Juan
Pardo se había presentado como rehén en Alarcón para que el alcaide Hernando de
Alarcón soltará a su padre, Bartolomé Sánchez de Paracuellos, preso en la
fortaleza. La casa del converso Juan León fue su cárcel; allí veía a este
hombre y su mujer ayunar durante el día hasta llegar las estrellas de la noche.
Sea cierta o interesada su narración, Juan Pardo sabía que el recuerdo era
acusación de judaísmo. En 1492, de nuevo recordaría a dos hermanos judíos,
seguramente recaudadores de impuestos o mercaderes, que posaban en casa de su
padre y seguían la misma práctica y en las mismas fechas, para San Miguel de
septiembre, en clara alusión a la fiesta del Yom Kippur. García Mondéjar
acusaba a Juan León de comulgar en el día de Santa María Egipciaca, vigilia de la
Pascua florida de la Resurrección sin haber confesado previamente. Ambas
acusaciones estaban ligadas, en tanto la Inquisición acusaría a Juan León de hacer
perdonar sus pecados con el ayuno, negando el sacramento de la confesión.
La
iglesia de Santa María de Villanueva de la Jara era de menor tamaño que la
actual, los cincuenta o sesenta comulgantes de la misa del sábado antes de la
Pascua de Resurrección se hacían interminables al teniente de cura Bartolomé
Martínez, pero sí que controlaba en unas tablillas el sacristán a los
parroquianos entre aquellos confesados y esos otros sin confesar. Entre los
pendientes del sacramento estaba Juan León. Este viejo criado del marqués era
odiado en todo el pueblo; él lo sabía, pero con suficiencia respondía a sus
enemigos que “el que no es negado a Dios no sea negado a las gentes, que no
estoy confesado porque quiero mal a todo el pueblo”, aunque a decir de
Alonso de la Osa las palabras exactamente proferidas, antes de abandonar la
iglesia, habían sido “que lo que no es negado a Dios no ha de ser al mundo”.
Los
acusadores eran declarados enemigos del marqués de Villena y su alcaide Hernando
del Castillo; por el contrario, Juan de León se había significado por sus
servicios al marqués. Ahora, en 1492, una década después de finalizada la
guerra, Juan León intentaba abrirse camino en Villanueva de la Jara como
procurador de causas, donde había tomado vecindad, aunque celoso de su persona
la había mudado a la cercana villa de El Peral. Hombre culto y conocedor de la
doctrina, Juan León no tuvo problemas en rezar el Padrenuestro, el Credo, el
Salve Regina y el Ave María ante los inquisidores y parte del cabildo
catedralicio, con varios canónigos presentes (Alfonso Rodríguez Castillo,
provisor de Cuenca, Gonzalo Barrientos, tesorero, y varios canónigos, Ferrán
Pérez de Párraga, Gil Martínez, Martín Fernández del Peso y Bernardino
Martínez, así como Ruy Gómez de Anaya, abad de Santiago, y Juan de Hervías,
abad de la Fe).
Más
que su prueba de fe, Juan León destacó por su habilidad como letrado. Conocedor
de los procesos inquisitoriales, fundados en el anonimato de los acusadores y
denuncias genéricas que llevaban al reo a inculparse; Juan León alegó
indefensión ante el Sant Oficio, pues las denuncias eran imprecisas en tiempo y
en lugar. Se presentaba como hombre pobre que había gastado su caudal en la
compra de bulas e indulgencias para la salvación de su alma, la de su mujer y
la de sus antepasados, sabedor de las consecuencias negativas de la indagación
de su genealogía. Obviando su pasado de recaudador, se presentaba como labrador
que vivía de sus tierras; poca hacienda, de la que la Corona poco podía obtener
de una confiscación de bienes. El oficio de labrador era seña de identidad de
cristiano, en tanto que renegaba de otros oficios de engaños, como el de procurador
de causas ejercido por el acusado. Al fin y al cabo, él había gastado su caudal
contribuyendo a la guerra de los moros de Granada, ahora recién acabada. De las
acusaciones de herejía y apostasía ni una sola palabra en su defensa, sabedor
que entrar en ese terreno podía ser el inicio de nuevas acusaciones. Muestra de
su fe y creencias era el buen recitado de las oraciones ante el cabildo
catedralicio. Juan León haciendo tabla rasa del pasado había procurado que sus
ganancias se invirtieran en tierras para que sus hijos ejercieran el honrado
oficio de labrador arando las tierras de pan llevar; antes, eso sí, les había
enseñado a leer y escribir en la iglesia. Sin embargo, para sus enemigos sus
ganancias pasadas tenían oscuro origen, ligando con obcecación su oficio de
procurador de causas a las irregularidades en el cobro de alcabalas.
El
proceso, de religioso, lo intentó mutar Juan León en político. Pronto salieron
a relucir las viejas diferencias políticas de la vieja guerra del Marquesado.
Un modelo de defensa que tomará seis años después en su proceso inquisitorial
el alcaide de Alarcón Hernando del Castillo. Juan León se confesó como un
criado del marqués de Villena que daba salida en los mercados del Reino de
Valencia a la grana, recogida en las tierras al sur de Villanueva de la Jara y
usada para el tinte. Producto que era un motivo más de las diferencias entre el
marqués y los lugareños. La irrupción de mosén Miguel de Zarzuela y sus lacayos
en la primera fase de la guerra provocó la huida de los hombres próximos al de
Villena en Iniesta, la Jara, El Peral, Motilla o Barchín. Juan León fue uno más
de los que huyó a la fortaleza de Alarcón, convertida, bajo la protección de
Hernando del Castillo, tanto en fuerte militar como en un “campo de refugiados”
de la época, con hacinamiento de los huidos, que convivían con los rehenes prisioneros
para chantajear a unos familiares dispuestos a tomar las armas a favor de la
Corona. Juan León con su mujer e hijos menores fue acogidos, apenas si tenía
para comer y vivía de la beneficencia del alcaide de Alarcón. Era difícil saber
si Juan León no comía hasta caídas las estrellas por profesión de fe judaica (puerilmente
reconocía que había adivinado que su ayuno mayor coincidía con ciertos judíos
de paso en la fortaleza de Alarcón) o simplemente por la necesidad de reservar
los alimentos a sus hijos, comiendo de las sobras ya llegada la noche.
Entretanto la hacienda de Juan León quedaba arruinada en Villanueva de la Jara
y los rencores acrecentados por la muerte. Todos los denunciantes de Juan León en
el proceso inquisitorial han perdido algún familiar en la guerra del Marquesado
como ha estudiado García Moratalla[1]:
García de Mondéjar, vio asesinar a su tío del mismo nombre a manos de Diego del
Castillo, que junto a su padre Juan eran los mayores enemigos del alcaide de
Alarcón en la Jara. Benito de la Osa había sido ahorcado, era tío de uno de los
acusadores el clérigo Bartolomé Martínez y quizás padre de Alonso de la Osa. La
malicia en las declaraciones de estas dos personas es evidente: el primero ve
Juan León comulgar, el segundo apostilla el no haber confesado. Diego Gil había
visto asesinar a su mujer por el alcaide de Alarcón, sumando a sus odios cómo
los hijos labradores de Juan León le arrebataban unas tierras que tenía por
suyas. Conflicto este último que era de más calado, pues la disputa era por la
apropiación de las tierras llecas del suelo de Alarcón. No obstante,
consideramos que el verdadero promotor del pleito contra Juan León, y junto a
García de Mondéjar, es Juan Pardo, personaje que copa los cargos concejiles de
Villanueva de la Jara y la causa que le mueve es las rencillas de los
diferentes conflictos en que interviene Juan León como procurador de causas en
un momento que la sociedad jareña está muy endeudada y se suceden los
contenciosos con los conversos por la recaudación de rentas y el impago de
deudas con unas minorías judías y conversas que actúan como prestamistas.
Juan
León era un hombre prisionero de las vicisitudes de su tiempo y es un testigo
excepcional de un periodo cuya historia se resume en su propia vida. Aunque no
nos lo dice, debía estar emparentado con esta familia de Belmonte. Hacia 1468
había llegado a la villa de Alarcón, donde estableció vecindad, quizás fuera
una víctima más desarraigada, por la peste que azotó a Castilla esos años, o
quizás su presencia en Alarcón sea deudora de su fidelidad a Hernando del
Castillo, pues en 1472 Juan León abandona la fortaleza de Alarcón para irse a
vivir a Villanueva de la Jara, coincidiendo con el hecho de que le “quitaran” a
Hernando del Castillo la tenencia de dicha fortaleza en favor de Alonso Muñoz,
vecino de Belmonte, aunque creemos, por pleitos posteriores, que los intereses
de Hernando, al servicio del marqués, rondan en torno a Iniesta y Requena en
esta época. Un momento en que la Jara, simple arrabal y granja de Alarcón,
entra en el área de influencia de estas dos villas mayores, aprovechando los
circuitos comerciales hacia el Reino de Valencia y ofreciendo sus productos:
más ganado y grana que trigo. Juan León será uno de los que aproveche la
coyuntura para hacerse con una hacienda sustanciosa en Villanueva de la Jara.
Allí vivió seis cuatro años, hasta que comenzó la guerra del Marquesado. Juan
León recordaba la llegada de mosén Zarzuela y sus lacayos a Villanueva de la
Jara. Si de Iniesta tenemos la idea de un alzamiento generalizado contra el
marqués, la liberación de Villanueva de la Jara, El Peral, Motilla o Barchín
fue, por las palabras de Juan León, mucho más accidental. El objetivo de mosén
Miguel Zarzuela era la torre de Piqueras, liberando a su paso a los citados
lugares
Que
beuí en el dicho lugar de Villanueva de la Xara fasta que se començaron las guerras
del marquesado de Villena, quando vinieron los lacayos a tomar la torre de
Piqueras e asymismo quando vino mosén Miguel Çarçuela con los lacayos e otra
gente e tomó la villa de Yniesta e a Villanueva de la Xara e al Peral e a la
Motilla e a Barchín que eran entonçes granxas e arrabales e aldeas de la dicha
villa de Alarcón e fiso el dicho mosén Miguel que fuesen con todos los vecinos
de los dichos logares a la dicha villa de Iniesta
Villanueva
de la Jara, El Peral, Motilla y Barchín (quizás también para no recuperarse ya)
quedaron vacíos por la marcha de sus vecinos a Iniesta, donde se concentraban
las tropas de los vizcondes de Chelva y Biota. Con los vecinos fueron sus
haciendas y ganados; Juan León se alojó en la casa de un iniestense principal
Clemén Sánchez y con él todo el trigo, cebada, centeno y lana de su rica hacienda
que fueron a parar a la casa que el iniestense tenía junto a la iglesia. Juan
León volvería, pero para ver consumida la hacienda que le quedaba, ni siquiera
conservó su casa en la Jara, que acabaría en propiedad de un almagrado o
partidario de la Corona, Juan Gómez el sastre. Otros vecinos jareños como Diego
Alarcón, Alonso Simarro el viejo o Fernando de Chinchilla daban fe de este
exilio forzado en Iniesta.
Las
desgracias de Juan León se sumaron. Como hemos referido, viniendo de Valencia a
Alarcón con los dineros de la grana vendida en el Reino de Valencia fue robado
por los lacayos de mosén Zarzuela que toparon con él cuando iban camino de
Piqueras. Ahora, vuelto de Iniesta a Villanueva de la Jara ocupó temporalmente
su casa, pero para ver como el resto de su hacienda era esquilmada por sus
enemigos. Describía su estado de ánimo en su vuelta a Villanueva de la Jara,
como el de una persona “doliente de tristeza e caymiento e desmayamiento de
coraçón”, que gastaba y consumía su hacienda sin producir nada y sin apenas
alimento que dar a sus cinco hijos pequeños, que no se sabían dar agua el
uno al otro, las penurias fueron mitigadas por la ayuda de una moza llamada
Magdalena. En Villanueva de la Jara, Juan León quedó hasta que el lugar se
declaró villa: una muestra de que los vencedores no eran tales ni los
perdedores tampoco, pues convivían como siempre lo habían hecho. A pesar de que
en el mes de julio de 1476 Villanueva consigue el título de villa la
convivencia de enemigos que eran paisanos continua; solamente se truncará
cuando unos almagrados procedentes de Iniesta entran en la villa para hacerse
con su control efectivo; es entonces cuando la guerra comienza de verdad en
Villanueva de la Jara con su corolario de venganzas y muertes.
La
presencia de almagrados en Villanueva de la Jara, partidarios de la Corona,
aunque la existencia de este bando es anterior a las fidelidades bélicas, fue
funesta para la nueva villa. Los iniestenses retraídos en Villanueva de la Jara
actuaron como reclamo para la intervención de los partidarios del marqués de
Villena. La declaración de villazgo de 1476 había creado unos equilibrios sobre
el papel que no se correspondían a la realidad sobre terreno, pues la primera
fase de la guerra en las nuevas villas del Valdemembra fue importada desde el
Reino de Valencia, aunque hay que reconocer que desató las diferencias y
enemistades latentes en el interior de las comunidades. Es de imaginar que, a
la vista de la concordia de once de septiembre de 1476 entre la Corona y el
marqués de Villena, hubiera apremio a que las situaciones de derecho creadas
con los títulos devinieran en realidades de hecho, pero de las palabras de Juan
León se desprende que hubo una situación de convivencia en las nuevas villas al
este del Júcar, solo rota en el otoño de 1477 por los debates e qusitiones
nuevamente acaesçidos en Chinchilla e Iniesta. Para reducir a los
almagrados retraídos en la Jara se personó el hermano de don Diego López
Pacheco, Juan, con mucha gente de caballo y pie. La matanza fue generalizada y
así nos lo contaba Juan León
Después
de ser el dicho logar de Villanueva fecho villa (8 de julio de 1476) fasta el
tienpo que vino don Juan su hermano del dicho marqués don Diego López Pacheco
con mucha gente a cauallo e a pye a causa de çiertos almagrados de la villa de
Yniesta que estaban dentro en Villanueva rretraydos e conbatieron la dicha
villa de Villanueva por fuerça de armas e mataron a Juan Sánchez de Cuenca
Herrero e a Juan de Florençia vecinos de la dicha villa e firieron a otros
muchos a vueltas de los quales mataron a Garçía de Mondéjar el viejo e a la
muger de Diego Gil
Las
muertes en Villanueva enconaron definitivamente los ánimos, cuyos vecinos, y
especialmente los parientes de los muertos y heridos, acusaron directamente -crearon
opinión y tema- a Juan León de ser el que había llamado a las tropas del
marqués. Razón no les faltaría, pues con la ayuda de unos carros que le había
prestado Hernando del Castillo, nuestro protagonista con su familia, de una
arrancada nos dirá, salió huyendo de Villanueva camino de Alarcón ante el temor
por sus vidas
Desyan
muchos de los veçinos de la dicha villa que yda la gente (partidarios del
marqués) que nos avían de matar a padres e a fijos por ser del vando del señor
marqués y de Fernando del Castillo
En
Alarcón permanecería Juan León durante el resto de la guerra hasta su
finalización. Doce años después Juan León, ante los inquisidores, agradecería
la ayuda prestada por su protector Hernando del Castillo. Su situación tras los
hechos de Villanueva era de absoluta miseria. En la fortaleza de Alarcón y en
los años que van del otoño de 1477 a marzo de 1480, Juan de León, junto a su
mujer, sus cinco hijos y Magdalena, la moza al servicio de la familia, vivió
una existencia miserable, viviendo de las sobras de la mesa del alcaide de
Alarcón y su gente de armas. Primero comían los guerreros, luego, de las
sobras, se alimentaba el resto. Aunque no hemos de dar demasiado crédito a
nuestro encausado, pues su necesidad o fortuna no sería diferente a los demás
que les tocó vivir estos tiempos de guerra
E
después que porque me avía perdido por ser del vando del marqués e suyo de de
Fernando del Castillo mandó que nos diesen de comer en la fortalesa a mí e a mi
muger e hijos e a la moça que tenya entonçes que se llamava Madalena e comimos
allí de contino asy a su mesa como a la mesa de sus criados e gente que en la
dicha fortalesa por ser tienpo de guerras estávamos en la dicha fortalesa todos
o los más días e a la noche a causa de las criaturas pequeñas que tenyamos
viniamos a çenar en la casa en que morávamos en la dicha villa de Alarcón y
trayamos para la çena asy lo que nos dava el despensero como lo que mi muger e
yo e la dicha moça podíamos aver de lo que sobrava a la mesa del dicho Fernando
del Castillo como a las mesas de su gente
Juan
León nos describía las personas con las que había coincidido en la fortaleza,
lo que constituía el círculo estrecho de Hernando del Castillo, en estos
tiempos de guerra: los hijos del alcaide, Diego y Alonso del Castillo, Juan
Moreno, criado y despensero, Pedro del Castillo, vecino de Alarcón, Alonso
Rueda, morador en Olmedilla, Juan de Torrubia y su yerno García de Tresjuncos,
moradores en Valverdejo, Andrés de Villamayor y Diego de Abencelle, vecinos de
Castillo de Garcimuñoz, Pedro de Montoya, vecino de Vara de Rey, Alonso de
Origüela, vecino de Honrubia, Pedro de Santacruz, vecino de Alarcón, todos
ellos comensales y criados del alcaide de Alarcón y asimismo otros caballeros
de Alarcón, como Gonzalo de Moreta, Martín de Zapata (que era caballerizo de
Hernando del Castillo el del Arzobispo),Juan Velázquez y Diego Páez, a los que
habría que sumar Fernando de la Cueva, vecino de Iniesta.
La
fortaleza de Alarcón en la segunda fase de la guerra, especialmente cruel, fue
centro de operaciones y cárcel sobrevenida donde se hacinaban junto a los
guerreros los rehenes tomados para evitar que tomaron partido en la sublevación.
A Juan León le tocó alojar a Bartolomé Sánchez de Paracuellos, que ofreció a su
hijo Juan Pardo para ocupar su lugar tras siete meses de prisión, y así poder
cuidar de sus ganados en Villanueva de la Jara. Era uno de tantos rehenes para
evitar tanto las tentaciones de rebelión como moneda de cambio para trocar por
los rehenes en manos del bando contrario, que por boca de Juan León también los
había en Villanueva de la Jara. Juan Pardo compartiría mesa y, sobre todo,
necesidad, cuando la guerra se hizo más dura en el año 1479, al menos hasta el
sobreseimiento o tregua de 14 de septiembre. En ese tiempo se racionaron los
alimentos en la fortaleza de Alarcón; no era extraño el día que llegada la
noche no hubiera para la familia ración dada por el despensero Juan Moreno. Sin
embargo, la prisión de Juan Pardo duró poco; el hijo era menos pusilánime que
el padre. Rompiendo el juramento que ante la Cruz y los Santos Evangelios había
hecho, escapó de la fortaleza tras siete u ocho días de presidio. Ese quebrantamiento
del juramento, por el valor que la palabra tenía en aquellos tiempos, será
usado por Juan León para acusar de perjuro a su enemigo e invalidar su
testimonio.
Juan
León volvería a Villanueva de la Jara poco después de la concordia de uno de
marzo de 1480, y tras el perdón que la Corona concedió unos días después a
todos los partidarios del marqués de Villena y su alcaide para que pudieran
regresar a Villanueva de la Jara. El regreso de los partidarios del marqués no
debió ser fácil. Juan León, a pesar del perdón general, no fue dejado entrar en
Villanueva de la Jara, cuyo concejo se apoyaba en unas ordenanzas dadas y
confirmadas por los Reyes Católicos que únicamente permitían vivir en la villa
a pecheros, excluyendo no solo a hidalgos sino a conversos. Villanueva de la
Jara, la villa que se llamaba a sí misma enemiga de hidalgos, añadía en su
nueva república a los enemigos de religión o tornadizos que podían hacer falsa
profesión de fe. Juan León se enfrentó al concejo de Villanueva de la Jara,
presentándose como hidalgo en posesión de los León de Belmonte y no negó su
fama de converso, iniciando un pleito ante el gobernador del Marquesado y su
alcalde mayor que condenó en costas y penas al concejo jareño y le obligó a ser
admitido como vecino. Juan León se había apoyado en uno de los capítulos de la
concordia de uno de marzo de 1480 que obligaba a respetar a los perdedores de
la guerra en sus personas y bienes tal como las poseían a la muerte del rey
Enrique IV. La aceptación de Juan León como vecino de Villanueva fue un acto
con muchos presentes, en especial citaba a Juan García el viejo o Lope García y
sus hijos. Es curiosa la cita de estas personas, pues no estaban allí para
agasajarle, porque estamos ante enemigos declarados del alcaide de Alarcón,
Hernando del Castillo, en disputas por la llamada hoya del Roblecillo. Juan
León tomó por nueva casa de morada una que era propiedad del alcaide de
Alarcón, entre amenazas y a campana repicada que llamaba a los vecinos a quemar
la casa del nuevo vecino.
Establecido
en Villanueva de la Jara participó de la roturación de tierras llecas para
hacerse con una nueva hacienda agraria, que explotarían sus hijos, mientras él
ejercía el oficio de procurador de causas en la Jara. Juan León no solo tenía
enemigos, también aliados como Martín Atalaya, preso en la guerra y
posiblemente el que salvo la vida al ofrecer la suya su hermana Juan, o Pedro
de Beamud, en Villanueva, o Juan de Córdoba, en El Peral, que le permitieron
rehacer su vida y el apoyo de clérigos como Pedro Martínez de Calatayud y
Miguel Ruiz, y de quien creemos que era el mentor de este último, Martín Gómez,
que fundaría la primera capilla de la iglesia de Villanueva. Juan León se
enfrentó al concejo de Villanueva de la Jara
El
concejo de Villanueva de la Jara perdió el pleito por sus ordenanzas, pero los
oficiales anuales las juraban como primer acto de gobierno cuando tomaban
posesión. La vida de Juan León fue imposible en la nueva villa de realengo. Se
le prohibió legar bienes en favor de sus hijos, le levantaron nuevos pleitos y
se le impedía el derecho que tenían los otros vecinos de roturar las tierras
llecas para pan o vino y acceder a su propiedad en un momento que se vivía un
movimiento de nueva conquista de espacio agrario. Eran los años 1490 y 1491,
Villanueva de la Jara vivía una frenética roturación de tierra a la que se
habían sumado Juan León y sus hijos. Esta vez las presiones sobre la familia
León fueron muy fuertes. Juan León escuchaba misa apartado de sus paisanos en
las gradas del altar de San Benito, pasado el altar mayor; a los nuevos pleitos
contra la familia para impedirles el acceso a la propiedad de la tierra y
heredarla, se sumaron los odios y las amenazas que apelaban a la Inquisición
para que quemaran a esta familia de conversos. Juan León tuvo que cambiar de
vecindad al cercano pueblo d El Peral, con una comunidad más permisiva y donde
se le respetaron sus preeminencias de hidalgo.
El
partido pro-marqués y favorable a Hernando del Castillo seguía fuerte en
Villanueva de la Jara a pesar de las amenazas. Juan León contaba con el apoyo
de algunos vecinos que es de presuponer, que, huyendo de la presión de la villa
y su concejo, intentaban hacerse con nuevas tierras en las aldeas jareñas del
Sur, como Casasimarro, Quintanar y Tarazona. Nos son hombres conocidos: Alonso
Simarro, Alonso de Ruipérez, Fernando de Chinchilla, Miguel García Escribano,
Alonso Picazo, o Diego de Alarcón. Contaba quizás con las simpatías asimismo de
Miguel Remón y su mujer con casa en la Cardosa, en Tarazona, un hombre de
frontera afortunado que se había desplazado de Villanueva de la Jara a su
alquería en fecha posterior a 1482, y del que confiaba que testificara cómo
algunos vecinos habían proferido la amenaza que “aunque pasaran diez años lo
habrían de quemar”.
Los
principales enemigos de Juan León eran Juan Mondéjar el viejo y su hijo García
Mondéjar el mozo, hermano y sobrino de García Mondéjar el viejo, asesinado
durante la guerra. Los Mondéjar acusaban a Juan León de ser el inductor de la
muerte de su pariente que ejecutaría la gente de Hernando del Castillo, su
hijo, concretamente acusaban a su mujer de haber ido hasta El Peral, donde
estaba la gente del marqués dos días antes de la muerte de García Mondéjar el
viejo. Los Mondéjar estaban detrás de los pleitos para impedir la presencia del
converso en la villa. Aunque las enemistades se olvidaban cuando había
intereses comunes, García de Mondéjar el mozo echó mano de los servicios de
letrado de León en pleito con Miguel Muñoz, aunque a la hora de pagar se negó a
hacerlo por pedir el converso un precio de doscientos maravedíes por fanega de
trigo. Alonso de la Osa no perdonaba a Juan León como “aconsejador” del
ahorcamiento de su tío Benito de la Osa (un almagrado ajusticiado por la Corona
para intentar mantener la paz entre bandos) como no lo perdonaba su otro
sobrino el clérigo Bartolomé Martínez que acusaba a Juan León de testificar
contra el finado, aprovechando que el juez, alcalde mayor de Marquesado, era un
converso de Alcaraz, el bachiller Ruy Díaz de Montiel. Otros, de menor
proyección en el futuro local de la Jara le profesaban igual enemistad, destacando
Juan García el viejo y sus hijos, a causa de las referidas disputas por la hoya
de Roblecillo con el alcaide de Alarcón, a las que no debía ser ajeno Juan
León, que se sumaba al intento de asesinato del hermano de Juan, Pascual, que
salvo la vida escondido en el cárcavo del molino del Júcar. Ambos Juan y
Pascual eran los almagrados que más propiciaron la independencia de Villanueva
de la Jara de Alarcón. Las relaciones familiares hacían extensivas esas
enemistades a la villa de Iniesta, donde Alonso Garrido, emparentado con los
García de la Jara, le profesaba igual odio. Eran estas vinculaciones familiares
las que envenenaban una atmósfera contraria a Juan León, que se encontraba solo
y sin parientes en Villanueva. Así el clérigo Bartolomé Martínez tenía una
hermana casada con García Mondéjar, que a su vez tenían parentesco familiar con
los García. Juan Tabernero, otro de los acusadores, estaba casado con una
hermana del ahorcado Benito de la Osa, y era primo de Fernán Simarro que era el
hacedor de las ordenanzas de Villanueva de la Jara, excluyentes de hidalgos y
conversos. Fernán Simarro no perdonaba a Juan León que hubiera puesto en duda
su obra jurídica al ganar el pleito para su vecindad ni asimismo que el
converso hubiera defendido a Miguel Sánchez de Valera en un pleito por deudas
en que se disputaban una taza de plata ni que se entrometiera en la comunión de
intereses que Fernán tenía con Pedro de Ruipérez, otro más en la lista de
enemistades.
Pero
Juan León se había procurado enemigos entre los viejos sebosos por los derechos
que pedía por sus servicios de abogacía con sus clientes. Uno de los que se
consideraba agraviado era Pedro Ruipérez, que no le quería pagar un castellano
adeudado en el pleito habido con la mujer de Pedro Remón ni las dos fanegas de
trigo de sus servicios en otro pelito del citado Pedro Ruipérez con los
alcabaleros de Villanueva de la Jara. No dudaba en buscar Juan León para acusar
a Pedro a sus aliados entre la familia Ruipérez: Alonso, vecino de la Jara, y
Juan, vecino de El Peral. Su oficio de procurador le había enemistado asimismo
con otras familias de la villa en pleitos sobre herencias: tales eran los
descendientes de Alvar Gómez y Fernán González. A la hora de cobrar como
procurador de causas lo hacía en especie, en grano de trigo. A Juan García el
mozo le pedía tres fanegas de trigo en pago, aunque a veces transigía, como
hemos visto, para trocar las deudas en dinero: a doscientos maravedíes la fanega.
Y es
que en el rápido desarrollo económico que experimentaba Villanueva de la Jara
las rivalidades aumentaban: los hijos de Juan León se habían lanzado a una
rápida roturación de tierras que colisionaba con la que había iniciado otro
oficial del concejo jareño, Diego Gil, que se aferraba a las ordenanzas de la
villa para negar el derecho de heredar de los hijos los bienes de Juan León
como hidalgo y converso ni a adquirir tierras llecas por rompimiento,
reservadas exclusivamente a aquellos que pecharan.
El
fiscal pidió para el encausado la excomunión, confiscación de bienes y ser
relajado al brazo seglar. Los inquisidores fueron más indulgentes, le
absolvieron de las acusaciones, pero en vista del escándalo de las acusaciones
le obligaron a abjurar públicamente de Leví y fue penitenciado
Que
en el lugar donde el dicho Juan León rreçibió el corpus christi esté un domingo
desnudo en camisa mientras se dize la misa de rrodillas e descalço e con una
soga a la garganta dende que se comiençe la misa fasta que salga della con un çirio
de çera ardiendo en la mano e mandamos que pague mil mrs. para la guerra contra
los enemigos de la fe
Juan
León resistió el tormento y no confesó su culpa.
Testigos
presentados por el fiscal contra Juan León
Juan
Pardo, hijo de Bartolomé Sánchez de Paracuellos.
García
de Mondéjar
Bartolomé
Martínez, clérigo teniente de cura de Villanueva de la Jara
Alonso
de la Osa
Diego
Gil
Juan
Gómez, hijo de Alvar Gómez
Testigos
presentados por Juan Léon
Pedro
Martínez de Calatayud, clérigo, capellán del Peral
Miguel
Ruiz, clérigo de Villanueva de la Jara, que aporta testimonio favorable del
clérigo difunto Martín Gómez
Martín
de Calatayud, vº El Peral
Juan
de Motilla, vº El Peral
Diego
Alarcón, clérigo Villanueva de la Jara.
Juan
de Torrubia, vecino de Alarcón
Diego
de Mondéjar, vecino de El Peral.
[1]
GARCÍA MORATALLA, Pedro Joaquín: La Tierra de Alarcón en el señorío de
Villena. Siglos XIII-XV. IEA. Albacete, 2003, pp. 219 y ss.
ARCHIVO DIOCESANO DE CUENCA, INQUISICIÓN, LEG. 6/127
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