El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

lunes, 22 de julio de 2019

Un indulto de un preso de Villanueva de la Jara el día de Viernes Santo

El indulto o perdón de un preso y los delitos cometidos para el día de Viernes Santo es una tradición antigua. Un ejemplo lo encontramos el día de Viernes Santo de 1477; el beneficiado es un vecino de Villanueva de la Jara, Alfonso Martín de la Casa, acusado de matar Juan Sánchez de la Roda en circunstancias no aclaradas, aunque seguramente en el contexto de luchas de bandos de la guerra del Marquesado. 

El texto de la provisión real, que concede el perdón, justifica la decisión en el ejemplo de Cristo y su Pasión
por faser bien e merçed a vos Alfonso Martín, veçino de la villa de Villanueva de la Jara, e porque en tal día como el viernes santo de la cruz nuestro señor Ihesu Christo rreçebió muerte e pasión e perdonó su muerte e porque a él plega de perdonar las ánimas de los rreyes defuntos nuestros progenitores e ensalçe nuestra corona e estado rreal perdonamos vos toda nuestra justiçia asy çevil como criminal que nos hemos e podríamos aver contra vos e contra vuestros bienes en qualquier manera e por qualquier cabsa e rrasón por rrasón de la muerte de Iohan Sanches de la Rroda veçino de la dicha villa aunque sobre ello ayades seydo acusado e sentençiado e dado por fechor e condepnado a pena de muerte e esta merçed e perdón vos fasemos salvo sy en la dicha muerte ovo o intervino aleue o trayçión


Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147704,45. Perdón de Viernes Santo a Alfonso Martín de la Casa, vecino de Villanueva de la Jara. 18 de abril de 1477

martes, 16 de julio de 2019

Los mayorazgos y hacienda de los Ruipérez de Villanueva de la Jara

  Esta relación de los mayorazgos de los Ruipérez ha sido posible gracias al estudio previo de este documento del AHN por Sebastián Hernández y Julia Toledo. Va esta pequeña aportación precedida de una pregunta ¿cuál fue el origen de la fortuna de los Ruipérez? Lo desconocemos, aunque sabemos de la cercanía de la familia al bando del Marqués de Villena y al alcaide de Alarcón, Hernando del Castillo, en el último cuarto del siglo XV. Y va también precedida de una recomendación, para entender el estudio de las familias jareñas y de todo el valle del Valdemembra es necesario conocer los estudios de Sebastián y Julia, los autores citados, y la consulta de su blog, cuyo enlace dejamos







Herencia testamentaria de Catalina Solera, viuda de Pedro Ruipérez,vecino de Quintanar, y madre de Alonso de Ruipérez difunto, de 12 de mayo de 1576


Pide ser sepultada en la iglesia de San Marcos de Quintanar, en la sepultura que tiene cerca del púlpito. Deja limosnas para la iglesia nueva de Quintanar, para que se dore el Sagrario, a la cofradía del Santísimo Sacramento y a las ermitas de Santa Lucía y de la Concepción. Dispone del patronazgo fundado por su hijo difunto Alonso Ruipérez , que cede a su muerte a su otro hijo Pedro Ruipérez, que se constituye en patrón de los siguientes bienes y los tiene por vía de mayorazgo


  • Casas principales de la villa de Quintanar, linde de los herederos de Juan Sánchez Serrano y de Aparicio de Almansa difuntos, 
  • Un cebadal en la Cañadilla de la Membrilla, en el término de Alarcón. linde de la casa que va camino de Alonso Martínez difunto y linde de haza de Martín Parreño, y de herederos de Juan Gómez de Barchín que cabe 16 almudes
  • Un cebadal en la cañadilla Carrasca Morena de siete almudes a la parte que va a la casa de Martín Donate el sordo y linde de haza de Benita de Monteagudo
  • Una haza cebadal en la Bahanilla de catorce almudes, linde con herederos de Martín Donate el sordo y Pedro Donate
  • Haza cebadal de siete almudes en la cañada en la Angostura, que linda con el camino que va a Tarazona y tierras de Juan de Gabaldón y Alonso López
  • Haza de cuatro almudes bajo de la Angostura, que linda con haza de Francisco Gómez y de Diego Pérez de Oviedo
  • Haza en la Matosa de 40 almudes trigales que lindan con hazas de Martín Parreño y de Alonso García el rico difunto y de Gabriel de Buendía y viña de Amador Cuartero
  • Haza en los bancales de Carrasca Morena, diez almudes de cebada, linde de Juan de Gabaldón, de Antón Martínez y de Martín Pérez
  • Haza cebadal de diez almudes en la cañadilla de don Gil, linde de viñas de Ginés López y Mari García y de Pedro Clemeinte
  • Cuatro almudes en la cañada orilla del camino de Tarazona, linde de hazas de Ginés López y Francisco Donate
El 14 de mayo de 1580 se anula la concesión del patronato a Pedro de Ruipérez y se concede el patronazgo a su nieto Andrés de Ruipérez, excluyendo a su otro nieto Pedro Ruipérez, hijo del anterior patrón. Además se incorporan los siguientes bienes:
  • La mitad de una era de trillar pan con la mitad del cebadal que está junto a la ermita de Santa Lucía





Vínculo y patronato de legos, instituido por Alonso de Ruipérez el viejo, vecino de Villanueva de la Jara,  4 de noviembre de 1594


Tras saldar cuentas con Juan Gómez de Pozoseco, Jerónimo Espínola (un genovés) y Tomás Clemente, instituye un vínculo con los siguientes bienes

  • Haza cebadal de nueve almudes, en la Vega, en el camino que va de Villanueva de la Jara a El Peral, junto a haza de la capellanía de Martín Gómez y Julián de Ruipérez
  • Una era junto a la ermita del señor San Idelfonso y linde de haza del Hospital
Con carga de tres misas perpetuamente, una cantada y dos rezadas


Vínculo y patronato de legos fundado por Benita Ruipérez, viuda de Juan Saenz de Pozoseco, vecina de Villanueva de la Jara, por testamento de 3 de noviembre de 1594

  • (Tierras de la Moheda, cedidas a su sobrino Julián Ruipérez, no vinculadas al patronato; se venden otras tierras en Quintanar)
  • Una haza, no vinculada la patronato, a favor del convento de Nuestra Señora del Carmen, en la Vega y linde con huerta de dicho convento
  • Un haza de veinte almudes, no vinculada a patronato, cedida a su sobrino Juan de Ruipérez, en lo hondo de la Cañada, lide con la Cabezada, con tierras de Martín Saiz Barriga y haza de la capellanía de Andrés López clérigo
  • Una haza en la Vega, linde huerta de Martín González, y otra haza donde dicen el palomar de Valera, camino de Pozoseco, linda con Agustín de Valera; las dos hazas de diez almudes de cebada
  • Media casa familiar integrada en el hogar familiar de su hermano Alonso Ruipérez
Carga de una misa cantada el día de San Idelfonso y cede cincuenta ducados al cabildo de la Limpia Concepción

Vínculo y patronato de legos fundado por Alonso de Ruipérez el mayor, vecino de Villanueva de la Jara, por testamento de 17 de septiembre de 1599

  • Una viña con su casa, que son más de dos mil vides, linde de viña de su tía Juana Navarro y en del Camino Real
  • En el llano de la Balsa y Vallejo y alrededor de la dicha viña, 28 almudes de tierras trigales
  • Al lado de la anterior, 4 almudes de tierra trigal
  • Otra tierra trigal a la mano derecha de la Balsa, la Cañadilla arriba, que es de 84 almudes que linda con el dicho camino e montes llecos y Millán García

Carga de tres misas, una cantada el día de Nuestra Señora de Agosto, y otras dos rezadas el día de Nuestra Señora de las Nieves y de Marzo. 

Pide ser enterrado en la capilla fundada por su abuelo Martín López de Tébar

Segundo vínculo y patronato de legos fundado por Alonso de Ruipérez el mayor, vecino de Villanueva de la Jara, por testamento de 16 de septiembre de 1599

  • Tres almudes de tierra en el alto del Villar, linde de Giraldo Borgoño y herederos de Francisco García y Simón López
  • Una haza trigal de 23 almudes en la hoya el Blancar, linde de herederos de Diego García y Juan de Sancho y el camino que va desde villa a casas de Ginés García
  • Una haza trigal de veintinueve almudes, junto a la casa de Simón Martínez, linde del mencionado y Tomás Clemente y camino que va a la casa de Simón Martínez
  • Una haza trigal de treinta almudes, linde del vallejo de los Bravos y la capellanía de Santana y herederos de Damián Peinado

Carga de dos misas, la una el día de San Martín y la otra el día de Nuestra Señora de las Candelas

Tercer vínculo y patronato de legos fundado por Alonso de Ruipérez el mayor, vecino de Villanueva de la Jara, por testamento de 16 de septiembre de 1599

  • Casas de morada en la calle Ancha, linde de Damián Peinado y Sebastián Martínez y dos calles públicas
  • Ocho almudes de tierra cebadal en la Vega. camino del Quintanar, linde con capellanía de Juan Tabernero
  • Siete almudes de tierra cebadal en la Cañada, cerca del majuelo de Villodre, linde del haza del Pie y de Catalina Monteagudo, y del camino de Quintanar
  • Cuatro almudes trigales en la Cabezada que linda con los Llecos
  • Huerta de arboleda en la Vega con la viña que en ella hay, que linda con huerta con Juan Saiz de Pozoseco
  • Tierra de 35 almudes trigales, linde herederos de Francisco García y Asensio Gómez
  • Sesenta almudes, que son veinte almudes en el Aguililla a la otra parte del camino que va de El Peral a la casa de Mari Simarro, linde con Sebastián Gómez y la Navarra
  • 25 almudes de tierra cebadal en las Eras Altas, linde con Olivares de Juan García del Olmeda
  • Cinco almudes cebadales en el Vallejo de Iniesta 
  • Tres almudes cebadales arriba de Santa Lucía, linde del camino de La Motilla y viña de Julián de Alcócer 
  • Dos almudes cebadales bajo de Santa Lucía, junto al camino de El Peral
  • Catorce almudes de tierra trigal, a la mano derecha del Calderón, linde de Pedro López de Tébar
  • 66 almudes de tierra trigales linde del camino que va de El Peral a las Casas de Mari Simarra, linde de herederos de Juana Navarro y Clemente Pardo
  • Diez almudes trigales bajo del carril que va bajo el arroyo a la parte de la casa de Sebastián Gómez, que linda con Jorge de Minaya y Martín Monedero y herederos de Miguel Ruipérez
  • 17 almudes trigales que ahora son cebadales en el vallejo de Vara de Rey, linde de herederos de Cosme García y camino que va a Gil García
  • Diez almudes trigales a la mano derecha del Aguililla 
  • Siete almudes trigales más abajo del camino del Palancarejo, linde del dicho camino, de Juan Mateo y Agustín Valera
  • Cuatro almudes de tierra trigal en la rada de Diego Simón, linde de Pedro Jiménez, Pedro García de Lope García
  • Cinco almudes de tierra trigal, a la izquierda del camino de los Tamarales y linde de herederos de Martín de Navalón, Miguel Martínez y Jorge de Minaya
  • Cuatro almudes de tierra trigal, junto al camino del Palancarejo, linde Juan de Mateo y Diego de Tresjuncos
  • 33 almudes de tierras cebadales y trigales en los Villares
  • Cuatro almudes trigales, linde del camino que va de El Peral a Gil García, linde de la de Contreras
  • Cinco almudes de la mano izquierda del camino de El Peral a Gil García, linde Catalina Monteagudo y la de Contreras
  • Ochenta almudes de tierra trigal a la mano derecha de la casa de Pedro Clemente y de la de Felipe García
  • Cuatro almudes entre el camino de Iniesta y el carril que va a la casa de Pedro Clemente, linde de herederos de Francisco García de Lope García
  • Seis almudes de tierra trigal en el lavajo los Salegones, linde de herederos de Juan de Engra (?) y el camino de EL Peral y el carril que va a los Villares
  • Ocho almudes de tierra cebadal en la cañada arriba de huerta de Francisco Cardos que linda con el camino de Quintanar

Vínculo y patronato de legos fundado por Martín de Ruipérez, vecino de Villanueva de la Jara, por testamento de 22 de enero de 1586

  • Unas parte de la casa que tengo en las casas de mi padre, linde de Julián Ruipérez mi hermano
  • 14 almudes de tierras trigales en la Moheda, linde de Tomás Clemente y de Juan Saiz de Pozoseco
  • Ocho almudes más adelante, linde de Giraldo Borgoño y Julián Ruipérez, su hermano
  • 27 almudes de tierra trigales  a la par del majuelo de Miguel Saiz de Honrubia, linde de Alonso Ruipérez y herederos y de Pedro Donate
  • Siete almudes y medio en la Cañadilla de la Olmeda, linde de Bartolomé Río
  • Once almudes de tierras plantadas de olivas en el camino de la Casasimarro y Benito García castrador
  • Cinco almudes junto a los anteriores, linde de Catalina Monteagudo
  • Seis almudes de tierras cebadales en la Vega a la par de la Cabezuela, linde de herederos de Alonso de Villena
  • Cinco almudes cebadales en la dicha cañada, linde de Alonso Ruipérez y herederos de Alonso Villena, y el cordel del Pobre
  • Siete almudes en el vallejo los Bravos, linde de Julián de Ruipérez y su hermana
  • Tres o cuatro almudes de tierra trigales junto a la casa de Alonso de Ruipérez, su abuelo, linde de Francisco Cardos y Juan López de Martín López
  • La mitad del pedazo de la hoya del Asno, que linda con las monjas de Santa Clara
  • Cuatro almudes de tierras cebadales bajo del Quintanar hacia Pozo Llorente, linde de herederos de Ana García, viuda de Esteban Espila
  • Una cañada de hasta mil viñas en la cañada de las Leguas, linde de Julián de Ruipérez 
Con carga de dos misas rezadas cada año y limosna de un real a las Ánimas del Purgatorio en el día de San Idelfonso

Vínculo y patronato de legos fundado por Juan Sanz de Ruipérez, vecino de Quintanar del Marquesado


Juan Sanz de Ruipérez había fundado mayorazgo en la villa de Quintanar. Los bienes integrantes de dicho mayorazgo eran unas casas junto a la ermita de la Concepción y unos cebadales junto a la Puente, sujetas a una misa cada mes y perpetua.  Disponemos de descripción de 1702 de los bienes que componían este mayorazgo
  • Casas desde la esquina que está al callejón del Sol de Mediodía, lindantes con casas de Martín de Iniesta y el licenciado Ignacio de Tovar con todo el corral y pajar que alinda con dicho callejón y los susodichos subcesores la puerta que diuide la parte de los corrales de las bodegas y puertas falsas y la cozina de los mozos que da fuera; la casa incorporaba una cueva.
  • Casas, huerta y cebadal de junto a Santa Lucía, viña y bancal de Carrasca Morena





Árbol de los Ruipérez de Villanueva de la Jara

Archivo Histórico Nacional,CONSEJOS,35175,Exp.2 - 222 - Imagen Núm: 222 / 676


Archivo Histórico Nacional, CONSEJOS, 35175, Exp. 2.  Pleito Antonio Cardós, presbítero y vecino de Villanueva de la Jara (Cuenca), contra Diego Rodríguez Ruipérez, vecino de Tobarra (Albacete) sobre la tenuta y posesión de los vínculos y mayorazgos fundados por Alonso de Ruipérez que vacaron por muerte de María de Ruipérez. Ante el escribano de cámara, José Gómez de Lasalde.


domingo, 14 de julio de 2019

Santa María del Campo Rus y los Castillo de Portocarrero en la guerra del Marquesado

(Estos no son sino unos breves apuntes a desarrollar en el futuro sobre cuál fue la participación de los Castillo Portocarrero en la guerra del Marquesado)

La fijación de términos al finalizar la guerra del Marquesado entre Santa María del Campo Rus y Castillo de Garcimuñoz no estuvo exenta de conflictos.  Para la fijación de mojones entre ambas villas fue comisionado Fernando Díaz del Castillo, miembro del Consejo Real. Pero cuando los alcaldes de Santa María del Campo llegaron a fijar los mojones, junto al citado Díaz del Castillo, fueron recibidos de forma agresiva por los gente de caballo y de pie armada del Castillo de Garcimuñoz que tras insultar a los santamarieños, arrebataron las varas de sus alcaldes, símbolo de jurisdicción.

Fernando Díaz del Castillo, que había sustituido a su padre Diego Sánchez del Castillo en el Consejo Real, no debió convencer en su actuación de amojonamiento de términos de Santa María del Campo Rus a las villas limítrofes de Alarcón, Castillo de Garcimuñoz y San Clemente, pues se negaron a pagar su parte de salario que de la comisión les correspondía. Ya previamente villas como Garcimuñoz daban lugar a dilaciones para evitar el amojonamiento que obligó al Consejo Real a una prorroga del la comisión de Fernando Díaz del Castillo, esta vez usando un lenguaje de mayor severidad.

Pero, ¿cuál fue el compromiso de Santa María del Campo Rus durante la guerra del Marquesado? Santa María del Campo Rus era villa perteneciente al mayorazgo fundado por el doctor Pedro González del Castillo y que al advenimiento como Reina del Isabel I estaba en poder de su hijo Juan del Castillo Portocarrero. Quizás por la misma situación geográfica de este pequeño señorío formado por Santa María del Campo Rus y Santiago de la Torre, rodeada por las tierras del Marquesado de Villena, Juan del Castillo Portocarrero tomó partido en un principio por Juana la Beltraneja, lo que le valió el secuestro de todos sus bienes tanto en la Mancha como en Salamanca por provisión de 14 de agosto de 1475. Si la familia mantuvo el mayorazgo fue por la fidelidad del hermano segundón Alfonso de Portocarrero, maestresala de la Reina Isabel, y por la hábil mutación de fidelidades del primogénito. Las diferencias entre los hermanos se trasladarían al derecho de posesión del mayorazgo que acabaría decantándose por Bernardino Castillo Portocarrero,  hijo de Juan, ya difunto.

El concejo de Santa María del Campo Rus arrastraba una situación penosa ya antes de llegar a la guerra. En 1468, año de extrema necesidad, se vio obligado a tomar de un vecino de Castillo de Garcimuñoz, Fernando García de Alcaraz, ochocientas fanegas de trigo y cien de cebada y centeno, que se comprometió a devolver primero multiplicada esa cantidad por más del doble (2107 fanegas de pan a devolver por vecinos singulares). El caso es que Fernando García de Alcaraz al tomar partido en la guerra del Marquesado por la causa portuguesa fue privado de sus bienes en favor de Alfonso Portocarrero, que se igualó con los vecinos para saldar la deuda al concejo de Santa María. Mientras llegado el año 1477, las fidelidades y situaciones de los perdedores de la guerra cambiaban en un ambiente de treguas. Llegado el momento, y seguramente aprovechando el conflicto entre los dos hermanos Castillo, Juan y Alfonso, Fernando García de Alcaraz, con la complicidad de los alcaldes ordinarios del Castillo de Garcimuñoz, decidió tomarse la justicia por su mano y exigir de nuevo el pago de la deuda, tomando como rehén a un vecino llamado Juan Carnicero como garante del pago, al cual llevó preso a Castillo de Garcimuñoz. Esta vez quien defendió la causa de los santamarieños fue Juan del Castillo Portocarrero, que en el ínterin había obtenido el perdón real y recuperado sus vasallos. Pero el caso es que en esta volubilidad de guerras y treguas, Fernando García de Alcaraz ganaría ejecutoria del Consejo Real reconociendo la deuda a su favor y obligando al concejo santamarieño a pagar en el plazo de tres meses y dando por nulo el compromiso alcanzado con Alfonso Portocarrero.

La ejecutoria a favor de Fernando García de Alcaraz es de 28 de enero de 1478. Un año después, Santa María del Campo Rus se convertía en cuartel general de las tropas reales al mando de Jorge Manrique







Archivo General de Simancas,RGS,LEG,148603,58 Comisión al doctor Fernando Díaz del Castillo sobre lo acaecido en Santa María del Campo al tratar de amojonar sus términos con los de Castillo de Garcí-Munoz y de otras villas

Archivo General de Simancas,RGS,LEG,148603,30-31 Provisión a la villas de Alarcón, Castillo de Garci-Muñoz y San Clemente para que paguen la mitad de su salario al doctor Fernando Díaz del Castillo que va entender en el debate que tenían con la villa de Santa María del Campo para amojonar sus términos

Archivo General de Simancas,RGS,LEG,148603,53 Prorrogación al doctor Fernando Díaz de Castillo, del Consejo, del plazo para partir y señalar los términos de la villa de Santa María del Campo y lugares comarcanos

Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147508,582 Ordenando que el contador de rentas Gonzalo Chacón tenga en secuestro los bienes, vasallos, maravedís de juro y oficios de Juan del Castillo Portocarrero

Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147702,202 Emplazamiento al bachiller Fernando García de Alcaraz, vecino de Castillo de Garcimuñoz, a petición de Juan del Castillo Portocarrero, sobre la prisión que hizo a algunos vecinos de su villa de Medina del Campo.

Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147801,187 Ejecutoria en pleito por deudas con el concejo de Santa María del Campo.

El Cañavate y Alarcón por la dehesa de Atalaya

El pleito entre El Cañavate y Alarcón sobre el aprovechamiento de la dehesa de Cañavate se venía arrastrando desde el año 1537, pero no se pronunció sentencia hasta 19 de marzo de 1549. La sentencia daba la razón, aparentemente, a El Cañavate
declaramos que los veçinos de la dicha villa de Alcañavate pieden paçer con sus ganados de lavor en la dehesa de la Atalaya sobre que es este pleyto aunque esté arrendada por el conçejo de la villa de Alarcón e no estando arrendada puedan hazer e hagan la dicha dehesa los dichos veçinos de Alcañavate todos los usos e aprovechamientos según e como hazen e puedan hazer los veçinos de la dicha villa de Alarcón e no les pongan ympedimentos algunos so pena de dosçientos mill maravedís

Sentencia de 19 de marzo de 1549
ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 1976, PIEZA 7. El Cañavate vs. Alarcón por la dehesa de Atalaya. 1537

La dehesa de Atalaya se tenía por un propio de Alarcón, y como tal de libre arrendamiento para herbaje y reservándose el derecho a conceder cualquier uso o aprovechamiento solo con licencia previa del concejo de la villa de Alarcón. La sentencia no convenció a ninguna de las villas; ni a Alarcón que se reservaba el uso exclusivo de la dehesa, y limitaba los derechos de EL Cañavate y sus aldeas a las dehesas boyales que ya poseían, ni a El Cañavate que quería un libre aprovechamiento de sus ganados en todo el término de Alarcón, incluidas las dehesas adehesadas o privilegiadas, también cuando estuvieran arrendadas. Este derecho a la comunidad de aprovechamientos, acordado en 1480 y sentencias de años poseriores, lo limitaba el procurador de Alarcón a los terrenos baldíos con exclusión expresa de las dehesas cerradas
porque la dicha comunidad no se estiende a la dicha dehesa ni a las otras que mis partes tienen en los dichos sus términos salvo en los términos valdíos de la dicha villa
La sentencia sería confirmada en grado de revista, pero no sería aceptada por ninguna de las partes, que, a través de sus procuradores siguieron pleiteando en la Chancillería de Granada


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 1976, PIEZA 7. El Cañavate vs. Alarcón por la dehesa de Atalaya. 1537

sábado, 13 de julio de 2019

Las dehesas de Valhermoso y Pozoseco a comienzos del siglo XVI


Pedro Navarro, alcalde de la Motilla, en junio de 1538, reconocía que no sabía si su pueblo traía mal o buen pleito con la villa de Alarcón, para cargarse a continuación de razón y afirmar que no sería el concejo de Motilla del Palancar el que presentase escrituras o testigos falsos.

El motivo del litigio eran las dehesas de Pozoseco y Valhermoso y el Hero de Enmedio, dehesas propias y de herbaje para Alarcón y dehesas boyales de uso común para Motilla del Palancar. El derecho que se arrogaba Motilla para disfrutar de las vecinas villas de Alarcón, se lo negaba a los foráneos para disfrutar de su propia dehesa de boalaje, sita en el paraje del Palancar. La actitud del alcalde motillano era altanera, reconociendo que su dehesa boyal era suficiente para sus vecinos, y para más que fuesen a ella. No obstante, Motilla era término cerrado e imponía fuertes multas a los que osaran entrar en su dehesa boyal: cinco reses de día y diez de noche para ganado menudo y, en el caso de ganados mayores, vacas, bueyes, o mulas un real de pena de día y dos reales de noche. Pero esas multas no eran sino las que imponía Alarcón, según mandaban sus ordenanzas.

El conflicto había nacido por las prendas tomadas por los caballeros de sierra a los motillanos en la dehesa de Valhermoso. En un principio, el pleito se sustanció a favor de Motilla, que, en sentencia dada el dos de abril de 1533 por el alcalde mayor del marquesado de Villena licenciado Ordóñez, en medio del campo, en la llamada vereda de Hocecillas hacia Villanueva de la Jara y en término de Alarcón, daba la razón de los motillanos y condenaba a los caballeros de sierra de Alarcón. Pero esta última villa apelaría ante la Chancillería de Granada, iniciándose un largo pleito de cinco años. La sentencia del licenciado Ordóñez era demasiado humillante, pues había mandado a un motillano ejecutarla. Así Juan Guerrero, con vara de alguacil y acompañado de otros dos, Francisco el Largo y Antón Collado,se presentaron en el campo de Valhermoso, en el llamado despoblado de La Rada, donde labraban Gabriel Salvador y Juan Peralta, preguntando por las personas de Martín Valbuena, Juan el Rubio, Diego el Rubio y Cristóbal de la Fuente, para embargar sus bienes y así resarcir las penas impuestas a los motillanos por entrar en la dehesa de Valhermoso. No era casualidad que se buscara a estos dos labradores, pues había participado previamente en el embargo de ganados motillanos y, ahora, además de testigos de cargo, serían objeto de la requisa de tres machos y una mula. Era aquel un paisaje agrario, que, poco tiene que ver con el actual. El núcleo principal era Valhermoso, granja o arrabal de Alarcón, con sus moradores con plenos derechos como vecinos de Alarcón y, en algún caso, como los Granero, participando de su gobierno concejil. Aunque ahora, las granjas de Alarcón, devenidas en aldeas, estaban en un proceso de emancipación de la villa madre, dotándose de una organización propia. Cerca de la granja de Valhermoso, existían antiguos vestigios de poblamiento, como La Rada, donde los agricultores, labraban las hazas de trigo. Es creíble que la pujanza de Valhermoso evitara el nacimiento de nuevas alquerías, aunque sabemos de la existencia de casas aisladas como la de Juan Cardenete. Además del espacio amojonado de la dehesa, existían pastos comunes de la Tierra de Alarcón, donde pastaban ganados de vecinos de Alarcón, como los de Alonso de Olmeda, llevados por un pastor de Madrigueras, llamado Juan Martínez. Una muestra más de cómo el amplio término de Alarcón formaba un espacio económico integrado. Este paisaje de hazas de pequeños labradores y rebaños compartiendo un espacio, del que también participaban los motillanos, y otros, con sus tierras, ganados y bestias de labor, pues los mojones ni limitaban los movimientos de los hombres ni sus propiedades, era un paisaje que estaba cambiando por dos fenómenos nuevos: la revolución agraria vivida desde comienzos de siglo, que convertía la tierra en bien escaso, y, ligado al fuerte crecimeinto demográfico, la aparición de "señores de ganado", propietarios de rebaños de varios miles de cabeza de ganado menudo y otras tantas de ganado mayor (ya bueyes ya yeguas para la procreación de mulas), necesitados de pastos en exclusividad para sus reses. Era la vieja lucha de Caín y Abel, del agricultor y el ganadero, pero con la salvedad, que los grandes propietarios participaban de ambas condiciones y estaban rompiendo, en detrimento de los pequeños propietarios, el equilibrio nacido a comienzos de siglo de una revolución agraria que había procurado tierras a todos.

El licenciado Ordóñez, alcalde mayor del Marquesado, buscaba en cada una de sus decisiones la humillación de Alarcón, o. al menos, evitar problemas de jurisdicción. Su escribano también era motillano, Ginés Navarro. Había establecido su audiencia en La Roda, pero para pronunciar sus sentencias y autos se desplazaba a término de Alarcón. Así lo hizo, por ejemplo para decidir la venta de los machos y mula embargados a los labradores de Valhermoso. La sentencia se dio en medio de la dehesa de Galapagar, a dos leguas de La Roda; la más meridional de las dehesas de Alarcón. Estas decisiones arbitrarias de la justicia las pagaban los culpados, pero también los ejecutores de la misma. El alguacil Juan Guerrero calculaba en más de doscientos maravedíes el gasto del embargo de las mulas de Antón Salvador y Juan Peralta en Valhermoso y su traslado hasta La Roda, donde estaba el alcalde mayor, el cual decidía que los pagase Motilla de sus propios, a sabiendas que la villa de Alarcón no lo iba  a hacer. Del periplo de Juan Guerrero para llevar las mulas desde Valhermoso a La Roda, sabemos un poco más de la vida y los precios de aquel año de 1533:

  • La noche del sábado cinco de abril la pasó en El Peral, donde consumió 75 maravedíes de cebada y paja
  • La mañana del domingo estaba en Villanueva de la Jara, donde gasto de doce celemines de cebada y posada 22 maravedíes
  • Nueva escala en los molinos de los Nuevos, donde de posada paja y herrén gasto 23 maravedíes. Allí se debió vadear el río Júcar, para iniciar el camino hacia La Roda por la margen derecha.
  • En La Roda, donde estaban el martes ocho de abril, siete celemines de cebada a diez maravedíes cada uno; mientras que los gastos de posada y lumbre ascendieron a 22 maravedíes.
Los tres machos y la mula de Valhermoso fueron subastados en la plaza pública de La Roda, con un precio de salida de nueve mil maravedíes. No obstante, el remate definitivo recayó en un vecino de Motilla del Palancar, Pedro Bonilla, por trece mil maravedíes.  El montante fue a pagar el salario del licenciado Ordóñez y su escribano.


La situación a la salida de la guerra del Marquesado y el nacimiento de nuevas villas de realengo se plasmó en un reparto en el uso de las yerbas. Las villas eximidas cerraron sus términos y sus pastos a la villa de Alarcón; se dotaron de dehesas boyales de uso exclusivo, aparte de aquellas redondas y cotos que con el tiempo cerraron. La villa de Alarcón exigió contrapartidas; inmediatamente cerró el pinar que se extendía una legua a la redonda de la villa y consiguió que el concejo real le concediera la propiedad de nueve dehesas, de los que vamos conociendo su nombre (Gascas, Martín Ruiz, Valverdejo, Valhermoso, Pozoseco, Galapagar, La Losa, Villalgordo -éstas dos últimas en litigio con los Castillo-). A ellas se sumaba la llamada dehesa de Francisco el Castillo de Guzmán. Eran las llamadas dehesas adehesadas o privilegiadas, concedidas en virtud de la carta real de 25 de marzo de 1480, que garantizaba los términos de Alarcón, dejando a las nuevas villas términos muy reducidos en torno a sus núcleos poblados, y cuya concesión se debió concretar en documento posterior, que desconocemos, pero que dio lugar a numerosos pleitos. Un amplio espacio que se extendía dieciocho leguas, aguas abajo del Júcar. La cuestión no es baladí, pues fue en ese juego de contrapartidas donde se jugó el futuro de Alarcón: derecho de las nuevas villas al antiguo suelo común de Alarcón, pero derecho de esta villa a dotarse de espacios adehesados y cerrados propios; así como limitación al uso de los frutos de esos espacios comunes con el desvedamiento en determinadas fechas por Alarcón. Hablamos de la bellota, la grana y la piña. Así, Alarcón se reservaba el arrendamiento de estas yerbas a particulares o su aprovechamiento, previa concesión de licencia previa. El pago de estas tasas lo hacía extensivo a los moradores de sus aldeas. Las penas citadas en sus ordenanzas: cinco reses para ganado menudo, o diez si era de noche, y un real para ganado mayor, o dos reales si era de noche. Decir que se consideraba como ganado menudo, las ovejas y cabras, y como ganado mayor, las vacas o bueyes y los equinos. Aunque dichas multas se aplicaban  a la hora de prendar a las reses, la realidad era, que una vez llevadas las cabezas de ganados a la villa de Alarcón, los penados se solían concertar con la justicia de Alarcón y la multa solía ser menor. Es más, lo normal era que aquéllos que quisieran pacer las yerbas de las dehesas del término de Alarcón, se igualaran con la justicia de esta villa para gozar del aprovechamiento libre o, dicho en palabras de la época, se iban con Dios. A estas penas, marcadas por las ordenanzas, se sumaba el derecho de Alarcón, según fuero, a quintar los ganados que pasaban por sus términos, pero ese derecho se había diluido en el llamado derecho de borra, que se aplicaba por partida doble: una borra, cordera joven, por cada hato de ganado, de un mismo caldero se decía, y el derecho de asadura, que correspondía al alcaide de la fortaleza. Aunque las villas de realengo intentaron apropiarse de este derecho de borra, la verdad fue que el licenciado Molina, al dirimir en 1483 este derecho, se inclinó en su concesión a la villa de Alarcón.

El problema de fondo radicaba en que los labradores ganaban tierras poco a poco en estos espacios adehesados. Ya en 1500, Juan Cabañero el Viejo, vecino de Villanueva de la Jara, tenía un terreno de labor junto a la dehesa de Pozoseco y por costumbre llevaba sus bueyes a la misma para pacer la yerbas. No olvidemos el litigio que por la misma época disputaba Hernando del Castillo con el concejo de Villanueva, en el término próximo de Roblecillo; tierra expropiada, a su favor, por el alcaide a Pascual García con la excusa que era una dehesa y no tierra de labor. Eran estos rompimientos de tierras la causa del conflicto; el aprovechamiento del suelo común no era solo disponer de las aguas, yerbas y frutos del monte, también recogía el viejo derecho de apropiarse de la tierra roturada, labrada y que pasados dos años ya daba cosecha. Los únicos límites eran dehesas, panes y viñas. Sin embargo, los testigos aseveraban una y otra veces que los derechos comunes eran beber y pacer, pero también rozar y labrar. La realidad era que los derechos inmemoriales permanecían, hacia 1510, siendo regidor Antón Granero y jurado de Valhermoso Benito Díaz, el uso de la dehesa de Valhermoso estaba restringido, pero asimismo se desvedaba una época del año para libre aprovechamiento de los vecinos, incluidos los de Motilla del Palancar y El Peral. Este uso compartido como dehesa boyal de Valhermoso o Pozoseco, poco a poco fue negado por los intereses ganaderos de familias como los Castañeda, especialemente en el caso de Pozoseco, que pretendían un uso exclusivo de las yerbas, al igual que en Valhermoso; pero aquí, al menos hacia 1515, la dehesa estaba arrendada a Melchor Granero y sus hermanos, por la cantidad de 4150 maravedíes. Seis años después el arrendador era Miguel de Olivas y pasados dos años, Martín Gabaldón, vecino de Alarcón. Los tenentes de ganados y los arrendamientos muestran en cualquier caso la dependencia de la ganadería de la economía de Alarcón.

La diferencia entre dehesas boyales y dehesas de herbaje, se entiende privilegiadas, ocultaba una diferenciación en el aprovechamiento de las mismas. Era común que cada villa y aldea tuviera su dehesa boyal, así se reconocía para aldeas como Cañadajuncosa y Atalaya, aldeas de Cañavate, o Gascas, Tébar, Honrubia y Olmedilla, aldeas de Alarcón. Aunque si el concejo de Alarcón consideraba que dichas dehesas eran de uso exclusivo para los vecinos de los pueblos, las villas de realengo consideraban que el uso era común para todos los lugares de la Tierra de Alarcón, al menos el aprovechamiento de las dehesas ajenas, pues las propias se cerraban a los bueyes y mulas de las otras villas. Es más, Alarcón pretendía un derecho de propiedad eminente sobre estas dehesas boyales, si estaban en aldeas dependientes o en villas, como El Cañavate, cuyo término (especialmente el de sus aldeas de Cañadajuncosa y Atalaya) pertenecía a Alarcón. En reconocimiento de ese derecho eminente, los de Valhermoso pagaban por introducir sus ganados mayores doscientos maravedíes anuales y la villa de El Cañavate, quinientos maravedíes. Curiosamente, el tributo anual que pagaba El Cañavate a Alarcón por el uso de sus dehesas boyales se llamaba "parias". Los doscientos maravedíes que pagaba Valhermoso coincidía con la cantidad que pagaban otras granjas de Alarcón a la villa, teniéndose por costumbre inmemorial, que no se formalizaba en acto escrito ante escribano y dándose derecho a las aldeas de Alarcón a recibir juramento del nombramiento de guardas propios para sus dehesas boyales. A diferencia de las dehesas boyales, las dehesas de herbaje, adehesadas o privilegiadas, eran de libre arrendamiento al mejor postor, aunque es cierto que una misma dehesa, y tal es el caso estudiado de Valhermoso complementaba ambos usos: boalaje y herbaje. No era el caso de Pozoseco, donde los labradores jareños que entraban sus bueyes y mulas eran prendados, aunque ésta tampoco era la regla general. Mateo Sánchez de Hortún o Marcos Sánchez tenían su domicilio en Villanueva de la Jara, pero sus tierras de labor las araban en El Picazo, granja de Alarcón, en cuya dehesa boyal pacían sus bueyes. Y es que junto a los títulos ganados por Alarcón en 1480, estaban esos otros títulos de propiedad de los particulares que se acomodaban a la jurisdicción más favorable según sus intereses.

Para defender sus intereses y los de sus ganaderos, la villa de Alarcón hizo uso de los viejos escuderos del marqués de Villena y criados del alcaide de Alarcón, que sustituyeron la guerra por la guarda de las dehesas, empleándose como caballero de sierra. Oficio más formal, con poder y buen recabdo del honrado concejo de Alarcón, dando una apariencia de legalidad a estos servidores de los viejos señores, que, en palabras de la época, en modo alguno actuaban a lumbre de pajas. Estos caballeros de sierra, auxiliados por guardas,  y por otros cabaleros y escuderos alarconeros, llegado el caso, era la antigua milicia concejil, en este momento, al servicio del alcaide de la fortaleza, que, a caballo, y armados con lanzas y espadas, recorrían las dieciocho leguas del término de Alarcón en busca de intrusos en las dehesas cerradas, bien paciendo ganados bien robando la grana. Era un cuerpo de jinetes temido por labradores y pastores de la villa de realengo que dependían del suelo de Alarcón para sus economía, y que, en muchos casos, acababan con sus espaldas molidas a palos; otras veces, en especial, los jareños y los moradores de sus aldeas, se organizaban en pequeños ejércitos de hombres de pie, armados ya con piedras ya con destrales u otros objetos punzantes o con las lanzas traídas desde la Jara en carretas, para luchar contra los caballeros de Alarcón en improvisadas escaramuzas en aldeas como Tarazona o en los molinos de la ribera del Júcar. Pero esta capacidad de dotarse de una organización militar solo la tenían en esta zona Villanueva de la Jara o San Clemente; pequeños ejércitos concejiles que Carlos V no dudaría en desarticular tras la guerra de las Comunidades y la cesión de este espacio en señorío a la Emperatriz Isabel en 1526.

A Motilla, su término se le hacía muy pequeño, por lo que debía valerse de las dehesas de Alarcón. En especial, Valhermoso, donde motillanos como Julián Navarro arrendaban sus yerbas para pastos. Tal como había hecho antes el ganadero Juan el Rubio y harán luego otros vecinos de Gabaldón.  Aunque lo común era que la villa de Alarcón arrendara la dehesa para abasto de sus carnicerías, solía mantenerla como dehesa de boalaje para los vecinos de su aldea, contra pago de doscientos maravedíes.  Alrededor de 1500, la economía seguía siendo pastoril, Jaime Pastor, natural de Villora, reconocía haber servido como pastor a Juan de Castañeda, que tenía arrendada la dehesa de Pozoseco, y posteriormente había conducido los ganados de Juan Ruipérez. Los Castañeda gozaron a principios de siglo de cierto monopolio del arrendamiento de la dehesa de Pozoseco, donde trabajaban a su servicio dos pastores motillanos, los hermanos Miguel y Juan Martínez, que acabaron trasladando su vecindad a Buenache, siguiendo los ganados de sus amos. Hemos de pensar que, por aquel entonces, los ganados que pastaban eran bueyes y vacas; al fin y al cabo la mula, a pesar de su avance constatado, aun no había sustituido a la la yunta de bueyes en los campos de cereal. No obstante, Juan el Rubio reconocía haber visto de mozo, en la década de los noventa como se prendaba a un morador de Gabaldón con cinco yeguas, aunque para reconocer a continuación que lo normal eran las prendas que él tomaba a los labradores motillanos hacia 1520: un par de bueyes tanto a Miguel López como a Benito García. De hecho, todavía en 1530, caso de un vecino apellidado Jara, o 1538, a otro llamado Salvador, las cabezas de ganado embargadas eran bueyes. El mantenimiento de los bueyes de arada y la insuficiencia de la dehesa boyal de Motilla para su herbaje explican la necesidad de buscar nuevos pastos para los animales de labor. Y es que si la mula se había extendido con suma rapidez en pueblos como San Clemente al unísono de la plantación del viñedo, no ocurría lo mismo a este lado del Júcar, donde el buey era el animal de arada.

En  este juego de intereses, Alarcón no se veía en la necesidad de demostrar nada, pues excluía por la vía de los hechos; Motilla, cargada de razones, hacía valer el simbolismo del juramento de sus testigos, que colocaban a aquellos hombres ante su conciencia y ante Dios, delante de escribanos ajenos y llegados desde Granada:

por Dios e por Santa María e por la señal de la Cruz, donde corporalmente puso su mano derecha, dirá verdad dello que supiere en este caso que es presentado por testigo o sy ansy lo hiziere, Dios nuestro señor le ayude en este mundo al cuerpo y en el otro al ánima, donde demás, que de dezir lo contrario, hiziendo Dios nuestro señor se lo demande más e caramente como a mal cristiano que a sabiendas se perjura e jura el santo nonbre de Dios en vano, el qual a la conclusión del dicho jurmento dixo sí juro e amén
Alarcón respondía, sus argumentos podían ser corroborados por simples labriegos de lugares tan diferentes como Pinarejo, Villaescusa de Haro o los campos de Rus, aún dominados por la silueta de un semiderruido castillo, y bajo cuya protección labraban sus campos hombres como Francisco García del Cañavate o Alonso el Rubio; así como por testigos de Vara de Rey, La Roda, Tarazona, Casasimarro, Pozoseco, Villanueva de la Jara, El Peral, Valhermoso, Buenache o Piqueras; muestra de la influencia de la fortaleza sobre las tierras y dehesas del suelo común.

Pero en torno a las dehesas ya había intereses ganaderos que traspasaban el interés local de la villa de Alarcón. La dehesa de Pozoseco era ambicionada tanto por los principales de Alarcón como por los de Villanueva de la Jara. Estos principales eran lo que el alarconero Blas Serrano  o el bonachero Hernán Sánchez Tejedor llamaban los "señores de ganados". En 1530 dicha dehesa había sido arrendada a Pedro de Castañeda por setenta mil maravedíes y para diez años; pero antes el arrendador había sido el jareño Juan Saiz de Pozoseco, que había disfrutado de sus yerbas varios años, al menos desde 1509, y tal como contaba Melchor Granero,
que este testigo a visto por escritura en lo libros de propios e rrentas del conçejo de la villa de Alarcón e que algunas vezes vido a lo moradores de las casas de Pozoseco en tener sus bueyes e mulas del hero en la dicha dehesa porque Juan Sánchez de Pozoseco la tovo arrendada mucho tienpo el qual dicho Juan Sánchez les podría dar liçençia porque entrasen  a la paçer

En fechas similares, 1523, la dehesa de Valhermoso era arrendada por Martín Gabaldón por 5300 maravedíes, con el compromiso de abastecer las carnicerías de Alarcón. Era este nuevo uso, junto al de dehesa boyal del que se servían los moradores de Valhermoso, lo que estaba haciendo insuficientes las yerbas de la dehesa para los ganado, obligando algunos años al concejo de Alarcón a suspender el arrendamiento de los pastos para los ganaderos. Aunque, a decir de Melchor Granero, las quejas contra dicho arrendamiento venían de los labradores de Valhermoso, obligados a pagar las alcabalas del lugar y que veían con malos ojos la entrada de forasteros.

Otra de las dehesas que Alarcón arrendaba era la que poseía en la granja de las Tejeras; uno de sus beneficiarios era el mencionado Hernán Sánchez Tejedor de la villa de Buenache, que procuraba aventar de ganados intrusos en las yerbas por las que había pagado. El testigo agregaba que en la villa de Alarcón había justicia harta para defender sus dehesas de foráneos, citando los cuatro alcaldes de su gobierno, los dos de la hermandad y el corregidor, delegado del marqués. Sabemos que Alarcón, en algún momento, daba un estatus jurídico distinto a sus aldeas y sus granjas, pero para los hombres que declaran en 1533, ambos conceptos se confunden, quizás por la poca entidad de estas poblaciones hacia 1500. Es más para el caso mencionado de Tejeras no sabemos si constituía un núcleo poblado permanente o existía como tal; al menos no de reconocida existencia por Alarcón y sin organización concejil propia. Otros como Valdehermoso, ya como aldeas, se dotaban de una incipiente organización concejil con la figura de un jurado. La vieja fortaleza ya no solo cedía ante las villas de realengo sino ante sus antiguas granjas que se intentaban dotar de espacios propios.

Ayuntamiento de Motilla, 13 de mayo de 1538


Alcaldes ordinarios: Hernando López y Pedro Navarro
Regidores: Andrés Gómez y Benito Martínez Cejalbo
Diputados: Pascual de Cardenete, Benito Martínez del Cortijo y Pascual Martínez de los Paños

Ayuntamiento de Alarcón de 21 de marzo de 1533

Álvaro de Villanueva y Fernando de Padilla, alcaldes ordinarios; Garci Vizcarra, juez; Juan Martínez Rubio, Juan Ruipérez, Pedro de Castañeda, Miguel Sánchez de Villora, Juan Ballestero y Lope del Amo, diputados;

Ayuntamiento de Alarcón de 14 de junio de 1538 

García Zapata, Pedro de Castañeda y García Vizcarra, alcaldes ordinarios
Diego López de Flomesta y Blasco Martínez, regidores
Melchor Granero, juez
Juan Pérez de Villanueva, procurador síndico
Gabriel de Castañeda, Martín de Espinosa, Hernando de Espinosa, Pedro de Montoya, García Martínez y Juan Martínez de la Casa, diputados
Melchor Granero, alguacil mayor.
El contador Andrés del Castillo Quijano, corregidor y hombre del marqués de Villena

Caballeros de sierra de Alarcón

Rodrigo de Padilla
Ginés Pérez, regidor asimismo, vecino de Alarcón entre 1520 y 1531
Diego de la Serna, escudero, también alcalde ordinario y de la Santa Hermandad, entre 1524 y 1532
Ortega Sevilla, ya fallecido.
Hernando de Mendoza, caballero de sierra hacia 1498
García Zapata, Alonso Granero, Hernando de Montoya y Hernando de Padilla, caballeros de sierra hacia 1490
Martín de Valbuena y Cristóbal de la Fuente, Juan el Rubio, Diego el Rubio, caballeros de sierra hacia 1533

Testigos favorables a Alarcón en 1533

Lope de Lama, 40 años, vecino de Alarcón
Juan de Iniesta, 50 años, vecino de Alarcón, hijo de Juan de Iniesta y nieto de Juan de Iniesta, escribanos de la villa de Alarcón
Gómez de Albaladejo, vecino de Alarcón, 60 años
Alonso de Moya, sesenta años, vecino de Alarcón
Cristóbal Díaz, vecino de Alarcón, 50 años
Miguel Sánchez de Villora, vecino de Alarcón, 65 a 70 años
Martín López de Flomesta, vecino de Alarcón, 50 años
Martín López, vecino de Barchín, 80 años
Martín de Gabaldón. más de 50 años, vecino de Alarcón.
Miguel de Olivas, más de 50 años, vecino de Alarcón
Melchor Granero, más de 45 años, vecino de Alarcón, hijo de Antón Granero.
Blas Serrano, 53 años, vecino de Alarcón, natural de Albaladejo y criado de Antón Granero en su mocedad
Cristóbal de la Parrilla, vecino de Alarcón, 65 años
Mateo Sánchez Hortún, vecino de Villanueva de la Jara, tiene labor en EL Picazo, 50 años
Marco Sánchez, vecino de Villanueva de la Jara, 40 años
Hernán Sánchez Tejedor, vecino de Buenache de Alarcón, 50 años
Ortega Sevilla, vecino de Alarcón, 70 años; hijo de Hernán Gómez, propietario de la heredad de Vallincoso, junto a la dehesa de Valhermoso
Diego López Granero, procurador de Alarcón
Alonso Granero, vecino de Villaescusa de Haro, 60 años; hermano de Diego López Granero
Agustín Granero, vecino de Villaescusa de Haro, 40 años
Martín Pérez, vecino de Tébar, 60 años
Pedro Hernández de la Orden, vecino de Tébar, 75 años
Martín Gil, vecino de Tébar, 60 años
Antonio de Villanueva, vecino de Alarcón, 40 años
Diego González, morador en Sisante, 60 años
Pero López de Álvar López, vecino de Sisante,


Testigos favorables a Alarcón en 1538

Ginés Pérez escudero, vecino de Castillo de Garcimuñoz, 45 años
Alonso Granero, vecino y labrador de Villaescusa de Haro, más de setenta años, hijo de Hernán García Granero, y natural de Valhermoso.
Diego de la Serna, escudero, vecino de Belmonte, vive en Alarcón de 1524 a 1532,
Pedro Muñoz, alcaide de Ves, 60 años, y vecino de Buenache. Hijo de Alonso el Rubio, vecino de Alarcón
Martín Zamora, labrador de San Clemente, 45 años, hacia 1520 se traslada a San Clemente, hijo de Alonso el Rubio, fallecido hacia 1508 con más de treinta años
Francisco García de Cañavate, vecino de San Clemente, labrador en Rus, natural de Alarcón, también vivió en Valhermoso antes de trasladarse a San Clemente. Más de 40 años. Hijo de Pedro García del Cañavate, vecino de Alarcón
Alonso el Rubio, vecino de San Clemente, natural de Valhermoso, 34 años. Hijo de Juan el Rubio de Valhermoso, muerto hacia 1520 con 50 años
Juan de la Mote, trabajador, vecino de Motilla, 60 años, pastor de Juan el Rubio
Juan Ballestero, arriero, vecino de Alarcón. Más de 55 años. Pastor años atrás de Pedro de Castañeda. Regidor y diputado de Alarcón.
Hernando de Mendoza, escudero, vecino de Buenache, 60 años, vecino de Valhermoso durante cuarenta años, hasta que se cambia a vivir a Buenache hacia 1532
Jaime Pérez, pastor de Buenache, al servicio de los ganados de Juan de Castañeda y Juan de Ruipérez, vecinos de Alarcón. Natural de Villora
Miguel Martínez, pastor, natural de Buenache y vecino de este pueblo, 60 años
Alonso Luis, labrador, natural de Piqueras, más de 65 años, pastor de Diego Páez y Antón Granero
Miguel Sáez Peinado, labrador de Piqueras, 70 años; pastor de Diego Páez
Pedro Ballestero, caballero de sierra y vecino de Alarcón, 40 años
Álvaro de Villanueva, escudero, vecino de Alarcón, 78 años
Cristóbal de la Fuente, labrador de Valhermoso, 50 años
Martín de Valvuena, alguacil, vecino de Alarcón, 68 años
Juan Rubio, caballero de sierra, vecino de Alarcón, 60 años. Natural de Valhermoso, hijo de Juan el Rubio, fallecido hacia 1495 con setenta años
Juan Martínez de la Casa, labrador de Alarcón, hijo de Juan Martínez de la Casa, vecino de Alarcón, muerto hacia 1518 con setenta años



ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 1890, PIEZA 12. Alarcón contra Motilla del Palancar por las dehesas de Valhermoso y Pozoseco. 1538

martes, 2 de julio de 2019

Barchín y la Mesta, 1593

Las quejas por el cerramiento de los pastos de Barchín vino de los hermanos de la Mesta de Hontecillas y Valverde. El hecho causante había sido las multas impuestas un pastor llamado Bartolomé que guiaba los ganados del licenciado Alonso Méndez y a los rebaños de Mateo Díaz, ambos vecinos de Valverde. Alegaban los penados su derecho a disfrutar de las yerbas de Barchín, por pertenecer todos los pueblos al mismo suelo de Alarcón, incluidos ellos como hermanos de la Mesta. Al parecer Barchín, desde 1587, había vedado una parte de su término, convirtiendo unos pastos en dehesa carnicera, arrendada al abastecedor de carnes del pueblo.

La sentencia del alcalde entregador Lázaro de Ocaña, dada en Santa María del Campo el 11 de octubre de 1589, obligaba a Barchín a abrir sus pastos y a su libre aprovechamiento por los hermanos de la Mesta, tanto los ganados pasajeros que iban a los extremos como los de los hermanos de Valverde y Hontecillas.  Dicha sentencia sería ratificada el 7 de agosto de 1593. Tras ser ratificada en revista, el 11 de marzo, la ejecutoria tiene fecha de 6 de abril de 1594





Barchín (Cuenca). Ejecutoria contra esta villa por haber penado a los ganados que entraban en su término.


Archivo Histórico Nacional,DIVERSOS-MESTA,31,N.15

sábado, 22 de junio de 2019

Principales contra menudos en el Villarrobledo de mediados del siglo XVI







Se decía que era costumbre inmemorial en Villarrobledo nombrar para Año Nuevo un procurador síndico en representación del común, que hable por el común y los pobres de la villa. Era tradición que dicho oficio se nombrara en concejo abierto en todas las partes donde existía la figura. Ya hemos visto como en villas como Villanueva de la Jara el procurador síndico se hacía en un concejo abierto de vecinos en la iglesia parroquial al margen del ayuntamiento allá por 1530. Prácticamente todas las villas de lo reducido de la gobernación del marquesado de Villena gozaban de tal figura. En casos como San Clemente, Iniesta o El Provencio son citadas como ejemplos de la elección popular en concejo abierto de procuradores síndicos o universales; elecciones no exentas de tumultos y luchas banderizas. Elección hecha por el pueblo menudo, nos dirá el villarrobletano Francisco Pacheco. La diferenciación social entre los menudos y esos otros llamados principales, poderosos o ricos era más nítida que nunca, en el último tercio del siglo XVI. Pero el oficio de procurador síndico, que nos aparece de forma generalizada en la década de los noventa del siglo XV, había devenido, pasada la mitad del siglo XVI, una figura dominada por los oficiales del concejo. En 1572 las tornas habían cambiado; en la villa de Villarrobledo, se evitaba la reunión del común del pueblo para su elección, y se optaba por el nombramiento directo del cargo por los oficiales salientes, haciendo recaer el oficio en uno de los alcaldes que finalizaban su ejercicio. Ese año de 1572, y los dos anteriores, los cargos de alcaldes habían recaído en dos vecinos llamados Diego de Aguado y Diego de Aguado Ortiz, ambos primos hermanos, que además habían ocupado alternativamente el cargo de procurador síndico al acabar su mandato. Las quejas populares quedaron silenciadas, mientras el aprovechamiento de la dehesa cerrada con licencia real quedaba para unos pocos y el repartimiento de soldados para muchos. Hemos de pensar que 1570 fue el año de mayor esfuerzo de todo el Reino contra la rebelión de los moros de Granada: la aportación de Villarrobledo en hombres y granos fue desmesurada.

Sin embargo, Villarrobledo seguía conservando la figura de los diputados del común. Esta representación de los villarrobletanos, más diluida que el procurador síndico hizo oír sus quejas ante el Consejo Real, que comisionó a Rodrigo Ruiz de Alarcón para informar sobre la antigüedad del oficio en las villas del Marquesado y la utilidad del oficio, que se ponía en duda. Alojado en casa de un vecino llamado Gonzalo García, Rodrigo Ruiz de Alarcón se aprestó a recibir los testimonios de los vecinos que pasaran por su audiencia de ocho a once de la mañana y de dos a cinco de la tarde.

El oficio de procurador síndico tenía como fin velar por el bien común, en otras palabras, velar por una buena administración de los propios y rentas del concejo, la conservación de las dehesas y la guarda de los privilegios de la villa. Discenir entre lo bueno y lo malo de la acción de gobierno, en palabras de la época. Para la fiscalización de la acción de gobierno de los regidores, el procurador síndico acudía a los ayuntamientos. En el caso de Villarrobledo, se acababa de plantar, el año de 1568, un pinar en una dehesa cerrada, llamada las Rochas, junto al río Záncara, y se acusaba a los ricos, que ocupaban las regidurías, de aniquilarla con sus ganados. Hubo quien levantó la voz; un hombre del pueblo Gonzalo García se atrevió a llevar un informe acusatorio al Consejo Real, pero, denunciado, fue llevado a la cárcel de Villarrobledo desde Madrid, donde se hallaba denunciando en la Corte. Además, estos años coincidieron con la rebelión de los moros de Granada; el repartimiento y levas forzosas de los soldados asignados a Villarrobledo por el licenciado Molina y el gobernador del Marquesado de Villena Francisco Zapata para sofocar la insurrección se sacaron en palabras de los vecinos de las gente más pobre y miserable del pueblo. A la salida de la guerra, en el año 1571, sucedió un año de malas cosechas, que, acompañada de la especulación en el abasto de granos, produjo una situación de carestía al llegar el mes de mayo, con la gente perdida e muerta de hambre. La situación se agravó en gran medida por la especulación de los principales, incluido el síndico Diego de Aguado, obligando a la villa, ante la alarmante necesidad, a comprar trigo en Ciudad Real al desorbitado precio de ducado y medio la fanega. Situación incomprensible en una villa como Villarrobledo que pasaba por ser el granero de la comarca y de la Corte.



El interés especulativo de los regidores villarrobletanos quedó de manifiesto, cuando haciendo oídos sordos a la petición de los diputados del común para que se dispusiera de un remanente de cuatro mil ducados, en principio destinados para redimir un censo y ahora obligados a la compra de trigo a nueve reales la fanega, ante el temor luego confirmado de la mala cosecha del año 1571, no se dispuso de tal dinero sino que los oficiales del concejo se hicieron con doscientas o trescientas fanegas del trigo del pósito para luego revenderlo a un precio de once reales. En la mala cosecha del año fue decisiva la aparición de la langosta, pero hasta con la paga se especuló, el dinero para acabar con ella fue desigualmente repartido en salarios, favoreciéndose a los parientes de los oficiales concejiles. La necesidad de un pueblo hambriento no removía las conciencias de los regidores que vendían a los pobres un pan adulterado y mal cocido amasado por sus propias mujeres y al que procuraban restar alguna onza en el peso. El malestar popular en aquel año 1571 iba a más en Villarrobledo; la ira de los menudos se dirigía contra los regidores y el procurador síndico.
e vio como el pueblo se quexaba e pedían justiçia a Dios diziendo que donde se usaba vender tan mal pan e que hera mal rregimiento e gouierno del pueblo que no se podía comer e les llebaban sus dineros 
Las diferencias de clase se estaban agravando en los años de la guerra. Las expresiones de menudos y ricos se empleaban en un contexto de conflicto y denuncia de los agravios sufridos por los primeros, víctimas de la parcialidad en el gobierno de los segundos. No es que ahora se truncase una sociedad igualitaria, pues las supuestas reuniones en concejo abierto para elegir sus síndicos ha tiempo que habían quedado en el olvido. De los testimonios se desprende que el oficio de procurador síndico se elegía, entre hombres principales, por los regidores y alcaldes desde la década de los cuarenta, si no antes, y que a lo sumo la intervención popular en la elección en época anterior estaba muy controlada por los bandos. Tan solo se citaba San Clemente e Iniesta como las dos únicas villas de lo reducido del Marquesado donde la elección de síndico se hacía en concejo abierto. Pero la guerra lo trastocó todo; las levas obligatorias y las requisas de carruajes y bagajes dejaron desamparados los campos de labranza. Las malas cosechas se veían venir, pero no fue eso lo enfureció a los menudos, sino la especulación en una época de necesidad. Especialmente un caso concreto: el no uso de los cuatro mil ducados, en principio destinados a redimir un censo y que el propio concejo había decidido usar para mitigar el hambre y reponer el pósito y, posteriormente, la venta de las existencias de dicho pósito en una operación especulativa; mientras los regidores, en una actitud que se repetirá años después, se enriquecían vendiendo el trigo excedentario de sus propiedades en los pueblos vecinos a precios de ducado y medio.

La coincidencia entre grandes propietarios y su monopolio del gobierno, convirtió el malestar social en un grito de los menudos contra el mal gobierno. El gobierno concejil siempre visto como garante de la protección del débil había devenido en simple instrumento de una oligarquía. Ese sentimiento lo expresaba a la perfección Pedro Morcillo del Cerro

el tal procurador síndico mirará con mayor libertad que conviene a la rrepública e menudos no consentir que el conzejo les aga agrauio y les yrá a la mano en lo que mal quisieren hazer lo qual no se hazía si el dicho conzejo alcaldes e rregidores nonbrasen el dicho syndico porque los eligen e nonbran a personas que tienen entendido que no les hirá a las manos quanto ellos hizieren e su magestad lo puede mandar rremediar como lo tiene dicho porque haziéndose ansí Dios Nuestro Señor será seruido e la rrepública bien gouernada e los pobres no serán agrauiados como hasta aquí se a hecho
Los acusados tenían nombre y apellidos, además de la familia Aguado, otros de los denunciados eran Juan Sánchez Ortiz, que hacía las funciones de depositario. Poseedores de ganados y tierras de pan llevar tenían una posición privilegiada y la desgracia, sea dicho de paso, de haber gobernado la villa en los calamitosos años de la guerra de los moriscos. Una guerra, que junto a la rebelión catalana de 1640 marcaron dos momentos trágicos en la historia de España; ya no solo por poner en duda la cohesión del territorio sino por el tremendo esfuerzo y ruina que provocó en las familias. Pero quien puso voz al pueblo fueron respetables hombres muy alejados del común. Familias como los Pacheco o los Montoya imponían su voluntad en Villarrobledo*. Hombres próximos a estas familias como Martín Alonso de Oviedo compartía la alcaldía con uno de los Aguados desde comienzos de 1572. Con razón decía la facción de los Aguado que lo que debería importar al rey es que no hubiera escándalos, revueltas y revoluciones, tener la villa pacífica y no entrar en una disputa por el gobierno, como pretendían algunos particulares, que podía dar lugar a estos males.

La disputa entre los dos grupos se trasladaba al papel reservado al síndico. Para sus detractores era una simple figura asesora, que únicamente debía intervenir en los ayuntamientos cuando los regidores requerían de su presencia; para los defensores de la figura, el procurador síndico debía ser un oficio asalariado, con derecho a asiento en los ayuntamientos y asesoramiento permanente por el letrado de la villa. De hecho, se estaba abriendo paso una concepción exclusiva de la política: la libre elección de oficios podía llevar al nombramiento de personas no aptas para los cargos, mientras que es aptitud quedaba reservada para las personas principales y ricas. De hecho, paralelamente al cerramiento del poder se hablaba de dos cuerpos soberanos para delegar el poder: el concejo y el común. Una nueva dualidad se sumaba a esa otra de los ricos y los menudos.

No debemos pensar en una edad pasada de igualitarismo, negada por un regimiento cerrado de oligarcas. Ya desde sus inicios el procurador síndico fue controlado en su elección por los oficiales del ayuntamiento. Así lo afirmaba al menos Juan Ramírez, escribano del concejo, que aseguraba cómo hacía noventa años la elección se hacía por los miembros del concejo. Si esta afirmación es dudosa, no lo es su descripción de la organización concejil una vez conseguido el villazgo, que constaba allá por 1480 de dos alcaldes, dos regidores, un alguacil y un mayordomo; aunque nuestra opinión es que, en consonancia con otras villas, el procurador síndico, que también cita, se estableció en la década posterior.

Cogiendo las afirmaciones de nuestro escribano Juan Ramírez con cierta precaución, no obstante debemos dar crédito al amanuense, aficionado como el mismo decía a las escrituras antiguas que conservaba el ayuntamiento villarrobletano, después de aseverar que el síndico lo elegía el ayuntamiento y no el común según ciertos capítulos antiguos, aseveraba asimismo haber visto ciertas escrituras que la villa tenía de tiempos del rey Juan II o Enrique IV y que por su descripción confirman la antigüedad de la concesión del villazgo a Villarrobledo antes que se lo arrebatara el maestre don Juan Pacheco reduciéndola a aldea de Belmonte

Con otros capítulos que tratan que no se saquen presos ni proçesos de Villarrobledo y que los alcaldes vayan con sus causas adelante este testigo a visto como dicho tiene escripturas antiguas que se pidieron al rrey don Juan o al rrey don Enrrique que no sabe a qual de ellos que fueron confirmadas

A pesar de sus aseveraciones, reconocía el escribano que hacia 1560 el nombramiento de procurador síndico había escapado del control del ayuntamiento para recaer en una junta de cuarenta o cincuenta vecinos. La mala elección provocó, según nuestro mutable escribano, un largo pleito que costó a Villarrobledo más de diez mil ducados; pleito que sin duda va ligado a la lucha por la jurisdicción propia para la villa que se alargará hasta la primera década del siglo XVII y que, en esta época, se debió confundir con el conflicto causado por los gobernadores en su intento de dotarse de un escribano de provincia y entender en los pleitos en primera instancia en las villas. En cualquier caso, se nos escapa lo que realmente pasó en esos años comentados por Juan Ramírez como época en la que los hombres envidiosos y malintencionados habían arruinado los propios y las rentas del concejo.

Esta situación debía ser la más común, es decir, la alternancia del procurador síndico elegido bien por un ayuntamiento cerrado o bien la formación de bandos que imponían en concejos abiertos la elección, aunque dichos concejos abiertos no eran sino juntas dominadas por principales excluidos del gobierno municipal. De testimonios como el de Diego de Cuenca se desprende no era raro que una elegido el procurador síndico por los cargos concejiles, se procediera a la convocatoria de concejo abierto para su ratificación. El problema de estas juntas, motivo de lucha banderizas, es que en época de crisis de subsistencia abrían una vía democrática a las aspiraciones populares y podían posibilitar el acceso a los oficios concejiles a los labradores del común, ahora excluidos del gobierno local por una concepción del poder fundada en el mérito y la riqueza. Lo expresaba bien el escribano Juan Ramírez

Y ansymesmo podía salir por syndico nonbrado por el común tal persona que yuso que a los particulares labradores por tener en que entender y ganar salarios y dineros de la rrenta del conçejo y estarse un año ganando salario fuera desta idea

El caso es que los endeudamientos de la Corona iban acompañados de la cesión de licencias para cerrar dehesas de aprovechamiento comunal y su arrendamiento en beneficio de particulares. Como las decisiones de ese aprovechamiento privativo se decidía en los ayuntamientos, muchos buscaban tener manos, en expresión de la época, en los oficios concejiles. Y los oficios concejiles estaban a la sazón dominada por un grupo muy cerrado y emparentado familiarmente. Martín Alonso de Oviedo nos daba relación de ese grupo dominante donde la sangre se mezclaba con el interés y la hacienda
Juan de Llorente de Antón Llorente y Diego Aguado el viejo y sus dos hijos y Pero de Moragón y Alonso de Moragón y a Juan de Rremírez escriuano, y a Juan de Cuenca y a Diego de Cuenca y a Juan de Xabega todo los quales están dentro del cántaro de heleçiones para que de allí an de salir por alcaldes ofiçiales del conçejo y les va su interés como a los demás rregidores y Sebastián Hernández y Sebastián Pérez deben muncha cantidad de dinero al conçejo porque los aguarden y estén bien con ellos dirán a su voluntad y Juan de Ortiz es padre de Diego de Aguado que es agora síndico y Françisco Díaz conpró un rregimiento para un hijo suyo y le va el mismo interés y Pero Saiz de Posadas es hermano de Françisco de los Herreros que es rregidor y Françisco de Villarreal el moço es primo de Diego Hernández rregidor

El Consejo Real decidirá un diez de abril de 1573, que la elección del procurador síndico se hiciera a concejo abierto. Era una decisión que iba contra los tiempos.
*Entre la facción que se declaraba a favor de la elección del síndico en concejo abierto estaban Martín Alonso, Carlos de Espinosa, Hernando de Montoya, Pedro el Horno, Francisco de la Parra el viejo, Alonso Llorente, Francisco Navarro, Gonzalo García, Alonso Martínez de las Mesas, el bachiller Martínez, Pedro Martínez del Cerro y don Francisco Pacheco. Era una facción, según sus detractores apartada del gobierno municipal.

Testigos favorables a la elección en concejo abierto del síndico

Don Francisco Pacheco, fiel ejecutor, 28 años
Carlos de Espinosa, 55 años
Alonso Martínez de las Mesas, fiel ejecutor, 41 años
Bachiller Martínez, letrado de la villa, 50 años
Gonzalo García, 53 años
Pedro Morcillo del Cerro, 60 años
Alonso Navarro, 48 años
Diego Lorencio de Montoya, hijo de Hernando de Montoya
Alonso Lorente, almotacén, 46 años

Testigos contrarios a la elección del síndico en concejo abierto

Diego de Aguado el viejo, 75 años
Diego Sebastián Pérez, 55 años
Diego de Aguado, 30 años
Francisco Díaz Tercero, 56 años
Juan de Aguado, hijo de Diego de Aguado el viejo, 35 años
Francisco Díaz Tercero, 56 años
Juan de Jábega, 40 años
Juan Llorente de Antón Llorente, 55 años
Juan Ramírez, escribano, 40 años
Sebastián Hernández, 60 años
Alonso Moragón, escribano, 30 años
Diego de Cuenca, 50 años
Juan de Cuenca, 60 años
Pedro Díaz Barrera, 39 años
Juan Alonso de Miguel Martínez, 67 años
Juan Sánchez Ortiz,
Pedro Moragón, 54 años
Pedro Sánchez de Posadas, 46 años
Pedro López de las Mesas, 50 años
Francisco de Villareal el mozo, 35 años
Alonso Parra, 46 años


Fuente: AGS, CONSEJO REAL, 351/23