El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

sábado, 3 de febrero de 2024

El señorío de Valera de Arriba

 SANTA MARÍA DEL CAMPO RUS, VALERA DE ARRIBA Y EL SEÑOR DE ALARCÓN

Tras el título de esta entrada se esconde la vinculación de este ilustre personaje conquense con ambas villas. O al menos de sus descendientes. Santa María del Campo Rus anduvo entre señores y deseos de ser villa de realengo, sueño que disfrutó por un período corto de tiempo, desde 1579 a 1608. La libertad comprada por los santamarieños en 1579, por 16000 ducados, se convirtió en pesadilla por no poder pagarlos. Los beneficiarios serían los sucesores del señor de Alarcón, viejo héroe de las guerras de Italia, cuyos herederos intentaron crear dominios propios en tierra de Huete, y en torno a Palomares de Campo, pero que en el devenir de los tiempos forjarían su señorío (con ayuda inestimable del marqués de Villena y duque de Escalona) en torno a Valera de Suso, la actual Valeria, y luego Santa María del Campo Rus. 15000 ducados daría el de Villena a Diego Ruiz de Alarcón para pagar en 1570 la villa de Valera de Suso, que había adquirido su padre Fernando; con el tiempo los viejos dominios del fundador y su prestamera de Palomares serían olvidados y, en una historia de permutas, los Ruiz de Alarcón serían señores de Santa María del Campo. Para diferenciarse de tan dilatada familia, estos Ruiz de Alarcón sería llamados los Fernandos, por el padre de Diego y por el primer señor de Alarcón.

El primer progenitor de la casa sería el llamado señor de Alarcón, descendiente de los Ruiz de Alarcón de Valverde (vid. árbol inferior). Era hijo de Diego Ruiz de Alarcón, vecino de Palomares, y doña Isabel de Llanes y Santoyo. El señor de Alarcón, marqués del Valle y héroe de las guerras de Italia, antes de morir en 1640 dividió su patrimonio: La herencia de Italia para su hija Isabel y la herencia de España caería en su hijo (y de Juana de Nápoles), el comendador de San Juan, Fernando de Alarcón, nacido en 1510, que fue bailío de Lora, de la orden de San Juan y en quien recaería los heredamientos y las casas de Palomares, Moncalvillo y el lugar de la Torre. La herencia pasaría a su hijo segundo Diego, que por trueques haría del señorío de Valera la casa familiar. El señorío de Valera había sido adquirido por el padre y otorgado en vida a su hijo en 1560.
Pero la historia de la familia y sus raigambres quedarían testimoniados en los patronatos que conservaban en varias poblaciones de la provincia de Cuenca:
  • Capilla de la parroquial de Palomares de Campo, a la mano derecha del altar mayor, donde está enterrado Francisco de Alarcón, obispo de Córdoba y señor de esta villa.
  • La capilla mayor de Nuestra Señora de la Sey en Valeria, primera catedral de Cuenca, donde está enterrado el bailío de Lora y primer señor de Valera de Suso y donde se han enterrado el resto de señores de la Casa.
  • Capilla en la misma catedral de Cuenca, en la parte del Evangelio, entierro del maestrescuela Sebastián de Covarrubias, hermano de la mujer del segundo señor de Valera de Suso
  • El Capítulo del convento de Santo Domingo de Huete, fundación de Isabel, hermana del Señor de Alarcón, en virtud de bula plomada recibida en 1527 del papa Clemente VII, estando bajo la guarda del señor de Alarcón en el castillo de Santángelo con motivo del Saco de Roma. Reedificada después por el obispo de Córdoba.
  • La capilla mayor del convento de la Santísima Trinidad de Santa María del Campo Rus, reedificada por el obispo de Córdoba.
Escudo de los Alarcones o Fernandos: Las armas de Ceballos y Alarcón, trayendo por orla cinco bandera y dieciocho piezas de artillería que el marqués Alarcón ganó a los franceses el año 1524






Informe o Memorial del origen, calidad, y sucession de la Casa de los Señores de Valera, Santa Maria del Campo, Pobeda, La Torre y Passerilla, su apellido, Ruiz de Alarcon, cuyo es el Mayorazgo de Niño y Zuñiga de Maçarambroz en Toledo... / escribele Don Alonso de Alarcón..

Copia digital : realizada por la Biblioteca de Andalucía
Sign.: [ ]2, B-O2, P1
Esc. xil. en D2 v.

Biblioteca Pública del Estado - Biblioteca Provincial de Córdoba — Signatura: 29-144 — Nº de registro: 1000101 — Código de barras: 1111110001517





viernes, 2 de febrero de 2024

LAS DISPUTAS FAMILIARES DE LOS CALATAYUD Y EL PROVENCIO DE 1629

 Conocer a los Calatayud, señores de El Provencio, pasa por Valencia y el conflicto que, por disputas patrimoniales, llevaron con Ximén Pérez de Calatayud (Bouza Noguera Belvis Toledo), señor del Real, el año 1629, co el entonces señor de El Provencio (y de Villamonte) don Antonio de Calatayud. Ximén y Antonio eran hermanos y ahora se disputaban la herencia paterna. Ximén era vecino de Valencia, en el Reino de Aragón se decía todavía entonces. El asunto se llevó a la corte y chancillería granadina, pero el pleito mostró cuán diferentes eran los intereses de los hermanos. Ambos presentaron sus probanzas, pero si don Antonio lo hizo con testigos de El Provencio y San Clemente, su hermano Ximén presentó unos capítulos en "lengua valenciana".

Don Antonio de Calatayud, señor de El Provencio y de Villamonte, era hijo de don Luis de Calatayud, que había dividido la herencia familiar entre sus dos hijos, frutos de su segundo y tercer matrimonio. Herencia que era el legado del matrimonio del abuelo Antonio de Calatayud y Ladrón de Bobadilla con María Bouza Noguera (o Zanoguera), señor de Catarroja. Este don Antonio había heredado El Provencio de una forma un tanto rocambolesca, pues el sucesor que era el primogénito Luis murió en una cacería por un escopetazo de su criado. La familia, seguramente, supo disfrazar románticamente este hecho luctuoso, dejando para las futuras crónicas que el criado había matado a su señor confundiéndolo con un lobo y que este malherido en acto compasivo había dado al criado su caballo y sus dineros ante la previsible venganza familiar. Así el señorío de El Provencio quedó en manos de Antonio que abrió con su matrimonio los intereses familiares a Valencia y legó futuras disputas que estallaron con sus nietos Ximén y Antonio.

El Provencio a la altura de 1629 tenía setecientos vecinos, es decir, en torno a dos mil quinientos o tres mil vecinos y le rentaba a su señor cuatro mil libras (cada libra, moneda valenciana, equivalía a 8 reales de plata castellanos). Pero los Calatayud con sus alianzas familiares habían extendido sus intereses patrimoniales a Portugal y a Valencia, donde ahora se jugaba una parte sustanciosa de su hacienda.

En El Provencio los Calatayud tenían dos molinos en el río Záncara. Uno de ellos, junto a la villa, con seis muelas, que explotaba en arrendamiento, de tal manera que Antonio de Calatayud se llevaba cuatro quintas partes de la moltura o maquila por una el molinero, procurándole una renta de trescientas fanegas al año, el doble si el río lleva agua en el verano. El otro molino, explotado en condiciones similares, a un cuarto de legua de la villa y con dos muelas, le rentaba doscientas fanegas cifra que se elevaba a trescientas si el Záncara llevaba agua en el verano. Se hablaba de un tercer molino, pero ya en desuso. El precio de la fanega de trigo estaba en dieciocho reales y la harina en veintidós. Su padre Luis Calatayud había comprado tierras a Alonso Blázquez, en las que había plantado viñas, de las que recogía seiscientas cargas de uva; su valor, nueve reales y medio la carga. Unas casas al lado de la plaza, enfrente de la puerta de la iglesia, valorada en mil ducados y que eran de su tía Antonia de Calatayud. Las casas familiares de los Calatayud, que no se valoran, pero pasan por ser de las más principales y calificadas de Castilla.

En Catarroja, Antonio de Calatayud había heredado la hacienda de Francisco de Blanes, que rentaba entre cuatrocientas y quinientas libras anuales. El usufructo de la dote de Ines de Portugal y Torres, que fue su mujer, y en su lugar tiene mil ducados de renta que le da su suegro, el conde del Villar.  En El Provencio poseía de la herencia de su abuela María Zagonera molinos y tierras, por valor de 16000 libras, y asimismo en Catarroja había heredado unas casas en el Triquete de Caballeros, a la una parte, y a la otra a la calle San Esteban, que se arrienda en cien libras anuales y su valor es cuatro mil libras, unas botigas, que se arriendan en siete libras mensuales, y un olivar, huerto y garoferales, valorados en dos mil ducados. Alhajas familiares en la villa de Madrid por valor de dos mil ducados y otros dos mil en dineros.

Pero la hacienda de los Calatayud en El Provencio soportaba mal los tiempos. En 1628, se reconocía que la corriente del Záncara se había desviado y llegaba menos agua para moler y, sobre todo, que los vecinos de Villarrobledo habían dejado de ir a moler a los molinos del río, pues contaban desde hacía poco con molinos de viento. No obstante, el río Záncara albergaba ocho molinos que el labrador Alonso Blázquez enumeraba río arriba: aguas abajo de El Provencio, a un cuarto de legua estaba el molino de dos ruedas de los Calatayud (el llamado de Enmedio), que poseían otro molino de tres ruedas junto a El Provencio. Siguiendo el curso del Záncara hacia arriba, a un cuarto de legua se situaba el molino de Alonso López de Porras; otro de cuarto de legua más arriba, el molino de Santiago de la Torre, tres cuartos de legua más arriba, otro molino del concejo de Las Pedroñeras; otro cuarto de legua más arriba el molino del Castillo, propiedad de los señores de Santiago de la Torre; otra media de leguas más arriba el llamado molino de las Monjas, propiedad de los Montoya, vecinos de Las Pedroñeras, y, por último, más arriba el molino del Moral, propiedad de Alonso de Montoya, vecino de Las Pedroñeras. De tal forma que, en un trayecto de dos leguas y media, el Záncara y su escasa corriente alimentaba ocho molinos.

El Provencio en 1629 seguía apostando por los viñedos. Si en otros lugares hemos hablado de los primeros síntomas de crisis en las viñas hacia 1580, don Luis Calatayud compraba tierras a sus vecinos para plantar doce mil sarmientos en 1597, de las nuevas cepas obtenía trescientos capachos de uva, cada uno procuraba una arroba de vino, aunque se reconocía que algunos años no eran suaves y la vendimia era mala; cada arroba a cuatro reales. Pero los Calatayud no incluían estas viñas en su mayorazgo, libres para un mercado de compra y venta. Don Luis Calatayud arriesgaba en los negocios y, en ocasiones, le faltaba liquidez, como cuando los Fúcares alemanes le exigieron que les pagara una deuda de cuatro mil reales. Entonces don Luis tuvo que pedir el dinero a un labrador rico, Alonso López de Porras, que se quedó con una casa familiar en la plaza de la iglesia. La casa era una muestra de la renqueante situación por la que pasaban los Calatayud, pues el comprador la tuvo que reparar hasta conseguir aumentar su valor a seiscientos ducados, unos seis mil seiscientos reales. En el testamento de Luis de Calatayud pesaban mucho las deudas. Los Calatayud se estaban quedando rezagados frente a los cambios. Los testigos recordaban ver los primeros molinos de viento hacía veinticinco años a dos leguas, en la villa de Villarrobledo. Ahora en 1629, contaban entre dieciocho y veinte los molinos existentes en la villa vecina, e incluso en El Provencio habían hecho aparición dos de estos ingenios. En boca de los contemporáneos, además de sorprender a escritores como Miguel de Cervantes, se consideraba que los nuevos molinos de viento estaban provocando la ruina de los molinos de agua, presos de un clima de extremos: a las grandes avenidas del poco caudaloso Záncara, que provocaba la necesaria reparación de los molinos con el desarenado del caz y socaz, seguían años de estío y falta de agua, desde San Juan hasta mediados de noviembre.

ACHGR. PLEITOS, 9713-22







viernes, 26 de enero de 2024

Lope del Castillo, capitán de Huete en las Guerras de Italia

 La figura de Lope del Castillo, vecino de Huete, comenzó a descollar en tiempos de los Reyes Católicos y en las guerras de Italia, bajo las banderas del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba. En el Tercio de Nápoles tuvo oficios de teniente y de capitán en los primeros años del Quinientos y no faltaban testigos que decían haberlo visto en la corte papal de Julio II. Lope del Castillo participaría en la guerra de Navarra de 1512, aportando Huete una compañía de soldados al mando del dicho Lope. Uno de los que acompañó a Lope del Castillo fue Diego de Parada, para levantar el cerco al que estaba sometida Pamplona. Nuevamente, en una segunda fase de la guerra en 1516, gobernando el cardenal Cisneros, fue el encargado de llevar como alférez la gente de guerra reclutada en Córdoba por los capitanes Aguirre y Gorbalán.  Fue en época del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, cuando Lope del Castillo alcanzó de la mayor notoriedad, primero como miembro de los alabarderos y guarda del infante don Fernando y, luego, del mismo emperador Carlos V, primero en Madrid y luego en Valladolid. Esta compañía de alabarderos estaba al mando del coronel Espinosa. Como alabardero, Lope del Castillo acompañó al joven rey Carlos cuando llegó a Castilla; otros testigos ratificaban esta afirmación, viendo a Lope del Castillo, el año 1518, como alabardero de la guarda de Carlos en Roa, población del conde de Siruela.

En tiempo de las Comunidades de Castilla, Lope del Castillo, abrazaría la causa imperial. Estando en Huete Perafán de Ribera y Pedro Patiño, y a su llamamiento, Lope reclutó gente de guerra entre parientes y amigos para luchar al lado del prior de San Juan. Levantaría una bandera de soldados al mando de su hermano Diego del Castillo, como alférez. En el combate de Dos Barrios, que se dio entre el prior de San Juan y el obispo de Zamora, Acuña, Lope del Castillo se haría cargo de la gente de guerra, por ausencia de Perafán de Ribera. Lope del Castillo recordará que en esa batalla le mataron un criado y un mozo que llevaba por "atambor". No debió sonreír la suerte a Lope del Castillo en esta jornada, pues él mismo fue herido, tuviéndo que subirse a una torre para salvar la vida y retirarse a Ocaña con varios hombres heridos, donde fueron atendidos en casa de un tal Francisco Díaz.

Llegados los tiempos de paz, Lope del Castillo ejerció el oficio de alguacil con los corregidores de Murcia, Cuenca y Huete.

La probanza de testigos es de 1530


Archivo General de Simancas, CCA,LEG,201,132


Nota: algunos de los Castillo de Huete, que hemos estudiado, como Leonardo y Alonso del Castillo, decían no ser parientes de este Lope del Castillo.

jueves, 25 de enero de 2024

LOS ENRÍQUEZ DE CUENCA

 En 1639, los Enríquez parecían saberse de memoria su ascendencia. A Granada y su Chancillería acudió Alonso Enríquez que recitó la genealogía familiar: "don Alonso Enríquez era vecino de la ciudad de Cuenca, hijo del dicho don Pedro Enríquez de Vadelomar y de doña Francisca Enríquez, prima hermana del anterior, sus padres, y el dicho don Pedro Enríquez de Valdelomar era hijo legitimado de don Miguel Enríquez, capellán mayor de la iglesia catedral de Cuenca y de Isabel Pastor, todos vecinos de la ciudad de Cuenca, y el dicho don Miguel Enríquez fue hijo legítimo de Alonso Enríquez y de Francisca Beltrán Valdelomar, vecinos de la ciudad de Cuenca, y el dicho Alonso Enríquez fue hijo de Alonso Enríquez y de Inés Díez Enríquez, vecinos que fueron de Becerril de Campos, y el dicho Alonso Enríquez fue hijo natural de don Rodrigo Enríquez, deán de la Santa Iglesia Catedral de Palencia y de María de Arce, ambos vecinos de la dicha ciudad de Palencia, que hubieron al dicho Alonso Enríquez siendo mozos solteros y en estado que podían contraer matrimonio, y el dicho Rodrigo Enríquez fue hijo legítimo de don Fadrique Enríquez, segundo almirante de Castilla". El entronque de los Enríquez con los almirantes de Castilla era hacerles partícipes de la sangre real, pues don Fadrique era hijo de Alonso Enríquez y nieto de Fadrique Enríquez, maestre de Santiago, que a su vez era hijo de Alfonso Onceno y doña Leonor de Guzmán. Los Enríquez de Huete cuidaron esta genealogía hasta los últimos detalles, recordando el túmulo y sepulcro de su progenitor, el deán Rodrigo, con su estatua yacente con ropas largas y un lebrel a los pies. La estatua yacente con sus hábitos de clérigo, sin bonete, y en su lugar un birrete que le tapaba las orejas, un ángel, y un escudo con las armas de los almirantes de Castilla: dos castillos arriba y abajo un león rampante y por la parte de bajo del sepulcro estaba un criado hincado de rodillas, levantado el brazo izquierdo, en el cual tenía un gavilán, que se quebró cuando se abrió el sepulcro y asimismo había a los pies del dicho don Rodrigo un lebrel con su collar y en el friso del arca había un letrero de letra francesa antigua en latín y al principio tenía un escudico pequeño con dos visones, matisadas  las armas al lado derecho y al lado izquierdo de los Quñones y debajo del dicho epitafio estaban siete figuras de bulto entre la coronaciones de diferentes santos.

Era tal la obsesión por defender su noble origen, que Pedro Enríquez y Valdelomar se presentó en la catedral de Palencia para abrir el sepulcro de su bisabuelo, don Rodrigo Enríquez, que había sido deán de la catedral e hijo del segundo almirante de Castilla y descendiente directo por tanto de Alfonso Onceno. Lo que vio don Pedro Enríquez (un bastardo más, pero ahora regidor y familiar del Santo Oficio de Cuenca), lo sabemos por un niño que estaba aprendiendo el oficio de escultor con Pedro de Torres, al que le tocó abrir el sepulcro. El sepulcro, con un lebrel a los pies, estaba situado y elevado al lado derecho de la capilla mayor, sería abierto después que don Pedro Enríquez se prestará "a dar una limosna para la fábrica de la iglesia" de doscientos ducados:

"se comenzó a abrir el dicho sepulcro y estuvo un gran rato dando golpes, hasta que llegó un cantero forastero y le dijo que no se cansase que por aquella parte era imposible ver nada, porque era necesario hacer un andamio y sacar la piedra en bulto y todo, pues era de una pieza, que con eso se descubriría y habiéndolo hecho así y ayudado el mismo cantero y otros oficiales, que todos eran seis el tirar de la piedra y retirada la dicha piedra y en ella estaba un cadáver entero sin faltarle de la armadura, más de la carne y un hueso en la parte del rostro y estaba tendido a la larga sin vestidura ninguna, excepto unos pazos de paño pardo, que estaban arrimados al mismo cuerpo por los lados, metidos algunos entre la cal que estaba arrimada al cuerpo por los lados y este testigo y los demás comenzaron a sacar la cal que había cantidad de una fanega y entre ella en presencia de muchos canónigos se meneo la dicha cal por los dichos oficiales y buscando si había señal de los dichos ornamentos (propios del enterramiento de un clérigo) y no se halló, sino fueron a lo que se quería acordar seis o siete pedazos del dicho paño pardo y uno de los oficiales tomó el cuerpo que estaba ya fuera del arca para descubrir mejor lo que había en ella y le levantó en alto, de manera que sin descomponerse la dicha armadura pudieron verle y según después oyó decir este testigo le vieron muchas personas eclesiásticas como seglares y después volvieron a poner el dicho cuerpo como le hallaron"

¿Qué se buscaba? Un cuerpo, cuya vestimenta denotaba un clérigo de órdenes menores pero sin casulla, estola y dalmática

La hacienda de los Enríquez se distribuía entre la ciudad de Cuenca, la villa de Altarejos y los lugares de Fresneda y Barbalimpia. Su historia es una historia de bastardías y legitimaciones reales. La última, el reconocimiento en Madrid por Felipe III y con ocasión de las cortes de Madrid, el 27 de marzo de 1608, de Francisco Enríquez Valdelomar como hijo legitimado del presbítero Miguel Enríquez. Para entonces, Pedro Enríquez ya era regidor de Cuenca, familiar del Santo Oficio y procurador en las cortes de ese año. La legitimación, lógicamente, se hizo previo pago. Don Miguel había sido cura de Fresneda y Altarejos, donde engendró a Pedro, antes de dar el salto a capellán mayor de la catedral de Cuenca.

Los Enríquez fueron a demostrar primero su hidalguía en Huete. Allí, declaró en su favor el cura de San Nicolás de Almazán, Miguel Blasco Castillo, y el capitán  Juan Bautista del Castillo, de familia conversa. Castillo y Enríquez había sido dos familias que habían participado de un mismo bando en la ciudad de Huete. El resto de testigos se hubieron de buscar en Becerril de Campos, donde otro Enríquez ya había estado unos años antes para conseguir la vara de alguacil mayor de la Inquisición. Pero el espaldarazo definitivo a la hidalguía de don Pedro Enríquez y su hijo Alonso vendría de don Juan Alfonso Enríquez de Cabrera, almirante de Castilla, duque de la villa de Rioseco


Pruebas documentales presentadas

  • Título de familiar del Santo Oficio de Pedro Enríquez de 25 de octubre de 1631, aunque la información genealógica es de 12 de enero de 1599


Genealogía de Pedro Enríquez de Vadelomar, vecino de Cuenca y natural de Fresneda de Altarejos

  • Padres: don Miguel Enríquez, vecino de Cuenca y natural de Huete, e Isabel Pastora, vecina de Altarejos y natural de Fresneda
  • Abuelos paternos: Alonso Enríquez, vecino de Huete y natural de Becerril de Campos, y Francisca Beltrán, vecina y natural de Huete.
  • Abuelos maternos: Miguel Pastor, vecino Fresneda y natural de Altarejos, y María Delgada, vecina y natural de Fresneda de Altarejos
Genealogía de Francisca Enríquez, mujer del anterior, vecina de Cuenca y natural de Saona, en la señoría de Genova, Italia.
  • Padres: Jerónimo Enríquez, vecino de Saona y natural de Huete (tío del pretendiente) y Lucrecia Enríquez Ferrera, vecina y natural de Saona
  • Abuelos paternos, los mismos del pretendiente anterior y su marido
  • Abuelos maternos: Octaviano Ferrero, natural y vecino de Saona, y Benardina Ferrera, vecina de Saona
EJECUTORIA DE 15 DE JUNIO DE 1639

ACHGR. HIDALGUÍA, 301-114-18

domingo, 21 de enero de 2024

JUAN DE BUEDO GOMENDIO Y BEATRIZ ENRÍQUEZ

DE GANADEROS DE SAN CLEMENTE Y VARA DE REY Y DE COMERCIANTES DE CUENCA
La reciente tesis de Yolanda Fernández Valverde sobre la familia Enríquez ha traído a colación el comercio de lanas en dirección a Italia. La autora, aunque de pasada, cita los negocios de los Enríquez en pueblos como San Clemente, Vara de Rey y Sisante, entre otros citados, que no son ajenos a las rutas trashumantes de los ganados sanclementinos y vararreyenses. Los Enríquez compraban la lana, para lavarla después en los lavaderos que poseían en el río Júcar y empacarla con destino a Italia por los puertos mediterráneos. Esos intercambios de la lana entre las tierras manchegas y la ciudad de Cuenca adquirieron entidad en el último tercio del siglo XVI. El incremento de los ganados sanclementinos en esa época lo tenemos constatado, así como las innumerables ventas de carne y lana, que tratan de evadir la acción del fisco. Una razón más para dar la importancia que se merecen a estos intercambios.
Los intercambios comerciales fueron acompañados de enlaces matrimoniales. La citada autora menciona el matrimonio en 1602 de doña Isabel Enríquez con don Juan de Buedo Gomendio, vecino de Vara de Rey. Da la casualidad que los Buedo están entre los principales ganaderos de la zona. El matrimonio, en el que en un principio parecía recaer la hacienda de los Enríquez (aunque luego lo haría en su hermana Francisca), sufriría los infortunios en los que cayó la familia Buedo. Los Buedo, además de ganaderos, controlaban las rentas reales del marquesado de Villena; hasta el año 1607 cuando se arruinan con la quiebra de la Hacienda. La ruina de los genoveses se llevó a los Buedo consigo y la onda expansiva llegó hasta Fresneda de Altarejos, donde residían Juan de Buedo Gomendio y Beatriz Enríquez, que vivieron en carne propia las malas artes de Francisco de Astudillo, alcalde mayor de San Clemente y que dos años después se quedó con la hacienda de los Buedo y la Tesorería de rentas reales del Marquesado de Villena. En 1607, doña Beatriz estaba intentado recuperar un censo que su marido había "mal vendido" a Martín de Buedo, tesorero de rentas reales.


4553. Exhorto del doctor Carranza, alcalde  mayor de Cuenca. Amparo a Beatriz Enríquez, vecina de Fresneda, en la posesión de bienes de su marido Juan de Buedo Gomendio. 1612. AMSC. CORREGIMIENTO, 95/44

4593. Entrega de bienes de su marido a Beatriz Enríquez, vecina de Fresneda. 1609. AMSC. CORREGIMIENTO, 66/20

2697. Beatriz Enríquez contra su marido Juan de Buedo Gomendio, posesión de censo. 1607. AMSC. CORREGIMIENTO, 45-1

1617. Carta de pago a Antonio Enríquez, mercader, 1605. AMSC. AYUNTAMIENTO, 120-17

Censo de Juan Enríquez contra el concejo de Motilla del Palancar, 22000 reales (2000 ducados). 25 agosto de 1579 (AGS; CME, 1409, folio 9)


sábado, 20 de enero de 2024

EL INFORTUNIO DE LUIS POLVOROSA, MAESTRO DE LATINIDAD DE LA VILLA DE SAN CLEMENTE

 Debía ser tal el control de la enseñanza por los jesuitas en la villa de San Clemente, que, cuando fueron expulsados, la villa quedó huérfana de maestros. En 1810, Luis Polvorosa recordaba cómo había ejercido de catedrático y maestro de latinidad en la villa manchega durante cuarenta y un años; ahora, imposibilitado para la docencia y en un pueblo devastado por los franceses, pedía una pensión al Consejo de Castilla. Don Luis Polvorosa se presentaba en su petición sumisamente y como un humilde vasallo y su carta llegó hasta Cádiz o, mejor dicho, sus dos cartas, pues fueron dos veces, en junio y agosto de 1810, las que suplicó en tanto su expediente quedaba perdido en medio de la guerra y de otros papeles para no ser contestado nunca, más allá del habitual "infórmese". Era tal su humildad, que, en su petición, recordaba que aunque la pensión solicitada fuera "hasta el fin de su vida, que por mucha ancianidad será breve"; si bien con un poco de sorna no olvidaba que el destinatario de su solicitud era "una agitada monarquía".

Los jesuitas dominadores de la enseñanza en San Clemente habían sido expulsados de esta villa en 1767 y con su expulsión quedó la villa sin una educación, controlada hasta ese momento por los seguidores de San Ignacio de Loyola. No tardaría el gobierno en sustituir a los jesuitas por otros educadores. En 1769, convoca una oposición para cubrir la cátedra de latinidad de San Clemente. Un total de siete opositores acuden al examen, que se publicó por edictos en toda Castilla, consiguiendo la plaza Luis de Polvorosa, una persona foránea de San Clemente, del que no sabemos su origen, más allá de que nos dice que "se expatrió de Castilla", para acudir a San Clemente. A las enseñanzas de don Luis acudían niños de San Clemente y de los pueblos vecinos; ejerciendo su cátedra estuvo cuarenta y un años, hasta que viejo y ciego se vio imposibilitado de ejercer la enseñanza. Cuatro horas de enseñanza por la mañana y cuatro por la tarde, durante esos cuarenta y un años, hasta reconocer "que se la debilitado la cabeza, que padece accidentes vertiginosos y tanta falta en la vista que no puede leer ni escribir". El pobre maestro era objeto en su vejez de la burla de sus alumnos: "los jóvenes vilipendian al maestro y pierden el fruto de la enseñanza para lo que es tan necesario el vigor de la persona como pericia en el arte".

Un hombre, además, además honrado, pues siempre había vivido con su sueldo de nueve reales, rechazando los estipendios de sus alumnos o sus padres. Ahora, en su vejez, la invasión del pueblo por los franceses lo había dejado en la ruina, "con solo el vestido puesto", y con las cargas familiares de una hija paralítica de treinta años y una esposa tullida de setenta y ocho, con "un muslo tullido, huyendo de los franceses". Pero don Luis tenía su orgullo, y, en su segunda carta, ya no se quejaba de sus alumnos sino de los " mal intencionados que en el día mandan en el pueblo" a los que acusaba de deponerle en su Magisterio u obviar la petición de una jubilación para su persona "y privarle de la dotación de trescientos ducados que de orden de V.A. ha percibido unas veces en Madrid y otras en Cuenca", dejándole en un estado de mendicidad, después de haber dedicado a la enseñanza dos tercios de su vida. Don Luis Polvorosa no tendría respuesta.


Archivo Histórico Nacional, CONSEJOS,12002,Exp.8

¿VALA DE REY O VARA DE REY?

A los Jávega, los conocemos como una familia de labradores de Vara de Rey. Labradores ricos que monopolizaban el poder municipal junto a otras familias hidalgas, a las que trataban de excluir en ocasiones. A falta de hidalguía, los Jávega buscaron otros signos de distinción social y el más notorio en aquella época, aparte de un oficio de regidor, era poseer una familiatura del Santo Oficio. Alonso de Jávega era familiar del Santo Oficio por la Inquisición. A diferencia de los hidalgos, salvo en algún privilegio común, como el no hospedaje de soldados, Alonso no estaba exento de pechar y podía ser preso por impago de deudas, pero el título de familiar le garantizaba una jurisdicción privativa, ajena a la ordinaria, en caso de problemas. Así, cuando se vio envuelto en un conflicto por deudas con varios vecinos de Castillo de Garcimuñoz, que pedían fueran liquidadas las deudas pendientes, Alonso de Jávega se resistió a ser apresado por el alguacil del corregimiento de San Clemente, Martín de Molina, emprendiéndola a golpes con él.

El mandamiento de prisión correspondía a una petición de la justicia de Castillo de Garcimuñoz y sería ejecutada por la justicia del corregimiento de San Clemente, por aquel entonces, el año 1594, encarnada por el corregidor licenciado Fernando del Prado (el mismo de la inscripción de la cárcel) y por su alcalde mayor Francisco Pimentel del Prado. Aunque en el enfrentamiento entre el alguacil Martín de Molina y el familiar de la Inquisición Alonso de Jávega el que peor salió parado fue el alguacil con varios dientes rotos, no parece que opinara igual el Santo Oficio de Cuenca, para el que los "rempujones" sufridos por su familiar era un ataque al fuero privativo del que gozaban sus familiares. La Inquisición de Cuenca pediría la inhibición de la justicia del corregimiento y que trasladara a Cuenca los autos en poder del escribano Juan de Robledo. 

La realidad era que de la justicia del corregidor se burlaba el Santo Oficio y la justicia de Vara de Rey. A pesar de sus dientes rotos, el alguacil Martín de Molina consiguió poner en la cárcel de Vara de Rey a Alonso de Jávega, junto a otro deudor, llamado García de Jávega, pero, en un pueblo donde podían más los lazos familiares e intereses vecinales, el alcaide de la cárcel permitió que los dos presos se fueran a dormir a su casa, sin intención de volver al día siguiente. Para mantener la autoridad de una justicia de corregimiento humillada, se tuvo que personar en San Clemente el alcalde mayor Pimentel; fue entonces, cuando los Jávega acudieron a la justicia privativa del Santo Oficio. Aunque sea anecdótico, una muestra de estas diferencias es que los vecinos de Vara de Rey y el Santo Oficio de Cuenca seguían llmando a su pueblo como toda la vida, Vala de Rey, mientras que el corregidor y su alcalde mayor, en una decisión impuesta seguramente con motivo del nuevo tributo del servicio de millones, comenzaron a llamar al pueblo como Vara de Rey, nombre con el que lo conocemos hoy. Los burócratas de Madrid eran incapaces de entender a qué respondía el nombre de "Vala", y así, cuando los escribanos mandaban sus oficios a Madrid fechados en la villa de Vala de Rey, en Madrid escribían en las espaldas de aquellos documentos de 1591 "Vara de Rey". En el intercambio epistolar cada uno seguía con su costumbre, pero las autoridades de San Clemente, un corregidor y alcalde mayor foráneos a las tierras conquenses, que ya recibían los oficios del Consejo Real con la nueva denominación de Vara de Rey, copiaban el nuevo nombre en sus oficios enviados a este pueblo hasta que, es de suponer, que, primero las autoridades y luego el resto del pueblo, tuvieron que desistir y resignarse a llamar a su pueblo tal como lo conocemos hoy: Vara de Rey. El resto, suponer que lo de Vara hace mención a la vara de justicia de los oficios reales y que detrás del cambio de nombre hay un sojuzgamiento a la autoridad real es mera sospecha. Al menos de momento.



Archivo Histórico Nacional, INQUISICIÓN,1923,Exp.9

miércoles, 17 de enero de 2024

GENEALOGÍA DE SEBASTIÁN JIMÉNEZ DE CISNEROS, VECINO DE MOTILLA DEL PALANCAR

 

Sebastián Jiménez de Cisneros, abogado de los Reales Consejos y fiscal general eclesiástico del obispado de Cuenca. Año 1719


PADRES

Sebastián Jiménez de Cisneros y doña Josefa Lucas Zapata, vecinos de Motilla

ABUELOS PATERNOS

Don Alonso Jiménez de Cisneros y doña Polonia Lucas Zapata, vecinos de Motilla; él natural de La Roda y ella de Motilla

ABUELOS MATERNOS

Francisco Lucas Zapata y Juliana García, vecinos de Motilla


Archivo Histórico Nacional, INQUISICIÓN,1570,Exp.5

lunes, 15 de enero de 2024

Villodre de Honrubia

 Fernando de Villodre el viejo, Diego de Villodre el viejo, Juan Muñoz y Fernando de Sepúveda iniciarán un proceso por ver su hidalguía reconocida frente al concejo de Honrubia, lugar de Alarcón en 1535. Ya un antecesor de la familia, Fernán Sánchez de Villodre, morador en Las Mesas, había defendido ante el corregidor de Alarcón, el licenciado García Sánchez Belvis, su hidalguía un cinco de enero de 1425. Por aquel tiempo, Las Mesas estaba representado por un procurador, Francisco Martínez, y junto al corregidor Belvis nos aparece el doctor Pedro Martínez del Castillo.

El padre de Fernán Sánchez de Villodre, morador en las  Mesas, era Alfonso González de Villodre, que era hermano de la madre de Rodrigo Rodríguez de Avilés. Alfonso vivía en Albaladejo y Torres, dos lugares pertenecientes a la villa de Segura y a la encomienda del mismo nombre; estaba casado con Mari López y estaba al servicio del comendador Gonzalo de Mesía (comía a su mesa). Alfonso ya había servido al padre del comendador Ferrán Mesía desde la década de 1370 y había sido ayo de Alfon Enriquez, hijo de don Fadrique.

El año 1488, Juan de Villodre, vecino de Alarcón y morador en Honrubia, comparece ante el alcalde ordinario de Las Mesas, Yuste de Mena para obtener copia del privilegio obtenido por Fernán Sánchez de Villodre. Este Juan de Villodre era su nieto, Fernán Sánchez de Villodre había tenido dos hijos: Fernán (padre de Juan) y Alonso. Un testigo refiere un tercer hermano, hacía 50 años, ser alcaide de Abanilla por mosén Fajardo. "gobernador del marquesado de Villena, en el tiempo del rey Juan de Navarra, padre de Fernando el Católico"


Vecinos que aparecen el año 1425

Yuste Martínez, morador de Las Mesas

Fernando Díaz de Córdoba, Fernando Ruiz de Talayuelas, vecinos de Alarcón

Juan Sánchez Borreguero, Juan Sánchez Batoua, vecinos de Alarcón

Juan Martínez de Segovia, escribano de Alarcón

Juan Sánchez de Madrigal, alguacil mayor del corregidor Belvis

Pedro de Placencia, hombre del corregidor

Vecinos de Las Mesas en 1488

Luis de Viana, Alonso Serrano, Juan Martínez, Juan Caballo, Alvaro Tamboril, Miguel de Manjavacas, Pero Hernández.

Pero Martínez de Funes, escribano

Juan Rodríguez de Mena

Martín López

Bartolomé Rodríguez


ACHGR, HIDALGUÍAS, sign. ant. 428-8