El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

sábado, 2 de mayo de 2020

La guerra del Marquesado vista por Juan León


Juan Pardo se había presentado como rehén en Alarcón para que el alcaide Hernando de Alarcón soltará a su padre, Bartolomé Sánchez de Paracuellos, preso en la fortaleza. La casa del converso Juan León fue su cárcel; allí veía a este hombre y su mujer ayunar durante el día hasta llegar las estrellas de la noche. Sea cierta o interesada su narración, Juan Pardo sabía que el recuerdo era acusación de judaísmo. En 1492, de nuevo recordaría a dos hermanos judíos, seguramente recaudadores de impuestos o mercaderes, que posaban en casa de su padre y seguían la misma práctica y en las mismas fechas, para San Miguel de septiembre, en clara alusión a la fiesta del Yom Kippur. García Mondéjar acusaba a Juan León de comulgar en el día de Santa María Egipciaca, vigilia de la Pascua florida de la Resurrección sin haber confesado previamente. Ambas acusaciones estaban ligadas, en tanto la Inquisición acusaría a Juan León de hacer perdonar sus pecados con el ayuno, negando el sacramento de la confesión.

La iglesia de Santa María de Villanueva de la Jara era de menor tamaño que la actual, los cincuenta o sesenta comulgantes de la misa del sábado antes de la Pascua de Resurrección se hacían interminables al teniente de cura Bartolomé Martínez, pero sí que controlaba en unas tablillas el sacristán a los parroquianos entre aquellos confesados y esos otros sin confesar. Entre los pendientes del sacramento estaba Juan León. Este viejo criado del marqués era odiado en todo el pueblo; él lo sabía, pero con suficiencia respondía a sus enemigos que “el que no es negado a Dios no sea negado a las gentes, que no estoy confesado porque quiero mal a todo el pueblo”, aunque a decir de Alonso de la Osa las palabras exactamente proferidas, antes de abandonar la iglesia, habían sido “que lo que no es negado a Dios no ha de ser al mundo”.

Los acusadores eran declarados enemigos del marqués de Villena y su alcaide Hernando del Castillo; por el contrario, Juan de León se había significado por sus servicios al marqués. Ahora, en 1492, una década después de finalizada la guerra, Juan León intentaba abrirse camino en Villanueva de la Jara como procurador de causas, donde había tomado vecindad, aunque celoso de su persona la había mudado a la cercana villa de El Peral. Hombre culto y conocedor de la doctrina, Juan León no tuvo problemas en rezar el Padrenuestro, el Credo, el Salve Regina y el Ave María ante los inquisidores y parte del cabildo catedralicio, con varios canónigos presentes (Alfonso Rodríguez Castillo, provisor de Cuenca, Gonzalo Barrientos, tesorero, y varios canónigos, Ferrán Pérez de Párraga, Gil Martínez, Martín Fernández del Peso y Bernardino Martínez, así como Ruy Gómez de Anaya, abad de Santiago, y Juan de Hervías, abad de la Fe).

Más que su prueba de fe, Juan León destacó por su habilidad como letrado. Conocedor de los procesos inquisitoriales, fundados en el anonimato de los acusadores y denuncias genéricas que llevaban al reo a inculparse; Juan León alegó indefensión ante el Sant Oficio, pues las denuncias eran imprecisas en tiempo y en lugar. Se presentaba como hombre pobre que había gastado su caudal en la compra de bulas e indulgencias para la salvación de su alma, la de su mujer y la de sus antepasados, sabedor de las consecuencias negativas de la indagación de su genealogía. Obviando su pasado de recaudador, se presentaba como labrador que vivía de sus tierras; poca hacienda, de la que la Corona poco podía obtener de una confiscación de bienes. El oficio de labrador era seña de identidad de cristiano, en tanto que renegaba de otros oficios de engaños, como el de procurador de causas ejercido por el acusado. Al fin y al cabo, él había gastado su caudal contribuyendo a la guerra de los moros de Granada, ahora recién acabada. De las acusaciones de herejía y apostasía ni una sola palabra en su defensa, sabedor que entrar en ese terreno podía ser el inicio de nuevas acusaciones. Muestra de su fe y creencias era el buen recitado de las oraciones ante el cabildo catedralicio. Juan León haciendo tabla rasa del pasado había procurado que sus ganancias se invirtieran en tierras para que sus hijos ejercieran el honrado oficio de labrador arando las tierras de pan llevar; antes, eso sí, les había enseñado a leer y escribir en la iglesia. Sin embargo, para sus enemigos sus ganancias pasadas tenían oscuro origen, ligando con obcecación su oficio de procurador de causas a las irregularidades en el cobro de alcabalas.

El proceso, de religioso, lo intentó mutar Juan León en político. Pronto salieron a relucir las viejas diferencias políticas de la vieja guerra del Marquesado. Un modelo de defensa que tomará seis años después en su proceso inquisitorial el alcaide de Alarcón Hernando del Castillo. Juan León se confesó como un criado del marqués de Villena que daba salida en los mercados del Reino de Valencia a la grana, recogida en las tierras al sur de Villanueva de la Jara y usada para el tinte. Producto que era un motivo más de las diferencias entre el marqués y los lugareños. La irrupción de mosén Miguel de Zarzuela y sus lacayos en la primera fase de la guerra provocó la huida de los hombres próximos al de Villena en Iniesta, la Jara, El Peral, Motilla o Barchín. Juan León fue uno más de los que huyó a la fortaleza de Alarcón, convertida, bajo la protección de Hernando del Castillo, tanto en fuerte militar como en un “campo de refugiados” de la época, con hacinamiento de los huidos, que convivían con los rehenes prisioneros para chantajear a unos familiares dispuestos a tomar las armas a favor de la Corona. Juan León con su mujer e hijos menores fue acogidos, apenas si tenía para comer y vivía de la beneficencia del alcaide de Alarcón. Era difícil saber si Juan León no comía hasta caídas las estrellas por profesión de fe judaica (puerilmente reconocía que había adivinado que su ayuno mayor coincidía con ciertos judíos de paso en la fortaleza de Alarcón) o simplemente por la necesidad de reservar los alimentos a sus hijos, comiendo de las sobras ya llegada la noche. Entretanto la hacienda de Juan León quedaba arruinada en Villanueva de la Jara y los rencores acrecentados por la muerte. Todos los denunciantes de Juan León en el proceso inquisitorial han perdido algún familiar en la guerra del Marquesado como ha estudiado García Moratalla[1]: García de Mondéjar, vio asesinar a su tío del mismo nombre a manos de Diego del Castillo, que junto a su padre Juan eran los mayores enemigos del alcaide de Alarcón en la Jara. Benito de la Osa había sido ahorcado, era tío de uno de los acusadores el clérigo Bartolomé Martínez y quizás padre de Alonso de la Osa. La malicia en las declaraciones de estas dos personas es evidente: el primero ve Juan León comulgar, el segundo apostilla el no haber confesado. Diego Gil había visto asesinar a su mujer por el alcaide de Alarcón, sumando a sus odios cómo los hijos labradores de Juan León le arrebataban unas tierras que tenía por suyas. Conflicto este último que era de más calado, pues la disputa era por la apropiación de las tierras llecas del suelo de Alarcón. No obstante, consideramos que el verdadero promotor del pleito contra Juan León, y junto a García de Mondéjar, es Juan Pardo, personaje que copa los cargos concejiles de Villanueva de la Jara y la causa que le mueve es las rencillas de los diferentes conflictos en que interviene Juan León como procurador de causas en un momento que la sociedad jareña está muy endeudada y se suceden los contenciosos con los conversos por la recaudación de rentas y el impago de deudas con unas minorías judías y conversas que actúan como prestamistas.

Juan León era un hombre prisionero de las vicisitudes de su tiempo y es un testigo excepcional de un periodo cuya historia se resume en su propia vida. Aunque no nos lo dice, debía estar emparentado con esta familia de Belmonte. Hacia 1468 había llegado a la villa de Alarcón, donde estableció vecindad, quizás fuera una víctima más desarraigada, por la peste que azotó a Castilla esos años, o quizás su presencia en Alarcón sea deudora de su fidelidad a Hernando del Castillo, pues en 1472 Juan León abandona la fortaleza de Alarcón para irse a vivir a Villanueva de la Jara, coincidiendo con el hecho de que le “quitaran” a Hernando del Castillo la tenencia de dicha fortaleza en favor de Alonso Muñoz, vecino de Belmonte, aunque creemos, por pleitos posteriores, que los intereses de Hernando, al servicio del marqués, rondan en torno a Iniesta y Requena en esta época. Un momento en que la Jara, simple arrabal y granja de Alarcón, entra en el área de influencia de estas dos villas mayores, aprovechando los circuitos comerciales hacia el Reino de Valencia y ofreciendo sus productos: más ganado y grana que trigo. Juan León será uno de los que aproveche la coyuntura para hacerse con una hacienda sustanciosa en Villanueva de la Jara. Allí vivió seis cuatro años, hasta que comenzó la guerra del Marquesado. Juan León recordaba la llegada de mosén Zarzuela y sus lacayos a Villanueva de la Jara. Si de Iniesta tenemos la idea de un alzamiento generalizado contra el marqués, la liberación de Villanueva de la Jara, El Peral, Motilla o Barchín fue, por las palabras de Juan León, mucho más accidental. El objetivo de mosén Miguel Zarzuela era la torre de Piqueras, liberando a su paso a los citados lugares

Que beuí en el dicho lugar de Villanueva de la Xara fasta que se començaron las guerras del marquesado de Villena, quando vinieron los lacayos a tomar la torre de Piqueras e asymismo quando vino mosén Miguel Çarçuela con los lacayos e otra gente e tomó la villa de Yniesta e a Villanueva de la Xara e al Peral e a la Motilla e a Barchín que eran entonçes granxas e arrabales e aldeas de la dicha villa de Alarcón e fiso el dicho mosén Miguel que fuesen con todos los vecinos de los dichos logares a la dicha villa de Iniesta

Villanueva de la Jara, El Peral, Motilla y Barchín (quizás también para no recuperarse ya) quedaron vacíos por la marcha de sus vecinos a Iniesta, donde se concentraban las tropas de los vizcondes de Chelva y Biota. Con los vecinos fueron sus haciendas y ganados; Juan León se alojó en la casa de un iniestense principal Clemén Sánchez y con él todo el trigo, cebada, centeno y lana de su rica hacienda que fueron a parar a la casa que el iniestense tenía junto a la iglesia. Juan León volvería, pero para ver consumida la hacienda que le quedaba, ni siquiera conservó su casa en la Jara, que acabaría en propiedad de un almagrado o partidario de la Corona, Juan Gómez el sastre. Otros vecinos jareños como Diego Alarcón, Alonso Simarro el viejo o Fernando de Chinchilla daban fe de este exilio forzado en Iniesta.

Las desgracias de Juan León se sumaron. Como hemos referido, viniendo de Valencia a Alarcón con los dineros de la grana vendida en el Reino de Valencia fue robado por los lacayos de mosén Zarzuela que toparon con él cuando iban camino de Piqueras. Ahora, vuelto de Iniesta a Villanueva de la Jara ocupó temporalmente su casa, pero para ver como el resto de su hacienda era esquilmada por sus enemigos. Describía su estado de ánimo en su vuelta a Villanueva de la Jara, como el de una persona “doliente de tristeza e caymiento e desmayamiento de coraçón”, que gastaba y consumía su hacienda sin producir nada y sin apenas alimento que dar a sus cinco hijos pequeños, que no se sabían dar agua el uno al otro, las penurias fueron mitigadas por la ayuda de una moza llamada Magdalena. En Villanueva de la Jara, Juan León quedó hasta que el lugar se declaró villa: una muestra de que los vencedores no eran tales ni los perdedores tampoco, pues convivían como siempre lo habían hecho. A pesar de que en el mes de julio de 1476 Villanueva consigue el título de villa la convivencia de enemigos que eran paisanos continua; solamente se truncará cuando unos almagrados procedentes de Iniesta entran en la villa para hacerse con su control efectivo; es entonces cuando la guerra comienza de verdad en Villanueva de la Jara con su corolario de venganzas y muertes.

La presencia de almagrados en Villanueva de la Jara, partidarios de la Corona, aunque la existencia de este bando es anterior a las fidelidades bélicas, fue funesta para la nueva villa. Los iniestenses retraídos en Villanueva de la Jara actuaron como reclamo para la intervención de los partidarios del marqués de Villena. La declaración de villazgo de 1476 había creado unos equilibrios sobre el papel que no se correspondían a la realidad sobre terreno, pues la primera fase de la guerra en las nuevas villas del Valdemembra fue importada desde el Reino de Valencia, aunque hay que reconocer que desató las diferencias y enemistades latentes en el interior de las comunidades. Es de imaginar que, a la vista de la concordia de once de septiembre de 1476 entre la Corona y el marqués de Villena, hubiera apremio a que las situaciones de derecho creadas con los títulos devinieran en realidades de hecho, pero de las palabras de Juan León se desprende que hubo una situación de convivencia en las nuevas villas al este del Júcar, solo rota en el otoño de 1477 por los debates e qusitiones nuevamente acaesçidos en Chinchilla e Iniesta. Para reducir a los almagrados retraídos en la Jara se personó el hermano de don Diego López Pacheco, Juan, con mucha gente de caballo y pie. La matanza fue generalizada y así nos lo contaba Juan León

Después de ser el dicho logar de Villanueva fecho villa (8 de julio de 1476) fasta el tienpo que vino don Juan su hermano del dicho marqués don Diego López Pacheco con mucha gente a cauallo e a pye a causa de çiertos almagrados de la villa de Yniesta que estaban dentro en Villanueva rretraydos e conbatieron la dicha villa de Villanueva por fuerça de armas e mataron a Juan Sánchez de Cuenca Herrero e a Juan de Florençia vecinos de la dicha villa e firieron a otros muchos a vueltas de los quales mataron a Garçía de Mondéjar el viejo e a la muger de Diego Gil

Las muertes en Villanueva enconaron definitivamente los ánimos, cuyos vecinos, y especialmente los parientes de los muertos y heridos, acusaron directamente -crearon opinión y tema- a Juan León de ser el que había llamado a las tropas del marqués. Razón no les faltaría, pues con la ayuda de unos carros que le había prestado Hernando del Castillo, nuestro protagonista con su familia, de una arrancada nos dirá, salió huyendo de Villanueva camino de Alarcón ante el temor por sus vidas

Desyan muchos de los veçinos de la dicha villa que yda la gente (partidarios del marqués) que nos avían de matar a padres e a fijos por ser del vando del señor marqués y de Fernando del Castillo

En Alarcón permanecería Juan León durante el resto de la guerra hasta su finalización. Doce años después Juan León, ante los inquisidores, agradecería la ayuda prestada por su protector Hernando del Castillo. Su situación tras los hechos de Villanueva era de absoluta miseria. En la fortaleza de Alarcón y en los años que van del otoño de 1477 a marzo de 1480, Juan de León, junto a su mujer, sus cinco hijos y Magdalena, la moza al servicio de la familia, vivió una existencia miserable, viviendo de las sobras de la mesa del alcaide de Alarcón y su gente de armas. Primero comían los guerreros, luego, de las sobras, se alimentaba el resto. Aunque no hemos de dar demasiado crédito a nuestro encausado, pues su necesidad o fortuna no sería diferente a los demás que les tocó vivir estos tiempos de guerra

E después que porque me avía perdido por ser del vando del marqués e suyo de de Fernando del Castillo mandó que nos diesen de comer en la fortalesa a mí e a mi muger e hijos e a la moça que tenya entonçes que se llamava Madalena e comimos allí de contino asy a su mesa como a la mesa de sus criados e gente que en la dicha fortalesa por ser tienpo de guerras estávamos en la dicha fortalesa todos o los más días e a la noche a causa de las criaturas pequeñas que tenyamos viniamos a çenar en la casa en que morávamos en la dicha villa de Alarcón y trayamos para la çena asy lo que nos dava el despensero como lo que mi muger e yo e la dicha moça podíamos aver de lo que sobrava a la mesa del dicho Fernando del Castillo como a las mesas de su gente

Juan León nos describía las personas con las que había coincidido en la fortaleza, lo que constituía el círculo estrecho de Hernando del Castillo, en estos tiempos de guerra: los hijos del alcaide, Diego y Alonso del Castillo, Juan Moreno, criado y despensero, Pedro del Castillo, vecino de Alarcón, Alonso Rueda, morador en Olmedilla, Juan de Torrubia y su yerno García de Tresjuncos, moradores en Valverdejo, Andrés de Villamayor y Diego de Abencelle, vecinos de Castillo de Garcimuñoz, Pedro de Montoya, vecino de Vara de Rey, Alonso de Origüela, vecino de Honrubia, Pedro de Santacruz, vecino de Alarcón, todos ellos comensales y criados del alcaide de Alarcón y asimismo otros caballeros de Alarcón, como Gonzalo de Moreta, Martín de Zapata (que era caballerizo de Hernando del Castillo el del Arzobispo),Juan Velázquez y Diego Páez, a los que habría que sumar Fernando de la Cueva, vecino de Iniesta.

La fortaleza de Alarcón en la segunda fase de la guerra, especialmente cruel, fue centro de operaciones y cárcel sobrevenida donde se hacinaban junto a los guerreros los rehenes tomados para evitar que tomaron partido en la sublevación. A Juan León le tocó alojar a Bartolomé Sánchez de Paracuellos, que ofreció a su hijo Juan Pardo para ocupar su lugar tras siete meses de prisión, y así poder cuidar de sus ganados en Villanueva de la Jara. Era uno de tantos rehenes para evitar tanto las tentaciones de rebelión como moneda de cambio para trocar por los rehenes en manos del bando contrario, que por boca de Juan León también los había en Villanueva de la Jara. Juan Pardo compartiría mesa y, sobre todo, necesidad, cuando la guerra se hizo más dura en el año 1479, al menos hasta el sobreseimiento o tregua de 14 de septiembre. En ese tiempo se racionaron los alimentos en la fortaleza de Alarcón; no era extraño el día que llegada la noche no hubiera para la familia ración dada por el despensero Juan Moreno. Sin embargo, la prisión de Juan Pardo duró poco; el hijo era menos pusilánime que el padre. Rompiendo el juramento que ante la Cruz y los Santos Evangelios había hecho, escapó de la fortaleza tras siete u ocho días de presidio. Ese quebrantamiento del juramento, por el valor que la palabra tenía en aquellos tiempos, será usado por Juan León para acusar de perjuro a su enemigo e invalidar su testimonio.

Juan León volvería a Villanueva de la Jara poco después de la concordia de uno de marzo de 1480, y tras el perdón que la Corona concedió unos días después a todos los partidarios del marqués de Villena y su alcaide para que pudieran regresar a Villanueva de la Jara. El regreso de los partidarios del marqués no debió ser fácil. Juan León, a pesar del perdón general, no fue dejado entrar en Villanueva de la Jara, cuyo concejo se apoyaba en unas ordenanzas dadas y confirmadas por los Reyes Católicos que únicamente permitían vivir en la villa a pecheros, excluyendo no solo a hidalgos sino a conversos. Villanueva de la Jara, la villa que se llamaba a sí misma enemiga de hidalgos, añadía en su nueva república a los enemigos de religión o tornadizos que podían hacer falsa profesión de fe. Juan León se enfrentó al concejo de Villanueva de la Jara, presentándose como hidalgo en posesión de los León de Belmonte y no negó su fama de converso, iniciando un pleito ante el gobernador del Marquesado y su alcalde mayor que condenó en costas y penas al concejo jareño y le obligó a ser admitido como vecino. Juan León se había apoyado en uno de los capítulos de la concordia de uno de marzo de 1480 que obligaba a respetar a los perdedores de la guerra en sus personas y bienes tal como las poseían a la muerte del rey Enrique IV. La aceptación de Juan León como vecino de Villanueva fue un acto con muchos presentes, en especial citaba a Juan García el viejo o Lope García y sus hijos. Es curiosa la cita de estas personas, pues no estaban allí para agasajarle, porque estamos ante enemigos declarados del alcaide de Alarcón, Hernando del Castillo, en disputas por la llamada hoya del Roblecillo. Juan León tomó por nueva casa de morada una que era propiedad del alcaide de Alarcón, entre amenazas y a campana repicada que llamaba a los vecinos a quemar la casa del nuevo vecino.

Establecido en Villanueva de la Jara participó de la roturación de tierras llecas para hacerse con una nueva hacienda agraria, que explotarían sus hijos, mientras él ejercía el oficio de procurador de causas en la Jara. Juan León no solo tenía enemigos, también aliados como Martín Atalaya, preso en la guerra y posiblemente el que salvo la vida al ofrecer la suya su hermana Juan, o Pedro de Beamud, en Villanueva, o Juan de Córdoba, en El Peral, que le permitieron rehacer su vida y el apoyo de clérigos como Pedro Martínez de Calatayud y Miguel Ruiz, y de quien creemos que era el mentor de este último, Martín Gómez, que fundaría la primera capilla de la iglesia de Villanueva. Juan León se enfrentó al concejo de Villanueva de la Jara

El concejo de Villanueva de la Jara perdió el pleito por sus ordenanzas, pero los oficiales anuales las juraban como primer acto de gobierno cuando tomaban posesión. La vida de Juan León fue imposible en la nueva villa de realengo. Se le prohibió legar bienes en favor de sus hijos, le levantaron nuevos pleitos y se le impedía el derecho que tenían los otros vecinos de roturar las tierras llecas para pan o vino y acceder a su propiedad en un momento que se vivía un movimiento de nueva conquista de espacio agrario. Eran los años 1490 y 1491, Villanueva de la Jara vivía una frenética roturación de tierra a la que se habían sumado Juan León y sus hijos. Esta vez las presiones sobre la familia León fueron muy fuertes. Juan León escuchaba misa apartado de sus paisanos en las gradas del altar de San Benito, pasado el altar mayor; a los nuevos pleitos contra la familia para impedirles el acceso a la propiedad de la tierra y heredarla, se sumaron los odios y las amenazas que apelaban a la Inquisición para que quemaran a esta familia de conversos. Juan León tuvo que cambiar de vecindad al cercano pueblo d El Peral, con una comunidad más permisiva y donde se le respetaron sus preeminencias de hidalgo.

El partido pro-marqués y favorable a Hernando del Castillo seguía fuerte en Villanueva de la Jara a pesar de las amenazas. Juan León contaba con el apoyo de algunos vecinos que es de presuponer, que, huyendo de la presión de la villa y su concejo, intentaban hacerse con nuevas tierras en las aldeas jareñas del Sur, como Casasimarro, Quintanar y Tarazona. Nos son hombres conocidos: Alonso Simarro, Alonso de Ruipérez, Fernando de Chinchilla, Miguel García Escribano, Alonso Picazo, o Diego de Alarcón. Contaba quizás con las simpatías asimismo de Miguel Remón y su mujer con casa en la Cardosa, en Tarazona, un hombre de frontera afortunado que se había desplazado de Villanueva de la Jara a su alquería en fecha posterior a 1482, y del que confiaba que testificara cómo algunos vecinos habían proferido la amenaza que “aunque pasaran diez años lo habrían de quemar”.

Los principales enemigos de Juan León eran Juan Mondéjar el viejo y su hijo García Mondéjar el mozo, hermano y sobrino de García Mondéjar el viejo, asesinado durante la guerra. Los Mondéjar acusaban a Juan León de ser el inductor de la muerte de su pariente que ejecutaría la gente de Hernando del Castillo, su hijo, concretamente acusaban a su mujer de haber ido hasta El Peral, donde estaba la gente del marqués dos días antes de la muerte de García Mondéjar el viejo. Los Mondéjar estaban detrás de los pleitos para impedir la presencia del converso en la villa. Aunque las enemistades se olvidaban cuando había intereses comunes, García de Mondéjar el mozo echó mano de los servicios de letrado de León en pleito con Miguel Muñoz, aunque a la hora de pagar se negó a hacerlo por pedir el converso un precio de doscientos maravedíes por fanega de trigo. Alonso de la Osa no perdonaba a Juan León como “aconsejador” del ahorcamiento de su tío Benito de la Osa (un almagrado ajusticiado por la Corona para intentar mantener la paz entre bandos) como no lo perdonaba su otro sobrino el clérigo Bartolomé Martínez que acusaba a Juan León de testificar contra el finado, aprovechando que el juez, alcalde mayor de Marquesado, era un converso de Alcaraz, el bachiller Ruy Díaz de Montiel. Otros, de menor proyección en el futuro local de la Jara le profesaban igual enemistad, destacando Juan García el viejo y sus hijos, a causa de las referidas disputas por la hoya de Roblecillo con el alcaide de Alarcón, a las que no debía ser ajeno Juan León, que se sumaba al intento de asesinato del hermano de Juan, Pascual, que salvo la vida escondido en el cárcavo del molino del Júcar. Ambos Juan y Pascual eran los almagrados que más propiciaron la independencia de Villanueva de la Jara de Alarcón. Las relaciones familiares hacían extensivas esas enemistades a la villa de Iniesta, donde Alonso Garrido, emparentado con los García de la Jara, le profesaba igual odio. Eran estas vinculaciones familiares las que envenenaban una atmósfera contraria a Juan León, que se encontraba solo y sin parientes en Villanueva. Así el clérigo Bartolomé Martínez tenía una hermana casada con García Mondéjar, que a su vez tenían parentesco familiar con los García. Juan Tabernero, otro de los acusadores, estaba casado con una hermana del ahorcado Benito de la Osa, y era primo de Fernán Simarro que era el hacedor de las ordenanzas de Villanueva de la Jara, excluyentes de hidalgos y conversos. Fernán Simarro no perdonaba a Juan León que hubiera puesto en duda su obra jurídica al ganar el pleito para su vecindad ni asimismo que el converso hubiera defendido a Miguel Sánchez de Valera en un pleito por deudas en que se disputaban una taza de plata ni que se entrometiera en la comunión de intereses que Fernán tenía con Pedro de Ruipérez, otro más en la lista de enemistades.

Pero Juan León se había procurado enemigos entre los viejos sebosos por los derechos que pedía por sus servicios de abogacía con sus clientes. Uno de los que se consideraba agraviado era Pedro Ruipérez, que no le quería pagar un castellano adeudado en el pleito habido con la mujer de Pedro Remón ni las dos fanegas de trigo de sus servicios en otro pelito del citado Pedro Ruipérez con los alcabaleros de Villanueva de la Jara. No dudaba en buscar Juan León para acusar a Pedro a sus aliados entre la familia Ruipérez: Alonso, vecino de la Jara, y Juan, vecino de El Peral. Su oficio de procurador le había enemistado asimismo con otras familias de la villa en pleitos sobre herencias: tales eran los descendientes de Alvar Gómez y Fernán González. A la hora de cobrar como procurador de causas lo hacía en especie, en grano de trigo. A Juan García el mozo le pedía tres fanegas de trigo en pago, aunque a veces transigía, como hemos visto, para trocar las deudas en dinero: a doscientos maravedíes la fanega.



Y es que en el rápido desarrollo económico que experimentaba Villanueva de la Jara las rivalidades aumentaban: los hijos de Juan León se habían lanzado a una rápida roturación de tierras que colisionaba con la que había iniciado otro oficial del concejo jareño, Diego Gil, que se aferraba a las ordenanzas de la villa para negar el derecho de heredar de los hijos los bienes de Juan León como hidalgo y converso ni a adquirir tierras llecas por rompimiento, reservadas exclusivamente a aquellos que pecharan.

El fiscal pidió para el encausado la excomunión, confiscación de bienes y ser relajado al brazo seglar. Los inquisidores fueron más indulgentes, le absolvieron de las acusaciones, pero en vista del escándalo de las acusaciones le obligaron a abjurar públicamente de Leví y fue penitenciado

Que en el lugar donde el dicho Juan León rreçibió el corpus christi esté un domingo desnudo en camisa mientras se dize la misa de rrodillas e descalço e con una soga a la garganta dende que se comiençe la misa fasta que salga della con un çirio de çera ardiendo en la mano e mandamos que pague mil mrs. para la guerra contra los enemigos de la fe

Juan León resistió el tormento y no confesó su culpa.











Testigos presentados por el fiscal contra Juan León



Juan Pardo, hijo de Bartolomé Sánchez de Paracuellos.

García de Mondéjar

Bartolomé Martínez, clérigo teniente de cura de Villanueva de la Jara

Alonso de la Osa

Diego Gil

Juan Gómez, hijo de Alvar Gómez



Testigos presentados por Juan Léon

Pedro Martínez de Calatayud, clérigo, capellán del Peral

Miguel Ruiz, clérigo de Villanueva de la Jara, que aporta testimonio favorable del clérigo difunto Martín Gómez

Martín de Calatayud, vº El Peral

Juan de Motilla, vº El Peral

Diego Alarcón, clérigo Villanueva de la Jara.

Juan de Torrubia, vecino de Alarcón

Diego de Mondéjar, vecino de El Peral.









[1] GARCÍA MORATALLA, Pedro Joaquín: La Tierra de Alarcón en el señorío de Villena. Siglos XIII-XV. IEA. Albacete, 2003, pp. 219 y ss.


ARCHIVO DIOCESANO DE CUENCA, INQUISICIÓN, LEG. 6/127

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