El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

domingo, 16 de diciembre de 2018

Las tierras de Alarcón en Iniesta


Los términos de Alarcón colindaban con los de Iniesta. Era la zona de la Ensancha, donde, sobre suelo de Alarcón, labraban las tierras los vecinos de Iniesta. La tradición, a la altura de 1528, se conjugaba con los intereses de la villa de Alarcón, que consideraba a los iniestenses como ocupantes de su suelo, y que debían pagar un canón por el cultivo de esas tierras. La Tierra de Alarcón había sido desmembrada por la exención de las villas después de la guerra del Marquesado. Las contribuciones fiscales de mediados del siglo XV ya nos muestran una Tierra desgajada (véase ANEXO I). El villazgo de San Clemente en 1445 había contribuido a ello, pero otros lugares como Barchín o Motilla del Palancar tenían sus términos definidos desde entrado el siglo XV. El amojonamiento de estos lugares después de 1480 por el licenciado Molina no dará lugar a disputas, más allá del conflicto entre Barchín y Alarcón por Valverdejo. Otros lugares como Gabaldón, arruinado y despoblado después de la guerra, cayeron del lado de Motilla. Pero los territorios del sur que se abrían a la izquierda de la ribera del Júcar y que llegaban a los mismos límites de Iniesta por el este y a los límites del obispado de Cuenca por el sur estaban más indefinidos. Alarcón no aceptó perder estos territorios acabada la guerra. Villanueva de la Jara, que había articulado su territorio en torno al río Valdemembra, intento crear un espacio amojonado propio, que chocó con las amplias dehesas que tenía el suelo de Alarcón y aquellas otras que habían caído en dominio señorial por donación y merced de los Pacheco.

El término de Villanueva de la Jara nos muestra, aún siendo el
croquis tardío, del Catastro de Ensenada, y ya eximidas algunas
aldeas por villazgos, la difícil articulación de un espacio propio
por el ,mantenimiento de los viejos derechos señoriales y de
Alarcón, tras el fin de la guerra del Marquesado.

Villanueva de la Jara y sus labradores conquistaron el espacio con la roturación de nuevos núcleos como Tarazona, Madrigueras, Quintanar o Gil García. Las casas de estas nuevas aldeas eran de Villanueva de la Jara (al margen de aquellas que se había reservado el marqués), los campos de Alarcón. Los pequeños núcleos de casas, simples quinterías, en algún caso, al finalizar la guerra se convirtieron en pueblos que multiplicaron la población a comienzos del siglo XVI; las casas se construían ya sobre el suelo de Alarcón, y, en algún caso, como en Tarazona, los mojones partían las casas. Pero todavía el suelo de Alarcón conservaba un área de tierras, labradas o por labrar, y sin población. No existían núcleos posteriores como las Casas de Santacruz; la explotación de la tierras se hacía por renteros desde Iniesta. Era lo que se conocerá posteriormente como la Ensancha de Alarcón. En estas tierras, los viejos derechos de la villa de Alarcón chocaban con los renteros de Iniesta, labradores de esas tierras y con los deseos de los Pacheco por hacerse con el excedente de sus cosechas.

Término de Alarcón, según el Catastro de Ensenada.
El croquis intenta reflejar las tierras de Alarcón en torno a la ribera
 del Jucar y la Ensancha, limítrofe,
 desde la cañada Calera, con Iniesta


Los viejos derechos de la villa de Alarcón se superponían a aquellos otros que el maestre Juan Pacheco había impuesto sobre los renteros. Sabemos del caso de los renteros iniestenses que labraban las tierras de Jorquera y parcialmente de la labranza de estos renteros en tierras de Alarcón, por los estudios de ORTUÑO MOLINA (1).  El conflicto surgía entre la explotación de las tierras en régimen de enfiteusis, más favorable a los labradores, que, a cambio de reconocer al marqués un derecho eminente sobre las tierras, disponían de la propiedad de facto de las tierras más allá de un canon fijo anual. o la alternativa más desfavorable, y deseo señorial, de imponer una renta anual revisable a los labradores de Iniesta, con el riesgo de ser considerados simples renteros de la tierra que labraban. En el caso de las tierras de Alarcón, vecinas de Iniesta (2), el maestre Juan Pacheo había impuesto un cahíz por cada quince cahíces cosechados como tributo a los labradores; hacía veinticinco años se decía, a contar hacia atrás desde 1488. Jurídicamente se consideraba que dichas tierras eran llecas y no propias del concejo de Alarcón, con lo que los Pacheco se arrogaban su propiedad. El primer tributo impuesto por los Pacheco fue cambiado en 1488 por un canon de cincuenta fanegas pagadas por cada uno de los labradores de la villa de Iniesta, que para entonces ya, desde los límites de sus términos, roturaban las tierras próximas a los términos e liecos de Madrigueras, casa de Gil García e en la cañada del Halcón y en la casa de la Vurrilla y en los otros liecos (3). Las cincuenta fanegas cobradas por el maestre don Juan Pacheco, fueron cedidas posteriormente a un criado suyo, llamado Pedro de Espinosa, aunque al finalizar la guerra del Marquesado, el hijo del maestre don Juan, Diego López Pacheco recuperó para sí tal derecho. Reabriéndose de nuevo el conflicto con los labradores de la villa de Iniesta. Creemos que la historiografía albaceteña sobrestima el proceso roturador al finalizar la guerra del Marquesado. Para nosotros, tal impulso roturador se vio muy constreñido en los años ochenta por unas sociedades rurales muy esquilmadas por el esfuerzo y destrucción de la guerra y, en cualquier caso, se sustanció en beneficio del desarrollo ganadero. El debate de finales de siglo se centró más en los deseo de los Pacheco de recomponer rentas. Para ello, el mejor modo de conseguirlo era considerar como llecas las tierras (susceptibles de usurpación, por tanto) del sureste de Alarcón, sobre el que la debilitada villa de Alarcón podía alegar derechos como bienes propios, pero no los labradores de Iniesta, cuya vecindad era en suelo de Cuenca y por tanto no podían alegar los derechos que les daba el fuero de Alarcón a la libre roturación de esas tierras, fundado en un derecho de presura (4). La roturación desmedida de tierras vino a comienzos de siglo y una vez que las sociedades rurales se sobrepusieron a la crisis alimentaria de comienzos de siglo y a la epidemia de peste que azotó la zona en 1507 y 1508. No negamos los impulsos roturadores de los años ochenta y noventa (5), pues las constataciones que tenemos es que los núcleos poblados al sur de Villanueva de la Jara comienzan a tener cierta entidad, llegando caso de Quintanar o Tarazona a los treinta vecinos cada una. Pero la verdadera explosión agraria y poblacional de la zona tiene lugar en la segunda década del siglo XVI, momento en que las aldeas jareñas triplican su población, las ruedas de los molinos del Júcar son incapaces de moler el trigo que les llega o familias como los Castillo se enriquecen con los préstamos a censo a los agricultores. Es difícil saber lo que pasó en la Ensancha de Alarcón, pero nos aventuramos a decir que los primeros intentos de roturación (algunos obligados por quienes huían de las represalias de los vencedores de la guerra) a partir de 1485, fue seguido, tras el impasse de comienzos de siglo, de una multiplicación de los procesos roturadores. Los pequeños labradores, incapaces de hacer frente a los cánones tributarios del marqués de Villena se vieron obligados a vender sus tierras, viviéndose un proceso de concentración agraria en apenas una veintena de propietarios que, posiblemente redujeran a la condición de renteros suyos a los pequeños labradores. Esa veintena de propietarios gozaba de suficiente excedente como para buscar un compromiso con el marqués. El resultado fue la búsqueda de un reconocimiento pleno de la propiedad de la tierra a cambio de un canon llevadero a don Diego López Pacheco. El gran perjudicado fue el concejo de Alarcón. Es solo una hipótesis de estudio, que ha de ser refrendada por las fuentes documentales, pero digna de plantearse.

Las disputas sobre el derecho de los labradores a labrar las tierras de Alarcón fueron sustanciadas en un primer momento por el juez de comisión Bartolomé de Santacruz en 1488, que reconoció el derecho de los agricultores iniestenses, pagando un canon de cincuenta fanegas de trigo por la labranza de los terrazgos y treinta maravedíes de cada yunta que labraren para los caballeros de sierra de Alarcón. La sentencia del corregidor Santacruz fue modificada por la Chancillería de Granada, que reconoció en 1526 a favor del concejo de Alarcón las cincuenta fanegas que pagaban los labradores de Iniesta al marqués. La presión del marqués de Villena y duque de Escalona obligaría a la villa de Alarcón a renunciar el 27 de marzo de 1528 a dicho tributo en favor del marqués.

El acuerdo, o imposición, a tres de 27 de marzo de 1528 fijaba que los renteros iniestenses se comprometían a pagar un máximo de seiscientos fanegas de cereal al marqués don Diego López Pacheco, la mitad de trigo y la mitad de cebada y centeno. Y en lugar de las cincuenta fanegas de trigo y camuña, los renteros de Iniesta debían pagar dos fanegas de trigo por cada par de ganado, yunta, que labrasen en dicho término de Alarcón. Dicho tributo se pagaba en concepto de renta, pero también como reconocimiento de derecho eminente del marqués sobre dichas tierras, pues se permitía el acceso a la propiedad de los renteros de Iniesta sobre las tierras que cultivaban, siempre que pagaran las mencionadas dos fanegas y que cualquier enajenación de tierras no se hiciera a forasteros. El concejo de Alarcón perdía el derecho de tanteo sobre estas ventas, reservado únicamente a enajenaciones a forasteros. Por otra parte, las tierras en litigio tenían la consideración de propios de Alarcón. Razón por la cual, la villa de Alarcón tuvo que renunciar ese 27 de marzo en favor del marqués al cobro del derecho de las cincuenta fanegas en sus nuevas formas, en aun artificio jurídico que reconocía su soberanía sobre su suelo, pero no sobre las rentas generadas por éste.

La negociación de este compromiso por parte del marqués la llevó Andrés del Castillo Quijano, su contador; hombre del que poco sabemos aparte del rechazo que provocó su deseo de hidalguía en 1539. Andrés del Castillo, asumió también la representación del concejo de Alarcón, posiblemente muy a pesar de la villa, y Hernán García, hijo de Mingo Juan, llevó la representación de los labradores de Iniesta.

El pleito se había iniciado hacia 1488. Mientras el pleito se quedaba muerto, los labradores iniestenses, por la vía de los hechos, en el primer cuarto de siglo, conseguían hacerse con el control de la explotación de las tierras sin hacer frente a sus tributos. Pero cuando el marqués de Villena decide cobrar estas rentas, la primera solución que adoptarán los vecinos de Iniesta será avecindarse en la villa de Alarcón, determinación que agradará al concejo de Alarcón, pero no tanto al marqués de Villena y menos al concejo de Iniesta, poco dispuesto a perder, aunque pocos, una parte de sus vecinos. El concejo de Iniesta fue el primero en buscar una salida de compromiso
les paresçía ser mejor e más útil e provechoso a la dicha villa e a los veçinos della averese de pagar una moderada suma e cantidad de pan por cada un par de mulas o bueyes o otra cualquier yunta que labraren en los dichos términos que no averse de pagar las dichas çinquenta fanegas 
Así el concejo de Iniesta se puso en contacto con don Diego López de Pacheco para buscar un compromiso, mandando como apoderado a Hernán García de Mingo Juan. La oferta de Iniesta fue pagar dos fanegas de trigo por cada yunta de labranza y treinta maravedíes para los caballeros de sierra de Alarcón. Hernán García de Mingo Juan representaba a un total de dieciocho labradores, que explotaban directa o indirectamente las tierras de los términos de Alarcón, en lo que luego se llamará la Ensancha. Conocemos sus nombres: Diego de Cubas, Pedro Clemeinte, Juan de Iniesta, Martín Merino, Alonso de Sotos, Alonso de la Jara el viejo, Alonso de la Jara el mozo, Juan Correa, Diego Mondéjar, Benito de la Jara labrador, Alonso de las Heras, Aparicio Sánchez de las Heras, Pedro Ruiz, Alonso del Soto, Pedro de la Jara el mozo,  Juan de la Jara yerno de Pedro de la Parra, Juan Clemeinte, Hernán García de Mingo Juan. Esta larga lista es significativa porque muestra cuánto había cambiado la situación en la Ensancha de Alarcón. Los viejos y múltiples renteros en la zona habían sido sustituidos por unos pocos labradores que cultivaban superficies más extensas y que habían conseguido una plena propiedad de hecho sobre las tierras. La vieja exacción feudal de los Pacheco sobre los renteros, que suponía una importante parte del excedente agrario, había devenido en la exigencia de un derecho eminente sobre las tierras de escasa tributación y que dejaba en manos de los labradores la enajenación de las tierras.

La concordia entre el concejo de Iniesta y el concejo de Alarcón y don Diego López Pacheco fue acordada por Hernán García de Mingo Juan en nombre del primer concejo y el contador Andrés Castillo en nombre de las segundas partes. Contenía siete capítulos:

  1. Los labradores de Iniesta se comprometían a pagar para Santa María de agosto al marqués de Villena seiscientas fanegas, mitad de trigo y mitad de cebada y centeno. Previamente la villa de Alarcón renunciaba a recibir las 1950 fanegas de trigo y comuña que tenía derecho a percibir por sentencia ejecutoria, al considerarse que los labradores egelestanos labraban tierras pertenecientes a los propios de Alarcón.
  2. Aceptación por ambas partes los treinta maravedíes por yunta con destino a los caballeros de sierra de Alarcón, que se habían dejado de pagar. Destacar que éste era un golpe más a una vieja institución. Los caballeros de sierra de Alarcón tenían su fuerza derivada de los desmesurada extensión de los propios de Alarcón. Un repaso de los nombres de los caballeros nos muestra que eran algo más que guardas de montes; a comienzos de siglo, los antiguos criados y caballeros al servicio del marqués encontraron nueva ocupación defendiendo los montes de la villa y garantizando el monopolio o control de la explotación de actividades como la grana o el paso de los ganados mesteños y locales. Ahora perdían una fuente de sus ingresos como perderían con el tiempo los ingresos derivados de los derechos ganaderos de borra. En realidad, la capitulación seguía reconociendo el derecho a favor de los caballeros de sierra de Alarcón y únicamente perdonaba a los labradores de Iniesta los treinta maravedíes por yunta que en los años pasados habían dejado de pagar. Pero es poco creíble que unos labradores que por la vía de los hechos habían dejado de pagar lo hicieran ahora en el presente y después en el futuro.
  3. Renuncia del concejo de Alarcón y de sus caballeros de sierra, así como del marqués de Villena y duque de Escalona a cualquier derecho pasado sobre los terrazgos labrados por los de Iniesta o derivado de las averiguaciones y probanzas hechas en el pleito entre ambas partes.
  4. Pago a partes iguales entre los litigantes de las costas del juicio mantenido en años pasados por los terrazgos.
  5. Sustitución del viejo tributo de cincuenta fanegas a pagar por cada uno de los labradores de Iniesta por una nueva imposición de dos fanegas de trigo anual por yunta y a desembolsar el quince de agosto: dos hanegas de trigo de terradgo e tributo de cada un año de cada un par de mulas o bueyes o de otra qualquier yunta con que labraren qualesquier partes de los dichos términos y que la den y paguen de buen trigo linpio e rreçibidero por el día e fiesta de Santa María de agosto de cada un año dentro de la dicha villa de Yniesta a la persona que el dicho señor marqués o sus subçesores nonbraren. Téngase en cuenta que se repartían de hecho seiscientas fanegas entre dieciocho labradores y nos haremos una idea de la entidad de los labradores iniestenses con más de treinta yuntas por cabeza. Pártase también de las antiguas 1950 fanegas pagadas a razón de cincuenta por terrazgo para deducir la cifra de alrededor de cuarenta renteros de antaño y el enorme esfuerzo roturador de la zona desde aquellos pocos labradores de 1488, cuyos nombres se nos han conservado. Es decir se pagaba mayor cantidad de trigo por labrador que antes, pero la superficie labrada por labrador era mayor y el tributo pagado en su montante global era un tercio de la renta antigua. Los iniestenses ganaban en el concierto, es poco imaginable que el marqués perdiera en el trato, así que hemos de concluir que el perdedor real en esta iguala desigual era el concejo de Alarcón. En la concentración y mayor superficie de los labrantíos (y en su extensión, pues se habla de la labranza de tierras llecas) desempeñó un papel fundamental la introducción de la mula, en sustitución del buey, en los campos. Aquí residía la clave del pleito: los múltiples tributos por la gran diversidad de terrazgos cultivados habían dado lugar a unos pocos labradores labrando grandes superficies y con mayor excedente en las cosechas. El número de terrazgos se había reducido drásticamente por las enajenaciones y concentración de propiedades entre los labradores iniesteneses y con ello la cuantía de tributos, aplicados por terrazgo. Los pagos tenían carácter retroactivo y se retrotraían a los años atrás de diferencias en el pleito mantenido.
  6. La ejecutoria de la Chancillería de Granada, que no había llegado a aplicarse y de la que desconocemos la fecha, reconocía las cincuenta fanegas pagadas por los terrazgos de Iniesta como propio de la villa de Alarcón y no renta del marqués. Ahora en la escritura de concertación, Alarcón renunciaba a tal derecho en favor del marqués, ahora convertido en nuevo derecho de dos fanegas por yunta.
  7. Derecho de los labradores a vender y trocar los heredamientos libremente, supeditado a dos condiciones: Las ventas no se ha de hacer a forasteros, salvo, en ese caso, que el concejo de Alarcón se reserve en los primeros treinta días siguientes a la venta y trueque un derecho de tanteo para comprar las heredades en transmisión.
La renuncia de la villa de Alarcón sobre los terrazgos no vendría hasta el 29 de marzo de 1528, cuando el concejo de la villa, reunido en sesión plenaria hizo renuncia formal a sus derechos ante el contador Andrés del Castillo. Uno por uno los oficiales de Alarcón aprobaron la escritura de transacción, conveniencia y capitulación de 27 de marzo de 1527 y ratificaron la renuncia a considerar los terrazgos como propios de la villa de Alarcón. La renuncia fue doble, pues se renunciaba a los derechos sobre el viejo suelo de la tierra de Alarcón en favor del marqués y se renunciaba a esa misma propiedad de las rentas que les había reconocido la Chancillería de Granada. No creemos en la voluntariedad de la renuncia por los regidores alarconeros, tutelados en el pleno del ayuntamiento por el hombre del marqués, el contador Andrés del Castillo, y obligados a jurar ante la Cruz y los Evangelios.  Tal humillación se la hicieron pagar en su persona diez años después, cuando Andrés del Castillo Quijano pretendió ganar ejecutoria de hidalguía. No contó con el favor y declaración de los vecinos de la villa de Alarcón.




Concejo de Alarcón de 29 de marzo de 1528:

Juan Pérez de Villanueva, Garci Zapata, Antonio de Villanueva (alcaldes ordinarios), Martín de Olmedilla (juez), Andrés del Castillo, contador del marqués de Villena, Diego López Granero (regidor), Melchor Granero, Juan de Ruipérez, Diego López de Flomesta (diputados de caballeros y escuderos), Cristóbal de la Parilla, Antón Sánchez de Moya y Garci Martínez de Monedero, (diputados de los labradores)



Concejo de Iniesta de 6 de febrero de 1528

Martín de Cubas y y Martín Martínez de Castillejo, alcaldes ordinarios
Juan García de Domingo Juan y Juan Clemeinte, alguaciles
Benito Pérez, Juan García de Castillejo,
Alonso Paino, Martín del Campo, Benito de la Jara, labrador, Alonso Cano, Martín Merino,
diputados

ANEXO I


LUGAR O VILLA
CONTRIBUCIÓN MARAVEDÍES 1455
OBSERVACIONES
CIUDAD DE CHINCHILLA
51757,5
57757 al margen
VILLA DE ALBACETE
18105

VILLA DE HELLIN
16380

VILLA DE TOBARRA
6900

VILLA DE ALMANSA
13800

VILLA DE BELMONTE Y SU TIERRA LA VIEJA
54345

CONCEJO DE LOS OLMILLOS
510

CONCEJO DE LAS MESAS
4305

CONCEJO DE EL PEDERNOSO
5506,5

CONCEJO DE LAS PEDROÑERAS
2580

CONCEJO DE TRESJUNCOS
4905

VILLA DE SAN CLEMENTE
12247,5

CONCEJO DE VALA DE REY
3532,5
Aldea de San Clemente
CONCEJO DE PERONA
1700
Aldea de San Clemente
VILLA DE CASTILLO DE GARCIMUÑOZ
66427,5
Casa de Don Benito, El Pinarejo, El Quintanar, La Puebla, La Nava, Torrubia, La Almarcha y la Cañada
CONCEJO DE HONRUBIA
5125

CONCEJO DE MONTALBANEJO
8445

CONCEJO DE LA HINOJOSA
1626,5

CONCEJO DE OLIVARES
1552,5

CONCEJO DE BARCHÍN
4395

CONCEJO DEL CAÑAVATE
9440

CONCEJO DE LA ALBERCA
4477,5

CONCEJO DE LA MOTILLA
2242,5

VILLA DE ALARCON
20250
Valdemembra, El Peral, Gabaldón,  Olmedilla, Valhermoso, Pozoseco, Tébar, Gascas, Villalba
CONCEJO DE LA RODA
5257,5

VILLA DE INIESTA
34500



El gráfico nos muestra la entidad propia a efectos fiscales (pedido de las cuatro monedas de 1455) de diversos núcleos poblacionales, a pesar de tener la consideración en muchos casos de aldeas. Destaca la integración de El Peral o Villanueva de la Jara (aquí denominada Valdemembra) en la villa de Alarcón.

Fuente: Archivo Histórico Nacional. Consejos, 31760, pieza 44.

NOTAS


(1) ORTUÑO MOLINA, Jorge: Realengo y señorío en el Marquesado de Villena. Real Academia Alfonso X el Sabio. 2005, pp. 252 y ss. Véase asimismo GARCIA MORATALLA, P. J.: Iniesta en el siglo XV. Iniesta, 1999
(2) Ibídem, p. 257
(3) Archivo General de Simancas, RGS, LEG, 148804, 24. Comisión al licenciado Bartolomé de Santa Cruz para que determine en la demanda del concejo de la villa de Iniesta por causa de ciertas imposiciones que les exigía el marqués don Diego López Pacheco, no obstante una carta del anterior marqués don Juan Pacheco, en que quitaba tales imposiciones. 12 de abril de 1488
(4) ORTUÑO MOLINA, Jorge: op, cit. p. 258, nota 531. El autor nos recuerda la cita del fuero de Alarcón inserta en un pleito de la Chancillería de Granada: e todo aquel que fuera del exido o de rayz agena fiziere auertura firme la aya
(5) ORTUÑO MOLINA, Jorge: op, cit. p. 259, nota 534. El autor recuerda la roturación de tierras por algunos vecinos de Iniesta en Alarcón y Jorquera: Gil Martínez de Alarcón, Aparcio de las Heras Miguel Herrera, Alfonso Sánchez Herrera. 

AHN, NOBLEZA, FRÍAS, Casa Pacheco: Leg. 700-21. Escritura de transacción entre el concejo de Alarcón, el concejo de Iniesta y don Diego López Pacheco, por los terrazgos. 1528

martes, 11 de diciembre de 2018

La herencia de Alonso del Castillo: la disputa por La Losa y Villalgordo

                   

                                             


El pleito por las dehesas de Villalgordo y La Losa en 1526 venía de más de diez años atrás. El corregidor de los Estados del Marquesado de Villena, Diego de Villa, había fallado la restitución de ambas dehesas al concejo de Alarcón. 

Alonso del Castillo alegaba poseer dichas dehesas por herencia de su padre, el alcaide de Alarcón Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón, que las había recibido como merced del maestre don Juan Pacheco. Presentaba títulos de esa concesión a favor de Hernando del Castillo
el qual las ovo con justo título otorgado e avido de la dicha villa con liçençia espresa y decreto del señor don Juan Pacheco marqués de Villena señor que fue de la dicha villa que santa gloria aya los quales títulos tenía presentados e se avían hecho e otorgado desde el año mill quatroçientos e çinquenta e dos años
El año 1452 era fecha intencionada, pues era fecha que se quedaba fuera de aquellas donaciones que fueron puestas en duda por las Cortes de Toledo de 1480. La merced de la dehesas se había hecho por decreto de don Juan Pacheco de dos de enero de 1452 y dicha donación había sido ratificada por el concejo de Alarcón el día diecisiete de enero.

Alonso del Castillo, negándose a aceptar la sentencia del corregidor Diego Villa, había llevado el contencioso a la Chancillería de Granada. Las costas del proceso acabó agotando a las partes. Así el siete de abril de 1526, los oficiales del concejo de Alarcón y Alonso del Castillo, reunidos en la sala del ayuntamiento de la villa llegaron a un compromiso por el que nombraban a don Diego López Pacheco, II marqués de Villena, como juez árbitro para la solución del conflicto. Entre los testigos que asistieron al compromiso Diego de Origüela, Alonso de Ávila, Juan de Bonilla y Pedro de Oma, que nos aparece ahora como vecino de Alarcón (en el futuro lo será de San Clemente), pues estaba casado con una vecina de esta villa, Juana de Valderrama. Daba fe del compromiso el escribano Juan de Agustín de Valdolivas.

La decisión arbitral de don Diego López Pacheco llegaría el cinco de mayo de 1526. La sentencia se pronunciaría en la distancia de los alcáceres del castillo de Escalona. Diego López Pacheco reconocía la plena propiedad y posesión de la dehesa de Villalgordo para el concejo de Alarcón; Alonso Castillo mantenía la posesión de la dehesa de la Losa pero en concepto de censo enfitéutico y pagando un tributo anual de 3.000 maravedíes anuales.
fallo que devo mandar adjudicar y adjudico al dicho conçejo de la mi villa de Alarcón la dicha dehesa de Villalgordo por suya y como suya para que la tenga y posea como propio del dicho conçejo y use della como de los otros propios y que devo condenar y condeno al dicho Alonso del Castillo que hasta seys días primeros syguientes después que con esta sentençia fuere rrequerido entregue y rrestituya al dicho conçejo a quien su poder oviere la posesyón de la dicha dehesa de Villalgordo como el dicho Alonso del Castillo la a tenido y poseydo y tiene y posee y asymismo condeno al dicho Alonso del Castillo a que desde oy en adelante de la data y pronunçiaçión desta sentençia para syenpre jamás dé y pague al conçejo de la dicha mi villa de Alarcón o a quien su poder oviere tres mill mrs. de tributo ynfiteusyn por terçios del año él y sus herederos y subçesores o el que fuere tenedor o los que fueren tenedores de la dicha dehesa de la Losa

Alonso del Castillo moriría dos años después, pero el intento de la familia Castillo-Inestrosa de crear un mayorazgo en favor del hijo mayor fracasaría. RODRÍGUEZ LLOPIS estudió en su día el intento de crear en el hijo mayor, Alonso del Castillo e Inestrosa, un pseudomayorazgo, que recibió como mejora y quinto la dehesa de Villalgordo, el señorío de Perona y heredades en El Cañavate y Villar de Cantos. La concesión de mayo de 1517, venía precedida por escritura de emancipación de 22 de abril (2). La pérdida de la dehesa de Villalgordo a favor del concejo de Alarcón en 1526 y la imposibilidad de imponer una jurisdicción privativa sobre la aldea de Perona, por la oposición del concejo sanclementino, llevó a la muerte del padre Alonso a una serie de disputas y pactos entre los hermanos mayores, Alonso y Hernando, siendo objeto venta las propiedades de El Cañavate y de intercambio los aldeas de Perona, los molinos de la Losa y los censos que la familia tenía contra los agricultores jareños. En el fondo de las disputas, las apetencias por el señorío de Valera, que recaería en Hernando en 1545, poco antes, el hermano pequeño, Francisco, había conseguido hacerse con la mitad de Perona.

(1) El presente expediente ya había sido estudiado por RODRÍGUEZ LLOPIS: "Procesos de movilidad social en la nobleza conquense: la tierra de Alarcón en la Baja Edad Media" en Tierra y familia en la España meridional, siglos XIII-XIX (Francisco GARCÍA GONZÁLEZ ed.), Universidad de Murcia. 1998. pp. 70-75
(2) La transcripción de los documentos en Documentos sobre Perona: Escrituras de toma de posesión de bienes de Alonso del Castillo hijo en Perona, Villar de Cantos, Cañavate y San Clemente (1517)    https://historiadelcorregimientodesanclemente.blogspot.com/2016/10/documentos-sobre-perona-escrituras-de.html, 29 de octubre de 2016.

AHN. Nobleza, Frías, Leg. 700, núms. 16 a 19


Concejo de Alarcón de 4 de abril de 1526

Corregidor: Hernán Cano
Alcaldes ordinarios: Melchor Granero, Garci Zapata, Juan Pérez de Villanueva, Diego de la Serna
Juez: Hernando e Padilla
Regidores: Pedro Gorri, Antón Sánchez de Moya
Diputados de caballeros y escuderos: Hernando de Montoya, Antón de Castañeda, Diego de Illescas, Ortega de Sevilla,
Diputados de los labradores: Alonso García, Lope de Lama, Antón de Cañizares


domingo, 9 de diciembre de 2018

El peso económico de las villas del Marquesado de Villena en 1455

Se presenta una relación de las villas del Marquesado de Villena, mandado hacer con motivo del pedido recaudado por Rodrigo de Mula (o Melgarejo) en 1455 por orden de don Juan Pacheco. El gráfico muestra el potencial económico y demográfico de los distintos lugares del Marquesado.

San Clemente por aquella época incluía las aldeas de Vara de Rey o Perona

Destaca El Castillo de Garcimuñoz (donde pagaba hidalgos y pecheros por igual) y sus aldeas

Para el caso de Belmonte, su tierra vieja. Hemos de entender excluido Villarrobledo

En el caso de Alarcón ¿exenta de pagar la villa y sus arrabales por privilegios?), incluye además de sus  aldeas septentrionales, aldeas como El Peral, Valdemembra (¿Villanueva de la Jara?) o Gabaldón. Alquerías como Quintanar del Marquesado, Tarazona, Gil García o Madrigueras no tenían entidad o no existían (lo que es más probable).


LUGAR O VILLA
CONTRIBUCIÓN MARAVEDÍES 1455
OBSERVACIONES
CIUDAD DE CHINCHILLA
51757,5
57757 al margen
VILLA DE ALBACETE
18105

VILLA DE HELLIN
16380

VILLA DE TOBARRA
6900

VILLA DE ALMANSA
13800

VILLA DE BELMONTE Y SU TIERRA LA VIEJA
54345

CONCEJO DE LOS OLMILLOS
510

CONCEJO DE LAS MESAS
4305

CONCEJO DE EL PEDERNOSO
5506,5

CONCEJO DE LAS PEDROÑERAS
2580

CONCEJO DE TRESJUNCOS
4905

VILLA DE SAN CLEMENTE
12247,5

CONCEJO DE VALA DE REY
3532,5
Aldea de San Clemente
CONCEJO DE PERONA
1700
Aldea de San Clemente
VILLA DE CASTILLO DE GARCIMUÑOZ
66427,5
Casa de Don Benito, El Pinarejo, El Quintanar, La Puebla, La Nava, Torrubia, La Almarcha y la Cañada
CONCEJO DE HONRUBIA
5125

CONCEJO DE MONTALBANEJO
8445

CONCEJO DE LA HINOJOSA
1626,5

CONCEJO DE OLIVARES
1552,5

CONCEJO DE BARCHÍN
4395

CONCEJO DEL CAÑAVATE
9440

CONCEJO DE LA ALBERCA
4477,5

CONCEJO DE LA MOTILLA
2242,5

VILLA DE ALARCON
20250
Valdemembra, El Peral, Gabaldón,  Olmedilla, Valhermoso, Pozoseco, Tébar, Gascas, Villalba
CONCEJO DE LA RODA
5257,5

VILLA DE INIESTA
34500





sábado, 8 de diciembre de 2018

Los Balmaseda o "el ir por este mundo adelante"



"Casi siempre los que suben, se pierden, puesto que se transforman, se tornan híbridos, bastardos, pierden la originalidad de su clase, sin ganar la de la otra. Lo difícil no es subir sino, al hacerlo, seguir siendo uno mismo."    (Jules MICHELET: El Pueblo)






Hoy, andamos obsesionados buscando una gota de sangre judía en las venas de las familias conquenses de notorio linaje. No dudo que si somos, como cristianos viejos, perseverantes en la búsqueda de esos judíos, denunciados  a sí mismos por el rechazo al olor a tocino, los encontraremos en cualquier rincón. Y sin embargo, el crisol de sangres que han conformado los árboles de las familias conquenses es tan rico como variado. Aquí va un ejemplo, el de nuestros antecesores vascos, pues qué somos los castellanos sino hijos de los vascos, por más que éstos muestren su desapego a nosotros, unos desgraciados y desagradecidos maketos. Al fin y al cabo, si somos castellanos es porque hemos renunciado a ser bárdulos o, simplemente, hemos llegado a conformar una identidad en la apertura a un espacio abierto que, desde las montañas burgalesas, se ha extendido por las llanuras de la Meseta, permitiéndonos abrir nuevos horizontes sin olvidar nuestros orígenes. Las Vascongadas expulsaban hombres a riadas en el siglo XVI, unas tierras poco aptas para el cultivo eran incapaces de mantener la explosión demográfica de la centuria. Los viejas casas solares no daban para tanto hidalgo. Aquellos vascos, dejando su tierra se iban para Castilla, y, donde acababa Castilla, en bella expresión de la época, por este mundo adelante. Estos vascos de los valles salían del rincón de su casa solar y su anteiglesia en busca de la modernidad, perdón, del mundo. Atrás dejaban su pasado. No habían oído hablar de ningún Jaun Zuría; sencillamente decían de sus abuelos y bisabuelos que tomaban sus apellidos de los casas solares de los valles donde vivían. Y estas no eran otras que las de sus mujeres que legaban el apellido a sus hijos. Con el apellido, las madres transmitían el amor por el trabajo, por el orden y por la perseverancia. Este era el genoma de los vascos llegados a La Mancha. A primera vista parecían aquel bretón de Madame Bovary, que balbuceaba su nombre en un ininteligible Charbovari. Mal hablados, y peor entendidos, en su lengua vizcaína, únicamente aportaban la habilidad de sus manos como caldereros, canteros o plateros. Y el orden y constancia de las madres que los habían criado. Eran señores de sí mismos, no había quien contra ellos pronunciara el Quos ego virgiliano. Trabajaban a iguala, pues no admitían servidumbre o jornal. La vileza de sus trabajos no negaba su nobleza, pues era la habilidad de su mano la que guiaba igual el puntero o cincel que la espada. Sin embargo, los apellidos vascos y sus portadores tal como irrumpieron en Castilla, tal fueron olvidados. Levantaron iglesias, palacios y pueblos; labraron unas veces simples calderos y otras retablos; dieron voz a las sociedades y dejaron testimonio de su tiempo como juristas o como simples escribanos, o se embarcaron en Flandes e Italia como soldados. Pero la generación siguiente, sus herederos, olvidó el espíritu arriesgado y la austeridad de los valles; casados con hijas de  labradores ricos, cambiaron la hidalguía de su persona por la de una piedra armera. De ese espíritu de los antiguos vascos participó Andrés de la Puente Balmaseda, pero antes que traicionarlo prefirió dejar en tierras conquenses la familia formada para ir en busca de nuevas aventuras en Flandes. No fue guerrero ni soldado valeroso, únicamente un gran administrador de la intendencia de los Tercios, aportando la calidad y mérito que las madres vascas enseñaban: orden, trabajo y perseverancia.

La historia de los Balmaseda es la del siglo XVI. Hombres ante la adversidad y la necesidad de su superación para sobrevivir. Una vida de tumbos, pero donde los hombres con orgullo buscaban su propio destino y con trabajo labraban su futuro. Un mundo donde la adversidad y la fortuna eran vecinas y no había umbral que las separara. Una sociedad también donde cada uno era hijo de sus obras y forjaba su vida. Un horizonte vital recogido en la estrechura de unas pocas leguas que delimitaban el espacio geográfico de los pueblos y la confianza que en ese mundo adelante allá donde la vista se perdía se abría un nuevo horizonte de oportunidades. Ese es el mundo que vivieron los Balmaseda. La guerra de Granada les sacó de sus valles vascos. El infortunio y la necesidad les impidió regresar a su valle, pues no había varón que cuidará del caserío. Burgos, la urbe cosmopolita les redujo a simples quincalleros y caldereros. Ese mismo cosmopolitismo es el que les abrió nuevos horizontes como mercaderes. Adquirieron tierras y todo parecía que la sentencia de MICHELET iba a ser cierta una vez más, lo difícil no es subir, sino al hacerlo, seguir siendo uno mismo. Pero Andrés de la Puente Balmaseda no renunció a ser él mismo. La rebelión de las Alpujarras le devolvió el espíritu hidalgo y de soldado de su bisabuelo.

Andrés de Balmaseda había llegado a la villa de San Clemente desde Burgos, allí se habían establecido su abuelo y su padre, Juan y Andrés. Juan había casado con Elvira de la Orden. Su hijo Andrés casaría con María Gallo de Escalada. El tronco familiar procedía de Arcentales, en las Encartaciones de Vizcaya, de la casa de Alisedo, en el valle de Sopuerta, de donde era natural el bisabuelo, Juan de Alisedo, casado con Catalina de Bolivar. Los Balmaseda se habían asentado con el tiempo en dos lugares cercanos a dos leguas de Burgos y bajo su jurisdicción, Cortes y San Medel.

Andrés de la Puente Balmaseda gustaba llamarse también por el primer apellido junto al de Balmaseda. El apellido de la Puente no en vano recordaba a los hidalgos de más viejo abolengo de las Encartaciones
tenían los La Puente su casa-torre solar en la calle del Medio, del Ayuntamiento, frente al Ayuntamiento y sobre la Plaza en que se celebraba el mercado "y era una torre de cal y canto antigua e tiene un escudo de armas, que son una puente enzima de un río y una torre enzima de la puente y una cabeza que va entre las ondas del río y un blasón que decía por pasar por la puente me pondré a la muerte (1)

El bisabuelo Juan de Alisedo  vivía en el valle de Arcentales con sus hermanos Sancho  y Diego de Alisedo; hacia 1490 había muerto en la guerra de la conquista de Granada. Juan de Alisedo, llamativamente, había acudido allí con su mujer y con su hijo a la guerra.
que podía auer más de sesenta y dos años que el dicho Juan de Alisedo bisabuelo del que litigaua fue a la guerra de Granada con otros hijosdalgo del valle de Arzentales por llamamiento de los señores Rreyes Católicos de gloriosa memoria y este testigo le vio yr a la dicha guerra y después dende a un año a dos poco más o menos oyó decir a vecinos del dicho valle que abían ydo a la dicha guerra de Granada en compañía del dicho Juan de Alisedo como abía sido teniente de capitán de uno que se llamaua Sancho de Bilbao que fue capitán de la gente que salió de las Encartaciones de Bizcaya y que fallesció en la dicha guerra

Fallecido el bisabuelo, su hijo y su viuda se habían instalado en Burgos; les acompañaba seguramente otro hijo llamado Pedro.

Los vecinos de los valles de Carranza, Sopuerta, Somorrostro, Salcedo o Arcentales eran por naturaleza todos hidalgos. Pero algunos vecinos, unos veinte o treinta labradores, pagaban el llamado pecho de los marcos. Arcentales era un lugar de la yunta de Avellaneda, que junto al valle de Carranza, Sopuerta y Somorrostro formaban un corregimiento y ayuntamiento y juzgado propio. Dentro de las Encartaciones había lugares como Carranza que pasaban por pecheros o al menos los labradores elegían un representante propio, el llamado merino chico,  y en otros, como la casa de Azbal, donde últimamente se habían afincado los Balmaseda, se pagaba un tributo de 50 maravedíes al obispo de Burgos. El último conocido que había pagado dicho tributo en esa casa era Hurtado de la Puente. Conocemos por los testimonios la organización fiscal y política del valle de Carranza, al menos hasta 1545, pues parece que en esa fecha sus vecinos dejaron de pagar pechos y de elegir el merino chico que los recaudaba con destino a don Diego Hurtado de Mendoza, merino mayor de las Encartaciones
los dichos ombres buenos de Carrança como tales pecheros an pagado y pagan en cada cerro (Santiesteba, Soscario, Vianes y Santezilla) el bacón al merino que es un carnero en cada cerro e más docientos maravedíes e más otros pechos rreales 
... que el merino chico de Carrança que esecuta la justicia en el valle de Carrança a seydo e a de ser de los ombres buenos pecheros e labradores del valle de Carrança e lo a seydo del cerro de Vianes 

Los Balmaseda habían llegado a Burgos para establecerse primero en el barrio de Santisteban y luego en los lugares de Cortes y San Medel, junto a la Cartuja de Miraflores, a una y dos leguas respectivamente de la ciudad de Burgos. Eran lugares incluidos en las cinco leguas que a la redonda rodeaban la ciudad de Burgos y por tanto estaban exentos de pagar tributos por privilegios que tenían la ciudad y sus aldeas. San Medel era lugar de la jurisdicción del Hospital de Rey, aunque según algún otro testigo del Monasterio de las Huelgas, cosa explicable por su dependencia de esta institución. La pretendida exención fiscal de San Medel (o Samedel) no parece que fuera completa, pues sus vecinos pagaban cada siete años la moneda forera y anualmente el llamado pecho de la serna al Hospital del Rey y según algún testimonio el pecho de la hermandad al monasterio de San Pedro de Cardeña. La moneda forera, aunque fuera tributo real, había sido cedido por la Corona al Hospital del Rey, que asimismo mantenía ciertas servidumbres feudales como la mencionada serna: obligación de los vecinos de segar un día en el verano en los campos de pan llevar de dicho Hospital.

El padre y abuelo de Andrés de la Puente Balmaseda habían desempeñado oficios viles en la ciudad de Burgos. El abuelo según algunos testigos era llamado Juan de Burgos, aunque el gustaba llamarse de Balmaseda; su oficio era calderero y dedicado a la venta de calderas. Su hijo Andrés de Balmaseda mercadeaba con hierros, plomo y pescado. Pero los Balmaseda eran algo más que quincalleros; se habían convertido en mercaderes con fortuna que habían invertido sus ganancias en bienes raíces en los mencionados lugares de Samedel y Cortes: casas, molinos y tierras de pan llevar, así como algunos ganados. La casa familiar estaba en el arrabal de Cortés, tras mudarse desde el barrio burgalés de Santisteban, pero las propiedades agrarias se situaban en el lugar de Samedel bajo jurisdicción del Hospital de Rey. La hacienda de los Balmaseda en Samedel había sido comprada por el padre Andrés Balmaseda a un hidalgo de ese lugar, llamado García Ordóñez
compró una hazienda que heran tierras de pan llevar e una huerta e otros vienes en el lugar de San Medel que hes del dicho Hospital rreal de Burgos, la qual compró de un tal García Hordoñes parte dello e de otras personas parte dello

Andrés de la Puente Balmaseda había abandonado el hogar familiar con dieciocho o veinte años, hacia 1545 o algún año después, sin rumbo fijo, Un vecino suyo relataba su salida de Burgos como un se fue por este mundo adelante. Tal vez en busca de oportunidades, tal vez huyendo de las estrechuras de un hogar paterno, que debía compartir con otros cuatro hermanastros nacidos de un segundo matrimonio del padre. Había llegado a San Clemente, trabajando como criado en los negocios de un mercader de fama reputada en la villa, Francisco de la Fuente, tal como nos recordaba Juan Ruiz de Casablanca
una grand azienda de mercadurías e mucho ganado e lavor... le a conoçido tener muchos criados y pastores y otros onbres del canpo que entendían en su lavor e en su azienda... rresidía e vivía en casa de Francisco de la Fuente... e viven juntos los susodichos...que a vivido en lavor de pan y en mercadurías y en ser abastecedor de la carne de la dicha villa
Sin embargo, Andrés de la Puente Balmaseda no disponía de casa propia en San Clemente, viviendo, él y sus criados, en la del mencionado Francisco de la Fuente
era en casa del dicho Francisco de la Fuente vezino de la dicha villa de San Clemente e el dicho Francisco de la Fuente a visto este testigo que la a dado y da de comer a el que litiga y a sus criados e él a pagado un tanto por sí e ciertos maravedís a cada uno de sus criados... sin que el dicho Andrés de la Puente Valmaseda aya tenido casa por sy ni comprado mantenimientos ni para sus criados
Nos es difícil imaginarnos a este joven, por muy arriesgado que fuera, capaz de consolidar en apenas un quinquenio y en una tierra tan lejana como la de San Clemente una grosera hacienda, criados incluidos, cuando se nos presenta a él mismo como siendo criado de un mercader, nos dirá un testigo, o al menos de cuyos negocios participaba. En realidad, el mozo Andrés de la Puente había llegado a San Clemente como factor de la hacienda y negocios de su padre; lo que indica que los negocios comerciales de los Balmaseda se extendían por esta zona de la Mancha. Sin embargo, los mismos testigos hablan de otros intereses agrarios y ganaderos de los Balmaseda en esta comarca y que hoy se nos escapan. El hecho de que Andrés se instala en casa de Francisco de la Fuente con varios criados aleja su estancia en San Clemente como la de un simple aventurero para colocar a nuestro personaje como representante de importantes intereses comerciales.

Establecido en San Clemente, no por ello dejó Andrés de visitar el hogar paterno en Burgos. El carácter itinerante de Andrés de Balmaseda queda confirmado, con motivo del poder dado a dos familiares, uno de ellos su padre, residente en Burgos, para las probanzas. Aunque nos aparece ahora como vecino de Santa María del Campo Rus por matrimonio con una santamarieña, sus idas y venidas a Burgos son regulares. Esta inquina del ayuntamiento de San Clemente por hacer pechar a los mercaderes ya la conocemos de antaño, con el caso de un mercader llamado Diego de Estremera, obligado a pagar por partida doble los pechos concejiles y la alcabala del viento en 1544 para ser admitido como vecino. Poco importaba que los mercaderes se avecindaran para ser considerados vecinos de plenos derechos y deberes en los repartimientos y cobrarles por las ventas como si fueran forasteros. 

Con estos antecedentes Andrés de la Puente Balmaseda fue declarado pechero el 16 de octubre de 1556, revocando sentencia favorable de hidalguía de tres de febrero de 1554. No obstante, el proceso se reabría el 18 de diciembre de 1557. No se ponía en duda el carácter vil de los oficios desempeñados por los Balmaseda, sino la veracidad de la franqueza de pechos de los habitantes de Burgos. Andrés Balmaseda aportó testimonio de cómo su padre no pagó pechos en Samedel. No obstante, tuvo que esperar hasta el 10 de octubre de 1580 para obtener sentencia favorable de hidalguía.

Traslado de la partida de bautismo de Andrés de la Puente Valmaseda, bautizado en la iglesia de San Nicolás de 17 de noviembre de 1527

El pleito se había iniciado en agosto de 1552, cuando Andrés de la Puente Balmaseda había sido empadronado con los pecheros y obligado a pagar seiscientos maravedíes de servicio extraordinario, Su negativo le valió que le embargaran una alfombra de ocho ducados. Andrés de la Puente Balmaseda aún disfrutó en vida y ausente de San Clemente, unos veinte años, reconocida hidalguía, otorgada por la referida sentencia de 1580, hasta el día de su muerte, que debió ocurrir en fecha cercana al año 1600. Sus herederos disfrutarían de sus derechos nobiliarios y obtendrían la deseada carta ejecutoria de hidalguía el seis de diciembre de 1608.

Andrés de la Puente Balmaseda había casado con María Mendiola de Santa María del Campo Rus, villa en la que también tomó vecindad. Sus hijos se establecieron en esta última villa. Eran Juan de la Puente Balmaseda y Mendiola, doña María de la Puente Valmaseda y Mendiola casada con Juan Rubio y doña Catalina de la Puente y Balmaseda y Mendiola casada con Cristóbal Galindo.

Junto a la lucha por su hidalguía, Andrés de Balmaseda buscó otros reconocimientos sociales. El siete de octubre de 1564 presenta el título, recién otorgado por el Tribunal del Santo Oficio de Cuenca, de familiar de la Inquisición para que se le reconozca como tal por los oficiales del concejo de Santa María del Campor Rus.

La vida de Andrés de la Puente Balmaseda había dado un giro radical con motivo de la rebelión de los moriscos de las Alpujarras en 1568. Andrés, recuperando la tradición militar del bisabuelo, había participado en la represión de la sublevación. A partir de entonces, había abandonado el hogar familiar, que ya se había establecido en Santa María del Campo Rus, para iniciar una carrera militar como servidor de la Corona, que en parte se nos escapa. Sus hijos, que habían quedado al cuidado de su madre. Cuando muere, Andrés de la Puente es castellano del castillo del Blambet (?) en la Bretaña. Andrés de la Puente Balmaseda no volvió a ver a su familia, aunque no se olvidó de ella, enviándole grandes socorros, a decir de algún coetáneo y vecino. Su carrera militar transcurrió entre las Azores y Flandes, en labores de intendencia militares.
y siempre hasta que murió andubo ocupado y sirbiendo en cargos militares muy honrrados ansi en el dicho castillo siendo castellano de él como en los demás cargos y oficios preheminentes como fueron mayordomo y tenedor de las municiones del exército de Flandes y tenedor de los bastimentos del castillo de Amberes y capitán de infantería de los dichos estados y vehedor y contador en la isla de la Fayal una de las siete de Açores en el Rreino de Portugal
Fue un organizador de la intendencia militar, cuyos servicios serían valorados por grandes militares de la época, entre ellos el insigne conquense y maestre campo de los Tercios, Julián Romero. Contó con el favor del conde de Puñoenrrostro,  del Consejo de Guerra, y de Domingo Zabala, comendador mayor y del Consejo de Hacienda,
y que el conde de Puñoenrrostro y Domingo de Zabala estimaron mucho su persona como tan ymportante a nuestro servicio y lo mismo hiço Julián Romero y el general Sancho Dávila porque todo constaua y parecía por las dichas patentes y zédulas y cartas... por cuyos servicios nos hizimos merced al dicho don Juan (el hijo de Andrés) de quinze escudos de ventaja

En la fortuna personal y material de Andrés de la Puente Valmaseda fue un clave su matrimonio con María de Mendiola. María era hija de Juan de Mendiola Mariaras Iturmendi y la santamarieña Catalina Galindo, que además de la citada, tuvieron una prolífica descendencia: Pedro, Juan Bautista, Jerónimo, Antonio, Ana, Isabel, Catalina y Margarita.

Los Mendiola procedían de Villafranca de Ordizia. El licenciado Juan de Mendiola era hijo de Pedro de Mariaras y Catalina de Mendiola y nieto de Juan de Iturmendi y María de Mariaras. El apellido Iturmendi estaba tomado de la casa solar de la familia. Iturmendi pertenecía a la universidad y anteiglesia de Gainza, jurisdicción de Villafranca.

Gainza, con el monte Aralar al fondo
El licenciado Mendiola abandonó el hogar paterno, camino de Castilla. Pesaba en la decisión, la formación académica recibida y la necesidad de ejercer la profesión. Desconocemos la razón de la aparición del licenciado Juan Mendiola en Santa María del Campo Rus, más allá de su casamiento con una Galindo, pero su presencia se hizo notar
que aunque si la misma habla castellana hablava no podía negar ser vizcayno
Si el licenciado Juan hablaba correctamente el castellano, no ocurría lo mismo con su madre, que le acompañó en su llegada a Santa María del Campo Rus, pues la mujer mal que hablaba y entendía el castellano. A decir verdad el licenciado Mendiola era conocido más por las buenas obras de su oficio que por sus defectos vascos. El licenciado Mendiola era médico y cirujano. Llegado a comienzos de siglo a la Mancha, el licenciado Mendiola nos ha dejado una vida envuelta en el el anonimato, pero que sin embargo le procuró una sólida y acomodada posición social. Las vidas de estas dos familias vascas, Balmaseda y Mendiola, vinieron a juntar sus destinos en la Mancha. Hoy sus apellidos han desaparecido, no su legado.



Sello de placa de la Chancillería de Granada


Concejo de San Clemente de 25 de julio de 1552

Alcaldes ordinarios: Juan de Robles y Juan del Castillo Abengoza
Regidores: don Alonso de Pacheco Guzmán, Alonso de Valenzuela, Gregorio del Castillo, Pedro de Tébar, don Diego Pacheco, Francisco García y Miguel de Herreros.

Concejo de  San Clemente de 18 de julio de 1557

Alejo Rubio, alcalde ordinario; don Alonso Pacheco, Pedro de Tébar, don Diego Pacheco, Francisco García, Sancho López de los Herreros, regidores; Luis Alarcón Fajardo, alguacil mayor;

Concejo de Santa María del Campo Rus de 7 de octubre de 1564

Alonso Sainz Blanco y Pedro Rubio, alcaldes ordinarios
Martín Rubio Prieto, alguacil
Pedro Sánchez y Alejo González, regidores
Juan Sainz Rubio, Gil García Agraz, Juan de Requena; diputados
Diego de Mora, escribano del ayuntamiento

Concejo de Santa María del Campo Rus de 23 de octubre de 1608

Martín de Buedo Hermosa, gobernador por los Ruiz de Alarcón
Rodrigo Ortega Montoya y Francisco González Gallego; alcaldes ordinarios
Francisco de la Solana y Pedro Pérez; regidores
Diego Ortega Montoya, alguacil mayor

Concejo de San Clemente de 24 de octubre de 1608

Bautista de Montoya y Herreros y Juan de Oropesa, alcades ordinarios
Alonso Martínez de Perona, el licenciado Diego de Montoya, el licenciado Miguel de los Herreros, Gómez de Valenzuela, Cristóbal García de Monteagudo; regidores
Francisco de Oviedo, alguacil mayor

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(1) RIVERA MANESCAU, Saturnino: "Notas para un estudio biográfico del V. P. Luis de la Puente, S. J.".  Revista Histórica. Valladolid. 1924, p. 6

ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. HIDALGUÍA, Signatura antigua: 304-577-24. Andrés de la Puente Balmaseda. 1554-1557


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. HIDALGUÍA, Signatura antigua: 301-99-71. Juan de la Puente Balmaseda y hermanas. 1608

ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. HIDALGUÍA, Signatura antigua: 301-59-8. Juan de Mendiola Mariaras. Ejecutoria de 15 de febrero de 1576