benito Ballestero, 20 años
Martín Gascón, vecino de Barchín, hijo de Alonso Gascón, de 16 años
Diego López de Flomesta, vecino de Alarcón, 72 años
Juan Martínez de la Caxa
Pedro de Ruipérez, vecino de Alarcón, 43 años

Testigos de probanza en Motilla de Palancar de abril de 1557 ante los alcaldes de esta villa, Hernando de los Paños y Miguel de la Casa

Benito García de Bernal García, vecino de Motilla, 67 años
Alonso de Córdoba, escribano de la Motilla, 60 años, hijo de Alonso de Córdoba, el viejo, vecino de El Peral
Juan Guerrero, vecino de Motilla, más de setenta años, procedente de El Peral
Juan Tendero, vecino de Motilla, 70 años
Juan de Valverde el viejo, vecino de La Motilla, 70 años, pariente en tercer grado de Benito García, regidor perpetuo de Iniesta. Hijo de Miguel Saiz de Valverde y nieto de Alonso Saiz de Valverde.
Antón  de Bonilla, el viejo, vecino de La Motilla, 80 años
Antón Monedero, vecino de Motilla, 68 años. Pariente de Benito García en tercer grado
Juan Ponce, vecino de Iniesta, 70 años
Juan García Tejero, vecino de Iniesta, 80 años?
Pedro de Zafrilla, vecino de Iniesta, setenta años
Alvaro el Rubio, vecino de La Motilla
Cristóbal Martínez de Cortijo, vecino de Motilla
Herrán Marco, vecino de La Motilla, 60 años
Antón Guilleme, vecino de La Motilla, 85 años
Juan Salvador, vecino de La Motilla, 53 años
Antón Armero, vecino de La Motilla,
Alonso Pastor, vecino de La Motilla, 60 años
Mateo López, vecino de La Motilla, 65 años
Pascual Pérez de Marquina, vecino de Iniesta, 80 años
Benito Pérez de Marquina, vecino de Iniesta, 50 años
Pedro López, morador en La Puebla y vecino de Iniesta, 40 años
Benito Gil, morador de La Puebla y vecino de Iniesta, 70 años
Diego de Gabaldón el viejo, vecino de La Motilla, 77 años


Probanza de Iniesta, mayo de 1557

Alonso Garrido, morador de Mahora y vecino de Jorquera, 55 años
Francisco de Correa, vecino de Madrigueras de Villanueva de la Jara, 50 años
Jorge Martínez, morador en Madrigueras y vecino de Villanueva de la Jara, 62 años
Antón García, vecino de Mahora, 50 años
Juan de Mislata, morador de Mahora, 80 años
Varios vecinos de Cenizate
Mateo Lucas, vecino de Iniesta, 57 años
Juan de Monteagudo, vecino de Iniesta, 49 años
Bartolomé de Sabuquillo, vecino de Campillo,

Probanza de Alarcón de octubre de 1558

Francisco de Olmeda, vecino de Villanueva de la Jara, 64 años
Juan de Villena, regidor de Villanueva de la Jara. más de 50 años
Juan de la Olmeda el viejo, vecino de Iniesta, 85 años
Gil Martínez de Jábaga, vecino de Iniesta, 60 años
Diego de Alarcón, clérigo de El Peral, 75 años
Álvaro de Velena, vecino de El Peral, 70 años
Diego de Gabaldón, vecino del lugar de Gabaldón, 78 años
Juan Martínez, morador del lugar de Gabaldón, 66 años
Antón Armero, morador de Gabaldón, 45 años
Juan de Jábaga, vecino de Barchín, 68 años


Estructura del gobierno de la villa de Alarcón

Un gobernador y justicia mayor de la villa, en nombre del Marqués
Cuatro alcaldes ordinarios
Un juez
Dos regidores
Almotacén
Dos diputados

Gobierno de Alarcón en 1558

Juan de Castañeda, Alonso Olmeda, García Vizcarra, Francisco de Cañaveras, alcaldes ordinarios
Melchor Granero, juez
Juan Granero Iniesta y Lope de Llanos, regidores
Gabriel de Castañeda y Gil Martínez, diputados




Regidores perpetuos de Iniesta en 1557

Miguel Cabronero
Benito García
Juan Zapata de Catañeda
Antón Granero
Francisco de Lorca
Francisco de las Casas
Alonso López
Juan García de Ibáñez Gil


(1) ORTUÑO MOLINA, J.: Realengo y señorío en el Marquesado de Villena. Real Academia de Alfonso X el Sabio. Murcia. 2005. p. 233
(2) Ibídem, pp. 256 y ss.
(3) VASSBERG, D.: Tierra y sociedad en Castilla. Barcelona. Crítica, 1987. pp. 17-18

ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. PLEITOS.  (AChGr). 01RACH/ caja 987- expediente 2. Pleito entre Alarcón y Juan de Castañeda contra la villa de Iniesta por el libre aprovechamiento de términos. 1557-1559