El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)
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jueves, 22 de marzo de 2018

Francisco Sedeño, un hidalgo segoviano al servicio de Jorge Manrique

Francisco Sedeño había llegado a San Clemente con gente de guarnición en la capitanía de don Jorge Manrique en tiempos de la guerra del Marquesado. Era pues un defensor de la causa de la Reina Isabel. La presencia de Jorge Manrique en la villa de San Clemente era recordada todavía en 1493, por Garci Martínez Ángel, un anciano de sesenta y cinco años, que recordaba cómo el capitán real se había hospedado en la casa aledaña de un vecino suyo
que conosçe al dicho Françisco Sedeño desde que vino con la gente de don Jorge Manrrique a la dicha villa de San Clemente, que posó en casa de Juan Gallego
Francisco se acabaría quedando en la villa de San Clemente, casando con una hija de Pedro Sánchez de Bailén, llamada Catalina Sánchez. De familia hidalga de Arévalo, no fue recibido como tal hidalgo, siendo empadronado con los pecheros por los alcaldes Juan López Tendero y Alonso López Rosillo. Sin embargo, Francisco Sedeño hizo valer su hidalguía públicamente en la plaza del pueblo ante el alcalde Juan López Tendero que le pedía pagara los pechos, discutiendo la naturaleza hidalga de Francisco
que todos los hidalgos desta villa an de se mostrar como lo son
La respuesta de Sedeño fue clara y altanera
do graçias a Dios por ello e quando caso se ofresca  e esos señores lo hizieren saber yo se lo mostraré de manera que sepan que soy de los buenos hidalgos desta tierra e de donde nasçí
Tal actitud se traducía que, cuando los recaudadores de impuestos topaban con su casa, la dejaban por casa de hidalgo.

Francisco Sedeño era hijo del bachiller Hernán González Sedeño, morador en el lugar de Marugán, y después en el de Cobos, casado con doña Catalina González, hija del abad don Juan de Parraces. Del matrimonio nacieron cuatro hijos: Juan de Ludeña, Hernando Sedeño, Martín de Cuéllar y Francisco Sedeño. Su abuelo era Lope González de Mesa, vecino de la ciudad de Segovia, donde llegó a ser alcalde, y casó con una hija de un tal Sedeño, vecino de Arévalo, llamada Mencía Vázquez de Arévalo, de condición nobiliaria. En la familia había hechos militares, aparte de Francisco Sedeño, enrolado en la capitanía de Jorge Manrique, el padre, el bachiller Hernán González, había acudido a un llamamiento de hidalgos para la guerra en tiempos del rey Enrique IV. En la batalla había recibido una herida en la cara. La hacienda familiar era de importancia, el abuelo Lope tenía heredades en Tierra de Segovia y en Arévalo
e que tenía hazienda e muchas heredades en Martín Muñoz de las Posadas e en Espinosa e en otros lugares de tierra de Arévalo e de Segovia
Francisco Sedeño vería reconocida su hidalguía el 9 de marzo de 1493. Años después, en 1522, sus hijos pidieron confirmación de la ejecutoria. Eran Hernando Sedeño, Juan de Ludeña, Martín de Cuéllar, Lope González de Arévalo, Gabriel de Espinosa y Ana González. Les fue expedida ejecutoria por la Chancillería de Valladolid con fecha 12 de mayo de 1522.
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Archivo de la Real Chancillería de Granada. HIDALGUÍAS. Caja 4942, Pieza 6. Real Provisión ejecutoria de hialguía de Francisco Sedeño. 9 de marzo de 1493

Archivo de la Real Chancillería de Granada. HIDALGUÍAS. Caja 4942, Pieza 6. SEDEÑO, Hernando y Gabriel de Espinosa, Juan de Ludeña, Martin de Cuellar, Lope González de Arévalo y Ana Gonzalez, hermanos, 12 de mayo de 1522





Testigos de la villa de San Clemente en 1493


Garci Martínez Ángel, pechero de 65 años
Juan López Tendero, pechero de 56 años
Juan González de Medina, cura de San Clemente
Martín López el rico,
El bachiller Sexmero,
Juan Merchante el viejo

Testigos de 12 de mayo de 1522

Pedro Ruiz de Segovia, alcalde ordinario
Garci Martínez Ángel
Pedro de Alarcón
Martín del Campo
Juan Rosillo
Sancho Rodríguez, escribano

miércoles, 21 de marzo de 2018

Hidalgos de Tierra de Campos en la villa de San Clemente: Los Ruiz de Villamediana y los de la Fuente

MARTÍN RUIZ DE VILLAMEDIANA: EL HIDALGO CONVERTIDO A MERCADER QUE FUNDÓ EL CONVENTO DE CLARISAS DE SAN CLEMENTE

Hasta la Chancillería de Granada fue don Antonio Ruiz de Villamediana el año de 1545 en busca de una ejecutoria que reconociera la hidalguía que le negaba el ayuntamiento de San Clemente. Buscó el testimonio de los grandes hombres de la villa, que lo habían sido todo en la primera mitad de siglo, pero a decir de sus enemigos eran hombres ya viejos y cansados. Alonso Pacheco Guzmán, hermano del difunto señor de Minaya, era un anciano de setenta y cinco años, doliente de la hijada; Juan de Caballón,  de apellido hidalgo y de Castillo de Garcimuñoz había asentado hacienda como agricultor, contaba con ochenta años, era un anciano derrengado que apenas se tenía en pie; Pedro de la Fuente, antiguo escribano de sesenta y cinco años, o Miguel Sáiz Sevillano, que será padre de escribanos y de sesenta y cinco años, eran personas que apenas salían del pueblo ni siquiera de su casa; Francisco de Olivares o Pedro de Albelda contaban con setenta años, hombres ya muy mayores para testificar en Granada. Claro que, curiosamente, quien tachaba a estos testigos era Antonio de la Fuente, de sesenta y dos años, humillado en su pretensión de hidalguía por el concejo sanclementino.

Ese año también pleiteaba por su hidalguía Alonso de Valenzuela, que vio como sus testigos eran tachados de viejos e impedidos. En este caso, estaban Antonio Rosillo y Hernán Vázquez de Haro el viejo, los dos de setenta y siete años, viejos y pesados, gotosos tal como también se decía, o Alonso González de Origüela, de setenta y cinco años, un hombre quebrado por la perlesía. Parecía como si toda una generación que había levantado la villa desde la nada o se había aprovechado del pueblo para sus ambiciones personales era ahora condenada al desván de la memoria olvidada de la villa de San Clemente. Sin embargo, eran estos hombres ancianos y desvencijados los que podían dar fe de la llegada de tierras lejanas de hombres desarraigados en busca de fortuna. Algunos eran hombres con un pasado familiar glorioso, pero en San Clemente de comienzos del quinientos valía poco el apellido y todo se fiaba al mérito personal.

Cuarenta años después las cosas había cambiado radicalmente. La venta de regidurías perpetuas desde 1543 había dejado en papel mojado la exclusión que sufrían los hidalgos para acceder a los oficios concejiles. Al igual que Alonso Valenzuela o Antonio Ruiz de Villamediana, Juan Granero también acudió a la Chancillería de Granada y asimismo recusó a varios testigos, quizás alguno de ellos todavía recordará la revocación de la hidalguía concedida a Antón Sánchez Granero.

Pero treinta años, en 1512 los hidalgos sanclementinos ya intentaron que su reconocida condición hidalga se viera reflejada en la reserva de la mitad de los oficios públicos y conseguir así su acceso al poder. No lo consiguieron, aunque entre los que no cejaron en el empeño y yendo contra las leyes pecheras de la villa sanclementina destaca Martín Ruiz de Villamediana, que sorprendentemente aparece, sin que tengamos explicación racional, como alcalde de los hijosdalgo en la villa de San Clemente el año de 1517 (tal vez, porque su verdadero cargo era alcalde de la hermandad). Cuatro años antes, un veintiuno de julio de 1513, presentaba demanda ante la Chancillería de Granada para ver reconocida su nobleza, heredada de padre y abuelo y demostrada en las guerras. Cinco meses antes, los regidores Alonso Manzano, Juan López, Pedro Sánchez de Origüela y Pascual Simón lo habían inscrito en el padrón de pecheros (el único que había, pues en San Clemente nunca hubo libro de hidalgos), obligándole a pagar las diez centenas, un tributo concejil de diez reales, como hombre postero que era. Que el concejo sanclementino no permitía veleidades hidalgas quedó demostrado cuando el jurado y mayordomo del concejo, Alonso de las Mesas, acompañado de escribano y alguacil, se presentó en el domicilio de Martín Ruiz de Villamediana para embargarle una alfombra. La escena, en el domicilio de Martín, fue ejemplo del tesón y orgullo que podía mostrar un hidalgo, consciente de su naturaleza. Ante el escribano, alguacil y mayordomo reafirmó su condición hidalga y su negativa a pechar, antes perpetuar su libertad e posesión. Amenazó con quejarse de los regidores ante la reina Juana. El era un mandado, le respondió el jurado Alonso de Mesas, o dinero o prendas. Acabaron por llevarse la mencionada alfombra, ante un desafiante Martín que pidió al escribano traslado de los hechos. Con dicho testimonio se presentó en el ayuntamiento un diez de julio para anunciarles su decisión de defender sus derechos ante la Reina. Juan de Olivares y Benito García, alcaldes aquel año, le respondieron que si era hidalgo mostrase el privilegio de tal.

No tardaría Martín Ruiz de Villamediana en presentarse ante el concejo sanclementino con una carta real citatoria, con sello de placa de las armas de la reina Juana (las mismas de los escudos laterales del edificio del actual ayuntamiento)


Sello de placa con las armas de la Reina Juana. Año 1513
                                     

Escudo bajo la torre del Ayuntamiento de San Clemente
                                       
Para el veintiocho de agosto los regidores sanclementinos deciden personarse con procurador en el pleito para frenar las pretensiones del pretendiente. Martín Ruiz de Villamediana había llegado como muchos otros con el cambio del siglo. Había llegado a la Mancha no a guerrear, sino traído por la necesidad de buscar hogar familiar propio y las amplias oportunidades que estas tierras ofrecían. El calificativo de postero indicaba su reciente llegada. Pero alcanzada una posición social exigió ver reconocida su nobleza. La disparidad de pareceres entre el pretendiente y el concejo sanclementino se trató de esclarecer con la probanza de testigos que la Chancillería de Granada ordenó el 28 de septiembre. El primero de febrero de 1514 la Chancillería reconocía por hidalgo a Martín Ruiz de Villamediana e imponía silencio perpetuo al concejo de San Clemente. El día nueve de febrero, Martín obtenía ejecutoria con sello de plomo pendiente de hilos de seda.

¿Quién era este hombre que se pretendía hidalgo de solar conocido y posesión? Martín Ruiz de Villamediana había llegado de Tierra de Campos. Sus orígenes se repartían entre la villa de Tiedra y la de Tordehumos. El abuelo de Martín, Lope Ruiz, era vecino de la villa de Tiedra, donde había muerto hacia 1475; veinte años después en el mismo lugar había fallecido su padre Diego Ruiz. En el hogar paternal de Tiedra vivió Martín, hasta que joven se desplazó a Tordehumos, donde casó con la hija de un mercader, llamada Constanza Ruiz, allí vivió durante diez años. De Tordehumos saldría en busca de nueva oportunidades hacia San Clemente. Era el año de 1502.

Castillo de Tordehumos

El abuelo de Martín, Lope Ruiz, había llegado a Tiedra siendo un niño, acompañaba a su madre viuda y a otros dos hermanos. Llegados en la pobreza más extrema, la madre sin embargo supo litigar y ganar la hidalguía para sus hijos de su difunto marido, un tal Cristóbal, según aseguraba un vecino de San Cebrián de Mazote, llamado Alonso de la Rosa. Esa hidalguía fue la que salvó a la familia, pues fue el reclamo para que un rico del pueblo, llamado Diego Alonso de la Rosa, casara a su hija única María con Lope Ruiz. Del matrimonio de ambos, nació Diego Ruiz, que casó con una vecina de Urueña, Catalina Sánchez, y se rodeó de los símbolos de un buen hidalgo: poseía dos caballos y era asistido por un escudero. Diego era un caballero auténtico, partícipe de la vida militar como alférez del maestre de Calatrava.

Si alguien conocía bien a Martín Ruiz de Villamediana era Antonio de la Fuente, nacido hacia 1484, el cual había emprendido junto a sus hermanos el viaje para asentarse en San Clemente, acompañado de Martín. Había coincidido en Tordehumos y hasta el fallecimiento de Martín, en 1523, en la villa de San Clemente. Antonio de la Fuente había vivido en Tordehumos al servicio y en casa del suegro de Martín Ruiz, un tal Rodrigo Sánchez. Nos queda en la oscuridad aquel viaje. Sabemos que los hermanos Antonio y Cristóbal de la Fuente traían con ellos a su madre ciega, aunque luego lo negaran en el pleito de hidalguía de 1526. Martín Ruiz de Villamediana venía con su mujer Constanza y sus hijos. Si la necesidad podía ser causa de la emigración de los hermanos de la Fuente, no parecen tal los motivos de la llegada de Martín, con fama de rico ya en origen. Unos y otros haría gran fortuna en la villa de San Clemente. Seguimos con la duda cuando llegaron a la villa de San Clemente. Solo podemos hacer conjeturas con las declaraciones de testigos. Antonio de la Fuente declaraba en 1546 conocer a Antonio Ruiz de Villamediana desde hacía cuarenta y cinco años en Tordehumos. Allí había Martín vivido con su mujer durante un periodo de siete a diez años, es decir, haciendo cuentas, la llegada a San Clemente fue en el periodo de 1500 a 1510. Periodo demasiado amplio e incierto, sobre todo, si pensamos que detrás de todas estas conjeturas lo que se esconde es nuestro anhelo de certificar el nacimiento de Constantino Ponce de la Fuente.

Para mayor desgracia nuestra, la probanza de testigos de Antonio Ruiz de Villamediana, a comienzos de 1546, se desarrolla en un hervidero de pasiones y conflictos en la villa de San Clemente. La inquina que debían guardar a Antonio algunos regidores era mucha. Entre ellos, los regidores Cristóbal de Tébar y Francisco Jiménez o el alcalde bachiller Avilés. Si añadimos el resto de cargos municipales, los regidores Hernando del Castillo Toledo, Alonso García o Francisco de los Herreros, comprenderemos que bastantes disputas existían entre ellos como para ceder el poder que detentaban a esos otros de la Fuente y Ruiz de Villamediana, a los que habían cortado las alas y ambiciones hacía veinte años. El clan de los zamoranos tenían vedado el acceso al poder, pero contaban con el apoyo de varios hidalgos que en esos vaivenes de la política sanclementina se decantaban por unos u otros según la oportunidad. Bien se preocupó el concejo de evitar la declaración de estos testigos, coetáneos del fallecido Martín Ruiz de Villamediana; hombres ancianos que por su misma vejez podían decir cosas inconvenientes. Viejos pero hombres respetados: Pedro de la Fuente, escribano (el hombre que hizo de reclamo para el viaje de los inmigrantes de Tierra de Campos), Alonso Pacheco o Hernán Vázquez de Haro o simplemente dos labradores, Miguel Sánchez Sevillano, hombre muy respetado en el pueblo, y Juan de Caballón, pechero por las circunstancias, pero cuyo apellido era rancio y de abolengo.

Los Ruiz de Villamediana era una familia que sobraba en el San Clemente de mediados de siglo. En ese mundo de rivalidades, donde los hijos habían asentado el poder que los padres les habían dejado con la forja de sus fortunas y hacienda, la mayor arma arrojadiza de unos y otros era asomarse al gaznate del vecino a oler o no oler el resuello a tocino y acusar al adversario de sangre judía. Los Ruiz de Villamediana, a diferencia de sus vecinos, podían mostrar sus indiscutibles credenciales como caballeros y cristianos viejos. Viejos cristianos y piadosos, pues entre las mandas testamentarias de Martín Ruiz de Villamediana estaba la fundación de un convento de clarisas en 1523.

A pesar de las oposiciones de los regidores, Antonio Ruiz de Villamediana sacó adelante su probanza de testigos, que de impedidos, gotosos y viejos dementes pasaron a recuperar su condición de hombres respetados, y con algunos años menos de los que decían sus delatores. En tal circunstancia, parece que fue decisivo el apoyo de Antonio Ruiz de Villamediana recibió de un hombre llamado Juan Guerra, alcalde de la hermandad por el estado pechero aquel año de 1546. Hombre respetado, y cómo no, zamorano, que posiblemente había llegado con otro parroquiano llamado Francisco Fernández, destinado a procrear la estirpe más rica del pueblo y la más odiada: los Astudillo.

Hernán Vázquez de Haro fue el primero en declarar un ocho de marzo de 1546, tenía alrededor de sesenta y cuatro años (sus enemigos le daban trece años más). No podía ser imparcial, pues una hija de su cuñado estaba casada con Antonio Ruiz. Declaraba que el patrimonio de los Ruiz de Villamediana era el de cualquier otro hombre de la villa: ganados y granjerías, pero en mucha cantidad. Como hidalgos, los Villamediana se paseaban a caballo por la villa, a la que a su decir, habían llegado hacía cincuenta años (¿antes de 1500, pues?). Martín Ruiz de Villamediana había fallecido con más de cincuenta años, sesenta según otros, dejando viuda a Constanza, que había sobrevivido casi veinte años más a su marido, refugiada, como beata, en el convento de clarisas que la familia había fundado. Martín Ruiz de Villamediana había formado parte del colegio de cuatro electores que nombraba cada año para San Miguel, en la capilla de los Herreros de la iglesia de Santiago, alcalde de la hermandad por el estado de los hijosdalgo, cargo que él mismo había desempeñado en muchas ocasiones. Su condición de elector y elegido la había heredado su hijo Antonio, que además, aprovechando que los hidalgos habían visto reconocido por provisión real hacia 1540 su derecho a ocupar uno de los dos cargos de alcalde ordinario, había sido elegido en el periodo de 1543 a 1544 como alcalde por los hidalgos. Demasiada ambición para no estar en la mirada de sus rivales.

Alonso Pacheco se presentó como un hidalgo, pues era hijo y pariente de los señores de Minaya,  de sesenta y cinco años. Contaba cómo Martín Ruiz había procurado dar una buena educación a su hijo Antonio, llevándole a la escuela en San Clemente (el estudio de gramática que se fundó en 1495) y, posteriormente, prosiguiendo los estudios en Belmonte. Martín también buscó buen casamiento para su hijo Antonio, enlazándole matrimonialmente con una hija de Antonio de los Herreros. Alonso Pacheco fue capaz de darnos la fecha exacta de la llegada de Martín Ruiz de Villamediana a San Clemente: el año de 1498, aunque para desdecirse poco después y asegurar que había tratado con él durante veintiocho años, es decir retrotrayendo la llegada al año 1495. Fechas ambas inciertas. Por entonces, ya no había guerras. Y es que Martín Ruiz de Villamediana no llegó como militar sino como mercader de paños y sedas. Instalándose en la villa y poniendo tienda propia. Eso explica el gran caudal que había hecho, más bien incrementado, en tan poco tiempo, invertido después en ganados y viñas. El labrador Miguel Sánchez Sevillano, que recordaba la venida de Martín a la villa, le acompañó a la compra de ganados. Alonso Pacheco daba como fecha de fallecimiento de Martín el año de 1523, a los sesenta años. Martín. pues, era un mercader, pero que nunca olvidó los signos de distinción de su hidalguía. Hombre que paseaba a caballo por la villa y que poseía varios criados. Martín ya había llegado como hombre rico a San Clemente y con criados; éstos eran los hermanos Antonio y Cristóbal de la Fuente.

Castillo de Tiedra, lugar de origen de los Ruiz de Villamediana

En una sociedad abierta como la de San Clemente, ¿cómo diferenciar un hidalgo de un pechero? Es evidente que el signo incontestable era la ejecutoria de hidalguía. No todos podían sobrellevar el coste de un juicio en la Chancillería de Granada. De ahí el interés en visibilizar esa hidalguía en la presencia en el colegio de electores de alcaldes de la hermandad y, en estos tiempos en los que, tal como diría Miguel Perona, cien años después, el carnicero, concediendo las libranzas de refacción de la sisa, todavía no despachaba sus propias cartas ejecutorias, el interés de los pretendiente a hidalgos se dilucidaba en el momento del repartimiento de la alcabala, un impuesto universal a pagar por todos, nobles o pecheros. El concejo se reunía para nombrar seis pecheros que redactaban un padrón de pecheros para el repartimiento de la alcabala entre los vecinos. Poco después lo hacían dos hidalgos que formaban un padrón propio y decidían el modo de pago y la cuantía. Este padrón se tomaba como base para la exención del servicio ordinario y la expedición de cédulas para no pagar la sisa de la carne. Por supuesto que la villa de San Clemente nunca reconoció estos padrones de hidalgos, pero tampoco se enfrentó claramente a ellos, en la medida, que por el hecho de pagar impuestos reales, los hidalgos eran coaccionados en cualquier momento para pagar los pechos concejiles. Parece que esa autonomía de los hidalgos para repartir sus impuestos, fue aprovechada por el concejo sanclementino en 1514 para exigir una contribución a los nobles con motivo de la construcción del molino del Concejo, en el vado del Fresno.

Otro de los testigos fue el escribano Pedro de la Fuente, hombre pechero de sesenta y cinco años. Pedro de la Fuente era de la familia zamorana de la Fuente. A diferencia de Antonio o Cristóbal, no se había preocupado de su condición hidalga, pues le procuraba más beneficios el ejercicio del oficio mecánico de su escribanía. Por él sabemos que Martín era factor de su futuro suegro Rodrigo Sánchez en el negocio de mercader de telas y sedas. Esto nos hace de Martín un hombre viajero, tal vez en el vecino Portugal (¡el cristiano viejo en contacto con las comunidades judías del país vecino!), donde buscaba los contactos para proveer de mercancías y contactos al negocio de su suegro, pero también en el resto de la Península y por supuesto en las sociedades manchegas que ahora tomaban impulso, convirtiéndose en mercado a conquistar. Sobre la complejidad de los negocios de su suegro solo podemos asegurar que trataba con cierta compañía de otros mercaderes. Pedro de la Fuente nos desvela definitivamente la llegada de los de la Fuente y Ruiz de Villamediana a San Clemente. Era el año de 1502
e que en el año de quinientos e dos este testigo vido que el dicho Martín Rroyz se vino a la dicha villa de San Clemeynte con la dicha Constança Rroyz su muger y con hijos y venido a la dicha villa compró la casa que de presente tiene el dicho Antonio Rroyz  e le vido que vivió en la dicha villa de mercadurías teniendo tienda de paños e sedas e de ganados e viñas e otras grangerías, porque quando vino a la dicha villa truxo cabdal para ello y con su muger este testigo tuvo conversaçión e trato dende que vinyeron fasta que fallesçió que fue en el año de veynte e tres años e que entonces serya de edad de sesenta años. 
Pedro de la Fuente ya vivía en San Clemente donde ejercía como escribano, fue él quien sirvió como lazo de unión con sus dos hermanos, Cristóbal y Antonio, criados de Martín Ruiz de Villamediana, para que todos ellos acudieran a la villa de San Clemente. La razón pudiera ser la unión no consentida de Martín con Constanza, por el padre de la mujer, Rodrigo Sánchez, que veía con muy malos ojos cómo su fortuna podía acabar en manos de su factor, un hombre ya viejo, treinta y cinco años, cuando decide casarse con Constanza hacia 1498. Pero de la declaración de Pedro es difícil deducirlo
supo e fue público que el dicho Martín Rroyz se avía casado a ley e bendiçión con la dicha Constança Rroyz su muger en la dicha villa de Tordehumos e lo oyó dezir a Antonio de la Fuente e Christóbal de la Fuente sus hermanos naturales de la çibdad de Çamora criados que fueron del dicho Martín Rroyz e vinieron con él desde la dicha villa de Tordehumos a la dicha villa de San Clemeynte e a Françisco Rroyz e a otros parientes del dicho Martin Rroyz e a un bachiller hermano de la dicha Costança Rroyz que les oyo dezir que hellos los avían visto velar e casar e que al tienpo que fallesçió el dicho Rrodrigo Sánchez de Tordehumos padre de la dicha Costança Rroyz e suegro del dicho Martín Rroyz paresçió ante este testigo como escriuano que a la sazón hera de la dicha villa la dicha Costança Rroyz dio poder al dicho Martín Rroyz su marido para que fuese a cobrar la herencia que le pertenesçía de dicho su padre e vido que lo truxo e cobró
Quien realmente nos da una información definitiva de Martín Ruiz de Villamediana es el labrador y antiguo regidor Juan de Caballón, de setenta años en 1546, que por vivir al lado de la casa de Martín conocía todos sus secretos. Entre esos secretos estaba un turbio asunto: la muerte del hijo del bachiller Rodríguez en que Antonio, el hijo de Martín, se vio implicado. La familia Rodríguez era de origen judía y los Ruiz se lo recordaron, pero aquellos acusaron a éstos de moros. No era la primera vez que se recurría a esta acusación para desprestigiar a alguien. Las averiguaciones no fueron más allá. Juan Caballón nos desveló el pasado de Martín y confirmó los motivos de su venida a la villa de San Clemente. Martín ya conocía la villa de San Clemente de mozo, pues la había visitado en compañía de su futuro suegro, Rodrigo Sánchez. Era su criado, actuando como factor para las compras y ventas, en San Clemente compraba la lana de los ganados de la villa y vendía telas
e lo conosçió que venía con el dicho Rrodrigo Sánchez a la dicha villa de San Clemente a tratar en paños e lanas e lo traya por su criado más tienpo avrá de sesenta años (al finalizar las guerras del Marquesado)
Por Juan Caballón sabemos que la compañía comercial de Rodrigo Sánchez estaba formada por tres socios; el citado, Alonso de Palacios y Andrés de Dueñas. Martín, enamorado de la hija de Rodrigo, acabó mal con su amo y presumiblemente con la moza preñada; tal eventualidad pudo ser el desencadenante de la venida de Martín a San Clemente, aunque no lo creemos pues convivió tres o cuatro años en Tordehumos, o simplemente la decisión pudo estar marcada por las posibilidades de negocio que ofrecía una zona en expansión que conocía bien. De hecho, los desencuentros con su amo acabaron en colaboración. Martín Ruiz de Villamediana llegó así a una tierra que conocía, donde su suegro era respetado como mercader de prestigio y donde tenía el terreno abonado para establecerse independientemente con su propio negocio
el dicho Martín Rroyz se avía casado por amores con una hija del dicho Rrodrigo Sánchez su amo y que avía estado muy mal con él sobre lo susodicho e que después lo perdonó e ovo por bien su casamiento e que después avrá quarenta e quatro años (en 1502) poco más o menos que el dicho Martín Rroyz se vino a la dicha villa de San Clemeynte e truxo consigo a la dicha Costança Rroyz su muger y venidos como su suegro le fazía cara e favoresçia le fiaban en la tierra todo lo que quería e puso tienda de paños en la dicha villa 
Así Martín Ruiz de Villamediana llegó a San Clemente con su mujer Constanza y dos criados, unos jovenzuelos, los hermanos de la Fuente, Antonio de dieciocho años y Cristóbal, del que desconocemos la edad. En San Clemente les esperaba el hermano mayor Pedro de la Fuente, escribano del concejo, que ya tenía residencia en la villa. Pedro apenas si llevaba unos meses en la villa de San Clemente, pues el 18 de noviembre había sido nombrado por la Corona como escribano de esa villa. Tenía veintidós años. El traslado de ese documento se nos ha conservado en el Registro General del Sello de Simancas

Signo concedido a Pedro de la Fuente como escribano de la villa de San Clemente
(Archivo General de Simancas, RGS, LEG, 150111, 27)
La figura de Pedro de la Fuente ha pasado demasiado inadvertida hasta ahora. Quizás nuestra visión de él cambie, si apostamos que estamos ante el padre de uno de los mayores intelectuales del siglo XVI: el doctor Constantino Ponce de la Fuente.

Con Martín Ruiz de Villamediana llegó su mujer y en brazos de Costanza iba su hijo recién nacido, Antonio, que según otros ya tenía cuatro o cinco años. A la larga él es quien recibirá la herencia familiar. Además de las casas principales, heredó el patronazgo de la capilla familiar del Descendimiento de la Cruz del monasterio de San Francisco y una sustanciosa hacienda que no podemos cuantificar, formada por ganados, viñas, esclavos y la propia tienda familiar. Atrás, en la villa de Tiedra, manteniendo el linaje familiar quedaron sus hermanos Sebastián, Diego, Pedro y Gregorio. Diego defendería los intereses de su hermano en la Chancillería de Valladolid. Antonio Ruiz de Villamediana entroncaría con una de las familias principales del pueblo, al casar con Teresa, hija de Antonio de los Herreros. Decía Antonio Rosillo, un hidalgo de ochenta años en 1546, que el dicho Antonio de los Herreros nunca hubiera dado su hija a un converso, para justificar la naturaleza de cristiano viejo de Antonio Ruiz y su padre. Del matrimonio de Antonio y Teresa nació el bachiller Alonso Ruiz de Villamediana.

A la sombra de los Ruiz de Villamediana otros hicieron fortuna. Además de los hermanos de la Fuente, destaca la figura de Miguel Sánchez Sevillano, un labrador que compraba y vendía ganados para los Villamediana y que acabó instalándose en su casa, donde durante seis años devino en administrador de sus negocios. En su día analizamos la figura de Clemén Saíz Sevillano como antecesor de los Sevillano, hoy estamos tentados de ver en Miguel, nombre repetido una y otra vez, el patriarca de esta famosa familia de escribanos sanclementinos.

El principal legado, sin embargo, por el que se conoce a Martín Ruiz de Villamediana no es por sus dotes como mercader ni por su hidalguía, sino la fundación del convento de monjas clarisas de la Asunción de la villa de San Clemente. Tal hecho los recogió el Padre Ortega en 1740
A este tiempo, murió un Hombre Noble, natural de la misma Villa de San Clemente, llamado Martín Ruiz de Villamediana: y en su testamento, que otorgó el día ocho del mes de octubre, del año de 1523 dexó determinado,que una Casa, muy capaz, que él avía heredado de un deudo suyo, y al presente, servía de Hospital, para recoger los pobres, ésta se convirtiesse en un Monasterio de nuestra Orden: añadiendo que si el Monasterio, fuesse de Santa Clara, dexaba también, de su misma hacienda, para ayudar a formarle veinte mil maravedís, y si fuesse de la Tercera Orden, diez mil (BNE, 2/1127-2/1129. ORTEGA, Pablo Manuel. Chrónica de la Santa Provincia de Cartagena, de la Regular Observancia de N. S. P. S. Francisco. Volumen I. Libros III y IV. Entre 1740 y 1753. Pp.  165)
La fundación necesitaría de refundación medio siglo después para mantener un convento un tanto desvencijado. Que la andadura del convento fuera tan tortuosa en sus principios se debió a la rivalidad entre la Melchora, una rica hacendada viuda, poco dispuesta a someterse a reglas y la fuerte personalidad de Sor Ana Sánchez empeñada en imponer el orden en la pequeña congregación. La historia de los primeros pasos la describió detalladamente el Padre Ortega (ver ANEXO I)


LOS HERMANOS DE LA FUENTE Y EL ORIGEN ZAMORANO DEL DOCTOR CONSTANTINO PONCE DE LA FUENTE


Con Martín Ruiz de Villamediana llegaron a San Clemente dos hermanos con su madre ciega. Eran los hermanos Antonio y Cristóbal de la Fuente, criados de Martín al que ayudaban en su oficio de mercader. Ya hemos hablado de ellos y cómo les esperaba su hermano Pedro, escribano en la villa de San Clemente. Queremos iniciar un primer acercamiento desde las pruebas de limpieza de sangre del biznieto de Antonio, un militar llamado Francisco de la Fuente Zapata, que también era natural de San Clemente. En una prodigiosa carrera militar había llegado a ocupar el cargo de castellano de Pavía. Ahora, poco antes de que prendiera la guerra de Mantua con los franceses, el sanclementino se dirigió al Consejo de Órdenes para la obtención de un hábito de la Orden de Santiago que reconociera sus méritos militares y su ascendencia hidalga. Hasta ciento nueve testigos fueron examinados, aunque no todos, en una sociedad tan dividida, declararon a favor de la nobleza del pretendiente.



Iglesia de San Esteban en Fuente el Carnero (Zamora), aldea de procedencia de la familia de la Fuente


No era extraño, pues aunque los de la Fuente remontaban su hidalguía a una ejecutoria de la Chancillería de Granada de 7 de diciembre de 1526 (ya en 1522 habían sido llamados a la guerra como hidalgos), la oposición que ya entonces presentó el concejo de la villa fue muy pertinaz. Los hermanos Antonio y Cristóbal de la Fuente eran hijos de inmigrantes, como tantos otros, en la sociedad sanclementina de principios del quinientos, procedentes de Zamora, en un momento de renacimiento demográfico y económico de la villa. La obtención de carta de naturaleza nobiliaria iba paralela a su enriquecimiento personal, hasta cuatro mil ducados se les reconocía de patrimonio, que por supuesto, estaban interesados en evadir con su hidalguía en el pago de pechos. No parecía dispuesto a admitirlo el concejo de San Clemente que entabló un interminable pleito de más de dos décadas hasta obtener sentencia favorable en 1547 y confirmación en 1550. Entretanto, los hermanos, celosos de su patrimonio, habían huido a Santa María del Campo (1).

La inquina que había mostrado el concejo de San Clemente por no admitir hidalgos, había desaparecido a comienzos del siglo XVII. Si en los cuarenta del siglo anterior los procuradores de San Clemente habían ido hasta Fuente el Carnero, pequeña localidad zamorana, para demostrar que los antecesores de los de la Fuente eran pecheros (tan solo un miembro de la familia, el abuelo, que había servido como criado a un hidalgo llamado Pedro Ledesma, comendador de la Orden de Santiago en la encomienda de Peñausende, parecía no darles la razón); ahora en 1629, se reconocía la existencia en Fuente el Carnero de
unos fuentes ixosdalgo con poca distinción en la nobleça más que no pecharon y éstos abrá poco más o menos cien años que salieron.
Pero para esa fecha la casa familiar estaba en ruinas y el último miembro de la familia había muerto hacía 34 años.

Los hermanos de la Fuente, acompañados de su madre ciega, habían llegado a San Clemente en el cambio del siglo, en torno a 1500. No eran los únicos zamoranos que habían llegado a la villa. Un tal, Francisco Fernández del Maestro, el ascendiente de los Astudillo, lo había hecho veinticinco años después, procedente de San Martín de Terroso. Es más, el primer de la Fuente, de nombre Antonio, parece que había llegado acompañando a Martín Ruiz de Villamediana, también zamorano, que fundará con el tiempo el convento de las clarisas. Los de la Fuente ya ejercían como hidalgos a comienzos del siglo XVII. Los viejos resquemores de los sanclementinos, muy vivos contra los Astudillo, habían desaparecido hacia esta familia. Tan solo un testigo de los ciento nueve se atrevió a recordar cómo la ejecutoria de Granada de 1526 había sido contradicha por sentencia posterior de 1547. Ahora los de la Fuente habían dejado de pagar las sisas de la carne, símbolo, por la vía de los hechos, de naturaleza nobiliaria en la villa de San Clemente; el padre del pretendiente, Antonio, llegó a formar parte del pequeño colegio de cuatro electores para la elección de alcalde de la hermandad, y un hermano suyo y su sobrino, avecindados en la cercana Olías, gozaban de la condición hidalga. Además la familia había ingresado de antiguo en la Cofradía de la Madre de Dios, otro modo de llamar a la cofradía de la Natividad o de Nuestra Señora de Septiembre, para la que se exigía limpieza de sangre. El abuelo Antonio de la Fuente figuraba como cofrade ya en 1531.

Menos discutible parecía el origen de los Zapata, apellido materno y de rancio abolengo. Pero en San Clemente había una total ignorancia de esta familia. A decir de los testigos, no sabían quienes eran o no querían saberlo. Sin embargo en los padrones de alcabalas de la villa de 1586 ya nos aparecen varios zapatas. En la tradición oral, la familia Zapata se asociaba a El Provencio. En la tradición de la propia familia también. Era un apellido que venía por vía materna y que ahora a fines del siglo XVI se había recuperado. Alonso Sánchez de Calatayud, señor de El Provencio, había llegado acompañado de una criada llamada Teresa Zapata, que casó con otro criado del señor llamado Fernán Martínez. Su hijo Diego Martín estableció residencia en San Clemente y su descendiente Alonso la mantuvo, a diferencia de los otros dos hijos Francisco y María que casaron en Cuenca. Una hija de Alonso, llamada Bárbara, sería la madre de nuestro pretendiente al hábito de Santiago, Francisco de la Fuente Zapata. Pero los zapatas era una familia inclasificable en San Clemente, que por su insignificancia estaba rodeada de confusión. No se le conocían cargos concejiles en el pasado, el apellido ya aparecía mezclado con el de la Fuente, pero como pecheros, y para colmo el nombre de Alonso Zapata, padre de Bárbara, se confundía intencionadamente por la propia familia, con otro Alonso Zapata, que ahora pasaba por bisabuelo, y que no había pagado pechos reales, aunque sí concejiles a comienzos del quinientos. Se aportaba como testimonio una copia de ejecutoria de Pedro Valenzuela en la que el tal Alonso Zapata aparecía como testigo, intitulándose hijodalgo que se dixo ser y una relación de hidalgos de 1501. En suma, ni la familia parecía acordarse de su ascendencia troncal.

Pero los méritos propios de Francisco de la Fuente Zapata, ya un anciano de alrededor de 66 años, eran apabullantes. Su carrera militar traspasaba la fama de los estrechos límites de la villa, donde nadie discutía su fama de cristiano viejo y valerosísimo soldado en Flandes. La carta de presentación de su hidalguía la hizo el comisario de la Inquisición Pedro de Cuenca, que bien procuró entroncarle con familias notorias del pueblo como los Oma, los Garnica o los Zomeño y con la familia Simón, con pedigrí de cristianos viejos por ser cofrades de Nuestra Señora de Septiembre y deudos de los Ángel, familia cuyos miembros ocupaban diversos cargos como familiares y notarios en el Santo Oficio
sus hechos lo han dado a conocer no solo en esta villa pero en los Reynos de España y Flandes ha estado y está muy conocido, ... Francisco de Zapata Çomeño soldado que fue en Flandes y a Pedro Garnica Çapata y Antonio de Oma sus primos.
Todavía se recordaban las casas familiares de los de la Fuente, sitas enfrente de la Plaza Mayor del pueblo, aunque en 1628 eran anejas y pertenecían al convento de la Santísima Trinidad. Una muestra de ser familia principal. En ayuda del parentesco limpio de la familia vino Martín Ruiz de Villamediana, que reconocía por deudos suyos a los de la Fuente de antiguo y que habían llegado con su bisabuelo Martín, el fundador de las clarisas, a comienzos de siglo desde Tierra de Campos, lugar de procedencia de ambas familias. No era tan fácil defender la sangre noble de los Zapata, aunque en el pueblo se decía que una familiar, Catalina de Perona Zapata, guardaba ejecutoria de hidalguía, la distinción parece le venía de poseer el apellido Serna, hermana como era de un capitán de guerra de la villa con este apellido. Pero en San Clemente no había zapatas por línea varonil y difícilmente se les podía relacionar con una familia de abolengo con raíces en Iniesta y que también se había asentado en Villanueva de la Jara y las Pedroñeras. Así los testigos venían a reconocer que si algo de hidalguía existía en la sangre de las venas del pretendiente por vía materna, procedía de la abuela Catalina de Valera, que ese sí que era apellido de resonancias hidalgas y a cuyo hermano Diego se tenía por tal.

Francisco de la Fuente y Zapata había dejado San Clemente nada más alcanzada la mocedad, para ir a la guerra en busca de fortuna. Sin duda de la mano de su tío Francisco de la Fuente Zomeño, soldado en Flandes, que se hizo cargo del mozalbete, que con apenas dos años de edad había quedado huérfano de su padre Antonio. Su hermano mayor de nombre Antonio, acompañado de otro hermano menor, había ido en busca de fortuna a Toledo, llevándose la ejecutoria de hidalguía familiar. Francisco, buen soldado en las guerras de Flandes, llegaría a capitán de caballos y luego de corazas, comisario general de la caballería de Milán, antes de ocupar el cargo de castellano de Pavía.

Quien mejor podía dar razón de los antecedentes familiares del pretendientes era Miguel Carrascosa, con noventa años, uno de los hombres más viejos de la villa. Su longevidad le venía de familia, su padre había fallecido con 94 años y su abuelo con cien, o eso decía. Aportó con su testimonio lo que en su larga vida había visto, que no era otra cosa que los de la Fuente se habían comportado como hidalgos y los Zapata como pecheros. También era muy creíble la opinión del teniente de cura Juan Bautista del Castillo, que manejaba los libros de bautismo. No le constaba que hubiera relación entre Bárbara Zapata, madre del pretendiente, y un tal Alonso Zapata, anterior en el tiempo y con fama de hidalgo. Pero el mismo teniente de cura reconocía que los libros de bautismo sólo se conservaban desde 1580 por haberse llevado los libros anteriores una riada del río Rus, custodiados como estaban en casa del mayordomo de la iglesia que vivía en el barrio de Roma. También se reconocía que la Iglesia de Santiago era la única dedicada a los bautismos, hasta que se decidió en 1612 que dos parroquias más ayudaran en este sacramento.

Sí es claro que la familia de la Fuente en todo momento intentó que pasara inadvertido uno de los miembros más insignes del linaje: el doctor Constantino de la Fuente, que a la historia ha pasado por un error del historiador Llorente en la transcripción de su nombre latino como Constantino Ponce de la Fuente. Sabemos que nació hacia 1502 o 1505 y que murió 58 años después en Sevilla. Estudiante en Alcalá, se trasladó en 1533 a Sevilla, donde se doctoró en Teología. Su protestantismo declarado, interrumpió una carrera que le llevaba al arzobispado de Sevilla, cuando era ya canónigo magistral, abocándole a ser condenado por la Inquisición y sus huesos desenterrados para ser quemados en auto de fe en Sevilla un 22 de diciembre de 1560. Pero si la familia de la Fuente ocultaba a este hombre, su memoria pervivía en la lejana aldea zamorana de Fuente el Carnero, de donde procedía la familia. Los aldeanos apenas si se acordaban de los familiares que abandonaron la aldea allá por inicios del siglo XVI, pero recordaban la memoria de este hereje por un sermón de un monje bernardo:
que abrá quarenta años que predicando en la iglesia deste lugar un monge bernardo día de santo Tomé dixo alabando el auditorio y lugar que bien correspondía el auditorio con una persona que auía salido deste pueblo para San Clemente que se llamaua fulano de la Fuente el qual auía hecho una fuente y un carnero que auía en ella y que este tal no era persona de como quiera porque auía sido confesor y misionero del emperador Carlos Quinto
Encerrado en la prisión de Triana en agosto de 1558, se enfrentó al juicio inquisitorial hoy desaparecido y que nos impide saber si nos encontramos ante un luterano o simplemente ante un erasmista, víctima del rigor de la Inquisición por cortar de raíz los focos luteranos en España. Sabemos que ese carácter cínico, que mantuvo en la duda a los inquisidores a la hora de condenar sus ideas, lo llevó también al extremo en su vida personal; siendo recluido por la Inquisición, no se inhibió lo más mínimo para decir aquello de quisiéranme quemar estos señores, pero me hallan muy verde. Predicador real del Emperador desde 1548, recorrió en los años sucesivos Italia, Alemania, Flandes o Inglaterra en compañía del príncipe Felipe. Gran predicador, intelectual, políglota y autor de obras que acabaron en el Índice de libros prohibidos era ante todo un hombre de principios firmes, que supo manifestar en la contestación a sus acusadores de la Inquisición: "Reconozco mi letra y, por tanto, confieso que yo he escrito todas estas cosas las cuales también manifiesto sinceramente que son verdaderas. Y no tenéis por qué esforzaros más en buscar contra mí otros testimonios: aquí tenéis ya una confesión clara y amplia de mi opinión, actuad en consecuencia y haced de mí lo que mejor os parezca.".

Sevilla en el siglo XVI. Hoefnagel (detalle del castillo de la Inquisición en Triana)


Se da por bueno su nacimiento en San Clemente, aunque en la fecha se difiere (¿1502 o 1505?), al igual que la de su muerte,pero no hay constatación de este hecho. Es más los datos que ahora aportamos nos llevan a creer que era uno de los hijos de Pedro de la Fuente que llegó en noviembre de 1501 como escribano un poco antes que sus hermanos a la villa de San Clemente (2). A fuerza de repetirlo se ha sentenciado que el doctor Constantino era un converso, pero sus paisanos de Fuente el Carnero consideraban a la familia como cristiana vieja. Es más no se conocía de conversos en la aldea zamorana. Antonio de la Fuente y su hermano Cristóbal llegarían a San Clemente en compañía del también zamorano (hoy diríamos vallisoletano, en cualquier caso de Tierra de Campos) Martín Ruiz de Villamediana, cuya condición de cristiano viejo nadie discutía. La afirmación de que Constantino era converso se funda en su contundente declaración contra los estatutos de pureza de sangre al ser propuesto como canónigo para la catedral de Toledo y en nada más
Respondió él, sin pararse a deliberar, que les quedaba muy agradecido por haberle juzgado digno de tanta honra, ...Pero, que los huesos de sus padres y abuelos descansaban sepultados ya hacía muchos años y que él no quería admitir ningún cargo, por ocasión del cual, se turbase aquel reposo
Para nosotros no es una afirmación que ponga en duda su limpieza de sangre, sino más bien una reafirmación de orgullo personal del derecho a los cargos por los méritos propios de cada cual.

¿Cuándo llegaron los hermanos Antonio y Cristóbal de la Fuente a la villa de San Clemente? En el año de 1502, acompañando como criados a  Diego Ruiz de Villamediana, aunque parece, por testimonios posteriores, que eran familia, así lo aseveraba el propio Pedro de la Fuente, que había llegado unos meses antes como escribano. En 1502, Pedro tenía 22 años, Antonio tres menos y desconocemos la edad de Cristóbal. Teniendo en cuenta estas edades, y los testimonios aseverando que los casamientos de Antonio y Cristóbal son posteriores, es casi seguro que el padre de Constantino Ponce de la Fuente, fuera el escribano Pedro de la Fuente. Todos ellos procedían de un lugar próximo a Zamora, Fuente el Carnero. El abuelo de Antonio y Cristóbal de la Fuente era Benito de la Fuente, parece que alcaide de la fortaleza de Peñausende, y criado al servicio de Pedro de Ledesma, que era Montero Mayor del rey Enrique IV en los años finales de su reinado, y comendador santiaguista de la encomienda de Peñausende a partir de 1468.

Las probanzas de testigos del expediente de limpieza de sangre de Francisco de la Fuente Zapata están muy lejanas en el tiempo a la llegada de los hermanos de la Fuente y sus afirmaciones son muy dudosas o erróneas. Según sus testimonios, no creíbles por el siglo largo transcurrido, el primero que llegó a San Clemente fue Francisco, padre de Antonio y Cristóbal, de los cuales tenemos una primera noticia en 1522, cuando son llamados a la guerra por el señor de Valverde y Hontecillas. Se afirma erróneamente que el padre Francisco de la Fuente llegó con Martín Ruiz de Villamediana, y acompañado de otros familiares entre los que iba su madre ciega. La primera noticia que tenemos de Martín Ruiz de Villamediana en el Archivo de San Clemente es de 1512, cuando es de suponer que ya desde unos años antes ha entablado pleito con otros catorce nobles de la villa por su derecho a ejercer los oficios concejiles. Tanto Antonio como Cristóbal aparecen como naturales de la villa de San Clemente, es decir nacidos en el pueblo. Hoy sabemos que no es así.  Llegaron siendo dos mozos al servicio de Martín Ruiz de Villamediana, que por entonces ejercía de mercader con tienda propia. El detalle de llegar con una madre ciega puede ser conmovedor pero es falsa, pues, como veremos, la madre permaneció en Zamora. En las propias informaciones de testigos pedidas por la villa de San Clemente hacia 1547 se nos dice que eran pecheros cuando llegaron a la villa y que solamente al abuelo se le conocía un servicio a favor del citado comendador Pedro de Ledesma, que le permitió dejar de pechar en su aldea.

Las informaciones de testigos nos aportan datos vagos. El testimonio de Martín Ruiz de Villamediana afirmaba que
el bisagüelo que se llamó Antonio de la Fuente el qual vino a esta villa a biuir con el bisagüelo deste testigo que se llamaua Martín Ruiz de Villamediana y esto consta por la executoria que tiene este testigo (del año 1513) ... y a oído decir que eran algo deudos y que el dicho Antonio de la Fuente uino de Tierra de Campos de la uilla de Tiedra Tor de Humos y Zamora (las villas de Tiedra y Tordehumos, actualmente en Valladolid)
Martín Ruiz de Villamediana posiblemente se estaba refiriendo a la localidad origen de su bisabuelo. Los testimonios dados por los naturales de Fuente el Carnero jugaban más con el recuerdo de sus antepasados que con datos fidedignos. Sí tenían reciente el sermón del monje bernardo, que se refirió a un de la Fuente que había llegado a ser confesor del Emperador, pero nadie estaba interesado en rescatar a estas alturas la memoria del doctor Constantino de la Fuente, condenado por la Inquisición; ni el pueblo, con fama de limpio, ni un pretendiente al hábito de Santiago.

Los aldeanos de Fuente el Carnero tenían reciente también en la memoria la relación de un clérigo llamado Francisco del Pozo, muerto a los 94 años, que decía que antaño hubo unos de la Fuente al servicio de Pedro Ledesma y que se fueron de la aldea llevándose a su madre ciega. La relación que hace mención indirecta al doctor Constantino de la Fuente viene dada por dos testigos. Uno de ellos ya referido y otro llamado Martín de Tébar el viejo, que nos dice
que oió a un fraile bernardo que no sabe si murió predicando en esta aldea en la iglesia della que auía salido deste lugar gente mui honrrada y particularmente un fulano de la Fuente, un descendiente del qual estuvo para ser arçobispo de Seuilla
La salida de los de la Fuente viene relatada así por un aldeano de Fuente el Carnero
que de aquí abían salido unos Fuentes y que llebaron una madre ciega que tenían y que los dichos Fuentes sirbieron a unos caballeros Ledesmas que tenían aquí casa y los dichos Fuentes también cerca de la de los dichos señores Ledesmas, los quales se serbían de jente hijadalgo y así se serbieron de los dichos Fuentes los quales se fueron a bibir hacia la Mancha y fueron con un fulano Ruiz de Billamediana y se quedaron por allá
Sobre el origen de los hermanos de la Fuente, Antonio y Cristóbal (y también Pedro, el escribano) tenemos datos más cercanos en su expediente de hidalguía de 1526, que se nos conserva en la Chancillería de Granada. Todos ellos eran hijos de Francisco de la Fuente y Beatriz Gutiérrez, vecinos de Zamora. Francisco era vecino de Zamora, de mozo estuvo al servicio del comendador Pedro de Ledesma, con armas y caballo, hasta que se casó con Beatriz Rodríguez, con quien estuvo casado más de veintitrés años. Francisco de la Fuente fue asimismo alcaide de la fortaleza de Peñausende; falleció en torno al cambio de suglo. Francisco era hijo de Benito de la Fuente, que vivía en Fuente el Carnero, en Tierra de Zamora,  a cuatro leguas de la ciudad, y que según Cristóbal Almeida era quien servía como escudero al comendador de Pedro de Ledesma (le sucedió su hijo Francisco como paje y luego escudero del comendador). Benito murió luchando en una batalla el año de 1479. También su hijo llegó a luchar en la llamada guerra de Ponferrada.

Los hermanos de la Fuente obtendrían carta ejecutoria de hidalguía el siete de diciembre de 1526. Aunque un miembro de la segunda generación, Francisco, tuvo que litigar de nuevo por su hidalguía. Siéndole negada.

Hoy solo hemos pretendido hacer una aproximación a este linaje de los de la Fuente, que, procedentes de Zamora, dieron a la villa de San Clemente dos de sus hijos más ilustres: el soldado Francisco de la Fuente Zapata y el predicador doctor Constantino de la Fuente. Esta última figura es la más señera y la más atrayente, si es hereje, gran hereje será, había dicho de él Carlos V desde su retiro de Yuste. A pesar de que don Marcelino Menéndez Pelayo denunciará la tierra de Cuenca como tierra fecunda de herejes, iluminados, fanáticos y extravagantes personajes de todo género, hoy la olvidada historia de esta tierra echa de menos a estos hombres singulares y atrevidos que proyectaron el nombre de Cuenca en el orbe universal.
(1) TORRENTE PÉREZ, Diego: Documentos para la historia de San Clemente. Tomo II. 1975, p. 73
(2) En 1501 nos aparece un Pedro de la Fuente, vecino de San Clemente, y nombrado como escribano del número de la villa.RGS, LEG, 150111, 27




ANEXO I. Fundación del Monasterio de Religiosas de la Tercera Orden de Penitencia de N. P. S. Francisco, de la Villa de San Clemente (también llamado de las clarisas o de la Asunción)




Convento de Nuestra Señora de la Asunción



La Fundación de este Monasterio de Religiosas Terceras, de N. P. S. Francisco, de la villa de San Clemente, la pone el R. P. Laguna, con mucha claridad, por aver tratado, y comunicado, á muchas Religiosas, que conocieron a las mismas Fundadoras; y passó en esta forma. Una Muger principal, vecina de este Pueblo, llamada la Melchora ( no sé si por nombre, apellido, ó cognominación), quedó Viuda, sin Hijos, y con una competente hacienda. Movida de aquellos primeros fervores, que suelen traer, solamente la apariencia, y sobreescrito de desengaño, y viene á ser efecto de un sentimiento natural, determinó, vestir el Ábito penitente de la Tercera Orden, de N. P. S. Francisco, y consagrar, su hacienda, á Dios, convirtiendo su Casa, en un Monasterio de dicha Orden. Comunicó, estos intentos, con el M. R. P. Fr. Pedro de Limpias, Provincial, que era, en la ocasión, de esta Provincia: y éste, prudente, y Doctíssimo Prelado, presumiendo, que su vocación era perfecta, le alabó mucho la resolución, de abandonar, de aquel modo, las aparentes delicias del mundo, aspirando a las inamissibles, y verdaderas, del Cielo. Vistióle, pues el Ábito de dicha Orden Tercera; y poco después, a otras dos Mugeres, que se le juntaron, y les llamaban las Toledanas: y supuestas las precissas diligencias, que corrieron á la dispossición de este Doctor Prelado, admitió baxo de su amparo, régimen y obediencia, dicha Fundación; porque assí fueron desde el principio, los intentos de esta Muger.

Para que dicha Fundación, se fuesse anivelando á la vida Regular, determinó. el mismo Prelado, que passasse, del Monasterio de Villanueva de los Infantes, que era del mismo Instituto, una Religiosa, de mucha virtud, y especialíssimo Don de govierno, llamada Sor Ana Sánchez; de la que á su tiempo, escriviremos, con alguna extensión. A esta Religiosa, nombró, el mismo Provincial, por Madre, y Prelada, del nuevo Monasterio, para que le governasse, y fuesse instruyendo, en las regulares Leyes, aquellas nuevas Racionales Plantas, para que, á su tiempo, diessen maravillosos frutos de virtudes. Aquí fue, donde se conoció aver sido muy bastarda la vocación de la referida Viuda: pues sintiendo, con notable extremo, el que no la huviessen nombrado á ella, por Prelada de la nueva Comunidad, cometió una baxeza, muy extraña de una Muger de sus prendas. Hechó, ignominiosamente, de dicha su Casa, a la referida Religiosa, Sor Ana Sánchez, como a algunas otras virtuosas Mugeres, que ya se le avían juntado, con ánimo de seguir aquella Santa Vida. Viendo el Guardián, que era, del Convento de N. P. San Francisco, de la misma Villa de San Clemente, que este desayre, no se quedaba en aquellas pobres Beatas, sí que se encaminaba, y dirigía, principalmente, a su Prelado Provincial, tomó la mano en el desempeño, explicándose éste, en dos diligencias, ayrosamente desenfadadas. La primera, fué quitarle el Ábito de la Orden á la dicha Viuda, con no menor ignominia, que ella, avía quitado la habitación, a aquellas pobres Religiosas. Y la segunda, buscarles una decente Casa, donde se mantuviessen, hasta que, por los Prelados Superiores, se tomassen otras providencias.

A este tiempo, murió un Hombre Noble, natural de la misma Villa de San Clemente, llamado Martín Ruiz de Villamediana: y en su testamento, que otorgó el día ocho del mes de octubre, del año de 1523 dexó determinado,que una Casa, muy capaz, que él avía heredado de un deudo suyo, y al presente, servía de Hospital, para recoger los pobres, ésta se convirtiesse en un Monasterio de nuestra Orden: añadiendo que si el Monasterio, fuesse de Santa Clara, dexaba también, de su misma hacienda, para ayudar a formarle veinte mil maravedís, y si fuesse de la Tercera Orden, diez mil. Como las referidas Beatas, se hallaban sin Casa, para su habitación determinaron, con parecer de los Prelados, admitir esta limosna, y aplicarse a poner, dicha Casa, en forma de Monasterio; lo que se consiguió, con ayuda, de algunas otras devotas Personas, y por la buena disposición, de la dicha Religiosa, Sor Ana Sánchez. Estuvo, esta Venerable Muger, governando este monasterio 20 años; en los quales padeció, indecibles trabajos, los más de ellos, ocasionados de la la repulsa de la dicha Melchora, la que, para esto, no olvido al Monasterio, ni á sus Habitadoras. Passados los dichos 20 años, se bolvió esta Religiosa, á su Monasterio de Infantes, en el qual acabó la carrera de esta mortal vida, con grandes créditos de Santidad, como bolveremos a escrivir, con más dilatada pluma, conformándonos al orden chronológico. La antigüedad de este Monasterio de S. Clemente, señalan, y determinan, assí el Illmo. Señor Gonzaga, como el R. P. Laguna, á este año referido, de 1523, en el qual otorgó su Testamento, el dicho Cavallero Villamediana; pero ciertamente, me parecía a mí, devérsele dicha antigüedad, desde el año, en que el M. R. P. Provincial, de esta Provincia, admitió, dicho Ministerio, á su obediencia: y á lo menos, desde que entró en él, la referida Religiosa, Sor Ana Sánchez.

Passados algunos años, vino este Monasterio, de San Clemente, á una notable, y lastimosa pobreza; á cuyo tiempo una Señora, muy principal, llamada Doña Isabel de Pedrola, hija del Comendador Tristán Ruiz de Molina, y, de doña Catalina Suárez, vecinos de la Villa del Castillo de Garcimuñoz; aviendo quedado Viuda, de un Hombre Noble, llamado Rodrigo Pacheco, vecino de la villa del Cañavate, despreciando quanto el mundo aprecia, se retiró a este Monasterio, a poner fin el curso de su vida mortal. Llevó esta Señora, consigo, como unos doce, ó catorce mil ducados, en diversas possessiones: y con esto, pudo repararse el Monasterio, y assimismo dar principio á la Iglesia, que aún no la tenían. Estas Religiosas o Beatas, como no guardaban clausura, por este tiempo, passaban todas, en Comunidad, al Convento de N. P. S. Francisco, que está muy cercano: y allí, recibían los Santos Sacramentos; y las que murieron, hasta aquel tiempo, se enterraron en nuestra Iglesia. Por esta razón, aviendo muerto la dicha Doña Isabel de Pedrola, antes que se finalizase la dicha Iglesia de dicho Monasterio, dexo dispuesto, que fuesse depositado antes que se finalizasse la Iglesia de dicho Monasterio, dexó dispuesto, que fuesse depositado, su cuerpo, en la de nuestro Convento, y finalizada la nueva de su Monasterio, se trasladasse á ella, como con efecto, se executó, el día 23 de Abril, del año de 1606. En el de 1586 siendo Provincial de esta Provincia, el M. R. P. Fr. Juan Malo, tomaron, estas Beatas, el Velo, y assimismo, hicieron el voto de clausura. El Título de este Monasterio, es la Assumpción de N. Señora: y suelen habitarle, ordinariamente, unas 30 Religiosas, aunque el tiempo, y otras circunstancias, varían este número.


BNE, 2/1127-2/1129. ORTEGA, Pablo Manuel. Chrónica de la Santa Provincia de Cartagena, de la Regular Observancia de N. S. P. S. Francisco. Volumen I. Libros III y IV. Entre 1740 y 1753. Pp. 163 a 165




ANEXO II.- Documentos sobre la hidalguía de Zapata y de la Fuente en el Archivo de San Clemente (ya desaparecidos en su mayor parte)

Las elecciones que aportamos además de mostrar la condición hidalga o pechera de los hermanos de la Fuente, detallan la primera elección de oficios a mitad entre pecheros e hidalgos por primera vez el 29 de septiembre de 1536 y el establecimiento de un nuevo modo de proceder a la elección de dichos oficios concejiles desde septiembre de 1549, según ejecutoria del emperador Carlos V

Año 1501: este dicho sábado ix de otubre i(mil)di años los dichos señores del ayuntamiento mandaron que por quanto aquí en esta dicha villa ay algunas personas que se escusan por fixosdalgo esentos lo qual no tienen probado e si algunos dellos pueden gozar de las tales libertades será en los pechos rreales e no en los gastos de el conzejo por nuevamente libertados por ende que se nombren aquí todos los que de tal calidad son e los ponga los rregidores que aora son por ante su escriuano en el libro de la partida e de sus rrepartimientos los quales son los siguientes = y fueron señalados quinze personas y entre ellos ay un nombre que dize= Alonso de Çapata

Año 1536: a los veinte y nueve de setiembre de mill y quinientos y treinta y seis años la dicha justiçia y rregimiento se juntó a hazer eleczión de los ofizios de alcaldes hordinarios e alguazil y rregidores mayor que en aquel tiempo se nombraban= y por el corregidor que a la sazón era les fue propuesto nombrassen hijosdalgo a quien dar la mitad de los ofizios y los dichos ofiziales no vinieron en ello diziendo estaban en costumbre los tuviesen los buenos hombres pecheros por cuya causa el dicho corregidor mandó traer ante sí el libro de rrepartimiento de alcabala donde dixo estar escripto los hijosdalgo y por tales sacó y hizo poner en la dicha eleczión diez y seis personas por el dicho estado y entre ellos aun hombre que se dize Antonio de la Fuente.

Año 1549: en virtud de la executoria de su magestad pareze se dio nueva forma a la dicha eleczión (para el 29 de septiembre) mandándose nombrase para los dichos ofizios de alcaldes ordinarios y alguazil mayor diez y seis personas, las quatro de los hijosdalgo y los otro doze pecheros y que entre todos diez y seis se hechase en suertes para los dichos ofizios y en esta conformidad fue hecho el dicho nombramiento en el qual por el estado de los hijosdalgo pareze ay un nombre que dize= Antonio de la Fuente

Las sucesivas elecciones que aparecen después, a partir del año 1553, los de la Fuente ya aparecen en todas ellas como pecheros.

ANEXO III: Los hermanos Antonio y Cristóbal de la Fuente son llamados a la guerra como hijosdalgo. 1522

Yo George Rruyz de Alarcón, señor de las villas de Valverde e Hontezillas, capitán de toda la gente de cavallo e de pie de todo el Marquesado de Villena por sus magestades etc, digo por la presente que por quanto Antonio de la Fuente e Christóval de la Fuente su hermano veçinos de la villa de Sant Clemente fijosdealgo fueron señalados pareçer con sus armas e cavallos en seruiçio de sus magestades en el exérçito que yo por su mandado lievo deste dicho marquesado sobre las civdad de Xátiva e villa de Alzira a las rreduzir e a llamar en su seruiçio e me los do el conçejo de la dicha villa e partieron della con mi capitán e dieron al capitán Capitán Granada que en su nonbre e lugar vaya e sirvan en esta jornada e yo soy contento por sí persona tal pareçiendo que les libro al dicho camino e mandó que los ayan por bien seruido e no molesten sobre ello, fecho en Sant Clemente a xxiiii de setienbre de i(mil)dxxii años

ANEXO IV: los de la Fuente como cofrades de Nuestra Señora de Septiembre

Yo Diego de Llanos escribano por el rrey nuestro señor y público del número de la villa de san clemente i ayuntamiento della certifico que oy ago fee a los señores que este vieren como ayer trece del presente juntamente con pablo de cuenca vezino y rregidor perpetuo vecino desta dicha villa, mayordomo de la cofradía de nuestra señora de la conzepción y natividad della y con el licenciado pedro de cuenca comisario del santo oficio de la Inquisición de cuenca en esta dicha villa y christóual ángel oliuares notario del dicho santo ofizio cofrades de la dicha cofradía fuimos al colexio de la compañía de jesús desta villa donde tiene sus archivos el dicho cavildo y cofradía haviendo havierto las llaues dellos con asistenzia de los señores don fernando rruiz de alarcón cauallero de la horden de santiago señor de las villas de santa maría del campo valera de arriua la torre i paxarilla i el lizenciado don francisco de la rrocha presvítero de la horden de santiago conventual en su convento de la ziudad de león rresidentes en esta villa por su mandado se vieron los libros de la dicha cofradía donde están escriptos y sentados los cofrades antiguos della particularmente el del año de mil y quinientos y treinta y uno y en cada uno dellos se hallaron de los nombres y apellidos = de fuente = simón y valera = rrecividas por cofrades las personas siguientes

libro de nuestra señora de la conzepción y natividad de septiembre que comenzó en el año de mil y quinientos y treinta y un años = antonio de la fuente = jorxe simón = diego simón el viexo = diego de valera = francisco de la fuente = franzisco simón = antonio de la fuente =

matrícula de los cofrades vibos pasados del libro más viexo que éste en el año de mil quinientos y sesenta años
= antonio de la fuente simón = diego simón el viejo = diego de valera = francisco de la fuente pallares = francisco de la fuente comeño = el lizenciado antonio de la fuente sin pitanza por ser letrado de cavildo =

los quales dichos nombres de los dichos cofrades están escritos y sentados en los dichos libros en diferentes foxas ... y doy fee que la dicha cofradía está fundada baxo el estatuto de limpieza y que para rrezivir los cofrades della se hazían por mandado de los ofiziales de la dicha cofradía informaziones de limpieza como pareze de muchas dellas que están en el dicho archivo



ANEXO V.- Genealogía de la familia de la Fuente


Pretendiente al hábito de Santiago (año 1628)


Francisco de la Fuente Zapata, castellano de Pavía, natural de San Clemente. Nacido hacia 1560


Padres


Antonio de la Fuente Simón y Bárbara Zapata, naturales y vecinos de San Clemente


Abuelos paternos


Antonio de la Fuente y María Simón, hermana de Jorge Simón, vecinos y naturales de San Clemente


Abuelos maternos


Mauricio Zapata y Catalina de Valera, hermana de Diego de Valera, vecinos y naturales de San Clemente


Bisabuelo paterno


Antonio de la Fuente, vecino de San Clemente y originario de Fuente del Carnero, aldea a tres leguas de la ciudad de Zamora


Bisabuelo Materno


Alonso de Zapata, vecino y natural de San Clemente (genealogía dudosa, presentada por Cristóbal de la Fuente, sobrino del pretendiente)


FUENTES.

Archivo Histórico Nacional, OM-CABALLEROS_SANTIAGO, Exp. 3178 Fuente y Zapata, Francisco de la. 1629
Archivo de la Real Chancillería de Granada. HIDALGUÍAS. Caja 4995, Pieza 4. Probanza de Antonio Ruiz de Villamediana. 1646 (Signatura antigua: 303-488-4)
Archivo de la Real Chancillería de Granada. HIDALGUÍAS. Caja 4498, Pieza 9. Real Ejecutoria de hidalguía de Antonio y Cristóbal de la Fuente. 1526. (Signatura antigua: 301-6-9)

martes, 13 de marzo de 2018

Villanueva de la Jara y San Clemente: el poder de la llanura frente al ocaso de Alarcón




Signo notarial de Francisco Navarro, escribano del concejo de Villanueva de la Jara. Año 1538


Villanueva de la Jara y San Clemente eran los dos grandes pueblos triunfantes del ocaso de la villa de Alarcón y el poder de los Pacheco tras las guerras del Marquesado. La paz entre ambas villas duró lo que tardó en acabarse el terreno para roturar de los espacios incultos que rodeaban a esos pueblos, y en este caso concreto, las tierras incultas y pinares que se extendían en la frontera entre ambas villas, en los límites de la ribera del Júcar. El conflicto entre Villanueva y San Clemente se explica en el contexto de la revolución económica que vivió la zona en el primer tercio del siglo XVI. La revolución agraria y la roturación de nuevas tierras para el cultivo mermó los pastos. Los más afectados fueron los ganaderos sanclementinos que con sus cien mil cabezas de ganados se veían privados de sus pastos en los pueblos vecinos. El conflicto se había iniciado en 24 de noviembre de 1518, cuando San Clemente obtiene carta emplazatoria de la Reina Juana para que el concejo de Villanueva no cierre sus términos a los ganados sanclementinos. No obstante, el vedamiento según la propia carta se remontaba a veinticinco años atrás. Pero ahora en 1518, San Clemente protesta; la escasez de pastos ya era notoria; es en este momento, cuando la prohibición legal se materializa en la práctica. Las primeras quejas de los sanclementinos contra los jareños son de noviembre de 1514. Villanueva de la Jara había cerrado su términos en 1481, cuando el comisario real licenciado Francisco González de Molina otorgó términos propios y apartados a las villas de realengo sublevadas contra Diego López Pacheco. Dos años después, el 28 de abril de 1483, Villanueva vería confirmada por ejecutoria dicha decisión, ratificando además la exclusión de los vecinos de Alarcón del disfrute de los términos jareños. Aunque las jareños mantuvieron el derecho de disfrute de los términos de Alarcón, Villanueva hizo extensiva esta sentencia al resto de los pueblos del suelo de Alarcón, entre ellos San Clemente. En un principio, los pastos no escaseaban para unos pueblos recién salidos de la guerra, pero con el desarrollo agrario de los primeros años del quinientos, una vez superada la crisis de inicios de siglo, los conflictos se declararon abiertamente. El enfrentamiento entre jareños y sanclementinos fue inevitable. En este juego de intereses, la vieja villa madre de Alarcón había dejado de contar o al menos el conflicto ya no era por la recuperación de la vieja tierra común, sino por el interés de los herederos del alcaide de Alarcón, y en especial su hijo Alonso,  y otros como los Pachecos de Minaya, por mantener los viejos usos feudales, principalmente los molinos. Si San Clemente obtuvo su victoria particular contra Alonso del Castillo, Villanueva de la Jara hizo lo propio con Alonso Pacheco, obteniendo ambas el derecho de poseer ruedas propias en los molinos para la molienda de grano. Libres de ataduras y viejos usos feudales, jareños y sanclementinos se enfrentaron en un conflicto abierto. Un conflicto jurídico, pero en el que las violencias y fuerzas no faltaron.

Si San Clemente había modificado brutalmente su espacio agrario en los primeros años del siglo XVI, Villanueva no le había ido a la zaga. Sus aldeas, simples alquerías al finalizar la guerra del Marquesado, habían experimentado un fuerte auge económico y demográfico. La victoria jurídica sobre Alarcón en la fijación de términos, plasmada en la sentencia de 14 de febrero de 1481 del licenciado Francisco y, posteriormente, en la ejecutoria de 28 de abril de 1483 había puesto las bases para tal expansión. Estos fallos judiciales, aparentemente eran una derrota para los jareños, vencedores de la guerra, pero obligados a acatar la concordia de los Reyes Católicos con el de Villena, que obligaba a la devolución de bienes al tiempo de Enrique IV. Villanueva de la Jara obtenía término propio y apartado, pero no dejaba de ser un término redondo, tal como se decía en la época, y hecho a compás, limitado al cerramiento de tierras o adehesamiento en torno a la villa. tal como habían obtenido otras villas (incluida Alarcón que obtuvo licencia para cerrar sus términos una legua alrededor de la fortaleza). Este término cerrado a compás es lo que, y a diferencia de lo que creen diversos autores, se llamó redonda. Basta con ver los términos imperfectos de Motilla o El Peral para ver en su trazado ese círculo imperfecto o intento de formar un polígono, cuya regularidad se queda en mera intención. Alarcón conservaba gran parte de la ribera del Júcar y, sobre todo, las dehesas que se extendían por el sur del obispado conquense. Pero la letra de la sentencia tenía su trampa, pues Villanueva de la Jara mantuvo su jurisdicción sobre los moradores de las alquerías, haciendas aisladas de algún labrador o ganadero afortunado, más que aldeas en esta época. Además se definía un espacio propio para rozar y cultivar a las alquerías. Eso significaba que unos moradores, que tenían ante sí el espacio inculto de las dehesas de Alarcón, solventarían  los conflictos ante los alcaldes ordinarios de  Villanueva. Pronto Alarcón defendería la jurisdicción de unos habitantes que, antes que moradores de alquerías, eran vecinos de Alarcón, con todos sus derechos y obligaciones. Pero la villa madre estaba muy lejos, tenía un término que se extendía doce leguas, desde la impresionante fortaleza, aguas abajo del Júcar, siguiendo la ribera, para abrirse en amplias dehesas, nueve a decir de los coetáneos. El hambre de tierras rompió las fronteras jurídicas. Los moradores de Quintanar del Marquesado, ahogados por la estrechez de su espacio agrario, se lanzaron a roturar las aledañas dehesas de Alarcón, hasta suponer sus propiedades en suelo de Alarcón dos terceras partes del total de sus haciendas. El caso de Tarazona o Gil García es más significativo. Las primeras casas estaban en suelo de Alarcón, aunque la confusión de vecinos jareños que se asentaron en este lugar junto con otros moradores de aldeas de Alarcón, como Picazo o Tébar, pronto hizo olvidar este poblamiento primigenio. Casas aisladas que había abierto un espacio agrario en el agreste monte, actividad agraria que se compaginaba con el pastoreo. El nombre de Gil García nos habla de su primer morador; para el caso de Tarazona, tal vez la primera casa fuera la Cardosa, habitada por la familia Remón. Pero los colonos solitarios dieron lugar a una explotación del espacio más consciente, el cultivo de viñas comenzó a extenderse por la zona, ya desde 1483. Villanueva se aseguró estos nuevos espacios
e en el término que antes de entonçes tenya limitado e amojonado avía en él algunas alcarías que diçen Taraçona e la Casa de Gil Garçía e las Madrigueras e Villargordo las quales entonçes quedavan fuera del dicho término porque los veçinos de las dichas aldeas e alcarías estavan anexas e sojuzgadas a la jurediçión de la dicha villa de Villanueva mandava que porque más fuese guardada la preminençia de la dicha villa que los veçinos que entonçes heran o fuesen dende en adelante en las dichas aldeas e alcarías fuesen e quedasen sojuzgadas en la jurediçión como antes estava a la dicha villa de Villanueva de la Xara e los veçinos que en ellas e en cada una dellas entonçes bivían e biviesen dende en adelante fuesen tenidos e obligados de venir a librar sus pleytos çeviles e criminales ante los alcaldes que a la sazón heran e fuesen en la dicha villa de Villanueva e que el alguazil de la dicha villa de Villanueva o quien su poder oviese pudiese entrar e entrase en cada uno de los dichos lugares a hazer execuciones por derecho e haçer todo aquello que les fuese mandado por los dichos alcaldes de la dicha villa de Villanueva e porque más paresçiese que los veçinos de los dichos lugares estavan en la juresdiçión rreal mandaron que fuese término de cada una de las dichas alcarías lugares suyo propio por donde (de)zía en cada uno dellos los exidos e las madrigueras por las viñas que heran entonçes en el dicho término dieron liçençia e poder para que lo amojonasen e limitasen como dicho es la Casa de Gil Garçía y Taraçona y Villargordo como dicho es e las Madrigueras por las dichas viñas
También los espacios urbanos pronto rompieron los mojones. Conocemos el caso de Tarazona, aunque Gil García fue caso similar por testimonios posteriores. Los mojones de Villanueva de la Jara se habían situado a sesenta pasos de las pocas casas edificadas en término de Alarcón. Pronto el espacio urbano de Tarazona rompió los límites y nuevas casas se construyeron en el término jareño. Paradigmático era que una casa de un vecino llamado Miguel Martínez, yerno de Juan Tabernero, estaba situada en medio de ambos términos.

Sabemos que los jareños se enfrentaron en varias ocasiones a comienzos del quinientos con el alcaide de Alarcón y sus caballeros de sierra. Esos enfrentamientos eran propios del viejo orden feudal; los motivos era la puesta en duda del monopolio de edificar molinos y puentes o el caso estudiado del conflicto de la grana en Tarazona. Sin embargo, no fue con las armas como los jareños derrotaron a los de Alarcón y su alcaide Diego del Castillo, sino con las rejas de sus arados. Tarazona o Quintanar que, a la altura de 1500, ya debían tener una cincuentena de vecinos o más cada una, se habían vuelto sitios incómodos para el alcaide Diego del Castillo, donde, aunque podía encontrar posada y cama nocturna, siempre tenía motivos para recelar. Prefería descansar en la más fiel Villalgordo e incluso en la alquería de Fernán Simarro, la futura población de Casasimarro, cuya casa utilizaba para cárcel de los levantiscos jareños. Pero fue algo pasajero, pues Villalgordo o Casasimarro en los caminos de los molinos de la ribera del Júcar pronto iniciarían su despegue, sumándose a la conquista del espacio de los jareños. Alarcón así se vio desplazado de la zona. La familia Castillo apenas si podía mantener su poder en la región. Fundado este poder en su monopolio de los molinos, pronto cedió ante las nuevas ruedas y casas que los sanclementinos y jareños edificaron  en los lugares llamados del Concejo y de la Losa. Ambas villas, Villanueva y San Clemente, habían vencido, pues supieron convertir lo que era la frontera de la ribera del Júcar en manos de los alcaides de Alarcón en lugar de encuentro en torno a la actividad de los molinos, donde unos y otros acudían con sus carretas de grano. Pero con los intercambios económicos llegaron las rivalidades.

El conflicto, no obstante, no fue de agricultores sino de ganaderos. La roturación de la tierra no había acabado con todas las masas boscosas, pero su reducción sí que las había hecho más necesarias. San Clemente contaba con el pinar de Azraque en término de su aldea de Sisante; Villanueva de la Jara con el pinar de la Losa, que desde el río Júcar llegaba hasta la misma villa. El derecho de guerra con el que los jareños habían impuesto su voluntad a los de Alarcón (quanto más a quien syrvió en tienpo de guerras e neçesidad e para paçificar el rreyno) no valía para los sanclementinos. San Clemente se vanagloriaba de haberse sublevado durante la guerra antes que Villanueva de la Jara contra el Marqués de Villena y haberse reducido antes a la obediencia de la Corona. Además, San Clemente había obtenido su derecho de villazgo en 1445, treinta y tres años antes que Villanueva, conservando sus derechos sobre el uso común del suelo de Alarcón, del que los jareños eran por aquella época una aldea más. La negación de los jareños a que los de Alarcón entraran en su término sólo debía afectar a éstos, pues los sanclementinos no habían sido llamados como parte al juicio que en los inicios de los ochenta se litigaba en la Chancillería de Granada entre jareños y alarconeros.

Pero el conflicto no nacía de desavenencias jurídicas sino de la necesidad. San Clemente se había mantenido al margen de los pastos jareños durante más de treinta años, no osando entrar en los términos vecinos. Tampoco los necesitaba pues disponía de espacio propio para los pastos, pero sus ganados iban en aumento, quizás no eran todavía las cien mil cabezas de 1530, aunque los rebaños de familias como los Herreros no encontraban pasto y salían a los pueblos comarcanos. La presión sobre los pastos de la Jara no solo venían de los pastores sanclementinos, también de los de Iniesta. Juan Larrea, vecino de Iniesta, fue sorprendido paciendo con dos yeguas en las Fontecillas, un vallejo de la Jara, el año 1515. Secuestradas sus yeguas por los caballeros de sierra de Villanueva, Juan Larrea, no obstante, sería absuelto por el alcalde jareño Juan Motilla, después que la villa de Iniesta alegara que esta villa tenía concordia con la villa de Alarcón para pastar en sus pastos, acuerdo válido medio siglo después, ya que se remontaba a los tiempos en que Villanueva era una aldea del suelo de Alarcón. Los sanclementinos no dejarían pasar por alto esta sentencia, más cuando dicha sentencia fue ratificada por la Chancillería de Granada el 9 de abril de 1529

El conflicto fue intenso entre sanclementino y jareños, con las idas y venidas de los procuradores de ambas villas a la Chancillería de Granada hasta que el 31 de marzo de 1520 el proceso judicial se interrumpe de forma brusca. La razón la hallaremos en los momentos convulsos de las comunidades de Castilla, de las que desgraciadamente a fecha de hoy sabemos muy poco. El pleito se reinició nueve años después, seguramente al amparo de la mencionada sentencia favorable obtenida por Iniesta. Los derechos inmemoriales del libre uso del suelo de Alarcón por todas sus antiguas aldeas prevaleció sobre los derechos que con su esfuerzo en la guerra contra el marqués de Villena había ganado la Jara. La sentencia ganada por San Clemente el 9 de julio de 1532 así lo demostró

Fallamos que la dicha parte de la villa de San Clemente provó bien e conplidamente su yntençión e demanda damosla e pronunçiamosla por bien prouada e la parte de la dicha villa de Villanueva de la Xara no prouó sus exençiones e defensiones damoslas e pronunçiamoslas por no provadas por ende que devemos condenar e condenamos a la dicha villa de Villanueva de la Xara a que dexen e consyentan a la dicha villa de San Clemente e vezinos e moradores de la paçer con sus ganados mayores e menores en los dichos términos de Villanueva de la Xara e haser en ellos los otros usos e aprouechamientos como lo hazen los vezinos de la dicha villa de Villanueva en los términos de la dicha villa de San Clemente e como lo hazían antes e al tienpo que la dicha Villanueva proybiese a los vezinos de la dicha villa de San Clemente que no entrasen con sus ganados en los dichos términos e por algunas cabsas e rrasones que a ellos nos mueven no fasemos condenaçión de costas contra ninguna de las dichas partes e por esta nuestra sentençia difinitiva juzgado así lo pronunçiamos e mandamos (9 de julio de 1532, confirmada en grado de revista el 19 de octubre de 1538)

Villanueva de la Jara no aceptó la sentencia y acudió a la Sala de las Mil Quinientas. Las razones eran que San Clemente había sido hasta 1445 aldea de la villa de Alarcón y no podía alegar un derecho de entrada en los términos de Villanueva de la Jara, que tenía restringido Alarcón. La decisión de apelar ante la Sala de las Mil Quinientas, tribunal del alto rango y última instancia de apelación, fue de un grupo de ricos jareños, gente del común de la villa, que habían hecho fortuna y poseían capitales de entre mil y tres mil ducados. Una veintena de vecinos, cuyas haciendas de bienes muebles y raíces, sumaban en total veinte mil ducados. Eran los ricos del pueblo. Pero cuáles eran las fortunas personales de los principales jareños. Tres o cuatro de ellos tenían de tres mil a cuatro mil ducados, la mayoría de ellos haciendas de alrededor de mil ducados y otros tres, los menos afortunados, no superaban los quinientos ducados de capital. Villanueva de la Jara acabará desistiendo de acudir a este supremo tribunal. Desconocemos la razón, pero podemos intuirla. Los tiempos y equilibrios de poderes estaban cambiando en la zona. Vara de Rey estaba luchando por su emancipación de San Clemente, aunque los verdaderos beneficiarios de esta tendencia emancipadores de los lugares, serían dos pequeños pueblos que únicamente lograrían su villazgo en el siglo siguiente. Nos referimos a Sisante y Casasimarro; situados en las cercanías de la ribera del Júcar, cerca de los molinos y camino de ellos, sabrían sacar partido de tan privilegiada situación.

La sentencia favorable a San Clemente, de la que obtuvo ejecutoria el 17 de junio de 1539, tuvo repercusiones en la región. Santa María del Campo Rus se apoyó en su letras para exigir el pasto de sus ganados en los términos de Cañavate y El Provencio pidió la libre entrada a los términos de la pequeña villa de Santiago de la Torre.



ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 714, PIEZA 15. Pleito entre San Clemente y Villanueva de la Jara sobre aprovechamiento comunes. Hacia 1518-1539 


ANEXO


Concejo de San Clemente de 1 de abril de 1519

Alonso López de Perona y Sancho López de los Herreros, alcaldes ordinarios, Juan de Olmedilla, alguacil, Gil Fernández de Alfaro, Juan Sánchez, Pedro Sánchez de Origüela, Pedro Rodríguez, regidores

Concejo de San Clemente  de 21 de enero de 1520

Juan López Cantero, Bernardino de los Herreros, alcaldes ordinarios; Antonio de los Herreros, Alonso González (?), Pascual Simón, Juan Manzano, regidores; Juan Ruiz, alguacil. Alonso de Garnica, apoderado.

Concejo de Villanueva de la Jara de 13 de julio de 1519

Martín López y Pedro López, alcaldes ordinarios; Sebastián Navarro, Benito López, Lope García, regidores; Juan (López), teniente de alguacil; Pedro López de Tébar, diputado

Concejo de Villanueva de la Jara de 8 de enero de 1529

Martín García de Villanueva, alcalde ordinario; Lázaro Fernández, alguacil; Martín López, Alonso Ruipérez, Leonisio Clemente, regidores; Lope García, Benito Cuartero, diputados; Juan de la Osa, escribano del ayuntamiento

Concejo de Villanueva de la Jara 29 de octubre de 1538

Pedro García, alcalde ordinario; Pedro de Monteagudo, Alonso Saíz, Ginés García, regidores; Martín Alonso, alguacil; Miguel Mateo y Pascual de Sancho, diputados.

Concejo de Villanueva de la Jara de  1538

Pedro García y Agustín de Valera, alcaldes ordinarios; Alonso Saíz de Pozoseco y Ginés García, regidores; Martín Alonso, alguacil; Miguel Mateo y Pascual de Sancho, diputados.

Fiadores del concejo de Villanueva de la Jara para el pleito en la Sala de las 1500 doblas (29 de octubre de 1538). Hombres ricos, cuantiosos y abonados

Pedro de Monteagudo el viejo, Pedro García, Miguel Mateo, Alonso Saíz, el bachiller González, Pascual de Sancho, Sebastián García del Cañavate, Hernán Martínez el rico (molinero), Francisco García, hijo de Lope García, Juan López, yerno de Pedro el Royo, Clemente Pardo, Diego García, el bachiller García, Juan García de Villanueva, Benito Cuartero, Pascual Rabadán, Lorencio Borgoño, Francisco de Villena, Ginés García de Pedro García el rico, Blas de Arguisuelas

Testigos de Villanueva de la Jara, responden de los fiadores anteriores

Ginés Talaya
Miguel Zomeño
Alonso de Monteagudo
Martín López Carpintero
Alonso García escribano

viernes, 23 de febrero de 2018

El Cañavate: realengo e intereses señoriales

Ruinas del Castillo de El Cañavate
Con el juez Francisco González de Molina se cerraron los términos de Villanueva de la Jara, Motilla, Barchín y el Cañavate, impidiendo los aprovechamientos de Alarcón. Sin embargo, para el caso de EL Peral un testigo afirmaba que los caballeros de la sierra de la villa de Alarcón pueden prendar en los dichos términos de la villa del Peral por çierta convenençia que entre las dichas villas está fecha. Además la villa de Alarcón mantuvo sus términos en una prolongación lineal en torno a la ribera del Júcar, lo que hacía que, siendo limítrofes Villanueva de la Jara y San Clemente, estuviesen separados por una delgada línea de tierra ribereña al Júcar, perteneciente a Alarcón. Incluso El Cañavate tuvo que renunciar a parte de su término a favor de Alarcón para cerrar sus términos. Aunque por carta real de nueve de febrero de 1478 obtuvo las aldeas de Atalaya, Cañadajuncosa y el lugar de Torralba, pronto este lugar cayó en manos de los Pacheco, alcaides de Belmonte, dejando a la villa desprovista de la principal dehesa del término (Anexo I). Pobre en pastos, los vecinos integraban sus ganados en las rutas trashumantes.

A El Cañavate también se le dieron términos cerrados y redondos por el licenciado González Molina. A la altura de 1532, se definía como villa con mucha población, poco término y muchos ganados.
Que la villa de Alcañavate es pueblo de dozientos vezinos poco más o menos e casi todos labradores e tiene dos aldeas (Cañadajuncosa y Atalaya) subjetas e ay mucha copia de ganado

A pesar de estar en la encrucijada de caminos que desde Toledo y Cuenca iban a Valencia y Murcia, y de los deseos de sus vecinos, su población era de apenas de doscientos casas; habría que sumar los moradores de sus aldeas para que la villa duplicara su población cincuenta años después. El Cañavate era una villa que iba perdiendo su frescura democrática. La revolución de las Comunidades fue sangrienta en esta villa, lugar de una batalla que tiñó de rojo las aguas del río Rus. Un vecino de Santa María del Campo Rus, llamado Diego Cabedo, recordaba cómo hasta el año 1520 todos los vecinos del pueblo se reunían, a campana tañida, en concejo abierto, junto a sus regidores y alcaldes para discutir en común de los temas de interés. Pero a partir de la revolución comunera, las concejos abiertos desaparecieron
con los alcaldes e rregidores se juntavan todos los vezinos del pueblo a canpana tañida e que estando todos juntos, lo que estos hordenavan hera válido e lo que de otra manera se hazía no valía nada e que entonçes hera el conçejo abierto e que después este testigo ha oydo deçir que ya no se juntan a canpana tañida al dicho conçejo e que ansy estuvo el dicho conçejo abierto desde los dichos treynta años hasta el año de quinientos e veynte
Los nuevos concejos estaban formados por siete u ocho personas, tal como atestiguaba un antiguo alcalde de Alarcón llamado Diego López de Flomesta, que se reunían, a falta de casas consistoriales, en una casa particular. Aunque sería demasiado idílico ver una revolución democrática en el movimiento comunero, pues según contaba García Zapata, antiguo caballero de sierra, los concejos cerrados se remontaban a veinticinco años atrás o al menos estaban en transición entre el cabildo cerrado y el abierto, con asistencia cada vez más reducida de vecinos, llamados diputados. El Cañavate se definía como una tierra de labradores, que con esfuerzo sacaban el fruto de unos campos a medio camino entre la Mancha y la Sierra. La propia villa se situaba entre dos cerros, aprovechando la hondonada abierta por el río Rus. Pero en esta villa de labradores había demasiados hidalgos ejecutoriados, muchos pobres de solemnidad, pero otros como los Araque o los Ortega (aliados matrimonialmente con los Montoya de Vara de Rey) con propiedades e influencias más allá del término de la villa. Del pasado guerrero de la villa era símbolo un castillo desmochado por los Reyes católicos, tan arruinado como la mayoría de los hidalgos. Las apetencias de la baja nobleza regional estaban representadas por los alcaides de Belmonte, propietarios de la ya citada dehesa de Torralba, o los Castillo con heredades en Villar de Cantos, Atalaya o el Cañavate, anejas al patrimonio familiar de Perona, aunque todavía quedaba lejos la venta de 1637, cuando la mitad de Atalaya fue vendida al Marqués de Villena.

Aunque con términos cerrados, Cañavate tenía aprovechamientos comunes con la villa de San Clemente, distante tres leguas. Los caballeros de sierra de Cañavate eran especialmente rigurosos con los vecinos de Castillo de Garcimuñoz y su aldea de Honrubia a los que tomaban los ganados; igual proceder se seguía con los vecinos de Alarcón. Incluso diez u once años antes, los guardas de Cañavate se atrevieron a prendar los ganados de los poderosos Herreros de San Clemente. No obstante, parece que hacia 1525 o 1526 hubo una consciente intencionalidad de la justicia de El Cañavate de cerrar sus términos a los vecinos de San Clemente. Pero el caso es que San Clemente había conseguido su villazgo en 1445, a diferencia del resto de las villas de realengo que consiguieron dicho privilegio al acabar la guerra del Marquesado, por lo que el cierre de términos no le afectaba y mantenía los aprovechamientos comunes del suelo de Alarcón. La realidad es que la villa de Cañavate no hacía distinciones y sus caballeros de sierra actuaban celosamente por guardar su término ante cualquier foráneo. La caballería de sierra era un bien propio del concejo de Cañavate que se arrendaba al mejor postor en almoneda pública cada año el día de la festividad de la Virgen de Agosto. En 1531, uno de los postores fue Andrés de la Roda, que pagó cinco ducados por el oficio, y ejerció de guarda junto a Alonso López de Tébar y Diego de Molina.

El conflicto más serio con los sanclementinos se dio en la Navidad de 1531, cuando un vecino de San Clemente llamado Juan de Olivares, que tenía su casa en Villar de Cantos, fue sorprendido pastando con sus yeguas en la Saceda, término de El Cañavate. Le fueron embargadas las yeguas, hasta que pagó una multa de quince reales. Juan de Olivares era persona principal en el pueblo, da fe de ello que las yeguas prendadas alcanzaban el número de treinta y seis o treinta y siete, además estaba emparentado con la familia Ortega. Su hija estaba casada con Rodrigo Ortega el mozo, avecindado en El Cañavatehijo de Rodrigo Ortega el viejo, que tenía hacienda tanto en San Clemente como en el Cañavate. Sin duda, entre Villar de Cantos y Cañavate había desde tiempo inmemorial una continuidad en la explotación del espacio agrario: en esta zona, la tierra era propiedad y monopolio de los Ortega.

El pleito de Juan de Olivares se celebró ante el juez pesquisidor Pablo de Chinchilla. El caso trascendió lo particular para convertirse en un litigio entre dos villas. El Cañavate estaba representado por el regidor García Herrero y el escribano Alonso Piqueras; San Clemente, por Pedro Barriga. La concordia sobre libre aprovechamiento de términos entre San Clemente y El Cañavate se había roto hacia 1525, momento en que los vecinos de Cañavate alegaban haber ganado un privilegio, que nunca exhibieron, para cerrar sus términos frente a los sanclementinos. Los litigios se fueron acumulando. El año de 1531 fue de máxima tensión entre las villas, el embargo de yeguas de Juan de Olivares vino precedido de otro incidente que tenía un carácter más ejemplarizante por la justicia de El Cañavate. Una yegua de Juana López de Olivares, viuda de Antonio de los Herreros, pacía junto a una manada de yeguas del también sanclementino Hernán Vázquez de Haro en el sitio denominado los Atochares, término de El Cañavate. Si las yeguas de Hernán Vázquez fueron respetadas, no ocurrió lo mismo con la única yegua de Juana, que fue embargada, llevada a los alcaldes Eugenio López y Francisco Jareño, y esta vez, no devuelta. La mula acabó pasando por manos de varios vecinos de El Cañavate. La viuda se querelló al ver cómo su yegua era aprovechada por los de El Cañavate para sus labores. Pidió un real por cada día de trabajo y cinco mil maravedíes por una yegua que había renunciado a recuperar. Aparentemente, una viuda era víctima fácil, pero si nos fijamos en la persona de Juana López de Monteagudo, la elección de la justicia de El Cañavate era una provocación. No solo Juana era la viuda de uno de los principales personajes de San Clemente del primer cuarto de siglo, sino que además sus hijas estaban casadas con las principales familias sanclementinas: los Pacheco y los Ruiz de Villamediana.

No era casualidad que los principales vecinos de San Clemente tuvieran yeguadas. La utilidad del animal, además de ser usado para el acarreo, adquiría una mayor importancia en este primer cuarto de siglo. Los bueyes eran sustituidos por las mulas para la labranza y otras labores de la tierra. El fin de las yeguas era ser echadas al garañón para la procreación de mulas, cuya venta, y precios astronómicos, se había convertido en lucrativo negocio. Pero las mulas, como la yeguas, no se alimentaban de las yerbas de las dehesas sino de grano. La mula de Juana López Monteagudo había sido sorprendida, junto al resto de la yeguada, propiedad de Vázquez de Haro, comiendo en un campo de centeno hacia finales de agosto o comienzos de septiembre. Los cañavateros, pueblo de labradores, veían, no ya a los ganados lanares sanclementinos disfrutando de sus dehesas (al fin y al cabo el disfrute de la principal dehesa, la de Torralba, era propiedad y de uso privativo de Rodrigo Pacheco), sino a los ganados equinos, cuyos precios eran prohibitivos para los de El Cañavate. Así, aunque el problema se disfrazaba de libre aprovechamiento del suelo de la tierra de Alarcón, la verdadera raíz era el uso de los agostaderos por las mulas y yeguas de los sanclementinos y, sin duda, el recelo que provocaban los dueños de unos yeguas necesarias para la crianza de mulas, que los cavañateros veían con envidia.

San Clemente siempre jugó con el equívoco de su concesión de villazgo en 1445, como villa de señorío. Integrada en el Marquesado de Villena de los Pacheco, conservó sus derechos comunales sobre el suelo de Alarcón. Cuando otras villas se rebelan contra el Marqués de Villena y consiguen el derecho de villazgo en 1478, se prestan, con la comisión del licenciado González Molina, a cerrar sus términos y excluir a sus vecinos de los aprovechamientos comunales. Pero San Clemente siempre recordará su apuesta por la Corona en la rebelión y su derecho a mantener sus privilegios: cosa que consiguió al menos en las sentencias y no tanto en la práctica. Además la obtención de términos redondos y cerrados no fue tan generalizado como pudiera parecer. Ya hemos mencionado a la villa de El Peral, que consiguió una concordia o avenencia con el concejo de Alarcón. Igual concordia intentó la villa de Barchín, aunque el resultado fue más conflictivo, en parte, porque la auténtica frontera que se estaba estableciendo era entre tierras de señorío y tierras de realengo. Una división tan significativa como la obtención de jurisdicción propia por las villas sobre sus términos, que les llevaba a cerrarlos.

Al final la vara de medir de la Chancillería de Granada en los pleitos fue doble. El Cañavate mantenía conflicto con Castillo de Garcimuñoz y San Clemente por el cierre y vedamiento de sus términos. Si obtuvo la razón frente a Castillo de Garcimuñoz, no ocurrió lo mismo frente a San Clemente, que siguió disfrutando del suelo común. La razón era simple: El Castillo de Garcimuñoz había apostado en la guerra del Marquesado por apoyar la rebelión contra la Corona y San Clemente se había mantenido fiel, preservando los mismos derechos y privilegios previos a la rebelión.

El pleito entre San Clemente y El Cañavate se sustanció por una primera sentencia de la Chancillería de Granada de 13 de septiembre de 1539
fallamos que, en el pleyto que sentençió Pablo de Chinchilla, juez de comissión de sus Magestades, y que amas partes apelaron, que Sant Clemente puede pazer con sus ganados en los términos de Alcañavate e comer las yerbas e beber las aguas, en la manera que juzgó el dicho juez, que juzgó bien; y en lo que toca a arar y cortar leña y madera e coger esparto y que juzgó el dicho juez que Sant Clemente no probó su demanda, rebocamos su juyzio y decimos que Sant Clemente puede hacer dichos aprovechamientos lo mismo que Alcañavate, en la forma e manera que los vezinos de Alcañavate pueden hazer en los términos de Sant Clemente (1)
La sentencia sería confirmada dos años despues, obteniendo carta ejecutoria la villa de San Clemente el 16 de noviembre de 1541. Sería un error por nuestra parte creer en un triunfo de los viejos derechos comunitarios frente a los particularismos de las villas. La sentencia de la Chancillería
de Granada supuso un vuelco a la que previamente había dado el juez de comisión Pablo de Chinchilla. Si bien dicho juez admitía los aprovechamientos comunes para los ganados, intentó poner freno a un proceso roturador de la tierra que estaba desmontando los pueblos. Familias como los Ortega, cuyo patrimonio en Villar de Cantos, El Cañavate y Vara de Rey traspasaba los límites de los mojones y jurisdicciones privativas de las villas, acabaron imponiendo sus propios intereses al general de los vecinos. La obtención de la dehesa de Torralba constituyó una primera intromisión señorial en el realengo; la forja de una hacienda territorial a mediados del quinientos por los Ortega fue el triunfo de los ricos. EL siglo XVII sería la vuelta al señorío de unos pueblos que pensaron haber conseguido la libertad en las guerras del Marquesado. Don Rodrigo Ortega conseguiría en 1626 su señorío propio en su hacienda de Villar de Cantos y la jurisdicción de Vara de Rey. El Cañavate vería mermada su integridad territorial cuando la mitad de su aldea de La Atalaya pasó en 1637 a jurisdicción del Marqués de Villena y Duque de Escalona (Anexo II).

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Anexo I: Disputa entre Cañavate y Diego Pacheco por Torralba (1501)

El Cañavate había recibido el 9 de febrero de 1478, los términos de Cañada Juncosa, Atalaya y Torralba para dotar a la nueva villa eximida de la Tierra de Alarcón de nuevos términos que ampliaran los estrechos términos que la villa poseía. La realidad era que la posesión efectiva de dichos términos distaba de ser efectiva para el lugar de Torralba, convertida en dehesa cerrada por Diego Pacheco de Avilés, alcaide de Belmonte y hermano del señor de Minaya, para su aprovechamiento propio. Aquí presentamos la disputa por la dehesa de Torralba el año de 1501, cuando los vecinos de Cañavate deciden quebrantar la posesión de Diego Pacheco y pacer con sus ganados las yerbas de esa dehesa. El Consejo Real estudió la petición de Diego Pacheco, pero no se pronunció a la espera de escuchar a las partes. En el fondo, el Consejo era sabedor de la cesión de Torralba al Cañavate trece años antes, como era sabedor de la posesión de hecho del alcaide de Belmonte sobre la dehesa, fruto de la concesión anterior del concejo de Alarcón. En 1516, Diego Pacheco, intitulándose de nuevo como vecino de Alarcón para hacer valer sus derechos, cede a su hijo Rodrigo heredades de Cañavate, Torralba, Alberca y Atalaya, más las dehesas de Cuevas Yermas, Torralba y la Romerosa.
Sepades que Diego Pacheco vesino de la dicha villa de Alarcón nos fiso rrelaçión por su petiçión que ante nos en el nuestro consejo fue presentada disiendo que el tyene e posee el término de Torralua que es dehesa dehesada sobre sy pacíficamente e que en tal posesión ha estado e está de mucho tienpo acá e que agora nuevamente dis que el conçejo e vesinos de la villa de Cañauate, aldea que fue de la dicha villa de Alarcón dis que se jata e alaban disiendo que han de quebrantar el dicho su término e paçer la yerva de la dicha dehesa e que sy asy pasase quél rresçibiría mucho agrauio e daño

Archivo General de Simancas, RGS, LEG, 150110, 283. Incitativa a petición de Diego Pacheco. 23 de octubre de 1501



Anexo II: El Cañavate recibe los despoblados de Cañada Juncosa, El Atalaya y Torralba (1478)



Iglesia Asunción. Atalaya Cañavate

El primer desgajamiento de la tierra de Alarcón en 1476, con motivo la guerra contra el marqués de Villena, supuso la exención jurisdiccional y el título de villa para Villanueva de la Jara, Motilla, El Peral, Barchín y El Cañavate. En el caso de está última villa, y por la estrechez de los términos concedidos, se le daría posesión dos años después de varios lugares despoblados. Uno de ellos, Torralba, nos aparece cien años después en las Relaciones Topográficas como una dehesa y heredamiento que se dice de Torralba, que es de los herederos de Rodrigo Pacheco. Los otros dos despoblados, Cañada Juncosa y Atalaya tendrían más futuro como aldeas, volviendo a estar pobladas. La segunda conseguiría el título de villa en 1633, por compra del Marqués de Villena, mientras que la primera lo intentaría inútilmente en 1732.

poder e comysión al alcalde de frías que está en chinchilla que les ponga en posesión de çiertos términos
la villa de alcañauate
Don Fernando e doña Ysabel ecétera, a vos el liçençiado fernando de frías nuestro governador en el marquesado de Villena salud e graçia, sepades que por parte del conçejo justiçia ofiçiales e omes buenos de la villa de alcañabate que es en el dicho marquesado nos fue fecha relación que al tienpo que era aldea yo la dicha rreyna por les faser bien e merçed la aparte e eximí de la jurediçión e justiçia çeuil e criminal de la villa de alarcón e de los alcaldes e alguasyles e otros ofiçiales della para que dende aquí adelante para sienpre jamás fuesen villa por sy e sobre sy segund que esto e otras cosas más largamente fase mençión nuestra carta que sobre ello les mande dar e por quanto la dicha villa contiene poco término que nos suplicaran que les diésemos liçençia e facultad para que podiese cotar en su término e jurediçión e cotar por término por aquí adelante los lugares que dicen del atalaya e cañada yucosa e torralua que son despoblados los quales están çerca de la dicha villa e sus anexos a ella por que la dicha villa pague por ellos el pedido e que sobre ello les mandase proueer como la nuestra meçed fuese e nos por faser bien e merçed a la dicha villa tovymoslo por bien por que vos mandamos que de nuestra parte dedes e señaledes por términos a la dicha villa de alcañauate los dichos lugares de atalaya e ca(ña)da vncosa e torralua para que los tengáis por términos e se aprouechen dellos con tanto que la dicha villa de alcañauate pague por la cabeça del pedido que tiene e touiere de aquí adelante e que asy fagades e conplides con tanto que no será en perjuysyo de terçero alguno para la qual vos damos poder conplido por esta nuestra carta con todas sus ynçidençias dependencias emergençias anexidades e conexidades e no fagades ende al por alguna manera so pena de la nuestra merçed e de dies myll maravedíes para la nuestra cámara e mandamos so la dicha pena a qualquier escriuano público que para esto fuere llamado que dende al que vos la mostrare testimonio sygnado con su sygno por que nos sepamos en como se cunple nuestro mandado, dada en la muy noble çibdad de seuylla a nueve días del mes de febrero año del nasçimiento de nuestro señor ihesu christo de myll e quatroçientos e setenta e ocho años yo el rrey yo la rreyna yo Alfonso de auyla secretario del rrey e de la rreyna nuestros señores la fis escreuir por su mandado ...

AGS, RGS, II-1478, fol. 48, al alcalde de Frías para que dé posesión de unos términos a El Cañavate, nueve de febrero de 1478
Hay copia de esta real provisión en AMSC. AYUNTAMIENTO. Leg. 50/26. Copia de 1520 de amojonamiento entre San Clemente y El Cañavate de 1478 (Hay transcripción de esta copia por Diego Torrente Pérez)

AHN. CONSEJOS. Leg. 27048, Exp. 4. Las villas de Cañavate, Alarcón, Tébar y Honrubia y diversos moradores de Cañada Juncosa contra éste último lugar sobre exención de la villa de Cañavate y aprobación de unos capítulos. 1732

Hay documento que certifica la concesión del título de villa a la Atalaya del Cañavate en tres de septiembre 1633, junto a otros pueblos de Cuenca y Albacete por compra del Marqués de Villena. La venta parece se hizo efectiva en 1637

Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional. FRIAS, C.743, D. 40. Certificación de la Contaduría Mayor [de Hacienda], de haberse aceptado la petición del Marqués de Villena sobre concesión de villazgo a sus lugares de Villamalea, Mahora, Las Navas, Cenizate, Valdeganga, Casas de Ibáñez, Cardenete, Villar del Humo, Tebar, La Atalaya, Cadalso, Cenicientos, Paredes y Pelahustán en 31 de agosto de ese mismo año.

Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional. FRIAS, C.707, D. 2-40 Venta real del lugar de Atalaya a favor del Marqués de Villena. Comprende autos, cédulas y posesiones dadas al marqués, de esta villa; hay también una certificación de 1756, de haber pagado el Marqués de Villena la cantidad fijada por la compra de la jurisdicción, señorío y vasallaje de la villa



                 

Transcripción del texto
Planta orixinal de la villa de Atalaia, jurisdicción que era de la villa de S. Clemente, que de su magestad ha comprado el Sr. marqués de Villena, duque de Escalona, etc. toda la qual suma y monta 28906182 varas quadradas que hacen una legua un sexto de legua legal con más 781182 varas= en la qual medida el dicho sr. marqués pretendió que sólo se le midiese lo que pertenecía a su Md. por decir que la maior parte del término suio de lo qual hiço ynformación y mandó que después de aberlo medido se midiese con la dha. distinción como en los autos consta y en esta planta lo colorado es lo realengo que tubo 13275682 varas quadradas y la verde es del dho. sr. marqués y tubo 15630500 varas como más largo consta en la declaración y auto que consta presentó en Madrid a 14 de julio de 638
Luis Carduchi (rúbrica)

AGS. DIRECCIÓN GENERAL DEL TESORO. Inventario nº 24, 00671, 01. Planta de la villa de Atalaya de Cañavate por Luis Carducci. m. 1657



Anexo III: Relación de testigos (abril de 1532)

Hernando de Mendoza, 53 o 54 años, vecino de Alarcón, caballero de sierra
Cristóbal de la Parrilla, vecino de Alarcón, 64 años
Pedro Martínez rabadán, vecino de Santa María del Campo, 73 años
Juan García de Peñalver, vecino de Santa María del Campo, 65 años
Diego de Cabedo, vecino de Santa María del Campo, 41 años
Martín López de Honrubia, vecino de Santa María del Campo, 55 ó 57 años
Mateo Sánchez de Alarcón, vecino de Santa María del Campo, 65 años
Juan Ortega de Sevilla, vecino de Alarcón.67 años
Diego López de Flomesta, vecino de Alarcón, 50 años
García Zapata, vecino de Alarcón, 57 años, caballero de sierra

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(1) ARCHIVO MUNICIPAL DE SAN CLEMENTE. AYUNTAMIENTO. Leg. 1/2. nº 11. Ejecutoria. San Clemente contra El Cañavate: comunidad de pastos. 1539-1541

ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 865, PIEZA 5. Pleito entre San Clemente y El Cañavate sobre aprovechamiento comunes. 1632Fotografía: http://carreterasymanta.blogspot.com.es/2012/04/el-canavate-cuenca.html