El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

lunes, 12 de julio de 2021

Los señores de yeguas de Iniesta

 

Las provisiones reales se leían en voz alta de pregonero en la plaza pública de Iniesta por el pregonero Juan de la Heras. Así se dio a saber por el pregonero Juan de las Heras un 16 de agosto de 1516. El tema pregonado era viejo; acabada la guerra de Granada, se dejaron de criar potros y se prefirió echar las yeguas a asnos garañones para la crianza de mulas para la labranza. Ya el veinte de julio de 1492 se amenazó a los dueños de garañones con la pérdida del asno y multa de mil maravedíes cuando fueran sorprendidos echándolos a las yeguas; una `provisión que volvería a ser confirmada el 4 de octubre de 1499 y que se recordó específicamente para el marquesado de Villena el 10 de junio de 1516, donde se señalaba la rápida disminución del número de caballos por la crianza de mulas para la agricultura. Se cometía al gobernador Antonio de Córdoba y su alcalde mayor, licenciado Ternero, hacer las pesquisas sobre los caballos existentes. Era alguacil mayor del marquesado, Pedro de Albelda.

El mismo día de la lectura de la provisión real en la plaza de Iniesta fue respondida por su gobernador Pedro de Mondéjar, que alegaba que las antiguas leyes se aplicaban en el Reino de Murcia, pero no en el obispado de Cuenca, a cuya tierra pertenecía Iniesta. Se denunciaba la innovación de hacer extensiva la pragmática sobre ganado caballar al sur del Tajo, cuando las tierras de Cuenca eran estériles para la crianza de caballos.

Hemos hablado en otros lugares del floreciente negocio del ganado yeguar de los iniestenses, de sus bajadas hasta la ribera del Júcar y del origen de algún pueblo como Madrigueras en el contexto de esta trashumancia local. Prueba del potencial económico de este ganado yeguar es que fueron varios vecinos principales de Iniesta quienes sostuvieron el pleito. Unos vecinos que se llamaban a sí mismos señores de yeguas; eran Juan Correa el viejo, Alonso Martínez de Correa, Pedro García de Castillejo, Pedro Jiménez de Buenache, Pedro de Iniesta de Alcalá, Juan de las Heras, Juan de Correa el mozo, Juan de Iniesta, Pedro Pérez Marquina, Juan Navarro del Campillo, Juan de Utiel, Pedro Garrido, Felipe Navarro, Pérez de Carrascosa, Alonso de Jábega, Andrés Bravo, Antón García de Mingo Juan el mozo, Juan García de Mingo Juan el mozo, Juan Garrido de Alcalá, Pedro de Buenache, Alonso de las Heras, Pedro López, Alonso de Tórtola, Alonso Herrero del Peral. Una muestra del negocio de la crianza de mulas y del rápido desarrollo de la labranza en estas tierras, que habían reducido a la nada la crianza de caballos para la guerra y jinetes encabalgados. La expresión de los quintanareños cincuenta años después para definir su pueblo como una sociedad de labradores desencabalgados valía para la Iniesta previa a las Comunidades. Y era algo más, el dominio del concejo de Iniesta y la vida política por un conjunto de labradores ricos, que aún no había cedido el poder a las poderosas familias de los Zapata o los Espinosa. Y es que el conflicto por los garañones, iniciado en 1516, derivó en un largo pleito en la Chancillería de Granada que se mantenía abierto cuando estallaron las Comunidades. Los gobernadores del marquesado de Villena, Antonio de Córdoba o Gutierre de Quejada se sucedían, pero el conflicto seguía abierto, mientras el procurador de “los señores de yeguas” iniestenses, Pedro Mondéjar, se quejaba que el abogado en la Chancillería malversaba el dinero de los vecinos. Es más, entre las élites de labradores dominantes de Iniesta se comenzó a extender un discurso político que reivindicaba a Iniesta como una villa ajena al marquesado de Villena e integrante de la antigua tierra de Cuenca, estéril al igual que la antigua ciudad madre y sus tierras para la crianza de caballos. En el fondo del debate, estaba el interés de grandes familias de Alarcón por dominar el ganado caballar, aprovechando una nueva ruta que en sentido transversal iba desde Gascas a las tierras de Alarcón en la Ensancha. El territorio de la Ensancha era objeto de deseo para la agricultura de los iniestenses y también los jareños. Las tierras de labor se estaban comiendo a los pastos, las tierras lindantes con el Júcar, en torno a Madrigueras, presentaban ya un aspecto labrado. La edad dorada de los señores de yeguas iniestenses estaba tocando a su fin: enriquecidos con la crianza de mulas en el periodo de 1480 a 1520, veían como las tierras labradas por esas mismas mulas hacían desaparecer los pastos que las yeguas pastaban antaño. Una élite de labradores desencabalgados, dominadores del gobierno concejil, dejarán lugar a una nueva élite hidalga que harán de la ejecutoria y el caballo listo para la guerra el símbolo de su distinción social.

El cambio del paisaje iniestense nos los recordaba en su ancianidad Alonso Sánchez de Valverde

Que en los tiempos pasados vido que por estar los dichos términos desocupados de labores de yvierno eran rrazonables para mantener yeguas pero que de verano no avía prados ni aquellos aparejos que heran neçesarios para criar cavallos pero que agora al presente están los dichos términos muy rrompidos de labores

Sobre el paisaje de Iniesta en esta época, ya perfilado desde el horizonte del año mil quinientos, nos han quedado algunos testimonios de personas ancianas; en su indudable parcialidad, testigos del proceso roturador de tierras

Que sabe que los términos e tyerra de la dicha villa de Yniesta son muy estériles e mal dispuestos para criar en ellos yeguas e caballos porque son muy estrechos e tyenen pocos pastos e prados que no tyene ninguno e tyene pocas aguas porque las que ay son de pozos e lavajos fechos de mano e los dichos términos están todos labrados e sy ay algo por labrar es atochas e matorrales e rriscales…, que las yeguas que se crían en los dichos términos son muy pequeñas e mal talladas e que ha visto que los cavallos que de ellas naçen son muy pequeños e mal tallados, que son de poco valor e no para ávito de cavallería salvo para arar e para alvarda e que ha oydo desir a algunos que de cabsa de no poder criar la yegua al potro de cabsa de los pocos pastos e esterelidad de los términos que matan al potro porque no mate a la madre

Iniesta se llegaba a equiparar con las tierras de Cuenca: tierras de sierra, estrechas, rasas y frías, de malas hierbas y pocas aguas, poco apta para pasto de caballos, aunque más apta para el pasto en invierno, hasta llegar el verano y corrido el otoño, que era tierra estéril. Aunque no era esa la opinión de todos los testigos, algunos de ellos que habían andado más las tierras e Cuenca, afirmaban que tiene más anchuras e algunas aguas corrientes e algunas praderasAun así, no se llegaba a la situación de Motilla, donde los potros recién paridos eran matados para garantizar que la yegua no pereciera alimentándolos. Se decía que don Luis Pacheco había obtenido licencia de la reina Isabel para echar las yeguas al garañón, obviando las pragmáticas al efecto. Es creíble que la crianza de mulas, para las que se reservaba una parte de los campos plantados de cebada o centeno, continuara siendo un negocio lucrativo, mientras que la cría de potros en espacios abiertos y con yerba era motivo de ruina. Se consideraba un mal negocio la venta de tres potros nacidos en Iniesta a un vecino de El Peral por siete ducados, aunque no faltaban casos en que los potros eran regalados o como hemos dicho matados. No hemos de dudar del poco valor de los potros, pero del testimonio de los testigos se desprende que si hubo un comercio de potros que se criaban en los límites con Motilla (ahora estrangulado por la falta de pasto y que llegaban con dificultad a los 500 maravedíes e incluso un ducado), como lo hubo con la corona de Aragón, donde los precios se habían reducido a los 35 sueldos para ese año de 1517.

 

 

 

Concejo de Iniesta de 14 de diciembre de 1518

Licenciado Joanes, alcalde mayor del marquesado

Juan García, alcalde ordinario

Pedro Clemente, alguacil

Lope García de Mingo Juan, Benito de la Jara, regidores

Pedro Rodríguez, síndico procurador.

Alonso López de Talayuelas, Juan García de Castillejo, Juan de Olmeda el mozo, diputados

 

Concejo de Iniesta de 12 de diciembre de 1510

Alonso Herrero y Juan Garrido de Almodóvar, alcaldes ordinarios

Alonso Garrido, alguacil

Fernán Martínez del Peral, regidor

Pedro Jiménez de Buenache, fiel

Bartolomé de Soria, síndico procurador

Alonso López de Talayuelas, Pedro de Buenache y Lope García de Mingo Juan, diputados

 

Concejo de 26 de agosto de 1515

Pedro García de Castillejo, alcalde ordinario

Juan García de Castillejo, alguacil

Alonso Fernández de Almodóvar, Andrés de Monteagudo, regidores

Pedro Mínguez, síndico procurador

Juan de la Parra, Martín Merino, Pedro Blasco, Miguel Cabronero, Andrés Lozano, diputados

 

Probanza de 1517

Juan Sánchez de Barchín, más de 70 años

Antón de la Jara, 43 años

Pedro de Cardenete, 50 años

Pedro Navarro, 58 años

 

Probanza de testigos. AChGr, Pleitos, 2098-8

miércoles, 7 de julio de 2021

Memorial de Santa María del Campo Rus de 1591

 "Fernando de Olmedes (?) en nombre del concejo, justicia e rregimiento de la villa de Santa María del Campo que es del marquesado de Villena

digo que a las dichas mis partes se les rrepartió para la paga de los millones con que se sirue a v. a. trescientos mil maravedís en cada un año y el pueblo es pequeño e pobre y los vecinos necesitados de más de que no tienen de que pagar tanta cantidad ni pueden ni tienen de que sacallo porque no tienen montes ni términos de que lo sacar y de más de esto pagana censo de diez y seis mill ducados en cada un año con que siruieron a v. a. por la yncorporación en la corona real que esto se rreparte entre los vecinos de la dicha villa, atento a lo qual a v. a. pido e suplico mande descargar a mis partes de lo que ansí les está rrepartido pues esto es cosa tan justa porque en ello de más de ser justicia rresçiuirán merçed"


Archivo General de Simancas, PTR,LEG,83,187

lunes, 5 de julio de 2021

Genealogía de los señores de Almodóvar del Pinar

 

24 de diciembre de 1538

 

Don Álvaro de Alarcón era señor de Almodóvar del Pinar, su madre era María Ruiz de Alarcón, andaba en pleitos el año 1538 con Martín de Alarcón. Álvaro Ruiz de Alarcón era hijo de Alonso Ruiz de Alarcón, nieto de Ávaro de Alarcón y biznieto de Martín Ruiz de Alarcón, comendador de Mérida, primer señor de Almodóvar de Campo y casado con Inés Manuel.

El matrimonio de Martín Ruiz de Alarcón e Inés Manuel tuvieron dos hijos: Álvaro de Alarcón, Iñigo López de Mendoza, y tres hijas, Juana, Isabel y Francisca. Los testigos mencionan otro hermano, Hernando de Alarcón, que disputó el mayorazgo. El mayorazgo familiar y la villa de Almodóvar del Pinar, vinculada a dicho mayorazgo, recayó en Álvaro de Alarcón, que casaría con doña Leonor Puertocarrero. El matrimonio tendría dos hijos, el mayor. Martín, murió de una caída de caballo en la Corte, recayendo el señorío de la villa en el segundón, Alonso Ruiz de Alarcón; otra hermana era Inés. Alonso casaría con María Ruiz de Alarcón; del matrimonio nacerían varios hijos: Álvaro, Pedro, Martín, Petronila y Juan. El primero, Álvaro, heredaría el mayorazgo. En su posesión contendería con el hijo de Hernando de Alarcón, Martín, del mismo nombre que su abuelo el comendador de Mérida.

Los Alarcón de Almodóvar del Pinar tenían la jurisdicción civil y criminal de la villa, sus rentas pechos y derechos, excepto las alcabalas, de las que solo poseían una parte. Teniendo la dicha villa por bienes de mayorazgo. La villa de Almodóvar había sido comprada por el comendador Martín Ruiz de Alarcón e integrada en el mayorazgo familiar


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA, PLEITOS, CAJA 667-7

miércoles, 30 de junio de 2021

VILLANUEVA DE LA JARA Y LAS GERMANIAS

 

Los años previos a la incorporación de Villanueva de la Jara al señorío de la Emperatriz Isabel fueron años de mal gobierno. Un vecino, Juan García de Villanueva, puso voz a los descontentos para denunciar la apropiación indebida de setecientos mil maravedíes por los regidores. La situación se prolongó en el tiempo, hasta que el Consejo de la emperatriz Isabel ordenó el 11 de octubre de 1533 que un juez de comisión se personara en Villanueva de la Jara para la rendición de cuentas. Tal juez fue el licenciado Antonio Ruiz de Medina.

El año de las Comunidades tal vez Villanueva no vivió con la virulencia de otras villas la guerra; los regidores elegidos en San Miguel de 1520 (Pascual Sánchez del Atalaya, Lope García el Viejo y Pedro Beamud) continuaban un año después, pero dejaron endeudado el ayuntamiento con 198.000 maravedíes. La participación en la represión de las Germanías el año siguiente con la participación en la toma de Játiva. Se reclutaron trescientos hombres de pie y nueve de a caballo, organizados en escuadras al mando de varios cabos. La compañía estaba dotada de un sargento, Alonso de Olmeda, un alférez, Antón Clemente, y un capitán, un miembro de la familia Ruipérez, Ginés.

A la represión de las Germanías de Játiva y Alcira en el invierno de finales de 1522 y derrota del movimiento milenarista de El Encubierto, antecedió unos meses antes la participación en los jareños en la sofocación de los rescoldos comuneros en febrero de ese año, bajo las órdenes del prior de San Juan, que tras una primera derrota del obispo Acuña en mayo de 1521 (donde, por las noticias de San Clemente, sabemos que la gente del marquesado no llegó a incorporarse a la lucha, seguramente por la falta de apoyo a la causa imperial), los focos comuneros se reorganizaron en torno a la viuda de Juan Padilla, María Pacheco. Esta vez, el reclutamiento de hombres y participación de los pueblos conquenses del marquesado de Villena está constatado por las cuentas de Villanueva de la Jara de los años 1521-1522, que mencionan, para el caso posterior de las Germanías, una junta previa de pueblos en La Roda, pero que bien pudiera ser la base para un reclutamiento para una acción militar que tuvo continuidad, primero en Toledo y luego en Játiva.  El reclutamiento fue organizado, en la parte de intendencia, por los regidores Martín López de Tébar, Juan de Cañavate y Aparicio Atalaya. Villanueva de la Jara de convirtió en centro de reclutamiento de hombres, tan numerosos como vacíos de entusiasmo, se enviaron cartas y emisarios para la leva y también los llamados espías para buscar y delatar en otros pueblos a los huidos, que, en algún caso, habían escapado hasta Huete.  Noticias de estos emisarios jareños el año 1522 nos han quedado por las cuentas de esos años; una guerra sostenida por las haciendas y dinero de los jareños que nunca recuperaron; similares noticias nos han llegado de El Peral, pero las menciones hacen referencia a otros pueblos: Iniesta, La Roda, Motilla, El Peral, Barchín, Vara de Rey, San Clemente, El Cañavate o Las Pedroñeras. El reclutamiento fue tan generalizado como sabido el escaso entusiasmo que mostraron estos hombres en el combate, tanto por considerarlo un conflicto distante como por el recuerdo vivo de las Comunidades, en las que muchos de ellos habían sido participantes, viéndose ahora a las órdenes de una nobleza regional, encabezada por Jorge Ruiz de Alarcón, que había reprimido el movimiento comunero. Los jareños y sus compañeros de otros pueblos conquenses acudieron bajo una bandera de una compañía propia, divididos en escuadras de alrededor de veintidós hombres, al mando de un cuadrillero. Al parecer, un segundo lugar de concentración, aparte de la Jara, de los soldados reclutados fue Vara de Rey, donde acudieron las levas locales. Desde allí los soldados emprendieron el camino hacia San Clemente, Villarrobledo y Las Mesas, donde se sumarían a las reclutas de otros pueblos manchegos. Aunque por la declaración de Antón Clemente se insinúa (“quando lo de Villarrobledo”) la posibilidad de una operación de castigo contra alguna de estas villas. Igual dudas tenemos respecto a si Villanueva tomó o no partido por las Comunidades, Pascual Rabadán que si sus cuentas no cuadraban para el año 1521 era normal, pues era “tiempo de comunidades y alborotos”. De las cuentas que tomó el licenciado Lugo a los regidores de 1521 (Pascual Sánchez del Atalaya, Lope García el viejo y Pedro de Beamud) se sabe que un hombre llamado Sancho Martínez de Olivenza, recibió 900 mrs por ir a la “Junta del Diablo”, la Santa Junta comunera, la villa construyó una posición fortificada en la villa, llamada cortijo, en la que se gastaron 176276 mrs. El licenciado Lugo al examinar estas cuentas mostraría su malestar por esta construcción y remitíó el asunto al alto Consejo pues la fortaleza se hizo sin autorización de la Corona, alegando que no se debió gastar “por causas que me mueven e los tienpos pasados”.  Estos mismos regidores serían lo que se congraciarían con la Corona para participar con el prior de San Juan en la sofocación de los focos comuneros de la Mancha, si bien la expedición jareña no fue más allá de ocho días.

Nos ha llegado la organización de las diferentes escuadras jareñas: cuadrillas de veinticinco soldados de a pie, a los que se daba por sustento una ración diaria de pan y vino. El coste de cada soldado era de medio real diario, que ascendía a un real para los de a caballo. La relación de las cuadrillas jareñas fue la siguiente: con veintidós hombres, o compañeros en el lenguaje de la época, a su cargo cada uno, Ginés Gómez, Miguel Martínez de la Osa, Benito Quiles, Alonso Martínez, Juan de Sancho. Alonso Guilleme, Juan López Barbero, Antón Clemente, Alonso Gómez, Francisco López de Tarazona, Alonso García. Otros cuadrilleros eran Miguel García, con veintinueve compañeros, Juan Garrido de las Madrigueras, con veinte, y Juan Juárez, veintidós. En total, trescientos tres hombres de a pie, a los que se sumaban tres arrieros y tres hombres de a caballo de la aldea de las Madrigueras y ocho de la Jara y su también aldea de Quintanar.

Tras la derrota de las resistencias comunera, los jareños participaron en la represión del movimiento de las Germanías, que concluiría con la toma de Játiva el 4 de diciembre de 1522 y de Alcira poco después. La preparación de las nuevas operaciones militares respondió a unos nuevos regidores en San Miguel de 1521 (Francisco de Talaya, Martín López y Juan del Cañavate), aunque la ejecución respondió a los regidores del año siguiente

Ya hemos hecho mención a los mandos militares jareños a las órdenes del capitán general Jorge Ruiz de Alarcón. Pero el esfuerzo jareño alcanzó a todo tipo de pertrechos para abastecer al ejército del Real de Játiva, nombrando dos pagadores, Miguel Mateo y Sebastián de Caballón. Villanueva proporcionó:

·        536 cabras por valor de 71180 mrs. a 130 mrs.  la cabra.

·        126 carneros por valor de 30830 mrs., a 245 mrs el carnero

·        18 carretadas de trigo con 216 fanegas de trigo a 200 mrs la fanega (dos carretas se pierden una en el sitio de Játiva y otra entre Muxen y Canales a mano de los agermanados, y 44 fanegas de cebada a 90 mrs.

·        12 labradores con caballos de Villanueva de la Jara dieron 30 ducados por no ir a la guerra. En su lugar fueron tres caballeros de Alarcón: Vizcarra, Espinosa y Mendoza.

La expedición jareña salió camino del sur y en el vado del Parral, al sur de Tarazona y junto al Júcar, hizo alarde, revisando los presentes Juan de Robres, escribano y canciller de Jorge Ruiz de Alarcón. Los alistados se debieron dirigir hacia Almansa (allí se perdió una carretada de trigo) hasta llegar a Játiva. Los soldados jareños permanecieron en la guerra, hasta diciembre de 1522, primero con la toma de Játiva y luego de Alcira.

El reclutamiento de hombres para la guerra de Játiva fue generalizado en todas las villas del Marquesado. La capitanía general de las fuerzas correspondió a Jorge Ruiz de Alarcón, señor de Valverde y Talayuelas. Nos han quedado las cuentas de esta expedición para el caso de Villanueva de la Jara, que nos da idea de la envergadura de esta empresa que, iniciada el 28 de septiembre de 1522, duro dos meses y ocho días, aparte de un contingente menor que quedó en la fortaleza de Játiva por su seguridad durante cuarenta días*. El cupo de soldados asignado a Villanueva de la Jara fue mayor que la gente presentada a la guerra. Según Pedro García, aparte de los más de doscientas sesenta infantes y nueve de a caballo, Villanueva dejó de presentar otros sesenta o setenta peones y doce hombres de a caballos (sustituidos por los tres caballeros de Alarcón). Jorge Ruiz de Alarcón intentó recuperar esos setenta peones faltantes, pero las gestiones de su alguacil Cámara, resultaron tardías, pues Játiva fue tomada antes de la nueva leva. Es probable, que Villanueva de la Jara enviara un procurador a la Corte, Benito Cuartero, para conseguir rebajar el cupo de soldados; un viaje caro, pues Benito Cuartero llevaba caballo y mozo, mientras aseguraba que los cinco reales de plata recibido apenas si servían para nada en ese año 1522, definido como estéril y de carestía. Ese año un tal Chamocho adobaba el puente de la villa.

Sobre el poder económico de Villanueva de la Jara es muestra que las rentas decimales enajenadas de su iglesia parroquial y anejos a favor de a Filipo Pallavicino, obispo de Ajaccio, ascendía a un total de 244000 maravedíes, el equivalente a seiscientas fanegas de trigo y cuatrocientas de cebada, que, en la ocasión, fueron destinadas al esfuerzo militar. Sobre la financiación de la guerra, hay que destacar que, acabadas las operaciones militares, hubo una junta general de vecinos de Villanueva de la Jara y su tierra, es decir aldeas, para pedir un préstamo de 300 ducados. El dinero se tomó en Valencia en forma de una letra de cambio a un tal Peligro gentil con obligación de devolver el dinero en plazo. Para sostener el esfuerzo militar se recurrió a la recaudación de las alcabalas (485576 mrs), de las que era recaudador Pascual Rabadán, y a un repartimiento especial entre los vecinos de 149352 mrs.

 

 

Ayuntamiento de Villanueva de la Jara de 19 de noviembre de 1521

Gobernador del marquesado licenciado de Lugo, alojado en casa de Juan Motilla para tomar cuentas de los años 1521-1522

Pedro López de Tébar y García de Villena, alcaldes

Juan del Cañavate, Martín López el mozo, Aparicio del Atalaya

 

Ayuntamiento de Villanueva de la Jara de 8 de septiembre de 1525

 

Pedro López de Tébar y Juan de la Osa, alcaldes

Pedro Peinado y Juan Tabernero, regidores

Ginés García, alguacil

Diego López y Juan Sánchez de Atalaya, diputados

 

Ayuntamiento de 8 de marzo de 1529

 

Pedro García, Martín García, alcaldes

Leonisio Clemente, Martín López, Alonso de Ruipérez, regidor.

Pedro López de Tébar, Benito Cuartero, Lope García el Viejo, Pascual Sancho

 

Testigos:

Lope de Araque, escribano

Pascual Sánchez del Atalaya, 72 años

Juan Tabernero, 50 años

Alonso García, escribano, 65 años.

Benito Cuartero, 50 años

Pedro de Monteagudo

 

Cuentas de Alonso García, mayordomo

Alcabalas de los atajos, carnicería, lencería y viento de Villanueva de la Jara (490901 mrs). Año 1522. Cogedor Alonso García el mozo

·        Villanueva de la Jara: 290466 mrs.

·        Quintanar: 77823 mrs.

·        Tarazona: 76667 mrs.

·        Madrigueras: 25395 mrs.

Cargo o Ingresos de la hacienda municipal:

·        Propios: 51074.5 mrs (al margen: 71050mrs)

·        Repartimiento entre vecinos:  3272 mrs. a 24 mrs. la centena (al margen suman cifras anteriores: 78288)

Descargo (o pagos) de las cuentas municipales (408418 maravedíes)

·        137365,5 mrs. de gastos ordinarios

·        1220 mrs prestados por Juan Garrido de Madrigueras

·        1428 mrs. al capitán de gente de armas

·        375 mrs a Martín de Villena por gestiones de los 300 ducados de cambio de Valencia

·        A escribano de la Roda: 136 mrs.

·        150 mrs. para retejar las carnicerías

·        4500 mrs. a García Gómez de devolución de dineros prestados

·        2339 mrs. a Juan Jiménez de devolución de préstamo

·        3372 mrs. a Pedro el Royo y Benito López de un albalá

·        170 mrs. a Francisco García por bardar el horno nuevo

·        204 mrs. a las pitalezas

·        2250 mrs. a Bartolomé Sánchez de los Llanos por aceptar la libranza de los maravedíes del prior

Cuentas de los regidores

Cargos de los regidores Martín Löpez, Juan de Cañabate y Aparicio Sanz del Talaya de los derechos prestados, del pan del molino y de los 3000 ducados a cambio de Peligro gentil (415779 mrs.)

·        300 ducados tomados de Peligro Gentil

·        129386 mrs. tomados de préstamos de los vecinos

·        De Miguel Mateo y Diego Remelle y Pascual Sanz, se tomaron 24619 mrs.

·        De Pedro Monteagudo, 3570 mrs.

·        De Diego Nieto, 4080 mrs.

·        De Bartolomé de Iniesta, 4000 mrs.

·        De Martín García, 5685 mrs.

·        2002 mrs. del licenciado Herrera

·        Juan de Solera, 1500 mrs.

·        Del pan del molino, 128437 mrs.

Descargo de las cuentas de los regidores (408818 mrs.)

·        Expedición de los soldados: 98788 mrs.

·        78094 mrs al alcalde Herrera

·        1940 mrs. a Juan de Cubas por sus gestiones en la Corte sobre los soldados

·        58519 mrs del servicio del año 1521, no pagado

·        8730 mrs. al escribano bachiller Rodríguez por sus servicios al alcalde Herrera.

·        45875 mrs. por el servicio de gente que fue con el prior de San Juan

·        Préstamo a la Corona de 5000 ducados, corresponde a Villanueva, 74722 mrs.

·        34882 mrs en otros conceptos

·        Pago a Diego Nieto de 4081 mrs.

·        Pago a Clemente Pardo de un préstamo, 3750 mrs.

·        Pago a Pedro Tieso y Juan Tabernero, 3000 mrs.

·        A Pedro Clemente de Gil García, 2 ducados.

·        A Martín García, 5685 mrs.

 

Probanza de Miguel Mateo, 1534

Diego de Hontecillas, morador de Quintanar, 44 años

Andrés Ruiz, vecino de Villanueva, 45 años

Alonso Saenz, vecino de Villanueva, 40 años

Pascual Rabadán, vecino de Villanueva de la Jara, 41 años

Pedro García, vecino de Villanueva, 55 años. Uno de los doce caballeros que no fue a la guerra.

Pedro Yubero, vecino de Villanueva.

 

Cuentas de la toma de Játiva

Primer mes (de 28 de septiembre a 27 de octubre)

·        Villanueva de la Jara aportó 268 hombres de infantería con capitán, alférez, otros oficiales y nueve de caballo a gineta,

·        Capitán, 11250 mrs.

·        Alférez, 60 reales (2040 mrs).

·        Dos tambores a 30 reales cada uno (2040 mrs)

·        Un pífano, 2040 maravedíes

·        Doce cabos de escuadra, a sesenta reales cada uno, 24480 mrs.

·        260 hombres de infantería. Treinta reales cada uno, 65200 mrs.

·        9 de a caballo a la gineta, cinco ducados, 16875 mrs.

·        Oficiales generales de toda la gente del marquesado (alférez, capellán, trompeta y atabales, sargento mayor y canciller y alguacil de campo), 2345 mrs.

Segundo mes (28 de octubre al 29 de noviembre).

·        Los soldados mencionados son doscientos sesenta, para el día 29 vuelven a Villanueva de la Jara, recorriendo el camino de vuelta a Villanueva de la Jara, donde llegarían el día 4 de diciembre. Ese día Jorge Ruiz de Alarcón toma la fortaleza de Játiva.

·        Capitán, 14175 mrs.

·        Alférez, 4275 mrs.

·        Sargento, 1584 mrs.

·        Pífano, 2584 mrs.

·        Dos tambores, 2584 mrs.

·        12 cabos, 31080 mrs.

·        253 peones, 326385 mrs.

·        9 de a caballo, 21375 mrs.

·        Oficiales generales, 2345 mrs.

Gastos totales: 766703 maravedíes

Villanueva dejaría para guarda del castillo 33 hombres los diez primeros días y veintiuno los treinta días restantes (32640mrs., más 1533 mrs. de sustento de oficiales generales). El retén de hombres que quedó en el castillo de Java fue de trescientos soldados, lo que nos lleva a aventurar que la participación de tropas de las tierras del marquesado de Villena al mando de Jorge Ruiz de Alarcón ascendió a diez compañías de trescientos hombres de infantería cada una, caballería aparte.

PROPIOS DE VILLANUEVA DE LA JARA HACIA 1530

1.      Horno nuevo

2.      Horno de Gil de Buenache

3.      Horno de la casa de Juan González

4.      Horno del camino de Alarcón

5.      Horno del Hospital viejo

6.      Horno de las Cuatro Calles

7.      Horno nuevo de Quintanar del Marquesado

8.      Horno viejo de Quintanar del Marquesado

9.      Horno nuevo de Tarazona

10.   Horno de las Madrigueras

11.   Horno de Gil García

12.   Horno de la Casasimarro

13.   Escribanía de Villanueva de la Jara y su tierra

14.   Almotacenía de Villanueva de la Jara y su tierra

15.   Caballería de sierra de Villanueva de la Jara

16.   Carnicerías de Villanueva de la Jara

17.   Carnicerías de Quintanar del Marquesado

18.   Carnicerías de Madrigueras

19.   Carnicerías de Gil García

20.   Carnicerías de Casasimarro

21.   Carnicerías de Tarazona

22.   Tributo de 500 mrs. de El Peral

23.   Tenería

24.   Viñas de Quintanar y Gil García

25.   Juego de pelota del Portal

26.   Ruedas de los molinos Nuevos (precio de la fanega de trigo ese año, 9 reales)

27.   La tienda de la plaza

28.   Hospital, a cargo de Miguel de Buenache

29.   Bachiller de gramática

 

EL AÑO 1530 EN VILLANUEVA DE LA JARA

EL AÑO 1530 EN VILLANUEVA DE LA JARA

Villanueva de la Jara y su tierra era una comunidad suficiente en sí misma. Sus hornos (seis en la villa y seis en las aldeas), sus carnicerías, tienda pública, botica o tenería procuraban a sus vecinos el abasto necesario para la vida. La plaza estaba dominada por la torre del reloj, que había construido Pedro de Oma, y cuyo reloj estaba al cuidado del sacristán y era reparado por maestre Pedro, pasado el año 1510 y a su lado se erigían unas casas del ayuntamiento, que no sabemos si se corresponden con las actuales. Es cierto que faltaba un pósito, pero el molino actuaba de regulador de precios y abasto de granos y, otras veces, se aprovechaban las cámaras de algún particular, Alonso Valera, para guardar los excedentes de grano. Los pobres y excluidos contaban con un hospital de acogida, a cargo de Miguel Buenache, que recibía sueldo del ayuntamiento, y no faltaban las obras de caridad, como las dos fanegas que recibían los pobres para pasar la Pascua de Navidad o la fanega de trigo que recibían en Pozoseco durante la procesión que se celebraba en este pequeño pueblo. Tampoco faltaba el vino, tan vital como el pan para la alimentación. A veces era el concejo el que daba limosna a las viudas, otras, pagaba un real por enterrar un muerto que nadie reclamaba, o encargaba, por doce reales, a la mujer de Gonzalo Piñán que criara un niño expósito. Las buenas obras no faltaban, dos vecinos sacaron a la hija del boticario del pozo del hospital donde se había arrojado.

 

Villanueva de la Jara cuidaba sus construcciones públicas: en 1522, un tal Chamocho, cuya familia vemos asentada en San Clemente unos años después, “adobaba” el puente sobre el río Valdemembra y ahora, siete años después, García Castillo Montañes “adobaba” la casa del ayuntamiento o retejaba las carnicerías públicas y construía una nueva cárcel pública. Algo tan trivial como la fabricación de tejas debía estar en manos del ayuntamiento, y al igual que se retejaban las carnicerías, se hacía lo mismo con la casa de la comadre, donde los recién nacidos jareños veían la primera luz de este mundo. Unas puertas nuevas se colocaron en la casa de esta comadre para darle mejor apariencia, mientras Juan García de la Roya obraba en esta partería. Las calles se adobaban también. Martín el de la Cuartera, Vala de Rey y Miguel de Honrubia trajeron sesenta y siete carretadas de piedra, por la que recibieron en pago 670 maravedíes, a los que se sumaron otros 1080 mrs. de 108 carretadas adicionales, y cerca de otras trecientas carretadas más traídas por otros vecinos. Villanueva de la Jara se embellecía, sus calles de tierra se empedraban. Mientras Alonso Pérez llevaba la tierra y Diego del Prado arreglaba el maltratado camino de Iniesta o se arreglaba el camino hacia los molinos Nuevos, auténtico centro nodal de la economía jareña y donde Gómez García llevaba 247 carretadas de piedra para reforzar la presa en el río Júcar. Villanueva de la Jara era una villa cerrada, con una puerta de acceso que ese año de 1529, quizás por temor a algún fenómeno pestífero (por la muerte, se dirá), guardó Martín García de la Presa durante 29 días, con un salario de 20 mrs. diarios, o quizás porque las puertas de Villanueva se cerraban por la noche, temerosa de delincuentes, pues un tal Monedero también se encargó de las puertas de la villa. La verdad es que Villanueva tenía varias puertas y eran varios porteros y que ese año de 1530 se construyeron varias tapias para cercarla, tapias que eran de piedra y que levantaron entre otros, Miguel Sanz, Martín Vala de Rey, Martín de la Cuartera, Clemente Roldán, o los hermanos Alonso y Clemente Sanz; al camino de Iniesta se salía por una de estas puertas. García Montañés levantaba nuevas tapias para la cárcel del pueblo, en la plaza. Noticias de tablas, vigas, tejas y piedras para las casas del ayuntamiento hay este año. Pedro Pastor, de oficio carpintero, recibía once ducados y medios por “andar desvolviendo la casa del concejo e adobando la que está el boticario”, Aunque es demasiado temprano para hacer cábalas sobre las actuales casas del concejo jareño, si bien es cierto que el 17 de noviembre de 1530 el concejo se reunía en las casas del regidor Pascual García y el 27 de octubre de 1532, en la posada del corregidor Bargas, alojado en una casa de Pedro Monteagudo. El adecentamiento de los edificios públicos también se hacía en las aldeas, los hornos de Tarazona y Quintanar (cada aldea tenía dos hornos, uno nuevo y otro viejo) se reformaban o añadían puertas nuevas, al igual que se reformaba completamente el horno de Gil Buenache en Villanueva, hundido el Domingo de Ramos. El citado Juan García de la Roya andaba de aldea en aldea obrando en los hornos. El cantero Juan Gómez de Villanueva ampliaba y reforzaba las paredes de la botica del pueblo en la plaza; a buscar un nuevo boticario, Jaime Maluenda, fue Pedro de Mondéjar con otros vecinos. Los pueblos crecían y necesitaban nuevos servicios: Pascual Sancho veía embargadas unas casas en Casasimarro para destinarlas a carnicerías.

En realidad, la actividad era frenética ese año de 1530, los hombres no estaban faltos de trabajo. Villanueva pagaba deudas de antaño, entre ellas, las debidas al molinero Alonso Martínez por el trigo aportado al cerco de Játiva ocho años antes. Nuevos vecinos se habían instalado en el pueblo en la segunda década de 1520, viviendo de servicios diversos como carreteros, mensajeros (Francisco Zamora iba y venía a Cuenca una y otra vez), oficios manuales de tejeros, cerrajeros, caldereros o cualquier otro (Martín García no tenía descanso como alpargatero y Benito López lo mismo llevaba cartas que adobaba las calles de Villanueva) y siempre con la vista puesta del acceso a la tierra y su cultivo en las tierras aledañas, propiedad del concejo de Alarcón, y que se podían sembrar con el trigo que el concejo proveía, procedente de los molinos Nuevos. Y es que Villanueva de la Jara era una tierra de oportunidades, apellidos de renombre ejercían los oficios más insospechados: Francisco de Villena comerciaba con la venta de clavos, Martín de Buedo o Pedro Monteagudo cobraban por unos cuartones de pino, o caso del primero, por doce tablas provistas al concejo, y Alonso Guilleme empedraba las calles a 50 mrs. de salario, acompañado de otro vecino de Bailen. El oficio de carretero estaba muy extendido en Quintanar del Marquesado, algunos lo tenían como propio, de él vivía Juan Sanz, pero otros, como para Martín Vala de Rey, era fuente suculenta de ingresos. Este Martín Vala de Rey debía ser avispado, pues viendo el negocio, transportaba cualquier materia en su carreta o se dedicaba a repartir el trigo del molino a los labradores. Quizás, en ganancias, era equiparable el oficio de tejero; a retejar el ayuntamiento se dedicaba ese año Juan de Tremen Saiz. Espabilados para una sociedad tan dinámica desde luego no faltaban, Pedro Peinado lo hizo con la langosta. Otros cumplían con su oficio, como el herrero Pascual García que ponía a disposición su fragua para adobar el reloj de la torre con veinte libras de hierro.

Y Villanueva de la Jara procuraba ser una comunidad que daba servicios a sus vecinos: tenía contratado un bachiller de gramática para la educación de sus niños, con salario de 16 reales, cuyo estudio estaba en las casas que había alquilado Juan de la Osa, contrataba algún predicador para los sermones en su iglesia y como a aquel predicador de las Buedas les procuraba pagar la posada y estancia en el pueblo o les daba como pago unas perdices a esos otros frailes llamados Bonegan y Tomás. En las aldeas el que predicaba era fray Pedro de Santa María. El oficio de predicados estaba bien remunerado, siete ducados y tres reales recibió fray Tomás por sus sermones en la Cuaresma. Tampoco faltaba como pago diez arrobas de vino. Otros cometidos eran más mundanos, Juan de la Higuera. Juan Tieso y Pedro Pastor, en número de cuatro, complementaban sus ingresos matando raposas amenazantes de las gallinas, aunque había vecino, caso de Alonso Mondéjar, que lograba llevar toda una “lechugada” de lobos recién paridos hasta las casas del concejo. Y es que en torno al Valdemembra se encontraba todo tipo de fauna salvaje, como marotos, una especie de patos salvajes.

Villanueva de la Jara era una sociedad que se divertía; para agosto se corrían novillos por las calles del pueblo. De tal hecho, tenemos constancia el año 1522, cuando el pueblo permanecía ajeno a la leva forzosa de sus hombres para la guerra de Játiva del mes siguiente. Al igual que en San Clemente, existía un espacio para jugar a la pelota; el concejo de Villanueva recibía la llamada renta del portal de la pelota por valor de 2625 mrs. Existían otras fiestas, unas comunes a otros pueblos y otras chocantes, como la de Santa Águeda, que bien recibió dinero el sastre por unos servicios que desconocemos. Un santero cuidaba la ermita de la virgen de las Nieves, viviendo de la limosna del ayuntamiento, el oficio no debía estar bien pagado, pues Pedro Peinado fue fuera de Villanueva a buscar uno; mejor pagado estaba el sacristán, hasta ocho ducados, aunque recibía salarios pendientes, por regir el reloj y tañer las campanas por las ánimas del Purgatorio.

Los regidores ganaban un sueldo de 300 mrs., pero como siempre sus ingresos reales no respondían a su salario. Los que ganaban dinero eran los escribanos: Francisco Navarro, Alonso García, Antón Clemente o Lope de Araque. La villa tenía dos letrados, el bachiller González y el bachiller Clemente, que cobraban seis ducados cada uno. Los procuradores de Villanueva iban y venían a la corte, a la Chancillería de Granada o a Chinchilla, donde residía el corregidor de las tres villas ese año. Un pleito ocupaba su tiempo: la disputa por la propiedad de una rueda de los molinos Nuevos con Alonso Pacheco. De esos pleitos vivía el escribano Francisco Navarro que, defendiendo los intereses de su pueblo en Granada, recibió 10000 mrs.; no le iba a la zaga en ingresos por cometidos similares Clemente Ruipérez. Quizás el bien más preciado en el pueblo era el papel. Se mantenían las disputas de antaño con Alarcón, pero ahora se buscaban arreglos pacíficos. El asunto más conflictivo era la grana, procurándose dar solución en una junta de los oficiales de uno y otro pueblo que se celebró en Pozoseco. Otra junta, a la que asistió el regidor Fernán Martínez, se celebró en Chinchilla, tal vez, esta era una de las tradicionales juntas del marquesado de Villena, al parecer se trataba sobre la construcción de un puente. En las cuentas de un año después sabemos de la intención de construir un puente en el vado del Parral, junto a unos molinos, y de tratos con la ciudad de Chinchilla, por lo que más bien parece que la junta debió ser entre los dos pueblos para construir el puente. Ese año de 1531, los jareños llevaron cuatro carretas hasta el vado del Parral, para 1533 se repartían peonadas entre los vecinos de las villas y de las aldeas (un total de 208 peonadas por valor de 20300 mrs.) y se firmaban las escrituras entre Villanueva de la Jara y Chinchilla para la construcción de unos molinos; escrituras que se firmarían en Cuenca. Martín López recibiría 37531 maravedíes por la obra de ese molino ese año de 1533.

En un pueblo agrario dedicado al cultivo de granos, donde las viñas, aparte de cultivo familiar y propios del concejo en Gil García, intentaban la gran producción en el camino de Villalgordo del Júcar. En torno a ese camino, el tundidor Pascual Rabadán intentaba la aventura vitivinícola junto a los Mondéjar y los Ruipérez. En Quintanar el concejo cobraba una renta por la guarda de las viñas. Las aldeas se metían en pleitos con el marqués por la propiedad de las tierras que labraban sus labradores, especialmente con Tarazona, allí anduvo de probanzas treinta y seis días el escribano Francisco Navarro; y hasta las aldeas se tuvo que desplazar Alonso Romo a cobrar la correduría.

El verdadero poder de Villanueva de la Jara residía en sus campos de cereal y la expresión de ese poder eran los molinos Nuevos. Las ruedas poseídas por el concejo de Villanueva eran el símbolo de la victoria de los jareños frente a Alonso Pacheco, que poseía la otra parte de los molinos, en cuanto recuperación del excedente agrario para la villa. La Jara había salido victoriosa de los intentos de apropiación señorial, tanto de la Iglesia, a la que se había cedido para de sus rentas en las personas de unos obispos italianos que no pisaban la villa, como de los criados del marqués, Castillos y Pachecos de Minaya. El molino de los Nuevos proveía una maquila sustanciosa en ocho particiones anuales, tomando datos del año 1531, alrededor de 625 fanegas de trigo, de candeal 404 fanegas y de cebada y centeno 134 fanegas. El comercio de granos estaba controlado por el concejo, pero no faltaban los que eludían el control de las sacas de pan. Entre los multados estaba el maestre cantero Jaime Cardos.

 

ANEXO

 

Concejo de octubre de 1532, en casa del corregidor

Corregidor licenciado Bargas

Pedro de Monteagudo, alcalde ordinario

Bachiller González y Pedro García, regidores

Gaspar López, alguacil

Martín López, Alonso Ruipérez,Lorente López de Tébar, Ginés de Móndejar (los tres últimos regidores en 1531), diputados

 

Concejo de cuatro de octubre de 1533, siguen de año anterior, en la sala del ayuntamiento

Pedro Monteagudo y Miguel Mateo, alcaldes

Bachiller González, Juan Sanz de Ruipérez y Pedro García

Clemente Pardo, alguacil

 

Concejo de 18 de noviembre de 1533

Pedro de Monteagudo y Ginés Ruipérez, alcaldes ordinarios

El bachiller García, Pedro Pardo y Aparicio Royo, regidores.

Alonso Cardos, alguacil. 


AGS, CRC, 153, 5

EL CAMBIO DE ÉLITES EN VILLANUEVA DE LA JARA EL AÑO 1529

 

EL CAMBIO DE ÉLITES EN VILLANUEVA DE LA JARA EL AÑO 1529

Era el mes de marzo de 1529 y el viejo problema irresuelto de las cuentas del concejo de Villanueva de la Jara afloró de nuevo. Quisiéramos ver un ajuste de cuentas de los vencedores de la guerra de las Comunidades frente a los perdedores, pero no fue así. Acabada la guerra de las Comunidades, Villanueva de la Jara cerró filas para evitar responder de sus viejos compromisos o ambigüedades, pues el pueblo se comprometió sin comprometerse: envío de hombres en ayuda del marquesado de Villena, que nadie recordaba, envío del procurador Sancho Martínez de Olivenza a la Santa Junta de Tordesillas y al que dos años después se le pedía que devolviera los novecientos maravedíes pues se quería tener su procuraduría ante el máximo órgano de gobierno de las Comunidades, como asunto particular, y silencio absoluto en lo que era más difícil de ocultar, aunque fuera por su visibilidad, un cortijo construido en esa época. En las tierras de la Mancha de Montearagón existen castillos, pero es menos conocida una forma tradicional de fortaleza más popular e improvisada, donde falta la piedra y sobra la tierra, que es el cortijo. Célebre era el cortijo de Las Mesas donde se refugiaron los vecinos insurrectos del pueblo y de los vecinos El Pedernoso o Las Pedroñeras en la guerra del Marquesado, no menos célebre era el cortijo de Santa María del Campo Rus, construido en torno a la casa palacio de los Castillo Portocarrero, arrasado por el valiente capitán Pedro Baeza ante la impotencia de Pedro Ruiz de Alarcón. Ahora cuarenta años después los que construían su cortijo eran los jareños, no sabemos si como bastión de la causa comunera o lo que era más probable como fortaleza defensiva ante lo que pudiera venir a unos vecinos celosos que únicamente abrazaban causa que fuera ligada a la defensa de sus propiedades. Del asunto del cortijo elevó informe el gobernador del marquesado de Villena en 1523 al alto Consejo Real, queriendo librarse de un asunto espinoso. Y es que, a esas alturas, Villanueva de la Jara ya había expiado sus culpas comuneras. Primero, poniendo sus hombres al servicio del prior de San Juan para acabar con los últimos focos comuneros, una vez certificada la derrota de Villalar, aunque la expedición no fue más allá de Las Mesas, después de casi una insegura indiferencia en San Clemente (que tenía mucho que esconder de su compromiso comunero) y una muy probable operación de castigo en Villarrobledo, donde la causa comunera seguía muy viva.

No parece que estos equívocos jareños gustaran mucho a Jorge Ruiz de Alarcón. El señor de Valverde tenía especial inquina a los comuneros, no en vano había sido expulsado y huido de la ciudad de Cuenca, donde era regidor. Al frente de las tropas imperiales se puso para sofocar la gran rebelión de Moya y ofreció de nuevo sus servicios para levantar una decena de compañías de soldados y más de 3000 hombres para acabar con los insurrectos agermanados, que resistían en Játiva y Alcira el año 1522. Es sabida el poco espíritu guerrero que mostraron en el combate estos campesinos militarizados, se conocen pocas pérdidas humanas, pero las pérdidas fueron mucho mayores en las haciendas. El hecho de que se movilizaran a los labradores, a todos (pues el señor de Valverde anduvo buscando a los escasos sesenta o setenta que quedaron en Villanueva para enrolarlos), fue causa que los campos se quedaran sin sembrar ese mes de noviembre de 1522, mientras los jareños, que volvieron a sus casas cinco días ante de la toma de Játiva el 4 de diciembre de 1522, obligaban a Jorge Ruiz de Alarcón a “artimañas de paz” para la rendición de la plaza valenciana.

La operación de Játiva fue un mal trago para la economía jareña, ya que dejó más de setecientos mil maravedíes de deudas, anotadas una a una por el escribano Juan Robres, y que se convertirían en dardo arrojadizo en los próximos años como acusación de enriquecimientos ilícitos durante la guerra y petición de pago de esas mismas deudas a aquellos que tenían las responsabilidades en la guerra. Fue entonces, ese año 1529, ante el corregidor de las tres villas de la emperatriz Isabel (Villanueva de la Jara, Albacete y San Clemente), cuando tres familias: los Clemente, los López de Tébar y los Ruipérez tomaron el asalto definitivo al poder jareño. Eran familias viejas de Villanueva, enriquecidas al igual que otras, pero ahora dispuestas a hacer de la necesidad ajena, virtud, y dar el golpe definitivo a sus compañeros del pasado. Es ahora cuando se produce el declive definitivo de los Talaya, los descendientes de aquel héroe que ofreció su vida por la de su hermano en la pasada guerra del Marquesado. Pero la lista de viejas familias caídas en desgracia fue más amplia, tanto como las de sus haciendas. Y es que la vieja república de labradores se había roto, ahora tocaba la consolidación de unos terratenientes con ínfulas nobiliarias, que miraron para otro lado no queriendo ver las antiguas ordenanzas que declaraba a la villa enemiga de hidalgos. Entre los caídos en desgracia, los descendientes de Fernán Simarro, redactor de las Ordenanzas, y padre fundador de Villanueva de la Jara.

En la ejecución de bienes de 1529 eran parte ejecutada, Juan del Cañavate, Martín López y Aparicio Atalaya. Martín López tenía sus bienes en la vega de la villa, desde Villaverde la vega hasta los juncales, un total de catorce pedazos de hazas cebadales de ochenta almudadas. Juan del Cañavate había cambiado su domicilio a Honrubia, aldea de Alarcón, pero le fueron ejecutadas en Villanueva, veinticinco almudadas en la cañadilla de la Madera, diez almudes de trigo en la vega del Pozuelo y dos hazas trigales de diez almudes en la cañada el Rubial. Mientras Aparicio de Talaya señaló por bienes trescientos almudes en el lavajo del Lobo y el lavajo de las Sendas. Otro de los vecinos que sufrió ejecución de bienes fue Pascual Rabadán, aparte de las casas de morada, le fue ejecutada una viña de 3000 vides camino de Villalgordo, paraje donde se concentraban otras viñas de los Mondéjar, Alonso y Blas o las 1200 vides de Juan López el viejo, también embargadas. Junto a Pascual Rabadán cayeron otros vecinos que tenían sus casas aledañas, Miguel Mateo, Sebastián de Caballón o Alonso Simarro. A Sebastián de Caballón se le enajenó una casa y huerta; Ginés de Ruipérez, unas casas en las calles reales; Pascual Sánchez de Atalaya, otras casas; Juan de Chinchilla, casas linderas de Leonisio Clemente y Clemente Ruipérez; otras casas de Pedro de Beamud; Unos y otros actuaban como fiadores en esta difícil situación, mostrando la solidaridad de un grupo que veía sus horas más bajas. La ejecución de los bienes se haría por Llorente López de Tébar, alguacil, y Antón Clemente, escribano.

Tierra y trigo dominaban la escena política de Villanueva de la Jara. El dominio de los oficios concejiles era clave para el control de una política de abastos que garantizará la alimentación de la población con el arrendamiento de los hornos de Villanueva de la Jara y sus aldeas o bien con la cesión de grano a los particulares para la fabricación de pan cocido en los hornos de su casa. Igual papel cumplían las carnicerías, existentes, al igual que los hornos, en Villanueva y sus aldeas. Los Molinos Nuevos de la ribera del Júcar, donde Villanueva poseía la propiedad de seis ruedas, se había convertido en el principal centro del control de granos de la villa; aparte de los ingresos que procuraba al concejo, los molinos funcionaban como un pósito que regulaba el abasto y los precios de los granos en Villanueva y sus aldeas, abasteciendo del grano para la fabricación de pan o como adelanto para la siembra a los labradores. Si examinamos el año 1529 veremos cómo Leonisio Clemente está detrás de la expedición de todos los libramientos de partidas de granos de ese año. Los agricultores acudían al molino a adquirir prestado el grano de la sembradura del otoño, un grano procedente de las maquilas del molino de las cosechas del verano, pero que les permitía el cereal para la cosecha del año venidero. Eran compras de dos, las que más dominaban, a ocho fanegas de trigo a un precio de nueve reales la fanega, aunque no faltaban los que adquirían un almud nada más. Las ruedas de los molinos Nuevos era librarse de la dependencia de los Pacheco y sus molinos, pero era caer en la dependencia de los oficiales que controlaban el concejo. Además, los labradores cultivaban tierras ajenas del suelo de Alarcón, cuando no dependían de los censos o préstamos de familias como los Castillo sanclementinos. En cualquier caso, sobre el papel de los molinos en las relaciones de producción basta con ver las extensas cuentas del concejo de Villanueva y sus ventas de grano a los pequeños y medianos labradores, una larga lista de hombres que estaban tan cerca de la propiedad de la tierra como de perderla y una larga lista de hombres donde dominan los hombres con apellidos nuevos y desconocidos que habían acudido a la Jara en busca de oportunidades. Uno de esos nuevos vecinos era un hombre conocido por el apellido, Vala de Rey.

 

CASAS DE SANTA CRUZ O DE MARISIMARRO: EL ORIGEN DEL PUEBLO

 

CASAS DE SANTA CRUZ O DE MARISIMARRO: EL ORIGEN DEL PUEBLO



 

Este es un texto a primera vista cualquiera, pero creemos que tenemos razones fundadas para decir que estamos ante el origen de un pueblo conquense: Casas de Santacruz, antes llamadas Casas de Marisimarro.

 

Es el año 1534 el procurador de Mari Simarro defiende los intereses de sus hijos menores, su marido difunto Sebastián Caballón estaba acusado de apropiarse de fondos del concejo de Villanueva de la Jara destinados a la guerra de Játiva en 1522. De hecho, en este momento se están ejecutando sus casas y tierras. Nos lleva a pensar que estamos en lo cierto, no solo por la coincidencia de nombres, sino por la aparición de Pedro Clemente, del que tenemos constancia de hacienda en la cercana Gil García.

 

Los bienes de Sebastián Caballón habían sido puestos en ejecución, junto a la de su socio Miguel Mateo, por una deuda de 25000 mrs., por el gobernador licenciado de Lugo en 1522 y en la segunda década la ejecución había sido ratificada por el corregidor Sotomayor. Se pusieron en subasta unas casas con huerta y alinde de huerta de Pedro Clemente y casas de Sebastián de Juan de Rubio. Las casas embargadas a Miguel Mateo eran linderas de casas de Sebastián Caballón y de otras de Alonso Simarro.

En 1534, los hijos menores de Mari Simarro y Sebastián Caballón seguían luchando por la herencia de sus padres. La madre había fallecido y del padre Sebastián de Caballón sabemos que, tras la aventura de Játiva, volvió a su casa para regresar de nuevo al ejército, sin que tengamos más noticias hasta que su compañero Miguel Mateo, en declaración de 1534, lo da por muerto.


AGS, CRC, 153, 5