El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

jueves, 23 de abril de 2020

Los terzuelos de las iglesias de Tarazona, Quintanar y Casasimarro (aldeas de Villanueva de la Jara)

En 1529, el clérigo Alonso Picazo llevaba la representación de las iglesias de San Bartolomé, San Marco y San Juan de Tarazona de la Mancha, Quintanar del Marquesado y Casasimarro, respectivamente, en nombre de sus mayordomos: Alonso García de Torralba, que acabaría asumiendo la procuraduría, Pedro García el viejo y Alonso López. En aquellos momentos, Benito Cuartero era el mayordomo de la iglesia de Santa María de Villanueva de la Jaral la iglesia matriz de la que dependían las mencionadas.

Para resolver el caso se designaron como jueces eclesiásticos a Juan de Barajas, Alonso de Arboleda, que se inhibió, y Miguel de Velasco, canónigos de la catedral de Cuenca, que citaron a Alonso del Picazo a exponer sus quejas en la capilla nueva del chantre García de Villarreal, o de los Apóstoles, en la Catedral de Cuenca. Era entonces obispo de Cuenca Diego Ramírez de Villaescusa, capellán mayor de la Reina y del Consejo Real.

El doce de diciembre de 1529, Bernardo de Andújar, obispo de Tagaste (un claro caso de oficio eclesiástico in partibus infidelium), visitador del obispado de Cuenca, junto a Pedro García Torralba, notario apostólico, se encontraban en Cañavate, en su obligada visita de las iglesias del Obispado de Cuenca. Poco antes habían visitado las iglesias de Tarazona, Quintanar y Casasimarro, enzarzadas en pleito con la iglesia de Santa María de Villanueva de la Jara, por su participación en las rentas decimales de las iglesias de sus aldeas. El pleito duraba ya siete años, había costado a cada una de las partes trescientos ducados, y su consecuencia era que las iglesias de las tres aldeas jareñas estaban comenzadas pero inacabadas, sin los ornamentos necesarios para el culto divino

viendo como las dichas yglesias tienen mucha nesçesidad de acabarse de hazer porque están prinçipiadas e no acabadas e caresçen e caresçen de rrelicarios e sagrarios para donde esté el Santísimo Sacramento, porque asy visitando lo hallo en lugares indecentes en unas arquillas muy pobres e las dichas yglesias caresçen de ornamentos, misales e caliçes e otras cosas para el culto divino.
El 20 de noviembre de 1529, el obispo de Tagaste había visitado la iglesia de Santa María de Villanueva de la Jara, destituyendo a su mayordomo Miguel Mateo, y nombrando, en su lugar, a Benito Cuartero. Del cese, se desprende que el visitado no quedó muy complacido con las cuentas o, más bien, que aceptó la posición jareña de  no compartir las rentas decimales de su iglesia con las nuevas parroquias surgidas al sur. De hecho, el nombramiento de Benito Cuartero estuvo tutelado por los alcaldes del lugar, Juan Tabernero y Juan de la Cosa, y el regidor Juan Saiz Carretero, y el nominado se aprestó a ceder poderes a un notable jareño, Francisco Zamora. Es de suponer, que más allá del litigio entre pueblos o parroquias, el verdadero conflicto se daba entre notables de familias, cuyos apellidos nos aparecen al final del poder otorgado como testigos: Martín de Buedo, Ginés de Ruipérez, Leonisio Clemente o Llorente López de Tébar.

El entendimiento del pleito correspondió al provisor del obispado de Cuenca, Pedro Hernández del Águila, que el 20 de diciembre de 1529 estaba esperando, en la capilla de los Apóstoles o de Todos los Santos (que así era conocida también), la llegada del procurador de las iglesias de las aldeas jareñas. Dando fe del encuentro se encontraba el cantero vasco Pedro de Albiz, signo de que la obra de esta capilla nueva seguía inacabada. Pedro de Albiz se había trasladado cuatro años antes a la ciudad de Cuenca para casarse con Catalina López, tras un periplo constructor por La Mancha conquense del que apenas tenemos noticias.

Ese año de 1529, los terzuelos o parte decimal de las iglesias de las aldeas de Villanueva de la Jara estaban en poder de vecinos de Villanueva, Iniesta o Jorquera, con intereses comunes en los términos de aldeas de la Jara y origen familiar en esta villa: Pedro Monteagudo, Ana Ruipérez, viuda de Alonso García, Mari Gómez, viuda de Juan Ruipérez, Juan y Diego Suárez, Diego de Mondéjar, Lorencio de Chaves y Lorencio Borgoño. Una cantidad indeterminada de pan candeal, cebada y centeno, que los jueces apostólicos decidieron dejar en secuestro la mitad en manos de Miguel Mateo, el cesado mayordomo de Villanueva de la Jara, y la otra mitad en manos de tres notables: Juan de Mondéjar, el viejo, morador de Tarazona; Tomás de Mondéjar, morador de Quintanar, y Juan de la Casa, vecino de Casasimarro. La obligación de entregar este pan se hizo bajo pena de excomunión. Una vez en manos de los secuestradores nombrados la idea era vender el trigo, aprovechando el alto precio alcanzado: dos reales la fanega. El conflicto real era pues entre labradores las aldeas y grandes hacendados que se estaban apropiando las rentas decimales pagados por los pequeños propietarios ante unas iglesias locales débiles.

Solamente tendremos conciencia del conflicto si partimos de la carta de poder otorgada al clérigo Alonso Picazo por los moradores de las aldeas jareñas, con fecha treinta de noviembre de 1529. En esta carta, y encabezada con el nombre de Juan Mondéjar, se relacionaban, de modo indiferenciado, los vecinos de Quintanar del Marquesado y Tarazona de la Mancha que habían decidido plantar cara a los Ruipérez: Alonso de Escobar el viejo, Montoya, Pedro Tendero, Juan Serrano el viejo, Miguel de Honrubia, Alonso Benítez, Pedro Tornero, Juan de Cuenca, Mateo Toledano, Bernabé Bueno, Juan Llorente, Martín Fajardo, Martín Risueño, Juan de Gualda, Juan de Aroca, Antón Martínez, Francisco Ruiz, Miguel Simarro, Juan Tabernero el mozo, Gil Moraga, Diego Tabernero, Andrés de Solera, Francisco de Toledo, Antón Cuartero, Andrés Soriano, Alonso Rabadán, Juan Guilleme, Bernabé Sánchez, Pedro Martínez, Alonso de Mondéjar, Miguel de Mohorte, Francisco de Perona, Martín Simarro, Juan Rabadán, Gaspar de Mondéjar, Alonso el Conde, Benito Picazo, Miguel Martínez, Juan Picazo de Martín Picazo, Luis García, Francisco López, Juan Gómez, Pedro Gabaldón, Alonso Barriga, Hernán Picazo, Martín Sánchez, Benito Picazo de Benito Picazo, Benito Tendero, Pascual Sánchez de Pozoseco, Mateo de Cañaveras, Martín de Segovia clérigo, Salvador de Moya clérigo, Diego de Mondéjar, alcalde, Juan Parreño, García Donate, Juan de Aparicio, Juan Peinado, Hernán Simarro, Juan Donate, Alonso de Sanmartín, Alonso Fraile, Melchor Muñoz, Juan de Sanmartín, Miguel de Mondéjar, Pedro de Tébar, Juan Cabañero, Juan de Mondéjar, sobrino de Mingo Sánchez, Martín Escribano, Hernando de Buendía, Benito Serrano el viejo, Benito Serrano el mozo, Juan de Moya el mozo, Alonso el Tucho, Francisco Ruiz el viejo, Martín Sánchez del Atalaya, Cristóbal de Buendía el mozo, Francisco de Mondéjar, Pedro García Serrano, Isidro García, Pedro de Oñate, Juan López de Gabaldón, Andrés Jaime, Alonso Escribano, Helipe Sánchez, Herrán Pérez, Sebastián Pastor, Juan López de Fuentes, Benito Pérez, Rodrigo Pérez, Alonso Gutiérrez, Benito Picazo, Juan Pardo Francisco del Pozo, Pedro Martínez de la Puerta, Pascual Clemeinte, Juan de Minaya, Juan Parreño el mozo, Matías de Tébar, Rodrigo de Tébar el mozo, Pedro Cuevas, Juan de Mondéjar, García de Mondéjar, Pascual Sánchez del Atalaya, Tomás de Buendía, Alonso de Tébar, Miguel Zomeño, Alonso Luzón, Alonso de Rupérez, Diego de Rupérez, Pedro Sánchez de Gabaldón. Se añadían como testigos a la relación: Francisco de Mondéjar, clérigo, y Miguel de Mondéjar, alcalde, Juan de Mondéjar el mozo, Pedro Lucas, Juan Martínez el viejo, Alonso Serrano, Miguel López y Amador López y suscribía la carta Pedro García de Torralba, notario apostólico Era la respuesta de una amalgama de vecinos, hijos y nietos de los primeros pobladores de los pueblos, junto a otros llegados de diferentes lugares con el renacimiento económico de comienzos de siglo, a la sentencia del visitador eclesiástico, el obispo de Tagaste, que había cedido los terzuelos de las aldeas a Villanueva, decisión confirmada por el corregidor Jerónimo Álvarez de Sotomayor. Era asimismo, por más que un apellido y otro aparezca diluido o en alguno de sus miembros con intereses comunes y alianzas matrimoniales, el revivir de un viejo conflicto de bandos: los Mondéjar, viejos aliados de la causa isabelina, y los Ruipérez, antiguos seguidores del marqués de Villena y el alcaide de Alarcón. La disputa ahora, sin referencias políticas, era económica. Los Mondéjar ponían voz a una masa de propietarios campesinos frente a los intentos de consolidar la gran propiedad por los Ruipérez; gran propiedad a la que no eran ajenos los Mondéjar, que poseían la dehesa del Val de Parral al sur. En este juego, los Ruipérez contaban con la complicidad de los Clemente y los López de Tébar.

Pero las redes de influencias iban más allá el siete de diciembre de 1529 el clérigo Picazo se presenta ante el canónigo de la catedral de Cuenca Alfonso Arboleda con una bula de conquesto del Papa Clemente VII de septiembre de 1529, que las aldeas jareñas habían ganado gracias a la intermediación Nicolás de Hungría, al que luego veremos más adelante disfrutando el beneficio curado de la iglesia de Motilla del Palancar.  Nicolas de Hungría era sobrino del banquero Antonio Taborlán, que a la sazón estaba en Roma, gracias a cuya mediación se consiguió el breve pontificio. Así nos lo cuenta Nicolás de Hungría:
"por las muchas guerras, mortandad que pasó en Roma y en Ytalia por mar e por tierra con el rey de Francia e con Romanos, por manera que los bancos estaban çerrados y no abía quien respondiese fasta que abrá quinze meses que el despachante que tiene en Roma el dicho Antonio Taborlán, su tío, banquero con el banco que tornaron a Roma y entonces enviaron a que viniese el dicho breve"
La bula nombraba como jueces apostólicos a Alfonso de Arboleda, Juan de Barajas y Miguel Velasco, todos ellos canónigos de la catedral de Cuenca, para entender en el pleito de las iglesias jareñas y la iglesia matriz de Villanueva. Un conflicto que se extendía desde hacía siete años, y que ahora las aldeas pretendían reabrir con el breve papal favorable. Para ellos se pretendía hacer información de cómo el breve no había podido llegar antes a España por las guerras padecidas en la península italiana y el saco de Roma. Confirmarían este hecho los citados Antonio de Taborlán, Nicolás de Hungría y el prior y canónigo Juan de Barreda. Este canónigo había conseguido el canonicato de la catedral de Cuenca en la corte romana del Papa Clemente VII, pero, por la situación de guerra, había quedado allí aislado dos años hasta que se echó a la mar, con la mala fortuna que fue preso de los turcos y tuvo que pagar un rescate para su liberación. Los jueces eclesiásticos, como hemos visto, se decantarían por las iglesias de las aldeas jareñas, pero las penas de excomunión impuestas a los Ruipérez no parece que les atemorizaran demasiado.

Las dos viudas, Ana de Ruipérez y María Gómez, que representaban los intereses de la familia Ruipérez en Tarazona y Quintanar del Marquesado, respectivamente, no aceptarían la expropiación eclesiástica de los terzuelos. Reunidas en la casa de Pedro Ruipérez, en Quintanar del Marquesado, dieron su poder cumplido a Alonso Ruipérez y Francisco de Zamora, el viejo, para que prosiguieran el pleito en apelación ante cualesquier jueces civiles o eclesiásticos. Era el veinte de enero de 1530; presentes como testigos estaban Andrés Jiménez y Miguel Sánchez del Atalaya; por las viudas, analfabetas, firmó Pedro Ruipérez. El escribano que suscribía el poder era Sebastián Clemente. El pleito sería llevado a la Chancillería de Granada.

.....................…..

Copia de bula de Clemente VII, concediendo a las iglesias de San Bartolomé de Tarazona, de San Marco de Quintanar del Rey y San Juan de Casasimarro los terzuelos de los diezmos recogidos en sus términos y que se pretendía arrogar la iglesia de Santa María de Villanueva de la Jara (año 1529, es copia de bula escrita en pergamino con "bulla de plomo pendiente en cordones de cáñamo blancos expedida en forma de conquesto").
Aparte del valor del documento, es tanto o más importante cómo se consigue la bula, pues muestra la cercana relación de estas tierras de Cuenca con la corte papal en Roma. Desde el saco de Roma de 1527, las relaciones, cartas e intercambios con Roma se habían interrumpido; eran tiempos de guerras, hambres y pestilencias en la que Roma estaba "desbaratada". Sin embargo, las pequeñas aldeas de Tarazona, Quintanar, Casasimarro contaban en su afán por obtener el apoyo del Papado frente a la Iglesia de Villanueva de la Jara con la ayuda de Nicolás de Hungría (a quien luego veremos disfrutando del beneficio curado de la iglesia de Motilla del Palancar).
Nicolas de Hungría era sobrino del banquero Antonio Taborlán, que a la sazón estaba en Roma, gracias a cuya mediación se consiguió el breve pontificio. Así nos lo cuenta Nicolás de Hungría:
"por las muchas guerras, mortandad que pasó en Roma y en Ytalia por mar e por tierra con el rey de Francia e con Romanos, por manera que los bancos estaban çerrados y no abía quien respondiese fasta que abrá quinze meses que el despachante que tiene en Roma el dicho Antonio Taborlán, su tío, banquero con el banco que tornaron a Roma y entonces enviaron a que viniese el dicho breve"

ACHGR, PLEITOS, 1914-4

No hay comentarios:

Publicar un comentario