Se
decía que era costumbre inmemorial en Villarrobledo nombrar para Año Nuevo un
procurador síndico en representación del común, que hable por el común
y los pobres de la villa. Era tradición que dicho oficio se nombrara
en concejo abierto en todas las partes donde existía la figura. Ya hemos visto
como en villas como Villanueva de la Jara el procurador síndico se hacía en un
concejo abierto de vecinos en la iglesia parroquial al margen del ayuntamiento
allá por 1530. Prácticamente todas las villas de lo reducido de la gobernación
del marquesado de Villena gozaban de tal figura. En casos como San Clemente,
Iniesta o El Provencio son citadas como ejemplos de la elección popular en
concejo abierto de procuradores síndicos o universales; elecciones no exentas
de tumultos y luchas banderizas. Elección hecha por el pueblo menudo,
nos dirá el villarrobletano Francisco Pacheco. La diferenciación social entre
los menudos y esos otros llamados principales, poderosos o
ricos era más nítida que nunca, en el último tercio del siglo XVI.
Pero el oficio de procurador síndico, que nos aparece de forma generalizada en
la década de los noventa del siglo XV, había devenido, pasada la mitad del
siglo XVI, una figura dominada por los oficiales del concejo. En 1572 las
tornas habían cambiado; en la villa de Villarrobledo, se evitaba la reunión del
común del pueblo para su elección, y se optaba por el nombramiento directo del
cargo por los oficiales salientes, haciendo recaer el oficio en uno de los
alcaldes que finalizaban su ejercicio. Ese año de 1572, y los dos anteriores,
los cargos de alcaldes habían recaído en dos vecinos llamados Diego de Aguado y
Diego de Aguado Ortiz, ambos primos hermanos, que además habían ocupado
alternativamente el cargo de procurador síndico al acabar su mandato. Las
quejas populares quedaron silenciadas, mientras el aprovechamiento de la dehesa
cerrada con licencia real quedaba para unos pocos y el repartimiento de
soldados para muchos. Hemos de pensar que 1570 fue el año de mayor esfuerzo de
todo el Reino contra la rebelión de los moros de Granada: la aportación de
Villarrobledo en hombres y granos fue desmesurada.
Sin
embargo, Villarrobledo seguía conservando la figura de los diputados del común.
Esta representación de los villarrobletanos, más diluida que el procurador
síndico hizo oír sus quejas ante el Consejo Real, que comisionó a Rodrigo Ruiz
de Alarcón para informar sobre la antigüedad del oficio en las villas del
Marquesado y la utilidad del oficio, que se ponía en duda. Alojado en casa de
un vecino llamado Gonzalo García, Rodrigo Ruiz de Alarcón se aprestó a recibir
los testimonios de los vecinos que pasaran por su audiencia de ocho a once de
la mañana y de dos a cinco de la tarde.
El
oficio de procurador síndico tenía como fin velar por el bien común, en otras
palabras, velar por una buena administración de los propios y rentas del
concejo, la conservación de las dehesas y la guarda de los privilegios de la
villa. Discenir entre lo bueno y lo malo de la acción de gobierno, en palabras
de la época. Para la fiscalización de la acción de gobierno de los regidores,
el procurador síndico acudía a los ayuntamientos. En el caso de Villarrobledo,
se acababa de plantar, el año de 1568, un pinar en una dehesa cerrada, llamada
las Rochas, junto al río Záncara, y se acusaba a los ricos, que ocupaban las
regidurías, de aniquilarla con sus ganados. Hubo quien levantó la voz; un
hombre del pueblo Gonzalo García se atrevió a llevar un informe acusatorio al
Consejo Real, pero, denunciado, fue llevado a la cárcel de Villarrobledo desde
Madrid, donde se hallaba denunciando en la Corte. Además, estos años
coincidieron con la rebelión de los moros de Granada; el repartimiento y levas
forzosas de los soldados asignados a Villarrobledo por el licenciado Molina y
el gobernador del Marquesado de Villena Francisco Zapata para sofocar la
insurrección se sacaron en palabras de los vecinos de las gente más pobre y
miserable del pueblo. A la salida de la guerra, en el año 1571, sucedió un año
de malas cosechas, que, acompañada de la especulación en el abasto de granos,
produjo una situación de carestía al llegar el mes de mayo, con la
gente perdida e muerta de hambre. La situación se agravó en gran
medida por la especulación de los principales, incluido el síndico Diego de
Aguado, obligando a la villa, ante la alarmante necesidad, a comprar trigo en
Ciudad Real al desorbitado precio de ducado y medio la fanega. Situación
incomprensible en una villa como Villarrobledo que pasaba por ser el granero de
la comarca y de la Corte.
El interés especulativo de
los regidores villarrobletanos quedó de manifiesto, cuando haciendo oídos
sordos a la petición de los diputados del común para que se dispusiera de un
remanente de cuatro mil ducados, en principio destinados para redimir un censo
y ahora obligados a la compra de trigo a nueve reales la fanega, ante el temor
luego confirmado de la mala cosecha del año 1571, no se dispuso de tal dinero
sino que los oficiales del concejo se hicieron con doscientas o trescientas
fanegas del trigo del pósito para luego revenderlo a un precio de once reales.
En la mala cosecha del año fue decisiva la aparición de la langosta, pero hasta
con la paga se especuló, el dinero para acabar con ella fue desigualmente
repartido en salarios, favoreciéndose a los parientes de los oficiales
concejiles. La necesidad de un pueblo hambriento no removía las conciencias de
los regidores que vendían a los pobres un pan adulterado y mal cocido amasado
por sus propias mujeres y al que procuraban restar alguna onza en el peso. El
malestar popular en aquel año 1571 iba a más en Villarrobledo; la ira de los
menudos se dirigía contra los regidores y el procurador síndico.
e vio
como el pueblo se quexaba e pedían justiçia a Dios diziendo que donde se usaba
vender tan mal pan e que hera mal rregimiento e gouierno del pueblo que no se
podía comer e les llebaban sus dineros
Las diferencias de clase se
estaban agravando en los años de la guerra. Las expresiones de menudos y ricos
se empleaban en un contexto de conflicto y denuncia de los agravios sufridos
por los primeros, víctimas de la parcialidad en el gobierno de los segundos. No
es que ahora se truncase una sociedad igualitaria, pues las supuestas reuniones
en concejo abierto para elegir sus síndicos ha tiempo que habían quedado en el
olvido. De los testimonios se desprende que el oficio de procurador síndico se
elegía, entre hombres principales, por los regidores y alcaldes desde la década
de los cuarenta, si no antes, y que a lo sumo la intervención popular en la
elección en época anterior estaba muy controlada por los bandos. Tan solo se
citaba San Clemente e Iniesta como las dos únicas villas de lo reducido del
Marquesado donde la elección de síndico se hacía en concejo abierto. Pero la
guerra lo trastocó todo; las levas obligatorias y las requisas de carruajes y
bagajes dejaron desamparados los campos de labranza. Las malas cosechas se
veían venir, pero no fue eso lo enfureció a los menudos, sino la especulación
en una época de necesidad. Especialmente un caso concreto: el no uso de los
cuatro mil ducados, en principio destinados a redimir un censo y que el propio
concejo había decidido usar para mitigar el hambre y reponer el pósito y,
posteriormente, la venta de las existencias de dicho pósito en una operación
especulativa; mientras los regidores, en una actitud que se repetirá años después,
se enriquecían vendiendo el trigo excedentario de sus propiedades en los
pueblos vecinos a precios de ducado y medio.
La coincidencia entre grandes
propietarios y su monopolio del gobierno, convirtió el malestar social en un
grito de los menudos contra el mal gobierno. El gobierno concejil siempre visto
como garante de la protección del débil había devenido en simple instrumento de
una oligarquía. Ese sentimiento lo expresaba a la perfección Pedro Morcillo del
Cerro
el tal
procurador síndico mirará con mayor libertad que conviene a la rrepública e
menudos no consentir que el conzejo les aga agrauio y les yrá a la mano en lo
que mal quisieren hazer lo qual no se hazía si el dicho conzejo alcaldes e
rregidores nonbrasen el dicho syndico porque los eligen e nonbran a personas
que tienen entendido que no les hirá a las manos quanto ellos hizieren e su
magestad lo puede mandar rremediar como lo tiene dicho porque haziéndose ansí
Dios Nuestro Señor será seruido e la rrepública bien gouernada e los pobres no
serán agrauiados como hasta aquí se a hecho
Los acusados tenían nombre y
apellidos, además de la familia Aguado, otros de los denunciados eran Juan
Sánchez Ortiz, que hacía las funciones de depositario. Poseedores de ganados y
tierras de pan llevar tenían una posición privilegiada y la desgracia, sea
dicho de paso, de haber gobernado la villa en los calamitosos años de la guerra
de los moriscos. Una guerra, que junto a la rebelión catalana de 1640 marcaron
dos momentos trágicos en la historia de España; ya no solo por poner en duda la
cohesión del territorio sino por el tremendo esfuerzo y ruina que provocó en
las familias. Pero quien puso voz al pueblo fueron respetables hombres muy
alejados del común. Familias como los Pacheco o los Montoya imponían su
voluntad en Villarrobledo*. Hombres próximos a estas familias como Martín
Alonso de Oviedo compartía la alcaldía con uno de los Aguados desde comienzos
de 1572. Con razón decía la facción de los Aguado que lo que debería importar
al rey es que no hubiera escándalos, revueltas y revoluciones, tener la villa
pacífica y no entrar en una disputa por el gobierno, como pretendían algunos
particulares, que podía dar lugar a estos males.
La disputa entre los dos
grupos se trasladaba al papel reservado al síndico. Para sus detractores era
una simple figura asesora, que únicamente debía intervenir en los ayuntamientos
cuando los regidores requerían de su presencia; para los defensores de la
figura, el procurador síndico debía ser un oficio asalariado, con derecho a
asiento en los ayuntamientos y asesoramiento permanente por el letrado de la
villa. De hecho, se estaba abriendo paso una concepción exclusiva de la
política: la libre elección de oficios podía llevar al nombramiento de personas
no aptas para los cargos, mientras que es aptitud quedaba reservada para las
personas principales y ricas. De hecho, paralelamente al cerramiento del poder
se hablaba de dos cuerpos soberanos para delegar el poder: el concejo y el
común. Una nueva dualidad se sumaba a esa otra de los ricos y los
menudos.
No debemos pensar en una edad
pasada de igualitarismo, negada por un regimiento cerrado de oligarcas. Ya
desde sus inicios el procurador síndico fue controlado en su elección por los
oficiales del ayuntamiento. Así lo afirmaba al menos Juan Ramírez, escribano
del concejo, que aseguraba cómo hacía noventa años la elección se hacía por los
miembros del concejo. Si esta afirmación es dudosa, no lo es su descripción de
la organización concejil una vez conseguido el villazgo, que constaba allá por
1480 de dos alcaldes, dos regidores, un alguacil y un mayordomo; aunque nuestra
opinión es que, en consonancia con otras villas, el procurador síndico, que
también cita, se estableció en la década posterior.
Cogiendo las afirmaciones de
nuestro escribano Juan Ramírez con cierta precaución, no obstante debemos dar
crédito al amanuense, aficionado como el mismo decía a las escrituras antiguas
que conservaba el ayuntamiento villarrobletano, después de aseverar que el
síndico lo elegía el ayuntamiento y no el común según ciertos capítulos
antiguos, aseveraba asimismo haber visto ciertas escrituras que la villa tenía
de tiempos del rey Juan II o Enrique IV y que por su descripción confirman la
antigüedad de la concesión del villazgo a Villarrobledo antes que se lo
arrebatara el maestre don Juan Pacheco reduciéndola a aldea de Belmonte
Con
otros capítulos que tratan que no se saquen presos ni proçesos de Villarrobledo
y que los alcaldes vayan con sus causas adelante este testigo a visto como
dicho tiene escripturas antiguas que se pidieron al rrey don Juan o al rrey don
Enrrique que no sabe a qual de ellos que fueron confirmadas
A pesar de sus
aseveraciones, reconocía el escribano que hacia 1560 el nombramiento de
procurador síndico había escapado del control del ayuntamiento para recaer en
una junta de cuarenta o cincuenta vecinos. La mala elección provocó, según
nuestro mutable escribano, un largo pleito que costó a Villarrobledo más de
diez mil ducados; pleito que sin duda va ligado a la lucha por la jurisdicción
propia para la villa que se alargará hasta la primera década del siglo XVII y
que, en esta época, se debió confundir con el conflicto causado por los
gobernadores en su intento de dotarse de un escribano de provincia y entender
en los pleitos en primera instancia en las villas. En cualquier caso, se nos
escapa lo que realmente pasó en esos años comentados por Juan Ramírez como
época en la que los hombres envidiosos y malintencionados habían arruinado los
propios y las rentas del concejo.
Esta situación debía ser la
más común, es decir, la alternancia del procurador síndico elegido bien por un
ayuntamiento cerrado o bien la formación de bandos que imponían en concejos
abiertos la elección, aunque dichos concejos abiertos no eran sino juntas
dominadas por principales excluidos del gobierno municipal. De testimonios como
el de Diego de Cuenca se desprende no era raro que una elegido el procurador síndico
por los cargos concejiles, se procediera a la convocatoria de concejo abierto
para su ratificación. El problema de estas juntas, motivo de lucha banderizas,
es que en época de crisis de subsistencia abrían una vía democrática a las
aspiraciones populares y podían posibilitar el acceso a los oficios concejiles
a los labradores del común, ahora excluidos del gobierno local por una
concepción del poder fundada en el mérito y la riqueza. Lo expresaba bien el
escribano Juan Ramírez
Y
ansymesmo podía salir por syndico nonbrado por el común tal persona que yuso
que a los particulares labradores por tener en que entender y ganar salarios y
dineros de la rrenta del conçejo y estarse un año ganando salario fuera desta
idea
El caso es que los
endeudamientos de la Corona iban acompañados de la cesión de licencias para
cerrar dehesas de aprovechamiento comunal y su arrendamiento en beneficio de
particulares. Como las decisiones de ese aprovechamiento privativo se decidía
en los ayuntamientos, muchos buscaban tener manos, en expresión de la
época, en los oficios concejiles. Y los oficios concejiles estaban a la sazón
dominada por un grupo muy cerrado y emparentado familiarmente. Martín Alonso de
Oviedo nos daba relación de ese grupo dominante donde la sangre se mezclaba con
el interés y la hacienda
Juan de Llorente de
Antón Llorente y Diego Aguado el viejo y sus dos hijos y Pero de Moragón y
Alonso de Moragón y a Juan de Rremírez escriuano, y a Juan de Cuenca y a Diego
de Cuenca y a Juan de Xabega todo los quales están dentro del cántaro de
heleçiones para que de allí an de salir por alcaldes ofiçiales del conçejo y
les va su interés como a los demás rregidores y Sebastián Hernández y Sebastián
Pérez deben muncha cantidad de dinero al conçejo porque los aguarden y estén
bien con ellos dirán a su voluntad y Juan de Ortiz es padre de Diego de Aguado
que es agora síndico y Françisco Díaz conpró un rregimiento para un hijo suyo y
le va el mismo interés y Pero Saiz de Posadas es hermano de Françisco de los
Herreros que es rregidor y Françisco de Villarreal el moço es primo de Diego
Hernández rregidor
El Consejo Real
decidirá un diez de abril de 1573, que la elección del procurador síndico se
hiciera a concejo abierto. Era una decisión que iba contra los tiempos.
*Entre la facción
que se declaraba a favor de la elección del síndico en concejo abierto estaban
Martín Alonso, Carlos de Espinosa, Hernando de Montoya, Pedro el Horno,
Francisco de la Parra el viejo, Alonso Llorente, Francisco Navarro, Gonzalo
García, Alonso Martínez de las Mesas, el bachiller Martínez, Pedro Martínez del
Cerro y don Francisco Pacheco. Era una facción, según sus detractores apartada
del gobierno municipal.
Testigos
favorables a la elección en concejo abierto del síndico
Don
Francisco Pacheco, fiel ejecutor, 28 años
Carlos
de Espinosa, 55 años
Alonso
Martínez de las Mesas, fiel ejecutor, 41 años
Bachiller
Martínez, letrado de la villa, 50 años
Gonzalo
García, 53 años
Pedro
Morcillo del Cerro, 60 años
Alonso
Navarro, 48 años
Diego
Lorencio de Montoya, hijo de Hernando de Montoya
Alonso
Lorente, almotacén, 46 años
Testigos
contrarios a la elección del síndico en concejo abierto
Diego de
Aguado el viejo, 75 años
Diego
Sebastián Pérez, 55 años
Diego de
Aguado, 30 años
Francisco
Díaz Tercero, 56 años
Juan de Aguado,
hijo de Diego de Aguado el viejo, 35 años
Francisco
Díaz Tercero, 56 años
Juan de
Jábega, 40 años
Juan
Llorente de Antón Llorente, 55 años
Juan
Ramírez, escribano, 40 años
Sebastián
Hernández, 60 años
Alonso
Moragón, escribano, 30 años
Diego de
Cuenca, 50 años
Juan de
Cuenca, 60 años
Pedro Díaz
Barrera, 39 años
Juan Alonso de
Miguel Martínez, 67 años
Juan Sánchez Ortiz,
Pedro Moragón, 54
años
Pedro Sánchez de
Posadas, 46 años
Pedro López de las
Mesas, 50 años
Francisco de
Villareal el mozo, 35 años
Alonso Parra, 46
años
Fuente: AGS, CONSEJO
REAL, 351/23
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