El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

martes, 10 de julio de 2018

El linaje de los Montoya, de Vara de Rey

Escudo de los Montoya en Pozoamargo
El distintivo familiar son las diez panelas,
rodeadas del cordón franciscano (primer cuartel)



Los testigos más ancianos conocían a Hernando de Montoya desde hacía setenta y cinco años. Hernando, junto a su padre Juan Montoya, había morado en tres villas del Marquesado: Vara de Rey, La Alberca y Las Pedroñeras

Hernando de Montoya, cuarenta años había establecido su casa en La Alberca, donde se había casado. Allí disponía de su hacienda y tierras de labor, los veinticinco años que estuvo casado y los siguientes quince que permanecía viudo. Tenía buena hacienda de labor de pan y ganados. Su padre Juan de Montoya era natural de Vara de Rey. Pueblo que es presentado como pueblo pequeño de menos de ochenta vecinos*. Hacía setenta y tres años que se había casado, viviendo con su mujer Urraca Saiz diez años en esa aldea, hasta que se desplazó a vivir a La Alberca. Allí estuvieron catorce años hasta que se volvió a vivir a Vara de Rey. Allí permaneció otros ocho años hasta que viudo marchó a Las Pedroñeras donde casó por segunda vez, Juan Montoya había pasado dieciocho años de su vida casado en Vara de Rey, catorce en La Alberca, distante tres leguas, y nueve años en la villa de Las Pedroñeras, distante cinco leguas. Esa itinerancia y mal acomodo a cualquier lugar son los responsables de que los Montoya nos aparezcan diseminados por todas las poblaciones del sur de Cuenca.

Miguel Gallego, que con trece años había marchado desde San Clemente a Vara de Rey, había conocido al progenitor del familia: el abuelo Hernando de Montoya, quizás más orgulloso de su hidalguía que sus descendientes, pues se paseaba por Vara de Rey e traya su persona en ábito de ome hijodalgo. Otro testigo recordaba verlo muy viejo paseando por las calles de Vara de Rey con un palo bordón y vivir en la casa que luego heredaría su nieto Luis de Arnedo. Hernando el abuelo estaba casado con Constanza García y había fallecido hacía cincuenta años. Tenía dos hermanos, Diego y Alonso, que vivían en San Clemente. Uno de ellos, creemos que Alonso, fue alcaide de Manzanares.

El abuelo Hernando Montoya tuvo varios hijos. El conocido Juan Montoya, otro llamado Pedro, casado con una sobrina del alcaide de Alarcón, uno más llamado Diego que de Vara de Rey se trasladó a vivir a Pozoamargo (el fundador de Pozoamargo, que según Sandoval llegó desde Minaya), y otros cuatro hijos llamado Lope, Alonso, Francisco y Hernando.

Su hijo Juan de Montoya se había casado con Urraca Saiz, moradora del lugar de Víllora, donde se había celebrado la boda, lugar que era aldea de la ciudad de Chinchilla. Con ella vivió en La Alberca y se mudo a Vara de Rey cuando falleció su padre y al enviudar casó en Pedroñeras, donde había fallecido hacía 38 años

Pedro de Montoya tuvo tres hijos, de nombres Hernando, Villamediana, que vivieron en Vara de Rey, y otro último llamado Pedro de Montoya, que de Vara de Rey pasó a La Alberca y dejó, a su vez, tres hijos: primero de ellos llamado Pedro, que se movió entre Villarrobledo y Vara de Rey, y dos más llamados Alonso y Antonio.

La sucesión de Diego de Montoya, su establecimiento en Pozoamargo y su enlace con los Buedo es conocida gracias al estudio de SANDOVAL. Aunque la descendencia de Diego fue muy prolífica y marcaría el devenir de los Montoya en toda la zona. Tuvo en total siete hijos: Alonso de Montoya, clérigo de misa; Martín y Diego, casados en Villarrobledo; Hernando de Montoya, casado en Minaya; Juan de Montoya, casado en San Clemente (que era alcalde en 1553, herido en los graves altercados de la villa de julio de ese año); Gaspar y Pedro, casados en Pozoamargo.

El cuarto hijo de Hernando de Montoya, llamado Lope de Montoya se marchó a vivir a Valverde. Otros hijos fueron  Alonso de Montoya, casado en la Parrilla, Francisco de Montoya casado en Villanueva de los Escuderos y Hernando de Montoya, casado en la villa de Alarcón y con un hijo llamado Hernando, que marchó a casar a Las Pedroñeras.

Aquí nos interesa la sucesión de Juan de Montoya, que tuvo tres hijos con Urraca Saiz. El mayor de ellos era Hernando, de cuyo periplo por las villas de Vara de Rey, La Alberca y Las Pedroñeras, ya hemos hablado. El mediano García de Vizvarra, casado en Pedroñeras, que dejó dos hijos y una hija. El tercero era Cristóbal de Montoya, casado en Montalbanejo.

Es difícil encontrar los orígenes remotos de los Montoya, las probanzas hacen referencia a un Hernando Montoya anterior, alcaide de Manzanares, cuyo único hijo varón lo mataron (¿en la guerra?). Hernando de Montoya el viejo tenía unos ochenta años cuando murió (habían pasado cincuenta años desde la probanza). Los testigos no aciertan a aseverar si era natural de Vara de Rey o había llegado de fuera como tantos otros. Aunque uno de los testigos aseguraba que una hermana de Hernando, llamada Juana Díaz era natural de Vara de Rey. En cualquier caso, parece que estamos ante una generación que posiblemente sea anterior o coetánea al Maestre Juan Pacheco, quizás su presencia en la zona sea anterior. Creemos que el hermano de Hernando, de nombre Diego (muerto hacía sesenta años), nos aparece presente en el momento que Hernando del Soto, representante de Juan Pacheco, toma posesión de la villa de San Clemente en 1445 y como procurador de la villa de San Clemente para solicitar en 1476 que la villa ni fuera enajenada de la Corona real. De Hernando de Montoya sabemos que era muy respetado por sus vecinos, que todavía le recordaban ya viejo de ochenta años vestido con su zamarro y su capa de cáñamo, paseando por la villa de Vara de Rey.

La probanza se desarrolla ante Rodrigo de Angulo, alcalde ordinario de Vara de Rey, en 1539?

Miguel Gallego, hombre llano pechero de 89 años, labrador y morador de Vara de Rey vecino de la villa de San Clemente
Diego González, labrador, vecino de Vara de Rey y morador de Sisante, 82 años
Diego Escudero, natural de Chinchilla y vecino de Vala de Rey y morador en Sisante, labrador,82 años
Fabián de Gabaldón. vecino de Vara de Rey, labrador, 66 años. Hijo de Hernán Sánchez de Gabaldón


*La aseveración de 80 vecinos para Vara de Rey debe referirse a comienzos de siglo. En 1528, Vara de Rey disponía de 156 vecinos pecheros


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA- HIDALGUÍAS, Hernando de Montoya, vecino de Vara de Rey, Signatura antigua, 303-388-4  

sábado, 7 de julio de 2018

Juan Rosillo, el reductor del Marquesado de Villena


Escudo de armas de la familia Rosillo,
 en la capilla de Santa Ana de la iglesia parroquial de Santiago Apóstol
Juan López Rosillo había tomado decididamente partido por la Reina Isabel desde los inicios de la guerra del Marquesado. Era hombre fiel a la Reina Católica y enemigo enconado del alcaide de Alarcón Hernando del Castillo, el hombre  del marqués de Villena en la zona. No es de extrañar que desde un primer momento recibiera mercedes de la Reina Isabel. El dos de septiembre de 1476, en Segovia, se expedía carta de privilegio e hidalguía a su favor. Juan Rosillo era reconocido como onbre hijodalgo e de solar conoçido e de vengar quinientos sueldos de mis rreynos. La carta sería confirmada posteriormente el nueve de octubre de 1503 y expedida ejecutoria en pergamino con sello de plomo colgado de hilos de seda el catorce de noviembre de 1503, en la ciudad de Segovia.

Curiosamente, la fecha de la carta de hidalguía de Juan Rosillo, dos de septiembre de 1476, coincide con la carta y privilegio que recibió la villa de San Clemente de no ser enajenada de la Corona real.

Carta de merced concedida a la villa de San Clemente para no ser enajenada de la Corona real.
AMSC. AYUNTAMIENTO. Leg. 2/3. Segovia, 2 de septiembre de 1476
La coincidencia de fechas de ambas cartas no es azarosa. Tampoco las formas. Aunque el original de la carta de hidalguía de Juan Rosillo ha desaparecido, sabemos que era una carta de privilegio en papel sellada con sello de cera colorada, al igual que la carta de la imagen superior de no enajenación de la Corona real de la villa de San Clemente. Eran tiempos de guerras, de concesión de mercedes para ganarse fidelidades y no había dedicación ni para el pergamino ni para sellos de plomo colgados de hilos de seda. El privilegio de hidalguía de Juan Rosillo es recompensa por los servicios hechos a la Corona por lo mucho que había trabaxado en que la villa de San Clemente y las otras villas del Marquesado se reduxesen a la obidiençia rreal. Juan Rosillo fue uno de los tres procuradores de la villa de San Clemente que acudieron hasta Segovia para obtener la merced real de no enajenación de la Corona. Los otros dos eran Diego de Montoya (¡un declarado hombre del Marqués!) y Juan López, hijo de Martín López. La petición se hacía después del requerimiento de sumisión a la autoridad real del comendador de Segura, Pedro de Manrique (el hermano del poeta Jorge Manrique), y en un contexto, primavera y verano de 1476, en el que las villas del Marquesado iban cayendo en manos de la autoridad real. En la pequeña triada, que actúo como embajada de la villa de San Clemente, hemos de ver el frágil equilibrio de fuerzas en el que se movían los distintos grupos que luchaban por el poder local en la villa de San Clemente. Junto a Diego de Montoya, nos aparece Juan de Martín López, que junto a otros vecinos como Juan López Tendero o la familia origüela, lucharon por el control del poder concejil, aprovechándose de la reserva de los oficios municipales a los pecheros.

Don Diego Torrente siempre se topó con la falta de datos sobre este Juan López Rosillo, o Juan Rosillo, destacando su papel a favor de la Corona en la guerra del Marquesado, siendo conocido por su protagonismo destacado en dicha guerra como el reductor del Marquesado de Villena. La villa de San Clemente sería tomada por el capitán García de la Madrid al servicio del maestre don Rodrigo Manrique y, fallecido éste, de su hijo Pedro, pero el hombre que alzó a la villa de San Clemente contra el Marqués de Villena fue Juan Rosillo. Su papel agitador se extendió a todas las villas del Marquesado
hiço que se alçase la dicha villa de San Clemeynte contra el Marqués. E a los otros lugares que se alçaron contra el Marqués de Villena e contra la villa de Alarcón, en todo ello entendió como prinçipal parte (1)
Creemos que Juan Rosillo, junto a otros dos hidalgos de la villa de Vara de Rey, Juan Alonso de Palacios y Fernando de Peralta, formaba el núcleo de los almagrados, opuesto al bando de los sebosos del alcaide de Alarcón y enemigos declarados del Marqués de Villena, don Juan Pacheco, y luego de su hijo. Todos ellos tuvieron un papel clave en el levantamiento de las villa de San Clemente y su aldea de Vara de Rey a favor de la Corona real. Juan Rosillo es presentado por Hernando del Castillo como deservidor de Marqués, mal hombre y de mala conciencia, jactancioso, enemigo capital de los conversos y perjuro levantador de falsos testimonios (2). Palabras gruesas de un enemigo irreconciliable, el alcaide del Alarcón, que no debió ser ajeno a la condena de muerte de Juan Rosillo, condena que no acabaría ejecutándose.

Las acusaciones de Hernando del Castillo denunciando el carácter pendenciero de Juan López  Rosillo no eran desacertadas. Junto a sus grandes servicios a la Corona, especialmente en el final del verano de 1479, intentando un mayor compromiso de la villas del Marquesado en la guerra, vinieron en los años de paz múltiples pleitos por ofensas y deudas en los que nuestro protagonista se vio inmerso. Los documentos han sido transcritos por Diego TORRENTE, destacando el pleito por injurias contra su antiguo compañero de procuraduría en 1476 en la ciudad de Segovia Juan de Martín López, alcalde ordinario, que en 1486 le injurió y ofendió públicamente, llamándole traydor e rrobador e falsario. El pleito se prolongó durante dos años, con un perseverante Juan Rosillo dispuesto a conseguir el destierro y condena pecuniaria de su enemigo y defender su honra ante sus rivales. A este pleito seguirían otros con sus vecinos y otros de Castillo de Garcimuñoz o de Belmonte por deudas (3).

Sin embargo, la inquina del alcaide del Alarcón contra Juan Rosillo, creemos que no se responde con la realidad sobre el terreno de la sociedad sanclementina. A diferencia de otras poblaciones como Villanueva de la Jara o Iniesta, la lucha de bandos estaba muy mitigada en la villa de San Clemente o no adquirío la virulencia sanguinaria de otras poblaciones. En la obtención de la merced de no enajenación de la villa de San Clemente de la Corona real hay mucho de oportunismo, que no se entiende sin la letra de la concordia firmada entre la Corona y el Marqués el 11 de septiembre de 1476, fecha de la toma de la fortaleza de La Roda. Según dicha concordia, quedarían en poder real cuantas villas se alzaron a favor de la Corona antes del 8 de septiembre. Hubo prisas, pues, por obtener la merced apenas unos días antes para una villa, la de San Clemente (y su aldea de Vara de Rey), que contaba con declarados partidarios del Marqués. No olvidemos que San Clemente era lugar de residencia habitual de la Marquesa de Villena madre, doña María de Portocarrero. En sus calles había crecido y jugado un Diego López de Pacheco niño. Pero más allá de la anécdota, San Clemente era lugar de residencia de declarados partidarios del Marqués: Diego de Montoya o Diego López de Haro y término donde otros aliados del joven Diego López Pacheco tenían sus haciendas: Hernando del Castillo en Perona o Ruy Saez de Ortega en Villar de Cantos, sin olvidar los Pacheco de la vecina Minaya, que habían recogido la herencia de Hernán González del Castillo. La propia Marquesa disfrutaba por legado testamentario del difunto Juan Pacheco de quinientos mil maravedíes sobre la rentas, derechos y pechos de la villa de San Clemente (junto a las de Belmonte e Iniesta)

En este contexto adverso, Juan Rosillo fue capaz de formar un partido favorable a la Corona. Contaba con la enemistad de la villa con el alcaide de Alarcón, al que no perdonaba sus intentos de hacer de Perona un señorío propio y también con las rivalidades que en Vara de Rey existían entre las familias hidalgas, en especial, entre los Peralta y los Montoya (4). De la actividad militar de Juan Rosillo se conoce poca y responde a una nota sin referencias que nos dejó don Juan José Bautista, según la cual durante el año 1478, siendo campo de batalla la zona de Cañavate, Castillo de Garcimuñoz y Villanueva de la Jara, San Clemente habría figurado al frente de la rebelión contra el Marqués. Pero los datos históricos no confirman este carácter aguerrido de los vecinos de San Clemente y creemos que la mención hace justicia y da fe del valor y arrojo de Juan Rosillo. La carta de hidalguía de Juan Rosillo se obtiene en este contexto de guerra, al igual que la carta de hidalguía obtenida por Juan Alonso de Palacios, En la merced de hidalguía se hace hincapié junto al valor de la tradición más dudosa, aquella del solar conocido, en la remuneración militar, esta del vengar quinientos sueldos. Las hidalguías de estos tiempos de guerra serían muy discutidas en las villas pecheras. Juan Alonso Palacios mantuvo un pleito interminable con la villa de San Clemente hasta obtener confirmación de su hidalguía en 1494. Juan Rosillo tuvo que esperar hasta 1503. Incluso Hernando de Peralta, cuyo padre había ganado en acción militar en la guerra de Granada, en tiempos de Juan II, su hidalguía, entraba en conflictos con la pechera San Clemente, quedando en tierra de nadie al añadir
su ya declarada enemistad al alcaide de Alarcón.

Juan Rosillo estaba casado con Elvira López. Su hijo Antonio casó con María de Haro, el matrimonio tuvo por hijo a Antonio, que casó en La Alberca con Isabel de Alarcón. Es difícil precisar la fechas de la vida de Juan Rosillo, el reductor del Marquesado de Villena, pues no somos capaces de determinar las fechas de las probanzas mandadas hacer por sus nietos y biznietos, anteriores a una nueva ejecutoria de 1582. En años anteriores (la primera datación posterior es un auto de la Chacillería de 1578) se debieron hacer las probanzas. Felipe de Segovia, un anciano de San Clemente de 75 años, recordaba haber conocido a Juan Rosillo como hombre que andaba con palo por ser hombre tan viejo. Había fallecido cincuenta y ocho años antes. Creemos que las probanzas son cercanas a 1570. La razón, la encontramos en el testimonio que, en otra probanza sobre la hidalguía de los Haro, nos dio Juan Rosillo (otro hijo del reductor del Marquesado, nacido pasado el año 1460, que marchó a Chinchilla), que daba como fecha aproximada de la muerte de su padre la década de 1510.

Los Rosillo tenían capilla propia en la iglesia parroquial de Santiago Apóstol. La capilla de Santa Ana, lugar de enterramiento de la familia y fundación al parecer del hijo mayor de Juan Rosillo y Elvira López, Alonso López Rosillo


Capilla de Santa Ana, de la familia Rosillo,
 en la iglesia de Santiago Apóstol de la villa de San Clemente

Poco sabemos de la hacienda de los Rosillo, más allá de la afirmación de un hidalgo sanclementino de ochenta años llamado Francisco Gómez, que nos decía que era hombre que vivía de su hacienda y hacía mucha hacienda ansí en la villa de San Clemente como en otras partes. Sabemos de un vínculo fundado por Juan Rosillo en Pozoamargo. Entre las rentas que gozaba Juan Rosillo, una de ellas era un situado sobre las rentas reales del Marquesado de Villena de quince mil maravedíes


AGS, EMR, leg. 70. Relación de las rentas reales del Marquesado de Villena y Reino de Murcia. 1499-1500

Los Rosillo con el tiempo, y a lo largo del siglo XVI, se diseminaron por las poblaciones cercanas de La Alberca, Santa María del Campo y Villaescusa de Haro. En los años setenta se inician nuevos pleitos en la Chancillería de Granada por ver reconocida la ejecutoria de 1503 ante los concejos de los nuevos lugares de residencia. Los hijos de Antonio Rosillo, hijo de Juan el reductor del Marquesado de Villena, de nombres Antonio y Juan, habían marchado a vivir a La Alberca. A su vez, los hijos del primogénito Antonio vecino de La Alberca se habían establecido en Villaescusa de Haro, caso de Antonio, que fijo su residencia en la aldea de Villar de la Encina, y en Santa María del Campo Rus, caso de Cristóbal. Antonio Rosillo, vecino de Villaescusa de Haro, obtendría ejecutoria de hidalguía el 15 de junio de 1582.

Una rama de la familia se asentaría en Málaga. Los descendientes de Juan Rosillo, nieto de Juan el reductor del Marquesado, pero sin que podamos asegurar de que se trata del hermano de Antonio, establecido en La Alberca

Juan Rosillo que vino de San Clemente, este fue nieto de Juan López Rosillo, llamado el Restaurador del Marquesado de Villena, por lo que los Reyes Católicos le dieron varios heredamientos, con privilegio executoriado, sobrecartando su nobleza en Segovia a 9 de mayo de 1503, (¿octubre?), y la de sus descendientes legítimos, declarándolos a todos por hijosdalgo de sangre de los de vengar 500 sueldos áureos a fuero de España, como dicho Juan López lo era, y que como a tales les guardasen sus preeminencias en todas partes donde hicieren asiento y morada, por lo que el dicho Juan Rosillo y sus descendientes ganaron su executoria de confirmación, de Felipe II en 9 de marzo de 1575 y 16 de abril de 1581. Son descendientes suyos como venidos de la villa de San Clemente a Málaga sus mayores, los Medina Rosillo (5)
Hoy en la Chancillería de Granada tenemos copia de la carta de hidalguía de Juan Rosillo, cuyo original se conservaba en el Archivo de la familia Fontes y que desapareció desgraciadamente durante la guerra.

ARCHIVO DE LA CHANCILLERIA DE GRANADA. HIDALGUÍAS: Antonio Rosillo. Signatura antigua: 301-68-20, 15 de junio de 1582


(1) GARCIA MORATALLA, Pedro Joaquín: La tierra de Alarcón en el Señorío de Villena (siglos XIII-XV). IEA "Don Juan Manuel". Albacete. 2003.  pág. 217. Declaración de Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón, ante el Santo Oficio en el expediente conservado en el Archivo Diocesano de Cuenca (INQUISICIÓN, Leg. 27/480, fol. 114 vº y 115 rº)
(2) Ibidem, pág. 217
(3) TORRENTE PEREZ, Diego: Documentos par la Historia de San Clemente. Tomo I. 1975. pp. 156 y ss.
(4) GARCIA MORATALLA, Pedro Joaquín: La tierra de Alarcón en el Señorío de Villena (siglos XIII-XV). IEA "Don Juan Manuel". Albacete. 2003.  pág. 217. Hernando de Peralta era enemigo declarado del alcaide de Alarcón, Hernando del Castillo. Una rencilla con Pedro de Montoya, casado con una sobrina del alcaide, a la que había acudado de judía, le había llevado a perder el brazo.
(5) GARCÍA DE LA LEÑA, Cecilio: Conversaciones históricas malagueñas. Parte II. Málaga moderna. Imprenta Luis de Carreras. 1792
ARCHIVO DE LA CHANCILLERIA DE GRANADA. HIDALGUÍAS: Antonio Rosillo. Signatura antigua: 301-68-20, 15 de junio de 1582

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jueves, 5 de julio de 2018

Los antecedentes familiares de Francisco Becerril, platero conquense






Los antecedentes de los hermanos Becerril, famosos plateros del Renacimiento conquense (al menos Francisco) se remontaban al abuelo Rodrigo de Potes, en Paredes de Nava, hombre pechero, a decir del procurador del concejo de Cuenca. Incluso, degradando aun más el origen familiar se quería ver en Juan de Potes, un pobre llegado a la villa de Arce, en La Montaña, en el primer cuarto del siglo XV, el origen de los Becerril. Estos antecedentes pecheros, o al menos así presentaba los orígenes de la familia Becerril el concejo de Cuenca, podían más que los deseos de Francisco de Becerril y sus aspiraciones hidalgas, que fueron negadas por la sentencia dada por la Chancillería de Granada en grado de revista el 15 de marzo de 1549. La sentencia sería definitivamente confirmada el ocho de abril de 1549.

Las probanzas de testigos habían comenzado en marzo de 1544 en la villa de Paredes de Nava, aunque el conflicto por la hidalguía se remonta a un año antes. Incluso, según nos dice AMELIA LÓPEZ YARTO, los hermanos Becerril, de la mano del mayor Alonso, ya presentaron probanza de testigos favorables en 1528, que llevaría a la aceptación de su hidalguía por el concejo de Cuenca y a su exclusión de los censos de pecheros de 1535 y 1544. No obstante, cabe dudar de esta afirmación, pues según los testigos la probanza de 1528 fue obra de una generación anterior, el padre Álvaro y su hermano Alonso (1).

Francisco de Becerril era hijo de Álvaro de Becerril, vecino de Cuenca, y nieto de Rodrigo de Potes, vecino de Paredes de Nava, casado con Mari Sánchez. El matrimonio tuvo otro hijo llamado Alonso. Álvaro de Becerril casaría con Mari López, de cuyo matrimonio nacería Francisco el platero. Alvaro de Becerril había llegado a Cuenca desde Paredes de Nava, junto a su hermano Alonso, hacia 1485. Los dos eran muchachos. Aun se conoce un tercer hermano, de nombre Hernán Gutiérrez, que era escudero en Paredes de Nava; un hijo de este Hernán, llamado Sebastián, había sido alcalde de la hermandad en la ciudad de Palencia. La familia de Rodrigo Potes, que falleció hacia 1485, descendía de la casa solar de Arce
hidalgo de las montañas e de solar conosçido que dezía que hera del solar de Arze que es una casa e solar conosçido de hidalgos en la Montaña
Rodrigo se sabe que era hijo de un tal Álvaro de Potes y María Fañez. Entre los hechos de armas que se consideraban distintivos de su hidalguía estaba su participación en la batalla de Toro de 1476, algo retórico en las probanzas de la época. Tal vez la temprana muerte de Rodrigo de Potes (los testimonios de los vecinos de Paredes de Navas le reconocen como mucho una decena de años de residencia en esa villa), obligó a sus hijos Álvaro y Alonso a emigrar a Cuenca, desde esta ciudad mantuvieron el contacto con su madre
e que la escrevían que se fuese a Cuenca con ellos e que ella no quería salir de su tierra
Álvaro y Alonso salieron mozos de su tierra para establecerse en Cuenca y no volver, aunque en 1528 pasaron quince días en Paredes de Nava para hacer probanza de testigos que atestiguara su hidalguía. ¿Cómo llegaron hasta Cuenca? Lo desconocemos, pero los hombres de aquellos años iban de un lado para otro. Y un lugar de encuentro eran las ferias. Alonso Luis (tal vez portugués) encontró a los dos hermanos años después, en la feria de Mondéjar, hacia 1515 (las citas de los testigos casan mal con un Francisco Becerril huérfano, como se ha dicho).

Para esclarecer un poco más sobre los orígenes de la familia Becerril es necesario acudir a la opinión de la otra parte. El concejo de la ciudad de Cuenca presentó una probanza alternativa en febrero de 1547. Allí se aportaba lo que callaba el platero Francisco. Antes de vivir en Paredes de Nava, Rodrigo de Potes y sus hijos habían vivido algunos años en Becerril de Campos, lugar de behetría de mar a mar y villa mal avenida con los hidalgos, donde todo el mundo pechaba. Es más se negaba la residencia de los Becerril en Paredes de Nava. Se acusaba de perjuros a los testigos presentados por Francisco Becerril en Paredes de Nava (2). Los testigos de 1547, presentados por el concejo de Cuenca, fueron especialmente incisivos contra los Becerril. Juan de Nogal se presentó a sí mismo como un gran conocedor de los padrones de hidalgos y pecheros de la villa de Paredes de Nava (y hemos de suponer de la diversidad de grafías antiguas). No en vano, en su poder habían estado los libros de encabezamientos de alcabalas. Confesó no haber visto a ningún Potes o Becerril en los padrones de pecheros o hidalgos de Paredes de Nava, una villa que tenía mil vecinos de población. Tan solo ciento veinte años atrás aparecía un tal Juan de Potes, asentado ya no como pechero sino como pobre. La afirmación no caería en saco roto a oídos de un concejo de Cuenca deseoso de negar la hidalguía a Francisco Becerril.

Pero la mayoría de los vecinos, que por esos laberintos de la historia ya tenían dudas para situar la tierra de Campos si en el Reino de León o si en el de Castilla, en la memoria oral se conservaba el recuerdo de un Rodrigo de Potes y su hijo Álvaro como vecinos de Paredes. Ni una aseveración que confirmase la vecindad de Rodrigo Potes o su hijo en el lugar de Becerril. Las únicas sospechas del paso de la familia Becerril por esta localidad del mismo nombre es a estas alturas una simple suposición: el bisabuelo Álvaro de Potes aparece indistintamente en las declaraciones de testigos como Álvaro de Becerril, quizás tomase el apellido del lugar de su residencia, pero es una hipótesis, nada más que eso, únicamente fundada en las acusaciones interesadas del concejo de Cuenca de atribuir a la familia un origen en un lugar donde todo el mundo pechaba y quizás en el deseo de Francisco, por las razones mencionadas de ocultar ese origen. En cualquier caso el lugar de Becerril no sería sino una más de las estaciones de los Becerril en su periplo.

En realidad, la inquina del concejo de Cuenca contra la hidalguía de Francisco Becerril no era cuestión particular, sino que iba dirigida contra un conjunto de notables que, en opinión del concejo de Cuenca, se hacían pasar por hidalgos. La lista de estos hidalgos pretendidos, cercenada, se presentó ante la Chancillería de Granada el 16 de junio de 1543 era larga, entre ellos figuraban apellidos de renombre: Cañizares, León. Caja, Parada, Chirino, Montemayor, Teruel, Alarcón, Valenzuela, Velázquez, Requena, Castillo, Chinchilla, Barrientos, ... y Francisco de Becerril.

Vecinos de la ciudad de Cuenca, cuya hidalguía fue puesta en entredicho: Juan Caja, Juan de Atienza, hijo de Juan de Atienza, Francisco Ruiz, mayordomo del marqués de Cañete, el licenciado Mancio de León, el licenciado Juan de Pedraza, el licenciado Barrientos, el bachiller Barrientos, el licenciado Santo Domingo, Gómez de Ecija, maestre Miguel Alonso García, Roque Villalpando, Aparicio de Requena, Juan Montesino, María de la Mota, Luisa de Villanueva, Juan del Castillo, Francisco Becerril y sus sobrinos, Diego Hernández de Parada, Juan de Alarcón y Alonso de Alarcón y su hijo Juan de Alarcón, el bachiller Requena, Juan de Valenzuela, Alonso de Valenzuela, Bernaldino de Valenzuela, la de Juan de Rojas.
ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. HIDALGUÍAS. Francisco Becerril. Signatura antigua: 302-309-10

El 16 de junio de 1543 es así una fecha clave y partida de varios pleitos de hidalguías, cuyo estudio es imprescindible para estudiar los orígenes de la baja nobleza conquense. Aunque la lista inicial se filtraría finalmente, dejando al margen de la duda a linajes como los Cañizares, Montemayor, Teruel, Velázquez o de la Muela (no obstante, estos dos últimos linajes los vemos inmersos en pleitos en la Chancillería). Algunos de estos hidalgos apoyarían a Francisco de Becerril en sus pretensiones, tales fueron Juan de Cañizares, Hernando Pérez de Teruel, Gonzalo de Castro o Andrés del Peso. Enfrente, los linajes de mayor peso de la ciudad: Hurtado de Mendoza, guarda mayor de la ciudad, o Luis Carrillo de Albornoz.

Francisco Bezerril platero vº de Cuenca
Hasta 1543, Francisco Becerril disfrutó de la condición hidalga o al menos gozaba de alguna exención de pechos. Como prueba de ello, aportó traslado de los padrones de 1528 y 1535 (y otro intermedio sin fecha), donde aparecía su nombre como exento de pechos. La inclusión de Francisco como hidalgo tiene mucho que ver con la probanza que su padre Álvaro y su tío Alonso hicieron en Paredes de Nava en 1528. La inclusión en los padrones de hidalgos de los años treinta y las probanzas de Cuenca, que no nos ha llegado, y de Paredes de Nava, el año de 1544, fueron determinantes para que la Chancillería de Granada emitiera una primera sentencia de 15 de diciembre de 1544 favorable a la hidalguía de Francisco Becerril


Sentencia de la Chancillería de Granada de 15 de diciembre de 1544, favorable a la hidalguía de Francisco Becerril
ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. HIDALGUÍAS. Francisco Becerril. Signatura antigua: 302-309-10

La respuesta de la ciudad de Cuenca de tres de marzo de 1545, por parte de su procurador Juan de Santacruz, fue durísima: Francisco Becerril era hombre pechero y descendiente de tales, sus ascendientes procedían de Becerril de Campos, pueblo de behetría donde no había hidalgos, el padre y tío de Francisco habían pechado en Cuenca. Aunque las acusaciones más groseras llegaron después. El padre de Francisco Becerril había ejercido varios oficios viles, entre ellos el de zapatero, y el pretendiente a la hidalguía era confeso y descendiente de confesos por parte masculina y varonil. Ambas afirmaciones no venían probadas, aunque la primera, oficio de zapatero y otros viles, parece más convincente. De la segunda acusación, la de judaizante, más grave, no hay aportación de más datos.

El pleito permaneció estancado hasta mayo de 1546. Los meses siguientes se desarrollaron entre infructuosas peticiones de las partes. Hasta que el tres de agosto de 1546, la ciudad de Cuenca consigue nuevo auto de la Chancillería de Granada para aportar nuevos testigos que contradijeran las probanzas de Francisco Becerril. El fiscal Bracamonte y el procurador Santacruz se apoyaron en los pleitos que por hidalguías se seguían contra Juan de Atienza y los hermanos Hernando Velázquez y Juan Velázquez Cuéllar para recusar por impedidos a algunos testigos favorables a Francisco Becerril. La probanza del concejo de Cuenca no se llevó a término, pues el receptor encargado de ella estaba ocupado en los contenciosos de los menederos y nogueroles. La mención de este pleito de los monederos no es baladí, pues detrás del término se esconden los privilegios de exención de pechar que tenían los oficiales de la Casa de la Moneda de Cuenca. Sabemos que Francisco Becerril fue ensayador de la ceca conquense desde 1525 y que seguía ligado a esta ceca en 1553 (3) y que como tal gozaría de exención de pechos. Posiblemente el tema saliera a relucir para negar la hidalguía de Francisco Becerril. Oficiales en la Casa de la Moneda de Cuenca serían también el platero Pedro Román, ligado al taller de Francisco Becerril, y el propio hijo de Francisco, el platero Cristóbal.

Marca de los Becerril, de la ceca de Cuenca


Finalmente, el pleito acabó derivando a la autenticidad de los padrones de exentos o hidalgos. La ciudad de Cuenca presentó por sus procuradores nuevos padrones que demostraban la condición pechera de los Becerril. Los padrones de 1535 no aparecieron. El resultado fue la revisión de la sentencia de diciembre de 1545 y la emisión de una nueva sentencia de 29 de octubre de 1547, que declaraba pechero a Francisco Becerril

Sentencia de 29 de octubre de 1547, declarando pechero a Francisco Becerril
ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. HIDALGUÍAS. Francisco Becerril. Signatura antigua: 302-309-10




Confirmación definitiva de sentencia anterior declarando pechero a Francisco Becerril. 15 de marzo de 1549
ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. HIDALGUÍAS. Francisco Becerril. Signatura antigua: 302-309-10

En suma, el origen de este gran artista se sigue manteniendo en la oscuridad. Hemos pretendido en las contradicciones de probanzas de testigos aportar algunos destellos del gran platero conquense del siglo XVI. Ni siquiera hemos dar por cierto el año de su nacimiento, 1494, dado por veraz. Hoy damos demasiada importancia a esas dicotomías de la época entre ser hidalgo o pechero, cristiano viejo o converso, platero o ensayador de la ceca. Hemos de pensar que para nuestro protagonista estas trabas fueron un obstáculo en su deseo de reconocimiento social, pero quizás un acicate más en su impulso y genio creador.



(1) LÓPEZ-YARTO ELIZALDE, Amelia: Francisco Becerril. CSIC, Madrid, 1991p. 3
(2) Estos testigos, supuestamente mayores de ochenta años, y cuya edad ahora se rebajaba en veinte, eran Juan de la Torre, García Alonso, Antón Luis, Pedro de la Torre, Pedro Lobete, Pedro Monzón y Diego de Palencia Tejedor.
(3) ROYO MARTÍNEZ, María del Mar: "Datos documentales sobre plateros y ensayadores que trabajaron en la ceca de Cuenca en el siglo XVI" en Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar. LXVIII (143-166) 1997, pp. 143-165


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. HIDALGUÍAS. Francisco Becerril. Signaturas antiguas: 302-248-9, 302-246-8, 302-309-10, 301-20-17

jueves, 28 de junio de 2018

Relación de vecinos de San Clemente en 1559

Diego de Abengoza era hijo de Nuño de Abengoza. En 1557 consigue de la Chancillería de Granada provisión favorable para examinar con testigos su hidalguía. Sus deseos nobiliarios se vieron truncados pues sus testigos fueron declarados impedidos. Sin duda con pocas ganas de declarar, en su mayoría, o bien Diego de Abengoza tenía pocas amistades en la villa de San Clemente. Pero el deseo de Diego de Abengoza nos ha legado hoy una amplia gama de vecinos sanclementinos, nacidos en los años finales del siglo XV. Fue la generación que, junto a sus padres, contribuyó a engrandecer una pequeña villa de apenas ciento cincuenta o doscientas casas en el centro político del sur del Obispado de Cuenca. No están todos, pero hay muchos: pocos hidalgos y muchos pecheros o dicho de otro modo, muchos ricos, para los que la hidalguía o pechería se subordinaba a los intereses del dinero y del poder. También una relación de mujeres, aunque ocultos sus nombres bajo el de sus maridos.
Las edades son orientativas, pues en la reprobación  de los testigos se dan edades más reales que fluctúan algunos años.

Sobre el origen de la familia Abengoza ya hemos escrito en otro lugar

Los Abengoza


Probanza de testigos de 1559



Tristán de Pallarés, clérigo, de más de 75 años (padecía el mal de las bubas; tiene cierta renta en la ciudad de Chinchilla)
Alonso González de Andújar, clérigo, 85 ños
Hernando de Molina, clérigo, de más de 75 años
Cañavate, clérigo, de más de 75 años
Sancho López de los Herreros el viejo, de más de 75 años
Pero López de Tébar el viejo, de más de 70 años
Hernando González de Origüela el viejo, 80 años
Francisco López el viejo, más de 75 años
Francisco Rosillo el viejo, más de 75 años
Francisco Gómez el viejo, más de 80 años
Gonzalo de Origüela, de más de 70 años
Diego Dávalos el viejo, de más de 75 años
Miguel Sánchez de Herreros el viejo, más de 75 años
Francisco de la Serna, de más de 75 años
Baltasar de la Serna, de 70 años
Diego de Haro, de más de 75 años
Juan López de Martín López, de más de 75 años
Juan Calvo Cañavate, de 80 años


Juan Ruiz de Casablanca, de más de 75 años
Diego López de Laredo, más de 80 años
Pedro La Fuente de 75 años
Francisco de Olivares el viejo, de más de 75 años
Juan de Manzano el viejo, de más de 75 años
Ginés de Haro, de más de 75 años
Hernando de Lara, de más de 75 años
Hernán Martínez, de 75 años
Gil López, de más de 85 años
Juan de Iniesta, de más de 75 años
Merchante el viejo, más de 75 años
Miguel de Las Mesas, de más de 75 años
Juan García de Azofrín, de más de 75 años
Francisco de Perona, clérigo, de más de 70 años
Diego de Simón, de más de 70 años
Gonzalo de Chacón, de más de 75 años
Diego de Olivares el viejo, de más de 75 años
Pedro Martínez , de más de 70 años
Cristóbal del Castillo, de más de 75 años
Gaspar Zaragoza el viejo de 75 años
Antonio Ruiz, de más de 75 años
Alonso García, de más de 75 años
Juan Gemio, de más de 75 años
Pedro el Pozobueno, de más de 80 años
Juan de Hellín, de más de 75 años

Mujeres

La de Juan Simón
La de Cristóbal de Juera
La de Francisco Muñoz
La de Astudillo
La de Gil López
La de Bernaldino Gallego
La de Diego de Caballón
La del bachiller Rodríguez
La de Escobar
La de Diego Díaz
La de Francisco Saenz
La de Hernando de Origüela
Elvira López, madre de Diego González
Leonor de Villaescusa
Ana Gómez, madre de Juan Olivares
La de Martín de Meca
La de Juan de Aguado, madre de Lope de Aguado
La de Juan de Murcia
La de Calderón
La de Palomera
La de Juan de Aguado, junto a Nuestra Señora
La de Pero Barriga
La de Bernaldino de los Herreros
La de Ginés de Haro



Francisco Gómez el viejo de más de 75 años
Juan López de los Secos el viejo, de más de 75 años
Francisco Rosillo el procurador el viejo, de más de 70 años
Diego de Olivares el viejo, de más de 70 años
Diego de Ávalos el viejo de más de 75 años
Martín Sanz de Barchín el viejo, de la misma edad
Ginés de Haro el viejo, de la misma edad


Juan Calvo el pastor, de más de 80 años
Martín López Cestero, de más de 75 años
 Benito López, de más de 75 años
Francisco de Perona, de más de 70 años
Andrés González alcalde de más de 75 años
Francisco García regidor de más de 70 años
Felipe Segovia, de más de 75 años
El licenciado Perona, de más de 75 años
Juan López de Perona, de más de 80 años
Juan de Origüela de más de 75 años
Gonzalo de Caballón, de más de 75 años
Alonso de Valenzuela, de más de 75 años
Diego Simón, de más de 75 años
Juan de Mendoza, de más de 75 años
Francisco Rosillo, de más de 75 años
Antonio Rosillo, de más de 75 años
Diego Díaz, de más de 75 años
Alonso González de Santacruz, de más de 70 años
Hernando del Castillo, de más de 75 años
Francisco Jiménez, de más de 75 años
Pero González de Córdoba, de más de 75 años
Diego del Castillo, de más de 75 años
Hernán Vázquez (de Haro), de más de 70 años
Pero López Santamaría, de más de 75 años
Melchior de Sevilla, de más de 75 años
Amador López, de más de 75 años



ARCHIVO CHANCILLERÍA DE GRANADA. HIDALGUÍAS. Diego de Abengoza. Signatura antigua: 303-356-8

martes, 26 de junio de 2018

Los Zamora, de labradores a hidalgos

La primera demanda por su hidalguía de Diego Zamora ante el concejo de Vara de Rey fue el 16 de noviembre de 1516. Diego Zamora era hijo de Rodrigo Zamora, que desde el lugar de Hontecillas, distante cinco leguas hacia 1485 había venido a Vara de Rey, donde se había desposado con una hija de Gil Sánchez de Jábaga, llamada Elvira. Rodrigo murió hacia 1500, era hijo de Diego Sánchez de Zamora y Leonor Sánchez. Leonor se quedó viuda, marchando con su hijo Rodrigo a vivir a Vara de Rey, allí se había casado con un escudero e hidalgo llamado Hernando Alonso.

Iglesia de Hontecillas
El abuelo, Diego Sánchez de Zamora había vivido en Albaladejo y en Hontecillas, bajo la protección de Lope de Alarcón, señor de Hontecillas y Valverde. Había fallecido  con sesenta años. Su mujer, Leonor Sánchez quedó viuda, morando en el lugar de Valverde, como mujer de hidalgo no pechaba, pero su origen era pechero, como demuestra los impuestos que pagaba su hermana, que vivía en Albaladejo.

Si Diego Sánchez de Zamora había hecho fortuna al servicio del señor de Valverde y Hontecillas, su hijo Rodrigo hizo fortuna como labrador al servicio de Alonso del Castillo, el hijo segundo de Hernando del Castillo, el alcaide de Alarcón. Así nos lo contaba el hidalgo Pedro de Villanueva, que vio venir a Rodrigo de Zamora a Vara de Rey
con un cauallero que se dezía Alonsso del Castillo que vivía en San Clemente y tenía heredades zerca del dicho lugar (de Vala de Rey) y que el dicho Rrodrigo de Zamora tenía cargo de su hazienda e de hazer e criar las heredades del dicho Alonsso del Castillo e que con él le conozió uivir tres o quatro años e que así antes como después auía estado munchos tienpos sin uivienda de ningún cavallero teniendo rrazonable hazienda con que se mantenía labrando y senbrando e que al dicho Diego de Zamora su hijo nunca le auía uisto viuir con ningún cauallero saluo uivir por labranza como el dicho su padre y que nunca supo ni oyó que el dicho Diego de Zamora ni el dicho su padre por la dicha uivienda que avía tenido fuesen libre ni exsentos de los dichos pechos
Los dardos envenenados de Pedro Villanueva también iban contra Elvira Sanchez de Jávega, mujer pechera, a la que sin embargo reconocía el tratamiento como hidalga respetando la naturaleza de su difunto marido Rodrigo. Pero Vara de Rey no ponía tantas objeciones como San Clemente para el reconocimiento de la hidalguía. Vara de Rey era lugar con gran número de hidalgos, con una fuerte conciencia de grupo diferenciado, que se veía en gestos como repartirse el pago de un capellán propio o el hecho de la existencia de un padrón de hidalgos. Cuando vieron como fueron apartados del gobierno municipal de la villa de San Clemente, sus esfuerzos se concentraron en controlar el lugar de Vara de Rey con un gobierno propio. Ya desde comienzos de siglo los hidalgos vareños lucharán por una jurisdicción independiente de la villa madre.

Los Zamora, a pesar de ser labradores, estaban asentados en el padrón de hidalgos de Vara de Rey. La oposición a su hidalguía no la encontraban en ese lugar, donde los regidores o el procurador del común hacían oídos sordos a cuantos protestaban por el favor de la refacción de la sisa de la carne, que gozaban los Zamora. Otra cosa, era la villa de San Clemente, donde difícilmente se podía aceptar la hidalguía de una familia al servicio de los Castillo. Por eso, el fallo de la sentencia de hidalguía se hizo esperar hasta el 19 de marzo de 1535. La ejecutoria es de 24 de octubre de 1541.

Rodrigo y Leonor habían tenido tres hijos: Diego de Zamora, un tal Aguilar y otro de nombre desconocido. Diego se desplazaría a El Cañavate,  a su aldea de Atalaya, donde casaría con María Martínez. Del matrimonio nacería un nuevo hijo: Francisco Zamora, que volvería a San Clemente al casarse con una hija de Alonso García Moreno (hijo del hidalgo Antón García). En 1563 se vio obligado a pleitear por su hidalguía, cuando fue encarcelado por una deuda de algo más de cinco mil maravedíes al herrero Miguel Galves.



Probanza de 1535 en Vara de Rey

Diego de Montoya, hidalgo de 50 años
Alonso de Sepúlveda, hidalgo, 45 años
Pedro de Villanueva, hidalgo, 60 años

Probanza de 1563 en San Clemente

Cristóbal de los Herreros, 53 años
Pedro González de Córdoba, 55 años
Juan García de Manzanares, 35 años
Mateo de Sacedo, 45 años

ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. HIDALGUÍAS. Ejecutoria de hidalguía de Diego Zamora. 24 de octubre de 1541 Signatura antigua: 302-260-11

Un estudio completo sobre los Zamora se puede ver en:
ESPEJO ZAMORA, Antonio: Linaje y apellido Zamora, heráldicay genealogía
http://parroquiasierranevada.blogspot.com/2015/06/linaje-zamora.html

domingo, 24 de junio de 2018

Los Valera, una familia conquense: de escribanos a ganaderos


                                                                           
Signo de escribano

La probanza de testigos de los hermanos Felipe y Diego de Valera se celebraron en las casas de morada del alcalde Diego Gallego. Los testigos estaban llamados de ocho de la mañana a once de la mañana y de una a cinco de la tarde.

El padre de los hermanos Felipe y Diego de Valera, de nombre Diego había llegado a San Clemente a comienzos de siglo, hacia 1515. El abuelo, Felipe Valera, era de Villar de Olalla, jurisdicción de la ciudad de Cuenca, aunque había nacido en Cuenca y solo se había desplazado a vivir a este lugar cuando su padre le había legado a su muerte los heredamientos familiares en este lugar. Casado con Isabel López, tuvo dos hijos: Felipe que permaneció en Villar de Olalla y Diego que marchó a San Clemente. El abuelo Felipe murió en Cuenca, siendo enterrado en un primer momento en la iglesia de San Miguel, pero después sus restos se llevaron a la iglesia de Villar de Olalla. Su hijo Diego casó en San Clemente, donde vivió y murió violentamente, sin que sepamos la causa.

Hernán Vázquez de Haro, el viejo, había conocido al abuelo Felipe de Valera, cuando desde Villar de Olalla se desplazaba a la villa de San Clemente a casa de su hijo Diego
que era hombre grande de buen cuerpo cano que paresçía por su aspecto de más de sesenta años... que vivía e tenía su casa poblada en la cibdad de Cuenca e logar de Villar de Olalla
La hidalguía de los Valera, venía de antaño. La familia todavía conservaba el privilegio otorgado en pergamino y letras de oro, tal como recordaba haber visto la segunda mujer de Diego Valera, Catalina Muñoz. Muerto Diego de Valera, el pergamino se lo llevó consigo a Cuenca su hermano Felipe
que por rrazón de serviçios que hizo un su abuelo que no tiene noticia de su nombre  a los rreyes pasados les dieron privillegio por los dichos seruiçios e le confirmaron al dicho Felipe de Valera abuelo de los que litigan por no pechar e ser libre e esentos e gozar  de las esençiones de los otros hijodalgos gozavan el qual dicho privillegio escrito en pergamyno e con letras de oro que no se acuerda si estava sellado este testigo después de la muerte del dicho Diego de Valera padre de los susodichos que litigan quedó en su poder desta testigo e lo tuvo en su casa dos meses después de muerto el dicho Diego Valera
La naturaleza de personas principales de los Valera nos la da a conocer un vecino de Villar de Olalla, llamado Francisco Rodrigo el viejo. La bisabuela de los litigantes había estado casada en segundas nupcias con Juan Pareja, escudero del "obispo" Pedro Barrientos (posiblemente se refiera al sobrino del obispo Lope Barrientos)
estando este testigo en casa de Juan de Pareja escudero del obispo don Pedro de Barrientos obispo que fue de la dicha çibdad de Cuenca casado con su madre del dicho Felipe de Valera abuelo de los que litigan e madre del dicho Diego de Valera padre de los susodichos e su padrastro e syendo este testigo de ocho años (hacia 1465-1470) e después conosçió estar casado en la dicha çibdad de Cuenca çinquenta años poco más o menos e en el dicho logar de Villar de Olalla con Ysabel López su muger hija de un Pascual (en realidad, Pedro) López vezino del logar de Valdemorillo
Ese Pedro López (o Checano), llamado el rico, de Valdemorillo de la Sierra, otorgó la mano de su hija a Felipe Valera y con ella una cuantiosa dote. El mismo testigo sabía de oídas que el padre natural de Felipe de Valera, procedía del lugar de Ballesteros, de la llamada familia de los Carniceros. En el párrafo anterior se menciona a un Diego de Valera, hermano de Felipe. Se trata, como nos recordará el citado testigo, de Diego de Valera, escribano del ayuntamiento de Cuenca y alcalde del Castillejo, tierra de Huete.
que era persona que valía e mandava mucho en el dicho ayuntamyento por rrazón del dicho ofiçio de escriuano
El auge de la familia Valera está ligado a la figura del escribano Diego, que ganó para la familia cierta exención (el pergamino citado más arriba), pero que según el hidalgo Miguel Ruiz no sabía con certeza si era carta de hidalguía
que syendo el dicho Diego de Valera escrivano del ayuntamyento de la dicha çibdad de Cuenca hermano del dicho Felipe de Valera abuelo de los susodichos (litigantes) criado del doctor de Talavera (Rodrigo Maldonado de Talavera) del Consejo de sus Magestades avía ganado para él y sus hijos çierta esençión que no se acuerda este testigo si era de hidalguía o el ofiçio escrivanía del dicho ayuntamiento e que esta dicha esençión nunca este testigo la vio escrita más de quanto viviendo este testigo con Diego Hurtado de Mendoça marqués de Cañete en el dicho tiempo oyó deçir lo susodicho
El casamiento de Felipe Valera con Isabel López, hija de Pedro López el rico, vino a afianzar el poder de la familia. Cuando llegaron a Villar de Olalla era un lugar donde no había hidalgos. Tal como decía Juan Daza, salvo él mismo, en Villar de Olalla no había hidalgos con los que ayuntarse. De hecho, es de dudar de la entidad como población de Villar de Olalla. A comienzos del quinientos sonaba más el lugar de Abengozar, pero con la crisis de comienzos del siglo, algunos de sus habitantes se mudaron a Villar de Olalla, tal era el caso de Bartolomé Hernández, mozo de soldada de Felipe Valera, que antes había servido en Abengozar a una Juana Chirino, madre de un Salazar. Las posibles conjeturas de este dato son tantas como permite el papel roto, que nos oculta la información.


El padre Diego de Valera había abandonado con veintisiete años el hogar familiar hacia 1515, después de haber vivido con su padre unos cinco años en Cuenca, estableciéndose en San Clemente donde casó con Catalina López de Perona, hija de Martín de Monteagudo y María de Perona. La boda debió ser un gran acontecimiento en la villa de San Clemente, que entonces apenas si empezaba a despuntar como núcleo poblacional de cierta entidad. Hasta la villa llegaron hidalgos y ricos de la ciudad de Cuenca y de sus lugares de Arcas y Villar de Olalla. El matrimonio tuvo por hijos a Felipe, Diego e Isabel. La muerte de Catalina López de Perona, dejó viudo a Diego de Valera, que volvió a casar con Catalina Muñoz, hija de Garci Martínez de Ángel. La temprana muerte de Diego hacia 1529, dejó a sus hijos, con menos de catorce años,  huérfanos en el hogar de los abuelos. El segundo matrimonio con la Muñoza duró siete u ocho meses. Su hija Isabel de Valera casó con un hidalgo, hijo de mercaderes zamoranos, Francisco de la Fuente. Diego de Valera fue enterrado en el convento de San Francisco, donde la familia tenía por entonces capilla propia. La fundación de esa capilla en el convento de Nuestra Señora de Gracia fue legado de Martín Monteagudo.

Diego de Valera había sido invitado por su hermano Alonso a participar en cierta guerra, tal vez la guerra de las Comunidades, con otros hidalgos, aportando armas y caballo. Parece que delegó esta participación en un criado llamado Martín Mañas, que acudió con un caballo castaño. Además Diego tuvo que ir a Cuenca a recoger quizás algún traslado de ejecutoria para obtener albalá para la refacción de la carne en las tiendas y participó, según Antonio Rosillo, en los ayuntamientos para elegir alcalde de la hermandad.

Los dos hermanos, Felipe y Diego nacieron a partir de 1516 o 1517. El menor Diego, fue enviado con apenas cinco años con su abuela Isabel López, hasta que volvió a San Clemente hacia 1535. En realidad, los Valera, a pesar de estar asentados en San Clemente, siempre estuvieron ligados a Villar de Olalla, donde tenían su hacienda. Diego de Valera padre pasaba hasta cuatro y cinco meses con el abuelo Felipe cuidando de la hacienda familiar, tal como confesaba Bartolomé Hernández, pastor de la familia. Al igual que Hernando el Marqués, esquilador de la familia, nos da a conocer en su oficio cual era la base ganadera de la riqueza económica de la familia. Muertos el padre y abuelo, los nietos con veinte años cumplidos volverían a hacerse cargo de los negocios ganaderos en Villar de Olalla, y con veinticinco años recibirían la propiedad de los bienes familiares.
porque en el dicho logar el dicho Felipe Valera tenía mucha hazienda heredamientos e ganados yeguas e bacas e hera hombre muy rrico e hidalgo



Armas de los Valera

Por sus armas verdaderas y naturales un castillo de oro a la mano derecha del escudo en campo negro y en la torre del homenaje de él una bandera blanca o de plata que se descubre por lo alto y a la mano izquierda del escudo cinco roques de oro en campo azul y alrededor del escudo una orla de plata y en ella nueve leones de su color natural, los tres por lo alto y los cuatro por lo bajo y los dos a los lados del escudo en esta forma (Imagen). Porque roque en cierta lengua de la gentilidad quiere decir capitán significando cosa fuerte, fija y constante como lo son las rocas que son peñas fijas, que no se pueden mover sino haciéndolas pedazos; por el castillo de oro o amarillo se entiende la adversa fortuna por el campo negro: la tristeza; por la bandera blanca la alegría que se tenía y le daba su nobleza determinada, antes a morir que recibir afrenta ni mengua; los nueve leones por orla en campo blanco significan los nueve capitanes que este valeroso caballero don Valentín Valeras eligió en nombre de la corona de España y los traía debajo de su gobernación siendo capitán general de ellos, el campo blanco en que están corresponde a la bandera blanca manifestando la claridad y limpieza que tenían en su persona y honra (BNE: Juan de Pineda: Papeles Genealógicos varios. Mss/3281, fol 5vº y 6rº)



Testigos de la villa de San Clemente, de la probanza de 1541

Gonzalo de Pallarés, hombre hijodalgo, 62 años
Antonio Rosillo, hombre hijodalgo, 60 años
Juan de Vicen López
Pedro Rodríguez, pechero
Hernán Vázquez de Haro, el viejo, hombre hijodalgo, 66 años
Pedro Gómez, hidalgo, hombre hijodalgo de la villa de San Clemente
Diego Simón
Catalina Muñoz,  37 años, mujer que fue de Diego Valera y casada en segundas nupcias con el pechero Cristóbal Merchante

Testigos de Villar de Olalla

Francisco Rodrigo el viejo, 80 años
Miguel Ruiz, vecino de Ballesteros, aldea de Cuenca, hombre hijodalgo, 60 años
Bernardino Recuenco, pechero, 70 años
Hernando el Marqués, vecino de Villar de Olalla, natural del Infantazgo
Pedro Martínez, criado de Felipe de Valera, 55 años
Juan Daza, hidalgo de Villar de Olalla, 60 años
Juan Alonso
Bartolomé Hernández, 65 años
Pedro Martínez, vecino de aldea de Palomera, 60 años


ARCHIVO DE LA REAL CHANCILLERÍA DE GRANADA, HIDALGUÍAS, Probanzas de los hermanos Felipe y Diego Valera. 1540-1541. Signatura antigua. 303- 402- 3

jueves, 21 de junio de 2018

El altercado de Francisco Rodríguez, alguacil de la villa de San Clemente

Encabezamiento del proceso sobre heridas del alguacil Francisco Rodríguez
AGS. CRC. 240



A caballo y espada en cincho, el alguacil Francisco Rodríguez realizaba su ronda nocturna en el camino de Villarrobledo, que desde el pinar conducía a la villa de San Clemente. Era el anochecer de un diecinueve de enero de 1562 y venía de hacer la ronda del pinar situado a media legua de la villa. Sin causa que lo explicara se vio asaltado por varios jóvenes, que le arrebataron la espada, lo descabalgaron, hirieron a cuchilladas y molieron a pedradas. Dejado medio muerto en el camino, el alguacil sobreviviría tras larga convalecencia de tres meses. Esta vez los criminales eran los dos hijos de Valentín Saenz de Olmedilla, Alonso Vargas, Pedro Correoso, Juan Barchín , Lope Peinado, Miguel López de la Plaza y Juan Carnicero, pero poco importaba en una villa donde la lucha de bandos era el pan de cada día y el uso de armas estaba permitido (el toque de queda nocturno era poco o nada respetado), cualquier joven envalentonado con un arma blanca, y más si iba en cuadrilla, se veía en condiciones de desafiar a cualquiera, fuese particular o autoridad de la villa. De los hechos, un solo testigo Alonso del Campillo, que había tomado el camino llamado del Atajo o de la Casa de los Llanos para llegar antes al pueblo. El camino del Atajo era un pequeño desvío del camino principal, saliendo del Pinar Nuevo, que atravesaba un paisaje de viñas

Francisco Rodríguez, un servidor público, desconfiaba de la justicia real. Acusando de negligencia y pasividad al gobernador y al alcalde mayor del Marquesado, pidió la intervención de un juez de comisión. El Consejo Real accedería a la petición mandando al licenciado Bonifaz. Hoy nos resulta difícil comprender esta pasividad de las autoridades del Marquesado. Pero el gobernador poco ganaba metiéndose en pleitos que las justicias ordinarias se arrogaban para sí, en virtud de los privilegios de primera instancia, y menos ganas tenía de verse envuelto en las acusaciones que con motivo de los juicios de residencia al acabar su mandato tenían que soportar, donde los agraviados, agricultores acomodados y regidores de las villas, no paraban en meterse en largos procesos, en defensa de sus intereses, para lavar las afrentas sufridas. El gobernador no dejaba de ser un funcionario, para el que los tres años de paso por el Marquesado no era sino el trampolín para acceder a la administración polisinodial, y para ello, mejor presentar un expediente limpio.

A comienzos de 1562, el gobernador del Marquesado era Carlos de Guevara, debía pasar largas temporadas en San Clemente, por entonces una villa renovando su ayuntamiento y el espacio edilicio de su plaza. De su antecesor Francisco de Osorio Cisneros nos queda una inscripción en el intradós de los arcos del ayuntamiento; de Carlos de Guevara, nada.

Ante Carlos de Guevara, el veintisiete de enero de 1562, se presentó Alonso de Zahorejas para pedir justicia por su malherido hijo, el alguacil, Francisco Rodríguez de Zahorejas. Solicitando copia de los autos que el gobernador había llevado a cabo desde la misma noche del día 19, para remitirlos al Consejo Real.

Los sucesos ocurrieron al anochecer del diecinueve de enero de 1562. Aunque las disputas del alguacil Francisco Rodríguez con los hijos de Valentín ya venían del día de antes. Los hijos de Valentín Saenz gustaban de burlarse de la justicia. Así lo hizo el menor Alonso y otros colegas cuando toparon con los alguaciles Luis Caballero, Agustín y Francisco Rodríguez en la ermita de San Sebastián. A la carrera salieron los jóvenes (fama de buen corredor tenía Alonso, el hijo de Valentín Saenz, que perdió su espada) y detrás de ellos los alguaciles, hasta que llegaron a la casa de Gil Díaz, pretendido lugar de celebración de una supuesta boda, aunque por el regocijo bien pudiera ser lugar de citas. El joven Alonso no fue localizado en el prostíbulo, pero sí su hermano Valentín junto a los hijos de Correoso, Vargas, Crespo y Romero, que vieron con gran enojo cómo se interrumpía el baile y regocijo con cuatro mujeres en la casa.  Francisco Rodríguez se tuvo que contentar con las dos espadas de Cristóbal Olivares, otro mozo presente allí, que custodiaba su madre Isabel la serrana. El alguacil mayor y su teniente solo pretendía hacer cumplir la provisión que sobre el uso de armas tenía la villa desde 1551

que la canpana de queda se taña cada noche una ora entera en berano desde las diez hasta las onze y en ynbierno desde las nueve hasta las diez e hasta que se aya tañido la dicha canpana dicha ora no toméis ni consintáis tomar a persona alguna las dichas armas...
 Por la descripción de los hechos ni parece que las campanas avisaran del toque de queda ni que se respetaran la horas marcadas, antes bien los alguaciles tomaban como referencia la caída de la noche para aplicar la ley, que en invierno se adelantaba unas horas antes, mientras que era costumbre de los jóvenes hacer caso omiso de la prohibición.

La ronda de los alguaciles se iniciaba al anochecer, desalojando jóvenes de las calles y mandándolos a dormir a casa. Especialmente, era problemático para los alguaciles el barrio del Arrabal, particularmente, la zona del juego de pelota, donde se encontraba la mancebía de la villa. Aquella noche, a la habitual ronda nocturna se unió el deseo del alcalde de la villa, Antón Montoya, de visitar los dos pinares del pueblo, el Nuevo y el Viejo. Para desgracia de Francisco Rodríguez su caballo estaba cojo, así que tuvo que volver al pueblo y fue ese el momento en que topó con sus agresores. El incidente, contado en palabras del agredido Francisco Rodríguez, parece sacado de cualquier página de sucesos
y este que declara se apartó y se vino por el camino que dizen de la casa de los llanos y llegando media legua de esta villa en el canpo yermo ya que quería anochecer unpoco antes e que vido que venyan delante dél seys honbres e que trayan un par de mulas e que los dos dellos venyan cavalleros en las dichas mulas e que los que venyan a pie entre ellos venya un hijo del dicho Valentín Saynz hermano del que venya en la mula y que avya quitado el espada que tiene dicho y en llegando este que declara a ellos e dicho hijo de Correoso dixo buenas noches dé Dios a todos y este que declara rrespondió asy plega Dios y el hijo de Valentín Saynz a quien este que declara avya quitado el espada le asió del freno del cavallo y este que declara echó mano a la espada y el susodicho le dixo dadme el espada que trae yo por la mya que me quistastes y este que declara dixo que no quería dársela que se quitase de allí e que si no soltava las dichas rriendas que le pasaría con la espada e que todos juntos como venían le dixeron que ellos le pasarían a este que declara asy no les dava la dicha espada e que el hijo de Valentín Saynz le dio una cuchillada en la cabeça e le quitaron después de avelle herido la dicha espada que traya este que declara e que el hijo de Crespo tomó una piedra antes que lo hiriesen e dixo apartaos que lo tengo de matar mira en qué hora nascistes e que después de avelle herido este que declara dixo mira cómo me aveys muerto e que el hijo de Correoso le dixo cobija la cabeça que os hará mal el sereno e que ansí se quedaron atrás e que este que declara se vino un poquito delante e que luego el dicho hijo de Correoso y el dicho hijo de Francisco Rromero se adelantaron y llegaron a este que declara e que le dixeron tome señor un paño para que se apañe e apriete la cabeça e ansí este que declara el dicho paño e se vino linpiando los ojos e la cara que lo tenya lleno de sangre e que ansí se vino este que declara a esta villa a su casa
Francisco Rodríguez, malherido en su casa, fue atendido por el médico de la villa, licenciado Pomares, y los dos cirujanos del pueblo, Juan de Mérida y Juan Redondo. El diagnóstico del médico licenciado Pomares es una muestra de la medicina de la época
y le vido cortado el  cuero y la carne y el pelicráneo y toda la primera tabla del caxco cortada y que vido una telilla que se llama el pelicráneo que estava negra e que es señal de muerte en las heridas en la cabeça y que le dixo el dicho Juan Rredondo cirujano a este testigo que en la primera cura le avía sacado dos pedaços de carnes e una esquirla... hasta ser pasado el seteno día y que tiene entenddo que le an de trapenar la cabesça y descobrille hasta el seso

La noticia del altercado se extendió rápidamente por el Arrabal. Rodrigo González, hijo de Juan González Origüela se hacía eco de la historia contada por un negro, propiedad de Francisco Barrionuevo, y por un tal Peresteban, criado de unas beatas (posiblemente, profesaban en el convento de clarisas). Se decía que los jóvenes, temerosos, se habían refugiado en el convento de los frailes, pues el tal Peresteban los había visto refugiarse allí. La iglesia del convento de los frailes era la más popular de la villa, el amor que profesaban a esta iglesia los sanclementinos, sobre todo las clases populares del Arrabal, oscurecía a la más cercana de Santiago Apóstol. La misa mayor del domingo era una cita obligada. El veinte de enero, día de San Sebastián, el joven Alonso Aguilar había acudido a la misa mayor y a su confesión semanal. El monasterio no era todavía ese lugar cerrado de cien años después. Alonso Aguilar había paseado por le claustro y allí había visto a los retraídos, que desconfiados prefirieron recogerse a las cámaras altas del monasterio  en el cementerio con sombreros calados y capas embozando el rostro. No tardarían de huir del monasterio. El día veintiuno, bajo los arcos del ayuntamiento, el pregonero leía el edicto del alcalde mayor, licenciado Noguerol Sandoval, ordenando el apresamiento de los huidos.

Entre los jóvenes que habían participado en el altercado, destacaba Pedro Correoso y los dos hijos de Valentín Saenz,  Alonso y Valentín. Valentín Saenz tenía tres hijos, además de los dos mencionados, otro también de nombre Juan, casado en Santiago de la Torre. Valentín Saenz, como tantos otros sanclementinos vivía del negocio de las viñas y poseía dos mulas. Sus hijos, el día del incidente, estuvieron arando y plantando sarmientos en una viña situada junto a la casa de Esteban Ángel, cerca del Pinar Nuevo. Valentín era viudo, su mujer había aportado al matrimonio algunas viñas, en la partición de bienes a su muerte, la mitad pasaron a sus hijos y la otra mitad las tenía él en usufructo. Juan Correoso, el padre de Pedro, otro de los implicados en el incidente, tal vez compaginara el cultivo de viñas con su oficio de carpintero. En su casa, junto a su mujer e hijo, comían varios peones.

Valentín Saenz se definía a sí mismo como un hombre viejo, honrado y labrador. Vivía de sus tierras de cereal, de sus viñas y de su trabajo, por lo que, cuando fue encarcelado para pagar las culpas de sus hijos, pidió pagar la fianza para cuidar su hacienda. La fianza la pagó un familar suyo, Juan Saenz de Olmedilla. Lugar del que es posible procedieran ambos. Era un rico hacendado, poseía quinientos almudes de tierras trigales y cebadales en el lugar llamado de Pozoseco, cinco aranzadas de majuelo viejo y otro por determinar de más reciente plantación, un par de mulas, nueve tinajas, de las que tres llenas de vino; en sus cámaras tenía veinte fanegas de trigo y cebada. Su casa mostraba signos de cierta comodidad, con dos camas y su correspondiente ajuar de sabanas, almohadas y colchones y cuatro arcas de madera para guardar el mencionado ajuar. Las telas demostraban cierta riqueza: un brial de velarte con dos fajas de terciopelo, un manto de velarte con ribete de terciopelo negro, sábanas de lino y cáñamo y diversas ropas; los utensilios de cocina eran diversos y numerosos. Los hijos disponían de varias capas. En suma, Valentín Saenz era el ejemplo de labrador rico.

El resto de inculpados pertenecían a hogares familiares humildes, pero con hacienda propia. En el hogar de Francisco Romero, padre de Juan Carnicero, vivían con su segunda mujer tres hijos. El mayor, Miguel López de la Plaza, hijo de la primera mujer, participante en las heridas al alguacil, no pisaba el hogar familiar desde hacía quince días. La noche de antes del incidente había cenado y dormido en casa de los Correoso. Es de suponer que este joven de veinticinco años, sin oficio ni beneficio, se empleaba a jornal al mejor postor. Su padre, dedicado al pastoreo de cabras, lo había echado de casa, incapaz de sacar partido de él. Miguel López de la Plaza había heredado de su madre difunta ciertas viñas, y un arca tan vacía como las dos tinajas de cincuenta y cuarenta arrobas legadas. Mal integrado en el hogar familiar de su madrastra, deambulaba por el pueblo sin rumbo fijo. Su padre,Francisco Romero poseía doscientas cabras, un par de pollinos, un carretón herrado y tres aranzadas de viña en Marcelén.

El hogar de Miguel Crespo, padre de Lope Peinado, estaba formado por el mismo y dos hijos de quince y diecinueve años. Era viudo. El patrimonio familiar se componía de la casa donde vivían y dos majuelos de tres aranzadas cada uno, una tinaja de vino, dos puercos y la casa familiar, junto al juego de bolos. Por vestidos tenían los que llevaban puestos. En resumen, todos las familias de los inculpados eran hacendados con más o menos propiedades.

Los hermanos Valentín y Alonso eran viejos conocidos de la justicia, con fama de buscar conflictos. En junio de 1559, siendo alcalde Diego Sánchez de Origüela, el hijo mayor Juan fue herido en la cabeza y el brazo por su hermano Alonso Valero, tras una disputa por unos pollinos, en la que Juan se puso de parte de su padre. Dos meses después, Alonso tuvo un encontronazo con el alguacil Francisco Rodríguez, cuando intentaba detener a aquél por resistirse a ser encarcelado al estar acusado de la agresión a su hermano,y ver como el acusado se refugiaba en la ermita de San Sebastián, con la ayuda de un hijo de Juan García Azofrín y otro hijo de Gonzalo Escala. La escena que tuvo lugar ante la puerta de la casa de Antón Martínez Meca y su mujer Ana de Tébar, fue vista por una quincena de testigos, que negaron su auxilio al alguacil cuando pedía  favor al rey y a la justicia. El caso es que el hijo de Juan García Azofrín, de nombre Luis, fue desterrado dos meses de la villa, mientras que Alonso huyó y su caso se fue olvidando.

Es en ese contexto en el que tienen lugar los sucesos de 1562, en los que Francisco Rodríguez es herido en el camino del Pinar Nuevo. La familia de Valentín Saenz, a pesar de sus desavenencias cerró filas. El padre hizo una defensa cerrada de la pretendida honradez de una familia pobre de labradores frente a aquellos que usaban de la justicia para beneficiarse. Y por sus antecedentes, el alguacil Francisco Rodríguez no eran un ejemplo de probidad, tal como acusaba Valentín Saenz, que además de presentar al alguacil como un vividor, nos mostraba a la justicia como parcial y corrupta, iniciando procesos con un fin lucrativo
que el dicho Alonso y consortes de quien se funda dicha querella son pobres hijos familias y hijos de honbres pobres que ganan de comer de su trabajo y no auer a de donde pagarse las costas de un juez si no fuese calumniando a los que no tienen culpa como los tales jueces lo suelen hacer para cobrar sus salarios los dichos querellados entendidas sus defensas están sin culpa porque el dicho Francisco Rrodríguez es un moço leuantado y que tiene por costunbre tiniendo la uara de teniente de alguacil de juntarse con moços amigos suyos y andar dando golpes a las puertas de las doncellas cantándoles coplas en gran difamia de sus honrras y por a ello a seydo preso
La sociedad en la que vivía Valentín Saenz, y así él mismo lo manifestaba, era una sociedad de labradores, en la que cada hombre ganaba su honra y su fama ante sus vecinos, y al igual que ellos, con su trabajo. Estos labradores, con mayor o menor hacienda, despreciaban  a aquellos que desempeñaban oficios públicos como gente pobre (y aquí la palabra pobre es sinónima de ruin), que se ganaban la vida con lo que era el principal cometido de los alguaciles de la villa de San Clemente: guardar las viñas de los ganados. Aquellos que estaban privados de la propiedad cuidaban de esos otros que la poseían en mayor o menor medida. En torno a Valentín Sáez hicieron causa común otros labradores de la villa de San Clemente, defendiendo su honra frente a aquellos hombres viles y de baja suerte, desprovistos de toda hacienda y del más mínimo decoro en su comportamiento. Eran Juan Jiménez, hijo de Hernán Jiménez, Ginés de Llanos, Pedro de Vala de Rey, hijo de Pedro, Miguel García, hijo de Gregorio de Moya. Naturales de la villa que acompañaban con orgullo a su nombre el de sus padres, como vecinos asentados en el pueblo y con fortuna y hacienda ganada con su trabajo, pero los hijos ya no eran como los padres ni el celo con que cuidaban las viñas, base paterna de la riqueza, tampoco. Incapaces de culpar a los dueños de ganados, los principales de la villa, del destrozo de sus viñas, se contentaban con difamar a los alguaciles que incumplían sus obligaciones y servían los intereses de aquéllos. Gines Llanos recordaba cómo el anterior gobernador Francisco de Osorio Cisneros había encarcelado al rufián de Francisco Rodríguez que había puesto en entredicho la honra de las doncellas y mujeres casadas del pueblo.

AGS, CRC, Leg.240, Expediente sobre heridas a Francisco Rodríguez de Zahorejas, teniente de alguacil de la villa de San Clemente, año 1662