El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

Friday, June 15, 2018

Trigo y fraude en la Mancha conquense a finales del siglo XVI



                                                                       
Christoph Weiditz. Grabado del siglo XVI

Diego Velázquez, gobernador del Marquesado de Villena, se quejaba el 5 de julio de 1579 desde Villanueva de la Jara cómo el precio del pan estaba alcanzando los treinta y los treinta cinco reales en los pueblos del Marquesado y cómo se burlaba la tasa, especialmente en los lugares de señorío. La acusación iba dirigida contra varios vecinos de Iniesta a los que se acusaba de ventas especulativas en Tarazona de la Mancha. Junto al escribano Francisco Rodríguez Garnica, el licenciado Velázquez había sido testigo de los desmanes y abusos en la venta de granos los meses posteriores a la cosecha del verano de 1578.

Se denunciaba con especial ahínco la especulación de granos en la villa de Iniesta, de puertas adentro, y en el pequeño lugar de Casas de Juan Fernández como centro de las operaciones especulativas. Francisco García Ruipérez, vecino de Tarazona, denunciaba cómo Francisco Gómez vecino de Iniesta le había vendido veintiséis fanegas de trigo
en dos veces que fueron dos carretadas a precio cada una fanega de ueyntitres rreales en las casas que dicen de Juan Fernández que son del dicho Francisco Gómez

Francisco Gómez se valía de un testaferro llamado Alonso López Palmero, de treinta y nueve años y vecino de Villalgordo del Júcar, que recibió en la ermita del lugar de Casas de Juan Fernández el dinero. La operación pecaba de nocturnidad, pues fue en la noche de Nuestra Señora de Septiembre cuando se cerró. El caso es que Alonso López Palmero ya se encontraba en la ermita de las Casas de Juan Fernández desde la víspera del 14 de septiembre con varias carretadas de trigo. Alrededor de cuatro carretadas con cincuenta fanegas de trigo, dispuestas para la venta a precio de 24 reales. Las compras de granos, también cebada y centeno, por Francisco García Ruipérez a vecinos de Iniesta, tales como Gregorio Cabronero, Baltasar de Cuenca o Juan López Alpargatero eran continuas. El precio de la cebada alcanzó hasta los nueve reales, doce el centeno y siete la avena.

Casas de Juan Fernández. Foto de José Díaz Martín
http://pueblosabandonadosdecuenca.blogspot.com/


Así el pequeño lugar de Casas de Juan Fernández se convertía en centro neurálgico de la especulación de granos, soslayando la pragmática que fijaba la tasa de granos o límite superior de venta de los cereales en el Reino de Castilla. Las operaciones de compra y venta de granos tenían un alcance regional. Francisco García Ruipérez asumía el papel de acaparador de granos en Tarazona. Sus compras, además de Iniesta, se extendían a Villanueva de la Jara. Otro pequeño lugar de cierre de tratos eran las Casas de Marisimarro, lugar de Villanueva de la Jara. Allí Pedro Bonilla, vecino de la Motilla había vendido a Francisco García Ruipérez tres carretadas de trigo con cuarenta fanegas a precio de veintitrés reales cada una. Las operaciones tenían sus riegos, sobre todo en el transporte, pues cuando el hijo de Francisco García pasaba con las carretas por el lugar de Gil García tuvo que enfrentarse con los vecinos de este lugar que intentaron robarle el grano.

Pero el acaparamiento de granos en Tarazona de la Mancha no era monopolio únicamente de Francisco García Ruipérez. El regidor de Tarazona, Alonso de Mondéjar, compraba sesenta fanegas de cebada eludiendo la tasa en el molino de Losarejo, sito en tierra de Alarcón, a un vecino de Sisante llamado Juan Serrano. El trigo fue llevado hasta Tarazona por el hijo del regidor e Isidro Monedero, que reconocían que habían cerrado compras similares en Iniesta.

La figura del testaferro, quizás debíamos emplear la palabra regatón (aunque este término es más propio del mundo de las lanas) es fundamental por dos motivos. En primer lugar, asumía el papel de intermediario en las ventas; así, López Palmero se encargaba de dar salida al trigo de los vecinos principales de Iniesta, tales como el citado Francisco Gómez o el regidor Antón Granero. Era el encargado en cerrar las ventas a los acaparadores de Tarazona en lugares aparatados de la villa de Iniesta para eludir la acción de la justicia. En segundo lugar, jugaba con los precios, que según transcurría el tiempo tendían hacia máximos. Para la Navidad, el precio del trigo ya alcanzaba los veintiséis reales la fanega. Además Alonso López Palmero era una figura bregada. En su declaración ante el gobernador Velázquez, siendo conocedor de la colisión de jurisdicciones, se negó a declarar, remitiéndose a su confesión ante la justicia ordinaria de la villa de Iniesta, mucho más benigna y sin lugar a dudas con intereses comunes con los vecinos principales que vendían su grano. Alonso López Palmero era más que un tratante, era el almotacén y corredor de la villa de Iniesta y, por eso mismo, debía velar porque los granos vendidos se ajustaran a la tasa. Al menos esa era la teoría, pues el juego de complicidades hacía de él un hombre de paja al servicio de los principales y labradores de la villa de Iniesta.  En su declaración ante el alcalde ordinario de Iniesta, Antón Atienza, el almotacén defendió que todas las transacciones de granos se habían ajustado a la tasa, algo poco creíble pues eran demasiados los implicados como se deduce de la relación de ventas a Francisco García Ruipérez:

  • Gregorio Cabronero, una carretada de cebada
  • Juan López Alpargatero, nueve fanegas de cebada
  • Juan Gómez de Correa, morador en Casas de Juan Fernández, 14 fanegas de trigo
  • Antón Ruiz, regidor, once fanegas de trigo
  • Sebastián Herrero, once fanegas de trigo
  • Baltasar de Cuenca, tres cherrionadas de cebada


Tan importante o más que el testaferro, eran los vecinos principales de Tarazona que actuaban como penúltimo eslabón de la cadena especulativa. Francisco García Ruipérez, de sesenta y cuatro años, y su hijo revendían el grano comprado en el sur de Cuenca en los molinos de la Marmota, propiedad de Pedro Carrasco, principal de la villa de Albacete. El comprador del grano era Jorge de Villena, hacedor de la ciudad de Chinchilla, con destino al pósito de esta ciudad. Los precios finales eran desorbitados. Más si pensamos que su fin era el abasto de los vecinos chinchillanos.

El desorden en la venta de granos, tal como decía el licenciado Medinilla, alcalde mayor de Marquesado, era generalizado en todas las villas de realengo, y también en las de señorío. Se denunciaban transgresiones en Belmonte, Castillo de Garcimuñoz, Alarcón, Tébar y Honrubia. Las especulaciones coincidían con años de carestía y malas cosechas, o al menos se intentaba crear esa imagen. Se citaba con especial preocupación la falta de pan en La Roda
que en la villa de la Rroda a causa de no auerse coxido los años pasados pan en la dicha villa a sido necesario traerlo de fuera especialmente de las dichas villas del Marquesado

Hasta la Roda fue enviado Juan Pérez de Oviedo como juez de comisión para averiguar la escasez de la villa. A su servicio se pusieron todos los alguaciles del Marquesado, encabezados por Juan de Villanueva, alguacil mayor. En el caso de La Roda, el encargado de comprar trigo para el pósito fue un vecino llamado Andrés González. En su periplo había ido hasta Tébar y la villa de San Clemente para comprar trigo. En el caso de San Clemente, la venta se cerró en el monte del Calvario, a veintiocho reales cada una de las veinte fanegas de trigo compradas. En la transacción intervino Hernando Origüela. Otro vecino de La Roda, Francisco Ruiz, fue hasta Alarcón  y su aldea de Tébar para comprar setenta fanegas de trigo para el abasto de la villa y otras veintiséis en Cañadajuncosa. En esta aldea la venta se cerró por debajo de la tasa, a un ducado la fanega, es decir, once reales, pero el transporte del trigo supuso un encarecimiento de la fanega en cinco reales y medio. De la cifra de un ducado por fanega de trigo hemos de dudar, pues no deja de ser sospechosa la coincidencia entre los testigos en aportar un dato común, coincidente con la tasa del trigo fijada en 1571. Similares compras hicieron otros vecinos de La Roda en otras villas; tal, García Martínez el rubio en Iniesta, que compraba el centeno y cebada al vicario de la villa. En este caso, actuaban de testaferros, unas beatas hermanas del clérigo. Los precios, esta vez sí declarados, duplicaban la tasa de granos.

La fijación de un precio máximo en la venta del grano o tasa fue establecido con carácter temporal en 1502 por vez primera y por un período de diez años, revisada en 1539 y posteriormente  en 1558 se le dio un carácter indefinido. Por la pragmática de 9 de marzo de 1558 se pretendía un doble objetivo: garantizar la sementera de los agricultores pobres y el abasto de los vecinos de los pueblos y ciudades. Los pósitos municipales se convertían en los establecimientos provisores para lo uno y lo otro. Se trataba de fijar un precio máximo en origen para garantizar el precio final del pan a los consumidores que una vez convertido el grano en pan cocido debía dejar a los panaderos únicamente lo necesario para sus casas y familias (unos treinta maravedíes). El precio de venta del trigo en origen se fijo por la pragmática de 1558 en nueve reales y cuatro maravedíes la fanega de trigo, desde los siete reales de 1539 (venía de 110 mrs. del año 1502, unos tres reales). La pragmática de ocho de octubre de 1571 elevó la tasa a once reales (un ducado). El once de marzo de 1584 se volvió a subir a catorce reales la fanega de trigo, fijándose finalmente en dieciocho reales por pragmática de dos de septiembre de 1605. En cuanto a la cebada, el precio venía fijado por la tasa de 1566 en cinco reales

En la fijación de los precios finales del pan cocido siempre se jugó con un elemento sobrevenido: el coste del transporte de los cereales. Ya vimos en un pleito de 1503, recién establecida la tasa, como se intentó eludir la misma con unos excesivo precios del transporte. Ahora en 1578, las alegaciones eran las mismas. Como hemos visto, el transporte de trigo desde Cañadajuncosa a La Roda se calculaba en cinco reales y medio por fanega. ¡La mitad del precio fijado por la tasa para la venta! Los precios de acarreo que se intentaron fijar legalmente por la época iban de los seis a diez maravedíes por fanega y legua para el trigo y de los cinco a nueve para la cebada (pragmáticas de 26 de abril de 1558 y de 8 de enero de 1587). Si calculamos la distancia entre Cañadajuncosa y La Roda en seis o siete leguas, el precio de acarreo se aproxima a los treinta maravedíes por legua de acarreo y fanega de trigo; es decir, el triple de lo estipulado legalmente.

Al leer los documentos, en estos caminos laberínticos de la especulación queda la duda de quién estaba detrás de esos mozalbetes que se encargaban de las operaciones de carga y acarreo de los granos, jóvenes entre los dieciséis y los veintitantos años, incapaces de mentir en las probanzas de testigos. Llegamos en seguida al nivel de los tratantes, más avezados como Alonso López Palmero, conocedores de las pragmáticas que estaban defraudando e incluso del nombre de algunos labradores, como Pedro de Moya, de la aldea de Tébar. Pero resulta difícil llegar más allá. Alguien dice ver a Hernando de Origüela en el monte del Calvario de San Clemente, se menciona a algún regidor de Iniesta, a Francisco Gómez, rico hacendado de Casas de Juan Fernández, o incluso a la poderosa familia albaceteña de los Carrasco, pero todos ellos se guardan de participar directamente en las ventas. Algunos vecinos trataban de escapar a estas redes especulativas, comprando ellos mismos directamente los granos. Este era el caso de Francisco Escribano, vecino de La Roda, que recorría los pueblos para comprar pequeñas cantidades para su casa y para la de su vecino Juan Bonjorne. Aunque conseguía el trigo a precios menores, no por eso las operaciones dejaban de ser menos fraudulentas: compras a un clérigo de Iniesta, que se valía de un criado, a un labrador que venía con el trigo molido del molino (en este caso, la operación se cerró a veintitrés reales la fanega en un mesón de la Jara) y directamente a quién por principio lo tenía prohibido: el pósito de Villanueva de la Jara o las tercias de Tébar. Incluso Sancho de Angulo, juez de las salinas de Minglanilla, se apuntaba a la vorágine especuladora de los granos, ocultando las operaciones con la fórmula del trueque: recibió de Diego Pérez de Oviedo, vecino de La Roda, una esclava a cambio de veintiocho fanegas de trigo y veinticuatro de cebada. El juez de salinas no pudo hacer frente a su compromiso y hubo de pagar la esclava, parte en cebada y parte en dinero. La disputa de la esclava no era sino arma arrojadiza de los testigos, en especial de alguno de ellos como Alonso Resa, contra el juez de comisión Juan Pérez de Oviedo, pues quien estaba implicado en el asunto era su familiar Diego Pérez de Oviedo. Los regateos entre Diego Pérez de Oviedo y el juez de salinas de Minglanilla demostraban la participación de ambos en una fijación indirecta del precio del grano más llevada por el interés particular que por el respeto a la tasa
el dicho Diego Pérez de Oviedo no se la quso dar (la esclava) si no era por treinta fanegas de trigo y treinta de cebada e que visto por el alguacil García (que actuaba en nombre del juez de salinas) que no se la quería dar por la cantidad de pan que dicho tiene e el dicho alguacil gozó y executó a el dicho Diego Pérez e hizo execución en una esclauilla  e le apremio por vía de torzedor para que le diese la dicha esclaua e este testigo (Alonso Resa) como depositario del dicho esclauillo fue tercero entre los susodichos Juan García alguacil y el dicho Ouiedo y como el dicho Diego Pérez de Ouiedo le apremiaua el dicho alguacil sobre la dicha esclaua vino a darle la dicha esclaua por las veynte y ocho fanegas de trigo e por las veynte e quatro de cebada
El valor de la esclava se había fijado en ochenta ducados y la disputa simplemente traducía esa cantidad a las propias fluctuaciones del mercado de granos.

Que los pagos no eran siempre en metálico lo demuestran otros casos. Principales de las villas, como el sanclementino Cristóbal García de Monteagudo, recibían de Antonio de Monteagudo una treintena de ovejas. Dicho ganado lo había de recibir en pago por las veinticuatro fanegas de cebada y una de avena que debía entregar a Antonio de Monteagudo, lo que hizo indirectamente a través de su suegro Pedro de Montoya, vecino del Cañavate. Del trato se expidió unas tosca letra de cambio, documento de carácter privado, ajeno al control del fisco. Como precio de referencia se tomo el valor de cinco reales y un cuartillo por oveja. Otro de los principales sanclementinos implicado en el comercio de granos, eludiendo la tasa, era Hernando del Castillo; ya de edad avanzada, tan viejo como avezado, prefería cerrar los tratos con Andrés González Mesonero. Este vecino de la Roda había llegado con tres carros a por el trigo. Siguiendo los consejos de Hernando del Castillo, cambaron, durante su estancia en San Clemente, hasta tres veces de parador. Primero, alojados en el parador de Romero, luego en el de Moguer y, por último, recelando de la proximidad de la justicia, en el parador que estaba junto a la mancebía del pueblo y el juego de pelota. Las treinta fanegas de trigo vendidas por Hernando del Castillo fueron medidas por él mismo, sacando a relucir su cicatería, en la cámara de su casa en la villa de San Clemente a la luz de un candil, que sujetaba un vecino de La Roda, Antonio del Castillo. Sería éste, en compañía del mencionado Andrés, los que cerrarían el trato y cargarían los costales, cuando todavía no había despuntado el alba
e cargaron las dichas treynta fanegas depriesa para salirse con ello antes que pareçiese gente por las calles e las cargaron (en los carros). 
Hernando del Castillo, desconfiado, siguió sigilosamente a los carros hasta que se perdieron en medio de las viñas, temeroso que la justicia descubriera el fraude y embargara su trigo. Unas horas antes, de las cámaras de Hernando habían salido otras veinticuatro fanegas de cebada en un carro conducido por el hijo de Andrés González Mesonero. Un tercer carro no llegó a salir, pues Hernando del Castillo, precavido, se reservó trigo para su casa. El destino del trigo, después de evitar los caminos principales, era el pósito de La Roda.

La necesidad de los vecinos de La Roda les llevaba a personarse en los pueblos y cambiar cualquier cosa en su poder por el deseado trigo. Era común que acudieran hasta Vara de Rey, donde intercambiaban almohadas de alfombra o miel por el cereal. El alumbre de miel se intercambiaba por cuatro celemines de trigo. A la villa de Cañavate, los de La Roda llegaban con su lana y cordellates. Una arroba de lana se intercambiaba por una fanega de cebada. Estos eran tratos igualitarios, como se habían hecho de toda la vida, insertos en la tradición del trueque y en la buena voluntad de las partes. Muestra de ello es que tres arrobas de lana se intercambiaron por tres fanegas de cebada, siendo el valor de la lana en su conjunto de trece reales, precio con el que jugaban los especuladores para una sola fanega de cebada. Aunque en El Cañavate también se cerraban tratos ilícitos a media noche, especialmente en el mesón de una mujer, llamada la viuda de Castañeda, sito al lado del puente sobre el río Rus. Detrás de las ventas, parece que estaba su yerno, Juan Jareño. Por cambiar se cambiaba una fanega de cebada por un vestido para la vieja. La mayoría de los tratos correspondían a pequeñas ventas de los labradores, que no eran ajenos al ambiente especulativo, que se vivía. La venta era por almudes y celemines y el precio del trigo se situaba por encima de los dos ducados la fanega; la cebada, a once reales. Entre los vendedores, destacaba un vecino llamado Pedro Sánchez de Hontecillas. Estas transacciones se hacían a plena luz del día y en presencia del alcalde de la hermandad. Estas ventas al por menor y al precio doble de la tasa se realizaban también en la placeta nueva de Iniesta, en presencia del medidor del pósito municipal.

El trueque se movía en el terreno del regateo. Antonio Martínez, de La Roda, acudió varias veces a Iniesta con un cortinaje de lino en pos del mejor precio, pero el valor de las cosas venía determinado por el trigo y a sus dos ducados la fanega se tuvo que plegar. Pedro Monteagudo intercambiaba cualquier cosa, con resultado muy desfavorable para él: en Iniesta,  una cuera de tafetán, valorada en seis ducados por un almud de trigo y una fanega de cebada; en Gil García y en casa del mesonero, una cortina por veintiún celemines.  A Vara de Rey llegó Mateo Sánchez Bernal en busca de trigo, llevaba un lienzo de doce de varas y un plato de estaño, grabado con el nombre de Jesús, pretendía cambiarlo por el grano vareño en casa de Lucas de Tébar. El tira y afloja entre Mateo Sánchez y la mujer de Lucas de Tébar es una muestra de los intercambios en aquella época y del trigo como mercancía central que regía el valor del resto de las cosas
e ansí fue este testigo con la dicha del dicho Lucas de Teuar y trataron de lo que le auía de dar por el dicho lienço e plato e visto que lo vieron dixo este testigo que le avían de dar trigo y cevada por ello y este testigo pidió a dos rreales y medio por cada una vara del dicho lienço porque hera de lino y por el dicho plato pidió doze rreales porque los valía e no le quisieron tomar el dicho lienço a más de sesenta mrs. la uara y el plato que conçertó primero e pidió este testigo doce rreales por dicho plato y la dicha mujer que lo compró vezina de la dicha de Lucas de Tévar, porque este testigo dixo que quería por él trigo antes que dineros, dixo la dicha muger que ella le daría trigo a rrazón de la tasa e le daría ocho rreales e ansí le dio ocho celemines de trigo e algo menos pues que este testigo estimaua el dicho plato en doze rreales e le parescía a este testigo que los valía y el dicho lienço no lo quisieron comprar más de a sesenta marauedis la vara e le dieron çebada a la tasa en ello que son las dichas doce varas e que otro lienço de la propia manera pocos días antes lo avían vendido al propio presçio e que si no lo dieran la dicha cevada por él no lo diera por el dicho prescio syno a dos rreales e medio e que lo teniendo de nescesidad lo dio e lo dieran aunque no le dieran más de a rreal... e que en Viveros aldea de Alcaraz vendió este testigo un manto de media seda a una muger por dos fanegas de trigo e que la de Juan Diaz mesonera en el dicho lugar de Viveros conosce la dicha muger e valía el dicho manto sesenta rreales

La acusación directa, y valiente, contra los poderosos y ricos, como principales culpables de jugar con la necesidad ajena, especialmente de la gente flaca e pobre, vino de un vecino de La Roda, llamado Hernán Ruiz del Peral. Acusaba como las principales compras de los vecinos de La Roda se habían cerrado en lugares de señorío, en Alarcón y Castillo de Garcimuñoz y sus aldeas, para evadir los controles de la hacienda real. Los precios habían alcanzado los tres ducados, el triple de la tasa. Las compras a precios abusivos también se dieron en los lugares de realengo. En Sisante, Diego Gómez vendía el trigo a veintiocho reales y la cebada a once. Eran precios superiores a otros lugares como Cañavate o Santa María del Campo, que, ya de por sí, duplicaban la tasa. Pero  a la especulación de granos se sumaban todos. Un portugués de Iniesta, mercader de lencería, revendía el trigo comprado por él mismo, quince celemines, aceptando como forma de pago cinco cucharas de plata, cuyo valor superaba los treinta cuatro reales. La venta le supuso un beneficio de diecinueve reales.

Contra lo que pudiera parecer, el gobernador Velázquez elevó sus informes al Consejo de Castilla, denunciando las fraudulentas ventas de trigo que alcanzaban las desorbitadas cifras de mil maravedíes (cercanas a los tres ducados), al tiempo que pedía se enviara comisión para castigar a los  verdaderos culpables, protegidos por las justicias ordinarias de los pueblos, y a los mayordomos de los propios y de los pósitos que había  comprado el pan a precios excesivos y se negaban a dar los nombres de los vendedores. El clima de bandidaje que reinaba en los pueblos del Marquesado era desolador
Por otra carta que también escribe al Consejo con cierta ynformación de testigos suplica que los mayordomos de los concejos sean castigados por auer comprado el trigo a más de la premática y porque no dan quién se la o aya vendido ni en dónde y por la ynformación consta que los concejos dieron licencia y poder a los mayordomos para comprar trigo a cómo lo hallasen sin que diesen quién se lo vendió y adonde lo compraron e qué vecinos del mismo lugar lo vendían a mill mrs. de noche a deshoras disfraçados y enmascarados y tiznadas las caras porque no los conociesen y así en las quentas que dauan de los propios dauan por quenta el gasto del trigo que comprauan y no dauan el lugar y persona de quién lo comprauan lo que era en gran daño de los propios
No siempre los vendedores se escondían detrás de máscaras o caras tiznadas. En ocasiones, los poderosos se valían de gente menesterosa para cerrar las ventas. En Atalaya del Cañavate, cumplía tal papel un zapatero remendón. Aunque los preferidos en el papel de intermediarios eran los mesoneros. Hemos visto como en Cañavate o San Clemente los tratos se cerraban en torno a los mesones. Igual ocurría en Iniesta, donde se formalizaba las ventas en un mesón camino de Minglanilla y en el llamado parador Cerrado. En Honrubia, los tratos se cerraban en el mesón de un tal Plaza y en Pozoamargo en el mesón de un hombre apodado el Brebas. Las casas aisladas del campo eran lugares idóneos para cerrar las transacciones, hemos citado el caso de Casas de Juan Fernández, pero otros eran núcleos o alquerías de poca entidad, tal es el caso de las casas de Juan Martínez de la Casa, lugar indefinido en la jurisdicción de Alarcón, a una legua de la misma, cabo Sisante, o las ventas que se realizaban en Cañavate en una casa aislada, camino de Honrubia. Función similar cumplían los molinos, entre los que destacaba el de La Losa; en estos casos, se jugaba con la maquila y el trigo ya molido para elevar los precios, dando los fieles de Villanueva de la Jara cierta legalidad a las ventas, llevando registros de las mismas.

Quien pagaba los excesivos precios era el común de vecinos de La Roda. Por reconocerlo lo reconocía hasta el regidor Diego de Alarcón de la Torre. El alhorí de la villa ofrecía el pan almacenado a precios de treinta y un reales la fanega, y más. La maña cosecha de 1578 había llevado al concejo de La Roda a autorizar las compras de cereales fuera de la villa. El mayordomo del pósito Juan de Jábega. Se expidieron libranzas para que ciertos vecinos pudieran comprar el trigo. Principalmente, el regidor Martín Moreno, que compró trescientas fanegas de trigo, pero también una multitud de vecinos que realizaron compras menores: Pedro García fue a El Cañavate, Juan Velázquez a Iniesta, Pedro de Buencuchillo a Pozoamargo y Cañavate (cambiaba alfombras por trigo). A estos nombres se podían unir otros ya mencionados, donde es difícil discernir las compras particulares de las compras para el pósito.

La Roda había decidido la compra de trigo para su pósito en un ayuntamiento de octubre de 1578 al que había asistido el gobernador Velázquez, aunque sabemos que las compras eran anteriores a esa fecha. La villa había se había endeudado a censo en la villa de Madrid, para conseguir dinero con el que proveerse de granos. En un principio, la villa se abastecía de carros de trigo venidos de allende del puerto de Guadarrama, pero la  escasez de este trigo apenas si aliviaba la necesidad de la villa. El concejo de La Roda, tomó la decisión de endeudarse a censo y comprar el trigo a treinta reales si era preciso. Se buscó primero el trigo en Almansa e incluso se concertó la compra con unos carreteros de Andalucía, o más bien parece que se pretendían de esa tierra para ocultar una operación de abasto de la villa de La Roda, donde los intereses y principales beneficiarios eran personas de la comarca. Así lo denunciaba el regidor Martín Moreno, encargado por el concejo de las compras
que los dichos ombres que le vendían el dicho pan heran de la tierra porque venían de noche a contratar con este testigo las dichas ventas del dicho trigo y del rrescivo del dinero dello y que salía cada fanega a más de veinte y ocho rreales e más maravedís e que asymismo dixo este testigo que a cabo de un mes poco más o menos dixo Diego de Alarcón vezino e rregidor desta dicha villa que tenía una carta en que decía que darían trezientas fanegas de trigo a treynta rreales en tierra de Alarcón y los señores del ayuntamiento le tornaron a dar a este testigo dineros para que tornase a buscar trigo e fue a lugar del Marqués de Villena que es en término e juredición de Alarcón a Tévar y este testigo halló otras ciento e tantas fanegas que no esta bien certificado en esto e de uno que le dixo que hera de Téuar le dio e vendió nouenta fanegas de trigo e que puestas en la dicha villa de la Roda salieron a veynte y nueue rreales cada una fanega... y esto fue de noche y venía arrebucado por no darse a conozer  y las demás se las dieron otros dos hombres de la dicha tierra de Alarcón que menos los pudo conozer porque se encubrían de tal manera

La compra de trigo en Tébar, señorío del marqués de Villena, a casi tres ducados la fanega, difícilmente se entiende son la complicidad de algunos regidores rodeños, como Diego de Alarcón. Por eso, el juez Juan Pérez de Oviedo, decretó órdenes de prisión. El primer encarcelado fue Hernando de Córdoba. Su culpa, saber el nombre de los especuladores del grano y participar de estos tratos. Fue trasladado a la cárcel de la villa de San Clemente. Hernando de Córdoba acusó a los hermanos López, Andrés y el regidor Juan, de estar detrás de las treinta fanegas que él mismo compró en la villa de El Cañavate, también acusó al ya conocido Alonso Sánchez de Hontecillas y a otro hombre llamado Cantero. Pero las declaraciones de Hernando de Córdoba eran simplemente la punta del iceberg de una trama más compleja, que el gobernador del Marquesado no dudaría en denunciar.

A las pesquisas del alcalde mayor y su juez comisionado Juan Pérez de Oviedo en la villa de La Roda, se sumaron las propias pesquisas realizadas por el gobernador Diego de Velázquez en su visita a los pósitos del Marquesado, acompañado del escribano Francisco Rodríguez de Garnica. La situación de fraude generalizada se había demostrado especialmente en cuatro villas: El Cañavate, Quintanar del Marquesado, Motilla del Palancar y Villanueva de la Jara.

Martín Martínez, mayordomo de El Cañavate, mostró un pósito lleno de trigo, ciento treinta y cinco fanegas, pero sus precios de compra eran muy altos: cincuenta y siete fanegas a veintidós reales y medio, seis fanegas a veinticinco reales, dos fanegas a veintinueve reales y sesenta y nueve fanegas a mil maravedíes. Su sucesor Antón López había comprado trescienta cincuenta fanegas más, a precios de veintidós a veinticinco reales. Pero de los vendedores ni una palabra ni un registro con sus nombres, tan solo treinta y cuatro partidas de las compras. El modus operandi, el común en otras villas: ventas cerradas de noche y a forasteros. Los altos precios derivados de la necesidad de la villa. Poco creíble pues El Cañavate vendía su trigo a la necesitada villa de La Roda.

Quintanar del Marquesado era una república de labradores, sus vecinos complementaban las tierras de su escaso término con las tierras del suelo de Alarcón que se extendían en estas comarcas en torno al río Júcar. Pueblo recientemente eximido de la villa de Villanueva de la Jara, todavía estaba en formación como entidad independiente. Las rivalidades de la villa hacía más difícil ocultar las cosas. La denuncia contra el fraude a la tasa de granos vino del regidor Joaquín Pastor, que acusaba abiertamente al mayordomo del pósito, Alonso Mondéjar, de encubrir las operaciones ilícitas. Los labradores principales, incluido el mayordomo, se habían concertado para vender su propio trigo a precios de hasta treinta reales, fingiendo que supuestos forasteros disfrazados habían acudido a vender su grano en la villa a altas horas de la noche. Pero vecinos como el alcabalero o corredor Gil Navarro manifestaban que no quedaba constancia de pagos tributarios como la alcabala del viento o la correduría, a pesar de lo que aseguraba el mayordomo, de las trescientas diez y ocho fanegas compradas a forasteros. Los encargados de comprar el trigo fueron Miguel Valencia y Martín Donate. El primero, por temor o por desavenencias con el concejo quintanareño, no ocultó la verdad. Los labradores ricos se habían puesto de acuerdo para vender su propio trigo a precios altos al alhorí.  Se fingían carros supuestamente traídos por forasteros, que con la cara pintada de negro acudían hasta la casa de Miguel Valencia a vender su trigo, pero la realidad era que en la nocturnidad de las ventas todos sabían que los vendedores eran labradores del pueblo que daban a Miguel Valencia medio real de comisión por su papel de tercero. Inverosímil era la versión del otro tercero en las operaciones, Martín Donate de Honrubia, a su entender, los vendedores que defraudaban eran forasteros de Camporrobles y Henarejos, pues los vecinos del pueblo vendían el trigo a un ducado. Claro que entre estos hombres honrados destacaba, además de Alonso Martínez Talavera, un familiar del confesante llamado Miguel Donate. El mismo Martín Donate reconocía la facilidad con la que cualquier vecino del pueblo hubiera podido burlar la tasa.

Si hay un pueblo donde el fraude era generalizado, ése era Motilla del Palancar. A pesar de contar con un único testimonio, el del labrador Bartolomé Valverde, que compró ochocientas once fanegas. Los precios pagados, hasta treinta y un reales la fanega. Nadie sabía nada en el pueblo: ni registros de las ventas ni naturaleza de los vendedores. La orden del concejo era comprar a cualquier precio, tal y como reconocía Bartolomé Valverde, él mismo podía haber metido su propio trigo a precios excesivos. El gobernador Diego de Velázquez, junto a su escribano Francisco Rodríguez Garnica, abandonaron el pueblo, a sabiendas que era poco más lo que los vecinos iban a confesar y lo que necesitaban saber.

El esfuerzo económico que debía realizar una villa de cierta entidad para garantizar la provisión de trigo de su pósito a estos precios era ingente, y si eso exigía un endeudamiento a censo, las hipotecas adquiridas comprometían a toda la villa. Este era el caso estudiado de La Roda, pero otras villas como Motilla o Villanueva de la Jara todavía contaban con recursos para comprar grandes cantidades de trigo, aun a riesgo de esquilmar su hacienda municipal. Villanueva de la Jara compró mil ochenta y dos fanegas de trigo a veintiocho reales cada una. El desembolso total ascendía a treinta mil trescientas diez reales, casi tres mil ducados. La familia Bravo denunció sin tapujos el fraude. Andrés Bravo, escribano de la villa, acusaba cómo algunos regidores habían utilizado como testaferro al clérigo Miguel López, en la seguridad que iba a ocultar las operaciones de sus vecinos. El clérigo celoso de su comisión recogió las más de mil fanegas en apenas una semana, en partidas de cien a doscientas fanegas, tal como declaraba Juan Bravo, escribano asimismo. Es decir, el abasto de granos quedó en manos de unos pocos vecinos. El beneficio que obtuvieron algunos principales jareños, cuyo nombre se mantiene en el anonimato, es paralelo al que obtuvo Elvira Cimbrón, señora de Valera, e hija de Francisco Castillo, vecino de San Clemente. En sus molinos de La Losa se cerraban ventas de granos duplicando y triplicando la tasa. Antón López del Castillo, encargado por el concejo jareño para comprar trigo en ese lugar compró gran cantidad de trigo en La Losa, lugar con fama de seguro y donde las ventas quedaban en el más absoluto secretismo.

El informe final del licenciado Diego Velázquez, gobernador del Marquesado de Villena, fue elaborado en Villanueva de la Jara el cinco de julio de 1579. El gobernador no se dejó embaucar por la maraña de transacciones y heterogeneidad de sus partícipes. Había visitado los pósitos de las ciudades y villas del Marquesado. Los había encontrado repletos de granos. Los regidores y principales habían hecho circular el falso rumor de malas cosechas y concertado con los mayordomos municipales para vender el grano, del que ellos mismos eran poseedores, a excesivos precios. La culpabilidad que se trasladaba a forasteros era simple cortina de humo para esconder sus fraudes. Los principales y regidores consiguieron su objetivo, duplicar y triplicar el precio de los granos, dando salida a su excedente de granos y obteniendo pingües beneficios. En ese clima especulativo es en el que se dan las grandes operaciones como las trescientas fanegas vendidas en Tébar y el menudeo de transacciones de poca monta, guiadas por el mismo principio especulador, aunque respondieran a la vieja tradición del trueque. El beneficio desmesurado de unos pocos era el virus que gangrenaba de fraude y corrupción las sociedades locales. Los perdedores eran la gentes pobre y flacas, en palabras del gobernador, víctimas de los principales de sus villas. La misma firmeza del gobernador para denunciar los fraudes era pareja a su tibieza a la hora de pedir castigo para los culpables al rey don Felipe II
El licenciado Diego Velázquez vuestro governador del marquesado de Villena digo que visitando y tomando cuentas de los pósitos y alhorís deste marquesado y execuntando los alcance y otras deudas para que este año estén proveídos y bastecidos de pan so color de la nescesidad que uvo el año pasado e hallado por las dichas quentas estraños modos e ynbinciones para contravenir a la tasa y premática rreal vendiéndolo a mas precio della en grano los rregidores y personas principales de las ciudades y villas deste marquesado que an tenido mano con los mayordomos de los pósitos en esta forma: que los rregidores de las dichas ciudades y villas an dado y davan comisión a los tales mayordomos y otras personas para conprar pan para los dichos pósitos a qualquier precio que lo hallasen sin que pidiesen rrazón y quenta ny testimonio de dónde lo trayan ny de quien conpravan, sino que lo conprasen aunque fuesen excediendo de la tasa y agora por la espirencia se a visto que el año pasado aunque fue estéril no lo fue tanto que el trigo que se cojió en este marquesado bastara para los vecinos y moradores de él y se pudiera aver conprado todo a la tasa de V. Mt. sino fuera por el dicho fraude porque con color de la dicha comisión que los tales mayordomos y otras personas tenían para poder conprar, ellos propios y los rregidores y personas de los dichos lugares llebaban el trigo a casa de los dichos mayordomos y conpradores y finjiendo que eran forasteros yban de noche mascarados y tiznadas las caras y lo vendían y cobraban a precio de veynte y ocho y treynta rreales la hanega y a más precio alguno y por cosa cierta se tiene que todo el pan que por esta orden se conpró era de los propios vecinos y cojida del pueblo y no de forasteros y los mayordomos y conpradores en las quentas dicen y declaran ser de forasteros sin mostrar otra rrazón ni claridad más de sola su palabra y con juramento declaran lo que va rreferido lo qual a sido de mucho ynconbenyente porque estos tales en efecto an sido terceros de los vendedores para vender su trigo a más de la tasa y muy malos administradores de los pósitos como a V. Mt. constara por los testimonios y declaraciones de los propios por ser negocio de la calidad que es están las culpas de muchos por determynar hasta consultarlo con V. Mt. porque si a esto se da lugar para este año será muy mayor daño, Vuestra magestad le mandará ver y proueer y ordenando lo que más convenga a su rreal seruicio cuya C. R. Md. nuestro señor guarde por muy largos años con acrecentamiento de mayores rreynos y señores como sus criados deseamos de Villanueua de la Xara, 5 de julio de 1579


AGS. CRC. Leg. 267. Pesquisas del gobernador Diego Velázquez sobre los fraudes contra la pragmática que fijaba los precios de los granos. 1579

Saturday, June 9, 2018

La riada del río Rus del año 1589

Río Rus, a su paso por Santa Ana


Descripción de la riada del río Rus que aparece en la ejecutoria de hidalguía de los hermanos Herreros del año 1666. El testimonio que da el cura de la parroquia de Santiago Apóstol, de la villa de San Clemente, don Manuel Gregorio Santos, nos lleva a adelantar el año de dicha riada al año 1589 (once años antes de la fecha aportada por don Diego Torrente). La catástrofe se llevó por delante cuatrocientas casas en el barrio del Arrabal, el auténtico motor de la vida y de la economía de San Clemente. Con las casas, desaparecieron las partidas de bautismo de la villa de San Clemente anteriores a ese año, que el clérigo Juan de Caballón guardaba en su casa de la calle Roma.




Y hauiendo reconocido el dicho libro no se halló en él partida alguna que hiziese esta probanza ni otro libro más antiguo, y preguntado el dicho D. Manuel Gregorio Sanctos de S. Pedro la caussa dijo que después que sirue de cura propio de esta villa no a conocido más libros que los que nos a mostrado y que la causa de heberse perdido otros más antiguos según es público y notorio en esta villa fue que los dichos libros paraban en poder de vn teniente maior que se llamaba Juan de Caballón y en el año de mil quinientos y ochenta y nuebe vino una crecida de el río impensadamente y llegó asta la cassa de el dicho teniente y vivía en la calle que llaman de Roma y sacó los dichos libros el agua con otros papeles, que todos perecieron
(ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. HIDALGUÍAS. Ejecutoria de hidalguía de los Herreros, 30 de enero de 1666. Signatura antigua: 303-121-11,12 y 13)

Martín de Zabarte, vecino de Barchín



Zabarte era uno de los caseríos de la villa de Elgueta, en el valle de Angiozar, en Guipúzcoa, en la merindad de Durango. De allí procedía Martín de Zabarte, hijo de Martín y nieto de Juan. El abuelo, Juan Ibáñez de Zabarte, había casado con doña María Ortiz de Gonechea. Los viejos recordaban cómo se reunía junto al resto de hidalgos en las juntas de Elorrio. Sus dos hijos fueron Juan, el mayor, que heredó el mayorazgo, y el menor Martín, que había casado en Iguria con María de Zabala, estableciéndose en la casa de Zabala
por ser como hera hijo menor le caso el dicho su padre con la casa de Çavala y eredó la dicha casa por mayorazgo
El matrimonio de Martín Zabarte y María de Zabala tuvo dos hijos: Martín y Miguel. Martín de Zabarte se había establecido en 1512 en Barchín al casarse en esta villa. Obtendría sentencia favorable de hidalguía el seis de septiembre de 1535 y ejecutoria el seis de junio de 1537.

Poco más sabemos de este hidalgo vasco llegado a Barchín hacia 1512, del que desconocemos si se engloba en la tradición de canteros vascos

ACHGR, HIDALGUÍAS, 301-12-7

Friday, June 8, 2018

Juan de la Serna, hidalgo de La Roda

Juan de la Serna ya había pleiteado por su hidalguía con el concejo de la Roda un dos de octubre de 1511. El proceso que se prolongó durante seis años, concluiría en un primer término con una sentencia de cuatro de diciembre de 1517, que declaraba hombre pechero a Juan de la Serna. Una nueva probanza llevaría a la sentencia favorable de los Serna el doce de julio de 1521. Las reticencias del concejo de La Roda harían esperar la ejecutoria de hidalguía hasta el cuatro de julio de 1532.

Alvar Ruiz, sacristán de Vara de Rey, conocía a los Serna. Al abuelo Juan lo conocía de Vara de Rey y al padre Leonardo de San Clemente. Pero Alvar Ruiz había sido escribano en Cañavate. Allí conoció a un pariente de los Serna llamado Martín, que había ganado ejecutoria en la Chancillería de Valladolid. Del Cañavate, según Alvar Ruiz, procedían los Serna. El abuelo Juan de la Serna había acudido hasta Vara de Rey, aprovechando que allí tenía un sobrino llamado Juan García Moreno. el padre Leonardo se había mudado a La Roda para casarse con Mari González, hija de un hidalgo de La Roda llamado Juan Sánchez de Hernán González. Del matrimonio nacieron Martín y Juan. En el matrimonio de Leonardo y Mari González pesó más la hidalguía del primero que su riqueza, pues Leonardo poco aportó al matrimonio más de su sangre azul; la riqueza al matrimonio fue aportada por su suegro.

La figura más enigmática quizás sea la del abuelo. Juan de la Serna había llegado hasta Vara de Rey, pero no desde Cañavate, sino desde Cazorla. Su paso por Vara de Rey había sido transitorio aprovechando la presencia allí de dos familiares: el ya mencionado Juan García Moreno, su sobrino, y Martín Alonso de la Serna. Después había vuelto a Cazorla, donde estaba casado.

¿Cuál era la procedencia de los Serna? García Carretero, regidor de La Roda, nos decía que eran naturales de hazia Cordoba. No obstante, en un pleito de 1478 de un hidalgo de Vara de Rey llamado Fernando de Peralta nos aparece como testigo un Gómez García de la Serna, hijo de Juan Gómez de Cañadajuncosa, lo que nos lleva a ubicar a la familia en Cañavate. La construcción de una genealogía años después en torno al apellido Serna los hacía proceder de un caballero de Alarcón casado con una doncella de Carrión de los Condes, que aportó el apellido. Pero por nuestra parte no hemos encontrado la más mínima relación entre ambas ramas familiares.
Balthazar de la Serna, Luis Dimás y Christoval tres hermanos son hidalgos; según pareze con provanza hecha ante el juez ordinario de esta ciudad de Valencia a 18 de septiembre año 1563 con que provaron ser todos tres hermanos  e hijos de Antonio de la Serna, hidalgo de solar conocido, hijo que fue de Martín de la Serna, hidalgo de solar conocido en la villa de Alarcón, donde fueron avidos por hidalgos sin reproche y que el dicho Antonio sirvió al Rey en la presa de Bugía año 1510 y después de Fuenterrabía y la reducción de los comuneros de Castilla año 1521. El origen de esta casa de Serna en Alarcón fue así, que el dicho Martín Alonso tenía su casa y rica hazienda en Alarcón y una sola hija que por su hermosura y honestidad, juntamente con su dote, muchos mancebos hidalgos de Alarcón y de otras villas cercanas servían con fiestas y galas a la doncella, empero Martín Alonso a todos respondía y decía que quería, que le procuraría dar marido a su hija, hombre que fuese tan buen hidalgo como él, y así el dicho Martín Alonso fue a Carrión de los Condes por buscar marido a su hijo, que se lo deseaba, y estando en Carrión preguntó de los linajes de hidalgos que allí avía y de los mancebos virtuosos por casar y de todos escogió a Martín circa Medín Serna por ser gentil mancebo bien acostumbrado e hidalgo de solar conocido de vengar 500 sueldos, de la casa del señor de la villa de Macintos cabe Carrión y le desposó con su hija, de este matrimonio procedió el dicho Antonio y de aquel los arriba nombrados
Las armas de esta familia son un escudo, campo de sinople, banda de plata encima y baxo de la banda una S borde cortissa de gules con cinco aspas en centor y por timbre una flor de lis de oro y una correa de que cuelga el escudo
(Libro Segundo de la Chrónica de la ínclita y coronada ciudad de Valencia y su reyno,
compilada por Martín de Viciana. Año MDLXIV, BNE, Mss. 9978, folio 142)
                                                                         
Armas de los Serna. Aportación de las armas y texto supra: Sebastián Hernández de Luján
Libro Segundo de la Chrónica de la ínclita y coronada ciudad de Valencia y su reyno, compilada por Martín de Viciana. Año MDLXIV. BNE. Mss. 9978, folio 142


Testigos en 1518

Alvar Ruiz, vecino de San Clemente, 65 años, y sacristán en Vara de Rey, pechero
Gómez de Gualda, vecino de La Roda. sesenta años
Fernán Alonso, vecino de San Clemente, 63 años, hidalgo
Juan García, vecino de la Roda, 50 años
García Carretero, vecino de la Roda, pechero de 65 años

Sunday, June 3, 2018

Pedro López de Chavarrieta, cantero e hidalgo



Armas de los Chavarrieta  en la calle Don Andrés 4,  de Motilla del Palancar.
Y en la primer foja (de la ejecutoria de hidalguía) las armas de los dichos que son un escudo con su zelada y en él en campo azul un árbol y al pie dél en campo berde dos lobos con dos corderos en las bocas ensangrentadas y seis leones por orla en campo leonado
Foto de Sebastián Hernández de Luján

(Mi agradecimiento a Sebastián Hernández de Luján y a Santi Granero, por sus sugerencias y aportaciones)




Juan Pérez de Chabarrieta, vecino de El Peral, era hijo de Pedro López de Chavarrieta, nieto de Sancho López de Chavarrieta y biznieto de Sancho López de Elejalde. La procedencia de su linaje, en  la casa solariega de Elejalde, en la anteiglesia de Izpazter (o Ispaster), en la merindad de Busturia.
de la casa de Elexalde que es una casa solar antigua ynfazonazgo
Los vecinos de Vizcaya se dividían entre los que vivían en casas solariegas infazonadas, hidalgos, y aquellos otros de las casas labradoriegas, y los advenedizos (o benedizos), venidos de fuera. Estos dos últimos grupos tenían la condición de pecheros. Lo de solar infanzonado no era cosa baladí, pues la diferencia entre solares infanzonados y no infanzonados venía porque antiguamente en los llamamientos de los reyes para la guerra, a los miembros de las casas solares que no habían acudido a los llamamientos se les obligó a pagar un tributo, a pesar de su condición hidalga

Sancho López de Elejalde estaba casado con María Ortín. Su hijo Sancho Pérez de Chavarrieta casó con Marina Pérez de Chavarrieta. Sancho, hijo, murió en circunstancias desconocidas camino de Bretaña, antes de que lo hiciera su padre, Sancho de Elejalde, que le sobrevivió hasta 1500. La temprana muerte de Sancho hijo marcaría el devenir de la familia. Por los testimonios se deduce el papel protagonista de Marina Pérez de Chavarrieta en mantener la cohesión del hogar familiar y la aportación del apellido a la familia. Este cambio de apellido de la familia, respondía a una tradición vasca, que recogía el testigo Pedro de Aguirre, un anciano de 85 años
que muchos hijos de casas ynfançonadas semejantes que la de Elexalde han casado con otras casas tanbién ynfançonadas e prinçopales e luego que se casan e pasan a las tales casas que ansí les dan en el dicho casamiento toman el nonbre de la tal casa donde hansí han casado e dexan el nonbre de la casa donde dependen como lo hizo Sancho de Echebarrrieta abuelo del que litiga que dependiendo de la casa de Elexalde en casando en la casa de Echebarrieta tomó el dicho nonbre y dexó el de Elxalde donde dependía

Las probanzas de testigos se llevaron a cabo en Lequeitio, en marzo de 1564. Los testigos nos muestran que estamos ante una familia de canteros que se desplazaron hasta tierras de la Mancha. El que dio el paso fue Pedro López de Chavarrieta, que hacia 1501 abandonó su tierra natal y junto a un hermano de Martín Abad de Elejalde se dirigió a Aragón (del paso por estas tierras no sabemos nada) a ejercer el oficio de cantero y desde allí pasó a Mota del Cuervo en la Mancha. Un testigo, Ochoa de Irezagui, localiza a nuestro protagonista en 1501 en la localidad de Ocaña, reconociendo ya su vecindad en Mota. En la casa solar se quedó el hermano mayor, Juan. Pedro casaría en Mota del Cuervo con Elvira Sánchez de Manjavacas, con sus hijos formaría cuadrilla de canteros; a la familia se sumarían otros canteros de la anteiglesia y comarca de Izpaster. Pedro López Chavarrieta murió hacia 1534, fecha tomada desde la imprecisión de los testimonios orales. Había llegado a Mota del Cuervo treinta años antes. Una vez asentado en Mota del Cuervo, otros vascos acudieron a su taller a aprender el oficio de cantería; entre ellos, un sobrino, hijo de su hermano Juan,  y un vecino de Izpazter llamado Juan Pérez de Solate.

Lo que es evidente es que con el cambio de siglo hubo una diáspora de canteros vascos hacia la Mancha por las nuevas posibilidades que ofrecía una tierra en expansión
conoçió agora sesenta e çinco años siendo moço en la anteyglesia de Yzpazter en casa de Marina de Chebarrieta su madre e después se ausentó o fue para Castilla donde a muchos vezinos canteros de la dicha anteyglesia que yban a trabajar a la Mancha

Iglesia de San Miguel Arcángel de Mota del Cuervo

Estos canteros, vecinos de Izpazter, se reunieron en torno a Pedro López de Chavarrieta, en Mota del Cuervo, que por entonces tenía fama que hera uno de los mejores ofiçiales de la comarca. Pedro López de Chavarrieta era reconocido maestro de cantería, que reunió en torno a sí a muchos de sus paisanos de Izpazter. Su labor constructiva se desarrolló entre Mota del Cuervo y Albacete. En Mota del Cuervo intervino en la construcción de varias de las capillas de la iglesia parroquial de Mota del Cuervo desde 1507 y posteriormente, veinte años después, continuaría su actividad como maestro mayor en la fábrica de la iglesia de San Juan de Albacete. Ese maese Pedro, que algunos otros han interpretado como maese Pérez (tal vez, porque este sea Hortín Pérez, ¿el hermano del clérigo Martín Abad de Elejalde?), es sin duda el maese Pedro, que nos aparece en la información de testigos de la probanza de su hidalguía. Así nos lo resumía Pedro de Caicedo, un vecino de Mota del Cuervo en 1563
que el susdicho estuvo en la dicha villa de la Mota travajando en su ofiçio de cantero en hazer çiertas capyllas de la yglesia de la dicha villa de la Mota travajando en su ofiçio que aqueste testigo le enpeçó a conoçer tienpo de çinquenta e seys años poco más o menos e lo conoçió del dicho tienpo que dicho tiene a esta parte bibir e morar en la dicha villa de la Mota donde el susodicho se casó con su muger Elvira Sánchez de Manjavacas y casado con la susodicha y con su casa poblada y bienes y hazienda con el el dicho Pero López de Chavarrieta en la villa de la Mota hasta tanto que el susodicho se fue a bibir a la villa de Albaçete porque tomó allí a hazer çierta obra en la yglesia della donde el susodicho murió y aunque el susodicho se fue a la dicha villa de Albaçete dexó sus bienes e hazienda en la dicha villa de la Mota donde casó y después de muerto el dicho Pero López de Chavarrieta la dicha Elvira Sánchez de Manjavacas su muger se volvió a bibir a la dicha villa de la Mota donde tenía su casa e bienes e hazienda

Pedro López de Chavarrieta casaría con Elvira Sánchez de Manjavacas. El oficiante de la ceremonia fue un clérigo llamado Tristán el feo.  Entre sus vecinos de Mota del Cuervo era conocido como maese Pedro de Chavarrieta, porque hera maeso de cantería. Maese Pedro tuvo una muerte desgraciada, tal como nos contaba Alonso Hernández de Santa María, vecino de Mota del Cuervo, al sufrir una caída en altura durante la construcción de la iglesia de San Juan de Albacete: que el dicho Pero López de Chavarrieta cayó de la obra que hazía en la dicha villa de Albaçete e que allí murió.  Tal vez el año de la muerte se puede retrasar hasta 1537, fecha en la que un testigo llamado Cristóbal López el viejo nos dice que el matrimonio Chavarrieta vivía en Albacete (hace veintisiete años, nos dice). El mismo testimonio nos dice que Pedro López de Chavarrieta vivió por tiempo de veinte años en Mota del Cuervo. Es decir, entre 1525 y 1530, maese Pedro marchó a Albacete a la obra de la iglesia de San Juan. Si hay que dar veracidad a los testimonios estaríamos hablando de las proximidades de los años 1526 o 1527. Así durante siete o diez años maese Pedro participó en la construcción de la iglesia albaceteña. Las fechas las ponemos en cuarentena, pues aunque el expediente es muy ilegible por haber traspasado el papel las tintas ferrogálicas, leemos bien la fecha de los testimonios, pero tenemos dudas con la precisión de los testigos. En cualquier caso las probanzas comenzaron el once de diciembre de 1563 en El Peral y luego continuaron en Mota del Cuervo el día quince. Los estudios de Aurelio PRETEL sobre la iglesia de San Juan de Albacete nos ayudan a concretar las fechas de la presencia del maestro Pedro Chavarrieta, a la par que a despejar sus dudas (1). PRETEL da por buena para la muerte de Pedro López Chavarrieta (apellido que creemos que confunde con el de Chavarría) la fecha de 1537, de acuerdo con los libramientos hechos a la mujer y herederos de maese Pedro por los concejos de Albacete y Mota del Cuervo (este última aportado por ROKISKI), aunque el libramiento que se aporta de 1536, y que parece finiquitar el trabajo de los años 1533 y 1534, nos hace dudar si la fecha de la muerte es este último año. Las dudas nacen de las divergencias entre los testigos, aunque el que parece hablar con más seguridad es Cristóbal el viejo, que fija la fecha en 1537. Sí es así, 1537 sería el año en el que la viuda María Sánchez de Manjavacas, decide volver a su pueblo natal y finiquitar las cantidades adeudadas a su marido difunto. En cuanto a la llegada de Pedro Chavarrieta a Albacete, PRETEL quiere ver su presencia antes del año 1524, para reconocer la ausencia del maestro en el año siguiente, consideramos que es más acertado el año 1526 como año de la presencia de Pedro López de Chavarrieta (que no Chavarría) en Albacete como maestro mayor de obras. Allí, establecerá su casa durante una década, a decir de los testigos, de forma continuada

Catedral de San Juan de Albacete
Foto: Miguel Ángel Clemente


La llegada de Pedro López de Chavarrieta a Mota de Cuervo fue vista con recelo. Desconfianza que aumentó, cuando casó con su mujer. En el pueblo se vio mal que la moza fuera dada en matrimonio a un forastero, en el que la hidalguía por aquel entonces debía pesar poco en su buen nombre
que al tienpo que el dicho Pero López de Chavarrieta se casó con la dicha Elvira Sánchez de Manjavacas su muger se dezía entre los vezinos de la dicha villa que cómo syendo honbre tan onrrado Pero Sánchez de Manjavacas padre de la dicha Elvira Sánchez de Manjavacas avía casado su hija con honbre forastero pudiendo casalla con los honbres más onrrados de la villa
El hijo mayor fue Pedro López de Chavarrieta, del mismo nombre que su padre; el menor, Juan Pérez de Chavarrieta, que nació y se crió, al igual que el mayor, en Mota de Cuervo. Debió nacer entre 1520 y 1525. Hacia finales de la década de 1550 marchó a El Peral. Moriría en El Peral en 1579. Aunque los Chavarrieta obtuvieron sentencia favorable de hidalguía de la Chancillería de Granada el 27 de mayo de 1569, el pleito seguía latente a su muerte y fue continuado por su hijo Pedro Chavarrieta. Por la nueva probanza de su hijo Pedro en 1597, conocemos algunos datos de la vida de Juan Pérez Chavarrieta. Antes de llegar a El Peral, había pasado por La Roda, donde había casado con María Alarcón de la Serna, hija de Juan de la Serna. Uno de los testigos más fiables era Domingo de Luján, pariente de los Chavarrieta por parte de María de la Serna, que reconocía cómo el matrimonio había vivido veinte años en El Peral y daba fe del enterramiento de Juan Pérez de Chavarrieta en la iglesia de Nuestra Señora de El Peral. Su hijo Pedro obtendría nueva sentencia de hidalguía de 24 de octubre de 1603, confirmada el 25 de mayo de 1604. La definitiva carta ejecutoria tiene fecha de 17 de septiembre de 1604.

Sentencia de hidalguía de Juan Pérez Chavarrieta, 27 mayo 1569. AChGr. Hidalguías. Signatura antigua: 304-546-7. 



Probanza de 1 de marzo de 1564 en Izpazter


Martín Abad de Elejalde, clerigo de Lequeitio, hidalgo 78 años
Juan Pérez de Solate, vecino de la anteiglesia de Izpazter , hidalgo 68 años
Juan Martínez de Larrinaga, de Izpazter, hidalgo de 82 años
Pedro de Aguirre de Izpazter, 85 años
Juan de Cortazar, Mayor de Días, de Izpazter, hidalgo de 78 años
Juan Pérez de Arana de Izpazter, 80 años
Ochoa de Irezagui de Izpazter, hidalgo de 60 años
Hernando de Aboytiz, Izpazter, hidalgo de más de setenta años

(1) PRETEL MARÍN Aurelio: Arquitectura y sociedad en el Renacimiento. Documentos inéditos sobre la construcción y ruina de San Juan de Albacete (1515-1545). Ed. COACM y Ateneo albacetense. Albacete. 2015


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. Probanzas en Izpazter y Lequeitio, marzo de 1564.   Signatura antigua: 303-376-12
ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. Signatura antigua: 304-546-7. Continuación del pleito por Pedro, hijo de Juan Pérez Chavarrieta, 1597-1603
ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. Autos en la Chancilería de Valladolid para las probanzas en el señorío de Vizcaya.  Signatura antigua, 303-378-13
ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. Probanzas en El Peral y en Mota del Cuervo, diciembre de 1563. Signatura antigua: 303-347-6.
ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. Ejecutoria a favor de Pedro Chavarrieta de 1604,  Signatura antigua: 301-97-32. Incluye probanzas de El Peral de 1597

Saturday, June 2, 2018

El acceso a los oficios concejiles en Quintanar del Marquesado y Motilla del Palancar

Juan Doñate Talaya, regidor perpetuo de Quintanar del Marquesado, solicitaba el tres de agosto de 1618 que se sacara traslado de la ejecutoria que obraba en posesión de Jerónimo de Oviedo. Se trataba de una ejecutoria de de veinticuatro de mayo de 1585, que venía a reconocer la partición de oficios concejiles de la villa a partes iguales entre hidalgos y pecheros.

El pleito se había iniciado el 27 de abril 1584 por cuatro hidalgos de la villa de Quintanar del Marquesado: Hernando de Alarcón, Diego Pérez de Oviedo, Fernán Pérez de Oviedo y Jerónimo Pérez de Oviedo. Protestaban porque en la elección de oficios concejiles entraban indistintamente hidalgos y pecheros sin preservar la diferenciación de los dos estados. El concejo de Quintanar alegó que los demandantes eran recién llegados al pueblo, que no habían demostrado su hidalguía. Además frente al discurso de la desigualdad de estamentos, se daba prevalencia a la virtud y mérito personal para ocupar estos oficios
y el dicho conçejo su parte de tienpo ynmemorial a esta parte auía estado y estaua en pacífica posesión de admitir en los dichos ofiçios del dicho conçejo los honbres más honrrados y abonados de la dicha villa sin distinçión de estados

Se alegaba además que el concejo de Quintanar del Marquesado tenía ciertas ordenanzas, que insistían sobre todo en el carácter abonado en cierta cuantía de los destinados a ocupar los cargos concejiles. Los aspirantes hidalgos podrían ser de un estado diferente, pero eran pobres. No obstante, la sentencia de dos de abril de 1585 fue favorable a los hidalgos
que agora y de aquí adelante en la eleçión que hiçieren de los ofiçios de alcaldes hordinarios y de la hermandad y otros qualesquier del conçejo den la mitad dellos al estado de los hijosdalgo de la dicha uilla guardando las leyes y premáticas de su majestad que açerca de las eleçiones hablan

La sentencia sería apelada por el concejo de Quintanar, pero también de los hidalgos que se negaban a pagar las costas del juicio. El treinta de abril y siete de mayo en sendos autos se confirmaba la sentencia y condenaba a los pecheros como particulares a pagar los gastos del juicio si decidían su prosecución. Pero la sentencia definitiva en grado de revista sembraba la semilla de la discordia por una afirmación que no pasaría inadvertida a los pecheros: los hidalgos tenían derecho a los oficios como vecinos y moradores de la dicha villa.

Desde luego que Hernando de Alarcón y los Pérez de Oviedo cumplían ese requisito, pero eran unos recién llegados al pueblo. Ese carácter advenedizo como traba para la ocupación de los oficios públicos sería rescatado treinta y tres años después por el concejo de Quintanar (1). Se pedía que era condición inexcusable para ocupar cargos concejiles el ser natura y morador en la villa o haber vivido diez años en la misma con casa y familia para naturalizarse porque de otra manera sería elijir sin aver visto sus costunbres y modo de viuir.  La exclusión iba destinada directamente contra los hermanos Fernando Pérez de Valdés Oviedo y Jerónimo de Oviedo Valdés. El límite de los diez años venía determinado por una sentencia que había ganado la villa de Motilla del Palancar un año antes.

La sentencia ganada por el concejo de Motilla del Palancar en 1617 era una revisión de otra anterior ganada por los hidalgos reconociendo el derecho a ocupar la mitad de los oficios concejiles por este estado, tal como se había guardado en Quintanar treinta y dos años antes. En un primer momento, varios hidalgos motillanos, de reciente vecindad en el pueblo, habían defendido su derecho a ocupar los cargos concejiles. Se trataba de Juan Pérez Chavarrieta, Alonso Álvarez Beamud, Marco Antonio de Arriaga, Jorge Pérez de Zornoza, Juan de la Casa Zornoza y Andrés Luján. La sentencia de de 27 de marzo de 1617 fijaría la elección de oficios en el concejo motillano a partes iguales entre pecheros e hidalgos
e que de aquí adelante en todas la eleçiones que hiçieren de ofiçiales del dicho conçexo en cada un año den la mitad de de los ofiçios honrrosos que en ellos se elexieren a el estado de los hijosdalgo de la dicha villa y en quanto a la uara y ofiçio de alguaçil mayor y otros ofiçios que se elijen en una persona sola mandamos que un año se den al estado de hijosdalgo y otro año al estado de los onbres buenos pecheros começando el primero año por el estado de hijosdalgo; y en quanto a las firmas, asientos, juntas y congregaçiones donde concurrieren anbos estados sea preferido en el mexor asiento y lugar el dicho estado de  hixosdalgo  el dicho estado de los buenos onbres pecheros

El concejo motillano protestó. El objeto de la protesta era impedir el acceso a los cargos municipales a un recién llegado al pueblo, Juan Pérez de Chavarrieta, que se había establecido en Motilla tras su matrimonio con María de Ojeda en 1608. Ya ese año se había conseguido apartarle del poder de acuerdo a las viejas formas de elección de la villa (Sobre la elección de oficios en La Motilla del Palancar (1608), ahora nueve años después Chavarrieta consigue de la Chancillería de Granada una sentencia que rompe con las viejas formas de elección de oficio, que el paso del tiempo solo había conseguido modificar en lo que tocaba a la extensión del colegio de electores. Pero no se lo pondrían fácil sus enemigos que al menos consiguieron retrasar un año su participación en los oficios públicos, alegando que no cumplía con el requisito de los diez años de vecindad que marcaban las leyes
mandamos que los dichos Juan Pérez de Chavarrieta y Marco Antonio no sean admitidos por aora en la eleçiones que se hiçieren a los ofiçios del conçejo de la dicha villa hasta tanto que cada uno dellos aya cunplido el tienpo que conforme a las leyes destos Rreynos se rrequiere para adquirir veçindad y biuido con su cassa poblada en la dicha villa los diez años
Era el dieciséis de febrero de 1618. Aun así las desventuras de los Chavarrieta no acabarían con los vecinos motillanos, diez años después el hijo de Juan Pérez Chavarrieta, llamado Julián, se vería inmerso en un turbio asunto de estupro con María Zarzuela. Los viejos hidalgos vascos enlazaban forzadamente con unos pecheros oportunistas (Las tribulaciones del estudiante motillano Juan Chavarrieta).


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. HIDALGUÍAS. Quintanar del Marquesado. Elección de Oficios. 1618. Signatura antigua: 303-469-2




(1)  Formaban el concejo de Quintanar, por aquel entonces, Fernando Pérez de Valdés Oviedo, alcalde ordinario, y los regidores perpetuos Alonso Martínez Gómez, Juan Doñate Talaya, Alonso de Mondéjar, Sebastián Parreño, Francisco Saiz Parreño y Fernando Simarro.

ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. HIDALGUÍAS. Quintanar del Marquesado. Elección de Oficios. 1618. Signatura antigua: 303-469-2

Saturday, May 26, 2018

Navodres en Barchín del Hoyo o las limitaciones de la roturación de nuevas tierras

provechar porque todo él es un tremedal de aguas de que en ynuierno se hinche dura todo el verano y ansí pasa todo el año sin que sea de prouecho y aún en ynvierno es tan grande el tremedal que si entran él algunos ganados perecen y no los pueden sacar de él y si se diese licencia para se poder rromper y labrar haríanse acequias y balladales y sangraderas por donde el agua se vazíase 

Así rezaba el memorial del procurador del concejo de Barchín del Hoyo, Juan Martínez de Moya, que no logró convencer al Consejo Real sobre la necesidad de romper la dehesa de Navodrés para labrantío y que el tres de julio de 1564 negó la licencia para romper estas tierras. ¿Visión exagerada o ejemplo de lo que debería ser un paisaje salpicado de lavajos entre atochares y monte bajo de carrascas, dominante en el espacio manchego conquense hasta finales del siglo XV, y que sería abruptamente modificado en la primera mitad del siglo XVI?

En el último cuarto del siglo del quinientos, Navodres era una zona pantanosa, poco apta para el cultivo y que los ganados evitaban. Sin embargo, el concejo de Barchín estaba hambriento de tierras, dirigiéndose al Consejo Real para solicitar licencia que les permitiera desecar esta dehesa para su roturación. Los barchineros en sus memoriales presentaban a Navodres como un tremedal de aguas de que en ynvierno se hincha e dura todo el verano y ansí pasa todo el año sin que sea de provecho y aun en ynvierno es tan grande el tremedal que si entran en él algunos ganados perecen. Se pedía, pues, romper dichas tierras, poco semejantes al prado al que se querían asimilar, para dedicarlos a labranza; con sus frutos y rentas, en sospechoso desinterés, el concejo de Barchín pretendía fundar un pósito, remedio de la necesidad de sus vecinos en tiempos de carestía. Conocemos los proyectos de desecación por el memorial presentado ante el Consejo Real
y si se diese liçençia para se poder rrronper y labrar haríanse açequias y balladales y sangraderas por donde el agua se vazíase 
Barchín era un pueblo propicio para ganaderos, de mucho pasto y poca labor. Aunque las Relaciones Topográficas, doce años después,  reconocen la cría de no más de ochocientos corderos al año. Y, sobre todo, Barchín se situaba al pie de la sierra de Cuenca, donde ésta ya se abre a la Mancha, con muchos espacios agrestes de uso común y concejil, apetecidos por los intereses particulares. A pesar de ello, el Consejo Real no se dejó embaucar y negó la licencia para roturar el prado de Navodres el tres de julio de 1564.

El proceso por roturar las tierras de Navodres y su arrendamiento a particulares había comenzado en 1563. Era el 21 de enero cuando el cabildo de Barchín intentó convencer al alcalde mayor Juan Caballero de la necesidad de roturar Navodres. Juan Caballero había llegado hasta Barchín para hacer una información solicitada por el Consejo Real sobre la conveniencia de otorgar licencia. Previamente, el 22 de abril de 1562, el Consejo Real había conminado al concejo barchinero a buscar otras tierras municipales como alternativa para la labranza. Juan Caballero era alcalde mayor del Marquesado de Villena desde el dos de febrero de 1562; por aquel entonces el nombramiento de este cargo correspondía a una decisión personal del gobernador, que a la sazón era don Carlos de Guevara.

La primera decisión de Juan Caballero fue convocar un concejo abierto el domingo 24 de enero de 1563, al que invitó a todos los vecinos de Barchín, pero también a los moradores del lugar de Valverdejo y de Alcohor (o Alcohol), entonces habitado, para conocer el sentir del pueblo y sus aldeas en torno a Navodres. Celoso de su misión, Juan Caballero decidió visitar Navodres el día veintidós, acompañado de cuantos vecinos quisieran personarse con él en dicho prado. Aparte de la justicia de Barchín, los más interesados en la visita fueron los moradores del pequeño lugar de Alcohor, que en número de cinco acompañaron al alcalde mayor. Alcohor era una pequeña aldea formada en las proximidades de Navodres por agricultores que ya habían comenzado a roturar sus tierras. Pedro Gascón decía que en realidad la tierra a roturar suponía solamente una treintava parte de la superficie total de Navodres; quizás esa era la superficie ya labrada, sin licencia real. Eran estos agricultores los primeros interesados en la roturación y los que defendieron ante el alcalde mayor la necesidad de labrar las tierras que en ese momento pisaban junto a Juan Caballero.

Pero Barchín del Hoyo no era villa de labradores, pues su término era angosto y de pocas tierras para la labrança. La economía de Barchín se inclinaba más a la ganadería, aunque Barchín quiere presentarse con orgullo como una villa de labradores, condición de la que participan la mayor parte del sus vecinos. Los Reyes Católicos, habían concedido por privilegio de 26 de marzo de 1489 tres dehesas al pueblo para uso exclusivo de sus vecinos: una dehesa carnicera, la del Cuerpo, para el abasto de sus vecinos y dos dehesas más: la de Alcohor y la de Navodres. Esta última dehesa había sido concedida al común de los vecinos como dehesa boyal para pasto de sus bestias. El escaso desarrollo agrario de Barchín y la sustitución del buey por la mula se traducían en el escaso aprovechamiento de Navodres, donde de verse bueyes, éstos eran los de los vecinos de Almodóvar del Pinar, carreteros dedicados al transporte. Ahora, a principios de los sesenta la disyuntiva planteada era muy clara: o se roturaban las tierras para la labranza o se dedicaban para pastos de los ganados. Barchín decidía su futuro en la elección de ser un pueblo de labradores o de ganaderos. En un caso u otro, el interés que dominaba era el privado, rompiendo con el viejo aprovechamiento comunal de la dehesa para pasto y obtención de recursos forestales libremente., lejos de las fórmulas de arrendamiento que ahora se pretendían.

Las esperanzas de los labradores estaban puestas en Navodres, pues el resto del término labrantío de Barchín estaba formado por tierras de poco valor e preçio y tierras livianas de cuya causa se coxe poco pan. Pedro Gascón declaraba que en veinte leguas a la redonda no había pueblo con menos labores. Las Relaciones Topográficas nos dan una imagen de un pueblo pobre, con casas hechas de tierra, bajas, al tono de la pobreza de la villa, a pesar de existir canteras para obra de sillería. Claro que la villa de Barchín veía en el arrendamiento de la dehesa una oportunidad para aumentar sus rentas y propios, especialmente en un momento de necesidad de fondos para la reconstrucción de la iglesia parroquial de la villa, tal como reconocía su procurador Juan Martínez. Pero había una razón de más peso. El fuerte incremento demográfico de comienzos de siglo había hecho insuficientes las tierras labradas para la alimentación de sus vecinos. Ahora, Barchín era un pueblo que había frenado la explosión demográfica iniciada a comienzos de siglo y permanecía estancado. Los agricultores barchineros, la mayoría de la población, buscaba nuevas tierras que arrendar en los pueblos cercanos, tierras de señorío. La única parte roturable del término de Barchín era Navodres, pues el resto estaba formado por pinares e tierras de piedras que no se pueden arar. Tierras proclives al aprovechamiento ganadero, añadían interesadamente los labradores.

Barchín, villa ganadera, tenía un grave problema con el abasto de pan para sus vecinos. La mayor parte del trigo era comprado fuera de la villa. A los precios altos de compra, en especial en época de necesidad, se unían los altos costes de transporte. Para aliviar la necesidad de los vecinos se pensaba en crear un alhorí. La economía de Barchín era muy limitada. Las Relaciones Topográficas reconocen una producción de 4.500 fanegas de trigo y tres mil arrobas de vino, insuficientes para mantener una población de doscientos cincuenta vecinos
y lo que aquí falta para comer se proveen de la Mancha, diez o doce leguas de esta villa

Los días veintidós y veintitrés de enero de 1563, el alcalde mayor Juan Caballero recibió el testimonio de varios vecinos barchineros. Todos ellos eran agricultores, defensores de nuevas tierras para el cultivo a costa de los comunales. En el pueblo se fue creando un clima favorable al rompimiento de la tierra de Navodres para el concejo abierto a celebrar el domingo veinticuatro. Ese domingo, después de comer (pues los vecinos salidos de la misa dominical hubieron de esperar a que el alcalde mayor comiera) la plaza se llenó con los barchineros, que fueron invitados a entrar en la sala del ayuntamiento. El alcalde mayor expuso la razón de su presencia en la villa. Los vecinos principales comenzaron a dar su parecer. Juan López de Reillo fue el primero en tomar la palabra, se manifestó favorable a arrendar y labrar la dehesa de Navodres. A su voto siguió una cascada de votos favorables, que reproducimos por ser un censo de la villa de Barchín y su tierra en ese año de 1563:

  • Juan López Escribano
  • Fernando de la Osa
  • Francisco López Tornero
  • Benito de Villalba
  • Juan de Jábega
  • Pedro Torrente
  • Hernán Saiz
  • Alonso Gascón
  • Antonio del Castillo
  • Juan de Villalba
  • García Cabronero
  • Martín Ruiz
  • Juan Miguel
  • Alonso de la Parrilla
  • Domingo Ramírez
  • Martín de Liébana
  • Antonio López Barbero
  • Juan Navarro
  • Juan de Mira
  • Gaspar de Poveda
  • Pedro de Linuesa
  • Juan de Milla (ganadero)
  • Garci Martínez
  • Juan Piqueras
  • Sesay de Guernica
  • Martín Cabronero
  • Amador López
  • Juan López del Cano
  • Juan Redondo
  • Martín de Alarcón
  • Miguel López de Paniagua
  • Ginés de Burgos
  • Juan López del Cano el viejo
  • Andrés del Pozo
  • Juan Ruiz
  • Juanes Vizcaíno
  • Martín López
  • Juan Gascón
  • Bartolomé Herrero
  • Bartolomé Saiz
  • Miguel García de la Holeda (Olmeda)
  • Miguel García
  • Sebastián de Linuesa
  • Alonso Lucas
  • Benito Martínez
Otros vecinos presentes asintieron  o al menos no se opusieron. Sabemos que había familias con fuertes intereses ganaderos, pero a excepción del mencionado Juan de Milla, que compartía la labranza con sus ganados, ninguno voto en el concejo abierto. La familia de la Osa, ganaderos y opuestos a los intereses de los labradores, salvo Fernando, no aparecen. Detentadores del poder municipal el año anterior, ahora estaban apartados. Tampoco aparece Pedro de Buedo, instalado en la villa. Los ganaderos permanecían callados, pero la república de labradores que a simple vista pudiera parecer Barchín estaba acomplejada. En las probanzas de testigos, se insiste una y otra vez que la necesidad de nuevas tierras para la labranza no va en contra de los ganados, pues hay tierra para todos. Incluso se limitan las pretensiones de labranza de Navodres a una parte ínfima de la dehesa.

Quizás porque era consciente del conflicto entre labradores y ganaderos, el alcalde mayor Juan Caballero siguió reuniendo testimonios los días veinticuatro y veinticinco. De nuevo visitó Navodres. Esta vez los labradores le llevaron a una zona de valle anegada por el agua. Consiguieron del alcalde mayor que diera su visto bueno para que el Consejo Real diera la licencia. Sin embargo el Consejo Real denegaría la licencia para labrar Navodres el tres de julio de 1564. Con la negativa del Consejo Real vino aparejada la paralización de los proyectos de la reforma de la iglesia parroquial y creación de un pósito municipal.

Auto del Consejo Real negando la licencia para roturar Navodres

¿Cuáles fueron las razones del Consejo Real para negar la licencia para la labranza de Navodres? Es posible que los intereses ganaderos intrigaran en la Corte, pero estos intereses solo aparecen definidos en el siglo siguiente con la figura de García de Buedo Gomendio. Nos es más convincente pensar que el Consejo Real tuviera reparos jurídicos. Las tierras de Navodres eran espacios comunales y como tales inalienables. En otras partes de Castilla, tal como ha estudiado VASSBERG (1), la Corona permitió la enajenación de las llamadas tierras baldías, sobre las que se arrogaba la propiedad. Pero las tierras que podrían responder a esta acepción eran consideradas por los barchineros como tierras incultas inapropiadas para la labranza. En el siglo siguiente, una Corona más acuciada por las necesidades militares daría la ansiada licencia para el arrendamiento de Navodres. Solo que esta vez sería para pasto de los ganados.



Concejo de Barchín de 21 de enero de 1563

Pedro Lucas y Benito Linuesa, alcaldes ordinarios; Cristóbal López y Pedro de Liébana, regidores; Blas Gómez, alguacil mayor; Miguel de Piqueras y Pedro Villalba, diputados.

Concejo de Barchín de 22 de septiembre de 1562

Miguel Piqueras y Juan de la Orden, alcaldes ordinarios; Alonso de la Osa, alguacil mayor; Pedro de la Osa, regidor; Alonso Escribano, diputado.

Moradores del lugar de Alcohor

Pascual de la Orden, Alonso Pérez, Juan Martínez Redondo, García de la Orden, Fabián Martínez.


Testigos

Miguel Piqueras el viejo, 65 años
Juan Piqueras, 54 años
Juan de Jábega, 62 años
Juan López Escribano
Pedro Gascón, 40 años
Gil Carretero, 58 años
Pedro de Liébana
Francisco Redondo
Pedro de Villalba, 63 años
Antón del Castillo
García Cabronero, 48 años
Alonso Lucas

(1) VASSBERG, D. E.: Tierra y sociedad en Castilla. Barna. Editorial Crítica. 1986

AGS. CONSEJO REAL DE CASTILLA. 352. Expediente de la villa de Barchín del Hoyo ante el Consejo Real para obtener licencia para roturar la dehesa de Navodres. 1562-1564

Monday, May 21, 2018

De los Ortega de San Clemente a los Gómez del Cañavate




Francisco Gómez era hijo de Pedro Gómez y nieto de Juan Ortega, vecino de San Clemente. Juan de Ortega casaría con Juana Gómez. Del matrimonio nació Pedro Gómez, casado con Elvira López, hija de Juan de la Roda, hacia 1500. De éste último matrimonio nacerían Francisco Gómez, avecidado en El Cañavate, que nacería con el cambio de siglo, y Juan Gómez, avecindado en San Clemente.

Juan Ortega, vecino de San Clemente, era el típico hidalgo arruinado, pero que mostraba con orgullo su condición hidalga ante sus vecinos. De su pobreza da testimonio Juan López Palomera, que recogía el recuerdo de su suegro Alonso López de Aparicio López, hombre que tenía trato y ayudó al dicho Juan de Ortega


e asy se lo dezía su suegro que el dycho Hortega hera buen fydalgo e que aunque hera pobre veya que se tenía por hidalgo espeçialmente que vido este testigo que cómo el dicho Hortega hera pobre el suegro de este testigo le dyxo un día en que tomase una bestia suya y que truxese una carga de leña para su casa e que el dicho Hortega respondyó: señor no lo faré que perderé la fidalguía por venyr tras la bestya cargada con leña que antes querría traer la leña a cuestas, que no quiso llevar la bestya e que cree que por esto no pechaba ni le enpadronarían en pecho rreal ni conçejal en demás hera muy pobre e que tenya muy poco e que este testygo le veya que syn enbargo de ser pobre tenya fantasya de hidalgo
El orgulloso hidalgo tuvo que ceder ante la necesidad que padecía su familia, entrando a servir como jornalero en casa del padre de García Martínez Ángel, Cristóbal Ángel el viejo, un rico pechero de la villa (a soldada para el canpo, carreta e viña), creemos que durante cinco años, pero este hecho lo hemos de adivinar entre líneas, pues el expediente está roto. La humillación que debió sufrir el viejo hidalgo, de los buenos de esta tierra, solo se puede entender en el contexto de una sociedad de labradores ricos, tan orgullosos o más que los hidalgos, donde emplearse a jornal era considerado un estigma.

Pocos hombres conocían la vida de sus convecinos como Alonso Álvarez de Rebe. Este hombre de ochenta y nueve años era un testigo privilegiado de su tiempo. Correo del marqués de Villena, había recorrido todo el Marquesado con sus veredas; ante sus ojos, habían pasado varias generaciones de sanclementinos. De mensajero de los Pacheco había sentado plaza como tendero de la villa de San Clemente para el abasto de la villa . Recordaba el nombre del padre de Juan Ortega, aunque fuese por su apodo: Juan el negro. Le había conocido con nueve años, es decir hacia 1455, como hombre hacendoso y procedente de Murcia, recordando sobre todo su aspecto físico
avía sydo honbre que avya tenido buena fazienda e que avya sydo justiçia en el Rreyno de Murcia e que ge lo dezía su padre deste testygo e que porque hera justiçia allá le dezían el nonbre de negro e porque dezían guartede Juan el negro pero que no hera negro salvo que hera moreno en la color
Alonso Álvarez de Rebe coincidía en el orgullo de Juan el negro y su hijo. Orgullo de hidalgo que sobrellevaban con altivez, a pesar del estado de necesidad y pobreza en el que habían caído
e asy lo a oydo dezir este testigo a su padre deste testigo Alonso Álvarez de Rebe e a otros viejos desta dicha villa que dezía que el dicho Juan el negro e el dicho su hijo Juan de Hortega heran buenos fidalgos e aun dolyéndose dellos diziendo: mirad quales Hadán estos fidalgos porque heran pobres trayendo carga de leña a cuestas que se dezía que no los querían traer en bestyas aunque ge las dauan porque dezían que su linage no avía harreado ni ydo tras bestya 
Juan el negro y su hijo Juan Ortega eran pobres de solemnidad, sin que sepamos la razón por la que habían llegado a San Clemente dos décadas antes de la guerra del Marquesado y la causa de su desdicha. Contra corriente había defendido su nobleza, negándose a pagar impuestos en la pechera San Clemente, donde cualquier hombre por mísero que fuera pagaba pechos, con tal que fuera propietario del azadón con el que trabajaba la tierra.

Pedro Gómez y Elvira López siempre habían vivido en San Clemente, aunque habían huido de la peste en esta villa y se refugiaron en Cañavate durante dos o tres meses en la década de los veinte, pero su residencia fija era San Clemente, donde a decir de Rodrigo Ortega, tenían fama de hidalgos. Ya en 1502 o 1503, se había hecho un repartimiento, a cargo de un jurado nombrado por el concejo, entre los vecinos de la villa de San Clemente (posiblemente para comprar el trigo que Alonso Castillo vendió a una villa hambrienta); Pedro Gómez, al igual que el resto de hidalgos, quedó exento. Pedro Gómez se juntaba con los otros hidalgos de la villa para la elección de alcalde de la hermandad por los hijosdalgo y mostraba albalá en las carnicerías para la refacción de la carne. A falta de padrones de hidalgos, el símbolo distintivo de hidalguía era la participación en las llamadas juntas de hidalgos. A comienzos del siglo XVI, parece que todavía no se había establecido el posterior colegio de cuatro electores para la elección de alcalde de la hermandad por los hijosdalgo; del mismo modo, los hidalgos se reunían en juntas, que elegían dos diputados y velaban por el reparto de la alcabala, entre los hijosdalgo, un impuesto universal. También participó con el resto de hidalgos en el pleito, que no se resolvería hasta 1539, para entrar en las suertes de los oficios concejiles. En Cañadajuncosa, aldea del Cañavate, fijó su residencia hacia 1522, tras casarse, su hijo Francisco Gómez.

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Alcalde ordinario de San Clemente; Pascual Simón y Alonso Astudillo
Alguaciles de San Clemente: Pedro Rosillo y Benito García
Alcaldes ordinarios de Cañavate: Juan Gómez y Pedro de Lomas

Probanza de 1535

Pedro Jiménez de Buenache, vecino de Cañavate, 60 años, alcalde, regidor y diputado de Cañavate en los últimos treinta años
Juan López Palomera, pechero de la villa de San Clemente, más de 75 años
Garci Martínez Ángel, pechero de San Clemente, 70 años
Antonio Rosillo el viejo, hidalgo de San Clemente, 66 años
Alonso Álvarez de Rebe, pechero de 89 años
Cecilia López, pechera, viuda de Gil Fernández de Alfaro, vecina de San Clemente, 70 años
Francisco Rosillo, pechero, vecino de San Clemente, 70 años


ARCHIVO DE CHANCILLERÍA DE GRANADA. HIDALGUÍAS. Probanza del pleito de hidalguía de Francisco Gómez, vecino del Cañavate. 1534. Signatura antigua: 302-297-1