El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)
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sábado, 8 de octubre de 2016

Los Vargas y el crimen en el Villarrobledo de 1611


El matrimonio entre Juan García de Vargas y Catalina Martínez de Arce, la hermana del escribano Francisco Rodríguez de Arce, se había contraído a comienzos de 1600. El matrimonio había sido un calvario para la mujer, sometida a un maltrato continuo de palabras injuriosas y agresiones físicas de un marido despreocupado de los asuntos familiares y de la hacienda familiar, que, habiendo sido en parte aportada por la mujer, menguaba de forma continua por los sucesivos derroches del marido. En 1608, este hombre, poco apegado a su familia, había marchado a Andalucía, donde había vagado por la ciudad de Sevilla y otros lugares hasta asentarse en un lugar próximo a Ronda llamado Zahara, allí se había amancebado con una moza, con la que había tenido un hijo. La aventura pasajera había tornado para nuestro inconstante personaje en obligación permanente, incapaz de escapar a las redes familiares de la joven zahareña y preso de una bigamia de hecho, aunque simple amancebamiento y no plasmada en matrimonio como era el deseo de la amante.

Juan García de Vargas tenía que elegir: o su matrimonio con la villarrobletana o regularizar su relaciòn con la zahareña. Una de las dos mujeres sobraba en sus planes y como estos planes eran trazados desde Zahara, era evidente que el destino jugaba en contra de Catalina Martínez de Arce. Su desaparición y asesinato fue planeado en tierras andaluzas en los círculos familiares de la amante zahareña, pero la ejecución se había de hacer en Villarrobledo. La planificación y ejecución del asesinato merecería ocupar la primera página de, valga el atrevimiento, El Caso de la época. En la comisión del asesinato se implicaron tanto la familia de la amante zahareña como la de Juan García de Vargas. Los primeros pondrían el dinero para pagar a dos sicarios andaluces, en palabras del expediente bandoleros, que se desplazaron hasta Villarrobledo. En la casa de la hermana de Juan García Vargas se refugiarían los sicarios andaluces a la espera de cometer su crimen.

Aunque la preparación del crimen tenía tanto de descabellado como de torpeza, el lugar elegido, Villarrobledo, era el más adecuado. Esta villa manchega se extendía por varias hectáreas, sus típicas casas de un sola planta, y un segundo falso piso ocupado por una cámara, se desparramaban apiñadas en una amplia superficie. Contaban con patios interiores, que daban acceso a cuevas o bodegas subterráneas, donde se conservaban los alimentos y vino para consumo doméstico. Un pueblo cuya extensión se desparramaba por el horizonte y cuya existencia vital se recogía en torno a los patios interiores, ocultaba multitud de actos violentos que quedaban sin castigo. Sus secretos quedaban en el interior de sus encaladas paredes. Cuando los delincuentes y asesinos eran descubiertos, aprovechaban las colisión de las jurisdicciones privativas de los lugares de señorío cercanos que chocaban con la real de los alcaldes ordinarios para huir a lugares próximos como El Provencio o Minaya. La justicia local impotente debía elegir entre la intromisión del corregidor en la primera instancia local o el envío desde la Corte de jueces de comisión propios, que solían estar actuando en la comarca. La lentitud de los procesos judiciales provocaban la acumulación de casos sin resolver y que los delitos quedaran impunes o que los delincuentes tuvieran tiempo suficiente para escapar a tierras de señorío, donde se encastillaban los delinquentes. Mientras pueblos como Villarrobledo, cuya producción cerealista, símbolo de su riqueza y poder empezaba a declinar, y mostraban la estampa de una villa en crisis, en la que los actos violentos se multiplicaban:

por ser la dicha villa grande y rrepartida y donde se solían cometer grandísimos delitos de noche y de día sin que pudiesen ser hauidos los delinquentes en todo lo qual abían cometido atrocísimos delitos dignos de exemplar castigo para lo qual convenía que nos fuésemos servido de que se proueyese un juez que castigase los culpados y los sacase de los lugares de señorío donde se encastillaban los dichos delincuentes por no ser castigados y ser hombres temerarios 

Pero al lugar perfecto para un crimen se unió la torpeza de su traza. Incompresible, teniendo en cuenta, como veremos, que los agentes implicados eran muchos y de lugares ajenos a Villarobledo, como San Clemente, y que entre las potenciales y deseadas víctimas estaba también el escribano Francisco Rodríguez de Arce. La presencia de los dos sicarios andaluces fue avisada por Gregorio Millán, marido de la hermana de Juan García Vargas, a las presuntas víctimas: Catalina Martínez de Arce y su hermano el escribano. Pero pronto se había desdicho de sus palabras; Catalina Martínez, engañada inocentemente con buenas palabras, pronto había vuelto, después de la ruptura con su infiel marido,al hogar matrimonial. La noche del miércoles 11 de agosto de 1611 fue el momento elegido para el crimen: Juan García Vargas sacó desnuda del lecho conyugal a su mujer, arrastrándola hasta la bodega situada bajo el patio de la casa, donde estaban los dos bandoleros andaluces, que apuñalaron hasta catorce veces el cuerpo de Catalina hasta dejarlo exánime. Dejaba una niña huérfana, llamada Ana, que, en los planes de los homicidas, sería la mensajera que, por no tener noticias de su madre, avisaría a su tío, el escribano Francisco Rodríguez de Arce. Éste, receloso con razón de ser la próxima víctima, evitó personarse en la casa del crimen, avisando a la justicia y salvando de este modo la vida.

Para entender en el crimen de Catalina se otorgaría comisión al licenciado García Pérez de Casillas, que ya entendía en la cercana localidad de Montalbanejo de otro asesinato: el de Marcos de Lara. Marcos era un labrador al servicio de Pedro de Vargas, alcalde de la hermandad en Montalbanejo. Su propio amo con la implicación de varios familiares había sido el autor de su muerte, intentado evitar así el pago de una deuda contraída con Marcos de Lara por Pedro de Vargas, que le había comprado dos mulas. El cadáver del desgraciado labrador había sido abandonado en un olivar de Villarrobledo para ser devorado por los buitres. El asunto que se había tratado ocultar por el inculpado Pedro de Vargas y algunos deudos de éste, entre ellos su tío Francisco Montoya, alcalde ordinario de Montalbanejo, finalmente había salido a la luz por denuncia de los familiares de Marco de Lara. Pedro de Vargas era hombre rico y se creía inmune a la justicia. Sus lazos familiares se extendían por toda la comarca, sobre todo en Villarrobledo, incluido el citado Juan García de Vargas. Se decía de la familia Vargas que controlaba la justicia de Montalbanejo y algún otro pueblo de la comarca y que no era ajena al control de esa misma justicia en Villarrobledo.  Así el licenciado Casillas, alcalde de casa y corte, veía como en el oficio de su escribano Pedro de Mata iban cayendo las causas contra la familia Vargas. Para actuar contra los Vargas, el licenciado Casillas recibiría los plenos poderes de una justicia privativa, con poder para nombrar alguaciles, secuestrar bienes y encarcelar las personas de los acusados, aunque, como se decía en el mandamiento judicial que le confería tal comisión, de las prisiones debían encargase los propios alguaciles del licenciado Casillas pues el caso era tan grave y la prisión tan flaca.

El juez Casillas pronto sacaría la conclusión que toda la familia Vargas mantenía una estrecha solidaridad entre sus miembros, cuyos delitos mancomunadamente procuraban encubrir. La primera en garantizar el secreto en la familia era María de Vargas, la madre de Juan García de Vargas. Contra ella fueron las acusaciones del licenciado Casillas, pasando por alto que estaba sirviendo en casa de Ginés de Haro Cueva, familiar del Santo Oficio de la Inquisición en la villa de San Clemente. Este conflicto de jurisdicciones no parecía preocupar al licenciado Casillas ni a su escribano que en un momento del proceso llegó a decir: estos dineros de los familiares que buenos son.


El proceso por la muerte de Catalina Martínez fue llevado en primera instancia por los alcaldes ordinarios de Villarrobledo Antonio Moreno de Palacios y Bartolomé Gómez Ortiz. Las primeras pesquisas ratificaban las complicidades de Juan García de Vargas que, después del asesinato había estado escondido en casa de varios vecinos del pueblo, entre ellos su cuñado Gregorio Millán, su concuñado Mateo Díaz sastre, el batanero Pedro Martínez y el tundidor Cristóbal Coronado. Todos ellos huyeron y contra todos ellos los alcaldes ordinarios emitieron órdenes de prisión.


Fue una mujer, Catalina López, quien con su testimonio implicaría a Ginés de Haro Cueva, familiar del Santo Oficio de la villa de San Clemente*. En la casa de Ginés servía como ama María de Vargas, la madre de Juan y viuda del pintor Cristóbal García; en esta casa se había refugiado el asesino tres semanas antes de cometer el crimen. Juan había mantenido una conversación con Catalina López en la que reconocía su voluntad de matar a Catalina y a su hermano el escribano Francisco Rodríguez. Pero la palabra de Catalina López, una expresidiaria valía muy poco y no era creíble. A pesar de que Francisco Rodríguez fue avisado de las aviesas intenciones y las comunicó a su hermana y de que los bandoleros andaluces fueron vistos por un mesón del pueblo propiedad de Baltasar Ortiz, Catalina Martínez volvió con su marido poco antes del crimen, quizás por los buenos sentimientos que albergaba hacia él o simplemente por la debida obediencia que la mujer debía al esposo; obediencia impregnada en el pensamiento de la época de resignación cristiana, tal como reconocía Catalina en sus palabras: no sé lo que se tiene en su coraçón, yo estoy confiada en la Virgen de los Ángeles, que en su bendito día me junte con él con buen pecho e para seruir a Dios y ella me a de librar.

Aunque no todos en el pueblo tenían de Catalina una imagen de mojigata y buena cristiana. Algunas habladurías del pueblo, de las que se hacía eco el alguacil Alonso Pérez, contaban que la ruptura del matrimonio hacía cuatro o cinco años fue causada por la mujer que había cometido adulterio con un vecino llamado Juan Parra. Ante el escarnio público, Juan García Vargas había abandonado el hogar familiar y después de errar por Andalucía, había sentado cabeza en Zahara. A principios de julio de 1611 había vuelto a su tierra a recomponer su vida y después de unos días en casas de familiares, primero en casa de su hermana tres o cuatro días y luego en casa de su madre en San Clemente otros doce días y otros tantos en la feria de Villanueva de los Infantes, el primero de agosto había vuelto al hogar hasta el desenlace fatal de tres días después.

¿Cuál era el verdadero rostro de Catalina Martínez de Arce? Su matrimonio con Juan García Vargas era su tercer matrimonio; de sus dos matrimonios anteriores había enviudado: tanto del primero con Diego Martínez, vecino del Bonillo. como del segundo con el escribano Miguel Fernández, vecino de Villarrobledo. Que en el concierto de estos matrimonios debía estar Francisco Rodríguez de Arce es muy plausible, pues aparte del segundo marido, el tercero, nuestro Juan García de Vargas, también era escribano. Aunque Francisco Rodríguez negaba la concertación en este matrimonio, era evidente que el interés importaba más que el amor o al menos de eso acusaba Francisco Rodríguez a su cuñado que había llegado al matrimonio no solo por la buena fama de su mujer sino por poseer gran cantidad de bienes muebles e rrayzes que tenía con promesas e halagos e otros tratos la atrajo a que se casase con él contra la voluntad de todos sus parientes. Catalina Martínez era una viuda rica codiciada por casamenteros, favorecida por la muerte de sus dos primeros maridos y con una amplia hacienda repartida entre el Bonillo y Villarrobledo (unas casas principales en la primera villa y bienes muebles por valor de 5.000 reales en la segunda). Esa era la visión de Francisco Rodríguez, que denunciaba el papel de su hermana en el matrimonio como la de una víctima, aunque consideraba que los ataques iban contra él. Francisco Rodríguez recordaba el pretendido caso de adulterio de Juan Parra con su hermana para denunciarlo como una trama organizada por sus enemigos, donde además de los Vargas estaban implicados otros amigos de esta familia como el alcalde Isidro Merchante y el escribano Alonso Ramírez, para dar fe del escándalo, que se habían presentado en el domicilio pillando juntos a Juan Parra y Catalina. La adúltera sería conducida a prisión donde permanecería ocho meses hasta confesar, vería embargados parte de sus bienes por valor de 500 ducados que acabarían en manos de Gregorio Millán, el cuñado de Juan García Vargas y solo conseguiría la libertad después del arreglo que le procuró su hermano. El marido de Catalina, Juan García de Vargas, que tenía bastante que callar, pues mantenía relaciones con otra viuda de nombre Isabel de Espinosa, retiraría la querella por adulterio, abandonaría la villa y a cambio el escribano Francisco Rodríguez de Arce le procuraba 1.000 reales. A partir de aquí comienza el periplo de Juan García de Vargas, que según la versión de Francisco Rodríguez, se asienta en Zahara, presentándose como hombre soltero y consiguiendo los favores de una mujer del lugar, conocida por el intachable nombre de doña Mariana la discreta. A pesar de su discreción doña Mariana, otra viuda rica, quedó preñada, para gran escándalo de una familia conocida por su buena fama y hacienda en la villa de Zahara. Como era costumbre en estos casos, y después de comprender lo inútil de mantenerlo preso durante seis meses en la cárcel o de enviarlo a galeras y de que el honor familiar solo se limpiaba con el matrimonio, que en esta situación exigía la muerte de la esposa legal. Así volvería Juan García de Vargas en abril de 1611 desde Zahara con los dos bandoleros y alojándose en Villarrobledo en casa de su hermana María y en San Clemente en casa de Ginés de Haro, intentaría matar a su mujer, aunque previamente se exigía asesinar a su hermano el escribano que desconfiaba de su presencia.

El fracaso de este primer plan, llevó a Juan García de Vargas a presentarse de nuevo el mes de julio, esta vez como el marido arrepentido vuelto al hogar conyugal para rehacer con su mujer una vida cristiana, en el sentido literal de la palabra, pues no era raro ver a Juan García de Vargas esos tres primeros días de agosto rezando con un rosario en sus manos. Previamente se intentó vencer las resistencias del desconfiado Francisco Rodríguez con una inventada carta de arrepentimiento procedente de Socuéllamos y la intervención de algunos vecinos que abogaban por la reconciliación del matrimonio, entre ellos el batanero Pedro Martínez y el mayordomo del pósito Alonso Valero. Así hasta la noche del crimen que con el subterfugio de buscar un candil en la bodega de la casa, Juan García de Vargas había conducido a Catalina hasta la mencionada bodega, donde le aguardaban para matarla los dos bandoleros (en realidad uno de ellos era un criado de doña Mariana y el otro el propio Juan García de Vargas) y Gregorio Millán. Cometido el crimen Juan García de Vargas había acudido a Zahara para casarse con doña Mariana; dejaba tras de sí el cadáver de su mujer ensangrentado y semidesnudo con una camisa, unas calzas y unos zapatos y olvidados sus pocos objetos personales, testimonio de su oficio de escribano: unos papeles y un libro de prácticas de escribano.

Huidos los asesinos, el juez Casillas ordenó la prisión de sus colaboradores y encubridores. Entre ellos, Gregorio Millán y Cristóbal Coronado en Villarrobledo, y Ginés de Haro y María Vargas en San Clemente. Los dos últimos habían huido cuando llegó el alguacil Martín Mondragón, que se tuvo que conformar con recibir la noticia de la huida de boca de la criada Ana Rodríguez y el embargo de los bienes de Ginés. Del detalle de estos bienes, nos aparece la parquedad de la existencia vital de las personas en aquella época: seis sillas de nogal, un banco y una mesa de pino, una cama con su ropa y cortinaje, dos cofres herrados y un arca y dos paños azules. Era de más valor el embargo de diecisiete tinajas conteniendo cuatrocientas arrobas de vino, testimonio de la fuente de ingresos del familiar del Santo Oficio. Las malas relaciones entre Villarrobledo y San Clemente se manifestaron en los obstáculos de la comisión del alguacil Martín Mondragón. Ginés de Haro había encontrado acogida en la iglesia de San Sebastián para evitar a la justicia; en la subasta posterior de su bienes, a pesar de la concurrida asistencia de personas en la plaza del Ayuntamiento no se hizo postura alguna, teniendo que conformarse el alguacil con confiscar los dos paños azules, lo más llevadero, para pago de su salario. Huidos los principales actores villarrobletanos, las actuaciones del juez Casillas fueron obsesivamente contra Ginés de Haro, que por precaución había huido a Murcia. El auto del juez para el embargo de todos los bienes del familiar no llegaría a ejecutarse pues el pleito derivó a un conflicto de competencias entre el juez de comisión y la Inquisición. Esta derivación era intencionada, la Inquisición no entendió del pleito, pero Ginés de Haro consiguió dejar en un punto muerto con sus recursos al tribunal de Cuenca los autos del juez de comisión. Dicha comisión, a pesar de que se prorrogó por veinte días más, no llegó a acabar los autos y el caso quedaría por resolver. Es de suponer, que finalizado el plazo de la comisión, el juez Casillas, volvería a la corte, Ginés de Haro a San Clemente, Francisco Rodríguez de Arce obtuvo poca o ninguna compensación económica de la muerte de su hermana (pedía 1.600 ducados, que al fin y al cabo de dinero es de lo que se trataba); sobre la viuda María de Vargas no sabemos nada de su destino, pero había tenido la astucia de vender la mayor parte de los bienes de su hijo, que huido es de sospechar que rehizo su vida con doña Mariana la discreta.

Los autos judiciales nos muestran al escribano Francisco Rodríguez, contra lo que pudiera parecer, carente de rencor u odio. Francisco Rodríguez nos aparece como un hombre bastante frío, sabedor del peligro que para su vida supone Juan García de Vargas, pero lo considera un vecino más, compañero de gremio, con el que siempre es posible un arreglo. Evita el trato directo con él, pero mantiene la comunicación a través de intermediarios. Intenta un arreglo ofreciéndole cualquiera de la escribanías de El Bonillo, Lezuza o Peñas de San Pedro, pero Juan lo rechaza. Se vale de Mateo Díaz, para que durante ocho días de julio mantenga contactos con Juan en la feria de Villanueva de los Infantes, donde se encuentra. Del expediente judicial se entrevé que Villarrobledo en esta época mantiene una relación distante con San Clemente (y tirante como hemos estudiado en otro sitio) y se vuelca hacia los pueblos de lo que hoy es provincia de Ciudad Real, como Socuéllamos y Villanueva de los Infantes, más lejano, pero con una importante feria el 25 de julio. Incluso tiene la vista más allá: cuando Juan García de Vargas abandona el pueblo, acude a Sevilla. La razón es es que en esta ciudad hay una importante comunidad villarrobletana, entre los cuales intentan indagar los familiares de doña Mariana la discreta los lazos familiares de Juan. Los referidos Mateo Díaz, sastre, y el tundidor Cristóbal Coronado o el boticario Baltasar Moreno viajaban a menudo a Sevilla por negocios. La principal entrada al pueblo era el camino de Socuéllamos a Villarrobledo, que estaría muy transitado y la venta de Baltasar Ortiz debía ser un lugar muy concurrido.

Se nos presenta toda esta trama como un enredo de escribanos y de gente relacionada con el negocio de la lana: bataneros, cardadores, tundidores y sastres. No es casualidad, es más que probable que los negocios y escrituras del oficio del escribano Francisco Rodríguez de Arce se moviera en estos ambientes. Cuando una noche de agosto, Juan García de Vargas, ya juntado con Catalina, se presenta en casa del escribano Francisco Rodríguez, éste redacta unas ejecuciones por impagos de transacciones entre estos personajes. Juan García de Vargas quiere integrarse en ese mundo con su matrimonio, pero parece que este hijo de pintor tenía más dotes como don Juan que como redactor de testimonios notariales. El pleito derivó hacia la petición de responsabilidades en San Clemente; no es casualidad. Villarrobledo mantenía un enconado pleito con San Clemente, no tanto por su exención del corregimiento, como por el respeto de la primera instancia, y por la aportación de soldados de milicia. Muestra de la rivalidad entre ambas villas fue el encarcelamiento del alcalde mayor, doctor Vázquez, y tres alguaciles enviados desde San Clemente unos meses antes. Villarrobledo vivía una declinación irremediable; a las escasas cosechas de comienzos de siglo, se unían ahora otras de suma abundancia en todo el Reino; el trigo villarrobletano no encontraba salida por los precios tan bajos (tal como se reconoce el expediente); San Clemente era el polo opuesto, ser cabeza política del corregimiento le procuró ventajas suficientes para convertirse en centro de actividades diversas y mantener un renacer económico que se prolongó en el primer tercio del siglo.

La persecución y secuestro de bienes a los que se vio sometido el sanclementino Ginés de Haro Cueva contrastan con la inacción del juez Casillas en Villarrobledo. Aquí todo se arreglaba con transacciones. Las mediaciones para evitar que Juan García de Vargas llevase a término sus criminales intenciones fueron constantes durante el mes de julio, una vez detectada su presencia. Destacan las actuaciones en este sentido de Diego Muñoz de la Calera, procurador de la villa en la corte. Pero estos intentos parecían más encaminados a salvaguardar los intereses y la vida del escribano Francisco Rodríguez de Arce que la persona de Catalina Martínez de Arce. Catalina había vivido toda su vida encerrada desde que se casó en su casa, a la que se accedía por una calle que daba a unas puertas cerradas de noche y que daban paso a su hogar pero también al de un alguacil del pueblo y a un horno. Yendo de marido en marido en los matrimonios concertados que le preparaba su hermano, acabó llevando una vida desgraciada junto a la familia Vargas; su corta aventura con Juan Parra fue incluso preparada intencionadamente por su marido. El ensañamiento de su muerte era muestra del odio que se tenían las diferentes personas de esta historia, incapaces de resolver sus diferencias cara a cara y hacer víctima de esos rencores y odios a Catalina.



Archivo Histórico Nacional, INQUISICIÓN, 1923, Exp. 17. Proceso criminal de Ginés de Haro Cueva. 1611-1612




*El cuatro de septiembre de 1602, Ginés de Haro presenta ante el ayuntamiento de la villa de San Clemente el nombramiento que le confiere el título de familiar de la Inquisición para ser aceptado como tal y exigiendo se respeten las prerrogativas que tal título confiere. En la sala se hallaban presentes el corregidor don Antonio López de Calatayud, el alcalde ordinario Alonso de Guevara, y los regidores licenciado Miguel de Herreros, Jerónimo Martínez, Francisco de Astudillo, Pedro de Monteagudo, Pedro de Tébar Ramirez, Antonio García Monteagudo, Miguel de Perona Rosillo







Archivo Histórico Nacional, INQUISICIÓN, 1923, Exp. 17. Proceso criminal de Ginés de Haro Cueva. 1611-1612

miércoles, 3 de agosto de 2016

Pedro de Espinosa, alférez mayor de Iniesta: la lucha por el poder local

Casa de los Espinosa
El 1 de septiembre de 1615, don Pedro de Espinosa apela la sentencia condenatoria de los Inquisidores de Cuenca. Ha implorado una y otra vez para conseguir una copia de su proceso. No tanto por ser necesario para la apelación ante la Suprema, sino para conocer de primera mano los nombres de aquellos que le han delatado. Por primera vez plantea su desgraciada situación como una venganza de sus enemigos políticos, con los que ha estado enfrentado en la elección de oficios de años anteriores

en esta causa han depuesto el licenciado sierra y el bachiller soria y pablo ximénez y el bachiller garcigómez, el licenciado granero y miguel de mendraca y antón palmeros que se me an dado ratificados con sus nombres, los quales son enemigos míos capitales y lo heran al tiempo que dijeron sus dichos por muchos enquentros que con ellos e tenido sobre las elecciones de oficios de la dicha villa en que a auido pleitos conmigo y con mis deudos por lo qual y por auer hecho justicia contra ellos en las ocasiones que se an ofrecido siendo yo alcalde tiniéndolos presos y castigándolos son mis enemigos declarados

Aunque si acusa a alguien especialmente es a quien considera su peor enemigo, don Pedro López Cantero, la figura en ascenso en la política municipal de Iniesta y que luchará por desplazar del primer plano a los Espinosa

Yo tengo por enemigo a Pedro López Cantero, Juan de Guzmán, Juan de Luján, Bartolomé López Cantero, Benito Ruiz Lerma, la muger de Alonso de Briz sastre y temo abrán buscado esta ocassión para vengarse 

Pero su situación no ha mejorado y desde finales de agosto se halla preso en Madrid, donde ha sido conducido por un alguacil en un viaje riguroso con excesivo calor a través de la Mancha, que ha mermado bastante su salud. Su apelación ha sido precedida por una nueva delación desde Iniesta: Catalina Martínez sigue en Iniesta desde la sentencia de 1 de junio. Desde la cárcel pedirá licencia para poder trasladarse a Iniesta, temeroso de que sus enemigos declaren contra él en las informaciones que se van a hacer, a petición propia.

Las informaciones de testigos favorables a don Pedro de Espinosa nos permiten presentar una semblanza de la familia. El progenitor de la saga familiar era el licenciado Pedro de Espinosa, que había muerto hacía treinta y dos años, hacia 1583; encabezaba una de las ramas familiares de los Espinosa que nos describen las Relaciones Topográficas, descendientes de Antón García que había participado en la conquista de Granada en tiempos de los Reyes Católicos, recibiendo previlegio y merced de caballería, y con Martín Gómez de Espinosa habían sabido mantenerse fieles a la Corona durante la guerra de las Comunidades. Posteriormente en 1543, un hijo de Martín Gómez de Espinosa, sería nombrado capitán en la guerra con Francia y participado con otros Espinosa en el cerco de Perpiñán.. Ahora alejados de las guerras, los Espinosa se hallaban centrados en el ejercicio de oficios públicos. Una de las ramas familiares, había colocado a uno de sus miembros, el doctor Martín Gómez de Espinosa, como corregidor de Madrid. Otra de las ramas, los hijos del licenciado Pedro de Espinosa, nuestro protagonista y su hermano Gregorio, y los hijos del regidor Jerónimo Espinosa, estaban involucrados en la vida política de Iniesta y la lucha por el control del gobierno municipal. En esta lucha tenían como enemigos declarados a los López Cantero.

Don Pedro de Espinosa debió nacer pasada la mitad de la centuria del siglo XVI; su amante Catalina Martínez del Pozo hacia 1576. Sabemos que aparte de su hijo Martín, capitán de milicias,casado en Cartagena, tenía cuatro hijas más de su matrimonio con Luisa Espinosa y una bastarda con Catalina. La carrera de don Pedro como corregidor, lo fue de Ciudad Real, se truncaría, volviendo a fines del quinientos a su pueblo, donde tenía un regimiento perpetuo, el título de alférez mayor y en su persona recaía también, heredado de los Parra, el título de alcaide y castellano de la villa de Ves.

Aunque ya antes a comienzos de la década de 1580 había tenido problemas con la Inquisición que le habían costado la excomunión, por repartir soldados a los familiares del Santo Oficio de la villa, el proceso abierto ahora por amancebamiento fue una clara vendetta de sus enemigos políticos. Las primeras denuncias contra don Pedro fueron de 1608, era tal su poder en Iniesta, que las primeras actuaciones llegaron del comisario de la Inquisición de San Clemente; intentándose parar el proceso con sendas amonestaciones del provisor del obispado de Cuenca y el vicario de Iniesta. Pero en 1613, las denuncias fueron múltiples e iban acompañadas de parcialidad en el uso de los oficios públicos. Desde octubre de 1613, que recibe la primera condena no se le da tregua y sus pasos y los de su amante Catalina son seguidos aviesamente con la intención de buscar nuevos hechos acusatorios. Ni el alejamiento de Catalina, primero en Belmonte y luego en Jorquera, basta para amainar el ambiente de maledicencias, rumores y rencores, que vivía la villa de Iniesta. No hay pruebas concluyentes, aparte de las acusaciones de Pedro de Espinosa, pero las sospechas de que detrás de todo el proceso estaba el doctor Pedro López Cantero, casado por cierto con una Espinosa, se pueden dar por seguras. Irónicamente, un sobrino del doctor, Juan López Cantero, arruinaría su posición política y su propia vida por otro amancebamiento con Quiteria Herreros.

Desde que el 22 de septiembre de 1615 la Suprema dictará sentencia confirmatoria condenando a don Pedro de Espinosa y retirándole el título de familiar del Santo Oficio, su situación personal y su salud se degradan. En octubre sigue preso en Madrid, pues no se le deja volver a Iniesta donde todavía está Catalina (con la aquiescencia de sus enemigos que quieren ver alejado de los negocios municipales a don Pedro), además su mujer cae gravemente enferma y tres de sus hijas padecen de tabardillo.

El treinta de octubre, presionada sin duda por los Espinosa (y tal vez don Pedro que ha obtenido permiso para personarse en Iniesta) Catalina deja la villa de Iniesta, trasladándose a vivir a Jorquera; aunque no será hasta el 23 de noviembre cuando pedirá una información, que atestigüe su residencia en este estado, para que sea llevada a Madrid y se permita a Pedro de Espinosa volver a la villa de Iniesta. Pero su prisión en Madrid continúa, pues el dos de diciembre ha sido devuelto a la cárcel; para el 17 de diciembre anuncia un empeoramiento de su salud, mientras su mujer Luisa se muere en Iniesta. Sólo el veintidós de diciembre se le concede el permiso definitivo para volver a Iniesta, bajo amenaza de doscientos ducados si vuelve a ver a Catalina, y sometido a la vigilancia de la Inquisición. La vuelta ha sido allanada por Catalina Martínez del Pozo, que ha decidido emprender acciones legales frente a quienes le acusan de amancebamiento.



Archivo Histórico Nacional, INQUISICIÓN, 1922, Exp. 12. Proceso criminal contra Pedro de Espinosa, familiar del Santo Oficio de Iniesta, por amancebamiento con Catalina Martínez del Pozo. 1613-1615

martes, 2 de agosto de 2016

Sobre los amores de Pedro de Espinosa, familiar del Santo Oficio, y Catalina Martínez del Pozo a comienzos del siglo XVII en Iniesta (II)

Catalina Martínez del Pozo se había hospedado en Belmonte en casa del barbero Alonso de Motos y su mujer María Román. Su presencia era vigilada atentamente por Diego Donoso Romero, comisario de la Inquisición en esa villa, que no tardaría en informar de la visita que, recién salido de la cárcel, Pedro Espinosa había hecho el 26 de octubre. A ésta seguirían otras visitas en enero de 1614, hasta que Catalina decide preparar su regreso a Iniesta con ingenio, haciendo circular por Belmonte una supuesta carta de su marido que le invitaba a reunirse con él en Madrid. Pero a decir de algún testigo, Catalina había abandonado Belmonte  a altas horas de la noche un 20 de enero, día de San Sebastián, en el mismo carro de mulas con cascabeles, propiedad de Pedro de Espinosa, con el que había llegado a la villa de Belmonte unos cinco meses antes.

En su estancia de cinco meses en Belmonte, Catalina estuvo acompañada de una doncella de 20 años, María Lucas, cuyo testimonio ingenuo aportaba los detalles inculpatorios que los inquisidores esperaban. Delataba la joven como hasta dos veces había visitado don Pedro a Catalina, contraviniendo el decreto inquisitorial de 19 de octubre que imponía su alejamiento, y como don Pedro procuraba esconderse ante su presencia. Pero su descripción de la noche del 26 al 27 de octubre no admitía dudas

y que yendo esta testigo a la dicha cassa vido al dicho pedro despinosa en la cama donde dormía la dicha cathalina y esto fue por la mañana y la susodicha estaba bestida y lebantada junto a la dicha cama y esta testido le dixo a la dicha cathalina martínez del poço cómo vm. se ha lebantado tan de mañana y ella respondió venía el señor don pedro cansado y le di my cama y io e estado toda la noche bestida

Sospechosamente los testimonios contra don Pedro se recuperaban más de un año después, en enero de 1615, cuando parecía que nuestro protagonista afianzaba su presencia política en la villa de Iniesta: en septiembre de 1614 había sido elegido alcalde ordinario. A los testimonios de Belmonte se sumaban la de alguna alcahueta de Iniesta, que lo presentaba como un crápula. A decir de Catalina López, mujer del sastre Alonso de Briz, don Pedro había alternado su relación con Catalina con una hermanastra de su mujer llamada Ambrosia, mujer de mala fama a la que las autoridades habían intentado echar de la villa

la dicha cathalina martínez a estado mucho tiempo en casa de don pedro despinosa hasta que vino la muger del dicho don pedro que estaba en la villa de alarcón en casa de su hija luego dixo que en casa alquilada y que se llamaba doña luyssa despinosa la qua vino después de pasqua de navidas pasada y que assy como vino la dicha doña luyssa ya la dicha cathalina martínez del pozo se hauía pasado en compañía de la beata Rodríguez hija de Rodríguez el herrador que vive en una casa detrás de la yglesia que era de leonardo Rabadán todo lo qual esta testigo lo a oydo y entiende que se lo dixo a ésta testigo juana de lorca muger de bartolomé lópez vecino desta villa y que ésta testigo le dixo baruara martínez hija de esteban gómez que es casada con fulana lorente pastor que la habían llebado al cura de ledaña a confesar y que no la hauía querido confesar y que esta testigo oyó decir a alonso de briz su marido que la dicha cathalina martínez del poço hauía estado escondida el ymbierno pasado en casa de julián de moya escribano y que demás desto a oydo decir esta testigo que el dicho don pedro despinosa está amancebado con una media hermana de doña luysa su muger y prima hermana del dicho don pedro despinosa que se llama ambrosia despinosa muger de luján que no le saue el nombre y que desto ay mucho escándalo y murmuración en esta dicha villa y que la dicha doña luysa despinosa muger de don pedro despinosa se ausento desta dicha villa por andar su marido perdido con la dicha ambrosia y que la dicha doña luysa despinosa riñó en la yglesia desta dicha villa con la dicha ambrosia su hermana en razón destar como dicho tiene amancebada con el dicho pedro despinosa su marido

La madeja acusatoria de confidentes que presentaba Catalina López dio lugar a nuevos interrogatorios que aportaron nuevos testimonios acusatorios fundados en las murmuraciones existentes en el pueblo, pero que el vicario, licenciado Andrés Fernández de Tapia, corroboró. Aunque el testimonio definitivo contra don Pedro de Espinosa vino de Juan de Luján, el despechado marido de Ambrosia. Daba por cierto que Pedro de Espinosa había traído a Catalina de Belmonte, que la había escondido varios meses en su heredad de la Peraleja, distante una legua de Iniesta, y que para San Andrés la había traído a su casa en Iniesta. Añadía que el sargento mayor Diego López de Iranzo hacía veinte años que no pisaba Iniesta.

Las garras de la Inquisición caen de nuevo sobre Pedro de Espinosa. A comienzos de mayo, el comisario de la Inquisición Gregorio Díaz Lozano recoge las ratificaciones de los testigos de Belmonte e Iniesta; no todos se atreven a acusar, pues los Espinosa intentan con amenazas callar bocas, pero el comisario elabora su informe pidiendo se proceda sin dilación contra don Pedro. Desde el cinco de mayo Pedro de Espinosa comparece ante la audiencia inquisitorial, reconociendo su presencia dos veces en Belmonte con Catalina, aunque niega cualquier trato carnal; intenta explicar la presencia de Catalina en Iniesta pergeñando la historia de que se ha alojado en casa de su cuñado Francisco Buenache a la espera de su marido para recomponer su vida maridable. Nadie le cree. El fiscal Alonso Serrano emite un segundo informe acusatorio.

Representado por su letrado Hinojedo, Pedro de Espinosa presenta alegaciones para su defensa. Su situación jurídica ante el tribunal empeora, pero su casta y orgullo aumenta. Ya no se presenta como un criado del Santo Oficio, sino que antepone y se presenta con sus títulos civiles: alcalde ordinario por el estado de los caballeros hijosdalgo de la villa de Iniesta, alférez mayor della y alcaide y castellano de la villa de Ves. Detalla cada una de las acusaciones de la que es objeto para negarlas, pero sobre todo antepone su palabra de hidalgo frente a aquellos que le acusan personas apasionadas y mis enemigos capitales y gentes bajas y viles y de oficios bajos y mecánicos.

Para evitar de nuevo su condena el vicario Tapia envía una carta el 20 de mayo a los Inquisidores de Cuenca, exonerando de toda culpa a don Pedro, al que presenta como acabado, dementado y sin libertad, cargando contra Catalina a la que considera responsable de las desventuras del familiar del Santo Oficio y para la que no ahorra epítetos y pide su expulsión de la villa

esa mala hembra está aquí y tan desuergonçada y soberuia que a pesar de todo el mundo dice ha de viuir aquí, no creo que abrá remedio para ella sino es que vm. se siruiera demandar al corregidor deste partido la hechara con resolución

El vicario Tapia declarará a favor de don Pedro Espinosa, afirmando que el marido de Catalina estuvo en la villa de Iniesta unos cinco meses antes con la intención de llevarse a su mujer a Utiel, de donde era natural, pero su testimonio flaquea, pues nos describe al sargento mayor como un hombre que va de aquí para allá, pendiente de sus negocios en la Corte, entre los cuales su mujer es el menor de ellos. Así, en defensa de Pedro de Espinosa solo quedan los testimonios favorables de dos familiares de Catalina: su primo Bartolomé Martínez y su cuñado Francisco de Buenache. Una Catalina enferma del mal de gota vuelve para reunirse con su marido en Iniesta, punto de encuentro gestionado y acordado por sus familiares, pero incapaz de llegar por su enfermedad se detiene en el Picazo; inexplicablemente Gabriel López Iranzo no acude a por su mujer sino que corre a resolver algunos asuntos en la corte y deja a la enferma al cuidado de sus familiares.

¿Mentían los testigos, mentía el propio vicario? Si lo hacían no era intencionadamente, pues como desvelará el propio proceso inquisitorial, el hombre con el que habían hablado no era el marido de Catalina, al que hacía veinte años que nadie veía, sino un hombre pagado por Pedro de Espinosa que suplantaba la persona del sargento mayor. Claro que la Inquisición empezaba a dudar que vicario y familiares fueran ajenos a la trama inventada por Pedro de Espinosa. Por fin el vicario acabará reconociendo sus mentiras ante el comisario de la Inquisición Gregorio Díaz Lozano, justificándolas por el miedo de quien se siente amenazado por los Espinosa

que lo que se hauía dicho en raçón destar poco tiempo abía su marido della en la dicha villa era enredo y fictión  quel dicho pedro despinossa hauía traçado a fin de impedir el castigo y remedio de tal escándalo

La sentencia condenatoria estaba preparada. Previamente se hizo una recopilación de todos los testimonios anónimos contra don Pedro de Espinosa, que se remontaban a mayo de 1608. De hecho la primera acusación la había formulado García Ángel comisario del Santo Oficio de San Clemente en el convento de San Francisco. La relación entre don Pedro y Catalina se remontaba a más de una decena de años antes, cuando el primero había vuelto de Ciudad de Real, donde había ejercido el oficio de corregidor. Pedro de Espinosa renuncia a su defensa, dispuesto a aceptar su condena; tan solo sacará fuerzas para defenderse de la acusación de amancebamiento con su cuñada Ambrosia, aportando un testimonio de cómo la mencionada mujer había cometido adulterio en Jorquera con un licenciado llamado Marco. El asunto se había arreglado con un concierto entre el marido y el licenciado que se comprometía a pagar cien ducados. La sentencia definitiva, leída un lunes primer día de junio de 1615, le absolverá de esta acusación, pero en el amancebamiento con Catalina le declarará culpable

Fallamos atento los autos y méritos del dicho processo que deuemos de amonestar y amonestamos al dicho don Pedro de Espinosa que de aquí adelante viua onestamente para remediar el escándalo que ha caussado con su mal viuir en la villa de Hiniesta y su tierra y procure con la enmienda de su vida dar buen exemplo como lo ha dado malo con la mala vida que hasta aquí ha tenido. Y por la culpa que contra el resulta  le deuemos condenar y condenamos  a que no entre en el lugar en el que estubiere la dicha Catalina del Pozo con quien ha sido acussado ni cinco leguas en contorno por tiempo y espacio de quatro años primeros siguientes con apercibimiento que si lo quebrantare  aya destar los quatro años fuera del districto deste sancto officio a lo qual desde luego le condenamos. Y mandamos que aora ni en ningun tiempo hable ny trate en público ni en secreto con la dicha Catalina del Pozo ni entre en su casa ni en la que ella estuviere ni consienta que entre en la suya. Y más le condenamos en cinquenta ducadosde pena en la qual declaramos aver incurrido por aver ido a la villa de Belmonte contra lo que le estaua mandado y él tenía consentido y en casso necessario le condenamos en la dicha pena de nueuo y la aplicamos para gastos extrahordinarios deste sancto officio.Y le mandamos que dentro de nueue días después de la notificación desta nuestra sentencia dé y entregue los dichos cinquenta ducados al receptor dél=  en quanto a lo que ha sido acusado de aver tratado con Ambrosia despinosa medio hermana de doña Luysa despinosa su muger le damos por libre y le condenamos en las costas deste processo y assí lo pronunciamos y sentenciamos y mandamos en estos escriptos y por ellos 

                                        Don Juan de la Torre






(continuará)





Archivo Histórico Nacional, INQUISICIÓN, 1922, Exp. 12. Proceso criminal contra Pedro de Espinosa, familiar del Santo Oficio de Iniesta, por amancebamiento con Catalina Martínez del Pozo. 1613-1615

lunes, 1 de agosto de 2016

Sobre los amores de Pedro de Espinosa, familiar del Santo Oficio, y Catalina Martínez del Pozo a comienzos del siglo XVII en Iniesta

Escudo de la familia Espinosa
Don Pedro Espinosa, vecino y familiar del Santo Oficio de Iniesta, se encontraba en las cárceles inquisitoriales de Cuenca un 16 de junio de 1615, multado con 50 ducados y acusado de amancebamiento con una vecina del lugar. Era un hijodalgo de la villa de Iniesta, principal de ella, ya su padre había tenido treinta años antes problemas con el Santo Oficio. No parece que el haberse hecho con una familiatura le librara de ellos. Aunque tampoco parecía resignado a aceptar su adversa fortuna, por lo que apelaría ante la Suprema la condena de los Inquisidores Apostólicos de Cuenca. La sentencia pronunciada el 1 de junio por la Suprema era un ejemplo de la moralidad exigida en la época, que casaba mal con el proceder del familiar y daba por finalizado un proceso que se había iniciado dos años antes

Debemos de amonestar y amonestamos al dicho don Pedro de Espinosa que de aquí adelante biba honestamente y para remediar el escándalo que a causado con su mal bibir en la dicha billa de Yniesta y su tierra y procure con la enmienda de su bida dar buen exenplo como lo a dado malo con la mala bida que asta aquí a tenido y por la culpa que contra él resulta, le debemos de condenar y condenamos a que no entre en el lugar donde estubiere la dicha N con quien a sido acusado ni cinco leguas en contorno por tienpo y espacio de quatro años primeros siguientes con apercibimiento que si los quebrantare aya de estar los quatro años fuera del distrito deste sancto oficio a lo qual desde luego le condenamos y mandamos que agora ni en ningun tienpo hable ni trate ni en público ni en secreto con la dicha N, ni entre en su casa ni en la que ella estubiere ni consienta que entre en la suya, y más le condenamos en cinquenta ducados de pena en la qual le declaramos aber yncurrido por aber ydo a la billa de belmonte contra lo que estaba mandado y él tenía consentido

Desde finales de julio de 1613, Pedro de Espinosa estaba preso en Cuenca, en la cárcel de familiares del Santo Oficio; allí se le tomó declaración un 1 de agosto. Se pretendía obtener confesión acusatoria del reo sobre su amancebamiento con Catalina Martínez del Pozo. Catalina había sido sirvienta de los padres de don Pedro y parece que la relación entre ambos se remontaba a catorce años atrás. Las murmuraciones en el pueblo habían llegado a oídos del visitador de la diócesis Pedro Martínez Quintanar, que ya había amonestado a la pareja hacía seis años, como también lo había hecho el vicario de la villa licenciado Tapia tres años después; desde entonces Pedro Espinosa procuraba ser más recatado en los encuentros y decía llevar una vida virtuosa, alejada de toda tentación.

Los Inquisidores de Cuenca dieron poca fe a su nueva y honesta vida, por lo que decidieron imponerle un arresto domiciliario en Cuenca en casa del clérigo Reolí. Mientras, en Iniesta, la familia de Pedro, una de las más poderosas de la villa, comenzaba a tomar cartas en el asunto, empezando a conminar a los testigos que contra él habían declarado a rectificar bajo amenaza de muerte. De los muchos enemigos que tenía Pedro de Espinosa da muestra la acusación del fiscal de la Inquisición Diego del Castillo Osorio, pues en su escrito venía a recopilar las numerosas delaciones anónimas de sus vecinos.

Don Pedro Espinosa estaba casada con Luisa de Espinosa y su amante Catalina lo estaba a su vez con un sargento mayor de la plaza de la Coruña, Gabriel López de Iranzo, que había escogido la carrera militar tras tener que renunciar a la plaza de escribano del ayuntamiento de Iniesta. Las ausencias de éste último (según el fiscal hacía diez años que no pisaba el pueblo), la proximidad de los amantes que vivían en casas colindantes y la familiaridad entre ambos (Catalina había servido en casa don Pedro) abonaban el terreno de la relación. El caso es que esta relación conocida y pública se había consentido en Iniesta durante más de diez años. A decir de los vecinos, el primero que había tenido relaciones con la mujer y obtenido su virginidad había sido el padre de Pedro, el licenciado Pedro de Espinosa; luego un hermano llamado Gregorio, fruto de esta relación había nacido una niña muerta, que proveyó a la mujer de doscientos ducados para buscarle casamiento con el sargento mayor, y, por último, también tuvo trato carnal con la mujer el hijo de don Pedro, don Martín. A Pedro de Espinosa se le llamaba Simón el Mago, sin duda un apodo paternidad de algún clérigo, que le intentaba acusar del pecado de simonía, pues como hombre poderoso que era trataba de sacar réditos de su misión y oficio religiosos, de eso se le acusaba cuando había sido alcalde de la hermandad por los hijosdalgo. Aunque más bien el apodo podía tratarse de una confusión, pues seguramente la acusación era de nicolaísmo, es decir, su incontinencia sexual y amancebamiento como hombre de la Iglesia.

Pedro Espinosa defenderá el honor de su familia. Torpemente en el caso de su hermano Gregorio; firmemente a su padre, quien con setenta años difícilmente podía desflorar doncellas y a su hijo, que con siete u ocho años no tenía edad para ser amante de Catalina. Las pendencias que como alcalde de la hermandad tuvo en su tiempo respondían al ejercicio de su oficio. Pero era innegable la familiaridad de los Espinosa y Catalina. También las complicidades, incluso el marido Gabriel López de Iranzo no parecía sentirse especialmente unido a su mujer Catalina, olvidando sus obligaciones matrimoniales e inmerso en lo único que parecía importarle:su carrera militar. Don Pedro Espinosa le había conferido la educación militar de su hijo, que de la compañía del sargento mayor por las villas de San Clemente y Madrid, acabaría como militar y casado en la plaza militar de Cartagena.

Don Pedro Espinosa conseguirá ablandar a los inquisidores que decidirán dejarlo libre el 19 de octubre de 1613, aunque en su libertad ha pesado más la acción del vicario Tapia, que ha decidido alejar de Iniesta, desde el mismo inicio del proceso inquisitorial, a Catalina hasta la villa de Belmonte, distante dieciséis leguas, con la excusa que iniciaba un periplo en busca de su marido.

Nos ha quedado una carta manuscrita y firmada de Catalina Martínez del Pozo. Una mujer que sabía escribir, era una mujer culta como para ser considerada una simple barragana. Casada con un militar ausente del domicilio conyugal, era una mujer engañada por su marido que gozaba de la compañía de otra. El único pecado que se le podía acusar era el de no aceptar pasivamente su situación. Cuando a finales de mayo acepta encaminarse a Belmonte en busca de su marido es consciente que no ha de verle nunca, pues hace tiempo que el matrimonio está roto, y Gabriel López de Iranzo, hombre bien relacionado en el Consejo de Guerra, piensa más en su carrera militar que en enterrar sus aspiraciones personales en un pueblo de la Mancha. En su carta, Catalina es consciente de la situación y  con su alejamiento solo pretende ayudar a su amante Pedro de Espinosa (como hará cuatro meses después con una información de testigos dando fe que no se ha movido de Belmonte). Irónicamente pide al Inquisidor licenciado Quiroga que haga lo posible por recomponer su matrimonio que sabe imposible

Porque vuestra md. vea que no le engaño ni hacer otra cosa sino lo que me mando con gran gusto y boluntad, aunque tullida en esta cama envío al portador que es deudo de grauiel lópez mi marido que uiene de granada y es mayordomo del señor oydor uelarde el qual a bisto al dicho mi marido en toledo que dende donde tiene su comisión uino allí y le pidió me sacase de aquí y como él tiene en su casa su muger  que ansi la llama dice no se rresoluió a más de darme  buenas esperanzas y enuiarme unos pocos dineros, suplico a vm. pues esto es así y tanto bien me hará vm. por un solo dios le suplico a vm. que antes que se uaya de allí que es en yeuenes o orgaz vm. por los medios que pueda le mande venga a hacer vida conmigo o me llebe consigo porque no deseo otra cosa sino estar con él y quitarme de que me leuanten testimonio= quien hace md. a mi marido es don diego brochero del consexo de guerra en madrid dios guarde a vm., de yniesta mayo 20 de 1613 años
Catalina Martínez del Pozo

La marcha de Catalina hacia Belmonte no tiene lugar hasta finales de agosto de 1613. Acude allí, llevada por el propio Pedro de Espinosa, que ha conseguido abandonar su arresto domiciliario en Cuenca por unos días. Allí permanecerá hasta enero del año siguiente. Pero una relación que nacía de la libre voluntad de las partes no podía ser anulada a golpe de decreto por los Inquisidores. Libre definitivamente  a mediados de octubre don Pedro acudiría inmediatamente hasta Belmonte a ver a Catalina; la sinceridad del amor de la pareja podía más que las penas y murmuraciones de una sociedad cerrada y hostil.


(continuará)


2ª parte

3ª parte




Archivo Histórico Nacional, INQUISICIÓN, 1922, Exp. 12. Proceso criminal contra Pedro de Espinosa, familiar del Santo Oficio de Iniesta, por amancebamiento con Catalina Martínez del Pozo. 1613-1615

lunes, 25 de julio de 2016

Una página de sucesos en la villa de El Peral (1501)

Mondéjar, Espinosa, Bustamante... son apellidos que nos aparecen en esta página  de sucesos, que refiere las disputas entre los vecinos de la villa de El Peral, pero que transcenderán este marco local y con el tiempo darán nombre a familias principales de Villanueva de la Jara o Iniesta. Aquí Juan Bustamante se presenta ante la justicia de la Santa Hermandad y el gobernador del Marquesado de Villena como víctima de la agresión de dos jóvenes de su pueblo, pero las pesquisas judiciales desentrañaron los odios familiares que había detrás de un apaleamiento en el camino de Iniesta, para convertirle a Juan de Bustamante como inductor de esa violencia, usando a un tal Pedro de Espinosa.



Don Fernando e doña Ysabel, ecétera; a vos los alcaldes e otras justiçias e juezes qualesquier de la villa del Peral, e a cada uno de vos, salud e graçia: sepades que Juan de Bustamante, estante en esa dicha villa nos fizo rrelaçión por su petiçión diziendo que puede aver quinze meses poco más o menos tienpo que yendo él desde Villanueva de la Xara a la villa de Hiniesta le salieron al camino Diego de Mondéjar, hijo de Alonso de Lázaro, e Tomás, hijo de Juan de Montilla, veçinos de la dicha villa del Peral, e diz que le dieron çiertas feridas e lançadas e le dieron por muerto en el dicho camino, de lo qual el diz que se quexó a los alcaldes de la Hermandad de la dicha villa de Yniesta en cuya jurisdiçión diz que fue cometido el dicho delito, los quales diz que condenaron a pena de muerte a los dichos delincuentes e ansimismo diz que acusó criminalmente ante el nuestro gobernador del Marquesado de Villena a Juan de Mondéjar hermano del dicho Diego de Mondéjar, por cuyo consejo e mandado diz que los susodichos le dieron las dichas feridas e que estando pendiente el dicho pleito, el dicho Juan de Mondéjar apeló de çierto mandamiento que el dicho gobernador dio e que en seguimiento de la dicha apelación el dicho Juan de Bustamante fue ante los alcaldes de nuestra corte e chançillería que está e rresyde en la çibdad de Çibdad Real e que estando en ella vos los dichos alcaldes enviastes una carta rrequisitoria para las justiçias de la dicha Çibdad Real para que prendiesen e enbiasen preso a esa dicha villa del Peral al dicho Juan de Bustamante diziendo el aver sido en dar fauor e ayuda a un Pedro de Espinosa para que diese de palos a Alonso de Lásaro, padre del dicho Diego de Mondéjar, lo qual diz que no fue asy ni él fue en dicho en espera en consejo dello, antes diz que quando pasó el venía de camino por aquel lugar donde acaesçió, a cabsa de lo qual diz que le avéis tenido preso en esa dicha villa un año ha e más tiempo e que como quiera que por él vos ha sido pedido e rremitido concluyáis el dicho proçeso e determinéys en él lo que hallaredes por justiçia diz que no lo avéys querido faser, más diz que avéys dado e days en él grandes dilaçiones por ser como diz que soys vosotros y el çensor que en la dicha cabsa entiende y el escriuano ante quien pasan todos parientes y amigos de los dichos delincuentes e del dicho Alonso Lásaro e porque los perdone e no acuse el dicho delito en lo qual diz que sy asy ouiese de pasar él rresçibirça mucho agrauio e daño, por ende que nos suplica e pedía por merçed çerca dello el rremedio con justiçia e como la nuestra merçed fuese e nos touimoslo por bien, porque vos mandamos que luego veades lo susodicho e llamadas e oydas las partes aquí atual breue e sumariamente no dando logar a luegos e dilaçiones de maliçia salvo solamente la verdad sabida, fagades e administrades çerca dello a las dichas partes en cuyo cunplimiento de justiçia por manera que ha ellos aya e alcançe e por defecto della no tenga cabsa ni rrasón de se nos más venir a quexar sobre ello con apeçibimiento que vos fasemos que sy asy no lo fiziéredes o cunpliéredes o alguna escusa o dilaçión en ello pusiéredes enbiaremos persona de nuestra corte a vuestra costa y faga e cunpla lo en esta nuestra carta contenido e los unos ni los otros .... dada en Granada a quatro días del mes de março de i (mil) di años 



Archivo General de Simancas, RGS, LEG, 150103, 216. Comisión a los alcaldes de la Chancillería de Ciudad Real. 1501

sábado, 23 de julio de 2016

El honor de los Zapata (1653-1654)

Por Don Juan Zapata de la Fuente, teniente de Alcaide y Guarda Mayor con voz y voto en el ayuntamiento y con preeminencia de entrar con espada y anteceder en asiento al Regimiento, por lo que le toca y como padre familias de Doña María Zapata, baxo de su patria potestad, se proponen los fundamentos que irán declarados para la determinación de la causa criminal contra Don Pedro de Agüero y Zéspedes por los delitos de quebrantamientos de su casa, desflorado y auido la virginidad de su hija

Así comenzaba el alegato de don Juan Zapata en defensa del honor de su hija. Acompañaba toda una serie de alegaciones de jurisconsultos con sentencias latinas, para defender el buen nombre de su hija. Una doncella virtuosa, honesta y recogida, hija de principales padres y además muy hermosa. Un lenguaje jurídico tan enrevesado nos oculta los detalles de una relación amorosa bastante ardorosa, pero que don Pedro Agüero no consideraba lo suficiente para atarle de por vida.

El quebrantamiento de la morada de doña María Zapata era un hecho conocido por varios testigos, pues las visitas de Pedro de Agüero eran continuas. Incluso el padre, don Juan Zapata lo reconocía: una primera insinuación de don Pedro hacia doña María había tenido lugar en el convento de carmelitas durante la festividad de San José de 1652. Doña María iba acompañada de su hermana doña Juana y de su madre; sentado a su lado, don Pedro había asido la mano de doña María por debajo de un manto y hecho las primeras proposiciones deshonestas. Después se había personado en su casa una noche y tras lanzar unas piedras a la ventana donde dormía María con su hermana, éstas habían facilitado el acceso a la vivienda del joven Pedro, que convirtió estas visitas nocturnas en asiduas. La complicidad de los dos jóvenes era clara, mal que le pesara al padre de doña María. En los fundamentos de derecho presentados contra don Pedro se reconocía la posibilidad de haber encontrado la puerta abierta y que las visitas a las casas se hiciera a la vista de muchos testigos; al fin y al cabo, era notorio en el pueblo y objeto de murmuración estas visitas y los flirteos de los dos jóvenes. El quebrantamiento de morada, más que intrusión en casa ajena, se presentaba como impelida por los deseos que don Pedro tenía de aprehensión de la joven.

Las visitas continuas de don Pedro a doña María acabaron lógicamente con el embarazo de la joven de 19 años. La belleza, que no debía estar reñida con la honestidad de la joven, era un agravante más de los hechos, que se unía a la nocturnidad de los accesos a la casa de los Zapata, que habían llevado a la pérdida de virginidad de la doncella.

Y fue tan cuerda (doña María), que para prevenir y excusar los muchos peligros y males que podía resultar de la dilación en la satisfación que deve dar; dicho don Pedro se valió de la authoridad y amparo de la justicia por la continuación a horas y tiempo nocturno, que hacía dicho don Pedro y de qualquiera mínima frecuencia que se hace de noche en una casa se sigue injuria al señor della

Se acusaba pues a don Pedro de valerse de su cargo de concejil en la villa para cometer su delito. El delito de estupro venía reconocido tanto por el deseo de aprehensión de don Pedro como por la consideración de la mujer como simple objeto o sujeto pasivo, sin voluntad propia para oponerse a los deseos del amante

Y que el dicho don Pedro estuviese entendido y reconocido de las partes y calidades de doña María no se puede dudar, pues auiendose ajuntado con ella, quedó elegida y obligado a correspondelle con satisfación igual... y si se pudiese considerar voluntad en doña María...

quedaba exenta de toda responsabilidad por la misma condición de sexus fragilitatem, pues toda virgen engañada por la persuasión de las palabras amorosas y de falsa palabra de matrimonio se presume siempre a dejarse seducir, y doña María non potuerat sperare vulgaria beneficia del dicho don Pedro , sino que le había de satisfacer con su persona

non licebat earum stuprare propter sexus fragilitatem... et virgo semper presumitur seducta


Pero el delito no radicaba tanto en el acto de estupro, sino, dada la importancia de este concepto en el barroco, en la mancha que tal delito suponía para la honra de la familia. En virtud de la deshonra que reciben los padres en perjuicio de su apellido familiar, les es lícito acusar de los agravios e injurias, fruto de los imprudentes actos de la hija.

La pérdida de la honra, unida a la tipificación de los delitos de quebrantamiento de la casa y el estupro, estaba castigada con la pena de muerte (sit mortis). Varios testigos corroboraban los hechos, contando únicamente don Pedro con el apoyo de una criada; Francisca González, que había asumido el papel de alcahueta en la relación.

El asunto acabaría en la Chancillería de Granada y don Pedro Agüero encarcelado, sin que sepamos si finalmente accedería a casarse con doña María, única vía que tenían los Zapata para limpiar el honor de la familia.


AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 83/2. Juan Zapata contra Pedro de Agüero Céspedes por embarazo de su hija bajo falsa palabra de matrimonio. 1653-1654

martes, 24 de noviembre de 2015

Un caso de estupro en Casasimarro (1655)

Uno de tantos documentos conservados en el Archivo Histórico de San Clemente es una carta requisitoria de Tomás de Céspedes, alcalde ordinario de Casasimarro, en el proceso seguido en 1655 contra un vecino del  pueblo, Gil Martínez. Son varios los juicios conservados en el archivo por el mismo motivo, la acusación de mantener relaciones bajo falsa palabra de matrimonio y que acababan con el embarazo de la mujer, en este caso, Teresa Zapata.

Hacía poco mas de un año, en 1653, que el lugar de Casasimarro había conseguido el título de villa y sus justicias disponían de la primera instancia. Éste debió ser uno de los primeros casos del alcalde ordinario de la nueva villa, si no el primero. Se estrenará despachando un mandamiento requisitorio a las justicias de otros pueblos para prender al ultrajador de la honra de la pobre Teresa.

Así nos exponía el caso el alcalde ordinario de Casasimarro,

ante mi y la mi abdienzia pende y se trata pleyto criminal contra gil martínez manzebo vezino desta dicha villa por querella contra él dada por doña ysabel nabarro bibda del doctor zapata, por teresa zapata su hija vezinas desta dicha villa sobre decir que el dicho gil martínez solizitó a la dicha teresa zapata ofreziéndole palabra y mano de casamiento en fuerza de la qual la susodicha le entregó su honra y virginidad y sobre el quebrantamiento  de la casa de la dicha doña ysabel nabarro y lo demás deduzido en el prozeso y abtos del dicho pleito, la qual querella fue admitida por la justicia de la villa de villanueva de la xara ante quien se dio que entonzes lo hera desta villa como su aldea y las susodichas dieron sumaria información de lo contenido en su querella y abiendo resultado por ella culpado el dicho ginés martínez fue mandado prender y se prendió y puso puso (sic) en la carzel real de la dicha villa de villanueva de la xara y se le tomó su confesión y estando la cabsa en este estado el susodicho hizo fuga de la dicha carzel y no a cumplido a la dicha teresa zapata la palabra de casamiento que le dio ni a podido ser avido para le apremiar a que la cumpla y aviéndose me dado noticia que la dicha teresa zapata estaba preñada acudiendo a la obligazión de mi ofizio y buena adminstrazión de justizia hice parecer ante mí a la susodicha y con juramento que en forma de derecho hizo declaró estar preñada y ser del dicho gil martínez que revalidándole la palabra de casamiento que le tenía dada y dándosela de nuevo con juramento la tomo a conocer carnalmente de que se hizo preñada.

Las acusaciones de doña Isabel Navarro contra Gil Martínez en defensa del honor de su hija, cuya virtud hemos de suponer por su mismo nombre, Teresa de Jesús, se intentaba apoyar en el testimonio de un vecino de Casasimarro, Pedro Rodríguez, que no siempre dejaba en buen lugar la honra de Teresa, sembrando las dudas primero, reafirmando la virtud de la doncella después y  finalmente dejando pocas dudas de la permisividad de las relaciones:

dijo que de un año a esta parte este testigo a visto entrar algunas bezes en casa de la dicha doña ysabel navarro al dicho xil martínez y otras siendo alcalde este testigo le halló dentro de dicha casa y que el dicho gil martinez le dezía a este testigo como trataba carnalmente con la dicha teresa navarra y en particular que abrá como un año poco más o menos que este testigo andando una
noche de ronda halló al dicho gil martínez y teresa de jesús juntos sentados en el suelo en unos paredazos que están zerca de los corrales de la casa de alonso moreno vezino de este lugar y que sin embargo de que el dicho gil martínez dezía a este testigo como la conocía y trataba carnalmente la susodicha lo negaba y lo niega este testigo averlo sido de que el dicho gil le aya dado palabra de casamiento a la susodicha porque no sabe quitar palabra le aya dado un pasado otra cosa más de lo que deja dicho y que la tiene por doncella de virtud y buenas calidades ...y más dize que preguntando este testigo al dicho gil le dijera que qué horden tenía para dormir con la dicha teresa le respondía que una de las hermanas que con ella dormían se pasaba a la cama de las otras y el dicho gil martínez y teresa se quedaban en un colchón solos.

La relación de los hechos nos muestra permisividad hacia una relaciones sexuales prematrimoniales, conocidas por todo el vecindario y, hemos de pensar, toleradas por la propia madre, que no podía permanecer ciega ni sorda a lo que pasaba entre las cuatro paredes de su casa y más cuando las relaciones se praticaban en presencia de sus otras hijas. En descargo de la madre hemos de decir que su tolerancia debería estar motivada por la propia necesidad, qué alternativa tenía en una sociedad tradicional una viuda con varias hijas a cargo y ningún varón. El acusado, presentando por el alcalde más como un joven agraciado que como un rufián, con su juventud y dotes no tendría obstáculos en hacerse un hueco en la familia:

que es un mozo alto, moreno, enjuto de hasta veinte y tres a veinte y quatro años.

...pero una cosa era el entretenimiento y otra atar su vida a un  matrimonio incierto.

 FUENTES:

AMSC. CORREGIMIENTO.  Leg. 95/53. Carta requisitoria del alcalde ordinario de Casasimarro para prender a Gil Martínez que ha ultrajado a Teresa de Zapata. 30 de abril de 1655
AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 39/30. Real Cédula concediendo la independencia jurisdiccional civil y criminal de Villanueva de la Jara a Casasimarro, así como el título de villa. 1653