El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

domingo, 28 de julio de 2019

Notas sobre la guerra del marquesado de Villena en Iniesta y Villanueva de la Jara


Diego González de Ocaña hizo llegar sus quejas al Consejo Real. Denunciaba las atrocidades de la guerra del Marquesado en Iniesta, consecuencia de la enemistad de bandos que se vivía en la villa. el suyo era un lenguaje de odio racial, identificador del otro por la sangre cristiana o judía que pudiera llevar en sus venas: unos eran los sebosos; otros, los almagrados. Las rencillas de antaño habían derivado en la primera fase de la guerra del Marquesado en muertes.

Iniesta confiesa en las Relaciones Topográficas ser la primera villa del norte del Marquesado de Villena que se rebeló contra don Diego López Pacheco. Es cierto que Fernando el Católico había decidido llevar la guerra al Marquesado trasladando desde el Reino de Valencia a las tropas de Juan Ruiz de Corella, duque de Cocentaina, y de los hermanos Fabra para debilitar al marqués desde un nuevo frente creado en la parte oriental y que Mosén Zarzuela había jugado un papel primordial en la guerra, pero no hemos de ver a los vecinos de Iniesta como sujetos militarmente pasivos. Lo que en el sur del Marquesado se jugaba como guerra de pugna por las fortalezas era guerra fratricida en el interior de las comunidades del norte. Las tropas valencianas no conquistaban las villas, eran los vecinos los que "entraban las tropas foráneas"; no todos los vecinos, pues las comunidades estaban partidas por las rencillas. Hemos dicho tropas, pero en el lenguaje de la época su intervención se veía como acción de malhechores y lacayos. Los vecinos de Iniesta no parecían tener en aquel momento conciencia de ser leales o traidores a la causa real. La adscripción a los bandos era previa a las divisiones políticas creadas por la muerte de Enrique IV entre seguidores de Isabel y Juana la Beltraneja. El propio Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón e inmerso en estas querellas, se definía tiempo atrás, él que pasaba por converso declarado, como almagrado; ahora la guerra, con las nuevas fidelidades creadas delimitaba con nitidez los bandos, a pesar de aquellos que por las circunstancias se encontraban en el bando no deseado.

Fueron los almagrados de Iniesta los que facilitaron la entrada en la villa de los hombres de guerra de los vizcondes de Chelva, Roger Ladrón de Pallás, y Biota, Jimeno de Urrea. Poco antes estas tropas se habían hecho con Requena y Utiel, reconocidas como villas de realengo el 18 y 26 de marzo respectivamente. Hablamos de la primavera de 1476, pues sabemos que, si para el 18 de marzo Requena está en manos de la Corona, la fortaleza sigue en manos de los fieles al marqués y su alcaide Pedro de Arronis, que poco después acabará traicionando a su señor y entregando la fortaleza. Así, nos queda la duda de cuánto debe la incorporación de Iniesta a la Corona y a los tejemanejes de Fernando el Católico por debilitar a don Diego López Pacheco, privándole de las rentas de los puertos secos del este de Castilla y cuánto a los propios deseos de los iniestenses de expulsar a los sebosos de su villa.

La liberación de las villas de la margen izquierda entre el Júcar y el Cabriel contó con el apoyo de tropas aragonesas y valencianas; la sumisión a la Corona se hizo ante el capitán y copero real mosén Miguel de Sarzuela, barón de Jerica, que por carta real de veinte de agosto de 1476, recibía en remuneración a sus servicios 150.000 maravedíes a pagar de los bienes embargados de todos aquellos enemigos favorables al adversario de Portugal y al marqués de Villena de las fortalezas de Alarcón, Belmonte y Castillo de Garcimuñoz y de los lugares a cuya emancipación había contribuido: Iniesta, Villanueva de la Jara, El Peral, Motilla del Palancar, Barchín y, al otro lado del río, El Cañavate[1]. La intervención de las tropas aragonesas en la guerra del Marquesado de Villena había sido acordada en la junta de Alcira de seis de agosto de 1475

Por otra parte, como el rey había mandado que se hiciese guerra en el Marquesado de Villena, el conde de Corella proveyó que todos los barones de aquel Reino se juntasen en la villa de Alcira, a seis de agosto, y procurose que Sarzuela fuese con su gente a servir en aquella guerra[2]

Jimeno de Urrea y Roger Ladrón de Pallás, yerno y suegro entre sí, le acompañarían. El segundo, vizconde de Villanova y Chelva, nos consta que intervino en la liberación de Requena, Utiel e Iniesta, pues recibiría en recompensa a sus servicios el título de capitán general por el Consejo Real el 10 de julio de 1476 en la ciudad de Vitoria[3]. Miguel Sarzuela venía de la guerra por la recuperación de Ejerica o Jerica, que le había sido arrebatada a la muerte de su padre por Juan Añón, y que había ganado de nuevo por la ayuda prestada por el conde de Cocentaina, gobernador general del Reino de Valencia. La gente de guerra de Sarzuela, sus lacayos, debían constituir una fuerza militar pequeña, aunque suficientes al contar con el apoyo de los vizcondes de Biota y Chelva. El ascenso militar de Sarzuela en la guerra del marquesado fue tan fulgurante como triste su destino; rebelada de nuevo Jerica a comienzos de 1478 por Juan de Añón, Sarzuela fue a refugiarse a la pequeña localidad de Toro, perteneciente a su baronía, allí fue apresado y, junto a dos de sus criados, colgado de un palo por los hombres de Juan Añón[4]. Miguel Sarzuela pagaba con su vida lo que debió constituir una rebelión antifeudal de sus vasallos, que afectó además a la cercana Segorbe. 

Los hermanos Fabra, libertadores de Villena o Almansa han sido glorificados por la historiografía albacetense, nosotros no haremos lo mismo con los libertadores de Requena, Utiel, Iniesta o las aldeas del Valdemebra, consciente que nos encontramos ante un estrato de la baja nobleza aragonesa, cuyos miembros actuaban como bandidos y malhechores feudales. Actuaban por dinero y hacían del saqueo la paga de sus servicios. Roger Ladrón se tomó al pie de la letra la carta que le nombraba capitán general en aquello que se refería al necesario auxilio de los vecinos de las villas reducidas en posada, pertrechos y posadas para quedarse con la hacienda de los liberados. Y no hablamos solo del caso de Pedro de Ocaña, que vio requisadas doscientas cabezas de ganado, sino de otros muchos vecinos que dejaron sus ganados al otro lado de la frontera valenciana por temor a los embargos del marqués y ya no los recuperaron. Sin duda, Juan II de Aragón debió ver en la guerra castellana una salida para la nobleza aragonesa que se desangraba en luchas banderizas.

Como representante de la Corona Miguel Sarzuela fue llegando a sucesivas capitulaciones con las villas reducidas a la Corona en las que les concedía el título de villa, la jurisdicción plena y la promesa de un término impreciso de momento, si eran lugares, o el respeto a sus privilegios pasados si gozaban ya del título de villa, caso de Iniesta. Estas capitulaciones serían confirmadas poco después a su otorgamiento por el Consejo Real.

Las capitulaciones de mosén Miguel de Zarzuela con la villa de Iniesta combinaban la confirmación de derechos junto a las compensaciones de carácter económico. El asiento entre Iniesta y el capitán real se desarrollaba en varios capítulos, que conocemos por las confirmaciones posteriores de 21 de mayo de 1476 en la ciudad de Valladolid: exención de la villa para pagar el servicio de 40.000 maravedíes anuales, que los Pacheco le habían exigido en su sojuzgamiento; la recuperación de 370.000 maravedíes prestados a don Diego López Pacheco sobre las rentas reales de los tres años siguientes; exención de alcabalas a aquéllos que había contribuido con sus mantenimientos a la gente de guerra de la Corona presente en la villa; recuperación para la villa de un pozo con su ejido del que se habían apropiado los Pacheco; garantía de la integridad de los propios y rentas a favor de la villa y su no enajenación, y, por último, la no enajenación de la Corona real, dando por nulas cualesquier concesiones a favor de caballeros o prelados en tiempos pasados[5]. Una villa temerosa se hizo reconocer y confirmar los privilegios el 28 de agosto de 1476[6].

Desde Iniesta, ganada como cuartel general de las tropas realistas, se fue conquistando el resto del territorio al este del Júcar, que se apresuraron a que le Consejo Real reconociera las capitulaciones acordadas con mosén Miguel de Zarzuela y la exención de Alarcón como nuevas villas de realengo. Villanueva de la Jara obtiene el título de villa el 8 de julio de 1476; Motilla y Barchín del Hoyo, el 15 de enero de 1477 estas dos últimas villas ni El Peral, del que no tenemos carta de título de villa, no aparecen en la concordia de once de septiembre de 1476, entre las nuevas villas de realengo, aunque sabemos que fueron tomadas anteriormente por mosén Sarzuela). Villanueva de la Jara fue colmada de mercedes que la realidad dejaría en deseos postergados para comienzos del siglo siguiente. Villanueva de la Jara trató de obtener el 8 de septiembre en la ciudad de Segovia y tres días antes de la firma de la primera concordia aquellas mercedes que le permitieran andar como villa eximida, pero del análisis de las concesiones se deduce el doble filo de unas regalías que en el fondo reconocían su dependencia de Alarcón para seguir subsistiendo. Como villanueva, nacida en el último cuarto del siglo XIV, lo había hecho bajo el marco jurídico del fuero de Alarcón. Villanueva se apresuró para ver reconocida una foralidad que le daba una situación privilegiada

e porque esa dicha villa sea mejor guardada e estedes mejor poblados e mantenidos que me suplicauades e pedyades por merçed que vos dyese liçençia e facultades para que fuésedes jusgados por el fuero que tyene la dicha villa de Alarcón e que aquél fuese entre vosotros guardado segund e en la forma e manera que lo guardan e tyenen los vesinos de la dicha villa de Alarcón e sobrello vos mandase proveer de rremedio o como la mi merçed fuese e yo tóvelo por bien e mandé dar esta mi carta en la dicha rrasón por la que vos do liçençia e facultad para que en esta dicha villa e entre vosotros tengades el dicho fuero de la villa de Alarcón e por aquel vos judguedes e seades judgados para sienpre jamás[7]

La merced, que daría lugar a pleitos futuros, en especial, a lo tocante a la elección de oficios, fue acompañada del mantenimiento de los usos comunes del suelo de Alarcón[8] y la concesión de unos amplios términos que en teoría tenían por límites el Júcar al oeste, Iniesta al este, Alarcón al norte y Jorquera al sur. Eso era reconocer un gran estado de la entidad de San Clemente o Iniesta; Alarcón no lo aceptaría nunca. La concesión era ambivalente, pues junto a la concesión de unos términos definidos por realidad se apostaba por otros que respondieran, a costa de Jorquera y Alarcón, al derecho de guerra y expolio del vencedor. Entre los límites definidos se reconocía

que partades términos con las villas de Yniesta e de Alarcón e de Jorquera en esta guisa que dende el mojón de entre Yniesta e el Peral que es çerca del camino que va de Yniesta a la Noguera por el dicho camino adelante fasta en par de Aguililla e de allí que dexe el camino que vaya derecho al çerro la Pila e de allí que vaya derecho al çerro del Aspiro e de allí por ençima del Poso Seco derecho a la Balsilla que está en camino del Cadoço que va a Alarcón e de allí derecho el lauajo el Espino e de allí por ençima del alcor del Rroblesillo e de allí el entradero de la Goçeçilla de Mingo Habón e asy por debaxo de la rribera de rrío Xúcar fasta llegar al término de Xorquera que parte con el término de Xorquera e Yniesta[9]

Era una concesión de tierras enorme, más limitada al norte, donde la repoblación y roturación de tierras estaba más asentada, pero con las únicas fronteras del Júcar y de los históricos términos de Jorquera e Iniesta, al este, sur y oeste. Pero las tierras que se extendían junto al Júcar eran tierras sin roturar en su mayoría, concesiones más propias de la repoblación medieval y con los derechos recogidos en el fuero de Alarcón. Se trataba de suplantar a esta villa en el sur de su amplio alfoz, haciendo cesión a Villanueva de la Jara de los viejos derechos forales, que se apropiaría del espacio por un derecho de conquista. La redacción del Consejo Real era simple copia de las cartas de repoblación medieval

que entretanto que las dichas villas se rredusen a mi seruiçio (Alarcón y Jorquera) podades tomar los dichos términos como dicho es e los enajenar e thener por vuestros e como vuestros con todas sus entradas e salidas e usos e costunbres e derechos e pertenençias rreales e mixtos e personales quantas ha e aver deue e les pertenesçen e pertenesçer deue en cualquier manera e por qualquier rrasón que sea con todas sus dehesas e árboles con fruto e syn fruto e aguas estantes e corrientes[10]

La concesión se hacía tres días antes de la concordia firmada el once de septiembre entre el marqués don Diego López Pacheco y la Reina Católica e iba acompañada dos días después de otra carta real que concedía a Villanueva de la Jara cuantas mercedes, gracias, libertades e inmunidades gozara la villa de Alarcón[11]. Isabel la Católica estaba haciendo una apuesta que marcará el futuro de Villanueva de la Jara y también, para explicar su declinar, de la villa de Alarcón. Quizás ahora entendamos ese escudo con el águila de San Juan y las armas reales de la Reina Católica que todavía se conserva.

La apuesta era crear una gran villa y un extenso alfoz al servicio de la corona real, que hiciera sombra a Alarcón y al marqués de Villena. La decisión, en el mismo momento, que se firmaba la paz con el marqués era una invitación a continuar la guerra. La historiografía albaceteña nos dice que el casus belli de la segunda fase de la guerra fue la fortaleza de Chinchilla; pero no es cierto del todo, pues en los campos al norte y este de la ribera del Júcar no había paz, la guerra continuaba en forma de reyertas entre bandos que, nacidos en Iniesta, ahora se trasladaban a la Jara en una lucha por apropiación de la tierra a la que la carta real citada daba carta de naturaleza. Es este momento por el que apostamos como fecha de nacimiento de las aldeas jareñas como Casasimarro, Tarazona, Quintanar o Gil García. No discutimos si había o no formas aisladas de poblamiento; sencillamente creemos que los hombres son conscientes que son repobladores que acceden a la propiedad de la tierra por el derecho foral a roturarla. La villa de Alarcón no podía aceptar este hecho; liderada por su alcaide Hernando del Castillo, se vio abocada a la guerra para defender su territorio frente a la Corona y frente a la Jara, que ahora empieza a llamarse orgullosamente como tierra enemiga de hidalgos. Así surgió la segunda guerra del Marquesado que fue la primera guerra que, por su marco territorial, podríamos llamar como una guerra conquense de lucha por la libertad. Sin embargo, Isabel la Católica, que lo había confiado todo a sus capitanes Pedro Ruiz de Alarcón y Jorge Manrique y a las ansias de libertad de estas pequeñas comunidades rurales, no fue capaz de valorar la resistencia enérgica de persona como Pedro Baeza o Hernando del Castillo; hombres de hierro que suplían la débil voluntad de don Diego López Pacheco. A sangre y fuego, en especial el maquiavélico alcaide de Alarcón, estos hombres supieron defender y preservar gran parte del alfoz de Alarcón. La villa de Alarcón le debe todo a Hernando del Castillo, aunque simplemente haya que empezar por recuperar su memoria.

Las mercedes reales fueron consolidadas a lo largo del año siguiente de 1477. Destaca la licencia para la construcción de un molino propio en clara colisión de los derechos que gozaba ya no Alarcón, sino algunos señores como los Castillo o los Pacheco[12]. La construcción de ese molino se haría efectiva cuarenta años después mediante un acuerdo con los herederos de los Pacheco de Minaya, que permitía al concejo de Minaya tener ruedas propias en los llamados molinos Nuevos.

MORATALLA nos aproximó a estas luchas de bandos por el estudio de la confesión del alcaide del Alarcón, Hernando del Castillo, años después a los inquisidores[13], pero nos queda todo por saber. Si la historiografía albacetense se ha centrado en la intervención del duque de Cocentaina o los hermanos Fabra en las fortalezas de Villena o Almansa, nos falta el estudio de la intervención de valencianos y aragoneses de los vizcondes de Chelva y Biota en las tierras conquenses del marquesado del Villena entre el Cabriel y el Júcar. Ya no solo hablamos de la liberación de Iniesta sino de otros hechos de gran importancia para el futuro de la zona; tal es el nacimiento como simples alquerías de las aldeas jareñas de Quintanar o Tarazona por impulso real del propio Fernando el Católico para debilitar la posición del marqués en la zona. Aparte del testimonio difuso de algún contemporáneo sobre este hecho poco conocemos, más allá de la aparición de topónimos aragoneses en la zona y del establecimiento en la zona de militares llegados con ocasión de la guerra y cuya figura más conocida es Antón Clemente, capitán de guerra, en este caso, llegado acompañando las tropas de Juan Fernández de Heredia en el Marquesado de Moya.

Iniesta se debió reducir a finales de marzo o comienzos de abril, ya que, para el 21 de mayo de 1476, en Valladolid, el Consejo Real se apresuraba a dar por buenas las promesas de mosén Zarzuela a la villa. Pero la villa daba pocas muestras de estar pacificada. No obstante, por una de las promesas recogidas en las capitulaciones con mosén Miguel de Sarzuela se deduce que las tropas reales se asentaron en la villa que actuó como cuartel general para la conquista de la comarca oriental del Júcar y que contaron con el apoyo de vecinos para el abasto de las tropas reales; colaboración vista como imposición pues se vieron obligados a proveer a bajos precios de pan, vino y ganado a los soldados, cuando no a la simple requisa de sus bienes.

Pensamos en grandes ejércitos y grandes enfrentamientos, pero la realidad era otra. El rey Fernando podía contar con fieles para hacer la guerra y esos fieles se contaban con los dedos de la mano y la gente de guerra que les seguía no eran más numerosos. Requena, Utiel o Iniesta cayeron desde Valencia, por la intervención del vizconde de Chelva y la ayuda que a éste le dio su familia, pues Jimeno de Urrea, vizconde de Biota, antes que adalid de la causa fernandina, era el yerno de Roger Ladrón, casado con su hija Elvira Ladrón. Hacer la guerra era aventura que no siempre salía bien; aventura muy costosa, que solía financiarse sobre la rapiña de los bienes arrebatados a los vencidos. Otro de los Ocaña, el luego asesinado  Pedro, denunciaba, esta vez a la Reina Isabel, pues poca justicia esperaba alcanzar del rey Fernando, al vizconde de Biota, con la esperanza que le devolviera las ciento sesenta yeguas arrebatadas, más de veinte bestias de labor y veinte potros arrebatados el mes de junio de 1476; los Reinos no marcaban fronteras pues los equinos fueron requisados mientras pastaban en el prado de Bertolo, sito en la villa de Chelva, para ser llevados a la Villa de Manzanera. La razón era fruto del engaño, pues el conde de Chelva había ofrecido sus prados y tierras a los ganados de las villas de Iniesta y Alcalá para evitar que fueran requisados por los hombres del marqués. Las envidias y delaciones hicieron el resto[14]. Era el veinte de agosto de 1476, y aún se esperaba clemencia real, pero la corte real establecida en Segovia aquel final de agosto de 1476 era un hervidero de intrigas. Mientras Pedro de Ocaña lloraba sus agravios en la Corte, los procuradores de Iniesta trataban de consolidar la realidad nacida de la guerra y ver reconocidos los privilegios reafirmados y otorgados por mosén Miguel de Sarzuela en el momento de la reducción de Iniesta a la Corona Real[15]. Las mercedes obtenidas por Alfonso de Cubas dos meses antes, derecho de asadura y oficio de merino, eran ahora negadas el 28 de agosto. En el invierno de 1476-1477 la reina Isabel estaba en Ocaña; hasta allí fue Pedro de Ocaña pidiendo justicia y restitución de los equinos embargados

Los tiempos de concordia cambian bruscamente ese año de 1477 y la solución dada por la Corona desde finales de 1477 también. Como gobernador del marquesado ya no estaba el pusilánime Alfonso Manuel, sustituido por el más enérgico licenciado Frías el 11 de noviembre de 1477, poco dado, al igual que la reina Isabel, a los compromisos. La carta de nombramiento del licenciado Frías como gobernador menciona específicamente el clima de debates y disputas en ese final de 1477 en la ciudad de Chinchilla y en la villa de Iniesta y dicho licenciado verá añadido a su título de gobernador el de justicia mayor de Chinchilla e Iniesta lo que demuestra la gravedad de los sucesos del otoño de 1477:

entienda en los debates e quistiones en esta dicha çibdad de Chinchilla e villa de Iniesta nueuamente acaesçidos[16]

Estos vaivenes de compromisos y actitudes beligerantes separaban al rey Fernando y a la reina Isabel. El primero confiaba en sus servidores para la guerra tanto como dudaba de su escaso número de hombres en un ambiente ajeno y hostil; la reina Isabel, sin duda, sabía del odio que despertaban las exacciones del marqués en estas tierras y se lo jugaba al todo o nada, apostando por un impreciso sentimiento de rebeldía que movía a los hombres de estas tierras. Sería ilusorio pensar que la villa de Iniesta quedó sometida a la Corona real en la primavera de 1476. La denuncia de la lucha de bandos por Diego González de Ocaña es de 27 de septiembre de 1478; la muerte de su hermano y primos debió acaecer el año de antes, pues Pedro de Ocaña se quejaba todavía en el Consejo Real para abril de 1477. Seguramente la intervención de los dos vizcondes de Biota y Chelva, inducida por el bando de los almagrados y la muerte de tres miembros de la familia Ocaña tenga lugar en el otoño de 1477.

que al tienpo que el bando de los almagrados metieron los lacayos e jentes de los viscondes de Chelva e Uiota dis que fueron muertos Pedro de Ocaña su hermano e Diego de Turiel e Ruy Gonçales sus primos e rrobado el bando de los sebosos e a él dis que le fueron rrobado de su casa en dineros e plata e joyas e otras cosas fasta en quantía de çiento e çinquenta mill mrs.[17]


Previamente y desde la primavera los ánimos estaban enconadas; a las requisas de bienes por el vizconde de Chelva, se sumó un incidente que nos demuestra cómo los bandos iniestenses iban más allá de partidarios de la Corona o del marqués. La muerte del comendador Pedro Plazuela, el licenciado Ruiz y Miguel de Ródenas en Jorquera fue seguida de una venganza cruel de partidarios del marqués en Iniesta y Villanueva de la Jara, pero algunos de los iniestenses que siguieron a los partidarios del marqués no eran de su partido. De hecho, el gobernador Alonso Manuel procedió contra estos iniestenses rebeldes, pero no contra los partidarios del marqués[18]. Algunos de los héroes de la independencia de la villa de Iniesta contra los Pacheco como Alonso García de Mingo Juan o Pascual de Játiva, partidarios realistas declarados, acabarían ahorcados en las plazas de Madrid y Cuenca, respectivamente[19]





[1] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147608,431. Merced a Miguel de Zarzuela, capitán y caballero de la Casa Real, de 150.000 maravedís sobre los bienes de los vecinos de Belmonte, Castillo de Garcimuñoz y Alarcón que los hubieren perdido por estar ayudando al 'adversario de Portugal'.
[2] ZURITA, Jerónimo: Anales de la Corona de Aragón. Libro XIX, capítulo XXXIV
[3] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147607,493.  Concesión de los lugares y villas del marquesado de Villena que redujese Roger Ladrón de Pallas, vizconde de Villanova y de Chelva, del Consejo Real
[4] ZURITA, Jerónimo: Anales de la Corona de Aragón. Libro XX, capítulo XX
[5] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147605, 309, 327, 328, 370, 378, 379 y 380
[6] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147608,561
[7] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147609,587. Merced a la villa de Villanueva de la Jara para que goce del fuero que tiene la villa de Alarcón
[8] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147609,586. Licencia a Villanueva de la Jara para pacer, segar y cortar leña en término y montes de Alarcón

[9] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147609,588. Merced a Villanueva de la Jara para que pueda partir términos con las de Iniesta, Alarcón y Jorquera
[10] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147609,588. Merced a Villanueva de la Jara para que pueda partir términos con las de Iniesta, Alarcón y Jorquera

[11] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147609,589. Merced a Villanueva de la Jara para que goce de todas las honras y preeminencias de que gozan la villa de Alarcón y las demás del reino
[12] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147703,157. Licencia y facultad al concejo y vecinos de Villanueva de la Jara para hacer un molino en término de la villa
[13] GARCIA MORATALLA, Pedro Joaquín: La tierra de Alarcón en el Señorío de Villena (siglos XIII-XV). IEA Don Juan Manuel. Albacete. 2003, pp. 188 y ss.
[14] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147608,578. Al vizconde de Chelva y al de Biota, a petición de Pedro de Ocaña, vecino de Iniesta, para que le devuelvan las yeguas que le tomaron
Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147704,153.  A Juan Ruiz de Corella, conde de Cocentaina, gobernador general del reino de Valencia, a petición de Pedro de Ocaña, vecino de Iniesta, para que haga ejecución en los bienes del vizconde de Villanova, señor de Chelva, para responder del valor de ciertas bestias que algunas gentes de dicho vizconde le tomaron

[15] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147608,561. Carta a petición del concejo y vecinos de la villa de Iniesta para que se guarden sus privilegios
[16] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147711,287.  Nombramiento de gobernador y justicia de Chinchilla a Fernando de Frías
[17] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147809,56. Comisión sobre daños causados por la lucha de bandos en Iniesta.
[18] Archivo General de Simancas,RGS,LEG,147704,132. Al doctor Alfonso Manuel, del Consejo Real y gobernador del marquesado de Villena, ordenándole que sobresea y no proceda contra los que hicieron algunos daños en las villas de Iniesta y de Villanueva de la Jara en venganza de las muertes en Jorquera del comendador Pedro de la Plazuela, del licenciado Miguel Ruiz y de Miguel de Ródenas,

[19] GARCIA MORATALLA, Pedro Joaquín: op. cit., p. 193

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