El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

domingo, 13 de septiembre de 2015

San Clemente, 1553 (III)

(Cont.) La acción brutal de Francisco Rosillo y consortes había sido cortada por Pedro Garnica, que ha bajado de su casa semidesnudo, y su hijo Juan que les arremetieron con lanzas. Tras vencer la resistencia de Diego de Oviedo, se enfrentaron con Francisco Rosillo, Antón de Ávalos y parientes arrinconándolos en la puerta de la Iglesia. Pero a partir de este momento, y ante un alcalde mayor pasivo y expectante, los hechos se agravan. La gente del arrabal acude alertada al lugar de los hechos. Treinta hombres al grito de mueran, mueran los traidores arremeten en las inmediaciones de la Iglesia contra Rosillo y sus secuaces, pero también contra otros que o bien habían acudido a  ayudarles, como Antón Barriga, que recién llegado de Osa de Montiel, se encuentra en casa de Diego Pacheco, que le presta su espada para sumarse a la reyerta; o bien como Diego de Alfaro, Antón García o Ginés de Llanos se ven envueltos en los hechos, sin comprender la gravedad de la situación.
Encabezando los hombres del arrabal venían los Origüela al completo: Hernando de Origüela, Gonzalo de Tébar y su hermano Andrés González de Tébar, acompañados de sus respectivos hijos, Alonso Remírez y Pedro Sainz; también venían Francisco de Origüela y Alonso de Caballón, a los que se había sumado un Valenzuela de nombre Alonso. Su objetivo es linchar a los Jiménez y los Rosillo y así hubiera sido de no haber intercedido los clérigos abriéndoles la puerta de la iglesia. El joven Juan Rosillo que ha quedado rezagado es acuchillado hasta tres veces y salva la vida por la mediación del alcalde mayor al grito de paz, paz, paz. Atemorizados Antón García, Ginés de los Llanos  y Diego de  Alfaro consiguen refugiarse en la torre. Gonzalo de Tébar y Hernando de Origüela no pudiendo apresarlos, se dirigen a casa del regidor Francisco García, con intención de matarle pero está ausente.
Estos tres jóvenes alcanzarán en la segunda mitad del siglo una posición principal en el pueblo, en especial Antón García Monteagudo, pero esta noche únicamente les queda esperar en el interior de la torre a que se vayan los Origüela para descender con una soga de una ventana de la torre y ponerse en manos del alcalde mayor que los encarcelará por su propia seguridad.
Francisco Rosillo y los Jiménez, junto a su primo Antón Barriga permanecerán en la torre. Sus parientes desde fuera no descansarán para apaciguar los ánimos y buscar una salida. El joven Juan Rosillo es sacado de la cárcel bajo fianza 1000 maravedies y llevado a casa de su padre Francisco Rosillo el viejo para restablecerse de sus heridas. Diego de Oviedo pacta con el alcalde mayor un arresto domiciliario que aprovechará para huir y no volver por la villa en algún tiempo. Por la noche se pactará asimismo una entrega ordenada de los refugiados en la torre.
La entrega tiene lugar a primera hora de la mañana. Los oficios religiosos de los clérigos, que sospechosamente son seguidos por una presencia inusual de feligreses, denunciados desde la torre por Francisco Rosillo como partidarios de Hernando Montoya. Son suspendidos los oficios y curas y feligreses expulsados de la iglesia. Únicamente permanecerá en la iglesia el presbítero Tristán Pallarés, es un hombre próximo a los Pacheco y a quien se ha encargado la mediación. Uno a uno se van entregando y depositando sus espadas, no sin antes protestar que su detención implica le violacion de la inmunidad conferida por el lugar  sagrado. Francisco Jiménez el mozo alega su condición de estudiante de la universidad de Salamanca para acogerse a esta jurisdicción privativa. Todos son llevados a la cárcel de la villa, donde gozarán de un régimen presidiario muy relajado. Las constantes protestas del representante de los Montoya, un Juan, pidiendo se les ponga a los presos cadenas y grillos y la vigilancia de cuatro guardias pagados si es necesario a su costa son aceptadas por el alcalde mayor sobre el papel, pero no se ejecutan en la realidad.
En la cárcel uno de ellos, Antón de Avalos representará a los demás en su defensa. Hábilmente hace una nueva lectura de los hechos. Se denuncia el nepotismo del alcalde ordinario Hernando de Montoya que rompiendo el tradicional reparto de las carnicerías en una equitativa distribución entre ricos y pobres y el respeto a la parte reservada a los regidores, pretende beneficiar en el reparto sus amigos el vicario del Provencio y al bachiller Avilés. Su arrogancia insultando a Francisco Jiménez, su falta de respeto a la justicia del alcalde mayor, su complicidad con los Origüela, responsables de los disturbios, y la violación del espacio sagrado de la iglesia.

jueves, 10 de septiembre de 2015

San Clemente, 1553 (II)

(Cont.) La situación creada se consideró tan grave que el juez licenciado Cisneros y el alcalde mayor aunaron voluntades con decisiones determinantes. Primeramente, se procuró aislar a los sediciosos encerrados en la Iglesia, con un cuerpo de guardia de veinticuatro personas armadas al mando del alguacil de la comisión del pesquisidor Cisneros. Ocho se situaron junto a la puerta de la Torre, cinco junto a la puerta de Santiago, cuatro en la puerta que miraba a la plaza, cinco más en medio de la plaza, en la obra nueva de la iglesia y, por último, otros dos en la esquina de la Iglesia que miraba al Real Peso. Los voluntarios no faltaron y allí estaban miembros de una misma familia como eran los Origüela y los Tébar o de otras familias, como los Oropesa o los Remírez de Caballón, que se prestaban a la colaboración con la justicia llevados de su odio a los Rosillo o simplemente del oportunismo de quienes buscaban un lugar junto a las clases dirigentes de la villa.
Se declara un auténtico estado de excepción en el pueblo; estableciéndose turnos rotatorios para las guardias de la iglesia, se prohíbe al resto de los veçinos portar armas y se ordena a los clérigos y tenientes de cura de la iglesia de Santiago, Tristán Pallarés y Hernando de Juera, que no den de comer ni beber a los internados en la torre. Sabemos que el segundo de ellos había ayudado a los prófugos a refugiarse en la torre.
Al día siguiente se pone en marcha todo el proceso judicial, supeditado al más estricto legalismo. Informe del cirujano Juan de Mérida, que certificó la gravedad de la herida de la cabeza de Hernando, informaciones de los testigos y secuestro de bienes.
La declaración del alcalde mayor, licenciado Cordobés, vino apoyada por el testimonio de su criado Lucas Méndez, y las minuciosas aportaciones de Cristóbal de Tébar y Hernando de Origüela, y, sobre todo, de la familia Garnica al completo, tanto del padre Pedro como de los hijos Juan y el menor de 15 años Cristóbal, que además de ser testigos de los hechos, desde su casa situada junto a la iglesia, habían sido determinantes para evitar el linchamiento de los Montoya.
Posteriormente se procedió al secuestro de bienes de los encerrados en la torre. De las relaciones de bienes sabemos que los prófugos eran hombres con haciendas ricas, sin ser las principales del pueblo. Sus casas se situaban junto a familias de primera línea de la villa. Diego de Avalos junto a Pedro Barriga, cuyo hijo Antón se había sumado a la reyerta, y a las de su enemigo Cristóbal de Tébar; Francisco Jiménez era vecino de uno de los hombres más ricos del pueblo, el licenciado Guedeja, y Juan Jiménez tenía sus casas lindantes con Pedro Caballón y los herederos de Rodrigo Ortega el rico, destinados a dominar la política local en la centuria siguiente.
La fuente de su riqueza se fundaba en las dos actividades principales de la economía sanclementina: las viñas y el ganado. Francisco Jiménez poseía en el momento de secuestro de bienes 1000 cabezas de ganado lanar y cabrío, 40 arrobas de lana prieta y 20 tinajas de vino de a 30 arrobas. Francisco Rosillo, 400 cabezas de ganado lanar, lo mismo que Juan López de Garcilópez. Ni qué decir tiene que se constituyeron en depositarios de los bienes secuestrados los familiares de los perseguidos.
Francisco Jiménez se prestaba a aumentar su hacienda con el monopolio conseguido desde San Juan de junio como abastecedor de carnicerías. Aquí empezaron las diferencias  con Montoya y Origüela, que de la mano de Hernando dominaban la alcaldía, algo que no aceptaban ni los Jiménez ni los Rosillo. De hecho, el incidente de las carnicerías tenía su origen real en que el acto de partición de la vaca había comenzado ante el alcalde mayor, pero en ausencia de Hernando Montoya, cuya autoridad como alcalde ordinario era ninguneada por sus adversarios. La figura del alcalde mayor licenciado Cordobés se nos presenta como una persona pusilánime en manos de los dos bandos del pueblo. En un principio las medidas que toma están determinadas por la presión de los Montoya: encarcelamiento de Francisco Jiménez el viejo y posteriormente de sus hijos y parientes, así como secuestro de bienes. Pronto la presión del otro bando le haría mudar su acción judicial. ¿Por qué estos vaivenes? El alcalde mayor se veía sobrepasado por la virulencia alcanzada por la lucha de bandos de la noche del 22 de julio de 1553.

martes, 8 de septiembre de 2015

San Clemente, 1553

Ayuntamiento, 1962
Aquel sábado 22 de julio de 1553 la villa de San Clemente viviría una jornada tumultuosa que destaparía los odios latentes tanto tiempo soterrados y que ahora estallaban por un trivial asunto de carnicerías.
Aquel año detentaban la varas de justicia Hernando de Montoya y Juan de Oma, alcaldes ordinarios. La justicia del Marquesado la detentaba el alcalde mayor licenciado Cordobés, que daba cierta presencia institucional a la Corona a falta de residencia de un gobernador, que había declinado tres años antes fijar su sede institucional en San Clemente.
Era hacia la una o dos del mediodía cuando Hernando Montoya y Juan de Oma veían como el cortador de las carnicerías Miguel Morillo procedía por orden de los dichos alcaldes a dar un trozo de vaca al criado del vicario del Provencio licenciado del Pozo. Fue entonces cuando ocurrió la acción inesperada de Francisco Jiménez, que pretendiendo cobrarse una deuda del vicario, arrebató el trozo de carne al cortador. El enfrentamiento entre Hernando Montoya y Francisco Jiménez fue inmediato.  Estos diablos le espetó burlonamente Hernando. No ay aquí diablos respondió Francisco. Baladrón le insultó Hernando, que obtuvo por respuesta el más baladrón soys vos. Francisco Jiménez fuera de sí provocó un auténtico alboroto voceando y haciendo caso omiso al licenciado Cordobés que acababa de llegar y le mandaba callar.Un decidido Hernando de Montoya pediría la prisión del alborotador, que sería ordenada por el alcalde mayor, bajo acusación de desacato y palabras injuriosas. La orden que ejecutó un temeroso Juan de Oma provocó la reacción airada de los familiares de Francisco Jiménez presentes allí, en especial la de su yerno Francisco Rosillo, que con la colaboración de Juan Jiménez, hermano de Francisco Jiménez, y en menor medida de Diego de Ávalos, también hermano de los Jiménez, y Juan López de Garcilópez inician una trifulca en el interior de las carnicerías donde a costa improperios y empujones consiguen soltar a Francisco Jiménez.
Pero no le faltaban voluntarios al alcalde Hernando Montoya para cumplir las órdenes que eran incapaces de ejecutar las autoridades. Allí se presentó uno de los Origüela, conocido como Hernando del arrabal, que por su cuenta y riesgo decidió apresar a Francisco Rosillo y ponerlo en manos del alcalde Juan de Oma para conducirlo a la cárcel. Lejos de amedrentarse Rosillo y Jiménez formaron grupo para rodear amenazantes a Hernando de Origüela, que impotente pedía favor a la justicia, mientras Juan Jiménez y Juan López de Garcilópez le arrebataban a Francisco Rosillo y lo conducían al cementerio anejo a la antigua iglesia de Santiago, donde, como lugar sagrado que era, la justicia no podía pasar.
Hasta la noche se vivió una situación de tensa calma, provocada más por el temor que se tenían los contendientes que por el respeto al lugar sagrado. Pero hacia las nueve de la noche, Hernando de Montoya, acompañado de su primo Pedro, decidió hacer una ronda por la plaza. La intención era detener a Juan López por ayudar a Francisco Rosillo, pero huye; decide pedirle al alcalde mayor que detenga a Francisco Rosillo, pues tiene una causa pendiente por desacato al alguacil mayor del Marquesado Juan Muñoz. Al volver a su casa, aneja a la iglesia, encuentra sentados a los perseguidos en unas piedras, sin duda destinadas a la construcción de la nueva iglesia de Santiago. El grupo estaba ahora formado por Juan Jiménez hermano  de Francisco, acompañados de los hijos del segundo, Francisco Jiménez y Antón de Ávalos, y del yerno Francisco Rosillo junto a  Juan, hijo de Francisco Rosillo el viejo. A ellos se había sumado, el escribano Diego Oviedo, Antón Barriga, y seguramente, pues poco después entrarían en la pelea, Diego de Alfaro,hijo de Alonso de Oropesa, y también Antón García Monteagudo. Es difícil saber si estaban o no en lugar sagrado en aquel espacio caótico que debía ser la plaza del pueblo, que iniciaba un proceso de remodelación arquitectónica. Ni parece que estos subterfugios jurídicos preocuparan a los Montoya, que fueron recibidos con burlones cánticos por los prófugos. Hernando de Montoya que había acudido con vara de justicia decidió el arresto de Francisco Rosillo. Es entonces cuando comienza la pelea por los Jiménez y Rosillo, que han desenvainado sus espadas. El primero en recibir un golpe en la cabeza es el joven Pedro de Montoya de veintiséis años, golpeado por Antón de Ávalos con el pomo de su espada. Pero la brutalidad se desata contra Hernando que recibe golpes y cuchilladas, hasta que una de ellas le rompe el casco, abriéndole una herida en la cabeza y dejándolo sangriento. La trifulca y las voces de Pedro Montoya pidiendo justicia atrae a los vecinos y al alcalde mayor Cordobés. Pero el grupo se mantiene desafiante: al que llegaré acá le mataremos, porfía Antón Dàvalos. Solo la acción del joven Garnica que armado con lanzón ha bajado de la casa que su padre tiene en la plaza del pueblo, cambia la situación. Aparece también el padre Pedro Garnica que durante media hora se enzarza en una pelea con el escribano Diego de Oviedo. La pelea solo acaba cuando aparece el alcalde mayor para poner fin a la riña.El grupo atacante aparece acorralado en el cementerio, pero en ese momento unos clérigos les abren la puerta de la Torre de la Iglesia. Allí se refugian los prófugos, salvo Juan Rosillo, hijo de Francisco el viejo, que es apresado antes.
La situación creada no había surgido de la nada. Algunos vecinos se quejaban de los desórdenes y clima de inseguridad que reinaba en el pueblo y en la comarca por la acción de bandos como los Rosillo. Es más, acusaban de pusilanimidad, cuando no de complicidad, al alcalde mayor licenciado Cordobés. Era sabido por todos, la amistad que le unía al escribano Diego de Oviedo. Además el Consejo de Castilla había nombrado un juez pesquisidor, el licenciado Cisneros, para un caso similar por heridas causadas al vicario de El Provencio. En palabras de Pedro de Tébar, se habían extendido los delitos contra las justicias de la comarca, especialmente por parte de Francisco Rosillo, y los desacatos contra el alguacil mayor del gobernador.


Imagen. Biblioteca Pública de Cuenca Fermín Caballero, Cartel de las fiestas de 1962

domingo, 6 de septiembre de 2015

Padrón de 1586: Marquesado de Villena

Tras una primera comisión en los años 1576  y 1577,  Rodrigo Méndez volverá de nuevo al Marquesado de Villena en 1586, justo el año de su desaparición, para hacer nuevas averiguaciones de las rentas reales de este distrito. Fruto de su labor es una información detallada de las rentas reales de doce ciudades y villas del Marquesado de Villena, incluidas sus aldeas, y sus correspondientes padrones de habitantes. Al igual que diez años antes se trata de poblaciones sin encabezar. La información de las rentas reales, y sus fraude, corresponde a los años 1579 a1584. Los de población, al año 1586.
Los padrones se hicieron por los alcaldes ordinarios bajo la supervisión de don Rodrigo Méndez e la hiçieron calle hita sin eceptuar ninguna.  La relación incluye viudas, hidalgos y clérigos y creemos que son de gran veracidad. Los datos detallados son los siguientes:

  • Chinchilla, 701 vecinos
  • Albacete, 1473 vecinos
  • San Clemente, 1547 vecinos
  • La Roda, 713 vecinos
  • Tarazona, 456 vecinos
  • Barchín, 267 vecinos
  • Almansa, 685 vecinos (sin clérigos, 649)
  • Sax, 114 vecinos
  • Utiel, 604 vecinos
  • Ves, 255 vecinos
  • Yecla, 623 vecinos
  • Carcelén, 201 vecinos
Los padrones nos ofrecen una información de la estructura social de los pueblos, estructura profesional y ocupación del espacio, sobre lo que volveremos próximamente.

FUENTE:
AGS. EXPEDIENTES DE HACIENDA. Leg. 202. Averiguaciones de rentas y vecindarios del Marquesado de Villena, 19 de mayo de 1586.

Población de 1631: San Clemente y partido

DOTACIÓN DE PRESIDIOS PARTIDO SAN CLEMENTE Y LUGARES DE SEÑORIO DE MÁS DE 100 VECINOS

 SAN CLEMENTE 30
 TIERRA DEL CASTILLO DE GARCIMUÑOZ 3
 MOTILLA 6
 ALARCON MUROS ADENTRO 2
 BARCHIN 3
 ARRABALES Y TIERRA DE ALARCON 9
 CAÑAVATE 4
 ZAFRA 3
 INIESTA 10
 MONTALBANEJO 3
 TIERRA DE INIESTA 5
 ALBALADEJO DEL CUENDE 4
 MINGLANILLA 1
 MINAYA 2
 VILLANUEVA DE LA JARA 12
 SANTA MARIA DEL CAMPO 4
 TIERRA DE VVA. DE LA JARA 12
 EL PROVENCIO 6
 VARA DEL REY 3
 MOYA 2
 SISANTE 2
 TEJADILLOS 1
 BUENACHE DE ALARCON Y SOLERA 4
TALAYUELAS 1
BELMONTE 7
 LAS MESAS 2
TIERRA DE BELMONTE 7
 EL PEDERNOSO 2
 CASTILLO DE GARCIMUÑOZ 5
 LA ALBERCA 3

El reparto que vemos se corresponde con la aportación de las villas y la agrupación de las aldeas de sus tierras. Se asignaba un soldado por cada 100 vecinos, que se correspondía con una pago de 60 reales por soldado.  A diferencia del censo de 1646, aparecen villas como Castillo de Garcimuñoz o Moya y faltan otras como Pedroñeras (tal vez los datos estén incluidos con el Provencio). El reparto de 158 soldados nos daría una cifra de 15800 vecinos, lo que nos acerca al descalabro de las dos décadas siguientes si lo comparamos con el dudoso censo de 1646.
Ahora bien, las dudas sobre este censo son muchas. Desgraciadamente, el censo de la sal, elaborado el mismo año de 1631, sólo nos da para las tierras del obispado de Cuenca datos globales, a diferencia de los singularizados de otras provincias; por lo que no podemos cotejar datos. Es más, aparte del redondeo para la asignación de soldados, la distribución es arbitraria.
Los datos de la villa de San Clemente están claramente abultados. No es la primera vez que ocurría, los 3000 vecinos son excesivos si se comparan con los 1610 vecinos más fiables de 1635. Creemos que San Clemente alcanzó su momento álgido de población hacia 1610, con 2000 vecinos, justo cuando otras villas como Albacete o Villarrobledo iniciaban la regresión, que en San Clemente se retrasaría dos décadas. La razón de este desigual comportamiento sería una mejor adaptación de San Clemente que supo diversificar su agricultura de viñedos mientras que Villarrobledo se encontraba atrapado en el monocultivo del trigo.
Una explicación de los 3000 vecinos de San Clemente es que el reparto se hacía por tierras y es posible que se dupliquen datos de pueblos de su mismo suelo como Vara del Rey o Sisante, aunque viendo los soldados  asignados a estos pueblos la cifra sigue siendo excesiva (tal vez no tan excesiva si se incluye en el recuento, como hace el censo de 1528, Minaya y la Roda). En cualquier caso, por testimonios de la época, se reconocía a San Clemente por su carácter de cabeza de corregimiento y de distrito de rentas, una población de hecho y transeúnte mayor a la que recogían los vecindarios. Sabemos que la villa de San Clemente protestó el reparto en Madrid.
FUENTE:

  • AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 149/34

Censo de 1646: San Clemente y partido

El vecindario de las ciudades, villas y lugares de Castilla existente en el archivo de Simancas recoge la población de la Corona de Castilla, fruto del recuento efectuado en 1646 para el reparto obligatorio del pago de juros. Aunque muy discutido en su veracidad por los historiadores, es una fuente que nos muestra el brutal descenso de la población por los esfuerzos militares exigidos a las villas con los reclutamientos militares de la dotación de presidios desde 1635 y las movilizaciones de hombres más intensas para la guerra de Cataluña desde 1640. A esto se sumaría la sangría fiscal y las malas cosechas y, un hecho que hasta ahora no se ha estudiado, y que ya debió tener su origen tras la expulsión de los moriscos en 1609:la emigración al reino de Valencia. Así lo reconocerá Barchín del Hoyo en 1647, presentándonos un pueblo recalcitrante para pagar la llamada composición de milicias, pues se reconoce que cada vez son más las familias que huyen al  citado Reino.


“Relaçión de la vecindad que tiene la villa de San Clemente, villas y lugares de su partido  así realengas y eximidas como de señorío y abadengo.
Por testimonio del corregidor consta que tiene 9669 vecinos.

  • Alberca.  151
  • Alarcón con sus aldeas. 361
  • Belmonte. 495
  • Bara del Rey. 315
  • Barchín. 180
  • Buenache de Alarcón. 340
  • Villarrobledo. 758
  • Villanueva de la Jara. 472
  • Cañavate. 137
  • Casimano (Casasimarro). 150
  • Gil García. 102
  • Honrrubia. 333
  • Hontanaya. 94
  • Ledaña. 115
  • Motilla con su lugar de Gabaldón. 500
  • Mesa (Las Mesas). 78
  • Madriguera.  137
  • Minglanilla. 105
  • Minaya. 243
  • Monreal. 44
  • Osa de la Vega. 304
  • Pedroñeras. 311
  • Pedernoso. 181
  • Peral. 53
  • Puebla de San Salbador. 56
  • Probencio. 289
  • Quintanar. 349
  • San Clemente. 961
  • Sisante. 272
  • Santa María del Campo. 267
  • Santiago de la Torre. 10
  • Tarazona. 373
  • Tébar. 175
  • Telaya (Atalaya de Cañavate). 90
  • Tres Juncos de Arce. 80
  • Villalgordo de Villarejo. 24
  • Villar de Cantos. 15 
  • Iniesta con sus aldeas. 698".

Para comprobar el descenso demográfico habría que consultar los vecindarios que para el reclutamiento militar se elaboraron en los años treinta y cuarenta, sobre todo el de 1635, por el que se pretendían armar a una octava parte de la vecinos, excluidos clérigos, viudas y menores de 16 años. Ese año la villa de San Clemente arroja un censo de 1610 vecinos.


Fuente:
  • AGS. CÁMARA DE CASTILLA. DIVERSOS. Leg. 23, doc. 1.

sábado, 5 de septiembre de 2015

Los Origüela, los Castillo y los Pacheco (III)

(cont.) cuya línea recaería el señorío de Valdosma. A ambas familias, Castillo y Pacheco, los vemos en la elección de oficios del año anterior, 1549, aislados respecto al resto de los regidores, en un momento en que el control de la vida municipal parece estar en manos de la familia de los Herreros y Oropesa (7). Un siglo después, los Castillo, que como hemos dicho habían hecho su fortuna al calor de la protección del marqués de Villena, estaban presentes en la principal familia del pueblo: los Pacheco. En 1612, Juan Pacheco, señor de Perona y alférez de la villa de San Clemente, a la sazón casado con la referida doña Elvira Cimbrón o del Castillo, manifestaba en una prueba de limpieza de sangre de un familiar, no sin cierto rubor, su ascendencia (el primer señor de Perona había sido Hernando del Castillo, el antecesor de la saga), y debiendo tener presente que otro pariente Alonso de Pacheco, casado con otra Castillo, de nombre María, había sido acusado de seguir los preceptos de la ley mosaica en 1563. Sus parientes de Minaya no podían olvidar que su ascendiente directo era Alonso del Castillo, el hermano de Violante González. Pero los Pacheco tuvieron éxito en borrar las huellas que sus enemigos trataban de desenterrar. Unas veces haciendo desaparecer los procesos inquisitoriales, tal como ocurrió con el proceso original de Violante González; otras, a costa de matrimonios con familias de cristianos viejos y la extensión de sus señoríos. Además no dudaron en construirse una genealogía, donde el patrón de la familia ya no se le buscaba origen en Santander, sino que al igual que los Orihuela, era el doctor Pedro Sánchez del Castillo, es decir, un descendiente directo de Clemén Pérez de Rus, el fundador de la villa de San Clemente. Otros descendientes de los Castillo, como los Piñán del Castillo, no tenían tanto éxito al estar encerrados en uniones endogámicas (8).



(7) AMSC. AYUNTAMIENTO. Acta municipal de 29 de septiembre de 1549.
(8) Sobre la genealogía y vínculos familiares de los Castillo es imprescindible el estudio de PARELLO, Vincent: “Une famille converse au service du marquis de Villena: les Castillo de Cuenca (XVe-XVIIe siècles)” en Bulletin Hispanique, 2000, Volumen 102, nº 1, pp. 15-36

Los Origüela, los Castillo y los Pacheco (II)

(cont.) conversos de sus familias no faltaban en la oscura genealogía del antecesor Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón y al servicio del marqués de Villena, apodado el aceitero, y vecino de Castillo de Garcimuñoz (4). Esta rama de los Castillo al igual que los González Orihuela había abandonado pronto el apellido paterno, que se desconocía o no se quería conocer. Hernando supo encumbrarse en la nobleza de la zona por sus servicios como paje del marques de Villena y hacerse con los señoríos de Altarejos y Perona. Tanto él como su hijo Diego tuvieron que hacer frente a sendos procesos inquisitoriales por judaísmo en 1498 y 1519, resueltos de forma expeditiva por el hijo echando a patadas al comisario de la Inquisición enviado a Alarcón, de donde era alcaide. Pero mientras Diego sufría los embates de la inquisición su hermano Alonso del Castillo medraba en silencio, creando por alianzas matrimoniales un patrimonio del que serían herederos los Pacheco de San Clemente. Alonso casó con María Hinestrosa, hija del comendador Alonso de Iniesta, que llevaría al matrimonio, por muerte de la hermana Elvira, el señorío de Valera de Yuso, al que se uniría un gran patrimonio que empezaba a tener como centro la villa de San Clemente: el señorío de Perona, con una dehesa, heredades en San Clemente, La Roda. El Cañavate, Vara del Rey y El Picazo, diversos censos y las dehesas de la Losa y Villalgordo y molinos de la Losa. Una herencia nada despreciable que recaería en el hijo Alonso del Castillo Hinestrosa el 2 de junio de 1517(5). Los nietos de este Hernando, el citado Alonso y sus hermanos Hernando y Francisco estaban avecindados en San Clemente hacia 1550 e inmersos en un pleito para ver reconocida su hidalguía con la invención de una fabulosa genealogía que les hacía proceder de Santander, negada por el concejo de San Clemente presto en recordar que los huesos de la madre del abuelo, Violante González, alias Blanca o Blanquilla, habían sido exhumados por la Inquisición y quemados en un auto de fe en la Plaza de Santa María de Cuenca el 21 de diciembre de 1491, auto de fe en el que estuvieron presentes todas las autoridades de la ciudad. Con estos Castillo, muy activos a mediados de siglo en la política municipal de mano de la regiduría perpetua que ostentaba Hernando, entroncarían los Pacheco. Juan Pacheco casaría con Elvira Castillo o Cimbrón, hija de Francisco (6), uno de los litigantes por su hidalguía en Granada, heredando los títulos de regidor y alférez mayor de San Clemente, señor de Perona y de la Losa. Unos años antes, el abuelo de Juan, Alonso Pacheco, regidor de San Clemente, señor de Santiago de la Torre y hermano del señor de Minaya, casaría con una hermana de los litigantes, Juana de Toledo. De esta línea a través de su hijo Diego, procederían las tres líneas de los Pacheco de San Clemente: Juan, señor de Perona, Alonso, señor de Santiago de la Torre, y Francisco, en


(4) RODRÍGUEZ LLOPIS, M.: op, cit. pp. 70-75. La persecución de los Castillo ha sido estudiada por PÉREZ RAMÍREZ, D.: “Don Diego del Castillo, alcaide de Alarcón, caballero a la española”, Cuenca, nº 11, 1977 y por PARELLO, V.: “Los Castillos ante el tribunal de la Inquisición de Cuenca (siglos XV-XVII)”, Les Cahiers de Framespa, 18, http//framespa.revues.org/3220, para la persecución de los herederos de Violante González y, en especial, Hernando y su hijo Diego del Castillo.
 (5) RODRÍGUEZ LLOPIS , M.: op, cit. pp. 74 y 75
(6) Este Hernando había casado con Elvira Portocarrero, fundando mayorazgo en 1545 con los bienes de Valera y La Losa. Se incluían entre estos bienes la Losa, la Losilla y la Noguera, con sus molinos en la ribera del Júcar (molinos conocidos por su ubicación como de la Noguera y de la Losilla) y sus dehesas. Francisco del Castillo, su hermano, se casó con doña Ana Cimbrón Ávalos. Su hija Elvira Cimbrón o del Castillo, aportaría al matrimonio con don Juan Pacheco y Guzmán, o Herreros, los señoríos de Perona, la Losa y Valera. Su hijo primogénito Rodrigo casaría en Guadalajara con María Mendoza, esa es la razón por la que desaparecen estos Pachecos de la primera línea de la vida política de San Clemente, aunque seguirían presentes como grandes hacendados de pueblo. La nieta de Rodrigo Pacheco y María Mendoza, María de Mendoza e Inestrosa se convertiría en I Marquesa de Valera en 1679.

Los Origüela, los Castillo y los Pacheco

Las controversias del origen medieval del linaje Origüela y sus relaciones con los Castillo y Pacheco: origen converso de la nobleza regional

En realidad, las controversias del origen del linaje de los Origüela afectaba tanto a la rama infecta, procedente del escribano Sánchez Origüela como a la rama limpia de los caballeros de la banda y la espuela de oro. Los orígenes medievales del linaje han sido estudiados por el profesor RODRÍGUEZ LLOPIS (1). Los Origüela eran oriundos del Castillo de Garcimuñoz y su holgada posición va ligada a la corona desde el reinado de Enrique II. Ya en 1381 tenemos constancia de la existencia de Pedro Sánchez Orihuela como alcaide del Castillo de Garcimuñoz y de otros miembros del linaje con cargos en la corte. Aunque la familia comienza a adquirir notoriedad con el doctor Pedro González del Castillo, que inicia el proceso de patrimonialización de la familia al conseguir el señorío sobre Santa María del Campo y Santiago de la Torre, comprada a la familia Rodríguez de Avilés el 3 de enero de 1428, además de propiedades en Alarcón, Garcimuñoz y San Clemente y molinos en la ribera del Júcar. Prueba del origen converso del linaje es que el apellido Orihuela tendió a desaparecer sustituido por el de Castillo, del lugar de origen. No obstante, Pedro González Galindo procuró atenerse a la línea de uno de los hermanos del doctor Pedro, ascendiente directo y que siempre mantuvo el apellido de Orihuela. La razón está quizás en la persecución inquisitorial que sufrió en el pasado la familia Castillo, otra rama familiar del mismo origen en el Castillo de Garcimuñoz, que contaba con la protección del marqués de Villena. Muestra de ello es que las acusaciones pasarían el umbral del cambio del siglo y unos pocos años antes del comienzo del pleito de hidalguía de Pedro González Galindo, en 1613, había sido acusado de judaísmo por la Inquisición el regidor Francisco Castillo Inestrosa, descendiente de esta rama familiar2. Es aventurado apostar por la relación de estos señores de Santa María del Campo y sus parientes de San Clemente. La vinculación de los Orihuela con la villa de Santa María de Campo, que permanecería como aldea de señorío de esta familia hasta su paso a realengo en 1578, está demostrada por las vinculaciones familiares con vecinos de esa localidad: ejemplos claros son los Galindos, recuérdese el caso de María Galindo, o los Ortega3. Pero los Castillo de Santa María del Campo, sin duda inducidos por sus familiares de San Clemente, fueron más allá e inventaron una genealogía que les hacía proceder de Clemén Pérez de Rus, el fundador de la villa de San Clemente. Algo que Pedro González Galindo, sin duda conocedor, no se atrevió a mencionar en el origen de su genealogía. La afrenta de esta genealogía era mayúscula para familias como los Perona y Rosillo, otros como los Pacheco quizás preferían mirar para otro lado, pues los orígenes


(1)RODRÍGUEZ LLOPIS, M.: “Procesos de movilidad social en la nobleza conquense: la Tierra de Alarcón en la Baja Edad Media” en Tierra y familia en la España Meridional, siglos XIII-XIX, FRANCISCO GONZÁLEZ GARCÍA (ed.), Universidad de Murcia, 1998, pp. 62-65
(2) PARELLO, V.: “Los Castillos ante el tribunal de la Inquisición de Cuenca (siglos XV-VII”, Les Cahiers de Framespa, 18, http//framespa.revues.org/3220. Este autor cita cómo la persecución contra los Castillos llegó a uno de sus descendientes en San Clemente. Francisco del Castillo e Hinestrosa, regidor de San Clemente y miembro de la compañía de Jesús, acusado de criptojudaísmo y blasfemia, que mantenía estrechas relaciones con la comunidad de marranos portugueses en la villa, en especial uno de nombre Simón Rodríguez, con tienda de sedas y especias, y había estado al servicio del marqués de Villena en Roma. Se solía vanagloriar de su ascendencia judía: boto a Dios que sé mui bien que soi judío de señal o descendiente de judíos de señal.
3Expediente de limpieza de sangre de Antonio Ortega Galindo, colegial de la Universidad de Alcalá de Henares. 1652 (AHN. UNIVERSIDADES. Leg. 419)

Los marqueses de Valdeguerrero: el origen de la riqueza familiar

Los bienes y propiedades de los Valdeguerrero en 1743 se centraban en las localidades de Villar de Cantos, Vara del Rey y San Clemente, por un lado, aportados por los Ortega, y en la localidad de Alcaraz, aportados por los Guerrero:
"el mayorazgo fundado por Don Rodrigo de Ortega de Avilés el maior y Doña Ana Rosillo Gavaldón su Muger en que comprehende el señorío y hazienda de Villar de Cantos, Vara de Rey y la maior parte de la que ai en esta villa (de San Clemente), como también el que fundaron Alonso Garzía y Ana Martínez de Monteagudo su Muger con lo que a él agregaron Antón Garzía Monteagudo su hixo y Doña María Alvarez de Thevar*, y el que fundó Chatalina Rodríguez Viuda de Melchor de Soto, todos en esta villa, y los dos vículos que en la de Villaermosa fundó Doña María Rodríguez de Ávila para sus nietos Don Pedro Antonio y Doña María Gerónima Zambrana como el que fundó en la dicha villa Dª María del Abad Catalán. En cuanto a los bienes y propiedades de la ciudad de Alcaraz: los mayorazgos que en la ziudad de Alcaraz fundaron el bachiller Juan Martínez Guerrero y el que fundaron Agustín Guerrero y doña Ygnes de Mesa y Luna su Muger, y el que fundó en dicha ziudad Francisco Guerrero el Viexo y Doña Leonor de Alfaro su muger y el patronato que fundó en la dicha ziudad de Alcaraz Don Francisco de Arias cauallero del orden de Calatrua y señorío de la villa de Balazote, y Doña Ginesa de Agüero Guerrero su Muger del convento de Religiosas de la Magdalena de dcha ziudad con los demás patronatos de capellanías y obras pías que eran anexos a dchos mayorazgos y el vínculo que fundó Don Lucas de Avila agregado al referido maiorazgo de Agustín Guerrero y Doña Ygnes de Mesa"

 * Uno de los bienes aportados por el mayorazgo de García Monteagudo es el oficio de regidor perpetuo en la villa de San Clemente (AMSC. AYUNTAMIENTO. Leg. 29/14; Cristóbal García Monteagudo renuncia el oficio de regidor a favor de Diego Ortega. 1634)

AHPCu. NOTARIAL. FRANCISCO LÓPEZ HELLÍN. Leg. 2479. 10 de febrero de 1743. Capitulaciones matrimoniales entre el señor don Francisco Ignacio de Sandoval y Ortega y Doña María Manuela de Castro y Pacheco . Como anécdota, la madre de la esposa, doña Manuela Gertrudis de Ortega y Guerrero excluía de la dote matrimonial de su hija un autógrafo de Santa Teresa de Jesús, guarnezida y con un cristal delante. Es posible que los sucesores de los señores de Valdosma y Tejada todavía conserven esta reliquia o, tal vez, dada la vinculación directa de doña Manuela Gertrudis con los Valdeguerrero, obre en poder de esta familia.


El origen de la riqueza familiar estaba centrado en torno a Villar de Cantos, cuya jurisdicción comprará Rodrigo Ortega y Tébar en 1626, antes se había hecho con los oficios de justicia del concejo de Vara de Rey, incapaz de hacer frente a las deudas contraídas con don Rodrigo. Las alianzas familiares con los Rosillo o García Monteagudo habían contribuido no poco a su riqueza. Hasta el punto que dos Ortega, Rodrigo Ortega y Ortega (o García Monteagudo) y Diego de Ortega Guerrero, junto a otras familias como los Oma, comienzan a controlar la vida municipal a mediados del siglo XVII. Las alianzas matrimoniales con los Guerrero de Alcaraz y los Pacheco, afianzarán ese poder.