El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

domingo, 10 de enero de 2021

Dos villas de San Clemente; dos momentos históricos

 Dos villas de San Clemente; dos momentos históricos

Hay dos iglesias en la villa de San Clemente que en su construcción representan dos momentos de su pasado histórico: una es el pasado de su éxito, otra el presente de su fracaso. La Iglesia de Santiago Apóstol parece ganar el Cielo con sus columnas y nervaduras de una planta salón y palaciega; la iglesia de Nuestra Señora de Gracia se encoge en sus formas achaparradas, amenazando ruina. Apariencias engañosas de dos momentos históricos que marcan el nacimiento y ruina de una villa: el triunfo de unos hombres con voluntad de hierro, forjadores del presente y del futuro, en aquellos años de comienzos del quinientos, y la abulia de esos otros a los que pesa demasiado el legado de sus padres y abuelos.
Cuando se edifica la iglesia de Nuestra Señora de Gracia, la villa de San Clemente es un pueblo de setecientas u ochocientas almas dedicadas a la labranza, que sale de una sociedad dominada por unos pocos pastores, señores de ganado, y terratenientes que con matones a sueldo imponen su ley. Es la reina Isabel quien impone la suya a estos camorristas, condenándolos al destierro y a azotes; acaba con las disputas estériles y unos hombres, que dejan de acuchillarse, se dedican a trabajar en mancomunado esfuerzo. Vivirán los peores años que quizás ha vivido la Historia de España, los que van de 1502 a 1508: malas cosechas, hambres y la peste de 1508, la peor de las que ha vivido España en la Edad Moderna y la que ha sido llevada en su desgracia con mayor entereza por los hombres. En aquellos años de comienzos del quinientos, las únicas armas eran la abnegación, que compartía lugar con la resignación, y la ayuda mutua y solidaridad entre los hombres. Esa solidaridad no hubiera sido posible sin unos pocos hombres comprometidos con el ideal de pobreza de la reforma cisneriana de las órdenes mendicantes. Estos primeros frailes franciscanos que llegan a San Clemente, desposeídos de todo bien, tenían menos que sus vecinos y daban su esfuerzo desinteresado para vertebrar una sociedad hambrienta. Fueron traídos por el rico de la villa, Alonso del Castillo y Toledo, en una más de esas políticas sociales de cualquier época, pero devinieron en el catalizador que imbuyó un espíritu de superación. A esa villa arruinada de comienzos del quinientos llegaron hombres de todas partes, desheredados de sus lugares de origen y oportunistas ante la necesidad ajena, y comenzaron a construir una iglesia: símbolo del triunfo de su voluntad, pues lo que nacía era una sociedad nueva de hombres que ganaban la tierra, libres de ataduras. El pueblo creció hasta los tres mil o cuatro mil habitantes y la iglesia y su claustro, lugar de encuentro de hombres de todas partes y condición, se erigieron a un lado de la entrada del pueblo para acoger a los nuevos vecinos que por el camino de Cuenca y Alarcón llegaban en busca de su oportunidad. La sociedad sanclementina resistió y triunfó y el frágil techo de su iglesia, levantado por unos vascos a los que se les caían todas las iglesias, también.
Los hijos y nietos lo recibieron todo y dilapidaron más de lo que se les había dado. Andrés de Vandelvira les ofreció la gloria y el cielo, pero lo rechazaron; quería construir una gran bóveda oval coronando la iglesia de Santiago. La sociedad sanclementina se enfrentó en un falso debate, ¿quién aportaba el dinero? ¿los ricos? Era una discusión falaz; a comienzos del quinientos Nuestra Señora de Gracia se construyó con las limosnas de unos hombres harapientos, pero orgullosos y libres en su único deseo de serlo; a mediados de siglo, los hombres están acomodados en su mediocridad. Discusiones estériles del pueblo se trasladan a sus regidores: las viejas capillas se derruirán, el espacio de la plaza Mayor desaparecerá, ahogando la visión del ayuntamiento; palabras engañosas para negar un proyecto urbanístico nuevo dominado por la gran cúpula. De nuevo, vuelven los vascos, que han aprendido ahora sí a levantar bóvedas nervadas; de Vandelvira quedará la imitación de una estructura palaciega que respete el nuevo espacio concejil creado a inicios de siglo. Es un mundo visual donde domina la apariencia; la fuerza de aquellos hombres de mil quinientos ya no existe. Cuando Felipe II pregunta a los vecinos del pueblo por su historia, estos hombres no están deslumbrados por su nueva iglesia de Santiago, sino que traerán a colación los logros de sus abuelos de mil quinientos.
San Clemente en mil quinientos cincuenta cree vivir su esplendor e inicia el camino de su decadencia. La vida sedentaria ha olvidado el viejo espíritu de frontera. Cuando el tendero Antón López de Garcilópez se queja ante el gobernador de la "estrecheza de la plaza", este se sorprende, sin entender que Antón es un creador de riqueza que se siente más a gusto en el anárquico arrabal que en las formas cuadriculadas del nuevo espacio urbano. La ciudad se abre pero las mentes se estrechan, pues los proyectos comunes de unos hombres que se sienten partícipes e iguales han desaparecido. Lo sabrá expresar muy bien el doctor Alonso de los Herreros: la república concejil y pechera de San Clemente no puede caer en manos de idiotas y rezagados, sin saber que justifica en su negación a esos mismos idiotas y rezagados que ocupan a perpetuidad los oficios públicos.
Fotografías de Jesús Pinedo Saiz







Oficios concejiles: San Clemente, 1526-1528

 

Elección de oficios concejiles de 29 de septiembre de 1526

 

El concejo es presidido por el licenciado Alonso Pérez de Vargas, alcalde mayor en el corregimiento de la emperatriz Isabel. Los oficiales salientes son

  • Bartolomé Sánchez de Llanos y Juan de Caballón, alcaldes ordinarios
  • Garci Martínez Ángel, Juan de Olivares, Francisco de Olivares y Francisco de Perona, regidores
  • Gonzalo de Origüela y Ferrán López, alguaciles

Los nuevos oficiales se eligen por suertes, aunque no hay constancia del proceso. Estos son los elegidos:

  • Juan de Sevilla, alguacil
  • Juan Sanchez de Andrés Sánchez y Cristóbal Merchante, alcaldes ordinarios
  • Alonso González de Origüela, Diego de Caballón, Pedro López de Perona y Cristóbal de Tébar, regidores
  • Gonzalo de Origüela, alcalde de la hermandad

A continuación, proceden a jurar el cargo, tras la entrega de las varas de justicia, sin fraude ni cautela alguna.

Se nombra un procurador síndico por el alcalde mayor y oficiales viejos, que cae en cabeza de Alonso de las Mesas. El nombramiento corresponde a una carta de poder otorgada por esos oficiales al nombrado.

Elección de oficios de 29 de septiembre de 1527

Oficiales salientes

  • Juan de Sevilla, alguacil
  • Juan Sanchez de Andrés Sánchez y Cristóbal Merchante, alcaldes ordinarios
  • Alonso González de Origüela, Diego de Caballón, Pedro López de Perona y Cristóbal de Tébar, regidores
  • Gonzalo de Origüela, alcalde de la hermandad

El sistema de elección era el tradicional meter los redolines de cera con los nombres de los candidatos en un bacín de agua; un niño llamado Hernandico, hijo de Vargas, sacó las bolas de los elegidos:

  • Alguacil: Francisco de Ávalos
  • Alcaldes: Pedro Sánchez de Origüela, Bernardino de los Herreros
  • Regidores: Gonzalo Martínez Ángel, Pedro Rodríguez de Olivares, Pedro López de Tébar, Juan Gómez de don Gil
  • Alcalde de la hermandad: Antón Jiménez
  • Alcaldes de mestas: Francisco de Perona, hijo de Alonso López de Perona, y Miguel Sánchez de los Herreros.
  • Diputados (oficiales salientes): Juan Sánchez de Andrés Sánchez, Alonso González de Origüela, Pedro López de Perona, Cristóbal de Tébar, Diego de Caballón, Juan de Sevilla y Gonzalo de Origüela

A continuación, juran sus cargos “en forma debida de derecho que cada uno en sus ofiçios lo usará y exerçerá bien e fielmente sin fraude ni cautela, amor ni desamor… que no llevarán derechos demasiados ni cohecho”.

Son escribanos el ayuntamiento Hernán Rosillo y Francisco Fernández

 

Elección de oficios de 29 de septiembre de 1528, ante el corregidor Álvarez de Sotomayor

Del libro de posteros se saca a los rezagados (no haber ejercido oficios en tres años anteriores):

  1. Antón de Ávalos
  2. Alonso de la (L)Osa
  3. Alonso Rosillo
  4. Alonso López de Perona
  5. Alonso de Astudillo
  6. Aparicio de la Ojeda
  7. Alonso López de Garcilópez
  8. Alonso Mancheño
  9. Diego Simón
  10. El bachiller Francisco Rodríguez
  11. Alonso Sánchez Coronado
  12. Francisco de la Sierra
  13. Hernando Sánchez de Origüela
  14. Francisco Perona, hijo de Miguel López
  15. Francisco Rosillo
  16. Francisco Muñoz
  17. Juan Sánchez de Lope
  18. Juan López de Perona
  19. Juan Ruiz del Castillo
  20. Juan Mancheño
  21. Miguel Muñoz el mozo
  22. Miguel Sánchez Cantero
  23. Miguel López Cantero
  24. Pedro Ruiz de Segovia
  25. Pascual Simón
  26. Sancho López de los Herreros
  27. Cristóbal Ángel
  28. Pedro Fernández de Hellín
  29. Pedro de Albelda

Se sigue el sistema de suertes de echar las cédulas con sus nombres envueltas en reolines de cera en un bacín de barbero con agua, las bolas las sacará Miguel Sánchez, un niño de nueve años, hijo de Bernardino de los Herreros. Entre los alcaldes sorteados está el de alcalde de la hermandad pechero

Oficios elegidos

  • Alonso López de la Losa y Diego Simón, alcaldes
  • Cristóbal Ángel, Miguel Muñoz, Juan López de Perona, Alonso López Rosillo, regidores
  • Alonso López de Garcilópez, alguacil
  • Bernardino de los Herreros, Gonzalo Martínez Ángel, Pedro Rodríguez, Martín del Campo, Juan Gómez, Pedro López de Tébar, Francisco de Ávalos, diputados del ayuntamiento.
  • Juan Sánchez de Andrés Sánchez y Juan Sánchez, alcaldes de las mestas
  • Juan Bravo, procurador síndico

 ACHGR, PLEITOS, 721-6

Oficios concejiles: San Clemente, 1519

 

Elección de oficios del año 1519-1520 de la villa de San Clemente: 29 de septiembre de 1519

 

Oficiales salientes:

Alcaldes ordinarios: Juan López Cantero y Bernardino de los Herreros

Regidores: Antonio de los Herreros, Alonso González de Origüela, Juan Manzano, Pascual Simón, regidores

Alguacil: Juan Ruiz del Castillo

 

En presencia del concejo saliente se procede a elegir los nuevos oficiales para el año siguiente. Se seguía un sistema rotatorio entre los posteros (pecheros que pagaban por encima de una cantidad de impuestos), que no habían ocupado oficios concejiles en los tres últimos años, según el privilegio concedido por el maestre Juan Pacheco el 10 de diciembre de 1445;

Tomaron ante sí el libro de los posteros desta villa e sacaron dél los que les paresçió que convenía entrar en los ofiçios que son los syguientes guardando los que an pechado tres años e los que an tenido ofiçios e descansado los tres años

  1. Alonso Gonçalez de la Huerta
  2. Benito Garçía
  3. Françisco de Monteagudo
  4. Garçi Martínez
  5. Miguel López de Perona el viejo
  6. Françisco de Perona
  7. Antón Gómez
  8. Diego Symón
  9. Fernando de Orihuela
  10. Juan de Olivares el viejo
  11. Miguel Martínez el viejo
  12. Antón de Monteagudo
  13. Diego de Sandoval
  14. Françisco de Orihuela
  15. Juan Gómez
  16. Cristóbal Merchante
  17. Alonso Destudillo
  18. Francisco de Olivares
  19. Gonçalo Martínez Ángel
  20. Juan López de Garçilopez
  21. Ginés López

 

Por la relación debemos pensar que los postulantes a ser elegidos como oficiales concejiles en  San Clemente quedaba reducido a poco más de una sesentena de familias, de las ochocientas familias que componían la población de la villa, correspondiente seguramente al estado superior de los pecheros (recordemos que la población pechera se dividía en entre estados según renta; superior, mediano e inferior) y de la que estaban excluidos la mayoría de los pecheros y también de una veintena de familias hidalgas.

“E señalados (los posteros mencionados) hizieronlos escrevir en un papel e hizieron dellos de cada nonbre escrito en una çédula un rredolín de çera echaronlas en un baçín de agua y en presençia del pueblo llamaron llamaron a un niño que se dize Monteagudo, hijo de Antonio de los Herreros”

El niño sacó las bolas de cera de los nuevos oficiales una a una: la primera, la de Gonzalo Martínez Ángel para alguacil; luego, las de Antón de Monteagudo y Garci Martínez Ángel para alcaldes, y para regidores, Miguel Martínez el viejo, Cristóbal Merchante, Fernando de Origüela y Juan López de Garcilópez. Por el mismo sistema se elegía entre tres candidatos (aunque esta vez no se exigía estar en la lista de posteros anterior), es de suponer propuestos por el concejo anterior, de los que el niño sacó la bola de Francisco Sánchez de Gonzalo Sánchez.

Junto a los oficiales concejiles se nombraban los llamados diputados del común. Creemos que el puestos a los oficiales del concejo saliente a cierta elección más abierta entre los vecinos. Este año de 1519, se nombraron siete diputados del común directamente por los siete oficiales concejiles salientes: el bachiller Rodríguez, Alonso López de Perona, Sancho López de los Herreros, Francisco de los Herreros, Juan Sánchez el mozo, Alfaro y Juan González de Huerta.

Después de tomarles juramento a los nuevos elegidos, ante la cruz y los Evangelios en presencia del escribano Pedro de la Fuente, se daban las varas de justicia. En estas elecciones había multitud de vecinos, y, años después, la costumbre era que los alcaldes saludaran desde la ventana del ayuntamiento. Quizás ahora no se hizo, porque se estuvieran construyendo nuevas casas en sustitución de las edificadas a finales del siglo XV.

Los alcaldes se comprometían al buen gobierno, pero también al respeto de la moral y de las buenas costumbres:

“E luego los dichos alcaldes mandaron pregonar e se pregonaron los pecados públicos; que ninguno juegue juegos vedados ni blasfeme ni sea rrufián ni puta lo tenga ni sea amançebado ni trayga armas ni ande vagabundo so las penas de las leyes del Rreyno”

Los hidalgos tenía derecho a nombrar dos diputados propios, en este caso, Antón García y Antonio Rosillo, que el ayuntamiento aceptaba en esa sesión como tales, aunque su presencia en futuros concejos quedaba supeditada a que fueran llamados por un concejo pechero que les solicitaba su parecer: “e juraron de dar sus votos e paresçeres lo más útiles que pudieron en lo que los tomaren como es costunbre


ACHGR, PLEITOS, 721-6

domingo, 3 de enero de 2021

Elección de oficios concejiles en San Clemente en 1549

 

A la altura de 1549, las tensiones en la villa de San Clemente estaban a flor de piel. La Corona se hacía eco de las disputas en la elección de oficios del 29 de septiembre; a decir de algunos habían pasado a desempeñar los oficios concejiles algunas familias de forma repetitiva y el poder municipal estaba en manos de familiares, padres, hijos, hermanos y cuñados. Se denunciaba que el poder estuviera copado por la familia de los Herreros, que desde mediados del siglo XV había renunciado a toda pretensión nobiliaria para copar los puestos del gobierno municipal. Sin embargo, ya no se trataba de la ambición de los hidalgos por entrar en las suertes de los oficios concejiles como en la década de 1510, ahora, la villa de San Clemente que parecía haberse desecho de los Origüela, judíos del Arrabal, veía como esos otros que intentaban negar su sangre, hacían de la riqueza y el poder la razón de su acceso al poder: eran los nietos del alcaide de Alarcón, los Castillo; los nietos de los señores de Minaya, los Pacheco, y los Tébar o los Avilés, ramas de los antiguos Origüela, que andaban en la sombra, dispuesto a cobijarse al amparo de otros y sin muchas miras para deshacerse de quien hiciera falta con tal de acceder al gobierno municipal.

En realidad, el poder municipal andaba ya en poder de estas familias, pues desde 1543 habían comprado las regidurías por 400 ducados: Hernando del Castillo, Alonso Pacheco, Cristóbal de Tébar o Gregorio del Castillo (este último un mercader de una familia procedente del Castillo de Garcimuñoz con varios sambenitos tanto en la iglesia de Santiago Apóstol de San Clemente como en la de San Juan de Castillo de Garcimuñoz). Ahora, pretendían copar los oficios de alguacilazgo y alcaldías, que todavía se elegían por el viejo sistema electivo de suertes, con bolas de cera con los nombres de los candidatos introducidas en un cántaro.

El 29 de septiembre se había roto el equilibrio de poder en el gobierno local. El año anterior, desafiando el azar del cántaro, se habían elegido dos hombres de paja para alcaldes, Hernando de Peralta y Alonso Martínez. En la sesión de ayuntamiento estaban todos aquellos que habían comprado regidurías cinco o seis años antes: Francisco Pacheco, Hernando del Castillo, Alonso Pacheco de Guzmán y Rodrigo Pacheco, Cristóbal de Tébar, Gregorio del Castillo, Sancho López de los Herreros y Alonso Valenzuela; es decir, todos aquellos podían pagarse los 400 ducados que valía el oficio de regidor o que, como Hernando de Avilés, los pagaría en el futuro. Por no dejar a nadie fuera, se había amañado la elección de alguacil mayor que había caído en manos de Martín de Oma. La fisura en el cerrado sistema de poder sanclementino había llegado por el acceso a los oficios concejiles de los hidalgos tras una ejecutoria de 1537, que había roto el monopolio pechero desde 1445. Familias como los Ortega, Montoya o Vázquez de Haro empezaban a pedir su parte alícuota de poder, aunque no había sitio para todos. En la década de 1540 del viejo poder pechero no quedaba nada: los Simón y los Ángel habían sido barridos del mapa, los de la Fuente pleiteaban de nuevo por su hidalguía, los Origüela renunciaban al apellido, víctimas de las persecuciones inquisitoriales; tan solo aguantaban los Herreros, su poder político era parejo a su poder económico en la villa, bien enlazados matrimonialmente con hidalgos de la villa, no toleraban la presencia de los Castillos, nietos del alcaide de Alarcón, en el poder municipal ni de las ramas de los Origüelas mutadas ya en Tébar ya en Avilés.

El pleito de la década de los años treinta contra el concejo de San Clemente fue iniciado por Rodrigo Ortega, Hernán Vázquez de Haro el mozo, Gaspar Cifre, Alonso García, Francisco del Castillo Inestrosa, Hernando Peralta, Juan de Montoya y Alonso de Valenzuela, y finalizaría con el acceso de los hidalgos a la mitad de los oficios por sentencia de 1537

Que atento que en esta villa se an elegido eligen en cada un año dos alcaldes hordinarios e  cuatro rregidores e un alguacil por el día de San Miguel que los dichos hijosdalgo entren e sean admitidos en la mitad de los dichos oficios atenta la calidad cantidad e número de personas que de los dichos honbres buenos pecheros hasta aquí an entrado para los dichos oficios en cada un año con que sean abonados en la cantidad que lo son los ommes buenos pecheros que entran en los dichos oficios e personas ábiles e suficientes para poder tener los tales oficios y aquellos que fueren del dicho abono y suficiencia se pongan en suerte por sí el dicho día de San Miguel como se haze entre los pecheros y de allí se saque un alcalde e dos rrejidores del estado de los dichos hijosdalgo con que el primero en suerte sea alcalde e los otros dos rregidores y que el alguacil sea un año del estado de los hijosdalgo y el otro del estado de los honbres buenos pecheros e que el año que enpiece a el estado de los hijosdalgos el tal alguacil sea el primero que saliere en suerte con tanto que los tales hijosdalgo que ansí an de entrar e ser admitidos a los dichos oficios como dicho es no sean de los conthenydos y nonbrados en la dicha carta executoria

 

Era una nueva generación de hidalgos, no todos, que tomaban el relevo de los hidalgos que el tres de abril de 1511 habían iniciado pleito y fracasado en la misma pretensión. Entonces Francisco de Guzmán, Alonso del Castillo, el alcaide Pallarés, Hernán Vázquez de Haro, Martín Ruiz de Villamediana, Antón García, Juan Rosillo, Francisco Rosillo, Rodrigo de Ortega, Gómez de Valenzuela, Pedro de Oma, Nuño de Abengoza, Diego Palacios, Antonio Rosillo y Juan de la Serna, a los que se sumaron Pedro de Alarcón y Alonso Mejía. Entonces, los hidalgos alegaban que en su estado había hombres abonados y suficientes, que contribuían a los repartimientos de cargas concejiles de los que se escabullían los labradores y que el fuero de Alarcón, al que estaba poblada San Clemente, les otorgaba ese derecho de acceso a los oficios. Aparte de considerar nulo un privilegio otorgado por el maestre don Juan Pacheco a los pecheros, ya que no emanaba de los reyes, los hidalgos se hacían portavoces de un sentimiento generalizado en aquella sociedad que proclamaba la igualdad de todos los hombres, pues era contra derecho divino y umano que en un pueblo oviese diferencia e división de personas y que los nobles fueses de peor condición. Una primera sentencia favorable a los hijosdalgo de 20 de julio de 1512 sería revocada el 20 de junio de 1516, aunque la ejecutoria se retrasaría hasta el ocho de julio de 1527. En este retraso tenía bastante que ver la acusación pechera contra los hidalgos de haber liderado el movimiento de las Comunidades o al menos incitado.

El señorío de la emperatriz Isabel de Portugal fue una nueva oportunidad para los hidalgos, que debieron contar con el apoyo del corregidor Álvarez de Sotomayor, y la firme oposición de los pecheros que esta vez delegaron su defensa en el bachiller Ángel. Los hidalgos, por la vía de los hechos y con el apoyo del corregidor, habían nombrado a Hernando del Castillo por el estado de los hidalgos, aunque los pecheros, en una demostración de fuerza le habían negado tal vara de justicia y la habían entregado a uno de su estado, Pedro Rodríguez, familia emparentada con los Origüela. Pero esta vez, los hidalgos aprovechaban el clima de divisiones que vivía la villa para ofrecerse como garantes del orden y el buen gobierno ante la emperatriz; acusaban de división de los pecheros en dos parentelas, lideradas por los Origüela y los Herreros, respectivamente. Esta vez, en lo que sería definitiva, los hidalgos ganaron sentencia de la Chancillería de Granada de once de agosto de 1537, cuyo tener de reserva de la mitad de los oficios para el estado de los hidalgos es el que hemos referido más arriba.

Porque el estado de los pecheros della esta dividido en dos parenteras en opinyones de que rresultava o podía rresultar muchos escándalos y muertes de honbres y desacatos entre los tales oficiales de dichas parenteras porque cada uno favorescía a la su parentera

 

Aunque los pecheros apelaron la sentencia, esta vez la decisión final correspondería, no a la Chancillería de Granada, sino al Consejo de la emperatriz Isabel, que intentó adoptar una posición salomónica por sentencia de 22 de agosto de 1538, dada en Valladolid, y con fecha 19 de septiembre se expediría carta ejecutoria

Que en la elecciones que se hizieren de los dichos oficios cada un año en la dicha villa se nonbren para entrar en suertes doze posteros pecheros de la dicha villa e quatro hijosdalgo della y no más y que los que dellos salieren ayan los dichos oficios y usen dellos conforme la costunbre que hasta agora se a tenido e que las dichas personas susodichas que an de entrar en las dichas suertes sean nonbradas y elegidas por los oficiales que an sido aquel año conforme a uso y costunbre que en ello se a thenydo

La nueva ejecutoria no acabó con la disputa, pues tanto Alonso Pacheco como Hernando del Castillo, hombres dominantes en la escena de la política de los cuarenta, intervinieron en la elección de oficios pecheros y, en especial, en la elección del año 1549. Recordando el privilegio que, el diez de diciembre de 1445, el maestre don Juan Pacheco había dado a la villa, en especial aquellas cláusulas olvidadas y que intentaban el acaparamiento de los oficios por algunas familias. Aquí es donde tenía sentido el concepto de “rezagados”

Dicha eleción se a de hazer de las personas posteros y suficientes y más rreçagados de no aver thenydo los dichos oficios para que todos los vezinos gozen

Se recordaba la cláusula del privilegio de 1445 que imponía un plazo de tres años para ejercer los oficios de nuevos y que había sido constantemente incumplido por la oligarquía pechera, en un intento de apartar a los Herreros del poder municipal. Hasta el arca del archivo se fue para sacar traslado de los viejos privilegios

Que no puedan echar en suertes ni aber los dichos oficios y alguno dellos a lo menos hasta que pase tres años cunplidos y dende adelante fasta que todos los buenos omes posteros y pecheros que fueren ydóneos y pertenecientes

Cínicamente Hernando del Castillo y Alonso Pacheco apelaban a aquellos posteros que en los repartimientos habían contribuido al acrecentamiento de la república toda su vida y siempre habían estado excluidos de los oficios públicos, en lo que era intención de colocar personas próximas. Pero Hernando del Castillo y su cuñado Alonso Pacheco se encontraban solos, aparte del apoyo de los Oma, en el juego de alianzas del ayuntamiento. Una alianza contra natura estaba contra ellos: Herreros, Tébar, Valenzuela o Pacheco de Minaya trataban de cerrar su paso al poder en el ayuntamiento.

 

La soledad de Alonso Pacheco y Hernando del Castillo se vio en las elecciones del año 1549. Los oficiales existentes elegían uno por uno los cuatro hidalgos y doce pecheros elegibles y a introducir en el cántaro para sacar en suertes por un niño la bola del alguacil y las dos bolas de alcaldes ordinarios. Todos los candidatos elegibles eran contrarios a los dos cuñados, que intentaron bloquear la elección diciendo que había rezagados (persona que no habían ocupado nunca oficios o hacía mucho tiempo) con derecho a la elección, y que recusaban a algunos candidatos (Miguel Vázquez de Haro y Juan del Castillo) por estar condenados por la justicia, así como que existía mandamiento de antiguo gobernador para que no entraren familiares en las suertes (la acusación de endogamia iba contra los Herreros, unidos familiarmente a los Rodríguez, y a Gregorio del Castillo que tenía por yerno a Francisco Herreros)

A la altura de 1549, las tensiones en la villa de San Clemente estaban a flor de piel. La Corona se hacía eco de las disputas en la elección de oficios del 29 de septiembre; a decir de algunos habían pasado a desempeñar los oficios concejiles algunas familias de forma repetitiva y el poder municipal estaba en manos de familiares, padres, hijos, hermanos y cuñados. Se denunciaba que el poder estuviera copado por la familia de los Herreros, que desde mediados del siglo XV había renunciado a toda pretensión nobiliaria para copar los puestos del gobierno municipal. Sin embargo, ya no se trataba de la ambición de los hidalgos por entrar en las suertes de los oficios concejiles como en la década de 1510, ahora, la villa de San Clemente que parecía haberse desecho de los Origüela, judíos del Arrabal, veía como esos otros que intentaban negar su sangre, hacían de la riqueza y el poder la razón de su acceso al poder: eran los nietos del alcaide de Alarcón, los Castillo; los nietos de los señores de Minaya, los Pacheco, y los Tébar o los Avilés, ramas de los antiguos Origüela, que andaban en la sombra, dispuesto a cobijarse al amparo de otros y sin muchas miras para deshacerse de quien hiciera falta con tal de acceder al gobierno municipal.

En realidad, el poder municipal andaba ya en poder de estas familias, pues desde 1543 habían comprado las regidurías por 400 ducados: Hernando del Castillo, Alonso Pacheco, Cristóbal de Tébar o Gregorio del Castillo (este último un mercader de una familia procedente del Castillo de Garcimuñoz con varios sambenitos tanto en la iglesia de Santiago Apóstol de San Clemente como en la de San Juan de Castillo de Garcimuñoz). Ahora, pretendían copar los oficios de alguacilazgo y alcaldías, que todavía se elegían por el viejo sistema electivo de suertes, con bolas de cera con los nombres de los candidatos introducidas en un cántaro.

El 29 de septiembre se había roto el equilibrio de poder en el gobierno local. El año anterior, desafiando el azar del cántaro, se habían elegido dos hombres de paja para alcaldes, Hernando de Peralta y Alonso Martínez. En la sesión de ayuntamiento estaban todos aquellos que habían comprado regidurías cinco o seis años antes: Francisco Pacheco, Hernando del Castillo, Alonso Pacheco de Guzmán y Rodrigo Pacheco, Cristóbal de Tébar, Gregorio del Castillo, Sancho López de los Herreros y Alonso Valenzuela; es decir, todos aquellos podían pagarse los 400 ducados que valía el oficio de regidor o que, como Hernando de Avilés, los pagaría en el futuro. Por no dejar a nadie fuera, se había amañado la elección de alguacil mayor que había caído en manos de Martín de Oma. La fisura en el cerrado sistema de poder sanclementino había llegado por el acceso a los oficios concejiles de los hidalgos tras una ejecutoria de 1537, que había roto el monopolio pechero desde 1445. Familias como los Ortega, Montoya o Vázquez de Haro empezaban a pedir su parte alícuota de poder, aunque no había sitio para todos. En la década de 1540 del viejo poder pechero no quedaba nada: los Simón y los Ángel habían sido barridos del mapa, los de la Fuente pleiteaban de nuevo por su hidalguía, los Origüela renunciaban al apellido, víctimas de las persecuciones inquisitoriales; tan solo aguantaban los Herreros, su poder político era parejo a su poder económico en la villa, bien enlazados matrimonialmente con hidalgos de la villa, no toleraban la presencia de los Castillos, nietos del alcaide de Alarcón, en el poder municipal ni de las ramas de los Origüelas mutadas ya en Tébar ya en Avilés.

El pleito de la década de los años treinta contra el concejo de San Clemente fue iniciado por Rodrigo Ortega, Hernán Vázquez de Haro el mozo, Gaspar Cifre, Alonso García, Francisco del Castillo Inestrosa, Hernando Peralta, Juan de Montoya y Alonso de Valenzuela, y finalizaría con el acceso de los hidalgos a la mitad de los oficios por sentencia de 1537

Que atento que en esta villa se an elegido eligen en cada un año dos alcaldes hordinarios e  cuatro rregidores e un alguacil por el día de San Miguel que los dichos hijosdalgo entren e sean admitidos en la mitad de los dichos oficios atenta la calidad cantidad e número de personas que de los dichos honbres buenos pecheros hasta aquí an entrado para los dichos oficios en cada un año con que sean abonados en la cantidad que lo son los ommes buenos pecheros que entran en los dichos oficios e personas ábiles e suficientes para poder tener los tales oficios y aquellos que fueren del dicho abono y suficiencia se pongan en suerte por sí el dicho día de San Miguel como se haze entre los pecheros y de allí se saque un alcalde e dos rrejidores del estado de los dichos hijosdalgo con que el primero en suerte sea alcalde e los otros dos rregidores y que el alguacil sea un año del estado de los hijosdalgo y el otro del estado de los honbres buenos pecheros e que el año que enpiece a el estado de los hijosdalgos el tal alguacil sea el primero que saliere en suerte con tanto que los tales hijosdalgo que ansí an de entrar e ser admitidos a los dichos oficios como dicho es no sean de los conthenydos y nonbrados en la dicha carta executoria

 

Era una nueva generación de hidalgos, no todos, que tomaban el relevo de los hidalgos que el tres de abril de 1511 habían iniciado pleito y fracasado en la misma pretensión. Entonces Francisco de Guzmán, Alonso del Castillo, el alcaide Pallarés, Hernán Vázquez de Haro, Martín Ruiz de Villamediana, Antón García, Juan Rosillo, Francisco Rosillo, Rodrigo de Ortega, Gómez de Valenzuela, Pedro de Oma, Nuño de Abengoza, Diego Palacios, Antonio Rosillo y Juan de la Serna, a los que se sumaron Pedro de Alarcón y Alonso Mejía. Entonces, los hidalgos alegaban que en su estado había hombres abonados y suficientes, que contribuían a los repartimientos de cargas concejiles de los que se escabullían los labradores y que el fuero de Alarcón, al que estaba poblada San Clemente, les otorgaba ese derecho de acceso a los oficios. Aparte de considerar nulo un privilegio otorgado por el maestre don Juan Pacheco a los pecheros, ya que no emanaba de los reyes, los hidalgos se hacían portavoces de un sentimiento generalizado en aquella sociedad que proclamaba la igualdad de todos los hombres, pues era contra derecho divino y umano que en un pueblo oviese diferencia e división de personas y que los nobles fueses de peor condición. Una primera sentencia favorable a los hijosdalgo de 20 de julio de 1512 sería revocada el 20 de junio de 1516, aunque la ejecutoria se retrasaría hasta el ocho de julio de 1527. En este retraso tenía bastante que ver la acusación pechera contra los hidalgos de haber liderado el movimiento de las Comunidades o al menos incitado.

El señorío de la emperatriz Isabel de Portugal fue una nueva oportunidad para los hidalgos, que debieron contar con el apoyo del corregidor Álvarez de Sotomayor, y la firme oposición de los pecheros que esta vez delegaron su defensa en el bachiller Ángel. Los hidalgos, por la vía de los hechos y con el apoyo del corregidor, habían nombrado a Hernando del Castillo por el estado de los hidalgos, aunque los pecheros, en una demostración de fuerza le habían negado tal vara de justicia y la habían entregado a uno de su estado, Pedro Rodríguez, familia emparentada con los Origüela. Pero esta vez, los hidalgos aprovechaban el clima de divisiones que vivía la villa para ofrecerse como garantes del orden y el buen gobierno ante la emperatriz; acusaban de división de los pecheros en dos parentelas, lideradas por los Origüela y los Herreros, respectivamente. Esta vez, en lo que sería definitiva, los hidalgos ganaron sentencia de la Chancillería de Granada de once de agosto de 1537, cuyo tener de reserva de la mitad de los oficios para el estado de los hidalgos es el que hemos referido más arriba.

Porque el estado de los pecheros della esta dividido en dos parenteras en opinyones de que rresultava o podía rresultar muchos escándalos y muertes de honbres y desacatos entre los tales oficiales de dichas parenteras porque cada uno favorescía a la su parentera

 

Aunque los pecheros apelaron la sentencia, esta vez la decisión final correspondería, no a la Chancillería de Granada, sino al Consejo de la emperatriz Isabel, que intentó adoptar una posición salomónica por sentencia de 22 de agosto de 1538, dada en Valladolid, y con fecha 19 de septiembre se expediría carta ejecutoria

Que en la elecciones que se hizieren de los dichos oficios cada un año en la dicha villa se nonbren para entrar en suertes doze posteros pecheros de la dicha villa e quatro hijosdalgo della y no más y que los que dellos salieren ayan los dichos oficios y usen dellos conforme la costunbre que hasta agora se a tenido e que las dichas personas susodichas que an de entrar en las dichas suertes sean nonbradas y elegidas por los oficiales que an sido aquel año conforme a uso y costunbre que en ello se a thenydo

La nueva ejecutoria no acabó con la disputa, pues tanto Alonso Pacheco como Hernando del Castillo, hombres dominantes en la escena de la política de los cuarenta, intervinieron en la elección de oficios pecheros y, en especial, en la elección del año 1549. Recordando el privilegio que, el diez de diciembre de 1445, el maestre don Juan Pacheco había dado a la villa, en especial aquellas cláusulas olvidadas y que intentaban el acaparamiento de los oficios por algunas familias. Aquí es donde tenía sentido el concepto de “rezagados”

Dicha eleción se a de hazer de las personas posteros y suficientes y más rreçagados de no aver thenydo los dichos oficios para que todos los vezinos gozen

Se recordaba la cláusula del privilegio de 1445 que imponía un plazo de tres años para ejercer los oficios de nuevos y que había sido constantemente incumplido por la oligarquía pechera, en un intento de apartar a los Herreros del poder municipal. Hasta el arca del archivo se fue para sacar traslado de los viejos privilegios

Que no puedan echar en suertes ni aber los dichos oficios y alguno dellos a lo menos hasta que pase tres años cunplidos y dende adelante fasta que todos los buenos omes posteros y pecheros que fueren ydóneos y pertenecientes

Cínicamente Hernando del Castillo y Alonso Pacheco apelaban a aquellos posteros que en los repartimientos habían contribuido al acrecentamiento de la república toda su vida y siempre habían estado excluidos de los oficios públicos, en lo que era intención de colocar personas próximas. Pero Hernando del Castillo y su cuñado Alonso Pacheco se encontraban solos, aparte del apoyo de los Oma, en el juego de alianzas del ayuntamiento. Una alianza contra natura estaba contra ellos: Herreros, Tébar, Valenzuela o Pacheco de Minaya trataban de cerrar su paso al poder en el ayuntamiento.

 

La soledad de Alonso Pacheco y Hernando del Castillo se vio en las elecciones del año 1549. Los oficiales existentes elegían uno por uno los cuatro hidalgos y doce pecheros elegibles y a introducir en el cántaro para sacar en suertes por un niño la bola del alguacil y las dos bolas de alcaldes ordinarios. Todos los candidatos elegibles eran contrarios a los dos cuñados, que intentaron bloquear la elección diciendo que había rezagados (persona que no habían ocupado nunca oficios o hacía mucho tiempo) con derecho a la elección, y que recusaban a algunos candidatos (Miguel Vázquez de Haro y Juan del Castillo) por estar condenados por la justicia, así como que existía mandamiento de antiguo gobernador para que no entraren familiares en las suertes (la acusación de endogamia iba contra los Herreros, unidos familiarmente a los Rodríguez, y a Gregorio del Castillo que tenía por yerno a Francisco Herreros). Los Herreros seguirían dominando la escena política copando los puestos de los dos alcaldes, con Miguel Sánchez de los Herreros, yerno del bachiller Rodríguez, y Sancho López de los Herreros el mozo. Alguacil sería Alonso de Oropesa. Pero la alianza con los Tébar era contra natura y motivada por la enemistad de esta familia con los Castillo.


1º hidalgo

 2º hidalgo

 3º hidalgo

4º hidalgo

Hernando de Peralta, alcalde

Antonio de la Fuente

No vota

No vota

No vota

Alonso Martínez, alcalde

Miguel Vázquez de Haro

Hernando Montoya

Hernando de Villodre

Alonso García

Francisco Pacheco, regidor

Miguel Vázquez de Haro

Hernando Montoya

Hernando de Villodre

Alonso García

Sancho López de los Herreros, regidor

Miguel Vázquez de Haro

Hernando Montoya

Hernando de Villodre

Alonso García

Rodrigo Pacheco, regidor

Miguel Vázquez de Haro

Hernando Montoya

Hernando de Villodre

Alonso García

Alonso de Valenzuela, regidor

Miguel Vázquez de Haro

Hernando Montoya

Hernando de Villodre

Alonso García

Gregorio del Castillo, regidor

Miguel Vázquez de Haro

Hernando Montoya

Hernando de Villodre

Alonso García

Cristóbal de Tébar, regidor

Delega voto en alcalde mayor

Hernando Montoya

Hernando de Villodre

Alonso García

Hernando del Castillo, regidor

No vota

No vota

No vota

No vota

Alonso Pacheco, regidor

No vota

No vota

No vota

No vota

Martín de Oma, alguacil

No vota

No vota

No vota

No vota

1º pechero

2º pechero

3º pechero

4º pechero

Hernando de Peralta, alcalde

No vota

No vota

No vota

Martín López Merchante

Alonso Martínez, alcalde

Miguel de Herreros, yerno bachiller Rodríguez

Alonso de Caballón

Alonso de Oropesa

Andrés González de Tébar

Francisco Pacheco, regidor

Miguel de Herreros, yerno bachiller Rodríguez

Alonso de Caballón

Alonso de Oropesa

Andrés González de Tébar

Sancho López de los Herreros, regidor

Miguel de Herreros, yerno bachiller Rodríguez

Alonso de Caballón

Alonso de Oropesa

Andrés González de Tébar

Rodrigo Pacheco, regidor

Miguel de Herreros, yerno bachiller Rodríguez

Alonso de Caballón

Alonso de Oropesa

Andrés González de Tébar

Alonso de Valenzuela, regidor

Miguel de Herreros, yerno bachiller Rodríguez

Alonso de Caballón

Alonso de Oropesa

Andrés González de Tébar

Gregorio del Castillo, regidor

Miguel de Herreros, yerno bachiller Rodríguez

Alonso de Caballón

Alonso de Oropesa

Andrés González de Tébar

Cristóbal de Tébar, regidor

Miguel de Herreros, yerno bachiller Rodríguez

Alonso de Caballón

Alonso de Oropesa

Andrés González de Tébar

Hernando del Castillo, regidor

No vota

No vota

No vota

Licenciado Perona

Alonso Pacheco, regidor

No vota

No vota

No vota

Francisco Suárez de Figueroa

Martín de Oma, alguacil

No vota

No vota

No vota

Pedro de la Fuente

5º pechero

6º pechero

7º pechero

8º pechero

Hernando de Peralta, alcalde

Esteban Ángel

No vota

No vota

No vota

Alonso Martínez, alcalde

Esteban Ángel

Bachiller Francisco Rodríguez

Juan del Castillo, hijo de Gregorio

Miguel Sánchez de los Herreros, el viejo

Francisco Pacheco, regidor

Esteban Ángel

Bachiller Francisco Rodríguez

Juan del Castillo, hijo de Gregorio

Miguel Sánchez de los Herreros, el viejo

Sancho López de los Herreros, regidor

Esteban Ángel

Bachiller Francisco Rodríguez

Juan del Castillo, hijo de Gregorio

Miguel Sánchez de los Herreros, el viejo

Rodrigo Pacheco, regidor

Esteban Ángel

Bachiller Francisco Rodríguez

Juan del Castillo, hijo de Gregorio

Miguel Sánchez de los Herreros, el viejo

Alonso de Valenzuela, regidor

Esteban Ángel

Bachiller Francisco Rodríguez

Juan del Castillo, hijo de Gregorio

Miguel Sánchez de los Herreros, el viejo

Gregorio del Castillo, regidor

Esteban Ángel

Bachiller Francisco Rodríguez

Juan del Castillo, hijo de Gregorio

Miguel Sánchez de los Herreros, el viejo

Cristóbal de Tébar, regidor

Esteban Ángel

Bachiller Francisco Rodríguez

Juan del Castillo, hijo de Gregorio

Miguel Sánchez de los Herreros, el viejo

Hernando del Castillo, regidor

Amador de Ávalos

Licenciado Perona

Licenciado Perona

Juan López de Perona

Alonso Pacheco, regidor

Francisco Martínez, labrador

Diego Ángel

Juan Ángel

Juan López de Perona

Martín de Oma, alguacil

Francisco Martínez, labrador

Diego Ángel

No vota

Juan López de Perona

9º pechero

10º pechero

11º pechero

12º pechero

Hernando de Peralta, alcalde

Martín López de Tébar

No vota

 

No vota

Alonso Martínez, alcalde

Juan de Robres

Sancho López de los Herreros. El mozo

Alonso Martínez, hijo del alcalde

Gonzalo de Tébar

Francisco Pacheco, regidor

Juan de Robres

Sancho López de los Herreros. El mozo

Alonso Martínez, hijo del alcalde

Gonzalo de Tébar

Sancho López de los Herreros, regidor

Juan de Robres

Sancho López de los Herreros. El mozo

Alonso Martínez, hijo del alcalde

Gonzalo de Tébar

Rodrigo Pacheco, regidor

Juan de Robres

Sancho López de los Herreros. El mozo

Alonso Martínez, hijo del alcalde

Gonzalo de Tébar

Alonso de Valenzuela, regidor

Juan de Robres

Sancho López de los Herreros. El mozo

Alonso Martínez, hijo del alcalde

Gonzalo de Tébar

Gregorio del Castillo, regidor

Juan de Robres

Sancho López de los Herreros. El mozo

Alonso Martínez, hijo del alcalde

Gonzalo de Tébar

Cristóbal de Tébar, regidor

Juan de Robres

Sancho López de los Herreros. El mozo

Alonso Martínez, hijo del alcalde

Gonzalo de Tébar

Hernando del Castillo, regidor

Gregorio de Perona

Alejo Rubio

Miguel López de Astudillo

No vota

Alonso Pacheco, regidor

Gregorio de Perona

Alejo Rubio

Pedro Rosillo

No vota

Martín de Oma, alguacil

Francisco Martínez, labrador, mozo

No vota

Pedro Rosillo

No vota




ACHGR. PLEITOS, 770-6