Y ansí mismo, en el año de quarenta y siete vino de vuelo a esta villa y su comarca tanta langosta que quitaba el sol y ahovó en esta tierra, que traía de anchura quince leguas y de largo tuvo veinte y dos, que el año de quarenta y ocho o quarenta y nueve no se coxió pan ni vino, y S. M. proveyó por juez al licenciado Alfaro, el cual dio tan buena orden que la acabó, porque la hizo sacar en canuto. (Relaciones Topográficas de Felipe II. El Provencio)
Los primeros testimonios de la plaga nos llegan de Sevilla
La plaga de langosta creció à excesiva en el año de 1547 y salieron de esta ciudad los gremios a cogerla, guiándolos los jurados de las parroquias, remedio que en parte relevó el año, aunque fué grandísimo en todo género de frutos. Cuéntase que el martes de la Semana Santa salieron a cogerla los vecinos de la calle Francos, y midieron este día ochenta fanegas de ella cogida en el campo de Quintos cerca de la Ciudad (1)La langosta llegó de África por Andalucía en dos oleadas sucesivas los años de 1547 y 1548. A pesar de que alguna crónica refiere el hecho milagroso de la ingente cantidad de insectos que se ahogaron en el mar (2), la realidad fue muy distinta, desde Andalucía la langosta llegó a las tierras manchegas, arruinando los campos de pueblos como Socuéllamos. El terror que provocaba en los campesinos la presencia de nubes de langosta sobre los campos, ocultando el sol, alimentándose y aniquilando las cosechas del verano, iba acompañado de un mal mayor. Para el mes de agosto, antes de morir las hembras depositaban sus huevos en la tierra, en forma de canutos, que eran enterrados en el suelo y que solían contener de 30 a 50 de estos huevecillos. Para la primavera siguiente los huevos comenzaban a romper y la amenaza de una nueva plaga se cernía sobre los campos
deshova, y semina la langosta adulta, y antes de morir , hincando y enterrando su aguijón y cuerpo hasta las alas en las dehesas y montes, o tierras incultas, duras, asperas, y en las laderas que miran al Oriente, dexando formado un canuto, que suele encerrar treinta, quarenta o cincuenta huevecillos, según lo más o menos fértil del terrerno. Hace esta seminación por el agosto, se fermenta y nace por la primavera y verano. (3)La década de los cuarenta fueron años malos para las tierras del Marquesado de Villena. A la altura de 1550, parecía que el esfuerzo de la primera mitad del siglo, que había mostrado un desarrollo agrario espectacular, se venía abajo y el carácter cíclico de épocas de bonanza y crisis de subsistencias volvía con toda su crudeza. Tristán Calvete, procurador de las villas del Marquesado en la Corte, mostraba la desolación de los contemporáneos. Nos presentaba el Marquesado de Villena como tierra estéril y muy despoblada (4). Los vecinos y labradores habían huido al Reino de Valencia. El mal de la langosta no afectaba sólo a las tierras del Marquesado sino que afectaba a una extensa zona que iba desde Sierra Morena hasta los montes de Toledo, extendiéndose hacia el este por la tierra de Alcaraz, la Manchuela conquense y los campos albaceteños. Hasta 105 villas se vieron afectadas. La langosta llegó sobre unos campos ya esquilmados por las malas cosechas de los años cuarenta. La década comenzó con una gran sequía que provocó la hambruna. En 1542, la langosta hizo su primera aparición, aunque afectó sobre todo a la Meseta Norte. La primavera de 1543 fue extremedamente seca, pasándose al polo opuesto del tiempo revuelto del periodo que va del otoño del año 1543 al año 1545 con lluvias e inundaciones de los ríos desbordados. En este panorama hizo su aparición la langosta los años de 1547 y 1548. Especialmente este último año fue muy malo, definido por los cronistas de la época como seco, falto y raro (5). En suma, los años de la década de los cuarenta fueron secos y áridos en sus inicios y finales, pero interrumpidos por las lluvias torrenciales de los años centrales de mediados de la década.
Seminación por canuto. http://ocwus.us.es
De la extrema dureza de los tiempos tenemos constancia en la villa de San Clemente. La cosecha de 1544 se arruinó, como la de 1548. Este último año, los precios del trigo se desorbitaron, llegando a los catorce reales la fanega. En ambas ocasiones, el licenciado Melgarejo, como hemos visto en otra lugar, sacó a relucir su alma fenicia, prestando dinero con sendos censos a la villa, en una operación especulativa, que consistía en adelantar dinero a la villa para que pudiera comprar su propio trigo excedentario. En estos tejemanejes, el licenciado Melgarejo estuvo acompañado por Hernando del Castillo. Es ahora, cuando se incuba en la sociedad sanclementina ese sentimiento antijudaico contra estas familias de conversos que acabará manifestándose violentamente en la década siguiente. Ya en 1542, el molinero Francisco Rosillo se quejaba de lo ruinoso de su arrendamiento del molino del concejo de la villa de San Clemente en el término de Sisante, junto a las aguas del río Júcar, durante los años 1540 y 1541 pues el río bajaba seco y las cosechas eran flacas
a cabssa de la neçesydad que a avido de pan en esta tierra e falta de agua en el rrío en este presente año (6)Aunque el año calamitoso fue el de 1548, la langosta que ya había arruinado la cosecha de 1547, había aovado en los campos manchegos en agosto de 1547. Los huevos se convirtieron en ninfas para la primavera de 1548, que comieron las raíces de los frutos, para presentarse hacia abril y mayo como especímenes adultos que comieron y asolaron cuanto encontraron a su paso. Tristán Calvete, procurador de las villas fue hasta la Corte, con sus quejas, pidiendo ayuda desesperada
Tristán Calvete nos hizo relaçión diziendo que en los términos della ay al presente grandísima cantidad de langosta, y como el año es falto de yervas, haze mayor daño que otras vezes en los trigos, que ya no ay otra cosa que coma, porque las çevadas y çentenos se an perdido con la falta de agua; a cuya causa se avía ancaresçido el pan desordenadamente (7)La reducción de la plaga de langosta se dejó en manos de los propios concejos, que asumieron el coste de la matanza a cargo de sus propios vecinos. San Clemente repartió entre sus vecinos cuatrocientos ducados, a los que siguieron otros repartimientos, formando cuadrillas de peones que recorrían los campos matando la langosta. Se pagaba cada celemín a medio real, por cantidad y salario. Se trajo un clérigo, en lo que era una constante en otros pueblos, de ponerse bajo la protección de un santo (San Gregorio Nacianceno era el más popular) y alejar el mal con conjuros. Pero todo fue inútil. Las cosechas se arruinaban y sus vecinos abandonaban las tierras, camino del Reino de Valencia. Para septiembre de 1549, la Corte interviene. A petición de Francisco de Pacheco, señor de Minaya, que se ha desplazado hasta Valladolid, presentando una visión patética de la situación: cosechas perdidas y ganados muertos por falta de yerbas. Desde la Corte se decide enviar un comisario para coordinar los trabajos de limpieza del canuto de los campos. El licenciado Antonio Alfaro llega en septiembre de 1549 para poner remedio a la plaga que afecta a un centenar de pueblos. Comprendiendo que el mal no estaba en los animales adultos que comían las cosechas, sino en los canutos enterrados en el suelo conteniendo millones de huevecillos, ordenará arar las tierras añojales en barbecho y las tierras incultas, pagando el concejo dos reales y medio por cada obrada de mulas por labrar los baldíos del concejo, siendo los gastos a costa de los vecinos en tierras particulares. Todavía en 1551 seguían los trabajos para acabar con la plaga (8). La cantidad afectada a la plaga de la langosta llegaba a 50.000 fanegas. En la recogida de canutillo participaron todos los vecinos de los pueblos; se pagaban cantidades que iban de los dos maravedíes el celemín en la villa de San clemente a otros testimonios que apuntaban a los diez. Recogido el canutillo, se encerraba en cámaras con dos llaves y se mandaba relación quincenal a la villa de San Clemente, donde se centralizaban las operaciones (9)
Las Cortes aprobaron un gasto extraordinario de 6.000 ducados para la matanza de la langosta (10). Se concedieron rebajas fiscales en el pago de alcabalas para los años 1547, 1548 y 1549. Nos han quedado constancia de estos beneficios fiscales en Simancas. El 24 de diciembre de 1549 se decide extender estas exenciones a las poblaciones afectadas. El Provencio será beneficiado con 15.000 maravedíes, Las Pedroñeras, con cuarenta mil, y otros cuarenta y cinco mil maravedíes para Barchín del Hoyo (11). Pero finalizada la plaga para el año 1552, las tornas cambian y los representantes reales exigen ya en el año 1555 que los pueblos del Marquesado restituyan los 6.000 ducados recibidos como ayuda para la matanza de la langosta, dando por finalizado expeditivamente un pleito iniciado un par de años antes por unas villas esquilmadas, que se resisten a devolver cantidad alguna.
En la memoria colectiva quedó la desgracia de esta plaga, recogida en las Relaciones Topográficas de los pueblos de Cuenca. Hemos empezado por citar las de El Provencio, cuyos vecinos aun recordaban como el cielo se oscureció con esa nube de insectos de quince leguas de largo por veintidós de ancho. Quizás hay un hecho que nos ayude a explicar la crisis provocada por estos años de langosta y que nos ha pasado desapercibido: las obras de la Iglesia de Santiago Apóstol, a cargo del vizcaíno Meztraitúa, se hallaban detenidas en 1549 por el estado de la necesidad de la villa de San Clemente, solo unos años después se continuaban bajo el gran maestro Vandelvira. Una muestra más de capacidad regeneradora de aquella época y la firme voluntad de sus vecinos a sobreponerse a las desgracias.
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(1) Ortiz de Zúñiga, Diego: Anales eclesiásticos y seculares de la muy noble ciudad de Sevilla. 1796
(2) Quiñones, Juan de: Tratado de las langostas mvy vtil y necessario. 1620
(3) Instrucciones del Consejo de Castilla de 1756 para luchar contra las plagas de langosta
(4) AMSC. AYUNTAMIENTO. Leg. 2/10
(5) Benassar, Bartolomé: Valladolid en el Siglo de Oro. Ámbito, Ayuntamiento de Valladolid. 1989. pág. 51
(6) Torrente Pérez, Diego: Documentos para la Historia de San Clemente. 1975. pág. 150
(7) Ibiden, pág. 154
(8) Ibiden, pág. 154
(9)Fernández Grueso, Manuel: Las plagas de la Edad Media.Langostas.
http://juanlopezdocon.blogspot.com.es
(10) AGS, PTR. Leg. 71, docs, 31 y 110
(11) AGS, CMC. 1ª, Leg. 825. Rentas reales del Marquesado de Villena (1548-1551)
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