El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

sábado, 3 de junio de 2017

La peste de San Clemente de 1600, vista desde Villarrobledo

Ilustración de la Biblia de Toggenburg
La peste hizo su aparición en la villa de San Clemente en junio de 1600, aunque en la villa ya se conocía de su propagación por Castilla de mucho antes y desde el 26 de mayo de su proximidad a la villa. Desde el primer momento el pueblo fue consciente del mal contagioso que padecía. Se esperaba a la peste desde hacía dos años. El cabildo de Villarrobledo de 20 de junio de 1598 anunciaba ya de la extensión del mal por el Reino y tomaba las primeras medidas de vigilancia de los ocho caminos de acceso a la villa y el control de forasteros en los mesones.  Hacia el 25 de julio de 1598 se denunciaba la presencia de la peste en la comarca. La reacción de la villa de San Clemente fue ambigua. Por un lado, el 20 de junio de 1600, el ayuntamiento reconocía que la peste había alcanzado una calle próxima a la Cruz Cerrada, pero, por otro, de cara al exterior, se intentaba negar la existencia del mal. El interés por ocultar la enfermedad fue inútil, pues el mal se extendía y los apestados eran hacinados en las ermitas del pueblo.

Una de las primeras poblaciones donde las alarmas saltan es la vecina Villarrobledo. Su ayuntamiento se reúne el 17 de julio. Preocupación, recelo y miedo van juntos en la declaración de los ediles villarrobletanos. Pero las noticias que llegan a Villarrobledo todavía son confusas, motivadas sin duda por el interés de los sanclementinos en ocultar el mal y quizás todavía convencidos de que pueden limitar la peste a una parte del vecindario. Algunas personas an muerto en zierta parte de la dicha villa (de San Clemente) y se dize que es de mal contagioso y que se pega, se dice en el cabido villarrobletano, añadiendo que los enfermos los sacan en una hermita fuera de la dicha villa a los curar; la de Santa Ana, como veremos, aunque el primer foco de pestilencia se sitúa en torno a la Cruz Cerrada. Es de pensar que la peste llegó por el camino de Belmonte. La preocupación se convierte en miedo y se apela al alcalde mayor del corregimiento Aguiar para que dé licencia para que Villarrobledo se guarde de la peste, cerrando sus entradas al pueblo y limitando el acceso a los foráneos. El recelo y desconfianza a la vecina San Clemente, distante tan solo poco más de tres leguas, aumenta. Se decide mandar al médico y al cirujano del Villarrobledo a indagar sobre el mal que padecen los vecinos. El médico licenciado Valero y el cirujano Tomás de la Serna acudirán a la villa de San Clemente el diecinueve de julio; un día después nos dejarán testimonio de lo que han visto en la villa vecina. Primeros síntomas de una peste que parecía controlada (u ocultada) y que para nada anunciaba la tragedia posterior
Ermita de Santa Ana (http://cofrades.sevilla.abc.es) 
fueron a hacer la diligencia a la dicha villa de San Clemente ayer diez y nueve del presente mes de jullio y que lo que pasa es que los enfermos que estavan del contagio los sacavan a una hermita de Santa Ana orilla de la dicha villa... preguntaron qué enfermos avía y dixeron que siete u ocho enfermos avía de los quales eran algunos ya convalecientes de las dichas enfermedades contagiosas e preguntados que qué gente estavan quexicosas dixeron que era un viejo de setenta años y otro de quarenta y después ... preguntando a dos forasteros que sy morían algunos enfermos o avía escándalo del morir mucha gente y rrespondieron que ninguna cosa avían hallado de consyderación y ansymismo los médicos dixeron que no avía negocio de escándalo ni peste ni otros enfermos que aquellos que estavan apartados de contagio y aquellos enfermos se curavan con las condiciones con que se suele curar la peste
A pesar de las palabras de médico y cirujano, los regidores de Villarrobledo no se dejaron calmar por la moderación de su testimonio, concluyendo que el hecho incontestable era que había peste. Para constatarlo con un nuevo testimonio, enviaron cuatro días a San Clemente a un vecino llamado Yuste Martínez de Jávaga de profesión barbero. Su declaración de 24 de julio ante los oficiales villarrobletanos fue tajante: muchos se morían de unas secas en las ingles. Villarrobledo pedía al alcalde mayor de nuevo licencia para que sus vecinos se guardaran de las peste de los sanclementinos. Sin esperar respuesta, el veintiocho de julio se decide poner guardas en todas las entradas del pueblo para impedir el paso a los forasteros.

Ayuntamiento de Villarrobledo
El treinta de julio el que es invitado al ayuntamiento de Villarrobledo a declarar sobre la peste de San Clemente es un médico de la ciudad de Cuenca, el doctor Hernández. Testimonio tras testimonio los villarrobletanos seguían su cruzada particular para convencer a las autoridades del corregimiento de la conveniencia de aislar a la apestada San Clemente. La rivalidad no perdonaba las desgracias. Los testimonios y la propia realidad estaban del lado de Villarrobledo en sus acusaciones, que contaba con el ejemplo de la ciudad de Cuenca, que ya había cerrado sus puertas a los sanclementinos
lo que pasa es que abrá cosa de un mes que se empezó a sospechar en la dicha çibdad de Quenca que la dicha villa de San Clemente no estava sana ni segura de enfermedades de males contagiosos sospechosos de pestilencia de cuya causa la dicha çibdad pusso ympedimento e mando a los guardas no dexasen entrar libremente a los de San Clemente y de que la dicha villa de San Clemente oyendo el impedimento que se les hazía despacho un propio de parte de la villa de San Clemente a la cibdad de Quenca a tratar con la cibdad no fuesen servidos de hacerles el dicho ympedimento porque su villa estava buena y sana y que la villa de San Clemente fuesen servidos de por berificar enbiasen un médico
La muerte estrangulando a un apestado.
Ilustración bohemia s. XIV
San Clemente ofrecía dar de salario al médico así enviado la cantidad de cien reales diarios, que, para hacernos una idea, era cincuenta veces superior a la que podía recibir un jornalero del campo en la época. Al mismo tiempo el alcalde mayor del corregimiento de San Clemente mandaba a Cuenca una carta, con testimonio inserto de un regidor conquense, Hernando Porres, estante a la sazón en la villa, declarando que el pueblo estaba sano. Sin embargo, los informes oficiales contrastaban con los testimonios de primera mano. Un hombre, vuelto a Cuenca de su estancia en San Clemente, narraba cómo, tomando posada en una casa de esa villa, había visto morir  en la misma tres o cuatro personas y cómo se había habilitado una casa en las afueras del pueblo donde se dejaban a los enfermos a su buena suerte y que la propia fortuna, aliada a la fortaleza de cada uno de estos hombres, decidiera entre la vida y la muerte. Quizás la casa referida sea la que donó don Juan Pacheco Guzmán, alférez mayor de la villa, en la Celadilla, próxima a la ermita de Santa Ana, mientras él había huido a sus tierras de Perona. La ciudad de Cuenca, pues, decidió poner guardas y cerrar sus puertas a los vecinos de San Clemente, echando a los que estaban presentes en la ciudad. Medida que repitió Villarrobledo y debió ser común a otros lugares. De hecho, en el cabildo villarrobletano de treinta de julio se presentó una relación dada por la villa de Belmonte de los pueblos comarcanos que habían decidido cerrar sus puertas ante el temor al mal pestífero. En total, se reconocía de modo genérico que treinta pueblos ya impedían la entrada a los apestados. El memorial que llegaba desde Belmonte incluía, sin que tengamos noticias de ellas, salvo la propia San Clemente, las villas afectadas por la peste; pedía que dicho memorial se pregonara públicamente en toda las plazas de los pueblos comarcanos y que
que ningún mesonero ni otra persona particular pueda rrezevir ni rreziva por huesped a ningún vezino de las cibdades villas e lugares de las dichas cartas e certificaciones so pena de docientos açotes e de zinquenta mill mrs. para la cámara de su magestad
Mientras Villarrobledo cerraba con guardas su acceso por el camino de San Clemente y El Provencio, pero asimismo los caminos de las Mesas, Alcaraz, Minaya y de otras villas comarcanas. Además, suspendía las fiestas de toros previstas y ordenaba devolver las reses compradas en Villanueva de los Infantes. Era tal el temor al contagio que cualquier medida tomada era insuficiente. Entre las medidas de prevención que se tomaron estaba la obligatoriedad de asistir a los pobres enfermos en el hospital de la villa y garantizar su cura por los cuatro médicos existentes en la villa, subiéndoles el salario.

Villarrobledo, aislada y libre de la peste, se olvida de San Clemente, pero el día veintiuno de agosto llega a su ayuntamiento la petición desesperada de los sanclementinos pidiendo trigo para el abasto de sus vecinos. Previamente los sanclementinos son expulsados por los vecinos de Vara de Rey cuando van a moler a los molinos ribereños del Júcar en el término de Sisante. Villarrobledo responde con buenas palabras, nombrando comisarios, que con asistencia de médico, vean lo que es menester para el socorro de la enfermedad. La poca voluntad villarrobletana queda patente en los dos decretos concejiles que acompañan al primero: reparación de las cercas que se han levantado y renovación de los guardas puestos por la villa en sus cuatro puertas.

Para el cuatro de septiembre, se levanta una nueva tapia para proteger la pueblo de los apestados
yten mandaron que se eche en la zerca que se ha hecho en esta villa para la guarda de la peste una tapia más por ser nezesario para la dicha guarda y que las quatro puertas que se dexaron y ay abiertas en esta villa para el seruicio della se echen puertas para que quando convenga se zierren con llaves,
se prohibió a los vecinos de Villarrobledo acudir a las ermitas Fuensanta y Cañabate por ser lugares donde acudían por costumbre los sanclementinos, se eligieron hombres a caballo entre los principales de la villa, cuyo único cometido era echar de Villarrobledo a aquellos sanclementinos que se acercaran a sus muros. Más oprobiosas  para los sanclementinos fueron las condiciones que las villarrobletanos pusieron para ceder el trigo que los apestados necesitaban. El primer ofrecimiento de cuatro mil fanegas se quedó en mil a pagar en plata
se escriba al concejo de la dicha villa (de San Clemente) haciéndoles saber como esta villa tiene comprado de vecinos della mill fanegas de trigo los quales dan bozes por su dinero para que bengan con su dinero mañana por todo el día a la hermita de San Antonio de esta villa y sea en plata puesta y así ofrecido a las personas que dan el dicho trigo y no viniendo quando se dize se tengan por despedidos
Se comunicó al alcalde mayor del corregimiento que no era bienvenido a Villarrobledo y se mandó a Miguel Sánchez de Peralta que acudiese a las heredades fronterizas con la villa de San Clemente para dar razón si había sanclementinos  para echarlos de allí. Villarrobledo había utilizado la crisis pestífera en beneficio propio. Sin duda, tenía contenciosos planteados con el alcalde mayor Aguiar, pues un mes antes le recordó los privilegios que de primera instancia tenía la villa. Su petición de trigo para San Clemente a precio fijado por la tasa de granos era una intromisión en la libertad de precios que defendían los labradores villarrobletanos. Incluso ahora en época de necesidad.

El corregidor de las diecisiete villas, Antonio López de Calatayud, se decantó por una solución de compromiso, destituyendo al alcalde mayor y nombrando para el oficio a un vecino de Villarrobledo, el licenciado Perona. ¿Alturas de miras del corregidor? No, tal como recogen las actas municipales, un mendigante Antonio López de Calatayud pide a Villarrobledo que acoja a sus hijos que están fuera de San Clemente en una aldea de campo. Del trigo villarrobletano, tan necesario para San Clemente, nada. Es más, el concejo pide al Consejo Real que del trigo existente en los pósitos se reserve para la sementera de sus vecinos la cuarta parte, pues la mala cosecha del verano por la langosta que ha aovado en los campos lo hace necesario. Villarrobledo asume el papel de víctima. Pide que los pueblos comarcanos paguen el coste de la matanza de la langosta, cuyo dinero pretende utilizar para comprar trigo para sembrar ahora los campos en barbecho. Trigo que se comprará a la tasa del requisado de las tercias reales.

Las quejas de Villarrobledo, egoísmo aparte, tienen su razón: el granero villarrobletano está entrando en crisis y da muestras de agotamiento. Pero la crisis de la producción villarrobletana viene del acotamiento y roturación de tierras poco aptas para el cultivo por los labradores más acaudalados. De ahí, la existencia de tierras en barbecho que necesitan períodos más amplios de descanso. Su avaricia entra en colisión con la ricardiana ley de los rendimientos decrecientes. También entra en conflicto con los alcaldes entregadores de la Mesta. La consecuencia será que la economía economía regional diversificada, especializada e interdependiente entre las diferentes villas se rompe. San Clemente, especializada en una economía de servicios y con sus campos cultivados de viñas, ya no podrá confiar el abasto de trigo a villas como Villarrobledo, que lo necesitan para su consumo. La falta de este trigo y una población subalimentada ha sido la causa de la fácil propagación de la peste, especialmente en barrios pobres como el del Arrabal, cuya población morisca y enferma es hacinada en la ermita de los Remedios. De la gravedad del mal contagioso tenemos referencias indirectas en el siglo XIX de lo que decían los registros parroquiales.

Ermita de San Roque (http://cofrades.sevilla.abc.es)
Habiendo habido en la villa de San Clemente una peste en el año de 1600, fue tal el desmembramiento que causara en la población que murieron tres mil quinientas personas á pesar de las disposiciones que se tomaron para aminorar los efectos de aquel espantoso azote. Se habilitaron cuatro hospitales: uno exclusivamente para los moros en la ermitas del Remedio; otro en la de San Cristóbal; otro en la de San Roque y otro en la iglesia de los Evangelistas. Todas las personas que caían enfermas eran forzosa é inmediatamente conducidas al hospital á que correspondían sin consideración á clases ni jerarquías. Las que fallecían se sacaban del hospital para darles luego sepultura ,y las ropas que habían usado eran depositadas en las afueras de la ermita de Santa Ana, siendo tal el cúmulo de ropas que se amontonó que llegó a subir más alto que el tejado de la ermita, estas ropas fueron luego quemadas (1)

Ermita de los Remedios (http://cofrades.sevilla.abc.es)
Aunque el texto nos diga que no había consideración de clase o jerarquía en el tratamiento de la enfermedad, tal hecho se fundaba más en la realidad de una villa sobrepasada por la enfermedad que en los buenos gestos de sus vecinos principales, los cuales huyeron a sus casas de campo. Así el alférez mayor, Juan Pacheco, que huyó a sus propiedades de Perona, donde cerrado a cal y canto no dejó pasar a nadie. Los sanclementinos solo contaron con la solidaridad desprendida de villas como La Roda y de los hermanos del hospital madrileño de Antón Martín.

La población de San Clemente muere de peste, pero la enfermedad ataca cuerpos hambrientos. Villarrobledo lucha por disponer su trigo para sí. A las mil fanegas sacadas del pósito para sementera de los campos de sus labradores, se unen otras mil fanegas más el dos de noviembre.

El frío invierno en la transición de los años 1600 a 1601 contribuyó a acabar con la epidemia. Para el dos de enero los campos de Villarrobledo presentaban una espesa capa de nieve que se extendería sin duda por los campos sanclementinos
en el término de esta villa ay mucha niebe y los ganados de los vezinos della padezen mucho daño y están a peligro de se perder y acabar para rremedio de lo qual dieron y conzedieron lizencia a todos los ganaderos desta villa para que libremente y sin pena puedan entrar sus ganados en los pinares de la Bernagosa y Calaberón 
El cuatro de enero de 1601, la villa de San Clemente se da por desapestada y el nombre del pueblo desaparece del registro de pueblos apestados que se lleva en una tablilla en Madrid. Las consecuencias son conocidas. Villarrobledo viviría una decadencia irreversible; San Clemente, superada la crisis de comienzos de siglo, aún viviría dos décadas de esplendor más, antes que en la década de los treinta la declinación fuera definitiva.


(1) PÉREZ ESCRICH, Enrique: La Mancha: Narraciones venatorias, segunda parte de "los cazadores". Imprenta de Fortanet. 1881, pp. 89 y 90

BNE, 9/223291


Archivo Municipal de Villarrobledo. Acuerdos municipales del concejo. Año de 1600


Firma del doctor Tébar, cura de San Clemente en 1600 y fundador del Colegio de la Compañía de Jesús en la villa


EL DOCTOR TÉBAR Y LA PESTE DE 1600



MOTILLA DEL PALANCAR Y LA PESTE DE 1559





ANEXO I:  Acuerdo del cabildo municipal de Villarrobledo de 17 de julio de 1600

En Villarrobledo lunes día hordinario de cavildo diez e siete días del mes de jullio de mill e seysçientos años

dixeron que por quanto avían tenido noticia de que en la villa de San Clemente algunas personas an muerto en zierta parte de la dicha villa y se dize que es de mal contagioso y que se pega y por entender esto se conozca a el licenciado Aguiar alcalde mayor deste partido pide diese licencia a esta villa por se poder guardar de la dicha villa el qual sirva se enbíen personas del oficio que lo entiendan, porque si ay enfermedad contagiosa se guarde y aviendo tratado sobre ello y que en esta villa se a dicho que ay las dichas enfermedades y que los enfermos los sacan en una  hermita fuera de la dicha villa a los curar y tienen médico y ciruxano asalariado para los dichos enfermos y para saver si esto es ansy y que el rremedio conviene se ponga por ser general e común que el doctor Garcés médico desta villa y Tomás de la Serna ciruxano vecinos desta villa vayan a la dicha villa de San Clemente y sepan y averigüen lo que ay en esto y si ay peste en la dicha villa de San Clemente


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