El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

sábado, 4 de noviembre de 2023

Monteagudos y Flores (los)

 Catalina de Monteagudo era viuda de Diego Flores Carrillo. Diego Procedía del lugar de Olmedilla de Eliz, era hijo de Juan Flores y Catalina Carrillo. El abuelo Diego Flores procedía del lugar de Zarzuela, con fama de rico y doce manadas de ganados, había casado dos veces, la primera con Francisca Enríquez y la segunda con Beatriz Carrillo. Del padre Juan Flores se conocía que había muerto de un saetazo en Olmedilla. 

Del abuelo Diego Flores tenía un hermano, Jorge Flores, que vivía en Torrecillas, con fama de rico. Un hermano del padre, Juan Flores, llamado también Jorge, al parecer había ganado ejecutoria de hidalguía en Zarzuela.


ENTRE LA MANCHA Y LA ALCARRIA: LOS CARRILLO
El apellido Carrillo llega al sur de Cuenca de la mano de los Ruiz de Alarcón, cuando Martín Ruiz de Alarcón, señor de Valverde, Talayuelas y las Veguillas, casa con María Alonso Carrillo, hija de Gómez Carrillo y Urraca Albornoz. Sabemos de un Hernán Carrillo que vende los molinos Nuevos al señor de Minaya Rodrigo Pacheco en 1453 y que a continuación fija su residencia en Olmedilla de Éliz junto a su mujer María Torquemada.
Nos interesa especialmente esta vinculación entre la Mancha y la Alcarria. Consideramos que este asentamiento de los Carrillo en Olmedilla de Éliz supone la ocupación de nuevo de un lugar que había quedado despoblado en los umbrales del siglo XIV al XV. Es más, tenemos conocimiento de asentamiento de nuevos pobladores en Olmedilla, desde el lugar de Arrancacepas en la mitad del siglo XV. Poblamiento un tanto salvaje con hombres de Arrancacepas raptando mujeres en pueblos vecinos para formar nuevas familias en Olmedilla de Éliz. Este poblamiento desde Arrancacepas también se dio en el lugar de Castillo de Albaráñez, aunque aquí se retrasó a la época posterior a 1480, cuando acabó la guerra. El impulsor del nuevo poblamiento de Castillo de Albaráñez sería la familia Moreno, declarados isabelinos, sexmeros y luchadores contra las injerencias nobiliarias en la zona.
El caso es que Olmedilla de Éliz prometía ser finca de una rama familiar de los Carrillo, pero algo se torció en los años finales del siglo XV. La falta de sucesión masculina debió contribuir a ello, pues que Catalina Carrillo casa con Juan Flores hacia 1500. La llegada de los Flores a Olmedilla de Éliz supone al aparición de un nuevo apellido, procedente de un lugar próximo de Cuenca, la aldea de Zarzuela (y asentado también en Torrecillas). Los Flores eran grandes poseedores de ganados, olvidando pronto el lugar de Olmedilla para establecer su residencia en Cuenca; contribuye a este hecho otro accidental: la muerte de Juan Carrillo de un saetazo en Olmedilla, en oscuras circunstancias. El hijo de Juan, Diego Flores será preso del infortunio. Un primer enlace matrimonial con los Enríquez fracasa por la muerte de su mujer Francisca; el segundo matrimonio será con Catalina de Monteagudo, de Villanueva de la Jara, otra familia que extinguirá el apellido por falta de varón y dilapidará la fortuna en fundaciones conventuales en Villanueva de la Jara. Entretanto el apellido Carrillo, se establecerá de nuevo en el señorío de Valera de Yuso vía matrimonial con los Inestrosa, pero de nuevo desaparecerá a comienzos del siglo XVII, no sin haber dejado antes otra fundación conventual: la carmelita descalza a cargo de Luisa Carrillo, auténtica fundadora de las carmelitas en Valera, más que la venerable so Ana de San Agustín.
Idas y venidas entre la Mancha y la Alcarria que no llegan a consolidar alianzas que se traduzcan en la forja de grandes patrimonios. Y unos apuntes para completar algún día


ACHGR, HIDALGUÍAS, SIGN. ANT. 301-84-10

miércoles, 1 de noviembre de 2023

Ferrer de Plegamans (Requena y Villanueva de la Jara)

 Basta que una genealogía sea suficientemente completa y exhaustiva para tener dudas de ella. La genealogía de Pedro y Martín Ferrer, presentes en Villanueva de la Jara a comienzos de siglo XVII, lo era y se remontaba hasta los orígenes de la familia en Tarragona, tal como acudieron a la justicia el año 1609.

Martín y Pedro Ferrer eran hijos de Pedro Ferrer el mayor y Ana López, a su vez hijo de Martín Ferrer y Juana Martínez Pedrón. Este Martín Ferrer era hijo de otro Pedro Ferrer e Isabel López. Todos ellos eran naturales de Requena, pero, a partir de aquí, había que buscar los ascendientes fuera de esta localidad. El ultimo Pedro Ferrer citado era hijo de Juan Ferrer y Elvira de Pedrón y nieto de Antonio Juan Ferrer y Beatriz de Plegamans

Antonio Juan Ferrer procedía de la casa solar y castillo fuerte llamada de Rausel en el Campo de Tarragona, Su hijo Juan había abandonado la casa solar por "ciertos bandos y pesadumbres" y se había ido a vivir a la villa de Siete Aguas, en el Reino de Valencia, donde se había casado con la mencionada Elvira de Pedrón. Eran conocidos por entonces como los "ferreres del Rausel". Este Juan había huido de Tarragona por estar inculpado en la muerte de un caballero. 

Según los testigos la casa fuerte del Rausel destacaba por su prestancia. Hacia 1609 era señor Jusepe Ferrer de Luna y Plegamans "en la antigüedad de la traza del castillo fuerte y torreonado del Rausel, el qual era de los de más ostentación de toda la tierra y además de estar dentro y fuera rodeado de escudos de amas antiquísimas, la dicha casa estaba dentro muy llena de despoxos como eran paveses, adargas, armaduras de cauallos, ballestas antiguas, todo con la traça de los tiempos antiguos de la conquista y avía oydo decir este dicho testigo y visto en papeles antiguos del dicho castillo cómo avía sido cerca de quinientos años a por uno de los condes de Barcelona en ocasión de la guerra y sitio de Bauço a uno de los antecesores del dicho señor de Rausel que lo era sin averse nunca vendido, alienado ni traspasado". "Y que quando se había traído la reliquia santa del braço de Santa Tecla de Armenia a la dicha cibdad que debía de auer trecientos años fueron los señores del dicho Rausel de los caualleros que más se señalaron y avían onrrado en la dicha xornada". Los Ferrer se jactaban de su hidalguía mostrando las armas de su escudo familiar en sus casas principales: "y avían traído sus armas en sus reposteros y portadas de sus casas que eran unas herraduras y unas rosas". La familia intentaba mantener la vieja tradición militar. Así, el último de la saga, el licenciado Pedro Ferrer, nombrado capitán para "la xente de guerra que se avía hecho para el rebato de los moriscos", coincidiendo con su expulsión el año 1609.

Hacia 1595, tanto Pedro Ferrer el viejo como su hijo Pedro entran en conflicto con el concejo de Requena. Ese año, Martín Ferrer ya estaba afincado en Villanueva de la Jara, donde había casado en segundas nupcias. Los conflictos de los "ferreres" en Requena habían sucedido al intentar acceder a los oficios concejiles, alegando el derecho de los hidalgos a ocupar la mitad de los oficios. Pedro Ferrer, padre e hijo fueron incapaces de presentar ejecutoria de hidalguía, y es de pensar que los conflictos con el concejo de Requena les llevará a asentar su morada en Villanueva. Pedro el viejo había casado dos veces; la primera, con Ana López de Tébar (la hermana del capitán Llorente López de Tébar e hija de un regidor y familiar del Santo Oficio del mismo nombre), hacia 1555, de cuyo matrimonio había nacido Martín y el licenciado Pedro, y la segunda vez, con Ana Carrillo, de cuyo matrimonio habían nacido Pedro Ferrer Carrillo y Ana Ferrer Carrillo. Su hijo Martín había ido a casarse en Villanueva de la Jara hacia 1583, pero habiendo enviudado había vuelto a Requena. Posteriormente casaría por segunda vez, volviendo a Villanueva de la Jara. Su hermano Pedro se había casado en 1595 en Valencia con Catalina Pedrón de la Cárcel (1), probablemente después de entrar en colisión con el concejo de Requena por  la hidalguía, aunque un tiempo después se había asentado en Requena. La presencia de los Ferrer en Villanueva de la Jara es anterior, pues ya el padre en su primer matrimonio con una mujer en Cuenca y se había asentado en un primer momento en esa villa antes de volver a Requena. Esa primera mujer era una de las mujeres más ricas y de los linajes más principales de Villanueva de la Jara: Ana López de Tébar. Los López de Tébar, uno de los pilares de la república pechera de Villanueva de la Jara, olvidaba la vieja constitución que declaraba a la villa como enemiga de hidalgos para abrir la puerta a las ambiciones familiares del ennoblecimiento. El matrimonio había vuelto luego a Requena hasta que Pedro el viejo enviudó. Del matrimonio habían nacido Martín y el licenciado Pedro. Martín había casado dos veces, ambas en Villanueva de la Jara. Uno de estos matrimonios es con Ana de la Osa, según las investigaciones de Julia Toledo Y Sebastián Hernández. La primera hacia 1583 y la segunda hacia 1600. Tras el primer matrimonio había vuelto con su mujer a Requena, pero con el segundo había fijado su residencia en Villanueva de la Jara, aunque no abandonó la vecindad en Requena, donde pasaba gran parte del años al cuidado de sus numerosos ganados. Su hermano Pedro había casado en Valencia para volver a instalarse en Requena.

Entre Requena y Villanueva de la Jara, distantes trece leguas, se movían los Ferrer. Requena era una villa que apenas si llegaba a los mil vecinos, mientras que Villanueva de la Jara rondaba los mil cien, es decir ambas villas se movían en torno a los cinco mil habitantes. A pesar de lo cual, de Requena se decía que "era lugar corto adonde todo se sabía". Los Ferrer buscaban consolidar la riqueza en este mundo donde nada era ajeno y se sabía de la hacienda de los López de Tébar en Villanueva y también buscaban el reconocimiento social. En Requena ejercían como familiares del Santo Oficio del Tribunal de Cuenca (oficio que también desempeñaría Martín Ferrer en Villanueva y que ya había desempeñado el suegro de su padre, Llorente López de Tébar), un paso previo en su reconocimiento de hidalguía. Para conseguir la ejecutoria, jugaban con la confusión de vecindades. Si el concejo de Requena se oponía al reconocimiento de su hidalguía, en Villanueva, ahora el ambiente era más favorable por el interés particular de algunas familias de ver ese mismo reconocimiento. Los estudios de Julia Toledo y Sebastián Hernández sobre la familia jareña de los Saiz de Pozoseco nos describen un entramado de alianzas familiares, que hacen recaer gran parte de la fortuna de esta familia, a la que conocemos de tiempos de la guerra del Marquesado, en otra familia jareña no menos antigua los López de Tébar, y el posterior ennoblecimiento de estos viejos linajes pecheros con los Ferrer de Requena. Es un caso similar a los Clemente, o al menos lo creemos a día de hoy, a los que tenemos por pecheros y que buscarán el reconocimiento personal y la hidalguía con la alianza familiar con una familia vasca: los Arostegui, presentes en Villanueva de la Jara desde el segundo tercio del siglo XVI. Los Clemente habían consolidado su riqueza con alianzas de sangre y económica con los Villanueva y Carrasco de Albacete y buscado su reconocimiento social con el apoyo a la obra franciscana en la Jara y la reserva de dos capillas del convento de los frailes menores a la familia.

El caso de Martín era curioso. Casó dos veces y las dos en Villanueva de la Jara. Desconocemos quién fue la primera mujer, con la que vivió diez años en Villanueva, pero sí sabemos que viudo, volvió a casar en segundas nupcias con Ana de la Osa. El apellido de la Osa lo conocemos desde la guerra del Marquesado, como una de las familias que adquirieron protagonismo contra el marqués de Villena, pero somos incapaces de seguirles la pista durante el siglo XVI, hasta que nos aparecen como una de las principales familias poseedoras de ganados en San Clemente. Curiosamente, Martín, que aunque casado en Villanueva prefería la residencia en Requena, es citado con un gran ganadero. Recibiendo la herencia de los López de Tébar, los Ferrer asentarán su patrimonio en Villanueva de la Jara, en torno a las llamadas Casas de Ferrer, que será la nueva denominación de la alquería de Pie de Asnos (2). Martín tuvo un camino tortuoso para ver reconocida su hidalguía. De hecho, fue empadronado con los pecheros tanto en Villanueva de la Jara en los años 1585 a 1602 como en Requena en los años 1603 a 1605, como lo sería su hermano en esta última villa en los años que iban de 1601 a 1611. De hecho, la familia había sido tratada como pechera en los padrones que se conservaban en Requena desde la década de 1550. A pesar de todo, los Ferrer obtendrán sentencia de hidalguía el 29 de mayo de 1612. La carta ejecutoria sería el 20 de diciembre de ese año. Los Ferrer serían aceptados como hidalgos en el ayuntamiento de Requena de 10 de enero de 1603(3)


Documentos presentados por los Ferrer para su pelito de hidalguía:

  • Capitulaciones matrimoniales de Antonio Juan Ferrer y Beatriz de Plegamans
  • Testamento de Antonio Juan Ferrer por la que declaraba que la casa solariega de Rausel era inalienable hasta la cuarta generación
  • Dote otorgada por Antonio Juan Ferrer a Beatriz de Plegamans
  • Capitulaciones matrimoniales de Juan Ferrer y Elvira Pedrón
  • Declaración de Miguel de Montalguy y Soldevilla de los títulos dados a un ascendiente de la familia por los condes de Barcelona del castillo de Rausel, tras la batalla del Bauço

(1) AHN. ORDENES MILITARES, SANTIAGO, Exp. 3056. Vicente Ferrer de Plegamans.

(2) Sobre la propiedad de Casas Ferrer, esto es lo que nos dicen Julia Toledo y Sebastián Hernández, al recaer la herencia de los Ferrer de Plegamans en los Haro por el matrimonio de Ana Isidora Ferrer de Plegamans con Diego López de Haro Ludueña (capitulaciones matrimoniales de 2 de noviembre de 1650: "La madre declaró que la novia aportaría al matrimonio aparte de diversos bienes libres raíces muebles que le tocaron de la hijuela de su padre el mayorazgo cuyo principal se componía de la heredad de PIES DE ASNOS a la que había sido añadido varios bienes por Martín, su abuelo y primer poseedor del mayorazgo, y Juan Ferrer de Plegamans de la Ossa su padre, todos estos bienes valían de 14.000 ducados. Esta heredad fue dada en herencia a Martín Ferrer de Plegamans López de Tébar, que fue hijo de Ana López de Tébar y Pedro Ferrer de Plegamans, por su tío Pedro López de Tébar marido de María Saiz Tébar de Pozoseco, verdadera propietaria, que dejó encargado a su marido que fundar a un patronato con la heredad Pies de Asnos-Casa Ferrer- que dejó a Martín por ser hijo de Ana la hermana de Pedro"

(3) Archivo Histórico Nacional, OM-CABALLEROS_SANTIAGO,Mod.229

SOBRE LOS FERRER DE PLEGAMANS VER LOS ESTUDIOS DE VALENTIN CASCO FERNÁNDEZ: http://valentincasco.blogspot.com/

ACHGR, HIDALGUÍAS, SIGN. ANT. 301-102-35








sábado, 21 de octubre de 2023

Los Muñoz de Belmonte

 En 1533, los hermanos Diego Muñoz y Jorge Muñoz estaban pleiteando por su hidalguía en la Chancillería de Granada. El primero era vecino de Mota del Cuervo; el segundo, de Corral de Almaguer. La familia Muñoz procedía de Santa María de los Llanos, de donde eran el padre Diego y el abuelo Hernando. Santa María de los Llanos era una aldea del prior de Veles y allí los Muñoz poseía un heredamiento bastante importante, conocido como las Casas de Hernando Muñoz o Casa Buenavista. El heredamiento estaba a una legua de Belmonte y en un punto intermedio entre Belmonte y Santa María de los Llanos que distaban dos leguas entre sí. El abuelo Hernando Muñoz pasaba su tiempo entre su heredamiento y, en los últimos veintiséis años, se había trasladado a vivir a Belmonte, en cuya iglesia la familia tenía una capilla de enterramiento. Murió antes que su mujer Mari Martínez, conocida como la viuda de Gascón, una vecina de Chinchilla y que le sobrevivió veinte años, retirada en el heredamiento familiar. El abuelo tenía un hermano Alonso Muñoz, conocido como el alcaide. Este Alonso Muñoz había sido alcaide de Belmonte durante tres o cuatro años y antes, durante quince años, había tenido la tenencia del Castillo de Consuegra (estamos hablando antes de la guerra del Marquesado), aunque otros testigos lo apuntaban como alcaide de Alarcón (cosa que tenemos por cierta, pues sabemos que lo fue antes que Hernando del Castillo; Alonso, finalmente, se había instalado en Mota del Cuervo; siempre hacía gala de su hidalguía, haciéndose acompañar por dos escuderos. Alonso tendría una hija que caso con el comendador de Solís de Alcaraz y un hijo, que se trasladaría a Corral de Almaguer tras casarse. En Corral de Almaguer se había instalado el padre, donde destacaban sus casas principales con una torre. Un tercer hermano era Juan Muñoz el Gordo, que vivía en los Hinojosos; este solo tuvo una hija que casó con el conde de Archidona. Ya entonces, los Hinojosos eran dos pueblos (de la Orden y del Marquesado) eran dos pueblos, que apenas si sumaban cuarenta vecinos y separados por una calle. Juan Patiño, nacido hacia 1450 en los Hinojosos del Marquesado nos decía:

se avía criado e nasçido en el Hinojoso del Marquesado que es junto al Hinojoso de la Horden que estaba diviso por una calle

 Los bienes de Juan el Gordo en los Hinojosos de la Orden se valoraban en quinientos mil maravedíes. De Juan Muñoz el Gordo tenemos una nota curiosa y es que cuando se crearon las Hermandades en 1476 fue nombrado diputado

Que quando las hermandades se crearon en estos Rreynos vido que eligieron por diputado de las dichas hermandades al dicho Juan Muñoz

Que quando las hermandades en estos nuestros Rreynos se hizieron y eligieron diputados de la hermandad a un Gil Pérez vezino de Alcaraz de Consuegra por la Horden de San Juan y en la dicha villa del Hinojoso por la Horden de Santiago al dicho Juan Muñoz..., el qual fue oficio que fue primeramente elegido e criado por los hijosdalgo en estos Rreynos

El padre Diego Muñoz se había establecido en Belmonte al servicio del marqués de Villena; en Belmonte había casado con Mari Díaz, hijo de Diego Díaz, después de enviudar de una mujer de Cuenca, aparte de la herencia familiar, adquirió bienes en Mota del Cuervo, donde había sido algunos años regidor. A Mota del Cuervo llegó Diego Muñoz hacia 1500 para asentarse, comprando "viñas, casas y mucha copia de tierras de pan llevar". En Mota, Diego vivió algún tiempo, Diego había aprovechado la presencia de su tío Alonso con bienes y tierras en Mota. Diego había adquirido, además, bienes raíces en Las Pedroñeras y también molinos, por su matrimonio con Mari Díaz. En esta mujer había recaído la hacienda de su padre, un pechero de enorme fortuna que, como hemos dicho, tenía la mayor parte de sus bienes en Las Pedroñeras. De hecho, los valor de los bienes en esta villa alcanzaban los doscientos mil maravedíes. La familia tenía asimismo ganados que pastaban por los términos comunes de la Orden de Santiago. En los cambios de residencia de Diego Muñoz jugaba mucho la oportunidad. Su asentamiento en Santa María de los Llanos en los años finales de su vida respondía a garantizar las yerbas para sus ganados

Que en aquel tiempo del dicho Diego Muñoz avía asentado su vezindad en la dicha villa de Santa María de los Llanos para gozar con sus ganados de los términos de la dicha villa e de los otros lugares de la horden, porque dixo a este testigo que siendo vezino en qualquier lugar de la horden de Santiago podía comer en comunidad con todas la villas o lugares de la horden de Santiago pagando çierta borra e dinero en el campo de Montiel e Segura de la Sierra

Una segunda causa para elegir la residencia, en este caso fuera de Belmonte, era el propio fuero que regía en esta villa: el llamado fuero de Sevilla, que también regía en Castillo de Garcimuñoz y que obligaba a los hijosdalgo a tributar por todos los bienes que tuvieran en esta villa, viviendo en ella. Se decía que hasta cinco pechos les echaba el marqués. Esta humillación por tributar hizo que el mismo marqués de Villena decidiera librarse de ella vendiendo los bienes que poseía en Belmonte y fundando el hospital de San Andrés

Que el marqués de Villena avía pechado, contribuido con los buenos hombres pecheros de la dicha villa e le ponían en sus padrones fasta tanto que avía dado çiertos bienes que tenía a un ospital de Santo Andrés que tenía en la dicha villa (de Belmonte) por no ser pechero

Pero Diego Muñoz procuraba hacer visible las casas principales, que no eran otras que las de Belmonte, en cuya portada tenía clavadas cabezas de cerdos y jabalíes. El símbolo del poder estaba en las casas de Belmonte; la riqueza, en el heredamiento familiar de Casas de Hernando Muñoz o de Buenavista, a una legua de Belmonte y de Santa María de los Llanos, aunque ahora se buscaba ampliar esa riqueza en otros pueblos.

Diego Muñoz tenía otros hermanos: Carlos, Jorge, Hernando y una hermana, que habían extendido el apellido por toda la comarca, pues alguno de los hermanos se había establecido en los Hinojosos del Marquesado

Una de las familias que más sabía de los Muñoz era los Segovia y Felipe Segovia, cuyo padre había intervenido en el villazgo de esta villa y cuya enemistad había sido pública desde la guerra del Marquesado y en las dos primeras del siglo XVI. En Las Pedroñeras, aparte de las correrías del clérigo Antonio Muñoz, que lanza en ristre arremetía contra los labradores pedroñeros en disputas continuas por los términos (y hacienda familiar) de Robredillo; se recordaba especialmente cómo los bienes heredados vía matrimonial en la villa por los Muñoz habían dejado de tributar como lo hacían en tiempos del suegro Diego Díaz. En Las Pedroñeras, a Diego Muñoz se le respetaba y se recelaba de él, se veía con malestar y envidia sus bienes en la villa y, con malicia, parecía que, de su mujer Mari Díaz, el único recuerdo que quedaba en la memoria de sus vecinos eran sus tetas. 

Los hermanos Diego y Jorge Muñoz presentaron durante el pleito un albalá del rey Juan II en el que se reconocía la participación del bisabuelo Alfonso Muñoz en la batalla de Olmedo de 1445

"El Rrey, por quanto vos Alfonso Muñoz de Belmonte venistes a me servir a la guerra que yo e fecho e hago al Rrey de Navarra e al Infante don Enrrique como hijodalgo por llamamiento que yo mande hazer e hize de los hijosdalgo del obisapdo de Cuenca e avedes estado continuamente en mi serviçio con vuestras armas y caballo fasta ser fecho el vençimiento que yo ove en la batalla que por gracia de nuestro señor yo vençí çerca de Olmedo a los dichos Rrey de Navarra e Infante porque ya no es a mí nesçesaria tanta gente. Por esta mi alvalá os doy liçençia para que vos podáis ir e vades a vuestra casa o donde vos quisyéredes. Fecha en el Rreal, çerca de Cuéllar a veynte e tres de mayo del año del nasçimiento de nuestro salvador Ihesu Christo de mill e quatroçientos e quarenta e çinco. Yo el Rrey. Yo Pero Fernández de Lorca fize escrebir"


Ejecutoria de 10 de julio de 1534

El hijo de Diego Muñoz, que litigaba, y Teresa Mula, llamado Benito Muñoz, años después, en 1565, tuvo que litigar por su hidalguía

ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. HIDALGUÍAS, SIG. ANT. 301-43-25 y 301-10-8

¿ESTABAN EXENTOS DE TRIBUTAR LOS HIDALGOS?

 Fama tenían de ello, pero tal hecho no era una generalidad, los expedientes reducen esa exención a algunos tributos como los servicios, la moneda forera o el chapín de la reina, estando obligados a pagar otros impuestos indirectos como la alcabala, que tenía un carácter universal.


La contribución o no contribución de los hidalgos dependía de la tierra donde vivían. Así, en Belmonte o en Castillo de Garcimuñoz, regidos por el fuero de Sevilla, tributaban al igual que los pecheros, pero es que en estos pueblos estaba obligado a pagar impuestos hasta el marqués de Villena cuando residía en ellos. Era el mismo marqués el que pagaba unos impuestos que exigía a sus vecinos, hasta un total del cinco se reconocen a finales del siglo XV´.

Sin embargo, la lucha de los hidalgos por su exención cobró especial importancia en las dos primeras décadas del siglo XVI. Dicha exención iba dirigida al no pago de ciertos tributos concejiles, que de antaño tenían un carácter universal. Eran los impuestos destinados al reparo de puentes, caminos, pozos, alcantarillas u hornos y en pleitos por términos. Bien es verdad que en estos casos, en los repartimientos que se hacían existían libros separados de pecheros e hidalgos, aunque no siempre. Sonados fueron los conflictos en San Clemente e Iniesta por los repartimientos de impuestos a los hidalgos con motivo de los molinos del Concejo y del puente de Vadocañas mediada la década de 1510.

Los hidalgos veían como oprobioso el tener que pechar o tributar junto a los hombres llanos. Tal humillación le debió parecer al marqués de Villena tributar en Belmonte que vendió las tierras que poseía en la villa y con el dinero de la venta decidió fundar el hospital del San Andrés. Una muestra más que la munificencia no nace siempre del corazón, sino de la faltriquera.

"Que el marqués de Villena avía pechado, contribuido con los buenos hombres pecheros de la dicha villa e le ponían en sus padrones fasta tanto que avía dado çiertos bienes que tenía a un ospital de Santo Andrés que tenía en la dicha villa (de Belmonte) por no ser pechero"

Un caso similar era la familia Patiño, una familia de hidalgos. El abuelo Martín Hernández Patiño, tenía bienes en Belmonte por los que tenía que pechar, al igual que el padre, pero el nieto, Martín Patiño, los había trocado por bienes en el Hinojoso de la Orden con un pechero para no tributar.

domingo, 15 de octubre de 2023

LAS LUCHAS BANDERIZAS EN MOTILLA DEL PALANCAR EN 1663 (I)

El concejo de Motilla de Palancar de 1663 estaba formado por los alcaldes ordinarios Esteban Luján y Benito Navarro Gabaldón, el aguacil mayor perpetuo Benito Martínez Portillo y una larga serie de regidores perpetuos: Pedro Lucas Ramírez y su hijo Francisco Lucas Ramírez, Martín de Villaescusa, Gil de Godoy, Pedro de la Jara Navarro, Juan de Villaescusa, Jerónimo López y Juan de Alarcón, mientras que Alonso Jiménez era alférez mayor de la villa.

Benito Martínez Portillo había comprado un oficio de regidor perpetuo en la villa de Motilla el año 1651; once años después compraría el cargo de alguacil mayor de la villa. Benito no se consideraba un hombre rico, a pesar de comprar oficios concejiles, pues decía que sus ganados eran modestos. 600 ovejas, 150 corderos y treinta cabras. Pero, entre sus vecinos, se decía que ocultaba su riqueza y aprovechaba su ventajosa situación en el gobierno de la villa. De hecho, sus ganados habían pacido el año 1660 en la dehesa del Romeral, aunque se había valido de testaferros para conseguir una posición privilegiada. Quien había pujado por las yerbas era su hermano, el doctor Esteban Portillo, cura de Cervera, a través de un motillano llamado Simón Gómez. El precio pagado era 450 reales y media arroba de queso: las yerbas se habían encarecido ese año, pues lo normal años atrás era pagar 250 reales por una dehesa que se venía arrendando desde cuarenta años. Por ese año, en Motilla no había pregonero o no se quería tenerlo, pues los edictos del ayuntamiento para el arrendamiento de bienes concejiles se exponían en el ayuntamiento; es cierto que dichos edictos los veían poca gente y los pocos que los veían declaraban que faltaban firmas de oficiales del concejo. Pagar por una dehesa no significaba gozar en exclusiva de sus yerbas, pues los Portillo vieron cómo los ganados de José Navarro y Tomás Tendero entraban en la dehesa. En este juego de foráneos que arrendaban las dehesas motillanas participaba Juan de Moya al que se adjudicó en 1662 las yerbas de la dehesa carnicera para el abasto de carne de la villa para a continuación dar un tercio de la misma a Benito Martínez Portillo, y cuatro años antes, cuando el adjudicatario había sido un presbítero de El Peral, este también había cedido un tercio de la dehesa al alguacil, que a su vez la había subarrendado a un vecino de Iniesta.

Las acusaciones contra Benito Martínez Portillo se multiplicaban; se le acusaba de quedarse, como recaudador de sisas del año 1657, con parte de los cuarenta mil reales cobrados. Se dudaba que los cincuenta ducados que rentaban los bienes del patronato fundado por su tío Pedro Portillo en la iglesia de San Gil fueran a manos de la patrona de esta memoria, una parienta del alguacil. Y es que el alguacil Benito Martínez Portillo estaba en todos los conflictos. Cuando en 1656 el concejo de Motilla del Palancar decide construir una ermita, dispone reservar para costear la obra con el rompimiento de un tercio de las tierras de la dehesa del Quejigar. Como administrador de la nueva empresa se hará cargo Benito Martínez Portillo, que será alcanzado en las cuentas por sus irregularidades, aunque no parece que nuestro hombre perdiera la compostura, pues en palabras de un motillano se decía que nuestro alguacil "estuvo con mucha modestia sin alterarse ni decir palabras descompuestas ni malsonantes ni se puede presumir las dijese por su mucha christiandad", pagando las cantidades adeudadas al cura de Motilla y temeroso que el asunto llegara al provisor de Cuenca. Pero Benito, con sus corruptelas, era un hombre que solo destacaba a nivel comarcal. Por entonces, la situación de la villa de Motilla era penosa; en la década de 1650, la Corona había cedido al duque de Pastrana la recaudación de las rentas reales de la villa, de tal manera que Motilla del Palancar debía 54.000 reales al duque a la altura de 1660. NO parece que estuviera dispuesta a pagarlos, o, a mejor decir, que pudiera pagarlos, pues la mitad de esa cantidad era adeudada al ejecutor encargado de la cobranza de las deudas de alcabalas. Era tal la necesidad de la villa de Motilla del Palancar, que Francisco Lucas Zapara propuso un acuerdo con el duque de Pastrana para pagar sus deudas en un periodo de cuatro años con el fruto del arrendamiento de los propios de la villa, no sin antes darle como seguridad de fianza al duque los bienes de dos oficiales del concejo: Benito Martínez Portillo y Benito Parreño. 

Entre arrendamiento de propios y repartimientos entre sus vecinos andaba la villa de Motilla, no sin controversias entre los oficiales de su concejo. Francisco de Lucas se quejaba de que había salido mal parado en uno de sus repartimientos y pagado cincuenta reales de más. Ahora, dos oficiales del concejo se veían encarcelados.  A Alonso Jiménez y Benito Navarro Gabaldón se les dio por cárcel las casas del ayuntamiento, pero Benito Navarro sería vejado por el alcalde Esteban Luján y Benito Portillo, siendo encadenado en la cárcel, bajo custodia de ocho guardas. 

A Benito Martínez Portillo se le acumulaban los enemigos. A todos ellos los conocemos por sus nombres y apellidos: Juan García Salazar, José Lucas de Cisneros, Miguel de Ortega, Tomás Valverde, Sebastián López, Juan de Chavarrieta, Tomás de Arguisuelas, José Antonio Lucas Zapata, Francisco Lucas Zapata, Alonso Pérez, Julián López, Sebastián de los Paños, José de Bonilla, Benito Parreño, Juan Zapata, Martín de Villaescusa, Pedro García, Juan Beltrán y Blas Martínez. En este entramado de enemigos podían mucho los lazos familiars. Jose Antonio Lucas Zapata y Francisco eran hermanos, y a su vez primos hermanos de José Lucas Cisneros. Juan Chavarrieta tenía una hermana casada con José Lucas Cisneros y Benito Parreño tenía casado un hijo con una hermana de Francisco Lucas Zapata.

Si los enemigos de Benito Martínez eran notables de la villa, los que declaraban en su contra eran vecinos de baja condición como  los arrieros Pedro Moreno o Juan Navarro Barchín, aunque el grupo más numeroso eran los labradores, y entre ellos no faltaban los que, denominándose así, copaban los cargos municipales.


Los sucesos de Motilla del Palancar el 5 de febrero de 1663, contados por Francisco Lucas Zapata, notario del Santo Oficio


El dicho Pedro Lucas Ramírez el día quince del dicho mes (de enero) con pretesto de decir era alcalde ordinario desta villa siendo contra verdad porque lo eran Esteban de Luján y Benito Navarro y ambos estaban en ella, llevó a su casa a Francisco Martínez Velasco, escribano público, y por ante él se hizo a este testigo dos cabeças de proceso ynsidiendo en ellas muchas cosas contra su crédito y que decía aver pasado de diez y ocho años a esta parte y para su comprobación esxaminó por testigos al dicho Francisco Lucas su hijo y a Pedro Gabaldón hermano de Benito Gabaldón, alcalde, y a Martín de Villaescusa, Pedro López Jiménez y Juan de Villaescusa, todos capitulantes contra este testigo, y a sus hijos y sobrino, todos parciales y que de muchos años a esta parte tienen hecha liga contra este testigo, buscándoles pleitos injustos en muchos tribunales y no contento con lo referido, el dicho Pedro Lucas y el dicho don Francisco Lucas su hijo de caso pensado y con ánimo de provocar a este testigo para que se perdiese el día cinco de febrero deste año, estándose en conversación en la esquina de Juan Navarro Tendero con el licenciado Francisco de Ortega, presbítero, y otros quatro o cinco hombres honrados con mucha quietud y paz sin dar motivo, disgustose el dicho Francisco Lucas Ramírez, apartado como veinte pasos del corro de adonde este testigo estaba, en voces altas empeçó a hablar palabras de ultraje a este testigo provocándole a pendencia y luego al punto que dio dichas voces vino corriendo Pedro Lucas su padre, muy descompuesto empuñando la espada y con una vara de justicia en la mano sin ser alcalde ni alguacil porque como dicho tiene los alcaldes ordinarios eran Esteban de Luján y Benito Navarro que dicho día estaban en esta villa juntos y por donde estaba el dicho su hijo dando voces y diciendo palabras muy descompuestas y bregando con Juan de Valverde Lucas y Juan Navarro Tendero que lo estaban deteniendo, el dicho su padre no se quiso detener a reportarlo sino que corriendo pasó en la forma que ha referido contra este testigo que se estaba quieto no habiendo hecho caso de lo que había dicho el dicho Francisco Lucas su hijo y en voces altas, haciéndose alcalde se quiso prender y este testigo le dijo se tuviese que no era alcalde ni justicia ni lo tenía por tal y que los testigos que estaban presentes lo fuesen de como así se lo decía y que eran sus enemigos y que como tales le venían a provocar para que se perdiese y aunque acudió mucha gente principal a aquietarlos no lo pudieron conseguir, dando mucho escándalo en esta villa y ocasionando muchos motines, 

Pedro Moreno, arriero

Pedro López Jiménez, ex-regidor

Juan García Salazar, labrador

Lorente López Castillo, labrador

Juan Sánchez Pozoseco,  maestro de zapatero de obra prima

Manuel Moreno, labrador

Benito Harraldel, médico

Juan Navarro Barchín, arriero

Mateo Suazo, escribano

Alonso Pérez, maestro alpargatero

Pedro Pérez de la Jara, labrador

José Lucas Cisneros, labrador

Mingo de Ortega, labrador

Francisco Navarro Matías, labrador

Juan Navarro Tendero, arriero

Don Miguel de la Cueva, regidor

Julián López, regidor

Sebastián de los Paños, regidor

Benito Herráez el mayor, labrador

Fernando García, regidor

Andrés de los Paños, labrador

Andrés García, labrador

Pedro Gabaldón Navarro, labrador

Cristóbal del Campo, labrador

Pedro Navarro García, labrador

Diego Gabaldón Toledo, labrador

Martín de Arguisuelas, pastor de Francisco Lucas

Juan de Valverde de la Casa, 

Gil de Godoy

Miguel Muñoz, labrador

Juan de Chavarrierta, alcalde de la villa

Martín García Valverde, escribano

José Navarro de los Paños, alcalde que fue de la villa

Gregorio Pérez Carrasco, mercader

Benito Parreño, regidor

Pedro Navarro Valverde, que vive en casa de Francisco Lucas Zapata

Juan Zapata Lucas, labrador

Miguel Parreño, fiscal

Isidro García

Juan Navarro

Pero Herráez

Juan Bautista labrador

Tomás Valverde, promotor fiscal

Miguel de Valverde, labrador

Martín de Villaescusa

Sebastián Pérez, labrador

Juan Lorenzo, de nación francés

Mateo López, maestro cordonero

Juan Beltrán, labrador

Ana María, mujer de Gregorio Pérez

Francisco Lucas Zapata, notario del Santo Oficio de la ciudad de Cuenca

José Antonio Lucas

Pedro de Ortega

Tomás Tendero, regidor


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA, PLEITOS CIVILES, C 10053-11

jueves, 12 de octubre de 2023

LA FUNDACIÓN DE SAN PEDRO MARTIR (MOTILLA DEL PALANCAR)

En 1656 el concejo de Motilla del Palancar decide construir una ermita, dispone reservar para costear la obra con el rompimiento de un tercio de las tierras de la dehesa del Quejigar, cuatro fanegas. Como administrador de la nueva empresa se hará cargo Benito Martínez Portillo. Nos han quedado varios testimonios de la fundación de esta ermita, bajo la advocación de San Pedro Mártir, el presbítero Juan de Resa nos decía:

"El concejo de esta villa trató se hiciese a devoción una ermita de San Pedro Mártir y que había que poner una hechura de San Antonio de Padua"

Para financiar la edificación de la ermita cada vecino que quiso aportó dos celemines de trigo para la siembra voluntariamente. Tenemos duda que la ermita se construyera y creemos que por los testimonios posteriores, en los que se pedía cuentas a Benito Martínez Portillo, se reconocía que este no había recibido cantidad alguna y que el fruto de la cosecha del trigo aportado por los vecinos andaba en poder de los propios vecinos por el estado de necesidad, se nos dirá. Lo que era limosna de los vecinos era resultado de ese estado de necesidad, pues era el propio concejo el que había dispuesto dar dos celemines a los vecinos para siembra por cada fanega para aliviar su necesidad y si hubiera remanente dedicarlo a la edificación de la ermita.

Quien nos narra más fehacientemente los intentos para la fundación de la ermita de San Pedro Mártir en Motilla del Palancar es el escribano Martín García Valverde que, curiosamente, ya muestra la confusión entre la devoción y el interés de los vecinos por el cultivo del azafrán en este pueblo, pues a partir del tercer año las tierras se sembraron con el nuevo cultivo. De nuevo nadie sabía nada de las rentas obtenidas, lo que obligó a la intervención de la justicia eclesiástica del obispado para averiguar el destino de rentas y dineros:

"por el concejo de esta villa se hiço aquerdo para que se hiciere una ermita de la abocación de San Pedro Mártir y para que se pudiese hacer se asignó un pedaço de tierra, no sabe de que cantidad fuese; para que se sembrase de limosna y lo que procediese fuese para la labranza de la dicha ermita y que se nombró por administrador al dicho Benito Martínez Portillo y en el primer año que se sembró la dicha tierra tiene por cierto se puso en poder de Pedro Sáez Muñoz ya difunto y en el segundo en el licenciado Juan de Resa presbítero y vecino de esta villa y después se arrendó a vecinos para plantar açafrán no sabe este testigo entrase en poder del dicho Benito Martínez trigo ni maravedíes algunos, que de horden del tribunal eclesiástico se hiço depositario de lo procedido de la dicha tierra a el dicho licenciado Juan de Resa"

La ermita no aparece lógicamente entre las detalladas de la visita eclesiástica de 1656, pues no estaba edificada. Las existentes entonces eran las de San Sebastián, San Marcos, San Laurencio,  San Cristóbal, la Virgen de la Concepción y San Roque.


ACHGR, Pleitos civiles, C-10053-11

lunes, 25 de septiembre de 2023

LA COFRADÍA DE NUESTRA SEÑORA DE SEPTIEMBRE Y LOS CABALLÓN

 Nacer en Castillo de Garcimuñoz o proceder de allí no era buena carta de presentación y menos para pasar como cofrade a la cofradía de la Concepción y Natividad de San Clemente, con fama de solo admitir cristianos viejos. Tal tacha la tuvieron que soportar los hermanos Juan y Alonso Caballón cuando pidieron su ingreso en la mencionada cofradía el año 1556. Entonces, el provisor de la cofradía, Miguel Sánchez de los Herreros, y su mayordomo Juan de Oma recordaron a los dos hermanos que su ascendencia en el Castillo de Garcimuñoz era un mal principio para el ingreso y que debían demostrar con pruebas genealógicas que no estaban manchados de sangre infecta, es decir de judíos conversos. Aunque los Caballón se habían establecido en San Clemente con el abuelo, se recordó a los hermanos que eso no era suficiente y que presentarán sus ascendientes en el Castillo de Garcimuñoz. De la cofradía habían formado parte los de la Fuente y los Simón en los años treinta, pero ahora aparecían nuevos apellidos entre los que destacamos los Ángel, con gran proyección futura como oficiales del Santo Oficio. El cabildo de la cofradía, también llamada de Nuestra Señora de Septiembre, pues el ocho de septiembre se tenía por el día de nacimiento de la Virgen, decidió mandar al Castillo a indagar a un cofrade llamado Benito López del Campillo, otro apellido que en fundaciones religiosas dará que hablar en el futuro. La realidad era que la rancia cofradía de cristianos viejos ya presentaba dudas sobre la naturaleza limpia de sus miembros. Si bien es verdad que a Campillo le acompañó en su viaje un Cristóbal de Villanueva y un Juan de Olivares, ambos cofrades, pero el segundo con apellido sospechoso al igual que el escribano del cabildo Juan de Robres. Se apelaba a los fundadores de la cofradía y sus exigencias de calidades requeridas a sus miembros, pero a continuación se reconocía que la cofradía era presa de parcialidades, diferencias y confusiones en deservicio de Dios Nuestro Señor y su Santísima Madre.

La cofradía estaba deviniendo en un escaparate de representación social: el rico Francisco García era cofrade y Francisco Rosillo también. Es más, las ordenanzas se había cambiado con la excusa de ser más vigilantes en el ingreso de sus miembros, pero la realidad era otra. Las ordenanzas viejas es cierto que eran exigentes con la naturaleza de cristiano viejo, pero la cofradía, muy antigua, venía de cuando todos se conocía; ahora se habían implantado unos estatutos de limpieza de sangre, aunque con dinero todo se compraba, incluso las probanzas para el ingreso. Los sanclementinos recordaban cómo antiguamente podían pasar a la cofradía cualquier cristiano viejo, rico o pobre, solo debía dar una limosna según las posibilidades de cada cual; ahora, se exigían diez ducados por la entrada. El caso es que el cabildo de los cofrades decidió negar la entrada a los hermanos Caballón, por los inconvenientes que para la cofradía suponían sus calidades. La entrada también se vetaba a sus primos Juan Ramírez de Caballón y Diego de Caballón y constituía una exclusión de hecho de la buena sociedad sanclementino que había llegado al pueblo con el abuelo Gonzalo y sus dos hijos Juan y Diego, confirmada años después en expediente inquisitorial que situaba a un Caballón en el margen superior derecho del árbol genealógico de los Origüela. La cofradía determinaría la exclusión de la familia Caballón de la cofradía, que recurrieron la decisión a la Chancillería de Granada, donde sería de nuevo rechazada su solicitud. 

La mencionada cofradía tenía el nombre oficial de cofradía de la Natividad de Nuestra Señora Santa María, aunque era conocida popularmente como de Nuestra Señora de Septiembre en alusión a la festividad del ocho de septiembre, fecha que se tenía por el nacimiento de la virgen María y que era posterior en el tiempo, nueve meses, al día en el que la virgen había sido concebida, el ocho de diciembre. Por esta razón, la cofradía también era conocida como cofradía de la Natividad y de la Concepción. No lo sabemos, pero apostamos que el arraigo que el dogma de la Inmaculada Concepción en la villa de San Clemente tanto a esta cofradía como a la influencia del franciscanismo. La cofradía tenía su sede en la ermita de Nuestra Señora de Septiembre, luego colegio de jesuitas y actualmente llamado Teatro Viejo. Es más, la ermita daba nombre a la calle que hoy conocemos como Rafael López de Haro. Su organización interna estaba provista de un prioste, dos provisores, dos mayordomos, un escribano y el resto de cofrades. La cofradía se había dotada de unas ordenanzas antiguas, desde tiempo inmemorial se decía, aunque creemos que no irían más allá de la segunda mitad del siglo XV, si bien a mediados del siglo XVI se habían renovado en unas ordenanzas nuevas, más celosas de la preservación de los estatutos de limpieza de sangre. La exigencia a sus miembros de ser cristianos viejos, ahora venían especificadas con la mención a estar "limpios de toda raza y mácula de judíos y moros". De hecho, a los nuevos miembros se les exigía una probanza de testigos que, aparte de esa otra que los aspirantes pudieran aportar, era realizada por cofrades de la propia cofradía. Además de limpieza de sangre se les pedía no estar reconciliados por el Santo Oficio de la Inquisición, aunque la realidad era que las enemistades hacían que la simple sospecha era causa de rechazo del ingreso en la cofradía. En el caso de los hermanos Juan y Alonso Caballón de poco les valió que el hermano de su abuelo Gonzalo, Gabriel de Caballón hubiera sido contador de los Reyes Católicos o que los Caballones desempeñaron puestos de regidores y alcaldes en Castillo de Garcimuñoz desde 1400, pues pudieron más las acusaciones de judaísmo vertidas contra una familia procedente de Castillo de Garcimuñoz. 

Entre los nombres que se citaban desde finales del siglo XV como alcaldes de Castillo de Garcimuñoz se citaban a Alonso González de Caballón, Andrés González de Caballón, Francisco de Caballón el viejo y Juan Vázquez de Caballón. Los Los testigos favorables a los Caballón en Castillo de Garcimuñoz iban más allá de declarar su condición de cristianos viejos, además recalcaban que ninguno había sido reconciliado por el Santo Oficio y, añadían, no se conocían quemados por el Santo Oficio, condena esta última que tampoco se les había preguntado en el interrogatorio, pero no debemos olvidar que a la entrada de la iglesia de San Juan Bautista de Garcimuñoz había varios sambenitos colgados, algunos de ellos con unas llamas dibujadas. Al parecer, en Pinarejo, los Caballones tenían su hacienda; destaca el testimonio de un labrador de Pinarejo, Francisco Parrilla, que se desdecía en alabanzas hacia Alonso González Caballón.

y el dicho Alonso González de Caballón iba a vivir a una heredad  que tenía en el Pinarejo y allí era persona muy estimada y que no entendía sino en hacer paces e limosnas a pobres y huérfanos y cuando se volvió a vivir a esta villa todos los del Pinarejo lo echaron de menos porque casó dos o tres huérfanas e les daba viñas e dineros

La figura principal de los Caballones era Gabriel Caballón, contador del rey Fernando el Católico. A la altura de 1550 todavía había en Castillo de Garcimuñoz unas casas principales conocidas como las casas del contador Caballón. Como en estos casos, los testigos unos tenían más memoria que otros. Un labrador de Barchín recordaba como su abuelo le había dicho que los Caballones era cabeza de uno de los bandos con un pariente del marqués de Villena, llamado Juan de Valencia Téllez Girón. El propio marqués don Diego López Pacheco había hecho llamar a Andrés y Alonso González de Caballón para que fueran a recibir en Toledo a Felipe el Hermoso cuando llegó a España. Pleitesía que obligó a muchos servidores del marqués a endeudarse y vender parte de su hacienda, pues se les debió obligar a vestirse con los mejores trajes, que eran ajenos a la existencia de estos hombres. En los Caballones se reconocían letrados y clérigos, gente ajena a bajas condiciones, que a la altura de 1550 vivían de las rentas, aunque se reconocía que habían perdido el espíritu militar de sus antepasados. No obstante, se sabía de un Diego Vázquez de Caballón que había participado como alférez en la toma de Orán de 1509.

De la genealogía de la Real Academia de la Historia, el origen de los Caballón se inicia con Juan Vázquez de Caballón y su mujer Inés Méndez de Arboleda, para centrarse en la descendencia de uno de los hijos Alonso, y regodearse con la sucesión luego en la villa de Moya o de su nieto Juan de Caballón, conquistador de Costa Rica, apenas si se cita al otro hijo el contador Gabriel y se ignora completamente a Gonzalo, el que llega después de la guerra del Marquesado a San Clemente, pero su vida en medio de miserias es más entretenida que la de conquistadores y servidores de marqueses. De la antigüedad de los Caballones daba fe la documentación de Castillo de Garcimuñoz:

del archivo del cabildo de la dicha villa de Castillo de Garcimuñoz parece por ciertos autos de las escrituras que en treynta días del mes de junio de mill e quatrocientos y diezisiete que Juan Fernández de Caballón e Francisco Fernández de Olivares e otros sus compañeros como regidores de la dicha villa proveyan ciertos autos tocantes a la buenna gobernación e asymismo los dichos los dichos Juan Fernández Caballón y sus compañeros como tales regidores de la dicha villa en veynte e cinco días del mes de julio del dicho año de mill e quatrocientos y diezisiete proveyeron otro auto como tales regidores de la dicha villa sobre cierta hordenança y por otro auto del ayuntamiento fecho en la dicha villa de Castillo de Garcimuñoz en quinze de agosto de mill e quatrocientos y treynta e quatro parece que Juan Díaz de Caballón como alcalde ordinario de la dicha villa y los regidores della se juntaron en su cabildo en ayuntamiento e hicieron cierto repartimiento para los gastos e nescesidades de la dicha villa


El 27 de febrero de 1563 la Chancillería de Granada declaraba limpios a los primos hermanos Caballón, permitiendo su ingreso en la cofradía de Nuestra Señora de Natividad de Santa María


Probanza 1556

Jorge de la Pastora, Castillo de Garcimuñoz, 75 años

Francisco Parrilla, labrador de Pinarejo, 70 años

Cristóbal de Honrubia, labrador de Castillo de Garcimuñoz, 80 años

Pascual Gutiérrez, labrador de El Cañavate, 85 años

Miguel de Gil Gómez, vecino de Barchín, 77 años

Andrés de Buenache, vecino de Castillo de Garcimuñoz, 75 años

Alonso de Villanueva, morador en El Pinarejo, 84 años

Miguel Sánchez Requena, labrador de Pinarejo, 75 años

Hernán Vázquez de Haro, 51 años, de San Clemente

Gonzalo de Zaragoza, 80 años, de San Clemente


ACHGR, PLITOS, C 4555-16

martes, 19 de septiembre de 2023

Las Guijarras

 

Quedarse viuda  y con hijas a cargo en el pasado era hecho desgraciado, pues condenaba a la necesidad a las mujeres y era motivo de mil habladurías. Si los que visitaban el domicilio familiar eran clérigos los rumores y malicia de la vecindad era la regla común. Tal fue el caso de Inés Guijarra, viuda del escribano Francisco Mejía, y de sus dos hijas Isabel y Ana. Presentar su vida como ejemplo de honestidad, recogimiento y virtud valía muy poco en su pueblo, Vara de Rey, donde las rencillas eran la comidilla diaria. 

Las visitas de los clérigos Pablo de Gabaldón y Juan de Almao al domicilio de las mujeres no pasaron inadvertidas a Pedro López, cuya enemistad era manifiesta con los religiosos y que pronto comenzó a difundir rumores de que los clérigos abandonaban la casa de la viuda a alta hora de la noche y de un más que probable amancebamiento. Pablo López era alcalde de Vara de Rey y aprovechará su posición política para usar a las mujeres con fines espurios para acabar con sus enemigos. Un veintitrés de febrero de 1624 las Guijarras dicen ser objeto de una encerrona. Volviendo para casa, se meten en un cercado del clérigo Pablo Gabaldón, pero sin saberlo son observadas y seguidas en su camino por varios hombres: el mencionado alcalde Pedro López y Rodrigo López, Juan López, Martín Madrigal y el alguacil Julián de Gabaldón. Una vez en el cercado, los hombres acceden a él, saltando las paredes, desnudando las espadas, cometiendo violencias y llevándose a la menor Isabel hasta el cirujano del pueblo para que diera fe de la pérdida del virginidad de la joven. Los altercados del cercado acaban en tragedia, pues Ana, de doce años, sufriendo las violencias, morirá a los ocho días "víctima del asombro y alboroto". La muerte de la niña causo estupor en el pueblo, pero el debate no término. Ana que era niña para sus familiares ya era mujer para sus enemigos, participando de los contactos sexuales con los clérigos. 

La muerte de Ana no acabó con el conflicto, pues Pedro López siguieron su cruzada en defensa de las virtudes públicas; denunciando a los clérigos ante el provisor de Cuenca y acusando a dos mujeres de sesenta años, María y su hermana Ana López, de actuar como alcahuetas, disponiendo de su casa para seguir facilitando los encuentros sexuales entre Ines y su hija Isabel y los clérigos Pablo Gabaldón y Juan Almao. En las disputas acabaría entrando la mujer del alcalde Pedro López, llamada Quiteria Collado y que aseveraba que tanto Inés Guijarra como su hija Isabel "tenían putería asentada en su casa". A las aseveraciones de Quiteria seguían otras de familiares y próximos al alcalde, Así, su suegra Catalina Ramona y su cuñado el regidor Bartolomé López afirmaban que las Guijarra "tenían una cama  muy aderezada para dormir juntos", refiriéndose ese "juntos" al clérigo Pablo de Gabaldón. Pero en la conciencia de los vararreyenses podía más el infortunio de la pequeña Ana, fallecida a pesar de que se llamó al licenciado Llorente López, médico de San Clemente para salvarle la vida. Su muerte vino tras unas calenturas y pasar varios días en la cama, pero la causa de la muerte se veía en los altercados y alborotos del cercado del clérigo Pablo de Gabaldón.

La muerte de la joven Ana impresionó al pueblo, pero el debate sobre la carencia de virtud y recato de las mujeres conmocionó la población de Vara de Rey. Y es que la moral lo era todo en unas sociedades que habían hecho de la vigilancia de las costumbres y conductas honestas la vara de medir de sus miembros. De hecho, las averiguaciones del alcalde mayor sobre el crimen cometido pronto derivaron en una reacción de la sociedad vararreyense, defendiendo a las hermanas López, acusadas de alcahuetas, como mujeres doncellas a sus sesenta años (y además hidalgas), y a las "guijarras" con una Inés recogida en su viudez, junto a sus hijas. Y es que vivir recogida era la mejor forma de evitar murmuraciones. Pero abandonar los espacios públicos tenía sus inconvenientes, pues otros los tomaban; las malas lenguas podían más. Quiteria, la mujer del alcalde, aprovechaba la concurrencia de otras mujeres en el horno de pan para llamar en voz alta putas a Inés e Isabel Guijarra. Mientras Quiteria infamaba, su marido buscaba apoyos en la Iglesia, yendo hasta Cuenca en busca del provisor del obispado para que acusara de amancebamiento a los dos clérigos. Lo cierto es que el provisor se inhibió y no quiso entrar a enjuiciar el caso. Fracasado en su intento de reprobar a los clérigos, el alcalde Pedro López lanzó sus acusaciones contra Ana, la difunta niña de doce años, poniendo en duda que la niña fuera tal niña. Le tuvo que parar en público los pies el escribano Lorenzo de Perona: "pues qué es sino niña y más que niña". Pero los críticos se cebaban con Ana, pues se decía que tras estar enferma en la cama se había levantado para pasear por las calles de Vara de Rey y muerto repentinamente de un golpe de espanto por ver a su madre presa, si bien el que acabaría preso por infamias contra las "guijarras" sería el alcalde, que sería llevado a la cárcel de San Clemente. La realidad era que Pedro López estaba solo en el pueblo; en las probanzas de testigos solo contó con el apoyo de Fernando Díaz Meneses.

Detrás de la infamia contra las mujeres estaba el hecho incomodo de la muerte de la pequeña Ana, de doce años, que, causando tremenda repulsa en el pueblo, ponían en duda el monopolio del poder de los López de Garcilópez, que ahora dominaban la vida municipal y los oficios concejiles. Y es que detrás del apellido común de los López se encontraba el compuesto de López de Garcilópez. ¿Quiénes eran los López de Garcilópez? El apellido lo conocemos ya desde comienzos de siglo en El Provencio y luego en San Clemente, en las décadas de 1550 y 1560 monopolizando gran parte de las tiendas de la villa. Pero, la instalación de los Garcilópez en Vara de Rey viene del apoyo de las familias Huete y Meneses, dos apellidos que corresponden a un mismo linaje. El pleito sobre la hidalguía de los López de Garcilópez se había iniciado en agosto de 1597, cuando el concejo de Vara de Rey, empadronó a Juan López de Garcilópez y a su sobrino Pedro con los pecheros. El abuelo Pedro López de Garcilópez procedía de El Provencio, donde sus vecinos no sabían o no querían saber de la familia. A decir de un testigo, el regidor Francisco de la Plaza, era de procedencia pechera. Había llegado siendo un niño a Vara de Rey y entrado al servicio como criado de un hidalgo poderoso de Vara de Rey, Miguel López de Huete. Tal cariño le cogió Miguel López de Huete a su pupilo, que entre uno y otro se llamaban tío y sobrino y que, en el pueblo, le llamaban al joven Pedro con el apodo del hidalguillo. El favor de este hidalgo y del regidor Garci Hernández a Pedro y su mujer María López hizo que pasaran como hidalgos en Vara de Rey. Ese mismo favor de no ser empadronado con los pecheros parece que gozó el padre Pedro, que contaba en Vara de Rey con el favor del escribano Antón López, una figura muy influyente en el pueblo en la segunda mitad del siglo XVI. La razón del favor del escribano era el matrimonio de Pedro con Catalina Jiménez, conocida como la Jimena, y familia del citado escribano. El caso es que si en 1597 los oficios concejiles son dominados por las familias tradicionales de los Jávega, Buedo o Ruiz de Alarcón, veinticinco años después el ayuntamiento de Vara de Rey está en manos de los López de Garcilópez, los Meneses y los Huete. Será un intermedio hasta la llegada dos años después al gobierno de la villa de quien determinará el futuro de la villa, don Rodrigo de Ortega, señor de Villar de Cantos desde 1626.

Claro que si insistimos con Inés Guijarro y sus hijas Isabel y Ana es porque estamos ante las parientes directas de los primeros pobladores de Casas de Guijarro. Al menos nosotros es la primera vez que encontramos el nombre de Casas Guijarro referido a esta familia. Es el año 1624 y, por entonces, Casas de Guijarro se nos presenta como aldea de Vara de Rey, dependencia que no se mantendrá en el siglo XVII, para pasar a San Clemente. Es más, creemos que detrás de este enrevesado asunto de mujeres y acusaciones de amancebamiento y prostitución está la oposición de la oligarquía vararreyense al nacimiento de una nueva aldea muy poco controlada, si es que este pleito no provocó que la incipiente aldea de Casas de Guijarro cayera en manos unos años después de San Clemente.
Reproducimos lo que creemos que son las primeras palabras de Casas de Guijarro para la Historia. Un pueblo que tomaría su nombre de la familia que construyó sus primeras casas.
"dixeron a este testigo que le buscase una carga de trigo y fuese a buscalle a por sus dineros a las Casas de Guijarro aldea de la dicha villa entre sus parientes y se la hiciese harina"


ACHGR, PLEITOS CIVILES, c10107-1

Testigos presentados en las probanzas de 1624 (testigos de Vara de Rey)

Diego el Rubio, cirujano, 60 años

Ana López, mujer de Esteban de Aranda, labrador

Isabel López, hija de Vicente de Arribas, pastor de Rodrigo de Ángulo

Diego Gómez, procurador de la villa

Lorenzo de Perona, escribano del ayuntamiento de Vara de Rey

Alonso Ruiz de Alarcón, vive de su hacienda

Simón López de Ortega, labrador

Fernando Díaz Meneses, regidor

Juan Collado, trabajador y labrador

Juan López de Huete, labrador e hijodalgo

Sebastián de Moya, labrador

Francisco de Gabaldón, labrador y tejedor

Pedro Díaz de Alarcón, hijodalgo y regidor perpetuo de San Clemente

María Grande, mujer de Ginés García, regidor perpetuo 

Simón López, hijo de Simón López, labrador

Miguel López de Perona, labrador

sábado, 16 de septiembre de 2023

Pedro Segura, hidalgo de Valera de Yuso

 Pedro Segura se movía en la tradición de los canteros vascos, aunque por la declaración de los testigos, que eran algunos de ellos carpinteros, creemos que Pedro participaba del oficio. El apellido Segura le venía por la ubicación de las casas familiares de Echazarra y Otazabal en el lugar de Idiazabal, pertenecientes a la jurisdicción de la villa de Segura, en Guipúzcoa. Las tan traídas casas solares vascas, como era el caso de esta familia daban para muy poco, pues la hacienda familiar se reducía a la propia casa, un huerto y unos manzanales. Lo cual no quitaba para que estos hidalgos de definieran como gentiles hombres ricos. Pedro había llegado a Valera de Yuso, para casarse, a comienzos de la década de 1530; aunque las afirmaciones de los testigos, en la década de 1540 dejaban entrever que Pedro de Segura ya estaba en la villa de antes. Valera de Yuso era una villa de señorío; sus vecinos estaban obligados a pagar en concepto de servicio y reconocimiento a su señor 13500 maravedíes y una gallina. Por entonces, el señorío de Valera de Yuso era preso de unas alianzas familiares entre los linajes de los Inestrosa, Castillo, Carrillo y Melgarejo que determinaría los conflictos futuros por la posesión de la villa. 

Pedro de Segura venía de una familia cuyos hombres se habían destacado en el oficio militar y en las guerras. Los viejos recordaban al abuelo Pedro de Echazarra como un hombre alto y de prestancia y al padre, Martín de Otazabal, aun siendo bajo, como un hombre fornido. Su participación en las guerra al servicio del rey de Castilla en los innumerables conflictos con el rey de Francia en la defensa de la plaza de Fuenterrabía o el Reino de Navarra. Así, se nombraban las guerras contra Francia en torno al cerco de Fuenterrabía; el propio Pedro de Segura siendo joven había participado en una aventura militar en San Juan Pie de Puerto, cercada por los franceses. El abuelo había participado en aventuras militares, durante el conflicto por el ducado de Viana, especialmente en la defensa de la ciudad de Bayona. El padre Martín se había hallado en la defensa de Fuenterrabía, cercada por los franceses en 1512, en tiempo de Juan Lezcano.

La pequeña aventura militar de Pedro de Segura en San Juan Pie de Puerto, datada el 15 de mayo de 1521 con motivo de la invasión francesa de Navarra, inmediatamente posterior a la guerra de las Comunidades, precedería en poco tiempo a la marcha de Pedro de Segura hacia Castilla, abandonando el hogar familiar. Pedro Segura había nacido con el siglo, hacia 1500. Llegado al obispado de Cuenca hacia 1521-1522, se había casado doce o trece años después en Valera de Yuso


El abuelo con Gracia de Echaray y el padre Martín de Otazabal con Gracia de Otazabal


ACHGR, HIDALGUÍAS, sign. ant. 30-20-7

BNE, Mss. 11651




Ejecutoria de 20 de febrero de 1549

martes, 5 de septiembre de 2023

LA DEHESA DE PERONA

 Alonso Pacheco Guzmán, alférez mayor de la villa, intentaba hace valer los pretendidos derechos de su mujer Elvira Cimbrón del Castillo sobre la dehesa de Perona, que para el concejo sanclementino era la dehesa boyal de Perona y Villar de Cantos. Para los sanclementinos esta dehesa era para uso de las bestias de labor de la villa de San Clemente y sus aldeas de Perona y Villar de Cantos y otros pueblos pertenecientes al suelo de Alarcón. Se decía que los vecinos de El Cañavate o Vara de Rey, cuando eran  fiestas o días festivos dejaban sus mulas en la dehesa. Un bien propio de la villa, que si se había rompido para labranza o arrendado para pasto había sido con ocasión de las licencias concedidas por la Corona como arbitrios por necesidades fiscales en los últimos años, aunque esa no era la norma de los tiempos pasados. Martín de Buedo Alarcón recordaba que dicha dehesa había sido concedida como arbitrio a la villa en 1592 para pago del servicio de millones y que esta la había arrendado a Gonzalo Martínez Ángel, Martín de Buedo Alarcón, Diego de Heredia el indiano, Alonso de Rojas y Diego de Agüero por tiempo de diez años. El dinero obtenido por la villa se ingresaba íntegramente en la tesorería de millones de Cuenca.

La zona era lugar de intereses encontrados, Juan Pacheco poseía heredades en Perona, llevadas al matrimonio por su mujer Elvira Cimbrón, y en Villar de Cantos tenían heredades Diego López de Haro y don Miguel Ortega, que era el principal hacendado y explotaba sus tierras con renteros. Miguel de Ortega reconocía que el pasto de la dehesa daba de comer a las bestias de labor de otros pueblos y, en la medida que se ahorraba la cebada para mulas, dejaba otras tierras libres para el cultivo de trigo. 

La dehesa de Villar de Cantos y Perona, o vega de Perona, era descrita como un conjunto de tierras de quinientos almudes, de bondad y fertilidad, en veinte o cincuenta leguas a la redonda, según testigos. Separaba ambos pueblos, Villar de Cantos y Perona y lindaba con el río Rus, el carril de los Pastores, con antiguas tierras de los Castillo en Perona y, en la parte baja, con el camino murciano, que llaman "puente blanco" nos dirá un testigo. 

"Las tierras sobre que se litiga que son las que llaman dehesa de Perona, linde por una parte con el río Rus y por otra con el carril de los pastores y con tierras de doña Elvira Cimbrón y por la parte de abajo con el camino que llaman murciano, que por otro nombre le llaman romano que va a Villar de Cantos, Vara de Rey derecho a Murcia y Alicante, esto responde"

Esta vega, el tiempo que fue arrendada por la villa de San Clemente, dio buenos frutos, tal que se decía que: "tuvo fertilísimas cosechas de trigos tan grandes que fue cosa de gran temeridad, salvo algunos pedazos que el agua los pudría y echaba a perder por estar los ríos mal hechos"

Alrededor de quinientos almudes, de las más fértiles de la zona, que, cuando se había arrendado por 650 ducados ("es tierra tan buena y fértil que se puede sembrar muchos años a reo sin que se le eche de ver el trabajo porque es de las mejores"). Unas tierras que se podían cultivar de continuo cuatro o cinco años sin barbechar. El matrimonio formado por Juan Pacheco de Guzmán y Elvira Cimbrón, propietario del heredamiento de los Villares en Perona, consideraban estas tierras de su propiedad y se arrogaban también la mitad de los diezmos tanto del lugar de Perona como de la mencionada dehesa. Para el matrimonio la dehesa cultivada producía hasta diez mil fanegas de trigo, que hubieran de ir a la familia como las quinientas fanegas una vez descontado el diezmo. Don Juan Pacheco Guzmán ya había intervenido en la zona, canalizando el río Rus, cuyo desbordamiento era causa de la inundación de las tierras anejas ("y si los ríos se abrieran y estuvieran hechos en la forma que estaban y puso el dicho don Juan Pacheco"). Por entonces, don Juan Pacheco Guzmán es un hombre enfermo a punto de morir, cuyos negocios llevan su mujer deña Elvira Cimbrón y su hijo Rodrigo Pacheco; el otro hijo Juan Pacheco y Alarcón llevará en nombre de su padre la presentación de los testigos para la probanza en apoyo de los intereses familiares.

Curiosamente, en las probanzas de 1625 los hombres ya no se definen por su condición de hombres llanos pecheros, por un lado, y hombres hidalgos, por otro, sino por tres condiciones diferenciadas: los que viven de su hacienda, los que son labradores y los que ejercen algún oficio bien de forma autónoma o bien a jornal. Destaca que el llamarse "don" ya no va asociado a la hidalguía sino a la riqueza. Así, se llamará don Miguel Ortega, que ufanamente se presentará como "hombre de plaza y república". Ese año, los hombres de San Clemente tampoco se definen, en primer lugar, como vecino de la villa sino por la parroquia a la que pertenecen, bien a la de Santiago o bien a las dos nuevas de San Sebastián y Santa Quiteria. Los hay, como Andrés López Gallego Tribaldos, que se definen como herederos de viñas, recordando la herencia recibida y que les permite vivir; claro que este nombre nos interesa más por el último apellido, el de Tribaldos, que hemos de suponer que llega a la villa de San Clemente por casamiento del padre Andrés López Gallego, letrado del concejo, con una mujer de ese apellido, mediada la década de 1540. Tras el apellido se esconde quizás la llegada de otros miembros del clan familiar de los Tribaldos a San Clemente que serán el origen de algún cronista famoso de Indias o algún fundador del Colegio de Manchegos en Alcalá de Henares

Don Juan Pacheco de Guzmán también hizo unas probanzas propias para rebatir a sus enemigos. Para marzo de 1625 recibe a su favor receptoría a su favor para realizar tales probanzas; por entonces, don Juan Pacheco Guzmán ha conseguido un poder inmenso y se auto intitula como señor de las villas de Valera y de la Losa, del heredamiento de Perona y de Sotuélamos.

Las probanzas hechas por el concejo de San Clemente, fueron encargadas a su procurador Francisco Gómez Campos, en abril de 1625, y se hicieron en la parroquia de Santiago. Los testigos presentados fueron

  • Martín de Buedo Alarcón, vecino de San Clemente, vive de su hacienda, 60 años, casado en San Clemente hacia 1590 y natural de Vara de Rey
  • Francisco López de Garcilópez, labrador, vecino de San Clemente. 70 años
  • Diego López de Haro, vecino de San Clemente, vive de su hacienda de labranza y ganados. 44 años. Tiene heredad en Villar de Cantos
  • Don Miguel de Ortega, vecino de San Clemente, 64 años, después de la reformación quedó consumido su oficio de regidor. Tiene heredad y renteros en Villar de Cantos
  • Andrés López Gallego Tribaldos, heredero de viñas, vecino de San Clemente, 79 años. Es hijo del licenciado Andrés López Gallego, letrado del concejo de San Clemente
  • Cristóbal Angel de Olivares, labrador de viñas y heredades, vecino de San Clemente, 50 años, hijo de Gonzalo Martínez Ángel (nacido en 1525)
  • Melchor Rodríguez de Frutuoso el viejo, trata de labor de viñas, vecino de San Clemente. 79 años
  • Ignacio López de Alarcón, labrador y ganadero, vecino de Santa María del Campo, 70 años
  • Alonso de Sacedo, trabajador del campo, de Santa María del Campo. 73 años
  • Pedro García Delgado, labrador de Santa María del Campo y pastor. 48 años
  • Alonso de Domiguel, labrador de Santa María del Campo,  50 años
  • Juan Fernández de Dios, oficio palero, de Santa María del Campo, antiguo pastor de Miguel Martínez Cañamares, 70 años
  • Miguel Galindo, labrador y ganadero de Santa María del Campo, 50 años. Tenía un hato de ganado que pastaba en Casablanca
  • Francisco García Gómez, trabajador y pastor de Santa María del Campo, 70 años
  • Francisco de Bascuñana, labrador de Santa María del Campo. 60 años
  • Martín López de Caballón, alférez mayor de la villa de El Cañavate, 75 años
  • Domingo Jareño, labrador de El Cañavate, 52 años
  • Juan López Arnedo, labrador de El Cañavate, 70 años
  • Pedro Flomesta, labrador de El Cañavate. 50 años
  • Miguel de Osma, regidor perpetuo de El Cañavate, 60 años
  • Juan González, pastor de El Cañavate. 60 años
  • Miguel Martínez, labrador de El Cañavate. 48 años
  • Agustín Muñoz Piqueras, labrador de El Cañavate. 36 años
  • Francisco de Zaldívar, carpintero y albañil de Vara de Rey, 54 años
  • Fabián López, vecino de Vara de Rey, ciego (privado de la vista corporal), 80 años
  • Juan Collado Zamora, pastor de Vara de Rey. 60 años
  • García de Montoya, alcalde de la hermandad por los hijosdalgo. 52 años, fue regidor de San Clemente y es hijo de Diego de Montoya y Abengoza. Las propiedades se reparten entre Vara de Rey y Villar de Cantos. 60 años
  • Julián Martínez el mayor, labrador de Vara de Rey, 60 años
  • Juan Collado Cabañero el mayor, labrador de Vara de Rey, 60 años
  • Fernando de Sevilla, labrador de Vara de Rey. 67 años
Testigos presentados por Juan Pacheco de Guzmán
  • Sebastián López, labrador, vecino de San Clemente, 60 años
  • Pedro García Zamora, labrador, vecino de San Clemente, 62 años
  • Cebrián Carrasco Zaragoza, vive de su hacienda, vecino de San Clemente. 70 años
  • Martín de Corbera, labrador no tiene casa ni hacienda y asiste de presente en Villar de Cantos. 50 años
  • Pablo de Carboneras, no tiene casa ni hacienda, labra en tierras de don Juan Pacheco en Perona. 50 años
  • Francisco López Girón, vecino de Vara de Rey, reside en Perona y es labrador. 51 años
  • Pedro Díaz de Segovia, vive en San Clemente y es labrador en tierras de don Juan Pacheco en Perona. 44 años
  • Miguel de Ortega, vecino de Minaya, hortelano y labrador asiste en la casa de Ávila, que es en término de Alarcón. Labra una tierra de labor en la Losa, propiedad de Juan Pacheco. 60 años.
  • Diego de Alarcón, vecino de El Cañavate, labrador.  50 años
  • Pedro de Piqueras, labrador, vecino de El Cañavate, 48 años
  • Pedro Saiz Valero, labrador, vecino de El Cañavate, 44 o 45 años
  • Alonso Valero, labrador, vecino de El Cañavate, 60 años
  • Cristóbal Carretero, morador en la Atalaya, lugar de El Cañavate; labrador y apeador de tierras, 62 años.
  • Julián de la Membrilla, vecino de Santa María del Campo, de oficio aperador de hacer carros. 38 años
  • Martín de Honrubia, vecino de Santa María del Campo, trabajador. 66 años
  • Juan de Toro Ramírez, clérigo de Santa María del Campo. 52 años
  • Juan García de Vico, labrador, vecino de Santa María del Campo, 63 años
  • Juan de Alarcón, labrador, vecino de Santa María del Campo, 66 años
  • Juan Ruiz de Linares, trabajador del campo, vecino de El Cañavate, 60 años
  • Pedro Montesino, vecino de la villa de El Cañavate. 60 años
  • Martín de Castro, vecino de la villa de El Cañavate, mesonero, 65 años
  • Pedro López Izquierdo, vecino de la villa de El Cañavate, trabajador, ahora viejo impedido. 80 años
  • Francisco de Araque, hijodalgo, vecino de El Cañavate y labrador al servicio de Juan Pacheco y su hijo. 60 años
  • Julián García, labrador de El Cañavate, 62 años
  • Alonso de Soria, vecino de El Cañavate, labrador. 60 años
  • Francisco de Alarcón, vecino de El Cañavate, labrador, 48 años
  • Francisco Redondo, morador de La Atalaya, labrador, 52 años
  • Miguel Saiz de León, labrador, vecino de San Clemente, vive en Perona, 46 años
  • Miguel Martínez Montalbo, vecino de San Clemente, trabajador. 60 años
  • Blas Martín, vecino de San Clemente, labrador, 50 años
ACHGR, C-9658-22