El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

sábado, 12 de noviembre de 2016

Motilla del Palancar y la peste de 1559

                                                 
Miguel de la Casa en nombre del conçejo alcaldes rregidores ofiçiales y omes buenos de la villa de la Motilla del Palancar me hiço rrelaçión diçiendo que nuestro señor Dios fue servido de dar pestilençia e mortandad en aquella tierra la qual duró desde el día de Santo Matía apóstol hasta el día de San Pedro e San Pablo que es en el mes de junio deste presente año e fue tan rresçia la enfermedad que demás huir las personas a los canpos porque en los pueblos no los querían admytir ni acoger y morir muchos y quedar la dicha villa despoblada se quemó mucha rropa y ajuar de las casas donde susçedió la dicha enfermedad de donde rresultó çesar las contrataçiones y ventas del pan e carne y otras cosas y las rentas desta dicha villa dimynuirse y quebrarse manera que en aquel tienpo no rrentaron ny valieron cosa alguna

De esta guisa se expresaba la real provisión que haciéndose eco de las súplicas de la villa de Motilla de Palancar ordenaba al escribano de San Clemente que pasara a la villa vecina para recoger testimonio de los destructores efectos de la peste, pudiendo obtener así la población el perdón del pago de rentas reales en los años siguientes.

La peste se había iniciado un 24 de febrero 1559, día se San Matías Apóstol, y se extendió en el tiempo durante cuatro meses hasta el 28 de junio, víspera de San Pedro y San Pablo. Los motillanos huyeron de su pueblo, pero se encontraron con el esperado repudio de los pueblos vecinos y comarcanos que se negaron a acogerlos, debiendo vagar lastimosamente por los campos. Pasados dos meses del fin de la enfermedad era tal el temor que los vecinos seguían refugiados en los campos. La villa estuvo durante seis meses despoblada; las medidas sanitarias adoptadas, desde el aislamiento a la quema de ropa que cita el texto, o la huida de los vecinos, seguros de que el mejor remedio contra la peste era el clásico cito, longe, tarde, provocaron la ruina del pueblo y el cese de los tratos. Sin llegar a la devastación de la peste de 1600, sus efectos se dejaron sentir en la mortandad, que alcanzó hasta un centenar de personas

murieron en la dicha villa hasta noventa personas pequeños e grandes y en los canpos murieron algunos en poca cantidad y allá los enterravan y otros en sus casas y en los corrales y en los poços porque no avya en la dicha villa quien los osase enterrar de temor de la dicha enfermedad e los vido llevar a enterrar rrastrando con una soga del pescueço e a los pies 


En 1559, antes de la peste iniciada para mediados de febrero, Motilla del Palancar, según daba fe el escribano de la villa Alonso de Córdoba, contaba con cuatrocientos setenta y cinco vecinos*, todos pecheros y ningún hidalgo, pues aunque aspiraciones de nobleza no cabe duda que existían, chocaron con un concejo pechero poco dado a admitir en el pueblo exenciones. Familias como los de la Casa reivindicarán esta condición noble treinta años después, pero ahora ocupan los cargos de alcaldes ordinarios, para cuyo ejercicio sin duda se requería la condición pechera o, al menos, faltaba la partición de oficios entre nobles y estado llano para delimitar su disfrute.

La explosión demográfica que sufrió la villa fue espectacular, solo hay que pensar en los doscientos setenta y un vecinos que nos presenta el censo de pecheros de 1528. La peste llegó sobre una villa en auge, aunque en torno a finales de los cuarenta afloraron los primero síntomas de crisis, con las malas cosechas y la langosta. Malas cosechas que se repitieron antes del brote epidémico estudiado aquí. En cualquier caso, Motilla estaba tocando techo en su población, y aunque se recuperó de la peste de 1559 y de la mortandad entre la población joven de la guerra de Granada de 1570, su vecindad no pasaría de 557 vecinos antes de fin de siglo, según censo de 1591. Luego llegó el cataclismo de cambio de siglo, la peste de 1600, las malas cosechas y las derivadas crisis de subsistencias. Es de imaginar que después, en el primer tercio del siglo XVII, la población se recuperó y alcanzó máximos, antes de la crisis de los años treinta y cuarenta, en que el reclutamiento militar mermó la población en edad de procrear. Aún así Motilla superó la crisis mejor que otros pueblos, el dudoso censo de 1646 muestra una población de 500 vecinos. No obstante la evolución demográfica de Motilla, que cuenta con unos excelentes registros parroquiales, está por estudiar desde la investigación de la historia local, pues para el estudio de la demografía histórica  de España dichos registros fueron utilizados por Jordi NADAL.

El mal pestífero se había importado por el puerto de Barcelona en 1557. Tal como ha estudiado PÉREZ MOREDA**, la enfermedad fue precedida por crisis de subsistencias, ligadas a los desastres naturales y adversidades climatológicas, destacando el intempestivo invierno de 1557 que arruinaría las cosechas del verano. Es una pena que se haya perdido el testimonio del médico bachiller Segovia, porque seguramente nos hubiera dado alguna luz sobre la naturaleza de la enfermedad.

El cirujano Juan Catalán, un joven de veinticinco años, que se contagió y superó la enfermedad, aunque perdió su mujer y su hija, elevaba la mortandad hasta noventa y siete personas. Quizás el dato sea el más fiable de todos, pues llevaba un registro de las muertes y fue de los pocos que en un primer momento atendió a los enfermos. Otra persona que arriesgó su vida en tan amarga situación fue el clérigo Andrés García, de cincuenta y tres años y pariente lejano del alférez mayor de la villa Pedro Lucas, dando la extrema unción y amortajando a los que murieron y visitando en los campos a los vecinos huidos. En su tarea le auxilió el teniente de cura Alonso Martínez, que procuró dar una sepultura digna a algunos muertos.

e vesitaba los enfermos e los confesava e amortajava e los enterrava porque no quedó clérigo en esta villa

 Los motillanos enterraban a sus seres queridos,como Alonso Jaén que enterró a su mujer en el corral de su casa, arrastrando los cadáveres atados al cuello y a los pies con sogas para evitar el contagio directo. No faltaron las buenas obras. Hemos hablado del apoyo espiritual del clérigo Andrés García; la ayuda material la proporcionó un principal de la villa llamado Alonso de la Jara.

El temor que provocó la peste desencadenó la huida de los vecinos de la villa, tal como narraba Juan Barchín, uno de los cinco o seis vecinos (hasta diez o doce elevaba el mencionado cirujano la cifra) que únicamente permanecieron en la villa todo el tiempo que duró la peste. Casi todos pobres de solemnidad que no tenían donde ir. La huída a los campos, que, como se ha dicho, duró seis meses fue definitiva para cuarenta vecinos que no volvieron nunca más al pueblo. A la intemperie los vecinos levantaron chozas donde cobijarse. El mismo testigo afirmaba que el valor de la ropa y ajuares quemados en las casas de los apestados para evitar el contagio se evaluaba en doscientos ducados. Sumados los ajuares quemados y otros bienes perdidos, el daño ascendía a mil ducados. Aunque se reconocía el cese de la actividad en la villa, centrada en el cultivo de cereales y viñas, en el cuidado de los ganados y la fabricación de paños, los vecinos procuraron coger la cosecha de ese año para tener con que sustentarse una vez pasado el mal. El cese de los tratos y actividades cotidianos fue expresado en palabras del teniente de cura Alonso Martínez muy acertadamente

y rresultó de la dicha enfermedad que çesaron las contrataçiones y ventas y tratos de paños en la dicha villa y otras ni avía panadería ni tienda de pescado y açeite y muchas veçes este testiguo mandó como theniente de cura de la yglesia de la dicha villa que el mayordomo della proveyese de açeite para la lánpara de la dicha villa porque el más tienpo no estava ençendida por falta de açeite y el dicho mayordomo dava por descargo que en los pueblos comarcanos no los quería hoír ni dar açeite y ansí la dicha lánpara no ardía ni ardió en mucho tienpo e tomavan por rremedio que ardiese çera delante del santísimo sacramento

El mejor testimonio de lo acontecido en la villa de Motilla se corresponde con el escribano Alonso de Córdoba el viejo, de sesenta y dos años, que haciendo virtud de su oficio detalló fielmente los hechos

e començó la dicha enfermedad a diez e nueve días del mes de hebrero del año pasado de mill e quinientos e çincuenta e nueve, aunque en la dicha villa no hovo escándalo por rrazón de la dicha enfermedad hasta el día de Santo Matía que fue a veynte e quatro días del dicho mes de hebrero del dicho año porque en aquel día murió un vezino de la dicha villa del dicho mal de peste aunque ya avían muerto otras personas y el dicho día de Santo Matía ovo muchas personas heridas del dicho mal de peste y aquel día ovo muy grande escándalo en la dicha villa y sabe que murieron del dicho mal hasta la vijilia de San Pedro e San Pablo que es a veynte y ocho días del mes de  junio de dicho año y en todo el dicho tienpo tuvo cuenta este testigo que murieron noventa e tres personas de la dicha enfermedad
... se despobló la dicha villa de la Motilla e se fueron todos los vezinos della a los canpos porque no los querían acoger y en los pueblos comarcanos de la dicha villa e que oyó deçir que con ser el pueblo de quinientos vezinos no avían quedado en la dicha villa syno hasta veynte vezinos e que los más dellos heran personas pobres que no tenían con que salirse y este testiguo estuvo fuera de la dicha villa con toda su casa çinco meses poco más o menos fuera della en el canpo y ansí vido muchos vezinos de la dicha villa estar en el canpo y en choças e rreszibían grandes fatigas de hambre de frío y de otras nesçesidasdes e por estar como estavan en los canpos e no quererles dar las provisiones e mantenimientos en los pueblos comarcanos padesçían muy grande nesçesidad y algunos vezinos de la dicha villa que estavan en los dichos canpos e les hoyó este testiguo que por padesçer tanta nesçesidad en el canpo estavan determinados de volver a la dicha villa de la Motilla porque deçían que tenían por mejor morir de pestilençia que no de hanbre
... e la dicha villa no está tan poblada de vezinos ni proveyda como antes... estuvieron mas de mes y medio después que çesó la dicha muerte que no bolbieron a la dicha villa los vezinos que se avían salido della que muchos dellos estuvieron más de dos meses e medio que no hosaron bolber a la dicha villa por temor de la dicha enfermedad de peste e pasaron más de tres meses y aún quatro que en los pueblos comarcanos  a la dicha villa no acogían a los vezinos della
... çesaron las contrataçiones de la dicha villa de paños e vino e carne y otras cosas porque los forasteros no hosavan entrar en la dicha villa y a los vezinos della (no) dexaban entrar en otras partes y ansí çesó el trato de la dicha villa y quebraron las rentas della... los dichos propios valieron una terçia parte menos que valían antes... las rrentas rreales cree este testiguo que no valieron la quinta parte que solían valer

Si comparamos esta peste con la de San Clemente de 1600, la nota dominante fue la anarquía y la improvisación. En Motilla ni se habilitó un espacio propio para el tratamiento de enfermos ni vinieron médicos de la Corte ni hubo ayudas de otras villas comarcanas. El desprecio hacia los motillanos fue clamoroso. Acudieron hasta la villa de El Peral en busca de comida y ayuda, pero fueron rechazados y expulsados del pueblo a pedradas, como serían rechazados, aunque sin tanta inquina, en el resto de pueblos comarcanos. En Gabaldón, aldea de Motilla, sus vecinos exigieron que los motillanos que hasta allí habían acudido, dirigidos por sus alcaldes, mantuvieran una distancia de ochenta pasos para intercambiar unas palabras en una comunicación que resultó infructuosa. En Buenache un vecino rechazaba acoger a su hermana, que acabó muriendo, y a su marido. El trato, una vez pasada la peste, no fue mejor y desde San Clemente y Cuenca, cabezas de partido, se mandaron alguaciles para ejecutar las deudas por las rentas reales y servicios no cobrados. Los arrendadores de las rentas y sus fiadores fueron encarcelados. Las alcabalas y tercias de la villa obligaban a los motillanos por valor de doscientos mil maravedíes, incapaces de pagar en estas condiciones a la cabeza de partido de San Clemente, donde solía residir por estas fechas el gobernador del Marquesado de Villena y se centralizaba el cobro en las arcas de Diego de Ávalos. Igual incapacidad para pagar se presentaba con las obligaciones del servicio ordinario y extraordinario que se cobraba desde Cuenca. Si arrendadores de rentas y fiadores habían sido encarcelados, no fueron mejor tratados los alcaldes, regidores o vecinos principales, cuyos bienes fueron embargados para hacer frente a las deudas. Algunos vecinos huyeron, pero esta vez no de la peste sino del miedo a ver embargadas sus bienes y haciendas y presas sus personas. La villa se vio obligada a tomar préstamos con dineros a censo, sus vecinos empeñaron sus tazas de plata, pero más que las pérdidas materiales lo que ofendió a los motillanos fue el maltrato recibido en forma de constantes vexaçiones y molestias.

De los pueblos comarcanos Motilla solo contó con la solidaridad de Villanueva de la Jara. Hasta allí acudieron los motillanos con su dinero dispuestos a comprar algo de comida para su sustento. Fueron rechazados en un primer momento hasta que la justicia de Villanueva de la Jara  movida por la compasión,  o tal vez aceptando el dinero rechazado en un primer momento, decidió prestar cierta cantidad de trigo a los huidos en los campos. Ello remedió en parte las calamidades, lo que de otra forma hubiera sido una tragedia mayor.

El estado calamitoso en que quedó el pueblo se intentó remediar con un memorial ante los Contadores Mayores solicitando la rebaja del encabezamiento del pueblo, es decir, una rebaja en el pago de las rentas reales de los próximos años. La reunión del concejo tuvo lugar en fecha indeterminada de enero de 1560. Estaba presidida por los alcaldes ordinarios Benito Martínez Cejalbo y Miguel de la Casa y asistían Pedro Lucas, alférez mayor, el regidor Juan de Valverde y los diputados del común Pedro García Rubio, Antón Hernández y Juan de Valverde. Hasta la Contaduría Mayor de Hacienda se enviaron los procuradores Juan de Orea y Julián de Monteagudo pidiendo la rebaja de rentas. Las peticiones de los procuradores fueron apoyadas por los testimonios aportados por vecinos de Motilla del Palancar y otros testigos de pueblos comarcanos como Villanueva de la Jara, El Peral, Gabaldón y Campillo. Desconocemos si se rebajó el cabezón, pero gracias a que se envió al escribano Ginés Sánchez  a recibir informaciones de los testigos presentados por los motillanos sobre la conveniencia de aliviar la penosa situación de la villa, hoy se nos conserva esta fuente documental para conocer un poco más del pasado de la villa de Motilla y de las solidaridades y temores, más que desprecios, de los pueblos vecinos en aquellas circunstancias de necesidad. La peste volvió cuarenta años después a Motilla. Poco sabemos de ella en Motilla, aparte de un descenso de la natalidad en los registros parroquiales de 1597 a 1601. Nos debemos pues contentar por el momento para rellenar estas lagunas con los datos más detallados de pueblos de la comarca como San Clemente. A diferencia de la peste de 1559, la enfermedad alcanzaría un gran número de pueblos de la provincia de Cuenca.



AGS, CRC, 667,7  Parte de una información de testigos, se habla de la peste habida en La Motilla en 1559


* Belén López, citando un padrón de 1552, da la cifra de 469 vecinos, siete de ellos clérigos. LOPEZ NAVARRO, Belén y NAVARRO MARTINEZ, Eduardo Silvino: Una pizca de Historia de la Motilla del Palancar. 2015. p. 48
**PEREZ MOREDA, Vicente: Las crisis de mortalidad en la España interior, siglos XVI-XIX. Madrid. 1980. Siglo XXI ed. pp 249-250

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