El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

lunes, 12 de septiembre de 2016

Situado de Juan Rosillo en las rentas reales del Marquesado de Villena

El apunte mostrado en la imagen inferior muestra el situado o la pensión que anualmente disfrutaba, a cargo de las rentas reales, Juan López Rosillo, vecino de San Clemente, llamado el reductor del Marquesado de Villena. El montante total ascendía a 15.000 maravedíes.
Moneda de dos mrs., época de los RRCC
Juan Rosillo se nos presenta en esta época como un defensor de los intereses y patrimonio de la corona en la zona. Sus denuncias e informes dan lugar a que se expidan cartas reales comisionando al gobernador del Marquesado de Villena o al corregidor de Murcia para que entiendan en diferentes situaciones en defensa del patrimonio regio.





Juan Rrosyllo, quinze myll mrs.        xv (mil)





AGS, EMR, leg. 70. Relación de las rentas reales del Marquesado de Villena y Reino de Murcia. 1499-1500

domingo, 11 de septiembre de 2016

Sobre la elección de oficios en La Motilla del Palancar (1608)

Juan Pérez Chavarrieta, había nacido en El Peral. Hijo de Pedro López Chavarrieta, se había avecindado en La Motilla, tras su matrimonio con una vecina del pueblo, María de Ojeda; mujer principal y cuyo padre, afincado en el pueblo una generación antes, era un capitán de conocida hidalguía y casa solar en la Montaña. En Motilla, había adquirido cierta posición social que quería ver correspondida en el poder local. Pero el acceso a los oficios concejiles estaba en manos de unas pocas familias. No era el único excluido, pues otros participaban de esa condición de marginados. La elección de oficios de septiembre de 1608 mostrará, ante la presencia del corregidor de San Clemente, las diferencias existentes en la villa.

Cuatro días antes de la elección de oficios del día de San Miguel de ese año de 1608, el clérigo Pedro García Bonilla se presentó una petición ante el alcalde ordinario Juan de las Vacas y el escribano  Juan González Bordallo. Pedía el clérigo se cumpliera el mandamiento del corregidor de San Clemente don Diego López de Mendoza Mudarra para que la elección de oficios se hiciera según la ejecutoria que en la Chancillería de Granada había ganado unos años antes un vecino de la villa llamado Pedro García Cabero. La petición provocó un retraso en la elección de los oficios concejiles hasta el día cinco de octubre. Ese día se reunió el ayuntamiento de Motilla del Palancar. Allí se presentó el clérigo Pedro García Bonilla con la ejecutoria original mencionada que venía a recordar que la elección de alcaldes ordinarios, de la hermandad y alguacil mayor de la villa se debía hacer según era la costumbre en la tierra de Alarcón.

Los oficios de alcaldes ordinarios de aquel año, y cuyo mandato expiraba ahora, estaban en posesión de Luis de las Vacas y Juan de Godoy. Estaban presentes en la sesión del ayuntamiento de cinco de octubre cinco regidores perpetuos llamados Tomás Tendero, Juan Llorente, Benito Martínez, Alonso de León y Francisco López Valverde. La elección de oficios del cinco de octubre no se pudo llevar a cabo por la oposición de dos vecinos de la villa, entre ellos el mencionado Juan Pérez Chavarrieta y Juan Saiz Moreno, que dos días después bloquearán la elección de oficios y forzarán la celebración de un nuevo ayuntamiento para el nueve de octubre, esta vez presidido por el corregidor de San Clemente. Allí se presentó Pérez Chavarrieta con la ejecutoria de elección de oficios en la mano, contaba para dar fe de lo ocurrido allí, además de la presencia del corregidor con la asistencia de un nuevo regidor, otro García de Bonilla, de nombre Benito*. Pero ni este regidor ni el corregidor le apoyarían.

A pesar de la presencia del corregidor, la elección de oficios se ajustó poco a la ejecutoria, pues el trece de octubre Pérez Chavarrieta apelaba la elección ante el nuevo alcalde ordinario Benito Parreño. La apelación sería rechazada por el alcalde ordinario, motivando su rechazo en que ni Juan Pérez Chavarrieta era vecino de la villa ni el ganador de la ejecutoria, Pedro García Cabero, le había dado su poder para defender la ejecutoria ante el concejo de la villa. Es más, Pedro García Cabero había desautorizado a Pérez Chavarrieta por escrito ante el otro alcalde ordinario recién elegido, Martín García Valverde. El rechazo a la apelación llevaría el contencioso a la Chancillería de Granada.

Los oficios elegidos aquel año, y motivo de la discordia, eran los alcaldes citados, Benito Parreño y Martín García Valverde, el alguacil mayor Sebastián García y los alcaldes de la hermandad Pedro de Ortega y Juan de las Vacas. En Motilla del Palancar no había diferencia entre hidalgos y pecheros o estado llano a la hora de la elección de oficios.

Como ya se ha dicho, Juan Pérez Chavarrieta, procedente de El Peral, era un extranjero en el pueblo. El alcalde ordinario Parreño no le reconocía su vecindad en Motilla, tal vez queriendo decir que como no nacido en la villa no tenía derecho a participar en la elección de oficios. Aunque la acusación iba más allá y pretendía restringir los oficios locales a una minoría del pueblo, ya no solo frente a otros vecinos, sino también frente a aquellos foráneos que pretendían adquirir un poder que no conocía fronteras entre los pueblos. Juan Pérez Chavarrieta, nacido en El Peral, donde conservaba casa y hacienda y pagaba sus alcabalas, aspiraba a participar del poder local de su villa natal El Peral, de la que había sido alcalde ordinario hasta 1608, pero, aprovechando su matrimonio con una motillana, aspiraba llegar al poder de Motilla. No estaban dispuestos a consentirlo la oligarquía cerrada de regidores motillanos, que mandaría a uno de sus compañeros, Juan Llorente, a El Peral a sacar testimonio de escribano sobre cómo Chavarrieta seguía inscrito en los padrones de esa villa. Pero esta minoría no tenía un carácter homogéneo y una parte de ella utilizaba a Chavarrieta contra los otros.

Las crisis de subsistencias del cambio de siglo y la mortífera peste de 1600, al igual que en otros pueblos, había hecho cambiar las fortunas de manos. Juan Pérez Chavarrieta no estaba solo en su petición; una parte de los principales de Motilla le apoyaba. Si traemos a colación los vecinos de Motilla que detentaban las regiduría en 1590, veremos cuantos de ellos se habían visto desplazados o disputado su poder local: entre los perdedores estaban las familias Lucas y Moreno o los citados Bonilla. Estas familias darían su representación a Juan Pérez Chavarrieta y su procurador Francisco de León para que los representara en la Chancillería de Granada.

La querella de Juan Pérez Chavarrieta en la elección de oficios iba dirigida contra los regidores motillanos, pero también contra el corregidor de San Clemente al que acusaba de parcialidad o, al menos pasividad, en la elección de oficios. Fue admitida por la Chancillería de Granada el cuatro de diciembre, mandando se expidiera carta de emplazamiento y compulsoria para llevar a ese tribunal todos los papeles relacionado con la elección de oficios. Habían apoyado la querella de Juan Pérez Chavarrieta cuatro vecinos de Motilla: Juan Saiz Moreno, Francisco de Lucas, Pedro Lucas (a quien en 1590 vemos como regidor y alférez), y Felipe Moreno.

Las diferencias en la elección de oficios surgieron en torno el método utilizado y no la condición social de los elegidos. A diferencia de otras villas, como San Clemente o Vara de Rey, donde los oficios se repartían a mitades entre hidalgos y pecheros, este debate no existía en Motilla y lo que se criticaba es que los oficios salientes eligieran a los entrantes con el apoyo de los regidores que dominaban el gobierno local. Pérez Chavarrieta y sus consortes pedían que la elección se hiciera conforme a la ejecutoria ganada por el vecino Pedro García Cabero y que se ajustaba en sus condiciones a lo que decía la ejecutoria que tiempo atrás había ganado la villa de Alarcón y algunas villas emancipada de su antigua tierra; se citaba concretamente a Quintanar, Villanueva de la Jara y, por error (dada su no pertenencia a esta tierra, aunque gozaba de ejecutoria similar) Iniesta.

El concejo de Motilla se aprestó a defender sus intereses, delegando sus poderes en sus procuradores en la Chancillería de Granada, que en aquel momento estaban entendiendo en un pleito contra un vecino de Gabaldón llamado Alonso Armero, que había mudado los mojones de la dehesa de los Morones en beneficio propio. El procurador nombrado, Alonso García de Villamayor, actuaría en nombre del ayuntamiento, pero también, en un claro signo de arrogarse la representación de toda la república, en nombre del síndico personero y procurador general del común Miguel de Gabaldón Segovia. En un intento de ganar tiempo, el concejo de Motilla pidió se prorrogase de quince a treinta días el plazo para presentar los autos de elección de oficios. Mientras el procurador de la parte contraria, Francisco de León pedía que los gastos del juicio corriesen a cargo de los bienes de los regidores demandados y no de los propios de la villa. Razón no le faltaba pues éstos regidores trataban de enrevesar el juicio llamando a las villas de Alarcón, Quintanar, Villanueva de la Jara e Iniesta a presentar traslados de las ejecutorias que sobre la elección de oficios habían ganado. Pero la Chancillería de Granada, lejos de dejarse enredar, pronunciaría sentencia definitiva dando la razón a Juan Pérez de Chavarrieta y sus socios, dando por ninguna y sin valor la elección de oficios de ocho de octubre de 1608. A pesar de que el concejo de Motilla volvió a incidir en que Juan Pérez de Chavarrieta era un forastero de El Peral, la Chancillería volvió a reafirmase el nueve de marzo en su decisión, mandando se repitiera la elección de oficios.

Aún presentaría recurso de súplica el concejo de Motilla, alegando que la ejecutoria en que se fundaban los demandantes, tenía poco que ver con la ganada por la villa de Alarcón y resto de villas y en la imposibilidad material de abrir la elección  de oficios a muchos vecinos del pueblo por ser la villa poco poblada y con bastantes vecinos pobres e impedidos o inhábiles para una certera elección. De nuevo, el 23 de marzo, la Chancillería de Granada, en grado de revista, ratificaría su auto anterior.

Las diferencias en el proceder de la elección de oficios nos vienen expresadas en el propio pleito. El ayuntamiento de siete de octubre de 1608 tuvo que interrumpirse por las desavenencias entre los regidores y algunos vecinos principales, a pesar de que se proclamaba hacerse según la ejecutoria de Pedro García Cabero. En cualquier caso, nos muestra el procedimiento que se seguía para la elección:

En la villa de la motilla a siete días de mes de otubre de mill y seiscientos y ocho años estando en la sala del ayuntamiento della junto el conzejo justicia y rregimiento desta villa de la motilla abiéndose juntado el dicho conzejo a rrepique de canpana conforme a la costunbre estando expecialmente juntos luis de las bacas, juan de godoy alcaldes hordinarios desta uilla y benito garcía de bonilla y alonso de león, benito martínez, thomás tendero, francisco lópez baluerde y juan llorente collado, rregidores perpetuos desta villa, todos ofiziales del conzejo della estando ansí juntos en el dicho ayuntamiento dixeron que en esta villa se tiene costunbre de elexir alcaldes hordinarios y de la hermandad y alguazil mayor desta uilla por el día de san miguel para el año siguiente y que este presente año no se a fecho, que mandaban y mandaron se haga elezión de oficios de alcaldes hordinarios y de la hermandad y alguacil mayor desta uilla para este presente año lo qual mandaron se haga conforme a la rreal executoria de su magestad que se ganó a instancia de pedro garcía cabero, vezino desta uilla, con que a sido rrequerido en este ayuntamiento y se guarde y cunpla el tenor de la qual es que cada uno de los oficiales que en él tienen boto nonbre tres personas para los dichos oficios y todos los nonbrados entren en un cántaro e de allí se saquen por suertes los que an de ser elexidos en los dichos oficios por mano de un niño de diez años abaxo y en esta conformidad mandaron se haga la dicha eleción.

Las diferencias venían en cuanto al número de vecinos con derecho a voto. Es difícil saber lo que decía la ejecutoria, que obraba en poder de su dueño, Pedro García Cabero; el cual no parecía muy dado a mostrarla ni mucho menos, como pedían algunos vecinos, a depositarla en el archivo para poder sacar traslados fidedignos de la misma. No obstante creemos que el tenor de la ejecutoria iba en el sentido que la elección de oficios de alcaldes ordinarios y de la hermandad y alguacil mayor se hiciera entre todos los vecinos que acudían para San Miguel al concejo abierto que se celebraba y no reservar el derecho de tal elección a los poseedores de los diez oficios que disponía el ayuntamiento de Motilla en ese momento. Así se deduce de una de las peticiones que ante la Chancillería de Granada presentó el procurador de la villa Alonso García Villamayor; en su opinión y la del resto de regidores, se trataba de pasar de diez electores a treinta y los elegibles de treinta a noventa, dejando la elección en personas pobre y sin capacidad:

se oviera de guardar la dicha carta executoria presentada por la parte contraria se deuiera declarar que cada oficial del concejo a de nonbrar solo tres personas para que entren en suertes de los dichos oficios para todos ellos porque los oficios son diez y la parte contraria pretende que cada persona a de nonbrar tres para cada oficio, que vienen a ser nouenta y el pueblo es muy pequeño e los más pobres e no suficientes para oficios del concejo y en los demás rrestantes no puede auer suficiente número para sacar nouenta por auer muchos ynpedidos por no haber pasado los tres años de la ley del Reyno y por ser parientes unos de otros y por deuer al concejo y en pueblo de tan poca vezindad basta que se vengan ajustar todos los oficios entre treynta personas

El debate, una vez más, era quién controlaba el poder local. Los argumentos eran viejos: la defensa del concejo abierto frente al regimiento o ayuntamiento cerrado, la idoneidad o suficiencia para el ejercicio de cargos públicos o la necesidad de evitar altercados y disputas banderizas entre grupos e intereses encontrados. La defensa y apropiación de unos u otros argumentos se hacía desde la oportunidad de la presencia en el poder o su ausencia de él.


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 3180, PIEZA 6. JUAN PÉREZ CHAVARRIETA Y CONSORTES, VECINOS DE LA MOTILLA, CON LOS OFICIALES DE LA VILLA, SOBRE LA ELECCIÓN DE LOS OFICIALES DEL CONCEJO. 1608-1609






*Otros regidores eran Lorenzo Gómez, Jorge de Vellar y Benito Martínez Cejalbo

miércoles, 31 de agosto de 2016

Un censo incompleto de la villa de San Clemente de 1640-1641

El siguiente padrón está elaborado partiendo de las informaciones de testigos de tres vecinos de San Clemente aspirantes al hábito de Santiago. Muchos de los testigos se repiten en cada uno de los expedientes, Podemos considerar a estos testigos como personas principales o personas letradas que sabían escribir. Cuando son iletradas son personas mayores que aportan el valor del testimonio de su experiencia. Por, supuesto es un padrón incompleto de apenas dos centenares de vecinos para una villa que, todavía a la altura de 1640, sobrepasaba con creces los mil vecinos. Aunque ya había iniciado su crisis demográfica, no se recuperaría a los varapalos de las levas forzosas de 1640 y 1641 de Rodrigo Santelices y esas otras que les siguieron a continuación.

  1. Las informaciones de testigos de Diego y Ortega y Guerrero se hicieron en noviembre y diciembre de 1639 (1639)
  2. Las informaciones de testigos de Francisco de Astudillo Villamediana se hicieron entre noviembre y diciembre de 1641 (1641)
  3. Las informaciones de testigos de Rodrigo de Ortega y Ortega se hicieron entre marzo y abril de 1641 (1641a)



Padrón incompleto de vecinos de San Clemente hacia 1640

  • Alarcón, Fernando de, el mayor; 76 años (1641a)
  • Alarcón y Fajardo, don Diego de; alcalde de la hermandad por el estado de los hijosdalgo; 42 años (1641)
  • Alarcón y Fajardo, don Francisco de; 47 años (1641)
  • Albendea, Pascual; 70 años de edad (1641)
  • Agüero, don Francisco de; 55 años (1641a)
  • Alonso de Palacios, Martín; 85 años (1641)
  • Alonso de Palacios, Pedro; 80 años (1641)
  • Ángel de Olivares, Cristóbal; 71 años (1641a)
  • Ángel, licenciado Juan; presbítero (1639)
  • Ángeles, Mariana de los; viuda de Francisco Ángel, alguacil de la Inquisición; 73 años (1641)
  • Araque, licenciado Diego de; presbítero; 47 años (1641)
  • Araque y Montoya, don Fernando de; 65 años (1641a)
  • Araque Buedo, don Juan; 52 años (1641a)
  • Arcos, Alonso de; 59 años (1641a)
  • Astudillo Villamediana, Francisco de; tesorero de rentas reales del Marquesado de Villena, caballero de la Orden de Santiago; 39 años, bautizado el 22 de enero de 1602 (1641)
  • Atienza, Bartolomé; escribano del número; 58 años (1641)
  • Ávalos, Diego de; (1639)
  • Ávalos Liñán, Juan de; 56 años (1641)
  • Ávalos, Martín de; escribano del número; 70 años (1641a)
  • Ávalos Redondo, Francisco de; 67 años (1641a)
  • Ávalos Rubio, Amador de; clérigo; 70 años (1641)
  • Ávalos y Vizcarra, don Francisco de; 61 años (1641)
  • Ávila, Gaspar de; 67 años (1641)
  • Avilés, Jerónimo de; 62 año (1639), emparentado con los güertas
  • Ballestero, Pascual el mayor; 65 años (1641), no sabe firmar
  • Ballesteros, Francisco; criado de los Astudillo; 78 años (1641), no sabe firmar
  • Bravo, Andrés (1639)
  • Buedo, don Juan de; 57 años de edad (1641)
  • Buedo, don Martín de; 40 años (1641a)
  • Caballón, Diego de (1639)
  • Caballón, licenciado Juan; 59 años (1641a)
  • Caballón Remírez, licenciado don Gabriel; clérigo ordenado de epístola; 41 años (1641)
  • Campillo, Juan del (1639)
  • Campillo Juera, Ginés del; 79 años (1641a)
  • Campillo Juera, Pedro del; 50 años (1639)
  • Cantero, don Miguel; 40 años (1641a)
  • Cantero, Sebastián; 78 años (1641a)
  • Carbonel, Juan de; 58 años (1641)
  • Carboneras, Juan de; 57 años (1641), no sabe firmar
  • Carrasco, Martín; 40 años (1641a)
  • Carrasco, Pedro (1639)
  • Carrera Ordóñez del Abad, licenciado Juan de la; clérigo; 70 años (1639)
  • Carretero, Lorenzo; 46 años (1641a)
  • Castillo e Inestrosa, don Diego del; hijo natural de Francisco del Castillo e Inestrosa, 26 años (1639)
  • Castillo e Inestrosa, don Francisco del; presbítero, 69 años, muerto en agosto de 1641 de tabardillo y enterrado en la iglesia de Santiago apóstol (1641) 
  • Castillo Villaseñor, Juan del; regidor perpetuo; 53 años (1641)
  • Castro, José de; 59 años (1641a)
  • Catalán, Andrés; 56 años (1641)
  • Catalán, Miguel; 50 años (1641a)
  • Catalán Jiménez, Pedro; 61 años (1641)
  • Celada, Amador de; procurador del número; 60 años (1641)
  • Celada, Bartolomé de; escribano del número; 70 años (1641)
  • Celada, Pedro de; 62 años (1641)
  • Collado, doctor Alonso; médico residente en San Clemente desde hace 30 años. 67 años (1641)
  • Contreras, Pascual de (1639)
  • Copado, Francisco; 38 años (1641), no sabe firmar
  • Copado, Juan; 73 años (1641), no sabe firmar
  • Cribelo Ángel, Cosme; presbítero (1639)
  • Cuenca, Pablo de; hermano de Pedro de Cuenca, comisario de la Inquisición fallecido, 47 años (1641)
  • Díaz Meneses, Fernando (1639)
  • Fraile, Pascual; 60 años (1639)
  • Fuente, Diego de la; procurador del número; 50 años (1641)
  • Fuente, Diego de la; procurador; 79 años (1641a)
  • Fuente, Baltasar de la; depositario general; 50 años (1641)
  • Gabaldón, don Juan; 32 años; (1641a)
  • Galindo, Francisco (1639)
  • Gallego, Matías; 52 años (1641)
  • Gallego Luján, licenciado Pedro; clérigo presbítero asistente; 45 años (1641)
  • García Macacho, Miguel (1639)
  • García de Perona, Bautista (1639)
  • García de Zamora, Benito; 66 años (1641), no sabe firmar
  • Garcisánchez, Jerónimo de (1639)
  • Garcisánchez, José de; regidor perpetuo; 51 años (1639)
  • Gómez de Espinosa, Mateo;  presbítero; 50 años (1641)
  • Gómez Medrano, Alonso; 67 años (1641), no sabe firmar
  • González de Córdoba, Pedro; 81 años (1641), 
  • González Gemio, Francisco; 60 años (1641a)
  • González Huerta y Avilés; Juan; 57 años (1639)
  • González Romero, Francisco; 96 años (1641a)
  • González Romero, Juan; contador mayor de su Majestad en San Clemente y su tierra; 56 años (1639)
  • González de Tébar, don Pedro; regidor perpetuo; 53 años (1641)
  • Granero y Alarcón, don José, natural de San Clemente y vecino de Belmonte; alguacil mayor de la Inquisición en las Mesas y alcalde ordinario por el estado de los hijosdalgo de las Mesas; 36 años (1641)
  • Guerra, Antonio; regidor perpetuo; 57 años (1641)
  • Guijarro, Juan, el mayor; 62 años (1641)
  • Guijarro Palacios, Juan; escribano del número, 35 años (1641)
  • Haro, Alonso; 63 años (1641a)
  • Haro, don Fernando; 31 años (1641a)
  • Heredero, licenciado Francisco; abogado; natural del Provencio y residente en San Clemente desde hace 17 años; 44 años (1641a)
  • Hernández, Andrés; 70 años (1641a), no sabe firmar
  • Herrera,licenciado Alonso de; presbítero; 43 años (1641)
  • Herrera, Juste de; 66 años (1641), no sabe firmar
  • Herreros, don Andrés de los; capitán de la milicia de la villa de San Clemente; 32 años (1639)
  • Herreros, don Julián de los; 37 años (1639)
  • Herreros Calderón, Diego de los; 55 años (1641a)
  • Herreros Salcedo, Diego de los; 56 años (1641)
  • Herreros y Guzmán, don Francisco de los; del Consejo de Hacienda; 58 años (1641)
  • Huerta, Alonso de; 38 años (1639), emparentado con avileses y origüelas
  • Iniesta Castillo, Diego de; 60 años (1641), no sabe firmar
  • Iniesta Molina, Antonio de; 73 años (1639), no sabe firmar
  • Iniesta y Olivares, Fernando; 40 años (1641)
  • Iranzo, Martín de; 52 años (1641a)
  • Iranzu, licenciado Francisco de; teniente de cura mayor de las Iglesias de San Clemente; 62 años (1641)
  • Jareño, licenciado Tomás; presbítero; 44 años (1641)
  • Juera, Fernando; 65 años (1641), no sabe firmar
  • Lara, Gregorio; 60 años (1639), no sabe firmar
  • López de Aparicio, Cristóbal; presbítero; 44 años (1641)
  • López de Ávalos, Miguel; 30 años (1641a)
  • López Caballón, Martín; presbítero; 50 años (1641a)
  • López Caballón, Juan (1639)
  • López Castañeda, Antonio (1639)
  • López de Celada; Pedro; natural de Vara de Rey y estante en San Clemente desde hace 30 años; 60 años (1641a)
  • López de Haro, Diego; 67 años (1641)
  • López de Huerta, Francisco; (1639), emparentado con avileses y origüelas
  • López de Iranzo, Diego; regidor y familiar del Santo Oficio de la Inquisición; 59 años (1641)
  • López Monteagudo, Juan; 73 años (1641a)
  • López Moratalla, Sebastián; 60 años (1641)
  • López Rubio, licenciado Cristóbal; presbítero; 35 años (1641)
  • López Rubio, Miguel; 72 años (1641a)
  • López de Tébar, Antonio; cura propio de la iglesia de Villar de Cantos; 40 años (1641)
  • López Toledano, Juan; regidor; 44 años (1641)
  • Lucas, Alonso; 60 años (1641)
  • Lucas Fernández, licenciado don Mateo; alcalde ordinario, abogado, familiar del Santo Oficio; 37 años (1641)
  • Llanos Patiño, Diego de; escribano del ayuntamiento y regidor perpetuo; 44 años (1641a)
  • Llanos Patiño, don Ginés; presbítero; 41 años (1641a)
  • Llanos Peralta, Ginés de; familiar y notario del Santo Oficio de la Inquisición; 80 años (1641)
  • Martínez Alcaide, Andrés; 48 años (1641), no sabe firmar
  • Martínez Alcaide, Cristóbal (1640)
  • Martínez, Pablo; 70 años, no sabe firmar (1641a)
  • Martínez Ángel, Antonio; (1640)
  • Martínez Cornejo, Diego; 60 años (1641a)
  • Martínez Grande, Blas; 80 años (1641)
  • Martínez de León, Alonso; 75 años (1641), no sabe firmar
  • Martínez de Perona, licenciado don Francisco; beneficiado; 40 años (1641)
  • Mendiola, don Juan de; 40 años (1639)
  • Merchante, Andrés; 61 años (1641)
  • Monteagudo, Juan de (1639)
  • Montoya, licenciado don Diego; comisario del Santo Oficio de la Inquisición de Las Pedroñeras; 51 años (1639)
  • Montoya, don Francisco; familiar del Santo Oficio e hijodalgo; 52 años (1639)
  • Montoya Abengoza, don Francisco; 50 años (1639)
  • Montoya Castañeda, don Pedro; 53 años (1641a)
  • Moreno, Agustín; (1639)
  • Moreno de Palacios, don Sebastián; 66 años (1641)
  • Moreno de la Torre, Francisco; 58 años (1641a)
  • Moya, Gregorio de; escribano del número; 70 años (1641a)
  • Moya, Juan de; escribano del número; 60 años (1641a)
  • Muñoz de la Fuente, Juan; 43 años (1641)
  • Muñoz de Oropesa, don Alonso; alguacil mayor en propiedad; 48 años (1641)
  • Olivares, don Gines de; familiar del Santo Oficio de la Inquisición; 25 años (1641)
  • Olivares, Matías de; 70 años (1641)
  • Olivares de la Calcerrada, Cristóbal; 78 años (1641a)
  • Olivares Merchante, licenciado Diego de; comisario del Santo Oficio de la Inquisición; 52 años (1641)
  • Olivares Perona, Cristóbal de; 64 años (1641)
  • Olivares Rubio, Pedro de; familiar del Santo Oficio de la Inquisición; 46 años (1641)
  • Olivares Simón; Francisco de; 47 años (1639)
  • Oma Arteaga, don Pedro; natural de Belmonte y vecino de San Clemente desde hace 16 años; 41 años (1641)
  • Ortega y Guerrero, don Diego de; 17 años,  bautizado el 27 de mayo de 1623 (1639)
  • Ortega y Ortega, don Rodrigo; III señor de Villar de Cantos; bautizado el 16 de junio de 1614, 27 años (1641a)
  • Ortega y Rosillo, don Rodrigo; II señor de Villar de Cantos,  (1639)
  • Osa Cuevas, Gines de la; presbítero; 44 años (1641)
  • Oviedo, Francisco de; 68 años (1641a)
  • Pacheco, don Fernando; 41 años (1641a)
  • Pacheco de Mendoza, don Iñigo; alférez mayor de la villa de San Clemente y nieto del alférez Juan Pacheco y Guzmán e hijo de Rodrigo, teniente general de las galeras de España; 40 años (1639)
  • Pacheco de Guzmán, don Juan; caballero de la orden de Alcántara y regidor perpetuo, señor de Valdosma y Tejada, casado con Beatriz Pacheco, heredera del mayorazgo de Santiago de la Torre; 39 años (1641)
  • Pacheco, don Rodrigo; hijo del fallecido alférez mayor Juan de Pacheco y Guzmán, señor de Valera, donde reside; 63 años (1639)
  • Palacios, Salvador (1639)
  • Patiño, Diego Esteban; 68 años (1641)
  • Peinado, Juan; (1639)
  • Peralta, Juan de; 73 años (1639)
  • Pérez de Lerín, Pascual; familiar del Santo Oficio; 70 años (1641)
  • Perona Huete, Alonso de; 98 años (1641)
  • Perona Montoya, don Cristóbal; 58 años (1641a)
  • Perona Montoya, don Juan de; regidor perpetuo; 60 años (1641)
  • Perona Montoya, licenciado don Miguel de; abogado; 37 años (1641)
  • Perona Palacios, Juan de; 70 años (1641a)
  • Pontones, Bernabé; 54 años (1641)
  • Pontones Carrasco, Julián de (1639)
  • Pozo Caballón, don Gonzalo del; 38 años (1639)
  • Ramón Barbero, Juan ; 58 años, natural de Honrubia (1641)
  • Ramos de Flores, Rodrigo (1639)
  • Ricard, Feliciano (1639)
  • Robres, licenciado Diego de; clérigo, 76 años (1641)
  • Rodríguez de Alcalá, Jerónimo; 72 años (1641), no sabe firmar
  • Rodríguez de Garnica, capitán Francisco; cuñado de Francisco de Astudillo; 66 años (1641a)
  • Romero Ruiz, Aparicio; presbítero; 82 años (1641a)
  • Rosillo, don Juan; alcalde ordinario por el estado de los hijosdalgo en 1641; 52 años (1641a)
  • Ruiz, Antonio; procurador de causas; 42 años (1641)
  • Ruiz de Alarcón, Diego; escribano público del número; sin edad (1641)
  • Ruiz Ángel, don Pedro; 52 años (1641a)
  • Ruiz de Arce, Felipe; regidor; 74 años (1641)
  • Ruiz de Avendaño, Miguel; 60 años (1641)
  • Ruiz del Castillo, Juan; 60 años (1641)
  • Sánchez, Francisco el mayor; 75 años (1641), no sabe firmar
  • Sánchez, padre Juan Bautista, de la provincia de Cartagena de la orden de San Francisco, calificador de la Suprema Inquisición, residente en San Clemente desde hace 45 años; 63 años (1641)
  • Sánchez Guerra, Francisco; parentesco en cuarto grado con Astudillo por los Garnica; 70 años; (1641)
  • Sánchez de Olivares, Ginés; escribano del número; 59 años (1641)
  • Sánchez de la Orden, licenciado Alonso; notario del Santo Oficio de la Inquisición; 40 años (1641)
  • Sandoval, Juan de (1639)
  • Sáenz, Antón el mayor; 70 años (1641), no sabe firmar
  • Santos, licenciado don Juan Gregorio; colegial mayor del de Oviedo en la universidad de Salamanca, consultor del Santo Oficio y cura de San Clemente; 50 años (1639)
  • Sevilla, Alonso; 70 años (1641a), no sabe firmar
  • Sevillano, Francisco (1639)
  • Sevillano, Miguel; escribano del ayuntamiento; 62 años (1641)
  • Simón Mancheño, Pedro; 52 años (1641)
  • Simón Granero, Pascual; 79 años (1641)
  • Torre Alarcón, don Antonio de la; vecino de San Clemente y alcalde por los hijosdalgo en la villa de la Roda; 60 años (1641)
  • Torre y Alarcón, Antonio de la; 48 años (1641a)
  • Torre y Alarcón, licenciado Juan de la; 47 años (1641)
  • Torres, Martín de; 50 años (1639)
  • Torrijos, licenciado Francisco de; regidor y abogado de San Clemente y natural del Castillo de Garcimuñoz; 45 años (1641) 
  • Val, Sebastián del; natural de Villanueva de los Infantes y residente en San Clemente desde hace 50 años; 66 años (1641a)
  • Vala de Rey, Esteban de; 70 años (1641a)
  • Valenzuela, don Alonso de; alférez de infantería; 34 años (1639)
  • Valenzuela, don Alonso de; 38 años (1641)
  • Valenzuela, don Diego de; regidor perpetuo; 65 años (1641)
  • Valenzuela, don Pedro de; regidor; 40 años (1641)
  • Vargas, licenciado Clemente de; presbítero; 78 años (1641)
  • Vargas Olmedilla, Juan de; 54 años (1641)
  • Varón de Ávalos, Juan; escribano del número; 74 años (1641)
  • Vera y Alarcón, don Lope; depositario general y regidor perpetuo, tesorero de millones y servicios de su Majestad; 54 años (1639)
  • Villanueva, Francisco de (1639)
  • Villanueva Merchante, licenciado Juan de; comisario del Santo Oficio de la Inquisición; 57 años (1641)
  • Villodre, Gómez de; 63 años (1641a)
  • Zaragoza, Cristóbal; 96 años (1641)




AHN. ÓRDENES MILITARES. CABALLEROS DE SANTIAGO. Exp. 6008. Don Rodrigo de Ortega y Monteagudo. 1641
AHN. ÓRDENES MILITARES. CABALLEROS DE SANTIAGO. Exp. 6009. Don Diego de Ortega Guerrero, 1639, 
AHN. CONSEJO DE ORDENES. CABALLEROS DE SANTIAGO. Exp. 2798. Expediente de las pruebas para la obtención del hábito de Santiago de Francisco de Astudillo Villamediana en 1641

lunes, 29 de agosto de 2016

Gabaldón vs. Motilla: sojuzgamiento o picaresca (1496-1497)

Ya hemos comentado en otra lugar como el pueblo de Gabaldón había salido muy agraviado de la guerra del Marquesado. La población, que decía contar con ochenta vecinos antes de la guerra, quedó reducida a apenas cinco. Además, Gabaldón había soñado con ser villa propia y eximida, condición que llegó a tener en algún momento (reconocida sin duda por los capitanes de los Reyes Católicos para ganar su fidelidad, aunque nunca hubo tal confirmación real), pero en medio del juego de intereses de Barchín y Motilla, había acabado sometida a esta última.

Hacia 1495, el lugar de Gabaldón cuenta con más de cuarenta vecinos y entra en colisión de intereses con su villa, Motilla de Palancar. A su modo de ver, el crecimiento demográfico del lugar se ve entorpecido por Motilla del Palancar

porque los enpadronaba e fazía pechar como a su aldea e les tenía usurpada su jurediçión e les cortava sus montes e paçía sus hiervas e beuía las aguas

Un año antes, se había encomendado al gobernador Ruy Gómez de Ayala hacer una información sobre las disputas entre ambos pueblos. La información sería recogida finalmente por el alcalde mayor licenciado Gabriel Garcés y remitida al Consejo Eeal, pero poco había resuelto porque un año después, por provisión real de 27 de septiembre de 1496, se encarga una nueva información al nuevo gobernador, el licenciado Álvaro de Santisteban. La situación que nos presenta una carta real del año 1497 nos presenta a los vecinos de Gabaldón como partícipes de una picaresca. Gabaldón estaba para el Consejo Real en tierra de nadie: era tratada como villa en las diferentes provisiones reales; por los testimonios de las Relaciones Topográficas eran los vecinos de Gabaldón los que habían elegido el pertenecer como aldea y acudir a los pleitos entre Barchín o Motilla (al final se habían decantado por la segunda), aunque gozaban de hecho a fines del siglo XV de autonomía para el cobro de rentas reales y concejiles. Sin embargo, eran los propios vecinos de Gabaldón los que evitaban pagar derramas para el día de San Miguel, ausentándose ese día del lugar; quizás, esos mismos vecinos eran unos recién llegados de otras villas que participaban de la confusión jurídica existente a sabiendas o por ignorancia, pero en cualquier caso beneficiándose:

algunos vezinos desa dicha villa por se hesemir de contribuyr en los pechos e derramas rreales e conçejiles pertenesçientes a nos que devían pagar por rrazón de los bienes e faziendas que tienen en esta dicha villa y sus términos se desavezindan della e van a estar al día de san miguel a la villa de la motilla e a otros lugares de señorío e luego se vuelven a esa dicha villa y se aprovechan de los términos dello e no quieren contribuyr ni pagar en los dichos pechos e derramas en lo qual diz que esa dicha villa e vezinos della rresçiben mucho agrauio

El Consejo Real determinó que aquellos vecinos que se desavecindasen de Gabaldón no pudieran aprovecharse del uso de sus términos hasta que pagasen y contribuyesen las rentas adeudadas. Así Gabaldón se salía con sus pretensiones de controlar el disfrute de sus términos a favor de sus vecinos frente a Motilla por la argucia legal de aprovecharse el limbo jurisdiccional en el que estaba: era una aldea jurisdiccionalmente dependiente de Motilla e incapaz de recuperar ya la justicia civil y criminal en primera instancia, pero todavía controlaba el cobro de las rentas reales y sus rentas concejiles (En las cartas receptorías coetáneas a la emancipación de las villas del Marquesado de Villena durante la guerra, Gabaldón aparece como entidad diferenciada para el cobro de rentas reales).

Si se detiene uno en las cartas receptorías de fines del siglo XV se puede observar, a diferencia de otras cartas ya entrado el siglo XVI, como, en lo que es sin duda una confusión, Motilla del Palancar no aparece en ellas y sí nos aparece Montiel, lo que nos da una idea del desconocimiento que los contadores tenían de una zona recién reducida a la Corona real y de la labor pendiente que tenían los gobernadores para informar sobre el vasto territorio incorporado a la Corona. En otro sentido, es llamativo también como en las receptorías del siglo XV, Vara del Rey, aldea de San Clemente, aparece como unidad fiscal diferenciada, lo cual beneficiaría a los hidalgos de Vara de Rey, que verían reconocida su exención tributaria, frente a una villa de San Clemente poco dada a permitir que sus hidalgos no contribuyesen.







Archivo General de Simancas, RGS, LEG, 149706, 150. Que los vecinos de Gabaldón que se ausenten el día de San Miguel, para no pagar los pechos y otros tributos, no puedan aprovecharse de los términos de dicha villa, hasta tanto paguen lo que les corresponda. 6 de junio de 1497


Archivo General de Simancas, RGS, LEG, 149609, 77. Comisión al licenciado Alvaro de Santisteban, gobernador del Marquesado de Villena, sobre los agravios que recibe la villa de Gabaldón de la de Montilla del Palancar a la que está sometida. 27 de septiembre de 1496

domingo, 28 de agosto de 2016

Genealogía de los Pacheco de San Clemente durante los siglos XVI y XVII

Escudos de las familias portuguesas de Sotomayor, a la izquierda, y Pacheco, a la derecha, ambas ligadas a la historia de San Clemente. Imagen obtenida en la Sala dos Brasöes  del Palacio Nacional de Sintra, Portugal



Los antecesores de la familia


1.- Rodrigo Rodríguez de Avilés, señor de Santiago de la Torre (la vende en 1407 para pagar su rescate al ser preso por los moros al doctor Pedro González del Castillo, señor de Santa María del Campo) y Minaya, casó con doña Beatriz Pacheco (hija bastarda de Juan Fernández Pacheco, abuelo del I marqués de Villena)

    2.- Rodrigo Pacheco, señor de Minaya, casó con doña Catalina de Alarcón
    2.- Lope Rodríguez de Avilés, sin sucesión


La línea de los señores de Minaya

1.-  Rodrigo Pacheco, señor de Minaya, casó con doña Catalina de Ruiz de Alarcón, hija del señor de Valverde

     2.- Juan Pacheco, señor de Minaya, casó con doña Leonor de Guzmán

               3.- Rodrigo Pacheco, señor de Minaya, casó con doña Mencía de Mendoza ( continúa línea de señores de Minaya)
                          4.- Juan Pacheco, señor de Minaya, sin sucesión, sigue la línea su hermano Francisco, llamado el cojo
                          4.- Hernán González Pacheco y Avilés casó con María de los Herreros (es la tercera línea de los Pacheco de San Clemente)
                                   5.- Fernando Pacheco casó con Isabel de Obregón
                                               6.- Don Pedro Pacheco, regidor, casó con Isabel de Resa

               3.- Alonso Pacheco casó con doña Juana de Toledo, hija de Hernando del Castillo, alcaide Alarcón (línea de los Pacheco de San Clemente)

     2.- Diego Pacheco, alcaide de Belmonte, casó con María de Toledo, hija de Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón (línea de los Pacheco de Belmonte y el Pedernoso)

Línea de los Pacheco de San Clemente

1.- Alonso Pacheco casó con doña Juana de Toledo, hija de Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón
   
     2.- Don Diego Pacheco de Guzmán casó con Isabel de los Herreros

               3.- Don Juan Pacheco, alférez mayor de la villa de San Clemente hacia 1580-1620, casó con doña Elvira Cimbrón, hija de Francisco del Castillo y biznieta del alcaide de Alarcón, Hernando del Castillo

                         4.- Don Rodrigo de Pacheco casó con doña María Mendoza de Guadalajara (dará lugar a la línea de los señores de la Losa y Valera)

               3.- Don Alonso Pacheco, fundó el mayorazgo de Santiago de la Torre en 1603, que había vuelto a recuperar para la familia, junto a su esposa Leonor de Armenta

                         4.- Don Rodrigo Pacheco, sin sucesión

                         4.- Doña Beatriz Pacheco, casará con su primo Juan Pacheco de Guzmán, caballero de Alcántara y señor de Valdeosma y Tejada, que heredará el mayorazgo de Santiago de la Torre

     2.- Don Juan Pacheco de Guzmán casó con doña María de Haro y Pallarés

               3.- Don Francisco Pacheco de Guzmán casó con doña Ana Pacheco y Figueroa (continúa la línea de los Pacheco en San Clemente)

     2.- Don Francisco Pacheco

Continúa la línea de los Pacheco de San Clemente, descendientes de Francisco Pacheco de Guzmán

1.- Don Francisco Pacheco de Guzmán, regidor de San Clemente hasta su renuncia en 1604, casó con doña Ana Pacheco y Figueroa, hija de Francisco Pacheco y de doña María Mendoza, natural de Toledo y señora de Valdeosma

     2.- Don Juan Pacheco de Guzmán, señor de Valdeosma y Tejada y caballero de la orden de Alcántara y regidor de San Clemente hacia 1640 (con la viuda Catalina García Román tuvo como bastardo a don Francisco Pacheco) y casó con Beatriz Pacheco, que llevó al matrimonio el mayorazgo de Santiago de la Torre

               3.- Doña Ana María Pacheco de Guzmán, señora de Santiago de la Torre, casó con don Diego Pacheco Treviño. Tras su muerte se inicia pleito por la sucesión del mayorazgo de Santiago de la Torre

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Real Academia de la Historia — Signatura: 9/302, fº 58 v. — Signatura antigua: D-27, fº 58 v. Tabla genealógica de la familia Pacheco, vecina de San Clemente. [Manuscrito]

Real Academia de la Historia — Signatura: 9/305, fº 30 v. — Signatura antigua: D-30, fº 30 v. Tabla genealógica de la familia Pacheco, señores de la villa de Santiago de la Torre. [Manuscrito]

sábado, 27 de agosto de 2016

Francisco Ramírez, el deslenguado familiar del Santo Oficio de las Mesas (1629) - 2ª parte

El familiar del Santo Oficio de las Mesas Francisco Ramírez Ortíz tenía en 1629 cuarenta y seis años. Era desde el 16 de mayo de 1616 uno de los dos familiares con que contaba la villa. A decir de sus vecinos su lengua le perdía. Cuando pasaba con su borrica al lado de alguna mujer del pueblo de cuya fama dudaba solía exclamar arre puta pelleja y si iba acompañada de su marido soltaba un arre puto cornudo. Su uso del lenguaje no tenía desperdicio, a un vecino suyo al que tenía por enemigo le recordaba sus orígenes judíos, como descendiente de un penitenciado de Belmonte llamado Gómez Herráiz, diciéndole que no te ha de faltar el maná. Al cura le mostraba sus deseos que ardiera en el Infierno y al religioso con el que se había enzarzado en una pelea lo había tratado de Judas, que lo había vendido en la Iglesia y que lo iba a echar a una galera. Sus gestos eran no menos irreverentes; ya hemos mencionado su falta de respeto al Santísimo Sacramento, cuando el cura alzó la hostia y el cáliz en la misa, o el desplante al teniente de cura que le invitaba a salir de la iglesia por estar excomulgado y, que a decir de Francisco Ramírez, no era tal desplante sino simple dejación del clérigo de sus obligaciones religiosas prefiriendo irse a almorzar. Por faltar, había faltado hasta al cuarto mandamiento, enfrentándose a su madre por una herencia familiar. En la petición de bienes que hacía Francisco Ramírez era quizás más grave, que el detalle de cuentas saldadas con su madre propia de un fenicio, el modo con el que se refería a sus padres, muy impropio a decir del fiscal Vallejo:

no la llamava madre sino la muger de fresneda que es grabe delito de impiedad y contra el respeto que deven los ombres a sus padres, que dios suele castigar con rigor en esta vida.

Quizás, nada como la petición que ante la justicia hizo de los bienes en el pleito mantenido con su madre en 1618 para acercarnos a la personalidad de este hombre, en torno a su persona e intereses hacía girar la vida de los demás y de su pueblo:

... porque para en quenta de la dicha pollina que pide la dicha luisa ortiz me la dio que la bendiese y que le conprase un manto de anascote y otras cosas que avía menester para el gasto de su casa, el qual dicho manto le trage de belmonte que costó sesenta reales y más le conpre un tocino que costó setenta reales y más pagué por ellas ochenta reales a pero fernández carnicero por el alquilé de la casa por dos años a quarenta reales por cada un año= más pagué a grabiel sainz beinte y ocho reales del alquilé de casa de un año, más tengo gastados treinta y quatro reales los diez y seis que le di al doctor castillo por tres parezeres que dio para la hacienda que se le dio a el hijo de fresneda y diez i ocho reales de tres vezes que me ocupé en ir a velmonte a seis reales por día= más tengo gastado con la susodicha y su hijo en çapatos y chinelas= más tengo gastado en aceite pescado y sardinas i en carne diez ducados= más tengo gastado diez y seis fanegas de trigo que alguno dello me costó a dos ducados sin otras muchas cosas que a su tienpo ofrezco información de todo i para en quenta de todo esto me tiene dado la pollina que pide= y en quanto a la soldada que pide de su hijo no hizo hacienda de probecho cosa de dos meses que estubo en mi casa y no merezió la comida= demás que yo tube concertado a diego de briones por cinco meses en sesenta reales por ser el año caro y en rigor no se le debe dar más de como a un muchacho como lo es y esto se a de descontar de lo que les tengo dado a él i a su madre= y en quanto a lo que pide de las haças digo que no es ansí antes la dicha luisa ortiz me dijo que pues holgaban las dichas haças que las labrase pues les corría sus nezesidades que ella nunca me a dado trigo ninguno para que las senbrase ni gastado con peones cosa alguna por todo lo qual v. md. debe dar por ninguna la dicha demanda pido justicia.

Nuestro familiar era un auténtico Harpagón, conocido en todo el pueblo por su racanería a la hora de dar limosnas a pobres y cofradías. Aunque lo que más molestaba a sus vecinos era el uso que hacía de su familiatura que le convertía en poseedor de un poder despótico en el pueblo, emitiendo juicios de valor sobre los vecinos, amenazándoles constantemente con denunciarlos al Santo Oficio por sus conductas, faltando al respeto a los clérigos y fabricando genealogías de sus enemigos en toda la comarca para acusarles de ascendencia mora o judía, en especial de una familia, los Pellejero, que habían detentado el cargo de familiares con anterioridad a él. Francisco Ramírez había hecho de su cargo un contrapoder, llegando a desplazar en alguna ocasión a las justicias del lugar del asiento preferente del que gozaban en la iglesia. El malestar contra Francisco Ramírez lo recogió un vecino que se atrevió a presentar un memorial de capítulos acusatorios contra el familiar y a dar el nombre de más de sesenta vecinos a los que pedía se les tomase declaración. Este vecino se llamaba Miguel Fernández Carnicero. Finalmente solo declararían contra Francisco Ramírez diecisiete.

El nueve de febrero de 1630, Francisco Ramírez declararía por segunda vez ante los inquisidores Frías y el licenciado Peralta y Cárdenas. Como ya había hecho cuatro meses antes negó todos los cargos. No obstante el fiscal Vallejo elaboraría una segunda acusación contra él, centrada en las falsas acusaciones de amancebamiento de algunos vecinos y de falta de limpieza de sangre y sobre todo en no guardar el secreto a que estaba obligado como familiar y notario del Santo Oficio en las diversas informaciones que había hecho. Al igual que en octubre más allá de la réplica de las conclusiones del fiscal no aportó testigo alguno en su favor para rebatir a sus enemigos; lo que daba idea de su aislamiento en el pueblo.

La muerte de su mujer, permitirá a Francisco Ramírez obtener licencia del Tribunal de Cuenca para volver a su pueblo a atender una casa sola y la cosecha del verano. Intentará de nuevo obtener otra prórroga para ocuparse en los negocios de la vendimia y la sementera de otoño. Pero esta vez los inquisidores no tienen clemencia, a pesar de los escritos del cura de las Mesas, maestro Pedro Ramírez de León, absolviéndole de la excomunión que pesaba sobre él. El ocho de octubre dictarían sentencia condenándole a un año de destierro de la villa de las Mesas y 4.000 maravedíes de pena, a los que se sumaban 14.000 maravedíes más de costas del proceso.

La suerte de Francisco Ramírez se había decidido mucho antes. Su arrogancia y su impulsividad le habían condenado. Poco después de las primeras informaciones realizadas por el comisario del Santo Oficio, Diego de Montoya, a comienzos de septiembre de 1629, había amenazado públicamente y acusado de perjurio la noche del dieciséis de septiembre a los testigos presentados en su contra. Entre ellos estaban aquellos a los que había acusado de amancebamiento o de cornudos engañados por sus mujeres con religiosos; se presentaban a sí mismos como vecinos principales, honrados y ricos de la villa y auer tenido los más dellos oficios de alcaldes y rregidores, sus nombres eran Juan Pérez, Sebastián Martínez Ortiz, Baltasar Fernández, Ambrosio de Guadalupe, Diego Muñoz, Alonso López de San Bartolomé, Alonso Iniesta, Francisco Fernández y Francisco Provencio. Soliviantados habían conseguido que el alcalde Miguel Pérez de Posadas encerrara con cadenas en la cárcel del pueblo a Francisco Ramírez y que hasta el pueblo se desplazase el comisario de Mota del Cuervo, Cristóbal Fernández Izquierdo, a averiguar lo ocurrido.

Esta es la única ocasión en la que Francisco Ramírez se defiende, presentándonos su caso como el resultado de las acusaciones de los enemigos capitales que tiene en el pueblo, liderados por el cura Baltasar Ramírez de León, e intentado una información de testigos propia ante el comisario Pedro Ramírez de Fuenleal que desde Villaescusa de Haro ha enviado el Tribunal de Cuenca. La información de testigos favorables al reo no llegó a realizarse, porque hubo un desistimiento de los acusadores, que decidieron apartar la causa de falsa acusación de perjurio ante un proceso contradictorio. Se demostraba así cuanto había por ocultar por parte de todos en la villa de las Mesas. También que la causa de la perdición de Francisco Ramírez no eran sus conductas indecorosas o sus palabras heréticas sino el haber usado sus oficios de familiar y notario de Santo Oficio sin el recato debido, guardando el sigilo y secretos obligados. Su mala lengua le había perdido y marginado en la cerrada comunidad de vecinos de las Mesas y será motivo de condenación del Tribunal de la Inquisición de Cuenca. Prueba de ello es que el proceso no siguió en el Consejo de la Suprema, que celosamente guardo los autos, pero también el título original de familiar del Santo Oficio de Francisco Ramírez, de cuyo ejercicio no se había hecho merecedor.

Archivo Histórico Nacional, INQUISICIÓN, 1925, Exp.2. Proceso criminal de Francisco Ramírez, familiar del Santo Oficio de Las Mesas. 1629

viernes, 26 de agosto de 2016

Francisco Ramírez, el deslenguado familiar del Santo Oficio de las Mesas (1629)

Las Mesas era el pueblo del corregimiento de San Clemente más alejado en su extremo occidental. No solía dar lugar a muchos conflictos. Situada en el antiguo camino real de Toledo a Murcia, se había visto desplazada por otras villas como Las Pedroñeras o El Pedernoso más al norte y favorecidas por el mayor peso en dicho camino de Madrid frente a Toledo; su existencia cotidiana pasaba sin más sobresaltos. Las diferencias entre vecinos raramente salían de la villa y llegaban al corregidor de San Clemente. No ocurrió así en 1629.

El doce de julio de 1629 el corregidor de San Clemente don Diego Gallo de Avellaneda, a instancias de una denuncia del cura de Las Mesas, decide iniciar pesquisas para ver qué ocurre en el pueblo con los desmanes que provoca un familiar del Santo Oficio llamado Francisco Ramírez. La gota que ha colmado el vaso ha sido la pelea que dos días antes ha tenido con un fraile de la Santísima Trinidad llamado Pedro Escribano, procedente de Santa María del Campo Rus, pero que lleva  asentado ya en Las Mesas catorce años. A los oídos del corregidor han llegado los alborotos y escándalos que provoca este hombre, pero parece preocuparle el vacío existente en la aplicación de la justicia, pues los alcaldes ordinarios de la villa, deudos del alborotador, parecen mantener una actitud de pasividad. Francisco Ramírez acumulaba diecinueve procesos correspondientes a otras tantas denuncias, pero ninguno estaba concluso. La mayoría de ellos correspondían a conflictos habidos con religiosos de la villa, que no cesaban de denunciar el amancebamiento de Francisco Ramírez con una mujer casada.

Para poner freno a tales desmanes el corregidor mandará al alguacil Pedro de Arce a Las Mesas. El interrogatorio de Pedro de Arce se hará casi exclusivamente a mujeres de Las Mesas, pues la pelea entre Francisco Ramírez y el fraile había ocurrido a las cuatro de la tarde, con los hombres en el campo. Aunque había otra razón; Francisco Ramírez era un fustigador de los vicios de clérigos y frailes de la villa y parece que nadie sabían más que las mujeres del pueblo. Todas las testigos recalcaban las enigmáticas palabras que Francisco Ramírez había dirigido al fraile, palabras que estaban en el origen de la pelea

mala  es de salir el alma de las carnes

Las palabras eran una clara acusación de amancebamiento contra el fraile. Es más, Francisco Ramírez ponía nombres y apellidos a tres mujeres casadas del pueblo a las que acusaba de relaciones con otros tantos religiosos. De hecho, su relación con los religiosos del pueblo era muy tirante y los conflictos se sumaban por doquier; en palabras de un testigo, Francisco Ramírez era un perseguidor de relixiosos

y a tenido pleyto con ellos como fue con el padre pedro ortiz y con don baltasar ponze de león cura desta dicha villa de que rresultó que estando el dicho don baltasar diziendo misa en el altar de mª ssª de la yglesia mayor desta villa estaua el susodicho en un escaño y coxía el dicho altar por las espaldas y aunque alçó la ostia y el cáliz el dicho francisco rramírez no quiso volver la cabeza de que mucha xente que estaua vyendo la dicha misa lo mormuró diciendo que lo hacía por estar enemistado con el dicho cura y otro día estando en la plaça o parador oyendo unas comedias que se querían rrepresentar por la uera del dicho francisco rramírez y su mala lengua pudo suceder una grande  desgracia con el padre juan lópez clérigo presbítero y aora el que tuvo con el padre fray pedro de la orden de la santísima trinidad  ...

Tras el incidente con el fraile, Francisco Ramírez sería excomulgado. No se arredraría y se presentaría en la iglesia para interrumpir la misa y obligar a su suspensión. Era demasiado, por lo que su caso se puso en conocimiento del provisor de Cuenca. La acusación ahora presentada contra él era un turbio asunto de amancebamiento con una mujer casada del pueblo. La información mandada por el provisor de Cuenca acabaría decidiendo al Tribunal del Santo Oficio de Cuenca a intervenir y actuar contra Francisco Ramírez el uno de septiembre de 1629. Hasta las Mesas se encaminará por orden del Tribunal el comisario de las Pedroñeras, licenciado Diego Montoya. Los testimonios ratificarán las acusaciones contra Francisco Ramírez, a decir de los testigos, hombre deslenguado y desvergonzado, cuyos principales defectos eran un anticlericalismo militante (públicamente deseaba a los curas que ardieran en el infierno) y su odio a las mujeres, a las que veía como putas y alcahuetas al servicio de curas y frailes. En pocas palabras, a pesar de estar emparentado con la justicia del lugar y ser hombre principal en el pueblo, don Francisco Ramírez no era muy popular en el pueblo. De los doscientos vecinos que tenía las Mesas por aquel entonces, veintiséis testificaron contra el familiar del Santo Oficio. A ellos, se sumaban los que ya lo habían hecho en las comisiones encargadas por el corregidor de San Clemente y el provisor de Cuenca.

Francisco Ramírez había perdido la partida. El dos de octubre los Inquisidores le conminan a presentarse ante el Santo Oficio en el Castillo de Cuenca. Allí deberá afrontar las acusaciones del Santo Oficio. Ya su poder había sido contestado en el mismo pueblo, cuando el alcalde ordinario Cristóbal Pérez de Posadas le había encarcelado con una cadena de ocho arrouas.

2ª parte



Archivo Histórico Nacional, INQUISICIÓN, 1925, Exp.2. Proceso criminal de Francisco Ramírez, familiar del Santo Oficio de Las Mesas. 1629

miércoles, 24 de agosto de 2016

Carta de un pedroñero desde Perú (1596)

Alonso Sánchez Coello, Sevilla en el siglo XVI
Reproducimos una carta de 1596 de un vecino de Las Pedroñeras, Bartolomé Martínez, emigrado a Indias, en la que solicita que alguno de sus hijos pase al Perú. Dos años después dos de los hijos de este pedroñero, llamados Matías Martínez y Juan Gómez, solicitarán por escrito de 25 de agosto de 1598 pasar a Indias, según era el deseo de su padre.

La carta es de gran ternura. Bartolomé Martínez que ha enviado dinero a su familia en España, añora a su familia y desea volver, pero sintiéndose viejo pide que uno de sus hijos pase a Indias para acompañarle en el viaje de regreso. En el Perú se ha debido hacer con una pequeña fortuna y desea que la disfruten sus hijos y darles buena vejez. Se preocupa por el futuro matrimonio de su hija María, para la que sin duda dispondrá de buena dote para procurarle un aceptable marido. No deja de acordarse de sus parientes y amigos. No era la primera vez que escribía a su familia, haciéndoles llegar dinero. El correo, como en ocasiones anteriores, es un padre jesuita.

No sabemos si Bartolomé Martínez regresó a su pueblo natal de Las Pedroñeras, pero de la petición de su hijo para pasar a Indias junto a su hermano se deduce que eran más los deseos de ambos hermanos por abandonar el pueblo definitivamente. No les faltaba motivos, 1598 fue un año de malas cosechas; los años siguientes serían de enfermedades y carestía.



                                                                            (cruz)

Hermana, con un padre de la Conpañía del nonbre de Jhesús que fue destos rreynos a esos el año pasado de 95 os escreuí muy largo de lo que por acá pasaua y de mi lado decía en ella como os inbiaua un poco de plata la cual no llegó a tienpo para que el padre la lleuase y ansí se quedó en esta ciudad de Arequipa donde al presente estoy y estaré hasta que llegue algunos de mis hijos para irme con él a ueros que es lo que más deseo después de saluarme porque quisiera daros buena bejez ya que la mozedad auéis tenido mala y poner vuestros hijos como mereçe su (con)suelo; esto de la venida de mi hijo escriuo al padre que os lleuo la otra carta que a de bolber a esta ciudad que le trayga y costee que yo pagaré todo lo que gastare en su venida, quisiera que fuera Matías porque es más ombre y si no pudiere venga Juan, yo os ruego que hasta que yo llegue u sepades de mí que no se case María ni ninguno de los muchachos, aora os inbío trecientos reales de a ocho para que gastéis mientras que yo voy que será sin falta en llegando vuestro hijo porque como estoy viejo no me atreuo a ir solo, estos reales os dará el padre que os e dicho porque se los inbío a él para que os los dé. Dios os guarde hasta que os vea y me cumpla este deseo, encoméndame a Dios y a mis hijos y a vuestro tío Andrés Velloso si fuere uiuo y a todos uestros parientes y amigos; de Arequipa 22 de março de 1596

buestro marido                    Bartolomé Martínez (rúbrica)




Archivo General de Indias, INDIFERENTE, 2104, N. 71. Matías Martínez. 1598

Las dehesas de las Vaquerizas y el Picarazo en las Pedroñeras y los conflictos con la Mesta

El adehesamiento por las villas de los pastos comunes de la antigua tierra de Alarcón supuso un freno al desarrollo ganadero de aquellas villas que no disponían de pastos o simplemente los que tenían eran insuficientes por el auge económico y demográfico de la primera mitad de siglo. En este contexto se dieron situaciones paradójicas como la que aquí presentamos: la alianza entre la villa de San Clemente y el Honrado Concejo de la Mesta frente a la villa de las Pedroñeras.

En la década de 1540, la villa de Las Pedroñeras había cerrado la llamada dehesa de las Vaquerizas e impedido el acceso a la misma que tenía tanto San Clemente, y otras villas del suelo de Alarcón, como la Mesta para el pasto de sus respectivos ganados. Esta extraña alianza fruto de un interés común se presentó un trece de octubre de 1556, cuando el procurador de la villa de San Clemente Alonso de Belmonte denunció a la villa de las Pedroñeras ante el alcalde entregador Diego Calderón y ante el alcalde mayor del marquesado licenciado Marquina

a noticia de la dicha villa su parte avía venido que la dicha villa de las pedroñeras hazía y tenía hecha cierta dehesa vedada en do dezían las vaquerizas que hera término y pasto común y suelo de alarcón y por ser en perjuyzio de la dicha villa su parte e vezinos della de justizia el dicho alcalde entregador devía mandar deshacer la dicha dehesa para que fuese pasto común de la dicha villa su parte y a las demás comarcanas del suelo de alarcón

A las quejas de la villa de San Clemente se unió el procurador de la Mesta que, en términos similares, expuso los agravios que sufrían los ganados del Concejo

avían hecho una dehesa en el pasto común de los ganados de la cabaña real ansí de los estantes como de los pasantes que a ellos tenían derecho y de los pueblos comarcanos que en ello tenían comunidad y derecho de poder pascer y pastar con sus ganados por ser término común

El acotamiento de la dehesa de las Vaquerizas iba acompañada de un rompimiento de tierras y la sembradura de cien fanegas de terreno. La Mesta veía peligrar sus privilegios y más si pensamos que la cañada real conquense de los Chorros recorre de norte a sur todo el término de las Pedroñeras. La respuesta de las Pedroñeras vino de su procurador que alegó que el cerramiento y acotamiento de la dehesa de las Vaquerizas se había hecho tras obtener licencia real, al igual que la había obtenido la villa de la Alberca con quien se compartía, para pagar el servicio ordinario y extraordinario con el fruto de su arrendamiento.

El proceso de acotamiento de dehesas por las Pedroñeras no se limitaba a las Vaquerizas; por la misma época la villa afrontaba otro contencioso con la Mesta por el cierre de la dehesa del Picarazo y la roturación de 60 fanegas de tierra. Las contradicciones de los acotamientos salían a la luz de nuevo, sin dar una credibilidad absoluta a la villa de las Pedroñeras que primero declaraba haber cerrado la dehesa para responder a una provisión real de conservación de montes y después decía tener licencia real para cerrar esta dehesa y dedicarla a dehesa boyal para sustentación de las bestias de sus vecinos, era claro que las exigencias fiscales y militares de la corona (entre ellas la reciente petición de cría de ganado caballar para el ejército), iban acompañadas por las respuestas de los pueblos solicitando arbitrios (léase uso privativo de sus propios y comunes frente al uso comunal consuetudinario) para hacer frente a las nuevas peticiones. La realidad era que los arbitrios se usaban, aun sin licencia real, y que el interés general que procuraba la corona se trocaba en uso de los arbitrios en beneficio particular de algunos vecinos.

La sentencia del alcalde entregador y el alcalde mayor de 14 de octubre sería condenatoria para el concejo de las Pedroñeras en el caso de las dos dehesas, obligándole a permitir el pasto común en las mencionadas dehesas y condenándole a pagar 4.500 maravedíes por la dehesa de Picarazo y otros 4.500 maravedíes por la dehesa de las Vaquerizas. La sentencia condenatoria elevaba en su evaluación la tierra roturada hasta 600 fanegas en el primer caso y 800 almudes en el segundo. Formaban entonces el ayuntamiento de las Pedroñeras los alcaldes ordinarios, Francisco Martínez Sancho y Francisco Gómez, y los regidores Andrés Sánchez de Pedro Gómez y Marco Castellano.

La villa de las Pedroñeras apelaría la sentencia ante la Chancillería de Granada que por ejecutoria de 15 de junio de 1564 le daría en parte la razón sobre la dehesa de las Vaquerizas, anulando la pena pecuniaria impuesta a los alcaldes y regidores pedroñeros, pero ratificando lo sustancial de la condena: el libre paso a la dehesa de los ganados de la Mesta y de los comarcanos. La ejecutoria seguía a otra de 9 de julio de 1560 que ratificaba la sentencia del alcalde entregador en su totalidad, incluida penas condenatorias, en el caso del Picarazo, y que a su vez sería nuevamente confirmada por la Chancillería de Granada el 1 de noviembre de 1561. Pero entre las sentencias de 1561 y la de 1564 algo había cambiado: la anulación de las penas a los justicias y regidores de la villa de las Pedroñeras. Eso era lo mismo que darles el beneplácito para continuar con sus procesos de acotamientos y roturaciones






Archivo Histórico Nacional,DIVERSOS-MESTA,153,N.4.  Ejecutoria contra la villa de Pedroñeras sobre roturación en los pastos (dehesa del Picarazo). 1561


Archivo Histórico Nacional,DIVERSOS-MESTA,153,N.5 Ejecutoria contra la villa de Pedroñeras sobre roturación en los pastos (dehesa de las Vaquerizas). 1564

Imagen: moneda de dos cuartos, equivalente a dos maravedíes, de la época de Felipe II, acuñada en la ceca de Cuenca  (Colección particular)

martes, 23 de agosto de 2016

San Clemente y la Mesta a mediados del siglo XVI

Escudo Honrado Concejo de la Mesta
Hacia 1542 los ganados de Juan Garcés Marcilla, ganadero y hermano de la Mesta, pasan por los términos de la villa de San Clemente. Contaba la villa con varios caballeros de sierra encargados de velar por el cumplimiento de sus ordenanzas y velar por la integridad y aprovechamiento de sus términos. Asensio de Zahorejas, Gil Rubio y Gil Martínez, caballeros de sierra, junto a varios vecinos aprehenderán diez carneros al ganadero, que acudirá al alcalde entregador pidiendo justicia y la restitución de los diez carneros o una indemnización de doce reales por cada uno de ellos. Previamente la justicia ordinaria, de la mano del alcalde mayor doctor Gamonal había absuelto a las caballeros de sierra, que, en su opinión, se habían limitado a hacer cumplir las ordenanzas de la villa.

El conflicto entre San Clemente y la Mesta no era cosa menor, pues la villa salvo en su límite meridional estaba fuera de los circuitos trashumantes, ya sean vías mayores como las cañadas o menores como cordeles y veredas. La cañada real conquense abandonaba la provincia de Cuenca, en uno de sus ramales, el de los Chorros, por las Pedroñeras y las Mesas camino de la sierra de Alcaraz y en dirección al valle de Alcudia, y el otro ramal, en el de los Serranos, se dirigía por Casas Benítez y la Roda hacia hacia el puerto de Chinchilla y de ahí a tierras murcianas. La situación de la villa de San Clemente en la red viaria de las cañadas reales se puede ver en el enlace adjunto.

Cañada real conquense



Así pues la villa de San Clemente se enfrentaba a la pretensión de la Mesta a su derecho a disfrutar de cualquier pasto perteneciente a los términos de los concejos, con exclusión únicamente de las llamadas cinco cosas vedadas: panes, viñas, huertas, dehesas y prados de guadaña. Las villas querían ver lejos a los ganados trashumantes, más si tenemos en cuenta que la disposición de pastos comunales era muy limitada por las restricciones y acotamientos de los pastos pertenecientes a la antigua tierra de Alarcón y que ahora las villas se arrogan para uso privativo de sus vecinos. Ya citamos en su tiempo el caso de Vara de Rey, que aplicaba la costumbre local frente a la Mesta de considerar las reses de los hermanos mesteños como mostrencas o extraviadas y aplicar su valor al sostenimiento de la Cofradía de Nuestra Señora de la Concepción para la salvación  de ánimas del Purgatorio existente en el lugar. Creemos que en el caso de San Clemente, se intentaba entorpecer el paso de los ganados trashumantes acogiéndose al derecho de borra y asadura (que por privilegio detentaba la villa de Alarcón y que San Clemente se pretendía subrogar como antigua aldea suya). Villanueva de la Jara ya había tenido un pleito similar con la Mesta. En tiempo de los Reyes Católicos había perdido un pleito, al tratar de llevar, también como antigua aldea de Alarcón, una borra de cada cabaña y hato a los ganados que entraban en sus términos de paso para invernar y herbajar en el campo de Cartagena, y defender la facultad de sus caballeros de la sierra de llevar prendas y penas. La Mesta procuró sacar traslado de esta ejecutoria, ganada el 25 de agosto de 1487, casi setenta años después como jurisprudencia de apoyo para sus alcaldes entregadores, lo que daba cuenta del valor jurídico que atribuían a dicha ejecutoria.

Mientras que el procurador de la Mesta simplemente alegaba el derecho de los ganados de la asociación a disfrutar de los pastos y aguas de sus términos comunales, la villa de San Clemente incidía en el hecho de que los ganados de Garcés Marcilla se habían apartado de las vías pecuarias, que pasaban por el extremo sur del término municipal

los dichos ganados no auían guardado el viaje que deuían guardar e proseguir antes auían tornado hazia atrás y auían rrevuelto el dicho ganado y se avían querido aprovechar de los aprovechamientos de la dicha villa

La Mesta antepuso sus privilegios a las ordenanzas de la villa de San Clemente

porque conforme a los preuillegios de sus partes podían yr y pasar por libremente por todos los términos comunes e valdíos de todas las ciudades villas e lugares de nuestros rreynos libremente e syn pena alguna paciendo las yeruas y bebiendo las aguas ... no hazía al casso las hordenanzas que dezía que thenía la dicha villa porque aquéllas no se entendían con sus partes 

Asimismo la Mesta daba a la palabra cañada un sentido mucho más amplio que comprendía tanto la vía de anchura de 90 varas y sus ramales menores por donde circulaban sus ganados como cualquier parte de los términos de los concejos no incluidos en las llamadas cinco cosas vedadas

menos se podría dezir que sus partes avían de yr por cañada por todos los términos de la dicha villa porque cañada solamente se entendía y avía lugar entre las cinco cosas conthenidas en el dicho preuillegio

La sentencia de 9 de mayo de 1542 del alcalde entregador de la Mesta, Bernardo de Quirós, revocaría la sentencia del doctor Gamonal, recordando las penas impuestas por contravenir los privilegios de la Mesta e impedir el libre paso de sus ganados; además sería ratificada cinco años después por la Chancillería de Granada, el 30 de abril de 1547

fallo que deuo de mandar e mando a los dichos asensio de çahorejas e gil martínez e gil rruuio caballeros de sierra e otros qualesquier caballeros de sierra que aora son o fueren de aquí adelante que no prenden ni maltraten los ganados de los hermanos del concejo de la mesta contra sus preuillegios antes los dexen yr e pasar conforme a ellos so pena de cinquenta mill marauedís e por auer prendado los dichos diez carneros y aprouechádose de ellos por su propia autoridad condeno a los dichos çahorejas e gil rruuio y gil martínez y a cada uno dellos yn solidum a que los vuelvan e rrestituyan libremente e por cada carnero seys rreales con más pena del tress tanto del dicho valor de los carneros

La carta ejecutoria de la Chancillería de Granada llegaría, para ser obedecida, al ayuntamiento de San Clemente un veinte de mayo de 1547. Por entonces componían su ayuntamiento cinco regidores perpetuos que habían comprado sus oficios unos años antes, tras el establecimiento de esta figura en 1543. Sus nombres Francisco de los Herreros, Sancho López de los Herreros, Cristóbal de Tébar, Hernando del Castillo y Alonso García. Es decir, dos Herreros, un Origüela, un descendiente del alcaide de Alarcón y el primero de los García Monteagudo. Completaban el ayuntamiento los alcaldes ordinarios Felipe de Segovia y Miguel López de Ávalos.

Prueba del valor que la Mesta concedía a la carta ejecutoria es que el procurador de la Mesta pidió se le devolviese el original para ser mostrado a otras villas con las que mantenía pleitos y los varios traslados que de la mencionada carta se sacaron.

El drama para la villa de San Clemente era ya no tanto que tuviera que soportar el paso ocasional de algún ganado de los hermanos de la Mesta, sino la dificultad para encontrar pasto para sus ganados propios. Desde mediados de siglo los pleitos se acumulan por el cierre de las villas de sus pastos, imposibilitando el acceso de ganados foráneos que se acogían para su disfrute al derecho que les daba la misma pertenencia al suelo de Alarcón. San Clemente mantendrá un contencioso con Villanueva de la Jara al respecto desde 1618, y durante treinta años, por el cierre del pinar de la Losa. Pleitos similares se mantendrían con El Cañavate y La Alberca; aunque San Clemente vio reconocido el acceso a estos pastos en la Chancillería de Granada, las trabas para su ganado cada vez eran mayores. La solución vendría dada en el quinientos con la integración de los ganados sanclementinos en las rutas de la trashumancia hacia los puertos de Alcaraz y Chinchilla. Por un documento aportado por don Diego Torrente Pérez, con ocasión del vedamiento del pinar de Azraque sabemos que la cabaña lanar sanclementina en 1530 estaba próxima, según la declaración de Juan Sevilla a cien mil cabezas. La cifra es muy alta y a pesar de que por aquella época el término sanclementino era mucho más amplio, pues incluía Vara de Rey; el número sigue siendo difícil de asimilar si  no es pensando en la integración de dicha cabaña en los circuitos trashumantes con destino Chinchilla y Alcaraz, hecho que reconocían los diferentes testigos. Esa integración de los ganados en los circuitos trashumantes es algo comprensible si tenemos que el término de Vara de Rey era cruzado por la cañada real de los Chorros en dirección a Alcaraz y que por el sur del término de San Clemente discurría la vereda de los Murcianos que unía la cañada referida con la de los Chorros y conducía hacia los pastos murcianos. Los testimonios de fines de siglo que adjuntamos del ganadero Miguel de Perona prueban dicha integración. Para entonces la villa contaba ya con varios ganaderos con hatos que oscilaban entre las dos mil y las cuatro mil cabezas. Algunos de sus nombres, además de Miguel de Perona, eran Antonio García de Monteagudo y su madre María Álvarez de Tébar, Ginés de la Osa o los regidores Diego de Alfaro y Juan de Oropesa, de quienes nos ha quedado constancia en las averiguaciones que en 1586 hizo Rodrigo Méndez, administrador de rentas reales.



Documentos adjuntos


Carta de pago del ganadero y regidor de San Clemente Miguel de Perona. Pago de servicio y montazgo de Chinchilla. Año de 1594. Archivo Municipal de San Clemente, Sección Ayuntamiento




Licencia de la ciudad de Alcaraz para que Miguel de Perona pueda pastar con sus ganados en la sierra. 27 de octubre de 1589. Archivo Municipal de San Clemente, sección Ayuntamiento


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Archivo Histórico Nacional, DIVERSOS-MESTA,181, N.1d. San Clemente (Cuenca). Traslado de ejecutoria sobre aprehensión de ganados de la Mesta, 2 de noviembre de 1553