El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

miércoles, 24 de abril de 2024

El duque del Infantado y las rentas reales de Iniesta

 La enajenación de las rentas reales y tercias de la villa de Iniesta a favor del duque del Infantado había tenido lugar con Felipe IV, cuando por real provisión del Consejo de Hacienda de 18 de noviembre de 1661 se dio la posesión de las alcabalas y tercia a don Rodrigo de Sandoval Silva y Mendoza, duque de Pastrana y del Infantado. El montante de esas rentas, según encabezamiento, era de 1020000 maravedíes. Por nueva carta de 23 de diciembre de 1662 se le prorrogó al duque la posesión de dichas rentas para los años 1663 y 1664.  

La posesión se prorrogaría dos años más, pero esta vez la fórmula elegida no sería la del encabezamiento sino la administración directa, que le facultaba para imponer un gravamen del diez por ciento sobre las transacciones. El duque se comprometía a pagar  a la tesorería del partido de San Clemente de 18000 maravedíes para desempeñar los juros y la Hacienda a anunciaba que no volvería a enajenar esas rentas.

BNE. MSS/11150. Libro de gastos de la despensa de la Casa del Infantado, en el año de 1635. Real Provisión de Carlos II, prorrogando al Duque de Pastrana y del Infantado la administración y cobro de las alcabalas y tercias de la Villa de Iniesta, los años de 1665 y 1666. Madrid, 22 de septiembre de 1666 (h. 75-76)

¿Quién paga las iglesias?

 Llegado el siglo XVII, las iglesias levantadas o reformadas en los últimos años del Cuatrocientos y en el Quinientos necesitaban de nuevos reparos o edificación de nuevos elementos. Pensadas para sociedades campesinas tradicionales y con escaso número de vecinos, el crecimiento demográfico de primera mitad del siglo XVI las había dejado pequeñas. Una de estas iglesias era la de Tarazona de la Mancha, que junto a las de Almonacid del Marquesado, Belinchón y la de Santo Domingo de la ciudad de Cuenca estaban inmersas en obras de reforma. El problema era quién pagaba los gastos. Las alegrías del siglo XVI habían desaparecido y los concejos no estaban dispuestos a asumir los gastos con sus propios ni con repartimientos a sus vecinos. Se pretendían levantar nuevas torres monumentales en consonancia con unos pueblos que adquirían personalidad propia, pero, ¿de dónde sacar el dinero? El obispado de Cuenca respondió enseguida: ni curas ni cabildos habían de pagar de los beneficios de sus curatos como pretendían los concejos. Las argumentaciones eran que la Iglesia había cedido un tercio de sus rentas decimales a la Corona, y que los parroquianos, antaño, ya habían realizado ese esfuerzo antaño. La justificación doctrinal se encontraba en los escritos de los papas Simplicio y Gelasio (allá por los años 471 y 494): eran los lugares quienes levantaban sus iglesias y a ellos les correspondía la reedificación. 

En el pleito posterior que se inició el procurador del obispado de Cuenca no se mordió la lengua a la hora de decir que "es de advertir que las fábricas no llevan parte alguna en los dichos Obispados, ni alguna de ellos de los dichos diezmos, sino de los dichos interesados in darles un grano de pan, de manera que de sus bolsas hacen los dichos gastos sus parroquianos". El Obispado pasó a continuación a detallar, sin pudor alguno, lo que los vecinos de los pueblos habían gastado en reparar cada una de sus iglesias en los últimos veinte o treinta años:

  • La Roda: cien mil reales
  • Minaya: treinta mil reales
  • El Provencio: treinta y dos mil reales
  • Olmeda de las Valeras: treinta y tres mil reales
  • Alarcón: tres iglesias, ciento cincuenta y cuatro mil reales
  • Almodóvar: treinta mil reales
  • Honrubia veintidós mil reales
  • Alconchel: veintidós mil reales
  • Las Pedroñeras: ochenta mil reales
  •  Belinchón: ochenta y cuatro mil reales (se había empezado a edificar nueva iglesia, 37 años antes a costa de sus vecinos)
  • El Acebrón: treinta mil reales
  • Palomares: ochenta mil reales
  • Torrejoncillo: veinticinco mil reales
  • Horcajada: ochenta mil reales
  • Olmedilla: treinta mil reales
  • Loranca: sesenta mil reales
  • Vellisca: cincuenta mil reales
  • Barajas: veintiséis mil reales
  • Mazarulleque: veinte mil reales
  • Alcázar: setenta mil reales
  • Valdecolmenas: veinte mil reales
  • Garcinaharro: ochenta mil reales
  • Las Cuevas; noventa mil reales
  • Culebras: dieciséis mil reales
  • Gascueña: cuarenta y cuatro mil reales
  • La Ventosa: treinta y seis mil reales
  • Villar de Domingo García: doce mil reales
  • Sisante: ciento ochenta mil reales
  • Cañaveras: cien mil reales
  • Cuenca, San Salvador: ciento cincuenta mil reales
  • Cuenca, San Pedro: diez mil reales
La fundamentación teórica de que el pueblo debiera cargar con la construcción de las iglesias era que, si bien en un principio los bienes de las primeras comunidades cristianas era comunales y no existía la propiedad privada, se había decidido permitir esa propiedad a los seglares para sus sustento, cumpliendo con las obligaciones comunitarias para el mantenimiento de obispo y clero. Posteriormente en el siglo quinto, y por los papas Simplicio y Gelasio, se había impuesto que Obispo y Clero podían disponer libremente de sus bienes y correspondía a los seglares costear la fábrica de las iglesias y alimentar y cuidar a los pobres. Todos los países europeos recogían el derecho de los clérigos a testar de forma libre y dejar su patrimonio a sus parientes, aunque fueran ricos, sin tener obligación alguna para reedificar iglesias o dar limosnas a pobres.

El debate afectaba a la misma consideración del diezmo. Las rentas decimales estaban destinadas exclusivamente al sustento de clérigos, mientras que la fábrica de las iglesias y limosnas a los pobres tenía consideración de donaciones de los seglares para la comunidad cristiana. Dicha teoría iba contra la parte consuetudinaria de algunas iglesias locales, que dividían el diezmo en cuatro partes: obispo, clero, fábrica de las iglesias y pobres. Es más, en Castilla era muy común que un noveno de las rentas decimales se destinase a la fábrica de las iglesias. Además, existía la partición y destino de las tercias reales. Por la concesión de estas rentas a la Corona por Bonifacio VIII en 1300 y por Clemente V en 1323 se decía claramente que dicha cesión eclesiástica iba a la lucha contra los sarracenos y a la fábrica de las iglesias.

¿Qué obras se pretendían hacer en las iglesias de Tarazona y Almonacid?

porque la de Taraçona es que se ha de hacer una grande torres y campanas para ella y una portada soberbia que puede apostárselas a las del Escorial (no es encarecimiento que ansí lo ha declarado los maestros y el obispo de aquel obispado, en el informe que hiço con orden del Concejo) y las bóvedas también excepto la de la capilla maayor que está acabada hasta las gradas de ella, y más adelante y todo lo demás de la iglesia está acabado también.

Las campanas eran además motivo de disputa, pues qué utilidad tenían las campanas, sino usos civiles, junto a otros religiosos: en ocasión de guerra para juntar a la gente, para quando hay fuego, para juntar a  concejo general o particular, para tañer a la queda, para hecer señal la Ave María, para los nublados y otros efectos que privativamente les toca.

No le faltaba razón al obispado cuando decía que se buscaba en las iglesias la ostentación y esto se veía mu bien la iglesia de Almonacid del Marquesado: porque la iglesia era la más fuerte del obispado y so color de ser baxa la capilla mayor, y no tan descollada, como las de sus vecinos, se determinaron a hazerla mayor, sin citar, ni dar parte a alguno hasta que estando muy adelante intentaron este pleito, y es cosa llana y sin dificultad, que ha de ser por su cuenta conforme a la dicha doctrina por ser gasto o impensa voluntaria, o viluptuosa y no necesaria. Y porque se vea cuán necesario es esto se hallarán que después de haber concertado con el maestro que la dicha capilla se había de hacer en arista,trataron de que se hiciese de media naranja, poque parecería mejor y le añadieron cuatrocientos ducados más, de lo que estaba concertada en arista, como de las mismas escrituras consta.
El presupuesto, en Belinchón se había ido de veinte mil reales a cincuenta mil reales. El Obispado denunciaba ese afán de ostentación de los pueblos por abovedar sus iglesias, rompiendo la vieja tradición de techumbres de madera. El Obispado consideraba que las obras de la iglesia de Santo Domingo en Cuenca (que reconocía amenazaba ruina) no debían pasar de cincuenta ducados y que el abovedamiento de la iglesia de Belinchón era innecesario.

La reforma de las iglesias a costa de los beneficiados suponía, además, una mengua de sus rentas, a las que no se dudaba fijar unos mínimos de renta: más de trescientos ducados para el beneficiado, el doctor, más de cuatrocientos, y el más noble, más de quinientos ducados; cantidades a las que había que añadir otros cien ducados, pues las cosas valían más caras.

La justificación es de don Gaspar de Criales y Arce, canónigo penitenciario de la catedral de Cuenca. Su datación hacia 1650.

BNE. PORCONES/191(13)Por el Dean y Cabildo de la Santa Iglesia de Cuenca, por lo que le toca, y en nombre de los curas y beneficiados interesados en los frutos decimales de las Iglesias parrochiales de Almonacir del Marquesado, Belinchon, y Taraçona de dicho obispado, y de la de santo Domingo parrochial de dicha ciudad, y en nombre de todos los otros curas y beneficiados de todo el dicho obispado. Con las fabricas de dichas quatro Iglesias parrochiales, y sus Mayordomos, y Concejos de las dichas villas, y con las demas de todo el dicho obispado. Sobre las reedificaciones de dichas quatro Iglesias, y sus reparos y de las demas de dicho obispado


martes, 23 de abril de 2024

Catalina de Cardona

 En una posesión llamada El Carmen por haber sido antiguamente de los Padres Carmelitas Descalzos, como se dirá, y ahora es de este convento por justos títulos de propiedad. Vivió y murió una Venerable muger llamada la Santa Madre Doña Catalina de Cardona, de la nobilísima casa de los duques de Cardona, criada y estimada en Palacio en tiempo del Emperador Carlos V, la qual saliendo de él y del bullicio de la Corte, como otro Arsenio, por revelación particular de Dios, se vino a este lugar desierto y lleno de muchas espesuras, distante media legua corta del sitio donde está fundado este convento de Nuestra Señora del Remedio, y como dos tiros de escopeta del río Xúcar, donde excediendo las grandes penitencias y rigores de los Antonios, Macarios, Hilariones, y de otros padres del Yermo vivió muchos años en una cueva, vestida con el santo hábito de Carmelita Descalzo, por no ser vista ni conocida de nadie: tal era su humildad, en cuyo exercicio de virtud tan elevada solo pretendía anonadarse al mundo, y ser conocida de su Criador, y de hecho de nadie fue vista en muchos años, ni sabía nadie donde estaba, más que un Santo sacerdote que la traxo, natural de la villa de Vara de Rey, quien le administraba secretamente los Santos Sacramentos. Luego que fue descubierta y conocida, fundó una casa de Carmelitas Descalzos, que la dexaron después, para trasladarse a Villanueva de la Xara, y ahora en posesión de este convento de Nuestra Señora del Remedio, como ya se ha dicho. Escribió la vida de esta muger el Ilmo. Sr. don Fr. Diego de Yepes, obispo de Tarazona y confesor que fue de la Santa Madre Santa Teresa de Jesús. Acudió esta sierva de Dios, después de haber sido conocida y descubierta, desde aquella cueva donde vivía a este nuestro convento, donde con gran devoción y ternura oía misa. la administraban los Santos Sacramentos y se mantenía de las limosnas que recogía, como consta de los testimonios de personas muy ancianas y fidedignas, que la conocieron y comunicaron. Por último murió santamente, como vivió, y su cuerpo se lo llevaron consigo los Padres Carmelitas Descalzos, quando se trasladaron a Villanueva de la Xara, donde está y es tenido en mucha veneración.


Compendio historico de la maravillosa aparicion de la devotisima imagen de Nuestra Señora [Texto impreso] :que con el titulo del Remedio de Fuensanta se venera en el convento, que en la villa del mismo nombre en el Obispado de Cuenca tienen los religiosos de Trinitarios Calzados, en el qual para excitar la piedad y devocion de los fieles se refieren algunos prodigios que ha obrado el Altísimo, con los que han invocado el Patrocinio de la Señora en esta su imágen milagrosa / dalo a luz el P. Fr. Francisco Ruiz ...


BNE, 3/76913

martes, 16 de abril de 2024

LOS SUÁREZ DE FIGUEROA DE SAN CLEMENTE

 En 1653, el archivo del concejo de Cuenca estaba desprovisto de toda solemnidad, contrastando con el valor de los documentos que conservaba; Cuando Pedro Suárez de Figueroa, acude  a las viejas casas del ayuntamiento de Cuenca, acompañado del escribano y varios regidores, para acceder al lugar donde ha de encontrar varios padrones de hijosdalgo de la década de 1530, ha de subir a una cuadra (o sala) en la cual había un archivo de madera grande a modo de escritorio cerrado con tres candados, los cuales se abrían con diferentes llaves "y habiendo abierto dejó caer una tapa y luego sacó tres libros". Se buscaba un libro de hidalgos de Cuenca del año 1535, pero la sorpresa sería mayúscula cuando se vieron manipulados y sobrescritos varios nombres en los márgenes, en medio de las dos columnas y entre renglones, añadidos a los viejos hidalgos,  y es que el paso de los años había aumentado el número de aspirantes a la hidalguía y las corruptelas y complicidades por hacer un hueco a los abuelos de los advenedizos también. Ya, cuando hacia 1543, Francisco de Becerril hubo de consultar esos padrones se hallaron veinte nombres sospechosos, ahora cien años después, el listado era un revoltijo de nombres de hidalguía poco creíble. 


SUÁREZ DE FIGUEROA, José: natural de Castillo de Garcimuñoz, llega a San Clemente para contraer matrimonio con doña Ana de Montoya. Era hijo de Pedro Suárez de Figueroa, natural de Cuenca, y Mariana del Castillo y Anaya, vecina de Castillo de Garcimuñoz. Vería negada su hidalguía. El padre, Pedro Suárez de Figueroa nunca había sido aceptado en Castillo de Garcimuñoz, si había desempeñado oficios concejiles en esa villa había sido por favores del marqués y de don Gaspar Montemayor (mayordomo del marqués). Sus enemigos definían a don Pedro como quebrado de color porque descendía de mulatos, persona además soberbia, no bien acondicionada y no bien querida en Castillo de Garcimuñoz. La realidad era que el abuelo se llamaba Diego Suárez del Castillo y la abuela, Luisa Cherino de Loaysa. El abuelo tampoco salía bien parado, pues portaba el apellido Suárez, que se asociaba a unos sastres de Cuenca con oficio en Carretería y originarios de Valdecabras, aunque parece que la acusación no era compartida por todos. No faltaba quien dijera que el añadido Figueroa no sabía de donde venía.

Sobre la ascendencia de la familia quién más sabía era un presbítero ciego, llamado Francisco Izquierdo de Mariana, que nos decía que los abuelos Diego Suárez del Castillo y Luisa Cherino de Loaysa "fueron naturales de Cuenca y alcanzó a conocer a Diego Suárez de Montoya en casa de un hermano suyo que se llamaba Alonso de Montoya Figueroa que tenía juego de trucos en su casa y vivía en la rinconada de la plaza Mayor de esta ciudad, abajo de las casas del marqués de Cañete".

Sobre las razones de los apellidos: "Diego Juárez del Castillo y sus hijos litigan y no gozan, son hijos del comendador Pedro Juárez del Castillo, hermano de Tomás Juárez del Castillo, que fueron presos por la inquisición; eximióse por comendador de Santiago y tiene la cruz y no era comendador y cruzó pleito sobre ello y como casó con hermana del primer marqués de Moya, con su favor y el de los regidores lo asentaron"... "descienden de Hernán Juárez del Castillo (en los padrones de 1456), y tiene este testigo memoria de sus descendientes del bachiller Castillo que son originarios de Huete, (y los de Huete) tienen por capilla la de Santa Elena (y los de Cuenca) tienen capilla en San Miguel"


ACHGR, HIDALGUÍAS, sign. ant. 304-540-20, Denegatoria, año 1653

domingo, 14 de abril de 2024

Perona y las luchas jurisdiccionales

 San Clemente vivió durante trescientos años de los sucesos de 1624. Aquel año se decidió quién mandaba en San Clemente y ese no podía ser otro que Rodrigo de Ortega, dos años después I señor de Villar de Cantos. Don Rodrigo ya había afianzado su posición económica en 1609, lanzándose como carroñero a por los bienes de Martín de Buedo, un vararreyense arruinado en la administración de la Tesorería de rentas reales y la quiebra de las finanzas unos años antes que se llevó por delante a algunos banqueros genoveses. Tierras, casas y esclavos fueron a manos de Rodrigo de Ortega. Pero el poder político en San Clemente lo tenía don Juan Pacheco Guzmán, alférez mayor de la villa, que lo había ejercido con manos férreas durante decenas de años. Ahora era un anciano al que únicamente le quedaban dos años de vida. Su hijo Rodrigo Pacheco andaba más preocupado de su nueva posición por casamiento con una Mendoza de Guadalajara que por sus posesiones en Perona. Era la oportunidad de Rodrigo de Ortega y no la desaprovecharía. Con trúhanes y escopeta en mano iba don Rodrigo imponiendo su voluntad en el pueblo, con amenazas e imposiciones. Ya solo le faltaba usurpar tierras en su solar de Villar de Cantos; apeos y deslindes andaban en el archivo de la villa, pero don Rodrigo no dudaría en asaltar el archivo de la villa una noche sobre la una y robar los papeles que eran los obstáculos legales a sus ambiciones.

Don Juan Pacheco Guzmán se intitulaba señor de Valera, La Losa y los heredamientos de Perona y Sotuélamos. El valor de Perona se estimaba en cien mil ducados en 1624. Perona había sido concedida por don Diego López Pacheco al bisabuelo de Elvira Cimbrón (mujer de Juan Pacheco Guzmán), el alcaide de Alarcón Hernando del Castillo un cuatro de enero de 1475. Por entonces, en un concejo abierto de San Clemente, la villa renunció a la jurisdicción de Perona, daba fe de tal hecho el escribano Juan González de Origüela, próximo a la familia Castillo. La escritura de donación de Perona a Hernando del Castillo se conservaba en el archivo de San Clemente, acompañada de la escritura de consentimiento de la villa en el referido concejo abierto. Esa cédula de donación sería robada por Rodrigo de Ortega el mayor, Fernando de Vera y Miguel Sevillano (y probablemente el regidor Melchor de Tébar), accediendo a horas nocturnas al archivo de la villa y rompiendo a continuación la mencionada cédula de donación. El robo debió acaecer por el año 1611 o 1612, siendo corregidor Alonso de Carbajal. El propio Fernando de Vera sacó varios papeles en las faltriqueras de los calzones. Los dos primeros serían encarcelados en el ayuntamiento y Miguel Sevillano en la cárcel pública. Los apresados, tras enviar procuradores a Madrid, serían soltados por orden del presidente del Consejo de Castilla, tras, al parecer, alegar que lo que estaban buscando era los privilegios de primera instancia de la villa para justificar la permanencia de los oficios de alcaldes ordinarios suprimidos. El corregidor protestaría la soltura de prisión y recurriría de nuevo al Consejo de Castilla, que en decisión salomónica ordenó soltar a los encausados bajo fianza.

Bautista García Monteagudo nos narraba así los hechos: que tratando esta dicha villa de San Clemente de ysimirse de los corregidores y comprar la primera ynstancia privativa para que con alcaldes ordinarios se gobernase y que los dichos corregidores solo conociesen en grado de apelación, se comunicó este caso por persona de esta villa con García Maço de la Vega y Tomás Angulo secretario de Cámara y de la Reina, los quales comunicaron el caso con el señor presidente don Juan de Acuña que entonces era y le dieron orden a don Fernando de Vera para que viniese a esta villa y sacase del archivo della los papeles que obiese necesarios para la esempción de la primera instancia, el qual vino y lo comunicó con sus amigos y los que trataban el caso por ser tan necesario en el secreto por ser en él como era el corregidor ynteresado, que entonces era don Alonso de Carbajal que si lo entendía lo había de perturbar, tomaron acuerdo y las llaves del dicho archivo y luego don Rodrigo de Ortega como regidor y don Fernando de Vera como hombre que trataba del negocio enviado por los dichos secretarios y Miguel Sevillano como escribano del ayuntamiento, y teniendo noticia dello el dicho Alonso de Carbajal corregidor acudió al dicho archivo donde halló a los dichos don Rodrigo don Ortega y don Fernando de Vera y don Miguel Sevillano a los quales les miró muy apretadamente y les tomó las llaves sin haber halladoles otra cosa y los aprisionó rigurosamente dexánolos muy apretados con guardas sin dexarles entrar la comida ni comer con nadie, mirando a los que entraban con ella si entrban algún papel o lo recibían y vista la prisión tan rigurosa como el dicho corregidor se partió a dar quenta aello al consejo este testigo juntamente con el dotor Tébar cura desta villa asimismo fueorn a tratar de la soltura en el dicho consejo y abiendo dando quenta del caso al dicho don Alonso de Carbajal y dando petición pidiendo soltura por parte de los dichos presos, llamaron al dicho don Alonso y le mandaron conociese el caso, remitiéndoselo a la qual remisión este testigo acudió al señor don Juan de Acuña presidente juntamente con el dicho Garci Maço de la Vega quxándose de que el caso se obiese remitido a el enemigo, respondió váyanse con Dios que no se an de desautoriçar los corregidores que ya el consejo le ordenó lo que abía de hacer con los presos y lo mismo respondió el señor don Diego de Ayala y el señor Álvaro de Benavides y en esta conformidad este testigo fue a hablar con el dicho don Alonso para saber quando abía de ser su venida a San Clemente porque tenía muy grandes esperanças de que abía de soltar los dichos presos, el qual le respindió a este testigo que le era forçozo detenerse allí ocho días más y le pidió este testigo le hiciesen de escribir al doctor Vázquez su alcalde mayor aliviase la prisión a los dichos presos, el qual le dio una carta y con ella se vino este testigo a esta villa y en ella la dio al doctor Vázquez y luego vista les quitó las guardas y prisiones a los dichos presos y les abrió la puerta para que les comunicasen, y pasados los ocho días vino el dicho don Alonso Carbajal y sin quitarse las espuelas mando a Cristóbal Aguado escribano del ayuntamiento fuese luego a soltar a los presos y luego in continente fue y los soltó y vinieron a dar las gracias al dicho corregidor.

En el archivo de San Clemente se guardaban otros documentos importantes hoy desaparecidos, entre ellos destaca el poder que dieron los Reyes Católicos a don Jorge Manrique para hacer la guerra al marqués de Villena, nombrándole capitán y fechado el 31 de diciembre de 1478. El documento nos ratifica en lo que ya pensábamos, don Jorge Manrique presentaría en San Clemente la carta real, suscrita por el secretario de los Reyes Católicos, Fernando Álvarez de Toledo, y establecería su residencia en esta villa, alejado del campamento de Santa María del Campo.

Perona, desde 1480 había estado en jurisdicción de San Clemente. Hernando del Castillo que ya había perdido la escribanía de Chinchilla, también perderá la jurisdicción de Perona, pues su cesión había tenido lugar después de la muerte del rey Enrique IV (el 4 de enero de 1475), a pesar de intentar poner nuevamente horca, que sería derribada en represalia por los sanclementinos. Perona quedará bajo la jurisdicción de San Clemente que pondrá en alguna ocasión (no parece que la cosa tuviera continuidad), un alcalde pedáneo y dos regidores. El alcalde pedáneo intervendrá en asuntos de menos de sesenta maravedíes y en aquellos relacionados con las ordenanzas agropecuarias. Por aquella época, San Clemente ya empezaba a ser una pieza importante en el tablero; de hecho con motivo de su reducción a la corona real y capitulación, estuvo presente Pedro Fajardo, adelantado mayor del Reino de Murcia, siendo San Clemente y sus aldeas de las primeras que se redujeron a la corona real.



EL VALOR DEL AGUA EN PERONA


Perona, una pequeña aldea de San Clemente, situada al norte de su término era motivo de disputas entre la propia villa, que la sentía como parte de su término, y los Castillo, que la querían par sí. Sobre el valor de esta aldea hoy desaparecida, presentamos este testimonio:

"San Clemente tiene el lugar de Perona y las tierras de su término y abrevaderos que hay en él para los ganados, que si la dicha villa de San Clemente o concejo de ella diera consentimiento para enajenar el dicho lugar de Perona con la dicha jurisdicción para que fuera del dicho Hernando del Castillo el viejo (alcaide de Alarcón, que poseyó la aldea y la perdió al acabar la guerra en 1480) y sus sucesores la dicha villa quedaba lesa y damnificada en la cantidad de cien mil ducados, porque en la dicha cantidad se puede estimar el dicho lugar de Perona y la dicha jurisdicción y heredamiento, por haber en el dicho término muchas tierras de labor que son de mucho aprovechamiento a los vecinos de la dicha villa para el pasto de su ganado y también por haber en el dicho término muchos abrevaderos y no haber otros y que aunque es verdad que de hacia la villa del Cañavate viene un río pequeño hacia la dicha villa de San Clemente se seca de verano, cuando es menester mucha agua para los ganados y así solo quedan los abrevaderos del término de Perona, que son unos manantiales que llaman "Los ojos de Rus"

¿CÓMO ROMPER DOCUMENTOS DE ARCHIVO COMPROMETIDOS?
Los documentos de los archivos tienen valor legal, amén de otros administrativos e históricos. En el archivo de San Clemente, existía un documento bastante comprometedor para la villa. Era una cédula del ayuntamiento de enero de 1475, signada por el escribano Juan González de Origüela por la que los cerca de doscientos vecinos de San Clemente, reunidos en concejo abierto y a campana repicada, decidieron renunciar a la jurisdicción de Perona y entregarla a Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón y nuevo dueño.
Como el documento era bastante comprometedor, tres regidores decidieron asaltar el archivo de noche, hacerse con la cédula y romperla. Eran los regidores Fernando de Vera y Alarcón (tío de Lope, el que se convirtió al judaísmo y sería quemado en Valladolid, veinte años después), Rodrigo de Ortega, luego señor de Villar de Cantos, y el escribano Miguel Sevillano. Denunciados, serían encarcelados, los dos primeros en el ayuntamiento, y el tercero en la cárcel, aunque debían conocer alguien en el Consejo Real, que intercedió por ellos para su soltura... lo que no se llevaron fue un poder que los Reyes Católicos habían dado a don Jorge Manrique cuatro años después, cuyo contenido desconocemos, pero que creemos que era la devolución del lugar de Perona a San Clemente; documento hoy desaparecido. Ya saben además de residir en San Clemente, el poeta Jorge Manrique andaba resolviendo negocios de la villa.

ACHGR, PLEITOS CIVILES, C-9636-20

sábado, 13 de abril de 2024

LA VIRGEN DE RUS Y LOS ORTEGA

 El "éxito" de la virgen de Rus fue parejo al éxito de los Ortega. En 1524, don Juan Pacheco Guzmán y su mujer Elvira Cimbrón andaban en pleitos con Rodrigo de Ortega y su hijo por deslindar los términos de sus "fincas", Perona y Villar de Cantos y hacerse con la jurisdicción de estas dos pequeñas aldeas, desgajándolas de San Clemente. No era extraño ver a criados de uno y otro desenvainando las espadas en la posada existente a la entrada del pueblo en la calle Feria o soltándose insultos como ese que debía ser el más común el de "perro", acompañados de los calificativos de moda, bien "moro" (aplicado a los Ortega) bien "judío" (aplicado a los Pacheco). Pero entre Perona y Villar de Cantos estaba la ermita de Rus. Es curioso pero las primeras noticias que tenemos de la Virgen de Rus van ligadas a las disputas entre don Juan Pacheco Guzmán, alférez mayor de la villa de San Clemente, y don Rodrigo Ortega, futuro señor de Villar de Cantos desde 1626.

Tanto los Pacheco como los Ortega luchaban por hacer de sus aldeas los centros espirituales de la villa de San Clemente. Doña Elvira Cimbrón, mujer de Juan Pacheco y señora, por herencia, de Perona, se había llevado hasta la pequeña iglesia de este lugar el cuerpo incorrupto de la madre Remón, franciscana vararreyense de la Tercera Orden y beata con fama de santidad. Se equivocó, soplaban en estos tiempos otros aires, que no eran modelos pasados de ascetismos y espiritualidad interior. Anduvieron más vivos los Ortega que supieron ver en la Virgen de Rus y su culto la esperanza para asentar su dominio social. Don Rodrigo de Ortega supo unir el culto a esta imagen con del deseo del pueblo sanclementino de mantener bajo su jurisdicción la aldea de Perona, conseguida ya desde 1480 y símbolo del orgullo de una villa de realengo que se negaba a cualquier intromisión señorial. Una villa que no supo ver ese dominio señorial de los Ortega y sus sucesores los Valdeguerrero.

El culto a la Virgen de Rus llevaba poco tiempo. Fontes quiere ver su origen en la "traída" por los sanclementinos de su imagen desde la ermita de Rus hasta San Clemente para librarlos de la peste el año 1600, pero, en ese momento, la Virgen de Rus ya tenía fama de milagrera, aunque es cierto que nos es imposible sondear en el tiempo atrás y que, por los datos aportados por don Abel López, el inicio de la procesión tiene por fecha aceptada el año 1619. Sobre el uso de la Virgen de Rus, puesta al servicio de los Ortega, valgan estas palabras, en 1624, de un vecino de San Clemente, un herrero y albéitar, un fulano Jareño, que por entonces el apellido era de labradores ricos en El Cañavate y poco apreciado en San Clemente: "un fulano Jareño dijo que estando en la ermita de Nuestra Señora de Rus, el día que se lleva en procesión la dicha imagen había visto tratar del pleito de la jurisdicción de Perona a ciertas personas que no le dijo quienes eran y que habían dicho que si la villa salía con el pleito habían de hacer grandes fiestas de toros y juego de cañas y si por el contrario sucedía que habían de enviar las mujeres a Sevilla" y ellos habían de andar 

LA APARICIÓN DE SAN CLEMENTE A LA HISTORIA: 1294

 ROIZ, Martín: junto a Ferrán Pérez, ambos vecinos de Alarcón fueron designados cogedores para los maravedíes de los escusados de los caballeros de Alarcón que fueron con don Juan Manuel al Reino de Murcia. Era el año 1294 y la tierra de Alarcón se divide en dos distritos con los pueblos correspondientes: es la primera vez que aparece San Clemente para la Historia, por detrás de Rus, ambos con un repartimiento de 600 maravedíes. El documento aparece en las cuentas del Rey don Sancho, una copia del siglo XVIII del documento original de finales de siglo XIII.

El distrito encargado a Martín Roiz estaba formado por los siguientes pueblos: Honrubia, Santa María del Campo, Belmonte, Las Pedroñeras, Robredillo, Amaroniello (el Amarguillo), Alberca, Rus, San Clemente, Villar de Concas (Villar de Cantos), Pobediella, Pedernoso, Monreal, Osa, Olivares, Hinojoso, Tresjuncos, Fuente Anaya, Fuente de Domingo Pérez, Castello, Santiago, Vala de Rey, Cañavate, Navadres y Las Mesas.
El distrito encargado a Ferrán Pérez estaba formado por los siguientes pueblos: Castillo, Alconchel, Cervera, Montalbanejo, Villalgordo, Hinojosa, Puebla, Almarcha y Barchín. Luego se cita el sexmo de Zafra, integrado por: Torrecilla, Salmª, Zafra, Montalbán, Hito, Villarejo, Fuentes de Albornoz, Fuente Lobo, Alcolea, Azanniela, Almonacid.

Libro de diferentes cuentas de entrada y distribución de las Rentas Reales, y gastos de la Casa Real en el reinado de Don Sancho IV. Años 1293 1294 [Manuscrito]

Fecha
entre 1701 y 1800?
MSS/13090

BREVES RESEÑAS SOBRE DON JORGE MANRIQUE Y LA VILLA DE SAN CLEMENTE

 Reducir la presencia de Jorge Manrique a Uclés, Santa María del Campo Rus y Castillo de Garcimuñoz es simplificar demasiado la Historia.

Los documentos y referencias conservadas nos dicen que don Jorge Manrique llegaría probablemente a comienzos de 1479 a estas tierras y lo haría con el título de capitán conferido por los Reyes Católicos a finales de 1478. Nuevas evidencias nos llevan a pensar que llegaría a San Clemente, donde haría presentación de la carta de comisión real, firmada por el secretario de los Reyes Álvarez de Toledo. Dicho documento, el original, se conservaría en el archivo de la villa. San Clemente, de la mano de Juan Rosillo, había tomado un papel protagonista en la guerra. El campamento realista de 1476 se había instalado muy cerca de la villa y la reducción de la villa a la Corona ese verano contó con la presencia del Adelantado de Murcia.
Llegado a San Clemente, donde establecerá su residencia, Jorge Manrique es presumible que dedicará el mes de enero a organizar las defensas de Santa María del Campo, se construiría un cortijo, estructura de tierra en torno a la casa de Juan Castillo Portocarrero. Organizado el campamento, entre finales de enero y comienzos de febrero, Jorge Manrique recorrería La Alberca, Las Pedroñeras, El Perdernoso y Las Mesas, reuniendo concejos abiertos para prometerles el villazgo a cambio de la reducción a la Corona real. Nos ha quedado testimonio de la reunión con La Alberca y testimonio posterior en las RRTT para Las Mesas. Sólo La Alberca mantuvo su compromiso con el poeta (sería saqueada), pues el resto de pueblos citados no se atrevieron a levantar horca de tres palos, símbolo de su exención del marqués.
Luego las noticias de Jorge Manrique son muy vagas, amén de la correría que le procuró la muerte, se adivina a un Jorge Manrique que desde San Clemente, como centro nodal, mantiene una comunicación con el resto de pueblos favorables a la causa isabelina. Vislumbramos que las lanzas asentadas en Santa María del Campo tenían como finalidad ser un escudo para defender los pueblos del llano de la fortaleza del Castillo y a pesar de la narración de los hechos por Pedro Baeza creemos que tenia que temer más el cortijo de Santa María del Campo, saqueado, que la fortaleza del Castillo o la de Belmonte y su alcaide Diego Pacheco. La verdadera guerra se dio en los campos por partidas irregulares de labradores, más preocupados por unas acciones de tierra quemada que por grandes combates. Unos y otros aprovechaban la escasa fuerza militar en la mayoría de los pueblos para el saqueo. Incluso Santa María del Campo se quejará de que las lanzas asentadas en el pueblo poco podían hacer para evitar la destrucción de cosechas y robo de ganados.

SOBRE LA PRESENCIA DE DON JUAN MANUEL EN SAN CLEMENTE

SOBRE LA PRESENCIA DE DON JUAN MANUEL EN SAN CLEMENTE
 
Cada día es menos creíble que Clemén Pérez de Rus, fundador de San Clemente, lo hiciera a finales del siglo XI. No hemos de dudar de la existencia de tal personaje, tal como aparecía en aquella piedra conservada todavía en el siglo XVI y antes de la reforma de la iglesia de Santiago. Pero es evidente que tal figura de Clemén Pérez de Rus fue idealizada por la genealogía fabricada por los Castillo Portocarrero de Santa María del Campo Rus y que la existencia de tal personaje es probable que tenga que ver con lo que en su día dijimos de la "casa del caballero" de Castillo de Garcimuñoz. 

San Clemente solo aparece para la historia en los documentos con los amojonamientos entre Alcaraz y Alarcón el año 1318 por Sancho Jiménez de Lanclares, hombre de confianza de don Juan Manuel. No debía ser por entonces San Clemente pueblo con larga historia, pues no aparece mencionado en los amojonamientos de Alcaraz de 1272, pero cuarenta años después, en 1318,  ya es pueblo arraigado. Don Juan Manuel favorecerá a Castillo de Garcimuñoz, que de día en día adquiere más relevancia, hasta la concesión del villazgo de octubre de 1322.  Diez años después, del 18 al 24 de julio, don Juan Manuel dictará varias cartas a su escribano desde Castillo de Garcimuñoz y un mes después, el 22 de agosto de 1332, de regreso a Castillo de Garcimuñoz, don Juan Manuel parará en San Clemente para dictar una carta a su escribano Clemén Sánchez para que su vasallo, el alcaide de Alhama, devuelva el molino y el horno embargado a un tal Andrés García. Es de suponer que don Juan Manuel pasaría el día veintidós en San Clemente, pues hasta el día siguiente no nos aparece en una nueva parada, esta vez en Santa María del Campo, para dictar otra carta a su escribano. 

Será la segunda vez que San Clemente aparece en los documentos para la Historia: la primera, en 1318, con Sancho Jiménez Lanclares; esta segunda vez, en 1332, con la presencia del propio don Juan Manuel.

ARCHIVO MUNICIPAL DE MURCIA, serie 3, nº 43. Cartulario de Alfonso XI. Carta de don Juan Manuel a Alfonso Fernández Saavedra, 22 de agosto de 1332.

jueves, 11 de abril de 2024

SOBRE LA VIRGEN DE RUS

 No seré yo quien aporte novedades sobre el origen del culto mariano de Rus, pues los documentos anteriores al siglo XVII y la institucionalización de la romería en 1619 son las únicas realidades ciertas. Más allá del siglo XVII solo hay una mención de don Diego Torrente, que, al referirse al regidor Miguel Muñoz en 1528, nos dice el interés de este personaje para su estudio sobre Rus. Pero hay una serie de hechos que contribuyen a fijar contextos que hacen posible este culto más tardíamente.


En primer lugar, la existencia del poblado de Rus es muy anterior a San Clemente, antes de la conquista de esta tierra, y la fundación de San Clemente, leyendas aparte, sería la obra de un caballero de Castillo de Garcimuñoz con casa en Rus, que se aventura a nueva población en los disputados y cercanos límites con Alcaraz. En la crisis de mediados del siglo XIV, Rus se despuebla y San Clemente pervive, hasta tal punto que absorbe en 1387 al despoblado de Rus. Probablemente, por las propias exigencias fiscales de definición de los términos para el cobro de las rentas decimales. Rus desapareció pero es probable que, mientras su castillo se arruinaba, tal como ya nos decía hacia 1517 Hernando de Colón en su Cosmografía, su pequeña iglesia, ahora simple ermita se mantuviese en pie. Claro que en esa larga travesía del siglo XV y XVI a quién podía interesar este espacio apartado si no era a media docena de renteros que vivían en Perona y a otros tantos en Villar de Cantos. Rus sufragáneo de Villar de Cantos, abría las puertas de su ermita una vez a la semana en el siglo XVI para que el cura de Villar de Cantos dijera su misa, pero los oficios religiosos se hacían imposibles durante largas temporadas, pues las tierras anegadas impedían la comunicación entre Villar de Cantos y Rus.

Además, en el siglo XVI, y ya desde el siglo XV, Villar de Cantos, y Rus, comienzan a vivir de espaldas a San Clemente. La zona se convierte en sendas fincas particulares de dos familias: los Castillo, dueños de Perona, y los Ortega, dueños de Villar de Cantos. Los vecinos de San Clemente por entonces andaban como pollos sin cabeza y sin lugares de referencia en los que expresar su devoción mariana. Si las vecinos poblaciones de El Cañavate y La Roda tenían ya desde mediados del siglo XV sus centros marianos y sus Vírgenes aparecidas a pastores, San Clemente andaba en disputas con El Provencio por el santuario de Santa Catalina en Majara Hollín y el del mismo nombre en Sisante, donde junto a Villarrobledo celebraban sus particulares romerías.

El vacío al culto mariano comienza a llenarse en el cambio del siglo XV al siglo XVI. Mientras el converso Lope Rodríguez, un auténtico tahúr, cuya repentina muerte en las cárceles inquisitoriales le valió evitar ser quemado vivo, pues, decimos, mientras que andaba en 1490, en compañía de doña Juana de Toledo, por tierras de Perona, Rus y Villar de Cantos engañando a los campesinos con una imagen de la Virgen que paseaba por los campos a cambio de presentes, en San Clemente aparecen los primeros franciscanos y con ellos viene la devoción al culto mariano como centro de la espiritualidad. En aquellos años, en los que San Clemente y la religión estaba en ciernes, cualquiera se creía santo o santa y capaz de imitar en virtudes a María, unas más honestas con su vida de beaterio, otras como Inés de Moratalla, cayendo en alucinaciones y desenfrenos creyéndose sus propias fantasías. Pero si San Clemente veía en el convento de Nuestra Señora de Gracia su propio refugio espiritual y los Castillo, olvidándose de su iglesia de Perona colmaban sus aspiraciones de esconder su ascendencia conversa en magna construcción franciscana, en Villar de Cantos y Rus, los Ortega seguían a lo suyo, es decir, a enriquecerse. Don Rodrigo Ortega, el rico, que casó cuatro veces, todas ellas movido por lo mismo: la búsqueda de "rica hembra", que se decía entonces, para completar su hacienda, pues don Rodrigo, decimos, estaba más aislado en sus tierras de Villar de Cantos que la imagen por entonces existente en la abandonada ermita de Rus, que poco tendría que ver con esa imagen que vemos hoy. De hecho, cuando muere en 1535, don Rodrigo pide, como hombre de su tiempo, ser enterrado en la iglesia en alza en ese tiempo, que no es otra sino la de Nuestra Señora de Gracia. Su hermoso sepulcro renacentista (y el de alguna de sus mujeres enfrente) lo que nos demuestra es que don Rodrigo no tenía capilla donde ser enterrado (todas ellas estaban en manos de otras familias, que don Rodrigo tantas veces dispuesto a casarse no supo ver que la capilla la daba por entonces el apellido Monteagudo).

Así pasó el largo siglo XVI, San Clemente en pleno desarrollo y sin virgen. Bueno, virgen tenía y esa era la de los Remedios, convertida en motivo de disputa entre hortelanos, sastres y la población marginal del Arrabal por hacer de ella su referente y patrona, pero la realidad es que la sociedad sanclementina del Quinientos era sociedad muy secularizad. Hasta que llega el año 1600. San Clemente padece terrible peste ese año, la desgracia sería vista como auténtica calamidad y castigo divino, pues el resto de pueblos, en su mayoría (más avezados en aislarse), habían evitado el mal. Desesperados, los sanclementinos, incrédulos de los médicos que se mandan desde la corte y de los hermanos de Antón Martín, que ayudan desprendidamente, ponen sus ojos en las tierras de Villar de Cantos, Perona y Rus. Allí, ni don Juan Pacheco y su mujer Elvira Cimbrón, en Perona, ni los Ortega, en Villar de Cantos, padecen el mal, y entre unos y otros, la virgen de Rus entre ambas poblaciones salvaguardándolas. Es entonces, cuando el pueblo de San Clemente toma sus propias decisiones, los vecinos, que han pedido que la virgen de Rus venga al pueblo para salvarlos del mal, se aventuran, saltándose a autoridades civiles y religiosas, a ir a Rus, coger la imagen y traerla al pueblo. El escándalo debió ser mayúsculo por aquel entonces, pero los sanclementinos, en esto de asaltar ermitas, ya tenían tradición, pues ya lo habían hecho en Majara Hollín en 1524. Mientras que los sanclementinos portaban la imagen de la virgen de Rus hacia su pueblo a la carrera, las autoridades intentaban poner remedio a tal osadía; así que curas, presbíteros, regidores y alcaldes se plantaron a la entrada del pueblo para intentar poner orden y frenar a los desbocados vecinos. No creemos que el encuentro se desarrollara en la cordialidad, probablemente esa "carrera" actual por "esconder" la virgen tenga su tradición y razón de ser en el pasado, aunque, según parece, por el año 1600, la virgen fue llevada hasta la ermita de Santa Ana, centro de acumulación de apestados y cadáveres en aquel momento, en la vana esperanza de que la virgen volviera a la vida a aquellas víctimas del mal. Es en este contexto en el que la devoción a la virgen de Rus surge: un pueblo desangelado por un mal pestífero y un pueblo huérfano de tradiciones marianas y necesitado de ellas. Otra historia es la de los Castillo (ahora convertidos en Pachecos) y los Ortegas: los primeros con el cuerpo incorrupto de la madre Remona de aquí para allá y los segundos, más listos, viendo el filón de oro que suponía la virgen de Rus para sus ambiciones personales y es que don Rodrigo de Ortega el mayor, primer señor de Villar de Cantos (y ya su padre Francisco) debieron pensar: si no se nos acepta en San Clemente que nadie se olvide que la sartén por el mango, perdón, la Virgen la tenemos nosotros en nuestras tierras. O sea, si queréis la Virgen, nos dejáis como rehén esa otra del Remedio a la que ya teníais una devoción anterior y de la que ahora parecéis renegar por haber hecho suya durante unas decenas de años los moriscos que habéis expulsado en 1609, pero a la que el pueblo y el barrio del Arrabal sigue teniendo especial devoción. Y hablando de moros, no debemos olvidar que la principal acusación en el siglo XVII contra los Ortega es que habían trocado una abuela mora por otra cristiana, que no solo se intercambian vírgenes, también abuelas.