El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

domingo, 21 de enero de 2024

JUAN DE BUEDO GOMENDIO Y BEATRIZ ENRÍQUEZ

DE GANADEROS DE SAN CLEMENTE Y VARA DE REY Y DE COMERCIANTES DE CUENCA
La reciente tesis de Yolanda Fernández Valverde sobre la familia Enríquez ha traído a colación el comercio de lanas en dirección a Italia. La autora, aunque de pasada, cita los negocios de los Enríquez en pueblos como San Clemente, Vara de Rey y Sisante, entre otros citados, que no son ajenos a las rutas trashumantes de los ganados sanclementinos y vararreyenses. Los Enríquez compraban la lana, para lavarla después en los lavaderos que poseían en el río Júcar y empacarla con destino a Italia por los puertos mediterráneos. Esos intercambios de la lana entre las tierras manchegas y la ciudad de Cuenca adquirieron entidad en el último tercio del siglo XVI. El incremento de los ganados sanclementinos en esa época lo tenemos constatado, así como las innumerables ventas de carne y lana, que tratan de evadir la acción del fisco. Una razón más para dar la importancia que se merecen a estos intercambios.
Los intercambios comerciales fueron acompañados de enlaces matrimoniales. La citada autora menciona el matrimonio en 1602 de doña Isabel Enríquez con don Juan de Buedo Gomendio, vecino de Vara de Rey. Da la casualidad que los Buedo están entre los principales ganaderos de la zona. El matrimonio, en el que en un principio parecía recaer la hacienda de los Enríquez (aunque luego lo haría en su hermana Francisca), sufriría los infortunios en los que cayó la familia Buedo. Los Buedo, además de ganaderos, controlaban las rentas reales del marquesado de Villena; hasta el año 1607 cuando se arruinan con la quiebra de la Hacienda. La ruina de los genoveses se llevó a los Buedo consigo y la onda expansiva llegó hasta Fresneda de Altarejos, donde residían Juan de Buedo Gomendio y Beatriz Enríquez, que vivieron en carne propia las malas artes de Francisco de Astudillo, alcalde mayor de San Clemente y que dos años después se quedó con la hacienda de los Buedo y la Tesorería de rentas reales del Marquesado de Villena. En 1607, doña Beatriz estaba intentado recuperar un censo que su marido había "mal vendido" a Martín de Buedo, tesorero de rentas reales.


4553. Exhorto del doctor Carranza, alcalde  mayor de Cuenca. Amparo a Beatriz Enríquez, vecina de Fresneda, en la posesión de bienes de su marido Juan de Buedo Gomendio. 1612. AMSC. CORREGIMIENTO, 95/44

4593. Entrega de bienes de su marido a Beatriz Enríquez, vecina de Fresneda. 1609. AMSC. CORREGIMIENTO, 66/20

2697. Beatriz Enríquez contra su marido Juan de Buedo Gomendio, posesión de censo. 1607. AMSC. CORREGIMIENTO, 45-1

1617. Carta de pago a Antonio Enríquez, mercader, 1605. AMSC. AYUNTAMIENTO, 120-17

Censo de Juan Enríquez contra el concejo de Motilla del Palancar, 22000 reales (2000 ducados). 25 agosto de 1579 (AGS; CME, 1409, folio 9)


sábado, 20 de enero de 2024

EL INFORTUNIO DE LUIS POLVOROSA, MAESTRO DE LATINIDAD DE LA VILLA DE SAN CLEMENTE

 Debía ser tal el control de la enseñanza por los jesuitas en la villa de San Clemente, que, cuando fueron expulsados, la villa quedó huérfana de maestros. En 1810, Luis Polvorosa recordaba cómo había ejercido de catedrático y maestro de latinidad en la villa manchega durante cuarenta y un años; ahora, imposibilitado para la docencia y en un pueblo devastado por los franceses, pedía una pensión al Consejo de Castilla. Don Luis Polvorosa se presentaba en su petición sumisamente y como un humilde vasallo y su carta llegó hasta Cádiz o, mejor dicho, sus dos cartas, pues fueron dos veces, en junio y agosto de 1810, las que suplicó en tanto su expediente quedaba perdido en medio de la guerra y de otros papeles para no ser contestado nunca, más allá del habitual "infórmese". Era tal su humildad, que, en su petición, recordaba que aunque la pensión solicitada fuera "hasta el fin de su vida, que por mucha ancianidad será breve"; si bien con un poco de sorna no olvidaba que el destinatario de su solicitud era "una agitada monarquía".

Los jesuitas dominadores de la enseñanza en San Clemente habían sido expulsados de esta villa en 1767 y con su expulsión quedó la villa sin una educación, controlada hasta ese momento por los seguidores de San Ignacio de Loyola. No tardaría el gobierno en sustituir a los jesuitas por otros educadores. En 1769, convoca una oposición para cubrir la cátedra de latinidad de San Clemente. Un total de siete opositores acuden al examen, que se publicó por edictos en toda Castilla, consiguiendo la plaza Luis de Polvorosa, una persona foránea de San Clemente, del que no sabemos su origen, más allá de que nos dice que "se expatrió de Castilla", para acudir a San Clemente. A las enseñanzas de don Luis acudían niños de San Clemente y de los pueblos vecinos; ejerciendo su cátedra estuvo cuarenta y un años, hasta que viejo y ciego se vio imposibilitado de ejercer la enseñanza. Cuatro horas de enseñanza por la mañana y cuatro por la tarde, durante esos cuarenta y un años, hasta reconocer "que se la debilitado la cabeza, que padece accidentes vertiginosos y tanta falta en la vista que no puede leer ni escribir". El pobre maestro era objeto en su vejez de la burla de sus alumnos: "los jóvenes vilipendian al maestro y pierden el fruto de la enseñanza para lo que es tan necesario el vigor de la persona como pericia en el arte".

Un hombre, además, además honrado, pues siempre había vivido con su sueldo de nueve reales, rechazando los estipendios de sus alumnos o sus padres. Ahora, en su vejez, la invasión del pueblo por los franceses lo había dejado en la ruina, "con solo el vestido puesto", y con las cargas familiares de una hija paralítica de treinta años y una esposa tullida de setenta y ocho, con "un muslo tullido, huyendo de los franceses". Pero don Luis tenía su orgullo, y, en su segunda carta, ya no se quejaba de sus alumnos sino de los " mal intencionados que en el día mandan en el pueblo" a los que acusaba de deponerle en su Magisterio u obviar la petición de una jubilación para su persona "y privarle de la dotación de trescientos ducados que de orden de V.A. ha percibido unas veces en Madrid y otras en Cuenca", dejándole en un estado de mendicidad, después de haber dedicado a la enseñanza dos tercios de su vida. Don Luis Polvorosa no tendría respuesta.


Archivo Histórico Nacional, CONSEJOS,12002,Exp.8

¿VALA DE REY O VARA DE REY?

A los Jávega, los conocemos como una familia de labradores de Vara de Rey. Labradores ricos que monopolizaban el poder municipal junto a otras familias hidalgas, a las que trataban de excluir en ocasiones. A falta de hidalguía, los Jávega buscaron otros signos de distinción social y el más notorio en aquella época, aparte de un oficio de regidor, era poseer una familiatura del Santo Oficio. Alonso de Jávega era familiar del Santo Oficio por la Inquisición. A diferencia de los hidalgos, salvo en algún privilegio común, como el no hospedaje de soldados, Alonso no estaba exento de pechar y podía ser preso por impago de deudas, pero el título de familiar le garantizaba una jurisdicción privativa, ajena a la ordinaria, en caso de problemas. Así, cuando se vio envuelto en un conflicto por deudas con varios vecinos de Castillo de Garcimuñoz, que pedían fueran liquidadas las deudas pendientes, Alonso de Jávega se resistió a ser apresado por el alguacil del corregimiento de San Clemente, Martín de Molina, emprendiéndola a golpes con él.

El mandamiento de prisión correspondía a una petición de la justicia de Castillo de Garcimuñoz y sería ejecutada por la justicia del corregimiento de San Clemente, por aquel entonces, el año 1594, encarnada por el corregidor licenciado Fernando del Prado (el mismo de la inscripción de la cárcel) y por su alcalde mayor Francisco Pimentel del Prado. Aunque en el enfrentamiento entre el alguacil Martín de Molina y el familiar de la Inquisición Alonso de Jávega el que peor salió parado fue el alguacil con varios dientes rotos, no parece que opinara igual el Santo Oficio de Cuenca, para el que los "rempujones" sufridos por su familiar era un ataque al fuero privativo del que gozaban sus familiares. La Inquisición de Cuenca pediría la inhibición de la justicia del corregimiento y que trasladara a Cuenca los autos en poder del escribano Juan de Robledo. 

La realidad era que de la justicia del corregidor se burlaba el Santo Oficio y la justicia de Vara de Rey. A pesar de sus dientes rotos, el alguacil Martín de Molina consiguió poner en la cárcel de Vara de Rey a Alonso de Jávega, junto a otro deudor, llamado García de Jávega, pero, en un pueblo donde podían más los lazos familiares e intereses vecinales, el alcaide de la cárcel permitió que los dos presos se fueran a dormir a su casa, sin intención de volver al día siguiente. Para mantener la autoridad de una justicia de corregimiento humillada, se tuvo que personar en San Clemente el alcalde mayor Pimentel; fue entonces, cuando los Jávega acudieron a la justicia privativa del Santo Oficio. Aunque sea anecdótico, una muestra de estas diferencias es que los vecinos de Vara de Rey y el Santo Oficio de Cuenca seguían llmando a su pueblo como toda la vida, Vala de Rey, mientras que el corregidor y su alcalde mayor, en una decisión impuesta seguramente con motivo del nuevo tributo del servicio de millones, comenzaron a llamar al pueblo como Vara de Rey, nombre con el que lo conocemos hoy. Los burócratas de Madrid eran incapaces de entender a qué respondía el nombre de "Vala", y así, cuando los escribanos mandaban sus oficios a Madrid fechados en la villa de Vala de Rey, en Madrid escribían en las espaldas de aquellos documentos de 1591 "Vara de Rey". En el intercambio epistolar cada uno seguía con su costumbre, pero las autoridades de San Clemente, un corregidor y alcalde mayor foráneos a las tierras conquenses, que ya recibían los oficios del Consejo Real con la nueva denominación de Vara de Rey, copiaban el nuevo nombre en sus oficios enviados a este pueblo hasta que, es de suponer, que, primero las autoridades y luego el resto del pueblo, tuvieron que desistir y resignarse a llamar a su pueblo tal como lo conocemos hoy: Vara de Rey. El resto, suponer que lo de Vara hace mención a la vara de justicia de los oficios reales y que detrás del cambio de nombre hay un sojuzgamiento a la autoridad real es mera sospecha. Al menos de momento.



Archivo Histórico Nacional, INQUISICIÓN,1923,Exp.9

miércoles, 17 de enero de 2024

GENEALOGÍA DE SEBASTIÁN JIMÉNEZ DE CISNEROS, VECINO DE MOTILLA DEL PALANCAR

 

Sebastián Jiménez de Cisneros, abogado de los Reales Consejos y fiscal general eclesiástico del obispado de Cuenca. Año 1719


PADRES

Sebastián Jiménez de Cisneros y doña Josefa Lucas Zapata, vecinos de Motilla

ABUELOS PATERNOS

Don Alonso Jiménez de Cisneros y doña Polonia Lucas Zapata, vecinos de Motilla; él natural de La Roda y ella de Motilla

ABUELOS MATERNOS

Francisco Lucas Zapata y Juliana García, vecinos de Motilla


Archivo Histórico Nacional, INQUISICIÓN,1570,Exp.5

lunes, 15 de enero de 2024

Villodre de Honrubia

 Fernando de Villodre el viejo, Diego de Villodre el viejo, Juan Muñoz y Fernando de Sepúveda iniciarán un proceso por ver su hidalguía reconocida frente al concejo de Honrubia, lugar de Alarcón en 1535. Ya un antecesor de la familia, Fernán Sánchez de Villodre, morador en Las Mesas, había defendido ante el corregidor de Alarcón, el licenciado García Sánchez Belvis, su hidalguía un cinco de enero de 1425. Por aquel tiempo, Las Mesas estaba representado por un procurador, Francisco Martínez, y junto al corregidor Belvis nos aparece el doctor Pedro Martínez del Castillo.

El padre de Fernán Sánchez de Villodre, morador en las  Mesas, era Alfonso González de Villodre, que era hermano de la madre de Rodrigo Rodríguez de Avilés. Alfonso vivía en Albaladejo y Torres, dos lugares pertenecientes a la villa de Segura y a la encomienda del mismo nombre; estaba casado con Mari López y estaba al servicio del comendador Gonzalo de Mesía (comía a su mesa). Alfonso ya había servido al padre del comendador Ferrán Mesía desde la década de 1370 y había sido ayo de Alfon Enriquez, hijo de don Fadrique.

El año 1488, Juan de Villodre, vecino de Alarcón y morador en Honrubia, comparece ante el alcalde ordinario de Las Mesas, Yuste de Mena para obtener copia del privilegio obtenido por Fernán Sánchez de Villodre. Este Juan de Villodre era su nieto, Fernán Sánchez de Villodre había tenido dos hijos: Fernán (padre de Juan) y Alonso. Un testigo refiere un tercer hermano, hacía 50 años, ser alcaide de Abanilla por mosén Fajardo. "gobernador del marquesado de Villena, en el tiempo del rey Juan de Navarra, padre de Fernando el Católico"


Vecinos que aparecen el año 1425

Yuste Martínez, morador de Las Mesas

Fernando Díaz de Córdoba, Fernando Ruiz de Talayuelas, vecinos de Alarcón

Juan Sánchez Borreguero, Juan Sánchez Batoua, vecinos de Alarcón

Juan Martínez de Segovia, escribano de Alarcón

Juan Sánchez de Madrigal, alguacil mayor del corregidor Belvis

Pedro de Placencia, hombre del corregidor

Vecinos de Las Mesas en 1488

Luis de Viana, Alonso Serrano, Juan Martínez, Juan Caballo, Alvaro Tamboril, Miguel de Manjavacas, Pero Hernández.

Pero Martínez de Funes, escribano

Juan Rodríguez de Mena

Martín López

Bartolomé Rodríguez


ACHGR, HIDALGUÍAS, sign. ant. 428-8


domingo, 14 de enero de 2024

El incendio de 1932 en el convento franciscano de San Clemente

 LEYENDA DEL CONVENTO DE NUESTRA SEÑORA DE GRACIA DE LA VILLA DE SAN CLEMENTE, RELATIVA AL INCENDIO DE 1932


"El año 1932 se abrió esta puerta por haberse pegado fuego a causa... ocurrió el 9 de julio durante la novena del Carmen"


La foto de Francisco Martínez Montoya 

La imagen del periódico de Santi Granero

Galería superior de la panda adyacente a la iglesia, reconstruida






sábado, 13 de enero de 2024

La dehesa del Torrlaba (El Cañavate), 1501

 El impulso de la villa de El Cañavate, tras la guerra del Marquesado queda patente en este documento, en el que el alcaide de Belmonte, Diego Pacheco, que tenía para sí el lugar de Torralba, no sin grandes disputas con esa villa se queja al Consejo Real de cómo los cañaveteros no respetan sus derechos de una "dehesa adehesada", es decir, cerrada para su uso particular. En tono despreciativo, llama a El Cañavate "aldea". 


"que él tyene e posee en el término de Torralua que es dehesa dehesada sobre sy pacíficamente e que estar posesión su estado e está de mucho tienpo acá e que agora nuevamente dis que el consejo e vesinos del logar de Cañauate aldea que fue de la dicha villa de Alarcón dis que se jatan e alaban disiendo que han de quebrantar el dicho su término e paçer la yerva de la dicha dehesa"


Archivo General de Simancas, RGS,LEG,150110,283

Diego Martínez, pasajero a Indias de El Cañavate

 


El dicho día se despachó çédula para que el virrey de la Nueva España dé tierras y solares a Diego Martínez vezino de Cañavate que va aquella tierra

Archivo General de Indias, MEXICO,1091,L.9,F.57R(2)


EL CAÑAVATE Y SUS ALDEAS. LA COMISIÓN DEL LICENCIADO FRÍAS

 EL CAÑAVATE Y SUS ALDEAS

Hay títulos de villazgo que se resisten a aparecer. Uno de ellos es el de El Peral, que creemos ha de ser coincidente en el tiempo con los villazgos de Barchín y de Motilla, pero más dudas nos ofrece el villazgo de El Cañavate. En nuestra obra "El Año Mil Quinientos de la Mancha Conquense" apostamos que por una situación contradictoria en esta villa. El Cañavate era la llave de paso hacia Castillo de Garcimuñoz, y al igual que luego en la época de las Comunidades, tenía una gran importancia estratégica, era "la llave de paso hacia las fortalezas". No en vano, por mal estado el que se nos quiera presentar, creemos que era una estructura defensiva sólida durante la guerra del Marquesado y un bastión de los hombres del Marquesado de Villena frente a un pueblo declaradamente realista e isabelino. Es probable que la concesión del villazgo de la reina Isabel fuera una apuesta para incendiar la revuelta y que la independencia jurisdiccional de El Cañavate solo se hiciera realidad en la segunda fase de la guerra o, al menos, únicamente en esa fase es cuando se consigue tomar un castillo, que luego no se dudaría en desmocharlo. La conquista del castillo de El Cañavate sería la única victoria real de los isabelinos en este lado del Júcar, más fuertes y guerreros al otro lado del Júcar, donde en el Valdemembra, los campesinos eran una auténtica pesadilla para el alcaide de Alarcón y sus partidarios y se vivía una guerra cruel y "de cuchillo". En la margen derecha del Júcar, Jorge Manrique y Pedro Ruiz de Alarcón, andaban en su madriguera de Santa María del Campo Rus como conejos agazapados ante el valor y fuerza militar de los dos grandes capitanes de don Diego López Pacheco: Pedro Baeza y Diego Pacheco, el alcaide de Belmonte.
A falta de título de villazgo de El Cañavate, nos queda la confirmación de términos a este villa y las aldeas de Torralba, Cañada Juncosa y El Atalaya. Esa confirmación es encargada al gobernador Frías en Sevilla el nueve de febrero de 1478. La fecha no es baladí. La fecha no es baladí. En primer lugar, porque sería una ruptura de acuerdos de año y medio antes (o muestra de la fragilidad de los mismos en la zona) y, en segundo lugar, porque es anterior a la segunda fase de la guerra y rompe compromisos pasados.

En este documento, se vuelve a recordar la pasada, pero no fechada, concesión del villazgo a El Cañavate o exención jurisdiccional de Alarcón: "que al tienpo que era aldea, yo la dicha Rreyna por les faser bien e merçed la aparté y eximí de la villa de Alarcón e de los alcaldes e alguasyles e otros ofiçiales della para que dende en adelante para syenpre jamás fuesen villa por sy e sobre sy". Pero el documento, viene a validar otro anterior y también a romper compromisos, pues le vuelve a conceder a El Cañavate las aldeas de Cañada Juncosa y El Atalaya y también la de Torralba, que los Pacheco. alcaides de Belmonte, siempre consideraron la base territorial de su futuro señorío.
La importancia de este documento está asimismo en el hecho de reconocer a las tres aldeas mencionadas como despobladas, que no quiere decir inexistentes, pues en amojonamientos posteriores se coloca algún mojón en el campanario de las iglesias, en un hecho similar al villazgo de Quintanar o Tarazona, aldeas jareñas: el pueblo, donde reside o ha de residir la población, para las villas de realengo, el campo para Alarcón. Es decir, establecer un caballo de Troya, para la futura desmembración del alfoz de la fortaleza.
Cañada Juncosa y El Atalaya, despobladas ("e tener por término de aquí en adelante los lugares que disen del Atalaya e Cañada Yuncosa en Torralua, que son despoblados, los quales están çerca de la dicha villa e son anexos a ella porque la dicha villa pagasen ellos el pedido... que la dicha villa del Cañavate pague por la cabeça del pedido). Así las nuevas aldeas renacen al calor de una necesidad de reafirmar los nuevos núcleos de realengo y de una decisión administrativa por reorganizar la fiscalidad futura. La repoblación de Cañada Juncosa y El Atalaya responderá, luego, a dos modelos diferente: Cañada Juncosa será "el premio, que recibirán los caballeros de Vara de Rey y otros realistas, no sin disputas con los criados de los Pacheco, mientras que Atalaya será una nueva aventura de roturación de labradores, ajenos a cualquier encasillamiento en viejas aventuras militares pasadas y más próxima al modelo de las aldeas jareñas. O eso creemos, pues la realidad, sin duda, no fue tan meridiana. Eso sí, la conquista por la propiedad de la tierra no fue ajena a un clima de disputas, en ocasiones violentas, véase los enfrentamientos entre las familias de los Tébar y los Piñán.

Hay, un hecho más, el distrito fiscal de rentas reales del marquesado de Villena (alcabalas, tercias y servicio y montazgo de Chinchilla) aparece en este mismo momento como una decisión de la reina Isabel encargada al licenciado Frías, aunque en el texto aparece la palabra "pedido", que es lo que cobraba el marqués de Villena y cuya fiscalidad ahora se pretende arrebatar, en tanto se reorganiza la hacienda regia como regalía.

Archivo General de Simancas, RGS,LEG,147802,48

lunes, 8 de enero de 2024

El censo de la sal de 1631: un testimonio

 El censo de la sal de 1631 comenzó a andar con una real cédula de 3 de enero de ese año. Se trataba de establecer un impuesto sobre la venta de este producto que se consideraba monopolio de la Corona. El censo de vecinos elaborado para tal fin es uno de los más completos del Antiguo Régimen. Desgraciadamente, para el caso de Cuenca la información que nos ha llegado es muy parca. A pesar de ello, nos han quedado testimonios de las averiguaciones; así, un documento de Bartolomé Contreras de la Cárcel, receptor enviado a Iniesta para averiguar si existían alhoríes de sal u otros puntos para la distribución de la sal. El once de enero de 1631 el doctor Pedro López Cantero y Jerónimo Segovia contestaban negativamente.