El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

domingo, 18 de febrero de 2024

Los Montoya de San Clemente

 Hernando de Montoya era hijo de Hernando de Araque, vecino de Villalgordo del Marquesado. Los Araque eran naturales de Villalgordo del Marquesado. Allí se conofían tres generaciones: Hernando Araque que era hijo de Alonso Hernández de Araque y Juana Piñan, y nieto de otro Alonso Hernández de Araque. En Villalgordo se pagaba una contribución especial a los señores de la villa, don Luis Pacheco y su hijo don Juan. Era el llamado rediezmo:

"de quince hanegas de pan trigo y cebada y centeno de todo lo que cogían después de dezmado una hanega lo que se pagaba por la tazmía y este servicio lo pagaban los ombres llanos pecheros de la dicha villa". 

Dicho impuesto había sido establecido por la condesa de Medellín, que había quitado un pecho anterior para establecer un nuevo rediezmo de una fanega por cada once cosechadas. Este rediezmo luego sería reducido a la quinceava parte.

La relación de los Montoya con los Araque viene por el matrimonio del mencionado Hernando de Araque con Violante Montoya. La mujer había muerto en el parto de Hernando de Montoya. La genealogía de la madre es conocida, era hija de Hernando de Montoya que era vecino de Vara de Rey y como hecho notorio se recordaba que había tenido la tenencia de la fortaleza de Requena con los RRCC. El primer progenitor de la familia era también Hernando de Montoya, del que hemos hablado en ocasiones anteriores.



Testigos de la probanza de 1541

Juan de Villanueva, morador en la Puebla de los Frailes, aldea de Castillo de Garcimuñoz

Juan de Luz, hijodalgo de Villagordo

Juan Hernández Cobo, vecino de Castillo de Garcimuñoz, 80 años.

Juan de la Osa, pechero de Pinarejo, se había trasladado desde la Puebla de los Frailes, donde su padre tenía heredad

Juan de Cuenca, morador en Pinarejo, antes morador en La Puebla de los Frailes, lo que nos lleva a pensar que Pinarejo recibió en la década de 1520 y en la de 1530 vecinos de este lugar

Diego de Liébana, hijodalgo de Villalgordo

Pedro del Castillo, el paje, de 76 años, hijodalgo  natural de Castillo de Garcimuñoz. Su hermano Rodrigo del Castillo vivía en Villalgordo

ACHGR, HIDALGUÍAS, 301-15-8. EJECUTORIA DE 14 DE FEBRERO DE 1541

sábado, 17 de febrero de 2024

Mateo de Valdeganga

 En el pequeño lugar de Valdeganga y en 1512, había varios hidalgos o, al menos conocemos tres de ellos que pleitearon por su hidalguía: Diego Mateo, Luis de Herriega y Pedro Bascuñana. Valdeganga era un lugar de apenas treinta vecinos. Años después se nos dirá que en dicho lugar había "muchos hidalgos y muy buenos", citándose expresamente a los Soria y a los Villanueva. El apellido Mateo, en Cuenca es una derivación de Mateos. El linaje procedía de Valdeganga, donde vivían Bartolomé y Francisco Mateo, aunque Pedro Mateos, el padre, se había casado en Villanueva de los Escuderos para volverse a vivir a Valdeganga. El abuelo era Mateos Fernández.

El bisabuelo era también de nombre Mateo Fernández, aunque tenía un hermano conocido por Fernán Sánchez. . El abuelo Mateos Fernández estaba casado con Teresa Hernández. el matrimonio nacieron Pedro y Diego y otros tres hermanos de los que desconocemos el nombre. El abuelo Mateos Hernández se había destacado por su participación en la batalla de Toro, a favor de la causa isabelina. El hijo Pedro Mateos casaría con Juana Vélez.

Curiosamente, en Valdeganga, la diferencia entre hidalgos y pecheros no venía solamente por la exención o no en el pago de tributos, sino porque había dos hornos diferenciados en el pueblo: uno para pecheros y otro para hidalgos. Era el pan cocido el que marcaba la diferencia de estado. Pero, el pequeño lugar y su escaso término no daba para mucho y desde mediados del siglo XVI los hidalgos acabaron abandonando el pueblo en busca de alianzas matrimoniales, aprovechando su sangre, para mejorar su condición social o simplemente huir de la pobreza. Valdeganga, Tórtola, la Parra o Villar del Saz eran conocidos como pueblos con muchos hidalgos y pocas tierras para mantenerlos.

Ejecutoria de 13 de octubre de 1529


ACHGR, HIDALGUÍAS, 301-7-15

Conocemos la evolución de la familia en el siglo XVI. Bartolomé Mateo, que había obtenido ejecutoria de hidalguía en 1529,  había casado con Teresa Montón en Valdeganga. Del matrimonio había nacido Pedro Mateo, que se había trasladado a vivir a Tórtola, donde había casado con Francisca de Utanda. De este último matrimonio había nacido Bartolomé Mateo. Este último se había ido a vivir a Santa María del Campo Rus, en una decisión que no debió gustar a la familia: "la madre del susodicho e sus deudos tenían pena porque entendían que se auía de perder". Bartolomé era el hermano pequeño y no nos cabe duda que su marcha hacia la Mancha era consecuencia de la necesidad de labrarse una hacienda y un futuro. En Santa María del Campo se le conocía como un hombre pobre, que vivía a jornal. Creemos que sería su sangre nobiliaria la que sería la atracción para el casamiento con Elvira la Blanca y para sacarlo de su estado de necesidad. Sus dos hermanos mayores, el primero de ellos, Domingo, se había marchado a casar a Abía de la Obispalía, mientras que el otro, Diego se quedaba con la hacienda familiar en Tórtola.


ACHGR, HIDALGUÍAS, 301-100-35, Ejecutoria de 28 de agosto de 1609

Hay otra línea familiar del linaje Mateo, que creemos independiente de la aquí expuesta, que tenía su asiento en los pueblos de Noheda, Fuentesclaras y Tondos y que con Diego Mateo ganará ejecutoria de hidalguía en 1629 en Villar de Domingo García, donde tomará vecindad el mencionado Diego. Era hijo de Gil Mateo y Catalina Martínez, vecinos de Tondos, aunque Gil había nacido en Fuentesclaras, donde los Mateo tenían fama de hidalgos y de donde era el abuelo Hernando Mateo, casado con Catalina Montón. Era en Fuentesclaras, el pueblo de donde decían proceder estos Mateo, que no iban más allá de la generación del abuelo Hernando y otro hermano de este, llamado Gaspar.

ACHGR, HIDALGUÍAS, 301-106-20

Por último, hay otra línea de Mateo/Mateos asentada en Castillo de Garcimuñoz, procedente de la ciudad jiennese de Baeza y que ya tratamos en su momento

Pedro Mateos, hidalgo de Castillo de Garcimuñoz

 Pedro Mateos era vecino de Castillo de Garcimuñoz en 1520. Obtendría ejecutoria de hidalguía en octubre de 1520, en un momento álgido de las Comunidades. Era hijo de Mari Rodríguez y Diego Mateos, un vecino de Baeza, en la colación de Santa Cruz, y que su abuela era vecina de Beas de Segura. Del abuelo se había oído decir que era un hidalgo de Santisteban del Puerto. El abuelo era Pedro Mateos y la abuela, Mari Sánchez. El entorno familiar de los Mateos estaba en tierras de Jaén. De hecho, el padre Diego Mateos, de su lugar de nacimiento, Beas, se había ido a vivir a Baeza y luego a Andújar.

Era difícil saber quiénes eran hidalgos o no en Beas, pues era villa franca, aunque desde finales de siglo XV se había comenzado a diferenciar los hidalgos de los pecheros en los repartimientos de impuestos. El caso es que hemos de creer que Diego Mateos, el padre de Pedro, había caído en la indigencia y a su viuda se le habían cobrado impuestos para la guerra contra los moros de Granada, aunque después en 1508, con motivo del cobro de la moneda forera se había negado, como mujer de hijodalgo, a pagar y se le había dado la razón. El padre Diego se había significado en la guerra de Granada y la toma del castillo de Cambil, donde malherido había muerto. En la toma de Cambil en 1485 había intervenido el propio Fernando el Católico. Sería determinante para el reconocimiento de la hidalguía de los Mateos, la decisión de Diego de preferir morir junto a su rey en Cambil, que retirarse a Baeza para curar sus heridas. Diego había legado algo más para la familia: había conseguido de un juez comisario una sentencia de 17 de abril de 1478 por la que se le declaraba hidalgo y no debía pagar la contribución llamada de las doce monedas impuesta en la ciudad de Andújar para la guerra de Granada.

No sabemos la razón del asentamiento de Pedro Mateos en Castillo de Garcimuñoz

La Chancillería de Granada sentenciaría a favor la hidalguía de Pedro Mateos el 21 de noviembre de 1519. La ejecutoria sería de 23 de octubre de 1520

ACHGR, HIDALGUÍAS, sig, ant. 301-4-9

domingo, 11 de febrero de 2024

Los Ortega y Santa María del Campo Rus

 Los Ortega se habían enseñoreado de Santa María del Campo Rus en 1626. El pueblo había sido comprado en 1608 por los Ruiz de Alarcón, señores de Valera de Arriba, tras el espejismo de un periodo de realengo, pero al ausencia de los nuevos señores del pueblo, dejaba las riendas del poder en los Ortega. De las viejas familias, que, en su día, vimos implicadas en los sucesos de 1582, los grandes beneficiarios habían sido los Ortega, que, ahora, sentaban su poder en su presencia regional y su hacienda en torno al núcleo familiar de Villar de Cantos. En Santa María del Campo copaban los puestos de gobierno del pueblo. Pedro Ortega Montoya era alcalde mayor o gobernador del pueblo en nombre de los Ruiz de Alarcón. Su hijo Pedro Ortega Montoya era alcalde ordinario por los hijosdalgo, cargo que compartía con el otro alcalde Francisco González Patiño, que, a pesar de los apellidos, era hermano del gobernador y ejercía de alcalde ordinario por los pecheros. A la familia Ortega se sumaba un hermano del gobernador, Rodrigo de Ortega, y el tío de ambos, Andrés Ortega. Los Ortega fundaban su poder en Santa María del Campo en la posesión de ganados y era el mal uso de sus ganados lo que se criticaba, pues había esquilmado las encinas de la dehesa del pueblo. Entender  a los Ortega de Santa María del Campo es fundamental para comprender su poder regional, dada su vinculación familiar con los Ortega de San Clemente.

Era tal su poder, que incluso las desavenencias surgían dentro de la familia; así el alcalde ordinario Pedro Ortega Montoya era denunciado por su propio tío Rodrigo por apropiarse de los pastos de la dehesa y tener allí sus ganados pastando durante cuatro meses. Las diferencias habían llegado hasta tal punto que, en una riña por el derecho de pasto de los respectivos ganados, Pedro había estado a punto de matar a su hermano Rodrigo. Pero las ambiciones ganaderas de los Ortega, cuyas manadas se comían también las viñas, chocaban con los intereses de los santamarieños que habían conseguido facultad real para permitir "entresacar el monte", prohibiendo la entrada de ganados. Lógicamente, un monte en el que se abrían calveros, era más propicio al pasto de ganados. El uso colectivo de la dehesa debía ir a garantizar con sus réditos a los censos cargados sobre los propios del concejo y el caudal del pósito. La dehesa, conocida por los vecinos como la Vieja,  era complementada por la llamada dehesa Nueva, propiedad del señor de la villa y que había sido comprada en arrendamiento por los vecinos a Fernando Ruiz de Alarcón, al que pagaban mil reales anuales. La dehesa nueva era para uso de los abastecedores de carnes de la villa. Ni qué decir tiene que la villa encontraba dificultades para encontrar abastecedores de carnes, pues los Ortega pretendía en el monopolio de las carnicerías y su abasto.

Los Ortega, con sus ganados, tenían el monopolio de las carnicerías del pueblo, pero a pesar de dominar las alcaldía y la gobernación de la villa, tenían enfrente al concejo santamarieño que se atrevió a embargar a Andrés Ortega setecientas ovejas. Viejas familias dominaban todavía el concejo, como Alonso García Rubio, alguacil mayor, y las decisiones del pueblo se tomaban, en los asuntos importantes en concejos abiertos, donde hemos de suponer que aún primaba la voz de las familias tradicionales. Después de doscientos años, Santa María del Campo, una villa que iba de señor en señor, demostraba ese carácter irredento que ya hemos visto en el pasado frente a los intentos de dominio señorial. NO obstante, en Santa María del Campo se estaban estableciendo nuevas familias foráneas como los Piñán o Diego Suárez de Figueroa, en este último caso, se trataba de un hidalgo llegado desde Villaescusa de Haro. Estos recién llegados estaban copando los cargos concejiles de Santa María del Campo, compitiendo con los Ortega, denunciando el monopolio que, de los oficios concejiles, tenían los Ortega: tres de los seis oficios. Enfrente de los Ortega, y sus ganados, se situaba, además de los recién llegados, familias tradicionales. Una de ellas, eran los Rosillo, que de la mano de Cristóbal Rosillo trataban de limitar los excesos de los Ortega, a los que acusaban de imponer el terror en los campos, y a los que trataban de limitar el pasto de sus ganados a una zona llamada la cabeza. Pero los Ortega rechazaban estos intentos así como otros de arrendar las dehesas del pueblo a ganaderos foráneos de La Almarcha, a los que despectivamente llamaban los sin camisa o a los propios santamarieños como Pedro Mendiola.

El control del poder concejil en Santa María del Campo era objetivo último para los ganados de los Ortega (todos declaraban tener manadas de ovejas, una, dos o tres manadas de cuatrocientas ovejas), que chocaba con las viejas familias, las reiterativos hidalgos que llegaban por matrimonio a copar nuevas vecindades o de santamarieños que intentaban descollar como Agustín Suárez Párraga

ACHGR, PLEITOS CIVILES, C- 9669, 9

sábado, 3 de febrero de 2024

El señorío de Valera de Arriba

 SANTA MARÍA DEL CAMPO RUS, VALERA DE ARRIBA Y EL SEÑOR DE ALARCÓN

Tras el título de esta entrada se esconde la vinculación de este ilustre personaje conquense con ambas villas. O al menos de sus descendientes. Santa María del Campo Rus anduvo entre señores y deseos de ser villa de realengo, sueño que disfrutó por un período corto de tiempo, desde 1579 a 1608. La libertad comprada por los santamarieños en 1579, por 16000 ducados, se convirtió en pesadilla por no poder pagarlos. Los beneficiarios serían los sucesores del señor de Alarcón, viejo héroe de las guerras de Italia, cuyos herederos intentaron crear dominios propios en tierra de Huete, y en torno a Palomares de Campo, pero que en el devenir de los tiempos forjarían su señorío (con ayuda inestimable del marqués de Villena y duque de Escalona) en torno a Valera de Suso, la actual Valeria, y luego Santa María del Campo Rus. 15000 ducados daría el de Villena a Diego Ruiz de Alarcón para pagar en 1570 la villa de Valera de Suso, que había adquirido su padre Fernando; con el tiempo los viejos dominios del fundador y su prestamera de Palomares serían olvidados y, en una historia de permutas, los Ruiz de Alarcón serían señores de Santa María del Campo. Para diferenciarse de tan dilatada familia, estos Ruiz de Alarcón sería llamados los Fernandos, por el padre de Diego y por el primer señor de Alarcón.

El primer progenitor de la casa sería el llamado señor de Alarcón, descendiente de los Ruiz de Alarcón de Valverde (vid. árbol inferior). Era hijo de Diego Ruiz de Alarcón, vecino de Palomares, y doña Isabel de Llanes y Santoyo. El señor de Alarcón, marqués del Valle y héroe de las guerras de Italia, antes de morir en 1640 dividió su patrimonio: La herencia de Italia para su hija Isabel y la herencia de España caería en su hijo (y de Juana de Nápoles), el comendador de San Juan, Fernando de Alarcón, nacido en 1510, que fue bailío de Lora, de la orden de San Juan y en quien recaería los heredamientos y las casas de Palomares, Moncalvillo y el lugar de la Torre. La herencia pasaría a su hijo segundo Diego, que por trueques haría del señorío de Valera la casa familiar. El señorío de Valera había sido adquirido por el padre y otorgado en vida a su hijo en 1560.
Pero la historia de la familia y sus raigambres quedarían testimoniados en los patronatos que conservaban en varias poblaciones de la provincia de Cuenca:
  • Capilla de la parroquial de Palomares de Campo, a la mano derecha del altar mayor, donde está enterrado Francisco de Alarcón, obispo de Córdoba y señor de esta villa.
  • La capilla mayor de Nuestra Señora de la Sey en Valeria, primera catedral de Cuenca, donde está enterrado el bailío de Lora y primer señor de Valera de Suso y donde se han enterrado el resto de señores de la Casa.
  • Capilla en la misma catedral de Cuenca, en la parte del Evangelio, entierro del maestrescuela Sebastián de Covarrubias, hermano de la mujer del segundo señor de Valera de Suso
  • El Capítulo del convento de Santo Domingo de Huete, fundación de Isabel, hermana del Señor de Alarcón, en virtud de bula plomada recibida en 1527 del papa Clemente VII, estando bajo la guarda del señor de Alarcón en el castillo de Santángelo con motivo del Saco de Roma. Reedificada después por el obispo de Córdoba.
  • La capilla mayor del convento de la Santísima Trinidad de Santa María del Campo Rus, reedificada por el obispo de Córdoba.
Escudo de los Alarcones o Fernandos: Las armas de Ceballos y Alarcón, trayendo por orla cinco bandera y dieciocho piezas de artillería que el marqués Alarcón ganó a los franceses el año 1524






Informe o Memorial del origen, calidad, y sucession de la Casa de los Señores de Valera, Santa Maria del Campo, Pobeda, La Torre y Passerilla, su apellido, Ruiz de Alarcon, cuyo es el Mayorazgo de Niño y Zuñiga de Maçarambroz en Toledo... / escribele Don Alonso de Alarcón..

Copia digital : realizada por la Biblioteca de Andalucía
Sign.: [ ]2, B-O2, P1
Esc. xil. en D2 v.

Biblioteca Pública del Estado - Biblioteca Provincial de Córdoba — Signatura: 29-144 — Nº de registro: 1000101 — Código de barras: 1111110001517





viernes, 2 de febrero de 2024

LAS DISPUTAS FAMILIARES DE LOS CALATAYUD Y EL PROVENCIO DE 1629

 Conocer a los Calatayud, señores de El Provencio, pasa por Valencia y el conflicto que, por disputas patrimoniales, llevaron con Ximén Pérez de Calatayud (Bouza Noguera Belvis Toledo), señor del Real, el año 1629, co el entonces señor de El Provencio (y de Villamonte) don Antonio de Calatayud. Ximén y Antonio eran hermanos y ahora se disputaban la herencia paterna. Ximén era vecino de Valencia, en el Reino de Aragón se decía todavía entonces. El asunto se llevó a la corte y chancillería granadina, pero el pleito mostró cuán diferentes eran los intereses de los hermanos. Ambos presentaron sus probanzas, pero si don Antonio lo hizo con testigos de El Provencio y San Clemente, su hermano Ximén presentó unos capítulos en "lengua valenciana".

Don Antonio de Calatayud, señor de El Provencio y de Villamonte, era hijo de don Luis de Calatayud, que había dividido la herencia familiar entre sus dos hijos, frutos de su segundo y tercer matrimonio. Herencia que era el legado del matrimonio del abuelo Antonio de Calatayud y Ladrón de Bobadilla con María Bouza Noguera (o Zanoguera), señor de Catarroja. Este don Antonio había heredado El Provencio de una forma un tanto rocambolesca, pues el sucesor que era el primogénito Luis murió en una cacería por un escopetazo de su criado. La familia, seguramente, supo disfrazar románticamente este hecho luctuoso, dejando para las futuras crónicas que el criado había matado a su señor confundiéndolo con un lobo y que este malherido en acto compasivo había dado al criado su caballo y sus dineros ante la previsible venganza familiar. Así el señorío de El Provencio quedó en manos de Antonio que abrió con su matrimonio los intereses familiares a Valencia y legó futuras disputas que estallaron con sus nietos Ximén y Antonio.

El Provencio a la altura de 1629 tenía setecientos vecinos, es decir, en torno a dos mil quinientos o tres mil vecinos y le rentaba a su señor cuatro mil libras (cada libra, moneda valenciana, equivalía a 8 reales de plata castellanos). Pero los Calatayud con sus alianzas familiares habían extendido sus intereses patrimoniales a Portugal y a Valencia, donde ahora se jugaba una parte sustanciosa de su hacienda.

En El Provencio los Calatayud tenían dos molinos en el río Záncara. Uno de ellos, junto a la villa, con seis muelas, que explotaba en arrendamiento, de tal manera que Antonio de Calatayud se llevaba cuatro quintas partes de la moltura o maquila por una el molinero, procurándole una renta de trescientas fanegas al año, el doble si el río lleva agua en el verano. El otro molino, explotado en condiciones similares, a un cuarto de legua de la villa y con dos muelas, le rentaba doscientas fanegas cifra que se elevaba a trescientas si el Záncara llevaba agua en el verano. Se hablaba de un tercer molino, pero ya en desuso. El precio de la fanega de trigo estaba en dieciocho reales y la harina en veintidós. Su padre Luis Calatayud había comprado tierras a Alonso Blázquez, en las que había plantado viñas, de las que recogía seiscientas cargas de uva; su valor, nueve reales y medio la carga. Unas casas al lado de la plaza, enfrente de la puerta de la iglesia, valorada en mil ducados y que eran de su tía Antonia de Calatayud. Las casas familiares de los Calatayud, que no se valoran, pero pasan por ser de las más principales y calificadas de Castilla.

En Catarroja, Antonio de Calatayud había heredado la hacienda de Francisco de Blanes, que rentaba entre cuatrocientas y quinientas libras anuales. El usufructo de la dote de Ines de Portugal y Torres, que fue su mujer, y en su lugar tiene mil ducados de renta que le da su suegro, el conde del Villar.  En El Provencio poseía de la herencia de su abuela María Zagonera molinos y tierras, por valor de 16000 libras, y asimismo en Catarroja había heredado unas casas en el Triquete de Caballeros, a la una parte, y a la otra a la calle San Esteban, que se arrienda en cien libras anuales y su valor es cuatro mil libras, unas botigas, que se arriendan en siete libras mensuales, y un olivar, huerto y garoferales, valorados en dos mil ducados. Alhajas familiares en la villa de Madrid por valor de dos mil ducados y otros dos mil en dineros.

Pero la hacienda de los Calatayud en El Provencio soportaba mal los tiempos. En 1628, se reconocía que la corriente del Záncara se había desviado y llegaba menos agua para moler y, sobre todo, que los vecinos de Villarrobledo habían dejado de ir a moler a los molinos del río, pues contaban desde hacía poco con molinos de viento. No obstante, el río Záncara albergaba ocho molinos que el labrador Alonso Blázquez enumeraba río arriba: aguas abajo de El Provencio, a un cuarto de legua estaba el molino de dos ruedas de los Calatayud (el llamado de Enmedio), que poseían otro molino de tres ruedas junto a El Provencio. Siguiendo el curso del Záncara hacia arriba, a un cuarto de legua se situaba el molino de Alonso López de Porras; otro de cuarto de legua más arriba, el molino de Santiago de la Torre, tres cuartos de legua más arriba, otro molino del concejo de Las Pedroñeras; otro cuarto de legua más arriba el molino del Castillo, propiedad de los señores de Santiago de la Torre; otra media de leguas más arriba el llamado molino de las Monjas, propiedad de los Montoya, vecinos de Las Pedroñeras, y, por último, más arriba el molino del Moral, propiedad de Alonso de Montoya, vecino de Las Pedroñeras. De tal forma que, en un trayecto de dos leguas y media, el Záncara y su escasa corriente alimentaba ocho molinos.

El Provencio en 1629 seguía apostando por los viñedos. Si en otros lugares hemos hablado de los primeros síntomas de crisis en las viñas hacia 1580, don Luis Calatayud compraba tierras a sus vecinos para plantar doce mil sarmientos en 1597, de las nuevas cepas obtenía trescientos capachos de uva, cada uno procuraba una arroba de vino, aunque se reconocía que algunos años no eran suaves y la vendimia era mala; cada arroba a cuatro reales. Pero los Calatayud no incluían estas viñas en su mayorazgo, libres para un mercado de compra y venta. Don Luis Calatayud arriesgaba en los negocios y, en ocasiones, le faltaba liquidez, como cuando los Fúcares alemanes le exigieron que les pagara una deuda de cuatro mil reales. Entonces don Luis tuvo que pedir el dinero a un labrador rico, Alonso López de Porras, que se quedó con una casa familiar en la plaza de la iglesia. La casa era una muestra de la renqueante situación por la que pasaban los Calatayud, pues el comprador la tuvo que reparar hasta conseguir aumentar su valor a seiscientos ducados, unos seis mil seiscientos reales. En el testamento de Luis de Calatayud pesaban mucho las deudas. Los Calatayud se estaban quedando rezagados frente a los cambios. Los testigos recordaban ver los primeros molinos de viento hacía veinticinco años a dos leguas, en la villa de Villarrobledo. Ahora en 1629, contaban entre dieciocho y veinte los molinos existentes en la villa vecina, e incluso en El Provencio habían hecho aparición dos de estos ingenios. En boca de los contemporáneos, además de sorprender a escritores como Miguel de Cervantes, se consideraba que los nuevos molinos de viento estaban provocando la ruina de los molinos de agua, presos de un clima de extremos: a las grandes avenidas del poco caudaloso Záncara, que provocaba la necesaria reparación de los molinos con el desarenado del caz y socaz, seguían años de estío y falta de agua, desde San Juan hasta mediados de noviembre.

ACHGR. PLEITOS, 9713-22







viernes, 26 de enero de 2024

Lope del Castillo, capitán de Huete en las Guerras de Italia

 La figura de Lope del Castillo, vecino de Huete, comenzó a descollar en tiempos de los Reyes Católicos y en las guerras de Italia, bajo las banderas del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba. En el Tercio de Nápoles tuvo oficios de teniente y de capitán en los primeros años del Quinientos y no faltaban testigos que decían haberlo visto en la corte papal de Julio II. Lope del Castillo participaría en la guerra de Navarra de 1512, aportando Huete una compañía de soldados al mando del dicho Lope. Uno de los que acompañó a Lope del Castillo fue Diego de Parada, para levantar el cerco al que estaba sometida Pamplona. Nuevamente, en una segunda fase de la guerra en 1516, gobernando el cardenal Cisneros, fue el encargado de llevar como alférez la gente de guerra reclutada en Córdoba por los capitanes Aguirre y Gorbalán.  Fue en época del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, cuando Lope del Castillo alcanzó de la mayor notoriedad, primero como miembro de los alabarderos y guarda del infante don Fernando y, luego, del mismo emperador Carlos V, primero en Madrid y luego en Valladolid. Esta compañía de alabarderos estaba al mando del coronel Espinosa. Como alabardero, Lope del Castillo acompañó al joven rey Carlos cuando llegó a Castilla; otros testigos ratificaban esta afirmación, viendo a Lope del Castillo, el año 1518, como alabardero de la guarda de Carlos en Roa, población del conde de Siruela.

En tiempo de las Comunidades de Castilla, Lope del Castillo, abrazaría la causa imperial. Estando en Huete Perafán de Ribera y Pedro Patiño, y a su llamamiento, Lope reclutó gente de guerra entre parientes y amigos para luchar al lado del prior de San Juan. Levantaría una bandera de soldados al mando de su hermano Diego del Castillo, como alférez. En el combate de Dos Barrios, que se dio entre el prior de San Juan y el obispo de Zamora, Acuña, Lope del Castillo se haría cargo de la gente de guerra, por ausencia de Perafán de Ribera. Lope del Castillo recordará que en esa batalla le mataron un criado y un mozo que llevaba por "atambor". No debió sonreír la suerte a Lope del Castillo en esta jornada, pues él mismo fue herido, tuviéndo que subirse a una torre para salvar la vida y retirarse a Ocaña con varios hombres heridos, donde fueron atendidos en casa de un tal Francisco Díaz.

Llegados los tiempos de paz, Lope del Castillo ejerció el oficio de alguacil con los corregidores de Murcia, Cuenca y Huete.

La probanza de testigos es de 1530


Archivo General de Simancas, CCA,LEG,201,132


Nota: algunos de los Castillo de Huete, que hemos estudiado, como Leonardo y Alonso del Castillo, decían no ser parientes de este Lope del Castillo.

jueves, 25 de enero de 2024

LOS ENRÍQUEZ DE CUENCA

 En 1639, los Enríquez parecían saberse de memoria su ascendencia. A Granada y su Chancillería acudió Alonso Enríquez que recitó la genealogía familiar: "don Alonso Enríquez era vecino de la ciudad de Cuenca, hijo del dicho don Pedro Enríquez de Vadelomar y de doña Francisca Enríquez, prima hermana del anterior, sus padres, y el dicho don Pedro Enríquez de Valdelomar era hijo legitimado de don Miguel Enríquez, capellán mayor de la iglesia catedral de Cuenca y de Isabel Pastor, todos vecinos de la ciudad de Cuenca, y el dicho don Miguel Enríquez fue hijo legítimo de Alonso Enríquez y de Francisca Beltrán Valdelomar, vecinos de la ciudad de Cuenca, y el dicho Alonso Enríquez fue hijo de Alonso Enríquez y de Inés Díez Enríquez, vecinos que fueron de Becerril de Campos, y el dicho Alonso Enríquez fue hijo natural de don Rodrigo Enríquez, deán de la Santa Iglesia Catedral de Palencia y de María de Arce, ambos vecinos de la dicha ciudad de Palencia, que hubieron al dicho Alonso Enríquez siendo mozos solteros y en estado que podían contraer matrimonio, y el dicho Rodrigo Enríquez fue hijo legítimo de don Fadrique Enríquez, segundo almirante de Castilla". El entronque de los Enríquez con los almirantes de Castilla era hacerles partícipes de la sangre real, pues don Fadrique era hijo de Alonso Enríquez y nieto de Fadrique Enríquez, maestre de Santiago, que a su vez era hijo de Alfonso Onceno y doña Leonor de Guzmán. Los Enríquez de Huete cuidaron esta genealogía hasta los últimos detalles, recordando el túmulo y sepulcro de su progenitor, el deán Rodrigo, con su estatua yacente con ropas largas y un lebrel a los pies. La estatua yacente con sus hábitos de clérigo, sin bonete, y en su lugar un birrete que le tapaba las orejas, un ángel, y un escudo con las armas de los almirantes de Castilla: dos castillos arriba y abajo un león rampante y por la parte de bajo del sepulcro estaba un criado hincado de rodillas, levantado el brazo izquierdo, en el cual tenía un gavilán, que se quebró cuando se abrió el sepulcro y asimismo había a los pies del dicho don Rodrigo un lebrel con su collar y en el friso del arca había un letrero de letra francesa antigua en latín y al principio tenía un escudico pequeño con dos visones, matisadas  las armas al lado derecho y al lado izquierdo de los Quñones y debajo del dicho epitafio estaban siete figuras de bulto entre la coronaciones de diferentes santos.

Era tal la obsesión por defender su noble origen, que Pedro Enríquez y Valdelomar se presentó en la catedral de Palencia para abrir el sepulcro de su bisabuelo, don Rodrigo Enríquez, que había sido deán de la catedral e hijo del segundo almirante de Castilla y descendiente directo por tanto de Alfonso Onceno. Lo que vio don Pedro Enríquez (un bastardo más, pero ahora regidor y familiar del Santo Oficio de Cuenca), lo sabemos por un niño que estaba aprendiendo el oficio de escultor con Pedro de Torres, al que le tocó abrir el sepulcro. El sepulcro, con un lebrel a los pies, estaba situado y elevado al lado derecho de la capilla mayor, sería abierto después que don Pedro Enríquez se prestará "a dar una limosna para la fábrica de la iglesia" de doscientos ducados:

"se comenzó a abrir el dicho sepulcro y estuvo un gran rato dando golpes, hasta que llegó un cantero forastero y le dijo que no se cansase que por aquella parte era imposible ver nada, porque era necesario hacer un andamio y sacar la piedra en bulto y todo, pues era de una pieza, que con eso se descubriría y habiéndolo hecho así y ayudado el mismo cantero y otros oficiales, que todos eran seis el tirar de la piedra y retirada la dicha piedra y en ella estaba un cadáver entero sin faltarle de la armadura, más de la carne y un hueso en la parte del rostro y estaba tendido a la larga sin vestidura ninguna, excepto unos pazos de paño pardo, que estaban arrimados al mismo cuerpo por los lados, metidos algunos entre la cal que estaba arrimada al cuerpo por los lados y este testigo y los demás comenzaron a sacar la cal que había cantidad de una fanega y entre ella en presencia de muchos canónigos se meneo la dicha cal por los dichos oficiales y buscando si había señal de los dichos ornamentos (propios del enterramiento de un clérigo) y no se halló, sino fueron a lo que se quería acordar seis o siete pedazos del dicho paño pardo y uno de los oficiales tomó el cuerpo que estaba ya fuera del arca para descubrir mejor lo que había en ella y le levantó en alto, de manera que sin descomponerse la dicha armadura pudieron verle y según después oyó decir este testigo le vieron muchas personas eclesiásticas como seglares y después volvieron a poner el dicho cuerpo como le hallaron"

¿Qué se buscaba? Un cuerpo, cuya vestimenta denotaba un clérigo de órdenes menores pero sin casulla, estola y dalmática

La hacienda de los Enríquez se distribuía entre la ciudad de Cuenca, la villa de Altarejos y los lugares de Fresneda y Barbalimpia. Su historia es una historia de bastardías y legitimaciones reales. La última, el reconocimiento en Madrid por Felipe III y con ocasión de las cortes de Madrid, el 27 de marzo de 1608, de Francisco Enríquez Valdelomar como hijo legitimado del presbítero Miguel Enríquez. Para entonces, Pedro Enríquez ya era regidor de Cuenca, familiar del Santo Oficio y procurador en las cortes de ese año. La legitimación, lógicamente, se hizo previo pago. Don Miguel había sido cura de Fresneda y Altarejos, donde engendró a Pedro, antes de dar el salto a capellán mayor de la catedral de Cuenca.

Los Enríquez fueron a demostrar primero su hidalguía en Huete. Allí, declaró en su favor el cura de San Nicolás de Almazán, Miguel Blasco Castillo, y el capitán  Juan Bautista del Castillo, de familia conversa. Castillo y Enríquez había sido dos familias que habían participado de un mismo bando en la ciudad de Huete. El resto de testigos se hubieron de buscar en Becerril de Campos, donde otro Enríquez ya había estado unos años antes para conseguir la vara de alguacil mayor de la Inquisición. Pero el espaldarazo definitivo a la hidalguía de don Pedro Enríquez y su hijo Alonso vendría de don Juan Alfonso Enríquez de Cabrera, almirante de Castilla, duque de la villa de Rioseco


Pruebas documentales presentadas

  • Título de familiar del Santo Oficio de Pedro Enríquez de 25 de octubre de 1631, aunque la información genealógica es de 12 de enero de 1599


Genealogía de Pedro Enríquez de Vadelomar, vecino de Cuenca y natural de Fresneda de Altarejos

  • Padres: don Miguel Enríquez, vecino de Cuenca y natural de Huete, e Isabel Pastora, vecina de Altarejos y natural de Fresneda
  • Abuelos paternos: Alonso Enríquez, vecino de Huete y natural de Becerril de Campos, y Francisca Beltrán, vecina y natural de Huete.
  • Abuelos maternos: Miguel Pastor, vecino Fresneda y natural de Altarejos, y María Delgada, vecina y natural de Fresneda de Altarejos
Genealogía de Francisca Enríquez, mujer del anterior, vecina de Cuenca y natural de Saona, en la señoría de Genova, Italia.
  • Padres: Jerónimo Enríquez, vecino de Saona y natural de Huete (tío del pretendiente) y Lucrecia Enríquez Ferrera, vecina y natural de Saona
  • Abuelos paternos, los mismos del pretendiente anterior y su marido
  • Abuelos maternos: Octaviano Ferrero, natural y vecino de Saona, y Benardina Ferrera, vecina de Saona
EJECUTORIA DE 15 DE JUNIO DE 1639

ACHGR. HIDALGUÍA, 301-114-18

domingo, 21 de enero de 2024

JUAN DE BUEDO GOMENDIO Y BEATRIZ ENRÍQUEZ

DE GANADEROS DE SAN CLEMENTE Y VARA DE REY Y DE COMERCIANTES DE CUENCA
La reciente tesis de Yolanda Fernández Valverde sobre la familia Enríquez ha traído a colación el comercio de lanas en dirección a Italia. La autora, aunque de pasada, cita los negocios de los Enríquez en pueblos como San Clemente, Vara de Rey y Sisante, entre otros citados, que no son ajenos a las rutas trashumantes de los ganados sanclementinos y vararreyenses. Los Enríquez compraban la lana, para lavarla después en los lavaderos que poseían en el río Júcar y empacarla con destino a Italia por los puertos mediterráneos. Esos intercambios de la lana entre las tierras manchegas y la ciudad de Cuenca adquirieron entidad en el último tercio del siglo XVI. El incremento de los ganados sanclementinos en esa época lo tenemos constatado, así como las innumerables ventas de carne y lana, que tratan de evadir la acción del fisco. Una razón más para dar la importancia que se merecen a estos intercambios.
Los intercambios comerciales fueron acompañados de enlaces matrimoniales. La citada autora menciona el matrimonio en 1602 de doña Isabel Enríquez con don Juan de Buedo Gomendio, vecino de Vara de Rey. Da la casualidad que los Buedo están entre los principales ganaderos de la zona. El matrimonio, en el que en un principio parecía recaer la hacienda de los Enríquez (aunque luego lo haría en su hermana Francisca), sufriría los infortunios en los que cayó la familia Buedo. Los Buedo, además de ganaderos, controlaban las rentas reales del marquesado de Villena; hasta el año 1607 cuando se arruinan con la quiebra de la Hacienda. La ruina de los genoveses se llevó a los Buedo consigo y la onda expansiva llegó hasta Fresneda de Altarejos, donde residían Juan de Buedo Gomendio y Beatriz Enríquez, que vivieron en carne propia las malas artes de Francisco de Astudillo, alcalde mayor de San Clemente y que dos años después se quedó con la hacienda de los Buedo y la Tesorería de rentas reales del Marquesado de Villena. En 1607, doña Beatriz estaba intentado recuperar un censo que su marido había "mal vendido" a Martín de Buedo, tesorero de rentas reales.


4553. Exhorto del doctor Carranza, alcalde  mayor de Cuenca. Amparo a Beatriz Enríquez, vecina de Fresneda, en la posesión de bienes de su marido Juan de Buedo Gomendio. 1612. AMSC. CORREGIMIENTO, 95/44

4593. Entrega de bienes de su marido a Beatriz Enríquez, vecina de Fresneda. 1609. AMSC. CORREGIMIENTO, 66/20

2697. Beatriz Enríquez contra su marido Juan de Buedo Gomendio, posesión de censo. 1607. AMSC. CORREGIMIENTO, 45-1

1617. Carta de pago a Antonio Enríquez, mercader, 1605. AMSC. AYUNTAMIENTO, 120-17

Censo de Juan Enríquez contra el concejo de Motilla del Palancar, 22000 reales (2000 ducados). 25 agosto de 1579 (AGS; CME, 1409, folio 9)