La intromisión de los corregidores en la justicia de las diecisiete villas de su corregimiento fue continua. Las primeras protestas vinieron de Villarrobledo, en 1609, que se reservó la primera instancia de los pleitos de la villa a sus alcaldes ordinarios, pero, luego, el resto de las villas obtuvieron en las dos décadas siguientes similares privilegios de primera instancia y exención del corregimiento; exención jurisdiccional y parcial, pues el corregidor seguía manteniendo las apelaciones como vía optativa a la Chancillería de Granada. Una de las últimas villas en defender su exención jurisdiccional fue Vara de Rey.
En realidad, la reserva de la primera instancia la habían obtenido las villas en un largo pleito frente a los gobernadores del marquesado de Villena en la década de 1550, impidiendo a los gobernadores que fueran acompañados con un escribano de provincia propio, y con la concesión de diversos privilegios. Ahora, en el contexto del afán recaudador de la corona, ésta pedía confirmar esos privilegios y obtener nuevos ingresos. Vara de Rey obtuvo esa confirmación en 1630, pagando una cuantía de 1900 ducados. No eran los más de veinte mil que tuvo que pagar Villarrobledo por concesión similar, pero fue funesto para una villa ya endeudada desde la concesión del villazgo en 1537. Más grave fue la forma de obtener ese dinero, pues se repartió entre sus vecinos, a los que se añadieron mil ducados más en concepto de pagos a ejecutores y media anata. Es cierto que Vara de Rey tenía varias aldeas, pero del repartimiento se excluía expresamente a la más rica y poblada de ellas: Sisante. La razón era muy sencilla, la Corona ya estaba pensando en la concesión del villazgo a esta aldea cinco años después, en 1635. Su precio: nueve mil ducados pagados a la Hacienda real, a lo que habría que añadir otros dos mil ducados que Sisante pagó a Vara de Rey para que este pueblo pudiera pagar de una vez la deuda que desde hacía cien años debía por la compra del entonces lugar de Sisante.
Se pedía que el repartimiento se hiciera "con igualdad y conforme a la hacienda y caudal de cada vecino", pero eso era simple deseo a estas alturas. La Hacienda real era conocedora de llevar a la práctica este repartimiento, por esa razón pedía que 1000 ducados se adelantaran del caudal del pósito, con la obligación de devolverlos una vez finalizado el repartimiento, y que los otras 1900 ducados se obtuvieran de un censo, cuyos réditos se sacarían de los propios y rentas de la villa. Era tal la desconfianza en que Vara del Rey pudiera redimir ese censo, que se formaba arca de tres llaves y cuaderno de contabilidad para control de los pagos. Dicho de otro modo, la hacienda real quería el dinero al momento, pues ya había pasado cuatro años desde la concesión del privilegio, y sabía bien del desorden de la hacienda vararreyense que obligaba a un repartimiento que se habría de extender varios años.
AGS, CCA, CED. 202-815 (2 DE AGOSTO DE 1634)
Por otra carta real de dos de julio de 1635, sabemos que Vara de Rey aún no había empezado a pagar el privilegio. La Corona era sabedora que los propios y rentas de Vara de Rey no iban más allá de 800 ducados anuales, destinados a pagar salarios, rentas y deudas, por lo que decidió que la cobranza de la cuantía por el privilegio otorgado fuera controlado desde la propia villa, por alguien fiel. Primero se pensó en Rodrigo de Ortega, señor de Villar de Cantos, pero declinó sabedor de los odios que despertaba, pues su segunda presa era la propia Vara de Rey, alegando que era viejo y no estaba avecindado en Vara de Rey. Así que el elegido fue un labrador rico de Vara de Rey, de una familia de gran porvenir, y que ahora era presentado como persona abonada y acaudalada: Felipe Valero.
AGS, CCA, CED. 203-1069
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