El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

viernes, 18 de septiembre de 2015

El servicio de millones y el corregimiento de San Clemente

A fines de 1590, el licenciado Antonio Pérez de Torres toma posesión del oficio de corregidor de las diecisiete villas, con cabeza en San Clemente. Este corregimiento es el resultado de la división cuatro años antes de la gobernación de lo reducido a la Corona del Marquesado de Villena en dos partidos con capitales en Chinchilla y San Clemente. La causa que había originado la división, la ingobernabilidad de un territorio extenso, seguía siendo la norma en 1590. Poco se había avanzado desde que el 20 de noviembre de 1586 hubiera llegado a San Clemente el primer corregidor, Francisco de Castilla, en sustitución del último gobernador, Mosén Rubí de Bracamonte.
El licenciado Antonio Pérez de Torres sucede en el corregimiento a su padre, Melchor Pérez, que había fallecido sin poder llevar a cabo el principal objeto de su mandato: el establecimiento en estas tierras de una nueva imposición fiscal otorgada por el Reino, el servicio de millones.
El primer servicio de ocho millones de ducados, concedido por escritura de 4 de abril de 1590, se habría de pagar a razón de 500 millones de maravedíes anuales durante seis años. Su razón inmediata radicaba en la necesidad inmediata de cubrir gastos tras el desastre de la Armada Invencible. Aunque este servicio sería conocido por las sisas sobre los cuatro productos básicos (vino, aceite, carne y vinagre), ahora la decisión de su recaudación y los arbitrios señalados se deja en manos de los concejos. La naturaleza de estos arbitrios nos acercará a la realidad de las diecisiete villas  y cómo solventaron los enfrentamientos de las oligarquías dominantes en los pueblos.
Las cifras del repartimiento del servicio de ocho millones nos muestra el peso económico de las villas, llamando la atención la aportación de Villarrobledo, por dos hechos: su menor aportación contributiva respecto a San Clemente, y su integración en el corregimiento de San Clemente como distrito fiscal de rentas del Reino. Algo que desaparecerá con la consolidación de un distrito de millones con cabeza en Cuenca, que hablaba en Cortes por su obispado.
El repartimiento entre las villas supuso la siguiente contribución anual:

  • San Clemente: 825440 maravedíes
  • Villarrobledo: 493627 maravedíes
  • Las Mesas: 45332 maravedíes
  • El Pedernoso: 49412 maravedíes
  • Las Pedroñeras: 101500 maravedíes
  • Santa María del Campo Rus: 289800
  • Cañavate: 209033 maravedíes
  • La Alberca: 104290 maravedíes
  • El Peral: 52320 maravedíes
  • Barchín: 98378 maravedíes 
  • Villanueva de la Jara: 594000 maravedíes
  • Tarazona: 126866 maravedíes
  • Quintanar: 132000 maravedíes
  • Iniesta: 801433 maravedíes
  • Minglanilla: 71016 maravedíes
  • Montilla: 260726 maravedíes
  • Vara del Rey: 121595 maravedíes
Un total 4376768 maravedíes cada año en el conjunto de las 17 villas para un total de 500 millones de maravedíes aportados por el conjunto del Reino.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Los Tébar y los Origüela

Si hay un personaje de la historia de San Clemente que resulta enigmático y atractivo por su desconocimiento, ése es el doctor Cristóbal de Tébar y Origüela. Su fortuna patente en la donación doble que hizo para el establecimiento de la Compañia de Jesús en San Clemente está por descifrar. Pero si que podemos avanzar en su genealogía.
En 1455 se avecinda en San Clemente Pedro Sánchez de Origüela, procedente del Castillo de Garcimuñoz. Ya hemos tratado su orígen converso y la prolífica descendencia que dejó. Responsable de esa múltiple descendencia fue uno de sus hijos: Pedro. Del mismo nombre y apellidos que su padre casó dos veces. La primera vez con Elvira López Tendero, de quien tendría cinco hijos. El primogénito seguiría la saga familiar, casando con María Galindo, natural de Santa María del Campo. De ahí que toda la descendencia (que conducirá a Pedro González Galindo y los Piquinoti) sería conocida por el nombre de los Galindos en el pueblo.
Pero Pedro casaría una segunda vez con Ana de Tébar. De este matrimonio nacerían seis hijos. El mayor sería Cristóbal de Tébar y hay otro llamado Gonzalo. De un Gonzalo de Tébar, creemos que de una generación posterior procederían tanto el doctor Cristóbal de Tébar como Diego de Tébar,fruto de un matrimonio de Gonzalo de Tébar con María de Araque, aunque en las  informaciones de testigos de su hermano Melchor la madre aparece como fulana Valenzuela. La razón es que el nombre completo de la madre era María de Araque Valenzuela. El matrimonio tuvo cuatro hijos: Diego, el doctor Cristóbal Tébar, Melchor y un cuarto hermano del que no tenemos noticias.
Diego de Tébar emigraría en 1569 a las Indias, donde sería alguacil de la Audiencia de Lima. Casaría con Mariana Aldana y Oviedo, natural de Almagro, y tendrían tres hijos. Cristóbal, nacido en 1577, moriría de la peste adolescente, fue admitido a primera probación en la Compamñía de Jesús. Pedro, nacido en 1578, sería conocido como fray Pedro de Tébar, fraile franciscano, calificador del santo oficio y confesor real, alcanzaría fama como predicador y teólogo. María, nacida en 1584, casaría con Pedro González Galindo. La hija de ambos casaría con el banquero genovés  Francisco María Piquinoti.
Los tres hijos nacieron en América. Fray Pedro de Tébar llegaría a España en 1602, aunque desconocemos si esa sería la fecha de llegada  del resto de la familia.
Pero el doctor Cristóbal de Tébar sigue siendo un desconocido,al menos de momento.

Francisco de Astudillo Villamediana, una rectificación

Hasta ahora pensábamos que Francisco de Astudillo Villamediana, tesorero de rentas reales del Marquesado de Villena, vecino de San Clemente,había vivido 77 años, desde su nacimiento en 1602 hasta la fecha de su muerte el 20 de septiembre de 1679.
El hallazgo de una copia del testamento nos da a entender que quien murió en esa fecha fue su hijo del mismo nombre y apellidos. Francisco de Astudillo Villamediana hijo fue regidor perpetuo de San Clemente y gentil hombre de boca de Su Majestad. Asī sobrevivió a su padre, del que desconocemos la fecha de su muerte.
Aunque ampliaremos los datos, podemos decir que la saga de los Astudillo, está formada por el abuelo Francisco de Astudillo y el hijo y el nieto de segundo apellido Villamediana.
Creemos que la fortuna del abuelo se forjó con alianzas familiares como los Rodríguez Garnica, pero también por una håbil alianza con Bernardo Remírez de Oropesa, regidor de San Clemente, y su mujer Ana de Santa Cruz, que había tenido como primer marido a Alonso Gonzålez de Santa Cruz (prestamista de la villa de San Clemente y albacea testamentario  del licenciado Pedro González Galindo, padre de otro de nuestros protagonistas).
Sabemos que en 1679, la calle donde estaban las casas de la familia, ya se llamaba o era conocida como de Astudillo. Así, si ha persistido el nombre, nos replanteamos donde estaba la calle de la Amargura, que confundíamos con la actual de los Galindos.

domingo, 13 de septiembre de 2015

San Clemente, 1553 (IV)

 (Cont.) Es el 26 de julio y en apenas cuatro días los agresores han revertido la interpretación de los hechos. Los partidarios del alcalde ordinario  Hernando de Montoya renunciarán a buscar la justicia del la mano del alcalde mayor doctor Cordobés. Al unísono, Hernando de Origüela, Francisco de Origüela, Juan González de Garnica y Gonzalo de Tébar recusarán al licenciado Cordobés, al que acusan de amistad y parcialidad con los agresores y de pusilanimidad en el ejercicio de la justicia en el Marquesado, permitiendo los desacatos y la impunidad del bando de Francisco Rosillo. Hernando de Montoya y Pedro de Montoya darán su poder al procurador Tristán Calvete para que se querelle ante el Consejo Real, que nombrará juez de comisión para entender en el caso. El elegido es el licenciado Cisneros que ya está entendiendo en el pueblo por el caso de las heridas causadas al vicario del Provencio. Desconocemos el resultado final de su comisión. Ahora bien, sabemos que al año siguiente los Origüela se hallan inmersos en nuevos procesos inquisitoriales. El acusado es Hernando Origüela, uno de los protagonistas del año 1553.
Tanto la familia Montoya, como los Origüela y los Tébar, tenían un tronco familiar común y una misma procedencia de Pedro Sánchez de Origüela, el primero de la saga que había llegado a San Clemente en 1455. El rechazó que provocaba el acceso de esta familia a los oficios municipales ya les había llevado a enfrentarse con la oligarquía local hacia 1515. Sus adversarios siempre sacaron a relucir su origen converso para frenar sus aspiraciones.
Destacamos entre los protagonistas de esta historia a Gonzalo de Tébar. Pensamos que estamos ante el padre del doctor Cristóbal de Tébar, fundador de la Compañía de Jesús en San Clemente, y también de Diego de Tébar, que, emigrado a América, sería el padre de María de Tébar y Aldana, mujer de Pedro Gonzålez Galindo.
La cainita enemistad que a esta familia guardaron los Rosillo pervivirá cien años más. Pero el dinamismo de la sociedad sanclementina a mediados del quinientos era imparable, como lo era el acceso de nuevos grupos al poder local. La minuciosa mención de nombres de protagonistas de este suceso de 1553 es intencionada, todos ellos serán protagonistas de la historia sanclementina del próximo siglo. Solo habían permanecido ajenos al conflicto los Castillo y los Pacheco, presos en las disputas sobre su hidalguía, que les recordaba sus orígenes conversos; los Herrero que empezaban a tener sus miras en la corte, y los Ortega, siempre cautelosos e inmersos en el acrecentamiento de su hacienda. Pero su neutralidad era engañosa, pues sus disputas por el control de la vida municipal era la causa directa del conflicto.

Fuente.
AGS. CONSEJO REAL. Leg. 132, fol. 6, foliado

San Clemente, 1553 (III)

(Cont.) La acción brutal de Francisco Rosillo y consortes había sido cortada por Pedro Garnica, que ha bajado de su casa semidesnudo, y su hijo Juan que les arremetieron con lanzas. Tras vencer la resistencia de Diego de Oviedo, se enfrentaron con Francisco Rosillo, Antón de Ávalos y parientes arrinconándolos en la puerta de la Iglesia. Pero a partir de este momento, y ante un alcalde mayor pasivo y expectante, los hechos se agravan. La gente del arrabal acude alertada al lugar de los hechos. Treinta hombres al grito de mueran, mueran los traidores arremeten en las inmediaciones de la Iglesia contra Rosillo y sus secuaces, pero también contra otros que o bien habían acudido a  ayudarles, como Antón Barriga, que recién llegado de Osa de Montiel, se encuentra en casa de Diego Pacheco, que le presta su espada para sumarse a la reyerta; o bien como Diego de Alfaro, Antón García o Ginés de Llanos se ven envueltos en los hechos, sin comprender la gravedad de la situación.
Encabezando los hombres del arrabal venían los Origüela al completo: Hernando de Origüela, Gonzalo de Tébar y su hermano Andrés González de Tébar, acompañados de sus respectivos hijos, Alonso Remírez y Pedro Sainz; también venían Francisco de Origüela y Alonso de Caballón, a los que se había sumado un Valenzuela de nombre Alonso. Su objetivo es linchar a los Jiménez y los Rosillo y así hubiera sido de no haber intercedido los clérigos abriéndoles la puerta de la iglesia. El joven Juan Rosillo que ha quedado rezagado es acuchillado hasta tres veces y salva la vida por la mediación del alcalde mayor al grito de paz, paz, paz. Atemorizados Antón García, Ginés de los Llanos  y Diego de  Alfaro consiguen refugiarse en la torre. Gonzalo de Tébar y Hernando de Origüela no pudiendo apresarlos, se dirigen a casa del regidor Francisco García, con intención de matarle pero está ausente.
Estos tres jóvenes alcanzarán en la segunda mitad del siglo una posición principal en el pueblo, en especial Antón García Monteagudo, pero esta noche únicamente les queda esperar en el interior de la torre a que se vayan los Origüela para descender con una soga de una ventana de la torre y ponerse en manos del alcalde mayor que los encarcelará por su propia seguridad.
Francisco Rosillo y los Jiménez, junto a su primo Antón Barriga permanecerán en la torre. Sus parientes desde fuera no descansarán para apaciguar los ánimos y buscar una salida. El joven Juan Rosillo es sacado de la cárcel bajo fianza 1000 maravedies y llevado a casa de su padre Francisco Rosillo el viejo para restablecerse de sus heridas. Diego de Oviedo pacta con el alcalde mayor un arresto domiciliario que aprovechará para huir y no volver por la villa en algún tiempo. Por la noche se pactará asimismo una entrega ordenada de los refugiados en la torre.
La entrega tiene lugar a primera hora de la mañana. Los oficios religiosos de los clérigos, que sospechosamente son seguidos por una presencia inusual de feligreses, denunciados desde la torre por Francisco Rosillo como partidarios de Hernando Montoya. Son suspendidos los oficios y curas y feligreses expulsados de la iglesia. Únicamente permanecerá en la iglesia el presbítero Tristán Pallarés, es un hombre próximo a los Pacheco y a quien se ha encargado la mediación. Uno a uno se van entregando y depositando sus espadas, no sin antes protestar que su detención implica le violacion de la inmunidad conferida por el lugar  sagrado. Francisco Jiménez el mozo alega su condición de estudiante de la universidad de Salamanca para acogerse a esta jurisdicción privativa. Todos son llevados a la cárcel de la villa, donde gozarán de un régimen presidiario muy relajado. Las constantes protestas del representante de los Montoya, un Juan, pidiendo se les ponga a los presos cadenas y grillos y la vigilancia de cuatro guardias pagados si es necesario a su costa son aceptadas por el alcalde mayor sobre el papel, pero no se ejecutan en la realidad.
En la cárcel uno de ellos, Antón de Avalos representará a los demás en su defensa. Hábilmente hace una nueva lectura de los hechos. Se denuncia el nepotismo del alcalde ordinario Hernando de Montoya que rompiendo el tradicional reparto de las carnicerías en una equitativa distribución entre ricos y pobres y el respeto a la parte reservada a los regidores, pretende beneficiar en el reparto sus amigos el vicario del Provencio y al bachiller Avilés. Su arrogancia insultando a Francisco Jiménez, su falta de respeto a la justicia del alcalde mayor, su complicidad con los Origüela, responsables de los disturbios, y la violación del espacio sagrado de la iglesia.

jueves, 10 de septiembre de 2015

San Clemente, 1553 (II)

(Cont.) La situación creada se consideró tan grave que el juez licenciado Cisneros y el alcalde mayor aunaron voluntades con decisiones determinantes. Primeramente, se procuró aislar a los sediciosos encerrados en la Iglesia, con un cuerpo de guardia de veinticuatro personas armadas al mando del alguacil de la comisión del pesquisidor Cisneros. Ocho se situaron junto a la puerta de la Torre, cinco junto a la puerta de Santiago, cuatro en la puerta que miraba a la plaza, cinco más en medio de la plaza, en la obra nueva de la iglesia y, por último, otros dos en la esquina de la Iglesia que miraba al Real Peso. Los voluntarios no faltaron y allí estaban miembros de una misma familia como eran los Origüela y los Tébar o de otras familias, como los Oropesa o los Remírez de Caballón, que se prestaban a la colaboración con la justicia llevados de su odio a los Rosillo o simplemente del oportunismo de quienes buscaban un lugar junto a las clases dirigentes de la villa.
Se declara un auténtico estado de excepción en el pueblo; estableciéndose turnos rotatorios para las guardias de la iglesia, se prohíbe al resto de los veçinos portar armas y se ordena a los clérigos y tenientes de cura de la iglesia de Santiago, Tristán Pallarés y Hernando de Juera, que no den de comer ni beber a los internados en la torre. Sabemos que el segundo de ellos había ayudado a los prófugos a refugiarse en la torre.
Al día siguiente se pone en marcha todo el proceso judicial, supeditado al más estricto legalismo. Informe del cirujano Juan de Mérida, que certificó la gravedad de la herida de la cabeza de Hernando, informaciones de los testigos y secuestro de bienes.
La declaración del alcalde mayor, licenciado Cordobés, vino apoyada por el testimonio de su criado Lucas Méndez, y las minuciosas aportaciones de Cristóbal de Tébar y Hernando de Origüela, y, sobre todo, de la familia Garnica al completo, tanto del padre Pedro como de los hijos Juan y el menor de 15 años Cristóbal, que además de ser testigos de los hechos, desde su casa situada junto a la iglesia, habían sido determinantes para evitar el linchamiento de los Montoya.
Posteriormente se procedió al secuestro de bienes de los encerrados en la torre. De las relaciones de bienes sabemos que los prófugos eran hombres con haciendas ricas, sin ser las principales del pueblo. Sus casas se situaban junto a familias de primera línea de la villa. Diego de Avalos junto a Pedro Barriga, cuyo hijo Antón se había sumado a la reyerta, y a las de su enemigo Cristóbal de Tébar; Francisco Jiménez era vecino de uno de los hombres más ricos del pueblo, el licenciado Guedeja, y Juan Jiménez tenía sus casas lindantes con Pedro Caballón y los herederos de Rodrigo Ortega el rico, destinados a dominar la política local en la centuria siguiente.
La fuente de su riqueza se fundaba en las dos actividades principales de la economía sanclementina: las viñas y el ganado. Francisco Jiménez poseía en el momento de secuestro de bienes 1000 cabezas de ganado lanar y cabrío, 40 arrobas de lana prieta y 20 tinajas de vino de a 30 arrobas. Francisco Rosillo, 400 cabezas de ganado lanar, lo mismo que Juan López de Garcilópez. Ni qué decir tiene que se constituyeron en depositarios de los bienes secuestrados los familiares de los perseguidos.
Francisco Jiménez se prestaba a aumentar su hacienda con el monopolio conseguido desde San Juan de junio como abastecedor de carnicerías. Aquí empezaron las diferencias  con Montoya y Origüela, que de la mano de Hernando dominaban la alcaldía, algo que no aceptaban ni los Jiménez ni los Rosillo. De hecho, el incidente de las carnicerías tenía su origen real en que el acto de partición de la vaca había comenzado ante el alcalde mayor, pero en ausencia de Hernando Montoya, cuya autoridad como alcalde ordinario era ninguneada por sus adversarios. La figura del alcalde mayor licenciado Cordobés se nos presenta como una persona pusilánime en manos de los dos bandos del pueblo. En un principio las medidas que toma están determinadas por la presión de los Montoya: encarcelamiento de Francisco Jiménez el viejo y posteriormente de sus hijos y parientes, así como secuestro de bienes. Pronto la presión del otro bando le haría mudar su acción judicial. ¿Por qué estos vaivenes? El alcalde mayor se veía sobrepasado por la virulencia alcanzada por la lucha de bandos de la noche del 22 de julio de 1553.

martes, 8 de septiembre de 2015

San Clemente, 1553

Ayuntamiento, 1962
Aquel sábado 22 de julio de 1553 la villa de San Clemente viviría una jornada tumultuosa que destaparía los odios latentes tanto tiempo soterrados y que ahora estallaban por un trivial asunto de carnicerías.
Aquel año detentaban la varas de justicia Hernando de Montoya y Juan de Oma, alcaldes ordinarios. La justicia del Marquesado la detentaba el alcalde mayor licenciado Cordobés, que daba cierta presencia institucional a la Corona a falta de residencia de un gobernador, que había declinado tres años antes fijar su sede institucional en San Clemente.
Era hacia la una o dos del mediodía cuando Hernando Montoya y Juan de Oma veían como el cortador de las carnicerías Miguel Morillo procedía por orden de los dichos alcaldes a dar un trozo de vaca al criado del vicario del Provencio licenciado del Pozo. Fue entonces cuando ocurrió la acción inesperada de Francisco Jiménez, que pretendiendo cobrarse una deuda del vicario, arrebató el trozo de carne al cortador. El enfrentamiento entre Hernando Montoya y Francisco Jiménez fue inmediato.  Estos diablos le espetó burlonamente Hernando. No ay aquí diablos respondió Francisco. Baladrón le insultó Hernando, que obtuvo por respuesta el más baladrón soys vos. Francisco Jiménez fuera de sí provocó un auténtico alboroto voceando y haciendo caso omiso al licenciado Cordobés que acababa de llegar y le mandaba callar.Un decidido Hernando de Montoya pediría la prisión del alborotador, que sería ordenada por el alcalde mayor, bajo acusación de desacato y palabras injuriosas. La orden que ejecutó un temeroso Juan de Oma provocó la reacción airada de los familiares de Francisco Jiménez presentes allí, en especial la de su yerno Francisco Rosillo, que con la colaboración de Juan Jiménez, hermano de Francisco Jiménez, y en menor medida de Diego de Ávalos, también hermano de los Jiménez, y Juan López de Garcilópez inician una trifulca en el interior de las carnicerías donde a costa improperios y empujones consiguen soltar a Francisco Jiménez.
Pero no le faltaban voluntarios al alcalde Hernando Montoya para cumplir las órdenes que eran incapaces de ejecutar las autoridades. Allí se presentó uno de los Origüela, conocido como Hernando del arrabal, que por su cuenta y riesgo decidió apresar a Francisco Rosillo y ponerlo en manos del alcalde Juan de Oma para conducirlo a la cárcel. Lejos de amedrentarse Rosillo y Jiménez formaron grupo para rodear amenazantes a Hernando de Origüela, que impotente pedía favor a la justicia, mientras Juan Jiménez y Juan López de Garcilópez le arrebataban a Francisco Rosillo y lo conducían al cementerio anejo a la antigua iglesia de Santiago, donde, como lugar sagrado que era, la justicia no podía pasar.
Hasta la noche se vivió una situación de tensa calma, provocada más por el temor que se tenían los contendientes que por el respeto al lugar sagrado. Pero hacia las nueve de la noche, Hernando de Montoya, acompañado de su primo Pedro, decidió hacer una ronda por la plaza. La intención era detener a Juan López por ayudar a Francisco Rosillo, pero huye; decide pedirle al alcalde mayor que detenga a Francisco Rosillo, pues tiene una causa pendiente por desacato al alguacil mayor del Marquesado Juan Muñoz. Al volver a su casa, aneja a la iglesia, encuentra sentados a los perseguidos en unas piedras, sin duda destinadas a la construcción de la nueva iglesia de Santiago. El grupo estaba ahora formado por Juan Jiménez hermano  de Francisco, acompañados de los hijos del segundo, Francisco Jiménez y Antón de Ávalos, y del yerno Francisco Rosillo junto a  Juan, hijo de Francisco Rosillo el viejo. A ellos se había sumado, el escribano Diego Oviedo, Antón Barriga, y seguramente, pues poco después entrarían en la pelea, Diego de Alfaro,hijo de Alonso de Oropesa, y también Antón García Monteagudo. Es difícil saber si estaban o no en lugar sagrado en aquel espacio caótico que debía ser la plaza del pueblo, que iniciaba un proceso de remodelación arquitectónica. Ni parece que estos subterfugios jurídicos preocuparan a los Montoya, que fueron recibidos con burlones cánticos por los prófugos. Hernando de Montoya que había acudido con vara de justicia decidió el arresto de Francisco Rosillo. Es entonces cuando comienza la pelea por los Jiménez y Rosillo, que han desenvainado sus espadas. El primero en recibir un golpe en la cabeza es el joven Pedro de Montoya de veintiséis años, golpeado por Antón de Ávalos con el pomo de su espada. Pero la brutalidad se desata contra Hernando que recibe golpes y cuchilladas, hasta que una de ellas le rompe el casco, abriéndole una herida en la cabeza y dejándolo sangriento. La trifulca y las voces de Pedro Montoya pidiendo justicia atrae a los vecinos y al alcalde mayor Cordobés. Pero el grupo se mantiene desafiante: al que llegaré acá le mataremos, porfía Antón Dàvalos. Solo la acción del joven Garnica que armado con lanzón ha bajado de la casa que su padre tiene en la plaza del pueblo, cambia la situación. Aparece también el padre Pedro Garnica que durante media hora se enzarza en una pelea con el escribano Diego de Oviedo. La pelea solo acaba cuando aparece el alcalde mayor para poner fin a la riña.El grupo atacante aparece acorralado en el cementerio, pero en ese momento unos clérigos les abren la puerta de la Torre de la Iglesia. Allí se refugian los prófugos, salvo Juan Rosillo, hijo de Francisco el viejo, que es apresado antes.
La situación creada no había surgido de la nada. Algunos vecinos se quejaban de los desórdenes y clima de inseguridad que reinaba en el pueblo y en la comarca por la acción de bandos como los Rosillo. Es más, acusaban de pusilanimidad, cuando no de complicidad, al alcalde mayor licenciado Cordobés. Era sabido por todos, la amistad que le unía al escribano Diego de Oviedo. Además el Consejo de Castilla había nombrado un juez pesquisidor, el licenciado Cisneros, para un caso similar por heridas causadas al vicario de El Provencio. En palabras de Pedro de Tébar, se habían extendido los delitos contra las justicias de la comarca, especialmente por parte de Francisco Rosillo, y los desacatos contra el alguacil mayor del gobernador.


Imagen. Biblioteca Pública de Cuenca Fermín Caballero, Cartel de las fiestas de 1962

domingo, 6 de septiembre de 2015

Padrón de 1586: Marquesado de Villena

Tras una primera comisión en los años 1576  y 1577,  Rodrigo Méndez volverá de nuevo al Marquesado de Villena en 1586, justo el año de su desaparición, para hacer nuevas averiguaciones de las rentas reales de este distrito. Fruto de su labor es una información detallada de las rentas reales de doce ciudades y villas del Marquesado de Villena, incluidas sus aldeas, y sus correspondientes padrones de habitantes. Al igual que diez años antes se trata de poblaciones sin encabezar. La información de las rentas reales, y sus fraude, corresponde a los años 1579 a1584. Los de población, al año 1586.
Los padrones se hicieron por los alcaldes ordinarios bajo la supervisión de don Rodrigo Méndez e la hiçieron calle hita sin eceptuar ninguna.  La relación incluye viudas, hidalgos y clérigos y creemos que son de gran veracidad. Los datos detallados son los siguientes:

  • Chinchilla, 701 vecinos
  • Albacete, 1473 vecinos
  • San Clemente, 1547 vecinos
  • La Roda, 713 vecinos
  • Tarazona, 456 vecinos
  • Barchín, 267 vecinos
  • Almansa, 685 vecinos (sin clérigos, 649)
  • Sax, 114 vecinos
  • Utiel, 604 vecinos
  • Ves, 255 vecinos
  • Yecla, 623 vecinos
  • Carcelén, 201 vecinos
Los padrones nos ofrecen una información de la estructura social de los pueblos, estructura profesional y ocupación del espacio, sobre lo que volveremos próximamente.

FUENTE:
AGS. EXPEDIENTES DE HACIENDA. Leg. 202. Averiguaciones de rentas y vecindarios del Marquesado de Villena, 19 de mayo de 1586.

Población de 1631: San Clemente y partido

DOTACIÓN DE PRESIDIOS PARTIDO SAN CLEMENTE Y LUGARES DE SEÑORIO DE MÁS DE 100 VECINOS

 SAN CLEMENTE 30
 TIERRA DEL CASTILLO DE GARCIMUÑOZ 3
 MOTILLA 6
 ALARCON MUROS ADENTRO 2
 BARCHIN 3
 ARRABALES Y TIERRA DE ALARCON 9
 CAÑAVATE 4
 ZAFRA 3
 INIESTA 10
 MONTALBANEJO 3
 TIERRA DE INIESTA 5
 ALBALADEJO DEL CUENDE 4
 MINGLANILLA 1
 MINAYA 2
 VILLANUEVA DE LA JARA 12
 SANTA MARIA DEL CAMPO 4
 TIERRA DE VVA. DE LA JARA 12
 EL PROVENCIO 6
 VARA DEL REY 3
 MOYA 2
 SISANTE 2
 TEJADILLOS 1
 BUENACHE DE ALARCON Y SOLERA 4
TALAYUELAS 1
BELMONTE 7
 LAS MESAS 2
TIERRA DE BELMONTE 7
 EL PEDERNOSO 2
 CASTILLO DE GARCIMUÑOZ 5
 LA ALBERCA 3

El reparto que vemos se corresponde con la aportación de las villas y la agrupación de las aldeas de sus tierras. Se asignaba un soldado por cada 100 vecinos, que se correspondía con una pago de 60 reales por soldado.  A diferencia del censo de 1646, aparecen villas como Castillo de Garcimuñoz o Moya y faltan otras como Pedroñeras (tal vez los datos estén incluidos con el Provencio). El reparto de 158 soldados nos daría una cifra de 15800 vecinos, lo que nos acerca al descalabro de las dos décadas siguientes si lo comparamos con el dudoso censo de 1646.
Ahora bien, las dudas sobre este censo son muchas. Desgraciadamente, el censo de la sal, elaborado el mismo año de 1631, sólo nos da para las tierras del obispado de Cuenca datos globales, a diferencia de los singularizados de otras provincias; por lo que no podemos cotejar datos. Es más, aparte del redondeo para la asignación de soldados, la distribución es arbitraria.
Los datos de la villa de San Clemente están claramente abultados. No es la primera vez que ocurría, los 3000 vecinos son excesivos si se comparan con los 1610 vecinos más fiables de 1635. Creemos que San Clemente alcanzó su momento álgido de población hacia 1610, con 2000 vecinos, justo cuando otras villas como Albacete o Villarrobledo iniciaban la regresión, que en San Clemente se retrasaría dos décadas. La razón de este desigual comportamiento sería una mejor adaptación de San Clemente que supo diversificar su agricultura de viñedos mientras que Villarrobledo se encontraba atrapado en el monocultivo del trigo.
Una explicación de los 3000 vecinos de San Clemente es que el reparto se hacía por tierras y es posible que se dupliquen datos de pueblos de su mismo suelo como Vara del Rey o Sisante, aunque viendo los soldados  asignados a estos pueblos la cifra sigue siendo excesiva (tal vez no tan excesiva si se incluye en el recuento, como hace el censo de 1528, Minaya y la Roda). En cualquier caso, por testimonios de la época, se reconocía a San Clemente por su carácter de cabeza de corregimiento y de distrito de rentas, una población de hecho y transeúnte mayor a la que recogían los vecindarios. Sabemos que la villa de San Clemente protestó el reparto en Madrid.
FUENTE:

  • AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 149/34

Censo de 1646: San Clemente y partido

El vecindario de las ciudades, villas y lugares de Castilla existente en el archivo de Simancas recoge la población de la Corona de Castilla, fruto del recuento efectuado en 1646 para el reparto obligatorio del pago de juros. Aunque muy discutido en su veracidad por los historiadores, es una fuente que nos muestra el brutal descenso de la población por los esfuerzos militares exigidos a las villas con los reclutamientos militares de la dotación de presidios desde 1635 y las movilizaciones de hombres más intensas para la guerra de Cataluña desde 1640. A esto se sumaría la sangría fiscal y las malas cosechas y, un hecho que hasta ahora no se ha estudiado, y que ya debió tener su origen tras la expulsión de los moriscos en 1609:la emigración al reino de Valencia. Así lo reconocerá Barchín del Hoyo en 1647, presentándonos un pueblo recalcitrante para pagar la llamada composición de milicias, pues se reconoce que cada vez son más las familias que huyen al  citado Reino.


“Relaçión de la vecindad que tiene la villa de San Clemente, villas y lugares de su partido  así realengas y eximidas como de señorío y abadengo.
Por testimonio del corregidor consta que tiene 9669 vecinos.

  • Alberca.  151
  • Alarcón con sus aldeas. 361
  • Belmonte. 495
  • Bara del Rey. 315
  • Barchín. 180
  • Buenache de Alarcón. 340
  • Villarrobledo. 758
  • Villanueva de la Jara. 472
  • Cañavate. 137
  • Casimano (Casasimarro). 150
  • Gil García. 102
  • Honrrubia. 333
  • Hontanaya. 94
  • Ledaña. 115
  • Motilla con su lugar de Gabaldón. 500
  • Mesa (Las Mesas). 78
  • Madriguera.  137
  • Minglanilla. 105
  • Minaya. 243
  • Monreal. 44
  • Osa de la Vega. 304
  • Pedroñeras. 311
  • Pedernoso. 181
  • Peral. 53
  • Puebla de San Salbador. 56
  • Probencio. 289
  • Quintanar. 349
  • San Clemente. 961
  • Sisante. 272
  • Santa María del Campo. 267
  • Santiago de la Torre. 10
  • Tarazona. 373
  • Tébar. 175
  • Telaya (Atalaya de Cañavate). 90
  • Tres Juncos de Arce. 80
  • Villalgordo de Villarejo. 24
  • Villar de Cantos. 15 
  • Iniesta con sus aldeas. 698".

Para comprobar el descenso demográfico habría que consultar los vecindarios que para el reclutamiento militar se elaboraron en los años treinta y cuarenta, sobre todo el de 1635, por el que se pretendían armar a una octava parte de la vecinos, excluidos clérigos, viudas y menores de 16 años. Ese año la villa de San Clemente arroja un censo de 1610 vecinos.


Fuente:
  • AGS. CÁMARA DE CASTILLA. DIVERSOS. Leg. 23, doc. 1.