La peste de 1600, que conocemos bien por su incidencia en poblaciones como San Clemente, afectó a otros pueblos. Un caso particular es el de Valera de Abajo, del que sabemos por la narración de la epidemia por Antonia de Jesús, biógrafa de la Venerable Ana de San Agustín. La forma de narrar de Antonia de Jesús es haciendo hablar en primera persona a la Venerable, que acaba refrendando con su firma el escrito.
Destacar la narración de la peste en Valera de Abajo el año 1600: "fue nuestro señor servido de que en este lugar diese peste harto grande". La peste azotó al pueblo y a unas monjas carmelitas recién instaladas, sin sustento propio ni posibilidad de buscar ese sustento fuera, se nos dirá. La propia Ana de San Agustín se vería afectada por el mal: "y sintiéndome yo mala, vi que tenía debajo del brazo una seca y por tener calentura vi que era como los demás que les daba la peste y luego morían". La Venerable atemorizada, según sus palabras, se vio sola y sin tener a quien acudir, `pues los señores del pueblo (y patrones del pueblo) habían huido del mal, se encomendó a una imagen de Santa Ana que había traído desde Villanueva de la Jara. Cuenta Ana de San Agustín, que la imagen pondría su mano sobre la seca de la Venerable curándole el mal y protegiendo al resto de las monjas. Las religiosas permanecieron en el pueblo, con dos sacerdotes que les administraban la comunión, a ellas y a otros vecinos, hasta que vieron cómo los dos sacerdotes morían del mal
(Firma autógrafa de Ana de San Agustín)
(firmas de varias monjas carmelitas del convento de San José y Santa Ana, el 6 de septiembre de 1629, la priora María de la Paz, Antonia de Jesús -biógrafa de la Venerable-, Ana de San Elías, Inés de San José, y Catalina de San Agustín)