El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

domingo, 10 de mayo de 2020

El converso Pedro de Moya


Los inquisidores de Cuenca decretaron el ocho de octubre la prisión de Pedro de Moya, vecino, por entonces, de Villanueva de la Jara. Los Moya eran varios hermanos: Isabel, Catalina, Luis, Diego, Gonzalo, Juana y Pedro. Sus padres eran Juan de Moya e Isabel, la familia estaba establecida en Iniesta. Pedro era tejedor, su padre Juan tenía el oficio de carpintero. Una minoría que de lugares diversos había recalado en Castillo de Garcimuñoz, donde desempeñaban oficios manuales y que tras las persecuciones inquisitoriales de 1489 en adelante se había dispersado por la comarca, si bien en Iniesta tenían una existencia anterior. Jaime Zaragozano era carpintero, converso él mismo, había casado con Isabel Sánchez, otra conversa de Ocaña, hija de Isabel Sánchez y Alvar Sánchez. Los matrimonios eran endógamos, dentro del círculo converso. Una hija de Jaime Zaragozano se llamaba María Sevilla, tomando el apellido del marido Diego Sevilla, judío, asimismo.

Pedro de Moya fue objeto de la delación de sus vecinos, pues en Villanueva de la Jara pasaba por un hombre piadoso, que acogía en su casa a los frailes que allí acudían a pedir a la vez que actuaba de hospital de menesterosos y enfermos. A Pedro de Moya se le acusaba de practicar el ayuno mayor, para finales de septiembre. La práctica, aparte de atenerse a la ley mosaica, era negación del sacramento de la confesión:

Seyendo este confesante de fasta quatorze años uno más o otro menos, su madre deste confesante, que se decía Ysabel Sánchez de Moya le mandó una vez que ayunase no comiendo en todo el día hasta la noche, lo qual le decía que hiziese porque Dios padre se sentaba aquel día a juizio e perdonaba a todos

El día del ayuno mayor un candil permanecía encendido toda la noche, al igual que en las noches de los viernes a los sábados. La fiesta del sabath era respetada en toda la familia que holgaba. Los Moya comenzaron a ocultar sus prácticas mosaicas en cuanto llegaron los primeros autos de fe de la Inquisición en Sevilla, donde se quemaban los primeros herejes, alertados por los conversos que llegaban a la fortaleza de Alarcón desde Sevilla y Ciudad Real. Gonzalo y Luis procuraron contraer matrimonio con cristianas viejas. No obstante, en Iniesta había un círculo converso muy importante, en el que las mujeres mantenían las prácticas mosaicas. Conocemos el nombre de estas mujeres: la mujer de Alonso Hernández de Alarcón, Blanca Hernández; Isabel, mujer de Juan de Moya; Violante, la mujer de Antón Sánchez de Santorcaz, todas ellas difuntas en 1519. Pero también otras como María, mujer de Lope de Alarcón; Leonor, la de Perálvarez de Ciudad Rodrigo; Isabel, mujer de Pedro Navarrete, y la mujer de Juan López, platero, la conocida por la Platera vieja. A estas mujeres se sumaba una nueva generación: Isabel de Moya, hija de Juan e Isabel, casada con Juan López del Castillo; María Sánchez, casada con Alonso Herrero, e hija de Blanca Sánchez, de los Fandarines de Priego.

Por la confesión de Pedro Moya, sabemos de la nutrida comunidad judía en Iniesta a fines del siglo XV, si es que no nos encontramos incluso ante proselitismo entre cristianos viejos. Recordaba como la ceremonia del ayuno del Yon Kippur se juntaban en casa de su madre varias mujeres, cuyos maridos ejercían oficios artesanos diversos: Blanca Ruiz, la mujer de Garci Ruiz, el zapatero; Elvira Sánchez, mujer de Hernando de Molina, el tendero; Blanca, mujer de Hernando Ruiz, recuero; la de Lope Martínez zaragozano; Mencía de Moya, mujer de Diego López de Moya, zapatero; la de Lope Martínez, sastre. En otras ocasiones, el ayuno se hacía en casa de Juan de Santorcaz, un zapatero, bajo la dirección de su mujer Leonor, hija de Hernán García de Villarreal, con la presencia de su hijo Antón Sánchez de Santorcaz, que seguiría la tradición con su mujer Violante, y con presencia de Alonso Díaz y su hijo Hernando de Iniesta. El organizador de las reuniones era el citado Lope Martínez Zaragozano. La tradición familiar fue mantenida por Isabel de Moya, que al igual que su madre andaba descalza el día del ayuno mayor y encendiendo el candil; Isabel estaba casada con el citado Juan López del Castillo, al que algún vecino veía dándose cabezazos contra las piedras, cual, si fueran muros de lamentaciones, en los tiempos muertos que le quedaban en sus quehaceres de regatón, vendiendo carneros o cualquier otra cosa que se prestase.

Esta minoría conversa fue víctima de la guerra del Marquesado, Pedro de Moya recordaba haber salido de Iniesta con sus padres, destino a Alarcón, con motivo de las disputas entre sebosos y almagrados. El rencor antisemita obligaría después a la familia a emigrar a Villanueva de la Jara, donde los odios antisemitas pronto despertarían de nuevo.

La solidaridad religiosa iba acompañada de los lazos de sangre. De la declaración de Pedro de Moya se ve hasta que grado la endogamia del grupo era cerrada y cómo sería causa de la caída de todo el complejo converso en manos de la Inquisición:

E luego el dicho Pedro de Moya dixo que se acuerda que estando en la villa de Yniesta, seyendo este declarante de hedad de diez u siete años o diez e ocho años, seyendo moço por casar teniendo mucha amistad con Antón de Santorcaz susodicho que hera su primo hermano yva muchas veces en casa de Juan de Santorcaz, padre del dicho su primo, tío y hermano de su madre de este confesante e que lo más al año dormía este confesante en la dicha casa e fazían su ofiçio de çapateros en casa del dicho Juan de Santorcaz, en el qual tiempo vio este testigo como se juntaban en casa del dicho Juan de Santorcaz la madre de este declarante e su padre susodichos e Lope Martínez e Juan de Santorcaz e su muger Leonor e sus hijos Antón de Santorcaz, que hera de los días de este testigo, defunto, e Ysabel, hija del dicho Juan de Santorcaz, e mujer que agora es de Martín Sánchez carpintero, e que podría ser de edad de treze o quatorze años, e Fernán Garçia, hijos del dicho Juan de Santorcaz, el qual Fernán Garçía sería de edad de diez o honze años e Leonor muger de Pedro Blasco el viejo, que fue antes mujer de Almarco, hermana del dicho Juan de Santorcaz e que la muger del dicho Juan de Santorcaz, no tenía allí parientes ningunos e que estaba allí Alonso Diaz, veçino de la casa del dicho Juan de Santorcaz, los quales todos se juntaban en la dicha casa de Juan de Santorcaz e antes que cayese el ayuno de los dichos judíos, el dicho Juan de Santorcaz y el dicho Lope Martínez, el qual hera el negoçiante, el qual hera hermano de la agüela de este confesante e que también venía allí Jaime Zaragozano e Ysabel su mujer e Juana su hija, mujer de Alonso de Estudillo tendero, vezino de Yniesta e después de Cuenca y María de Sevilla, muger de Diego de Sevilla, vezina de Yniesta e que después se vino a vivir a Cuenca, viuda e aquí murió la qual hera mayor que de las hijas del dicho Jaime Zaragozano e que la Juana que hera la menor que ya estaba casada e que venía allí asimismo María, muger de Lope de Alarcón, veçina de Yniesta sobrina de la de Jaime Zaragozano e que venía asimismo allí Leonor, muger de Perálvarez de Çibdad Rodrigo y que asimismo venía allí Ysabel, muger de Pedro Navarrete, vecinos de Yniesta, y que a todos los dichos Juan de Santorcaz e el dicho Lope Martínez les dezían a todos como tal día hera el ayuno mayor e que lo ayunase que hera muy bueno





Una primera persecución contra los judeos conversos de Iniesta, estudiada por MORATALLA, se inició en 1489; entonces fueron encausadas Mayor García, mujer del sastre Alfonso de Huete e hija de Fernán García de Villarreal, Leonor García, mujer de Juan de Santorcaz, e Isabel Sánchez, mujer de Jaime Zaragozano. Es esta figura la que enlaza a la minoría conversa de Iniesta con el bando de los sebosos de Iniesta, pues fue muerto en los sucesos de otoño de 1477 junto a Pedro de Ocaña[1]. Unos sucesos que, según confesión de Isabel Sánchez, implicaron a más de cien hombres y que creemos que se reproducen en menor escala en los sucesos citados por Moratalla en 1485, presentados como una subversión social, donde vemos implicados varios conversos como Juan de Moya, Alonso de Villarreal o Lope el platero, pero también otros apellidos iniestenses de abolengo que demuestran una marginación de ciertos estratos sociales del gobierno de Iniesta[2]. La comunidad conversa, a pesar de las primeras persecuciones, siguió firme, aunque empezó a salir de su aislamiento con las alianzas matrimoniales con cristianos viejos de otras localidades, como Enguídanos, estableciendo una solidaridad familiar fundada en el oficio más que en la sangre. Es esta nueva forma de proceder la que lleva a Moratalla a pensar en el abandono de ciertos ritos judaicos e integración religiosa. La realidad era que el conflicto religioso se mutaba en social.

En realidad, la transformación que se produce en estas tierras. Existía una minoría conversa muy estructurada en Castillo de Garcimuñoz y Belmonte, bajo la protección del marqués de Villena. En 1478, con el establecimiento de la Inquisición, llegan nuevos judíos conversos, huyendo de Sevilla y Ciudad Real (entonces llamada Villarreal), que son acogidos por las comunidades locales existentes. Hay una primera persecución contra estas comunidades a partir de 1489, que supone una pequeña diáspora de estos grupos, huyendo de Castillo de Garcimuñoz, cuya "aljama" conversa se rompe. La solidaridad judeoconversa se extiende desde San Clemente a Hellín, Alcaraz o Iniesta donde son acogidos muchos de los perseguidos. Apellidos como los Moya, en el oficio de plateros, o Astudillo, aparecen enlazados con los Valdolivas y Peñafieles de Castillo de Garcimuñoz[3]. Pero también se acoge a huidos de la expulsión de judíos de 1492, que ahora se hacen pasar por cristianos, y que esconden a grandes familias judías como los abrabaneles. El cambio de siglo, estas familias consiguen medrar de nuevo, desempeñando oficios de menestrales (zapateros, carpinteros, tejedores, ...), constituyendo el embrión de una pequeña burguesía artesanal muy productiva. Su fe empieza a confundirse con la de los reformadores de la Iglesia, que en estas tierras son los franciscanos de la orden terciaria y su recuperación del viejo ideal de pobreza, así como con ciertos movimientos místicos, tales las beatas o alumbrados. Este grupo comienza a intervenir en los gobiernos municipales, con los diputados del común, en la segunda década del siglo XVI; es entonces, cuando se despiertan las envidias y rencores, que ya no son aquellos de los procesos de los años ochenta, basados en las diferencias de bandos entre sebosos y almagrados. Ahora las disputas tienen un marcado carácter social, entre capas productivas y esas otras que hacen de la renta su bienestar. El resultado es el movimiento comunero.

Un atemorizado Pedro Moya se acusó de nuevos cargos: profanación de la Hostia, rezo de oraciones judías, separación de la carne de los animales de las liendrecillas, antes de cocinar, e implicación en las prácticas judaicas. El fiscal pedía para él el relajamiento al brazo secular y la confiscación de bienes, así como la inhabilitación de todos sus descendientes. Pedro de Moya, el 31 de octubre de 1519, se hincó de rodillas ante los inquisidores, puestas las manos devotamente e pidiendo misericordia a Dios e penitençia a sus rreverencias.  La sentencia inquisitorial dada en el Castillo de Cuenca a seis de noviembre de 1519 le condenaba a dos años de penitencia llevando el sambenito o hábito con la cruz roja de San Andrés, a la inhabilitación para una serie de oficios: procurador, arrendador, boticario, especiero, físico, cirujano, sangrador, corredor, alcalde, corregidor, abogado, alguacil, relator, oidor o escribano, ni pueda traer oro ni plata ni corales ni perlas ni otras piedras preciosas ni vista seda ni grana ni chamelote y no ande a caballo ni traiga armas ni use de las otras cosas que están prohibidas a los reconciliados. La condena fue acompañada de la abjuración pública de Leví, en presencia de los canónigos de la catedral de Cuenca el doctor Muñoz, el licenciado Carrascosa y Juan del Pozo, junto a gran público que se concentró para la ocasión.

Pedro de Moya en pleno movimiento de las Comunidades pidió rebajar su pena. En enero de 1521, alegaba que se había llegado a un acuerdo entre letrados para aminorar su pena seis meses a cambio de una iguala o prestación en dinero. Era una muestra que estaba incumpliendo su pena desde hacía tiempo y que había sido denunciado de nuevo en el contexto del movimiento comunero.


ANEXO: GENEALOGÍA DE PEDRO DE MOYA, vecino de Villanueva de la Jara (edad de 58 a 60 años en 1519, nacido en 1459-1461)

PADRES

Juan de Moya e Isabel

MUJER

María Sánchez, hija de Alonso Herrero, vecino de Alarcón, y Blanca Sánchez de los Fandarines de Priego

HERMANOS

Catalina, mujer de Juan Delgado, vecino de Valencia

Isabel de Moya, presa de la Inquisición

Luis de Moya, vecino de Iniesta

Diego de Moya, vecino de Villar de Humo

Juana de Moya, vecina de Iniesta, mujer de Jaime Carrión, carpintero

HIJOS DE PEDRO DE MOYA

Juan de Moya, casado en Villanueva de la Jara

Juana de Moya, moza de edad de 30 años

Pedro de Moya, 25 años

Diego de Moya, de edad 23 años

Mari Sánchez de Moya, de edad 16 años

Cristóbal de Santiago, de edad 11 años

Francisca de Moya, de edad 7 años

TIOS POR PARTE DE SU MADRE

Juan de Santorcaz vecino de Iniesta

Leonor, mujer de Pedro Blasco el viejo, vecino de Iniesta




ARCHIVO DIOCESANO DE CUENCA, INQUISICIÓN, 73-1074


[1] GARCÍA MORATALLA, Pedro Joaquín: Iniesta en el siglo XV. Estudios iniestenses nº 10, Centro de Estudios de la Manchuela, 1999, pp. 299-315
[2] Ibídem, pp. 292 y ss.
[3] MORENO KOCH, Yolanda: La comunidad judaizante de Castillo de Garcimuñoz, 1489-1492, Sefard.

sábado, 2 de mayo de 2020

La guerra del Marquesado vista por Juan León


Juan Pardo se había presentado como rehén en Alarcón para que el alcaide Hernando de Alarcón soltará a su padre, Bartolomé Sánchez de Paracuellos, preso en la fortaleza. La casa del converso Juan León fue su cárcel; allí veía a este hombre y su mujer ayunar durante el día hasta llegar las estrellas de la noche. Sea cierta o interesada su narración, Juan Pardo sabía que el recuerdo era acusación de judaísmo. En 1492, de nuevo recordaría a dos hermanos judíos, seguramente recaudadores de impuestos o mercaderes, que posaban en casa de su padre y seguían la misma práctica y en las mismas fechas, para San Miguel de septiembre, en clara alusión a la fiesta del Yom Kippur. García Mondéjar acusaba a Juan León de comulgar en el día de Santa María Egipciaca, vigilia de la Pascua florida de la Resurrección sin haber confesado previamente. Ambas acusaciones estaban ligadas, en tanto la Inquisición acusaría a Juan León de hacer perdonar sus pecados con el ayuno, negando el sacramento de la confesión.

La iglesia de Santa María de Villanueva de la Jara era de menor tamaño que la actual, los cincuenta o sesenta comulgantes de la misa del sábado antes de la Pascua de Resurrección se hacían interminables al teniente de cura Bartolomé Martínez, pero sí que controlaba en unas tablillas el sacristán a los parroquianos entre aquellos confesados y esos otros sin confesar. Entre los pendientes del sacramento estaba Juan León. Este viejo criado del marqués era odiado en todo el pueblo; él lo sabía, pero con suficiencia respondía a sus enemigos que “el que no es negado a Dios no sea negado a las gentes, que no estoy confesado porque quiero mal a todo el pueblo”, aunque a decir de Alonso de la Osa las palabras exactamente proferidas, antes de abandonar la iglesia, habían sido “que lo que no es negado a Dios no ha de ser al mundo”.

Los acusadores eran declarados enemigos del marqués de Villena y su alcaide Hernando del Castillo; por el contrario, Juan de León se había significado por sus servicios al marqués. Ahora, en 1492, una década después de finalizada la guerra, Juan León intentaba abrirse camino en Villanueva de la Jara como procurador de causas, donde había tomado vecindad, aunque celoso de su persona la había mudado a la cercana villa de El Peral. Hombre culto y conocedor de la doctrina, Juan León no tuvo problemas en rezar el Padrenuestro, el Credo, el Salve Regina y el Ave María ante los inquisidores y parte del cabildo catedralicio, con varios canónigos presentes (Alfonso Rodríguez Castillo, provisor de Cuenca, Gonzalo Barrientos, tesorero, y varios canónigos, Ferrán Pérez de Párraga, Gil Martínez, Martín Fernández del Peso y Bernardino Martínez, así como Ruy Gómez de Anaya, abad de Santiago, y Juan de Hervías, abad de la Fe).

Más que su prueba de fe, Juan León destacó por su habilidad como letrado. Conocedor de los procesos inquisitoriales, fundados en el anonimato de los acusadores y denuncias genéricas que llevaban al reo a inculparse; Juan León alegó indefensión ante el Sant Oficio, pues las denuncias eran imprecisas en tiempo y en lugar. Se presentaba como hombre pobre que había gastado su caudal en la compra de bulas e indulgencias para la salvación de su alma, la de su mujer y la de sus antepasados, sabedor de las consecuencias negativas de la indagación de su genealogía. Obviando su pasado de recaudador, se presentaba como labrador que vivía de sus tierras; poca hacienda, de la que la Corona poco podía obtener de una confiscación de bienes. El oficio de labrador era seña de identidad de cristiano, en tanto que renegaba de otros oficios de engaños, como el de procurador de causas ejercido por el acusado. Al fin y al cabo, él había gastado su caudal contribuyendo a la guerra de los moros de Granada, ahora recién acabada. De las acusaciones de herejía y apostasía ni una sola palabra en su defensa, sabedor que entrar en ese terreno podía ser el inicio de nuevas acusaciones. Muestra de su fe y creencias era el buen recitado de las oraciones ante el cabildo catedralicio. Juan León haciendo tabla rasa del pasado había procurado que sus ganancias se invirtieran en tierras para que sus hijos ejercieran el honrado oficio de labrador arando las tierras de pan llevar; antes, eso sí, les había enseñado a leer y escribir en la iglesia. Sin embargo, para sus enemigos sus ganancias pasadas tenían oscuro origen, ligando con obcecación su oficio de procurador de causas a las irregularidades en el cobro de alcabalas.

El proceso, de religioso, lo intentó mutar Juan León en político. Pronto salieron a relucir las viejas diferencias políticas de la vieja guerra del Marquesado. Un modelo de defensa que tomará seis años después en su proceso inquisitorial el alcaide de Alarcón Hernando del Castillo. Juan León se confesó como un criado del marqués de Villena que daba salida en los mercados del Reino de Valencia a la grana, recogida en las tierras al sur de Villanueva de la Jara y usada para el tinte. Producto que era un motivo más de las diferencias entre el marqués y los lugareños. La irrupción de mosén Miguel de Zarzuela y sus lacayos en la primera fase de la guerra provocó la huida de los hombres próximos al de Villena en Iniesta, la Jara, El Peral, Motilla o Barchín. Juan León fue uno más de los que huyó a la fortaleza de Alarcón, convertida, bajo la protección de Hernando del Castillo, tanto en fuerte militar como en un “campo de refugiados” de la época, con hacinamiento de los huidos, que convivían con los rehenes prisioneros para chantajear a unos familiares dispuestos a tomar las armas a favor de la Corona. Juan León con su mujer e hijos menores fue acogidos, apenas si tenía para comer y vivía de la beneficencia del alcaide de Alarcón. Era difícil saber si Juan León no comía hasta caídas las estrellas por profesión de fe judaica (puerilmente reconocía que había adivinado que su ayuno mayor coincidía con ciertos judíos de paso en la fortaleza de Alarcón) o simplemente por la necesidad de reservar los alimentos a sus hijos, comiendo de las sobras ya llegada la noche. Entretanto la hacienda de Juan León quedaba arruinada en Villanueva de la Jara y los rencores acrecentados por la muerte. Todos los denunciantes de Juan León en el proceso inquisitorial han perdido algún familiar en la guerra del Marquesado como ha estudiado García Moratalla[1]: García de Mondéjar, vio asesinar a su tío del mismo nombre a manos de Diego del Castillo, que junto a su padre Juan eran los mayores enemigos del alcaide de Alarcón en la Jara. Benito de la Osa había sido ahorcado, era tío de uno de los acusadores el clérigo Bartolomé Martínez y quizás padre de Alonso de la Osa. La malicia en las declaraciones de estas dos personas es evidente: el primero ve Juan León comulgar, el segundo apostilla el no haber confesado. Diego Gil había visto asesinar a su mujer por el alcaide de Alarcón, sumando a sus odios cómo los hijos labradores de Juan León le arrebataban unas tierras que tenía por suyas. Conflicto este último que era de más calado, pues la disputa era por la apropiación de las tierras llecas del suelo de Alarcón. No obstante, consideramos que el verdadero promotor del pleito contra Juan León, y junto a García de Mondéjar, es Juan Pardo, personaje que copa los cargos concejiles de Villanueva de la Jara y la causa que le mueve es las rencillas de los diferentes conflictos en que interviene Juan León como procurador de causas en un momento que la sociedad jareña está muy endeudada y se suceden los contenciosos con los conversos por la recaudación de rentas y el impago de deudas con unas minorías judías y conversas que actúan como prestamistas.

Juan León era un hombre prisionero de las vicisitudes de su tiempo y es un testigo excepcional de un periodo cuya historia se resume en su propia vida. Aunque no nos lo dice, debía estar emparentado con esta familia de Belmonte. Hacia 1468 había llegado a la villa de Alarcón, donde estableció vecindad, quizás fuera una víctima más desarraigada, por la peste que azotó a Castilla esos años, o quizás su presencia en Alarcón sea deudora de su fidelidad a Hernando del Castillo, pues en 1472 Juan León abandona la fortaleza de Alarcón para irse a vivir a Villanueva de la Jara, coincidiendo con el hecho de que le “quitaran” a Hernando del Castillo la tenencia de dicha fortaleza en favor de Alonso Muñoz, vecino de Belmonte, aunque creemos, por pleitos posteriores, que los intereses de Hernando, al servicio del marqués, rondan en torno a Iniesta y Requena en esta época. Un momento en que la Jara, simple arrabal y granja de Alarcón, entra en el área de influencia de estas dos villas mayores, aprovechando los circuitos comerciales hacia el Reino de Valencia y ofreciendo sus productos: más ganado y grana que trigo. Juan León será uno de los que aproveche la coyuntura para hacerse con una hacienda sustanciosa en Villanueva de la Jara. Allí vivió seis cuatro años, hasta que comenzó la guerra del Marquesado. Juan León recordaba la llegada de mosén Zarzuela y sus lacayos a Villanueva de la Jara. Si de Iniesta tenemos la idea de un alzamiento generalizado contra el marqués, la liberación de Villanueva de la Jara, El Peral, Motilla o Barchín fue, por las palabras de Juan León, mucho más accidental. El objetivo de mosén Miguel Zarzuela era la torre de Piqueras, liberando a su paso a los citados lugares

Que beuí en el dicho lugar de Villanueva de la Xara fasta que se començaron las guerras del marquesado de Villena, quando vinieron los lacayos a tomar la torre de Piqueras e asymismo quando vino mosén Miguel Çarçuela con los lacayos e otra gente e tomó la villa de Yniesta e a Villanueva de la Xara e al Peral e a la Motilla e a Barchín que eran entonçes granxas e arrabales e aldeas de la dicha villa de Alarcón e fiso el dicho mosén Miguel que fuesen con todos los vecinos de los dichos logares a la dicha villa de Iniesta

Villanueva de la Jara, El Peral, Motilla y Barchín (quizás también para no recuperarse ya) quedaron vacíos por la marcha de sus vecinos a Iniesta, donde se concentraban las tropas de los vizcondes de Chelva y Biota. Con los vecinos fueron sus haciendas y ganados; Juan León se alojó en la casa de un iniestense principal Clemén Sánchez y con él todo el trigo, cebada, centeno y lana de su rica hacienda que fueron a parar a la casa que el iniestense tenía junto a la iglesia. Juan León volvería, pero para ver consumida la hacienda que le quedaba, ni siquiera conservó su casa en la Jara, que acabaría en propiedad de un almagrado o partidario de la Corona, Juan Gómez el sastre. Otros vecinos jareños como Diego Alarcón, Alonso Simarro el viejo o Fernando de Chinchilla daban fe de este exilio forzado en Iniesta.

Las desgracias de Juan León se sumaron. Como hemos referido, viniendo de Valencia a Alarcón con los dineros de la grana vendida en el Reino de Valencia fue robado por los lacayos de mosén Zarzuela que toparon con él cuando iban camino de Piqueras. Ahora, vuelto de Iniesta a Villanueva de la Jara ocupó temporalmente su casa, pero para ver como el resto de su hacienda era esquilmada por sus enemigos. Describía su estado de ánimo en su vuelta a Villanueva de la Jara, como el de una persona “doliente de tristeza e caymiento e desmayamiento de coraçón”, que gastaba y consumía su hacienda sin producir nada y sin apenas alimento que dar a sus cinco hijos pequeños, que no se sabían dar agua el uno al otro, las penurias fueron mitigadas por la ayuda de una moza llamada Magdalena. En Villanueva de la Jara, Juan León quedó hasta que el lugar se declaró villa: una muestra de que los vencedores no eran tales ni los perdedores tampoco, pues convivían como siempre lo habían hecho. A pesar de que en el mes de julio de 1476 Villanueva consigue el título de villa la convivencia de enemigos que eran paisanos continua; solamente se truncará cuando unos almagrados procedentes de Iniesta entran en la villa para hacerse con su control efectivo; es entonces cuando la guerra comienza de verdad en Villanueva de la Jara con su corolario de venganzas y muertes.

La presencia de almagrados en Villanueva de la Jara, partidarios de la Corona, aunque la existencia de este bando es anterior a las fidelidades bélicas, fue funesta para la nueva villa. Los iniestenses retraídos en Villanueva de la Jara actuaron como reclamo para la intervención de los partidarios del marqués de Villena. La declaración de villazgo de 1476 había creado unos equilibrios sobre el papel que no se correspondían a la realidad sobre terreno, pues la primera fase de la guerra en las nuevas villas del Valdemembra fue importada desde el Reino de Valencia, aunque hay que reconocer que desató las diferencias y enemistades latentes en el interior de las comunidades. Es de imaginar que, a la vista de la concordia de once de septiembre de 1476 entre la Corona y el marqués de Villena, hubiera apremio a que las situaciones de derecho creadas con los títulos devinieran en realidades de hecho, pero de las palabras de Juan León se desprende que hubo una situación de convivencia en las nuevas villas al este del Júcar, solo rota en el otoño de 1477 por los debates e qusitiones nuevamente acaesçidos en Chinchilla e Iniesta. Para reducir a los almagrados retraídos en la Jara se personó el hermano de don Diego López Pacheco, Juan, con mucha gente de caballo y pie. La matanza fue generalizada y así nos lo contaba Juan León

Después de ser el dicho logar de Villanueva fecho villa (8 de julio de 1476) fasta el tienpo que vino don Juan su hermano del dicho marqués don Diego López Pacheco con mucha gente a cauallo e a pye a causa de çiertos almagrados de la villa de Yniesta que estaban dentro en Villanueva rretraydos e conbatieron la dicha villa de Villanueva por fuerça de armas e mataron a Juan Sánchez de Cuenca Herrero e a Juan de Florençia vecinos de la dicha villa e firieron a otros muchos a vueltas de los quales mataron a Garçía de Mondéjar el viejo e a la muger de Diego Gil

Las muertes en Villanueva enconaron definitivamente los ánimos, cuyos vecinos, y especialmente los parientes de los muertos y heridos, acusaron directamente -crearon opinión y tema- a Juan León de ser el que había llamado a las tropas del marqués. Razón no les faltaría, pues con la ayuda de unos carros que le había prestado Hernando del Castillo, nuestro protagonista con su familia, de una arrancada nos dirá, salió huyendo de Villanueva camino de Alarcón ante el temor por sus vidas

Desyan muchos de los veçinos de la dicha villa que yda la gente (partidarios del marqués) que nos avían de matar a padres e a fijos por ser del vando del señor marqués y de Fernando del Castillo

En Alarcón permanecería Juan León durante el resto de la guerra hasta su finalización. Doce años después Juan León, ante los inquisidores, agradecería la ayuda prestada por su protector Hernando del Castillo. Su situación tras los hechos de Villanueva era de absoluta miseria. En la fortaleza de Alarcón y en los años que van del otoño de 1477 a marzo de 1480, Juan de León, junto a su mujer, sus cinco hijos y Magdalena, la moza al servicio de la familia, vivió una existencia miserable, viviendo de las sobras de la mesa del alcaide de Alarcón y su gente de armas. Primero comían los guerreros, luego, de las sobras, se alimentaba el resto. Aunque no hemos de dar demasiado crédito a nuestro encausado, pues su necesidad o fortuna no sería diferente a los demás que les tocó vivir estos tiempos de guerra

E después que porque me avía perdido por ser del vando del marqués e suyo de de Fernando del Castillo mandó que nos diesen de comer en la fortalesa a mí e a mi muger e hijos e a la moça que tenya entonçes que se llamava Madalena e comimos allí de contino asy a su mesa como a la mesa de sus criados e gente que en la dicha fortalesa por ser tienpo de guerras estávamos en la dicha fortalesa todos o los más días e a la noche a causa de las criaturas pequeñas que tenyamos viniamos a çenar en la casa en que morávamos en la dicha villa de Alarcón y trayamos para la çena asy lo que nos dava el despensero como lo que mi muger e yo e la dicha moça podíamos aver de lo que sobrava a la mesa del dicho Fernando del Castillo como a las mesas de su gente

Juan León nos describía las personas con las que había coincidido en la fortaleza, lo que constituía el círculo estrecho de Hernando del Castillo, en estos tiempos de guerra: los hijos del alcaide, Diego y Alonso del Castillo, Juan Moreno, criado y despensero, Pedro del Castillo, vecino de Alarcón, Alonso Rueda, morador en Olmedilla, Juan de Torrubia y su yerno García de Tresjuncos, moradores en Valverdejo, Andrés de Villamayor y Diego de Abencelle, vecinos de Castillo de Garcimuñoz, Pedro de Montoya, vecino de Vara de Rey, Alonso de Origüela, vecino de Honrubia, Pedro de Santacruz, vecino de Alarcón, todos ellos comensales y criados del alcaide de Alarcón y asimismo otros caballeros de Alarcón, como Gonzalo de Moreta, Martín de Zapata (que era caballerizo de Hernando del Castillo el del Arzobispo),Juan Velázquez y Diego Páez, a los que habría que sumar Fernando de la Cueva, vecino de Iniesta.

La fortaleza de Alarcón en la segunda fase de la guerra, especialmente cruel, fue centro de operaciones y cárcel sobrevenida donde se hacinaban junto a los guerreros los rehenes tomados para evitar que tomaron partido en la sublevación. A Juan León le tocó alojar a Bartolomé Sánchez de Paracuellos, que ofreció a su hijo Juan Pardo para ocupar su lugar tras siete meses de prisión, y así poder cuidar de sus ganados en Villanueva de la Jara. Era uno de tantos rehenes para evitar tanto las tentaciones de rebelión como moneda de cambio para trocar por los rehenes en manos del bando contrario, que por boca de Juan León también los había en Villanueva de la Jara. Juan Pardo compartiría mesa y, sobre todo, necesidad, cuando la guerra se hizo más dura en el año 1479, al menos hasta el sobreseimiento o tregua de 14 de septiembre. En ese tiempo se racionaron los alimentos en la fortaleza de Alarcón; no era extraño el día que llegada la noche no hubiera para la familia ración dada por el despensero Juan Moreno. Sin embargo, la prisión de Juan Pardo duró poco; el hijo era menos pusilánime que el padre. Rompiendo el juramento que ante la Cruz y los Santos Evangelios había hecho, escapó de la fortaleza tras siete u ocho días de presidio. Ese quebrantamiento del juramento, por el valor que la palabra tenía en aquellos tiempos, será usado por Juan León para acusar de perjuro a su enemigo e invalidar su testimonio.

Juan León volvería a Villanueva de la Jara poco después de la concordia de uno de marzo de 1480, y tras el perdón que la Corona concedió unos días después a todos los partidarios del marqués de Villena y su alcaide para que pudieran regresar a Villanueva de la Jara. El regreso de los partidarios del marqués no debió ser fácil. Juan León, a pesar del perdón general, no fue dejado entrar en Villanueva de la Jara, cuyo concejo se apoyaba en unas ordenanzas dadas y confirmadas por los Reyes Católicos que únicamente permitían vivir en la villa a pecheros, excluyendo no solo a hidalgos sino a conversos. Villanueva de la Jara, la villa que se llamaba a sí misma enemiga de hidalgos, añadía en su nueva república a los enemigos de religión o tornadizos que podían hacer falsa profesión de fe. Juan León se enfrentó al concejo de Villanueva de la Jara, presentándose como hidalgo en posesión de los León de Belmonte y no negó su fama de converso, iniciando un pleito ante el gobernador del Marquesado y su alcalde mayor que condenó en costas y penas al concejo jareño y le obligó a ser admitido como vecino. Juan León se había apoyado en uno de los capítulos de la concordia de uno de marzo de 1480 que obligaba a respetar a los perdedores de la guerra en sus personas y bienes tal como las poseían a la muerte del rey Enrique IV. La aceptación de Juan León como vecino de Villanueva fue un acto con muchos presentes, en especial citaba a Juan García el viejo o Lope García y sus hijos. Es curiosa la cita de estas personas, pues no estaban allí para agasajarle, porque estamos ante enemigos declarados del alcaide de Alarcón, Hernando del Castillo, en disputas por la llamada hoya del Roblecillo. Juan León tomó por nueva casa de morada una que era propiedad del alcaide de Alarcón, entre amenazas y a campana repicada que llamaba a los vecinos a quemar la casa del nuevo vecino.

Establecido en Villanueva de la Jara participó de la roturación de tierras llecas para hacerse con una nueva hacienda agraria, que explotarían sus hijos, mientras él ejercía el oficio de procurador de causas en la Jara. Juan León no solo tenía enemigos, también aliados como Martín Atalaya, preso en la guerra y posiblemente el que salvo la vida al ofrecer la suya su hermana Juan, o Pedro de Beamud, en Villanueva, o Juan de Córdoba, en El Peral, que le permitieron rehacer su vida y el apoyo de clérigos como Pedro Martínez de Calatayud y Miguel Ruiz, y de quien creemos que era el mentor de este último, Martín Gómez, que fundaría la primera capilla de la iglesia de Villanueva. Juan León se enfrentó al concejo de Villanueva de la Jara

El concejo de Villanueva de la Jara perdió el pleito por sus ordenanzas, pero los oficiales anuales las juraban como primer acto de gobierno cuando tomaban posesión. La vida de Juan León fue imposible en la nueva villa de realengo. Se le prohibió legar bienes en favor de sus hijos, le levantaron nuevos pleitos y se le impedía el derecho que tenían los otros vecinos de roturar las tierras llecas para pan o vino y acceder a su propiedad en un momento que se vivía un movimiento de nueva conquista de espacio agrario. Eran los años 1490 y 1491, Villanueva de la Jara vivía una frenética roturación de tierra a la que se habían sumado Juan León y sus hijos. Esta vez las presiones sobre la familia León fueron muy fuertes. Juan León escuchaba misa apartado de sus paisanos en las gradas del altar de San Benito, pasado el altar mayor; a los nuevos pleitos contra la familia para impedirles el acceso a la propiedad de la tierra y heredarla, se sumaron los odios y las amenazas que apelaban a la Inquisición para que quemaran a esta familia de conversos. Juan León tuvo que cambiar de vecindad al cercano pueblo d El Peral, con una comunidad más permisiva y donde se le respetaron sus preeminencias de hidalgo.

El partido pro-marqués y favorable a Hernando del Castillo seguía fuerte en Villanueva de la Jara a pesar de las amenazas. Juan León contaba con el apoyo de algunos vecinos que es de presuponer, que, huyendo de la presión de la villa y su concejo, intentaban hacerse con nuevas tierras en las aldeas jareñas del Sur, como Casasimarro, Quintanar y Tarazona. Nos son hombres conocidos: Alonso Simarro, Alonso de Ruipérez, Fernando de Chinchilla, Miguel García Escribano, Alonso Picazo, o Diego de Alarcón. Contaba quizás con las simpatías asimismo de Miguel Remón y su mujer con casa en la Cardosa, en Tarazona, un hombre de frontera afortunado que se había desplazado de Villanueva de la Jara a su alquería en fecha posterior a 1482, y del que confiaba que testificara cómo algunos vecinos habían proferido la amenaza que “aunque pasaran diez años lo habrían de quemar”.

Los principales enemigos de Juan León eran Juan Mondéjar el viejo y su hijo García Mondéjar el mozo, hermano y sobrino de García Mondéjar el viejo, asesinado durante la guerra. Los Mondéjar acusaban a Juan León de ser el inductor de la muerte de su pariente que ejecutaría la gente de Hernando del Castillo, su hijo, concretamente acusaban a su mujer de haber ido hasta El Peral, donde estaba la gente del marqués dos días antes de la muerte de García Mondéjar el viejo. Los Mondéjar estaban detrás de los pleitos para impedir la presencia del converso en la villa. Aunque las enemistades se olvidaban cuando había intereses comunes, García de Mondéjar el mozo echó mano de los servicios de letrado de León en pleito con Miguel Muñoz, aunque a la hora de pagar se negó a hacerlo por pedir el converso un precio de doscientos maravedíes por fanega de trigo. Alonso de la Osa no perdonaba a Juan León como “aconsejador” del ahorcamiento de su tío Benito de la Osa (un almagrado ajusticiado por la Corona para intentar mantener la paz entre bandos) como no lo perdonaba su otro sobrino el clérigo Bartolomé Martínez que acusaba a Juan León de testificar contra el finado, aprovechando que el juez, alcalde mayor de Marquesado, era un converso de Alcaraz, el bachiller Ruy Díaz de Montiel. Otros, de menor proyección en el futuro local de la Jara le profesaban igual enemistad, destacando Juan García el viejo y sus hijos, a causa de las referidas disputas por la hoya de Roblecillo con el alcaide de Alarcón, a las que no debía ser ajeno Juan León, que se sumaba al intento de asesinato del hermano de Juan, Pascual, que salvo la vida escondido en el cárcavo del molino del Júcar. Ambos Juan y Pascual eran los almagrados que más propiciaron la independencia de Villanueva de la Jara de Alarcón. Las relaciones familiares hacían extensivas esas enemistades a la villa de Iniesta, donde Alonso Garrido, emparentado con los García de la Jara, le profesaba igual odio. Eran estas vinculaciones familiares las que envenenaban una atmósfera contraria a Juan León, que se encontraba solo y sin parientes en Villanueva. Así el clérigo Bartolomé Martínez tenía una hermana casada con García Mondéjar, que a su vez tenían parentesco familiar con los García. Juan Tabernero, otro de los acusadores, estaba casado con una hermana del ahorcado Benito de la Osa, y era primo de Fernán Simarro que era el hacedor de las ordenanzas de Villanueva de la Jara, excluyentes de hidalgos y conversos. Fernán Simarro no perdonaba a Juan León que hubiera puesto en duda su obra jurídica al ganar el pleito para su vecindad ni asimismo que el converso hubiera defendido a Miguel Sánchez de Valera en un pleito por deudas en que se disputaban una taza de plata ni que se entrometiera en la comunión de intereses que Fernán tenía con Pedro de Ruipérez, otro más en la lista de enemistades.

Pero Juan León se había procurado enemigos entre los viejos sebosos por los derechos que pedía por sus servicios de abogacía con sus clientes. Uno de los que se consideraba agraviado era Pedro Ruipérez, que no le quería pagar un castellano adeudado en el pleito habido con la mujer de Pedro Remón ni las dos fanegas de trigo de sus servicios en otro pelito del citado Pedro Ruipérez con los alcabaleros de Villanueva de la Jara. No dudaba en buscar Juan León para acusar a Pedro a sus aliados entre la familia Ruipérez: Alonso, vecino de la Jara, y Juan, vecino de El Peral. Su oficio de procurador le había enemistado asimismo con otras familias de la villa en pleitos sobre herencias: tales eran los descendientes de Alvar Gómez y Fernán González. A la hora de cobrar como procurador de causas lo hacía en especie, en grano de trigo. A Juan García el mozo le pedía tres fanegas de trigo en pago, aunque a veces transigía, como hemos visto, para trocar las deudas en dinero: a doscientos maravedíes la fanega.



Y es que en el rápido desarrollo económico que experimentaba Villanueva de la Jara las rivalidades aumentaban: los hijos de Juan León se habían lanzado a una rápida roturación de tierras que colisionaba con la que había iniciado otro oficial del concejo jareño, Diego Gil, que se aferraba a las ordenanzas de la villa para negar el derecho de heredar de los hijos los bienes de Juan León como hidalgo y converso ni a adquirir tierras llecas por rompimiento, reservadas exclusivamente a aquellos que pecharan.

El fiscal pidió para el encausado la excomunión, confiscación de bienes y ser relajado al brazo seglar. Los inquisidores fueron más indulgentes, le absolvieron de las acusaciones, pero en vista del escándalo de las acusaciones le obligaron a abjurar públicamente de Leví y fue penitenciado

Que en el lugar donde el dicho Juan León rreçibió el corpus christi esté un domingo desnudo en camisa mientras se dize la misa de rrodillas e descalço e con una soga a la garganta dende que se comiençe la misa fasta que salga della con un çirio de çera ardiendo en la mano e mandamos que pague mil mrs. para la guerra contra los enemigos de la fe

Juan León resistió el tormento y no confesó su culpa.











Testigos presentados por el fiscal contra Juan León



Juan Pardo, hijo de Bartolomé Sánchez de Paracuellos.

García de Mondéjar

Bartolomé Martínez, clérigo teniente de cura de Villanueva de la Jara

Alonso de la Osa

Diego Gil

Juan Gómez, hijo de Alvar Gómez



Testigos presentados por Juan Léon

Pedro Martínez de Calatayud, clérigo, capellán del Peral

Miguel Ruiz, clérigo de Villanueva de la Jara, que aporta testimonio favorable del clérigo difunto Martín Gómez

Martín de Calatayud, vº El Peral

Juan de Motilla, vº El Peral

Diego Alarcón, clérigo Villanueva de la Jara.

Juan de Torrubia, vecino de Alarcón

Diego de Mondéjar, vecino de El Peral.









[1] GARCÍA MORATALLA, Pedro Joaquín: La Tierra de Alarcón en el señorío de Villena. Siglos XIII-XV. IEA. Albacete, 2003, pp. 219 y ss.


ARCHIVO DIOCESANO DE CUENCA, INQUISICIÓN, LEG. 6/127

domingo, 26 de abril de 2020

Escrituras del archivo familiar de los Pacheco de Belmonte

Hacia 1550, obraban en poder de los Pacheco de Belmonte, descendientes de Rodrigo Pacheco, señor de Minaya, y su hijo Diego, alcaide de Belmonte, las siguientes escrituras:

  • Escritura de testamento, en papel a la larga, maltratada y rota, de Rodrigo Rodríguez de Avilés (El Pedernoso, 6 de julio de 1417). Juan Hernández, escribano en el lugar de El Pedernoso.
  • Escritura de gasto de enterramiento y exequias de Rodrigo Rodríguez de Avilés, otorgada por su mujer Beatriz Pacheco, en papel y diez hojas de cuarto. Sin fecha. Alfonso Hernández, escribano
  • Escritura de inventario de los bienes de Rodrigo Rodríguez de Avilés, otorgada por su mujer Beatriz Hernández o Pacheco, en quince hojas de cuarto de papel. 7 de septiembre de 1418. Escribano Marcos Hernández. 
  • Escritura de apartamiento de una compra que Rodrigo Pacheco hizo a su madre Beatriz Hernández o Pacheco, en papel a la larga, rasgada y vieja, su fecha a 3 de mayo de 1430. Hernán Sánchez de Guadalajara escribano.
  • Escritura de libramiento del Rey don Juan II para que pagasen diez mil maravedíes a Rodrigo Pacheco de diez lanzas. En papel de cuarto. Cuenca, 18 de marzo de 1447. Escribano, Hernández de Moya.
  • Escritura de una heredad y casas en Tébar, por Rodrigo Pacheco, mayordomo del príncipe, que le vendió Alvar García de Alarcón, en nombre de doña María su mujer, escrito en cuatro hojas. Gabriel Sánchez de Chinchilla, escribano. 29 de mayo de 1453.
  • Escritura de testamento de Pedro Pacheco, hijo de Rodrigo, dada en Belmonte a 27 de marzo de 1476. Miguel Jareño, escribano.
  •  Escritura de censo del concejo de El Pedernoso a favor de Diego Pacheco de ciertos bienes, escrita en ocho hojas y medio de pergamino. Su fecha, El Pedernoso, 2 de septiembre de 1485. Escribanos, Alvar García de Guadalajara y Juan de Villanueva.
  • Escritura de robra que hicieron y otorgaron Rodrigo Rodríguez de Avilés y su mujer Beatriz Hernández o Pacheco de los molinos y tinte de Peña Quebrada y batán en el río Júcar, término de Alarcón, escrita en pergamino. Escribano, Martín Sánchez Carrillo. Belmonte, 6 de marzo de 1411. EL comprador que fue Antón Sánchez de Montiel.
Escrituras presentadas por Hernando Pacheco en la Chancillería de Granada, el año 1557
  • Carta de venta otorgada por Rodrigo Rodríguez de Avilés y su mujer Beatriz Hernández de unos molinos y batán en Peña Quebrada a favor de Antón Sánchez Montiel. Incluye homenaje de Rodrigo Rodríguez Avilés como hidalgo de no venir ni ir contra la escritura. 6 de marzo de 1411.
  • Testamento de Rodrigo Rodríguez Avilés, hijo de Rodrigo Rodríguez Avilés, debajo del cual falleció. Año 1417.
  • Inventario que dejó Rodrigo Rodríguez de Avilés y gastos que dejó para su ánima.
  • Una venta que otorgó doña Beatriz Pacheco a su hijo Rodrigo Pacheco de una casa con su heredad en El Pedernoso. Su precio, 30000 maravedíes. Año 1430.
  • Otra escritura en que se deshace la dicha venta. Ese mismo años
  • Una provisión de una merced que hizo el rey don Juan a Rodrigo Pacheco, hijo de Rodrigo Rodríguez Avilés, de las lanzas que el dicho su padre tenía del Rey. Año 1447.
  • Escritura de concierto que se hizo y otorgó entre Rodrigo Pacheco, mayordomo del príncipe y Hernán Carrillo de la compra de molinos Nuevos en el monte de Al-Azaraque, en la ribera del Júcar, incluye homenaje de Rodrigo Pacheco, como hidalgo, de no ir contra la escritura. 25 de enero de 1453.
  • Venta que el dicho Hernán Carrillo, vecino de Huete, su suegra Constanza Carrillo y su mujer María de Torquemada, otorgaron a Rodrigo Pacheco y a doña Catalina su mujer de los dichos molinos Nuevos en la ribera del Júcar, pinar Al-Azaraque. Su precio, 1500 doblas (225000 maravedíes). Dada en Olmedilla de Eliz, en 16 de febrero de 1454.
  • Carta de robra y venta que Alvar García de Alarcón, vecino de Socuéllamos, otorgó a Rodrigo Pacheco, mayordomo del príncipe, de la heredad de Tébar, que le vendió el año 1453.
  • Un testamento que otorgó Pedro Pacheco, hermano de Diego y Juan Pacheco (todos hijos de Rodrigo). Año 1476.
  • Una carta de venta que otorgó doña Catalina de Alarcón, mujer de Rodrigo Pacheco, a Juan Pacheco su hijo en que le vendía la mitad de la villa de Minaya con la parte que había heredado de Avilés. 20 de febrero de 1477; escribano, Martín Martínez.
  • Escritura original de la posesión que en virtud de la dicha venta tomó Juan Pacheco de la dicha mitad y parte de Avilés y de como los recibieron por señor. 3 de febrero de 1479. Francisco de Salas, escribano.
  • Un pleito de homenaje que hizo Diego Pacheco a don Diego López Pacheco cuando lo recibió como alcaide de Belmonte. 11 de marzo de 1500. Hernán Sánchez, escribano.
  • Otro pleito de homenaje al marqués de Diego y su hijo Hernando Pacheco por la tenencia de la alcaidía de Belmonte. 6 de diciembre de 1508. Hernán García, escribano.
  • Sendas escrituras para su admisión a la vara de alcalde de la hermandad por los hijosdalgo en la villa de Belmonte a Hernando Pacheco y su hijo Diego.
  • Provisión real por la que se manda a Hernando Pacheco que tome homenaje a don Fernando Mendoza, hijo de Antonio Mendoza, sobre la tenencia de la fortaleza de la villa de Venturris con la torre de Vélez Málaga. 31 de mayo de 1535. Bernaldino de Sevilla, escribano de Socuéllamos.
  • Requerimiento al concejo de La Alberca de Rodrigo Pacheco, hermano de Hernando, sobre que no debe pechar como hijodalgo por el heredamiento que posee en esa villa. Cuando murió Rodrigo mandó dicha heredad a una pechera, razón por la pecha.
  • Pleito del citado Rodrigo Pacheco con la villa de El Cañavate para ser admitido en las suertes de los oficios concejiles con los hidalgos. 1511.
Otras escrituras citadas en el pleito de hidalguía de Hernando Pacheco, algunas conservadas antiguamente en el Archivo de Belmonte
  • Una carta de don Juan Pacheco, marqués de Villena de 19 de marzo de 1457 para que puedan repartir pechos para hacer los adarves del castillo de Belmonte a los hidalgos, clérigos, judíos y moros. Inserta en pleito de los Melgarejo por su hidalguía.
  • Una carta de don Juan Pacheco, marqués de Villena, revocando otras que tienen algunos vecinos para que no se les echen huéspedes. Año de 1466.
  • Provisión (copia) del rey don Juan II de 18 de abril de 1420 para que los vecinos de Belmonte pechen en esta villa por los bienes que tienen fuera en otros pueblos.
  • Carta del rey don Juan II sellada con un sello que tiene una cruz en medio y rota, año de 1408, que si los bienes de censados pasaren y pecheros, que todavía paguen por ellos.
  • Un finiquito otorgado por los Reyes Católicos al marqués de Villena, don Diego López Pacheco, de los pechos, servicios, alcabalas y tercias y monedas foreras que le han cobrado en la villa de Belmonte y otros lugares del Marquesado. 6 de marzo de 1480. Francisco López, escribano.
  • Un privilegio del rey Enrique III en pergamino con un sello de plomo pendiente en hilos de seda de colores con las armas de Castilla y León para que los que viven en Belmonte. 15 de septiembre del año 1409 (la muerte del rey Enrique se data en 1406).
  • Un privilegio del señor rey don Juan II en pergamino con sello de las armas de Castilla de 18 de abril de 1420 para que los pecheros de Belmonte pechen por los bienes que tengan en Belmonte y en otras partes.
  • Una sobrecarta del rey don Juan II para que pechen los hubieren o tuvieren bienes de pecheros. 17 de diciembre de 1420.
  • Una carta escrita en papel del rey don Enrique de 17 de marzo de 1398 para que los abades pechen en Belmonte y moros y judíos por los bienes que hereden y compren.
  • Un traslado de una carta del rey Enrique que se sacó en Santa María de los Llanos, por ante Andrés Martínez Donoso, procurador del concejo de Belmonte, para que pechen todos sino los caballeros e hijosdalgo.
  • Un traslado del repartimiento que se hizo del pecho y servicio de esta villa de Belmonte el año de 1513.
  • Una provisión del marqués don Diego López Pacheco de 20 de noviembre de 1493 para que pierdan el cuerpo de los vecinos de Belmonte para que hicieren donación de sus bienes a personas exentas hasta que no paguen el pecho.
  • Una provisión del marqués don Juan Pacheco de 24 de noviembre de 1463 para que sus escuderos en Belmonte pechen por los bienes que compraren de pecheros.
  • Una cédula original e merced de don Juan Pacheco a Juan Pérez de Monreal, vecino de Belmonte, de 300 mrs. del pecho que se pagase a la villa por él.
  • Una provisión del señor don Juan Pacheco los que mantuvieren armas y caballos en la dicha villa entren en suertes en los oficios de Belmonte, aunque no estén en la villa.
  • Una provisión de don Juan Pacheco de franqueza de monedas foreras a los vecinos de Belmonte. Año 1451.
  • Una provisión de don Juan Pacheco para que las personas que vinieren a vivir y morar a Belmonte no les echen caballos que mantener según que a los otros que son abonados y cuantiosos.
  • Un testimonio que tomó Francisco Hernández del Castillo contra los señores del ayuntamiento de Belmonte de 1514 sobre los pechos de los años 1503 y 1504 y que fueron receptores don Luis Pacheco y don Alonso Pacheco.
  • Una petición original de los vecinos de Belmonte y en las espaldas una provisión del maestre a 22 de julio de 1479 que es sobre tener caballos los vecinos de Belmonte.
  • Una provisión del marqués para que repartan a todos los vecinos de Belmonte y su Tierra según los bienes que tuvieren.
  • Unos capítulos escritos en pergamino con un sello de madera y cordones de seda blanca y azul que se dieron al señor marqués don Juan Pacheco por el concejo de Belmonte, escritos en tres hojas de pergamino.
  • Un testimonio y requerimiento en medio pliego de papeles que se tomó por los regidores de la villa de Belmonte contra Gómez de León vecino de ella sobre que cobró de Francisco Castellano e de otros vecinos de esta villa cincuenta mil e tantos maravedíes para pagar a Hernando de Beteta, recaudador de su alteza, del servicio desde el catorce de septiembre del año 1504 y acaba en 7 de octubre de 1514.
  • Otro testimonio y respuesta al dicho requerimiento de Gómez de León. Año 1515.
  • Unos capítulos del señor maestre don Juan Pacheco que otorgó en que manda que los que no tuvieren caballos no entren las suertes de los oficios.
  • Una provisión del señor marqués para que no se elijan veintiunos si no tuvieren armas y caballos 
  • Otra carta del marqués sobre los veintiunas personas que gozan de los oficios, de que manera se han de elegir
  • Tres pliegos horadados de notas de cargo y datas del año 1493, que fue cogedor de las alcabalas Gómez de León.
  • Otros dos pliegos de papel, el uno de cargo que se hizo a Gómez de León y Hernando el Rubio de las alcabalas, servicio y martiniega de la villa de Belmonte el dicho año y otros de las condiciones y de un pliego de papel del padrón de las alcabalas, servicio y martiniega del año 1495 de que fueron cogedores Juan de Santamaría, …
  • Una carta de pago de don Luis Pacheco, señor de Villarejo de Fuentes de treinta y tantos mil maravedíes del servicio de la villa de Belmonte del año 1503.
  • Otros albalaes del servicio de los años 1519, 1520 y 1521.
  • Un mandamiento de Pedro de Osorio y Alonso de Puerta, alcaldes de Belmonte, y de Día Gómez, regidor, para que Hernán Sánchez, escribano del ayuntamiento, reciba de Hernán Gómez, jurado, y de Rodrigo de Moya, 16000 maravedíes.
  • Una carta de pago de Francisco Alonso de Requena, recaudador del servicio del año de 1514, de 8440 mrs.
  • Una provisión de marqués de 1466 que manda que en cada centena de pecheros se haga repartimiento de un maravedí y que se guarde para cuando sea necesario para el reparo del agua de la gotera.
  • Varios padrones de 1490 a 1520 de la villa de Belmonte.
  • Un privilegio original con un sello real con hilos pendientes de seda escrita en pergamino de exención y libertad que tiene la villa de Belmonte para no pechar
  • Una carta ejecutoria de la Chancillería de Granada contra la villa de Santa María de los Llanos, inserta en ella el dicho privilegio, 
  • Un padrón de la moneda forera de 1454.
  • Un privilegio original con sello real de plomo pendiente de hilos de seda, en pergamino de cuatro hojas, que es de confirmación del rey don Enrique de una carta del rey don Enrique su abuelo sobre que pechen todos los vecinos y moradores de Belmonte y su tierra, que tuvieren bienes de pecheros y un traslado de una carta original del rey don Enrique II, de Miguel Ruiz de Cañizares, escribano, en dos hojas de papel de quintilla, que contiene la manera que han de pechar los vecinos de Castillo de Garcimuñoz´.
  • Un traslado de unos capítulos del marqués de dos hojas de papel.

ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA, HIDALGUÍAS, Signatura antigua, 302-213-5.

jueves, 23 de abril de 2020

Los terzuelos de las iglesias de Tarazona, Quintanar y Casasimarro (aldeas de Villanueva de la Jara)

En 1529, el clérigo Alonso Picazo llevaba la representación de las iglesias de San Bartolomé, San Marco y San Juan de Tarazona de la Mancha, Quintanar del Marquesado y Casasimarro, respectivamente, en nombre de sus mayordomos: Alonso García de Torralba, que acabaría asumiendo la procuraduría, Pedro García el viejo y Alonso López. En aquellos momentos, Benito Cuartero era el mayordomo de la iglesia de Santa María de Villanueva de la Jaral la iglesia matriz de la que dependían las mencionadas.

Para resolver el caso se designaron como jueces eclesiásticos a Juan de Barajas, Alonso de Arboleda, que se inhibió, y Miguel de Velasco, canónigos de la catedral de Cuenca, que citaron a Alonso del Picazo a exponer sus quejas en la capilla nueva del chantre García de Villarreal, o de los Apóstoles, en la Catedral de Cuenca. Era entonces obispo de Cuenca Diego Ramírez de Villaescusa, capellán mayor de la Reina y del Consejo Real.

El doce de diciembre de 1529, Bernardo de Andújar, obispo de Tagaste (un claro caso de oficio eclesiástico in partibus infidelium), visitador del obispado de Cuenca, junto a Pedro García Torralba, notario apostólico, se encontraban en Cañavate, en su obligada visita de las iglesias del Obispado de Cuenca. Poco antes habían visitado las iglesias de Tarazona, Quintanar y Casasimarro, enzarzadas en pleito con la iglesia de Santa María de Villanueva de la Jara, por su participación en las rentas decimales de las iglesias de sus aldeas. El pleito duraba ya siete años, había costado a cada una de las partes trescientos ducados, y su consecuencia era que las iglesias de las tres aldeas jareñas estaban comenzadas pero inacabadas, sin los ornamentos necesarios para el culto divino

viendo como las dichas yglesias tienen mucha nesçesidad de acabarse de hazer porque están prinçipiadas e no acabadas e caresçen e caresçen de rrelicarios e sagrarios para donde esté el Santísimo Sacramento, porque asy visitando lo hallo en lugares indecentes en unas arquillas muy pobres e las dichas yglesias caresçen de ornamentos, misales e caliçes e otras cosas para el culto divino.
El 20 de noviembre de 1529, el obispo de Tagaste había visitado la iglesia de Santa María de Villanueva de la Jara, destituyendo a su mayordomo Miguel Mateo, y nombrando, en su lugar, a Benito Cuartero. Del cese, se desprende que el visitado no quedó muy complacido con las cuentas o, más bien, que aceptó la posición jareña de  no compartir las rentas decimales de su iglesia con las nuevas parroquias surgidas al sur. De hecho, el nombramiento de Benito Cuartero estuvo tutelado por los alcaldes del lugar, Juan Tabernero y Juan de la Cosa, y el regidor Juan Saiz Carretero, y el nominado se aprestó a ceder poderes a un notable jareño, Francisco Zamora. Es de suponer, que más allá del litigio entre pueblos o parroquias, el verdadero conflicto se daba entre notables de familias, cuyos apellidos nos aparecen al final del poder otorgado como testigos: Martín de Buedo, Ginés de Ruipérez, Leonisio Clemente o Llorente López de Tébar.

El entendimiento del pleito correspondió al provisor del obispado de Cuenca, Pedro Hernández del Águila, que el 20 de diciembre de 1529 estaba esperando, en la capilla de los Apóstoles o de Todos los Santos (que así era conocida también), la llegada del procurador de las iglesias de las aldeas jareñas. Dando fe del encuentro se encontraba el cantero vasco Pedro de Albiz, signo de que la obra de esta capilla nueva seguía inacabada. Pedro de Albiz se había trasladado cuatro años antes a la ciudad de Cuenca para casarse con Catalina López, tras un periplo constructor por La Mancha conquense del que apenas tenemos noticias.

Ese año de 1529, los terzuelos o parte decimal de las iglesias de las aldeas de Villanueva de la Jara estaban en poder de vecinos de Villanueva, Iniesta o Jorquera, con intereses comunes en los términos de aldeas de la Jara y origen familiar en esta villa: Pedro Monteagudo, Ana Ruipérez, viuda de Alonso García, Mari Gómez, viuda de Juan Ruipérez, Juan y Diego Suárez, Diego de Mondéjar, Lorencio de Chaves y Lorencio Borgoño. Una cantidad indeterminada de pan candeal, cebada y centeno, que los jueces apostólicos decidieron dejar en secuestro la mitad en manos de Miguel Mateo, el cesado mayordomo de Villanueva de la Jara, y la otra mitad en manos de tres notables: Juan de Mondéjar, el viejo, morador de Tarazona; Tomás de Mondéjar, morador de Quintanar, y Juan de la Casa, vecino de Casasimarro. La obligación de entregar este pan se hizo bajo pena de excomunión. Una vez en manos de los secuestradores nombrados la idea era vender el trigo, aprovechando el alto precio alcanzado: dos reales la fanega. El conflicto real era pues entre labradores las aldeas y grandes hacendados que se estaban apropiando las rentas decimales pagados por los pequeños propietarios ante unas iglesias locales débiles.

Solamente tendremos conciencia del conflicto si partimos de la carta de poder otorgada al clérigo Alonso Picazo por los moradores de las aldeas jareñas, con fecha treinta de noviembre de 1529. En esta carta, y encabezada con el nombre de Juan Mondéjar, se relacionaban, de modo indiferenciado, los vecinos de Quintanar del Marquesado y Tarazona de la Mancha que habían decidido plantar cara a los Ruipérez: Alonso de Escobar el viejo, Montoya, Pedro Tendero, Juan Serrano el viejo, Miguel de Honrubia, Alonso Benítez, Pedro Tornero, Juan de Cuenca, Mateo Toledano, Bernabé Bueno, Juan Llorente, Martín Fajardo, Martín Risueño, Juan de Gualda, Juan de Aroca, Antón Martínez, Francisco Ruiz, Miguel Simarro, Juan Tabernero el mozo, Gil Moraga, Diego Tabernero, Andrés de Solera, Francisco de Toledo, Antón Cuartero, Andrés Soriano, Alonso Rabadán, Juan Guilleme, Bernabé Sánchez, Pedro Martínez, Alonso de Mondéjar, Miguel de Mohorte, Francisco de Perona, Martín Simarro, Juan Rabadán, Gaspar de Mondéjar, Alonso el Conde, Benito Picazo, Miguel Martínez, Juan Picazo de Martín Picazo, Luis García, Francisco López, Juan Gómez, Pedro Gabaldón, Alonso Barriga, Hernán Picazo, Martín Sánchez, Benito Picazo de Benito Picazo, Benito Tendero, Pascual Sánchez de Pozoseco, Mateo de Cañaveras, Martín de Segovia clérigo, Salvador de Moya clérigo, Diego de Mondéjar, alcalde, Juan Parreño, García Donate, Juan de Aparicio, Juan Peinado, Hernán Simarro, Juan Donate, Alonso de Sanmartín, Alonso Fraile, Melchor Muñoz, Juan de Sanmartín, Miguel de Mondéjar, Pedro de Tébar, Juan Cabañero, Juan de Mondéjar, sobrino de Mingo Sánchez, Martín Escribano, Hernando de Buendía, Benito Serrano el viejo, Benito Serrano el mozo, Juan de Moya el mozo, Alonso el Tucho, Francisco Ruiz el viejo, Martín Sánchez del Atalaya, Cristóbal de Buendía el mozo, Francisco de Mondéjar, Pedro García Serrano, Isidro García, Pedro de Oñate, Juan López de Gabaldón, Andrés Jaime, Alonso Escribano, Helipe Sánchez, Herrán Pérez, Sebastián Pastor, Juan López de Fuentes, Benito Pérez, Rodrigo Pérez, Alonso Gutiérrez, Benito Picazo, Juan Pardo Francisco del Pozo, Pedro Martínez de la Puerta, Pascual Clemeinte, Juan de Minaya, Juan Parreño el mozo, Matías de Tébar, Rodrigo de Tébar el mozo, Pedro Cuevas, Juan de Mondéjar, García de Mondéjar, Pascual Sánchez del Atalaya, Tomás de Buendía, Alonso de Tébar, Miguel Zomeño, Alonso Luzón, Alonso de Rupérez, Diego de Rupérez, Pedro Sánchez de Gabaldón. Se añadían como testigos a la relación: Francisco de Mondéjar, clérigo, y Miguel de Mondéjar, alcalde, Juan de Mondéjar el mozo, Pedro Lucas, Juan Martínez el viejo, Alonso Serrano, Miguel López y Amador López y suscribía la carta Pedro García de Torralba, notario apostólico Era la respuesta de una amalgama de vecinos, hijos y nietos de los primeros pobladores de los pueblos, junto a otros llegados de diferentes lugares con el renacimiento económico de comienzos de siglo, a la sentencia del visitador eclesiástico, el obispo de Tagaste, que había cedido los terzuelos de las aldeas a Villanueva, decisión confirmada por el corregidor Jerónimo Álvarez de Sotomayor. Era asimismo, por más que un apellido y otro aparezca diluido o en alguno de sus miembros con intereses comunes y alianzas matrimoniales, el revivir de un viejo conflicto de bandos: los Mondéjar, viejos aliados de la causa isabelina, y los Ruipérez, antiguos seguidores del marqués de Villena y el alcaide de Alarcón. La disputa ahora, sin referencias políticas, era económica. Los Mondéjar ponían voz a una masa de propietarios campesinos frente a los intentos de consolidar la gran propiedad por los Ruipérez; gran propiedad a la que no eran ajenos los Mondéjar, que poseían la dehesa del Val de Parral al sur. En este juego, los Ruipérez contaban con la complicidad de los Clemente y los López de Tébar.

Pero las redes de influencias iban más allá el siete de diciembre de 1529 el clérigo Picazo se presenta ante el canónigo de la catedral de Cuenca Alfonso Arboleda con una bula de conquesto del Papa Clemente VII de septiembre de 1529, que las aldeas jareñas habían ganado gracias a la intermediación Nicolás de Hungría, al que luego veremos más adelante disfrutando el beneficio curado de la iglesia de Motilla del Palancar.  Nicolas de Hungría era sobrino del banquero Antonio Taborlán, que a la sazón estaba en Roma, gracias a cuya mediación se consiguió el breve pontificio. Así nos lo cuenta Nicolás de Hungría:
"por las muchas guerras, mortandad que pasó en Roma y en Ytalia por mar e por tierra con el rey de Francia e con Romanos, por manera que los bancos estaban çerrados y no abía quien respondiese fasta que abrá quinze meses que el despachante que tiene en Roma el dicho Antonio Taborlán, su tío, banquero con el banco que tornaron a Roma y entonces enviaron a que viniese el dicho breve"
La bula nombraba como jueces apostólicos a Alfonso de Arboleda, Juan de Barajas y Miguel Velasco, todos ellos canónigos de la catedral de Cuenca, para entender en el pleito de las iglesias jareñas y la iglesia matriz de Villanueva. Un conflicto que se extendía desde hacía siete años, y que ahora las aldeas pretendían reabrir con el breve papal favorable. Para ellos se pretendía hacer información de cómo el breve no había podido llegar antes a España por las guerras padecidas en la península italiana y el saco de Roma. Confirmarían este hecho los citados Antonio de Taborlán, Nicolás de Hungría y el prior y canónigo Juan de Barreda. Este canónigo había conseguido el canonicato de la catedral de Cuenca en la corte romana del Papa Clemente VII, pero, por la situación de guerra, había quedado allí aislado dos años hasta que se echó a la mar, con la mala fortuna que fue preso de los turcos y tuvo que pagar un rescate para su liberación. Los jueces eclesiásticos, como hemos visto, se decantarían por las iglesias de las aldeas jareñas, pero las penas de excomunión impuestas a los Ruipérez no parece que les atemorizaran demasiado.

Las dos viudas, Ana de Ruipérez y María Gómez, que representaban los intereses de la familia Ruipérez en Tarazona y Quintanar del Marquesado, respectivamente, no aceptarían la expropiación eclesiástica de los terzuelos. Reunidas en la casa de Pedro Ruipérez, en Quintanar del Marquesado, dieron su poder cumplido a Alonso Ruipérez y Francisco de Zamora, el viejo, para que prosiguieran el pleito en apelación ante cualesquier jueces civiles o eclesiásticos. Era el veinte de enero de 1530; presentes como testigos estaban Andrés Jiménez y Miguel Sánchez del Atalaya; por las viudas, analfabetas, firmó Pedro Ruipérez. El escribano que suscribía el poder era Sebastián Clemente. El pleito sería llevado a la Chancillería de Granada.

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Copia de bula de Clemente VII, concediendo a las iglesias de San Bartolomé de Tarazona, de San Marco de Quintanar del Rey y San Juan de Casasimarro los terzuelos de los diezmos recogidos en sus términos y que se pretendía arrogar la iglesia de Santa María de Villanueva de la Jara (año 1529, es copia de bula escrita en pergamino con "bulla de plomo pendiente en cordones de cáñamo blancos expedida en forma de conquesto").
Aparte del valor del documento, es tanto o más importante cómo se consigue la bula, pues muestra la cercana relación de estas tierras de Cuenca con la corte papal en Roma. Desde el saco de Roma de 1527, las relaciones, cartas e intercambios con Roma se habían interrumpido; eran tiempos de guerras, hambres y pestilencias en la que Roma estaba "desbaratada". Sin embargo, las pequeñas aldeas de Tarazona, Quintanar, Casasimarro contaban en su afán por obtener el apoyo del Papado frente a la Iglesia de Villanueva de la Jara con la ayuda de Nicolás de Hungría (a quien luego veremos disfrutando del beneficio curado de la iglesia de Motilla del Palancar).
Nicolas de Hungría era sobrino del banquero Antonio Taborlán, que a la sazón estaba en Roma, gracias a cuya mediación se consiguió el breve pontificio. Así nos lo cuenta Nicolás de Hungría:
"por las muchas guerras, mortandad que pasó en Roma y en Ytalia por mar e por tierra con el rey de Francia e con Romanos, por manera que los bancos estaban çerrados y no abía quien respondiese fasta que abrá quinze meses que el despachante que tiene en Roma el dicho Antonio Taborlán, su tío, banquero con el banco que tornaron a Roma y entonces enviaron a que viniese el dicho breve"

ACHGR, PLEITOS, 1914-4

la participación hidalga en el gobierno concejil de El Cañavate

El grupo de hidalgos de El Cañavate era reducido, pero sólido para una población pequeña. Un grupo excluido de los cargos concejiles de la villa por su negativa a pagar las tres o cuatro centenas que pagaban el resto de vecinos para participar en el gobierno municipal. Estaban encabezados por Rodrigo Pacheco, hijo de Diego Pacheco, alcaide de Belmonte, y sus componentes eran Andrés de Alarcón, Juan de Alarcón, Alonso de Lara, Gómez de Peralta, Juan de Rabe (o Rebe), Diego de Castañeda, Arias de Tébar, Juan del Campo, Martín de la Serna, Berlandino López, Pedro de Lomas y Juan de Gabaldón. 

El Cañavate se había dotado de unas ordenanzas propias para el acceso a los oficios municipales, cuya intención era excluir a los caballeros que habían servido en la guerra al marqués de Villena y a su alcaide de Belmonte, Diego Pacheco. Las ordenanzas fijaban que ninguno que viniera con caballo podía tener oficio público del concejo y la obligación de pechar en los impuestos concejiles. Eran los antiguos criados del marqués de Villena, que pretendían una hidalguía advenediza, sin casa fija en la villa y con alianzas matrimoniales fuera de ella. Estos caballeros chocaban con los labradores arraigados por generaciones en El Cañavate, pero se aferraban a una costumbre inmemorial de participación de los hidalgos en los oficios de alcaldes, regidores y resto de cargos públicos. 

A diferencia de San Clemente, que consiguió excluir a sus hidalgos del gobierno municipal, El Cañavate vio como la Chancillería de Granada les otorgaba el acceso a entrar en suertes en los oficios públicos el 18 de febrero de 1511. El concejo de la villa de EL Cañavate protestó, pues la estructura de gobierno que se le había otorgado a la salida de la guerra, reservaba los oficios concejiles a los posteros (aunque no utilizaba este concepto),  delimitando el derecho al acceso a los oficios concejiles a los omes buenos pecheros vezinos e moradores de la dicha villa que tenían bienes e fazienda para pechar tres o quatro cientos (maravedíes). Por esta razón los pecheros buscaron una solución transaccional que pasaba por admitir a los hidalgos siempre que pecharan por las referidas tres o cuatro centenas y vivieran en la propia villa pero no en sus aldeas de Cañadajuncosa y Atalaya al servicio de un caballero o señor; dardos dirigidos asimismo contra los intentos de Rodrigo Pacheco de crear en Torralba un lugar de señorío. 

Los pecheros consiguieron revisar la sentencia de 18 de febrero con un aditamento de 17 de octubre que, de hecho, obligaba a tener casa en la villa a los hidalgos para participar en las suertes de oficios públicos

qualesquier omes hijodalgo que agora e de aquí adelante vivieren e moraren en la dicha villa de el Cañavate e fueran vezinos e moradores en ella teniendo y manteniendo las casas que deven y son obligados según costunbre de la dicha villa que los admytan  y rreciban e al hechar de las suertes de alcaldes e de rregidores e otros oficios.
Detrás de este aditamento había algo más: ese teniendo y manteniendo las casas que deven y son obligados según costunbre de la dicha villa, suponía la obligación añadida de contribuir en repartimientos y derramas. La ejecutoria definitiva sería de 21 de octubre de 1511


ACHGR, HIDALGUÍAS, 302-213-5

viernes, 17 de abril de 2020

Los Ruiz de Alarcón y la iglesia de San Juan

Floreció Hernán Martínez Ceballos en tiempo del Rey don Alfonso que venció la batalla de las Navas de Tolosa; hallóse en la toma de Cuenca que se hizo en 1176, cuando se ganó Alarcón donde según memorias antiguas se señaló y mostró más que otro ninguno, de cuya carta tomó el apellido de Alarcón, por se haber hallado en la empresa, poniendo sobre sus armas una cruz de oro de campo de sangre con orlas de ocho aspas de oro en campo azul por se haber ganado en día de San Andrés; fue este caballero alcaide de Alarcón, está sepultado en esta villa en la iglesia antigua de San Juan, donde hay algunas antigüedades por este linaje, especialemente, un escudo antiguo de guerra con armas de los de Alarcón y una bandera, que se tiene por ser cosa cierta la que ganó Hernán Martínez Ceballos de los moros; está su seputura dentro de una reja de hierro en medio de la capilla mayor, junto a las gradas del altar mayor hay coro en él que denota ser ilustre y en otras dos tumbas altas dentro de la misma reja hay las mismas armas y lo mismo en los lados de la capilla a  unas partes y otras. Proveen los señores de Valverde una capellanía en esta iglesia dotada de sus antecesores. Son todas estas comprobaciones para la antigüedad de este generoso linaje;procedieron de Hernán Martínez Ceballos los caballeros de Talayuelas, de los que les hace mención la donación que hizo la villa de Alarcón año 1257

Real Academia de la Historia, Signatura: 9/336

sábado, 4 de abril de 2020

El comercio de vino a comienzos del siglo XVI

Francisco De Belmonte se hizo con el abastecimiento del vino de las tabernas públicas de Mahora en 1520 y de Alcalá del Río en 1521, desde enero a Todos los Santos. Ambas villas se regían por las medidas de la ciudad de Chinchilla que eran diferenciadas de las de Villanueva de la Jara. El precio de venta del azumbre era de ocho maravedíes y medio a nueve maravedíes.

Alcalá del Río disponía para medir el vino de un recipiente fabricada por el herrero del pueblo en alambre y que trasladaba a este material el medio azumbre y cuartillo de otra medida de barro. El vino de Alcalá del Río se vendía en una taberna pública, que para ese año de 1521 detentaba el regidor Francisco de Sosa con ayuda de su mujer. Para la venta a los vecinos del vino, el concejo de Alcalá del Río ponía a disposición del tabernero de unas medidas supuestamente inalterables. El encargado de pasar esas medidas al tabernero era el almotacén de la villa, que recibía en nombre del concejo un pequeño canon de seis dineros. Estas medidas eran de barro, pero tenían como patrón la medida de alambre fabricada por el herrero, y se concretaban en sendos recipientes de barro de media arroba y medio azumbre y un cuartillo. Se decía que esa era la tradición de los últimos treinta años. Picaresca aparte, la realidad era que al trasladarse el vino de los recipientes del abastecedor Francisco de Belmonte a los del tabernero Francisco de Sosa, el jareño perdía un azumbre por arroba de vino, pues las medidas de Villanueva de la Jara eran más pequeñas que las de Alcalá del Río. 

Sobre pesos y medidas ya el rey don Juan II promulgó ciertos capítulos insertos en una ley de 1435, que fue confirmada el año siguiente en las Cortes de Toledo. Otra ley, en este caso de Enrique II, sería promulgada por las Cortes también celebradas en Toledo el año de 1462. Dichas leyes fueron recopilada en una pragmática de nueve de enero de 1496, que, por la misma universalidad de la norma, venía a resolver las disputas existentes por la aplicación de dos patrones en los pesos y medidas: el de la ciudad de Ávila y el de la ciudad de Toledo. La medidas adoptadas para los granos fueron la media fanega y el medio celemín de Ávila y la adoptada para el vino, la cántara del Reino de Toledo. La realidad fue que únicamente, en el Marquesado de Villena, Villanueva de la Jara adaptó sus medidas al nuevo patrón.

Francisco de Belmonte había vendido al concejo de Alcalá del Río dos mil quinientas arrobas de vino, ajustadas a las medidas "falsas" de esa villa. Ciento cincuenta arrobas de pérdida alegaba Francisco de Belmonte en la operación. Ese año se consumió mucho vino en Alcalá del Río, en cuya taberna no se vendían más de mil quinientas o mil setecientas arrobas anuales. La razón era que, en ese año de tumultos, pensamos más en las Germanías que en las Comunidades, el paso de soldados por el pueblo fue continuo.

Las operaciones de Francisco Belmonte eran sustanciosas; de tal manera que las diferencias de medidas en el vino provocaban en las cuentas finales grandes pérdidas. El abastecimiento de vino por Francisco de Belmonte a Mahora en los años 1520 y 1521 había ascendido a tres mil arrobas de vino, a un precio de nueve maravedíes el azumbre (72 maravedíes la arroba; una arroba igual a ocho azumbres); las pérdidas se calculaban en tres mil azumbres; expresado en dinero, 26500 maravedíes. En el caso de Alcalá del Río, el abasto había ascendido a dos mil quinientas arrobas; la pérdida era de dos mil quinientos azumbres y 22500 maravedíes. El negocio de Francisco de Belmonte en estos dos pueblos ascendía, pues a alrededor de mil ducados.

LAS MEDIDAS DEL VINO EN INIESTA (1522)
Esta es una comprobación de las medidas de vino hecha el 28 de noviembre del año 1522 en la plaza pública de la villa de Iniesta. Esta villa seguía el padrón de Toledo, la cántara de vino,declarada oficial en el Reino de Castilla, no así otros lugares del Estado de Jorquera y de la Tierra de Chinchilla con medidas más grandes. Por aquella época está constatado un floreciente mercado del vino procedente de la Mancha y de Requena a villas comarcanas donde escaseaba. En este caso se comparan las medidas con las usadas en Alcalá del Río, que usaba los padrones de Chinchilla y del tabernero de esa villa.
"En la villa de Yniesta villa realenga a veynte ocho días del mes de novienbre año de mil e quinientos e veynte e dos años ante los honrrados señores Alonso Herrández de Almodóvar, Martín Martínez de Castillejo, alcaldes hordinarios de la dicha villa por sus magestades, e Pedro Ponçe alguazil e Juan Garçía de Mingo Juan e maestre Alonso almotaçen de la dicha villa y en presençia de mí el dicho escriuano rreçeptor susodicho, el dicho maestre almotaçen susodicho con las medidas que dixeron tenía traydas de Toledo en la dicha villa de Yniesta fechas de alanbre de madia arroba e medio açunbre e quartillo según las mostraron se hiço la conprobaçión en la forma siguiente:
• Lo primero se comprobó la media arroba del dicho Françisco de Sosa con que rreçibió el dicho vino del dicho Françisco de Belmonte e conprobada se halló que copó de más del padrón de la media arroba de la vila de Yniesta medio açunbre menos una sesta parte de un quartillo que se hiço para la dicha conprobación e de la misma sesta parte otra terçia parte que fue un poco que sobró de la dicha sesta parte.
• Yten se conprobó otra media arroba que fue fecha en mi presençia con el padrón de la dicha villa de Alcalá del Rrío con la media arroba e padrón de la dicha villa de Yniesta por el dicho almotaçén e se halló que tenía de más del dicho padrón de la villa de Yniesta medio açunbre menos una quarta parte del quartillo e otra sesta parte del dicho quartillo que fue fecho para la dicha conprobaçión e un poquito que paresçió ser esta parte de la dicha sesta parte.
• Yten se conprobó el quartillo que fue fecho en la dicha villa de Alcalá del Rrío con el dicho su padrón con el quartillo de alanbre de la dicha villa de Yniesta traydo de Toledo e se halló que era más grande el de Alcalá del Rrío que no el padrón de la villa de Yniesta, la meytad de la sesta parte del dicho quartillo e no se conprobó el medio açunbre porque se quebró
La qual dicha conprobaçión fue fecha en la plaça pública de la dicha villa..."


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. PLEITOS.  (AChGr). 01RACH/ caja 14044, expediente 18. Francisco de Bemonte contra los cencejos de Mahora y Alcalá del Río por engaño en las medidas de abasto de vino.