Quedarse viuda y con hijas a cargo en el pasado era hecho desgraciado, pues condenaba a la necesidad a las mujeres y era motivo de mil habladurías. Si los que visitaban el domicilio familiar eran clérigos los rumores y malicia de la vecindad era la regla común. Tal fue el caso de Inés Guijarra, viuda del escribano Francisco Mejía, y de sus dos hijas Isabel y Ana. Presentar su vida como ejemplo de honestidad, recogimiento y virtud valía muy poco en su pueblo, Vara de Rey, donde las rencillas eran la comidilla diaria.
Las visitas de los clérigos Pablo de Gabaldón y Juan de Almao al domicilio de las mujeres no pasaron inadvertidas a Pedro López, cuya enemistad era manifiesta con los religiosos y que pronto comenzó a difundir rumores de que los clérigos abandonaban la casa de la viuda a alta hora de la noche y de un más que probable amancebamiento. Pablo López era alcalde de Vara de Rey y aprovechará su posición política para usar a las mujeres con fines espurios para acabar con sus enemigos. Un veintitrés de febrero de 1624 las Guijarras dicen ser objeto de una encerrona. Volviendo para casa, se meten en un cercado del clérigo Pablo Gabaldón, pero sin saberlo son observadas y seguidas en su camino por varios hombres: el mencionado alcalde Pedro López y Rodrigo López, Juan López, Martín Madrigal y el alguacil Julián de Gabaldón. Una vez en el cercado, los hombres acceden a él, saltando las paredes, desnudando las espadas, cometiendo violencias y llevándose a la menor Isabel hasta el cirujano del pueblo para que diera fe de la pérdida del virginidad de la joven. Los altercados del cercado acaban en tragedia, pues Ana, de doce años, sufriendo las violencias, morirá a los ocho días "víctima del asombro y alboroto". La muerte de la niña causo estupor en el pueblo, pero el debate no término. Ana que era niña para sus familiares ya era mujer para sus enemigos, participando de los contactos sexuales con los clérigos.
La muerte de Ana no acabó con el conflicto, pues Pedro López siguieron su cruzada en defensa de las virtudes públicas; denunciando a los clérigos ante el provisor de Cuenca y acusando a dos mujeres de sesenta años, María y su hermana Ana López, de actuar como alcahuetas, disponiendo de su casa para seguir facilitando los encuentros sexuales entre Ines y su hija Isabel y los clérigos Pablo Gabaldón y Juan Almao. En las disputas acabaría entrando la mujer del alcalde Pedro López, llamada Quiteria Collado y que aseveraba que tanto Inés Guijarra como su hija Isabel "tenían putería asentada en su casa". A las aseveraciones de Quiteria seguían otras de familiares y próximos al alcalde, Así, su suegra Catalina Ramona y su cuñado el regidor Bartolomé López afirmaban que las Guijarra "tenían una cama muy aderezada para dormir juntos", refiriéndose ese "juntos" al clérigo Pablo de Gabaldón. Pero en la conciencia de los vararreyenses podía más el infortunio de la pequeña Ana, fallecida a pesar de que se llamó al licenciado Llorente López, médico de San Clemente para salvarle la vida. Su muerte vino tras unas calenturas y pasar varios días en la cama, pero la causa de la muerte se veía en los altercados y alborotos del cercado del clérigo Pablo de Gabaldón.
La muerte de la joven Ana impresionó al pueblo, pero el debate sobre la carencia de virtud y recato de las mujeres conmocionó la población de Vara de Rey. Y es que la moral lo era todo en unas sociedades que habían hecho de la vigilancia de las costumbres y conductas honestas la vara de medir de sus miembros. De hecho, las averiguaciones del alcalde mayor sobre el crimen cometido pronto derivaron en una reacción de la sociedad vararreyense, defendiendo a las hermanas López, acusadas de alcahuetas, como mujeres doncellas a sus sesenta años (y además hidalgas), y a las "guijarras" con una Inés recogida en su viudez, junto a sus hijas. Y es que vivir recogida era la mejor forma de evitar murmuraciones. Pero abandonar los espacios públicos tenía sus inconvenientes, pues otros los tomaban; las malas lenguas podían más. Quiteria, la mujer del alcalde, aprovechaba la concurrencia de otras mujeres en el horno de pan para llamar en voz alta putas a Inés e Isabel Guijarra. Mientras Quiteria infamaba, su marido buscaba apoyos en la Iglesia, yendo hasta Cuenca en busca del provisor del obispado para que acusara de amancebamiento a los dos clérigos. Lo cierto es que el provisor se inhibió y no quiso entrar a enjuiciar el caso. Fracasado en su intento de reprobar a los clérigos, el alcalde Pedro López lanzó sus acusaciones contra Ana, la difunta niña de doce años, poniendo en duda que la niña fuera tal niña. Le tuvo que parar en público los pies el escribano Lorenzo de Perona: "pues qué es sino niña y más que niña". Pero los críticos se cebaban con Ana, pues se decía que tras estar enferma en la cama se había levantado para pasear por las calles de Vara de Rey y muerto repentinamente de un golpe de espanto por ver a su madre presa, si bien el que acabaría preso por infamias contra las "guijarras" sería el alcalde, que sería llevado a la cárcel de San Clemente. La realidad era que Pedro López estaba solo en el pueblo; en las probanzas de testigos solo contó con el apoyo de Fernando Díaz Meneses.
Detrás de la infamia contra las mujeres estaba el hecho incomodo de la muerte de la pequeña Ana, de doce años, que, causando tremenda repulsa en el pueblo, ponían en duda el monopolio del poder de los López de Garcilópez, que ahora dominaban la vida municipal y los oficios concejiles. Y es que detrás del apellido común de los López se encontraba el compuesto de López de Garcilópez. ¿Quiénes eran los López de Garcilópez? El apellido lo conocemos ya desde comienzos de siglo en El Provencio y luego en San Clemente, en las décadas de 1550 y 1560 monopolizando gran parte de las tiendas de la villa. Pero, la instalación de los Garcilópez en Vara de Rey viene del apoyo de las familias Huete y Meneses, dos apellidos que corresponden a un mismo linaje. El pleito sobre la hidalguía de los López de Garcilópez se había iniciado en agosto de 1597, cuando el concejo de Vara de Rey, empadronó a Juan López de Garcilópez y a su sobrino Pedro con los pecheros. El abuelo Pedro López de Garcilópez procedía de El Provencio, donde sus vecinos no sabían o no querían saber de la familia. A decir de un testigo, el regidor Francisco de la Plaza, era de procedencia pechera. Había llegado siendo un niño a Vara de Rey y entrado al servicio como criado de un hidalgo poderoso de Vara de Rey, Miguel López de Huete. Tal cariño le cogió Miguel López de Huete a su pupilo, que entre uno y otro se llamaban tío y sobrino y que, en el pueblo, le llamaban al joven Pedro con el apodo del hidalguillo. El favor de este hidalgo y del regidor Garci Hernández a Pedro y su mujer María López hizo que pasaran como hidalgos en Vara de Rey. Ese mismo favor de no ser empadronado con los pecheros parece que gozó el padre Pedro, que contaba en Vara de Rey con el favor del escribano Antón López, una figura muy influyente en el pueblo en la segunda mitad del siglo XVI. La razón del favor del escribano era el matrimonio de Pedro con Catalina Jiménez, conocida como la Jimena, y familia del citado escribano. El caso es que si en 1597 los oficios concejiles son dominados por las familias tradicionales de los Jávega, Buedo o Ruiz de Alarcón, veinticinco años después el ayuntamiento de Vara de Rey está en manos de los López de Garcilópez, los Meneses y los Huete. Será un intermedio hasta la llegada dos años después al gobierno de la villa de quien determinará el futuro de la villa, don Rodrigo de Ortega, señor de Villar de Cantos desde 1626.
ACHGR, PLEITOS CIVILES, c10107-1
Testigos presentados en las probanzas de 1624 (testigos de Vara de Rey)
Diego el Rubio, cirujano, 60 años
Ana López, mujer de Esteban de Aranda, labrador
Isabel López, hija de Vicente de Arribas, pastor de Rodrigo de Ángulo
Diego Gómez, procurador de la villa
Lorenzo de Perona, escribano del ayuntamiento de Vara de Rey
Alonso Ruiz de Alarcón, vive de su hacienda
Simón López de Ortega, labrador
Fernando Díaz Meneses, regidor
Juan Collado, trabajador y labrador
Juan López de Huete, labrador e hijodalgo
Sebastián de Moya, labrador
Francisco de Gabaldón, labrador y tejedor
Pedro Díaz de Alarcón, hijodalgo y regidor perpetuo de San Clemente
María Grande, mujer de Ginés García, regidor perpetuo
Simón López, hijo de Simón López, labrador
Miguel López de Perona, labrador
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