Los inquisidores de Cuenca
decretaron el ocho de octubre la prisión de Pedro de Moya, vecino, por entonces,
de Villanueva de la Jara. Los Moya eran varios hermanos: Isabel, Catalina, Luis,
Diego, Gonzalo, Juana y Pedro. Sus padres eran Juan de Moya e Isabel, la
familia estaba establecida en Iniesta. Pedro era tejedor, su padre Juan tenía
el oficio de carpintero. Una minoría que de lugares diversos había recalado en
Castillo de Garcimuñoz, donde desempeñaban oficios manuales y que tras las
persecuciones inquisitoriales de 1489 en adelante se había dispersado por la comarca,
si bien en Iniesta tenían una existencia anterior. Jaime Zaragozano era
carpintero, converso él mismo, había casado con Isabel Sánchez, otra conversa
de Ocaña, hija de Isabel Sánchez y Alvar Sánchez. Los matrimonios eran endógamos,
dentro del círculo converso. Una hija de Jaime Zaragozano se llamaba María
Sevilla, tomando el apellido del marido Diego Sevilla, judío, asimismo.
Pedro de Moya fue objeto de la
delación de sus vecinos, pues en Villanueva de la Jara pasaba por un hombre
piadoso, que acogía en su casa a los frailes que allí acudían a pedir a la vez
que actuaba de hospital de menesterosos y enfermos. A Pedro de Moya se le
acusaba de practicar el ayuno mayor, para finales de septiembre. La práctica,
aparte de atenerse a la ley mosaica, era negación del sacramento de la confesión:
Seyendo este confesante de fasta quatorze
años uno más o otro menos, su madre deste confesante, que se decía Ysabel Sánchez
de Moya le mandó una vez que ayunase no comiendo en todo el día hasta la noche,
lo qual le decía que hiziese porque Dios padre se sentaba aquel día a juizio e
perdonaba a todos
El día del ayuno mayor un candil
permanecía encendido toda la noche, al igual que en las noches de los viernes a
los sábados. La fiesta del sabath era respetada en toda la familia que holgaba.
Los Moya comenzaron a ocultar sus prácticas mosaicas en cuanto llegaron los
primeros autos de fe de la Inquisición en Sevilla, donde se quemaban los
primeros herejes, alertados por los conversos que llegaban a la fortaleza de Alarcón
desde Sevilla y Ciudad Real. Gonzalo y Luis procuraron contraer matrimonio con
cristianas viejas. No obstante, en Iniesta había un círculo converso muy
importante, en el que las mujeres mantenían las prácticas mosaicas. Conocemos
el nombre de estas mujeres: la mujer de Alonso Hernández de Alarcón, Blanca
Hernández; Isabel, mujer de Juan de Moya; Violante, la mujer de Antón Sánchez de
Santorcaz, todas ellas difuntas en 1519. Pero también otras como María, mujer
de Lope de Alarcón; Leonor, la de Perálvarez de Ciudad Rodrigo; Isabel, mujer
de Pedro Navarrete, y la mujer de Juan López, platero, la conocida por la Platera
vieja. A estas mujeres se sumaba una nueva generación: Isabel de Moya, hija de
Juan e Isabel, casada con Juan López del Castillo; María Sánchez, casada con
Alonso Herrero, e hija de Blanca Sánchez, de los Fandarines de Priego.
Por la confesión de Pedro Moya,
sabemos de la nutrida comunidad judía en Iniesta a fines del siglo XV, si es
que no nos encontramos incluso ante proselitismo entre cristianos viejos.
Recordaba como la ceremonia del ayuno del Yon Kippur se juntaban en casa de su
madre varias mujeres, cuyos maridos ejercían oficios artesanos diversos: Blanca
Ruiz, la mujer de Garci Ruiz, el zapatero; Elvira Sánchez, mujer de Hernando de
Molina, el tendero; Blanca, mujer de Hernando Ruiz, recuero; la de Lope
Martínez zaragozano; Mencía de Moya, mujer de Diego López de Moya, zapatero; la
de Lope Martínez, sastre. En otras ocasiones, el ayuno se hacía en casa de Juan
de Santorcaz, un zapatero, bajo la dirección de su mujer Leonor, hija de Hernán
García de Villarreal, con la presencia de su hijo Antón Sánchez de Santorcaz,
que seguiría la tradición con su mujer Violante, y con presencia de Alonso Díaz
y su hijo Hernando de Iniesta. El organizador de las reuniones era el citado
Lope Martínez Zaragozano. La tradición familiar fue mantenida por Isabel de
Moya, que al igual que su madre andaba descalza el día del ayuno mayor y encendiendo
el candil; Isabel estaba casada con el citado Juan López del Castillo, al que
algún vecino veía dándose cabezazos contra las piedras, cual, si fueran muros
de lamentaciones, en los tiempos muertos que le quedaban en sus quehaceres de
regatón, vendiendo carneros o cualquier otra cosa que se prestase.
Esta minoría conversa fue víctima
de la guerra del Marquesado, Pedro de Moya recordaba haber salido de Iniesta con
sus padres, destino a Alarcón, con motivo de las disputas entre sebosos y
almagrados. El rencor antisemita obligaría después a la familia a emigrar a
Villanueva de la Jara, donde los odios antisemitas pronto despertarían de nuevo.
La solidaridad religiosa iba
acompañada de los lazos de sangre. De la declaración de Pedro de Moya se ve
hasta que grado la endogamia del grupo era cerrada y cómo sería causa de la
caída de todo el complejo converso en manos de la Inquisición:
E luego el dicho Pedro de Moya dixo que
se acuerda que estando en la villa de Yniesta, seyendo este declarante de hedad
de diez u siete años o diez e ocho años, seyendo moço por casar teniendo mucha
amistad con Antón de Santorcaz susodicho que hera su primo hermano yva muchas veces
en casa de Juan de Santorcaz, padre del dicho su primo, tío y hermano de su
madre de este confesante e que lo más al año dormía este confesante en la dicha
casa e fazían su ofiçio de çapateros en casa del dicho Juan de Santorcaz, en el
qual tiempo vio este testigo como se juntaban en casa del dicho Juan de
Santorcaz la madre de este declarante e su padre susodichos e Lope Martínez e
Juan de Santorcaz e su muger Leonor e sus hijos Antón de Santorcaz, que hera de
los días de este testigo, defunto, e Ysabel, hija del dicho Juan de Santorcaz,
e mujer que agora es de Martín Sánchez carpintero, e que podría ser de edad de
treze o quatorze años, e Fernán Garçia, hijos del dicho Juan de Santorcaz, el
qual Fernán Garçía sería de edad de diez o honze años e Leonor muger de Pedro
Blasco el viejo, que fue antes mujer de Almarco, hermana del dicho Juan de
Santorcaz e que la muger del dicho Juan de Santorcaz, no tenía allí parientes
ningunos e que estaba allí Alonso Diaz, veçino de la casa del dicho Juan de
Santorcaz, los quales todos se juntaban en la dicha casa de Juan de Santorcaz e
antes que cayese el ayuno de los dichos judíos, el dicho Juan de Santorcaz y el
dicho Lope Martínez, el qual hera el negoçiante, el qual hera hermano de la
agüela de este confesante e que también venía allí Jaime Zaragozano e Ysabel su
mujer e Juana su hija, mujer de Alonso de Estudillo tendero, vezino de Yniesta e
después de Cuenca y María de Sevilla, muger de Diego de Sevilla, vezina de
Yniesta e que después se vino a vivir a Cuenca, viuda e aquí murió la qual hera
mayor que de las hijas del dicho Jaime Zaragozano e que la Juana que hera la
menor que ya estaba casada e que venía allí asimismo María, muger de Lope de
Alarcón, veçina de Yniesta sobrina de la de Jaime Zaragozano e que venía
asimismo allí Leonor, muger de Perálvarez de Çibdad Rodrigo y que asimismo venía
allí Ysabel, muger de Pedro Navarrete, vecinos de Yniesta, y que a todos los
dichos Juan de Santorcaz e el dicho Lope Martínez les dezían a todos como tal
día hera el ayuno mayor e que lo ayunase que hera muy bueno
Una primera persecución contra
los judeos conversos de Iniesta, estudiada por MORATALLA, se inició en 1489;
entonces fueron encausadas Mayor García, mujer del sastre Alfonso de Huete e
hija de Fernán García de Villarreal, Leonor García, mujer de Juan de Santorcaz,
e Isabel Sánchez, mujer de Jaime Zaragozano. Es esta figura la que enlaza a la
minoría conversa de Iniesta con el bando de los sebosos de Iniesta, pues fue
muerto en los sucesos de otoño de 1477 junto a Pedro de Ocaña[1].
Unos sucesos que, según confesión de Isabel Sánchez, implicaron a más de cien
hombres y que creemos que se reproducen en menor escala en los sucesos citados
por Moratalla en 1485, presentados como una subversión social, donde vemos
implicados varios conversos como Juan de Moya, Alonso de Villarreal o Lope el
platero, pero también otros apellidos iniestenses de abolengo que demuestran
una marginación de ciertos estratos sociales del gobierno de Iniesta[2].
La comunidad conversa, a pesar de las primeras persecuciones, siguió firme, aunque
empezó a salir de su aislamiento con las alianzas matrimoniales con cristianos
viejos de otras localidades, como Enguídanos, estableciendo una solidaridad
familiar fundada en el oficio más que en la sangre. Es esta nueva forma de
proceder la que lleva a Moratalla a pensar en el abandono de ciertos ritos
judaicos e integración religiosa. La realidad era que el conflicto religioso se
mutaba en social.
En realidad, la transformación que se
produce en estas tierras. Existía una minoría conversa muy estructurada en
Castillo de Garcimuñoz y Belmonte, bajo la protección del marqués de Villena. En 1478, con
el establecimiento de la Inquisición, llegan nuevos judíos conversos, huyendo
de Sevilla y Ciudad Real (entonces llamada Villarreal), que son acogidos por las
comunidades locales existentes. Hay una primera persecución contra estas
comunidades a partir de 1489, que supone una pequeña diáspora de estos grupos,
huyendo de Castillo de Garcimuñoz, cuya "aljama" conversa se rompe.
La solidaridad judeoconversa se extiende desde San Clemente a Hellín, Alcaraz o
Iniesta donde son acogidos muchos de los perseguidos. Apellidos como los Moya,
en el oficio de plateros, o Astudillo, aparecen enlazados con los Valdolivas y
Peñafieles de Castillo de Garcimuñoz[3]. Pero
también se acoge a huidos de la expulsión de judíos de 1492, que ahora se hacen
pasar por cristianos, y que esconden a grandes familias judías como los abrabaneles.
El cambio de siglo, estas familias consiguen medrar de nuevo, desempeñando oficios
de menestrales (zapateros, carpinteros, tejedores, ...), constituyendo el
embrión de una pequeña burguesía artesanal muy productiva. Su fe empieza a
confundirse con la de los reformadores de la Iglesia, que en estas tierras son
los franciscanos de la orden terciaria y su recuperación del viejo ideal de
pobreza, así como con ciertos movimientos místicos, tales las beatas o
alumbrados. Este grupo comienza a intervenir en los gobiernos municipales, con
los diputados del común, en la segunda década del siglo XVI; es entonces,
cuando se despiertan las envidias y rencores, que ya no son aquellos de los
procesos de los años ochenta, basados en las diferencias de bandos entre
sebosos y almagrados. Ahora las disputas tienen un marcado carácter social,
entre capas productivas y esas otras que hacen de la renta su bienestar. El
resultado es el movimiento comunero.
Un atemorizado Pedro Moya se acusó
de nuevos cargos: profanación de la Hostia, rezo de oraciones judías,
separación de la carne de los animales de las liendrecillas, antes de cocinar,
e implicación en las prácticas judaicas. El fiscal pedía para él el
relajamiento al brazo secular y la confiscación de bienes, así como la
inhabilitación de todos sus descendientes. Pedro de Moya, el 31 de octubre de
1519, se hincó de rodillas ante los inquisidores, puestas las manos
devotamente e pidiendo misericordia a Dios e penitençia a sus rreverencias.
La sentencia inquisitorial dada en el
Castillo de Cuenca a seis de noviembre de 1519 le condenaba a dos años de
penitencia llevando el sambenito o hábito con la cruz roja de San Andrés, a la
inhabilitación para una serie de oficios: procurador, arrendador, boticario,
especiero, físico, cirujano, sangrador, corredor, alcalde, corregidor, abogado,
alguacil, relator, oidor o escribano, ni pueda traer oro ni plata ni corales ni
perlas ni otras piedras preciosas ni vista seda ni grana ni chamelote y no ande
a caballo ni traiga armas ni use de las otras cosas que están prohibidas a los
reconciliados. La condena fue acompañada de la abjuración pública de Leví, en
presencia de los canónigos de la catedral de Cuenca el doctor Muñoz, el
licenciado Carrascosa y Juan del Pozo, junto a gran público que se concentró
para la ocasión.
Pedro de Moya en pleno movimiento
de las Comunidades pidió rebajar su pena. En enero de 1521, alegaba que se
había llegado a un acuerdo entre letrados para aminorar su pena seis meses a
cambio de una iguala o prestación en dinero. Era una muestra que estaba
incumpliendo su pena desde hacía tiempo y que había sido denunciado de nuevo en
el contexto del movimiento comunero.
ANEXO: GENEALOGÍA DE PEDRO DE MOYA,
vecino de Villanueva de la Jara (edad de 58 a 60 años en 1519, nacido en 1459-1461)
PADRES
Juan de Moya e Isabel
MUJER
María Sánchez, hija de Alonso
Herrero, vecino de Alarcón, y Blanca Sánchez de los Fandarines de Priego
HERMANOS
Catalina, mujer de Juan Delgado,
vecino de Valencia
Isabel de Moya, presa de la
Inquisición
Luis de Moya, vecino de Iniesta
Diego de Moya, vecino de Villar de
Humo
Juana de Moya, vecina de Iniesta,
mujer de Jaime Carrión, carpintero
HIJOS DE PEDRO DE MOYA
Juan de Moya, casado en
Villanueva de la Jara
Juana de Moya, moza de edad de 30
años
Pedro de Moya, 25 años
Diego de Moya, de edad 23 años
Mari Sánchez de Moya, de edad 16
años
Cristóbal de Santiago, de edad 11
años
Francisca de Moya, de edad 7 años
TIOS POR PARTE DE SU MADRE
Juan de Santorcaz vecino de
Iniesta
Leonor, mujer de Pedro Blasco el
viejo, vecino de Iniesta
[1] GARCÍA
MORATALLA, Pedro Joaquín: Iniesta en el siglo XV. Estudios iniestenses
nº 10, Centro de Estudios de la Manchuela, 1999, pp. 299-315
[2] Ibídem,
pp. 292 y ss.
[3] MORENO
KOCH, Yolanda: La comunidad judaizante de Castillo de Garcimuñoz, 1489-1492,
Sefard.
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